Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
y la Importancia de la Imaginación
1
Me gustaría dejar claro, entre paréntesis, que yo no culpo a mis
padres por su punto de vista. Hay una fecha de caducidad a la hora
de culpar a sus padres por guiarlos en la dirección equivocada; el
momento en que tengan edad suficiente para tomar el volante, la
responsabilidad recaerá en ustedes. Es más, no puedo criticar a mis
padres por la esperanza de que yo nunca viviera la experiencia de
la pobreza. Ellos mismos habían sido pobres, y desde entonces he
sido pobre, y estoy bastante de acuerdo con ellos que no es una
experiencia ennoblecedora. La pobreza conlleva el miedo y el
estrés, la depresión y, a veces, significa un millar de pequeñas
humillaciones y privaciones. Salir de la pobreza por sus propios
esfuerzos, es en realidad algo que te produce orgullo, la pobreza
en sí misma es idealizada solo por tontos.
Lo que más temía por mí misma a su edad no era la pobreza, sino
el fracaso.
A su edad, a pesar de una clara falta de motivación en la
universidad, donde había pasado demasiado tiempo escribiendo
historias en la barra del café, y muy poco tiempo en las
conferencias, tenía una habilidad especial para pasar los
exámenes, y que, por años , había sido esa la medida del éxito en
mi vida y la de mis compañeros.
Yo no soy torpe como para suponer que porque son jóvenes,
talentosos y bien educados, nunca han conocido las dificultades o
las angustias. Talento e inteligencia no inocula a nadie en contra de
los caprichos del destino, y no puedo suponer ni por un momento,
que todo el mundo aquí ha gozado de una existencia serena de
privilegio y alegría.
Sin embargo, el hecho de que se están graduando en Harvard
sugiere que no están muy bien familiarizados con el fracaso.
Ustedes pueden ser impulsados por el miedo al fracaso tanto como
por un deseo de éxito. Sin lugar a dudas, su concepción del fracaso
podría no estar muy lejos de la idea del éxito que tiene una persona
promedio; tan alto han volado ya.
En última instancia, todos tenemos que decidir por nosotros mismos
lo que constituye el fracaso, pero el mundo está muy dispuesto a
darles una serie de criterios, si se lo permiten. Así que creo que es
justo decir, basada en cualquier medida convencional, que apenas
siete años después de mi día de graduación, yo había fallado en
una escala épica. Un matrimonio excepcionalmente breve se
desplomó, y yo estaba sin trabajo, era una madre soltera, y tan
pobre como es posible en la Gran Bretaña moderna, sin dejar de
2
tener dónde vivir. El temor que mis padres habían tenido por mí, y
que había temido yo, se habían hecho realidad, y desde los usos y
costumbres, fue el fracaso más grande que yo conocía.
Ahora, yo no estoy aquí para decirles que el fracaso es divertido.
Ese período de mi vida fue oscuro, y yo no tenía idea de que no iba
a ser lo que la prensa ha representado desde entonces como una
especie de solución de cuento de hadas. No tenía ni idea entonces
hasta qué punto el túnel se extendía, y durante mucho tiempo, la luz
al final del mismo fue más una esperanza que una realidad.
Así que ¿por qué hablo de los beneficios del fracaso? Simplemente
porque el fracaso significa un despojo de lo no esencial. Dejé de
pretender que era otra cosa distinta de lo que era, y empecé a
dirigir toda mi energía en terminar el único trabajo que me
importaba. Si hubiera realmente triunfado en cualquier otra cosa, yo
nunca podría haber encontrado la determinación de tener éxito en el
campo al que yo creía que realmente pertenecía. Fui liberada,
porque mi mayor temor se había consumado, y yo todavía estaba
viva, todavía tenía una hija a quien adoraba, yo tenía una vieja
máquina de escribir y una gran idea. Y así se convirtió en el fondo
de la roca sólida sobre la cual reconstruir mi vida.
Ustedes podrían nunca fallar en la escala que yo lo hice, pero algún
fracaso en la vida es inevitable. Es imposible vivir sin fallar en algo,
a menos que viva con tanta cautela que bien podría no haber vivido
en absoluto, en cuyo caso, fallan por omisión.
