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Fundamentación de la metafísica de las costumbres

Immanuel Kant
PRÓLOGO:
Todo conocimiento racional es:
-material se refiere a determinados objetos y leyes (que tienen su parte empírica):
-Leyes de la naturaleza (física)
-Leyes de libertad (ética) teoría de las costumbres.
-formal lógica. Esta no puede tener una parte empírica.

Puede llamarse empírica toda filosofía que arraiga en fundamentos de las experiencias, pero la
que presenta sus teorías derivándolas exclusivamente de principios a priori, se llama Filosofía
pura. Si esta es formal, se le llama lógica; si se limita a objetos del entendimiento se llama
metafísica.
Existe una doble metafísica:
-de la naturaleza (física) tiene parte empírica y racional
-de las costumbres (ética) parte empírica (antropología práctica) y racional (moral).
En ambas metafísicas es necesario que se separe lo empírico de lo racional para que
conozcamos lo que la razón pura en ambos casos puede por sí sola construir y de qué fuentes
toma esa enseñanza a priori. Lo que en este texto interesa es la filosofía moral. Por lo tanto, se
debe separar todo lo empírico de la filosofía moral, es decir, las reglas prácticas que se
fundamentan empíricamente de las experiencias, para construir una filosofía moral pura con una
ley moral como una idea común del deber y las leyes morales, fundamentados en la obligación y
tiene que llevar consigo una necesidad absoluta.
Por lo tanto, la filosofía moral descansa sobre su parte pura, y le da al ser racional leyes a priori
que requiere un juicio, es decir, que se distinga en qué casos tiene aplicación y en cuáles no.
CAPÍTULO 1: Tránsito del conocimiento moral vulgar de la razón al conocimiento
filosófico
Lo único que se puede considerar bueno es la buena voluntad. Algo puede ser malo, si la
voluntad con la que se hace no es buena. La buena voluntad es la condición que nos hace ser
felices. La buena voluntad es buena por sí misma, es mucho más valiosa que lo que podríamos
obtener a partir de ella, por lo tanto, brilla por sí sola, posee su pleno valor.
Para que algo sea bueno, debe suceder por la ley moral, no conforme a esta. Esto último sería un
fundamento inmoral. La ley moral no puede no buscarse en una filosofía pura, ya que si esta
está mezclada con lo empírico, no merece el nombre de filosofía.
Por lo tanto, se propone el paso de una filosofía práctica universal (propuesta por Wolff) que
incluye tanto elementos empíricos como la razón pura a una metafísica de las costumbres, que
propone una voluntad pura. También se propone pasar de una lógica universal (razón pura+
empírico) a una filosofía trascendental (razón pura). A esto se refiere el título del capítulo.
Entonces, la metafísica de las costumbres investiga la idea y los principios de una voluntad pura
posible, y no las acciones y condiciones del querer humano en general. No hay para tal
metafísica otro fundamento que la crítica de una razón pura práctica.
La razón no es bastante apta para dirigir seguramente a la voluntad para satisfacer nuestras
necesidades, sino que la razón nos fue dada como facultad práctica, es decir, como facultad que
debe tener influjo sobre la voluntad. El destino verdadero de la razón es producir una voluntad
buena en sí misma, no como un medio. Esta voluntad no es el único bien, pero si el bien supremo
y la condición de cualquier otro, incluso del deseo de felicidad.
El concepto “deber”, contiene el de una voluntad buena. Existen dos tipos de acciones:
1. Acciones por deber: el hombre siente inclinación inmediatamente
2. Acciones conformes al deber: el hombre las realiza porque otra inclinación lo lleva a
aquello.
*Acciones contrarias al deber.
Por ejemplo, sabemos que conservar la vida es un deber:
-Si le tenemos miedo a la muerte, conservar la vida sería una máxima que carece de contenido
moral, sería una acción conforme al deber.
-Si queremos morir (por ejemplo, por una depresión) y aun así elegimos vivir, sería una máxima
con contenido moral y por lo tanto, una acción por el deber.
Por lo tanto, el valor de carácter moral es el supremo: debemos hacer el bien, no por inclinación,
sino que por deber.
Otra cosa importante es una acción por el deber tiene su valor moral, no en el propósito
que en ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta, por lo
tanto, depende del principio del querer o principio de la voluntad. A través de este principio se
prescinde de los fines que puedan alcanzarse por medio de la acción-
Además, el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley, no por inclinación.
