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ACREDITADA INTERNACIONALMENTE

LICENCIADA POR SUNEDU


UNIVERSIDAD PARADIGMÁTICA

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS,

ADMINISTRATIVAS Y CONTABLES

TEMA: Articulo sobre el pensamiento filosófico de las personas en el aislamiento

social a causa del COVID-19

ASIGNATURA: PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIUDADANÍA

DOCENTE: Mtg. Mabel Meza Vargas

PRESENTADO POR:

● TTICA SOTO MIRIAN KAROL

SEMESTRE: 2021-II
PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE LAS PERSONAS EN EL CONFINAMIENTO A
CAUSA DEL COVID-19

“Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, decía el filósofo español
Ortega y Gasset. Después de muchas semanas confinados en nuestros hogares, la filosofía detrás de
estas palabras se torna fundamental. No tanto por el sentido estricto de sobrevivir a la pandemia,
sino también por el efecto de este nuevo contexto que nos condiciona, que impacta a nuestra salud
mental, a nuestros comportamientos y, a fin de cuentas, a nuestra felicidad. Para Ortega, el grado en
que un acontecimiento nos afecta está condicionado no tanto por lo que sucede, sino por la manera
en la que interpretamos este acontecimiento. Para lograr una interpretación virtuosa del contexto
actual, es fundamental el pensamiento crítico. La universidad, además de ser un espacio de
transmisión de conocimiento, debe ser un espacio de transformación para los jóvenes. Un entorno
donde continúen aprendiendo a pensar, a atreverse a usar su propia razón ( sapere aude ), a
comprender y controlar sus emociones, a interpretar mejor su contexto y actuar en él de manera
ejemplar.

En el camino de la lucha contra la COVID-19, el pensamiento crítico se enfrentará a estos retos:

1. La lucha contra el hiperconsumo experiencial y la drogodependencia emocional

Según el filósofo José Carlos Ruiz , asociamos la felicidad al consumo emocional y no a la razón.
Dado que el consumo material ha sido moralmente bastante criticado, la actual tendencia de la
sociedad nos ha desplazado a un constante consumo experiencial, donde buscamos sensaciones que
nos perturben y que sean capaces de alterar nuestro estado de ánimo (siempre asociado a
emociones positivas). Nos hemos convertido en drogodependientes emocionales. Ante esa
inmersión en la hiperactividad, no es extraño que el primer fin de semana del confinamiento los
grupos de whatsapp se llenaran de decenas de recursos para mantener nuestra diaria dosis de
consumo experiencial (obras de teatro online , conciertos en directo en Instagram, videollamadas,
libros y películas gratuitas, etc…). No es extraño que para gran parte de la sociedad el
confinamiento haya generado emociones de insatisfacción, de angustia y, en muchas ocasiones, de
ansiedad o tristeza, mezclada con un aburrimiento que para algunos resulta insoportable. En 2014,
un estudio publicado en la revista Science liderado por Timothy Wilson reunió a distintos grupos de
personas para que estuvieran solos en un espacio cerrado y sin objetos. Al experimento se le agregó
la posibilidad de que los participantes pudieran ejecutar descargas eléctricas suaves, algo que
aparentemente nadie buscaría hacerse a sí mismo. Un gran porcentaje de personas, al no soportar su
aburrimiento y adicción a la hiperactividad, se aplicó las descargas a partir del sexto minuto. El
estudio sugirió como conclusiones que a casi nadie le gustaba pensar en soledad, que nos cuesta
mantener la mente en calma y que la gente necesita un sentido o propósito ante esas situaciones.

La felicidad actual parece estar estructurada en una especie de lista de tareas pendientes (practicar
el último deporte de moda, usar la última red social de actualidad, comer en el nuevo restaurante,
visitar el país o la ciudad en boga…). Para sobrevivir a esta drogodependencia emocional es
necesario educar personas equilibradas (virtuosas, como definiría Aristóteles), que sean capaces de
comprender y controlar sus emociones y puedan usar el parapeto del tiempo y la distancia. Esto
permite apreciar las cosas buenas que tiene el disponer de más tiempo con nosotros mismos y
disfrutar de las diferentes actividades que nos permiten el contexto actual.No es fácil tarea ya que,
como explicaría Gilles Lipovetsky, nuestra felicidad es paradójica . Ahora podemos tener tiempo
para leer aquellos libros pendientes, para centrarnos más en los estudios, para llamar más a menudo
a la familia, pero a la vez nos angustia no poder viajar, no salir a los restaurantes, no consumir
aquellas ansiadas experiencias. Contradicciones que también tenemos que aprender a vivir como
algo interno y común a nosotros mismos.

