Está en la página 1de 25

La dimensión emocional del eneagrama

(Capítulo VII del Libro: Los Mundos de Eneagrama, Miradas Desde Chile).
Por Shenyin Loo Valdés.

Su majestad: el eneagrama

El eneagrama es una poderosa herramienta de autoconocimiento y transformación personal, que


nos permite reconocer y describir de manera certera nuestros mecanismos automáticos de defensa, ante
situaciones complejas que nos enfrenta la vida cotidiana. A su vez, nos señala la salida sugerida a los
patrones cognitivos y emocionales que nos desconectan de la dimensión sagrada de nosotros mismos:
nuestra dimensión espiritual.

El eneagrama nos explicita las formas que tenemos las personas para protegernos de las
experiencias de vulnerabilidad, nuestras estrategias para enfrentar los conflictos y los trucos para
escondernos de los riesgos, el rechazo y del dolor. Nos muestra, también, las habituales respuestas
emocionales condicionadas, el sistema de pensamiento o fijaciones, las creencias irracionales que
poseemos y también nos da información de la corporalidad defensiva que hemos construido a lo largo
de la vida.

Más que un mero descriptor de conductas de nuestra personalidad, a mi juicio, resulta ser la mejor
herramienta de autoconocimiento para descubrir aquellos mecanismos que nos desconectan de nuestros
estados más amplios de consciencia. Es, en definitiva, un mapa del ego humano. Entendido como el
complejo entramado de respuestas (cognitivas, emocionales y de comportamiento), en que nos hemos
especializado para responder ante las situaciones complicadas que afrontamos en la vida y que nos
desconectan del estado esencial de ser nosotros mismos.

Dicho de otra manera, el eneagrama nos muestra las trampas del ego que evidencia las defensa
que hemos creado para proteger la vulnerabilidad, la inocencia y evitar el dolor de la separación de la
esencia. Ego que nos fue útil en su momento pero que, con el paso de los años, termina siendo una
armadura pesada para el camino de la transformación y la expansión de la consciencia.

La evolución del eneagrama

Durante décadas el eneagrama transitó como un método hermético y exclusivo de los buscadores
de la verdad que estaban en el camino del despertar espiritual. Hoy ya es popular, masivo y, para bien o
para mal, su conocimiento se encuentra accesible para todos quienes deseen profundizar en los mares
misteriosos de la autoexploración. Eso, más que producir recelo y aprensión, debería motivarnos a seguir
re descubriéndolo de manera constante, siendo muy responsables en declararlo una sabiduría disponible
para el quien desee expandir su consciencia y generar transformación personal, en vez de convertirlo en
una verdad que debe permanecer inmutable y exclusiva para un grupo de selectos exploradores.

Considero que a medida que el eneagrama permanezca en un constante descubrimiento,


aprendizaje y exploración, será necesario seguir avanzando para que pueda ser comprendido, también,
desde otras esferas del comportamiento humano. Dado el conocimiento actual, definitivamente, hoy
podemos incorporar nueva información desde las neurociencias y las ciencias cognitivas, por ejemplo,
que podrían complementar el potente conocimiento que tiene el eneagrama acerca de los seres humanos.

Soy de quienes creen que el eneagrama ya pertenece el conocimiento de la humanidad, se


encuentra accesible para ser usado para quien sienta que desea explorar y buscar respuestas profundas
en sí mismo. Dado que tiene un conocimiento y una sabiduría impresionante, proveniente del trabajo
arduo de maestros que iniciaron este camino antes que nosotros. No obstante, tengo la convicción que
es una herramienta poderosa que puede entregar aún mucho más acerca de los seres humanos y nuestras
constantes trampas del ego. Por eso, pienso que existen dimensiones pendientes por estudiar, medir,
descubrir e integrar con otras disciplinas. Siendo una de ellas la dimensión biológica.

La dimensión biológica

Personalmente, considero la dimensión espiritual del eneagrama como el centro neurálgico y fin
último del uso de esta herramienta, que emerge del intrínseco anhelo de los seres humanos por
expandirnos, ampliar la consciencia, reconocer quienes somos y generar la llamada transformación
personal. Esta dimensión pone el énfasis en facilitar la búsqueda constante que tenemos los seres
humanos de encontrar algo más allá de nuestra personalidad, construida defensivamente en nuestra
infancia y la que nos desconecta de estados más expansivos, conscientes y adaptativos.

Es cierto que desde sus antiguos orígenes el trabajo con el eneagrama comenzó como una
búsqueda espiritual de carácter místico, sin perjuicio de ello, considero que el conocimiento no debe
cerrarse jamás pues debe ir evolucionando constantemente y en el caso del eneagrama, también. Es por
ello que una alternativa es incorporar información acerca de las características neurobiológicas de los
eneatipos, lo que evidentemente resultaría ser una mirada que complemente el origen del eneagrama
desde su dimensión espiritual. Personalmente, creo que no dejamos de ser espirituales al reconocer
nuestra dimensión biológica.

En efecto, desde mi observación y comprensión personal he podido analizar in situ como el


eneagrama tiene una alta efectividad en la comprensión de los patrones del ego, producto que ellos
tienen también una relación biológica con los sistemas cognitivos (desde las vías neuronales), las
respuestas emocionales (desde el sistema límbico) y las conductas recurrentes (comportamiento
adaptativo). Y tales patrones son comunes a las personas, independiente de su cultura, raza o
idiosincrasia debido a que pertenecen al género humano.

Patrones emocionales

Desde esta visión, el eneagrama tiene a la base patrones emocionales evidentes y estudiarlos
resulta esencial para comprender su alta capacidad de predecir y explicar los comportamientos y las
reacciones repetitivas de cada eneatipo. Todo comportamiento tiene una base emocional que proviene
de nuestro sistema límbico, que despierta reacciones similares e incluso predecibles en los seres
mamíferos.

Esta base emocional fue notablemente analizada por Susana Bloch a través de Alba Emoting,
que entre sus grandes aportes, comprendió los patrones efectores de cada emoción, que son mecanismos
fisiológicos para gatillar una respuesta emocional (comunes a todos los seres humanos). Estos patrones
fueron investigados científicamente estudiando minuciosamente los patrones respiratorios, corporales,
gestuales, de tensión corporal y del movimiento asociada a cada emoción.

Expresado de otra manera, Alba Emoting investigó la respuesta natural que nos sucede
biológicamente cuando experimentamos una emoción y descubrió que existen patrones respiratorios,
gestuales, corporales y de movimiento que son únicos para cada emoción humana básica, los que pueden
ser estimulados conscientemente para reconectar naturalmente con cada una de ellas.

Es, a través del estudio del Eneagrama y Alba Emoting, que he podido aproximarme
preliminarmente a una comprensión de los mecanismos emocionales y corporales de cada eneatipo, que
es lo que deseo compartir en el presente capítulo. Intentando tomar elementos desde el impecable trabajo
de Alba Emoting y relacionarlo con Eneagrama, señalando cómo cada eneatipo vive su mundo
emocional y lo que podría re-aprender de él, a fin de generar un mayor aprendizaje transformacional.

Los invito a explorar y a hacernos nuevas preguntas en relación al eneagrama, intentando


acercarlo a una de las tantas dimensiones biológicas del ser humano: las emociones.

Las emociones

Durante millones de años, las emociones nos han ayudado a reaccionar a las experiencias con el
fin último de proteger la vida. Ellas han cumplido un rol imprescindible para velar por la sobrevivencia
de nuestra humanidad. A ellas les debemos nuestra capacidad de defendernos, escondernos, protegernos,
procrear, cuidar y valorar la vida.

Podemos definir a las emociones como respuestas bioquímicas automáticas, diseñadas para
detectar cambios abruptos que se producen en el entorno. Ellas nos entregan información al instante de
los movimientos externos, con el fin de desarrollar la mejor respuesta posible ante las experiencias
complejas y cambiantes que vivimos día a día. Transformándose en uno de los más importantes sistemas
integrales que tiene el organismo para cuidar la vida, en sus distintas manifestaciones.

Las emociones son, también, una capacidad central para generar aprendizaje significativo, siendo
una respuesta que tiene el organismo para estimular la capacidad de aprender que poseemos los seres
humanos.

En definitiva, sin emociones no habría sobrevivencia humana y tampoco habría aprendizaje


significativo.

No obstante, durante decenas de años las emociones han tenido una mala reputación en nuestra
actual sociedad occidental. Hemos nacido y crecido con la premisa, implícita y muy arraigada, que lo
racional es superior a lo emocional, creando una excesiva valoración del pensamiento en desmedro del
mundo emotivo. La poderosa creencia de pienso luego existo, le hizo un flaco favor a la consciencia de
la humanidad al transmitir que lo que nos hace humanos sólo es la racionalidad, es decir, nuestra
capacidad para pensar.

La ignorancia emocional

Debido a la extrema importancia que damos a nuestros pensamientos, hemos dejado de prestar
atención y comprender la relevancia y la sabiduría que existe en otras funciones psicológicas tan
importantes como las emociones, los sentimientos, los sentidos y la intuición. Posicionamos a la lógica
como la madre de todas las inteligencias, relegando los otros procesos psicológicos a una categoría
inferior. Es decir, estados imperfectos de la humanidad, propios de seres poco civilizados.

Por consiguiente, todo este paradigma transmitido incansablemente en el “evolucionado” mundo


occidental, nos transformó en analfabetos emocionales y dejamos de reconocer que vivimos
habitualmente en estados afectivos, aunque sean muy sutiles. El poco reconocimiento de nuestro mundo
emotivo crea una especie de misterio de lo que sentimos, como si fuesen estados extraños que nos
habitan.

Es lamentable pero a ratos pareciera que las personas no sabemos casi nada de nuestro propio
mundo emocional. No logramos reconocerlo, identificarlo ni tampoco alcanzamos a detectar los
estímulos que nos despiertan nuestras habituales reacciones emocionales. Es que estamos demasiado
desconectados de nuestro sentir.

