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2012
Señora Jueza:
I.- OBJETO
Que por la legitimación que expondré, vengo a requerir se dicte una medida cautelar autónoma o
autosatisfactiva, prohibiendo la ejecución, puesta en marcha o cumplimento del decreto Nº
383/2005, del 29 de abril próximo pasado, en todos los artículos que reseñaré, por afectar derechos
constitucionales de los niños y estar dictados en materia no dispuesta por la ley Nº 25.854 que
pretende reglamentar.
II.- HECHOS
Que encontrándose en turno esta Defensoría Pública de Menores a partir del 29 de abril de 2005,
tomé conocimiento por el Boletín Oficial de ese día del decreto N° 383/2005, presuntamente
reglamentario de la Ley N° 25.854.
Tiene esta Defensoría en trámite ante V.S. los autos “C., Marcelo Ignacio s/ protección de persona”
(expediente n° 35.676/2003), en los cuales represento desde mayo de 2003 al niño, ahora de 5 años,
abandonado en la vía pública mendigando, quien después de ardua e infructuosa búsqueda de sus
familiares fue protegido mediante la guarda preadoptiva del matrimonio formado por los Sres. A. y
V., otorgada el 30 de diciembre de 2004, también después de profunda evaluación de los
postulantes y del vínculo logrado con el niño a través de visitas al hogar donde se encontraba
alojado.
El 26 de febrero de 2005, cuando todo permitía presagiar una feliz adopción, ambos guardadores
fallecieron en un accidente de tránsito en el cual mi representado salvó la vida, con lesiones de las
cuales se recupera. Han sido presentados legajos del registro de postulantes, que merecieron
reparos y objeciones por parte del Ministerio Público en aplicación del artículo 491 del Código Civil,
y se formuló un pedido de re-evaluación según los programas vigentes. El 3 de mayo V.S. acaba de
solicitar nuevas carpetas al listado oficial de ofrecimiento de guardadores con fines de adopción.
Si bien el articulo 6° del decreto N° 38305 establece un término de sesenta días para la entrega de
la documentación que lo conforme, y de noventa días para entrar en vigencia, lo cual ocurriría el
ocho de septiembre de 2005, tengo información que las autoridades del Ministerio de Justicia,
ignoro por qué causa de premura, han instado a la entrega de documentación y datos antes del once
de mayo, lo que me obliga a plantear con urgencia las medidas pertinentes.
Por otra parte, durante la semana de turno, se han presentado espontáneamente en la Defensoría
multitud de padres adoptivos – en general en expedientes en los cuales ha intervenido este
Ministerio Público – y postulantes a ello, manifestando en actas, de las cuales sólo agrego siete,
brevitatis causa, serias objeciones al decreto en cuestión.
Es por ello que tanto en nombre de Marcelo Ignacio, que no tiene otra persona en ejercicio directo
de su representación; como en representación promiscua de la totalidad de niños afectados en sus
derechos o en riesgo de serlo por las disposiciones del citado decreto que señalaré, vengo a plantear
la presente acción de amparo en los términos del articulo 43 de la Constitución Nacional y de la ley
N° 16.986, y a requerir a modo de medida cautelar, se decrete la prohibición de instrumentar, poner
en ejecución o ejecutar en modo alguno las llamadas nóminas de niños dados en guarda con fines
adoptivos o en adopción, que establece el Capítulo V del Anexo I del citado decreto, y los artículos
que directamente afectan a mis representados. Ello a más de las restantes consideraciones que por
vía de amparo y en el marco de los derechos constitucionales afectados señalaré en el desarrollo
del presente.-
He optado por encausar la acción por separado, para que los datos de identidad de mi representado,
sus detalles de vida y sus intimidades, queden al resguardo de los funcionarios administrativos que
puedan llegar a ser parte en estas actuaciones, por criterio congruente con el que sostendré en la
demanda.
III. LEGITIMACIÓN
b) Por otro, en representación promiscua de todos los niños interesados actualmente o que
pudieren estar interesados en el futuro por la aplicación del citado decreto Nº 383/2005.-
Como el Ministerio Público puede actuar “juntamente con los representantes necesarios o sin ellos”,
como rezaba el antiguo artículo 135 de la Ley N° 1.893, por más de un siglo vigente - que remplazó
a su vez a la Ley N° 1.441, primera de organización de los Tribunales en la Capital Federal - podría
perfectamente esta Defensoría simplemente aducir que asume la representación de Marcelo
Ignacio, y con los elementos de autos y en los actuales términos de los incisos a), b) y c) del artículo
54 de la Ley N° 24.946, plantear la acción de marras.
“Los Defensores Públicos de Menores e Incapaces, en las instancias y fueros que actúen, tendrán
los siguientes deberes y atribuciones:
“a) Intervenir, en los términos del art. 59 del Código Civil en todo asunto judicial o extrajudicial que
afecte la persona o bienes de los menores o incapaces, y entablar en defensa de éstos las acciones
y recursos pertinentes, ya sea en forma autónoma o junto con su representantes necesarios.
“b) Asegurar la necesaria intervención del Ministerio Público de la Defensa de los Menores e
Incapaces, en cuestiones judiciales suscitadas ante los tribunales de las diferentes instancias, en
toda oportunidad en que se encuentre comprometido el interés de la persona o los bienes de los
menores o incapaces, emitiendo el correspondiente dictamen.
“c) Promover o intervenir en cualquier causa o asunto y requerir todas las medidas conducentes a
la protección de la persona y bienes de los menores, incapaces e inhabilitados, de conformidad con
las leyes respectivas cuando carecieran de asistencia o representación legal; fuere necesario suplir
la inacción de sus asistentes o representantes legales, parientes o personas que los tuviesen a su
cargo; o hubiere que controlar la gestión de estos últimos”
No será entonces éste el único enfoque de legitimación que seguirá el presente dictamen, aunque
advierto que es el de más sencilla aprehensión y más segura recepción en nuestra jurisprudencia.
Pero poco avanzaríamos en la defensa de los intereses superiores de los niños si nos limitáramos a
decir que la legitimación del Ministerio Público nace de la representación en autos de un niño
abandonado.
Por eso no asociaré la legitimación del Ministerio Público solamente a la representación del niño en
trámite de guarda, pues está en juego en esta causa un interés mayor, que integra el de ese niño
pero no se agota en él.
Limitaría también el perjuicio a los efectos que pudiera sufrir ese niño en concreto. Como sostendré,
el daño es mayor que eso y el interés que defiendo es de nivel superior y más grave todavía.
III. b) La representación “promiscua” de todos los niños de la jurisdicción.
Sin lugar a dudas, si el Ministerio Público, con los alcances del artículo 59 del Código Civil y del
artículo 54 y concordantes de la Ley N° 24.946, representa promiscuamente a cada niño, con o sin
sus padres, también los representa a todos, en una sumatoria de individualidades.
Debo detenerme en el término “promiscuamente”, tan poco común en el lenguaje jurídico, que
solamente usa Vélez Sarsfield en nuestro Código Civil para especificar la naturaleza de la
representación ejercida por el Ministerio Público de Menores (y no pupilar, pues no solo representa
a menores bajo tutela, como en algún tiempo sostuvo alguna doctrina y jurisprudencia, ya superada)
Vélez toma el artículo 59 del formidable “Esboço” de Augusto Teixeira de Freitas, quien se refiere a
este tema en los artículos 45 a 50 de su magistral proyecto.
Textualmente dice, traducido al castellano, el citado artículo 45: “A más de los representantes
necesarios del artículo anterior los incapaces serán promiscuamente representados por el
respectivo agente del Ministerio Público de cada uno de los limites en que suceda que sean partes
en actos extrajudiciales o judiciales, so pena de nulidad de tales actos”. Y la nota del artículo dice
con una clarividencia genial (que en nuestro país no fue del todo advertida hasta hace pocos años).
“Actualmente los agentes del Ministerio Público a que se refiere el artículo son los Curadores
Generales de los huérfanos, Curadores ad hoc, Curadores ad litem; empleo una expresión genérica
que comprenden estos agentes actuales y cualesquiera otros futuros, pues no es creíble que
continuemos de este modo, sin una organización completa del Ministerio Público, cuyas
ramificaciones se unan a un centro común”.
Debemos, pues, bucear en el idioma portugués original el sentido del término “promiscuamente”
aplicado a la representación de incapaces ejercida por el Ministerio Público
No tardaremos mucho en conocer que, en esa hermosa lengua promiscuo significa: “1. Que consiste
em partes, elementos ou indivíduos heterogêneos reunidos sem ordem.- 2. Misturado
indiscriminadamente.- 3. Caracterizado por, ou que envolve mistura ou associação indiscriminada.-
4. Indiscriminado, casual, acidental (União sexual promíscua).- 5. Sem distinção (Uso promíscuo).
De allí que sostenga que en el Esboço de Freitas, el término “promiscuamente” significa el concepto
de representación a modo misturado, confuso o indistinto; tal como se traduciría desde el
portugués.
