Desde la perspectiva de nuestro historiador, los dos grandes factores macro que propiciaron la Gran depresión económica de fines de los años 20 fueron; los perniciosos efectos económicos directos heredados de la Primera Guerra Mundial, y la enorme inestabilidad socio-política que generaron tanto las consecuencias post-bélicas como la oleada revolucionaria posterior al triunfo de la revolución rusa (incluida la agitación social concomitante), que azotó múltiples zonas de Europa central, Asia (particularmente China) y en menor medida, algunos puntos de América Latina (México y Argentina entre otros) (1).
Algunos antecedentes inmediatos del “Crash económico”:
Tal y como lo sostiene Hobsbawm, la idea de que las economías atraviesan por ciclos cortos y largos de bonanza y posterior caída, existía ya desde el siglo XIX, es decir, mucho antes de que estallara la crisis del 29 (2).
Sin embargo, el hecho mismo de que tanto EEUU e Inglaterra fueran las dos economías dominantes del capitalismo global de entonces, y que además, ambos países hubieran salido vencedores en la Primera Guerra Mundial, hacia poco previsible hasta muy poco antes de 1929, que el mundo estuviera a las puertas de una sacudida económica de alcance planetario.
He aquí una primera paradoja, dado que, siendo EEUU la única gran potencia cuya economía lejos de ser perjudicada salió fortalecida con la Primera Guerra Mundial (3), resultó ser el epicentro del terremoto económico mundial.
¿Qué había sucedido en realidad al centro del corazón del capitalismo global?
Algunos factores macro detrás del estallido del “Crash económico”.
En términos muy generales, podría decirse (siguiendo siempre a Hobsbawm), que la crisis bursátil y financiera que estalló en 1929 en la bolsa de valores de Nueva York, fue en gran parte producto de la abrupta caída de los precios (deflación), debido, entre otras cosas, a que se llegó al punto en el que la demanda estaba muy por debajo de la capacidad de producción (4).
En otras palabras, fue una típica crisis de sobreproducción acompañada con otra crisis (simultánea) de sub-consumo, fenómeno concomitante a la naturaleza y a la dinámica propia del sistema capitalista y a sus contradicciones innatas, algo que ya había sido extensamente analizado por diversos economistas marxistas y liberales desde mediados del siglo XIX e inicios del XX; el propio Marx, Lenin y posteriormente, Kondratiev, en los años veinte (5) y Schumpeter, en los años treinta (6).
Visto desde otra perspectiva (introduciendo aquí algunos puntos de vista personales adicionales a lo expuesto por Hobsbawm), la Primera Guerra Mundial proporcionó a los Estados Unidos una extraordinaria oportunidad de desplegar muy tempranamente, en el siglo XX, una verdadera “economía de guerra” (unida a la masiva incorporación del “fordismo” en la producción industrial de gran escala), economía que por su propia naturaleza destructiva, disparó hasta el infinito, por una parte, la capacidad de EEUU de elevar su producción industrial y exportadora (incluyendo activos financieros y bursátiles), pero deprimió hasta niveles inconcebibles (en un mundo recién devastado por la Gran Guerra), la capacidad del mercado mundial de absorción de tales incrementos (la demanda).
Algunos factores puntuales detrás del estallido de la debacle económica.
A continuación, una enumeración sumaria de los principales factores, que a criterio de Hobsbawm, propiciaron el estallido de la Gran depresión (algunos de ellos son tanto causa como efecto).
· El incremento general de los costos de producción, en parte, por el empoderamiento de la clase obrera (vía presión sindical por aumento de salarios y la disminución de la jornada laboral) (7). · Disparo del desempleo, en particular, en Europa central (una consecuencia directa de los efectos post- Primera Guerra Mundial) y del auge unilateral del “capitalismo estadounidense” en detrimento del resto de economías del mundo (8). · Deflación y abandono del patrón oro (9). · Hundimiento generalizado del sistema monetario en extensas zonas afectadas por la oleada revolucionaria y la desestabilización política post-Primera Guerra Mundial y post-triunfo de la revolución rusa (10). · Desaparición y extinción súbita del ahorro privado y escasez de circulante para las empresas (11).
Algunas consecuencias para EEUU y su “periferia económica”.
En los Estados Unidos el estallido de la crisis produjo un inmediato desplome de la producción industrial (12), y con ello, de arrastre, produjo a su vez el desplome de los precios de las materias primas que este país importaba de su periferia dependiente (13)
En América Latina, por ejemplo, el deterioro de los términos del intercambio se agudizó aceleradamente. Derivado de ello, un conjunto grande de países de diversos continentes sufrieron un impacto desastroso sobre sus exportaciones de materias primas y productos primarios (agrícolas), cuyos precios cayeron estrepitosamente (14).
