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Teóricos y críticos, estudiosos del campo literario, han coincidido en el intento de

encontrar -si fuera posible- algunas certezas acerca de su objeto de estudio: la literatura.
¿Cómo debe ser definida? ¿Es un concepto estático o variable a lo largo de la historia? ¿Se
debería estudiar “lo literario” en su especificidad o en relación con la cultura? ¿Existe una
ciencia de la literatura y si es así, cuáles son los métodos propios de tal disciplina? ¿Qué
lugar dentro del campo literario ha de reservarse para la teoría y la crítica? Este trabajo
selecciona textos clave para la comprensión del tema con el objetivo de confrontarlos y /o
ponerlos en relación, de forma tal que podamos llegar a algunas conclusiones en el marco
de la totalidad de expresiones formuladas al respecto por parte de diversos autores
especializados.
Los textos que concretamente se abordarán son cuatro 1: En primer lugar,
tomaremos el texto de Bajtín “Respuesta a la pregunta hecha por la revista Novy Mir”
presente en Estética de la creación verbal (1985) en el cual su autor reflexiona sobre el
estado de los estudios literarios de su tiempo y sobre los problemas concretos que se le
planteaban en ese momento a la ciencia literaria. En segundo lugar, rastrearemos cuáles
son las ideas más importantes acerca del concepto de literatura de Terry Eagleton en el
capítulo con el que inicia Una introducción a la teoría literaria (1988). El siguiente escrito a
tomar en consideración es el capítulo primero del libro de Fokkema e Ibsch, Teorías de la
literatura del siglo XX (1984), a cargo del primero de los dos autores, y que funciona a
modo de introducción; en él encontraremos una afirmación acerca de la importancia
sustancial de una cierta teoría o marco referencial desde el cual interpretar los textos
literarios. Sus apreciaciones acerca del concepto de literatura y la conexión entre los
significados y los juicios de valor en la crítica literaria nos aportarán datos interesantes a
fin de ponerlos en relación con las opiniones de Eagleton, entre otras. Por último,
haremos una lectura del capítulo del volumen Teoría literaria (1973), redactado por
Régine Robin: “Extensión e incertidumbre de la noción de literatura”. El libro citado es un
compilado de varios autores, entre ellos el que nos ocupa.

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El criterio con el cual se ordenaron los autores es alfabéticamente, por apellido.

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Acerca de la Literatura: tentativa de definiciones
Un extenso debate que se ha prolongado en el tiempo y que sigue aún vigente, es
la discusión acerca de qué es la literatura, si existe una esencia de lo literario, y si es así, en
qué consiste. Primeramente tendríamos que pensar que es posible encontrar una
definición del objeto de estudio, es decir, que es posible, dentro de la ciencia literaria,
definir conceptos. De los autores que hemos abordado, algunos intentan hallar
definiciones de un concepto como “literatura” y otros plantean concretamente una crítica
a quienes huyen de las definiciones. Tal es el caso de Eagleton y Fokkema, en los capítulos
antes citados.
Terry Eagleton afirma -como un paso previo al desarrollo de su argumentación-
que preguntarse sobre el significado de la literatura en tal caso hace explícito el hecho de
que dicho fenómeno es el objeto sobre el cual la teoría literaria debate, si es que - agrega
para complejizar un poco más el cuadro- existiese algo que se llamase de tal manera
(Eagleton, 11: 1988). Luego, desarrolla sintéticamente algunos de los intentos de
definición que se han formulado a lo largo de la historia; a cada uno de ellos Eagleton
opondrá argumentos sólidos y ejemplos concretos. El autor plantea la pregunta acerca de
si se puede considerar que lo literario es “obra de imaginación” y que por lo tanto, todo lo
que pertenezca a esta categoría puede ser incluido dentro de “literatura”. Si bien es una
definición o una creencia difundida, Eagleton la rechaza de plano debido a que toma en
cuenta un elemento que para todos los autores que hemos abordado aquí es sumamente
importante: la cuestión histórica. La literatura, como bien sostiene el crítico más adelante,
es aquello que en una época determinada se considera literatura, está más relacionada
con lo que los lectores deciden leer: en ciertas épocas, las lecturas que hoy consideramos
ficción eran leídas como hechos y viceversa (1988: 12). Es así como Eagleton descarta esta
distinción como criterio único para decidir qué es la literatura, así como también la idea de
los formalistas rusos de que lo literario tiene que ver con una forma específica de
escritura, en definitiva, con el lenguaje utilizado: este es un problema aún más complejo
puesto que si pensamos que habría algo que podríamos llamar “lenguaje literario”
opuesto a un lenguaje “común” estaríamos aceptando que ninguno de los dos lenguajes

