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Título: ¿Son los "menores", ...incapaces?


Autor: Baldarenas, Jorge A.
Publicado en:
Cita Online: 0029/000442
"Para el adulto es un escándalo que el ser humano en estado de infancia sea su igual". Françoise Dolto
I. INTRODUCCIÓN
Cuando en mi actividad, como parte del Ministerio Público, debo presentarme ante los usuarios de mi
servicio -niños y jóvenes- percibo que ellos sienten una profunda perturbación cuando les digo que soy el
"asesor de Incapaces" (1). Tal denominación no sólo me define a mí -me pone en un lugar jerárquico- sino que
también define a quien consulta, ya que lo denota como falto de aptitud para autovelarse. Y si bien tal falta de
autogobierno puede existir o bien estar presumida por la ley, no puede de allí desprenderse que la persona toda,
quede definida por esa carencia.
Es que en materia de capacidad, pareciera -desde una lectura lineal de los seres humanos- que éstos pueden
ser capaces o incapaces. Y esa lectura simple, deriva en institutos y procedimientos que mantienen y amplían las
desviaciones mismas, en lugar de proteger y resguardar a sus destinatarios. Esta situación fue puesta de resalto
por el autor del Código Civil argentino, cuando en la nota al art. 58 luego de no reconocerles a los menores el
beneficio de restitución y considerar inconveniente cualquier otro privilegio, hace hincapié en que la protección
exagerada de los incapaces no hace más que perjudicarlos.
Estoy convencido que proteger, no sólo implica quitar responsabilidades y derechos, pues restringir la
capacidad de decidir o de ser competentes, afecta negativamente a la persona toda, incluida su salud física, y no
sólo su esfera jurídica (2).
Este trabajo, pretende, desde una noción diferente de persona, rescatar la capacidad que en todo ser humano
existe, incluidos los niños y jóvenes, sin perjuicio de las dificultades materiales que puede haber para ejercer
personalmente los derechos y deberes que de tal situación se derivan. No creo que la regulación de la capacidad
y, consiguientemente, el de la incapacidad, tal como está diseñada en nuestro ordenamiento civil, sea una
estructura protectora de los niños y jóvenes, a pesar de lo que la doctrina mayoritaria sostiene al respecto (3).
II. EL CONCEPTO DE PERSONA Y LAS OTRAS CIENCIAS
El concepto de persona física designa una realidad natural con una valoración ética históricamente
comprobada, que se impone al Derecho como dato previo, con existencia propia, siendo determinante de la
posterior caracterización jurídica de la situación general del ser humano (4). Al ser el concepto jurídico de
persona un "posterius" derivado del filosófico, resulta que no hay ni puede haber una teoría exclusivamente
jurídica de la persona (5).
La concepción formalista liberal, que a mi entender ha marcado a los intérpretes de nuestro Código Civil y
que se opondría a la interpretación que sustento, proporciona un concepto meramente nominal de la
personalidad, que no pretende ser designación de realidad alguna prejurídica, sino que funciona como síntesis
verbal connotativa de un fenómeno jurídico de carácter variable y complejo, como es la subjetividad en los
derechos y deberes. Tal construcción está absolutamente influida por la teoría de las llamadas personas jurídicas,
y es un simple instrumento técnico al servicio de la noción básica y más previa del derecho subjetivo (6).
De esta forma y desde la teoría pura del Derecho, la definición de persona física deja de referirse al hombre
para transponerse en las normas, en una construcción de la ciencia jurídica, y por ello un concepto auxiliar de la
misma. La llamada persona física es, así, una persona jurídica (7).
La construcción abstracta de la personalidad ofrece una visión uniforme y esquemática del régimen jurídico
de la capacidad, que resulta insuficiente desde la óptica del actual modelo antropológico (8).
La construcción realista de la persona pone al ser humano ante el derecho, como realidad primaria y
fundamental y extrae de la misma las notas de su definición jurídica. Según esto, la persona es el ser humano, y
 

