Está en la página 1de 29

UNIVERSIDAD MARÍA AUXILIADORA

CARRERA DE MEDICINA

CÁTEDRA DE PRINCIPIOS Y VALORES

MONOGRAFÍA SOBRE:
A- LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER
HUMANO.
B- EL VALOR DE LA VIDA DEL SER HUMANO, COMO CORPÓREO
Y ESPIRITUAL, LAS AGRESIONES CONTRA LA VIDA.
C- EL PROBLEMA DE LOS DESHECHOS O BASURAS Y SU
IMPLICANCIA DE LA MORAL DE LA PERSONA.

RECH, ELISON LUIS

ASUNCIÓN – PY 2020
UNIVERSIDAD MARÍA AUXILIADORA

CARRERA DE MEDICINA

CÁTEDRA DE PRINCIPIOS Y VALORES

MONOGRAFÍA SOBRE:

A- LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER


HUMANO.

B- EL VALOR DE LA VIDA DEL SER HUMANO, COMO CORPÓREO


Y ESPIRITUAL, LAS AGRESIONES CONTRA LA VIDA.

C- EL PROBLEMA DE LOS DESHECHOS O BASURAS Y SU


IMPLICANCIA DE LA MORAL DE LA PERSONA.

Trabajo de monografía realizado


para la cátedra de principios y
valores.

RECH, ELISON LUIS

ASUNCIÓN – PY 2020
ÍNDICE

1 INTRODUCCIÓN 4
2 DESARROLLO 6
2.1 LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER HUMANO 6
2.1.1 ¿Se habrán perdido los valores? 7
2.1.2 Practicar los valores 8
2.1.3 Descubrirnos como personas valiosas y satisfechas 9
2.1.4 La actitud de servicio en la vida cotidiana 9
2.2 EL VALOR DE LA VIDA DEL SER HUMANO, COMO CORPÓREO Y
ESPIRITUAL, LAS AGRESIONES CONTRA LA VIDA. 10
2.2.1 ¿Quién puede decidir sobre el valor de la vida humana? 16
2.2.2 Un caso muy especial. El aborto eutanásico o eugenésico 18
2.2.3 Los cuidados paliativos frente al encarnizamiento terapéutico 20
2.2.4 Las leyes de la eutanasia 22
2.2.5 La bioética personalista y el «testamento vital 24
2.3 EL PROBLEMA DE LOS DESHECHOS O BASURAS Y SU IMPLICANCIA DE LA
MORAL DE LA PERSONA 26
2.3.1 ¿Como perciben los ciudadanos la problemática de las basuras? 27
2.3.2 ¿Son conscientes de que pueden contribuir a solucionarlo? 27
2.3.3 ¿Los ciudadanos son consientes de la problemática que es la basura? 27
2.3.4 ¿Existe el efecto contagio? ¿Cuánta más basura en el suelo, más se permite la gente
ensuciar? 28
2.3.5 ¿Cuál es la solución al abandono de basura? 28
3 CONCLUSIÓN 28
4 REFERENCIAS 28
4

1. INTRODUCCIÓN
El objetivo central de este trabajo investigativo es explorar la manera en que
identificamos, aprendemos y desarrollamos los valores en la vida diaria. Descubrir el alcance
de los valores en nuestra vida, nos requiere comprender la acción individual y social, para lo
cual es necesario prestar atención al transcurrir de la vida cotidiana.
“La vida cotidiana o la vida de cada día, es estudiada por las ciencias sociales como
el discurrir de un día cualquiera en la vida de las personas que interaccionan, recreando sus
vivencias que pasan todos los días, también transcurre la tierra y nuestras vidas.” Bridye, G.Y
Watson, S. (2002).
La cotidianidad en la vida de las personas es parte fundamental del sentido de la
acción humana. En el trascurrir del día a día, desde que nos acostamos y levantamos nuestra
vida se convierte en una rutina cotidiana que puede variar entre personas y grupos: suplir
nuestras necesidades, exponernos a diversas fuentes de información, dialogar, atender las
expectativas que tenemos sobre los demás, y las que versan sobre nosotros, entre múltiples
otras. Nuestras acciones individuales y sociales conllevan una responsabilidad.
Al cumplir con nuestros deberes, se deriva un grado de satisfacción. Pero hay veces
que la vida nos sorprende, planificamos y nos damos a la tarea de actuar; súbitamente,
eventos o situaciones inesperadas disponen lo contrario a lo que aspiramos. Las situaciones
que trastocan nuestra vida, pueden activar procesos difíciles. Ante los eventos que cambian
nuestra vida cotidiana, es importante analizar, y actuar oportunamente.
Para algunos, los retos pueden convertirse en adversidades inmanejables; y para
otros eventualmente pueden transformarse en oportunidades para crecimiento. Para unos y
otros, las situaciones inesperadas bien podrán representar retos, y cada uno lo manejara de
diversas 2 maneras, en función de la identidad que le caracterice. Los retos siempre estarán
presentes en nuestra vida; nos corresponde aprender de estos, y con ello seguir hacia adelante.
Las experiencias adquiridas desde que nacemos hasta el fin de nuestros días, nos
transforman y pueden enriquecernos de manera extraordinaria; proyectar esa riqueza en el
afecto y acciones que llevamos a cabo, construye vivencias entre los seres humanos.
Compartir nuestras experiencias positivamente con las demás personas, es una parte crucial
de la vida.
Hay todo tipo de actividades desde las cuales cada persona crea consciencia, se
sensibiliza y actúa en sus entornos. Lo anterior constituye un proceso significativo de
aprendizaje, que debe propiciar relaciones sociales, en las cuales cada individuo adopte
diversos contenidos para construir los conocimientos, sentimientos y acciones que sean
5

relevantes para su vida. Desde esta perspectiva, cuando se desea conocer una comunidad, se
debe comprender cómo los individuos y los grupos trabajan, se relacionan y actúan.
Las personas se relacionan en el lugar donde viven, y en los espacios donde
interactúan. Independientemente de los conflictos, y las buenas relaciones que puedan surgir
en ese proceso de intercambio, todos tenemos la capacidad para ofrecer lo mejor de nosotros
mismos ante un momento de adversidad individual o social. Así las cosas, debemos
reconocer la importancia de promover las prácticas de los valores y concienciar a los
individuos y los grupos sobre la realidad histórica actual, social y económica.
Hacemos lo que somos. Las experiencias formativas que tenemos a nivel familiar, y
las que resultan de las creencias que profesamos, al igual que la formación que recibimos en
la escuela, y las influencias de las amistades, el intercambio en los lugares de trabajo, son
experiencias que moldean nuestra identidad personal. Hacemos bien en recordar que
proyectamos lo que hemos aprendido a través de las actitudes que reflejamos ante las
situaciones o eventos inesperados que enfrentamos a diario.
Una casa necesita cimientos para sostenerse. De igual forma, los valores sostienen y
nutren al ser humano. Si faltan los cimientos, tampoco existe el fundamento que sostiene
nuestras vidas, que le añade visión, motivación y compromiso. Sin principios ni valores hay
un vacío en el ser humano. A medida que desarrollamos los valores en nuestro interior,
también mejora nuestra capacidad para relacionarnos armónicamente con el mundo en que
vivimos, y aportamos a una mejor calidad de vida.
Como afirmamos anteriormente, al interactuar socialmente, nos relacionamos a
través de las prácticas individuales y colectivas que experimentamos con las familias, las
comunidades, las instituciones educacionales, laborales, y religiosas, entre muchas otras. Para
llevar a cabo los propósitos que buscamos en el mundo de la vida cotidiana, tenemos que
formar parte de la misma: el mundo se hace una realidad posible por nuestras acciones en la
cotidianidad.
Es precisamente ese diario vivir lo que nos lleva a reflexionar sobre los valores. Me
refiero a los valores que nos hacen cada día mejores seres humanos; practicarlos debe
convertirse en un proceso de aprendizaje cotidiano. Es decir, los valores se deben materializar
en acciones que puedan observarse al punto de crear un sentido de identidad en el
comportamiento humano.
Entonces, ¿qué son realmente los valores en la vida cotidiana? “Son elementos de las
personas y están relacionados con estados ideales de vida que responden a nuestras
necesidades como seres humanos, proporcionándonos criterios para evaluar a los otros, a los
6

acontecimientos tanto como a nosotros mismos” (Rokeach, 1993 en Garcia, Ramírez y lima,
1998). Son esencialmente prioridades basadas en la integridad o elecciones que están
presentes en lo que hacemos y no hacemos, a lo que nos hemos acostumbrado y lo que somos
capaces de tolerar, y se expresan de manera pública y abierta.

