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El metabolismo del psiquismo y la sociabilidad humana.

Casilda Rodrigáñez Bustos

“Bien haya quien hizo


cadenicas, cadenas.
Bien haya quien hizo
cadenas de amor.”
(del Cancionero Popular)

1. El metabolismo del psiquismo

1.1 La retroalimentación

Todas las pulsiones y emociones que brotan de nuestros cuerpos y que sentimos a lo largo de nuestras
vidas no pasan sin más, sino que dejan una huella, un poso; son los sentimientos que nuestros cuerpos
albergan y que constituyen nuestro psiquismo.

Los sentimientos que acumulamos a lo largo de nuestras vidas se funden unos con otros formando el
magma psíquico. Una emoción que brota y se siente en la edad adulta, por ejemplo, el impulso o
deseo de besar a una persona, automáticamente se funde con los sentimientos previos que
teníamos hacia esa persona, y en general, se funde con todo el magma sentimental de nuestro
psiquismo. Pero el fluido psíquico también funciona del pasado al presente, y los sentimientos
previos acumulados hacia una persona producen el brote de una emoción en el presente, o cooperan
con ella. Los sentimientos presentes y pasados se retroalimentan, forman un bucle, un trajín más o
menos sutil, leve o vehemente, pero permanente.

Así es como funciona nuestro psiquismo de forma regular; se trata del metabolismo básico de nuestra
vida anímica, y transcurre correlativamente al metabolismo de la fisiología corporal. Es la producción
de nuestro sistema empático que juega un papel determinante en la autorregulación del conjunto de
sistemas que forman nuestro cuerpo. (1)
Hay que decir que las pulsiones y los deseos que brotan de los cuerpos acompañados de emociones,
siendo un fenómeno común a todas las personas, tienen sin embargo sus matices que son únicos y
exclusivos de cada biografía; tan únicos y exclusivos como la huella dactilar. Así es también la belleza
y la capacidad de amar del alma humana: no estamos troquelados conforme a un mismo patrón
arquetípico; somos remansos de procesos; la vida es igual y diferente al mismo tiempo. La negación
de los deseos y pulsiones de los cuerpos humanos ha sido una característica del pensamiento
totalitario que necesita imaginarse a los seres humanos como entes clónicos manipulables.
1.2. La reciprocidad

Los deseos, emociones y sentimientos producidos por nuestro sistema empático no sólo nos regulan
internamente, sino que también regulan nuestras relaciones con el exterior.

Por ejemplo, el agradecimiento, que es una emoción que todo el mundo puede reconocer en sí
mism@, no es otra cosa que la emoción que nos brota al recibir algún regalo o muestra de afecto
verdadero; el agradecimiento nos mueve a devolver de alguna manera la empatía recibida: es la
emoción de la reciprocidad.

La producción empática hacia una persona induce la producción empática en ella, y así funciona la
reciprocidad. Es decir, la empatía hacia el exterior también forma bucles, bucles de oxitocina que se
producen en dos seres separados, pero que establecen entre sí un lazo de empatía.

Otro ejemplo conocido del funcionamiento de la reciprocidad es la seducción, que no es otra cosa
que poner en marcha un bucle de oxitocina con otra persona; sabemos que solo una mirada de amor
puede poner en marcha el bucle. El cancionero popular antiguo ha registrado la importancia de la
mirada en el proceso amoroso entre dos personas y del bucle que una sola mirada puede
establecer. Sanchez Romeralo tiene hecha una recopilación de estas canciones (2), de la que extraigo
algunos versos a título de ejemplo: “Abaja los ojos casada/no mates a quien te miraba…”. También:
“Libres alcé yo mis ojos,/señora cuando os miré;/libres alcé yo mis ojos/y cautivos los bajé”. También:
“Por una vez que los ojos alcé/dicen que yo le maté”. También: “No me los amuestres más/que me
matarás”. También: “Tenedme los ojos quedos,/que me matáis con ellos”.

Pero nada más bello que la definición de la reciprocidad que nos entrega como un tesoro preciosísimo
el cancionero popular:

Arrojóme las naranjitas


Con sus ramos de blanco azahar;
Arrojómelas y arrojéselas
Y volviómelas a arrojar.

Con sus manos hizo un día


La niña tiro de amores
Y con naranjas y flores
Balas de artillería.
Comenzó su batería
Contra mí que la miraba;
Yo las balas le tiraba
Por darle más que tirar.
Arrojómelas y arrojéselas
Y volviómelas a arrojar.