Así en los diccionarios usuales de la antigua Real Academia, en sus muchas ediciones hasta la de
1832, el adverbio de modo “promiscuamente” es definido “con uso igual de una cosa, u otra
equivalente”, pese a que promiscuo significa “mezclado confusa o indiferentemente”.
Requeriría un estudio de fuentes y autoridades averiguar de donde vino este sentido restrictivo, casi
alternativo entre dos cosas, de la vieja definición del adverbio. Ello es ajeno a esta cuestión, pero a
modo de hipótesis permítame V.S. señalar la posibilidad de influencia del “promiscuar” quasi
canónico, que se refiere a la mezcla de consumo de carne y pescado en cuaresma.
Lo cierto es que nuestros tratadistas del siglo XIX, y tras ellos muchos de los del siglo XX, entendieron
lisa y llanamente que la promiscuidad era la concurrencia o coexistencia, alternancia o sustitución
entre dos representaciones, la necesaria (padres, tutores, curadores) y la justamente llamada
promiscua, o pública.
Pero para la época de la sanción legislativa del articulo 59 del Código Civil, el término ya había
cambiado de valor, retomando el sentido más amplio y plural de su origen latino, el que había
mantenido en el portugués de la fuente, y el que recobra hoy en día en el habla vulgar.
El uso común en el siglo XX y a la fecha, como dije, rescata vivamente el sentido plural de la relación
promiscua, tanto en lo sexual como en la modernísima utilización a “modo promiscuo” en el
lenguaje técnico cibernético.
Nunca en estos casos hablamos de alternativas entre una cosa y otra, sino de una indiferenciada
multiplicidad de accesos relaciones de una cosa o sujeto con múltiples otras, en número indefinido.
No dejó de recoger el Derecho esta recuperación de sentido originario del término de Freitas. Así
en un cercano fallo de la Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo, refiriéndose a temas
vinculados al amparo interpuesto por intereses colectivos se dijo, con votos de los Dres. Damarco,
Herrera y Garzón de Conte Grand: “El derecho de incidencia colectiva puede definirse a partir de la
existencia de un agravio que incide colectivamente. Por lo que, además de la acción que pueda o no
plantear el afectado, los demás miembros del colectivo pueden buscar la protección reparadora del
agravio colectivo, a través de un representante promiscuo de todos ellos, que es el Defensor del
Pueblo o las asociaciones constituidas para tal fin” (CNFed. Cont. Adm., sala II. agosto 26-997. –
“Nieva, Alejandro y otros c. PEN”).
Por esto, en la explicación del artículo 59 del Código Civil, siempre he aseverado que el adverbio
“promiscuamente” tiene un doble sentido de aplicación: a la promiscuidad entre representantes, y
a la promiscuidad entre representados, o más propiamente en la función de representación pública
misma.
Pero es menos evidente en los casos en que la ley faculta e impone al Ministerio Público actuar
contra los padres y tutores, es decir contra aquellos a los cuales habíamos concebido como
vinculados promiscuamente con el mismo Ministerio. Tales los casos, en el Código Civil de Vélez, del
artículo 66, inc. 3 (denuncia de existencia de persona por nacer, ejercida por el Defensor de Menores
contra la presunta madre), artículo 272 (reclamo de alimentos por el hijo contra los padres), artículo
131 in fine (revocación de emancipación por habilitación de edad otorgada por los padres), y en
general en todas las acciones que tienden a limitar el ejercicio, suspender o privar de patria
potestad, y en las venias iniciadas en representación o asistencia de menores de edad, contra las
negativas paterno - maternas.
Estas funciones, que no solo son ejercidas “sin los padres” sino contra los padres, nos llevan a tener
que repensar el concepto profundo de la promiscuidad de representación traída al mundo del
derecho por Freitas.
Además, si la promiscuidad se diera solamente como relación entre los representantes necesarios
y el Ministerio Público, tan promiscuo es uno respecto del otro como a la inversa. Ambos serían
representantes “promiscuos”, con facultades de actuación alternativas o conjuntas. Y no es así.
Una lectura más detenida de la realidad jurídica de esta representación por parte del Ministerio
Público nos inclina a pensar que, sin perjuicio de la idea más inmediata y generalmente aceptada de
promiscuidad como indiferenciación con el representante necesario, que no es tan exacta, puede
vislumbrarse el otro sentido histórico en el término utilizado por Freitas y Vélez.
Porque representa a todos los niños, sin distinción, en el sentido que utiliza el citado fallo de la
Cámara Contencioso Administrativo, el Defensor de Menores concurre también a la representación
de todos y cada uno de ellos con cada uno de los padres, estos sí de modo diferenciado y principal
respecto de sus respectivos hijos.
El Ministerio Público, en esta lectura, sería en este caso el Defensor de todos los niños afectados, y
no sólo el co-representante de un niño en particular.
Para afirmar esto tendríamos que encontrar en la historia de nuestro derecho acciones entabladas
en representación de todos los niños, o al menos de un colectivo de estos. Los hallamos sobre todo
en las intervenciones extrajudiciales de los antiguos defensores de menores cuando se refieren a la
situación de los niños huérfanos y abandonados, internados en la Sociedad de Beneficencia, por
ejemplo. Son poco ubicables en los archivos, en cambio, en cuanto a actos procesales en concreto,
pues sabido es que el sentido individualista del derecho decimonónico se ha ido superando muy
paulatinamente recién en la segunda mitad del pasado siglo XX.-
Pero quedan vestigios interesantes de tal representación “promiscua”, en sentido del conjunto de
incapaces, en otra de las ramas históricas de nuestra centenaria institución. Sabido es que en
nuestra organización judicial americana existieron no sólo defensores de menores y de pobres, sino
también “de naturales” (desde las Leyes Nuevas de Carlos V en 1540) y de “esclavos y libertos” (en
Buenos Aires, decreto de 17 de abril de 1840 del gobernador Rosas) funciones unidas a veces en
una misma persona. Es en estas dos últimas categorías donde se advierte la mayor predisposición a
realizar peticiones por el conjunto de los defendidos.
Este requerir “por todos” o “en interés de todos” de los antiguos defensores, síndicos y
procuradores del común fue el modo como nacieron en nuestra tierra las acciones en pro de
intereses colectivos y difusos, tan desarrolladas en las últimas décadas.
Con uno u otro origen, la noción de una representación en conjunto, ajena a la acción de cada padre
o tutor, es perfectamente válida en la actual normativa legal. Si el defensor público puede accionar
ante la inactividad de los padres de cada niño, o contra estos mismos progenitores (artículos 25 inc.i
y 54 inc. a y c de la Ley N° 24.946), también puede hacerlo por todos los niños, aun cuando cada
padre no hubiera actuado por sí.
Tampoco satisface plenamente, en este caso, el nivel expuesto de representación ejercido por el
Ministerio Público, en tanto que referida a un colectivo de niños afectados por los actos
administrativos impugnados en la acción.
Nadie ha expresado - a mi entender - con mayor claridad que el maestro Carnelutti, la verdadera
naturaleza del Ministerio Público. Dice el jurista: “...lo que decide es la importancia social del interés
de cuya tutela se trata o, más exactamente, la existencia de un interés publico en cuanto a su tutela
y, por tanto su conexión con un interés público trascendente. Cuando ese presupuesto exista, la
acción no puede confiarse o, por lo menos, puede no confiarse exclusivamente a la parte o a sus
sustitutos. Por ello se ha creado un órgano, adscripto a su ejercicio, que recibe el nombre de
Ministerio Público”; y agrega:
“El presupuesto de la acción del Ministerio Público consiste, pues en el peligro de insuficiencia del
estímulo constituido por el interés de la parte (en sentido material) o del sustituto...” “En manera
alguna se excluye que semejante presupuesto se presente también en el proceso civil”.
“Así pues, la función del Ministerio Público, tanto en el proceso penal como en el proceso civil, es la
acción, entendida en el amplio significado que, en contraste con juicio, dimos a esta palabra... Me
refiero a esta amplitud para prevenir que el Ministerio Público es un sujeto agente, incluso cuando
no le corresponda el poder de hacer abrir el proceso, e incluso cuando su oficio se reduzca a pedir
la recta aplicación de la ley, a los hechos afirmados por las partes,...”
