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Los chicos no están bien (o por qué debemos repensar la

masculinidad)1

Por Michael Ian Black

Solía decir esta frase: “Si quieres emascular a uno de tus amigos, cuando estén en un
restaurante, pregúntale qué va a comer y cuando llegue la mesera, ordena por él”. Es
gracioso porque quitarle a un hombre su masculinidad no debería ser así de fácil —pero lo
es—.

La semana pasada, diecisiete personas, la mayoría adolescentes, fueron asesinados en un


tiroteo en una escuela de Florida. La preparatoria Marjory Stoneman Douglas ahora se une
a la categoría de Sandy Hook, Virginia Tech, Columbine y otros muchos sitios de una
masacre estadounidense. ¿Qué tienen estos tiroteos en común? Armas, desde luego; pero
también a los chicos. Las chicas no están jalando el gatillo; son varones. Casi siempre.

Los niños de Estados Unidos están destrozados y eso nos está matando.

La ruptura de los niños del país contrasta con sus niñas, que aún enfrentan muchísimos
obstáculos, pero salen al mundo cada vez mejor equipadas para superarlos.

Los últimos cincuenta años han redefinido el significado de ser mujer en Estados Unidos. A
las niñas de hoy les dicen que pueden hacer cualquier cosa, ser cualquier persona. Han
absorbido el mensaje: están mostrando un mejor rendimiento que los niños en la escuela en
todos los niveles, pero no solo se trata del desempeño. Ser niña actualmente significa ser la
beneficiaria de décadas de conversación acerca de las complejidades de la feminidad, sus
muchas formas y expresiones.

Sin embargo, los niños se han quedado atrás. No ha surgido un movimiento proporcional
para ayudarlos a navegar hacia una expresión total de su género. Ya no es suficiente “ser
hombre”… ya ni siquiera sabemos qué significa eso.

Demasiados niños están atrapados en el mismo modelo sofocante y obsoleto de


masculinidad en el que la hombría se mide en fuerza, en el que no hay manera de ser
vulnerable sin emascularse, donde la virilidad se trata de tener poder sobre los demás. Están
atrapados y ni siquiera tienen las palabras para hablar de lo que sienten cuando lo están,
porque el lenguaje que existe para discutir toda la gama de las emociones humanas aún se
considera delicado y femenino.

1
El documento fue publicado en el portal web de The New York Time, 24 de febrero de 2018.
https://www.nytimes.com/es/2018/02/24/opinion-masculinidad-parkland-tiroteo/?rref=collection
%2Fsectioncollection%2Fnyt-
es&action=click&contentCollection=opinion&region=stream&module=stream_unit&version=latest&content
Placement=1&pgtype=collection
Los hombres se sienten aislados, confundidos y en conflicto acerca de su naturaleza.
Muchos sienten que las cualidades que solían definirlos —su fuerza, la agresión y la
competitividad— ya no son rasgos deseados ni requeridos; muchos otros jamás se sintieron
fuertes ni agresivos ni competitivos para empezar. No sabemos cómo ser y estamos
aterrados.

Sin embargo, admitir nuestro terror es estar reducidos, porque no tenemos un modelo de
masculinidad que permita sentir miedo o dolor o ternura o la tristeza cotidiana que a veces
nos sobrepasa a todos.

Por ejemplo: hace unos días, publiqué una breve serie de mensajes acerca de estas ideas en
Twitter, a sabiendas de que recibiría respuestas de odio a cambio. Me llegaron decenas de
mensajes que impugnaban mi masculinidad; en los menos agresivos me dijeron “niño de
soya” (un insulto común entre la extrema derecha que vincula el consumo de soya con el
estrógeno).

Y así el varón que se siente perdido, pero desea conservar su identidad masculina por
completo solo tiene dos opciones: aislarse o sentir furia. Hemos visto el potencial que el
aislamiento y la furia tienen y lo que pueden provocar. Los tiroteos en las escuelas solo son
las tragedias más públicas. Otros, en una escala menor, tienen lugar en todo el país a diario;
otro rasgo común entre los tiradores es un historial de abuso contra las mujeres.

Para ser claros, la mayoría de los hombres jamás se volverán violentos. La mayoría estará
bien. La mayoría aprenderá a navegar las aguas profundas de sus sentimientos sin participar
en ninguna forma de destrucción. La mayoría crecerá para ser una persona amable; pero
muchos no lo harán.

Quizá jamás entenderemos por qué un joven decide terminar con las vidas de otros, pero
por lo menos podemos ver un patrón que no podría ser más evidente. Son los niños varones.

Yo creo en los niños. Creo en mi hijo. No obstante, a veces lo veo, con sus 16 años,
tragándose su frustración, enterrando su preocupación, subiendo con fuertes pisadas las
escaleras sin decirnos qué pasa y quiero mostrarle cómo es ser vulnerable y estar abierto,
pero no puedo. Porque alguna vez fui un niño también.

Debe haber una manera de expandir lo que significa ser un hombre sin perder nuestra
masculinidad. No sé cómo abrirnos a la rica complejidad de nuestra masculinidad. Creo que
nos beneficiaríamos de la misma conversación que las chicas y las mujeres han estado
teniendo durante los últimos cincuenta años.

Me gustaría que los hombres utilizaran el feminismo de inspiración, de la misma manera en


que las feministas aprovecharon el movimiento a favor de los derechos civiles para basar el
suyo. No estoy promoviendo una solución rápida. No la hay, pero tenemos que comenzar el
diálogo. Los niños están destrozados y quiero ayudar.

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