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EL INFIERNO.
Continuación
El infierno es un lugar de tristeza, un lugar de fuego donde
las llamas son literales, no figurativas, un lugar de tormento
donde las almas no son consumidas por el fuego, un lugar de
dolor donde la gente está completamente consciente de su
sufrimiento y de su destino, un lugar donde la memoria y el
conocimiento están presentes, un lugar de lamentación al ver
a otros seres maltratados, donde muchos reyes y jefes de
estado conocerán su derrota, donde los hombres poseerán
voluntad, aunque ya será muy tarde para aceptar los
términos de Dios para escapar del infierno, un lugar que solo
se puede evitar a través de la salvación de Cristo. El infierno
es un lugar tan espantoso que tenemos documentos escritos
de hombres que suplican que alguien advierta a sus
familiares que eviten ir allí.
Los que pueden saber de antemano si irán al infierno al morir
están enumerados en Apocalipsis 21:8: “PERO LOS
COBARDES E INCRÉDULOS, LOS ABOMINABLES Y
HOMICIDAS, LOS FORNICARIOS Y HECHICEROS, LOS
IDÓLATRAS Y TODOS LOS MENTIROSOS TENDRÁN SU
PARTE EN EL LAGO QUE ARDE CON FUEGO Y
AZUFRE…”.
La gente suele decir, ¿Si Dios es tan amoroso y tan
misericordioso, por qué habría de condenar a una persona al
infierno, sin remedio?”. Dios no desea condenar a nadie, al
contrario Él “…quiere que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad. (1ra. Timoteo 2:4-6).
PORQUE HAY UN SOLO DIOS, Y UN SOLO MEDIADOR
ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES, JESUCRISTO HOMBRE,
EL CUAL SE DIO A SÍ MISMO EN RESCATE POR
TODOS…” El infierno no fue creado como un lugar para
atormentar al hombre por sus pecados. El infierno fue
preparado para encerrar a Satanás y sus demonios. Para
proteger a la humanidad de su influencia. (Mateo 25:41)
ENTONCES DIRÁ TAMBIÉN A LOS DE LA IZQUIERDA:
APARTAOS DE MÍ, MALDITOS, AL FUEGO ETERNO
PREPARADO PARA EL DIABLO Y SUS ÁNGELES.
La única razón por la cual una persona podría ser condenada
es porque deliberadamente ha decidido en su corazón
rechazar el precio que Jesús pagó por sus pecados En la
cruz del calvario.
Filipenses 2:12 enseña: “… OCUPAOS EN VUESTRA
SALVACIÓN CON TEMOR Y TEMBLOR…”. La salvación del
infierno es un asunto personal. Es una elección hecha
deliberadamente por un individuo que habiendo sido
confrontado con la verdad actúa de acuerdo con las
demandas de esa verdad y acepta a JESUCRISTO COMO
SALVADOR PERSONAL.
Debemos ser diligentes en el uso de todos los medios que
llevan a nuestra salvación perseverando en ellos hasta el fin,
con mucho cuidado no sea que con todas nuestras ventajas
no lleguemos. Ocupaos en vuestra salvación, porque es Dios
quien obra en vosotros. Esto nos anima a hacer lo más que
podamos porque nuestro trabajo no será en vano; aún
debemos depender de la gracia de Dios. No habrá ninguna
consideración especial para la persona que mentalmente
acepte la verdad o acepte una doctrina religiosa que contra
diga la verdad. Lo que sus padres, abuelos o líderes
religiosos le digan no hace ninguna diferencia, si lo que le
han dicho contradice la verdad que es Jesús. El que alguien
en quien usted confió le haya dado la información equivocada
o le haya dicho que lo que dice la Biblia no es verdad, no le
librará a usted del castigo del infierno de fuego. Recuerde la
historia del ateo quien en su lecho de muerte dijo: “¡Si; la
Biblia dice la verdad, estoy perdido para siempre!”.
Lo que Dios quiere es su corazón. La Palabra de Dios
enseña en 1ra. De Juan 5:12-13: “EL QUE TIENE AL HIJO
TIENE LA VIDA; EL QUE NO TIENE AL HIJO DE DIOS NO
TIENE LA VIDA. ESTAS COSAS OS HE ESCRITO A
VOSOTROS QUE CREÉIS EN EL NOMBRE DEL HIJO DE
DIOS, PARA QUE SEPÁIS QUE TENÉIS VIDA ETERNA, Y
PARA QUE CREÁIS EN EL NOMBRE DEL HIJO DE DIOS”.
La Única manera de estar seguro de que uno es salvo es
recibiendo personalmente a Jesús en el corazón y buscar
una congregación donde nos enseñen de la Palabra de Dios.
Si usted no ha hecho nunca esta decisión, no la posponga
más. Usted no sabe cuánto tiempo más le queda para vivir y
para hacer la más importante decisión de su vida.
El 31 de agosto de 1997, la princesa Diana de Gales y su
pretendiente Dodi Fayad, estaban gozando de la vida sin
imaginar que aquella noche en París, al entrar a su automóvil
Mercedes Benz lo harían por última vez. Riendo; gozando de
la vida y el uno del otro, haciendo planes para el futuro, e
ideando maneras de evadir a los “paparazzi”, se perdieron en
la oscuridad de la noche en su automóvil. Unos minutos
después, Dodi Fayad estaba muerto y la princesa Diana
yacía gravemente herida dentro del destrozado vehículo.
Antes de que terminara la noche, los dos habían pasado a la
eternidad. Cuando la princesa Diana murió, era
probablemente la mujer más famosa del mundo. Era rica,
influyente, amada, admirada y respetada. Sin embargo,
ninguno de esos atributos pudo evitar lo que ocurrió aquella
noche.
Nadie, ni aún una persona con tanto poder, riquezas e
influencia como la princesa Diana tiene garantizado saber el
momento de su muerte. Puede ocurrirle a usted en una
fracción de segundo al conducir su auto por una calle. Puede
ocurrirle en su hogar a consecuencia de un súbito ataque
cardíaco. Puede ocurrirle la siguiente vez que aborde un
avión para hacer un viaje de negocios. Puede ocurrirle
mañana al llegar a su oficina, como les ocurrió a las personas
que trabajaban en el edificio Alfred P. Murrah, de la ciudad de
Oklahoma en abril de 1997, o en los escalones de la entrada
de su casa como ocurrió al famoso diseñador Versase en el
verano de 1997. Estamos en los últimos tiempos, vallamos a
Jesús y aceptémoslo como el único Salvador
De nuestras almas. JESÚS LA MEJOR OPCIÓN. Continua.