Yo no le puedo tener respeto a al objeto efecto de la acción, eso es sólo una inclinación ya que
no es actividad de una voluntad. Por lo tanto yo solo puede respetar en la medida en que se
relacione con la voluntad como simple fundamento y no como efecto. Por lo tanto, lo que
determina a la voluntad es la ley y el respeto a esa ley práctica.
Sólo la representación de la ley en sí misma, la cual sólo se encuentra en el ser racional, en
cuanto que ella y no el efecto esperado es el fundamento determinante de la voluntad, puede
constituir ese bien que llamamos bien moral, el cual está presente ya en la persona misma que
obra según esa ley, y que no es lícito de ningún efecto de la acción. ¿Cuál es esa ley que
determina la voluntad? Es la ley universal, es decir, yo no puedo obrar nunca más que de modo
que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal (universal legalidad de las
acciones en general). Si no quiero que sea ley universal, entonces mi máxima es reprobable, no
conviene. (por ejemplo, si mi máxima es mentir haciendo una promesa que sé que no voy a
cumplir, ¿Estoy dispuesta que sea ley universal? No, entonces mi máxima es reprobable.
La dialéctica natural es una tendencia a discutir las leyes del deber, a poner en duda su validez,
a acomodarlas a nuestros deseos e inclinaciones. Esto es una razón humana vulgar que da un
paso en el campo de la filosofía práctica
CAPÍTULO 2: Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las costumbres
Muchas acciones por muy buenas que parezcan, no sabemos si se hicieron conformes al deber
(interés a una inclinación) o por deber. Cuando se trata de valor moral no importa la acción que
se vea, sino los principios íntimos de ella, que no se ven. El autor admite que la mayor parte de
nuestras acciones son conformes al deber. Agrega que la razón ordena lo que debe suceder y
quizás no haya ejemplos de gente que haya respetado una ley, por ejemplo, ser leal con un
amigo, pero no por eso no se le va a exigir a la gente ser leal con el amigo, ya que este es un
deber que reside antes que toda experiencia, en la idea de una razón que determina la voluntad
por fundamentos a priori. Esta ley tiene vigencia para todos los seres racionales en general, por
modo absolutamente necesario.
No hay ningún principio verdadero supremo de la moralidad que no haya de descansar en la
razón pura, independientemente de toda experiencia. Todos los conceptos morales tienen su
asiento y origen completamente a priori en la razón.
Cada cosa en la naturaleza actúa según sus leyes. Sólo un ser racional posee la facultad de obrar
por la representación de las leyes, esto es por principios; posee una voluntad. Como para derivar
las acciones de las leyes se exige razón, resulta que la voluntad no es otra cosa que razón
práctica. Si la razón determina la voluntad, la voluntad es una facultad de no elegir nada más
que lo que la razón, independientemente de la inclinación, conoce como prácticamente
necesario, es decir, bueno. Pero si la razón no determina suficientemente a la voluntad; si la
voluntad se halla sometida también a condiciones subjetivas, o en otras palabras, si la voluntad
no es en sí plenamente conforme a la razón, entonces las acciones objetivamente como
necesarias son subjetivamente contingentes y la determinación de tal voluntad, en conformidad
con las leyes objetivas, llámese constricción.
La representación de un principio objetivo, en tanto que es constrictivo para una voluntad, se
llama mandato (de la razón), y la fórmula del mandato se llama imperativo. Estos se expresan
por medio de un “deber ser” y muestra una relación de una ley objetiva de la razón a una
voluntad que, por su constitución subjetiva, no es determinada necesariamente por tal ley (una
constricción). Es prácticamente bueno lo que determina la voluntad por medio de
representaciones de la razón y no por causas subjetivas, sino objetivas, esto es, por
fundamentos que son válidos para todo ser racional como tal. Se debe distinguir lo bueno de lo
agradable, ya que este último tiene que ver con causas subjetivas.
Para la voluntad divina y santa, no valen los imperativos: el deber ser no tiene aquí lugar
adecuado porque el querer ya de suyo coincide necesariamente con la ley. Por eso que los
imperativos son sólo fórmulas para expresar la relación entre las leyes objetivas del querer en
general y la imperfección subjetiva de la voluntad del ser racional de la voluntad humana.
