Está en la página 1de 14

Los Beneficios del Fracaso

y la Importancia de la Imaginación

Por JK Rowling, autora de Harry Potter. Discurso de la ceremonia


de graduación de la U. de Harvard. Promoción 2008.

He venido con dos respuestas. En este día maravilloso cuando nos


reunimos para celebrar su éxito académico, he decidido hablar con
ustedes acerca de los beneficios del fracaso. Y mientras están de
pie en el umbral de lo que suele llamarse “vida real”, quiero exaltar
la importancia crucial de la imaginación.
Estas pueden parecer opciones quijotescas o paradójicas, pero por
favor tengan paciencia conmigo.
Mirando hacia atrás a los 21 años de edad, que tenía en mi
graduación, resulta una experiencia un poco incómoda para los 42
años de edad que ahora tengo. Hace media vida atrás, yo tenía un
equilibrio inestable entre lo que ambicionaba para mí, y lo que las
personas más cercanas esperaban de mí.
Estaba convencida de que lo único que quería hacer, siempre, era 
escribir novelas. Sin embargo, mis padres, ambos, los cuales
procedían de familias pobres y ninguno de los cuales había ido a la
universidad, tuvieron  la idea de que mi imaginación hiperactiva
fuere más que un capricho personal divertido que nunca pagaría
una hipoteca, o aseguría una pensión. Yo sé que ahora la ironía
golpea con la fuerza de un yunque de dibujos animados.
Ellos esperaban que yo aspirara a un título profesional; yo quería
estudiar literatura inglesa. Un compromiso se alcanzó que, en
retrospectiva, no satisfizo a nadie, y me fui a estudiar Lenguas
Modernas. Apenas el carro de mis padres daba vuela a la esquina
al final de la calle, abandoné  el alemán y me escabullí por el pasillo
de los clásicos.
No puedo recordar que le haya dicho a mis padres que yo estaba
estudiando a los clásicos, que bien podrían haberlo descubierto, por
primera vez, el día de mi graduación. De todos los temas en este
planeta, creo que para  ellos habría sido difícil encontrar un nombre
de  menor utilidad como el de mitología griega, a los fines de poder
obtener las llaves del cuarto de baño ejecutivo.

