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República Bolivariana de Venezuela

Instituto Academia Americana


Sede: La Candelaria

Cuentos
Infantiles

Autora:
Mary Teresita Perdomo

Caracas, noviembre 2013


ÍNDICE

Introducción 3
Bambi 4
Los gemelos y las hormigas 5
El cumpleaños de Toño 6
Ana y Dana 7
La princesa y el guisante 8
El traje nuevo del Emperador 9
El canguro y el pingüino 10
La gallina de los huevos de oro 11
El patito feo 12
Katrina, la brujita caprichosa 13
El Hada fea 14
La estrella diminuta 15
Ricitos de oro 16
El burrito descontento 17
El lobo y los 7 cabritos 18
Los 3 cerditos 19
Fábula de la liebre y la tortuga 20
Los hijos del labrador 21
Fábula de la lechera 22
Pinocho 23
El cuento del Ratoncito Pérez 24
Caperucita Roja 25
El gato soñador 26
El perro valiente 27
El leñador honrado 28

2
INTRODUCCIÓN

Una forma de promover el lenguaje y la


imaginación, es a través de los cuentos, relaja tanto
a los padres como al niño y la niña, crea entre ellos
un lazo de afectividad. Una de las ventajas de los
cuentos es que ayudan al niño y la niña se apropien
del lenguaje, despierten curiosidad por el
aprendizaje de cosas nuevas, liberan la imaginación
y la afectividad.

Escuchar cuentos les permite al niño y a la niña a


desarrollar la capacidad reflexiva, ya que siempre
vamos a tener un mensaje en el contenido del
cuento, creando de ésta manera la visión de cómo
debe comportarse o lo que está bien o mal.

El cuento es una de las bases para el desarrollo


intelectual del niño y la niña, gracias a él podemos
lograr que entienda las cosas con más rapidez.

Es bueno fomentar la lectura o el amor


por los libros , es recomendable que al
terminar de contarle el cuento se le hagan
preguntas relacionadas, ya que estimula su
memoria y sus ganas de expresarse.

3
Bambi

Erase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amiguitos.
Una mañana un pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a ver un pequeño
cervatillo que acababa de nacer. Se reunieron todos los animalitos del bosque y fueron a conocer a
Bambi, que así se llamaba el nuevo cervatillo. Todos se hicieron muy amigos de él y le fueron
enseñando todo lo que había en el bosque: las flores, los ríos y los nombres de los distintos animales,
pues para Bambi todo era desconocido.
Todos los días se juntaban en un claro del bosque para jugar. Una mañana, la mamá de Bambi
lo llevó a ver a su padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y el encargado de vigilar y
de cuidar de ellos. Cuando estaban los dos dando un paseo, oyeron ladridos de un perro. “¡Corre,
corre Bambi! -dijo el padre- ponte a salvo”. “¿Por qué, papi?”, preguntó Bambi. Son los hombres y
cada vez que vienen al bosque intentan cazarnos, cortan árboles, por eso cuando los oigas debes de
huir y buscar refugio.
Pasaron los días y su padre le fue enseñando todo lo que debía de saber pues el día que él
fuera muy mayor, Bambi sería el encargado de cuidar a la manada. Más tarde, Bambi conoció a una
pequeña cervatilla que era muy muy guapa llamada Farina y de la que se enamoró enseguida. Un día
que estaban jugando las dos oyeron los ladridos de un perro y Bambi pensó: “¡Son los hombres!”, e
intentó huir, pero cuando se dio cuenta el perro estaba tan cerca que no le quedó más remedio que
enfrentarse a él para defender a Farina. Cuando ésta estuvo a salvo, trató de correr pero se encontró
con un precipicio que tuvo que saltar, y al saltar, los cazadores le dispararon y Bambi quedó herido.
Pronto acudió su papá y todos sus amigos y le ayudaron a pasar el río, pues sólo una vez que lo
cruzaran estarían a salvo de los hombres, cuando lo lograron le curaron las heridas y se puso bien
muy pronto.
Pasado el tiempo, nuestro protagonista había crecido mucho. Ya era un adulto. Fue a ver a sus
amigos y les costó trabajo reconocerlo pues había cambiado bastante y tenía unos cuernos preciosos.
El búho ya estaba viejecito y Tambor se había casado con una conejita y tenían tres conejitos. Bambi
se casó con Farina y tuvieron un pequeño cervatillo al que fueron a conocer todos los animalitos del
bosque, igual que pasó cuando él nació. Vivieron todos muy felices y Bambi era ahora el encargado
de cuidar de todos ellos, igual que antes lo hizo su papá, que ya era muy mayor para hacerlo. 4
Los
gemelos
y las
Después de un gran almuerzo en una ciudad lejana, una familia celebraba la

hormiga
graduación de uno de sus hijos. Para continuar la charla fueron a otro ambiente de la
casa, mientras que los niños que aún tenían energía para jugar salieron al inmenso
jardín con los gemelos David y Andrés, sus amigos y primos. Los gemelos jugaban a las