Otra muestra de la reciprocidad que funciona en nuestros sistemas empáticos es la ternura que las
pequeñas criaturas inducen en las mayores; esta emoción que los pequeños cuerpecitos nos inducen,
para obtener los cuidados que necesitan, está también filogenéticamente establecida en nuestros
sistemas empáticos. Incluso los cachorros de otras especies, gatitos, perritos etc. nos enternecen y
nos mueven a hablar con un lenguaje amoroso; incluso las personas más endurecidas se conmueven
a la vista de un gatito recién nacido, al menos momentáneamente. Este es un aspecto especial del
principio de la reciprocidad del sistema empático humano filogenéticamente fijado para la
conservación de nuestra especie.

Takefumi Kikusui, de la Universidad de Azabu (Japón) realizó un estudio con perros y


humanos. Introdujeron en una habitación a 30 perros con sus dueños que se prodigaron en miradas,
caricias, voces mimosas, etc. Cuanto más se miraban a los ojos los dueños y los perros, más oxitocina
producían sus cerebros (medida en muestras de orina antes y después de los encuentros). El equipo
de Kikusui en su informe publicado en la revista Science, concluye: “Estos resultados respaldan la
existencia de un bucle de oxitocina que se autoperpetúa en la relación entre humanos y perros de
una manera similar a como ocurre con una madre humana y su hijo”. (3)

Los maoríes llamaban a esta reciprocidad característica de la relación entre los seres vivos, el ‘hau’.
Cuando el antropólogo británico E. Best en 1906 le preguntó al maorí Ranapari qué era el ‘hau’, éste
le contestó poco más o menos así: Si tú me das un regalo yo me puedo quedar con el objeto, pero
no me puedo quedar con el ‘hau’, el ‘hau’ tengo que devolverlo (4). Según Marcel Mauss, los chinook
(noroeste del Pacífico) tenían un concepto similar, que llamaban el ‘potlach’. Aseguraban que el
‘potlach’ no era sólo ‘dar’, sino que insistían que era ‘dar-recibir-devolver’, un solo concepto, un solo
fenómeno, que nosotros, sumidos en las culturas y en el pensamiento mercantilista, troceamos en
tres acciones separadas. Pero para ell@s, dar, recibir y devolver era un solo fenómeno y un solo
concepto, tan concatenadas estaban las tres acciones. Asegura Mauss que el modo de intercambio
de bienes original de la humanidad no fue el trueque sino el don; una forma de intercambio correlativa
a una forma de relación entre las personas basada en la reciprocidad producida por los sistemas
empáticos.

Llegados a este punto, no podemos por menos que acordarnos de la mención de Cervantes a la Edad
Dorada, en la que no existían ‘estas dos palabras de tuyo y mío’ (Don Quijote en el discurso a los
cabreros).

El mismo Cristóbal Colón, en su Diario de Viajes (Primer Viaje), escribió lo siguiente sobre los indios
que encontró en las islas del Caribe: "Eran tan ingenuos y tan desprendidos de sus posesiones que si
uno no lo hubiera visto no lo hubiera podido creer: cuando les pedías algo que tenían, nunca decían
no. Por el contrario, ofrecían compartirlo todo con cualquiera".

La retroalimentación interna y la reciprocidad externa son dos bucles a su vez encadenados entre sí,
que se retroalimentan recíprocamente, valga la redundancia.

Según Maturana y Varela (5) los seres vivos somos seres autopoyéticos que se hacen a sí mismos y
que se autorregulan. Dicen que el conjunto de sistemas que funcionan de forma sinérgica y que
constituyen una individualidad, son una organización cerrada que se autorregula, pero al mismo
tiempo está abierta a otras individualidades con las que permanece en contacto. Todos los seres vivos
estamos encadenados y es el sistema empático, mediante impulsos de abrir/dar y de cerrar/retener,
con sus deseos y emociones, el que regula el cierre y la apertura de cada individualidad.
Si recibimos muestras de empatía, nos abrimos y nos derramamos; si recibimos una agresión, nuestro
organismo se cierra, brota la emoción de la dignidad para defender la propia integridad, nos
enfadamos para alejarnos de quien nos hace daño, etc.
Nuestro bienestar depende de la retroalimentación interna y de la reciprocidad que practiquemos
con los demás.

