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LA RESILIENCIA COMUNITARIA

Mag. Isabel Achard

Artículo publicado en el boletín de Obsur: Carta del Observatorio del Sur.


Junio, 2008, Montevideo.

Tiempos pos-modernos

Últimamente se ha propuesto un giro en la expresión “vivimos una época de


cambios”. Se plantea que lo apropiado es decir, y convencernos, que “vivimos
un cambio de época”. Lo que a primera vista puede parecer un simple juego en
el ordenamiento de las palabras, supone, en realidad, la necesidad de
reubicarnos y dimensionar apropiadamente NUESTRA ÉPOCA.
Superados los tiempos de las certezas y las grandes teorías que organizaron la
vida de varias generaciones que nos precedieron, hoy tod@s tenemos la
convicción de estar en un mundo en permanente cambio, que nos sorprende
cotidianamente.
Vivimos en simultáneo, una conjunción de aspectos contradictorios. Este
mundo globalizado es muy dinámico, diverso y complejo, y muchas veces nos
sorprende y desconcierta.

Diversidad y contrastes manifiestos


Individualismo y soledad + Integración solidaria y formación de comunidades.
Selección socio-económica y segmentación social + Experiencias de aprendizaje-
servicio, fortalecimiento de organizaciones civiles y creación de redes
comunitarias.
Vínculos fugaces y funcionales (afectividad líquida1) + Vínculos personales
significativos, duraderos y consolidantes (sólidos, solidarios).
Falta de sentido de vida, pérdida de significación existencial, “era del vacío”,
depresiones + Existencias “jugadas” por principios y valores, iniciativas personales
y colectivas constructivas para mejorar aspectos concretos de la vida.
Alta valoración y reconocimiento social de los individuos exitosos a nivel
económico y profesional + Valoración de los procesos solidarios constructivos de
crecimiento y desarrollo local comunitario y las personas coherentes.
Iniciativas asistencialistas como respuesta y contención a la problemática social y
la inseguridad + Protagonismo y fortalecimiento de la sociedad civil organizada,
como solución sustentable.
Pensamiento predominante de pesimismo globalizado + posturas que
revindican el optimismo localizado.

No vamos a dedicar este espacio a profundizar en las características del


mundo en el cual vivimos; conocemos bien estas contradicciones que a diario
experimentamos.

1
Tomado los términos que introdujo el sociólogo polaco Zigmunt Bauman.

1
Caruso y Dussel (1998)2, hablan de la coexistencia de un “mito desalentador”
de la posmodernidad que induce al pesimismo y la desesperanza, e insisten en
la necesidad de visualizar el aspecto liberador que toda crisis despliega, si la
miramos como posibilidad-oportunidad. Frente a la caída de teorías
interpretativas absolutas y certezas, se genera un espacio libre, habilitante para
que surjan otras posibles respuestas alternativas, nuevas, posibilitando así un
“mito transformador”. Se promueve entonces, la generación de una postura
de optimismo “localizada”, contrapuesta a la postura predominante de
pesimismo globalizado.

En las últimas décadas, desde las ciencias de la salud, se ha modificado la


concepción clásica de atención de la enfermedad, hacia una concepción
integral más amplia de promoción y prevención de la salud incorporando la idea
de calidad de vida. No ha sido ésta la mirada científica tradicional, cuya
atención se ha centrado más en analizar e investigar los factores de riesgo y
patológicos que las condiciones de bienestar y las conductas saludables.
Desde su creación, la OMS define: “La salud es el estado de completo
bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad o
invalidez”. Esta amplitud de mira, cuyo alcance involucra también a las
ciencias sociales, implica realizar adecuaciones profundas no sólo a nivel
teórico sino también en las prácticas correspondientes de tod@s los
involucrados. Supone revisar las finalidades, reformular los servicios que se
ofrecen, la planificación adecuada de los recursos, la preparación y los perfiles
de los especialistas en sus intervenciones sociales, analizar las modalidades
de colaboración que corresponden a las diferentes situaciones en términos de
búsqueda y potenciación de los recursos y liderazgos locales, enfatizar en la
prevención, buscar nuevas metodologías y redefinir roles y estructuras
interdisciplinarias en consonancia con ellas. Valorar la participación y el
compromiso de la comunidad, pensar más en la capacitación de los agentes
sociales como “facilitadores” o mediadores, hablar del “empoderamiento”, y
reconocer el surgimiento de nuevas subjetividades, son algunos de los aportes
crecientes desde esta nueva mirada.