2. Discernir las amistades fuertes y verdaderas

Un estudio liderado por Robert Waldinger en la universidad de Harvard trató de contestar a la


pregunta ¿Qué nos hace envejecer con salud y felicidad? El estudio comenzó en 1938 y examinó la
vida de más de 1300 personas durante 80 años, analizando los factores que hicieron que algunas
personas envejecieran felices y con salud y otras terminaran con debilitamiento mental e infelices.
Resultó que no era el dinero, la reputación o la fama, sino la fortaleza de las relaciones con los
amigos, la familia, la comunidad y la pareja lo que hacía tener una vida más feliz y saludable. En
los días más complicados del confinamiento, esas relaciones nos ayudan más que nunca. El
pensamiento crítico es lo que nos permite distinguir las buenas amistades y las relaciones
inteligentes de las que no implican afectos verdaderos. Aristóteles diferenciaba tres tipos de
amistad: una primera utilitaria, donde los amigos tienen una utilidad común y la amistad termina
cuando esa utilidad desaparece; una segunda sobre la diversión, basada en el entretenimiento común
hasta que este existe; y una última sobre la excelencia, una amistad virtuosa que requiere una
atención mutua y que busca la virtud, el éxito y la felicidad del otro. Para Aristóteles, aprender a
distinguir estas amistades era fundamental.
3. Distinguir nuestra circunstancia real de la virtual

Para José Carlos Ruiz, las redes sociales nos permitirán desarrollar nuestro avatar y una nueva
circunstancia virtual. En el mundo real, nosotros y nuestras circunstancias están predefinidas,
mientras que en el mundo virtual elegimos nosotros quién queremos ser, mostramos lo que
queremos enseñar. Nos encontramos con una circunstancia virtual donde muchas personas
aparentan felicidad, sonríen, salen perfectas en los selfies y se mantienen ocupadas en actividades
de manera constante. Dado que el tiempo empleado en internet crece exponencialmente, y más en
cuarentena, esto puede rodearnos de pensamientos dañinos y de ideas insustanciales. El mayor
problema es que no sepamos definir el yo real (circunstancia real) con el yo virtual (circunstancia
virtual). Cuando el yo real se contempla desde las circunstancias virtuales o viceversa, es decir,
cuando comparamos la fortaleza de nuestras amistades con el número de likes que tenemos o
cuando no sabemos valorar nuestras propias realidades, ya que nos comparamos con las
circunstancias virtuales que creemos ver en los avatares virtuales de otras personas, estamos
distorsionando la perspectiva y falsificando las circunstancias.Si no queremos acabar con cuerpos
esculturales pero médicos para luchar contra una sensación de vacío que nos atemoriza, debemos
protegernos con el pensamiento crítico.

4. Regar la felicidad del árbol ante la felicidad del césped

Cuando queremos que una planta dé sus mejores frutos, debemos cuidarla diariamente, cultivarla
poco a poco para que ofrezca esos frutos. Lo mismo sucede con la felicidad y el aprender a pensar.
José Carlos Ruiz lo distingue entre la felicidad del césped y la felicidad del árbol. El césped crece
rápido y es, estéticamente, muy bonito y cómodo. Nos proporciona una recompensa inmediata,
ideal en la sociedad del instante y de la búsqueda de resultados rápidos, de la “turbo temporalidad”.
Sin embargo, el césped se muere pronto y se arranca fácilmente. El árbol necesita que una semilla
plantada tenga tiempo para germinar, necesita de cuidados, de riego y de bastante inversión al
comienzo, sin que se aplique ningún resultado temprano. Sin embargo, con el tiempo, las raíces
crecen y buscan su propio alimento, el árbol crece y resiste los cambios meteorológicos, e incluso
da sombra y refugio a quien lo necesita. Aprender a pensar, el desarrollo del pensamiento crítico,
los comportamientos virtuosos o el cuidado de las verdaderas amistades requiere tiempo, atención y
cuidado. Requiere asumir responsabilidades. La felicidad del árbol nos permitirá salir adelante de
esta pandemia con mayor resiliencia. Pocas veces aprender a pensar fue tan importante para nuestra
felicidad como lo es en estos tiempos. El confinamiento ha afectado a algunas personas de tal forma
que están sufriendo lo que los psicólogos denominan el síndrome de la cabaña: ahora que pueden
salir a la calle tienen miedo, y se muestran remisos a hacerlo. Hay gente que se ve paralizada por la
incertidumbre, pero como opina la filósofa Victoria Camps puede tener su vertiente positiva, ya que
“nos obliga a pensar”. También cree que el confinamiento nos ha hecho sopesar mejor cuáles son
nuestras verdaderas necesidades y valorar como se merecen a trabajadores de sectores esenciales
que han estado en primera línea en todo momento.