O dicho de otra manera, al existir tan poca autoobservación y autoconocimiento no sabemos


reconocer lo que sentimos, por qué sentimos de esa manera, cuáles son nuestros patrones emocionales
aprendidos o cuál es la intensidad para responder sanamente ante una situación o experiencia. A
momentos pareciera que las emociones dominan nuestra vida, toman el control de todo el organismo,
como si se mandasen solas y, lo que resulta peor, ni siquiera somos realmente conscientes de ello.

Todo podría resumirse en un constante y repetitivo: “no sé lo que me pasa”.

Pues bien, es evidente que lo que nos pasa tiene que ver con nuestras emociones. Las emociones
están presentes todo el tiempo en nuestras vidas y no siempre logramos darnos cuenta. Ellas influyen en
las decisiones que tomamos, en las acciones que realizamos, en las huidas que emprendemos o en el
afecto que expresamos. Entregándonos una forma valiosa para responder al momento presente.

Las emociones no son buenas o malas

Sabemos hoy que cada emoción básica tiene una función clave para la vida. Por esto resulta un
tremendo error hablar de emociones buenas o emociones malas. No lo recomiendo en absoluto e, incluso,
podría dañar nuestra sana y natural experiencia emocional. Rechazando aquellas emociones que tienen
mala publicidad o que asociamos en algún momento como equivocadas.

Evidentemente, la conducta que deriva de una emoción puede ser adaptativa o desadaptativa ante
la situación, pero sentir una emoción determinada no la hace buena o mala por sí misma. Por tanto, más
que hablar de emociones positivas o negativas, es mejor revisar que existen conductas adaptativas o
desadaptativas como resultado de un aprendizaje emocional particular.

Afortunadamente, los tiempos están cambiando. Si bien durante decenas de años, hemos puesto
en pugna al pensamiento lógico contra las emociones (y viceversa), hoy gracias a los nuevos
descubrimientos científicos y al aporte de visionarios que han estudiado el complejo mundo emocional,
podemos reconocer que existe una integración posible entre el sistema límbico y la corteza cerebral.
Relación que no debería resultar siempre en una lucha de fuerzas que nos llevan a caminos y lugares
opuestos, los que nunca podrán ponerse de acuerdo. Progresivamente, comenzamos a explorar la
posibilidad de relacionar corazón con mente, de una manera sana y equilibrada.
Es decir, aprender a ser emocionalmente inteligentes, comprendiendo la naturaleza de las
emociones junto con la importancia que tienen los pensamientos, la memoria y la lógica.

Es elemental comprender lo anterior para el desarrollo y el re-aprendizaje de nuestras emociones


en el trabajo con los eneatipos. No debemos olvidar que las emociones han sido nuestras aliadas durante
toda la historia de la humanidad y aprender de la importancia que tienen y su función para la vida resulta
básico para generar un acercamiento a este mundo tan poco estudiado pero, a la vez, tan determinante
para nuestras vidas.

Ahora bien, es fundamental para relacionar emociones con eneatipos comprender cómo se
origina el aprendizaje emocional que cada persona generó en su infancia. Para eso debemos remontarnos
al inicio de todo el condicionamiento de los eneatipos.

Aprendizaje, vulnerabilidad y emociones

Cuando somos recién nacidos, poseemos una increíble apertura emocional, cognitiva y de los
sentidos para experimentar, aprender y explorar las diversas manifestaciones de la vida. Por aquellos
años, experimentamos la máxima capacidad de aprendizaje de nuestro cerebro, con una sensibilidad
corporal totalmente receptiva, con las emociones disponibles y sin ningún tipo de condicionamiento
social. Fueron buenos tiempos para la libertad y la conexión con el presente. Pero a la vez, en esa etapa
nos encontramos totalmente vulnerables y dependientes del cuidado, el afecto y la mantención de las
necesidades vitales de parte de los adultos.

En efecto, los seres humanos somos de las pocas especies sobre la tierra que tienen una total
dependencia de la madre o figuras adultas para sobrevivir. Realmente no podemos hacer casi nada solos
cuando llegamos el mundo y nuestra vida depende totalmente de la capacidad de cuidar que tienen
nuestros padres.

Junto con ello, los niños pequeños resultan ser verdaderas esponjas que reciben toda aquella
información que les permite prepararse para sobrevivir al mundo, primero, y aprender a estar en
sociedad, después, de la manera más adaptativa acorde a la realidad cultural y familiar a la cual
pertenecen.

En ese período vital del crecimiento, las funciones cerebrales se agilizan para enfrentar la
sobrevivencia a un mundo misterioso y complejo. Es por eso que todo su ser está corporal y
biológicamente activo y alerta para generar habilidades de supervivencia vital y, posteriormente, una
adaptación social. Proceso que sucede a través del más poderoso recurso que tenemos los seres humanos
para sobrevivir al mundo: la capacidad de aprender.

A su vez, los niños pequeños son dueños de una flexibilidad cerebral para vivirse las emociones
naturalmente, es decir, sintiéndolas de forma libre y dejando que, tal como llegaron, se vayan sin dejar
rastro alguno.

Vulnerabilidad, flexibilidad emocional y máxima capacidad de aprendizaje son tres fenómenos


centrales que ocurren en la vida de un niño pequeño, que determinará significativamente su capacidad
de madurar sana y equilibradamente en su vida adulta.
El costo

No obstante, esta total apertura afectiva tiene un alto costo para el niño. Y lo empieza a percibir
con el paso de los meses y luego los años. Estar en máxima vulnerabilidad y disponibilidad emocional
a la experiencia de vivir, resulta progresivamente un sufrimiento y un quiebre inevitable.

Por una parte, por la natural complejidad de recibir toda la experiencia de estar vivo, con total
incapacidad de valerse por sí mismo y sin defensa alguna. Por otra, por el condicionamiento social, el
modelamiento y las exigencias externas que ocurren en los vínculos significativos que establecen con
sus padres o figuras más cercanas, en sus primeros años.

En la continua interacción con su entorno, progresivamente, ellos sienten dañada su fragilidad


emocional al ser partes de una sociedad creada por adultos presos de sus propios condicionamientos,
demandas, exigencias y neurosis. Comienzan a aprender, por tanto, respuestas adaptativas y asociaciones
emocionales y cognitivas de lo correcto o incorrecto, según lo asimilado en el medio que se
desenvuelven.

Estas reacciones aprendidas los apartarán de sus naturales estados de expansión, conexión e
inocencia y los llevarán a asociar conductas, emociones y respuestas como agradables/desagradables y
correctas/incorrectas dependiendo del contexto social y del aprendizaje en ese período crítico.

Aprendizaje y condicionamiento

Los niños muy pequeños vienen con una natural vulnerabilidad, sin embargo, en el futuro serán
sistemáticamente condicionados para buscar, por una parte, el amor de sus padres o figuras significativas
y, por otra, poder y seguridad. Ambas necesidades que aseguran la vida para un ser indefenso, requieren
de un contexto emocional protegido, respetuoso y cuidado. Ambiente que permita que la adaptación a la
sobrevivencia social sea sin excesivos traumas ni dolores, a fin de que le permita crear una personalidad
sana y adaptativa al medio. Sea el medio que sea.

Sin embargo, en la crianza no existen siempre las condiciones perfectas ni el contexto ideal que
le entreguen al niño o la niña toda la seguridad, el poder, el amor o el reconocimiento necesario para ser
vistos, amados, aceptados, nutridos y cuidados. Es por ello, que el niño o niña requiere de un mecanismo
de adaptación al mundo, el que está muy bien descrito en cada eneatipo como un condicionamiento
psicológico.

Indudablemente, a medida que pasan los años se va generando un aprendizaje emocional, el que
gracias al reforzamiento social, establece cuáles son las respuestas emocionales adecuadas para
sobrevivir y adaptarse al contexto social y familiar al que se pertenece. Este aprendizaje produce que los
niños tengan emociones más disponibles, recurrentes y familiares que otras. Eso nos sucede a todos
como aprendizaje por asociatividad en nuestra infancia.

Es fácil ver cómo las niñas y los niños muy pequeños son flexibles emocionalmente pero en el
proceso de socialización y gracias al aprendizaje, comienza una especialización y una elección de cuál
será la mejor forma de responder emocionalmente a las presiones del entorno, que para un niño o niña
vulnerable y sensible son muchísimas. Y a medida que vuelve a vivir experiencias similares, los niños
practican y sofistican un recorrido neuronal de asociaciones entre pensamiento y emoción. El que se
repite tantas veces hasta generar un circuito de respuestas conocido, habitual y automático.

Condicionamiento emocional

Si bien este aprendizaje se inicia como uno de los tantos que se deben generar en la niñez,
posteriormente se vuelve determinante en la vida adulta, convirtiéndose en un condicionamiento
emocional, es decir, una respuesta emocional idéntica independiente de los estímulos o las experiencias
que suceden en el entorno.

Este mecanismo de reforzamiento comienza como un inocente aprendizaje modalidad ensayo-


error, donde, primero, debe buscar y probar un método de respuestas útiles para sobrellevar los
requerimientos y presiones del entorno y, posteriormente, deberá perfeccionar sus respuestas para que
le sigan siendo útiles en el tiempo. Consiguiendo así una especialización más efectiva para conseguir
amor y/o poder de parte de los adultos. Aprende que, respondiendo de cierta manera, va a sobrevivir a
este mundo complejo y para que ello ocurra sólo debe repetir estos mecanismos de comportamiento a lo
largo de los años.

Este aprendizaje, en la medida que se vuelve repetitivo y automático, restringe progresivamente


la plasticidad que tiene el niño o la niña para vivirse las emociones de manera natural y, ya de adulto,
nos convierte en meros repetidores de emociones condicionadas que no siempre generan conductas sanas
y efectivas. Es decir, aprendemos patrones emocionales que son respuestas repetitivas y automáticas a
las situaciones de la vida, lo que lleva a una limitación afectiva que resta experiencias y acota la
capacidad de responder adaptativamente a las situaciones.

No podemos dejar de reconocer que toda respuesta adulta que ocurre desde el condicionamiento
del eneatipo tiene a la base un patrón emocional aprendido en la infancia. Por tanto, aprender de
emociones es clave para comprender la naturaleza de los patrones del ego y de los eneatipos.