s
escondidas, algunos a las carreras, mientras otros buscaban palitos de algunas ramas,
piedritas y cualquier cosa que les sirva para jugar.
Pero de pronto uno de los primos de los gemelos llamado Pedro, se detuvo a
observar un largo desfile de muchas hormigas cada una de ellas llevaban granos de
arroz, semillas y pedazos de hojas hacia un hueco en un rincón del jardín. Todas iban
muy rápido y en fila lo que llamó la atención del niño.
—Mi mamá me contó que ellas guardan comida para el invierno y que son muy
organizadas —dijo David.
—Síííí ,la maestra Lucy que enseña en la escuela dice lo mismo —dijeron
los demás.
Pedro agarró una de las hormigas y la soltó para pisarla. Al ver esto los niños
quisieron hacer lo mismo pero la mamá de los gemelos que lo observaba todo los
llamó en voz alta y dijo:
—¿Qué están haciendo?
—Nada —dijo el niño algo nervioso mientras los demás se alejaron un poco.
—¿Acaso no sabes que las hormigas están trabajando y solo almacenan con
tiempo su alimento? No las deben molestar, ellas no le hacen daño a nadie. Lo que
debemos hacer todos es aprender de ellas pues son muy trabajadoras y son un
ejemplo de orden y organización que nosotros debemos seguir. Ellas no se cansan y
pueden cargar cincuenta veces su peso sin quejarse para que no les falte el alimento
ni a ellas ni a su familia.
—Qué interesante —dijo uno de los niños—. Y todos los demás estaban en
silencio y asombrados.
Los gemelos dijeron juntos: A partir de ahora nadie las molestará y les
pondremos granos de arroz y algunas migas de pan para que tengan mucha comida
para todos en invierno. 5
El cumpleaños de
Toño
Toñito era el engreído de la casa y el menor de 4 hermanos, y  pronto
llegaría el gran día. El pequeño cumpliría 10 años y era toda una celebración
hacer los preparativos días antes. Por fin Luisa, la madre de Toño, entre
muchas cosas compró una gran torta y decoró la sala con luces de colores y
muchos adornos que sabía que le gustarían a su pequeño hijo al igual que a
sus invitados. Por la tarde de aquel día tan especial para todos, iban
llegando los niños de la vecindad donde vivían y también de su colegio, cada
uno de ellos llegaban con lindos regalos y muy alegres, apreciaban mucho a
su amigo.
Toño que esperaba impaciente la llegada de sus amigos, vio por la ventana
de la sala que un niño y su madre discutían fuera de la casa muy cerca
del jardín. Toño escuchó decir al niño: “Mamá, ¿por qué tú no puedes
celebrar mi cumpleaños así como lo hacen aquí? Yo quisiera tener una mamá
como este niño”. Al oír esto, Toño quedó sorprendido y con el corazón muy
triste. Este niño al que veía no era su amigo pero pensó que sería una buena
idea invitarlo y así lo hizo con el consentimiento de sus padres, quienes
eran muy generosos.
Toño y el niño empezaron a jugar mientras iban llegando los demás amigos y
compañeros de colegio,  ellos jugaron y se divirtieron como solo hacen los
buenos amigos y claro que empezaron a serlo.
Esa tarde todos bailaron, saltaron, comieron y cantaron al ritmo de la
música. Toño tuvo un día muy feliz, se llenó de regalos y de abrazos, pero
sobre todo se sintió muy feliz por tener un nuevo amigo a quien le obsequió
uno de sus lindos juguetes de los tantos que recibió.

No hay duda que compartir hace feliz a los demás, pero especialmente a quien da,
porque nos enseña a ser desprendidos y la generosidad.
6
Ana y Dana

Dana y Ana, viajaban alegremente en el bus al lado de su abuela y de sus padres,


había muchas personas y ellos no tenían donde sentarse. Como todo niño, las pequeñas
se acomodaron, una en las faldas de la abuela y la otra frente a ellas en un rincón.
Dana hablaba a gritos con sus padres quienes le prestaban mucha atención,
prodigándole de mimos y caricias. Ana observaba todo muy tranquila sin moverse ni
decir palabra alguna. Era obvio que el carácter de cada una de las niñas era muy
distinto al de la otra, pero también era distinta la actitud de los padres hacia cada una
de sus hijas.
Durante el viaje, la abuelita muy cansada por el peso de la niña quiso levantarse
para dejar a la pequeña consentida sentada y quedar ella de pie, pero Ana al ver eso le
dijo a su abuelita: Mamita (así le llamaba cariñosamente), siéntate donde estoy porque
me canse de estar sentada. Anita prefirió quedarse de pie con tal de ver cómoda a su
abuelita mientras Dana seguía jugando sin darse cuenta de nada. Llegando a la casa, el
padre de las niñas muy pensativo se acercó a ellas después de la cena  y con voz suave
les dijo: Esta noche estuve meditando que tenemos que corregir algunas actitudes
nuestras, dijo el padre frotándose la barbilla ante el asombro de los demás miembros
de familia, quienes no tenían idea de lo que iba a decirles. En un tono más alto
continuó diciéndoles:
A partir de ahora practicaremos mejores modales y la consideración unos con
otros especialmente con los mayores. A la vez quiero felicitar a Anita porque en un
noble gesto de cortesía ella se levantó de su asiento para que su abuelita
estuviera cómoda, lo cual debe ser en cualquier circunstancia. En algún momento de
nuestras vidas todos llegaremos a ser adultos mayores como la abuela y nos gustaría
que nos cedan el asiento y que nos traten bien, ¿que les parece?, preguntó a todos. Nos
parece muy bien papito, dijeron al mismo tiempo las niñas. Los hábitos y las buenas
costumbres empiezan por casa y con el ejemplo. Padres recordemos siempre que7
educar bien a un niño, será formar el hombre y la mujer del mañana.
Había una vez un joven príncipe en
edad casadera, que decidió iniciar
un viaje para encontrar una
princesa con la que casarse y dar
herederos a su reino. Así fue como se
embarcó en un largo periplo, que le
llevó a recorrer todo el mundo
conocido, en busca de esa princesa
verdadera con la que contraer
matrimonio. En tan extenso
territorio, muchas fueron las
candidatas que encontró en su
camino, pero ninguna tenía lo que el
príncipe estaba buscando.
 