Imperativo hipotético: necesidad práctica de una acción posible, como medio de conseguir
otra cosa que se quiere. La acción es buena sólo como medio para alguna otra cosa, otro
propósito, que puede ser posible (principio problemático-práctico) o real (asertórico-práctico)
Imperativo categórico: representa una acción por sí misma, sin referencia a ningún otro fin. La
acción es representada como buena en sí, esto es, como necesaria en una voluntad conforme en
sí con la razón, como un principio de tal voluntad. La acción es objetivamente necesaria en sí
(principio apodíctico-práctico). También se le llama imperativo de moralidad. No es limitado por
condiciones algunas, y puede llamarse propiamente un mandato porque es absoluto y necesario.
Todas las ciencias tienen una parte práctica, que consiste en problemas que ponen algún fin
como posible para nosotros y en imperativos que dicen cómo pueda conseguirse tal fin. Estos se
llaman imperativos de habilidad. No importa si el fin es racional y bueno, si no sólo de lo que
hay que hacer para conseguirlo. Hay un fin, sin embargo, que puede presuponerse real en todos
los seres racionales, y este es la felicidad.
La habilidad para elegir los medios conducentes al mayor posible bienestar propio se llama
sagacidad. Esto sería un imperativo hipotético.
Imperativo de la moralidad
No debe perderse de vista que no existe ejemplo alguno ni manera de decidir empíricamente si
hay de este tipo de imperativos. Puede ocurrir que todos los que parecen categóricos sean
hipotéticos.
El imperativo categórico es el único que se expresa en LEY práctica y los demás imperativos
pueden llamarse principios, pero no leyes de la voluntad.
Es muy grande el fundamento de la dificultad –de penetra y conocer la posibilidad del mismo-. Es
una proposición sintético-práctica a priori.
Cuando pienso en un imperativo hipotético, no sé de antemano lo que contendrá, no lo sé hasta
que la condición me es dada. Pero si pienso un imperativo categórico ya se lo que contiene, pues
aparte de la ley no contiene más que la necesidad de la máxima de conformarse con esa ley. Hay
que obrar según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal:
tal es el canon de juicio moral de la misma. Hay veces que hallaremos una contradicción en
nuestra propia voluntad a saber que cierto principio es necesario objetivamente como ley
universal, y sin embargo, no vale subjetivamente con universalidad, sino que ha de admitir
excepciones. (Por ejemplo, sé que prometer algo sabiendo que no lo voy a hacer es ilícito, pero lo
voy a ser sólo esta vez).
*La máxima es el principio subjetivo de obrar, y se distingue del principio objetivo, esto es la ley
práctica. La ley es válida para todo ser racional, es el principio según el cual debe obrar; esto es
un imperativo.
Por todo lo anterior, el deber no puede expresarse más que en imperativos categóricos y en
ningún modo en imperativos hipotéticos. Hasta ahora no se ha demostrado que este tipo de
imperativo existe, que hay una ley práctica que manda por si, absolutamente y sin ningún
resorte impulsivo, y que la obediencia a esa ley es deber. El deber ha de ser una necesidad
práctico-incondicionada de la acción; ha de valer pues, para todos, los seres racionales y sólo por
eso ha de ser ley para todas las voluntades humanas.
Todo lo empírico es una adición al principio de la moralidad, y como tal, no sólo inaplicable, sino
altamente perjudicial para la pureza de las costumbres mismas.
La voluntad es pensada como una facultad de determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a
la representación de ciertas leyes. Esto se puede encontrar sólo en los seres racionales. El fin es
lo que le sirve a la voluntad de fundamento objetivo de su autodeterminación. En cambio, lo que
constituye meramente el fundamento de la posibilidad de acción, cuyo efecto es el fin, se llama
medio. Los fines subjetivos descansan en resortes, y los objetivos van a parar a motivos y que
valen para todo ser racional.
Los fines relativos son imperativos hipotéticos ya que son fines como efectos de una acción
(fines materiales) y sólo su relación con una facultad de desear del sujeto les dan el valor, el cual
no puede proporcionar ningún principio universal valido y necesario para todo ser racional.
Algo que tenga valor en sí mismo, que tenga un fin en sí mismo sería un imperativo categórico.