Cuando la constante es el cambio…

Aunque es abundante la bibliografía existente dedicada a los cambios y las


innovaciones, leerla no es garantía de que nos cueste menos integrarlos,
especialmente cuando los vivimos como amenazas a nuestras seguridades.
Es muy cierta la distancia que existe entre nuestra comprensión a nivel
cognitivo-intelectual (de los conceptos y teorías), y el salto que debemos dar
para lograr modificar nuestras conductas y hábitos internalizados. Mantenernos
“actualizados” es un desafío cotidiano y permanente, es un primer paso. Y si
bien resulta muy importante estar informados, más importante aún, es tener la
mente abierta, para dejarnos interpelar por lo nuevo, sin generar “barricadas
internas de protección” que de antemano nos bloqueen.
Desarrollar una actitud dinámica de apertura vital, es imprescindible para poder
seguir creciendo y viviendo en estos tiempos, para habilitar instancias de
desarrollo y superación.

2
En su libro “De Sarmiento a los Simpson´s”, citado por Cecilia Bixio (2006).

2
Si acompañamos la idea de que los cambios son una característica del mundo
actual, convengamos también que la forma de “sostenernos“ en medio de ellos,
sin estar “a la deriva”, es estableciendo criterios que nos permitan discernir con
qué de los cambios nos quedamos y qué dejamos pasar, qué tiene valor y qué
no. Para poder generar filtros entre tantas innovaciones, es una necesidad
humana “criteriar” la vida. Aquí la educación juega un papel fundamental, las
nuevas generaciones -y también las viejas-, necesitamos contar con criterios
que nos permitan ordenar la vida, jerarquizar, generar opinión y juicios de valor
sobre lo que acontece.

Algunos sociólogos señalan que el mundo de hoy es un mundo en riesgo.


Basta escuchar las noticias del día para confirmarlo: problemas con el medio
ambiente y la contaminación, crisis energéticas y económicas, pandemias,
violencia, hambre, migraciones, enfrentamientos de toda índole, inseguridad,
son temas que trascienden fronteras en este mundo que cada vez
experimentamos más como una gran “aldea global”.
Compartimos la sensación de cohabitar un mundo en riesgo, pero quiero
enfatizar la dimensión de incertidumbre que supone estar en riesgo. No
queremos sumar a la postura desalentadora que, lamentablemente, sentimos
cada vez más instalada, -especialmente en los adultos-, que insiste en unificar
riesgo-catástrofe. Nos resistimos a darle una connotación tan negativa y
fatalista al futuro.

