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jurisdicciones
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J.A
Fortea
i
Ediciones Fortearius
Alcalá de Henares, España
Título: Pontífices y pastores
correodelpadrefortea@gmail.com
www.fortea.ws
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Versión para tablet
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PONTÍFICES DE EXCELSAS
JURISDICCIONES
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José Antonio
FORTEA
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Índice
Prólogo 1
Dos Papas, dos formas de ministerio
Consideraciones eclesiológicas acerca de la simultaneidad de un Papa reinante con un Papa
emérito 2
Pensamientos sueltos
Colección de anotaciones que quedaron tras escribir esta obra 66
v
Prólogo
.......................................................................................
Colegio de pontífices: La primera parte de este libro es un ensayo acerca del del
Sacro Colegio y su evolución a lo largo de la Historia, y de cómo podrían
realizarse ciertos cambios ahora en el siglo XXI. La segunda parte explica de qué
manera se podría dotar de mayor entidad eclesial a la figura de los arzobispos.
Las Llaves del León: Obra con consideraciones espirituales acerca de la Curia
1
Dos Papas, dos formas de ministerio
Consideraciones eclesiológicas acerca de la simultaneidad de un Papa reinante con un
Papa emérito
1
Presentación del libro de Roberto Regoli Oltre la crisi della Chiesa, que tuvo lugar en la Universidad
Gregoriana el 20 de mayo.
2
ofrecer una utilísima luz a otro campo, el de la teología del
episcopado. Después de darle muchas vueltas a este asunto, me
encontré con que del desagrado pasé a suscribir enteramente las
palabras de Prefecto de la Casa Pontificia. Este artículo quiere ser
una profundización en sus brevísimas frases y del por qué de mi
cambio de opinión.
Hay que dejar claro, desde el principio, que el único que tiene
potestad de jurisdicción es el Papa Francisco. Rotunda e
indudablemente, el Papa Francisco es el único Vicario de Cristo. A
él le compete el gobierno de la Iglesia. El asunto de quién gobierna
la Iglesia es algo canónicamente tan incontestable que no merece
que se le dedique más espacio que la mera afirmación: la plenitud
de la jurisdicción papal le compete solo a nuestro santo padre
Francisco, le compete a él de forma plena e indivisa.
3
Sin responder todavía a esta cuestión tras la comparación
propuesta, enfoquemos el asunto de otra manera: Un obispo
emérito de una diócesis, una vez que se jubila, ¿ya no es más que
una figura honorífica? ¿Ya solo le queda el sacramento del orden y
nada más? ¿O eclesiológicamente queda un “algo” más?
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La comparación me parece adecuada, porque ocurre a veces
que el patriarca fundador de una empresa llega un momento en que,
de manera formal y con todas las prescripciones legales, cede el
gobierno de la empresa a su hijo. ¿Eso significa que el abuelo-
patriarca pasa a no ser nada? Desde luego eso no es así en la
institución familiar humana y no debe ser así en la Iglesia que es
una gran familia.
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solo seguirá teniendo la potestas ordinis que le ha conferido el
sacramento del episcopado, sino que también seguirá manteniendo
su lugar en la Iglesia universal como sucesor de los Doce. Puede
renunciar totalmente al gobierno sobre una diócesis, pero, en ese
acto de renuncia, no abandona todo lo que conlleva ser sucesor de
los apóstoles.
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manteniendo un padre, por muy anciano que sea, porque a eso no
se puede renunciar. Ningún padre puede renunciar a ser padre.
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No solo eso, sino que si, en algún siglo, se produjera la
situación de un Papa reinante sentado en su sede flanqueado de dos
Papas eméritos esa imagen sería bellísima. En una situación así, la
continuidad sería no solo un concepto que se aprende en los libros
con palabras, sino una verdad materialmente visible en las
fotografías.
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algún tipo de gobierno transitorio suyo hasta la elección de un
nuevo sumo pontífice? La respuesta es no. La ley canónica es clara.