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irrumpe en el terreno del otro, y que no habría, en teoría, obras literarias en donde
pudiera darse una intromisión del lenguaje común. Eagleton rechaza esta definición
puesto que considera que lo central sería pensar, no en una esencia de la literatura como
determinante para considerar un texto como literario o no, sino que un texto lo es
dependiendo del contexto (1988: 19).
Es decir, su tesis es que el concepto de literatura no depende de algo intrínseco a
ella, sino que depende de lo que cada época considere literatura; hace foco en los
lectores, y en cómo son en consecuencia leídas las obras, si como literatura o como otra
cosa diferente. Una idea que se relaciona con la anterior es la certeza de Eagleton de que
por lo tanto, cada época hace una lectura de una obra determinada y que un abordaje
posterior, futuro, de esa misma obra literaria aporta nuevos significados y de alguna
manera se reconstruye el sentido, o bien, surgen sentidos nuevos. De esta forma,
Eagleton concibe a la literatura - al modo de Bajtín- como estrechamente ligada a la
cultura, inserta en un contexto determinado que la lee de determinada forma, y además
guarda sentidos latentes para las épocas posteriores. Su concepto de literatura está
asociado al de valor, al que considera variable a través del tiempo. La literatura, entonces,
es un concepto ligado a juicios de valor (1988:22).
Finalmente, Eagleton advierte de qué forma pueden entenderse en su análisis los
términos “literario” y “literatura”: si bien no considera que sean los mejores, es los que al
momento de su escritura le parecen más adecuados, a falta de otros más precisos (1988:
22).
Con respecto a la relación entre literatura y cultura, podríamos decir que Bajtín es
uno de los autores considerados aquí que la entiende como fundamental para
aproximarse a una definición más compleja y abarcativa. En Estética de la creación verbal,
al referirse a los problemas que se le imponen como tareas indispensables a la ciencia
literaria, Bajtín insiste en que deben estrecharse los vínculos con la historia de la literatura
puesto que la literatura no puede entenderse si no es formando parte de la cultura (Bajtín,
1985: 347) Al igual que Eagleton, considera que los estudios que se han centrado durante