Vivir es arriesgar

Creemos que esencialmente vivir es arriesgar, y allí está, justamente, la


riqueza de la vida. Corre riesgos el bebé cuando empieza a dar sus primeros
pasos en lugar de seguir gateando. Corre riesgos el adolescente cuando toma
sus primeras decisiones vocacionales. Corre riesgos quien resuelve formar
pareja, y más riesgos cuando traen hijos al mundo. Corre riesgos quien decide
concretar sus proyectos y también quien viaja. Pero no se nos ocurre detener la
vida para que nadie siga corriendo riesgos!
Precisamente, son los riesgos los que dan sabor y color a la vida, los que
componen la particular aventura existencial de cada un@ de nosotr@s.
Pero tampoco seamos ingenuos, si bien hay situaciones que elegimos, sobre
las que decidimos y hacia las cuales queremos caminar, como los ejemplos
anteriores que mencionamos, también es cierto que hay otras que “nos toca”
vivir sin que las hayamos elegido. Al iniciar la vida no elegimos la familia a la
cual llegamos, ni los padres, ni los hermanos, ni los parientes. Tampoco
elegimos nuestro cuerpo, ni nuestro temperamento, los medios económicos de
nuestro entorno, el país y el barrio, el momento histórico, y mucho menos las
situaciones trágicas como un accidente, una guerra, un abandono, quedar sin
trabajo, las muertes de seres queridos, etc. etc.
Así vamos teniendo cada vez más certeza de que es ésta la realidad que nos
toca, nuestra realidad, y que no es sencillo ni posible cambiarla toda.
Poco a poco vamos descubriendo, con ayuda de otros, que tampoco es
cuestión de resignarse (aunque se haya puesto de moda enfatizar “Es lo que
hay”), porque sí es posible modificar algunas cosas, incluso a nosotros mismos.
Entonces profundizamos en el significado de lo que acontece, y en las

3
preguntas y respuestas acerca de para qué y en qué vale la pena “gastar” la
vida comienzan a instalarse en nosotros.

El enfoque resiliente

La resiliencia se define como la capacidad del ser humano para hacer frente a
las circunstancias adversas, superarlas e incluso salir transformado
positivamente, accediendo a una vida significativa y productiva. Se identifican
dos componentes fundamentales: la resistencia frente a la adversidad (la
capacidad de proteger la propia integridad bajo presión), y la capacidad para
construir vitalmente en positivo, pese a las circunstancias difíciles.
La resiliencia plantea una actitud vital positiva frente al riesgo, y demuestra con
ejemplos que es posible salir fortalecidos, aún de situaciones traumáticas
graves. No afirma que salgamos ilesos de ellas, podemos generar cicatrices
que no nos hacen “olvidar” lo vivido sino integrarlo, llevar la/s marca/s de
aquello que nos impulsó a crecer, que nos movió internamente para darnos
mayor valor y fortaleza. No propone mecanismos para esquivar las
adversidades; invita a transitar un camino de desarrollo y plenitud personal,
comunitaria y social, creciendo en capacidades para enfrentar las dificultades
con otra postura, apelando a las fortalezas para transformar activa y
positivamente la realidad. ¿Estamos dispuestos a este proceso?
Es una invitación llena de fuerza, de búsqueda de sentido, que entusiasma y da
esperanza, que moviliza positivamente la energía encapsulada. Reúne
elementos que no abundan en los discursos dominantes. Quizás sea por eso,
precisamente, que la resiliencia tiene cada vez más ecos. Se necesitan más
voces y más personas convencidas, que estén dispuestas a construir una Vida
diferente para generar una cultura resiliente con capacidad de incidencia social.

Comparto con ustedes un cuadro que nos permitirá visualizar más fácilmente
este cambio de concepción que se propone. El mismo fue realizado tomando
como base el que presenta en su reciente libro M. Gabriela Simpson (2008).

Modelo o paradigma patogénico Modelo o paradigma salugénico

Focaliza en el daño Promueve el desafío


Riesgo, necesidad, carencia, Prevención, fortalezas, habilidades,
debilidad, limitaciones recursos, potencialidad, fuerzas.
Circunscripto a un área desde la cual Interdisciplinar en sus planteo de
intervenir. proyectos autogestionados.
Privilegia acciones puntuales. Privilegia procesos.
Mirada determinista del sujeto al Contribuye a generar cambios desde el
que hay que proteger y asistir. reconocimiento de las capacidades y
dignidad de las personas como actores
sociales.
Su objetivo es que los especialistas Su objetivo es que cada persona y cada
estudien la patología y buscar las comunidad fortalezca sus capacidades y su
soluciones a cada situación de identidad y desarrolle factores de
disfunción. protección para mejorar su calidad de vida.