2. DESARROLLO
2.1 LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER HUMANO.
“Lo que hace personas a las personas, son sus valores’’ Max Scheller. Muchos(as)
grandes pensadores(as) han reflexionado sobre la vida cotidiana. La filosofa húngara Agnes
Héller, describió la cotidianidad como “el espejo de la historia... el conjunto de actividades
que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales crean la posibilidad
de la reproducción social…. Es la forma real en que se viven los valores, creencias,
aspiraciones y necesidades.”
Desde esta perspectiva, la familia es la primera escuela de la vida. A partir del
momento en que la mujer está en proceso de gestación, el feto depende totalmente de ella.
Dicho contexto le requiere a la mujer estar profundamente consciente de su rol, y ejercer
responsabilidad al actuar con la calidad necesaria para enfrentar las situaciones que vive
diariamente, para contribuir al desarrollo de una vida. El proceso de gestación es un periodo
de vida intenso y complejo para la mujer. Poco a poco surge una relación, que con el
transcurrir de los días y el desarrollo de la vida y la sensibilidad, frecuentemente resulta en
una profunda experiencia humana basada en la mutualidad.
Al nacer, independientemente de su estado físico, la criatura requiere de un cuidado
extraordinario que atienda sus necesidades cotidianas. Indefenso y totalmente dependiente,
por instinto buscará el calor humano. Proporcionalmente a su estado físico, interactuará con
lo que le rodea. El ambiente familiar, la comunidad, los vecinos, el cuido y eventualmente la
escuela moldearan su vida.
Dadas estas condiciones, los profesionales que inciden directamente en la salud,
educación y bienestar de un niño(a), deben mantener un alto nivel de responsabilidad en el
ejercicio de sus tareas. Particularmente, el cuido y la escuela habrán de proveer un apoyo
fundamental a la familia en el proceso de la crianza. Los diversos componentes que formaran
parte de su entorno, ejercerán influencia sobre su calidad de vida. Específicamente, las
vivencias experimentadas en el núcleo familiar, la escuela, el trabajo, los espacios para
7

cultivar sus creencias, y sus relaciones de pareja, habrán de incidir en la formación de su


identidad.
El crecimiento y desarrollo de una persona es proporcional al valor con el que se le
ha tratado y se le trata, y a los valores que esta asuma y practique en su cotidianidad. En la
medida en que practiquemos valores para el beneficio de nuestros(as) niños(as), los que nos
rodean y nosotros(as) mismos(as), la calidad de nuestra vida individual y social incrementará
notablemente. Ciertamente, la influencia y el alcance abrumador de los valores en nuestro
diario vivir, también nos lleva a reflexionar profundamente sobre su ausencia.

2.1.1 ¿Se habrán perdido los valores?


En la cotidianidad podemos escuchar frecuentemente frases como “los valores se
han perdido.” En nuestra perspectiva, los valores no se pierden, se pierden los seres humanos.
Practicar o no los valores, es simplemente cuestión de voluntad: querer hacerlo.
Ejercer la voluntad requiere que cada uno(a) actúe según sus propias convicciones:
hacer lo que realmente se quiere hacer. Practicar un valor sin que nadie me lo pida u ordene,
es un evento profundamente importante: es la esencia de lo que uno es como ser humano,
conforme a la acción que se lleve a cabo. Un ejemplo cotidiano sencillo es valorar que
alguien agradezca que se le ceda el paso, algo que no se ve a diario; pero todavía hay
personas que practican el civismo intencionalmente, y con ello contribuyen a que la
convivencia cotidiana sea pacífica y agradable.
La riqueza más importante de una sociedad, es proporcional a la calidad de vida que
se experimenta en su cotidianidad. Por ejemplo, cuando practico la bondad, proyecto una
inclinación hacia el bien, que puede influenciar positivamente la percepción y los estados de
ánimo de los demás. En un escenario conflictivo, dar el primer paso para la reconciliación
después de un mal entendido, es un acto valiente que demuestra madurez y humildad, y que
puede contribuir al proceso de limar asperezas para el bienestar de la relación o la calidad de
vida de un grupo. El que se esfuerza y hace cosas en beneficio de los demás, bien puede
derivar resultados saludables sobre lo que ha cosechado. ¿En alguna ocasión has tenido la
experiencia de tomar la ruta del expreso, y te das cuenta que no tienes el menudo para pagar
el peaje, y de repente aparece alguien que se baja de su automóvil y te comparte las monedas
que necesitas? “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”. Platón
Los valores como el respeto, la confianza, el civismo, la bondad, la confiabilidad y
la justicia, los trasmitimos cotidianamente a través de acciones concretas, ya sea en la vida
familiar y en nuestras relaciones con los demás. La práctica de los valores debe convertirse en
8

ejemplo, en marco de referencia que inspira sensibilidad y compromiso en pos de contribuir a


la calidad de vida de todos.
Recuerdo una experiencia que tuve en unión a varias de mis compañeras Educadoras
Senior. Tuvimos la oportunidad de trabajar un curso de valores para los Residenciales San
Antonio en Puerta de Tierra y Luis Llorens Torres, para niños y niñas entre las edades de 5 a
15 años. Observamos que la mayoría de los niños y niñas querían participar constantemente,
exponer sus puntos de vista, y relacionarlos con el tema de los valores, a partir de sus
vivencias cotidianas: en la escuela, el hogar, o con sus amistades. Lo más que me complació
fue que al finalizar el itinerario de trabajo, los niños y niñas se acercaban visiblemente
complacidos(as), y demostraban un cariño y respeto extraordinario. No es posible olvidar los
abrazos recibidos ese día.

2.1.2 Practicar los valores


Henry Lefevbre, sociólogo famoso en los sesentas y setentas, reflexiona sobre las
situaciones de la vida: “La vida cotidiana es reconocer y entender comportamientos,
costumbres, proyección de necesidades, captar cambios a partir del uso de los espacios y
tiempos concretos.”
Desde esta perspectiva, la cotidianidad se refiere a los procesos y las prácticas
interpersonales mediante las cuales se transmiten costumbres y tradiciones, conocimientos,
valores e intereses que distinguen a diversos grupos.
Conservar las tradiciones de una comunidad o de un país significa practicar las
costumbres, hábitos, formas de ser y modos de comportamiento de las personas. Este
conjunto de saberes y experiencias se transmite de generación en generación por diferentes
medios. Los niños aprenden de los adultos y los adultos de los ancianos. Aprenden de lo que
oyen y de lo que leen; aprenden también de lo que ven y experimentan por sí mismos en la
convivencia cotidiana. “Cultura y conciencia de los valores son expresiones que significan la
misma cosa.” (Samuel Ramos)
Por tanto, los valores son nuestra guía a lo largo del camino. Son la base para dar los
pasos más simples y sencillos, y a la vez firmes y profundos, que afirman la vida. Nos
permiten distinguir el camino correcto, verdadero y adecuado, del incorrecto, falso e
inadecuado y así, por medio de nuestro desarrollo personal y social, podemos tener la
capacidad de elegir lo correcto.
Cuando nuestras decisiones están guiadas por los valores, encontramos paz en
nuestro interior y generamos armonía a nuestro alrededor. Cuando tomamos conciencia de
9

nuestros valores y nos tomamos el tiempo para aplicarlos, nuestra vida compartida puede
cambiar profundamente.

2.1.3 Descubrirnos como personas valiosas y satisfechas


Lo que decimos, hacemos, y pensamos, tiene que ver con la imagen que tenemos de
nosotros mismos, y de cómo nos juzgamos a partir de ello. Sin embargo, hacemos bien en
reconocer que en la vida no siempre obtenemos lo que deseamos. Si no puedes lograr algo
que deseas, considera que esto no es necesariamente negativo. A veces, lo inalcanzable se
convierte en medio para buscar otras alternativas.
A veces, los problemas o dificultades que enfrentamos, se originan en que
manejamos las situaciones normales de la vida desde las limitaciones aprendidas y, aun
muchas de las oportunidades que la vida nos ofrece, las vemos como dificultades, y las
convertimos en "problemas".
Descubrirnos como personas valiosas y satisfechas consiste en aprender a lidiar con
las situaciones de la vida cotidiana, a partir de la conciencia que tenemos de nuestro valor
como personas, y del valor que tienen los demás. Valorarnos y valorar a los demás, nos
presenta una maravillosa oportunidad de crecimiento y desarrollo de nuestras facultades y
sensibilidades, para actuar a partir de lo mejor que hay en cada uno de nosotros.