Una oscura noche,  en la que el cielo
parecía estar a punto de
derrumbarse y la lluvia golpeaba
incesantemente los muros del
palacio, alguien llamaba a la puerta
de forma desesperada en busca de
Cuando los refugio.
sirvientes abrieron la puerta, descubrieron que se trataba de una
empapada y sucia mujer, que afirmaba ser una auténtica princesa, a pesar del
lamentable aspecto que presentaba.
 
Para comprobar si era cierto lo que decía, la reina se dispuso a realizar una
pequeña prueba, que consistía en meter un insignificante guisante, sin que su
huésped lo supiera, entre capas y capas de colchones y edredones.
 
Cuando llegó el nuevo día y todos se habían levantado, la reina se interesó por
cómo había pasado la noche su invitada.
 
-He pasado una noche terrible señora. No sé qué tendría esa cama, pero era algo
de tal dureza, que me ha dejado el cuerpo en un estado tan maltrecho, como si
hubiese dormido encima de unas piedras.
 
Al escuchar sus palabras, se dieron cuenta de que sus palabras eran ciertas y que
esa delicadeza, tan solo la poseen las princesas de verdad.
 
Y así fue como el príncipe encontró a la mujer para casarse y como un pequeño
guisante, termino mostrándose junto a las más altas joyas de la corona.
8
Había una vez un caprichoso Emperador, al que lo único que le
interesaba en esta vida, eran los trajes. Tantos tenía, que podía estar un año
entero, incluso cambiándose varias veces al día, sin repetir su vestimenta
una sola vez.
Un buen día, mientras estaba deleitándose con la visión de sus trajes,
llegaron a la corte dos desconocidos diseñadores con un novedoso tejido,
que solo era visible para las personas inteligentes. Entusiasmado el
Emperador por esta particularidad, que le ayudaría a descubrir de qué tipo
de gente estaba rodeado, les encargo una prenda para lucirla en el próximo
desfile popular.
Lo que no podía sospechar, es que estos amables y serviciales
diseñadores, fueran dos vulgares estafadores, que aprovechándose de su
buena fe, robaban para ellos todos los lujosos materiales que pedían para
tejer el traje. Y aunque nada tejían, todos los que iban a su taller, para
inspeccionar su obra, se veían obligados a mentir, para no quedar como
unos tontos ante el máximo dirigente del reino.
Cuando llegó el día del desfile, el Emperador se puso su traje nuevo y
comenzó a caminar por las calles de su reino. Todos cuanto lo veían,
alababan la factura de la prenda o lo bonito de sus dibujos, hasta que un
niño dijo:
-El Emperador va desnudo
Fue entonces, cuando el público asistente y el mismo Emperador,
vieron que habían sido víctimas de un engaño y se lamentaron de lo
ingenuos que habían sido.
9
El canguro y el pingüino

En un lugar muy lejano, vivía un canguro, al que nadie podía derrotar en ninguna
carrera. Tal era su éxito, que empezó a mostrarse demasiado antipático con los
demás, ya que para él eran seres inferiores que no podían comparársele. Al que
peor trataba de todos, era a un diminuto pingüino que por allí vivía y al que sus
patas no le permitían desplazarse tan rápido como a los demás.

Harto el zorro de la actitud del canguro, comenzó a organizar una nueva carrera en
la que le otorgaba la victoria al pequeño pingüino, lo que hizo que el canguro se
ensañara mucho más con él. Cuando llegó el día de la carrera y todos los
participantes llegaron hasta el lugar indicado, comprendieron por fin las palabras
del zorro.

El circuito elegido para esta ocasión, era un hermoso lago que debían atravesar,
para llegar a la otra orilla. Contento, por poder demostrar su valía, el pingüino se
lanzó al agua sin pensarlo y atravesó el lago en un pispas, ganando sin oposición la
carrera. El orgulloso canguro, tras mucho sufrimiento, consiguió terminar la carrera
en muy malas condiciones.

Cuando todos esperaban que el pingüino se vengara del canguro, este les
sorprendió ayudándole y ofreciéndose amablemente para enseñarle a que nadara
tan bien como él. Desde aquel bonito día, las burlas cesaron y vivieron felices para
siempre.
10
Hace muchos, muchos años, vivía en
un pequeño pueblecito de las
montañas, un labrador tan pobre,
que a duras penas podía conseguir
algo para comer todos los días. Tanta
pena daba, que un buen día, mientras
estaba trabajando las pocas tierras
que poseía, se le apareció un pequeño
duende, que le dijo:
-Tranquilo, pobre labrador, no he
venido a causarte ningún mal, sino a
ayudarte a aliviar tu situación y
crearte algo de riqueza. Esta gallina
que traigo, es mágica y cada día te
dará, si la cuidas bien, un huevo de
oro.