El gobierno de la Iglesia en esos casos de sede vacante o impedida
queda en manos del Colegio Cardenalicio.
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La potestad de régimen o se posee o no se posee. Trocearla
sería ir en contra de la voluntad de Cristo, cuyo diseño organizativo
de la Iglesia es claro en cuanto al ejercicio de la autoridad. A nivel
de potestad de gobierno, o se es obispo de una diócesis o no se es.
O se es Papa o no se es. Trocear la autoridad para ejercer el
gobierno eclesiástico, sin duda, implicaría ir en contra de la
voluntad fundacional de Cristo.
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Santidad y que se le siga llamando Papa, aunque se le añada el
adjetivo emérito.
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un lugar de misiones para seguir atendiendo a los enfermos con sus
manos, cosa que hacía como presbítero. Pues, dado que es sucesor
de Pedro, tal acción sería un modo de ejercer el ministerio petrino:
Pedro cuidando a los enfermos.
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Aunque, en la mayoría de los casos futuros de Papas eméritos, su
presencia será infrecuente precisamente por esa razón.
13
14
El obispo como maestro auténtico: realidad y
límites de esta afirmación
Consideraciones acerca de esta afirmación y ramificaciones hacia otros aspectos del
ejercicio de la función episcopal
15
auténticamente «en el nombre de Jesucristo» (Dei Verbum 10), y la ilustran sub lumine
Sancti Spiritus (Lumen gentium 25)2.
2
José R. Villar, El magisterio episcopal, enseñanza auténtica del Evangelio, en IUS CANONICUM, XL, N.
79, 2000, pg. 35.
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localidad al que se consideraba que estaba más preparado
intelectualmente y era digno moralmente para que aceptara ese
ministerio en bien de la comunidad. Se aceptaba con disposición
de servicio, pues tenía su trabajo secular y su familia. Habiendo
aceptado ejercer el sacerdocio en una comunidad, no pocas veces
esos individuos carecían de una formación propiamente clerical, y
después tampoco disfrutarían de una gran calma para dedicarse a
la ciencia sagrada. Hay que hacer notar que otros presbíteros sí que
estaban enteramente dedicados a las cosas divinas y al servicio de
la comunidad.
Por mucho que veneremos la figura del pastor que tiene sobre
sí el tercer grado del orden, no podemos obviar esta cuestión: el
obispo ¿es el garante de la fe o debería ser el garante? No es lo
mismo. En otras funciones episcopales no hay duda alguna, el
obispo ES el que gobierna. El obispo ES el que ejerce el sumo
sacerdocio en los grandes actos cultuales de su diócesis. El obispo
ES el que ejerce su potestas como administrador del sacramento
del orden. Como se ve, en la función de gobierno, en la cultual y
en la sacramental no hay duda alguna, no hay matices que añadir a
la afirmación de lo que es, lo haga bien o lo haga mal. Pero en la
función de enseñar, las cosas no son tan simples.
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Así que nos encontramos con que un nuevo obispo concreto
que llega a su diócesis no es el más sabio ni el que está dotado de
mayor conocimiento de la teología, y tampoco está dotado de
infalibilidad, a eso se añade que necesariamente no es el más santo
de los clérigos de su diócesis. (Aclaro esto último porque algún
alma cándida tal vez crea que lo que el obispo no sabe ex scientia
le es inspirado ex sanctitate). Si no es el que más sabe ni el que
mejor predica, si puede equivocarse, ¿en qué sentido habría que
afirmar que el obispo es el maestro por excelencia de su diócesis?
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las funciones pontificales en el ámbito ritual de su diócesis, el
obispo ES el que otorga el sacramento del orden, y así tantas cosas.
24
función. Ciertamente la ejerce por concesión, pero puede que la
ejerza más, e incluso mejor, que el que se la concedió.
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a voluntad. Fijémonos en una familia natural, por ejemplo, una de
dos esposos y tres hijos. Uno puede ser o no ser padre en una
familia, pero una vez que uno es padre, debe serlo de forma
integral. No es una realidad maleable, divisible, a voluntad; o no
debería serlo. Por su propia naturaleza, desde luego, no debería
serlo.
