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La magnitud de las protestas no había sido prevista por el gobierno francés, y puso
contra las cuerdas al gobierno de Charles de Gaulle, que llegó a temer una
insurrección de carácter revolucionario tras la extensión de la huelga general. Sin
embargo, la mayor parte de los sectores participantes en la protesta no llegaron a
plantearse la toma del poder ni la insurrección abierta contra el Estado, y ni tan
siquiera el Partido Comunista Francés llegó a considerar seriamente esa salida.2 El
grueso de las protestas finalizó cuando De Gaulle anunció las elecciones
anticipadas que tuvieron lugar el 23 y 30 de junio.
Los sucesos de mayo y junio en Francia se encuadran dentro de una ola de protestas
protagonizadas, principalmente, por sectores politizados de la juventud, cuya
ideología recorrió el mundo durante 1968. Estos sucesos se extendieron por la
República Federal Alemana, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados
Unidos, Checoslovaquia e Italia, lo cual ampliaba la escala del antiguo refrán del
siglo XIX afirmando que cuando París estornuda, toda Europa se resfría.
La novedad de 1968, con respecto a otras luchas anteriores, proviene de los puntos
de intersección y del cruce de compromisos: de Vietnam a Japón, pasando por
Alemania, se encuentran lazos y puentes construidos entre los pueblos insurrectos,
los estudiantes disidentes y los trabajadores sublevados. Globalidad y transmisión
operan de forma circular: el acontecimiento es global, porque sus protagonistas
viajan, transmiten, se apropian y revelan el desafío más allá de la patria. El
internacionalismo apareció como un principio activo, un motor político decisivo.
Ese saber se impregnó con descubrimientos, con la circulación de informaciones y
transmisiones. Los estudiantes estaban más al tanto que los obreros de sus vecinos
europeos, e incluso miraban más allá, hacía ese vasto mundo, donde encontraban
compromisos similares. Esto se explica debido a razones prácticas: originarios de
medios sociales relativamente privilegiados, gozaban frecuentemente de los medios
financieros para viajar; sus estudios los llevaban a tomar en cuenta otras
culturas, practicar otras lenguas, a recibir en sus propias bancas a pares
originarios de cualquier parte del mundo. Fue así como se puso en marcha la
circulación de prácticas, ideas y solidaridades.3
Índice
1 Diferentes contextos
1.1 Contexto económico
1.2 Contexto político
1.3 Contexto cultural
2 Evolución de los acontecimientos
2.1 Eventos previos
2.2 Inicio del movimiento
2.3 La huelga obrera
2.4 La reacción de De Gaulle
2.5 Elecciones
3 Consecuencias de mayo de 1968
4 Véase también
5 Referencias
6 Bibliografía
7 Enlaces externos
Diferentes contextos
Contexto económico
En las afueras de las grandes urbes, unas extensas barriadas irregulares, los
bidonvilles, se habían extendido desde mediados de la década de 1950. El más
poblado, el de Nanterre, alcanzaba los 14 000 habitantes en 1965 y se encontraba
justo enfrente de la universidad donde iban a surgir los primeros movimientos
contestatarios estudiantiles.4
Contexto político
Contexto cultural
Es además en los años 60 cuando los jóvenes se convierten en una categoría socio-
cultural significativa logrando su reconocimiento como un actor social que
establece procesos de adscripción y diferenciación entre sus opciones y las de los
adultos. Estos procesos se desarrollan a través de las subculturas juveniles
nacidas a partir de finales de los años 1950, dentro de movimientos
contraculturales como la cultura underground y los movimientos beatnik y hippie.
Esta juventud tenía sus propios ídolos musicales como los Beatles, Rolling Stones,
cantautores como Bob Dylan y Léo Ferré, etc. Muchos de estos movimientos
cuestionaron y criticaron el estilo de vida materialista ofrecido por el mercado de
consumo y la organización capitalista de la posguerra.7
En el plano filosófico varias obras y autores tuvieron gran influencia en una parte
del movimiento: Wilhelm Reich, freudomarxista, cuyo manifiesto, La revolución
sexual, daba nombre a una de las consignas más repetidas; Herbert Marcuse con El
hombre unidimensional, publicado en Francia en 1964 y que tuvo que ser reeditado en
el 68; Raoul Vaneigem, con el Traité de savoir-vivre à l'usage des jeunes
générations de 1967; Guy Debord con La sociedad del espectáculo, también del 1967.
Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron publicaban en 1965 Les étudiants et leurs
études donde hacían una ácida crítica al sistema educativo francés y sus mecanismos
de reproducción social, que permitían a las élites conservar su poder de generación
en generación. Mientras tanto en la École Normale Supérieure, el filósofo marxista
Louis Althusser formaba una generación de pensadores marxista-leninistas que fueron
el embrión de las primeras organizaciones maoístas.
Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes del movimiento estudiantil. Aquí en 2009.
La huelga obrera
Ocupación de la Sorbona.
Ante los sucesos de los días anteriores se convocaría una huelga general para el
lunes 13 de mayo. La manifestación de ese día congregó a 200.000 personas, mientras
9 millones de trabajadores en toda Francia seguían la convocatoria de huelga. Tras
la misma, grupos de estudiantes marcharon a la Sorbona, que había reabierto sus
puertas tras la llegada del primer ministro Georges Pompidou de un viaje por Asia
Central, ocupándola. La toma de la Sorbona estará dirigida por un Comité de
Ocupación que dotará a la Universidad de una serie de servicios básicos para los
estudiantes alzados (enfermería, comedores e incluso guardería). Al día siguiente
los trabajadores de Sud Aviation en Nantes y los de Renault en Cleon, Flins, Le
Mans y Boulogne Billancourt ocuparon sus fábricas. Poco a poco la huelga se
extiende, paralizando la mayor parte de la Francia industrial.
En los días siguientes se sumarán a la huelga los controladores aéreos así como los
trabajadores del carbón, del transporte, del gas y la electricidad y los
periodistas de la radio y la televisión. En Nantes, los obreros y los agricultores
cortaron los accesos a la ciudad y controlaron el precio de los productos ofrecidos
en las tiendas, las cuales solo podían abrir con autorización del Comité de Huelga.
En estos momentos, en muchos de los centros de trabajo en huelga, comienza a
plantearse la cuestión del poder obrero en las empresas, poniendo verdaderamente en
cuestión la autoridad del Estado y generando un auténtico vacío de poder.89