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So11 muchas las consultas que los psicoanalistas recibimos por niños
que presentan pertnrbaciones en el control de esfinteres, tanto del vesi-
cal como del anal.
Reflexionar sobre este tema y elaborar algunas hipótesis nos puede ser
útil para encarar esos tratamieiltos, en los que es habitual que se presen-
ten varias dificultades.
Uno de los problemas con el que nos enfrentamos es la hostilidad que
tanto la eilnresis como la encopresis despierta en los adultos. Es habitual
que se suponga que los niños lo hacen "a propósito", para atacar a los
padres. Y también suele suceder que el niño resuelva durante el trata-
miento muchos conflictos, pero que el síntoma sea reacio a desaparecer.
Muchas veces, parecería que aquello qne lo determina debería ser pensa-
do como si fueran las capas de una cebolla, en el sentido de complejos
que se desarman dejando lugar a otros, más arcaicos.
El sufrimiento psíquico en los niños e Beatriz janin
Asá como los animales suelen marcar el territorio propio con sus excre-
mentos y su orina, el niño h n d a en el acto de evacuar un doble de sí, por
proyección de un sí-mismo, un afuera que se constituye como tal y se
delimita. Acto que implica la demarcación de un territorio. Territorio de
lo propio-ajeno (o de lo propio que se vuelve ajeno).
El aprendizaje del control de esfinteres es una situación vincular, en la
que la relación madre-hijo juega un papel fundamental. La tolerancia a
postergar un placer, así como a perder algo propio y valioso, se ponen en
juego.
Y sabemos que sólo se renuncia a un placer si se consigue otro placer
a cambio.
El niño supone que el control esfinteriano es una arbitrariedad de la
madre, una norma que la madre impone a su capricho. A la vez, sabemos
que ella está aplicando una norma colectiva, que posibilitará al niño la
inserción en un mundo social.
Pero el control esfinteriano puede no ser vivido como un logro, como
una adquisición cultural que refuerza la valoración de sí, sino como una
doble pérdida, tanto en relación al erotismo como al narcisismo. En ver-
dad, supone tanto la restricción de un placer erótico como de una satis-
facción narcisista.
Comenzaré hablando de las dificultades en el control del esfinter anal
para luego tratar brevemente el tema de la enuresis.
desempeña el papel de 51% órgano activo para esta hltima, se comporta como
el pene hacia la membrana vagina2 y deviene, por as; decii, p?flecz~rsora de
aquel en la época de la cloaca. La entrega de la caca a favor de (por amor
de) o t r a persona se convierte a su vez en el aquetipo de la castración, es el
py.imer caso de renuncia a una parte del cuerpo propio para obtener el favor
de otro amado. En consecuencia, al amor -en lo demhs, narcisista- por su
pene no le falta wna contribución desde e2 erotzsnzo anal. La caca, el hzjo, el
pene dan as; por resultado una unidad, ím concepto inconsciente -sitvenia
verbo- e1 de lo pequeño separable del cuerpo" (Freud, 1918,77/78).
En Sobve las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal
afirma: "En torno a la defecación se presenta para el niño una primera
decisión entre la actitud narcisista y la del amor de objeto. O bien entrega
obediente la caca, la 'sacrifica' al amor, o la retiene para la satisfncció~z
autoerótica o, más tarde, para afirmar su propia voluntad. Con e n a hlti-
ma decisión queda constituido el desa5'o (terquedad) que nace, pues, de
una porjca narcisista en el erotismo anal" ( S . Freud, 1917, 120).
Remarco: erotismo anal, heces como regalo, conflicto entre el amor
narcisista y el amor de objeto, pero también la entrega de las heces como
arquetipo de la castración.
S. Ferenczi (1927) plantea que las dos situaciones traumáticas educati-
vas claves son el destete y el control de esfinteres. Afirma que las heces
representan un "intermediario" entre sujeto y objeto y habla de una
"moral de los esfinteres". Es interesante observar cómo el niño que no
controla sus esfinteres es mirado como alguien que desafía la moral.
1..Abraham (1924) distingue dos fases en el interior del estadio sádi-
co-anal: en la primera, el erotismo anal está ligado a la evacuación, y la
pulsión sádica a la destrucción del objeto; en la segunda, el erotismo anal
se liga a la retención y la pulsión sádica al control posesivo.
A. Green (1990) considera que la regresión anal conduce a la deses-
tructuracióil del pensamiento, porque la excitación insuficientemente
ligada ataca a los pensamientos y es proyectada al exterior de un modo
tan violento que no puede ser ni reintroyectada ni metabolizada. Aquí
podemos ya plantear la relación (descripta por muchos autores) entre los
contenidos anales y los pensamientos. Y que, así como la retención de las
El sufrimiento psíquico en los niños Beatrizjanin
cuenta, así como la incidencia de una historia familiar con duelos no ela-
l borados ...
!
Viñetas clinicas
F. llega a la consulta cuando tiene ocho años. Sus padres se casan, sien-
do ambos adolescentes, como consecuencia del embarazo de F. Cuando
éste tiene dos afios, se separan y el niño pasa a vivir con los abuelos pater-
nos. F. no parece haber registrado nunca la necesidad de defecar, sino
que se hace encima, sin registro alguno, y no avisa ni antes ni desp~iés.
No se ha detectado ningún problema orgánico. Suele estar sucio, como
en un estado de indigencia. Los padres casi no tienen contacto con él.