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tanto tiempo en la especificidad de “lo literario” han perdido de vista otras facetas del
problema.
Bajtín se refiere a la literatura como un “fenómeno demasiado complejo y
multifacético” (1985: 348); además, su posición coincide con la de Eagleton respecto de
no limitar la interpretación o el valor de una obra al momento de su creación: las obras
vivirían en lo que él llama un “gran tiempo”, y restringirlas a un único sentido coincidente
con su época de creación sería reduccionista en una forma que dejaría fuera
interpretaciones futuras (1985:349). Por supuesto, la contemporaneidad de la obra no
deja de ser importante, pero la valoración que se hace de un escrito está estrechamente
relacionada con la cultura que lo lee: del mismo modo que Eagleton, más allá del trabajo
con el lenguaje, Bajtín pone el acento en la cultura receptora de lo que llamamos
“literatura”.
Fokkema comparte con los dos autores anteriores la visión del objeto de estudio
enfocado desde una perspectiva histórica. El concepto tiene diferentes significados según
la cultura de que se trate y en momentos históricos diferentes, por lo que el significado
del término es variable. En relación con el intento de definición de la literatura, comienza
su escrito con una referencia al objeto literario como un “modo específico de
comunicación” (1984:15). Por otra parte, este escritor refiere a una tendencia imperante
en algunos estudiosos que sostiene que “el arte debe huir de la definición” (Wittgenstein
en Fokkema, 1984: 16). Fokkema alerta sobre el hecho de que “escamotear la definición
de los conceptos literarios significa el fin de una aproximación sistemática al estudio de la
literatura” (1984: 17). ¿Qué podemos decir entonces de la literatura y cómo podríamos
precisar qué es? Fokkema lo resuelve de este modo: tal vez más que buscar definir el
objeto, sería mejor delimitar un corpus que podríamos incluir dentro del concepto
“literatura”.
¿Cuál es la posición de Robin al respecto? En “Extensión e incertidumbre de la
noción de “literatura” (1993), reflexiona en un primer momento sobre lo que en algunos
momentos de la historia se consideró “literatura”: concepciones claras, precisas,
contundentes, que cayeron y provocaron un “estallido” del objeto de estudio (1993: 53),

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cuestión que Robin relaciona estrechamente con el advenimiento de las nuevas
tecnologías y los medios masivos de comunicación, puesto que los nuevos imaginarios y la
irrupción de lo popular (recordemos las reflexiones de Bajtín en torno a la novela y lo
carnavalesco) hace pensar en un desplazamiento de las fronteras entre lo que se
considera o no literario. Hace recaer sobre el objeto una palabra: “sospecha”. El objeto
que antes reunía en torno a sí mismo algunas certidumbres hoy es puesto en duda:

En el momento actual, la eclosión del objeto literario es tal que su


sectorización ha pulverizado todos los etnocentrismos de la legitimidad. Ya
no hay una literatura, ya provenga del círculo amplio o el círculo
restringido. A partir de ahora hay objetos particulares y cada uno de ellos
tiene su manera de inscribirse en lo literario, de producir algo literario o de
pensar lo literario. (Robin, 1993:53)

Cuando se refiere a los círculos amplios o restringidos, alude más precisamente a la


intrusión ya referida de las corrientes populares en la literatura, tema que desarrolla en
este capítulo citando a Bajtín. Más allá de esto, lo que nos interesa destacar es que Robin,
al igual que Eagleton y Bajtín intenta desterrar la mirada de clausura sobre el objeto
literario, y destaca asimismo el carácter de complejidad que posee, lo cual nos aleja de las
definiciones cerradas y simplistas.
Si bien no aborda en su especificidad el tema de la relación literatura/cultura,
entendemos que abre el panorama a una nueva mirada cuando plantea sobre todo la
conexión para su estudio de la literatura con otras disciplinas y el cambio de perspectivas
a partir de la aparición de la cultura de masas (1993: 54). También Robin, al igual que los
autores antes citados, hace foco en la recepción:
Se ha formado un nuevo terreno que ya no mira a la literatura desde el
ángulo de la creación o del biografismo, o del texto por el texto, que ya no
la mira desde el ángulo de la relación del enunciador con los narradores,
sino que la contempla en el plano sociológico de los lectores reales, de los
actos de lectura reales (Robin, 1993:54).

En definitiva, las certezas han dejado lugar a la incertidumbre con respecto al


objeto que amplía las lecturas posibles de una obra como literaria o no literaria, y que

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dentro del texto busca “sentidos tras el sentido, precisamente allí donde no hay nada que
buscar” (1993: 54).

De los métodos, la crítica y la teoría: nuevas perspectivas.