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la personalidad designa esa peculiar naturaleza o significado jurídico del hombre como valor superior
fundamental (dignidad), como supuesto individual, dotado de capacidad jurídica y de obrar (subjetividad), como
titular de derechos innatos e inviolables (derechos fundamentales y de la personalidad), y como miembro de las
comunidades jurídicas (estados civiles) (9).
Las principales proyecciones y exigencias de la dignidad personal en el derecho privado son la capacidad
jurídica y la capacidad de obrar, entendidas desde la óptica realista, como los límites jurídico-naturales básicos
de la subjetividad respectivamente pasiva (o estática) y activa (o dinámica) determinada la primera por el
principio y fin de la existencia personal (de manera absoluta e indisponible para el legislador) y la segunda por
el grado de autogobierno psíquico del sujeto (de manera tendencial y con arreglo a las normas positivas, que no
pueden violar, sin embargo, el principio fundamental de respeto a la libertad personal) (10).
III. FUNDAMENTO PSICOLÓGICO DE MI POSICIÓN
Como ya dije, no creo que sea protectora de los niños y jóvenes la forma en que se ha diseñado, o más bien,
interpretado, la normativa civil en materia de capacidad de obrar. Es que, si bien se considera a los menores
sujetos de derecho, llegada la hora de permitírseles su ejercicio, se les impide hacerlo en razón de una
pretendida protección.
¿Hay una especificidad de la infancia? ¿Tiene el niño una realidad propia, aunque sólo sea transitoria, o bien
es simplemente una etapa? Todas las disciplinas muestran la misma ambigüedad y la misma perplejidad para
definir al niño. La pregunta es falsa, porque la frontera psíquica entre infancia y edad adulta no está
determinada. ¿Quién puede sentirse adulto? Hay, ciertamente, indicadores somáticos: la maduración gonádica;
la terminación de la osificación; la trayectoria de desarrollo que puede medirse en una curva y que se aquieta en
el apogeo de la "fuerza de la edad". Desde este punto de vista, crecimiento, edad celular, etcétera, el niño es pre-
adulto y el adulto un pre-viejo (11).
El criterio físico era el que establecía el Derecho Romano. Una regla tradicional consagrada por la
costumbre, disponía que la pubertad empezaba a los 12 años en la mujer y en los hombres se determinaba en
cada caso, según que realmente fueran o no capaces de generar ("pubes, quie genare potest") pero Justiniano la
estableció de modo invariable a los 14 años. Vélez utilizó el concepto de menor adulto ya que la distinción que
hace, en los arts. 126 /127 del Código Civil, se basa tanto en el desarrollo físico (lo que hubiera justificado lo de
púber) como intelectual (12).
Si bien la distinción de trato que propongo y que acentúa la distinción entre menores de 14 y mayores de esa
edad, pareciera ser irrelevante (13), creo que de aceptarse no haría más que acompañar lo que la psicología
evolutiva nos enseña. Es que en este momento del desarrollo del joven el pensamiento formal es "hipotético
deductivo", es decir, que es capaz de deducir las conclusiones que hay que sacar de puras hipótesis y no sólo de
una observación real, sin perjuicio de hallarse, aún, teñido de cierto egocentrismo (14). Además, es en la
pubertad cuando el psiquismo está en un proceso importante de maduración y sale a la luz el sentimiento de la
responsabilidad, ya que aquél no es más que una metáfora de lo físico (15).
Es para mí sumamente importante esta concepción de la capacidad de obrar en tanto ella lleva implícita la
incorporación de los jóvenes a la vida social además de su familia nuclear y al encuentro con otras personas que
pueden o no pensar como él. Y ello hace el crecimiento. Es que no es bueno que el niño, con el pretexto de que
se expanda libremente, nunca encuentre resistencia; es preciso que encuentre otros actos de deseo, el de los
demás, y que correspondan a edades diferentes de la suya. Si al niño se le cediera todo, se anularían por
completo sus poderes creativos, que son la ardiente búsqueda de satisfacer un deseo jamás colmable y que en la
parte en que satisface, se desvía en esto al menos del objeto y se satisface de otra manera (16). Y algo similar
ocurre, cuando desde la ley, se declara que el joven es incapaz y por tanto, irresponsable de sus actos (17).
IV. RELACIÓN ENTRE ESTAS TEORÍAS Y EL DERECHO INTERNO ARGENTINO
Creo que la incorporación del art. 75 incs. 22, párr. 2 y 23 a la Constitución Nacional va a producir y/o
requerir una profunda adaptación y nueva forma de interpretación de la normativa civil sobre capacidad acorde
 