Es por lo anterior que resulta crucial tomar consciencia cuando es nuestro condicionamiento lo
que nos hace sentir una emoción determinada (sin la existencia de estímulos concretos) y cuando son
respuestas emocionales naturales ante los eventos de la vida. Comprender esta diferencia resulta vital
para un proceso de cambio personal, ya que, es posible que nuestros propios pensamientos condicionados
nos puedan generar estados emocionales que nos nublan la percepción, nos evitan responder
adaptativamente a la realidad o, incluso, podrían restarnos experiencias de vida producto de la limitación
de nuestra afectividad.

Efectivamente, el estudio de las emociones también nos ha enseñado que es posible que nuestros
propios pensamientos (y no sólo las experiencias) nos generen estados emocionales. Lo que crea un
círculo vicioso condicionado que termina siendo una verdadera prisión para las personas. Es como estar
atrapado por los propios estados emocionales, en una especie de adicción, una interrelación circular entre
pensamiento y emoción o de emoción y pensamiento. Lo que pensamos nos hace sentir, lo que sentimos
nos hace pensar. Es aquí donde se fija el condicionamiento.

Reforzamiento emoción y pensamiento

Es necesario, por tanto, reconocer que todos sentimos emociones y eso es una respuesta natural
del organismo. El problema radica, por una parte, cuando las asociamos como emociones buenas o
malas, producto de nuestra historia personal o, por otra, cuando confundimos emoción con respuesta
emocional, ya que, una cosa es sentir una emoción y otra es la conducta y la respuesta emocional
resultante de dicha emoción.

Por consecuencia, el ego resultaría ser una especie de resorte defensivo que hemos desarrollado
y sobre especializado para responder en nuestra vida a las diversas experiencias pero, sobre todo, para
evitar las experiencias emocionales de dolor. Básicamente, en aquellas donde interpretamos o sentimos
que debemos defendernos ante experiencias o personas que se nos recuerdan la herida producto de la
pérdida de la vulnerabilidad en la infancia y el sufrimiento asociado al condicionamiento.

Junto con ello, y dada la posterior generación del lenguaje asociado a pensamientos y creencias,
los niños empiezan a recibir pequeñas explicaciones de lo que les pasa, construyendo sus primeras
creencias poderosas y un naciente mapa cognitivo que le hará interpretar la realidad desde su propio
pequeño mundo. Lo que le llevará a creer que ese mundo, es el mundo.

Todo este complejo condicionamiento limita las posibilidades de acción y restringe un aspecto
central de nosotros mismos: nuestra capacidad de responder naturalmente a las diferentes emociones.

Producto de esto, es que resulta necesario profundizar un poco más en el mundo de las emociones
haciendo un recorrido breve por las emociones básicas estudiadas por Alba Emoting y, de esta manera,
aproximarnos al complejo entrampado emocional de los eneatipos.

Las emociones básicas

Tal como para entender bien el ego humano hay que observar a un niño herido que se defiende
de las experiencias que lo ponen vulnerable, en el caso de las emociones también sirve recordar de qué
manera vivían nuestros antepasados homo sapiens y cómo debieron usar sus emociones para sobrevivir.

En ese tiempo el mundo era muy peligroso. Ni siquiera había donde cobijarse de manera segura
y la efectividad de las respuestas que provenían de las emociones, junto con la información que ellas
entregaban acerca de los cambios del entorno y de los otros seres vivos, resultó central para comprender
la diferencia entre la vida y la muerte. Resulta evidente, por tanto, que si pensamos en las conductas que
debieron necesitar nuestros antepasados para sobrevivir en aquella era de la historia, estas debieron ser:
huir, atacar, cuidar, reproducirse, reír y llorar las pérdidas. Si observamos bien, todos esos
comportamientos derivan de las emociones básicas y, por aquel momento, no se necesitaba más que ello.

Tales conductas se originan de diferentes reacciones bioquímicas que permiten generar una
respuesta emocional específica a la situación presente. Debido que cada emoción básica cumple una
función muy concreta para nuestra vida, la sobrevivencia y el aprendizaje, cuando tenemos rabia, miedo,
alegría, tristeza, ternura o erotismo, nuestro cuerpo ha interpretado que los estímulos del entorno que
estamos recibiendo necesitan de respuestas conductuales adaptativas y muy específicas. Cualquier error
en la lectura emocional, marcaba la diferencia entre la vida y la muerte. Es por ello, que comprender
bien cada emoción y su recurrencia, nos entrega información vital para descifrar las respuestas habituales
que tenemos, las que se basan en patrones emocionales definidos.

Gracias al estudio de las emociones, hoy sabemos que nos predisponen a la acción, nos originan
un cambio en la química interna y, además, se convierten en estados que habitamos frecuentemente
dependiendo del aprendizaje en la infancia que cada persona generó, instalando una especie de respuesta
emocional habitual para cada persona. Y, por consiguiente, del patrón emocional asociado a cada
eneatipo.

Es por esto, y mucho más, que comprendiendo y estudiando mejor cada una de las emociones
básicas también nos acercamos a un mayor conocimiento de nosotros mismos.

Analicemos cada una de ellas desde el punto de vista evolutivo y psicológico.

La rabia

Hace millones de años, en las primeras comunidades humanas, la rabia debió ser útil en casos de
defender a los débiles, vulnerables y niños pequeños. También debió ser clave para pelear con animales
o personas que podrían provocar daño porque la función natural de la rabia es cuidar la vida por medio
de un ataque focalizado y directo, es decir, proteger a través de una agresión certera.

La rabia corporalmente tiene el eje hacia adelante. La mirada es penetrante y amenazadora. El


ceño se frunce para proteger los ojos y poder focalizar bien para eliminar la amenaza. El cuerpo se
acelera, los músculos se tensan y las manos necesitan golpear. La respiración es intensa y rápida,
inhalando y exhalando por la nariz. Sus ritmos y frecuencia están asociados a una respiración del tipo
abdominal. Es una emoción intensa que activa diferentes mecanismos del cuerpo para la lucha y el
ataque.

Psicológicamente, la rabia nos conecta con las injusticias, con lo incorrecto, con la defensa de
los débiles, con el respeto a las personas y con la protección al valor de la vida. La rabia tiene mala fama
pero es muy útil para poner límites, señalar las injusticias y poner el foco en la acción. Es por ello, que
es una emoción vital para movilizar cambios personales y colectivos.

Posee un hermano mayor llamado furia y un hermano menor llamado irritabilidad (1). Como
estado permanente y sostenido en el tiempo podría transformarse en odio. En su estado más puro o la
virtud de la rabia es la determinación, que es rabia en dosis muy pero muy bajas. Las conductas típicas
asociadas a esta emoción son golpear, morder, atacar o agredir.

(1) Hermanos mayores o menores es una metáfora para explicar los grados de intensidad de las emociones. Hermano mayor
sería emoción en su máximo grado y el menor en su grado mínimo.

El miedo

La función del miedo es huir, paralizarse o esconderse, resguardando la integridad vital a través
de tales estrategias. El miedo es necesario para cuidarse, protegerse o, incluso, salvar a otros. Todo con
el propósito de defender la vida gracias a la huida (miedo activo) o el hacerse invisible para no ser
detectados (congelamiento).

El miedo es una emoción en la cual el cuerpo se pone en rápida tensión y alerta. El eje y la
dirección se dirigen hacia atrás de manera inmediata. Los ojos se abren, la mirada se mueve de un lado
a otro como buscando una salida. Emerge una sensación estomacal de pesadez, acidez producto de la
falta de sangre que no es necesaria en el estómago ni en el sistema reproductor.

El miedo produce taquicardia y agitación motora, junto con tensión del cuerpo completo,
fundamentalmente brazos, manos, piernas y rodillas. El sudor aparece para conseguir la autorregulación
y bajar la temperatura corporal. La adrenalina se dispara y se siente la necesidad de huir inmediatamente.
Si no se puede escapar, se busca evitar ser detectado. La respiración del miedo es inhalación profunda y
exhalación caótica pero no de manera abdominal, sino que la inhalación sólo llega hasta el pecho.

El miedo nos impulsa hacia atrás y psicológicamente está asociado a perder la seguridad,
arriesgar la integridad física o mental y al riesgo de lo que va a pasar. Está relacionado también a las
ansiedades, angustias, tensiones y amenazas. Siendo la paranoia, la desconfianza y la actitud de alerta
estados típicos provocados por el miedo.

El hermano menor del miedo es el temor (o susto) y el mayor es el pánico. Vivirlo como estado
permanente genera desconfianza y ansiedad generalizada y la virtud del miedo es la cautela. Las
conductas habituales asociadas al miedo son esconderse, paralizarse o huir.

La ternura

La función natural de la ternura es sostener la vida a través de la protección y el cuidado de otros.


La ternura es la emoción natural que tenemos para empatizar con la vulnerabilidad que otros seres vivos
manifiestan. Principalmente surge cuando reconocemos la vida a través de los niños pequeños,
representantes de la continuación de nuestra especie. Es una emoción asociada al amor filial, el cuidado
y el cobijar a otros siendo fundamental para sostener la vida desde un estado de cariño.

La ternura es un cuerpo blando y receptivo, es decir, existe una relajación corporal, activa y
contenedora. La mirada se focaliza en el objeto a proteger y se observan los detalles con mucha
detención. La cabeza si inclina levemente hacia un lado y todo pareciera calmarse. El cuerpo baja su
ritmo cardiaco y los músculos se relajan. Las manos necesitan acariciar con mucha suavidad. El leve
rictus de la comisura de los labios pareciera despertar una sensación de tranquilidad. La respiración es
suave y ondulada, inhalando y exhalando por la nariz de manera relajada. Esta emoción posee una
respiración del tipo abdominal.

Psicológicamente, la ternura es central para proteger y reconocer la vulnerabilidad en otros. Posee


un hermano mayor llamado amor paternal/maternal y un hermano menor llamado simpatía. Como estado
permanente y sostenido podría volverse sobreprotección. La virtud de la ternura es el cariño y las
conductas típicas de la ternura son acariciar, abrazar y contener.