2. La formación del sistema empático: el ámbito psíquico primario

Nuestro sistema empático se forma con los demás sistemas de nuestro organismo, a lo largo del
proceso de gestación intra y extrauterina. Al parecer, según los expertos, la actividad psíquica
comienza a partir del tercer mes de gestación, lo que es consistente con el hallazgo de la
neurobiología de que el desarrollo neurológico está genéticamente pautado hasta las 10/12 primeras
semanas de gestación; después ya depende de la interacción con la madre. ‘Inter-acción’ quiere decir
que el feto ya tiene pulsiones e iniciativas; que hay interdependencia y no solo dependencia. Es decir,
una actividad anímica que deja ya una huella en los cuerpos en gestación. Es el comienzo de la
formación del ‘ámbito psíquico primario’ (6)

Según M. Balint, la carga libidinal de la etapa primaria –más o menos los 21 meses de gestación intra
y extrauterina- es la más alta de la vida del ser humano porque corresponde a una relación en estado
de simbiosis con la madre, lo que antiguamente se llamaba ‘díada original’. Nos formamos pues con
un ámbito psíquico primario cargado de amor, destinado a impulsar y retroalimentar todas las
emociones y sentimientos a lo largo de nuestras vidas. Cuando sentimos algo muy intensamente
decimos que nos ha llegado a lo más hondo, o que nos ha alcanzado en lo más profundo, expresando
así el bucle que realiza la emoción que alcanza el ámbito psíquico primario y a continuación vuelve a
sentirse con la carga de profundidad añadida. Como decía el poeta “me habéis llegado al alma/¿o
acaso estabais en el fondo de ella?” (Machado, refiriéndose a los campos de Soria). Una emoción
fuerte es intensa y profunda al mismo tiempo. El hecho de que la ‘intensidad’ esté asociada a la
‘profundidad’, se debe a que el fuerte impulso recorre el psiquismo desde el presente hasta el fondo
del alma que es el ámbito psíquico primario, por eso tenemos esas sensación de que algo nos ha
llegado al fondo de nuestro ser.

Otra experiencia común conocida es el lenguaje infantil que con frecuencia se emplea en estados
adultos de enamoramiento intenso, porque en estos casos, el sentimiento amoroso adulto atraviesa
todas las barreras y se funde con el primario, y por eso se expresa en un lenguaje amoroso infantil.

La capacidad de amar del ser humano se forma, pues, durante la gestación y depende de cuán
respetuoso haya sido el proceso de gestación y crianza; de cuánto se haya desarrollado el ámbito
psíquico del amor primario. También es muy importante el desarrollo del sistema empático
que hayamos podido tener durante la infancia, porque va a actuar ampliando y expandiendo el amor
primario que tiene todavía muy cercano. Durante toda la vida, el bienestar y el amor del que
disfrutemos dependerá de esta capacidad de amar de la etapa primaria e infantil. Cuanto mayor carga
amorosa tenga el ámbito psíquico primario, cuanto más amor hayamos acumulado en la infancia,
mayor será nuestra capacidad de amar y de disfrutar de la vida.

El ámbito psíquico primario actúa bombeando el fluido empático como el corazón bombea el torrente
sanguíneo.
3. La quiebra del psiquismo por el fallo de la función materna.

En los bucles de oxitocina, cuando una de las partes desaparece y/o cesa en la producción empática,
la otra parte se retrae, se cierra, y, por lo general, acaba también por cesar la producción de
empatía. El ‘dar’ está encadenado al ‘recibir’ y al ‘devolver’; si la reciprocidad se detiene, la propia
producción empática, aunque pueda continuar un poco más, acaba por detenerse también.

Cuando la madre falta y el bucle deja de funcionar, la criatura se retrae y cesa su producción empática.
En lugar de ser un organismo abierto al ambiente, flotando en la confianza y derramándose, la criatura
se cierra, y su organismo comienza a funcionar con un programa neurológico previsto para los estados
de alerta (7). Si esto sucede de forma transitoria, no pasa nada, pues el organismo tiene previsto una
retracción momentánea. La criatura llora para avisar de que esta sola; es sólo un llanto de aviso; si la
madre acude a cogerle en brazos, las descargas de cortisol desaparecen, la musculatura se relaja, cesa
el llanto y el bucle se restaura.

