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Había una vez una familia muy adinerada, vivían en una casa muy grande, con muchas comodidades y nunca les faltaba
nada, pues podían comprar todo lo que les gustara. La mamá tenía una colección de alfombras muy costosas, y las
cuidaba mucho. Papá tenía un carro último modelo color rojo. La familia tenía dos lindos hijos: Ana, una niña tierna de 8
años y Maicol, un pequeño travieso de 5 años.
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Se acercaba la navidad y la familia hacia preparativos para compartir en familia regalos, fue así como Ana pidió a Papá
Noel un perrito de mascota. Los padres de Ana discutieron mucho la petición de su hija, pues no consideraban la
posibilidad de tener una mascota en casa, podría ensuciarlo todo, dañar las alfombras de mamá o llenar de pelos el
coche de papá.
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Al fin de cuentas resolvieron ceder a la petición de Ana y darle su regalo, pues eso la haría muy feliz. Llegó la navidad, y a la familia llegó un
nuevo integrante a quien llamaron Mateo, un fino y tierno cachorro de tan solo dos meses de edad, peludo y muy juguetón.
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Al pasar los días comenzaron los problemas, Mateo hacia popo y chichi sobre las alfombras finas de mamá, mordía todo, dañaba zapatos, e
inclusive un día, hasta la tarea de Ana, se comió. El pensaba que todo era un juego, lo llevaban de paseo en el carro y lo llenaba de pelos. La
familia no entendía que todo era un proceso y que debían educarlo con amor.
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No pasaron más de dos meses, cuando los papás decidieron que Mateo debía irse de casa. Y tomaron una fea decisión. Ese día, Ana se fue a la
escuela en su horario habitual, papá fue junto con Mateo a llevarla a clase, y luego se dirigió por un camino solo, lejos de la ciudad, y por allí dejo
tirado a Mateo. El perrito no entendía que pasaba, porque el carro rojo se alejaba y no lo llevaba a casa.
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Al llegar a casa, Ana no encontró a su perrito, pero sus padres en reemplazo le dieron una linda computadora y así ella olvidó a Mateo.
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El perrito duro varios días a la deriva, al sol y al agua, hacia frío y tenía hambre. Hasta que un día llegó un angelito a su vida.
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Era una mañana muy soleada y don Fabián se fue a dar una vuelta en su bicicleta para tomar aire fresco, cuando encontró por aquel camino
lejano y solitario a un lindo perrito con una hermosa placa que decía “Mateo”, Don Fabián no tuvo duda de que lo hubieran abandonado puesto
que en el lugar que se encontraba no había ninguna casa o lugar de donde hubiera escapado, así que lo llevo con él a su hogar, junto a su familia;
le dio un delicioso baño y le dio comida.
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Al pasar los días el perrito recibió tanto amor que no quería separarse de su nuevo amo. Don Fabián quiso saber si podía ubicar a su familia,
guardaba la esperanza de que lo estuvieran buscando. Así que público por redes sociales que buscaban la familia de Mateo, al ver que no obtuvo
resultados, y que se había encariñado tanto con Mateo, hablo con su esposa e hija y decidieron adoptarlo.

Mateo
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estaba en condiciones muy tristes cuando lo encontró, estaba sucio, había perdido peso, tenía algunas heridas pequeñas que se hizo con los
arbustos intentando regresar a casa.
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Fue en este preciso momento en el que la vida le dio una segunda oportunidad a Mateo, Don Fabián y su familia le dieron tanto amor, y le
curaron sus heridas con tanta dedicación, que Mateo ya No estuvo mas triste. Era una mascota feliz, muy afortunada de haber sido rescatada.
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Se acercaba nuevamente navidad, y Angie la hija de del señor Fabián hizo una petición noble y especial a Papá Noel, quería un refugio para llevar
allí todos los animalitos de la calle, y darles amor y una segunda oportunidad como la tuvo su amado perrito Mateo.
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Fue así como Don Fabián decidió crear una casita de rescates, llamada Fundación San Mateo, allí toda la familia junto con su integrante peludo,
daba amor y buscaba hogares responsables y amorosos para los perritos y los gatos que encontraban tristes en la calle.

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