2.1.4 La actitud de servicio en la vida cotidiana


Servir no es dominar, tampoco es asumir una posición servil. Servir es la acción
visible mediante la cual invertimos nuestro tiempo y esfuerzo para valorar a los demás. Servir
a otros voluntariamente, ese deseo de hacer algo bueno por los demás, nos distingue. Optar
por servir, dependerá de nuestras actitudes y compromisos, también relacionados con
nuestros valores. Independientemente de las diferencias que podamos tener con las demás
personas, nunca debemos perder la capacidad para valorarlas.
Cuando servimos, las acciones que llevamos a cabo nos benefician, tanto a nosotros
mismos como a quienes nos rodean. Desde esta perspectiva, servir requiere que confiemos en
nuestras capacidades: la calidad de nuestro servicio es proporcional a la confianza que
tenemos en nosotros mismos.
La persona que es servicial, lo es en su trabajo, y con su familia; pero también en la
calle, ayudando a otras personas en cosas aparentemente insignificantes. Todos recordamos la
experiencia de algún desconocido que apareció de la nada, justo cuando necesitábamos
ayuda, y que, sorpresivamente, tras ayudarnos, se pierde entre la multitud. La capacidad de
10

prestar ayuda de cualquier clase a una u varias personas, surge de la orientación natural que
todos tenemos para valorar a los demás.
Las personas serviciales se hacen disponibles, sin perder su autonomía. Practicar los
valores genera la capacidad de servir a los demás. A medida que desarrollamos los valores en
nuestro interior vamos mejorando nuestra capacidad de relacionarnos armónicamente con el
mundo en que vivimos, al punto de lograr contribuir afirmativamente a la calidad de vida de
todos nosotros.

2.2 EL VALOR DE LA VIDA DEL SER HUMANO, COMO CORPÓREO Y


ESPIRITUAL, LAS AGRESIONES CONTRA LA VIDA.
Empezaremos por señalar que el hombre, como ente biológico, está sometido a las
mismas leyes fisicoquímicas y biológicas de la naturaleza que rigen para el resto de las
criaturas vivientes. Pero siendo esto obvio, inmediatamente hay que reconocer que la especie
humana posee unas características muy especiales que la diferencian de todos los demás seres
vivos. A diferencia de todos ellos el ser humano se caracteriza por ser una «realidad
indisoluble de cuerpo y alma». El hombre, debido a su singularidad corpóreo-espiritual es
superior al resto de los seres de la naturaleza por su espiritualidad. El ser humano es el único
que vive su vida conscientemente, es el único que vive y se pregunta sobre su vida y la propia
existencia del mundo que le rodea y es el único que se hace una serie de preguntas
profundamente arraigadas en relación con su propia existencia. Preguntas como las que se
hacía el filósofo y matemático alemán del siglo XVII Gottfried Leibniz (1646-1716), «¿por
qué hay algo en lugar de no haber nada?», o más recientemente Albert Einstein (1879-1955)
«¿cuál es el sentido de nuestra vida, cuál es, sobre todo, el sentido de la vida de todos los
vivientes?», o el también físico Victor Weisskopf (1908-2002) ¿«en qué sentido tiene sentido
el universo»?
El italiano Carlo Rubbia, Premio Nobel de Física de 1984, señalaba que «la forma
más grande de libertad es la de poder preguntarse de dónde venimos y a dónde vamos… No
existe forma de vida humana que no se haya planteado esta pregunta. Y no hay sociedad
humana que no haya intentado de alguna manera darle respuesta. Fallar este compromiso es
una pérdida, una deshumanización, un mecanismo interno de autocastigo»
La búsqueda de respuestas a estas preguntas básicas es un imperativo de la propia
naturaleza humana que trata de resolverlas con la razón, que nos brinda múltiples enfoques y
una larga experiencia adquirida a lo largo de nuestra trayectoria como especie inteligente para
11

abordarlas. Es además una obligación inherente a nuestra naturaleza humana creada a imagen
y semejanza de Dios, que nos ha hecho dueños de la naturaleza, con la misión de «dominar
los peces del mar, las aves del cielo y todo animal que serpentea sobre la Tierra», según reza
en el Capítulo 1 del relato bíblico del Génesis.
El ser humano es un ser personal, autoconsciente y ético. El concepto de persona es
central en cualquier tema de Bioética pues es la base en la que ha de sedimentarse la
consideración de su dignidad y la protección del sujeto a quien se aplique.  Hoy la ciencia, a
través de la Genética, la Biología Celular o la Embriología, nos da una información muy
valiosa sobre los datos de naturaleza biológica de un individuo de nuestra especie. Cada
persona es singular en su información genética individual, constituida en el momento de la
concepción -en el cigoto- y mantenida sin variación a lo largo de la vida. La identidad
genética singular materializada en la información combinada de 25.000 genes maternos y
paternos es el sello biológico y diferencial de cada individuo humano. En su realidad
biológica, cada persona es el resultado del desarrollo físico determinado en su constitución
genética, presente ya desde la concepción, y por tanto mucho antes de que se desarrollen los
tejidos, órganos y sistemas, entre ellos el nervioso, y también antes de que los factores
ambientales y educativos vayan a despertar la razón y modelar la personalidad, como
consecuencia de la información procedente de su entorno, de modo que poco a poco las
acciones razonadas, libremente adoptadas, se van sobreponiendo a las instintivas y reflejas.
Pero el término persona reclama otros enfoques de carácter filosófico y moral, e
incluso teológico, sin los cuales no adquiriría su auténtica dimensión. En filosofía hablar de
persona significa destacar el carácter único e irrepetible propio de cada ser humano, lo cual
dicho sea de paso coincide plenamente con los datos de la ciencia, que nos habla de la
identidad genética individual. Lo que todo esto significa es que la vida humana, en
coincidencia con la perspectiva biológica se eleva a una dimensión muy especial que conecta
con la certeza de que cada vida tiene una dignidad especial y un valor específico superior,
entendiendo por «dignidad» un concepto que realza el valor especial de un ente. Mientras un
individuo de cualquier especie animal deambula por el mundo de forma inconsciente y
constreñida al marco de los instintos, el hombre reflexiona sobre su realidad en el mundo y
puede decidir libremente sus acciones.
De este modo, cada individuo de la especie humana añade al dato biológico de la
pertenencia a una especie el de la posesión de un espíritu inmaterial que nos capacita para
hacer frente a nuestra vida de forma personal. Pero inmediatamente hay que señalar que
cuerpo y espíritu están indisolublemente unidos. Monseñor Juan Antonio Martínez Camino,
12

profesor de Teología moral de la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid, señala que:
«la persona no es fundamentalmente un yo pensante (res cogitans) con un cierto tipo de
relación accidental y de dominio sobre la materia (res extensa),… la persona es cuerpo y
espíritu indisociablemente unidos». Ramón Lucas, abunda en esta misma idea en su obra «La
Bioética para todos» cuando señala que: «La persona siempre es la unidad sustancial,
compuesta por el organismo material y el alma espiritual».
Destacar la espiritualidad es equivalente a decir que la persona es un ser racional y la
racionalidad es la diferencia específica que en mayor grado distingue a los hombres de los
demás individuos sustanciales. Pero no es necesario que la racionalidad esté presente en acto,
es suficiente con que esté presente en potencia. Todos los seres humanos, en cualquier etapa
de su desarrollo que, no lo olvidemos, transcurre en continuidad desde la concepción hasta la
muerte, y con independencia de sus circunstancias físicas, son seres racionales por su propia
naturaleza biológica propiamente humana. Por ello, podemos afirmar que son personas un
embrión, un feto, un discapacitado mental, quien duerme o está temporalmente inconsciente o
en estado de coma como consecuencia de un accidente.
Sin embargo, algunos juristas o ideólogos, opinan que para ser persona han de darse
una serie de facultades o capacidades, siendo la que más señala la de la conciencia de uno
mismo. De este modo, Peter Singer, un Profesor de Bioética de la Universidad de Princeton
en New Yersey, sostiene que «no todos los seres humanos son personas» y que «sólo hay
derechos para los seres autoconscientes». Singer rebaja la dignidad de la vida humana al
situar al hombre como un ser más de la naturaleza, que no se debe diferenciar de otros
animales en sus derechos individuales. Este es el fundamento del propio Singer y otros
filósofos que han promovido el «Proyecto Gran Simio», una especie de llamada a la
consideración por igual del hombre y los animales biológicamente más próximos (orangután,
gorila, chimpancé y bonobo), llegando incluso a formular derechos equivalentes bajo el
eslogan «la igualdad más allá de la humanidad». Singer expresa que ser persona significa
poseer autoconciencia, razón, autonomía y capacidad de sentir placer y dolor, cuyas
propiedades no podrían ser atribuidas a seres humanos disminuidos psíquicos, en estado de
coma, o que estuvieran temporalmente inconscientes tras un accidente o simplemente
dormidos. Es evidente que  estas ideas no se sostienen por su propia inconsistencia, pero
quienes las avivan niegan la «dignidad» especial del hombre frente a las demás especies
vivientes y lejos de defender el respeto a la vida humana, con sus argumentos respaldan una
cultura utilitarista, en la que cabría con la misma impunidad la destrucción de los embriones,
el aborto y la eutanasia.
13