Hasta aquí una aproximación a los conceptos y pensamientos de estos cuatro


autores -en los textos considerados- en lo que atañe a la posibilidad de encontrar una
definición más precisa del concepto “literatura”. Pero además, otros temas aparecen en
sus escritos en torno a los métodos de abordaje del estudio literario y en torno también a
las particularidades que presenta hoy ciencia literaria.
Tanto Robin como Fokkema se refieren con detalle a los métodos: cuando el
primero habla de la “eclosión” del objeto literario, alude también al mismo proceso de
estallido con respecto a los métodos: siempre ha habido una gran cantidad de ellos, pero
lo importante es que pueden aplicarse a variados objetos discursivos sin afectar la
especificidad del texto (1993: 54). Es decir, existen diversas perspectivas desde las cuales
es posible abordar un texto literario, no es válido hablar de un método único, en tanto el
objeto de estudio se presenta como decía Bajtín, como un fenómeno caracterizado por ser
complejo y multifacético. En cuanto a la crítica, Robin le otorga gran peso a la sociocrítica,
en tanto pone en un primer lugar el tema de las fronteras y el espacio para la
“interdiscursividad”-producciones de diversos campos además del literario, ya sea
políticas, periodísticas, etc. -más que el intento de plantear un problema en torno a “la
literaturidad”. De esta forma el texto literario se encontraría dentro de una gran red de
discursos y no encerrado en sí mismo.
La única referencia a la teoría en el texto de Robin la muestra replanteándose los
límites de su propio ámbito, así como también los conceptos de género y las fronteras
entre ellos (1993: 55).
En cuanto a Bajtín, en el texto que ha motivado este trabajo se ocupa
fundamentalmente de los estudios literarios y su estado en aquel momento, y deja a un
lado la crítica según expresa “a pesar de que es allí donde se plantean los problemas más

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importantes y de primer orden” (1985: 347); se propone comentar dos problemas propios
de siglos anteriores que a su juicio pueden ser abordados de acuerdo con su grado de
“madurez”. Ya hemos desplegado su pensamiento acerca de ellos. En cuanto a los
métodos, al igual que Robin, rechaza la idea de un método único y destaca la necesidad de
diferentes enfoques en el estudio del objeto literario.
Cabe destacar su concepto de comprensión creativa de una obra, que formula en
relación con su afirmación anterior de que no es factible encerrar una obra en su época -
como ya hemos desarrollado en este análisis. Sin embargo,

Una comprensión creativa no se niega a sí misma, a su lugar en el tiempo, a


su cultura, y no olvida nada. Algo muy importante para la comprensión es la
extraposición del que comprende en el tiempo, en la cultura; la
extraposición con respecto a lo que se quiere comprender creativamente
(1985: 352).

En otras palabras, desde la mirada del otro, la obra se muestra en toda su plenitud
de sentidos y se enriquece. Si solo nos quedamos con los sentidos que otros propusieron,
cerramos la mirada a una nueva visión del mundo, activa desde nuestra mirada de época.
Además de introducirnos en el concepto de literatura, alude a la importancia de la
teoría y la crítica al comenzar su exposición y señala de alguna manera la orientación dada
al texto cuando manifiesta que “En caso de que exista algo que pueda denominarse teoría
literaria, resulta obvio que hay una cosa que se denomina literatura sobre la cual teoriza”
(1988: 11); esta es la línea que sigue en su escrito, puesto que pone en un lugar de
cuestionamiento todos los conceptos pertenecientes al ámbito literario, entendiéndolos
como definiciones relativas -como dijimos- a un momento histórico determinado,
conceptualizaciones “vacías” que completará cada comunidad lectora inserta en una
determinada sociedad.
Más adelante, con respecto a los juicios que se hacen sobre las obras literarias,
Eagleton, como hemos citado brevemente en la primera parte de este abordaje, trata un
tema de particular importancia ya planteado por Fokkema en su capítulo: la separación

