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La torre que acaricia el cielo

“Han pasado más de ochenta años de la inauguración del más famoso


rascacielos de Sudamérica, pero ingresar al lobby de la planta baja sigue
siendo una experiencia conmovedora, que brinda fiel testimonio de un período
memorable del diseño y la decoración en Argentina”

A principios del siglo XX, el concepto de rascacielos se había comenzado a


discutir en todas partes del mundo como consecuencia del modelo
estadounidense. Tal como lo fue la construcción del Rockfeller Center en
Nueva York, un complejo de edificio comerciales construido a partir de 1930.

Y si recordamos por la historia que se nos enseñó, después de la Primera


Guerra Mundial Europa quedó sumergida en una gran crisis y Estados Unidos
toma un crecimiento económico grande entre 1926 y 1929. Pero en esa fecha
la bolsa de valores de Wall Street sufrió una caída de baja de precios afectando
a todo ciudadano estadounidense sea o no inversor. Y podría decirse que la
expansión de la economía y la industria de la construcción estuvo marcada por
la caída del crack financiero ya que muchos de ellos migraron a diferentes
partes del mundo aportando nuevos modelos de construcción e inversión
llegando también a Argentina.

Así, la combinación de la innovación y desarrollo, con lujos y comodidades se


diseña el edificio Kavanagh. Un edificio que expresaba la verticalidad y rigidez
en su diseño además se le dio un destino habitacional y no comercial que lo
convirtió en casi un reflejo invertido del ejemplo neoyorquino y un modelo a
seguir empezando así la arquitectura moderna en la ciudad de Buenos Aires.
Pero cómo podemos entender el modernismo a través del edificio Kavanagh. Y
cómo lograron los arquitectos llevar a cabo hacer un edificio de tal magnitud
que hasta ahora se habla ello.
El edificio Kavanagh fue proyectado por el estudio Sánchez, Lagos y De la
Torre en 1934, por encargo de Corina Kavanagh Lynch, una estanciera de 39
años de origen irlandés que había vendido dos de sus estancias para construir,
con los más altos estándares de confort. Un lujoso edificio de más de 100
metros de altura y que no solo fue lujoso, sino también pionero en su época en
diferentes aspectos, como se menciona en el prólogo del libro Edificio
Kavanagh: "El Kavanagh fue el edificio más alto de Sudamérica y el más alto
del mundo con estructura de hormigón armado. Es sin dudas un rascacielos
monumental que fusiona el espíritu de su tiempo con formas tradicionales de
un lenguaje formal decorativo", opinión del director general de Patrimonio,
Museos y Casco Histórico de Buenos Aires, Guillermo Alonso,
Rompiendo su primer récord, el Kavanagh se construyó en tan solo 20 meses,
costando un total de $3.617.496. Con su novedosa volumetría de más de 30
pisos y 120.35 metros de altura se hizo el edificio más alto de Argentina y de
Latinoamérica. Su altura superó al Palacio Barolo, al Edificio SAFICO e incluso
a los 106 metros de las torres de la Basílica de Nuestra Señora de Luján,
terminada en 1930.

Su principal característica es la forma escalonada que adopta como la proa de


un barco orientada hacia el rio de la Plata. Además, con el juego de alturas y
volúmenes yuxtapuestos que se le dio, permitió ampliamente balcones terraza
a casi un tercio del edificio desde donde se puede visualizar el centro urbano
de Buenos Aires en el cual se encuentran edificios históricos como las cúpulas
de la Basílica del Santísimo Sacramento o la estación de Retiro, y la escena
paisajística natural de la plaza diseñada por Carlos León Thays.