Tras escuchar con atención sus palabras, volvió a su casa, para acomodar a
la gallina en su nuevo hogar. A la mañana siguiente, corrió hasta el corral
para ver si era cierto lo que le había contando el duende y para su sorpresa,
al levantar la gallina, encontró un huevo de oro, que llevó a la ciudad para
venderlo.

Fue así como gracias a la gallina y al duende, consiguió amansar una gran
fortuna, con la que podía permitirse todo tipo de lujos. Cuanto más tenía,
más grandes se hacían sus deseos de tener muchas más cosas. Deseos, que
le llevaron a cometer la locura de matar a la pobre gallina para descubrir
las riquezas, que el suponía que guardaba en su interior y que para su
desgracia, solo estaban en su imaginación.

11
Había una vez, un precioso lago, en el
que vivía una mama pata que incubaba
pacientemente los huevos de los que
iban a nacer próximamente sus patitos.
Un día, mientras contemplaba las aguas
del lago, sintió que los huevos estaban
comenzando a abrirse y se apartó para
observar el nacimiento de sus
pequeños.

Casi todos los patitos abrían el


cascarón con mucha pericia y
comenzaban a piar a su mama para que
les diera de comer, menos el último, al
que le costó mucho más que sus
hermanos ver la luz del sol y al que por
su aspecto diferente, comenzaron a
insultarle y menospreciarle.

El pobre patito, cansado de que todo el


mundo le dijera cosas horribles sobre
su aspecto, se marchó de su hogar para
buscar algún lugar en el que los demás
animales lo aceptaran tal y como era.
Así fue como nuestro pequeño amigo
inició un penoso viaje, en el que
siempre se cruzaban en su camino,
animales crueles que se mentían con su
oscuro plumaje y rechoncha figura.

Hasta que por fin, llegó a un lugar en el


que sus habitantes no solo no lo
rechazaban, sino que lo recibían con
alegría y lo animaban a unirse a su
grupo. Maravillado por su bonito
aspecto, hecho una  mirada a su
reflejo para ver si era tan feo como
decían y descubrió que no solo no era
feo, sino que era un cisne tan precioso
como el resto del lago.
12
Katrina, la brujita
caprichosa

Hace mucho tiempo, en un mágico lugar, vivía una


pequeña bruja, llamada Katrina, que tenía un gran
defecto: siempre estaba pidiendo cosas para ella,
sin importarle, lo que tuviera que hacer para
conseguirlas. Tanto insistía, que en muchas
ocasiones, su padre para que se quedara tranquila,
movía su varita mágica, para concederle todos y
cada uno de sus deseos.

Un buen día, por un descuido de su padre, Katrina,


tuvo a su alcance tan preciado tesoro, con el que
comenzó a realizar todo tipo de conjuros, para
conseguir todo lo que siempre había soñado.

Lo que no podía sospechar, es al día siguiente, una gran multitud de seres


mágicos, se agolpara en la puerta de su hogar, reclamando, muy enfadados,
todas las cosas que habían desaparecido de repente.
La pobre Katrina, ante tal marea de personas, solo pudo hacer una cosa:
devolver una por una, todas las pertenencias a sus dueños legítimos,
pidiéndoles perdón por las molestias ocasionadas y prometiéndoles, que
nunca más lo volvería a hacer.
Cuando la noche, comenzaba a abrirse paso,
la fila llegó a su último integrante, el padre
de Katrina, al que recibió con bastante
miedo, pues pensaba que la iba a regañar y
castigar por su mala conducta. Pero nada
de esto pasó, ya que al devolver las cosas
con arrepentimiento, aprendió que todo se
consigue con esfuerzo y dedicación.

13
Hace muchos años, vivía una pequeña hada, a la que todo el
mundo ,estaba empeñado en rechazar porque era muy fea, a pesar de
que poseía un carácter dulce y amable. Por mucho empeño que pusiera
en que los demás vieran sus cualidades, todos insistían en lo más
importante para ser una buena hada tenía que ser hermosa.
Ante tal rechazo, más de una vez, se le paso por la cabeza,
hechizarse para parecer ante los ojos de los demás como la hermosa de
todas. Sin embargo, le enseño a que debía aceptarse como era.
Un día, las malvadas brujas que por allí vivían, destruyeron el país,
llevándose consigo a todas las hadas y brujos del lugar. Nuestra hada
fea, haciendo uso de su inteligencia, cambio sus vestidos y gracias a su
apariencia, las brujas, pensaron que era una de ellas y no pusieron
impedimento en que fuera con ellas hasta su escondite.
A pesar de que todos de metían con ella, montó una fiesta para
mantener ocupadas a las brujas, mientras liberaba a las demás hadas y
brujos, con los que lanzó un hechizo tan potente, que nada se supo en
100 años de las malvadas brujas.
Desde aquel día, la fealdad en el país de las hadas, fue considerada
14
como signo de que el recién nacido iba a realizar grandes proezas.
Había una vez  en una galaxia muy lejana, una pequeña y simpática estrellita, a
la que encantaba descubrir el mundo que la rodeaba. Un buen día, a pesar de las
advertencias de sus padres, decidió salir a explorar por su cuenta, ese precioso
planeta de color azul que veía desde su morada. Tan emocionada estaba por su
visión, que no tomó ninguna referencia para volver a casa.
 