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entre valoración e interpretación. ¿Es posible y lícito separarlas? ¿Qué sostiene cada uno
de estos autores?
Eagleton plantea que las obras literarias de alguna manera no existen
independientemente de las valoraciones que se hagan sobre ellas. En épocas posteriores a
una lectura determinada, una época puede observar la misma obra de otro modo y no
encontrarle valor alguno, pero siempre leemos una obra desde un lugar determinado,
desde nuestra mirada de época (1988: 25). Siempre que enuncio algo, esa enunciación
está inscripta dentro de una categoría de valores, dentro de una red: si digo algo y no otra
cosa, es porque considero que mi enunciación es importante, al menos más que otras
opciones que podría haber elegido. En definitiva, Eagleton considera que todo juicio es
valorativo y que “el afirmar que el conocimiento debe ser ‘ajeno a los valores’ constituye
un juicio de valor” (1988:26). De la misma forma, Fokkema se plantea este asunto desde
otro lugar: cuando en su prólogo señala cuáles son, a su criterio, aquellos debates o
discusiones que dificultaron el estudio sistemático de la literatura, se refiere entre otros,
al problema de la separación de la interpretación y la valoración, aspecto muy discutido
por los teóricos. El autor se refiere fundamentalmente a las críticas hechas al historicismo
alemán, quien sostenía que había una imposibilidad de separación, con lo cual redujo la
valoración de una obra a su contexto histórico de surgimiento (1984: 19). Fokkema aquí
trata de encontrar un equilibrio poniendo en su justo medio la cuestión: observa cuáles
son las críticas al historicismo alemán y cree que sobre todo lo que se rechaza es la idea de
encerrar la obra en su época, sin poder tomar una distancia que pueda aportar sentidos
desde la contemporaneidad del crítico. Sin embargo, expresa que

Nuestro concepto de estudio científico de la literatura implica la necesidad


de distinguir entre valoración e interpretación. Toda teoría literaria debería
desarrollar métodos para garantizar que las observaciones y conclusiones
del crítico no están mezcladas con sus preferencias y valoraciones
personales (1984: 22).

Por eso Fokkema se refiere a “los peligros” de combinar la valoración y la


interpretación y de sostener que son inseparables, pero no niega que hay una mirada de

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época sobre cada obra; el riesgo es considerar que esas miradas son las únicas aunque tal
vez obturen nuevas lecturas y nuevas significaciones.
Fokkema se ocupa detalladamente de la importancia de la teoría en esta
introducción y de hecho plantea su carácter imprescindible para la interpretación de los
textos literarios. Plantea más que los aspectos que deberían ser objeto de estudio para la
historia literaria, los que representan obstáculos para su progreso. Dos de ellos -la
consideración de que es imposible separar interpretación/valoración -y la resistencia a la
definición de los conceptos- ya han sido explicados aquí. El tercero es el intento de
explicación genética de las diferentes escuelas literarias (tal es el caso de las “influencias”
literarias). Con respecto a este tema, Fokkema aporta una idea de gran importancia: las
teorías literarias tienen sus propios logros, y por ellos deben ser tenidas en cuenta, no por
lo que le adeudan a otras teorías o corrientes (1984:16). De manera que deberíamos
entonces preguntarnos qué aspecto es indispensable tener en cuenta en lo que respecta a
la teoría de la literatura. El crítico rescata lo que él llama “el deseo” - que proviene de los
métodos propios de las Ciencias Naturales- de validez universal (1984: 24). Si aún, a su
criterio, no podemos encontrar demasiadas generalidades relativas a lo literario, lo
importante sería no perder ese deseo de encontrarlas. Es decir, sin una serie de principios
generales en base a los cuales se puedan abordar los casos individuales, no sería posible
encontrar explicaciones válidas dentro de un estudio científico de la literatura. Se trata de
establecer ciertas relaciones y tensiones desde las cuales leer las obras, más allá de las
singularidades. Por otra parte, junto con los demás autores ya citados, Fokkema reconoce
que estos elementos, estas relaciones y tensiones están inscriptas en una historicidad. La
teoría literaria no existe en una especie de vacío:
La teoría que reduzca la literatura a algo abstracto, en una forma ahistórica
y sobre esa base establezca leyes universales, corre peligro de quedarse
sólo en su fase programática. Por otro lado, la posición hermenéutica que
contempla sólo la interpretación de obras individuales y rechaza toda
generalización, no podrá hacer avanzar nuestra comprensión del proceso
literario (1984: 25).