En la fachada, el ingreso fue enmarcado por una puerta giratoria y una


escalinata de mármol. Además, de los amplios vanos con poca ornamentación
destacan y agudizan la verticalidad del edificio, dándole una refinada belleza y
esbeltez. El arquitecto argentino Jorge Tartarini, experto en Preservación del
Patrimonio Urbano Arquitectónico, manifestó en una entrevista que prefiere
destacar las cualidades arquitectónicas y de emplazamiento que caracterizan al
edificio. "Los valores racionalistas que tiene y su volumetría art déco, la idea de
proa o de mirador urbano hacia el río, es lo que lo diferencian y lo califican
como una de las obras maestras de la arquitectura racionalista argentina, y me
atrevería a decir de Latinoamérica". Porque dentro del amplio campo de la
arquitectura moderna se puede decir que el edificio Kavanagh se identifica más
con el movimiento racionalista, un movimiento que se caracterizó por ser
sólida, discreta, opaca, con voluntad de permanencia e inclinada a una
geometría perfecta de cubos y prismas cuadrangulares, aunque sin descuidar
la funcionalidad.

El proyecto cuenta con 25.800 metros cuadrados de superficie con una forma
triangular que tuvieron que ser muy bien pensadas por los arquitectos para su
uso. El edificio contiene 33 pisos, tres de ellos con uso diferente al alquiler, uno
fue el sótano, luego la planta baja que cuenta solo con 10 grandes ambientes
destinados a recepción, salas de espera, oficinas de recepción, zona de
servicios, vestíbulos y galerías, y un mirador en el último piso que funciona
como terraza. Hay un total de 105 apartamentos de lujo en ubicados en los
demás pisos para el uso habitacional a los que se accede por cinco escaleras y
doce ascensores diferenciados para cada columna de departamentos. Como
detalle particular los tres últimos pisos del Kavanagh adquieren la forma de
falsos faldones rampantes, que brindan un aire académico al edificio.
Para el diseño interior; los pisos y las puertas se realizaron con roble de
Eslovenia y caoba, los herrajes se elaboraron especialmente en aleaciones de
metal blanco evitando exponer a la vista clavos y tornillos de fijación. Los
palieres que se abren hacia las alas del edificio, a su vez, fueron diseñadas con
boiserie de roble y sillones de cuero a sus lados. En su estructura de hormigón
fueron utilizadas 1600 km de barra de hierro tanto para las cañerías de agua,
desagües y conductores eléctricos. En la instalación eléctrica fueron necesarios
1600 Kw de electricidad para responder a la demanda de los aristocráticos
propietarios, una cantidad equivalente a la que se necesitaría para abastecer a
una ciudad de 80 000 habitantes. También, como incorporación avanzada en el
contexto de la obra, se colocó un equipo de aire centralizado, gimnasio, una
pileta, frigoríficos de pieles y alfombras, y un sistema telefónico central. No
tiene cocheras ni portero eléctrico, por lo que, a pesar de la cantidad de
departamentos, todas las personas invitadas deben anunciarse en la recepción
como si fuera un hotel. El peso máximo que puede soportar el Kavanagh,
completamente habitado, es de 51 000 toneladas. Su volumen total alcanza los
90 000 m3. En los “offices” y “halls” de servicio fueron instalados muebles
metálicos. Los placards de