Resignada a su suerte, decidió inspeccionar detenidamente el planeta e
intentar disfrutar todo lo posible de su aventura. Allí, dado su gran brillo, todos la
tomaron por una extraña luciérnaga, a la que deseaban atrapar. Volando todo lo
rápido que pudo, se encontró con una gran sábana,  tras la que se ocultó. Al ver
que la sábana se movía sola, la gente creyó que se trataba de un fantasma,
huyendo del lugar. Tan divertida escena, sirvió a la estrella para olvidarse que
estaba perdida y divertirse de lo lindo.
 
Una diversión, que se terminó, cuando fue a visitar al dragón de la montaña e
intento asustarle con su disfraz. Lo que no sabía, es que el dragón no le tenía
miedo a nada y que su osadía, la iba a llevar a las llamas que salían de la boca del
animal.
 
Pasado este mal trago, dio con la solución para conseguir encontrar el camino
de vuelta: cuando llego la noche, se subió en una gran piedra y comenzó a lanzar
señales luminosas al cielo. Tras un rato intentándolo, sus padres descubrieron su
familiar brillo y la ayudaron a volver a casa.

15
Ricitos En un bosque muy lejano, vivía hace
mucho tiempo, una familia de osos en una

de Oro preciosa y espaciosa casa. Un buen día,


cuando todo estaba listo para desayunar, la
mamá osa se dio cuenta de que la leche se
había calentado demasiado. Para no
aburrirse esperando a que se enfriase,
salieron a dar un agradable paseo por los
alrededores del bosque. Mientras los osos
disfrutaban del aire puro, una niña de pelo
rubio y rizado llamada Ricitos de Oro, que
había salido a recolectar flores para su
hogar, se encontró con una casa muy
bonita, de la que salía un apetitoso olor a
pan recién tostado. Como tenía mucha
hambre y no vio a nadie por el lugar, se
introdujo en la casa para coger algo de
comer.

Una vez dentro, descubrió 3 cuencos de diferentes tamaños, llenos de deliciosa leche. Primero,
atacó al tazón más grande, pero la leche estaba casi ardiendo. Después probó el mediano, pero
tampoco le gustó porque la leche estaba helada, pasándose al más pequeñín, que sorpresivamente
tenía la temperatura adecuada.
 Saciada su hambre, se dirigió hasta la habitación contigua para seguir curioseando. Allí, se
encontró 3 sillas diferentes, que no pudo dejar de probar. La más grande era demasiado incómoda, la
mediana era demasiado alta y la pequeña, al igual que el caso anterior, la ideal para ella.
Desgraciadamente, no estaba preparada para aguantar su peso y se rompió a los pocos minutos.
 Agotada ante tanto ajetreo, buscó un en el piso de arriba la habitación de los osos para
descansar. Otra vez tuvo que probar las tres camas con las que se encontró, quedándose dormida en
la más pequeña, que era la que más se parecía a la suya.
 Un rato después, los osos volvieron del paseo, encontrándose con que alguien o algo habían
entrado en su casa.
 
-Alguien ha probado mi leche-dijo el padre enfadado-.
 
-La mía también la probaron-dijo mama osa-
 
-Se bebieron toda mi leche-dijo muy triste el osito-
 
Acto seguido, pasaron a la siguiente habitación, en la que se volvió a repetir la misma situación.
-Alguien se ha sentado en nuestras sillas-dijeron los padres osos al unísono-
 
-Mi silla está rota-exclamo el osito con lágrimas en los ojos-.
 
Sin encontrar una explicación a todo aquello, subieron hasta su habitación, en la que
descubrieron a la causante de todas estas desgracias, Ricitos de Oro, a la que la presencia de los osos
dio tanto miedo, que se escapó como pudo de la casa y jamás se volvió a colar en ningún lugar sin 16
permiso.
El burrito
descontento
Había una vez, en un frío día de invierno, un Burrito al que tanto la estación, como la
comida que su dueño le daba, desagradaban profundamente. Cansado de comer
insípida y seca paja, anhelaba con todas sus fuerzas, la llegada de la primavera para
poder comer la hierba fresca que crecía en el prado.
 
Entre suspiros y deseos, llegó la tan esperada primavera para el Burrito, en la que
poco pudo disfrutar de la hierba, ya que su dueño comenzó a segarla y recolectarla
para alimentar a sus animales. ¿Quién cargo con ella? El risueño burro, al que tanto
trabajo hizo comenzar a odiar la primavera y esperar con ansia al verano.
 
Pero, el verano tampoco mejoró su suerte, ya que le tocó cargar con las mieses y los
frutos de la cosecha hasta casa, sudando terriblemente y abrasando su piel con el sol.
Algo que le hizo volver a contar los días para la llegada del otoño, que esperaba que
fuera más relajado.
 
Llegó al fin el otoño y con él, mucho más trabajo para el Burrito, ya que en esta
época del año, toca recolectar la uva y otros muchos frutos del huerto, que tuvo que
cargar sin descanso hasta su hogar.
 
Cuando por fin llegó el invierno, descubrió que era la mejor estación del año, puesto
que no debía trabajar y podía comer y dormir tanto como quisieran, sin que nadie le
molestara. Así fue, como recordando lo tonto que había sido, se dio cuenta de que
para ser feliz, tan solo es necesario conformarse con lo que uno tiene.