1
Me gustaría dejar claro, entre paréntesis, que yo no culpo a mis
padres por su punto de vista. Hay una fecha de caducidad a la hora
de culpar a sus padres por guiarlos en la dirección equivocada; el
momento en que tengan edad suficiente para tomar el volante, la
responsabilidad recaerá en ustedes. Es más, no puedo criticar a mis
padres por la esperanza de que yo nunca viviera la experiencia de
la pobreza. Ellos mismos habían sido pobres, y desde entonces he
sido pobre, y estoy bastante de acuerdo con ellos que no es una
experiencia ennoblecedora. La pobreza conlleva el miedo y el
estrés, la depresión y, a veces, significa un millar de pequeñas
humillaciones y privaciones. Salir de la pobreza por sus propios
esfuerzos,  es en realidad algo que te produce orgullo, la pobreza
en sí misma es idealizada solo por tontos.
Lo que más temía por mí misma a su edad no era la pobreza, sino
el fracaso.
A su edad, a pesar de una clara falta de motivación en la
universidad, donde había pasado demasiado tiempo escribiendo
historias en la barra del café, y muy poco tiempo en las
conferencias, tenía una habilidad especial para pasar los
exámenes, y que, por años , había sido esa la medida del éxito en
mi vida y la de mis compañeros.
Yo no soy torpe como para suponer que porque son jóvenes,
talentosos y bien educados, nunca han conocido las dificultades o
las angustias. Talento e inteligencia no inocula a nadie en contra de
los caprichos del destino, y no puedo suponer ni por un momento,
que todo el mundo aquí ha gozado de una existencia serena de
privilegio y alegría.
Sin embargo, el hecho de que se están graduando en Harvard
sugiere que no están muy bien familiarizados con el fracaso.
Ustedes pueden ser impulsados por el miedo al fracaso tanto como
por un deseo de éxito. Sin lugar a dudas, su concepción del fracaso
podría no estar muy lejos de la idea del éxito que tiene una persona
promedio; tan alto han volado ya.
En última instancia, todos tenemos que decidir por nosotros mismos
lo que constituye el fracaso, pero el mundo está muy dispuesto a
darles una serie de criterios, si se lo permiten. Así que creo que es
justo decir, basada en cualquier medida convencional, que apenas
siete años después de mi día de graduación, yo había fallado en
una escala épica. Un matrimonio excepcionalmente breve se
desplomó, y yo estaba sin trabajo, era una madre soltera, y tan
pobre como es posible en la Gran Bretaña moderna, sin dejar de
2
tener dónde vivir. El temor que mis padres habían tenido por mí, y
que había temido yo, se habían hecho realidad, y desde los usos y
costumbres, fue el fracaso más grande que yo conocía.
Ahora, yo no estoy aquí para decirles que el fracaso es divertido.
Ese período de mi vida fue oscuro, y yo no tenía idea de que no iba
a ser lo que la prensa ha representado desde entonces como una
especie de solución de cuento de hadas. No tenía ni idea entonces
hasta qué punto el túnel se extendía, y durante mucho tiempo, la luz
al final del mismo fue más una esperanza que una realidad.
Así que ¿por qué hablo de los beneficios del fracaso? Simplemente
porque el fracaso significa un despojo de lo no esencial. Dejé de
pretender que era otra cosa distinta  de lo que era, y empecé a
dirigir toda mi energía en terminar el único  trabajo que me
importaba. Si hubiera realmente triunfado en cualquier otra cosa, yo
nunca podría haber encontrado la determinación de tener éxito en el
campo al que yo creía que realmente pertenecía. Fui liberada,
porque mi mayor temor se había consumado, y yo todavía estaba
viva,  todavía tenía una hija a quien adoraba,  yo tenía una vieja
máquina de escribir y una gran idea. Y así se convirtió en el fondo
de la roca sólida sobre la cual reconstruir mi vida.
Ustedes podrían nunca fallar en la escala que yo lo hice, pero algún
fracaso en la vida es inevitable. Es imposible vivir sin fallar en algo,
a menos que viva con tanta cautela que bien podría no haber vivido
en absoluto, en cuyo caso, fallan por omisión.
El fracaso me dio una seguridad interior que nunca había alcanzado
aprobando los exámenes. El fracaso me ha enseñado cosas sobre
mí misma que yo no podría haber aprendido de otra
manera. Descubrí que tenía una voluntad fuerte, y más disciplina
que la que yo había sospechado; también encontré que tenía
amigos cuyo valor fue realmente más alto que el precio de los
rubíes.
El conocimiento que te hace emerger más sabio y más fuerte a
partir de los contratiempos, significa que ustedes, de ahora en
adelante, estarán seguros de su habilidad para sobrevivir. Ustedes
nunca realmente se conocen a sí mismos, o la fuerza de sus
relaciones, hasta que ambos han sido probados por la
adversidad. Tal conocimiento es un verdadero regalo,
dolorosamente ganado, y ha merecido la pena, más que cualquier
otra calificación que hayan ganado.