En este mundo altamente agresivo y patriarcal, la ternura ha sido responsabilidad casi exclusiva
de las mujeres en su rol de madres cuidadoras. No obstante, nuestra actual forma de vida requiere de
mucha ternura, sensibilidad, cuidado y respeto a la fragilidad de otros, respuestas emocionales que
surgen naturalmente cuando nos conectamos con esta emoción.

El erotismo

La función biológica del erotismo es prologar la vida a través de la procreación de la especie. El


erotismo es la emoción básica que nos conecta con la sexualidad, el disfrute del contacto y el goce de la
cercanía física. Es la emoción que nos despierta el deseo de procreación y reproducción que,
naturalmente, produce una sensación muy placentera para garantizar su recurrencia.

Corporalmente tiene un eje ondulante, es decir, el cuerpo se dirige hacia adelante, atrás y a los
lados. Los ojos se abren, cierran o están entreabiertos y con una mirada desfocalizada. El cuello podría
ponerse al descubierto y la cabeza volverse hacia atrás y los lados. Los músculos del resto del cuerpo se
relajan pero progresivamente se tensan a medida que la respiración aumenta su intensidad. Las manos
necesitan tocar, acariciar y apretar suavemente. La respiración es relajada inhalando y exhalando por la
boca. La pelvis necesita moverse y el cuerpo acompaña ese movimiento. Para las mujeres, el movimiento
tiende a volverse circular. En el caso de los hombres, éste se dirige hacia adelante y hacia atrás. Los
ritmos y la frecuencia están asociados a una respiración del tipo abdominal.

Psicológicamente, el erotismo nos conecta con el disfrute, el placer, la atracción, la seducción y


la necesidad de cercanía con otras u otros. Socialmente se asocia a la intimidad, la cercanía afectiva o al
sexo. También se denomina amor erótico porque está relacionado con la atracción y el enamoramiento
necesario para conquistar al sexo de interés.

El erotismo posee un hermano mayor llamado orgasmo y un hermano menor denominado


excitación sexual. En su estado permanente podría volverse satiriasis, ninfomanía o adicción al placer.
La virtud del erotismo es el encanto, que sería el estado erótico en dosis pequeñas. Las conductas
comunes del erotismo son tocar, acariciar, besar y acercarse.

La tristeza

Cuando estamos tristes surge la necesidad de no actuar, retirarse y valoramos a las personas y las
situaciones, reconociendo la fragilidad, el dolor y las pérdidas personales o de otros. Es por eso que la
tristeza nos conecta fundamental con el valor a la vida, de las personas o de las experiencias personales
significativas. Biológicamente, el llanto es la manifestación máxima de la tristeza, la que se convierte
en el sistema de comunicación más potente que poseen los niños antes del lenguaje y que les permite
expresar y avisar del cuidado urgente de sus necesidades vitales. Siendo un potente mecanismo biológico
muy básico que poseemos los seres humanos para pedir ayuda porque reconocemos y sentimos la
necesidad de ser cuidados, alimentados o protegidos.

La tristeza corporalmente tiene el eje hacia abajo, es decir, el cuerpo tiende a desplomarse. La
mirada cae hacia el suelo y los labios están semi cerrados, con la comisura hacia abajo. El cuerpo se
desacelera y los músculos se relajan en exceso. En el llanto el diafragma se convulsiona y surgen
espasmos. Las lágrimas buscan aliviar el dolor con sus componentes altamente relajantes y analgésicos
que desembocan justo a los labios. La respiración es una inhalación entrecortada por la nariz y una
exhalación por la boca. La respiración de la tristeza también es una respiración abdominal.

Psicológicamente, la tristeza nos conecta emocionalmente con las pérdidas y la valoración de las
personas, situaciones u objetos que resultan importantes para nosotros. También nos moviliza hacia el
autocuidado y la posibilidad de descansar. Estar con tristeza lleva a sentir que se pierde la fuerza interior
y nos insta a prestar atención al mundo interno. Nos lleva a cuidarnos, reconocer la vulnerabilidad y la
fragilidad que tenemos como seres humanos. Es así que reconocer la tristeza es parte también de la
sanación y el cambio personal porque insta automáticamente a la introspección.

Tiene un hermano mayor que es el llanto y su hermano menor es la pena o el decaimiento. En su


estado permanente podrían transformarse en depresión o desolación. En su estado más sutil es
introspección, que promueve la reflexión y la toma de consciencia. Los comportamientos frecuentes de
la tristeza son el llanto, la retirada, el silencio o la búsqueda de soledad.
La alegría

La función de la alegría es lograr conexión con otros, mejorar el bienestar y promover las
relaciones sociales. Es la emoción más sociable que surge cuando conectamos con la vitalidad y la
satisfacción con las personas, experiencias y momentos bellos de la vida. La alegría, por otro lado, es
una emoción que facilita la interacción social y surge al sentir el aprecio que se recibe desde otras
personas. Las risas espontáneas de los bebés son un claro ejemplo de cómo ocurre la alegría de estar
vivos y conectados emocionalmente con las experiencias valiosas del presente.

El cuerpo de la alegría es un cuerpo vital, activo pero también relajado. Es un cuerpo distendido
que se expresa de forma libre y sin control. La alegría genera una vibración corporal y un estado de
bienestar generalizado. El cuerpo llega un punto de equilibrio entre tensión y relajo. La sonrisa ayuda a
mostrar los dientes en señal de relajo y no agresión. La respiración es inhalando profundo por la nariz y
exhalando, entrecortadamente, por la boca. Su respiración es del tipo abdominal.

Psicológicamente, la alegría y la risa son fundamentales para conseguir y sostener relaciones


espontáneas entre personas y es un mecanismo adaptativo básico de contacto social. Hay una relación
de la alegría con la camaradería y el instinto social, que nos lleva a la no agresión. La alegría es necesaria,
además, para generar estados de ánimo que tienden al bienestar, el relajo y la sensación de felicidad. Por
ello, está asociada hoy a buena salud, a bienestar físico y psicológico. Por otro lado, la alegría surge en
las personas como un mecanismo complementario y autorregulador que procede a las experiencias de
tristeza, sufrimiento y dolor.

Posee un hermano mayor llamado euforia y un hermano menor llamado satisfacción. Como
emoción constante en el tiempo podría llamarse manía. La alegría en dosis muy pequeñas sería estar
contento. Las conductas habituales son sonreír, tener carcajadas y relajarse.

La respuesta emocional y eneatipos

Ahora bien, la respuesta emocional en nuestra pequeña infancia es casi la misma para todos, ya
que, ésta suele ser bastante biológica. Los bebés, en efecto, tienden a responder naturalmente a las
emociones y puedan cambiar de una a otra sin mayores dificultades porque sienten las experiencias de
la vida pero no se quedan estancados emocionalmente a ellas. No obstante, gracias al aprendizaje social
cada niño va generando un particular aprendizaje o condicionamiento emocional, basado en patrones de
respuesta. Por tanto, la respuesta emocional tiene características naturales en los seres humanos pero con
el paso del tiempo, deriva en patrones emocionales, creando un aprendizaje o condicionamiento
particular para cada eneatipo.

Ahora bien, para facilitar el reconocimiento emocional y su posterior re-aprendizaje, es


fundamental comprender las diferencias centrales entre una respuesta emocional (basada en las
emociones básicas) y una emoción condicionada (basada en los patrones del eneatipo).

Una respuesta emocional es la manifestación natural que hace el organismo producto de una
emoción determinada, la que está compuesta de expresiones faciales, una fisiología corporal y una
conducta o acción definida. Ella se origina de una emoción que se expresa producto de un estímulo o
experiencia del entorno. Por ejemplo, si alguien nos grita inesperadamente en un lugar oscuro la
respuesta emocional de miedo surgirá espontánea. O si nos comentan una situación graciosa, la risa o la
carcajada pueden aparecer naturalmente. Eso es una respuesta emocional de tipo natural.

Una emoción condicionada, en cambio, es una respuesta proveniente del condicionamiento de


cada eneatipo. Éste se basa en un aprendizaje emocional propio y adaptativo en la infancia pero rígido y
automático en la vida adulta, que lleva a responder de manera idéntica a pesar que los estímulos que
gatillan tales emociones sean diferentes. Una emoción condicionada es, por ende, una tendencia a
responder emocionalmente igual a diferentes estímulos o situaciones, que lleva especializar conductas y
reacciones características de cada eneatipo, la que produce una pérdida de flexibilidad emocional ante
las situaciones de la vida.

A continuación, propongo una relación entre emociones y eneatipos que intenta aportar una
mirada específica de las emociones condicionadas y los aprendizajes, a mi juicio, recomendados para
cada uno de ellos. Entendiendo, por supuesto, que son interpretaciones que podrían mostrar sólo una
faceta de los eneatipos: el aspecto emocional más evidente a trabajar, siendo una interpretación
preliminar que nos puede dar algunas luces de cómo podría ser el re-aprendizaje emocional de cada
eneatipo.

Comprendiendo, también, que estos patrones emociones son mecanismos de respuesta y no la


naturaleza del ser único que somos cada uno. Hecha la aclaración, analicemos el re-aprendizaje
emocional de cada eneatipo.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo dos

Los dos suelen tener las emociones más disponibles que el resto de los eneatipos, convirtiéndose
en los más emocionales del eneagrama. Es decir, sus respuestas emocionales son más evidentes y
manifiestas, habitando tanto las emociones básicas como las emociones mixtas (2) con regularidad y alta
intensidad, lo que los lleva a vivir en un contante vaivén emocional que, a la larga, los termina agotando.

(2) Emoción mixta es una emoción compuesta de una o varias emociones básicas.

Los dos están muy determinados por lo que sienten puesto que suelen darle un valor mayor al
sentir que al pensar, como si el sentimiento tuviese más valor que el pensamiento. Por eso,
frecuentemente asocian lo que sienten a la percepción de verdad y, por consiguiente, cuando habitan una
emoción determinada creen que ese estado es la verdad y toman decisiones, muchas veces radicales, en
función de eso. Es común escuchar que la mayoría basa sus decisiones importantes solamente por las
emociones que sienten pero luego aprenden que las emociones cambian todo el tiempo y no siempre son
mecanismos confiables para saber que se está tomando la mejor decisión en la vida. Eso lo saben muy
bien los dos cuando la emoción desaparece. Por tanto, incorporar la racionalidad en las decisiones es
central para ellos.