17
Hace mucho tiempo, vivía una mama cabra junto a sus
siete cabritillos, en una casa cerca del bosque. Un buen día
la cabra, tuvo que salir a buscar alimento para sus
pequeños, antes de marcharse, les advirtió que solo
deberían abrir la puerta si veían su blanca pata aparecer
por debajo.
Tras su partida, un feroz lobo que llevaba mucho tiempo
soñando con darse un gran festín con los pequeños cabritos,
se acercó a la puerta y les dijo: A lo que los cabritillos
-Abridme la puerta mis pequeños, pues ya conseguido la
respondieron:
comida que iba buscando. -Si eres nuestra mamá,
enséñanos tu  pata por
debajo de la puerta y si
es blanca como la nieve,
te abriremos.
Al ver que no podía
engañarlos, se marchó
hasta un lugar, en el
que podría solucionar su
problema. Fue así como
llegó hasta el panadero
del pueblo, que tras ser
amenazado por el lobo,
le modeló una pata
falsa, con la que
esperaba engañar a los
cabritillos y llenar su
estómago.
Por suerte para la cabra, el lobo, estaba tan satisfecho, que
Un engaño, que resultó
se quedó durmiendo no muy lejos de allí. Esperando que sus
efectivo y que termino
chiquitines estuvieran vivos, abrió la panza del vil animal,
con seis de los cabritillos
sacando a sus hijos sanos y salvos. Para vengarse del lobo,
en su enorme barriga. El
relleno el hueco con grandes piedras y le cosió la barriga
séptimo, el más
con gran precisión, algo que le causó un gran dolor y que
pequeño, corrió a
hizo que al levantarse, tropezara y se cayera con todo su18
contarle a su madre lo
En un lugar muy lejano, vivían tres
hermanos cerditos, a los que les
encantaba la música. Un buen día,
decidieron marcharse junto a sus
instrumentos favoritos, a ver el mundo
que les rodeaba.
Cansados de ir de un lado a otro,
decidieron establecerse en un hermoso
lugar, en el que comenzaron a construir
3 bonitas casas, de diferentes
materiales. El más pequeño, decidió
hacerla de paja, ya que era un material
más barato y sobretodo, con el que era
más fácil construir.

El mediano, al que tampoco le gustaba trabajar demasiado, eligió la madera


para construir su casa, ya que era muy fácil encontrarla por el entorno y
con ella, tampoco iba a resultarle muy complicado terminar su vivienda.
Tan pronto finalizaron sus hogares, que se pusieron a cantar y bailar,
mientras se burlaban del cerdito mayor, por estar perdiendo su tiempo en
hacer su casa de ladrillo.
Pero, un buen día, apareció un lobo hambriento, al que las casitas de los
tres cerditos, le parecieron muy fáciles de derribar. Y estaba en lo cierto,
con las dos primeras, que sucumbieron rápidamente a sus soplidos, sin
embargo, la del cerdito mayor, era imposible de derribar. El lobo,
desesperado por el hambre, decidió introducirse por la chimenea, con tan
mala suerte de caer en un caldero de agua hirviendo, que le sirvió de
escarmiento para no volver a molestar a los cerditos jamás.

19
Fábula de la liebre y la
tortuga
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y
vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era la más veloz y se
jactaba de ello ante la lentitud de la tortuga.
- ¡Eh, tortuga, no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía
-laEstoy
liebresegura
burlándose de la tortuga. para presenciar la
Un poder
de día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta
carrera. El búho a la
liebre:
ganarte una señaló los puntos
carrera de partida y de
- ¿A mí? llegada, y sin más
Preguntó preámbulos
asombrada la comenzó la carrera
liebre. en medio de la
- Sí, a ti, dijo la incredulidad de los
tortuga. asistentes.
Pongamos Confiada en su
nuestras ligereza, la liebre
apuestas y dejó coger ventaja
veamos quién a la tortuga y se
gana la quedó haciendo
carrera. burla de ella.
La liebre, muy Luego, empezó a
ufana, aceptó. correr velozmente y
Todos los sobrepasó a la
animales se tortuga que
reunieron caminaba despacio,
Sólo se detuvo a mitad del camino ante un prado verde y
pero sin parar.
frondoso, donde se dispuso a descansar antes de concluir la carrera.
Allí se quedó dormida, mientras la tortuga siguió caminando, paso
tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
Cuando la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se
encontraba a una corta distancia de la meta. Salió corriendo con
todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: ¡la tortuga había ganado la
carrera!
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que
no hay que burlarse jamás de los demás. También aprendió que el
exceso de confianza es un obstáculo para alcanzar nuestros
objetivos.
Esta fábula enseña a los niños que no hay que burlarse jamás de 20
Los hijos del labrador
Los dos hijos de un labrador vivían siempre discutiendo. Se
peleaban por cualquier motivo, como quién iba a manejar el arado,
quién sembraría, y así como todo. Cada vez que había una riña, ellos
dejaban de hablarse. La concordia
parecía algo imposible entre los dos.
Eran testarudos, orgullosos y para
su padre le suponía una dificultad
mejorar estos sentimientos. Fue
entonces que decidió darles una
lección.
Para poner un fin a esta situación,
el labrador les llamó y les pidió que
se fueran al bosque y les tajeran un
manojo de leña. Los chicos
obedecieron a su padre y una vez en
el bosque empezaron a competir
para ver quién recogía más leños. Y
otra pelea se armó. Cuando
cumplieron la tarea, se fueron hacia
su padre que les dijo:
- Ahora, junten todos las varas, las
amarren muy fuerte con una cuerda
y veamos quién es el más fuerte de
los dos. Tendrán que romper todas las varas al mismo tiempo.
Y así lo intentaron los dos chicos. Pero a pesar de todos sus
esfuerzos, no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las
varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente.
- ¡Se dan cuenta! les dijo el padre. Si vosotros permanecen unidos
como el haz de varas, serán invencibles ante la adversidad; pero si
están divididos serán vencidos uno a uno con facilidad. Cuando
estamos unidos, somos más fuertes y resistentes, y nadie podrá
hacernos daño. Y los tres se abrazaron.
21
Fábula
de la lechera