El piso 14 del edificio Kavanagh es el único piso que no comparte habitaciones


de alquiler. Fue durante unos años el hogar de Corina Kavanagh Lynch, la
impulsora de este edificio. Cuenta con un área de 700 metros cuadrados, una
gran terraza más dos jardines, 8 ambientes y una vista panorámica de 360°
para ver la ciudad. Luego, a fines de 1948, alquiló su piso a la familia del
banquero Henry Roberts y desde 2003 pertenece al francés Alain Levenfiche,
Lord de Runhall Popes, un conocido inversor de bienes raíces.
Con todo, El Kavanagh fue inaugurado el 15 de enero de 1936 y fue
considerado el edificio de renta mas completo de Sudamérica ya que contó con
los servicios más modernos como que cada departamento contó con una
cocina eléctrica y fue el primero del mundo en tener un equipo de aire
acondicionado central.
Las demás habitaciones siguen siendo habitadas por familias de clase alta,
pero con un perfil bajo, que buscan arquitectura de valor, identidad local, y
contacto con el barrio, asimismo se dice que el edificio es reconocido por un
celo, seguridad y restricciones a la hora de fotografiar sus interiores pues los
inquilinos desean preservar su intimidad que, aunque es patrimonio cultural,
también es un hogar para ellos.
Pero quiénes fueron los responsables de concretar los sueños de Corina
Kavanagh con su edificio de renta. Hablamos de los integrantes del estudio
Sánchez, Lagos y De la Torre, constituido en 1920 por el ingeniero Gregorio
Sánchez (UBA), por el arquitecto Ernesto Lagos (UBA) y Luis María De la
Torre, quien no finalizó sus estudios de arquitectura. A estos creadores se los
asocia con el surgimiento y desarrollo de la Arquitectura Moderna de Buenos
Aires gracias a edificios emblemáticos como el de Libertador y Lafinur (1935) o
el propio Kavanagh.
pensada para un edificio de renta siendo este el emergente para la arquitectura
moderna porteña en una década compleja para la ciudad, tanto por la
industrialización, la inmigración, el avance del fascismo, por el golpe de estado
de José Uriburu y, también, el surgimiento de las vanguardias que por aquella
época afrontaba. Por ello los arquitectos tomaron lo que era un movimiento
renovador de la arquitectura como si se tratara de un estilo más, lo que les
permitió hacer una arquitectura moderna simple y funcional.
Su arquitectura ofreció soluciones basadas en decisiones pragmáticas e
innovadoras especialmente en propiedades ubicadas en esquina dando
aportes a la composición, la percepción visual y la distribución interior de los
edificios. "Estamos acostumbrados a ver esta arquitectura en lugares planos, y
aquí se sacó un partido magnifico de ese emplazamiento. La maestría de
composición y el ingenio para haber aprovechado la topografía ascendente de
la ciudad con el propósito de darle algunas cualidades paisajísticas es único".
Dijo el arquitecto Tartarini al diario digital argentino Infobae sobre el Kavanagh.

El oficio de Sánchez, Lagos y de la Torre corrigió el proyecto ejecutado hacia


una solución más consuetudinaria, con esquinas macizas. De este modo el
Kavanagh acrecentó su carácter ambiguo como superador del formalismo
académico de las fachadas de los edificios de renta con un lenguaje novedoso
que no reconocía una herencia pero que expresaba, con claridad, la lógica
rentística y pragmática que distinguió al lujo y a la clase en los treinta.
Exacerbando la composición predominante de franjas horizontales, el
paramento del frente adopta en la esquina una curva abstracta, mediante un
gesto dinámico que refiere a la adopción crítica del sistema de organización de
fachadas del vanguardista Le Corbusier, cuyo modelo sobre pilotis es referido
directamente por Sánchez, Lagos y de la Torre por si llegar a pensarse que el
impacto de las ideas del suizo-francés no hubiera estado presente en los
proyectos del estudio (Liernur, 2004)

La obra, que fue construida entre 1934 y 1936 e inaugurado ese año,
terminaría por convertirse en una obra admirada a nivel mundial. “Han pasado
más de ochenta años de la inauguración del más famoso rascacielos de
Sudamérica, pero ingresar al lobby de la planta baja sigue siendo una
experiencia conmovedora, que brinda fiel testimonio de un período memorable
del diseño y la decoración en la Argentina”, opina Marcelo Nogués, uno de los
autores del libro Edificio Kavanagh. Cabe mencionar que el objetivo del libro
fue de iniciar una colección dedicada a la historia de la ciudad y las
transformaciones del paisaje urbano, bajo la certeza de que conocer la historia,
en diálogo con el presente, es la mejor forma de apreciar -y preservar- el
patrimonio edilicio y cultural.