4
Vulnerabilidad Resiliencia

Es interesante reflexionar acerca del papel de “los otros” en nuestra vida. El


lugar que les damos y el que toman. Boris Cyrulnik3 afirma que:
“Cuanto más se mejoran las condiciones de la existencia, menos
necesidad tiene el hombre de los demás. Aparece incluso la
necesidad opuesta: en su carrera por el mejoramiento de sí mismo,
el hecho de ocuparse de los demás representa una cortapisa. Por el
contrario, en una sociedad en la que no es posible vivir solo,
ocuparse de los demás significa protegerse.” Y agrega un poco más
adelante: “Para componer un sentido es necesario compartir un
proyecto”.
La cultura predominante actual tiene un discurso individualista, de
autoabastecimiento y búsqueda del éxito y bienestar personal, olvidando a los
demás. La resiliencia, por el contrario, insiste en la importancia de los vínculos
como factor de protección, estabilidad y fortaleza emocional. Quienes trabajan
sobre la base de los vínculos, saben bien el valor que éstos aportan. Juan
Carr4 es enfático en este sentido: “Compartir es clave para construir”.

¿Por qué difundir la resiliencia hoy?

Se nos ocurren varias buenas razones para contestar esta pregunta:


Porque en un mundo especialmente dispuesto a todo lo que resulte
novedoso, se trata de un aporte relativamente nuevo y genera curiosidad
natural. No olvidemos que el primer seminario sobre el tema resiliencia,
se realizó hace menos de veinte años, en 1991.5
Porque se presenta como una posible respuesta al momento histórico
que estamos viviendo. Es necesario salir de la mirada y el modelo
patogénico dominante que no nos satisface y consolidar una cultura de
salud.
Porque seguimos necesitados de generar esperanza, de seguir
construyendo respuestas humanizadoras desde todos los niveles,
porque se requiere la activación de cada actor social.
Porque estimula los vínculos, los emprendimientos colectivos y
solidarios que revindican la dignificación de cada persona. Porque es
preciso devolver la credibilidad en sí mismos y su potencial a quienes lo
han perdido.

Ámbitos de desarrollo de la resiliencia, pilares y características.

La resiliencia puede situarse en tres grandes ámbitos o niveles si nos referimos


a su alcance:
1- RESILIENCIA PERSONAL- cuando focalizamos en la persona resiliente.
Los estudios iniciales sobre resiliencia se centraron en analizar las
características de personas con vidas resilientes.
3
Cyrulnik es un reconocido neurosiquiatra y etólogo francés. Entre sus numerosas publicaciones referidas
a la resiliencia se encuentra el libro “El amor que nos cura”, del cual tomamos estas ideas (pág. 34)
4
Juan Carr, veterinario argentino, creador de la Red Solidaria, y candidato al Premio Nobel de la Paz en
2007 y 2008. Ver bibliografía de referencia.
5
Según señala Simpson (2008, pág. 15) . Fue organizado por la Fundación Bernard van Leer.

5
2- RESILIENCIA COMUNITARIA- cuando la mirada está puesta en
pequeños grupos. Los estudios sobre el tema posteriormente se
ampliaron al estudio de pequeñas comunidades, identificando familias,
núcleos vecinales, cooperativas e incluso pueblos resilientes.
3- RESILIENCIA SOCIAL- se refiere a grandes sectores de la sociedad.
Estamos convencidos que la difusión, ampliación y consolidación de
actitudes y ambientes resilientes a nivel personal y comunitarios pueden
influir en las estructuras sociales, alcanzando sectores mayores de
población, acompañados por políticas públicas de enfoque resiliente.

Según Melillo y Ojeda, a partir del análisis de atributos en niños y adolescentes,


se identifican los siguientes pilares de la resiliencia a nivel personal:
• Introspección, como arte de preguntarse a sí mismo y contestar
honestamente;
• Independencia, saber fijar límites con el problema;
• Capacidad de relacionarse, establecer vínculos profundos;
• Iniciativa, asumir desafíos y fijarse metas personales;
• Humor, capacidad de reírse de sí mismo y quitar dramatismo a la
situación. Se relaciona también con la capacidad lúdica;
• Creatividad, posibilidad de pensar alternativas y soñar,
• Moralidad y sentimiento religioso de trascendencia, refiere a los valores,
• Autoestima consistente como base de los demás pilares.