Para quienes sostienen esta corriente, solo es merecedor del atributo de persona el
ser humano que posea ciertos «indicadores de humanidad», algo así como un conjunto de
características funcionales que permitan llevar a cabo una serie de actos que merecen el
calificativo de humanos. De acuerdo con esta postura se considera que, para merecer la
condición de persona, el ser humano ha de mostrar comportamientos que se consideran
propios de una persona. Las preguntas que inmediatamente reclaman una contestación es
¿cuáles son los citados comportamientos? y ¿cuáles los indicadores de humanidad?
Un filósofo norteamericano contemporáneo que apoya esta corriente, Tristram
Engelhardt, miembro del Hastings Center, una organización de bioética de corte utilitarista,
trata de dar contestación a estas cuestiones cuando jerarquiza a los seres humanos en razón de
la posesión o no de autoconciencia y libertad. Según Engelhart,  «los seres humanos adultos
competentes- no los mentalmente retrasados-, tienen una categoría moral intrínseca más
elevada que los fetos o los niños pequeños», y añade, «existe una distancia entre lo que
somos como personas y lo que somos como seres humanos y es el abismo que se abre entre
un ser reflexivo y manipulador y el objeto de sus reflexiones y manipulaciones». Esta forma
de pensar es la que ha inspirado una corriente de pensamiento posesivo y de derecho de la
madre embarazada sobre el feto, o de los padres sobre los embriones producidos con sus
gametos en una clínica de fecundación in vitro, o de terceras personas sobre la vida de un
enfermo terminal. Desprovisto el hombre de su especial dignidad como plantean los
utilitaristas que piensan como Singer y Engelhardt se da paso a la ley del más fuerte y se
antepone un derecho egoísta al bienestar propio sobre la vida de otras personas. Esto supone
que ante una situación no deseada, se relativice cualquier acción por dañina que sea para otras
personas. De este modo, se justifica la utilización de la vida humana embrionaria con fines de
investigación, el aborto de los no nacidos portadores de malformaciones o deficiencias
congénitas y la eliminación eutanásica de los seres humanos con graves enfermedades, en
estado vegetativo o en fase terminal de una enfermedad incurable.
El gran problema de esta corriente eminentemente dualista, es la separación de
cuerpo y alma, imponiéndose en la mentalidad de quienes la propugnan y la tratan de infiltrar
en la sociedad, una sobrevaloración de la sustancia material sobre la espiritual. De acuerdo
con este utilitarismo exacerbado, solo deberían ser titulares de derechos humanos quienes
tuviesen capacidad sensorial y especialmente sensibilidad para el dolor, lo que convierte
en lícita la experimentación con embriones humanos, simplemente porque no sufren, o
incluso con fetos hasta que no se haya producido un desarrollo suficiente de la corteza
cerebral, lo que acontece entre la quinta y la octava semana del desarrollo fetal. Del mismo se
14

reduce el valor de la vida humana a lo meramente físico y se clasifica a los individuos


humanos de acuerdo con unos estándares de «calidad de vida» que sirven para decidir quién
es más o menos «digno de vivir». 
Todo lo contrario es lo que opinaba acertadamente María Dolores Vila-Coro,
inteligente jurista, académica de la Real Academia de Jurisprudencia, licenciada en Filosofía,
Doctora en Derecho y miembro de la Pontificia Academia por la Vida, fallecida el año
pasado, que señalaba lo siguiente en el prólogo que tuvo a bien dedicarme de mi
libro «Explorando los genes. Del big-bang a la nueva biología»: «se ha dicho que el
procedimiento de usar el método empírico para definir a  la «persona» y como tal a quien
puede ser o no sujeto de derecho, es una manipulación, un medio para desposeer a quienes
presentan carencias que no permiten su desarrollo cognitivo, moral o emocional; a los
enfermos mentales y físicos, a todo tipo de deficientes, y para justificar ciertos delitos como
el aborto y la eutanasia: en una palabra  a quien convenga en cada caso, según los intereses
sociopolíticos en juego. Este fenómeno no es nuevo pues el término persona ya se ha
utilizado para excluir de la protección del Derecho a seres humanos a los que se ha negado
tal condición… Ha servido también para poner de manifiesto que a ciertos grupos humanos
se les ha tratado como individuos pero no como a seres con dignidad: no se ha reconocido
que el valor de todo ser humano trasciende el orden puramente biológico».
La exclusión de grupos de individuos humanos como personas por razones de sus
facultades físicas o mentales, es un grave error, no solo de carácter ideológico, sino también
de carácter biológico. Cualquier individuo humano en existencia, desde la concepción, hasta
la muerte es un miembro de la especie humana y por tanto es una persona. Esto es algo en lo
que ha insistido el Magisterio de la Iglesia a través de las instrucciones Donum
Vitae, publicada en Febrero de 1987, y Dignitas Personae, que se publicó en Diciembre de
2008, ambas sobre cuestiones fundamentales de Bioética. En ambas se afirma: «Ciertamente
ningún dato experimental es por sí suficiente para reconocer un alma espiritual; sin
embargo, los conocimientos científicos sobre el embrión humano ofrecen una indicación
preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la
vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?». Del mismo
modo, el papa Benedicto XVI el 27 de noviembre pasado, en la homilía sobre la vida humana
naciente, nos recordaba con el antiguo autor cristiano Tertuliano que: «Es ya un hombre
aquel que lo será (Apologético, IX, 8); no hay ninguna razón para no considerarlo persona
desde la concepción».
15

En resumen de todo lo dicho hasta aquí, la teología en coincidencia con los datos de
la ciencia significa la dignidad como algo atribuible a los seres humanos, como seres
personales creados a imagen y semejanza de Dios. Del mismo modo, la filosofía destaca el
hecho de que cada persona es un ser dotado de «dignidad» ya que es sujeto de su propio
existir y obrar y no un miembro más de una especie biológica. La humanidad misma, decía
Kant, es digna porque el hombre no puede ser tratado por ningún hombre –ni siquiera por sí
mismo- como un medio, sino siempre como un fin, y en ello precisamente estriba su
dignidad. Los seres racionales son personas en tanto que constituyen un fin en sí mismos, son
algo que no se debe emplear como un mero medio porque poseen libertad y son distintos de
las demás criaturas naturales por su rango y dignidad. De acuerdo con Kant, la persona no
tiene precio (no es un objeto, una cosa) sino que tiene valor en sí misma (dignidad).
La condición de persona es ya inherente a toda la vida de cada individuo y todos los
seres humanos, con independencia de su estado de salud física o mental. Cualquier ser
humano merece ser tratado con el mismo respeto y dignidad que cualquier miembro de su
especie desde la concepción hasta la muerte y por tanto, todos los seres humanos deben ser
considerados personas en el mismo grado. Como muy bien señala la Dra. Vila-Coro: «un
individuo no es persona porque se manifiesten sus capacidades, sino al contrario, éstas se
manifiestan porque es persona: el obrar sigue al ser; todos los seres actúan según su
naturaleza».
Pero al mismo tiempo hay que señalar que el concepto de persona solo le
corresponde, entre las criaturas vivientes, a los seres humanos, a todos los seres humanos y
exclusivamente a ellos. La unidad de la especie exige la misma consideración, respeto y
atribución de la misma dignidad para todos sus miembros, pero solo para sus miembros. No
tiene sentido otorgar humanización a seres pertenecientes a otras especies con las que existen
barreras insalvables de intercambio biológico y cultural. Por otro lado, ningún ser humano
debe ser excluido de la calificación de persona, así como ningún ser perteneciente a otra
especie debe ser traído al ámbito de nuestra especie. Es importante reconocer que cada ser
humano no es únicamente un miembro más de una especie biológica, sometido a un ciclo
vital inevitable, sino un ser que vive con plenitud de conciencia su existencia y es artífice de
su propia biografía. El hombre es alguien que decide y construye su yo y no solo algo que
existe.
Además, para percibir la verdad sobre la dignidad de la vida humana, hace falta una
antropología adecuada, que conceda el valor que le corresponde a cada persona humana en su
unidad corpóreo-espiritual. La concepción cristiana del hombre responde a esta necesidad.
16