Pero la criatura humana, al menos durante el primer año de vida, necesita una unión continuada con
la madre, lo que antiguamente se expresaba con el concepto de ‘diada’, o actualmente en inglés, con
la palabra ‘bonding’; ambas nociones nos indican que madre y criatura siendo dos seres distintos,
durante esta primera etapa de la vida, constituyen de hecho una unidad. A partir de la década de los
90, la neurobiología ha aportado una información abrumadora y contundente al respecto.

Cuando la madre entrañable falta de forma continuada el organismo desarrolla los mecanismos de
supervivencia previstos para fallos momentáneos más allá de los límites previstos. El llanto ya no es
de aviso, sino de desesperación. Las descargas de cortisol y otros glucocorticoides producen una
toxicidad neuroquímica que afecta al desarrollo neurológico en formación (8). Bergman, a la vista de
los hallazgos de la neurobiología, asegura que la falta del ‘bonding’ produce en la criatura un impacto
de por vida. La parte del cerebro que desarrolla la capacidad de empatizar se retrae e interfiere de
forma más o menos grave en su desarrollo (9). El encogimiento neuromuscular de todo el organismo
se fija, y adopta la estructura de coraza. La coraza neuromuscular es correlativa a la psíquica. En el
psiquismo se forma una falla, una ruptura con respecto al funcionamiento anterior en el que fluía el
bucle con la madre, aunque solo fuere en la etapa intrauterina. La retroalimentación se atranca,
funciona con dificultad, con un psiquismo además en estado de alerta y de ansiedad continuado. La
confianza en el ambiente, en que el cuerpo materno está, ha desaparecido; en el mejor de los casos
hay una desconfianza relativa, puede o no puede estar; no está siempre por descontado: Entonces la
criatura aprende la guerra, a llorar para conseguir lo que necesita, porque lo que necesita no está sin
más y tiene que pelear por ello. La criatura solo se consuela con los brazos maternos y dicen que es
‘mamitis’.

Cuando se insiste en dejar llorar a una criatura sola en la cuna (para que aprenda a estar sola, se dice),
llega un momento en que efectivamente la criatura se calla porque se produce una desconexión
neurológica; y para no sufrir, se autoanestesia con descargas de endorfinas, se encierra en sí misma,
abandona la lucha por el amor que necesita. Es el comienzo de la quiebra de la confianza en el
entorno y de las patologías caracterológicas autistas.

La principal característica de la civilización patriarcal es el quebrantamiento de la función materna,


eliminar la figura de la díada original, como elemento básico de la humanidad. La correlación entre
la dominación y la quiebra de la maternidad está reconocida en los mitos fundacionales del
Patriarcado. La sumisión del ser humano y la quiebra de su dignidad exigen que no se desarrolle el
amor primario.

El parto y el nacimiento violentos y dolorosos es el primer hito del quebrantamiento de la maternidad,


a lo que por lo general le sigue la separación madre-criatura después del parto. No es este el lugar
para el debate sobre los límites que una criatura humana puede soportar desapegada de la
madre. En mi opinión durante la cuarentena tiene que haber un apego permanente; durante los
primeros tres meses, puede haber intermitencias breves, siempre siguiendo las indicaciones de la
criatura; las intermitencias pueden irse ampliando según va pasando el tiempo, pero hasta el año la
criatura requerirá mucho tiempo de contacto materno. Cuanto más se respete el deseo de apego de
la criatura, antes se despegará ella sola.

Al fallar la función materna, anímicamente la criatura sufre una gran herida psíquica, que es también
una falta –la falta del bucle, la falta de madre- y una falla en el magma psíquico, que actúa como
coraza cerrando el ámbito psíquico primario de amor. A esta herida y a esta quiebra del psiquismo
Balint la ha llamado Falta Básica. La Falta Básica es un hecho muy doloroso que olvidamos para no
sufrir, la ‘refoulamos’ (del francés ‘refouler’, ‘refoulement’ = echar para atrás) y queda alojada en el
inconsciente.

4. La falta de amor verdadero en la infancia

A la Falta Básica se añade el desamor de la represión de los deseos que por lo general sobreviene en
la infancia. Se trata de una represión que se ejerce normalizada y disfrazada de ‘autoridad’ paterna y
materna. En nuestra sociedad no se contempla la posibilidad de una relación con l@s hij@s al 100%
de complicidad y de mutua complacencia; una relación de tú a tú con los hij@a no jerarquizada. Se
ignora, desgraciada y trágicamente, la forma natural de relación con l@s hij@s basada en la mutua
complacencia de los deseos.

