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MODERNISMO Y ’98:

UNA MISMA GENERACIÓN CRONOLÓGICA, DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA


Situación histórica en España
En España, al igual que en el resto de Europa, se produce una consolidación del capitalismo como sistema
económico, sustentado en una doctrina liberal. Igualmente se completa el proceso de industrialización en la
periferia, que coexiste con una España agrícola en el interior. A esto se añade la pérdida del Imperio Colonial
(independencia Puerto Rico, Cuba y Filipinas en 1898), lo que lleva a la reestructuración del comercio y una crisis
económica que llega incluso a crear bolsas de mendicidad en las grandes ciudades, amén de una crisis social y
cultural que condujo al cuestionamiento y búsqueda de la identidad del país. Una burguesía oligárquica se instala
en el poder político durante la Restauración, siendo dos los partidos políticos que se turnan el poder en el
parlamento: liberales y conservadores. Por otro lado, se afianza como nueva clase social la clase obrera, que
aportará un impulso revolucionario como consecuencia de un descontento social (Revolución La Gloriosa, 1868;
Semana Trágica, 1909) Ante esta situación social surge la necesidad, por un lado de una “regeneración” de España
(Regeneracionismo), y por otro la de “europeizar” España (Internacionalismo) Toda esta tensión social
desembocará en futuros enfrentamientos bélicos (Dictadura de Primo de Rivera, Guerra Civil).

Fundamentos filosóficos
Las corrientes racionalistas y materialistas, que en la segunda mitad del s. XIX llevaron al triunfo del
Positivismo, tienen ahora su continuación con el Marxismo, que sustentará las nuevas formas de pensamiento
político anarquista y socialista y, más tarde, comunista. Frente a las corrientes racionalistas aparecerán las
tendencias denominadas “irracionales”, que se distinguen de las anteriores en considerar que la realidad no está
compuesta únicamente por el mundo material, sino también por fuerzas ocultas a nuestro sentidos, como, por
ejemplo, el “impulso vital” , lo irracional, el nihilismo,…(teorías de Nietzsche, Kierkegaard, Schopenhauer y
Bergson); sobre las que, a principio de s. XX, dará un paso más Freud, con su descubrimiento del subconsciente y
que tendrán también una continuidad en la segunda mitad del s. XX con el Existencialismo. En España hay que
destacar también la influencia del Krausismo, doctrina filosófica importada de Alemania en la segunda mitad de
siglo, que consiste en una mezcla entre Idealismo (Deísmo) y Positivismo, que seguirá teniendo una gran
importancia en el pensamiento político (p. e. en el Regeneracionismo y entre los grupos liberales), y que se extiende
a través de las instituciones educativas progresistas (Institución Libre de Enseñanza).
Este período va a ser el de la denominada “crisis de la conciencia europea de fin de siglo”: una crisis ideológica,
estética y cultural consecuencia de una crítica a las aspiraciones burguesas, al materialismo y al utilitarismo en el
que se ve sumida la sociedad. Aparecerá un espíritu de rebeldía antiburguesa que luchará contra la vulgaridad y la
masificación y que buscará unas nuevas raíces en lo primitivo (la intrahistoria, los orígenes no mancillados por la
civilización) o en lo moderno (Europa). Por ello se tildará a los artistas de bohemios, de personas que se apartan de
las convenciones sociales. Igualmente, en ese rechazo de la vulgaridad, aparece el gusto por lo exótico, que
lograrán viajando a otras civilizaciones y épocas (civilizaciones orientales, Edad Media) . Unido a ello surge el
cosmopolitismo, entendido como el afán por viajar y conocer nuevas culturas, siendo París el destino de todo
artista de la época que se precie.