3
Así que si viajara al pasado, le diría a mi persona de 21 años de
edad, que la felicidad personal reside en saber que la vida no es
una lista de adquisiciones o logros. Sus calificaciones, sus Currícula
Vitae, no son su vida, aunque se encontrarán con muchas personas
de mi edad o más que confundirán las dos. La vida es difícil y
complicada, y más allá del control total de cualquier persona, y da
humildad saber que les permitirá sobrevivir a sus vicisitudes.
Ahora ustedes podrían pensar que yo elegí mi segundo tema, la
importancia de la imaginación, por la parte que desempeñó en la
reconstrucción de mi vida, pero que no es del todo así. Aunque yo
personalmente defenderé el valor de los cuentos antes de dormir,
hasta mi último aliento, he aprendido a valorar la imaginación en un
sentido mucho más amplio. La imaginación no es sólo la capacidad
exclusivamente humana de vislumbrar lo que no existe, y por lo
tanto es la fuente de toda invención e innovación. En su cualidad sin
duda más transformadora y reveladora, es el poder que nos permite
sentir empatía con los seres humanos cuyas experiencias nunca
hemos compartido.
Una de las grandes experiencias formativas de mi vida anteriores a
Harry Potter, me nutrió mucho de lo que posteriormente escribí en
esos libros. Esta revelación se produjo en uno de mis primeros
trabajos. Aunque estaba pendiente de escribir historias durante mis
horas de almuerzo, pagué la renta a mis años 20, trabajando en el
departamento de investigación de África en la sede de Amnistía
Internacional en Londres.
Allí, en mi pequeña oficina, leí apresuradamente garabateadas
cartas enviadas, de contrabando fuera de los regímenes totalitarios,
por hombres y mujeres que se estaban arriesgando con ir a la
cárcel por informar al mundo exterior lo que les estaba pasando. Vi
las fotografías de los desaparecidos sin dejar rastro, enviadas a
Amnistía por sus desesperadas familias y amigos. Leí el testimonio
de las víctimas de la tortura y vi las fotos de sus lesiones. Abrí,
escritos a mano, testimonios de juicios y ejecuciones sumarias, de
secuestros y violaciones.
Muchos de mis compañeros de trabajo fueron ex prisioneros
políticos, personas que habían sido desplazadas de sus hogares, o
huyeron al exilio, porque tuvieron la osadía de hablar en contra de
sus gobiernos. Los visitantes a nuestras oficinas incluían a  los que
habían venido a dar información, o para tratar de averiguar qué
había pasado con los que habían dejado atrás.

4
Nunca olvidaré una víctima de la tortura en África, un joven de no
más años que yo, que tenía una enfermedad mental, después de
todo lo que había sufrido en su patria. Temblaba incontrolablemente
mientras hablaba, frente a una cámara de vídeo, sobre la brutalidad
infligida sobre él. Era un pie más alto que yo, y parecía tan frágil
como un niño. Me dieron el trabajo de escoltarlo después de
regreso a la estación del metro, y este hombre cuya vida había sido
destrozada por la crueldad, me tomó la mano con exquisita cortesía,
y me deseó felicidad futura.
Toda mi vida me acordaré cuando caminando por un pasillo vacío
de repente escuché, desde detrás de una puerta cerrada, un grito
de dolor y horror como nunca he oído desde entonces. La puerta se
abrió, y una investigadora asomó la cabeza y me dijo que preparara
una bebida caliente para el joven que estaba sentado con ella. Ella
acababa de darle la noticia de, que en represalia por sus
declaraciones en contra el régimen de su país, su madre había sido
capturada y ejecutada.
Cada día de mi semana de trabajo en ese lugar me hizo recordar lo
increíblemente afortunada que era de  vivir en un país con un
gobierno elegido democráticamente, donde la representación legal y
un juicio público son derechos de todos.
Cada día, vi más evidencia sobre la malvada voluntad humana de
dañar a sus compañeros humanos para obtener o mantener el
poder.
Comencé a tener pesadillas, pesadillas literales, sobre algunas de
las cosas que he visto, oído y leído.
Y también aprendí más acerca de la bondad humana en Amnistía
Internacional que lo que había conocido nunca antes.
Amnistía moviliza a miles de personas que nunca han sido
torturados o encarcelados por sus creencias para actuar en nombre
de los que sí han sido. El poder de la empatía humana, guiando una
acción colectiva: salvar vidas, y liberar a los prisioneros. Gente
común, quienes disfrutan de bienestar personal y seguridad
garantizada, se unen en grandes cantidades para salvar a personas
que no conocen, y nunca se encontrarán. Mi pequeña participación
en ese proceso fue una de las experiencias de mayor humildad e
inspiración en mi vida.
A diferencia de cualquier otra criatura en este planeta, los humanos
pueden aprender y entender, sin haber experimentado. Ellos
pueden ponerse en el lugar de los demás. Por supuesto, este es un
5
poder, como mi marca de magia de ficción, que es moralmente
neutral. Se puede utilizar como una habilidad para manipular o
controlar, tanto como para comprender o simpatizar.

