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TRIBILITÍN - Página 2/3

De pronto, oyó una voz junto a ella:

-¿Por qué lloras así, hermosa joven? -decía-. ¿Qué te tiene tan preocupada?

Era un gracioso enanito de larga barba. Llevaba un picudo gorro rojo, y unos
zuequitos de madera tallada ricamente.

-Mi padre le ha dicho al Rey que cuando hilo todo lo convierto en oro, y el Rey
espera que transforme este montón de paja en el precioso metal.

-¡No te preocupes por eso! -dijo el enanito-. Yo puedo hacer lo que dices, pero
¿qué me darás a cambio?

-¡Te daré este collar de perlas! -dijo la niña.

El enano se puso a hilar con la paja, y la volvió oro del más puro. Luego tomó el
collar de perlas, dio un saltito en el aire y desapareció.

Cuando a la mañana siguiente el Rey vio aquella riqueza se quedó casi sin habla.
Invitó a la niña a una rica comida y la trató con mucha delicadeza. Pero, por la
tarde, la condujo a un cuarto muy grande, en el que había un montón de paja mucho
mayor que el anterior, y le dijo:

-Te ruego que hagas lo mismo con toda esta paja.

-¡Pero majestad , yo...!

-replicó la niña.

-¡Si no lo haces, te mandaré encerrar! -dijo el Rey.

La niña, una vez sola, se echó a llorar.

-¿Quién me ayudará ahora? ¡Oh, Dios mío, no quiero pasar el resto de mi vida en un
calabozo!

Nuevamente apareció ante ella el enanito.

-¿Por qué razón lloras así, hermosa joven?

-El Rey quiere que transforme toda esta paja en oro, y no sé cómo hacerlo.

-No te preocupes, yo lo haré por ti -dijo el enanito-, pero, ¿qué me darás a


cambio?

-Te daré este precioso anillo -le dijo la niña.

El enano se puso a la tarea, y a la media noche había hilado y convertido en oro


toda la paja. Tomó el anillo de la mano de la niña, dio un salto y desapareció en
el aire.

El Rey, al día siguiente, no cabía en sí de gozo. Agasajó y honró a la niña durante


todo el día, y ofreció bailes en su honor. Pero al atardecer, la llevó a un cuarto
más lujoso que los anteriores, en el que había también una rueca y un montón de
paja inmenso.
-Este es el último favor que te pido -le dijo el Rey-. Convierte toda esta paja en
oro, te lo ruego.

Pero si te niegas, te encerraré.

La niña, ante toda aquella paja, lloraba amargamente. Volvió a aparecer ante ella
el enanito.

-¿Por qué lloras ahora, hermosa joven?

-El Rey quiere que transforme todo este montón de paja en oro. ¡No sé hacerlo!

-No te apures, yo lo haré por ti -contestó el enano-, pero, ¿qué me darás a cambio?

-Ya no me queda nada que darte -exclamó la niña, y volvió a llorar.

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