El hombre y todo ser racional existe como un fin en sí mismo, no solo como medio para usos
cualesquiera si no que se considera siempre al mismo tiempo como un fin, es por todo esto que
nos llamamos personas y somos objeto del respeto y no podemos ser usados meramente como
medios. Esto son fines objetivos, esto es, cosas cuya existencia es en sí misma un fin, que en su
lugar no se puede poner otro fin. De lo contrario nunca habría un fin supremo absoluto (si esto
fuera condicionado).
Si ha de haber un principio práctico supremo y un imperativo categórico con respecto a la
voluntad humana, habrá de ser tal, que por la representación de lo que es fin para todos
necesariamente, porque es fin en sí mismo, constituya un principio objetivo de la voluntad, y por
tanto, pueda servir de ley práctica universal. El fundamento de ese principio es: la naturaleza
racional existe como fin en sí mismo. El imperativo práctico será entonces obra de tal modo que
uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un
fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio.
El resto son seres irracionales con valor relativo como medios llamados cosas.
El que lesiona los derechos del resto está utilizando a esas personas como medios sin tener en
cuenta que los otros, como seres racionales que son, deber ser estimados siempre al mismo
tiempo como fines. Los fines de los otros, siendo fines en sí mismos, deber ser también mis fines.
El principio de la humanidad y de la naturaleza racional (como fin en si mismo), es la condición
suprema limitativa de la libertad de las acciones de todo hombre. Este principio deriva de que:
es universalizable ya que se extiende a todos los seres racionales y de que la humanidad es
representada como fin objetivo del hombre.

Resumen
El presente trabajo pretende establecer los puntos capitales sobre los que Kant basa su proyecto
de fundamentar un ética pura, en el devenir dialéctico de extraer los puntos comunes en la
comprensión moral del vulgo y seguidamente pasar a la determinación del principio supremo del
mismo y desde este punto volver al conocimiento práctico donde se concreta la moral en las
acciones.
Así pues este trabajo, seguirá el hilo conductor propuesto por Kant en su obra y analíticamente
establecerá los conceptos que hacen posible su fundamentación, conceptos que representan los
cimientos de la comprensión de la obra, sin los cuales, no se podrá llegar a comprender el
proyecto ético del autor.
La obra está estructurada en un prólogo y tres capítulos, desde este análisis, tal como se
mencionó en el párrafo anterior, se establecerá el marco definicional de los conceptos claves,
desde la interpretación de Kant, desde la interpretación de autores de amplio prestigio filosófico,
y finalmente desde nuestra comprensión, adicionalmente se presenta un breve resumen de los
puntos vulnerables de esos conceptos, de cara a la comprensión general de la obra y sus críticas
Palabras claves: ética, voluntad, libertad, deber, autonomía.
Prólogo
Inicia Kant el prologo del su obra estableciendo la diferentes divisiones del saber filosófico,
buscando por medio del ancestral método de la división, ir descubriendo, cartesianamente
hablando, la definición clara y distinta de lo que él llamó la metafísica de las costumbres.
Así pues se presenta un diagrama que ilustra la manera en que Kant establece las divisiones del
conocimiento filosófico.
Desde este punto una vez logrado definir, de manera clara y distinta la metafísica de las
costumbres, se propone establecer por qué la necesidad de una ética pura, antes de una
antropología práctica, una metafísica de las costumbres, una ética que no tuviera origen en lo
práctico, esto constituye un punto revolucionario en la visión ética kantiana, pensar la ética
desde la razón pura, libre del influjo de la experiencia y de todo lo empírico, a pesar de que la
ética logra su concreción en el hecho práctico.
Así pues, la invitación que nos hace Kant es pensar en la metafísica de las costumbres como
necesario para descubrir las estructuras a priori que rigen nuestras conductas, es decir
establecer desde la razón pura las bases de nuestra conducta moral.
Debe entenderse que el conocimiento a priori representa uno de los puntos fundamentales en el
pensamiento Kantiano, no sólo en esta fundamentación de la metafísica de las costumbres, sino
en toda su obra en general, así pues el concepto a priori representa uno de los puntos capitales,
para la comprensión de esta obra.