Afirma que la vida es un don de Dios y defiende el derecho a la vida como el más importante
de todos los derechos del hombre. Es en esta línea en la que Juan Pablo II el 25 de Marzo de
1995 publicó la encíclica Evangelium Vitae, calificada por él mismo como una «meditación
sobre la vida», en la que trataba en profundidad la gravedad de la instrumentalización de la
vida, con cuestiones como la procreación artificial, el aborto, el respeto a los embriones
humanos, la experimentación sobre fetos humanos y el ensañamiento terapéutico. Una
situación que le hacía exclamar al Papa: «estamos en realidad ante una objetiva «conjura
contra la vida», que ve implicadas incluso a Instituciones internacionales. creando en la
opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el
aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras
muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor
de la vida». A lo que añadía: «el derecho del hombre a la vida –desde el momento de la
concepción hasta su muerte-, es el derecho fundamental, raíz y fuente de todos los demás
derechos»
Como un elemento más ha de tenerse en cuenta que la dignidad de la vida humana
tiene una vocación trascendente, vivimos en el tiempo hacia una dimensión absoluta. Además
de la vida temporal, física y biológica que nos revela la extraordinaria superioridad del
hombre sobre todas las demás criaturas, hay una dimensión trascendente innata en el hombre,
que eleva su dignidad. Señala José Luis del Barco, Profesor titular de Ética y Filosofía
Política de la Universidad de Málaga  que «la dignidad es la huella de la mano del Creador
en el hombre», y Roberto Andorno, bioético de origen argentino y Profesor de Ética
Biomédica en la Universidad de Zurich, advierte que contra el asesinato solo existe un
argumento definitivo: el religioso.

2.2.1 ¿Quién puede decidir sobre el valor de la vida humana?


Resulta cuando menos ingenuo que a los sustantivos vida o muerte, se les trate de
añadir el calificativo de digna, o que se hable de «calidad de vida». La dignidad es inherente
al ser humano no algo que se otorga o se niega. La vida humana es digna siempre y es vida
personal siempre, aunque en las sociedades postmodernas actuales se trate de anteponer
criterios «técnicos», «utilitaristas» o hasta «económicos» sobre los «éticos» para referirse a la
vida humana. Se llega a promover la aplicación de fórmulas matemáticas para justificar la
calificación de vidas sin valor, que ya no merecen ser mantenidas y que permitan justificar la
omisión de ayuda terapéutica o incluso la provocación directa y activa de la muerte. La
realidad es que actualmente, no existe ningún método infalible que permita predecir que
17

paciente en estado vegetativo o incluso en un proceso de enfermedad grave se recuperará y


cuál no podrá lograrlo.
La muerte digna no es ni eliminar el dolor ni prolongar desesperadamente el estado
morboso. La dignidad de la muerte es inherente a la persona, al propio moribundo que posee
dignidad siempre cuando se sostiene el derecho a una muerte digna, la reflexión que debemos
hacer es sí se puede calificar de digna una muerte provocada, o en la se deja al enfermo la
decisión de acabar con su vida. Desde una posición individualista, liberal radical, quizá sí,
pero desde una concepción antropológica mínimamente interdependiente, en ningún modo.
La vida personal es algo subjetivo y desde el punto de vista de una bioética personalista es
siempre digna de ser vivida por sí misma y merecedora de respeto, con independencia de la
calidad técnica que presente en cada momento. Pero además, las acciones sobre una vida
importan a la sociedad en su conjunto, pues cada persona podrá verse sometida a situaciones
como las que se adopten en un momento dado. En este sentido hay que apostar por una
biomedicina que busque la calidad de la vida pero sometiendo siempre la calidad a la vida y
no la vida a la calidad. La vida humana no tiene valor porque tiene calidad sino que tiene
calidad porque es vida humana.
Tenemos que recordar que el Art. 27 del Código de Ética y Deontología Médica de
la Organización Médica Colegial Española de 1999, señala que «El médico tiene el deber de
intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible. Y cuando ya no lo sea,
permanece su obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir el bienestar del
enfermo, aún cuando de ello pudiera derivarse, a pesar de su correcto uso, un acortamiento
de la vida. El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni
siquiera en caso de petición expresa por parte de éste». En este contexto, solicitar a un
médico que provoque la muerte de un paciente, por muy humanitaria que se pretenda, no solo
es un absurdo sino lo diametralmente opuesto a su misión profesional. Es pedirle un
imposible. Nadie tiene derecho a quitarle la vida a otra persona, pero si hubiese que decidir
sobre este hecho, los últimos en practicarlo serían los médicos y por extensión el resto de los
asistentes sanitarios. El Prof. Ignacio Sánchez-Cámara, Catedrático de Filosofía del Derecho
de la Universidad de la Coruña señala que «cuando se piensa que hay derecho a todo y se
eclipsan los deberes… no es extraño que se defienda un extravagante derecho a morir. Con
independencia de la debida distinción entre la moral y el derecho, existen fuertes razones
para oponerse a la legalización de la eutanasia. La principal es la obligación de la sociedad
de respetar y defender, en todos los casos, la vida humana».
18

 2.2.2 Un caso muy especial. El aborto eutanásico o eugenésico


Dentro del sórdido mundo de la cultura de la muerte hay un apartado especialmente
triste, que es el de la invitación al aborto cuando se detectan posibles patologías en el feto. La
adquisición de toda la información de los genes humanos, por medio del Proyecto Genoma
Humano, ha puesto en las manos de los médicos y biólogos la capacidad de detectar en
muestras celulares del feto, alteraciones génicas o cromosómicas. Dado que la dotación
cromosómica y la información del ADN del genoma individual se constituye en el momento
de la concepción y se mantiene en todas las células del individuo a lo largo de la vida, el
diagnóstico cromosómico o molecular se puede hacer en cualquier momento, incluso desde
mucho antes de que se manifieste el carácter o la patología  en cuestión. Es decir, es posible
un diagnóstico genético en embriones (preimplantatorio), en el feto (prenatal) o tras el
nacimiento (postnatal). El «diagnostico prenatal», se practica por métodos «no invasores»,
mediante el análisis de marcadores bioquímicos y moleculares de procedencia fetal en el
plasma sanguíneo de la madre; o «invasores», que recurren a una amniocentesis, una
intervención para la extracción de células en el líquido amniótico o en las vellosidades
coriónicas, de procedencia fetal. El aspecto más negativo de esta tecnología es que tras la
detección de un gen determinante de una patología, una enfermedad o una malformación,
surge la invitación al aborto.
¿Para qué se desea conocer el sexo, la dotación cromosómica o hacer un diagnóstico
de la presencia de ciertos genes? En el lado positivo, estaría la aplicación de terapias incluso
in útero o los tratamientos farmacológicos correctores de una patología, cuando ello fuese
posible.  La razón habitual es totalmente distinta.
De acuerdo con José María Pardo Sáenz, sacerdote, médico y doctor en teología, un
diagnóstico genético temprano, durante la gestación, ante la presencia de anomalías múltiples
y una presumible prognosis letal, suponen una invitación al aborto como «tratamiento de
elección» para la discapacidad fetal. En lugar de diagnóstico prenatal debería llamarse
«diagnóstico premortal», «violencia prenatal» u «operación de búsqueda y eliminación de los
discapacitados».
Quienes defienden esta práctica eugenésica se justifican de diferente manera:
·      El diagnóstico como avance de la ciencia y de la técnica
·      Motivos económicos, para evitar costosos tratamientos a la familia
·      Para evitar roturas familiares
·      Compasión del niño, al considerar que una discapacidad mermará su «calidad
de vida»
19

·      El niño como producto y no como un fin en si mismo


·      La búsqueda hedonista de la perfección
·      Las dificultades o problemas sociales derivadas de un hijo discapacitado, para él
y la familia
 
