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I. 1. Consideraciones generales.
I. 2. Definición.
Así, Diez señala que las medidas cautelares son actos procesales del
órgano judicial adoptados en el curso de un proceso, o previamente a él, a
solicitud de interesado para asegurar bienes o pruebas y mantener una
situación de hecho, como anticipo de una garantía judicial de la defensa de la
persona y de los bienes (artículo 18 de la Constitución nacional) y para no
tornar ilusorias las sentencias judiciales4.
3 BO 30/04/2013.
4 DIEZ, Manuel M., Derecho administrativo, Buenos Aires, Plus Ultra, 1996, p. 71.
las sentencias de los jueces5.
I. 3. Caracteres.
5 PODETTI, J. Ramiro, Derecho procesal civil, comercial y laboral. Tratado de las medidas
cautelares, Buenos Aires, Ediar, 1995, p. 33.
6 GARCÍA PULLÉS, Fernando R., Actividad cautelar en el proceso contra la Administración Pública,
RAP, 203:12 y en Tratado…, Tomo 2, cit., p. 806.
7 GALLEGOS FEDRIANI, Pablo O., Las medidas cautelares contra la Administración Pública,
Buenos Aires, Ábaco, 2002, págs. 39-40.
contradictorio y se cumple sin audiencia de la otra parte (artículo 198 del
CPCCN) con el fin de asegurar su eficacia.
Por otra parte, dado que las medidas cautelares no constituyen un fin en
sí mismas sino que cumplen una función de aseguramiento de otros procesos,
la doctrina agrega como característica a la instrumentalidad.
I. 4. Clasificación.
II. 1. Finalidad.
Una manifestación del criterio restringido que deben tener los jueces al
disponer medidas cautelares, puede verse en el fallo dictado por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el caso “Banco de la Ciudad de Buenos
Aires”17, en el que señaló: “Resulta indudable que la medida cautelar otorgada
a favor de los actores reviste los mismos efectos que si se hubiese hecho lugar
a la demanda, y ejecutado la sentencia (…) Ello constituye un claro exceso
jurisdiccional, que importa, por lo demás, un menoscabo del derecho de
15 HUTCHINSON, Tomás, Derecho Procesal Administrativo, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, 2009, Tomo
III, págs. 480-481.
16 CNCAF, Sala V, “Denegri, Hilda María. Ex Feria n. 29”, 26/03/1997, entre muchas otras.
17 Fallos, 324:4520.
defensa en un juicio contra el Estado Nacional. En orden a ello, esta Corte ha
señalado que los recaudos de viabilidad de las medidas precautorias deben ser
ponderados con especial prudencia cuando la cautela altera el estado de hecho
o de derecho existente al momento de su dictado, habida cuenta de que
configura un anticipo de jurisdicción favorable respecto del fallo final de la
causa, con el agravante, en el caso de autos, de que la causa ni siquiera ha
sido promovida”.
El criterio amplio puede verse en un fallo citado por Vallefín 18, dictado en
la causa “Bella, Elvira I. c/ Federación Argentina de Tiro s/ Amparo”, en el que
se resolvió que: “… en la valoración de los bienes jurídicos en juego -el
derecho (igualdad y no discriminación) alegado por el actor y el derecho de
defensa en juicio del demandado- el tribunal ha de inclinarse por el primero de
ellos, no obstante la idéntica naturaleza constitucional de ambos, en la
certidumbre que de no acogerse la cautelar solicitada por la actora se le
ocasionaría a su derecho un agravio de imposible reparación (…) Asimismo
(…) vale precisar que la valoración hecha por este tribunal es liminar y en modo
alguno constituye un prejuzgamiento sobre la cuestión de fondo toda vez que la
urgencia y las razones antes expuestas conducen a una conclusión que puede
ser posteriormente revisada a partir de los elementos de análisis que incorpore
la otra parte”19.
Por otra parte, teniendo en cuenta que en nuestro sistema legal las
sentencias dictadas contra la Nación tienen efecto meramente declarativo,
resulta razonable que la protección jurisdiccional sea ejercida preventivamente,
a través de la protección cautelar.