La pedagogía más generalizada ha desarrollado una nueva estrategia para implementar la represión,
como alternativa al viejo lema de ‘la letra con sangre entra’; propone otra forma de ejercer la
autoridad, argumentando la necesidad pedagógica de ‘poner límites’. Pero los límites no hay que
‘ponerlos’, existen, están ahí. Y la cuestión no está en los límites, sino en cómo aprenden l@s niñ@s
a vivir dentro de los límites de su hábitat; si los van a aprender desde la empatía y la complicidad de
l@s adult@s, o si los van a aprender por la vía de la autoridad. La cuestión no son los límites sino la
actitud y el tipo de relación desde la que se afrontan los límites. Porque la actitud de ‘poner’ límites
es diferente de la actitud de complacer los deseos y de esforzarse por ampliar al máximo los límites
para que la vitalidad de l@s hij@s se desarrolle.

La criatura automáticamente percibe la actitud; si el adulto es indiferente o no lo es a sus deseos; si


los tiene en cuenta, si es su cómplice. Si la actitud es a favor de la complacencia, aunque no se puedan
complacer los deseos, la criatura no percibirá los límites como una falta de amor, sino como el hábitat
en el que se desenvuelve su vida.

(Además la criatura que aprende los límites de forma natural, con el amor y la complicidad adulta, no
se vuelve exigente, y no ‘da guerra’ como la que aprende los límites desde la indiferencia adulta).
Lo más frecuente en nuestra sociedad es que l@s niñ@s crezcan con escaso margen de complicidad
adulta, con una falta de empatía con sus deseos, de amor verdadero; falta que se viene a sumar a la
Falta Básica consolidando el acorazamiento neuromuscular y psíquico estudiado por Wilhelm
Reich. Este acorazamiento supone un funcionamiento deteriorado y limitado del metabolismo
psíquico que menoscaba nuestra capacidad de amar, e introduce el malestar del alma ante la
deficiencia de retroalimentación y de reciprocidad.

La recuperación del fluir psíquico en la edad adulta es siempre posible; por poca madre que hayamos
podido tener, en general hemos tenido la suficiente puesto que tenemos un cuerpo que ha
sobrevivido. Desde mi punto de vista no hay un prototipo de terapia o de pedagogía psicológica. Lo
que hay es la capacidad del cuerpo humano de aprovechar todos los brotes de amor para barrer las
corazas y restaurar el bucle interno del fluido empático. Hay regresiones y recuerdos que nos pueden
llevar al duelo de la represión sufrida en la infancia y también al dolor padecido en el nacimiento y en
la crianza. La regresión es el fenómeno inverso del ‘refoulement’, por el que recuperamos la memoria
consciente de un hecho que habíamos conservado en la memoria inconsciente.

No hay que tener miedo a revivir el dolor de un acontecimiento lesivo, siempre que prevalezca la
confianza en un@ mismo; es decir, la confianza en la recuperación; hay que dejar que el dolor pase,
porque el duelo derrite corazas y restaura la falla psíquica; repara las autopistas internas al ámbito
psíquico primario.

El duelo por la Falta Básica se reconoce porque es el dolor de no haber sido suficientemente amad@s
en la etapa primal. El duelo nos permite traspasar la Falta Básica y conectarnos con el ámbito psíquico
primario. Por un lado sentimos en el alma la falta de amor y la reivindicación del legítimo derecho de
todo ser humano a tener una verdadera madre y a nacer siendo desead@s; pero al mismo tiempo
recordamos y sentimos todo el amor materno que hayamos podido recibir.

La regresión que nos permite traspasar la Falta Básica y alcanzar el psiquismo primario, es tanto más
fácil cuanto mayor sea el caudal de empatía en el tiempo presente, por la propia fuerza dinámica de
cada nueva emoción que tiende a fundirse con todos los sentimientos previos acumulados.