No piensa, Victoria Camps, que la crisis que hemos vivido nos vaya a cambiar demasiado y aunque
reconoce que de toda crisis puede surgir una oportunidad, también tiene claro que hay que tener la
voluntad de querer aprovecharla, y que nuestra experiencia es que de pasadas crisis hemos salido
con aumentos de la desigualdad.

El filósofo alemán Markus Gabriel cree que la crisis que ha provocado el SARS-CoV-2 es tan solo
la primera de muchas, de las cuales la más grave será la ecológica. El sí piensa que saldremos de la
pandemia siendo una sociedad más moral, y estima que esto nos puede servir como preparación
para afrontar una crisis climática que, por fuerza, hará que pasemos una página: la de la
globalización y el neoliberalismo. En efecto, la pandemia COVID-19 produce no solo un impacto
en la salud y la vida, sino que pone en cuestión el tenso límite entre el bienestar general y los
derechos individuales, las diversas formas en que puede verse afectado el orden democrático y, de
modo concomitante, nuestras concepciones sobre la justicia, la igualdad, y la libertad, entre muchos
otros tópicos, que van más allá de la “tiranía de lo urgente” y que nos invitan a pensar, desde la
filosofía, en cuestiones estructurales. En este sentido, el contexto de la crisis sanitaria, económica y
humanitaria suscitada por la actual pandemia viene propiciando diversas reflexiones de mujeres
filósofas, que contribuyen a un debate polifónico acerca de -por ejemplo- las políticas del cuidado,
el aislamiento social y la violencia de género, la exacerbación de las desigualdades, la cianofobia y
el futuro que le espera a nuestras sociedades después del coronavirus.
CONCLUSIÓN

No obstante, el COVID 19 parece desbordar cualquier capacidad de análisis, de planeación y


previsión; incluso de las ciencias más duras. En este caso, la vieja naturaleza, escurridiza e
inaprensible, nos recuerda con un pequeño sacudón nuestra vulnerabilidad. Estamos frente a una
situación que va adverso no nos debe llevar a la parálisis nerviosa o a la para único del
pensamiento. La pandemia , como cualquier situación límite, nos obliga a pensar no solo en el virus,
también nos empuja a interpretar todo el contexto alrededor, establecer relaciones no obvias y pone
en duda los valores sobre los que hemos levantado la frágil civilización humana, De hecho, por la
situación misma varios ideales que han sostenido nuestra economía, nuestras instituciones políticas,
nuestra relaciones globales, etc., parece tambalear.

Quizá sea un buen momento para filosofar y, a pesar de la obsesión con la precisión, hasta
equivocarse en diagnósticos. Afortunadamente, para tranquilidad de la humanidad y descontento de
Platón, los filósofos no tienen muchas incidencia en las decisiones que atañen a la economía, la
soberanía nacional, la salud pública y en general, la administración de la vida. por todo esto, y
también por preocuparse en tiempos de cuarentena, propongo revisar qué han dicho algunos
filósofos sobre el caso límite Covid-19. Giorgio Agamben, filósofo italiano, su postura es tajante ¿,
se está sobredimensionando una gripe más y con el despliegue mediático se logrará una situación de
pánico generalizado; una modalidad de estado de excepción que avalará la intervención militar,
cierre de fronteras y toda una serie de medidas económicas de emergencia.

En el contexto actual, es necesario preguntarnos si podemos pensar lo sanitario y lo económico


como si fueran esferas autónomas, o si no son ambas siempre tributarias de un dispositivo político.
La palabra pandemia significa que la epidemia se ha globalizado. Formula el problema del mundo
que es la condición de posibilidad de toda acción que supere al individuo, es decir, de la política. En
esta misma dirección, la filosofía nos puede ayudar a desplazarnos de los enfoques binarios, tal
como el que opone lo económico a lo sanitario, a fin de determinar qué opciones garantizarían
menos muertes. Este tipo de enfoque meramente calculador pierde de vista los dispositivos políticos
dentro de los cuales vivimos y morimos. Finalmente, para pensar las opciones políticas hacia las
cuales nos encaminamos, corresponde preguntarnos si la vida y la muerte pueden ser pensados de
manera autónoma, como valores sagrados o como meros objetos de la ciencia, o si no son
indisociables de los marcos culturales que conforman nuestro mundo.

Para saber más de ello pueden visitar:


https://www.mapfre.com/actualidad/transformacion/filosofia-coronavirus-mundo/
https://www.explora.cl/blog/que-tiene-que-decir-la-filosofia-sobre-la-crisis-del-coronavirus/
https://www.gaceta.unam.mx/la-filosofia-en-tiempos-de-covid-19/

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