En oposición a un cinco, los dos tratan de no salirse del mundo emocional y evitan darle tantas
vueltas a las cosas, es como si el pensamiento les restara parte de la experiencia de estar vivos y no
quisieran perderse la maravilla del sentir. Por ello, suelen expresar que pueden terminar presos de sus
propias emociones. En efecto, cuando existe un exceso de emocionalidad hay poco espacio para la lógica
y la razón, la que muchas veces ayuda a centrarse y tomarse las cosas con calma. Equilibrar tanto
pensamiento con emoción es uno de los grandes aprendizajes de los dos, evitando el exceso de
impulsividad emocional.

Por otra parte, es muy relevante que los dos reconozcan que tienen un profundo miedo al rechazo
en las relaciones íntimas y por eso son muy activos en la búsqueda por ser amados. Inicialmente, en el
deseo de amor del padre pero luego ese amor se desplaza a la relación de pareja. Como tienen miedo a
perder el amor representado en la figura paterna, cuando adultos suelen buscar incansablemente el amor
filial y sexual y aprenden estrategias para conseguirlo manipulando sus emociones y luego la de otros.
Recordemos que manipular es el uso de las emociones para lograr lo que se quiere, sin que el otro
necesariamente lo desee lo mismo. Por eso, poder tomar consciencia cuando la emocionalidad tiene fines
manipulativos versus cuando es la respuesta natural ante los eventos del presente, es otro aprendizaje
valioso para ellos.

Respecto a la tristeza, ellos no suelen rechazarla cuando sienten las pérdidas pero en general
suelen evitarla y salir pronto de ella porque tratan de estar siempre positivos y abundantes. Si bien he
visto que cuando conectan con su dolor infantil, la carencia y las pérdidas en sus vidas suelen
desestabilizarse bastante y sufrir mucho, a la larga termina siendo positivo para su crecimiento personal.
Aquello les permite obtener una mayor madurez emocional que con la falsa abundancia no se consigue.
Por eso, reconocer honestamente el dolor interno y sus propias carencias es un aprendizaje difícil pero
necesario.

Respecto a las emociones mixtas, he observado que la pasión del orgullo, es la rabia enmascarada
producida por la percepción e interpretación de rechazo que bajo ningún punto de vista debe ser visible
y, a toda costa, intentan parecer incólumes socialmente cuando se sienten rechazados. Otra emoción
mixta es la sensación de abundancia que es un estado típico de los dos, la que es una emoción que tiene
algo de alegría con algo de erotismo. Por otro lado, la coquetería, que es una mezcla de erotismo con
ternura, es la estrategia que utilizan para conseguir lo que quieren. Reconocer esta mixtura emocional y
poder identificar las emociones básicas que las componen ayudan a los dos a clarificar lo que sienten.

Finalmente, comprender intelectualmente cómo funciona el mundo de las emociones, regular la


intensidad emocional y no dejar que la búsqueda del amor sea la única motivación en la vida son
aprendizajes muy importantes y significativos para los dos.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo tres

Los niños pequeños requieren amor y seguridad para construir una afectiva sana. En el caso de
los tres, ellos buscan la seguridad reproduciendo y ejecutando todas las expectativas sociales con el fin
último de obtener reconocimiento y amor. Cuando son pequeños se convierten en niños ejemplares y
cuando adultos buscan ser lo deben ser socialmente en todos los roles que tengan. Por ello, un
aprendizaje central es identificar la cantidad de energía que invierten para conseguir la aprobación social
y, sobre todo, tomar consciencia que los pueden amar independiente que sean o no los ciudadanos
socialmente correctos.

Esta búsqueda de aprobación, ocurre porque los tres tienen un miedo infantil y oculto al rechazo
social y por eso se comportan obedientemente según las expectativas y las normas que dictan las figuras
de autoridad. Como todos los relacionales, buscan el amor pero no de manera explícita, si no que ellos
lo hacen a través de la búsqueda del reconocimiento social y la necesidad de ser valorados por los otros.
Para conseguirlo, sienten que deben esforzarse mucho, tomar acciones y ser perfectos ciudadanos.

Claudio Naranjo señala que todo tres es un contrafóbico. Y en efecto, es posible observar en
terapia que los tres suelen tener un miedo de base pero uno mucho más sutil e indefinido que de los seis
y mucho más relacional. No es un miedo tan explícito si no que es una especie de ansiedad y aceleración
permanente que los hace actuar y buscar aprobación en las relaciones. Los tres reconocen que tienen una
preocupación constante interna y secreta pero no se quedan en la esfera del pensamiento como los seis,
si no que suelen actuar rápidamente para salir del miedo. A medida que profundizan en sí mismos, logran
identificar este profundo miedo infantil, por eso, un aprendizaje clave para ellos es reconocer el miedo
al rechazo y recuperar la confianza y seguridad en sí mismos.

Si bien tienen miedo al rechazo, evitan sentirlo y aprenden rápidas y efectivas habilidades
sociales para actuar como el resto espera, a fin de ganar la aprobación de los demás, principalmente de
las figuras de autoridad. Este mecanismo les va creando una máscara social que logra transmitir una
imagen de seguridad externa y una constante certeza de que todo está bien y en control. Sin embargo,
ellos sienten una escondida inseguridad interna que los lleva a exigirse cada vez más dado que saben de
sus debilidades personales y carencias, perciben que no son suficientes y deben actuar para serlo. Así,
se vuelven exigentes consigo mismos, tal como lo fueron en su infancia.

Los tres suelen compararse mucho y ello les genera mucha ansiedad, insatisfacción y sensación
de insuficiencia. Como aprendizaje transformacional, se recomienda que los tres aprendan a sentir
confianza en sí mismos, dejen de buscar moldes esperados y eviten depender de la validación externa
para sentirse seguros.

Además, los tres suelen utilizar el pensamiento lógico de manera precisa para generar estrategias,
planes e ideas prácticas para conseguir lo que quieren con mucha determinación, que como señalamos
es un poco de rabia en dosis pequeñas. No obstante, la tendencia a la resolución de los tres, es una
determinación ansiosa. Es una resolución con algo de miedo, es decir, una determinación contrafóbica.
Aquí encontramos un aprendizaje importante para los tres, que dice relación con aprender a manejar la
ansiedad de la no-acción y practicar la quietud con el propósito de estar en paz consigo mismos sin tener
que actuar siempre, comprendiendo que no tienen el control de todas las situaciones.

Por otro lado, tienen la contradicción de buscar el amor pero se comportan un poco más distantes
y controlados que los otros relacionales, siendo menos expresivos en su manifestación emocional. Por
tanto, otro aprendizaje para ellos dice relación con ser libre de expresar todas las emociones de manera
natural y espontáneamente sin miedo al qué dirán, es decir, no negando las emociones socialmente no
aceptadas y tampoco ocultando sus verdaderos sentimientos. Esto es vital para lograr la anhelada
autenticidad en el trabajo transformacional de los eneatipos tres, ya que, esta veracidad es principalmente
un reconocimiento de las emociones que sienten y permitírselas, sin el temor al juicio social ni a la
reprobación de las personas.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo cuatro


Los cuatro suelen tener un mundo emocional intenso al igual que los dos, sin embargo, la
emoción que se vuelve basal es la tristeza. La emoción de la tristeza tiende a desplomarnos, llevarnos a
la inacción, restarnos energía y tomar consciencia de lo que falta. La desolación, el llanto, la melancolía
o, incluso, la depresión pueden volverse emociones condicionadas, las que generan que se tenga especial
atención a las pérdidas, la insatisfacción constante y la carencia. Un primer gran aprendizaje para ellos
es reconocer que pueden estar demasiado habituados a los estados asociados a la tristeza.

Por otro lado, cuando hablamos de la pasión de la envidia comprendemos que ésta es una
emoción mixta que está compuesta de rabia y, a la vez, tristeza. Es un mecanismo comparativo de:
“tienes algo que yo no” (rabia asociada a la injusticia) “e, independiente de lo que haga, no lo voy a
poder conseguir” (tristeza producida por la sensación de pérdida). Por tanto, la envidia es una rabia
desesperanzada que lleva a la creencia constante que nada va a cambiar.

En efecto, los cuatro suelen compararse pero siempre desde una posición de carencia y falta. Un
aprendizaje transformacional significativo es reconocer que ese mecanismo de comparación es inútil,
interminable y que se puede cambiar cuando se recupere la valoración en sí mismo y el reconocimiento
del poderío personal. Trabajar con la autoestima y conectar emocionalmente con los recursos y las
capacidades que poseen, resulta fundamental en el re-aprendizaje emocional de los cuatro. Para que eso
ocurra, lo primero es que deben hacer es tomar consciencia que tienen el poder suficiente para cambiar
su vida y que depende de ellos hacerlo. Es decir, no esperar que el cambio venga desde afuera.

La emoción de la ternura es otra emoción disponible para los cuatro, puesto que pudieron percibir
que no fueron tratados tiernamente en su infancia, sintieron negligencia o tuvieron poco cuidado de su
vulnerabilidad. Por tanto, reconocen muy bien la fragilidad y debilidad y suelen ser bastante tiernos y
cuidadosos a la hora de proteger a otros. No obstante, el más importante aprendizaje transformacional
respecto a la ternura es volcarla hacia sí mismos, reconociendo que pueden cuidar de sí tan bien como
lo harían de otras personas. Dicho de otra manera, tratarse a sí mismos con cuidado, compasión y ternura
es una importante práctica que pueden instalar cuando deseen generar transformaciones personales.

Ahora bien, respecto a la rabia los cuatro pudieron no haber tenido espacio suficiente en su
infancia para expresarla espontáneamente (o no supieron cómo descargar las injusticias) y de alguna
manera esa emoción la dirigieron hacia sí mismos. Por tanto, el foco del ataque de la rabia que es externa,
se vuelve interna. Es por eso que suelen sentir culpa, que son ataques rabiosos dirigidos hacia sí mismos.
Debido a esto, es que los cuatro con poco trabajo personal podrían llegar a agredirse, atacándose
constantemente por su propio actuar, buscando inconscientemente situaciones dolorosas o, de plano,
creando experiencias o relacionarse con personas que los hagan sufrir o les hagan daño. Todo originado
de una rabia mal dirigida.