En España desde la aprobación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva e
Interrupción Voluntaria del Embarazo (Ley 12/2010), está autorizada la eutanasia fetal sin
límite temporal durante el embarazo, en las circunstancias de detección de una malformación
o enfermedad grave en el feto, La Comisión de Bioética de la Sociedad Española de
Ginecología y Obstetricia (SEGO) hizo una Declaración relativa a esta autorización
atribuyendo a un Comité Clínico el papel de certificar que el feto padece una enfermedad tan
extremadamente grave e incurable que se justifique el aborto después de la semana 14 de
gestación.
La Asociación de Bioética de España (AEBI) critica esta declaración de la SEGO al
aducir que «puede convertirse en una cooperación necesaria desde la Ginecología y
Obstetricia al proyecto eugenésico programado desde la ley». En este sentido, el informe de
la AEBI señala que «no corresponde a la Medicina, menos aún a un Comité Clínico, decidir
qué es la vida humana ni el nivel de calidad de vida que es necesario alcanzar para poder
conservarla» y recuerda el mandato del Código de Ética y Deontología Médica en vigor,
según el cual «al ser humano embrio-fetal enfermo se le debe tratar de acuerdo con las
mismas directrices éticas» que a los demás pacientes.
¿Cómo calificar a una sociedad que consiente todo esto y prefiere el aborto y hacer
desaparecer una vida no nacida defectuosa?, ¿no estaríamos ante un caso de «homofobia»?
En un estudio realizado en el año 2000 en Gran Bretaña se comprobó que tras el uso
masivo del diagnóstico prenatal se habían producido una serie de abortos por defectos físicos
que alcanzaba a un 43% de los bebés con fisura palatina (paladar hendido) y al 64% de bebés
con pie zambo, a pesar de que su pronóstico es excelente mediante cirugía y tratamiento
posterior al nacimiento. En un artículo publicado a finales de 2009 en la revista British
Medical Journal titulado «Con los nuevos tests prenatales ¿desaparecerán los niños Down?»
se concluía que el diagnóstico prenatal no cura nada, y que el «aborto eugenésico» no
previene ni cura absolutamente nada, sino que hace desparecer a un niño presente, aunque no
nacido, con el agravante de tratarse de un bebé indefenso y afectado por una discapacidad,
malformación o enfermedad, en ocasiones con buen pronóstico.
20

Sirva para terminar este triste apartado dedicado a la eutanasia prenatal el


convencimiento de que las técnicas del diagnóstico prenatal no son infalibles y por lo tanto
no estamos en condiciones de predecir con total exactitud cómo afectará una patología a un
bebé no nacido en el futuro. Muchas veces la decisión por parte de los progenitores de dejar
nacer o proceder al aborto se toma sin saber con certeza cómo afectará la pretendida
patología al niño tras el nacimiento.
 
2.2.3. Los cuidados paliativos frente al encarnizamiento terapéutico
Con referencia a la eutanasia en enfermos adultos, en sentido contrario a la eutanasia
se encuentra el llamado «encarnizamiento terapéutico» u «obstinación médica», que la
SECPAL define como«aquellas prácticas médicas con pretensiones diagnósticas o
terapéuticas que no benefician realmente al enfermo y le provocan un sufrimiento
innecesario, generalmente en ausencia de una adecuada información». Se suele traducir en
la administración de un tratamiento desproporcionado al suministrar al enfermo cuidados
inútiles o ineficaces para la curación, aumentando las penalidades del curso de la enfermedad
e ignorando el equilibrio entre el riesgo y el beneficio de los tratamientos administrados.
            Si bien es cierto que la finalidad de la terapia médica es la cura o la mejora,
mediante la administración de la medicación necesaria, existen momentos en que es aceptable
su suspensión o incluso no iniciarla, cuando es previsible que sea inútil y además cause
excesivas molestias a un paciente. Pero esto no ha de incluir la alimentación e hidratación, o
la respiración asistida, que constituyen cuidados básicos para todo enfermo y que, aun en el
caso de precisar medios artificiales para ser suministrados no suponen sufrimiento para el
enfermo. Aquí podríamos recordar el caso de Eluana Englaro la joven italiana que pasó 17
años en estado vegetativo, a la que se le aplicaba una sonda que le llegaba al estómago. En su
caso no estaba justificada la suspensión de la alimentación, pues continuar los cuidados
mínimos no constituía encarnizamiento terapéutico ni se trataba de una enferma terminal.  Lo
que aconteció en la clínica de Udine, en que pasó sus últimos días Eluana, fue un acto de
eutanasia en tanto en cuanto se suspendió un cuidado con la finalidad de provocar la muerte.
Eluana no falleció por su estado sino por la negativa a suministrarle agua y alimentos.
De acuerdo con el imperativo deontológico hay que «intentar la curación o mejoría
del paciente siempre que sea posible», existe la obligación de valorar los medios
terapéuticos, de modo que estos deben corresponderse de forma proporcionada a las
expectativas de mejoría. Pueden darse casos concretos de personas conscientes de su
situación, en las que es difícil para el médico impedir el dolor y para los familiares aliviarlo.
21

Estas son situaciones difíciles de abordar desde un punto de vista ético. Ante este escenario,
cuando el paciente y el médico reconocen que la enfermedad ya es incurable y aceptan su
curso natural, la muerte se prevé inminente e inevitable, se puede en conciencia renunciar a
unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la
existencia, sin interrumpir las curas normales debidas al enfermo en casos similares. No ha de
haber un empeño en alargar la vida a toda costa si para ello se han de aplicar medios
desproporcionados. Esta es una actuación perfectamente ética y profesional, y la asunción de
lo inevitable, sin recurrir a tratamientos inútiles no puede considerarse como eutanasia. Es lo
que hoy se califica como «limitación del esfuerzo terapéutico». Desde luego, siempre será
importante examinar con sinceridad nuestra intención: preguntarnos si lo que buscamos es
«permitir morir» y asumir el curso natural de la enfermedad. Tras este reconocimiento la
opción a seguir debe ser la del apoyo al paciente mediante los llamados «cuidados
paliativos».
En la actualidad en los centros sanitarios de cierta entidad existen unidades
especiales de «cuidados paliativos», en los que participan profesionales de diversas
especialidades que constituyen un equipo para hacer un seguimiento integral del paciente,
mediante el suministro de los cuidados médicos, psicológicos y espirituales, y bajo la óptica
de que la muerte es un proceso natural y el fin irremediable de la vida humana. Se trata de
ofrecer un soporte médico justo al enfermo y a su entorno familiar, eludiendo la eutanasia y
el encarnizamiento terapéutico y proporcionándoles todo lo que sea humanamente posible en
las dimensiones física, psíquica y espiritual. Entre los cuidados médicos se atenderá
especialmente la alimentación, la hidratación, la respiración, la higiene y el suministro de
medicamentos que alivien el dolor, sin pérdida de conciencia o abreviación de la vida. En el
aspecto psicológico es fundamental la comunicación del médico sobre el proceso de la
enfermedad y en su caso el apoyo de un especialista. Finalmente en el aspecto espiritual ha de
atenderse la voluntad del enfermo proporcionándole la presencia de quien el desee le conforte
en el tránsito hacia una muerte inevitable de forma natural y en paz consigo mismo, de
acuerdo con sus creencias religiosas.
Los cuidados paliativos tienen por misión aplicar las curas y tratamientos adecuados
para aliviar los síntomas que provocan sufrimiento y deterioran la calidad de vida del
enfermo en situación terminal. Con este fin se pueden emplear sedantes o analgésicos en la
dosis adecuada, aunque por ello se pudiera ocasionar indirectamente un adelanto del
fallecimiento. El manejo de tratamientos paliativos que puedan acortar la vida está
considerado en la praxis médica moralmente aceptable, siempre que medie un consentimiento
22

explícito, implícito o delegado. Es una actuación perfectamente ética y profesional, y distinta


de la eutanasia, si se utilizan las dosis adecuadas y la intención no es provocar la muerte. La
Organización Médica Colegial aprobó en febrero de 2009 una Declaración sobre «Ética de la
sedación en la agonía», que entre otros puntos señala que «la frontera entre lo que es una
sedación en la agonía y la eutanasia activa se encuentra en los fines primarios de una y otra.
En la sedación se busca conseguir, con la dosis mínima necesaria de fármacos, un nivel de
conciencia en el que el paciente no sufra, ni física, ni emocionalmente, aunque de forma
indirecta pudiera acortar la vida. En la eutanasia se busca deliberadamente la muerte
inmediata. La diferencia es clara si se observa desde la Ética y la Deontología Médica».
Los servicios de cuidados paliativos implican una atención especial al entorno
familiar del enfermo, hasta el punto que se considera al enfermo y su familia conjuntamente,
como la unidad a tratar. De algún modo la experiencia indica que la tranquilidad de la familia
repercute directamente sobre el bienestar del enfermo. Es particularmente significativo sobre
la importancia de los cuidados médicos, psicológicos y espirituales, lo que señala la Guía de
la SECPAL acerca de los últimos días de un enfermo terminal: «No debemos olvidar que el
enfermo, aunque obnubilado, somnoliento o desorientado también tiene percepciones, por lo
que hemos de hablar con él y preguntarle sobre su confort o problemas (¿descansa bien?,
¿tiene alguna duda?, ¿qué cosas le preocupan?) y cuidar mucho la comunicación no verbal
(tacto) dando instrucciones a la familia en este sentido. Se debe instruir a la familia para
que eviten comentarios inapropiados en presencia del paciente. Hay que interesarse por las
necesidades espirituales del enfermo y su familia por si podemos facilitarlas (contactar con
el sacerdote, etc.)».

