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3.3 Costumbres y tradiciones de la comunidad.

Es importante despertar en los niños el conocimiento de su cultura para que la vivan, la


sientan, la conserven y la enriquezcan. La incorporación de las celebraciones de fiestas
tradicionales en la escuela contribuye plenamente a la consecución de esta finalidad.

Cuando celebramos con los niños las fiestas tradicionales, les estamos acercando al
conocimiento de su comunidad haciéndoles partícipes del evento y fomentando la
comunicación y la relación entre ellos.

Al enseñar a los más pequeños a conocer sus orígenes y raíces a través de actividades lúdicas y
de ocio, promovemos las buenas relaciones familiares y la participación en la vida cultural de la
ciudad. De esta forma conseguimos que se sientan identificados e integrados en su comunidad
de forma vivencial, con unas creencias y valores determinados. Además, proporcionamos al
niño conocimientos sobre su propia familia, permitiendo que el niño se sienta orgulloso de sus
raíces.

Es importante que los niños experimenten sentimientos de unión, control y estabilidad. De ahí
que las rutinas (que incluyen las fiestas y tradiciones) agraden tanto a los niños. Entre estas
festividades tradicionales están las celebraciones familiares (cumpleaños, aniversarios, etc), las
Navidades, las fiestas nacionales y las regionales.

Si cerramos los ojos y pensamos en personajes como el Ratoncito Pérez, el hombre del saco… o
nos imaginamos junto a nuestros padres jugando a las chapas, a la peonza… notaremos que
nos invade una sensación de confort y bienestar.

Si abrimos los ojos seguro que una sonrisa se ha dibujado en nuestros labios. Eso es porque
nos sentimos ligados a algo invisible, pero que forja un vínculo fuerte con nuestras raíces. Este
legado que traspasamos de generación en generación es una de las formas más sencillas,
seguras y eficaces de transmitir a los niños valores, características y formas de vida. Conocerlas
es saber respetarlas.

El valor de las tradiciones

Estas tradiciones llegan a nuestros pequeños es a través del juego. Este es inherente a los
niños, algo que forma parte de su esencia misma y a través del cual comienzan a percibir y
conocer de una manera simbólica —y después real— el mundo que les rodea. Esta manera de
transmitir las tradiciones, como parte de un juego acompañado de una breve cantinela, rima,
mímica, etcétera, favorece el desarrollo cognitivo, social, afectivo y comunicativo del
aprendizaje. Los juegos de siempre favorecen el sentimiento de pertenencia al grupo,
transmiten valores familiares y culturales, facilitan y agilizan la memoria, la imaginación y la
creatividad.
El ayer y el hoy

No debemos dejar nunca de contarles a los más pequeños cómo jugábamos cuando éramos
pequeños. Que sepan que no todo son las videoconsolas, los smartphones o los dvds, sino que
una pelota puede hacerse con un papel de periódico envuelto en celo o que eso que tapa una
botella sirve para montar un partido de fútbol.

Personajes como el Ratoncito Pérez, juegos como la gallinita ciega o costumbres como regalar
cosas en los cumpleaños son comúnmente aceptadas y conocidas. Pero, ¿Sabes cómo
surgieron todas estas tradiciones?

El Ratoncito Pérez

A finales del siglo XIX, desde palacio encargaron al sacerdote Luis Coloma (miembro de la Real
Academia Española) que escribiera un cuento a Alfonso XIII, quien tenía ocho años y se le
había caído un diente. Así surgió la historia del Ratoncito Pérez, en la que el rey Bubi (apodo
con el que la Reina doña María Cristina llamaba a su hijo Alfonso), emprende un viaje en
compañía de este ratón.

El coco

Este personaje está muy presente en las nanas del cancionero popular infantil. El Coco toma el
nombre del alimento. Como recogió el escritor Fernández de Oviedo en su libro Historia
General y Natural de las Indias(1535), cuando el coco nace, tiene un agujero redondo, y
encima otros dos que simulan una cara con un gesto feo, de miedo”. La nana más antigua
donde se cita al Coco data del siglo XVII y se encuentra en la obra de Juan Caxés: “Auto de los
desposorios de la Virgen”. Aunque sin duda, la versión más conocida es la que se canta con la
melodía de Brahms: “duérmete niño, duérmete ya, que viene el Coco y te comerá”.

Cumpleaños

¿De dónde surgió la tradición de celebrar los cumpleaños? La respuesta la encontramos en el


antiguo Egipto: las primeras celebraciones de las que se tiene constancia son las de los
faraones en el año 3.000 antes de Cristo. Costumbres lúdicas de hoy en día como soplar las
velas de la tarta formaban parte de verdaderos rituales: se creía que las brujas y los demonios
no podían obrar maleficio alguno contra la persona que tuviese una vela encendida. De esta
manera, las velas servían para proteger durante el año entrante a la persona homenajeada. Y
tras el soplido y el consiguiente deseo pedido, llegan los aplausos y el jolgorio de los invitados;
¡hasta esto tiene su explicación! El jaleo posterior se creía que ahuyentaba a los malos
espíritus.

Juegos infantiles
¿Quién no ha jugado alguna vez a la gallinita ciega? Compañera de juegos de recreo, el origen
de esta gallina se remonta algunos siglos atrás: basándose en los documentos gráficos que se
tienen, se cree que surgió en los bailes de salón de la clase alta de la época victoriana en Gran
Bretaña. Son muchos los cuadros de la época que lo inmortalizan. El más conocido: La gallina
ciega (1788-1789), de Francisco de Goya. Otro muy popular son las tabas. Y es que este juego
que ha ido pasando de generación en generación nació como método de entretenimiento e
incluso de juego de azar en las civilizaciones indoeuropeas. Estas construían la figura de la taba
con el astrágalo (hueso de los animales vacunos). Una vez más, el arte se hace eco de esta
tradición y en el Museo de Berlín hay una escultura (copia de la original que data del siglo II
antes de Cristo), llamada “niña jugando a las tabas” que representa a una niña sentada
jugando en el suelo y lanzando una taba con la mano derecha.

También forma parte de los juegos de infancia de los niños de ayer y de hoy la rayuela. Este
clásico juego que consiste en lanzar una piedra e ir saltando a la pata coja de casilla a casilla lo
creó en la Edad Media un monje español. Este ideó esta distracción que simbolizaba el
comienza de la vida (la primera casilla es “la tierra”), las dificultades y alternativas que la vida
nos pone (parte central), hasta llegar a la meta final: el cielo (última casilla).

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