“Cierto que la medida que la acción se reduce dentro de estos límites, palidece su contraste con el
juicio, y se sigue de ello una cierta imprecisión de contornos y casi una indefinibilidad en la figura
del Ministerio Público, el cual es con frecuencia, un sujeto agente menos claramente delineado que
la parte en sentido estricto; pero quien se eleve a los principios no puede dejar de descubrir que su
distinción respecto de Juez se encuentra, precisamente, en la especificación de la actividad procesal,
en las dos fases de la acción y del juicio.”
“Cierto que la razón que determina la institución del Ministerio Público se encuentra en los intereses
públicos que las diversas normas jurídicas tienen la misión de tutelar, y por lo tanto, entre otros, el
interés... en cuanto a la incolumidad de la población nacional... El Ministerio Público obra para la
tutela de intereses internos. Bajo este aspecto el Ministerio Público aparece como un “ens tertium”
entre el juez y la parte, ya que los intereses que tiende a desenvolver no se identifican, aun siendo
internos, con los intereses en litigio y son, en todo caso, esencialmente públicos”.
“Precisamente porque son públicos, por cuanto “uti civis”, también el Ministerio Público participa
en ellos, pero el estimulo de los mismos no se considera suficiente para garantizar eficacia de su
acción, por lo que ésta, en lugar de un derecho es para el Ministerio Público objeto de un deber”
(Carnelutti, Francesco, Sistema de Derecho Procesal Civil, II, n° 144)
Si aplicamos estos principios a la causa, veremos que esta Defensoría interviene en autos, no sólo
en representación de Marcelo Ignacio; tampoco solamente en co-representación “promiscua” de
todos los niños hoy afectados por las normas reglamentarias cuestionadas; ni exclusivamente en
representación de todos los niños que pudieren verse afectados por ellas en un futuro. Lo hace
representando un interés público en la protección de los niños, definido, confiado y encomendado
a esta Magistratura por la ley de fondo, confiado a un órgano constitucional por el artículo 120 de
la reforma de 1994, y organizado en su funcionamiento por la Ley N° 24946.-
La norma constitucional que actuamos es, entonces, ni más ni menos que el artículo 24 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, del 19 de diciembre de 1966, ratificado por Ley N°
23.313 de 1986, que dice:
“Todo niño tiene derecho, sin discriminación alguna... a las medidas de protección que su condición
de menor requiere, tanto por parte de su familia como de la sociedad y del Estado”
Y el artículo 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (llamada Pacto de San José
de Costa Rica), del 22 de noviembre de 1969, ratificada por Ley N 23.054, de 1984, que en similares
términos expresa:
“Todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición de menor requieren por
parte de su familia, de la sociedad y del Estado”.
Ambas normas son de jerarquía constitucional, a tenor del artículo 75, inciso 22 de la Constitución
Nacional, y de máxima operatividad en el caso de la citada en segundo término, pues está incluso
ligada a una jurisdicción internacional regional, creada por la propia Convención y admitida por la
República Argentina.
De tal deber de protección por parte de la familia, la sociedad y el Estado, deriva la posibilidad de
que el Ministerio Público actúe con los padres (en adhesión a la protección familiar), contra ellos o
sin ellos (desde el interés social) y aun contra actos administrativos que afecten los intereses
públicos en juego, como en este caso.
De allí deriva una representación colectiva por órgano apropiado, aún sin el concurso de sus
representantes necesarios, como explicité en el parágrafo anterior.
Pero insisto que, esencialmente, lo que aquí representa este Ministerio Público es el interés del
conjunto de la sociedad argentina, expresado por actos jurídicos internacionales e internos del
Estado Nacional, tendiente a proteger a los niños privados de familia mediante el instituto adoptivo.
Como tal intervenimos entonces en autos, y por lo dicho requiero se tenga por acreditada la
legitimación de esta Defensoría Pública, pues en todo tema que interese a los niños, debe intervenir
y es plenamente parte esencial el Ministerio Público de Menores.
IV. COMPETENCIA
Resulta competente V.S. en función de la que sobre acciones de adopción y guardas de menores le
impone el artículo cuarto, incisos g) y l) de la ley Nº 23 637, como de competencia exclusiva y
excluyente de los juzgados de familia por esa norma creados.
El actual plexo normativo sobre el tema adopción e identidad tiene, a diferencia de la situación
anterior a 1994, una amplia fuente constitucional. En efecto, podemos partir del artículo 7 de la
Convención sobre los Derechos del Niño, que establece:
“1. El niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que
nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres
y ser cuidado por ellos”
“1. Los Estados partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad,
incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad con la ley sin
injerencias ilícitas.
“2. Cuando un niño sea privado ilegalmente de algunos elementos de su identidad o de todos ellos,
los Estados partes deberán prestar la asistencia y protección apropiadas con miras a restablecer
rápidamente su identidad”.-
Como expresión de este derecho a la identidad, el artículo 20 del mismo tratado, que es fuente de
la acción estatal en la materia, dice especialmente en la parte final del acápite 3°:
“1. Los niños temporal o permanentemente privados de su medio familiar, o cuyo superior interés
exija que no permanezcan en ese medio, tendrán derecho a la protección y asistencia especiales del
Estado.
“2. Los Estados Partes garantizarán, do conformidad con sus leyes nacionales, otros tipos de cuidado
para esos niños.
“3. Entre esos cuidados figurarán, entre otras cosas, la colocación en hogares de guarda, la kafala
del derecho islámico, la adopción, o de ser necesario la colocación en instituciones adecuadas de
protección de menores. Al considerar las soluciones, se prestará particular atención a la
conveniencia de que haya continuidad en la educación del niño y a su origen étnico, religioso,
cultural y lingüístico”.
Y es por aplicación de esta parte final del artículo 20, que la República Argentina, formulando reserva
expresa de los incisos referidos a adopciones en el extranjero (contrarias, por vía de excepción, a la
norma constitucional anteriormente citada) aceptó solamente y dio rango constitucional el artículo
21 cuerpo e inciso a) de la citada convención:
“a) Velarán (los Estados partes) porque la adopción del niño sólo sea autorizada por las autoridades
competentes, las que determinarán, con arreglo a las leyes y a los procedimientos aplicables y sobre
la base de toda la información pertinente y fidedigna, que la adopción es admisible en vista de la
situación jurídica del niño en relación con sus padres,. Parientes y representantes legales y que,
cuando así se requiera, las personas interesadas hayan dado con conocimiento de causa su
consentimiento a la adopción sobre la base del asesoramiento que pueda ser necesario.”
Todas esas normas de máxima jerarquía aseguran la intimidad de la vida familiar sin ingerencias
arbitrarias e ilícitas, esto no solo desde el punto de vista penal. Las de origen americano incorporan
también el concepto de injerencia abusivas.
Sostendré que la reglamentación que impugno constituye una injerencia arbitraria, por no derivar
de ley alguna que la autorice, y que es además abusiva, por con reposar en razonable
proporcionalidad entre los medios elegidos y el objetivo declarado.
El equilibrio entre los derechos consagrados por la Constitución Nacional, en su conjunto, es una de
las bases esenciales de toda interpretación jurídica, y por lo tanto, sostener a la vez el derecho a la
identidad de origen y el derecho a la intimidad en la adopción exige un delicado esfuerzo que no
parece haber sido logrado por el decreto N° 383/05, y que no pasa por la confección de nóminas o
registros en sede administrativa. Si a ello se suma que el Ministerio de Justicia no es el órgano
técnico de concurrencia al ejercicio de la protección y asistencia especiales a los niños privados de
familia, previsto por el artículo 3° del Decreto Ley 5826/57, nos encontramos con una arbitraria
injerencia de la administración pública centralizada en cuestiones relativas a la privacidad de las
familias y a la intimidad de los niños que represento.
No se han acallado aún las críticas ante la invasión a la correspondencia privada por medios
cibernéticos que crea la ley N° 25.873 y su decreto reglamentario N° 1563/2004, del 8 de noviembre
pasado, prudentemente suspendido por su similar N° 357/2005, del 22 de abril, cuando recibimos
del Poder Ejecutivo un nuevo avance en contra de la intimidad de los ciudadanos.
El ejemplo de humildad y prudencia política que exhibe el decreto N°357/05 serviría de guía en el
tema que nos convoca.
Pero el problema constitucional que plantea el decreto 383/05 es mayor, pues atañe a cuestiones
de fondo.