Por su parte, el artículo 230 del CPCCN establece que el juez podrá
disponer la prohibición de innovar en toda clase de juicio, siempre que el
derecho fuere verosímil, existiere el peligro de que si se mantuviera o alterara,
en su caso, la situación de hecho o de derecho, la modificación pudiera influir
en la sentencia o convirtiera su ejecución en ineficaz o imposible y la cautelar
no pudiere obtenerse por medio de otra medida precautoria.
28 “Hughes Tool Company SACIFI c/ Nación Argentina”, Fallos 307:178 y en LL 1985-E, 141.
justicia29.
34 Mairal se pronunció a favor de la aplicación directa del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación (MAIRAL, Hector, Control Judicial de la Administración Pública, Tomo II, p. 799 y ss);
Gambier y Zubiaur, a favor de la aplicación directa por el juez contencioso del artículo 12 de la LNPA
(GAMBIER, Beltrán y ZUBIAUR, Carlos, Las medidas cautelares contra la Administración Pública,
LL 1993-D, p. 690), criterio que también postularon Barra (BARRA, Rodolfo, Efectividad de la tutela
judicial frente a la Administración; suspensión de ejecutoriedad y medida de no innovar, ED, T. 107, p.
419) y Halperín (HALPERÍN, David A., Las Sentencias del Tribunal Fiscal y la prohibición de innovar,
Revista de Derecho Administrativo, Año 1, N° 1, Depalma, mayo-agosto 1989, p. 131 y ss).
35 GARCÍA PULLÉS, Fernando, Actividad cautelar en el proceso contra la Administración Pública,
RAP, Año XVII, N° 203, p. 12 y ss, en particular p. 23.
36 CNACAF, Sala I, “AFIP c/ Rutilex Hidrocarburos”, 27/04/06; ídem, Sala II, “CONARPESA”,
02/03/06; ídem, Sala III, “América TV S.A. c/COMFER”, 28/06/07; ídem, Sala IV, “González,
Alejandro Daniel y otro c/Estado Nacional”, 07/04/98 y “Colombo, Eduardo c/Estado Nacional
s/amparo”, 13/12/07; ídem Sala V, “Dalbon, Gregorio c/Estado Nacional”, 22/08/06 y “Productos y
Servicios Industriales S.A. c/Estado Nacional”, 28/09/07; todos ellos en www.pjn.gov.ar.
acceder a la decisión cautelar, a la petición de parte legitimada, la existencia de
causa y la competencia del juez 37, extremos que sin embargo deben recabarse
necesariamente, especialmente en un momento en que se presentan más
asiduamente a la jurisdicción conflictos que no reúnen el primero de los
recaudos y se reclama cada vez más la actuación oficiosa de los jueces.
37 Algunos procesalistas han sostenido que el ámbito cautelar no es momento para decidir sobre la falta
de legitimación o la inexistencia de caso, en particular cuando estos no aparecen de modo manifiesto,
pues el juicio de mérito sólo debe hacerse en condiciones de verosimilitud y no de certeza apodíctica
(FENOCHIETTO, Carlos E., Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, T. 1, Buenos Aires,
Astrea, 2001, segunda edición, p. 716). Sin embargo, estas expresiones constituyen -a mi entender- una
“contradictio in termini”, pues parece claro que si el juez debe resolver sobre estos temas cuando resultan
manifiestos es porque el impedimento no surge de la materia en sí, sino de resultar patentes en las
constancias de la causa, circunstancia que obliga a predicar que el juez debe examinar si no ocurre esa
carencia manifiesta de tales recaudos. Por lo demás, como regla general debe señalarse que no parece
dudoso que siendo lo cautelar una expresión de la actividad jurisdiccional, resultaría inadmisible
pretender su ejercicio fuera de los límites del artículo 2º de la Ley 27, que implican la necesidad de caso y
legitimación.