En América Latina, tanto México, Argentina como Brasil (14), enormemente afectados por la caída de los precios de sus materias primas, tomaron algunas decisiones orientadas hacia cambios importantes en materia de política económica (15), que posteriormente (una década después), habrían de crear las condiciones para la puesta en marcha de una nueva etapa desarrollista latinoamericana, centrada en lo que se conoció ampliamente como “sustitución de importaciones” y/o “crecimiento hacia adentro” (16).
Algunas consecuencias para Rusia y China.
Cuando se produjo el estallido de la Gran Depresión económica, al final de los años veinte e inicios de los treinta, tanto Rusia como China, al igual que el resto del mundo “sub-desarrollado”, se encontraban en los márgenes o periferia del capitalismo mundial. Sin embargo, por varias razones especiales, el impacto de la crisis en esos dos países fue mucho menor que en las naciones mencionadas arriba.
En el caso de Rusia, la gran depresión económica la sorprendió concentrada de lleno en la reconstrucción de su economía y en la creación de condiciones para el desarrollo de su enorme (y atrasado) mercado interno. El fuerte aislacionismo al que fue sometido por el gran capital global desde el triunfo de la revolución, le ayudó enormemente para reducir su dependencia del comercio y los flujos monetarios externos, cosa que jugó a su favor a la hora de la catástrofe mundial (17).
En cuanto a China, relativamente “aislada” de los grandes cataclismos políticos y económicos de inicios del siglo XX (y, a pesar de haber vivido los años treinta desgarrada y territorialmente fragmentada por la guerra civil, los feudos guerreristas (“wardlords”) y la guerra contra el colonialismo japonés, salió fortalecida en el desarrollo de su propio comercio e industria, producto del efecto debilitador que la Primera Guerra Mundial y la gran depresión tuvo sobre Inglaterra, Francia, Italia y Estados Unidos, potencias con una larga tradición colonial y depredadora en ese país asiático (18).
Algunas conclusiones provisionales;
En lo referente a la Gran Depresión económica de 1929-1932, podemos encontrar y resaltar al menos 6 consecuencias generales e inmediatas (directas e indirectas) de considerable importancia, siendo las siguientes:
· Se produjo un estrepitoso derrumbe del viejo liberalismo decimonónico predominante en el siglo XIX, decayendo la influencia de su ideología de “libre mercado” y el resto de componentes de su ortodoxia económica.
· Se produjo en todo el mundo occidental un inusitado y creciente prestigio e influencia del modelo de planificación económica centralizada, incorporado a la gestión estatal por la URSS (el famoso “plan quinquenal”). La “planificación económica” ingresó así al léxico de todos los estadistas del mundo occidental y anti-comunista.
· Se propiciaron las condiciones para el surgimiento de una poderosa corriente teórica (convertida luego en una política económica de Estado en el mundo desarrollado), acuñada y encabezada por el economista J.M. Keynes, que sentaría las bases para la posterior instauración de lo que habría de conocerse varias décadas después como “Estado de Bienestar” (con sus conocidos componentes de “pleno empleo” y “seguridad social”).
· Se propiciaron las condiciones para el surgimiento de una serie de políticas proteccionistas de las economías nacionales, que en el caso de varios países latinoamericanos, cristalizó en un giro hacia políticas económicas nacionalistas, orientadas hacia el desarrollo y protección del mercado y la industria interna. Nació así la política y la teoría de la sustitución de importaciones. Se acuño el concepto “intercambio desigual”, el germen de lo que varias décadas después se conocería como “Teoría de la dependencia”.
· El desplome abrupto y generalizado de los precios de las materias primas y productos primarios (agrícolas), y la subsecuente profundización del empobrecimiento de extensas masas de productores, incidió de manera directa en el resurgimiento de la actividad anti-imperialista (y el sentimiento nacionalista) en el mundo colonial de Asia, África y el Caribe. Se inició así la tercera “oleada revolucionaria mundial”.
· Propició de múltiples maneras (directas e indirectas), la creación de las condiciones socio-políticas para el surgimiento del fascismo y del Tercer Reich en Alemania. De manera asombrosamente paradójica, a través de la restricción de los flujos financieros y monetarios (préstamos), que EEUU se vio obligado a ejercer sobre Alemania por la crisis del 29, devolvió a Alemania –sin proponérselo ni imaginarlo- el poder que le había quitado por la vía de la derrota militar en la Primera Guerra Mundial (los detalles de esto vendrán en la siguiente entrega).
Y es precisamente sobre esta terrible experiencia y etapa de la historia de Europa y de la humanidad, en que he de centrarme en el próximo capítulo. Sin abordar la oscura etapa del Tercer Reich, no se puede explicar el origen de la Segunda Mundial.