Del análisis de las normas constitucionales vigentes, y de su derivación inmediata que en la materia
ha determinado la ley Nº 24.779, que en 1997 incorporó al Código Civil la normativa aplicable a la
adopción, se desprende que el Derecho Argentino ha realizado tres opciones de política legislativa
importantísimas en estas cuestiones, a saber:
b) Rechazo del administrativismo en adopción, entendido como la competencia del Poder Ejecutivo
en materia de guarda pre-adoptiva y en la adopción misma, siguiendo el artículo 8, 1 in fine del
Pacto de San José de Costa Rica, ello también expresado en la categórica prohibición del artículo
318 del Código Civil, propia de nuestro Derecho.
c) Rechazo del traslado internacional de niños con fines de adopción, llamado “adopción
internacional”, expresado en la firme norma del artículo 315 del Código Civil. Nótese que en la media
sanción de la Cámara de Diputados del 14 de septiembre de 1994 el tiempo mínimo de residencia
permanente que se exigía era de tres años; y que fue el H. Senado de la Nación, con aceptación
posterior por la Cámara iniciadora, el que por unanimidad, en la sesión del 28 de febrero de 1997,
llevó a cinco años ese término, para asegurar la aplicación del recaudo del artículo 20 in fine de la
Convención sobre los Derechos del Niño, y la reserva argentina en la materia.
El registro único no pudo o no quiso ser instrumentado apenas entró en vigencia la ley N° 24.779.
Vigente la ley desde abril de 1997, se proyectó y suscribió el convenio del 7 de diciembre de 1997
entre el entonces Consejo Nacional del Menor y la Familia y la Junta Federal de Cortes y Superiores
Tribunales provinciales, que establecía compromisos para ayudar a la organización de los registros
provinciales y a su intercomunicación posterior, incluso con regiones diseñadas en dicho convenio.
Muchas provincias comenzaron la organización y puesta en marcha de sus respectivos registros de
postulantes a adopción, con metodología diversa. Pero desde un principio, los sectores contrarios a
los tres principios arriba reseñados actuaron en contra del verdadero objetivo de la reforma legal.
Así, en 1998 y desde el mismo Ministerio de Justicia, en el número 129 de la exposición de motivos
del Proyecto de Código Civil Unificado con el Código de Comercio, apenas un escaso año de la
reforma de la ley de adopción, se decía: “El problema de la adopción internacional es altamente
relevante. La ley 24.779 lo encaró con una solución que ha sido criticada, El Proyecto adjunto elimina
la prohibición terminante del art. 315 del Código Civil, por considerarla inadecuada al reputar
fraudulenta toda adopción por que carece de residencia prolongada en el país. De tal modo, además
de impedir en general cualquier adopción que pueda constituir una solución beneficiosa para el
menor, alcanza supuestos francamente exagerados, como el caso de los argentinos residentes en el
exterior que vuelven al país, o el de los parientes de menores huérfanos que pueden residir inclusive
en un país vecino.”
En contra de esas prevenciones, la ley N° 25.854, que creó el Registro Único, en diciembre de 2003,
ha sido un importante paso adelante en el cumplimiento de los objetivos definidos por la reforma
de 1997. Más allá de aspectos de técnica legislativa que pudieran ser discutidos, afianza y profundiza
las decisiones parlamentarias de 1997.
El tiempo que el Poder Ejecutivo Nacional tardó en reglamentarla y en instrumentar el Registro
Único nos permitía esperar una esmerada atención de los valores fundamentales que la reforma
legal de 1997 impuso en la Argentina. No ha sido ese el resultado que encontramos, analizando el
decreto N° 383/05, y más bien hallamos retrocesos y debilidades en los tres aspectos señalados: es
un decreto de corte administrativista, que supone competencias originarias del Poder Ejecutivo en
la temática (como la antigua resolución N° 922/78, felizmente derogada en 1988); admite la
conformación contractual de las guardas para adopción en su gravísimo artículo 40; y atenúa, sin
competencia alguna para ello, la defensa argentina frente a las maniobras de exportación de niños.
El decreto N° 383/2005 pretende ser reglamentario de la ley N° 25.854, pero excede los límites
previstos por el artículo 28 de la Constitución Nacional y las facultades de reglamentación propias
del Poder Ejecutivo previstas por el artículo 99 inc. 2° de la misma Constitución Nacional.
En general, es éste el defecto más notorio del decreto cuestionado, cuyo articulado analizaré en la
medida de las sucesivas objeciones que le pueden ser formuladas. Esta sola circunstancia señalaría
lo inapropiado de las normas contenidas en la mayor parte de los artículos del Anexo I del decreto
N° 383/05 que debe constituir la reglamentación propia de la Ley N° 25.854.
En efecto, puede un reglamento dictado por el Poder Ejecutivo tener carácter de autónomo, es
decir, no depender de ley alguna, pero para ello la materia así reglamentada debe ser de estricta
competencia del poder administrador.
Nunca fue administrativa la adopción en el Derecho argentino, desde su restauración por la Ley N°
13.252 (cf. art. 2° y concs. de dicha ley, como asimismo del artículo 1° y concs. de la Ley de facto N°
19.134).
El concepto de “autoridad competente” que establece con rango constitucional el artículo 21 a) de
la Convención sobre los Derechos del Niño - “sólo será autorizada por las autoridades competentes”
- es excluyente de toda intervención administrativa en nuestro derecho, a tenor de la letra del
mismo inciso constitucional.
Un régimen reglamentario que, contra legem, permita – a modo de ejemplo – que alguien consiga
por contrato una criatura, burlando la inscripción en el registro local de una provincia no adherida,
la lleve a su domicilio en jurisdicción central; se inscriba a posteriori el Registro Único; realice aquí
la adopción y continúe inscripto a la espera de los hermanos que vayan naciéndole al niño en la
provincia de origen (como permite el juego de los artículos 8, 9, 35 y 40 de la reglamentación) se
parece más a una forma de cohonestar un contrato de vientre - proveedor, que a un registro
transparente, ordenado y propio de una república.
Analizando la veintena de normas impugnables – unas con legitimación directa para hacerlo, y otras
sólo propuestas a la atención de V.S. – podemos afirmar lo dicho.
ARTÍCULO 1° - El Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos tiene los siguientes
propósitos:
...
3. Facilitar a los adoptados el acceso al conocimiento de su identidad biológica en los términos del
artículo 328 del Código Civil.
El propósito expresado en el párrafo 3° del artículo 1° del Decreto N° 383/05, no tiene correlato
alguno con la Ley N° 24.854 que pretende reglamentar. En ninguno de los artículos, ni en los
antecedentes legislativos de la ley pretensamente reglamentada, aparece esta finalidad, que por lo
contrario es la que inspiró los artículos 321 inc. h) y 328 del Código Civil.
Durante más de una década, desde el inicial artículo primero del proyecto de la recordada diputada
Dña. Florentina Gómez Miranda, el arduo debate en comisiones que merecieron estas normas en la
multitud de proyectos que confluyeron en la sanción de la ley N° 24.779, descartó metodologías de
registro, audiencias o comunicaciones post adopción, u otras formas que se pueden encontrar en el
derecho comparado.
Se consideró suficiente, y congruente con los principios constitucionales argentinos arriba citados,
la efectiva vigencia del art. 321 inc. h), y el derecho que consagra el art. 328, originariamente
previsto para ser ejercido a los 16 años (sanción de la Cámara de Diputados del 14 de septiembre
de 1994) y levantado a 18 años sobre tablas en la sesión del H. Senado de la Nación del 28 de febrero
de 1997, a instancias del senador bonaerense, Dr. Antonio Cafiero.
Por lo tanto, ya el art. 1° del anexo del decreto cuestionado incorpora una finalidad que excede el
marco reglamentario propio del Poder Ejecutivo Nacional, que se arroga facultades que en modo
alguno la Constitución ni la ley le otorgan, y que como he dicho, avanza en una competencia vedada
expresamente por el artículo 318 del Código Civil.
Crea el decreto, en lugar de un registro, cuatro nóminas que en realidad son tres registros con
diferentes sujetos de derecho.
Pero en ningún momento ha previsto la ley una nómina de niños “dados” en guarda con fines
adoptivos, ni menos aún una nómina de niños “dados” en adopción.
Las palabras del Derecho - diría García de Entrerría - son portadoras de los conceptos y de las
ideologías sobre las cuales se edifican las normas. La sola utilización del verbo “dar”, con su carácter
transitivo que obliga necesariamente al objeto directo, refiere a “dar algo”. Parece que en la misma
terminología se desliza el sentido posesivo, objetivizador y contractual, contrario en especial a los
arts. 20 y 21 inc. a) de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Un sujeto de derecho no es dado ni recibido, sino que constituye un vínculo personal, ya sea por su
libre decisión, o ya sea por la ley ejercida por los magistrados competentes.