Algo curioso que tiene el edificio es la leyenda urbana de amor que circula
desde su construcción y que puede explicar la existencia del histórico edificio.
Se dice que Corina Kavanagh era una hermosa y decidida mujer. Proveniente
de una familia enriquecida, llamados despectivamente “nuevos ricos”, por su
sangre no corría linaje patricio, pero sí ansias de trascender. La señorita
Kavanagh había mantenido una historia de amor con un joven de alta alcurnia
hijo de Mercedes Castellanos de Anchorena, la que se oponía tajantemente a
la relación y que logró hacer que terminara. Quedó dolida y muy humillada que
estaba decidida a tomar revancha.
Así nació el edificio Kavanagh con el propósito de ocultar la Basílica del
Santísimo Sacramento que los Anchorena habían mandado a construir y a la
cual veían perfectamente desde su mansión, lo que hoy es el Palacio San
Martín. Aparentemente, Corina compró el terreno y puso en marcha la
construcción de este edificio y así eliminó toda posibilidad de ver la iglesia
desde la parte alta del barrio de Retiro.
Si lo viésemos hoy diríamos que el objetivo fue cumplido ya que desde el único
lugar donde se puede ver la iglesia es el pasaje que corre entre el hotel Plaza y
el edificio, que le pusieron por nombre Corina Kavanagh.
Una diferente historia cuenta que la propietaria mandó a construir la torre -
financiada por la venta de campos pertenecientes a su familia- para asegurarse
una renta de por vida.
Verdad o no, el edificio, aunque no es ahora el más alto de la ciudad, sigue
siendo visitado por arquitectos, alumnos y cualquier otra persona interesada en
la historia de la arquitectura. Además, ya ha sido galardonado con numerosos
premios por su atrevido diseño y exclusivas características.
La intención de Corina Kavanagh era que su edificio le devolviera buena parte
del dinero invertido. Su idea era destinar el alquiler de sus departamentos a las
jóvenes familias ricas de Buenos Aires, los únicos que habían podido sobrevivir
a la crisis económica. Por eso, se preocupó de que tuviera todo lo mejor de la
época en cuanto a confort y adelantos. 

En 1994 la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil lo distinguió en como


hito histórico internacional de la ingeniería. Le fue entregado el Premio
Municipal a la Mejor Fachada y el de Casa Colectiva, por reunir las condiciones
óptimas de distribución e higiene. Comparte un galardón, de la Sociedad de
Ingenieros de los Estados Unidos, con la Torre Eiffel, la Represa de Assuan y
el Canal de Panamá debido a sus características técnicas. Es también
Monumento Histórico Nacional.
En 1999 fue declarado como Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la
Modernidad, por lo tanto sus habitantes están exentos de pagar ABL (la tarifa
municipal mensual por alumbrado, barrido y limpieza de las calles). Ese mismo
año fue declarada Monumento Histórico Nacional, por lo que todas las
intervenciones o reparaciones deben ser acordes a los valores de 1936.