38 CNACAF, Sala V, 28/09/2007, “Productos y Servicios Industriales S.a. c/ E.N. – Min. De Economía
s/ Amparo”.
Argentina. Esa competencia, enmarcada en los llamados poderes implícitos, ha
sido justificada en razón de que en el Poder Legislativo se expresa la soberanía
popular y la representación igualitaria de los estados locales 39.
V. 1. Consideraciones generales.
Ello es así porque en aquellos pleitos en los que una de las partes es la
V. 2. Ámbito de aplicación.
47 VALLEFÍN, Carlos A., Medidas cautelares frente el Estado. Continuidades y rupturas, Buenos Aires,
Ad-Hoc, 2013, p. 156.
ambiental48.
Como surge del texto del artículo 2° citado, la norma prevé dos
escenarios distintos, según la índole de los derechos en juego, estableciendo
una precalificación normativa de la urgencia.
Por otra parte, como vimos, queda excluido expresamente aquel universo
de supuestos comprendido en el inciso 2 del artículo 2°. Se trata de situaciones
contempladas por la norma a las que confiere prioridad.
V. 4. La identidad de objeto.
Sin embargo, consideramos que aun frente al expreso precepto del inciso
4 del artículo 3°, es importante tener en cuenta que, dado que todo proceso
judicial naturalmente consume tiempo, éste debe ser confrontado con la
necesidad de obtener una tutela que resulte efectiva e inmediata, tal como lo
disponen los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos que
conforman el llamado bloque de constitucionalidad.
V. 5. La bilateralidad.
El inciso 3 determina que las medidas cautelares que tengan por finalidad
la tutela de los supuestos enumerados en el artículo 2°, inciso 2, podrán
tramitar y decidirse sin informe previo de la demandada.
Ahora bien, cabe señalar que si bien aquel principio no tiene base
constitucional directa, puede poner en juego la eficacia de la garantía de la
tutela judicial efectiva, en términos del Pacto de San José de Costa Rica.
Así, Gil Domínguez ha expresado que, con ello “…se impone una
bilateralidad que destroza la garantía de la inaudita parte y posibilita que el
Estado promueva por vía incidental la producción de frondosa prueba técnica
pericial e informativa a los efectos de poder acreditar cómo se compromete el
interés público”56.
V. 6. La contracautela.
59 GOZAÍNI, Osvaldo A., Las medidas cautelares ante la Ley 26.854, LL Suplemento Especial, mayo
de 2013, p. 86.
primer caso, el carácter provisional del beneficio no impide decretar la medida
cautelar sin caución alguna. Si la medida se ordena condicionada al beneficio
de litigar sin gastos que se encuentra en trámite, no resultaría pertinente
establecer fianza, dado que dicho beneficio está destinado a asegurar la
defensa en juicio, la que se vería frustrada de no contarse con los medios
suficientes para afrontar los gastos que comporta 60.
V. 6. 1. El plazo de vigencia.
Este es otro de los puntos que ha generado gran rechazo por parte de la
doctrina. Se ha indicado que el plazo de seis o tres meses resulta
absolutamente incompatible con el curso de los procesos contra el Estado.
62 Fallos 333:1885.
63 Fallos 335:705.
64 Fallos 324:1123.
principal de su pretensión.
Al expedirse sobre este artículo 5°, algunos autores han criticado dicha
norma y la han considerado inconstitucional.
67 Causa N° 2045/2013. Juzg. Nac. de Primera Inst. en lo Civ. y Com. Fed. N° 11, Secretaría 21.
68 Causa N° 3935/2013. Juzg. Nac. de Primera Inst. en lo Civ. y Com. Fed. N° 11, Secretaría 21.
Más allá de las consideraciones jurídicas formuladas, considero que en la
práctica judicial, la brevedad del plazo de seis o tres meses, según el caso, sí
podría traer aparejados serios inconvenientes de índole práctica y un exceso
de trámites, vistas y traslados a los fines de la concesión sucesiva de las
prórrogas de la medida cautelar dictada.