Note V.S. que en ningún momento el Código Civil ni la ley N° 24.854 utiliza los términos “dar en
adopción” ni “dado en adopción”, resabio de una concepción arcaica, propia de los tiempos de
beneficencia privada o de tutelarismo estatal. La combinación de estas dos realidades históricas
representa un feroz retroceso en la política social.
Este solo concepto bastaría, profundizado en todos sus efectos y consecuencias, para sostener la
inconstitucionalidad del acto que impugno, no solamente por ser contrario a los artículos 28 y 99
inc. 2 de la Constitución Nacional, sino a los artículos XVII de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre; art. 6° de la Declaración Universal de Derechos Humanos; art. 16
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y art. 3° del Pacto de San José de Costa Rica,
en cuanto reconocen la personalidad jurídica de todo niño, no excluido del concepto de persona
humana, y por lo tanto, insusceptible de ser dado o recibido por acto jurídico alguno como objeto
de decisiones de los adultos.
Las personas con domicilio en una provincia no adherente a la Ley N° 25.854, podrán inscribirse en
el registro de cualquier provincia adherente, que reciba inscripciones de personas no domiciliadas
en su territorio o en el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia.
La norma general que contiene el primer párrafo de este artículo es congruente con el tenor de la
ley reglamentada, que claramente se refiere a registros locales interconectados (arts. 3°, 6°, 7°,
cuando dice “cada jurisdicción correspondiente a su domicilio”, etc.)
Sin embargo, el segundo párrafo del artículo crea una excepción violatoria de la organización federal
de la República (contraria a los arts. 1° y 121 de la Constitución Nacional).
Así, aunque una provincia no haya adherido a la ley N° 25.854 – se permite a personas domiciliadas
en ella y sujetas por lo tanto a la ley del domicilio (improrrogable a tenor del art. 1° del CPCC)
inscribirse, no solamente en registros de otras provincias que legítimamente lo permitan (lo cual no
merece óbice alguno), sino en el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Este organismo,
o el que lo suplante, lo incorpora así automáticamente a la nómina de aspirantes admitidos, antes
o después de tomar efectivo contacto con el niño “dado en adopción”, esto último por imperio del
artículo 40 de la misma reglamentación.
Esto permite, a modo de ejemplo, que si la provincia “A” no adhiriere al registro justamente para
evitar las guardas de hecho, alguien de la provincia “B”, de la Capital Federal, o de cualquier otra
provincia, o incluso sumando radicaciones temporarias desde el extranjero, burlando el registro
local, se pueda inscribir en el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, pueda crear una
guarda de hecho y retirar el niño de la provincia no adherente con la pseudo legalización que el
decreto le permite.
Esta cláusula, que seguramente recibirá el beneplácito de las agencias que tienen clientes en todo
el país, y sobre todo en los grandes centros urbanos, destruye todo el andamiaje federal de un
registro único, cuyo fundamento es el art. 7 de la Constitución Nacional, y cuya base filosófica es la
inscripción y evaluación en la jurisdicción del domicilio, con validez para todo la República, como
sostiene el artículo 1° inc. 2° del mismo decreto a enunciar las finalidades del mismo.
ARTICULO 9° - A efectos del cómputo del plazo de residencia exigido por el artículo 5° de la Ley N°
25.854, podrán sumarse distintos períodos en los que los aspirantes hayan residido efectivamente
en el país.
Cuando los aspirantes sean miembros del servicio exterior de la Nación, a los fines del cómputo del
plazo de la residencia se tendrá en cuenta el tiempo de prestación de servicios para la Nación en el
extranjero.
No llama la atención que, en el mismo ámbito donde se gestó el punto 129 de la Exposición de
Motivos del Proyecto de Código Civil Unificado con el Código de Comercio, arriba transcripto, se
intente por vía reglamentaria, y en contra del art. 99 inc. 2° de la Constitución Nacional, atemperar
las unánimes decisiones del Poder Legislativo en cuanto a la cláusula que exige a los postulantes
residencia permanente en el territorio nacional.
La cláusula deriva de la reserva argentina a los incisos b), c) d) y e) del art. 21 de la Convención sobre
los Derechos del Niño, formulada por unanimidad del H. Senado y de la Cámara de Diputados de la
Nación, por el art. 2° de la Ley N° 23.8469. El recaudo de residencia permanente fue también
aprobado por unanimidad de ambas cámaras, por el cuerpo del art. 315 de la Ley N° 24.779, y en
realidad agravado por el art. 5 de la Ley N° 25.854. Y digo agravado, porque el art. 5 que pretende
reglamentar el decreto, exige a los extranjeros los 5 años de residencia efectiva a partir de la
radicación otorgada por la Dirección Nacional de Migraciones, lo que agrega un recaudo legal que
no contemplaba el Código Civil.
Note V.S. que, lograda entonces una radicación, un empresario extranjero, gerente de una
multinacional, puede alternar su residencia indefinidamente en todo el mundo, y sumar, como
puntos o millas de programas de vuelo, los cinco años que le permitan llevarse un niño de la
Argentina.
No es esta observación un tema menor en tiempos en que buena parte del territorio nacional está
siendo adquirido por personas de fortuna que pasan sus temporadas de caza o de pesca en el país.
El niño argentinos, apetecido en el mundo (recuerdo acá el Manual para Adoptantes, que decía “si
quiere un niño blanco, vaya a Argentina o a Chile”), será así un logro más de sus excursiones
cinegéticas.
Se trata de no permitir la exportación de niños por atenuación reglamentaria del firme recaudo legal
que nos coloca a la cabeza del mundo en cuanto al cumplimiento del artículo 20 in fine de la
Convención sobre los Derechos del Niño, norma áurea en materia de respeto a la identidad cultural.
ARTICULO 13. - La Nómina de Aspirantes Rechazados se integrará con los datos de las personas cuya
inscripción en el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia o en los registros locales de las
jurisdicciones adherentes haya sido rechazada por no cumplir con los requisitos previstos en la Ley
N° 25.854.
ARTICULO 14. - La Nómina de Aspirantes Rechazados contendrá los siguientes datos del
peticionante:
b) Sexo.
c) Estado civil.
d) Nacionalidad.
e) Domicilio real.
h) Indicación precisa de los motivos del rechazo y medidas sugeridas para su subsanación.
ARTICULO 15. - En forma previa a aceptar la presentación de una solicitud para realizar evaluaciones
a un aspirante, cada registro local verificará si la persona está incluida en la Nómina de Aspirantes
Rechazados y no llevará el trámite adelante sin previa acreditación de haberse cumplido las medidas
que se hayan encomendado.
Esta nómina, prevista originariamente como parte de un solo listado de aspirantes, no agravia a los
intereses que representa el Ministerio Público, pero merece una particular consideración en tanto
que el rechazo por autoridad administrativa inscripto sin dar tiempo a las garantías previstas por el
art. 9° de la Ley N° 25.854 puede violar otras garantías constitucionales defendidas a través del
habeas data por el art. 43 de la Constitución Nacional, y por sobre todo, la garantía de debido
proceso judicial que extiende el art. 8° punto 1 in fine del Pacto de San José de Costa Rica, a la
determinación judicial de derechos de cualquier carácter.
Lo que se esperaba de la reglamentación es que claramente dijera cuál era, en jurisdicción nacional,
el órgano superior competente para estos rechazos, que no puede ser – por lo antedicho – sino un
órgano judicial.
La duda puede radicar en si del acto administrativo de rechazo existe recurso ante un tribunal en lo
contencioso administrativo (criterio de norma general), o si por la especificidad del tema, el recurso
contra la evaluación negativa de un postulante corresponde a un tribunal especializado. Nunca
podrá ser una instancia administrativa –a menos que se transite por el administrativismo en
adopción – la que decida si un habitante de la Nación es apto o no para ser padre.
ARTICULO 16. - Las Nóminas de Niños dados en Guarda con fines Adoptivos o en Adopción se
integrarán con los datos que remitan los Jueces Nacionales en lo Civil con competencia en Asuntos
de Familia de la Cuidad autónoma de Buenos Aires y los magistrados de las jurisdicciones adherentes
por ante los cuales hayan tramitado las solicitudes de guarda o de adopción.
Reitero respecto del nombre de esta nómina la consideración que realicé con referencia al artículo
2°.