El fracaso me dio una seguridad interior que nunca había alcanzado
aprobando los exámenes. El fracaso me ha enseñado cosas sobre
mí misma que yo no podría haber aprendido de otra
manera. Descubrí que tenía una voluntad fuerte, y más disciplina
que la que yo había sospechado; también encontré que tenía
amigos cuyo valor fue realmente más alto que el precio de los
rubíes.
El conocimiento que te hace emerger más sabio y más fuerte a
partir de los contratiempos, significa que ustedes, de ahora en
adelante, estarán seguros de su habilidad para sobrevivir. Ustedes
nunca realmente se conocen a sí mismos, o la fuerza de sus
relaciones, hasta que ambos han sido probados por la
adversidad. Tal conocimiento es un verdadero regalo,
dolorosamente ganado, y ha merecido la pena, más que cualquier
otra calificación que hayan ganado.
3
Así que si viajara al pasado, le diría a mi persona de 21 años de
edad, que la felicidad personal reside en saber que la vida no es
una lista de adquisiciones o logros. Sus calificaciones, sus Currícula
Vitae, no son su vida, aunque se encontrarán con muchas personas
de mi edad o más que confundirán las dos. La vida es difícil y
complicada, y más allá del control total de cualquier persona, y da
humildad saber que les permitirá sobrevivir a sus vicisitudes.
Ahora ustedes podrían pensar que yo elegí mi segundo tema, la
importancia de la imaginación, por la parte que desempeñó en la
reconstrucción de mi vida, pero que no es del todo así. Aunque yo
personalmente defenderé el valor de los cuentos antes de dormir,
hasta mi último aliento, he aprendido a valorar la imaginación en un
sentido mucho más amplio. La imaginación no es sólo la capacidad
exclusivamente humana de vislumbrar lo que no existe, y por lo
tanto es la fuente de toda invención e innovación. En su cualidad sin
duda más transformadora y reveladora, es el poder que nos permite
sentir empatía con los seres humanos cuyas experiencias nunca
hemos compartido.
Una de las grandes experiencias formativas de mi vida anteriores a
Harry Potter, me nutrió mucho de lo que posteriormente escribí en
esos libros. Esta revelación se produjo en uno de mis primeros
trabajos. Aunque estaba pendiente de escribir historias durante mis
horas de almuerzo, pagué la renta a mis años 20, trabajando en el
departamento de investigación de África en la sede de Amnistía
Internacional en Londres.
Allí, en mi pequeña oficina, leí apresuradamente garabateadas
cartas enviadas, de contrabando fuera de los regímenes totalitarios,
por hombres y mujeres que se estaban arriesgando con ir a la
cárcel por informar al mundo exterior lo que les estaba pasando. Vi
las fotografías de los desaparecidos sin dejar rastro, enviadas a
Amnistía por sus desesperadas familias y amigos. Leí el testimonio
de las víctimas de la tortura y vi las fotos de sus lesiones. Abrí,
escritos a mano, testimonios de juicios y ejecuciones sumarias, de
secuestros y violaciones.
Muchos de mis compañeros de trabajo fueron ex prisioneros
políticos, personas que habían sido desplazadas de sus hogares, o
huyeron al exilio, porque tuvieron la osadía de hablar en contra de
sus gobiernos. Los visitantes a nuestras oficinas incluían a los que
habían venido a dar información, o para tratar de averiguar qué
había pasado con los que habían dejado atrás.
4
Nunca olvidaré una víctima de la tortura en África, un joven de no
más años que yo, que tenía una enfermedad mental, después de
todo lo que había sufrido en su patria. Temblaba incontrolablemente
mientras hablaba, frente a una cámara de vídeo, sobre la brutalidad
infligida sobre él. Era un pie más alto que yo, y parecía tan frágil
como un niño. Me dieron el trabajo de escoltarlo después de
regreso a la estación del metro, y este hombre cuya vida había sido
destrozada por la crueldad, me tomó la mano con exquisita cortesía,
y me deseó felicidad futura.
Toda mi vida me acordaré cuando caminando por un pasillo vacío
de repente escuché, desde detrás de una puerta cerrada, un grito
de dolor y horror como nunca he oído desde entonces. La puerta se
abrió, y una investigadora asomó la cabeza y me dijo que preparara
una bebida caliente para el joven que estaba sentado con ella. Ella
acababa de darle la noticia de, que en represalia por sus
declaraciones en contra el régimen de su país, su madre había sido
capturada y ejecutada.