Y muchos prefieren no ejercer su imaginación en absoluto. Ellos


escogen permanecer cómodamente dentro de los límites de su
propia experiencia, no preocupándose en preguntarse cómo se
sentiría haber nacido como un persona distinta de la que
son. Pueden negarse a oír gritos o estar dentro de las jaulas, 
pueden cerrar sus mentes y corazones a cualquier sufrimiento que
no los toque personalmente, pueden negarse a saber.
Yo podría tener la tentación de envidiar a la gente que puede vivir
de esa manera, excepto que yo no creo que tengan menos
pesadillas que yo. La elección de vivir en espacios reducidos
conduce a una forma de agorafobia mental, y eso trae sus propios
terrores. Creo que el que es voluntariamente seco de imaginación
ve más monstruos. A menudo tienen más miedo. Es más, los que
optan por no ser empáticos admiten a verdaderos monstruos. Pero
sin cometer un acto de maldad absoluta, se convierten en sus
cómplices, por su propia apatía.
Una de las muchas cosas que aprendí al final de ese corredor de
los clásicos al que me aventuré a la edad de 18 años, en busca de
algo que no podía definir, fue escrito por el autor griego Plutarco:
“Lo que podamos lograr internamente va a cambiar la realidad
externa”.
Esa es una declaración sorprendente y que se demuestra una y mil
veces cada día de nuestras vidas. Expresa, en parte, nuestra
conexión ineludible con el mundo exterior, el hecho de que tocamos
las vidas de otras personas, simplemente por existir.
Pero, ¿cuánto de ustedes, graduados de Harvard de 2008, están
deseosos de tocar las vidas de otras personas? Su inteligencia, su
capacidad de trabajar duro, la educación que han ganado y
recibido, les da un estatus único y responsabilidades únicas. Incluso
su nacionalidad les distingue. La gran mayoría de ustedes
pertenecen a la única superpotencia del mundo. La forma de
votación, la forma en que viven, la forma en que protestan, la
presión que ejercen sobre su gobierno, tiene un impacto fuera de
sus fronteras. Ese es su privilegio y su carga.
Si ustedes deciden usar el estatus y la influencia para levantar la
voz en nombre de aquellos que no tienen voz;  si usted elige
6
identificarse no solo con los poderosos, sino con los que carecen
del poder, si conservan la capacidad de imaginarse a ustedes
mismos en la vida de aquellos que no tienen sus ventajas, entonces
no solo serán sus orgullosas familias que celebren su existencia,
sino miles y millones de personas cuya realidad han ayudado a
cambiar. No necesitamos magia para cambiar el mundo, llevamos
ya todo el poder que necesitamos dentro de nosotros mismos;
tenemos el poder de imaginar lo mejor.
Estoy pronta a terminar. Tengo una última esperanza para ustedes,
que es algo que yo ya tenía a los 21. Los amigos con los que me
senté en el día de graduación han sido mis amigos de por vida. Son
los padrinos de mis hijos, las personas a las que he sido capaz de
acudir en momentos de dificultad, las personas que han tenido la
amabilidad de no demandarme cuando tomé sus nombres para “Los
Come Gente”.
En nuestra graduación nos unía un enorme afecto, por nuestras
experiencias compartidas en un tiempo que nunca volverá, y, por
supuesto, por el conocimiento de que conservamos algunas
pruebas fotográficas que serían de un valor excepcional si alguno
de nosotros se postulara para primer ministro .
Así que hoy, les deseo nada mejor que amistades similares. Y
mañana, espero que, si incluso ustedes no recuerdan una sola
palabra mía, se acuerden de las de Séneca, otro de los antiguos
romanos que conocí cuando iba huyendo por el pasillo de los
Clásicos, en  retirada de las escaleras profesionales, en busca de la
sabiduría antigua:
“Como un cuento, así es la vida. Lo que importa no es qué tan larga
es, sino qué tan buena es”.
Les deseo a todos una vida muy buena.
Muchas gracias.