Ahora bien, ¿Qué significa conocer a priori? , desde Kant (1) :
En lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a priori el que es absolutamente
independiente de toda experiencia, no el que es independiente de ésta o aquella experiencia. A
él se opone el conocimiento empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la
experiencia. Entre los conocimientos a priori reciben el nombre de puros aquellos a los que no se
ha añadido nada empírico. Por ejemplo, la proposición «Todo cambio tiene su causa» es a priori,
pero no pura, ya que el cambio es un concepto que sólo puede extraerse de la experiencia.
Seguidamente presentamos la definición a priori desde Belandria (2) :
El término a priori, aparte de otros significados que ha tenido en la historia de la filosofía, se ha
entendido generalmente en relación con la experiencia. El conocimiento a priori es para Kant un
conocimiento independiente de la experiencia y anterior a ella. Pero determinar qué es ―anterior
a la experiencia ― comporta un problema que la tradición filosófica ha tratado de aclarar. Platón,
quien, al parecer, fue el primero en plantearlo, lo resuelve recurriendo a la doctrina órfica de la
transmigración de las almas y a la reminiscencia: en efecto, el alma, antes de nacer en este
mundo sensible, ha contemplado directamente las Ideas, y como las cosas de este mundo son
copias de ellas, el hombre al entrar en contacto con esas cosas recuerda las Ideas. En
consecuencia, para Platón, conocer es recordar. De modo que él concibe ―lo anterior a la
experiencia― en un sentido cronológico. En la escolástica medieval y algunos pensadores
modernos el conocimiento a priori está referido a las ideas innatas, cuyo origen y verdad ellos
fundan en Dios.
De esta manera, podemos aproximarnos a entender el conocimiento a priori como todo aquel
conocimiento que tienen su fundamento en la razón, no en los sentidos, lo sensible, la
experiencia. Pero, ¿existe conocimiento antes de la experiencia?, según Kant el conocimiento
tiene como punto de partida la experiencia, sin embargo llega a ser conocimiento porque existe
el conocimiento a priori, es decir la experiencia activa lo a priori (universal y necesario) y se
funda el conocimiento. Se observa más claramente explicando que sino existiese el conocimiento
a priori no podríamos establecer elementos comunes en la experiencia de tal manera que sean
universales y necesarios para todos, es decir el conocimiento a priori aporta lo necesario por
oposición a lo contingente y es necesario para todo otro conocimiento, es decir es la condición
de universalidad de nuestras representación de las realidades.
Seguidamente pretendemos abordar otro punto estructural que menciona en el prólogo y que
constituye parte de los núcleos fundamentales de la obra, para tal fin citamos directamente
desde la obra (3) :
Pues la Metafísica de las costumbres debe investigar la idea y los principios de una voluntad pura
posible, y no las acciones y condiciones del querer humano en general, las cuales, en su mayor
parte, se toman de la psicología.
Evidentemente, nos referimos a la voluntad, sin embargo aquí se refiere a ella como parte de la
explicación del por qué de la metafísica de las costumbres, en tal sentido no la abordaremos en
este momento, pero si ampliamente en los capítulos posteriores.
Así ya culminando el prólogo deja Kant claro el propósito de la fundamentación, y no es otro que
establecer las bases de su investigación moral, que persigue fundar la crítica de la razón práctica
y la metafísica de las costumbres. Es decir la fundamentación debe conducir al lector en la
iniciación del gran proyecto ético de Kant, al que seguidamente aparecerán las obras Crítica de
la Razón Práctica y finalmente la metafísica de las costumbres.
Por último expone el método que seguirá en la obra, directamente citamos e orden que
propone :
1.- Primer capítulo.- Tránsito del conocimiento moral vulgar de la razón al conocimiento filosófico.
2.- Segundo capítulo.- Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las costumbres.
3.- Tercer capítulo.- Último paso de la metafísica de las costumbres a la crítica de la razón pura
práctica.

Capítulo I.
Tránsito del conocimiento moral vulgar de la razón al conocimiento filosófico.
Comienza este primer capítulo con la frase “Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del
mundo, es posible pensar nada que pueda considerar como bueno sin restricción, a no ser tan
sólo una buena voluntad”, en tal sentido uno de los puntos capitales de este primer capítulo y de
la obra en general es la buena voluntad, definición que pretendemos abordar.
Intentaremos abordar el término de voluntad en el ámbito filosófico, remontándonos a la filosofía
clásica la voluntad es la apetencia racional o conforme a la razón , y es claramente diferente al
deseo que es la apetencia sensible, en tal sentido la voluntad está asociada a la razón, según
Aristóteles, obrar en conformidad con lo racional.