5. La adaptación del psiquismo a la sociedad patriarcal: el ego.

“Moneda que está en la mano


quizá se deba guardar
la monedita del alma
se pierde si no se da.”
(A. Machado)

5.1. El ego

A partir de la falla de la Falta Básica -que se consolida con la represión durante la infancia- una parte
de nuestro psiquismo empieza a funcionar de otra forma; en lugar del desarrollo en la confianza y
reciprocidad empáticas, se desarrolla en la desconfianza y en la lucha; es la parte del psiquismo que
llamamos ego. El ego es la adaptación de nuestro psiquismo -una vez que desaparece el entorno
adecuado a su desarrollo natural- a la lucha por la supervivencia, es decir, a las condiciones de nuestra
formación social: básicamente, las relaciones de dominación y sumisión en general, y la guerra de los
sexos en particular. El psiquismo primario sigue existiendo y funcionando en cuanto puede y todo lo
que puede, desarrollándose en alguna medida. En realidad, nos socializamos con un psiquismo
escindido en dos, y nos relacionamos con un tipo u otro de impulsos, estableciendo diferentes tipos
de relaciones, según las circunstancias.

La dominación y la sumisión también están encadenadas; sin sumisión no puede haber dominación y
sin dominación no puede haber sumisión. En árabe hay un concepto que designa el bucle
dominación-sumisión: el ‘hogra’ (10); el ‘hogra, como el ‘hau’, tampoco tiene traducción en nuestras
lenguas.

El ‘hogra’ se aprende durante la infancia, cuando las relaciones de complicidad y de complacencia de


los deseos se truecan por relaciones de autoridad; en ese proceso nuestro psiquismo aprende a
someterse. El bucle del hau (del amor recíproco) se cambia por el bucle del hogra (de la dominación
y sumisión) que practica el ego. Ambos bucles son excluyentes el uno respecto del otro, y por eso es
tan importante que l@s niñ@s desarrollen las relaciones de complacencia en lugar de las relaciones
de autoridad. Por lo general, lo verdaderamente malo de la autoridad paterna o materna, no suele
ser lo que se impone o el hecho mismo de la imposición, sino que impide la otra relación de la mutua
complacencia.

La dominación implica la congelación de la empatía y el desarrollo de la indiferencia ante los deseos


y/o el sufrimiento del otr@.

Desde la infancia aprendemos a medir las fuerzas, a saber cuándo somos más fuertes y podemos
imponer nuestros criterios y nuestra voluntad, y cuando no podemos y tenemos que aceptar la
voluntad del otr@. Aprendemos la noción de la superioridad y de la inferioridad: ser superior es
dominar y ser inferior, someterse. En lugar de buscar el entendimiento y de derramar amor,
aprendemos a medir y a contar, lo que podemos obtener o conseguir con determinado
esfuerzo. Aprendemos el chantaje y la guerra –la guerra que dan los niños-.

Aprendemos cuándo podemos relacionarnos en función de las pulsiones de empatía y cuándo no


podemos hacerlo; en palabras de Machado, cuando podemos funcionar con la monedita del alma,
que se pierde si no se da, y cuándo con la moneda del mundo que hay que contar y guardar. La
poesía habla el lenguaje del alma, y así Machado pudo poner en palabras, sin saberlo, la esquizofrenia
que la sociedad patriarcal impone al alma humana. Porque tenemos el psiquismo partido en dos: el
de las pulsiones de derramamiento de empatía –la monedita que se pierde si no se da- y el de las
pulsiones de competencia, dominación y sumisión.

Una parte de nuestro psiquismo y de nuestro ego es inconsciente y el aprendizaje tiene las dos
componentes, consciente e inconsciente.

El bienestar y la felicidad del ser humano dependen de cuánto psiquismo dediquemos a una cosa u a
otra. Hasta los guerreros más duros necesitan un poco de ‘descanso’, y convierte a la mujer-objeto en
descanso del guerrero, para imaginarse por un rato que son otros y/o serlo durante un rato. Para el
ejecutivo del establishment –y para cualquiera-, la separación entre la guerra competitiva del exterior
y la familia, es el correlato de la esquizofrenia del psiquismo. Hasta los jefes de los campos de
concentración nazis jugaban tiernamente con sus hij@s y con sus perros en los jardines al otro lado
de la tapia (La decisión de Sophie).

Los premios, los trofeos de competición y de guerra, los altos salarios, las medallas, el canto al héroe
de la guerra etc., son compensaciones para el psiquismo egótico de la falta de bienestar verdadero,
que en cambio es el resultado natural del funcionamiento del psiquismo no egótico. Esto nos permite
comprender el alto valor simbólico que tiene el oro en el sistema de compensaciones del psiquismo
egótico. Orson Welles, en el Ciudadano Kane, narró la ineficacia, o la eficacia relativa, de las
compensaciones egóticas y la condensó en una sola palabra: 'Rosebud', el nombre del trineo con el
que Kane jugaba de niño.