LECTURA Y ÉTICA CIUDADANA

Por Salomón Lerner Febres

Desde los inicios de la revolución tecnológica que ha transformado


el mundo de la información se habla de la decadencia de la lectura.
Hay quienes la presentan como una práctica obsoleta mediante la
cual ya no se puede seguir el paso a una actualidad rebosante de
hechos nuevos y  seducida  por la innovación de códigos siempre

7
más ágiles y accesibles para el intercambio humano. Otros, para los
cuales los gustos mayoritarios representan a la verdadera y genuina
cultura, desde una postura falsamente democrática e igualitaria ven
a la lectura como el rezago de un orden social elitista que no vale la
pena defender.

Y sin embargo, la lectura es todavía uno de los caminos más


válidos para la formación humana. Mediante ella se perfecciona el
conocimiento de lo que somos y queremos ser y nos percatamos de
quienes nos rodean adquiriendo, paulatinamente,  consciencia
crítica de nuestro mundo al contrastarlo con otros ámbitos 
aparentemente ajenos a nosotros por razones del  tiempo y la 
distancia.  Es gracias a la lectura que  nos abrimos con memoria  a
lo que nos ha precedido y así tendemos puentes a un reservorio de
experiencias, lecciones y sabiduría acumulada que se halla 
siempre a disposición de quien sepa consultarlo metódicamente;
también es por ella que, desde un adecuado entendimiento del
presente, nos  abrimos  con fundamento al porvenir y vamos así
dando forma a nuestros deseos y esperanzas.

Ahora bien, la lectura no es únicamente fuente de enriquecimiento


personal; también nos ofrece una cierta ética que, como toda
genuina  moral,  no es forma  vacía y declaración retórica sino  más
bien postura esencial  en y frente al mundo. Nos referimos a la 
genuina experiencia  del “Querer  Comprender”, voluntad que  pone
en obra de manera señalada nuestra condición de seres
comunicativos, hechos de lenguaje.  Esa   Comprensión no debe
ser entendida únicamente como un simple acto de decodificación de
signos sino como el esfuerzo sincero por penetrar en el sentido del
mundo que nos abre al reconocimiento y a la asimilación de aquello
que en un principio nos parecía ajeno.

Desde tales   perspectivas, cabría  preguntarse,  habida cuenta del


estado  de cosas en nuestro país, cuál es el grado de
“Comprensión” con  el que nos manejamos. La respuesta,  me
temo,   no sería muy alentadora.  En efecto, como resultado de la
pobreza de nuestra vida cívica, de la descomposición de la política
y del quiebre de nuestro mundo de valores, parecería que hemos
rebajado drásticamente nuestras expectativas y que asimismo 
hemos perdido  agudeza para distinguir lo aceptable o deseable de
aquello que no lo es. No de otra manera se podría explicar  la falta
8
de sintonía entre las necesidades de los ciudadanos y la conducta
de las autoridades; la aprobación o la resignación de grandes
sectores de la población frente a actos corruptos;  los espectáculos
groseros  que por doquier se nos ofrece cotidianamente;  las
propuestas absurdas e impertinentes con las que se insulta ya no
nuestra inteligencia sino el simple sentido común;  la reiterada
indiferencia ante la interpelación permanente  de los otros, sobre
todo si  ellos son los  desposeídos,  los marginados o  los que
sufren violencia.

Pareciera evidente –y sin embargo no ocurre así– que el horizonte


al que deberíamos aspirar  sea  la constitución de una sociedad
integrada por personas que se sientan mutuamente concernidas en 
su calidad de conciudadanos, de compatriotas y, sobre todo, de
seres humanos.  En esa comunidad, la razón, la verdad y el respeto
a las leyes  tendrían que  ser los criterios que rijan nuestra
convivencia. Pero eso no sería todo. También necesitaríamos
restaurar la solidaridad, la compasión y la capacidad para valorar de
modo sustantivo a los demás. Es decir,  habríamos de hallar  la
posibilidad de  un Comprender que no sólo sea  categoría
intelectual sino,   y sobre todo,  virtud moral.