Ninguna ley obliga a los jueces de la Nación ni de las provincias a comunicar al Sr. Ministro de Justicia
ni guardas ni guardados, ni adopciones ni adoptados, ni “dados” ni protegidos por esos actos. No
puede un decreto del Poder Ejecutivo Nacional disponer sobre la actividad judicial por vía de
reglamento autónomo. Estrictamente, esta conducta viola la división de poderes y se opone al
espíritu que, fundado en lo más profundo de la historia argentina, veda al Poder Ejecutivo el ejercicio
de funciones judiciales. Es por lo tanto flagrantemente inconstitucional, y así pido se la declare y
niegue desde ya V.S. el cumplimiento de tan alocada orden propia de la suma del poder publico.
b) Sexo.
d) Antecedentes de salud.
A más de ser ilícita su creación por decreto, como ya dije y reitero, esta nómina incorpora datos
sensibles, que vulneran la intimidad de mis representados y que son potencialmente utilizables a
modo discriminatorio. Solamente en la reserva absoluta de la causa judicial pueden figurar los datos
que enumeran, respecto de un niño, los inciso a) a h) del artículo 17. Con particular precisión, el art.
7° de la Ley N° 24.854, definió los datos exigibles a los adultos que se ofrecen como adoptantes,
pero con prudencia laudable nunca los estableció para los niños.
Un registro administrativo de niños en guarda no tiene sentido alguno (y volveremos sobre ello al
analizar el art. 39 en cuestión), pues la decisión ya está tomada en sede judicial y es sólo ante el juez
competente donde se pueden dirimir las cuestiones pertinentes a ella.
En cuanto al registro de niños adoptados, la sentencia se inscribe en el Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas y en el mismo libro de nacimientos, de modo de no crear discriminación
alguna.
Debemos recordar que en 1948, cuando renació felizmente la adopción en Argentina, existió la duda
sobre si abrir o no un libro de inscripciones judiciales de sentencias adoptivas, pero fue rápidamente
dejada de lado la idea, pues solamente existe un único registro de hijos, que es el Registro del Estado
Civil y Capacidad de las Personas.
El espíritu que informó primeramente la ley N° 14.367, y posteriormente el artículo 17 del Pacto de
San José de Costa Rica, ratificado por ley de la Nación N° 23.054, y posteriormente los artículos 240
y 241 del Código Civil en la reforma dispuesta por la ley N° 23.264, se encuentra gravemente
afectado por la creación de un registro de niños adoptados, innecesario y contraproducente al
crecimiento y desarrollo de un espíritu social favorable a la adopción.
Hará más daño a la adopción en Argentina este pretenso “registro de adoptados” que todos los
traficantes de niños juntos. Puedo afirmarlo con un cuarto de siglo largo de tarea cotidiana sobre el
tema.
Cuanto más se señale y discrimine la filiación adoptiva, más se apartará al grueso de la población de
la utilización de este formidable instituto jurídico para la conformación de familia.
La gravedad de pretender un registro de niños adoptados es máxima, y opongo contra ello el amparo
que el artículo 43 de la Constitución Nacional permite a mis representados, por discriminatorio e
inútilmente estigmatizador.
ARTICULO 18. - Los datos de las Nóminas de Niños dados en Guarda o en Adopción serán
mantenidos en reserva absoluta y sólo podrán ser conocidos por el adoptado en los términos del
art. 328 del Código Civil, o por quien justifique un interés legítimo, previa orden judicial.
Si bien la norma administrativa, sin sustento legal, está redactada de modo tal que intenta
salvaguardar la reserva, no podemos olvidar que la sola existencia de un registro implica personal
administrativo, técnico y aún funcionarios jerárquicos del Poder Ejecutivo en conocimiento de un
elemento de la intimidad de las familias.
A más de los riesgos de intromisiones ilegítimas, que son frecuentes en los sistemas informáticos, el
propio conocimiento por el Poder Ejecutivo de la calidad de adoptivo de un ciudadano, es
innecesario y arbitrario.
En cuanto al acceso por parte del interesado, dijimos ya que puede hacerlo plenamente al
expediente de adopción por la norma prevista en el art. 328 del Código Civil. Al mismo llegará a
través de su propia inscripción de nacimiento en el Registro Civil, donde se conservan los datos del
Juzgado interviniente. No hay mejor forma que el acceso directo al expediente – siempre
aconsejamos para ello acompañamiento profesional especializado – para el cual no sería sino un
poco útil paso intermedio el pretendido registro de adoptados.
Si el artículo objetado apuntara a otros intereses legítimos, la misma remisión a la previa orden
judicial torna innecesario el paso administrativo, pues será el juez de la causa, y sólo él, quien pueda
valorar el carácter de parte en guardas o adopciones, o el interés legítimo en acceder a un
expediente de adopción ya concluido con sentencia.
Sólo guardaría entidad el artículo objetado si por “previa orden judicial” lo que quisiera entenderse
es orden de cualquier otro juez que no haya sido el de la adopción, remitida al registro y no al juez
de la causa. Y entonces, si esto es lo que se pretende, se viola flagrantemente el art. 321 inc. g) del
Código Civil.
ARTICULO 21.- Los Jueces deberán comunicar al Registro Unico, las resoluciones que efectivicen
guardas con fines de adopción o adopciones. La comunicación deberá ser suscripta por el
magistrado interviniente e incluir, como mínimo, los datos indicados en el artículo 17 del presente.
Llama la atención nuevamente, que en un exceso de poder, la administración pretenda, por vía de
decreto, obligar a los jueces a algo que sólo la ley puede mandar, no sólo por el art. 19 de la
Constitución Nacional, sino también sino por el principio de división de poderes ínsito a la forma
republicana de gobierno.
Ya más en detalle, la obligación de suscribir un oficio, por parte del Juez, de Secretarios o de letrados,
depende del Código Procesal Civil y Comercial, y no de un decreto administrativo.
En todo esto campea la extralimitación del Poder Ejecutivo sobre actos judiciales.
El citado espíritu administrativista vuelve a manifestarse en este artículo, pues es un funcionario del
Poder Ejecutivo el que determinaría si existe legitimación en los peticionantes, sin ningún tipo de
intervención judicial ni del Ministerio Público.
La forma de redacción del artículo, que no se circunscribe a las nóminas de aspirantes, permite
temer que por un acto administrativo, sin siquiera la intervención extrajudicial del Ministerio
Público, prevista por el art. 59 del Código Civil y 54 inc. a) de la Ley N° 24.946, un funcionario de la
administración central determine la legitimación de terceros peticionantes y la información que se
brinde respecto de niños representados por el Ministerio Público de Menores.
c) Los aspirantes cuya inscripción haya sido admitida o rechazada en los respectivos registros locales
y sus abogados, sólo en cuanto a su propia inscripción. En este caso, la información deberá ser
requerida por los postulantes o sus letrados a la autoridad a cargo del registro de la jurisdicción
donde los mismos se encuentren inscriptos.
Nada cabe oponer a los tres primeros supuestos, salvo señalar que no advierte el Poder Ejecutivo,
en su propio decreto, el carácter de Magistrados del Ministerio Público, y no de funcionarios
dependientes para su designación o remoción de mera resolución del Ministerio de Justicia, como
lo fuimos durante casi un siglo y medio, hasta la ley N° 24.946 de 1998.
Pero el inciso d) de este artículo es realmente ilegal, contrario al derecho humano a la intimidad que
protege el art. 43 de la Constitución Nacional y desproporcionado si se lo interpreta a la luz de la
facultad administrativa de justificar interés legítimo en acceder a los datos de persona alguna.
Alarma pensar que cualquiera podría tener, por mera decisión administrativa no bilateralizada,
acceso irrestricto a la información contenida en las nóminas de aspirantes admitidos o rechazados.
Esto es totalmente contrario a principios constitucionales y a la estricta letra del mismo artículo 11
de la ley N° 24.854.
Podemos intuir por qué el Ministerio de Justicia se arroga una facultad de legitimación, como
autoridad competente a tenor del art. 4° de la ley, pero no dudo en oponerme a ello, sosteniendo
que dicha competencia es judicial, por su excepcionalidad cuando excede del nivel de interesados
directos en los datos personales, íntimos, sensibles y potencialmente discriminatorios que un
registro de esta naturaleza contiene.
ARTICULO 26.- Se encuentran legitimados para acceder a las Nóminas de Niños entregados en
Guarda con fines Adoptivos o en Adopción, previa orden judicial:
b) Los jueces competentes en procesos de guarda o adopción, exclusivamente a los fines previstos
en el artículo 39 de la presente reglamentación.
Notable es la diferencia entre la enumeración de este artículo y del anterior. Salvado el obvio interés
del propio adoptado, que ya garantiza el precitado artículo 328 del Código Civil, se excluye al
Ministerio Público y aún a los jueces, salvo para ejercer la facultad de pedir informes sobre la
existencia de hermano, según el art. 39 al que me referiré.