El ego también se adapta a la guerra de los sexos, a la dominación del hombre sobre la mujer. El ego
aprende a manejar el bucle del hogra entre los sexos y asume la superioridad del varón y la negación
del sexo femenino. Nuestro ego de hombre o de mujer incorpora inconscientemente esos valores, de
aprecio a lo masculino y desprecio y negación de lo femenino. Sin darnos cuenta, inconscientemente,
si somos hombre nos percibiremos con unas prerrogativas distintas de si somos mujer. Si somos
mujer nos percibiremos como seres inferiores.

También incorporamos, desde luego, el valor social de cada sexo de forma consciente, elaborado con
diferentes aditamentos, según las culturas específicas, la educación y el medio familiar en el que
crezcamos.

La Psicología como ciencia descansa en una confusión entre el psiquismo y el ego, y está orientada a
adaptarnos a la sociedad patriarcal con el menor malestar posible.

5.2. Papel de las creencias fratricidas y de los mitos propulsores del hogra.

El ego se desarrolla con mitos que estimulan las cualidades egóticas, de superioridad e inferioridad,
de prepotencia, de machismo y de misoginia, de indiferencia ante el sufrimiento humano, de
sumisión. El ego se conforma a lo que Amparo Moreno llamó ‘arquetipo viril protagonista de la
Historia’ (11). Cada ego se sitúa en la jerarquía social y aprende su papel, a funcionar con el bucle del
hogra, según su sexo, según su situación en la lucha de clases. Para el ego la ‘felicidad’ es tener un
buen lugar en esa escala social, que a su vez es relativo a las circunstancias del nacimiento (sexo, clase
social), compatible con una buena esquizofrenia de tener a ratos un poco de amor.

Las creencias fratricidas juegan un papel importantísimo. Las creencias fratricidas son posibles porque
no se sabe nada del alma humana. No se sabe cómo es el psiquismo de un/a niño/a. Creemos que
estamos hech@s para el fratricidio y la guerra y no para el entendimiento y la armonía. La dominación
históricamente se ha desarrollado propulsando todo tipo de creencias fratricidas, practicando el divide
y vencerás, enfrentando a un@s contra otr@s. Las creencias fratricidas son indispensables para hacer
las guerras fratricidas. Religión contra religión, nación contra nación, etc.
6. La sociabilidad humana y el camino de la recuperación

Somos seres sociables. Nuestros cuerpos están hechos para vivir y relacionarnos de diversas
formas. Nuestro psiquismo está preparado para las relaciones sociales armónicas, basadas en la
producción empática. Tenemos la capacidad de amar y la capacidad de la palabra para
entendernos. La guerra de los sexos es un invento secundario, no es originario de la
humanidad; naturalmente la relación entre los sexos es armónica, y hay culturas y costumbres
conocidas que han desarrollado la armonía de los sexos.

Pero vivimos en este mundo, no tenemos otro. Un mundo de guerras y dominación, con un segmento
de la población dominante, lleno de riquezas, indiferente a la guerra y a la pobreza de la mayoría de
la población; indiferente al sufrimiento humano. La competencia y el fratricidio son normas
sociales. Durante mucho tiempo el hau ha estado acorralado en espacios privados, en actividades
frecuentes pero minoritarias; y aunque ahora también es una estrategia política, todavía queda mucho
mundo del hogra dominando las relaciones sociales. No se trata de prescindir del ego, sino de que el
ego no domine nuestras vidas; por el contrario que nuestras vidas controlen el ego. Si sabemos cómo
es el alma humana; si sabemos de nuestro psiquismo y de que l@s otr@s también tienen la misma
capacidad de empatizar y de entendimiento, entonces podemos aparcar las creencias fratricidas y
hacer lo posible por relacionarnos con el otro psiquismo.

En las relaciones familiares se trataría de erradicar el ego, de apostar por la confianza absoluta y el
derramamiento incondicional, de practicar siempre el hau. En un segundo nivel confianza relativa y
derramamiento según bucles, pero siempre apostando por el hau. En el mundo en general, apostar
por la existencia del sistema empático del otro y arriesgar siempre tendiendo puentes de empatía.

Cuanto más espacio social podamos abarcar sin el ego, desde y con el psiquismo no egótico, es decir
en estado de confianza y en base al hau, más estamos contribuyendo a la recuperación individual y
social. El camino de la recuperación es vivir utilizando el ego lo menos posible y con la monedita del
alma lo más posible. Tod@s podemos contribuir a restaurar un paradigma social de paz y armonía.