Henderson y Milstein, (2003) identificaron seis factores ambientales que


contribuyen a generar resiliencia.
Enriquecer los vínculos propiciando oportunidades de interacción
significativa.
Establecer límites claros y firmes dentro de los cuales manejarse.
Enseñar “habilidades para la vida” que promueven y fortalecen la
autoestima.
Brindar afecto y apoyo, valorar los aportes positivos y respaldarlos personal
y públicamente.
Establecer y trasmitir expectativas elevadas en desafíos que van más allá
de cada uno y sus funciones concretas.
Brindar oportunidades de participación significativa.

Es integradora y solidaria
R Insiste en significar y dar sentido a los acontecimientos de la vida.
E Nos humaniza, pone la aceptación (confianza) y el amor incondicional
como pilar.
S Es multidimensional, incluye la dimensión personal, comunitaria y social.
I Implica un proceso dinámico y multidisciplinario: sumar fuerzas.
L Parte de la comprensión de las diversidades reconociéndonos y
valorándonos en nuestra unicidad e identidad.
I Promueve la autonomía responsable, crea oportunidades de trabajo y
E participación.
Apunta al futuro con optimismo realista y buen humor.
N
C
6
I
A
Permite la creación de una nueva actitud frente al sufrimiento, una
lectura en positivo de la vida y los acontecimientos, habilitando una
“nueva realidad”.
Fomenta el protagonismo y alienta la capacitación, para decidir y
resolver situaciones conflictivas.

Para aumentar su impacto social, es fundamental difundir y promover los


factores de resiliencia tanto a nivel de promoción personal, como favoreciendo
la generación de ambientes y políticas sociales acordes, tanto sean
gestionadas desde organizaciones públicas como privadas.

El valor de la resiliencia como vivencia comunitaria fortalecedora.

El enfoque colectivo o comunitario de la resiliencia ha sido un aporte original de


América Latina. Se identifican familias, pueblos, grupos, localidades que se
caracterizan por tener actitudes resilientes colectivas. Del estudio de estas
comunidades resilientes se identificaron inicialmente6 como pilares compartidos
fundamentales: la autoestima colectiva, la identidad cultural, el humor social y
la honestidad estatal.

Una investigación nacional reciente, realizada en Montevideo7 identifica pilares


similares, y destaca muy especialmente el acceso a la educación como uno de
los factores mencionado por los propios resilientes entrevistados. Señalan su
importancia enfatizando que les abrió las puertas a la lectura, los introdujo a las
expresiones simbólicas que permiten el desarrollo del espíritu y despliegan las
potencialidades creadoras del individuo, lo valoran no solo como herramienta
de superación personal sino también para comprender mejor la realidad y así
poder transformarla. También señalan la capacidad de disfrutar la vida,
integrando expresiones como el baile y la música, que además favorecen la
identidad personal y comunitaria. Identifican el valor del trabajo tanto como
sustento, como el trabajo voluntario considerándolos factores fuertes de
autoestima. Asimismo incorporan los proyectos comunes, el protagonismo de la
comunidad, el análisis crítico y la búsqueda activa de soluciones para las
necesidades del barrio, como elementos que favorecen el sentido de
pertenencia e identidad.

Gradualmente y en forma creciente se ha ido incorporando este enfoque


resiliente tanto en instancias formativas, como operativas, en la planificación y
ejecución de proyectos comunitarios, con efectos sustentables.
Por eso presentamos la resiliencia como una INVITACIÓN EXPANSIVA a
positivizar la mirada que tenemos del mundo, a trabajar y comprometernos en
mejorar las condiciones de vida para tod@s. Es una invitación a formar,
consolidar, vivir y trasmitir nuestra capacidad de resiliencia.
No es una invitación pasiva como espectador, sino una propuesta activa de
crecimiento y fortalecimiento que puedo aceptar a título personal procurando
cada día mantener una actitud resiliente. No se trata de un cuento de hadas
con final feliz garantizado, de “varita mágica”. Es un proceso que se construye.