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con la concepción antropológica que tal ordenamiento legal -ahora- contiene (18).
Es que el concepto abstracto de la personalidad rige perfectamente en la teoría de la relación jurídica y en el
derecho subjetivo (y con más dificultades, en el acto o negocio jurídico), mientras que el concepto real anima a
los nuevos sectores del ordenamiento (derechos de la personalidad, legislación sobre menores, enfermos
mentales, minusválidos, promoción de la mujer, etc.) exigidos por la ética civil contemporánea, plasmada en los
criterios constitucionales y supranacionales (19).
Si bien nuestra Constitución Nacional recepta en el art. 16 el concepto de igualdad ante la ley, tal vez pueda
decirse que la capacidad de derecho es igual para todos, pero la capacidad de hecho puede ser diferente. Tal
interpretación pudo haber sido parcialmente correcta hasta ahora, pero creo que con la incorporación de aquellos
tratados, esto no alcanza y al ir más allá de la protección necesaria, viola normas fundamentales (20). Digo
parcialmente y hasta ahora, porque aquel principio constitucional se plasma en los arts. 52 y 53 del Código Civil
al establecerse la regla de que todas las personas físicas deben ser reputadas capacitadas. Esa regla no puede ser
circunscripta -a mi entender- a la capacidad de derecho, sino que también debe alcanzar a la de obrar (ver nota al
art. 52 ) (21).
Es que es disvaliosa la aplicación homogeneizante del Derecho, en tanto no contempla la personalización del
sujeto y las circunstancias del caso particular (22). La revalorización de la persona considerada en sí misma
constituye sin duda uno de los avances más significativos del pensamiento jurídico actual a través de una óptica
superadora de la concepción patrimonialista contenida en los códigos clásicos tributarios del precitado
ideológico-político de la Revolución Francesa (23).
Creo que el reconocer como principio que todas las personas -incluso los menores- poseen capacidad de
obrar, salvo las limitaciones que en su beneficio y para protegerlas la ley establece, se entronca con el concepto
de dignidad humana. Ya que en un sentido negativo, tal derecho impone al Estado la restricción de no
discriminar ilegítimamente (24), cosa que ocurre -a mi entender- al legislarse sobre capacidad, dividiendo a las
personas y a su vida, en dos clases y categorías: mayores y menores de edad, estableciendo una única edad
límite, sin considerar la previa capacidad de obrar que en toda persona existe y de la que no hace falta privarla
para protegerla.
Resulta interesante destacar que en Inglaterra a partir del caso "Gillik vs. Norfolk" se habla de una categoría
de chicos, los "Gillik competentes" y que son aquellos, que sin contar con la edad que los ordenamientos legales
establecen para prestar un consentimiento válido, pueden hacerlo en función de su grado y madurez (25).
Pienso, sin embargo, que el cambio puede iniciarse de inmediato si se modifica el criterio de interpretación
de las leyes vigentes ya que -como se ha dicho respecto de la Convención sobre los Derechos del Niño - los
magistrados tienen la obligación de omisión o negativa, consistente en no aplicar normas que nos vienen de
antes y que pueden ser contrarias a aquélla, sin perjuicio del deber de los legisladores de adecuar el derecho
interno a la nueva normativa (26).
V. LA CAPACIDAD Y EL CÓDIGO CIVIL DE VÉLEZ SARSFIELD. SU INTERPRETACIÓN EN EL
TIEMPO
El codificador estableció que tenían incapacidad absoluta las personas por nacer, los menores impúberes, los
dementes, los sordomudos que no saben darse a entender por escrito y los ausentes declarados tales en juicio
(art. 54 , Cód. Civ.).
En el tema de la capacidad el codificador siguió a Freitas, influido a su vez por Savigny, a Goyena y a las
Leyes de Partidas, fuertemente impregnadas por el Derecho Romano (27).
En el art. 58 establece que el Código protege a los incapaces pero al solo efecto de suprimir los efectos de la
incapacidad, dándoles la representación que en él se determina. Y en el art. 55 dice que son incapaces "respecto
de ciertos actos y/o del modo de ejercerlos", los menores adultos-mayores de 14 años (art. 127 ) y la mujeres
casadas, lo que se compadece con el art. 921 que dispone que se reputarán hechos sin discernimiento los actos
lícitos practicados por menores impúberes o ilícitos realizados por menores de 10 años, como también los actos
 

