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diferencia de los objetos o nombres que son semánticamente saturados. Una función nos
otorga un valor, si y solo si, le es añadida un argumento, el cual no es una parte de la
función. La función junto con un determinado argumento conforma un todo completo,
una expresión semánticamente saturada. Para que una función este definida esta nos
debe entregar valores determinados para cada argumento posible. Debido a la esencia
insaturada de las funciones no nos podemos referir a estas directamente en el lenguaje
natural o formal. Si tenemos las expresiones; “2 · 4 + 6”, “2 · 5 + 6”, “2 · 6 + 6”, la función
sería el patrón común que se encuentra en ellas. Sin embargo, para representar este
patrón común solemos usar expresiones como “2 · x + 6” o “2 · ( ) + 6”, pero estos signos
siempre se referirán indirectamente a las funciones, ya que en el lenguaje natural no hay
signos semánticamente incompletos. Nos dicen que un número cierto número
indeterminado puede ir en ese espacio como argumento. Las funciones no son solo
matemáticas sino también lingüísticas. Por ejemplo, la función “la capital de ___” puede
tomar como argumento “Chile” y dará como valor “Santiago”. Las funciones se clasifican
en las de primer y segundo orden. Las primeras toman como argumentos nombres (que
denotan objetos), es decir, expresiones semánticamente saturadas, mientras que las
segundas toman como argumento otras funciones, es decir, entra como argumento una
expresión semánticamente insaturada. Ambos tipos de función son muy distintos.
Argumento: Este es independiente a la función, pero junto con ella nos entrega un todo
completo y un determinado valor. Toda proposición se puede descomponer en función y
argumento. Un argumento puede ser un nombre u objeto, pero también una función.
Cuando una función entra como argumento tenemos una función de segundo orden. Cabe
destacar que cuando una función entra como argumento esta sigue siendo una expresión
semánticamente insaturada. Cada argumento debe dar un determinado valor para la
función en la que entre.
Valor: Cuando ya se tiene una expresión completa, es decir, una función con un
determinado argumento, esta nos entrega un valor. En la expresión 2x + 4 = y , “y es el
valor cierta función para x como argumento” (Kenny) . Los valores pueden ser nombres u
objetos. También existen los valores de verdad, los cuales también son objetos y todas las
proposiciones que nos den un valor de verdad tienen como referencia lo Verdadero o lo
Falso. Por ejemplo; si tenemos la función 3x = 3 y ponemos como argumento el número 1,
esta expresión nos va a dar el valor de verdad verdadero puesto que la ecuación refiere al
mismo número en ambos lados. Cabe aclarar que la referencia de esta ecuación no es el
número 3 si no el valor de verdad verdadero (la Verdadero). Todas las relaciones, es decir,
funciones de primer orden con dos argumentos, entregan un valor de verdad. Un ejemplo
de una expresión lingüística que da como valor un valor de verdad sería; Para la función
“( ) es un número primo” y el argumento 6, este dará el valor de verdad falso puesto que 6
no es un número primo y su referencia sería lo Falso. Todas las expresiones que den un
valor de verdad falso tienen la misma referencia.
Objeto: Para Frege un objeto es todo lo que no es una función. La expresión de un objeto
es semánticamente saturada. Los signos semánticamente completos representan objetos
y a su vez los objetos son la referencia de nombres propios. Todo objeto puede entrar
como argumento en funciones de primer orden. Los objetos pueden caer dentro de
conceptos. Por ejemplo; en el concepto “( ) es una marca de autos” cabe “Toyota”, ya que
si “Toyota” entra como argumento en este concepto, la proposición nos entrega un valor
de verdad verdadero. Si se pusiera “Nike” en lugar de “Toyota” como argumento, la
proposición resultante nos daría un valor de verdad falso, por lo que el nombre “Nike” no
cabe dentro del concepto “( ) es una marca de autos”.