Aquí, el aprendizaje transformacional es aprender a sostener rabia pura ante las injusticias,
expresarlas y no quedarse en la queja ni en la resignación. Sabemos que la rabia nos permite marcar
límites y defendernos de las injusticias, con la idea implícita de que podemos generar cambios y
restablecer lo que es correcto. Los cuatro deben volver a recuperar la fe de que tienen el poder necesario
dentro de sí para instalar los cambios para estar mejor y deben comprender que las injusticias y los
dolores del pasado, no tienen por qué serlo en el futuro.
La reconexión con la alegría de vivir como estado permanente es, a mi entender, el más grande
de todos los aprendizajes para los eneatipos cuatro. La alegría sostenida en el tiempo nos lleva a sentir
gratitud y abundancia, nos conecta con el placer y con la alegría por recibir bendiciones de la vida. Para
ello, dar espacio a la alegría como estado que se puede sostener en el tiempo y no como peak de
momentos que duran poco, resultaría un aprendizaje vital en el proceso de transformación personal de
este eneatipo.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo cinco

En la infancia, los cinco pudieron vivir situaciones de constante soledad o sensación de exceso
de intromisión en su vida personal por parte de padres, hermanos o familiares cercanos. Por tanto,
tuvieron que crear su propio mundo interno, libre de los otros y aprendieron a desconectarse
afectivamente de las personas. Los cinco tienen la sensación permanente de incomodidad y ahogo con
la intromisión física y psicológica del espacio personal, la que podría ser homologable a esa sensación
que solemos tener cuando estamos en un ascensor repleto de gente y con muchos pisos de altura por
compartir.

Esta invasión al espacio personal, desde el punto de vista emocional, es un miedo a ser engullido.
Es por ello que la emoción básica más disponible de los cinco es el miedo, específicamente, miedo del
tipo congelamiento. Es decir, los cinco se congelan para evitar el dolor que produce la intromisión en la
vida privada porque la creencia es que a mayor lejanía, menor el daño producto de la invasión a la
intimidad. El cuerpo de los cinco tiende a contraerse en presencia de la posible intromisión y surge la
ansiedad de esconderse o desaparecer. Los cinco son maestros en esconderse, característica central del
miedo cuando no tiene posibilidad de escapar. El mecanismo de congelarse, podría homologarse al que
utiliza un animal que ante no poder huir, se congela con el fin de bajar su ritmo cardiaco y evitar ser
detectado.

Por eso es común ver a los cinco intentando desaparecer de las situaciones sociales, sobre todo
aquellas que los incomoda por sentirlas excesivamente cercanas e íntimas. Esa cercanía afectiva produce
ansiedad y su reacción automática es intentar retirarse. Pero como tiene cierta resignación a la huida (lo
intentó tantas veces cuando niño), podría terminar quedándose mucho tiempo en las situaciones porque
no sabe muy bien como escapar. Por eso muchas veces los cinco desaparecen estando con otros y el
hecho de no hablar es el resultado emocional de “no quiero que me vean pero no puedo siempre salir
corriendo”. Por tanto, un gran aprendizaje es reconocer el miedo instalado en el cuerpo y salir de él con
determinación aprendiendo a confiar que su intimidad está siempre protegida incluso en relaciones con
otros.

Por otra parte, cuando observamos a los cinco en la frialdad que transmiten al resto, ellos
parecieran no sentir nada de lo que está pasando, sin embargo, esa insensibilidad afectiva no es tal. Los
cinco podrían ser hipersensibles y muy sensoriales porque sienten y perciben bastante las situaciones,
aunque lo ocultan demasiado bien. Lo que sucede es que cuando sienten una emoción intensa,
inmediatamente y, casi sin darse cuenta, se les activa un miedo paralizante y emerge el mecanismo de
explicarse, intelectualmente, las situaciones. Y toda la experiencia emocional se desplaza al mundo de
los pensamientos e intentan que la emoción deje de incomodar y se quede en la esfera del pensamiento.
De esta manera, sentir les produce miedo y los lleva a distanciarse, desconectando la emoción. Debido
a esto es que un aprendizaje fundamental para los cinco es sentir naturalmente las emociones y no
interpretar en exceso lo que se siente al tal punto de desconectar el sentir.

La dificultad en la respuesta emocional que tienen los eneatipos cinco a mi juicio tiene relación
con la incomprensión e invalidación del mundo emocional. Porque cuando sienten intensamente, se
asustan e inmediatamente intelectualizan lo que sienten y tratan de comprender sus sentimientos para
que no los haga perder el control. A ratos los cinco reportan que las emociones no tienen sentido ni
utilidad práctica en la vida. Es por esta razón que utilizan la distancia afectiva como una estrategia
automática para ordenar las ideas, alejarse de la emoción y recuperar el estado de quietud. Eso por ello
que recomiendo a los cinco aprender del mundo emocional y recuperar la vitalidad que trae consigo,
partiendo con el erotismo y la alegría que son emociones que nos despiertan estados más expansivos y
dinámicos.

Finalmente, una emoción muy útil para los cinco es la rabia que en pequeñas dosis es
determinación. Los cinco según Naranjo son revolucionarios silenciosos, por tanto, ven con facilidad las
injusticias y errores del mundo. Se apartan tanto que logran verlo muy bien desde afuera y comprenden
sus inconsistencias. Sin embargo, les suele costar llegar a la acción y salir de la inmovilidad. Es decir,
se dan cuenta pero no actúan, sobre todo en situaciones urgentes. Para ello, actuar espontáneamente sin
darle tantas explicaciones ni tener tantas certezas intelectuales es un aprendizaje vital para este eneatipo.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo seis

A diferencia del cinco, el miedo del eneatipo seis es evidente y manifiesto. He ahí que se pueda
reconocer la ansiedad, el nerviosismo, la tendencia a la acción constante y la impulsividad inespecífica
en los seis. Es, por tanto, un miedo más visible y claramente corporal que transita con facilidad de la
cautela, al susto, la ansiedad, al miedo o al pánico. Si bien en ocasiones pueden tener miedo del tipo
congelamiento, el miedo del seis es más activo (huida) más que paralizante.

Este miedo despierta los sentidos de alerta que parecieran estar activos todo el tiempo y los lleva
a estar preparados para huir y alejarse (o atacar en caso del contrafóbico). Los seis se especializan en
huidas, sólo que lo hacen con más desorden, algo de torpeza y sin tanta astucia como los siete. Al igual
que los cinco, se sienten expuestos y ansiosos en las relaciones íntimas, entonces, para estar preparados
para las amenazas a la vulnerabilidad aprenden a desarrollar defensas intelectuales para protegerse: las
ironías. Las que son ataques de rabia intelectualizada producida por el miedo. Los seis aprenden a
defenderse con el intelecto, por tanto, reconocer el miedo que viene de la ansiedad y de la aceleración
constante es su primer aprendizaje transformacional.

El miedo como los seres humanos nos hace sentir indefensos y necesitados de protección externa,
es por ello, que los seis pueden buscar protección en instituciones o ideologías que les transmitan
confianza, siendo una búsqueda de seguridad y confianza en lo externo más que en sí mismos. Es por
esta razón, que otro importante aprendizaje para ellos es poner el detector de seguridad internamente
más que afuera, con el fin de recuperar la confianza en sí mismos, en las otras personas y en la vida
misma.

El miedo corporalmente se manifiesta en sudor, apertura de ojos, tensión corporal, respiración


agitada, la salida de sangre del estómago, el estrés, la ansiedad y el miedo, activando todo el organismo
hacia la alerta y tienen tendencia a la huida. Es común que los seis suelen tener los ojos grandes, la cara
seria y algo rígida, pueden tartamudear o hablar con aceleración, pueden tener frecuentes problemas
gástricos o andar siempre agitados y tensos. Por ello, otro aprendizaje es aprender a calmarse, relajarse
y bajar las revoluciones, a través de la recuperación de la confianza corporal y aprendiendo cómo el
miedo utiliza demasiado espacio en la vida de los seis.

En relación a la niñez, las experiencias infantiles de los seis los llevaron a vivir ambivalencia con
las figuras de autoridad. Sintieron miedo y al mismo tiempo pudieron sentir amor en sus relaciones
primarias. La falta de mensajes claros y la inseguridad transmitida en la infancia, los lleva en una
búsqueda constante de tener respuestas y certezas. Sabido es que los seis necesitan tener las cosas claras
y las ambigüedades les generan una ansiedad insoportable. Para eso, buscan explicaciones
constantemente y razones lógicas para bajar la incertidumbre, por eso se conocen como los explicólogos
del eneagrama. Salir del mundo de las explicaciones, vivirse naturalmente las emociones y dejar de
temerle a los sentimientos que no son siempre consistentes es un aprendizaje clave para los eneatipos
seis.

Producto de la ambigüedad en la infancia, los seis tienen un ojo entrenado para ver las
inconsistencias y las situaciones que no cuadran. La ansiedad producida por la falta de claridad, las
ambivalencias y los estados confusos se convierten en un gran problema para los seis. Por eso, tienden
a controlar las situaciones, como forma de controlarse a sí mismos. El exceso de ansiedad, por otro lado,
activa también la desconfianza (prima del miedo), provocando la constante búsqueda de explicaciones
y respuestas, entendimientos y razonamientos que den seguridad. Es vital como aprendizaje
transformacional para los seis aprender a habitar emocionalmente las incertidumbres y a confiar
conscientemente.

Finalmente, otro gran aprendizaje vital es dejar de temer al juicio interno y la autoacusación
cuando se comenten errores, convirtiéndose en rabia consigo mismos. Esto es fundamental, ya que, los
seis volcaron el miedo externo en la infancia, en un miedo interno en la adultez, lo que produce que se
asusten cuando cometen errores por miedo al castigo que en algún momento fue externo y ahora se
internalizó obsesivamente transformándose en culpa o rabia hacia sí mismos.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo siete

En su infancia, los siete sintieron un dolor al ver a personas sufrir en su familia, tuvieron ellos
carencias afectivas importantes y, a la vez, pudieron ser niños o niñas estimulados en exceso en
actividades, experiencias o aventuras. Dado esto último, los siete eligieron el camino del disfrute y la
alegría más que el dolor o la tristeza.