Creo que en el Perú hace falta elevar nuestra capacidad de


comprensión y entendimiento. Me refiero a la aptitud para distinguir
lo bueno y conveniente de lo que carece de valor permanente, y a la
capacidad para admitir lo diferente y acercarnos  sin prejuicios a él. 
Alcanzar esa meta no es tarea rápida ni simple pero existen medios
para aproximarnos a ella,  y uno de esos caminos es aquel de la
lectura en su más elevado sentido. Nuestro sistema escolar, como
es sabido, ha descuidado dramáticamente la promoción de ese
quehacer, si bien en años recientes se han emprendido algunos
esfuerzos interesantes por enmendar el rumbo.

Resulta fundamental, para persistir  en esos intentos, saber que leer


y disfrutar de lo que se lee no significa  únicamente una habilidad,
en el sentido operativo del término y que, en el fondo, es  una de las
vías por las cuales se forman personas  y se constituyen  grupos
humanos y sociedades, es decir,  colectividades de Sujetos que se
entienden y se pueden imaginar en “el lugar del otro” para así,
hermanándose con él, respetarlo.

9
La República, Domingo, 06/02/2011 - 05:00

En: http://www.larepublica.pe/06-02-2011/lectura-y-etica-ciudadana

LIBERTAD INTERIOR

Autor: Liliana Esmenjaud


Fuente: Colaboradora de Mujer Nueva
Fecha: 2008-01-21

Tendido en el piso de un cuarto de 2m por 2m, desnudo, con la cara


contra el suelo, adolorido por los golpes, no responde, ni se mueve
durante el día… sus secuestradores temiendo que muera antes de
que llegue el rescate si sigue así, le ofrecen la bebida que él quiera.
Escoge un whisky. Será el único gusto que tenga desde aquel día
terrible que quisiera borrar de su vida. Lentamente se incorpora, lo
huele, piensa darle un trago y curarse algunas heridas con él.

De repente, una voz interior le dice, déjalo, no lo bebas. ¡¿Cómo?!!


¡¿Dejar lo único que tengo en estos momentos?!! La voz le
responde: “lo otro te lo quitaron, no lo diste libremente…” Sin querer
ser visto por la cámara hace a un lado la bebida para derramarla.
Regresa a su postura original y se duerme apesadumbrado…

Al día siguiente se despierta con un poco más de ánimo: ¡ha sido


capaz de realizar un acto libremente aún en esas circunstancias!
Esto le regresa su valía como persona. Aunque lo tengan cautivo,
aunque le hayan quitado todo, una cosa no le pueden arrebatar: su
libertad. De él depende cómo vivir aún en esas condiciones tan
atroces. En ese momento decide cambiar. Pide el material
necesario para limpiar su celda. Si ha de estar ahí, lo hará con
dignidad. Se organiza un horario, y empieza a salir adelante. Esta
actitud fue la que le ayudó a no hundirse durante esos largos meses
de encierro.

Cinco años después, en plena libertad, regresa muy tarde a casa


del trabajo. Lleva varias semanas así. El negocio roba toda su

10
atención y apenas tiene tiempo para la familia. Su mujer lo aguarda
y le muestra un video. Se trata de una de las grabaciones que
habían enviado a la familia, durante su cautividad, para pedir el
rescate. Él la mira y no entiende. Ella le dice: “este hombre que está
en la grabación era más libre que el que ahora tengo frente a mí. El
otro sabía lo que quería, y aunque encerrado, tenía paz interior, en
cambio ahora, las circunstancias están llevando tu vida y ya no
sabes a dónde vas. Piensa bien si así es como quieres vivir”.

Esta experiencia que cuenta Bosco Gutiérrez sobre su secuestro


ayuda a comprender que la verdadera libertad no radica en la falta
de ataduras exteriores. Si bien es cierto que la libertad de
movimiento y de expresión son necesarias, más lo es todavía esa
otra libertad interior que permite a la persona no sólo hacer cosas,
sino ser la persona que quiere ser.