Así como fue galardonador de premios, el Kavanagh fue tapa de Caras y


Caretas y motivo de inspiración de artistas tan diversos como Daniel Santoro,
Anikó Szabó, Nicolás García Uriburu y Rómulo Macció, de fotógrafos como
Sara Facio y Claudio Larrea y del dibujante Miguel Rep. Narradores y poetas
destacados como Manuel Mujica Lainez, Héctor Viel Temperley y Esther
Cross escribieron sobre el Kavanagh. El libro de Cross, un conjunto de cuentos
que protagonizan personajes que habitan ese edificio, fue publicado en 2004 y
acaba de ser reeditado por el sello Clubcinco con su título original: Kavanagh.
Podría decirse que la magia del Kavanagh está en el proyecto; cada
departamento tiene su propio palier (rellano de la escalera al que se abren uno
o más departamentos de un mismo piso y, modernamente, el ascensor) algo
que es difícil de lograr. Las instalaciones son espectaculares: las cañerías de
calefacción y agua son de bronce, siendo el primer edificio en Buenos Aires en
tener calefacción central.
Así como en otras tantas ciudades, Buenos Aires comenzaba a erigirse como
una metrópolis moderna, lo que hace al edificio especial para muchos
visitantes. Y si lo tuviéramos de cerca podríamos ver como esa estructura de
hormigón pesado y frío se eleva sutilmente a los cielos de Buenos Aires. Es
para admirar su forma estilizada y liviana con su techo de alas azuladas. Este
edificio es una de las joyas porteñas que tiene Argentina.
El piso 14 del edificio Kavanagh supo ser no solo el departamento más caro del
emblemático “primer rascacielos porteño”, sino también uno de los más
costosos de toda la ciudad de Buenos Aires. Hay un piso del edifico Kavanagh
que lleva 13 años en el mercado de inmuebles, su propietario
Todos estos datos, que en el pasado podían resultar de gran interés a los
compradores de inmuebles, hoy ya no son tan relevantes, destacaron fuentes
de la inmobiliaria que lo comercializa, Patagonia Synergia: “Se trata de un
público de nicho el que está interesado en este tipo de unidades. Hay mucho
movimiento interno y es un edificio que genera fanatismo. Lo cierto es que el
interés se va perdiendo año tras año”, dijeron a El Cronista.
Francisco Liernur opina que desde el punto de vista estilístico repite un
tratamiento difundido en Estados Unidos e incluso ya practicado por sus
autores en el edificio de Córdoba y Libertad, donde se anticipa la escalonada
silueta del rascacielos de la Plaza San Martín.  “Se trata de un perfecto híbrido,
de una respuesta de compromiso a distintos requerimientos, resuelta con gran
inteligencia compositiva. Compromiso entre programa y normas edilicias, entre
contexto inmediato y significación urbana, entre enraizamiento y objetualidad,
entre tipología moderna y resolución tradicional en planta, entre dinamismo y
frontalidad, entre vanguardismo tecnológico y resolución artesanal.”

El Edificio Kavanagh completó la tetralogía de los rascacielos modernistas en


Buenos Aires, junto con los edificios COMEGA, SAFICO y el Ministerio de
Obras Públicas. En la actualidad, es uno de los símbolos más importantes de la
ciudad. Además, es un hito en la arquitectura de nuestro país. Los laureles que
obtuvo son múltiples: Premio Municipal de Casa Colectiva y Fachada (1936),
Mención Honorable del “American Institute of Architects” (1939), Hito de la
Ingeniería Civil Internacional (1994) y Patrimonio Mundial de la Arquitectura de
la Modernidad en la lista de la UNESCO (1999). En el caso del tercer premio
mencionado, cabe destacar que lo otorga la “Asociación de Ingeniería Civil de
Estados Unidos” y que solo fue entregado a 17 obras, entre ellas la Torre Eiffel
y el Canal de Panamá. Finalmente, no podemos dejar de mencionar que en
abril de 1999, la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares
Históricos lo declaró Monumento Histórico Nacional.

No cabe ninguna duda de que el Kavanagh marcó un punto de inflexión en la


historia de los rascacielos de Buenos Aires. Es que por más que ya no sea el
más alto, siempre será “el” rascacielos porteño por excelencia. En este sentido,
el arquitecto César Pelli, quien llama al Kavanagh “porteño entrañable”, explica
que “un rascacielos va más allá [de la altura] y responde también al rol
simbólico-espiritual de destacarse sobre el cielo. Reconoce que la gran altura
trae aparejada la responsabilidad de darle forma a la silueta de la ciudad. No
podemos imaginarnos a París sin la torre Eiffel o a Nueva York sin el Empire
State. El edificio Kavanagh es un buen rascacielos. Llega al cielo en varios
pasos reverentes y su tope es delicado y reconocible.

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