2.2.4 Las leyes de la eutanasia


En las sociedades de los países más desarrollados parece debilitarse el sentido de la
especial dignidad de la vida humana, habiendo surgido iniciativas legislativas a favor de la
eutanasia, muchas veces disimuladas bajo el eufemismo de «muerte digna». En EE.UU,
matar a un paciente se considera un crimen en los 50 estados, con la única excepción del
estado de Oregón, que en 1994 aprobó una ley de «suicidio asistido». Los primeros países
que despenalizaron la práctica de la eutanasia fueron Australia (1996), Colombia (1997),
China (1998), Holanda (2001), Bélgica (2002) y Suiza (2005). La eutanasia es un delito en
Gran Bretaña aunque la Corte Suprema decidió a finales de 2008 que los responsables
sanitarios deben tener en cuenta el deseo «explicito» de un paciente de no prolongar su vida
si está gravemente enfermo. También el Colegio Médico británico estableció normas más
23

abiertas y hay un creciente movimiento en favor de la «muerte dulce». En Suiza está


permitido por ley el suicidio asistido, sólo en casos de personas conscientes y con una
enfermedad incurable o mortal a corto plazo. Esto se traduce en ofrecer la ayuda exterior
necesaria para facilitar la muerte de quien claramente quiere acabar con su vida pero no tiene
medios para hacerlo. En Alemania, el parlamento sigue siendo mayoritariamente contrario a
la legalización de la eutanasia por los recuerdos que despierta la era del nazismo. Una
asociación fundada en Zúrich en 1998, bajo el amparo de la Ley Suiza, con el sarcástico
nombre de «Dignitas», tiene por divisa «Vivir dignamente, morir dignamente». A este lugar
acuden los alemanes que desean poner fin a sus días con la administración de pentobarbital
sódico, un barbitúrico fuerte que permite al paciente dormir profundamente y morir sin sentir
dolor. Los principales pacientes que acuden a la clínica Dignitas de Zurich son enfermos de
cáncer, casos terminales de Parkinson y esclerosis múltiple. El Gobierno suizo está
estudiando un plan de acción contra este «turismo de la muerte», señalando que podría cerrar
la clínica de la asociación Dignitas ante la excesiva demanda de estos servicios. Finalmente
Italia se mantiene legislativamente contraria a la práctica de la eutanasia. Recordemos de
nuevo el caso de Eluana Englaro. Tan sólo un día después de la muerte de esta joven el
Senado italiano aprobó, con 164 votos a favor, 100 en contra y una abstención, una moción
que obligaba a alimentar e hidratar a las personas que no puedan hacerlo por sí mismas. 
En España, La «Asociación Derecho a Morir Dignamente», legalizada desde
1984, ha promovido desde su creación el discutible derecho de «toda persona a disponer con
libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para
finalizarla, y (a) defender el derecho de los enfermos terminales e irreversibles a, llegado el
momento, morir pacíficamente y sin sufrimientos, si éste es su deseo expreso». En su opinión,
el derecho a la vida lleva aparejado el deber de respetar la vida ajena, pero no el deber de
vivir contra la propia voluntad en condiciones penosas, llegando a afirmar que el Estado debe
proteger la vida, pero no imponer el deber de vivir en todas las circunstancias.  
En España, tras el antecedente de la legislación del aborto en 2010, que nos trajo una
de las leyes más permisivas del mundo, existe una preocupación por parte de amplios
sectores de la sociedad de la promoción de una «Ley de Cuidados Paliativos y Muerte
Digna», cuya elaboración fue anunciada a principios de diciembre de 2010. Aun
desconociendo los contenidos de la Ley en ciernes, parece obvio que se trata de regular sobre
algo innecesario, dada la existencia de las unidades de cuidados paliativos rigurosamente
acordes en su actuación con el Código de Ética médica. Las primeras manifestaciones del
Ministerio de Sanidad señalan que la futura ley aprovechará la experiencia de la Estrategia en
24

Cuidados Paliativos del Sistema Nacional de Salud (SNS), y promoverá que cada individuo
puede decidir libremente sobre su vida, independientemente de las circunstancias de la
enfermedad que la ponga en riesgo. Al mismo tiempo se extiende el temor de que una Ley
como la anunciada se derive hacia situaciones semejantes a las que se están viviendo en los
países bajos y en Suiza. Probablemente, estamos de nuevo ante una Ley radicalmente
individualista y alejada del valor real de la vida humana en sí misma.
Reconocer un derecho a acabar con la propia vida, aun en las circunstancias de una
enfermedad incurable, supone un atentado no solo contra la vida propia, sino contra la vida
humana en general. Es algo que afectaría a toda la sociedad. Tal vez el ejemplo más evidente
es el de la legalización de la eutanasia en Holanda, país pionero en el establecimiento de una
Ley de eutanasia, cuya reforma legislativa se propuso inicialmente con la finalidad de
despenalizar 28 casos de presuntos delitos de eutanasia y terminó convirtiéndose en una ley
que legalizaba el suicidio asistido y la propia eutanasia. La ley holandesa hoy, comprende en
su aplicación no solo a los enfermos en estado terminal, sino a las personas con enfermedades
psíquicas, a las que se encuentran en estado de coma y a los recién nacidos con
malformaciones o enfermedades graves. Una evolución similar se ha seguido en Bélgica y
Suiza. Se ha pasado del pretendido derecho a disponer de la propia vida a un derecho de la
sociedad a disponer de la vida de las demás personas. Una evolución parecida, por cierto, a la
seguida con el aborto en España, que también pasaría de su despenalización en
determinados supuestos de la Ley de 1985, a convertir el aborto en un derecho en la reforma
de 2010.

2.2.5. La bioética personalista y el «testamento vital»


La bioética personalista basa sus propuestas en una buena práctica médica que se
fundamenta en la dignidad del ser humano desde la perspectiva de su consideración de
persona y se rige por los criterios del Juramento Hipocrático, la Declaración de Helsinki de la
Asociación Médica Mundial y la deontología médica, concretada en España en el Código de
Ética de la Organización Médica Colegial.
El profesor Ignacio Sánchez Cámara, señalaba acertadamente que: «La vida humana
siempre es digna, incluida, por supuesto, la de los enfermos incurables o terminales. Incluso
en cierto sentido es aún más merecedora de apoyo y defensa, pues es más débil. (…) Lo que
hay que hacer es abandonar lo que bien podría calificarse como una «cultura de la muerte»,
y valerse del talento humano para combatir las enfermedades y paliar sus efectos. En este
25

sentido mucho es lo que cabe esperar de la ciencia, y, más aún de la generosidad y


solidaridad humanas»
Incluso en la España actual ya se ha legislado sobre la forma de dejar constancia de
las últimas voluntades. El «testamento vital», documento de instrucciones previas o de
voluntades anticipadas, fue regulado por Ley en España en 2002  (Ley 41/2002). Sin duda es
deseable un documento de estas características, que respete la autonomía moral del paciente y
que atienda su deseo de ser tratado de acuerdo con la dignidad que toda persona se merece.
Sin embargo, en tal documento deben incluirse sus últimas voluntades en todas las vertientes,
sin olvidar la espiritual, cosa que habitualmente no sucede en algunos de los textos
propuestos por las asociaciones que defienden el suicidio asistido y la eutanasia y que
contradicen las recomendaciones de la Guía de Cuidados Paliativos de la SECPAL. Ha de
tenerse especial cuidado en respetar la voluntad del paciente, no solo en lo que a los
tratamientos médicos se refiere, sino en lo que demande en relación con su vida espiritual y
sus creencias religiosas. La voluntad de un paciente no puede significar en ningún caso una
acción que adelante o retrase la muerte de forma artificial, o que fuerce a un médico a obrar
en contra de su deontología.
Tras contemplar distintos modelos de «testamento vital», creemos que el más
respetuoso con la dignidad de la vida humana es el que propuso la Conferencia Episcopal
Española en noviembre 2010. Tiene en cuenta todos los aspectos que deben ser contemplados
desde la perspectiva de la bioética personalista. Se trata de un documento que dadas las
circunstancias de las tendencias legislativas en España, además de ser respetuoso con las
creencias espirituales, tiene un carácter preventivo para quien lo firma, en evitación de que
alguien decida por uno mismo o se le induzca a firmar un documento alternativo en el que se
ignoren todos los aspectos que deben ser contemplados. Por ello, quienes profesen la fe
cristiana, en la vertiente social deberían unir sus fuerzas para evitar la implantación de una
Ley como la anunciada y en la personal sería recomendable hiciesen suyo el Testamento
Vital propuesto por la CEE.
Para terminar me gustaría decir que la eutanasia no es un mal sólo por los abusos a
que puede dar lugar. La eutanasia, entendida como el acto deliberado de acabar con la vida de
otra persona, sea a petición propia o por decisión de un tercero, y el suicidio asistido son ética
y moralmente inaceptables. Es por sí misma un abuso que daña moralmente la dignidad de la
vida. La dignidad es inherente a toda vida humana, conlleva el derecho irrenunciable de todos
a la vida, siendo deber inexcusable del Estado el protegerla y cuidarla, incluso cuando la
persona, su titular, parezca no darle valor. No es correcto decir que es ético promover la
26

«buena muerte», o la «muerte digna». Lo ético es defender la vida. Una buena muerte no es
sino aquella que pone fin a una vida buena, pero sin olvidar que toda vida, sin restricción
alguna, por ser vida personal, es digna. La vida humana no tiene valor porque tiene calidad
sino que tiene calidad porque es vida humana.
 