Este segundo tipo de libertad no se da por decreto, sino que se ha


de ganar día a día con el propio esfuerzo. Es una conquista que se
da en el interior de la persona. No es una tarea fácil, y muchos
sucumben en el intento. Existen cadenas invisibles que nos atan y
esclavizan sin darnos cuenta. Muchos, al confundir la libertad con la
“ausencia de límites”, caen sin darse cuenta en diversas adicciones,
ya sean al alcohol, a la droga, al juego, al sexo, o al cuidado de la
propia imagen, perdiendo su libertad interior, quedando atrapados
en comportamientos muchas veces dañinos para su salud y en
ocasiones para su vida familiar y social. Otras cadenas muy sutiles
pero difíciles de vencer se encuentran en la opinión de los demás.
Lo que los otros piensan, lo que dicen los medios masivos de
comunicación, lo que aparece en las películas o lo que se canta en
las canciones, termina por modelar tantas vidas sin siquiera
habérselo planteado.

Este tipo de cadenas nos acechan a todos, pero los jóvenes y


adolescentes son especialmente vulnerables a ellas por la falta de
experiencia, y por la necesidad de encontrar su seguridad en algún
lugar ahora que se están independizado de sus mayores. Ante esta
realidad, es importante replantearse el papel tan importante que
juega la educación para la libertad. No es suficiente con impartir
clases de civismo ni de ética. Es necesario equipar a las
generaciones jóvenes de principios claros que puedan interiorizar y

11
que les permitan discernir nítidamente entre lo que está bien y lo
que está mal; y de una voluntad férrea que les ayude a vencer las
ataduras internas del capricho, del mal humor, de las emociones de
un instante, de las incitaciones a los vicios.

Un gran ideal en la vida, ayuda a mantener la mirada fija en una


meta que sirva de motivación para vencer las dificultades internas y
externas que se nos presenten en su consecución. Esto es
imprescindible en la vida de cualquier joven, si realmente queremos
ayudarle a ejercitarse en su propia libertad.

A Bosco Gutiérrez le gusta contar la historia de su secuestro porque


le recuerda el valor de su libertad interior. Su libertad exterior no
dependía de él, la interior, sí. La primera la consiguió después de
nueve meses de lucha; la segunda es conquista de toda una vida.
La mayoría de nosotros gozamos de libertad externa, pero no todos
de la interna. A nuestros jóvenes los hemos de preparar para librar
esta batalla, es el mejor legado que les podemos dejar.