27
Sería erróneo entender que como el obispo no puede llegar a
todos los pueblos, tiene que encomendar su tarea propia, su
pastoreo, a otros, los presbíteros. Como si el clero fuera una mera
extensión del obispo. Esta concepción resulta eclesiológicamente
errónea. Los pastores-presbíteros son verdaderos pastores y, por
tanto, son colaboradores del obispo, no meros instrumentos
ejecutores de las directrices y consignas del que les preside. Esto
para nada es una apología de la desobediencia. El presbítero debe
obedecer siempre. Incluso en los casos en los que una orden no es
prudente o inadecuada o nace de una mala información. Lo dicho
anteriormente nunca es excusa para la desobediencia.
28
que no son una delegación, sino un permiso para ejercer la potestad
que está ínsita en el sacerdote por su ordenación. Al administrar los
sacramentos, el sacerdote actúa in nomine Christi; actúa su propio
ser sacerdotal recibido en la ordenación. ¿Actúa también in nomine
episcopi? Sí, si entendemos eso como mero permiso. Pero en el
acto sagrado del sacramento no actúa in persona episcopi, ni como
extensión del obispo, ni con un poder delegado. El obispo al
ordenar a alguien actúa in persona Christi. Eso nada tiene que ver
con un documento en el que el obispo delega alguna función de la
curia o pastoral en un laico o un diácono.
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tablero de ajedrez diocesano. Como se observa la misma
proporción y armonía que existe en el pastoreo existe en el
magisterio.
El garante y su falibilidad
Otra cuestión que se puede plantear es ¿de qué sirve que sea
garante de la ortodoxia si puede errar en esa función? O planteado
de otra manera: ¿de qué sirve la seguridad que nos ofrezca si él no
puede ofrecer una seguridad absoluta ya que el error en él es una
posibilidad? Planteemos la misma cuestión de otra manera: ¿de qué
sirve la seguridad de un informe de un inspector alimentario en una
empresa si cabe la posibilidad de que el inspector se equivoque?
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ortodoxo de la fe. Ahora bien, como cabe la posibilidad del error,
si en conciencia uno estuviera convencido de que no debe
someterse en el fuero interno, entonces podría recurrir a la instancia
superior, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
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hay debajo. El carisma de Pedro es, en definitiva, asistencia de lo
alto: directamente de Dios, a través de la inspiración de los ángeles,
por la intercesión de los santos. Esa asistencia –la misma, pero en
un grado distinto-- puede descender sobre el obispo. Una asistencia
que no está asegurada haga lo que haga el obispo, o sea como sea
él como persona, solo si es digno y se esfuerza por buscar la verdad.
Por esforzarse me refiero a poner los medios humanos: estudio,
consultas, diálogo, verdadera escucha, reflexión.
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Pero entendida de forma correcta, hasta el párroco participa
de esa gracia en un grado mucho menor al del obispo. En él existe
una participación de esa illuminatio que he dicho que puede existir
en el obispo. Si los clérigos fueran santos, si a más altura de rango
en la jerarquía hubiera mayor santidad, esa illuminatio se
participaría en diversos grados, iluminando desde el Santo Padre a
los cardenales, arzobispos, obispos y párrocos, atravesando con su
verdad todos los rangos eclesiásticos. Esta iluminación del Espíritu
Santo no deja de existir en los laicos en la medida de su
santificación, en la medida de la inhabitación del Espíritu Santo.
Ahora bien, está claro que, en general, se puede afirmar que pueden
gozar de mayores gracias aquellos que las necesitan para ejercer su
cargo. Pero la medida de la gracia será según la Voluntad de Dios
y las disposiciones del que la recibe. De manera que la iluminación
en un laico puede ser superior a la de un cardenal. Aunque podemos
estar seguros de que Dios, por supuesto, desea iluminar
poderosamente al cardenal en razón de su función, y al teólogo en
razón de su labor de enseñanza, y al padre de familia para saber
cómo debe educar a sus hijos o solventar los problemas que se le
presentan en su tarea de ser padre y esposo.