Quiere decir que la norma impugnada solo tiene efecto real en cuanto otorga al funcionario
administrativo, por aplicación del art. 22, la facultad de justificar interés legítimo a personas u
organizaciones por mera presentación en sede administrativa, sin garantía de debido proceso al
propio adoptado o a sus padres, y sin intervención del Ministerio Público.
Este sólo inciso c) del artículo en cuestión bastaría para confirmar la inconstitucionalidad del registro
de niños adoptados que pasa a ser así una nómina discriminante, expuesta a cualquiera que el
interés del poder político de turno considere legitimado para revisarla.
ARTICULO 27.- Cualquier persona podrá acceder a través de la página web del Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos, a los siguientes datos de las personas inscriptas en la Nómina de Aspirantes
Admitidos:
a) Número de legajo.
c) Sexo.
d) Estado civil.
g) Características del niño que se pretende adoptar en orden a su edad, sexo, estado de salud, si
acepta más de un niño o, en su caso, grupos de hermanos.
h) Si posee otros hijos, su fecha de nacimiento, si los mismos son biológicos, o adoptivos, y, en este
último caso, si las adopciones anteriores han sido otorgadas con carácter simple o pleno, y si
conviven con el aspirante.
En todos los casos se mantendrá en absoluta reserva la identidad personal de los aspirantes,
impidiéndose el acceso público a sus nombres, documentos o domicilios.
El acceso por cualquier persona, incluso del extranjero, a través de la página web del Ministerio de
Justicia a nóminas con tantos datos como los que enumeran los incisos a) a i) de este artículo, no
tiene realmente sentido, y nos permite preguntarnos cuál es el verdadero objetivo de la
reglamentación contra legem.
Aunque no se mencionen los nombres y apellidos, los documentos o los domicilios, del conjunto
minucioso de datos que allí se establece como de acceso libre, se puede inferir una identificación
por contexto, que incluso afecta a otros niños según los incisos h) e i) de este artículo. Cuesta
entender cuál puede ser el interés legítimo de cualquiera del pueblo para acceder a la nómina de
aspirantes admitidos.
Y no se diga que se trata de un mero efecto estadístico, pues en tal caso bastaría una autorización
expresa al órgano competente para ello, con compromiso de confidencialidad, y no colocar en la
web una nómina críptica de datos genéricos, dolores, expectativas, problemas personales o
relaciones familiares que a nadie interesan sino a las propias personas que viven esas circunstancias.
La eximición de reiterar evaluaciones no puede ser absoluta por el mero hecho de ratificar
anualmente la inscripción. Esta norma contradice la facultad genérica – y reconocida expresamente
por el programa vigente de guardas con fines de adopción del Consejo Nacional de Niñez,
Adolescencia y Familia – en cuanto a que los Magistrados que tomen conocimiento directo de los
postulantes, puedan requerir nuevas evaluaciones por advertir circunstancias dudosas o negativas,
como el rechazo de una guarda por motivos de discriminación.
ARTICULO 36.- Los jueces Nacionales en lo Civil con competencia en Asuntos de Familia, desde la
entrada en vigencia de la presente reglamentación, y los magistrados con competencia en el
otorgamiento de guardas con fines de adopción y adopciones que ejerzan su jurisdicción en las
provincias adherentes, a partir de la fecha de la pertinente adhesión, sólo podrán otorgar guardas
con fines adoptivos a postulantes incluidos en la Nómina de Aspirantes Admitidos del Registro Único
de Aspirantes con fines Adoptivos.
En principio, la obligación de los jueces nacionales de otorgar guardas con fines adoptivos solamente
a los postulantes inscriptos en el registro – que apoyo y que propugno desde hace un cuarto de siglo
– nace de la ley y no de decreto alguno del Poder Ejecutivo (conf. art 16 ley N° 25.854)
Pero es inconstitucional que el decreto pretenda obligar a jueces provinciales por la mera adhesión
que pueda hacer cada uno de los poderes ejecutivos de las provincias adherentes, puesto que en
todas ellas rige el principio republicano de la división de poderes y la independencia judicial que
garantiza el art. 5 de la Constitución Nacional.
ARTICULO 37.- Los jueces, previa consulta de la Nómina de Aspirantes Admitidos, podrán:
a) requerir del Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos la remisión de copia de
los primeros DIEZ (10) legajos de mayor antigüedad en la Nómina de Aspirantes Admitidos, en cuyo
caso el Registro Unico solicitará a los registros de cada jurisdicción la remisión directa al Juez
solicitante de la información requerida; o
b) requerir del Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos copia de determinados
legajos de aspirantes, seleccionados en función del interés superior del niño que debe ser entregado
en guarda, en cuyo caso el Registro Unico solicitará a los registros de cada jurisdicción la remisión
directa al Juez solicitante de la información peticionada.
Más llamativo aún es el sistema de este artículo 37, que en Reunión de Estudio de Temas del
Ministerio Público de Menores llamé norma contradictoria con la finalidad expresada. En efecto, del
juego real de los incisos a) y b) surge que la transparencia, garantía al administrado, y restantes
valores que impulsaron la creación del registro único, se encuentran absolutamente dejados de
lado. El decreto niega la ley, y también sus propios considerandos.
Si hacemos jugar los efectos del art. 34, que impide reevaluaciones, y los del art. 35, que mantiene
las inscripciones de quien se propone adoptar grupos de hermanos (nótese que es una inscripción
abierta en expectativa ante el posible nacimiento de hermanos), los diez legajos de mayor
antigüedad entre los aproximadamente 1000 existentes, que serán muchos miles en la mecánica
del registro, estarán largamente comprendidos entre guardadores en expectativa de hermanos y
otros reiteradamente tenidos en cuenta, no seleccionados y eximidos de reevaluación.
Quiere decir que lo que operará será el inciso b), por lo cual cada juez pedirá el legajo que quiera
pedir, en función de un genérico e invocado interés superior del niño.
Entre la cerrazón del inciso a) y la apertura carente de todo marco del inciso b) no ha podido
encontrar el Poder Ejecutivo forma prudente que permita cumplir la transparencia que invoca en
los considerandos, y el ejercicio de una facultad reglada, que en este, como en otros casos, es lo
propio de una justicia especializada..
Así la Regla sexta de la Resolución N° 40/33 ONU (Reglas Mínimas para la administración de la
justicia de Menores, conocidas como Reglas de Beijing) aplicables a estos casos por la remisión que
formula la regla 3,2 del mismo cuerpo normativo, señala la necesidad de “un margen suficiente para
el ejercicio de facultades discrecionales” para lograr “una administración de justicia de menores
eficaz, justa y humanitaria”, pero acota de inmediato “ la necesidad de permitir el ejercicio de las
facultades discrecionales en todos los niveles importantes del procedimiento, de modo que los que
adoptan determinaciones puedan tomar las medidas que estimen más adecuadas en cada caso
particular, y la necesidad de prever controles y equilibrios a fin de restringir cualquier abuso de las
facultades discrecionales”
ARTICULO 38.- Los legajos y la documentación allí agregada, se conservarán en la sede del Registro
de Adoptantes en el que se haya efectuado la inscripción. Una copia deberá ser remitida al Juez que
la solicite, dentro de los DIEZ (10) días hábiles de requerida, prorrogables en razón de la distancia a
razón de UN (1) día cada DOSCIENTOS (200) kilómetros o fracción que no baje de CIEN (100)
kilómetros.
Desde el interés de mis representados en situación de abandono, resulta inadmisible que el Poder
Ejecutivo coloque como término para presentar la documentación que permite la guarda, el mismo
que el reformado art. 398 del CPCC establece para contestar cualquier oficio.
El interés superior del niño, su carácter de sujeto prevalente y la celeridad con que deben manejarse
estos casos me obligan a impugnar esta norma, y requerir se declare que los pedidos deben ser
contestados con la urgencia que el caso indique a la orden jurisdiccional.
ARTICULO 39.- A fin de dar cumplimiento con lo dispuesto en el artículo 12 de la Ley N° 25.854, y
posibilitar que un mismo aspirante acceda a la adopción de un grupo de hermanos, los jueces, en
forma previa a conceder una guarda preadoptiva, podrán solicitar del Registro Único de Aspirantes
a Guarda con fines Adoptivos informe acerca de la existencia de hermanos o medios hermanos del
niño que hayan sido dados en guarda con fines adoptivos o en adopción.