Cada día de mi semana de trabajo en ese lugar me hizo recordar lo
increíblemente afortunada que era de vivir en un país con un
gobierno elegido democráticamente, donde la representación legal y
un juicio público son derechos de todos.
Cada día, vi más evidencia sobre la malvada voluntad humana de
dañar a sus compañeros humanos para obtener o mantener el
poder.
Comencé a tener pesadillas, pesadillas literales, sobre algunas de
las cosas que he visto, oído y leído.
Y también aprendí más acerca de la bondad humana en Amnistía
Internacional que lo que había conocido nunca antes.
Amnistía moviliza a miles de personas que nunca han sido
torturados o encarcelados por sus creencias para actuar en nombre
de los que sí han sido. El poder de la empatía humana, guiando una
acción colectiva: salvar vidas, y liberar a los prisioneros. Gente
común, quienes disfrutan de bienestar personal y seguridad
garantizada, se unen en grandes cantidades para salvar a personas
que no conocen, y nunca se encontrarán. Mi pequeña participación
en ese proceso fue una de las experiencias de mayor humildad e
inspiración en mi vida.
A diferencia de cualquier otra criatura en este planeta, los humanos
pueden aprender y entender, sin haber experimentado. Ellos
pueden ponerse en el lugar de los demás. Por supuesto, este es un
5
poder, como mi marca de magia de ficción, que es moralmente
neutral. Se puede utilizar como una habilidad para manipular o
controlar, tanto como para comprender o simpatizar.
7
más ágiles y accesibles para el intercambio humano. Otros, para los
cuales los gustos mayoritarios representan a la verdadera y genuina
cultura, desde una postura falsamente democrática e igualitaria ven
a la lectura como el rezago de un orden social elitista que no vale la
pena defender.
9
La República, Domingo, 06/02/2011 - 05:00
En: http://www.larepublica.pe/06-02-2011/lectura-y-etica-ciudadana
LIBERTAD INTERIOR
10
atención y apenas tiene tiempo para la familia. Su mujer lo aguarda
y le muestra un video. Se trata de una de las grabaciones que
habían enviado a la familia, durante su cautividad, para pedir el
rescate. Él la mira y no entiende. Ella le dice: “este hombre que está
en la grabación era más libre que el que ahora tengo frente a mí. El
otro sabía lo que quería, y aunque encerrado, tenía paz interior, en
cambio ahora, las circunstancias están llevando tu vida y ya no
sabes a dónde vas. Piensa bien si así es como quieres vivir”.
11
que les permitan discernir nítidamente entre lo que está bien y lo
que está mal; y de una voluntad férrea que les ayude a vencer las
ataduras internas del capricho, del mal humor, de las emociones de
un instante, de las incitaciones a los vicios.
13
oscuros de marca bamba, en la persona parada frente a ella. Esta
escena fue intolerable para mí y mucho peor, imagino, para 'Chale'.
Por más acostumbrado que se encuentre a esa indiferencia, en
algún lugar de su mente debe registrar ese meticuloso ninguneo.
Segunda observación: la impuntualidad está vinculada al
desconocimiento del otro.
Si bien es cierto que, en una sociedad tan discriminadora como la
nuestra, los deberes son socavados y desvirtuados por la
desigualdad de derechos ciudadanos, es una buena idea atacar el
mal desde diversos frentes. No podemos darnos el lujo de esperar
alcanzar una democracia decente si en el camino no cambiamos
una serie de hábitos perniciosos y arraigados de nuestra
problemática convivencia. Tan injustificada es la tardanza del
presidente o el médico, como la del carpintero o el albañil que
incumplen los plazos y horarios pactados. Sin embargo, a mayor
poder, mayor responsabilidad. Es más grave no pagarle a tiempo a
un artesano, en la medida que se afecta su subsistencia, pero esto
no valida la deplorable 'tradición' de entregar a destiempo el trabajo.
Tercera observación: la impuntualidad es signo tanto de abuso
como de mediocridad.
Se me acaba el espacio -y el tiempo para entregar esta nota a la
hora-, de modo que me limitaré a una última observación: la
puntualidad es una cuestión de empoderamiento. El íntimo poder de
aceptar la existencia del otro y no sentirla como una amenaza para
nuestra integridad narcisista. Esto significa, entre otros gestos
revolucionarios, la osadía de entender que el viejo heladero es tan
digno de consideración como el dueño de la fábrica D'Onofrio.
14