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hablando in genere, porque de facto puede ser superior en un laico
que en un cardenal.
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que tienen siempre sobre sus cabezas, como una nube, la acción de
la Santísima Trinidad.
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que pueda estar muy presente esa acción porque por él interceden
obispos, monjes, eremitas, ascetas y millones de católicos, además
de la intercesión e inspiración de los santos del cielo. Aun así,
puede equivocarse cuando no habla ex cathedra: sí.
Recapitulando
Todo lo dicho desde el principio, tanto lo delimitador (no es,
en cierto sentido, maestro por excelencia) como lo exaltador
(participa, limitadamente, del carisma petrino) nos lleva a entender
que, aunque el obispo que presida una diócesis sea un individuo
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muy limitado en sus capacidades, él es el garante de la ortodoxia.
Antes ya he dicho que una cosa es serlo y otra que ejerza bien su
función.
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ortodoxia a través del temor. Ha habido prelados individuales, en
otras épocas, que se han mostrado bajo el aspecto de un vigilante
de la fe que examina todo de un modo exigentemente maniático,
haciendo problema de cualquier cosa. A nivel general esa forma
nada evangélica de vigilar la fe ya es historia; pero, de tanto en
tanto, sin duda que se dará el caso de algún presbítero que será
tratado de forma muy hostil por el obispo, alegando que su afán se
limita a defender la ortodoxia.
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predicaciones. Y no digo yo que no lo haga en no pocas ocasiones
y así el modo de predicar mejore, pero la gracia se inserta en la
naturaleza. De manera que en la mayoría de los casos en que se
reciba ese don, la gracia le mejora, pero no le da la excelencia.
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Esta visión descentrada es lo que lleva a ciertos fieles y
clérigos tradicionales a considerar que si el obispo no sigue su
línea, si afirma enseñanzas que no concuerdan con sus esquemas,
entonces es un traidor. De manera que estos sujetos que consideran
la figura del obispo de un modo descentrado dividen al episcopado
en dos bandos: traidores y fieles.
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esta manera se está expresando su función peculiar. Si dijeramos
que es “el maestro”, estaríamos dando a entender que es el único
maestro o que lo es por excelencia.
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--Si hay una duda, perplejidades y disputas entre los laicos acerca de la doctrina,
estos acuden a su párroco.
--Si hay dudas entre los sacerdotes, se acude a los maestros de la diócesis, es
decir, a los peritos en teología, a los profesores del seminario, etc. No hay
necesidad de molestar al obispo con consultas que pueden ser resueltas por los
más sabios de la diócesis.
--Si hay dudas entre los expertos, el obispo autoritativamente puede intervenir.
Conclusión
El obispo ejerce con toda autoridad como custodio; recuerda,
a los fieles, la recta doctrina, y normalmente predica la verdad, no
se limita a denunciar el error. Pero eso no significa que sea el que
produce la mejor teología positiva: no tiene por qué ser el que mejor
predica sobre la Virgen María o el que mejor predica sobre la gracia
o sobre la Santísima Trinidad. Una cosa es ser supervisor y otra que
sea el que produce la más profunda teología.
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aguas celestiales. De esa manera a la labor negativa de la vigilancia
se uniría la labor positiva del que enseña como un Salomón.
51
Sobre los obispos y la capacidad para conocer
la verdad
Algunas consideraciones acerca de la desconfianza que hay que tener acerca de la propia
capacidad para no equivocarse al juzgar a personas o grupos de personas
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asistido, cuidado, instruido y os ha dado el velo a la mayor parte
de vosotras!
53
que gobierna no logrará “apaciguar” al que suscita la disensión. A
veces la persona prudente, buena e inocente está rodeada de
elementos circunstanciales que impelen al que lo juzga a sacar una
conclusión negativa respecto al modo en que ejerció su autoridad
sobre una comunidad.