Este precepto ha generado reparos que, cabe decir, también los tuvieron
diversas normas anteriores con idéntico contenido, como resulta por ejemplo lo
previsto en el artículo 66 de la Ley 11.672 Complementaria Permanente de
Presupuesto (t.o. 1998).
Este tipo de medida cautelar tiene una larga tradición en nuestro país,
especialmente en el ámbito del proceso administrativo. La suspensión de los
efectos del acto administrativo es la medida cautelar clásica en los pleitos
contra el Estado.
69 CCyCF, Sala III, “American Airlines Inc. C/ Administración Nacional de Aviación Civil s/ Nulidad de
acto administrativo”, Causa N° 518/2014/CA1, 25/09/2014.
contra actos administrativos, la consideración del interés público y la exigencia
de acreditarse un daño irreparable 70. Sin dejar de reconocer la importancia de
estos criterios, en su oportunidad entendí que el interés público y la
irreparabilidad del perjuicio, en el ámbito de la suspensión de los efectos del
acto administrativo, se encontraban de tal modo insertos en la apreciación de la
verosimilitud del derecho y del peligro en la demora, respectivamente, que no
era posible concebirlos como recaudos autónomos, pues en este horizonte no
habría verosimilitud del derecho si ella no sobrepasaba el interés público en
juego, ni peligro en la demora si la reparabilidad posterior no se probase
inadecuada o improcedente, atento a la solvencia estatal que se presupone 71.
Por otra parte, la norma requiere que sea la parte interesada la que
solicite el dictado de la medida. Es decir, impide el dictado de oficio como
ocurre en otras áreas del derecho, como por ejemplo en los procesos de
declaración de incapacidad y de inhabilitación (artículo 629 CPCCN) o en los
procesos sucesorios (artículo 690 CPCCN)72.
70 SAMMARTINO, Patricio, La suspensión de los efectos del acto administrativo y el daño irreparable,
en ED T. 177, p. 768. Ver también, del mismo autor: Los principios constitucionales del amparo
administrativo. El contencioso constitucional administrativo urgente, Buenos Aires, Lexis Nexis, 2003.
71 GARCÍA PULLÉS, Fernando, Medidas cautelares autónomas en el contencioso administrativo,
Buenos Aires, Hammurabi, 2006, p. 99 y ss.
72 VALLEFÍN, Carlos A., Medidas cautelares..., p. 105.
de las partes y evitar que se convierta en ilusoria la sentencia que ponga fin al
pleito, queda subordinada a la verificación de los siguientes extremos
insoslayables: la verosimilitud del derecho invocado y el peligro en la demora,
recaudos que aparecen exigidos por el art. 230 el Cód. Procesal, a los que se
une un tercero (...) cual es la contracautela, contemplada en el art. 199 del
Código de rito. Dichos recaudos aparecen de tal modo entrelazados que a
mayor verosimilitud del derecho, cabe no ser tan exigente en la apreciación del
peligro del daño y viceversa cuando existe el rigor de un daño extremo e
irreparable, el riesgo del fumus puede atemperarse. También es pertinente
recordar -como lo tiene resuelto la CSJN- que cuando la medida cautelar se
intenta contra la Administración Pública, es menester que se acredite prima
facie y sin que ello implique prejuzgamiento de la solución de fondo, la
manifiesta arbitrariedad del acto cuestionado, dado el rigor con que debe
apreciarse la concurrencia de los supuestos que la tornan admisible. Y ello es
así porque los actos administrativos gozan de presunción de legitimidad y
fuerza ejecutoria, razón por la cual en principio ni los recursos administrativos
ni las acciones judiciales mediante los cuales se discute su validez, suspenden
su ejecución, lo que determina, en principio, la improcedencia de las medidas
cautelares. Debe añadirse, por último, que en los litigios dirigidos contra la
Administración Pública o sus entidades descentralizadas, además de los
presupuestos de las medidas de no innovar establecidos en general en el
artículo 230 del CPCCN, se requiere, como requisito específico que la medida
solicitada no afecte un interés público al que deba darse prevalencia o,
expresado con el giro que emplea la Corte Suprema, resulta imprescindible la
consideración del interés público comprometido. Finalmente habrá de
efectuarse una consideración respecto de las modificaciones introducidas por
la ley 26.854 que rige las medidas cautelares en las causas en las que es parte
o interviene el Estado Nacional. En efecto, en lo sustancial que aquí se
examina no alteran los principios señalados. Por cierto subsisten las exigencias
de acreditar la verosimilitud del derecho, el peligro en la demora y la
ponderación del interés público. Y, en lo que resulta de mayor interés para el
caso, establece pautas más flexibles para aquellos asuntos que comprometan
a 'sectores socialmente vulnerables acreditados en el proceso' o en los que se
encuentre comprometida la vida digna conforme la Convención Americana de
Derechos Humanos, la salud o un derecho de naturaleza alimentaria' o 'cuando
se trate de un derecho de naturaleza ambiental" (art. 2, inciso 2, ley citada)...” 73.
