Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
UTILITARISMO Y LIBERALISMO EN
STUART MILL.
El criterio utilitarista
fundamental para justificar la
adhesión o el rechazo a un
determinado comportamiento
moral es la cantidad de felicidad
conseguida por el sujeto y por la
mayor cantidad de gente posible.
Se puede diferenciar el
utilitarismo de las acciones del
utilitarismo de las normas. El
primero sería más propio de
Bentham, el segundo de Stuart
Mill. Para este último, el criterio
de la utilidad debe ser aplicado a
las normas morales más que a
las acciones; lo cual le aproxima
a la idea kantiana del deber
respecto del cumplimiento de las normas morales. De hecho el
utilitarismo de las acciones justificaría el incumplimiento de las normas
si con ello se consiguiera una mayor felicidad.
El utilitarismo de Stuart Mill aceptaría la existencia de una naturaleza
humana, basada principalmente en su carácter social, y en los
sentimientos que éste conlleva, tal como la simpatía, la compasión o la
solidaridad. Esto no significa que las acciones o sentimientos morales
sean innatos o se basen en a-prioris; pero esto no quiere decir que no
sean naturales. Es como el lenguaje, o el mismo carácter sociable de las
personas, que, aunque naturales, sólo pueden desarrollarse mediante
aprendizajes. El sentimiento moral es natural en los humanos, pero su
desarrollo y definición depende principalmente de la educación.
El utilitarismo moral se aleja del formalismo kantiano principalmente
en dos aspectos: no puede haber un imperativo categórico racional y a-
priori, independientemente de las circunstancias reales y concretas en
las que la acción moral se desarrollo. La máxima “no se debe mentir”
no puede afirmarse de manera universal sin tener en cuenta las
consecuencias, principalmente con relación a la felicidad o el dolor, que
su cumplimiento puede provocar. El segundo aspecto, deducible del
anterior, es el hecho de dar más importancia a las acciones que a las
intenciones: una determinada conducta es tanto más buena cuanto más
felicidad produzca al agente y a sus destinatarios, y está en relación
secundaria respecto de las intenciones del agente.
La ética utilitarista no es “esencialista”: las personas no actúan en
razón de cómo “son”, sino que son en razón de cómo actúan. Nadie es o
deja de ser de determinada manera, sino más bien actúa de una forma
u otra; y son sus acciones, y las consecuencias de éstas, las que
cuentan para valorar moralmente a alguien. Esta perspectiva resulta
especialmente interesante si se la vincula con el reconocimiento del
derecho a la rehabilitación del que gozaría cualquier persona, por muy
negativo que haya sido su comportamiento.
La felicidad o el bienestar de las personas sólo puede conseguirse en
una sociedad donde se respete el máximo posible la libertad de los
individuos.
Stuart Mill separa el ámbito de lo público y el ámbito de lo privado.
La acción reglamentadora del Estado, como así también el juicio moral
de los demás sujetos, sólo puede aplicarse al ámbito de lo público.
Ninguna acción debería ser reglamentada o sancionada, si su ejercicio
no afecta o perjudica a otras personas. Los gustos, las tendencias o las
costumbres no pueden ser, en sí mismas, criterios de persecución o
sanción. Lo que debe primar sobre todas las cosas es el respeto a la
individualidad; y lo que se debe evitar es la manipulación, la coacción o
la presión sobre las ideas o las decisiones de los demás, aunque se esté
convencido de que esto es lo que realmente les convendría o que se
hace por su propio bien.
No se debe confundir el valor de las leyes o de las normas como
garantes del cumplimiento de los derechos individuales, de los
principios o valores que se derivan de la “opinión pública”. Nadie tiene
la obligación de actuar conforme a la opinión público, y todo el mundo
tiene el derecho a la “extravagancia” o a la “excentricidad”, siempre
que no perjudique de manera efectiva a otras personas. Por ejemplo,
nadie puede ser castigado por estar borracho, salvo que su estado de
ebriedad pueda poner en peligro, en el caso de conducir en este estado,
la vida de los demás.