Una nueva visión del mundo y del arte


Esta nueva actitud vital demanda una renovación ética y estética. La “crisis finisecular”, que provoca un
desarraigo existencial, lleva a una nueva búsqueda de la belleza para cambiar (en algunos casos incluso huir) de la
realidad cotidiana. Se quiere inundar el mundo de arte para cambiar al individuo y, con ello, cambiar el mundo.
El arte deja de ser imitación (“mímesis”), oponiéndose así a las premisas de Realismo y el Naturalismo. El arte
deberá ser “expresión” de una belleza que se encuentra más allá de la realidad material. El artista creará, por tanto,
la obra de arte como un objeto independiente de la realidad, con el que buscará “turbar las conciencias”, “remover
los espíritus”. Se busca crear un arte de “nuestra civilización”, dicen los creadores, y formar a un público que, de
por sí, no deja que le hagan sentir o pensar y que, por lo tanto, no tiene voluntad para la obra de arte.
Para ello, los modernistas toman como influencias movimientos anteriores, a los cuales unen rasgos propios:
• Este arte nuevo recoge la herencia del Romanticismo en cuanto a la reincorporación del sujeto y la rebeldía
contra la sociedad. La subjetividad, los sentimientos pasan a un primer plano, junto a las sensaciones y a las
experiencias. En concreto rescatan a Bécquer por su capacidad de sugerencia e intimismo, pero también por su
fusión entre lo culto y lo popular. Otros románticos como Espronceda, Zorrilla o Rosalía de Castro también
dejaron su huella (innovaciones métricas, musicalidad y colorido…).
• Del Parnasianismo francés toman su lema “el arte por el arte”, reafirmando su carácter embellecedor por
encima de su posible utilitarismo; de ahí su anhelo de perfección formal y gusto por temas clásicos (mitología
grecolatina). Además este movimiento buscaban fusionar los distintos artes (poema=escultura+música).
• En cuanto al Simbolismo, movimiento que surgió del Parnasianismo, pero eliminando su frialdad y
academicismo, aporta el uso del símbolo. Con esta figura el poeta pretende crear imágenes físicas que sugieren
la realidad suprarracional que no se puede captar (ideas, sentimientos, obsesiones…),
• La crisis finisecular hizo que apareciera el Decadentismo, corriente que se siente atraída por lo oscuro,
enfermizo, voluptuoso y morboso (La carne, la muerte y el diablo). Los decadentes gustan de lo artificial, son
grandes reivindicadores de los paraísos artificiales.
En este aspecto, los “noventayochistas” se inclinarán por la vuelta a un lenguaje sencillo, primitivo (arcaísmos,
formas dialectales,…), pero, a la vez sensual o plástico, que se aplicará de forma yuxtapuesta y fragmentaria
(como aplicarían la pintura en sus cuadros, los impresionistas); mientras que los “modernistas” buscarán nuevas
formas que acercarán la literatura a la música (“de la musique avant toute chose”, como diría Verlaine), y términos
con gran poder evocador (uso del símbolo como figura literaria básica).

Temas
En cuanto a los temas, podemos partir de un núcleo central que es el enfrentamiento entre el individuo y la
sociedad: visto por los “modernistas” de un modo más individual e intimista, como expresión de un desajuste con
la realidad (desarraigo existencial), que se desgrana en subtemas de valor universal: la angustia, el hastío vital
(abulia), el desamor,…; o visto desde un punto de vista más social y político por los “noventayochistas”, dando
lugar a una temática más históricamente contextualizada, que aborda problemas morales, sociales, actitudes
políticas,…
De este núcleo central se derivan otros dos temas básicos: la relación entre la tradición y la modernidad (que
incluiría la relación entre España y Europa); y la relación del hombre con la naturaleza, vista como el espacio no
mancillado por la civilización y en el que es posible descubrir todavía las esencias, o los indicios de un mundo ideal,
que está mas allá de la materialidad.
Se introduce un aspecto fundamental que es el factor temporal: el tiempo vital, y con ello la percepción individual
que se tiene y el tiempo histórico-social que nos rodea.
Todo ello cristalizará en dos configuraciones literarias complementarias: la búsqueda de un mundo “ideal nuevo”
(“modernista”) y la búsqueda de un cambio social más inmediato (“noventayochismo”).

Géneros
La preferencia genérica se inclinará, en el caso de la tendencia noventayochista, hacia la novela y el ensayo; y en la
modernista por la poesía o la prosa poética.

La lírica: Lenguaje y estilo


El lenguaje busca transmitir emociones sensoriales. Todos los temas que se tocan: la mujer, la naturaleza, una
melodía, se convierten en un goce y disfrute para los sentidos. Para ello intentan manejar de manera magnífica el
idioma, buscando grandes efectos y además el sentido de lo delicado para expresar intimidad. Un ejemplo claro lo
tenemos en el manejo del color, de los efectos sonoros, jugando con la musicalidad de las palabras, y por supuesto
de recursos estilísticos como la aliteración, sinestesia, cultismos, símbolos, imágenes,… Igualmente el léxico
embellece el poema, y se añaden cultismos, neologismos palabras con un marcado carácter exótico, y
evidentemente la adjetivación es determinante en este movimiento.
Por lo tanto el poeta intenta que su poema sea una especie de unión de distintas artes en una sola: la música a
través de la sonoridad del verso, la plasticidad pictórica a través de las sinestesias y adjetivación, la perfección
calculada de la escultura a través de la métrica exacta, todas ellas unidas en esa búsqueda de la lo absoluto, de la
armonía.