Firme defensor de mantener unificada la guarda de los hermanos (confer. “El vínculo entre
hermanos”, en Revista del Ministerio Público de la Procuración general de la Provincia de Buenos
Aires, Año 1, N° 2, Noviembre de 2003; y numerosos dictámenes en tal sentido), no objetaría nunca
que fuera obligatorio mantener el vínculo fraterno aún en adopciones plenas. Pero si esto es una
mera facultad, entonces la nómina cuya acceso regula el art. 26 sólo tiene sentido para el propio
adoptado, que como dije puede acceder al expediente (para facilitar lo dicho bastaría una nómina
de expedientes de adopción en Tribunales) y en realidad para los terceros legitimados por el Poder
Ejecutivo, que es a lo que me opongo en defensa de mis representados.
ARTICULO 40.- Los guardadores de hecho, quienes tengan guardas simples otorgadas por juez,
aquellos a quienes los progenitores les hayan entregado directamente el menor, y pretendan su
adopción, deben inscribirse en el registro de adoptantes local. Será deber de los jueces competentes
comunicar la necesidad de dicha inscripción y, en su caso, ordenar se proceda a la misma, previo
cumplimiento de los requisitos previstos en el artículo 7° de la Ley N° 25.854.
Pareciera ser que el decreto deja para el final el golpe más profundo al sistema de adopción en la
República Argentina, a los avances que significó la Ley N° 24.779, y a la constante lucha contra el
contractualismo cosificador de los niños.
Esta “sagita partium” final, destruye el sentido de los artículos 316 y 318 del Código Civil.
Al mencionar a “aquellos a quienes los progenitores les hayan entregado directamente al menor”,
justifica y legaliza el contractualismo, es decir, el acuerdo entre adultos sobre la situación jurídica
del hijo de uno de ellos, la más abyecta rémora de la patria potestas romana, y el mayor enemigo
de una adopción a favor del niño y no de los adultos.
El recaudo a posteriori de inscripción en el registro, no sanea la necesidad legal que crea el art. 16
de la ley N° 25.854. El contractualismo se filtra entre alguna disquisición entre guarda de hecho y
guarda con fines adoptivos. Como si la finalidad adoptiva no existiera desde el principio en el
guardador.
En realidad, lo que aquí se pretende es permitir que alguien, queriendo adoptar, se “consiga” un
niño por acuerdo directo con la madre, quizás en alguna provincia no adherente al registro, y se
pueda “legalizar” la situación posteriormente, inscribiéndose incluso en el registro del propio
domicilio del adoptante, en burla de la competencia de la justicia provincial del niño así
“conseguido”.
Esta admisión de procedimientos contra legem que permite el art. 40 me mueve finalmente a
requerir a V.S., a todos los honestos Magistrados de la República, y a los mismos padres adoptivos
o en potencia de serlo, una fuerte postura de defensa de los valores constitucionales a favor de los
niños que represento.
La lucha contra el contractualismo en adopción lleva milenios – desde aquellas ficciones de triples
ventas y manumisiones de la Ley de las XII Tablas – pero no por eso estamos eximidos de seguir
dándola.
“La lucha es el trabajo eterno del derecho. Si es una verdad decir : ganarás tu pan con el sudor de
tu frente, no lo es menos añadir también: solamente luchando alcanzarás tu derecho. Desde el
momento en que el derecho no está dispuesto a luchar, se sacrifica. Así podemos aplicarle la
sentencia del poeta:
VI. DERECHO
Fundo el que asiste a mis representados en las normas de rango constitucional y articulado del
Código Civil reseñado ut supra; en el artículo 54 y concordantes de la ley Nº 24.946. y en las normas
procesales que emanan del CPCC y la ley N° 16.986, subsidiariamente.
En cuanto a la medida cautelar autosatisfactiva peticionada, encuadra en el artículo 232 del CPCC,
ya que las circunstancias de hecho y fundamentos de derecho antes desarrollados, hacen viable esta
acción con basamento en el principio de la tutela judicial efectiva, a tenor del artículo 8° de la
Declaración de los Derechos de Humanos, de rango constitucional a tenor de lo establecido en el
art. 75, inc. 22, de la Constitución Nacional, que en lo esencial establece que toda persona tiene
derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes que la ampare contra
actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o la ley.
Similar premisa se desprende del Pacto de San José de Costa Rica, art. 8. inc. 1°, y artículo 25; y
también de los arts. 14, 18 y 43 de la Constitución Nacional, que en ausencia de otra vía idónea, le
permitan a mis representados obtener del órgano jurisdiccional un pronunciamiento útil, eficaz y
oportuno.
Actualmente se afirma, ya sin dubitaciones, que la tutela de urgencia no se agota con las medidas
precautorias porque también lo “urgente” está presente - autónomamente - en ciertas pretensiones
que recaen derechamente como en el caso bajo examen, sobre aspectos sustanciales.
Por lo demás y en cuanto a la procedencia de este tipo de medidas, se ha dicho que se encuentran
supeditadas a la concurrencia simultánea de circunstancias infrecuentes derivadas de la urgencia
impostergable en la que el factor tiempo y la prontitud aparecen como perentorios; de la fuerte
verosimilitud sobre los hechos, con grado de certidumbre acreditada al inicio del requerimiento o,
en su caso, de sumaria comprobación; y además, la superposición o coincidencia entre el objeto de
la pretensión cautelar, provisional o preventiva - en la terminología clásica - con la pretensión
material o sustancial, de modo que el acogimiento de aquella torne generalmente abstracta la
cuestión a resolver por qué se consumó el interés jurídico (procesal y sustancial) del peticionante.
Todos estos recaudos surgen claramente de la cuestión que planteo a V.S., pues los mismos
considerandos del decreto 3873/05, reconocen que las nóminas de niños en guarda y adoptados no
están previstas en la ley reglamentada, lo que crea una flagrancia de exceso de las facultades del
Poder Ejecutivo, que motiva por sí sola suficientemente la medida cautelar.
VII. PRUEBAS
1. Documental:
1.a. Siete actas, numeradas como 23, 24, 25, 27, 29, 30 y 31, labradas en turno de esta Defensoría
Pública, que contiene manifestaciones de ciudadanos referidas a la situación reglamentaria de
guardas y adopciones, y en particular al Decreto 383/05.
1.b. El expediente N° 35.676/2003, del Registro de ese Juzgado en lo Civil N° 92, cuya estricta reserva
solicito en función de los datos íntimos de mi representado, Marcelo Ingnacio.
2.1. Al Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, para que remitan copia certificada de
todas las resoluciones y disposiciones que partir de la Número 922/78, de la Secretaría de Estado,
su derogatoria de 1988, el Programa aprobado por el Consejo Nacional del Menor y sus
modificaciones en la década del 90, las sucesivas disposiciones comunicando cuatrimestralmente el
listado de ofrecimientos como guardadores con miras de adopción a la Excma. Cámara nacional de
Apelaciones en lo Civil, y las medidas que últimamente haya tomado en materia vinculada a guardas
con fines adoptivos.
2.2. Al Consejo de los Derecho de Niños, Niñas y Adolescentes del Gobierno Autónomo de la Ciudad
de Buenos Aires, para que remitan copia certificada de todos los actos administrativos vinculados a
su intervención en materia de guardas preadoptivas.
2.4. A la Comisión de Mujer, Familia y Minoridad del Honorable Senado de la Nación, para que
remita los antecedentes de tratamiento a la ley de adopción 19.134, que concluyeron en la sanción
de la Ley 24.779, incluyendo las actas de sesiones de comisión al respecto.
2.5. A la Secretaría de Información Parlamentaria del Honorable Congreso de la Nación para que
remita ejemplares de los proyectos que tuvieron estado parlamentario referidos a la modificación
al registro de adopción en la Argentina a partir del año 1984 y hasta 1997 inclusive
3. Amicus Curiae
Para le caso en que sea necesario resolver el amparo sobre cuestiones de fondo, propongo a V.S.
por la complejidad de la cuestión planteada, la intervención de sendos amicus curiae de alta
especialización jurídica, social y psicológica. En tal sentido, sugiero al Dr. Gustavo Bossert,
reconocido jurista, ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal y
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; y a la Lic. Eva Giberti, reconocida especialista asistente
social y psicóloga, consultora de ambos organismos técnicos, nacional y municipal, en la materia.
VIII. PETITORIO:
4) Se convoque, si V.S. lo encuentra pertinente, a los Amici Curiae sugeridos, para que brinden su
opinión sobre el decreto en cuestión.
5) Se convoque, trabada la medida cautelar y contestado que sea el informe del amparo, a una
audiencia para tratar en debida forma, con las autoridades competentes y los consultores
propuestos, el mejor modo de superar la grave situación institucional que afecta al sistema de
guardas con fines adoptivos.
Proveer de conformidad,
SERA JUSTICIA
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