Es la luz que vemos al final del túnel y que nos guía en todos los ámbitos y en todos los niveles de
nuestra actividad.

Decía Camus (12) que el fin no justifica los medios, sino que son los medios los que determinan el
fin. Decía también que hay dos estrategias, la del tifón y la de la savia. Yo no sé si a veces es
inevitable aplicar la estrategia del tifón o cuándo hay que aplicarla; de lo que sí estoy segura es que
es del todo imprescindible aplicar de forma constante la estrategia de la savia.

La Alberca, febrero 2017


NOTAS

(1) Por ’sistema empático’ entiendo el conjunto de fenómenos orgánicos que producen pulsiones, emociones
y sentimientos de empatía hacia otros seres vivos. Para entendernos más concretamente, utilizo el término
‘empático’ para hablar del aspecto social del sistema, mientras que ‘libidinal’ para hacer referencia a su aspecto
psíquico; y ‘sexual’ para incluir también su aspecto fisiológico. Pero son tres aspectos de un mismo sistema
orgánico, y las palabras apenas pueden delimitar unos aspectos de otros (por ejemplo, las descargas de
oxitocina que es un indicador de la actividad del sistema, se producen en relaciones sociales tales como una
merienda de amigas, en relaciones íntimas, etc.)

(2) Sánchez Romeralo, “El Villancico”, ed. Gredos, 1969.

(3) Manuel Ansede, “Por qué se quiere a un perro”, El País, 18.4.2015

(4) Citado por Marcel Mauss en: “Essaie sur le don”, PUF 2007; extraído de “L’Année sociologique” 1924-25, t
1. Hay una traducción en castellano: “Ensayo sobre los dones. Motivo y forma de intercambio en las
sociedades primitivas”, en ‘Sociología y Antropología, ed. Taurus, 1981.

(5) Humberto Maturana, “El árbol del conocimiento”, ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1986. Francisco Varela,
“Principles of biological autonomy”, Elsevier. Nueva York,1979.

(6) Michael Balint, “La Falta Básica”, ed. Paidós, Barcelona 1993. Primera publicación. Londres y Nueva York,
1979

(7) Nils Bergman, “Le portage Kangaroo”, Les dossiers de l’allaitement, Leche League France nº 6,
18.03.2005. “Restoring the original paradigme”, www.kangaroomothercare.org, 2002.(8) Citados por
Bergman:
A.N.Schore The effects of early relational trauma on right brain development, affect regulation, and infant mental
health; ‘Infant Mental Health Journal’, 2001; 22 (1-2): 201-69.
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Christensson K, Cabrera T, Christensson E, Uvnas-Moberg K, Winberg J. Separation distress call in the human
neonate in the absence of maternal body contact. Acta Paediatr 1995 ; 84(5) : 468-73.
Hofer MA. Early relationships as regulators of infant physiology and behavior . Acta Paediatr Suppl. 1994 Jun ;
397 : 9-18.Lozoff B, Brittenham GM, Trause MA, Kennell JH, Klaus MH. The mother-newborn relationship: limits
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Michelsson K, Christensson K, Rothganger H, Winberg J. Crying in separated and non-separated newborns :
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and Development 1998 ; 21 April 1998 (Special ICIS Issue) : 86.
Rosenblatt JS. Psychobiology of maternal behavior : contribution to the clinical understanding of maternal
behavior among humans. Acta Paediatr Suppl 1994 ; 397 : 3-8.

(9) Lloyd de Mause, “The Neurobiology of Childhood and History” y “War as righteous Rape and
purification” www.psychohistory.org

(10) Según el escritor marroquí Mahi Binebine: “La palabra ‘hogra’ es intraducible a las lenguas románicas. Es
un sentimiento que conjuga el desprecio y la arrogancia del dominador con la impotencia temerosa del
dominado. Un sentimiento ancestral heredado del feudalismo y que el periodo colonial no hizo otra cosa que
reforzar”. Citado por Ignacio Cembrero, “La Revolución de la dignidad”, El País, 11.02.2011.
(11) Amparo Moreno, “El arquetipo viril protagonist de la Historia”, laSal editions de les dones, Barcelona, 1986.

(12) Albert Camus, “L’homme révolté”, ed. Gallimard, 1ª publicación

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