Solemos reconocer a los siete porque suelen utilizar la alegría como una emoción condicionada
para desconectarse de todas aquellas experiencias desagradables que trae la vida y escapar hacia su
mundo de placer y disfrute. Habitan con frecuencia el estado de satisfacción, alegría o euforia porque es
su mecanismo aprendido en la infancia para no sufrir ni reparar en las situaciones dolorosas. Por ello,
un aprendizaje fundamental es reconocer y sanar el dolor interno que andan cargando, escondido en esa
alegría a prueba de todo. El dolor que está bien escondido, que nadie conoce y que a ratos ni siquiera
recuerdan.

Los siete sufrieron como todos los niños cuando son vulnerables pero aprendieron a escapar del
sufrimiento a través de la búsqueda de las emociones más placenteras que son la alegría y, en algunos
casos, el erotismo. Con el tiempo, desean que éstas sean cada vez más intensas, constantes y placenteras
lo que podría llevarlos a volverse adictos a las experiencias de placer, que parecieran nunca tener fin.
Esto genera que los siete podrían buscar experiencias o relaciones de alta intensidad asociadas a la
transgresión de límites. Esto, debido que encontraron el disfrute y la adrenalina en aquellas experiencias
que salen de la norma pero lo hacen con suficiente pericia para evitarse el costo de la sanción, pudiendo
sostenerlas en el tiempo con astucia típica de ellos. Es por ello, que evitar la sobre estimulación y la
adicción a experiencias placenteras a fin de conectar con lo sutil y la simpleza de las experiencias de la
vida, es un aprendizaje necesario para los eneatipos siete.

Además de ello, a ratos pareciera que los siete nunca quisieran tener espacios de conexión
consigo mismos y siempre desearan estar en actividades o experiencias agradables para evitar el silencio
y la quietud. En el silencio viene la introspección, que es primo hermano de la tristeza. En su infancia,
los siete asociaron la tristeza a sufrimiento extremo y aprendieron a temerle al dolor. Así, transformaron
la tristeza en una pena angustiada, la que evitan sentir a toda costa porque les duele conectar con ese
escondido dolor infantil que no desean recordar.

Hoy sabemos que la tristeza como emoción básica es la conexión emocional con las experiencias
de pérdidas que nos impulsan a la introspección, el cuidado y la serenidad. Por ello, si los siete no se
conectan con la pena, suelen quedarse fuera del autoconocimiento profundo que da la introspección y
quedar en un estado de semi superficialidad. Un estado irreal de que todo siempre está bien y que ellos
nunca tienen ni han tenido problemas. Es por ello, que un aprendizaje transformacional es darle un valor
a la tristeza, dejar de asociarla a angustia y vivírsela naturalmente, sin la creencia irreal que se pueden
perder en el sufrimiento y poder así profundizar en sí mismos y conocerse mejor.

En el caso del miedo, en la infancia tuvieron experiencias que les produjeron miedo pero
aprendieron a enfrentarse a él evitándolo hábilmente. Los siete suelen reportar que se asustan demasiado
cuando sienten riesgos y amenazas pero principalmente ese miedo se activa con las figuras de autoridad.
Pero en vez de huir (como los seis) o de paralizarse (como los cinco), ellos aprenden trucos basados en
habilidades comunicacionales para evitarse el control de la autoridad. Por tanto, otro aprendizaje
importante es reconocer la presencia del miedo en la relación con la autoridad, ya que, buscan ganarse a
la autoridad con la simpatía pero, en el fondo, le tienen un temor inconsciente a la sanción.

Finalmente, respecto a la rabia existe el mito que los siete no se enojan. Eso es falso. Algunos
pueden conectar rápidamente con ella, pudiendo ser muy duros y agresivos cuando les quitan el juguete,
es decir, cuando se entra en el terreno de los problemas, los conflictos, incomodidades permanentes o
frustraciones. Pero un comportamiento típico de los siete es que las rabias les suele durar bastante poco
tiempo y vuelven lo antes posible al estado de placer y disfrute.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo ocho

La rabia es una emoción que caracteriza a los eneatipos ocho. Sabemos que la rabia es una
emoción básica que moviliza hacia la acción, que permite reconocer las injusticias y tiene relación con
la defensa de la vida a través del ataque a otros. Los ocho son reconocidos para su disponibilidad
emocional con la rabia, como si la tuviesen a flor de piel, pudiendo pasar a su hermano mayor la furia
con mucha facilidad.
Además, esta emoción activa la fuerza física y los ocho podrían andar por la vida como si
estuviesen listos para la pelea. Este condicionamiento emocional produce que los ocho necesiten que
las experiencias tengan potencia y vigor y, si no la tienen, suelen sentir que algo falta. Pudiendo volverse
adictos a la intensidad emocional, principalmente de la rabia y también del erotismo, que es la vía de
acceso a la lujuria. Es por ello que un aprendizaje emocional fundamental respecto a la rabia y el erotismo
es aprender a regularla, modularla y aprender de los estados sutiles de tales emociones.

Efectivamente, una de las mayores complicaciones para los ocho tiene relación con habitar
habitualmente la rabia como una emoción permanente e interpretar con frecuencia situaciones que les
parecen injustas. No obstante, lo que se interpreta como injusticia depende del observador que somos,
del momento presente y de las asociaciones subjetivas que cada persona ha realizado a lo largo de su
historia o producto de su condicionamiento. Por lo tanto, un aprendizaje emocional vital para este
eneatipo es comprender cuándo la situación es realmente injusta y cuándo sólo es su interpretación de
injusticia.

Al tener una agudeza sobre desarrollada para reconocer las injusticias, con extrema facilidad
tienden a detectar situaciones que les generan irritabilidad, rabia o furia. En un mundo realmente injusto
como el que habitamos, los ocho siempre tienen argumentos y muy buenas razones para sus ataques. Es
por ello que un aprendizaje es también elegir bien sus batallas, ya que, suelen darle el mismo valor e
intensidad a todas las injusticias que experimentan. Por ejemplo, pueden discutir violentamente porque
no son atendidos a tiempo en un restaurant, de la misma manera como lo harían si fuesen agredidos
verbalmente.

Por otro lado, para comprender la pasión asociada a los ocho es necesario observar que el estado
emocional que llamamos venganza, es la rabia en su máxima expresión (odio) sostenida en el tiempo,
que posteriormente trae un placer asociado, el que podría volverse adictivo para algunos ochos. Esta
mezcla entre rabia y placer genera un estado satisfactorio de poder, es sabido que a los ocho les agrada
tener el control, sentir poder y dominio sobre otros. En efecto, podemos reconocer observando los
patrones efectores de las emociones que el poder es una emoción mixta compuesta de rabia y erotismo.

En su infancia, los ocho tuvieron experiencias difíciles y violentas cuando niños. Muchas veces
sintieron vulnerabilidad y desprotección pero no hubo espacio para sentirse niños. Se sabe que los ocho
debieron crecer antes de tiempo y perdieron la inocencia muy temprano. Es por ello, que tuvieron miedo
pero no alcanzaron a aprender de él y se especializaron en atacar para no ser dañados. Por tanto, debieron
negar y esconder sus miedos. Esa es una diferencia clave entre un ocho y un seis contrafóbico, ya que,
los primeros suelen habitar muy poco el miedo. De esta manera, un necesario aprendizaje
transformacional para los ocho es reconocer que al igual que todos también tienen miedos y eso no es
signo de debilidad.

Debido a que crecieron demasiado pronto y tuvieron que hacerse fuertes, sus dolores también
tuvieron que esconderlos y olvidaron sus pérdidas, sufrimientos y la sensibilidad la asociaron a debilidad
e inferioridad. Es clave conectar con la inocencia, volver a sentirse niños, reconocer la vulnerabilidad,
los dolores y las pérdidas, siendo uno de los aprendizajes más transformadores para un eneatipo ocho.
Es fundamental reconocer que no siempre fueron poderosos, fuertes y que ese niño o niña inocente
también necesita un espacio en su vida. Reconectar con la emoción de la ternura que no pudieron vivir
libremente cuando niños y poder expresarla naturalmente a otros y a sí mismos, sin vergüenza ni miedo
a ser dañados ni declararla emoción de débiles, pareciera ser una gran ayuda para la transformación de
un eneatipo ocho.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo uno

La dureza y rigidez característica del eneatipo uno es producto de la rabia, la que se origina en la
infancia al experimentar situaciones injustas y al asociar que el mundo es demasiado caótico y requiere
ser reformado por alguien con autoridad moral para perfeccionarlo.

Es común ver como los uno habitan una sensación de irritabilidad constante porque el mundo
presenta imperfecciones. La rabia se vuelve condicionada producto de la percepción invariable de las
fallas que tiene el mundo y las personas. Es una rabia con el caos de la realidad misma, del desorden de
la sociedad y de las incompetencias, errores, inmoralidad e, incluso, indecencia de los seres humanos.
Como aprendizaje transformacional para ellos es importante reconocer la rabia como una emoción
condicionada, basada en la idea obsesiva de que el mundo debe ser perfecto según sus estándares,
aprendizajes y criterios.

El miedo infantil de los uno se convierte en una rabia contenida, muy intensa aunque con algo
de miedo a perder el control y a salirse de la norma. Esa emoción se convierte en una rabia rígida, no
manifestada y no siempre activa. Los uno, en general, tienden a aguantarse la rabia porque resulta
incorrecto mostrarla como agresión directa, por lo que muchas veces no la expresan, la contienen y
suelen permanecer con un posterior resentimiento. Esa acumulación de rabia se transforma en ira, que
es la pasión de los eneatipo uno. Definitivamente, otro gran aprendizaje para ellos es reconocer y
aprender a modular la rabia cuando experimenta errores, imperfecciones o situaciones caóticas que salen
del control.

