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Alejandro Segundo Lorenzo. Unidad 1 Actividad 1.

En el Renacimiento surge la idea de que el hombre es un microcosmos: es su voluntad ser <<[...]


una piedra... un vegetal... puede ser tan bestial como una fiera... pero también semejarse a un dios>>
[1]. Una frase sorprendente que aparece en el libro es que <<[...] la naturaleza del hombre es posterior a
su hacer, a su elección libre, y no anterior>> [2].

La naturaleza del hombre según los hombres del Renacimiento es de esta manera activa, en
comparación con la de los animales, que es pasiva pues no hacen otra cosa que lo que marcan el
entorno y sus instintos y las Leyes del Mundo; en el hombre su voluntad ha hecho que cambie su
entorno para aproverchar sus recursos y ha hecho sus propias Leyes de sus Propios Mundos. <<El
hombre puede ser lo que quiera>>, se dijo hace ya quinientos años. Es una frase de dos filos. Es una
frase que hay que reflexionarse. En el siglo XXI permanece fresca y vigente: seguimos en la era del
individuo, el mundo está en manos de unos desconocidos pero innegables individuos, lo que vale es la
autorealización del individuo.

La cultura, nos dice Villoro, se hace con <<conocimiento racional de las leyes naturales para
poder dominar sus efectos>> y con <<fuerza transformadora>> que sale de la razón, es decir, con
Studium y Virtus [3]. El Renacentista Leonardo Da Vinci da otra dupla para referir que el hombre es
dueño de su entorno: se vale del ojo como <<símbolo de la contemplación intelectual y la mano como
instrumento de trabajo>>[4]. La cultura es eso que nos separa de los animales. Algo que también nos
separa de los animales es que entre hombres y mujeres hay reglas. El deber seguirlas o no es algo moral
y lo moral es algo también exclusivamente de los humanos. Hoy día, se percibe cierta tensión porque no
solo somos extraños a los animales sino a la naturaleza misma y digo esto porque estamos destruyendo
al planeta Tierra. Según la lectura pareciera que en el Renacimiento aún se sentía esta gallardía y
potencia asociada a los grandes animales y a la vida: fuerte como un león, soy una montaña, etc. Y así
Luis Vives en su <<fábula del hombre>> desata de manos al hombre de la edad media y lo invita a
representar en este teatro de la vida a animales , humanos y dioses por igual [5].

En el Renacimiento se llega a la temeridad de contraponer a la voluntad de dios, la del hombre.


Así puede escribir y reescribir su propia historia pues no hay ley no hay nada propio no hay guía. Escribe
su historia porque busca un <<espejo que revele su rostro>>. La historia que escribe quiere que sea
<<espontánea y natural>> como la naturaleza que crece alrededor de él pero que ya no quiere ver [6].
También la escribe porque alguien debía dejar constancia de la <<crisis de la conciencia europa>>,
aquellá que cambió los <<patrones de nuestro pensamiento>> en Occidente al pasar de <<la teoría a la
praxis, de la scientia contemplativa a la scientia activa et operativa, la cual transformó al hombre de
espectador en dueño y señor de la naturaleza>> [7].
Para G. Simmel, hombres y mujeres somos <<seres de la diferencia>> pues nuestra conciencia y
sentidos pueden ser estimulados por la <<rápida aglomeración de imágenes cambiantes >>. Nos
sentimos atraídos por la <<imprevisibilidad>> que dichas imágenes imponen [8]. Al igual que el individuo
, <<la gran ciudad reside más allá de sus fronteras>> pues es la <<suma de los efectos que se extienden
espacial y temporalmente a partir de [ella]>>. Esto es así porque en la Ciudad pesa más lo intelectual y el
entendimiento, y se degrada la sensibilidad. Esa sensibilidad que se puede hallar en lo que no es
hiperciudad y que tiene que ver con la <<uniformidad de costumbres ininterrupidas>> y hasta con lo
<<senso-espiritual>> que puede ofrecer la naturaleza [9].

La búsqueda y el acrecentamiento de la cultura se confunde con una lucha contra la naturaleza.


Con su libre albedrío los humanos hacen camino al andar y a veces ellos mismos se hacen una zancadilla:
transforman su entorno, la naturaleza, en pos de su aprovechamiento y habitación y ya logrado esto
ahora se busca como para ornamentar <<la especifidad e incomparabilidad que en definitiva posee toda
naturaleza>>. Como un círculo vicioso: se destruye eso que se ama. Si se combina la era del individuo con
los seres de la diferencia se obtiene el <<genial comediante>> multifacético del Renacimiento o bien el
urbanita moderno que opta por << las rarezas más tendenciosas... [por las] extravagancias>> [10].

El autor afirma que en el siglo XVIII, un siglo que sin pérdida de generalidad puede llamarse aún
Renacentista o heredera del Renacentismo, hombres y mujeres rompen esas ataduras que había con el
antiguo régimen (feudalismo, amos y esclavos, dioses y esclavos), y también quieren romper con las
ataduras hacia el otro. Eso hace que surjan incluso distintos tipos de cultura: una personal y otra
colectiva: lo que el autor llama cultura subjetiva y objetiva, respectivamente [11].

Con la relectura del artículo, nos damos cuenta que el hombre ha escrito la Historia con una
especie de velo llamado espítiru objetivo, ese deber ser que está más allá del individuo, que se
institucionaliza, del que creo no se puede escapar porque de lo que se habla es de la Libertad y la
Igualdad. Aunque la Historia no tiene que escribir de espíritus sino de los hechos de hombres y mujeres.
La cultura del hombre no es solo la lucha contra la naturaleza sino también contra las otras culturas de
los hombres, y bien dice el autor que la función de la Ciudad, pues lo moderno es la punta de lanza de
esta lucha, es ser un lugar adecuado para estas luchas: el hombre contra lo otro y el hombre contra el
otro.

Referencias:

[1] Villloro, Luis (1992). El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento. Fondo de Cultura Económica, p. 25.

[2] Op. Cit., p. 28.

[3] Op.Cit., p. 36.

[4] Idem.

[5] Op.Cit., p. 31.

[6] Op.Cit., p. 42.


[7] Koyré, Alexandre (1999). Del mundo cerrado al universo infinito (traducción de Carlos Solis Santos). Siglo XXI Editores S.A.,
p.1.

[8] Simmel, George (2001). El individuo y la libertad. Ensayo de crítica de la cultura. Las grandes urbes y la vida del espíritu.
Revista de estudios sociales, (10), p. 107. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=81501013

[9] Op. Cit., p. 108.

[10] Idem.

[11] Op. Cit., p. 109

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