V. 8. 1. El daño irreparable.
73 "C. CH., G. c/ Estado Nacional y otro s/ Amparo - Incidente de Apelación de Medida Cautelar" ,
Expte. 18.957, 04/07/2013, Cám. Fed. de Apelac. de La Plata, Sala III (del voto del juez Carlos A.
Vallefín).
74 HUTCHINSON, Tomás, Derecho Procesal Administrativo, T. III, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni
Editores, 2009, p. 574.
ocasionará un daño irreparable75.
Con relación a este punto, cabe decir que en el citado fallo de la Sala III
de la Cámara Civil y Comercial Federal 79, el tribunal expresó: “... en lo atinente
al agravio acerca del monto concreto de la multa (…) impuesta a una empresa
aérea internacional, no se advierte que en el supuesto de que la Administración
Pública decidiese y lograse ejecutar la sanción antes de un pronunciamiento
definitivo favorable en esta causa, ello sea susceptible de ocasionar el grave
perjuicio que exige la norma (ley 26.854) o de hacer ineficaz o imposible el
cumplimiento de esa eventual sentencia (…). En esas circunstancias,
corresponde confirmar el rechazo de la medida cautelar dirigida a suspender
los efectos de un acto administrativo dictado por el Estado Nacional en uso de
las facultades de poder de policía que le asisten a la Autoridad Aeronáutica
(…). En síntesis, la peticionaria no ha demostrado una situación de peligro que
no admita demora y que, por lo tanto, justifique el dictado de una medida
cautelar que suspenda los efectos del acto administrativo. No se frustra, en
esas condiciones, la tutela judicial efectiva, desde que la pretensión de fondo
será decidida, oportunamente, en la sentencia definitiva...”.
81 CNACAF., Sala III, causas 18.341/03 del 08/07/2003, 29.797/06 del 25/09/2006 y 34.203/08 del
04/02/2009; Sala IV, causa 37.184/011 del 23/02/2012; Sala V, causas 9.459/99 y 10.841/97, ambas del
12/04/2000 y causa 6.613/07 del 11/07/2007.
82 Causa N° 11.598/B-2011, “Lan Perú S.A. c/ Administración Nacional de Aviación Civil s/ Amparo
Ley 16.986”, sentencia de fecha 02/11/2011.
83 PALACIO, Lino E., Derecho Procesal Civil, T. VIII, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1994, segunda
edición, p. 67.
84 Del voto del Dr. Fernando L. Barbará.
Estos dos requisitos se encuentran íntimamente relacionados. La
verosimilitud del derecho o fumus boni iuris está vinculada en ocasiones a la
existencia de un vicio notorio, de una arbitrariedad o ilegalidad manifiesta o de
una violación legal patente, aunque existen también algunos pronunciamientos
en los que se alude a la impugnación sobre bases prima facie verosímiles, o a
la ilegalidad o arbitrariedad85.