6
En Melillo y Suárez Ojeda ob.cit.
7
Klasse y Menoni, (2008) Págs. 131 a 133.

7
Cada un@ de nosotr@s tenemos la posibilidad de generar una espiral, a partir
de la decisión de asumir una actitud personal resiliente. Si descubrimos en la
resiliencia, valores con los que acordamos y que se pueden potenciar, está en
nuestras manos impulsarla. En esencia la resiliencia focaliza en el potencial
que cada persona tiene dentro y propone activarlo positivamente.
Una mentalidad resiliente promueve una actitud vital positiva que nos
proporciona la fortaleza emocional necesaria para afrontar los avatares de la
vida cotidiana y las posibles frustraciones y situaciones difíciles que nos toque
vivir.
No se agota nuestra responsabilidad (capacidad de dar respuesta por nuestros
actos) en asumir o no a título individual actitudes resilientes. Podemos generar
ambientes y climas resilientes en nuestro entorno, y promover conductas y
crear espacios sociales de resiliencia. Podemos colaborar con otras personas e
instituciones como “tutores de resiliencia”.
Ampliamos así su alcance, posibilitando procesos de resiliencia comunitaria. El
nivel social, -más amplio aún-, se configura cuando varios resilientes coordinan
esfuerzos y forman redes sociales, que tienen una capacidad de contención y
proyección mucho mayor que la suma de cada uno de sus integrantes. Como
vemos los tres niveles se retroalimentan.
La actitud resiliente no excluye la necesidad de intervenciones políticas que
garanticen mejores condiciones de vida para tod@s. Es un error interpretar que
al fomentar actitudes resilientes estamos planteando que cada persona quede
exclusivamente librada a su “voluntad de ser resiliente”. Las iniciativas
personales no eximen las imprescindibles intervenciones públicas para
subsanar situaciones de inequidad, de injusticia. Por eso hablamos de una
invitación extensiva. Se trata de generar sinergias, ya que todos los esfuerzos
son complementarios e igualmente importantes para transformar positivamente
nuestra vida.

Materiales de referencia:

 Achard, Isabel- “Los educadores, ¿podemos ser tutores de


resiliencia?” Presentación realizada en el seminario “Mediación Socio
Educativa: de la utopía a la realidad” organizado en el Colegio-Liceo
Pedro Poveda en Montevideo, noviembre 2007.
 Bixio, Cecilia- “¿Chicos aburridos? El problema de la motivación en
la escuela.” Homosapiens Ediciones, Santa Fe, Argentina. 2006.
 Brooks, Robert y Goldstein, Sam- “El poder de la resiliencia. Cómo
lograr el equilibrio, la seguridad y la fuerza interior necesarios para
vivir en paz.” Paidós, Barcelona, 2004.
 Carr, Juan- “Perdonen mi optimismo.” Planeta, Buenos Aires, 2008.
 Cyrulnik, Boris- “El amor que nos cura” Gedisa, Barcelona, 2005.
 Melillo, Aldo y Suárez Ojeda, Elbio- “Resiliencia. Descubriendo las
nuevas fortalezas.” Paidós, Buenos Aires, 2001.
 Henderson, Nan y Milstein, Mike- “Resiliencia en la escuela” Paidós,
Barcelona, 2003.
 Klasse, Eloísa y Menoni, Teresa- “Construyendo alternativas al dolor.
Reflexiones sobre la resiliencia” Psicolibros, Waslala. Montevideo,
2008.

8
 Simpson, María Gabriela- “Resiliencia en el aula, un camino posible”
Bonum, Buenos Aires, 2008.
 Vanistendael, Stefan- “¿Cómo crecer superando los percances?”
Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE), Ginebra, 1995.

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