La contención y rigidez corporal típica de los uno no les permite bajar la armadura y dejarse
conectar con la tristeza. Los uno parecieran no querer desplomarse, ser débiles ni vulnerables, por tanto,
se pierden la posibilidad de sentir las pérdidas y sufrimientos necesarios para sanar y recuperar la
naturalidad emocional. Los uno evitan la tristeza porque les recuerda el dolor. Pero ese dolor no físico
(al que llamaremos sufrimiento), es una emoción mixta comprendida entre la pena y el miedo, del que
los uno no saben muy bien cómo habitarla. Es por ello, que resulta necesario conectar con el dolor y la
tristeza producida por la exigencia de ser perfectos y se convirtieran en niños correctos o viejos chicos
en su infancia. Es por esto, que el trabajo corporal con la flexibilidad resulta vital para el proceso de
cambio y transformación personal para este eneatipo.

La ternura, por otro lado, es también una emoción necesaria de recuperar en la vida de los uno.
La ternura es la emoción que nos conecta con la vulnerabilidad de otros, el cuidado, la empatía, la
paciencia y la contención respetuosa. En su infancia los uno no fueron tratados con ternura. Al contrario,
fueron demandamos y exigidos en exceso y se sintieron obligados a ser perfectos y en eso se rigidizaron.
Por tanto, su cuerpo tendió a apretarse e inmovilizar sus estados de vulnerabilidad. Es muy positivo que
los uno aprendan a conectar con la inocencia, la liviandad, reconocer su vulnerabilidad y puedan llorar
ante las pérdidas. Para que ello ocurra, es necesario aprender de la ternura con los otros y con ellos
mismos, principalmente, cuando se cometen errores o cuando las situaciones no resultan como ellos
esperasen.
Finalmente, los uno aprendieron a seguir las normas morales en todo momento y podrían no
siempre valorar la naturalidad e importancia que tiene el erotismo en sus vidas, ya que, culturalmente
esta emoción se asocia a lo pecaminoso, lo incorrecto y lo sucio. La fuerte represión de los impulsos
eróticos ha sido una consecuencia del impacto de la religión en la sociedad, llegando a considerar la
emoción del erotismo como un estado impuro de las personas. El impulso poderoso del erotismo podría
aparecer sólo en momentos muy íntimos y en espacios demasiado encubiertos para los uno. Por tanto,
aprender a vivirse la naturalidad del erotismo puede ser un gran aprendizaje para ellos, a través de las
emociones asociadas al disfrute, el placer y la alegría que son estados emocionales recomendables para
los uno para desafiar la rigidez y la tendencia al autocontrol.

Re-aprendizaje emocional del eneatipo nueve

La negación de la rabia es una característica reconocida de los nueve, principalmente, cuando


experimentan situaciones de verdadera injusticia. En la infancia tuvieron la experiencia de percibir
negligencia en sus necesidades vitales de parte de los adultos (principalmente la madre) y aprendieron a
resignarse ante las situaciones inaceptables, desapegándose de ellas y normalizando incluso las
experiencias de dolor. ¿Qué más injusto que no cubrir bien las necesidades vitales de un niño?, ¿qué
podría producir más rabia que eso? Y, si el descuido de las necesidades de un niño no moviliza, ¿entonces
por qué moverse si todo el resto de las situaciones son menos importantes?

Pues bien, esa carencia infantil de ser insuficientemente cuidados y nutridos provocó que los
nueves aprendieran que por más rabia, exigencias y demandas que expresaran no conseguirían nada, he
ahí que para los nueves las situaciones parecen no importar demasiado y suelen pedir poco. No obstante,
es importante comprender que el relajo, la comodidad y la negligencia consigo mismos fue el mecanismo
que aprendieron para desconectarse del dolor y del sufrimiento del abandono. La tranquilidad típica de
los nueve es en realidad una resignación no consciente que los calma ante las frustraciones, originado
como un mecanismo aprendido de desconexión del abandono infantil.

Por lo tanto, un aprendizaje fundamental para los eneatipos nueve es aprender a habitar la rabia
como emoción natural. Tal como se ha señalado, la rabia es una emoción básica que impulsa hacia la
acción, la determinación y la movilización, y al estar negada desde la infancia, provoca como resultado
que en la adultez les cueste tomar acciones, activarse y enfrentar las situaciones complejas. En definitiva,
deben reconocer emocionalmente la utilidad que esta emoción tiene para conseguir logros y dirigir la
energía. Dicho de otra manera, aprender la ganancia que tiene esta emoción para conseguir metas
personales y colectivas, y salir de la zona de confort. Por ello, como aprendizaje es central no negar la
rabia, aprender de ella y observar los resultados positivos que tiene en ciertos momentos.

Por otro lado, la comodidad y zona de confort tan habitual como estado anímico en los nueve, se
origina del anhelo de una constante búsqueda de estabilidad y equilibrio, lo que conlleva a que tiendan
a dejarse estar y llevarse por la corriente. El relajo propio de la zona de confort es un estado placentero
y agradable. Emocionalmente, existe un sutil placer en el dejarse estar y en la comodidad, similar a esa
sensación de estar descansando en una isla paradisiaca, desconectados del mundo, sintiendo y dejándose
llevar por lo que venga. Por ello, es importante que reconozcan que el disfrute puede volverse un
obstáculo emocional si se habita como emoción condicionada.
Además de ello, los nueve cuando niños aprendieron que quedándose en las situaciones sin hacer
mucho, ni pedir y evitando las tensiones, ganaban más que activándose. La evitación del conflicto es el
resultado de la desconexión afectiva con la rabia y el miedo, emociones que suelen generar tensión.

Pues bien, los nueve deben aprender de la tensión saludable para tomar acciones y motivarse. Es
importante que se activen para movilizarse y para ello, deben familiarizarse con la tensión. La vitalidad
se recupera con algo de tensión para activarse y ello sucede cuando conectamos con la conexión con la
rabia, el miedo y amplificando la intensidad de todas las restantes emociones. Por tanto, la ambición, la
determinación y la conexión con la vitalidad son estados emocionales que los nueve necesitan aprender
a habitar dándole un valor a la tensión movilizadora.

Otra emoción conocida por ellos es la alegría. Los nueve parecen estar alegres pero en una
intensidad más baja, en una especie de agrado, contentamiento y relajo. Sin embrago, un central
aprendizaje transformacional de los nueves tiene relación con reconocer la profunda negligencia en la
infancia, el dolor asociado a ella y la desconexión con las pérdidas (tristezas) que han tenido en la vida,
cosa de declarar que la vida ya no se les va a pasar delante de sus ojos. Es clave que puedan conectar
con las pérdidas y el dolor profundo para que puedan valorar que la vida terrena tiene sus tiempos y que
perder oportunidades tiene un costo. Todo con el fin de poder recuperar la vitalidad tan necesaria para
transformar sus sueños en realidad.

La salida emocional del ego

Debemos recordar que los seres humanos no somos el eneatipo, ya que, éste es sólo la
manifestación de nuestras defensas reforzadas en la infancia para responder a las situaciones complejas
de la vida. Por ende, no estamos condenados a tener siempre las mismas emociones condicionadas ni a
responder de igual manera ante las situaciones. No olvidemos que si respondemos emocionalmente de
la misma manera a las experiencias de la vida, a larga tales experiencias parecieran volverse repetitivas
y la vida se restringe significativamente.

Por tanto, como seres con potencial de consciencia superior, no estamos predestinados de
nuestros estados emocionales y podemos dejar de estar adictos a las emociones condicionadas. Es decir,
no somos un eneatipo ni una personalidad limitada por un condicionamiento.

Es por ello que resulta fundamental generar una psicoeducación y un re-aprendizaje de nuestras
emociones en la vida cotidiana. Este aprendizaje genera la posibilidad de vivirlas como algo natural y
re-aprender a tener respuestas adaptativas y reguladas. En la práctica, esto significa: 1) sentir la emoción,
2) validarla, 3) tomar consciencia y 4) responder lo más saludablemente posible a la situación presente,
para luego dejar que ella se retire y permita espacio libre a las nuevas experiencias.

Evidentemente esto no resulta una labor fácil. No obstante, gracias a nuestra poderosa capacidad
que tenemos de aprender, siempre existe la posibilidad de re-educarnos para dejar de habitar emociones
condicionadas.

Por consiguiente, todo proceso de aprendizaje transformacional requiere de un nuevo aprendizaje


emocional para ampliar el repertorio de experiencias y poder salir emocionalmente del ego, aunque sea
por momentos, ya que, los adultos podemos re-aprender a estar más vulnerables ante las experiencias de
la vida y, a la vez, responder emocionalmente de manera sana, consciente y no condicionada a las
situaciones.

Pareciera que el trabajo de integración implica convertir la experiencia de estar vivo en una danza
libre entre emoción, cuerpo, intuición y pensamiento. Todo con el propósito trascendente de dejar el
menor espacio posible al ego y permitirnos vivir la maravillosa experiencia de la vida, con más presencia,
consciencia, expansión y libres de nuestros propios condicionamientos.

Shenyin Loo Valdés


Psicólogo /Coach Ontológico

Del autor: Formación Internacional de Eneagrama: Certificado en Eneagrama para Uso Profesional por Enneagram Learning
International. Programas SAT I (Claudio Naranjo), SAT II (María Grazia Cecchini), SAT III (Claudio Naranjo) y SAT IV
(Claudio Naranjo). Aprende Eneagrama de Alejandro Celis, reconocido Psicólogo Transpersonal Chileno que perteneció al
Instituto de Arica. Especialización en Subtipos (Fundación Claudio Naranjo). Coach Ontológico (Newfield Network). Coach
con PNL, (International Coaching Community). Programa Avanzado en Coaching en Cuerpo y Movimiento (Newfield
Network). Diplomado en Liderazgo y Coaching, Universidad Adolfo Ibáñez. Postítulo en Psicología Transpersonal en
Instituto de Expansión de la Consciencia Humana. Magíster en Coaching y Liderazgo Personal en la Universidad de
Barcelona. Formación en Alba Emoting. Psicólogo Universidad Católica del Norte. Actualmente cursa formación de
Constelaciones Familiares y formación como Facilitador de Biodanza.

También podría gustarte