Por ello, cabe concluir que para decretar una medida cautelar no se
requiere una prueba acabada de la verosimilitud del derecho debatido, ni un
examen exhaustivo de las relaciones que vinculan a las partes, bastando que
85 CSJN, “Asociación del Personal Superior de SEGBA”, 1992, Fallos, 315: 96.
86 Artículo 12, Ley Nacional de Procedimientos Administrativos N° 19.549.
87 CSJN, “Rossi Cibils, Miguel A. y otros”, 1992, Fallos, 315: 2074.
se acredite la probabilidad o fundada posibilidad de que el derecho exista o
tenga apariencia de verdadero.
88 CNACAF, Sala I, 21/V/91, “El Expreso Ciudad de Posadas”, LL, 1993-B, 424.
Con respecto al requisito en cuestión, previsto en el artículo 13, inciso 1
apartado d), es claro que los jueces deben valorarlo al momento de decidir el
otorgamiento de una medida cautelar, porque en definitiva la realización del
interés público constituye la finalidad última de toda función estatal, incluido
obviamente en la realización de la justicia 89. Sin embargo, el interés público
debe reflejar una realidad concreta, una situación específica y singular y no ser
solamente el producto de una alegación dogmática de los intereses generales a
los que la Administración siempre está obligada a servir 90.
89 CASSAGNE, Juan Carlos, Derecho Administrativo, T. I, Buenos Aires, Lexis Nexis, 2002, séptima
edición, p. 60.
90 HUTCHINSON, Derecho Procesal …, cit., T. III, p. 522.
prevalecer sobre el interés privado en juego 91.
El criterio del interés público no puede admitirse sin más; debe indagarse
en el caso concreto la efectiva presencia de las razones de interés general que
imponen la ejecución inmediata del acto administrativo, la ley o el reglamento,
porque “no cualquier interés invocado por la Administración Pública será
suficiente para concluir en que la suspensión compromete, por sí misma y
apriorísticamente, el cumplimiento de fines generales impostergables” 92.
91 MAIRAL, Héctor A., Control judicial de la Administración Pública, Buenos Aires, Depalma, 1985,
ps. 829-830.
92 SIMÓN PADRÓS, Ramiro, La tutela cautelar en la jurisdicción contenciosa administrativa, Buenos
Aires, LexisNexis, 2005, p. 292.
las medidas cautelares.
93 SACRISTÁN, Estela B., El concepto de interés público en la Ley 26.854, LL Suplemento Especial,
mayo de 2013, págs. 147-148.
dominio privado deben serlo sólo en interés público, no privado, siendo estas
restricciones regidas por el Derecho Administrativo 94.
El artículo 13, inciso 3 dispone que: “La providencia que suspenda los
efectos de un acto estatal será recurrible por vía de reposición; también será
admisible la apelación, subsidiaria o directa. El recurso de apelación
interpuesto contra la providencia cautelar que suspenda, total o parcialmente,
los efectos de una disposición legal o un reglamento del mismo rango
jerárquico, tendrá efecto suspensivo, salvo que se encontrare comprometida la
tutela de los supuestos enumerados en el artículo 2°, inciso 2…”.
Ello podría llevar a interpretar que el régimen recursivo para las restantes
medidas estaría sujeto a las disposiciones del CPCCN, aunque esta dualidad
de regímenes jurídicos no parece haber sido el propósito del legislador.
99 Ob. cit., p. 169, con cita de CARRIÓ, Genaro, Recurso de amparo y técnica judicial, Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 1987, segunda edición, págs. 234, 235 y 223.
100 Al respecto, ver VALLEFÍN, Carlos A., El recurso de apelación en la acción de amparo y la
cuestión de la validez constitucional de los efectos con que se concede, en Revista de Derecho Procesal,
N° 5, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores, 2000, p. 49.
VI. Las medidas positivas.
Dicha acción está incluida dentro de los procesos ordinarios como una de
las pretensiones procesales de la Administración, aunque no sea usada con
frecuencia.
Coincido con Vallefín105 en que nada indica que el camino deba diferir si,
además, tenemos en cuenta la similitud que ofrecen ambas normas.