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de los dementes que no fuesen practicados en intervalos lúcidos y los que, por cualquier accidente están sin uso
de razón.
Al comentar este artículo, expresa Busso, que a estar a lo que el mismo dice y a las explicaciones que Freitas
da de la disposición que fue fuente de la nuestra, "pareciera que la incapacidad relativa del menor fuera una
incapacidad especial referida a actos determinados y que todos los actos no prohibidos le serán permitidos",
pero concluye diciendo, que otra es sin embargo la solución exacta (28). En igual postura se sitúa Salvat (29).
Machado dice que los menores adultos tienen voluntad y pueden manifestarla, pero la ley ha exigido que
para obligarse u obligar, sea necesario el consentimiento del tutor, que completa por así decirlo, su personería en
los actos que realiza (30). Llerena, nada agrega, aunque mantiene la frase "respecto de ciertos actos o del modo
de ejercerlos" (31). Guastavino expresa que el Código Civil al encargarse de la incapacidad relativa se refiere a
la limitada a ciertos actos o al modo de ejecutarlos (32).
El mismo Freitas nos dice respecto de los menores adultos que son incapaces solamente por imposibilidad
moral de obrar (falta de discernimiento), no sólo relativamente a algunos actos que no pueden practicar, sino en
relación al modo de practicar otros actos que pueden practicar (33).
Es de resaltar que el art. 145 establece que no se puede pedir la declaración de demencia de personas
menores impúberes y que entonces, a "contrario sensu", sí puede obtenerse después de los 14 años. Esto implica
presumir en los menores adultos una capacidad natural de obrar y que en caso de que no existiera, debido a una
enfermedad mental, tal situación debe ser constatada por una sentencia que así lo declare. Tal presunción
también se veía reforzada por el art. 515 inc. 1 -hoy derogado- que consideraba naturales las obligaciones
contraídas por los menores adultos en los casos que les estaba prohibido obligarse.
El art. 1160 reafirma la regla del viejo art. 55 del Código Civil cuando expresa que no pueden contratar los
incapaces por incapacidad absoluta ni los incapaces por incapacidad relativa en los casos que les esté
expresamente prohibido. Y ello es así y no como manifiesta Salvat (34) que se trata de un error de redacción.
Por último, y al comentar respecto del nuevo art. 55 agregado por la ley 17711 , Borda dice que la reforma es
plausible en cuanto: ...b) dispone claramente que la regla respecto de los menores adultos es la incapacidad y
que éstos sólo pueden realizar los actos para los cuales sean expresamente autorizados por la ley (35).
Pareciera, a mi entender, que a medida que nos alejamos de la fuente, la doctrina fue poniendo más el acento
en lo que los menores adultos no pueden hacer, hasta que finalmente, ello dominó todo el panorama de la
capacidad y terminó equiparándolos con los impúberes que también pueden otorgar ciertos actos en los casos
que las leyes los autorizan. Esa interpretación, se cristalizó en el actual art. 55 del Código Civil.
Es de destacar que para los dementes -a quienes dedicaremos otro trabajo- Vélez usó un criterio biológico
puro y no mixto o sea biológico-económico (36) y que en las dos primeras formas de la clasificación que realiza
-manía o demencia- las ideas no faltan pero son desordenadas o absurdas y en la última -imbecilidad- hay
ausencia u obliteración de las ideas (37), con lo que cabe deducir que para él aquí no había ni podría haber
discernimiento y por ello los incluyó -"prima facie" con razón- dentro de los incapaces absolutos.
Vale decir que para algún sector de la vieja doctrina y jurisprudencia, el principio del art. 411 del Código
Civil -actuación independiente del tutor- se aplica sólo en caso de menores impúberes, con lo que cabe y cabía
tenerlos -a los adultos, en principio y a mi entender- por capaces.
Hoy, por el proceso negativo de simplificación que creo se ha producido, se dice que el tutor actúa con
prescindencia y hasta en contra de la voluntad del menor, en el manejo de sus intereses (38). Otros generalizan
tal situación y la aplican a todos los casos de representación legal de incapaces (39).
Bien distinta era la postura de Freitas quien en su art. 1713 del "Esboço" establecía, bajo pena de nulidad,
que en los casos que el tutor requiere autorización para actuar, el juez debe, previo a resolver, escuchar a los
pupilos si fueren ya adultos y estuvieren presentes en el lugar, teniendo, sin embargo, el magistrado facultad
para decidir en contra de lo que ellos y el agente del Ministerio Público, hubieren opinado.