Ahora bien desde Kant, la voluntad, es buena, en tanto valor absoluto, buena en si misma, con
total independencia de los resultados obtenidos, una voluntad buena o voluntad pura es tal
cuando no está fundada en motivos empíricos . Cuando racionalmente se actúa conforme al
deber.
Pretender establecer un marco definicional resulta complicado con lo intrincado de elementos
complejos a definir, hablar de voluntad implica, en Kant, hablar del deber, de la libertad, libre
albedrío, intentaremos abordar estos conceptos de acuerdo a la estructura organizativa de la
obra.
Así pues, desde nuestra comprensión, la buena voluntad está referida al obrar de conformidad
con la razón, lejos del influjo de la motivación sensible y lejos de la consecución de un fin
particular, podemos aproximarnos a decir que la voluntad es buena cuando el obrar solo es
impulsado por el deseo de actuar conforme al deber moral, por ejemplo, yo haré esta acción
particular porque considero que es lo correcto, independientemente que los resultados sean
contrarios a mis deseos o placeres. Obrar sin esperar nada a cambio, sólo la satisfacción racional
de actuar conforme al deber.
Esto nos lleva al otro elemento que debemos estudiar y que representa junto a la buena voluntad
el otro complemento del par conceptual de la ley moral, nos referimos al deber.
Kant recurre a tres proposiciones con las que persigue establecer claramente el concepto del
deber, y establecer diferencias con argumentos ambiguos en torno a la felicidad, así citamos
desde la obra:
Pero aun en este caso, aunque la universal tendencia a la felicidad no determine su voluntad,
aunque la salud no entre para él tan necesariamente en los términos de su apreciación, queda,
sin embargo, aquí, como en todos los demás casos, una ley, a saber:
1.- La de procurar cada cual su propia felicidad, no por inclinación, sino por deber, y sólo
entonces tiene su conducta un verdadero valor moral.
Seguidamente, establece su segunda proposición:
2.- Una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se
quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta; no depende, pues, de la realidad
del objeto de la acción, sino meramente del principio del querer, según el cual ha sucedido la
acción, prescindiendo de todos los objetos de la facultad de desear.
Y finalmente la tercera y última proposición:
3.- El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley.
Para complementar la comprensión del término, citamos desde la comprensión de Abbagnano
(4):
Para Kant, Deber es la acción cumplida únicamente en vista de la ley y por respeto a ella y es,
por lo tanto, la única autentica acción racional, es decir, determinada exclusivamente por la
forma universal de la razón… En este sentido, Kant denomina Deber a la acción “objetivamente
práctica”, o sea, a la acción en la cual coinciden la máxima que determina la voluntad y la ley
moral.
Así, entonces definimos el deber, como la acción racional que se realiza conforme a la ley moral
y su vinculo con la buena voluntad es que actúan conforme al querer, sin expectativas en los
resultados, simplemente apartando todo influjo del deseo.

Capítulo II.
Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las costumbres.
Siguiendo el hilo conductor de la obra, a continuación del desarrollo del concepto de deber, nos
trae al punto central de la obra : los imperativos.
En tal sentido Kant, plantea que la moral esta fundamentada en mandatos, ordenes, un <<debe
ser>>, en otras palabras un imperativo,este representa el punto de partida de la
fundamentación de la moral. Citamos (5) :

<< La representación de un principio objetivo, en tanto que es constructivo para una voluntad,
llamase mandato (de la razón), y la formula del mandato llamase imperativo >>
Ahora bien, aclarado el termino imperativo, debemos necesariamente distinguir los dos tipos de
imperativos que Kant definió : imperativo hipotético y el imperativo categórico. Los imperativos
hipotéticos son mandatos condicionales, es decir su cumplimiento obedece a la consecución de
un objetivo final , obedecen a principios instrumentales, nos exige que hagamos ciertas cosas
bajo el supuesto de alguna condición; v.g , si deseo tomar un avión debo levantarme temprano,
vemos claramente que pararse temprano obedece a la consecución de un objetivo final que es
para este caso tomar el avión. Lo que Kant busca como base moral, es qué imperativos existen
que no posean condiciones , que sean de cumplimento incondicional, inexorable, no producto de
la consecución de algún objetivo sino porque somos seres humanos racionales.