La hija de un granjero llevaba un


recipiente lleno de leche a vender al
pueblo, y empezó a hacer planes
futuros:
- Cuando venda esta leche, compraré
trescientos huevos. Los huevos,
descartando los que no nazcan, me
darán al menos doscientos pollos.
Los pollos estarán listos para
mercadearlos cuando los precios de
ellos estén en lo más alto, de modo
que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor
vestido para asistir a las fiestas.
Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los
valoraré uno a uno.
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la
vasija de leche al suelo, regando su contenido.
Y así todos sus planes acabaron en un instante.

Moraleja:
No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna, que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro, mira que ni el presente está
seguro.

22
Pinoch
o
Erase una vez en una vieja carpintería,
Geppetto, un señor amable y simpático,
terminaba más un día de trabajo dando los
últimos retoques de pintura a un muñeco de
madera que había construído este día. Al
mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y
como el muñeco había sido hecho de madera
de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.
Aquella noche, Geppeto se fue a dormir
deseando que su muñeco fuese un niño de
verdad. Siempre había deseado tener un hijo.
Y al encontrarse profundamente dormido,
llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan
bonito, quiso premiar al buen carpintero,
dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía,
caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy
satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que
aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada
buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus
travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus
nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un
hechizo. 

Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira,
se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y
arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar,
había sido tragado por una enorme ballena.

Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho
estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su
boca y se lo tragó también a él. 

Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo


salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo
estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban
salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en
recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy
felices por muchos y muchos años.
23
Erase una vez Pepito Pérez , que era un

Ra to
pequeño ratoncito de ciudad , vivía con su

El to
familia en un agujerito de la pared de un

to ez
edificio. 
n El agujero no era muy grande pero era muy

nc
e
cu
cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían

i Pér
junto a una panadería, por las noches él y su
padre iban a coger harina y todo lo que
encontraban para comer. Un día Pepito
escuchó un gran alboroto en el piso de arriba.
Y como ratón curioso que era trepó y trepó
por las cañerías hasta llegar a la primera
planta. Allí vio un montón de aparatos,
sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien
se iba a instalar allí.
Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le
gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces
todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a
mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con
su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un
dolor de muelas con un poquito de medicina.

Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes
para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de
ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que
el ratoncito Pérez les arreglara la boca.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían
dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que
eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que
confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí
vio cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no
eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran
enormes y no le servían a él para nada. 

Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un


niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera
rápido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dio de recuerdo. El ratoncito
Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió
por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo
entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación
del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su
almohada. Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró
y le dejó al niño un bonito regalo.

A la mañana siguiente el niño vio el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus
amigos del colegio. Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de
la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo.
24
Erase una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y
la niña la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita
Roja. Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuelita que
vivía al otro lado del  bosque, recomendándole que no se entretuviese en el
camino, porque cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre estaba
acechando por allí el lobo. Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y
se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa
de la Abuelita, pero no tenía miedo porque allí siempre se encontraba con
muchos amigos: los pájaros, las ardillas... De repente vio al lobo, que era
enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña? - le pregunto el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita - dijo Caperucita.
- No está lejos - pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores:
- El lobo se ha ido -pensó- , no tengo nada que temer. La abuelita se pondrá
muy contenta cuando la lleve un hermoso ramo de flores además de
los pasteles.
Mientras, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamo suavemente a la puerta y
la abuelita le abrió pensando que era su nieta Caperucita. Un cazador que
pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoro a la Abuelita y se puso su gorro rosa se metió en la cama y
cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, ya que Caperucita Roja
llego enseguida, toda muy contenta. La niña se acerco a la cama y vio que su
abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡que ojos mas grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡que orejas mas grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡que dientes mas grandes tienes!
- Son para... ¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se
abalanzo sobre Caperucita y la devoro al igual que había hecho con la
abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar 25
Había una vez un pueblo pequeño. Un pueblo con casas de piedras,
calles retorcidas y muchos, muchos gatos. Los gatos vivían allí felices,
de casa en casa durante el día, de tejado en tejado durante la noche.
La convivencia entre las personas y los gatos era perfecta. Los
humanos les dejaban campar a sus anchas por sus casas, les
acariciaban el lomo, y le daban de comer. A cambio, los felinos
perseguían a los ratones cuando estos trataban de invadir las casas y
les regalaban su compañía las tardes de lluvia.
Y no había quejas…
Hasta que llegó Misifú. Al principio, este gato de pelaje blanco y largos
bigotes hizo exactamente lo mismo que el resto: merodeaba por los
tejados, perseguía ratones, se dejaba acariciar las tardes de lluvia.
Pero pronto, el gato Misifú se aburrió de hacer siempre lo mismo, de
que la vida gatuna en aquel pueblo de piedra se limitara a aquella
rutina y dejó de salir a cazar ratones. Se pasaba las noches mirando a
la luna.
- Te vas a quedar tonto de tanto mirarla – le decían sus amigos.
Pero Misifú no quería escucharles. No era la luna lo que le tenía
enganchado, sino aquel aire de magia que tenían las noches en los
que su luz invadía todos los rincones.
- ¿No ves que no conseguirás nada? Por más que la mires, la luna no
bajará a estar contigo.
Pero Misifú no quería que la luna bajara a hacerle compañía. Le valía
con sentir la dulzura con la que impregnaba el cielo cuando brillaba