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Es necesario, para Fokkema, la construcción de un “metalenguaje” desde el cual
interpretar la literatura.
Bajtín también considera en su respuesta lo que es necesario para una teoría que
aporte una comprensión de la complejidad que constituye hoy a la literatura. Si Fokkema
planteaba los principales obstáculos que a lo largo de la historia literaria habían impedido
a la teoría enfocarse en un estudio sistemático de ciertos problemas, Bajtín señala
igualmente la falta: riesgo, provocación, audacia (1985: 346). Es indispensable una
experimentación mayor, métodos comparables, en lo que tienen de probados, a los de las
Ciencias Naturales, y de acuerdo con esto, los estudios de la literatura se perfilan para el
autor con grandes perspectivas de evolución.
A modo de conclusión
Hemos visto que si bien los autores considerados presentan diferencias en cuanto
el modo de exposición y en algunos casos de temas más o menos profundizados (Bajtín y
Fokkema se focalizan en la teoría y crítica literarias mientras que Eagleton y Robin
ahondan en la definición de lo literario o la literatura), todos coinciden en un tratamiento
del objeto de estudio inserto en un contexto histórico, con una consideración de su
relación con lo social y no de manera abstracta o centrado únicamente en el estudio del
lenguaje “literario”. Acuerdan en que el concepto de “literatura” es variable y dinámico,
en relación estrecha con la recepción, es decir, con quiénes son los que leen y los que
deciden qué cosa es literaria en cada época. Coinciden en su pensamiento abierto del
fenómeno literario: encerrar una obra en su época es perder significaciones nuevas
presentes en el texto que serán leídas en tiempos futuros. Se acercan a la literatura como
a un objeto de aristas afiladas, considerándolo en toda su complejidad y sus múltiples
reflejos. Tienen presente que las fronteras ya no son infranqueables, que otras disciplinas
abrevan en la literatura para nutrirse de su complejidad y que a su vez, proveen variadas
perspectivas que aportan al objeto de estudio los sentidos aún no explorados. Con
respecto a la posibilidad de separar la interpretación y la valoración, difieren en su
postura: Eagleton manifiesta que en todo juicio hay valoración, mientras que Fokkema
exige rigurosidad en los estudios científicos de la literatura y propone tener claro que no

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estamos, cuando hacemos un juicio crítico, interfiriendo con nuestros caprichos o
preferencias personales. Debaten, pero proponen. Y sobre todas las cosas, presentan un
objeto literario problematizado. No hay explicaciones simplistas porque ya como plantea
Robin, los límites se han corrido, el objeto ha estallado, y es necesario ampliar la mirada.
Proponen unos conceptos sencillos, pero no universales. La literatura se piensa a sí
misma.

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Fuentes

Bajtín, Mijail (1985), “Respuesta a la pregunta hecha por la revista Novy Mir”, en Estética
de la creación verbal”, México, Siglo XXI, pp. 346-353.

Eagleton, Terry (1988), “Introducción: ¿Qué es la literatura?”, en Una introducción a la


teoría literaria”, México, F.C.E., pp. 11-28

Fokkema, Douwe (1984) “Introducción” en Fokkema D. e Ibsch, Elrud, Teorías de la


literatura del siglo XX, Madrid, Cátedra, pp. 15-25.

Robin, Regine (1993), “Extensión e incertidumbre de la noción de literatura”, en M.


Angenot, J. Bessiére, D. Fokkema, E. Kusher, E. Teoría literaria, México, Siglo XXI, pp. 51-
56.

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