Curso de valores: El curso de valores de una función son todos lo valores que la función
entrega una vez es rellenada con un determinado argumento. Es un conjunto de pares
ordenados donde todo x tiene un valor y. El curso de valores implica la forma en la que
están pareados los argumentos con los valores, es decir, no es solamente el conjunto de
valores y que da la función. El conjunto de valores es todos los y, en cambio, el curso de
valores es cada x con su respectivo y. Frege afirma que los cursos de valores son objetos,
son semánticamente completos y no son una función. Si queremos encontrar la igualdad
entre dos funciones tenemos que comprar su curso de valores, puesto que su naturaleza
insaturada no nos permite comprarlas.
Concepto: Un concepto es un tipo de función que solo puede dar un valor de verdad
cuando es rellenado con un determinado argumento. Al igual que las funciones los
conceptos pueden ser de primer y segundo orden. Los de primer orden toman como
argumento un objeto, mientras que los segundo toman como argumento otros conceptos.
Ambos tipos son muy distintos. El concepto es por naturaleza predicativo, es decir, un
posible predicado de un objeto “Un concepto para es para mí un posible predicado de un
contenido judicable singular; un objeto es un posible objeto del mismo”(Frege) En la
definición de objeto entregué un ejemplo que aclara esto. Frege afirma que un concepto
es la referencia de un predicado, no el predicado mismo y que un nombre nunca será
predicativo.
Para comprender este error que ocurre en el lenguaje natural es necesario entender la
naturaleza predicativa de los conceptos. Un concepto es predicativo en el sentido que es
la referencia de un predicado, es semánticamente incompleto y puede predicarse de un
sujeto gramatical. Por otro lado, están los objetos (nombres propios) que son
esencialmente signos o expresiones semánticamente completas, estos no pueden ser
predicados en ningún tipo de expresión. El error radica en que en el lenguaje natural no
existen los signos o expresiones semánticamente incompletas (insaturadas), por lo que
para referirnos a ellas debemos hacerlo de manera indirecta, un concepto en sí nunca
podría ser referencia de un sujeto gramatical. Es por esto que para referirnos al concepto
“caballo” debemos convertirlo en el objeto “el concepto caballo” (nombre propio, sujeto
gramatical), ya que esta si es una expresión semánticamente completa. Es imposible que
un concepto en cuanto concepto, de naturaleza predicativa, sea la referencia de un sujeto
gramatical, por lo que es imposible referirnos a este sin antes transformarlo en un objeto
(nombre propio que es el sujeto gramatical).
Al decir, “el concepto caballo es un objeto” nos estamos refiriendo a un objeto, ya que
usamos la expresión “el concepto caballo” como un nombre propio del que se predica “es
un objeto”. Por lo tanto, la referencia de la expresión “el concepto caballo” deja de ser un
concepto y pasa a ser un objeto (semánticamente saturado), perdiendo así su naturaleza
predicativa para que podamos predicar algo de este. Sin embargo, lógicamente hablando,
un concepto nunca pierde su naturaleza predicativa, puesto que siempre será una
expresión insaturada, el hecho de que se transforme en un sujeto gramatical (objeto) es
solo para adaptarlo al lenguaje natural, y esto no tiene implicancias lógicas en cuanto a las
propiedades de los conceptos. Resulta entonces que la nunca hubo una paradoja en la
expresión “el concepto caballo es un objeto” puesto que es necesario convertir a un
concepto en una expresión semánticamente saturada para poder predicar algo de este.
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Ahora surge la pregunta si las relaciones de identidad son relaciones entre los objetos
mismos o los signos (expresiones) que representan a los objetos. Si fuera una mera
comparación entre objetos, las expresiones “a = a” y “a = b” no se diferenciarían una de la
otra, por lo que sería imposible establecer cual es su diferencia semántica y estatus
epistémico. Ahora bien, queda la posibilidad de que las relaciones de identidad sean entre
los signos que representan a un determinado objeto. Si este fuera el caso las relaciones de
identidad no nos permitirían ir más allá del mero análisis del lenguaje, puesto a que los
signos que designamos para representar objetos son una convención lingüística que no
requiere de la experiencia sensible. Por ende, las relaciones de identidad no nos
entregarían conocimiento del mundo sensible. Si bien es cierto que un objeto puede ser
denotado de maneras distintas (distintos signos), las relaciones de identidad no se
reducen solo al análisis de signos, ya que implican hechos factuales.