2.3 EL PROBLEMA DE LOS DESHECHOS O BASURAS Y SU IMPLICANCIA DE


LA MORAL DE LA PERSONA.
La basura se ha convertido en un problema serio en el mundo de hoy. De acuerdo
con un informe publicado en Nature journal, el problema de la basura o los desechos sólidos
está asumiendo proporciones terribles en la actualidad. Para fines de este siglo (2100), la
basura se recolectará a razón de 11 millones de toneladas por día en todo el mundo, más de
tres veces la tasa actual. Implica que la generación de basura que ascendió a 3,5 millones de
toneladas por día en 2010 se convertirá en 6 millones de toneladas por día para 2025. En la
actualidad, la población de la India produce alrededor de 62 millones de toneladas de
residuos sólidos anualmente. Fuera de esto, 45 millones de toneladas de la basura no son
tratadas y eliminadas por las agencias cívicas de una manera no científica.
Diariamente, millones de latas de aluminio se consumen y se desechan en cada
rincón del planeta. Solo una pequeña parte de estas latas se recicla de manera adecuada, por
lo tanto, la inmensa mayoría se descompone sobre la naturaleza. La mayor parte de los
ciudadanos que tiran esta lata al suelo no saben que tardará entre 10 y 100 años, dependiendo
del grosor, en descomponerse del todo. Lo mismo pasa con los pañales de los bebes, lo
padres que los dejan tirados en medio del bosque, no tienen ni idea que pasaran 500
años hasta que se haya descompuesto absolutamente. También hay un serio problema con
los cartuchos de las escopetas de caza, cada tiro es un trozo de plástico que dura hasta 450
años. El problema es aún más grave con las pilas, más allá de que el envoltorio metálico de
estas pequeñas puede tardar muchísimo en deshacerse por oxidación natural, el problema más
grave está en que dentro de cada una hay una serie de elementos que al liberarse son
altamente contaminantes.
La falta de una cultura ecológica para dimensionar, no sólo la cantidad de años que
tardará en desintegrarse la basura, sino la gran cantidad de lugares que se verán contaminados
por grandes cantidades de estos residuos crea una verdadera problemática.
El Sociólogo y Consultor asociado en Focus E.C, Ignacio A. García, explica a la
Vanguardia como, poco a poco, va cambiando la visión de los ciudadanos sobre la necesidad
27

de recoger y reciclar los residuos debidamente. Además, de la importancia de seguir


trabajando en la concienciación con proyectos como el de Libera y acciones como ‘1m2 por
la naturaleza’.

2.3.1 ¿Como perciben los ciudadanos la problemática de las basuras?


Los ciudadanos en general perciben que existe un problema con los residuos. Existe
un consenso en torno a la idea de que generamos demasiados y que debemos hacer algo para
reducirlos.
Somos sensibles a las noticias que tiene que ver con, por ejemplo, vertederos
ilegales, descontrolados, peligroso etc. o a las que hablan de  la suciedad del entorno, ya sea
rural o urbano. Este tipo de informaciones generan un alto impacto emocional en la medida
que se percibe que nuestro bienestar o a nuestra salud a corto plazo está en juego.
También reconocemos un problema en cuanto al impacto que tiene el incremento de
residuos para el medioambiente, el cambio climático o la situación de los ecosistemas para
nuestras generaciones futuras. Sin embargo, estos aspectos se perciben como más lejanos,
menos inmediatos y, en consecuencia, el impacto emocional de noticias relacionadas con
estos asuntos, a excepción de en los sectores de la sociedad más sensibilizados, es menor.

2.3.2 ¿Son conscientes de que pueden contribuir a solucionarlo?


Sin duda este ha sido uno de los grandes cambios en los últimos años. Hace tres
generaciones un gran porcentaje de la población vivía en entornos rurales dónde apenas se
producían residuos. En relativamente poco tiempo hemos pasado de una mayoría hogares de
residuo casi cero a una situación en la que cada acto de compra y consumo genera una gran
cantidad de residuos. Nos ha costado años poner conciencia sobre las consecuencias de ese
cambio. Hoy en día, sin embargo, la percepción de que existe un problema es muy elevada.

2.3.3 ¿Los ciudadanos son consientes de la problemática que es la basura?


Desde un punto de vista cualitativo, una reflexión importante es que, pese a que hoy
en día es relativamente sencillo encontrar basura tirada, es muy difícil ver a alguien tirándola.
Eso es un cambio respecto al pasado. Tirar basura al suelo es gesto vergonzante, que
demuestra incivismo. Esta idea está ampliamente extendida, lo que supone un avance
respecto a situaciones del pasado en las que el gesto de tirar algo al suelo era inocuo en
términos simbólicos.
28

2.3.4 ¿Existe el efecto contagio? ¿Cuánta más basura en el suelo, más se permite la gente
ensuciar?
Sí. La idea es que, en un entorno limpio, que aparezca una lata o una botella en el
suelo es difícil. En cambio, cuando hay una lata en el suelo, es mucho más fácil que aparezca
la segunda. Y, si hay dos, muchísimo más fácil que aparezca la tercera.

2.3.5 ¿Cuál es la solución al abandono de basura?


Es interesante trasmitir que, cuando recogemos un residuo del suelo, no sólo estamos
recogiendo ese residuo concreto, estamos seguramente evitando que aparezcan más. Es
importante seguir trabajando para trasladar la idea de que por cada residuo de más que
empezamos a recoger obtenemos grandes beneficios para todos.

3 CONCLUSIÓN
Para cultivar los valores, se requiere la práctica continua de estos en la vida
cotidiana. Independientemente de las situaciones que enfrentemos, se debe practicar y vivir
los valores como la base de la sana convivencia.
Los valores en la vida cotidiana se transmiten gradual y constantemente mediante
una gran cantidad de eventos que suceden a diario, en los cuales todos somos protagónicos, y
en donde se requiere nuestras acciones visibles, como por ejemplo, el observar una dama
detener su vehículo en un solo de tránsito vehicular para salvarle la vida a un perro, ante un
sin números de personas; eso nunca se olvida, esas son las llamadas héroes en silencio,
dignas de admirar, al punto de inspirarnos para hacer el bien por los demás.

4 REFERENCIAS
CONHISREMI, Revista Universitaria de Investigación y Diálogo Académico, Vol. 5, No. 2,
2009. Prof. (MSc.). Dulce Orellana. Instituto Universitario Experimental de Tecnología
“Andrés Eloy Blanco”. Barquisimeto. Venezuela. Disponible en: dulmarore@yahoo.com

pekosmagazine.blogspot. [internet]. La Importancia de los Valores Cívicos en los NIños.


2007 [citado 23 mar 2020]

Mercedes Pabón Ríos. La Práctica de los Valores en la Vida Cotidiana. 2013, Puerto Rico
[citado 23 mar 2020]. Disponible en:
https://distritodocentegurabo.files.wordpress.com/2015/01/stic-2013-06.pdf
29

Nicolás Jouve De La Barreda. Dignidad de la vida y de la muerte, 2011. [citado 23 mar 2020]
Disponible en: https://www.bioeticaweb.com/dignidad-de-la-vida-y-de-la-muerte/

coportal.net [internet]. Problemas de la basura: causas, efectos y soluciones, 2018 [citado 23


mar 2020] Disponible en: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/problemas-de-la-
basura-causas-efectos-y-soluciones/?cn-reloaded=1

Ignacio A. García. Tirar basura al suelo es un gesto vergonzante, que demuestra incivismo,
2017 [citado 23 mar 2020] Disponible en:
https://www.lavanguardia.com/natural/20170606/423226805557/basura-suelo-littering-desechos-
libera-ecoembes.html

También podría gustarte