Métrica
Sin duda el Modernismo supuso en la poesía hispánica una gran revolución en cuanto a métrica se refiere, ya que
por sus ansias de búsqueda y experimentación, no tuvieron ningún reparo en usar metros que hasta entonces
apenas había tenido representación en la lírica hispana. El verso preferido es, sin duda, el alejandrino, con ritmos
muy marcados. Otros versos como el dodecasílabo, y eneasílabo también aparecen frecuentemente. Y por
supuesto, la experimentación con la métrica hace también que se enriquezca el repertorio de tipos de estrofas, con
especial interés del resurgimiento del soneto, y de las variantes que con él realizaron.
La novela
Estos son los rasgos característicos de la novela del ’98:
• La novela como género absoluto (“la novela, hoy por hoy, es un género multiforme [...], lo abarca todo: el libro
filosófico, el libro psicológico, la aventura, la utopía, lo épico; todo absolutamente”, Pío Baroja)
• Aparece un mayor interés por el héroe que por la acción: la novela se centra en el mundo interior del héroe, por
lo que la acción se sustituye por la percepción, y la realidad externa se diluye en favor del retrato interior del
personaje, que se manifiesta como un yo lírico en largas conversaciones y discusiones. Esta característica está
íntimamente unida a la dramatización (uso del diálogo) en la novela, que ya había sido practicada por Galdós, y
que toma protagonismo en las primeras décadas del siglo XX. Por medio de esta estructura, el narrador se
diluye y los personajes hablan por sí mismos (se ha producido el descrédito del narrador omnisciente).
• El fragmentarismo: la narración suele fragmentarse en estampas debido a las percepciones del protagonista. La
fragmentación, la elipsis, la vaguedad, los saltos temporales y la evocación contribuyen a la indeterminación de
los hechos narrados. El tratamiento del tiempo es absolutamente innovador: ya no importa solo el tiempo
cronológico, sino cómo lo sienten los personajes (tempo).
• Renovación consciente del estilo narrativo: el más innovador en lo externo fue Azorín, con su predilección por el
párrafo cortado y las oraciones breves, enumerativas, puestas una a continuación de la otra. El estilo de
Unamuno es radicalmente diferente. En realidad, Unamuno parece un escritor rezagado del siglo XIX, aunque
su prosa rompa por su desnudez con los escritores anteriores. Más moderno es Pío Baroja, con su estilo algo
bronco, directo, espontáneo y eficaz. En todo caso todos ellos prefieren la claridad y la recuperación de voces
tradicionales, lo cual caracteriza su novela como antirretórica, natural, precisa y de fácil acceso para todos, sin
que por ello pierdan la búsqueda de la plasticidad, típica del Modernismo.
• El tema de España les llega directamente, sienten un deseo de estudiar la sociedad y reformarla, preocupados
sobre todo por la abulia, pasividad e ignorancia finisecuales. Se interesan además en todos sus aspectos:
pueblos, costumbres, personas. Con estos escritores entran en la literatura los temas sencillos y los tipos
corrientes, para colocarlos en su marco, para señalar su importancia y darles el protagonismo perdido
(Intrahistoria)
• Importancia del paisaje: el paisaje se convierte en tema literario. Casi todos los autores (Azorín, Unamuno,
Baroja) escribieron libros de viajes, especialmente para describir el paisaje castellano, aunque también aparecen
otras regiones españolas. Castilla toma protagonismo porque es en sus paisajes donde buscan el alma perdida
de España, dado que es la cuna de la lengua y la cultura peninsular. Con ellos se establece una identificación
España-Castilla. La diferencia con respecto a los paisajistas decimonónicos como Pereda y Alarcón estriba en
que estos simplemente describen la escena, mientras que los escritores del ‘98 la meditan. Para los primeros, lo
que vale es lo pintoresco; para los otros, lo simbólico, lo evocador.

Autores
Los autores, en función de sus trayectorias vitales e ideológicas, variarán o no qué quieren decir y cómo quieren
decirlo. Así los hay que se mantendrán siempre dentro de una misma tendencia: Baroja, Unamuno, Azorín o el
ensayista Ramiro de Maeztu más “noventayochistas”, o Manuel Machado, más “modernista”; otros que
evolucionarán: Juan Ramón Jiménez yendo de un “modernismo” a una poesía pura que lo sitúa ya en el
Novecentismo; Antonio Machado pasando de un “modernismo” intimista a un “noventayochismo”; Valle-Inclán
iniciando su andadura dentro de la prosa poética modernista para pasar a la creación del esperpento que lo vincula
claramente con el Expresionismo, uno de los primeros Movimientos de Vanguardia europeos.

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