Arnbos han armado nuevas parejas y tienen otros hijos. La abuela, que es
la que se ocupa de él, cae en estados de depresión importantes. <F.llora
con el cuerpo lo que no puede poner en palabras? <Ydesfallece?
A. llega a la consnlta a los diez años. Sus paclses están en plena separa-
ción y su madre ha decidido irse a vivir al extranjero con una nueva pare-
ja. Él queda en Buenos Aires con su padre, con el que tiene una mala
relación. En ese momento comienza a "hacerse en los pantalones". A. <se
dio por muerto y deja caer sus heces como supone que fue "dado por
muerto" por la madre? <Esel vínculo con ella y la dificil relación con el
padre (que lo denigra) lo que expresa a tiz~résde su incontinencia? A. no
puede quejarse ni sentir odio. Se calla, entra cn un estado de "depresión
corporal" y repite con el cuerpo la vivencia traurnática.
En ambos casos son niños que no pueden realizar el duelo. Quedan
repitiendo compulsivamente un estado en el que el objeto se va sin que
se pueda hacer nada para retenerlo.
Hay una especie de hemorragia: se pierde sin poder detener ni contro-
lar la pérdida. Son casos en los que no hay control alguno de las propias
heces. Es una suerte de desfallecimiento psíquico, de situación de muer-
te en la que todo se escapa y el orificio anal queda como lugar de puro
pasaje, en una suerte de drenaje permanente. La hemorragia narcisista se
despliega como diarrea permanente. En el punto mismo en que debería
constituirse el objeto en la expulsión, se mantiene una indiferenciación
absoluta.
En ambos casos, las madres fueron hijas adoptadas que desconocían la
adopción (fue un familiar el que informó de este hecho) y al abandonar
al hijo repetía11 compulsivamente un abandono sufrido. El secreto de la
Encopresis y enuresis
cia absoluta de la mirada de otro (como en los casos en que el niño sien-
te que es el otro el que domina el propio cuerpo). Si el niño se supone
un producto de otro y se representa a sí mismo colgando de ese otro
como de un frágil hilo, es posible que viva la pérdida del objeto-sostén y
la ruptura del hilo como la concreción de sus fantasías de "ser defecado",
expulsado y como quiebre de todo registro de sus sensaciones (¿quiebre
del registro de sí, como en el caso de A.?).
La pulsión de dominio fracasa tanto en la vuelta sobre sí, el dominarse
a si mismo, como en el intento de dominar al objeto que se pierde. A
veces, esto va acompañado de una cierta inestabilidad motriz, como efec-
to de la no-constitución o de la pérdida de la representación motriz de sí
mismo. En tanto la motricidad aloplástica está "montada" sobre el ero-
tismo anal, en estos casos aparece una pérdida del control motriz ligada
a la pérdida del control de los excrementos y del esfínter anal.
Pienso que en algunos de estos niños la encopresis es el equivalente
corporal de una depresión o quizás su negativo, en tanto no hay duelo,
sino repeticióii de la pérdida. Podemos afirmar que se da una falla en la
simbolización y en la elaboración del duelo y que el niño q ~ ~ e inunda-
da
do de sentimientos de abandono frente a los que pierde el dominio de
El sufrimiento psíquico en los niños e Beatriz janin
A diferencia de los niños que "pierden", otros niños que "se hacen
encima" registran la necesidad de evacuar y eligen un lugar y un modo
para satisfacerla.
Lo que va a predominar es la hostilidad, la agresión manifestada con el
cuerpo. Cuando es posterior a situaciones de pérdida (a veces mudanzas,
cambios en la situación familiar), el duelo se transforma en ataque al
mundo. Todo objeto es aniquilado en el juego aniquilar-aniquilarse.
En estos niños, el desafio furioso es el afecto predominante en la expul-
sión. Pero después, el niño queda expuesto a una situación de humilla-
ción y vergüenza.
Estos niños, a los que podemos llamar "tira-bombas", atacan y ensucian
a la vez que quedan ensuciados y bombardeados por sus propios produc-
tos. Un "ensuciar" que muestra la dualidad de la hostilidad y la realiza-
ción de los deseos incestuosos ("hacer caca" en el cuerpo materno).
La estructuración del cuerpo parece armarse en torno al ano.
La relación sadomasoquista predomina. El niño se ubica con relación
a una madre todopoderosa que quiere apoderarse de sus excrementos,
robárselos y a la que él ataca ensuciándola, a la vez que ese "ensuciar" es
una expresión del amor incestuoso. U n amor que supone "fecalizar" al
objeto. Amor-odio al que el medio suele responder de un modo violen-
to, hostil.
Es frecuente encontrar en estos niños historias de violencias.
Generalmente, son niños hiperactivos, oposicionistas, que desafian toda
norma.
Las defensas que predominan son la desestimación y/o la desmentida
de los imperativos categóricos. Hay un desafio a aquello que supone una
imposición arbitraria de una madre-padre poderoso y exigente. Así, la
prohibición del incesto y todas las normas derivadas de ella pueden ser
desestimadas o desmentidas.
S. Freud relaciona el desafio, como terquedad, con la decisión de rete-
ner las heces para afirmar la propia voluntad y dice que es efecto de "una
porfia narcisista en el erotismo anal" (S. Freud, 1917, 120).
El sufrimiento psíquico en los niños e Beatriz janin