Esto nos lleva a la pregunta ¿Cómo saber en cada caso lo que debo hacer?, ¿Cómo identificar los
imperativos categóricos?. Kant plantea que nuestra conducta se debe adecuar a una máxima
racional que podamos querer como ley universal. Citamos (6) :
<<Como he sustraído la voluntad a todos los afanes que pudieran apartarla del cumplimiento de
una ley, no queda nada más que la universal legalidad de las acciones en general ―que debe ser
el único principio de la voluntad―; es decir, yo no debo obrar nunca más que de modo que
pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal.>>
Seguidamente avanzando en la definición de cada termino, máximas son los principios prácticos
que describen el modo de conducirnos dadas tales o cuales circunstancias. Estas pueden ser
buenas o malas. Decir siempre la verdad constituye una máxima , de la misma manera que lo es
mentir. La evaluación para determinar el carácter moral de una máxima es someterla a la ley de
universalización, es decir universalizar la máxima y en segundo lugar revisar si hay un
contradicción entre la máxima inicial y su universalización. Citamos un ejemplo de Sabater para
su mejor comprensión (7) :
<< Si cuando voy a hablar a alguien digo la verdad, puedo decir que deseo que todos los seres
humanos en las mismas condiciones digan la verdad. Si miento, en cambio, no puedo convertir
ese principio en ley universal. Porque yo no quiero que me mientan a mí. Yo deseo mentir para
obtener una ventaja, pero no quiero que los demás me mientan porque si no el diálogo sería
imposible. La mentira no puede ser base de moralidad porque es imposible que sea convertida
en ley universal. Si todos mintieran, nadie creería ninguna afirmación y entonces la mentira sería
ineficaz. Como contrapartida, la verdad sí puede serlo. El principio verdaderamente moral es
aquel que puede convertirse en una ley universal para todos los demás.>>
Finalmente Kant plantea tres formulaciones del imperativo categórico : La formulación de la ley
universal, que acabamos de explicar, la formulación de la humanidad y la formulación de la
autonomía. Ampliamente relacionadas entre ellas ya que actuar de acuerdo con máximas que
podemos querer como leyes universales es equivalente a la afirmación de tratar a la humanidad
siempre como fin y nunca como un mero medio o instrumento, lo cual a su vez, es equivalente a
actuar de manera autónoma , es decir actuar de acuerdo al mandato racional sin coacción de
ningún tipo. Evidentemente actuando de acuerdo a una coacción quizás se esté actuando
rectamente, al menos en un ámbito jurídico, pero no implica esto una rectitud ética. Citamos el
siguiente ejemplo (8):
<< quien salda una deuda no es ya por ello un hombre honrado, pues puede hacerlo por miedo
al castigo, etc.; es sin duda un buen ciudadano cuya acción observa una rectitud jurídica, mas no
ética; por el contrario, si actúa por mor de la bondad intrínseca de la acción, su talante en moral
y observa una rectitud ética>>
En conclusión, las tres formulaciones de los imperativos categóricos plantean: actuar siempre de
acuerdo a máximas que queramos sean de aplicación universal, tratar a la humanidad siempre
como un fin en si mismo y nunca como un instrumento o medio y actuar siempre por elección
libre y autónoma, de acuerdo a nuestra razón , nunca por coacción.

Capítulo III.
Último paso de la metafísica de las costumbres a la crítica de la razón pura práctica.
Finalmente desarrolla Kant en este capítulo el concepto de libertad, como clave para explicar la
autonomía de la voluntad y para aclarar este concepto establece lo siguiente (9) :
¿Qué puede ser, pues, la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es propiedad de la
voluntad de ser una ley para sí misma? Pero la proposición: <<la voluntad es, en todas las
acciones, una ley de sí misma>>, caracteriza tan sólo el principio de no obrar según ninguna
otra máxima que la que pueda ser objeto de sí misma, como ley universal. Ésta es justamente la
fórmula del imperativo categórico y el principio de moralidad; así pues, voluntad libre y voluntad
sometida a leyes morales son una y la misma cosa.
Así la libertad, en términos de silogismos, es el término medio que conecta la voluntad y
moralidad, estableciendo como conclusión que una voluntad libre es moral en tanto que actuar
libre es intrínseco a la voluntad buena.

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