Feliz el obispo que cuenta, entre las filas de su clero, con uno,
dos o tres presbíteros que puedan investigar las cosas sin prisa, sin
subjetividad, con perspicacia, sospechando de los propios
prejuicios, sospechando de la misma capacidad para conocer la
verdad. Pero cuando se investiga algo tan etéreo no es siempre se
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puede llegar al juicio del hecho en sí (si gobernó prudentemente o
no; si fue un buen párroco, si fue un buen vicario episcopal) y hay
que conformarse con recoger un ramillete de opiniones.
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pensar que fueron las monjas las que estaban equivocadas. A pesar
de que se trate de san Agustín, suspendo juicio sobre el conflicto.
También los sabios se dejan llevar de las primeras impresiones.
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veredicto tácito acerca de la labor de toda una vida de un clérigo.
El afectado no es tonto y sabe que un determinado traslado de
destino es un modo de declarar que tenían razón los que le acusaban
de arrogante, de perezoso, de imprudente o de tantas otras cosas.
Estos juicios rápidos, realizados en el despacho del obispo,
suponen, en algunos casos, la desmoralización del pastor, la
pérdida de ilusión.
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División entre fuero externo e interno
Algunos pensamientos acerca del modo de preguntar e investigar a un sacerdote acusado
de actos inmorales
HACE AÑOS recibí una consulta acerca del fuero externo e interno.
Un sacerdote (fuera del ámbito de la confesión) me hizo una serie
de preguntas de conciencia: ¿cómo enfocar el tema si su obispo le
preguntaba acerca de un pecado que había cometido? Aclaro que
voy a usar los conceptos de fuero interno y fuero externo tal como
se suelen entender por el común de los sacerdotes, no en el sentido
técnico canónico.
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En los últimos años, y sobre todo en Estados Unidos, se ha
pensado que lo mejor para defender el buen nombre del sacerdocio
era romper el muro divisorio entre el fuero externo y el interno. Y
no solo eso, por sistema, desde ciertas curias se han pedido
informaciones que no deberían haberse pedido nunca, mucho
menos por escrito y firmadas por el interesado.
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años con su afán de saber. El vicario general podía alegar que tenía
derecho a preguntar, pero es un ejemplo de cómo la vigilancia debe
conjugarse con el sentido común.
Cómo preguntar
Un obispo nunca debería preguntar: “¿Me criticas?”. Pero sí que podría preguntar:
“He escuchado esto. ¿Es verdad que lo has dicho?”.
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Puede parecer que se trata de un matiz que no tiene demasiada
importancia, pero el sacerdote tiene pleno derecho a que lo
totalmente oculto siga oculto.
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Para qué preguntar
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Por supuesto –y debería ser ocioso explicitarlo– me refiero a
pecado (lo que se mantiene solo en el campo de la transgresión
moral), no a delito (lo que tiene implicación en el código penal).
En el caso de los delitos civiles (por ejemplo, los actos de
pederastia), la actuación ya debe discurrir por los derroteros que ha
marcado el Dicasterio para la Doctrina de la Fe o el servicio
jurídico de la diócesis.
En un proceso canónico
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En mi opinión prevalece el mandato del Señor que nos ordenó
no mentir. Todo acusado tiene derecho a callar, a no reconocer su
pecado; pero todo lo que diga debe ser verdad. Este juicio moral
vale para los juicios civiles y los canónicos.
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Pensamientos sueltos
Colección de anotaciones que quedaron tras escribir esta obra
66
Puede haber uniformidad malsana, puede haber uniformidad
con falta de caridad.
67
¿Deben renunciar los papas si se ven muy
debilitados por la vejez?
Reflexionando acerca de las ventajas e inconvenientes de una renuncia papal y de una
resistencia a esa renuncia
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una figura sagrada, venerable, aunque no pudiera ejercer el
gobierno efectivo de la Iglesia en la última etapa de su vida.