El gato
con todo su esplendor.
Porque aunque nadie parecía entenderlo, al gato Misifú le gustaba lo
que esa luna redonda y plateada le hacía sentir, lo que le hacía pensar,

soñador lo que le hacía soñar.


- Mira la luna. Es grande, brillante y está tan lejos. ¿No podremos
llegar nosotros ahí donde está ella? ¿No podremos salir de aquí, ir
más allá? – preguntaba Misifú a su amiga Ranina.
Ranina se estiraba con elegancia y le lanzaba un gruñido.
- ¡Ay que ver, Misifú! ¡Cuántos pájaros tienes en la cabeza!
Pero Misifú no tenía pájaros sino sueños, muchos y quería cumplirlos
todos…
- Tendríamos que viajar, conocer otros lugares, perseguir otros
animales y otras vidas. ¿Es que nuestra existencia va a ser solo esto?
Muy pronto los gatos de aquel pueblo dejaron de hacerle caso. Hasta
su amiga Ranina se cansó de escucharle suspirar.
Tal vez por eso, tal vez porque la luna le dio la clave, el gato Misifú
desapareció un día del pueblo de piedra. Nadie consiguió encontrarle.
- Se ha marchado a buscar sus sueños. ¿Habrá llegado hasta la luna?–
se preguntaba con curiosidad Ranina…
Nunca más se supo del gato Misifú, pero algunas noches de luna llena
hay quien mira hacia el cielo y puede distinguir entre las manchas
oscuras de la luna unos bigotes alargados.
No todos pueden verlo. Solo los soñadores son capaces.
¿Eres capaz tú?
26
El
perro
valien
te
María y Antonio eran un matrimonio de mediana edad  que siempre había vivido en
una zona de campo por la que transcurría un precioso río con agua limpia y fresca.

Pese a esto, a ninguno de los dos les gustaban los animales, por lo que se alimentaban
básicamente con lo que cultivaban, y al menos una vez al mes se dirigían al pueblo más
cercano para poder vender parte de sus cultivos, y con el dinero poder comprar algo de
carne.

El pueblo se encontraba bastante lejos y por aquel entonces los caminos eran


bastante tortuosos por lo que María y Antonio tuvieron que utilizar un viejo carro para
poder transportar tanto lo que iban a vender como lo que querían comprar.

Un día, se encontraban cerca del pueblo ya de vuelta con los nuevos víveres que
habían conseguido para poder pasar el mes. Debido a un problema en el carro, al final
empezó a oscurecer, lo que les obligaba a acelerar el paso  para evitar que la noche les
impidiese ver por dónde andaban.

La mezcla entre la prisa y la oscuridad hizo que la rueda del carro acabase


enganchándose en una grieta del suelo, por lo que al momento se volcó hacia el río y
Antonio, como la iba sujetando, acabó cayendo también a él.

María no sabía qué hacer para conseguir salvarlo, ya que ninguno de los dos sabía
nadar. En ese mismo instante apareció un perro vagabundo que habían visto en algunas
ocasiones durante sus viajes, se tiró al agua y consiguió sacar sin dificultad a Antonio
del río.

A partir de entonces, Antoni María decidieron adoptar a su nuevo amigo y los tres


fueron muy felices viviendo juntos.
27
El leñador honrado
Nuestra historia comienza en una pequeña casa donde vivía un pobre
leñador que trabajaba duro día tras día y al final de la jornada llegaba
para poder descansar unas horas antes de volver a trabajar.

Un día, a la vuelta de su duro trabajo, cuando se encontraba cruzando un


pequeño puente sobre el río, tuvo la mala suerte de que el hacha cayó al
agua. Nuestro querido leñador empezó a ponerse muy triste ya que era su
herramienta de trabajo y sin ella ya no podía ganarse el pan para comer.
En ese mismo instante apareció una bella ninfa sobre las aguas y le dijo al
leñador que no se preocupase, que ella recogería su hacha y la devolvería.

Al rato apareció con el hacha y la puso sobre sus manos. El leñador se


sorprendió y le dijo que esa no era su hacha, ya que esta  hacha era de oro.
A raíz de eso, la ninfa se sumergió otra vez y sacó un hacha de plata. El
leñador cogió esta segunda hacha y de nuevo volvió a decir a la ninfa esa
hacha tampoco era suya, así es que entro de nuevo y finalmente sacó un
hacha de hierro.

El leñador se puso muy contento porque es así era su hacha, por lo que la
ninfa se dio cuenta de la honradez del hombre y decidió regalarle las
otras dos hachas debido a que prefirió la pobreza a la mentira, lo que
demostraba que era un hombre íntegro y de muy buen corazón.

28

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