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Honrar significa entre otras cosas valorar, respetar, obedecer. Recordemos que
Dios honra a aquellos que lo honran.
“Habló Jehová a Moisés y le dijo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la
tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla como PRIMICIA de los
primeros frutos de vuestra siega” (Levítico 23:9-10)
Te presentarás al sacerdote que haya en aquellos días, y le dirás: “Declaro hoy ante Jehová, tu
Dios, que he entrado en la tierra que juró Jehová a nuestros padres que nos daría”. (Deu 26:3)
Nehemías honró a Dios con sus primicias, tal como lo dice la Biblia:
Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del
fruto de todo árbol. (Neh 10:35)
Cada año el pueblo del Señor se comprometió a traer las primicias de sus frutos.
También organicé la ofrenda de la leña en las fechas establecidas, y la entrega de las primicias.
«¡Acuérdate de mí, Dios mío, y avoréceme!» (Neh 13:31)
Entonces hizo este voto: «SEÑOR Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya
y, si en vez de olvidarme, te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su
vida, y nunca se le cortará el cabello.» (1Sa 1:11 NVI)
Ana dedicó SU PRIMER HIJO al Señor, el primogénito fue ofrecido a Dios; lo que
le representó que Dios le concediera 5 hijos más. Antes de ofrecer al Señor su
primer fruto ella no había podido tener hijos.
El SEÑOR bendijo a Ana, de manera que ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Durante ese
tiempo, Samuel crecía en la presencia del SEÑOR. (1Sa 2:21 NVI)
LA PRIMICIA ES CONSAGRADA
La primicia debe ser consagrada al Señor, a Él le pertenece. El pueblo de Israel
se consideraba la primicia del Señor, un pueblo apartado, consagrado para Dios.
“Santo era Israel para el SEÑOR, primicia de su cosecha. Todos los que lo devoraban eran
culpables, y el mal recaía sobre ellos’, dice el SEÑOR.” (Jer 2:3 LBLA)
Dios es el creador de todos los pueblos sobre el planeta, pero Israel era la
primicia de toda su creación. El pueblo era considerado como santo y precioso
por Él.
Por eso Dios le protegió de todo enemigo tanto durante el viaje por el desierto
como durante la conquista de la tierra de Canaán. Los que se oponían a Israel
sufrían las consecuencias, porque El Señor protegía a su pueblo y castigaba a los
que lo atacaron.
“Habló Jehová a Moisés y le dijo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la
tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla como PRIMICIA de los
primeros frutos de vuestra siega” (Levítico 23:9-10)
La gavilla dedicada a Dios representaba la mies. Así también Cristo, las primicias,
representaba la gran cosecha espiritual que ha de ser juntada para el reino de
Dios.
Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de
todos los mortales. Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los
que murieron. (1Co 15:19-20)
Las primicias de la cosecha no tan sólo se consagraban a Dios, sino que también
eran símbolo de cosechas aún más abundantes.