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nombre, con autoridad vicaria. Si tal cosa sucediera, ese consejo de
cardenales debería obrar con total autoridad, delegada, pero con
verdadera determinación para que el gobierno de la Iglesia
continuase, sin dejar las cosas en espera. Tres cardenales sería un
número muy adecuado, mejor que cinco; el número de cuatro
podría dar lugar a empates. Por darle un nombre, se podría llamar
“consejo de regencia”. Y a los tres cardenales “cardenales-
regentes”.
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debe ser considerada con criterios de efectividad, meramente. No
debe ser ni entendida ni vista con criterios de este mundo. Claro
que es cada papa el que debe optar por una u otra posibilidad, y los
demás respetarlo. En unos casos Dios puede hacer entender al papa
que lo mejor es hacer una cosa, y en otros casos que lo mejor es
hacer la otra cosa. De todas maneras, parece razonable que esos
periodos en los que el papa no puede ejercer sus funciones no se
prolongaran más allá de un año o tres; tres en el caso máximo. Si
la imposibilidad para ejercer las funciones es total hay que
reconocer que tres años sin escuchar la voz del pastor de la Iglesia
Universal, tres años con un gobierno sin rostro, sería un periodo
demasiado largo. Sería distinto si la voz del papa, aunque débil,
pudiera seguir siendo escuchada: aunque sus breves alocuciones
tuvieran que ser grabadas en su lecho, apoyado sobre una pila de
almohadas.
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en bancos, respecto a traslado de obras de arte o a la ocultación de
reliquias y objetos sagrados. Respecto al Estado Vaticano existe un
vicario que se puede encargar de todo eso pues su autoridad no cesa
en la sede vacante, pero puede haber necesidad de tomar decisiones
en ámbitos que van más allá de esa jurisdicción.
75
cuestiones que afectan a la Iglesia Universal) es un sistema que fía
ese gobierno a la continuidad de los viajes en avión entre
continentes, así como a la continuación de las comunicaciones para
convocarlos a todos desde todas partes de la tierra.
B. Se elige a su sucesor.
¿Cuál sería la relación entre los dos papas? Sin duda alguna,
sería la misma relación que entre un papa emérito y uno reinante.
De hecho, desde la declaración de sede impedida pasaría a ser
denominado “papa emérito” el sumo pontífice prisionero. Por
supuesto que el papa reinante podría dimitir para que, dándose un
caso de sede vacante, pudiera ser elegido de nuevo el papa que fue
prisionero. Otra posibilidad es que el papa emérito de hecho
gobierne porque el segundo papa acepte una situación en todo
similar a de un vicario general; aunque papa reinante sería el
segundo. Esta sería una situación muy adecuada en caso de que el
papa emérito ya tuviera cierta edad y se pudiese esperar un
pontificado con fuerzas físicas rápidamente menguantes. En
cualquier caso, el tratamiento de “papa emérito” y “papa reinante”
se mantendría porque la cuestión de la autoridad debe quedar
siempre clara y no admitir ambigüedad.
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castillo de Austria se le permitieran algunas visitas y se le
permitiera mantener una cierta correspondencia. Es cierto que,
aunque prisionero, cabe la posibilidad de que pueda seguir
ejerciendo el gobierno de la Iglesia, mejor o peor, pero que pueda.
Esa posibilidad cabe. Ahora bien, imaginemos que hay serias dudas
de que realmente pueda ejercer el gobierno y que parece que es una
situación que puede prolongarse por un plazo de tiempo muy largo,
más de diez años. ¿Qué hacer en un caso de este tipo? En una
situación así, con la institución que he descrito, pasado un plazo de
tiempo razonable, el sacro colegio podría reunirse en un lugar
donde gozaran de libertad para deliberar y decidir si se da una sede
impedida o no; incluso si el papa prisionero se opusiera o pareciera
que se opone.
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www.fortea.ws
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José Antonio Fortea Cucurull, nacido en Barbastro,
España, en 1968, es sacerdote y teólogo especializado
en el campo relativo al demonio, el exorcismo, la
posesión y el infierno.
www.fortea.ws
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