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Cabe poner de manifiesto que en la legislación romana el tutor completaba la personería del menor adulto,
sin excluir su intervención, pero en la moderna -dice Machado- para facilitar la gestión de los negocios del
menor o considerando que su intervención no sería eficaz, se ha creído consultar mejor sus intereses dando al
tutor mayores facultades (40). Merece destacarse que el primitivo art. 274 del Código Civil (41) autorizaba la
sustitución plena de la voluntad del menor sólo cuando era impúber (42).
Además, hay actos que el menor, aun impúber, puede practicar solo (art. 2392 , Cód. Civ.), o los practica por
sí mismo, presumiéndose el consentimiento de sus representantes (art. 279 ) o bien la ley requiere, además de la
voluntad del representante, el asentimiento del hijo adulto (art. 280 ). En otros casos, se autoriza al juez a oír al
menor (Ley de Adopción, art. 264 ter , Cód. Civ.). Todo esto sin perjuicio de que, en la realidad, los menores
realizan un sinnúmero de actos jurídicos, en su mayoría contratos de no poca importancia, que han sido
reputados como válidos por la doctrina (43).
Hay acuerdo, además, en la doctrina de que los actos personalísimos no son susceptibles de ser ejecutados
por los representantes de los incapaces (44).
VI. CONCLUSIONES
De lo expuesto, estimo que pueden establecerse -y sin perjuicio de analizar en otro trabajo los casos
particulares- los siguientes criterios generales:
a) Los niños y jóvenes menores de edad son personas capaces sujetas a una potestad ajena impuesta con una
finalidad claramente protectora.
b) Por estar sujetos a tal potestad ajena -patria potestad o tutela-, los niños y jóvenes menores de edad, sólo
se encuentran limitados en su capacidad de obrar respecto de terceros.
c) Las limitaciones aparecen graduadas de mayor a menor en la ley y respecto de terceros.
c.1) En el grado máximo implica o supone la actuación de un representante legal que sustituye -hacia afuera
solamente- la voluntad de ellos.
c.2) La mínima, un asentimiento, consentimiento o asistencia que completa su capacidad.
c.3) En otros casos alcanza la propia capacidad y aquí no hay limitación.
c.4) La limitación máxima no alcanza nunca a los actos personalísimos.
c.5) La mínima tampoco, cuando el acto es personalísimo y el niño o joven está en condiciones de formarse
un juicio propio sobre el tema.
c.6) Si no está en condiciones de formarse un juicio propio y/o así se cree se debe recurrir al juez.
d) La mínima y la inexistencia de limitación, son casi la regla respecto de los niños y jóvenes mayores de 14
años, salvo en los actos de índole patrimonial obligatoria.
e) Máxima en los casos de los menores impúberes, sin perjuicio de que en ciertas situaciones, la ley presume
la suficiencia de juicio.
f) En las relaciones entre progenitores/tutor e hijos/pupilos, el niño y el joven menor de edad siempre deben
ser oídos y su opinión es relevante en la medida de su edad y madurez.
NOTAS:
(1) Art. 80, Ley Orgánica del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires - t. a. y o. decreto 3702/1992 ).

(2) Conf. HERSCOVICI, Pedro y CÁRDENAS, Eduardo, "Opciones limitadas: enferma mental o
prostituta", RDF 1991-6-37.

(3) Conf. D'ANTONIO, Daniel Hugo, "Derecho de menores", 4ª ed., Astrea, Buenos Aires, 1994, p. 104,
pto. 29.
 

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(4) Conf. RAMOS CHAPARRO, Enrique, "La persona y su capacidad civil", Tecnos, Madrid, 1995.

(5) Conf. RAMOS CHAPARRO, E., "op. cit.", p. 447.

(6) Cfr. RAMOS CHAPARRO, E., "op. cit.", p. 447.

(7) Conf. RUSSO, Eduardo A., "Teoría general del Derecho", Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1996, p. 115.

(8) Conf. RAMOS CHAPARRO, E., "op. cit.", p. 447.

(9) Conf. RAMOS CHAPARRO, E., "op. cit.", ps. 447/448.

(10) Conf. RAMOS CHAPARRO, E., "op. cit.", p. 448.

(11) Conf. DOLTO, Françoise, "La causa de los niños" 1ª reimpresión, Paidós, Buenos Aires, 1991, p. 197.

(12) Conf. SALVAT, Raymundo M., "Tratado de Derecho Civil", 10ª ed., Tea, Buenos Aires, 1954, ps.
415/417.

(13) Conf. BORDA, Guillermo A., "Tratado de Derecho Civil, Parte General", t. I , Perrot, Buenos Aires,
1993, p. 443.

(14) Conf. PIAGET, Jean, "Seis estudios de psicología", Ariel, Buenos Aires, p. 94, pto. A.

