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BREVÍSIMO ENSAYO SOBRE LA BIBLIA Y LA VERDAD

El libro más traducido y más leido de todos los tiempos es la Biblia, que
comenzó siendo un compendio de documentos independientes escritos en arameo y
hebreo que juntos dieron paso al Tanaj o Antiguo Testamento. A continuación de
diferentes fuentes se añadieron más documentos: Libro de los jueces, Pentateuco, etc. y
todos juntos formaron el libro completo separado en dos secciones, Antiguo y Nuevo
Testamento. Éste último solo está reconocido por los católicos y en parte por los
protestantes y calvinistas. El libro sagrado tal como lo conocemos hoy comenzó su
vigencia en el siglo IV d.C. en Roma ya con el latín como lengua oficial. Por lo tanto no
es descabellado pensar que los textos sagrados fuesen traducidos del hebreo, arameo y
griego al latín como efectivamente así fue.
¿Qué grado de conocimientos etimológicos pudiesen tener los traductores de las
primeras Biblias al latín ya completamente impregnados en melaza dogmática?.
Dejando a un lado las travesuras del diablo menor Titivilo que no nos llevaría a ningún
puerto de recia naturaleza, cabe preguntarnos el significado de la palabra “verdad” en
cada uno de estos idiomas, es decir, griego, latín y hebreo: alétheia, veritas y emunah.
El término helénico alétheia significa lo que no está oculto, sino en estado de patentia,
desvelado o descubierto. Inadvertidamente se nos viene a la cabeza la famosa “verdad
revelada” tan usada en teología. Veritas, palabra latina, en cambio apunta al rigor y a la
exactitud en el decir en el sentido narrativo; el matiz de la palabra castellana veracidad.
Por último, el hebreo emunah – de la misma raíz que amén -, encierra una verdad en el
sentido de la confianza; Dios es ante todo el que cumple lo que promete, en alguien que
se puede confiar. Como vemos estos tres términos son radicalmente distintos y solo han
conseguido converger después de cientos de siglos una vez traducidos al castellano
mediante el término “verdad”. Lo mismo ocurre con el resto de lenguas europeas
modernas. Por si la cosa no fuese lo suficientemente confusa, entra el juego también la
variable tiempo. Alétheia hace referencia a las cosas que son en este momento, en el
presente y de vigencia permanente: la ciencia. En cambio la veracidad o veritas implica
un tiempo pasado, lo que fue y ya no volverá: la historia. Por último emunah apunta al
futuro, a lo que será o está por venir: la profecía.
¿Cómo puede ser posible una traducción fiel de la Biblia teniendo en cuenta que
se ha traducido entre idiomas tan radicalmente distintos e incompatibles entre si?.
¿Hasta que punto ha podido influir la superstición y la situación en épocas tan oscuras
como las que estamos hablando?. Ironizaba Cervantes a través de su famoso alter ego
disfrazado de caballero andante que por mucho cuidado que pongan los traductores y
habilidad que muestren en su obra, jamás llegarán al punto que ésta tiene en su primer
nacimiento. No podemos llegar a un punto en común entre la verdad de las cosas y la
verdad del decir.
Pero aun se puede dar una nueva vuelta de tuerca a la situación, en la que
evidentemente no sabemos a qué atenernos. El término alétheia también significa
Apocalipsis, casualmente igual que el último libro del Nuevo Testamento. Llegados a
este punto no puedo evitar la siguiente pregunta: ¿Se referirá la Biblia cuando habla del
Apocalipsis al descubrimiento de la verdad mediante técnicas no mancilladas por la
mancha dogmática y por lo tanto el descubrimiento de las mentiras que ha encerrado
durante tantos años?.
Como decía Ortega y Gasset, yo solo ofrezco posibles maneras nuevas de mirar
las cosas.
PD: según San Agustín Dios creó el infierno para los que practican este tipo de
meditaciones; yo prefiero pensar que en realidad lo preparó para los que anegadamente
creen la palabra de los mentirosos.

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