Estos principios prefiguran una sociedad basada en el máximo
respeto a la libertad de los individuos y, consecuentemente, en la
tolerancia a la diversidad de opciones y comportamientos.
2
Vida y Obra.
3
sistema electoral, especialmente trató las cuestiones de la
representación proporcional y la extensión del sufragio.
En 1851 Mill se casó con Harriet Taylor (Harriet Taylor Mill) tras 21 años
de amistad. Taylor fue una importante influencia sobre su trabajo e
ideas tanto durante su amistad como durante su matrimonio. La
relación con Harriet Taylor inspiró la defensa de los derechos de las
mujeres por parte de Mill.
Obra
Libertad de expresión
Un libro fundamental sobre el
concepto de libertad fue Sobre la
Hemos reconocido que para el bienestar
libertad, acerca de la naturaleza y
intelectual de la humanidad (del que depende
los límites del poder que puede todo otro bienestar), es necesaria la libertad
ser legítimamente ejercido por la de opinión; y esto por cuatro motivos que
sociedad sobre el individuo. Un ahora resumiremos. Primero, una opinión,
argumento que Mill desarrolló aunque reducida al silencio, puede ser
más que cualquier otro filósofo verdadera. Negar esto es aceptar nuestra
previo fue el Principio de propia infalibilidad. En segundo lugar,
indemnidad, esto es, que toda aunque la opinión reducida a silencio sea un
persona debería ser libre para error, puede contener, y con frecuencia
contiene, una porción de verdad; y como la
comprometerse a realizar las
opinión general o prevaleciente sobre
conductas que desee siempre y cualquier asunto rara vez o nunca es toda la
cuando no dañe a los demás. verdad, sólo por la colisión de opiniones
adversas tiene alguna probabilidad de ser
Mill habla solamente de la reconocida la verdad entera. En tercer lugar,
libertad negativa en Sobre la aunque la opinión admitida fuera no sólo
libertad, un concepto formado y verdadera, sino toda la verdad, a menos que
bautizado por Isaiah Berlin (1909- pueda ser y sea vigorosa y lealmente
1997). Isaiah Berlin sugiere que la discutida, será sostenida por los más de los
que la admitan como un prejuicio, con poca
libertad negativa es la ausencia o
comprensión o sentido de sus fundamentos
carencia de impedimentos, sociales. Y no sólo esto, sino que, en cuarto
obstáculos o coerción. Esto lugar, el sentido de la misma doctrina correrá
contrasta con su otra idea de el riesgo de perderse o debilitarse, perdiendo
libertad positiva, la capacidad de su vital efecto sobre el carácter y la conducta;
comportarse, y la presencia de el dogma se convertirá en una profesión
condiciones para ejercer tal meramente formal, ineficaz para el bien, pero
libertad: sea mediante recursos llenando de obstáculos el terreno e
materiales, cierto nivel de impidiendo el desarrollo de toda convicción
ilustración o la oportunidad para real y sentida de corazón, fundada sobre la
razón o la experiencia personal.
la participación política.
4
donde la libertad de expresión condujera a un daño directo. Por
ejemplo, en su sistema, no se defendería el proferir una incitación
airada para atacar a alguien. Mill argumentó que la libertad de
expresión era vital para asegurar el progreso, que no podríamos estar
seguros nunca de que una opinión silenciada no contenía una parte de
verdad. Ingeniosamente, también razonó que incluso las opiniones
falsas tienen valor, puesto que refutando las opiniones falsas, los
partidarios de las opiniones verdaderas aumentan su confianza en las
mismas. Sin la necesidad de defender nuestras creencias, precisó Mill,
estas morirían y olvidaríamos por qué las abrazábamos. Esto es, según
él, lo que le ocurrió a la Cristiandad.
5
Obras principales
1863: El utilitarismo.
1873: Autobiografía