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El proyecto cuenta con 25.800 metros cuadrados de superficie con una forma
triangular que tuvieron que ser muy bien pensadas por los arquitectos para su
uso. El edificio contiene 33 pisos, tres de ellos con uso diferente al alquiler, uno
fue el sótano, luego la planta baja que cuenta solo con 10 grandes ambientes
destinados a recepción, salas de espera, oficinas de recepción, zona de
servicios, vestíbulos y galerías, y un mirador en el último piso que funciona
como terraza. Hay un total de 105 apartamentos de lujo en ubicados en los
demás pisos para el uso habitacional a los que se accede por cinco escaleras y
doce ascensores diferenciados para cada columna de departamentos. Como
detalle particular los tres últimos pisos del Kavanagh adquieren la forma de
falsos faldones rampantes, que brindan un aire académico al edificio.
Para el diseño interior; los pisos y las puertas se realizaron con roble de
Eslovenia y caoba, los herrajes se elaboraron especialmente en aleaciones de
metal blanco evitando exponer a la vista clavos y tornillos de fijación. Los
palieres que se abren hacia las alas del edificio, a su vez, fueron diseñadas con
boiserie de roble y sillones de cuero a sus lados. En su estructura de hormigón
fueron utilizadas 1600 km de barra de hierro tanto para las cañerías de agua,
desagües y conductores eléctricos. En la instalación eléctrica fueron necesarios
1600 Kw de electricidad para responder a la demanda de los aristocráticos
propietarios, una cantidad equivalente a la que se necesitaría para abastecer a
una ciudad de 80 000 habitantes. También, como incorporación avanzada en el
contexto de la obra, se colocó un equipo de aire centralizado, gimnasio, una
pileta, frigoríficos de pieles y alfombras, y un sistema telefónico central. No
tiene cocheras ni portero eléctrico, por lo que, a pesar de la cantidad de
departamentos, todas las personas invitadas deben anunciarse en la recepción
como si fuera un hotel. El peso máximo que puede soportar el Kavanagh,
completamente habitado, es de 51 000 toneladas. Su volumen total alcanza los
90 000 m3. En los “offices” y “halls” de servicio fueron instalados muebles
metálicos. Los placards de
La obra, que fue construida entre 1934 y 1936 e inaugurado ese año,
terminaría por convertirse en una obra admirada a nivel mundial. “Han pasado
más de ochenta años de la inauguración del más famoso rascacielos de
Sudamérica, pero ingresar al lobby de la planta baja sigue siendo una
experiencia conmovedora, que brinda fiel testimonio de un período memorable
del diseño y la decoración en la Argentina”, opina Marcelo Nogués, uno de los
autores del libro Edificio Kavanagh. Cabe mencionar que el objetivo del libro
fue de iniciar una colección dedicada a la historia de la ciudad y las
transformaciones del paisaje urbano, bajo la certeza de que conocer la historia,
en diálogo con el presente, es la mejor forma de apreciar -y preservar- el
patrimonio edilicio y cultural.
Algo curioso que tiene el edificio es la leyenda urbana de amor que circula
desde su construcción y que puede explicar la existencia del histórico edificio.
Se dice que Corina Kavanagh era una hermosa y decidida mujer. Proveniente
de una familia enriquecida, llamados despectivamente “nuevos ricos”, por su
sangre no corría linaje patricio, pero sí ansias de trascender. La señorita
Kavanagh había mantenido una historia de amor con un joven de alta alcurnia
hijo de Mercedes Castellanos de Anchorena, la que se oponía tajantemente a
la relación y que logró hacer que terminara. Quedó dolida y muy humillada que
estaba decidida a tomar revancha.
Así nació el edificio Kavanagh con el propósito de ocultar la Basílica del
Santísimo Sacramento que los Anchorena habían mandado a construir y a la
cual veían perfectamente desde su mansión, lo que hoy es el Palacio San
Martín. Aparentemente, Corina compró el terreno y puso en marcha la
construcción de este edificio y así eliminó toda posibilidad de ver la iglesia
desde la parte alta del barrio de Retiro.
Si lo viésemos hoy diríamos que el objetivo fue cumplido ya que desde el único
lugar donde se puede ver la iglesia es el pasaje que corre entre el hotel Plaza y
el edificio, que le pusieron por nombre Corina Kavanagh.
Una diferente historia cuenta que la propietaria mandó a construir la torre -
financiada por la venta de campos pertenecientes a su familia- para asegurarse
una renta de por vida.
Verdad o no, el edificio, aunque no es ahora el más alto de la ciudad, sigue
siendo visitado por arquitectos, alumnos y cualquier otra persona interesada en
la historia de la arquitectura. Además, ya ha sido galardonado con numerosos
premios por su atrevido diseño y exclusivas características.
La intención de Corina Kavanagh era que su edificio le devolviera buena parte
del dinero invertido. Su idea era destinar el alquiler de sus departamentos a las
jóvenes familias ricas de Buenos Aires, los únicos que habían podido sobrevivir
a la crisis económica. Por eso, se preocupó de que tuviera todo lo mejor de la
época en cuanto a confort y adelantos.