(15) Conf. DOLTO, F., "op. cit.", p. 24.

(16) Conf. DOLTO, F., "op. cit.", p. 196.

(17) Conf. DOLTO, F., "La causa de los adolescentes", Seix Barral, 1990, p. 192.

(18) Conf. MUÑOZ, Fabián G., "Incidencia de la reforma constitucional sobre la parte general del Derecho
Civil", Trabajos del Centro, Centro de Investigaciones de Derecho Civil, Rosario, Argentina, 1995, p. 47.

(19) RAMOS CHAPARRO, E., "op. cit.", p. 121.

(20) Conf. GETE-ALONSO, María del Carmen, "La nueva normativa en materia de capacidad de obrar de
la persona", Civitas, Madrid, p. 26 y nota 18.

(21) Conf. SALVAT, "op. cit.", párrs. 692 y 693.

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(22) Conf. XII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, San Carlos de Bariloche, abril de 1989 -Comisión 8-
"Impacto tecnológico y masificación social en el derecho privado", Conc. n. 6.

(23) Conf. GOLDENBERG, Isidoro H., "Persona y Derecho", JA 1994-III-855 .

(24) Conf. SAGÜÉS, Néstor Pedro, "Dignidad de la persona e ideología constitucional", JA 1994-IV-904 .

(25) Conf. GORVEIN, Nilda y otra, "El derecho del niño a decidir sobre el cuidado del propio", ED del
4/12/1995.

(26) Conf. BIDART CAMPOS, Germán, "Exposición... La tutela del Estado y los Derechos del Niño",
Taller... Unicef - Argentina, p. 9.

(27) Conf. MONTARCE LASTRA, Antonio, "Notas para un estudio sobre la capacidad de las personas
naturales en el Código Civil", LL 49-1007; GOYENA COPELLO, Héctor Roberto, "Influencia de las Leyes de
Partidas en el régimen sucesorio del Código Civil". "Estudios en homenaje al Dr. Guillermo A. Borda", La Ley,
p. 168.

(28) Conf. BUSSO, Eduardo B., "Código Civil anotado", t. 1, Ediar, Buenos Aires, 1944, p. 416.

(29) Conf. SALVAT, "op. cit.", párr. 735.

(30) Conf. MACHADO, José Olegario, "Exposición y comentario del Código Civil", t. I, Buenos Aires,
1898, p. 121.

(31) Cfr. LLERENA, Baldomero, "Derecho Civil", 2ª ed., t. 1, Buenos Aires, 1899, p. 131.

(32) Conf. GUASTAVINO, José M., "Notas al Código Civil Argentino", t. 1, Buenos Aires, 1899, p. 96.

(33) Conf. FREITAS, A. T., "Código Civil", t. I, 1909, p. 44; MONTARCE LASTRA, Antonio, "op. cit.", p.
1013.

(34) Conf. SALVAT, "op. cit.", párr. 736 "in fine".

(35) Conf. BORDA, Guillermo A., "Tratado de Derecho Civil, Parte General", t. I , 9ª ed., Perrot, Buenos
Aires, 1987, p. 422.

(36) Conf. MOLINAS, Alberto J., LL 40-1075.

(37) Conf. BUSSO, Eduardo B., "Código...", cit., t. I, p. 667.

(38) Conf. BELLUSCIO, Augusto C. y otros, "Código Civil y leyes complementarias", t. 2, Astrea, Buenos
 

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Aires, 1993, com. al art. 411 ; BORDA, "Tratado de Derecho Civil, Familia", t. II , Perrot, Buenos Aires, 1993,
n. 1060.

(39) D'ANTONIO, Daniel H., "op. cit.", p. 141, párr. 37.

(40) Conf. MACHADO, José Olegario, "op. cit.", t. II, p. 24, párr. 141.

(41) 5ª ed., de Nueva York, Libro I, Sec. 2ª, Tít. 3, art. II, p. 71.

(42) Conf. SALVAT, "op. cit.", párr. 736, pto. 3.

(43) Conf. XV Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Mar del Plata, Com. I: "La representación en los
actos jurídicos", Ponencia del Dr. Alejandro Alliaud, pto. II.

(44) Conf. BORDA, Guillermo A., "op. cit." , p. 432, pto. 3; LLERENA, Baldomero, "op. cit.", t. 2, p. 222;
MACHADO, José Olegario, "op. cit.", t. II, p. 24, párr. 141 y GORVEIN, Nilda S. y otra, "op. cit.".

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