January 29, 2008 2:17:13 AM GMT-05:00

EL VIEJO HELADERO Y LA PUNTUALIDAD

La campaña por la puntualidad es la punta del iceberg de un


conjunto de deberes ciudadanos, ha señalado Max Hernández,
secretario técnico del Acuerdo Nacional. Corresponde preguntarse
por qué se incumplen esas obligaciones, a fin de contribuir a que
dicha campaña no termine siendo el Titanic que se estrella (ojo con
las alusiones partidarias), precisamente contra la metáfora que lo
orienta. ¿Por qué somos impuntuales? Recurramos a algunos
ejemplos para intentar responder a preguntas más complejas de lo
que parecen, pues involucran un enmarañado huaipe de hebras
personales y sociales. Fui invitado a participar en un panel de
discusión en una universidad. Al llegar a la hora exacta, me
encontré solo con uno de los otros seis integrantes de la mesa, el
escritor Mirko Lauer. Al ver que los minutos pasaban y seguíamos
siendo los únicos presentes, me comentó algo que le había dicho,
en similar ocasión, un amigo suyo, el ensayista mexicano Carlos
Monsiváis: "En Latinoamérica, la puntualidad no es, como se dice,
12
la virtud de los reyes, sino de los prescindibles". Primera
observación: la impuntualidad es una cuestión de poder.
Cada vez que el ex presidente Toledo acudía a una reunión a la
'hora Cabana', evidenciaba su falta de respeto por el tiempo de los
demás, sí, pero lo esencial es que gozaba del placer de tener a
muchas personas esperándolo. Así, el día que se entregó el informe
final de la CVR, dejó parados durante una hora y media en el Salón
Dorado de Palacio a un variopinto parterre de representantes de la
sociedad. Consumir el tiempo ajeno alimentaba su autoestima, en
una magnitud inversamente proporcional a la importancia que le
atribuía. Por eso, una población de un asentamiento humano o de
un distrito alejado de la capital podía quedarse aguardándolo desde
el alba hasta el crepúsculo o acaso para siempre. Lo mismo ocurre
con los médicos de las clínicas privadas, donde no es inusual
esperar una hora para ser atendidos, a pesar de haber concertado
la cita con semanas de anticipación. La última vez que me ocurrió y
le reclamé a la secretaria del exitoso galeno -en su sala de espera
se podría haber organizado un torneo de ajedrez- su sorprendida
respuesta fue: "¿No le explicaron que así funciona?". Cuando
repliqué que mi tiempo era tan valioso como el del doctor, me miró
con una expresión compasiva que lo decía todo. Obviamente, esta
experiencia es un picnic con acompañamiento de cuarteto de
música de cámara, comparada con las colas en los centros de salud
pública.
En casos como estos -exceptuando el desborde y la falta de medios
en Essalud- la principal motivación de la impuntualidad es el goce
impune: lo hago porque puedo y por eso soy importante. Pero el
trasfondo inconsciente de ese comportamiento revela lo contrario:
necesito colocar a los demás en situación de inferioridad y
pasividad para compensar mis propias carencias y frustraciones.
Así, este verano, sentado en la playa, pude observar a un añoso
heladero cargando su caja térmica de color amarillo frente a dos
señoras ataviadas a la moda playera que podían permitirse (algo
entre Asia y Agua Dulce). Mientras 'Chale' -es su apodo- le
mostraba su libreta con la cuenta de glaciales y alaskas del día, la
dama seguía conversando imperturbable con su amiga bajo la
sombrilla, sin mirar al señor que la esperaba curtiéndose -en sentido
literal y figurado- bajo el sol. Finalmente, logró la proeza de
alargarle unas monedas, sin posar ni una sola vez sus lentes

13
oscuros de marca bamba, en la persona parada frente a ella. Esta
escena fue intolerable para mí y mucho peor, imagino, para 'Chale'.
Por más acostumbrado que se encuentre a esa indiferencia, en
algún lugar de su mente debe registrar ese meticuloso ninguneo.
Segunda observación: la impuntualidad está vinculada al
desconocimiento del otro.
Si bien es cierto que, en una sociedad tan discriminadora como la
nuestra, los deberes son socavados y desvirtuados por la
desigualdad de derechos ciudadanos, es una buena idea atacar el
mal desde diversos frentes. No podemos darnos el lujo de esperar
alcanzar una democracia decente si en el camino no cambiamos
una serie de hábitos perniciosos y arraigados de nuestra
problemática convivencia. Tan injustificada es la tardanza del
presidente o el médico, como la del carpintero o el albañil que
incumplen los plazos y horarios pactados. Sin embargo, a mayor
poder, mayor responsabilidad. Es más grave no pagarle a tiempo a
un artesano, en la medida que se afecta su subsistencia, pero esto
no valida la deplorable 'tradición' de entregar a destiempo el trabajo.
Tercera observación: la impuntualidad es signo tanto de abuso
como de mediocridad.
Se me acaba el espacio -y el tiempo para entregar esta nota a la
hora-, de modo que me limitaré a una última observación: la
puntualidad es una cuestión de empoderamiento. El íntimo poder de
aceptar la existencia del otro y no sentirla como una amenaza para
nuestra integridad narcisista. Esto significa, entre otros gestos
revolucionarios, la osadía de entender que el viejo heladero es tan
digno de consideración como el dueño de la fábrica D'Onofrio.

Jorge Bruce, en Perú 21, 4 de febrero de 2007. En línea


http://www.peru21.com/Comunidad/Columnistas/Html/2007-02-04/B
ruce0664107.html.

14

También podría gustarte