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CAPITULO IV

EL APARATO PSÍQUICO

1.- PRIMEROS ANTECEDENTES

El término “aparato” viene del latín apparatus


que significa: reunión de lo que se necesita para
un fin, conjunto de instrumentos para hacer un
trabajo; conjunto de órganos que concurren a
una misma función. Bajo la referencia de aparato
psíquico Freud sugiere la idea de una cierta
disposición u organización interna, atribuyendo
diferentes funciones a lugares psíquicos
específicos, asignándoles un orden.

Los primeros antecedentes se encuentran en


“El proyecto de Psicología” de 1895, en la Carta
52 de 1896 y en el capítulo VII de ¨La
interpretación de los sueños¨ de 1900. Luego
pasaron quince años hasta la producción de los
principales escritos metapsicológicos (1915), su
revisión con la formulación de la pulsión de
muerte (1920) y así culminar con una segunda
tópica (1923). Dada la importancia de los
antecedentes, realizaremos una síntesis de los
mismos.

1.1.- El Proyecto de Psicología

Para abordar el tema sobre el funcionar del


aparato psíquico nos referiremos primero a
algunos conceptos del "Proyecto de una
Psicología para Neurólogos" o "Proyecto de
Psicología" (Entwurf einer Psychologie) de 1895,
titulaciones aportadas por sus traductores pues
su versión original no llevó título.
¿Qué es el proyecto? El Proyecto se
constituye como una respuesta acerca del
estatuto del inconsciente en relación a la idea
del conocimiento científico de la época. En el
“Proyecto” se define la primera construcción de
un espacio para el funcionar del inconsciente.

¿Es el psicoanálisis una ciencia o una mera


conjetura? Freud intenta, desde las coordenadas
de la ciencia de su tiempo, formalizar sus bases
conceptuales. En la introducción dice
explícitamente:

la intención de este proyecto es hacer de la


Psicología una ciencia natural.1

A raíz de este planteo, nace el esquema del


aparato psíquico que se soporta en un modelo
neurológico con aportaciones de la física. Lo
significativo es que las elucidaciones sobre el

1
Freud, S. “El proyecto de Psicología Científica”. Sigmund Freud Obras completas. Amorrortu. Buenos
Aires. 1976. Vol. I. Pág. 339.
funcionamiento del mismo son vigentes hasta la
actualidad.

El “Proyecto” funcionó en tanto tal, como


proyecto de investigación, sus hipótesis se
desarrollan a lo largo de toda la obra freudiana,
siendo la piedra fundamental de los textos
metapsicológicos.

En la Carta N° 24 de su correspondencia con


Fliess, comenta sus ambiciones: primero,
averiguar qué forma cobrará la teoría del
funcionamiento psíquico si se introduce en ella
un enfoque cuantitativo, “una especie de
economía de la energía nerviosa”; segundo,
extraer de la psicopatología aquello que pueda
ser útil para la psicología normal.2 Algunas
semanas después de terminar la escritura del
texto, en la Carta N° 32, comentada por James

2
Strachey, J. “Introducción” al “Proyecto de Psicología”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág.
326.
Strachey, refiere que todos los elementos del
sistema nervioso se ordenan en una “máquina”
donde los engranajes se ajustan unos a los otros
[…]. Los tres sistemas de neuronas, los estados
libres y ligado de la cantidad, los procesos
primario y secundario, la tendencia principal y la
tendencia de compromiso del sistema nervioso,
las dos reglas biológicas de la atención y la
defensa, los signos de cualidad, realidad y
pensamiento, el estado de los grupos
psicosexuales, el condicionamiento sexual de la
represión y, finalmente, las condiciones de la
conciencia como función perceptiva, ¡todo esto
concordaba y concuerda todavía hoy! Es natural
que no quepa en mí de alegría”.3

Se trata de un aparato dotado de tres


sistemas de neuronas que tiene la capacidad de

3
Strachey, J. “Introducción” al “Proyecto de Psicología”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág.
328.
transmitir y transformar cantidades de energía.
La ley fundamental del aparato tiene que ver con
el Principio de Inercia Neuronal, o sea, la
tendencia natural de las neuronas de liberarse de
toda cantidad psíquica, de todo Qń, por medio de
una respuesta refleja. A esta experiencia, Freud
le da el nombre de “Experiencia de Satisfacción”
pues la caída de tensión, la descarga, genera la
satisfacción de la necesidad (placer).

Acerca de la proposición principal, la


cuantitativa, realizará una diferencia importante
que precede al concepto de pulsión. Denomina Q
a la cantidad en general de la excitación
neuronal, teniendo el mismo orden de magnitud
que las cantidades del mundo externo,
compuesta por estímulos frente a los cuales se
puede huir. Y, Qή a la cantidad cuyo orden de
magnitud es el intercelular o “cantidad psíquica”,
correspondiendo a una excitación de la que no se
puede huir.

Es evidente que Freud utiliza conocimientos


de la Física, especialmente de las teorías
desarrolladas a mitad del siglo XIX sobre la
termodinámica, 4 que postulan dos modos de
energía: la energía libre, dispuesta para la
realización de un trabajo –capacidad que siempre
irá disminuyendo-, y la energía entrópica, como
parte de la energía que no se transforma en
trabajo sino que queda combinada en forma de
calor en los cuerpos y que tiende a aumentar.
Estos conceptos se vislumbran en la
construcción freudiana pues construye un
aparato psíquico con dos niveles de energía: Icc
(inconsciente) de energía libre, donde hay mayor

4
Desarrolladas por Julius Von Mayer, Nicolás Léonard Sadi Carnot, Rudolf Julius Emmanuel
Clausius, Josiah Willard Gibbs, entre otros. Las mismas establecen principios tales como la
conservación de la energía, la degradación de la energía y la acumulación entrópica de energía,
considerando que el universo contiene una cantidad de energía fija y constante, que tiende
permanentemente al máximo de entropía.
nivel de fluencia energética siendo inestable, y,
Prcc-Cc (preconsciente-conciente), de energía
ligada, donde la energía tiene poca fluencia y es
más estable. La diferencia de estos niveles
posibilita el trabajo psíquico que, desde el punto
de vista cuantitativo, implica la fluencia de
energía libre a ligada. Estos niveles en el aparato
psíquico se producen a causa de la represión,
cuya función es impedir la libre fluencia y
aumentar el potencial energético.

Freud supone tres funciones psíquicas que


adjudica a tres tipos de neuronas diferentes, que
se organizan en una serie ordenada: Phi (ф), Psi
(Ψ) y Omega (ω). ¿Cuál es su dinámica? La
propuesta freudiana es novedosa pues sigue una
lógica particular, la de calcular una función desde
los efectos. De este modo explicita que la función
de Omega es transmitir al sistema Psi signos de
cualidad que son proporcionados por sus
transformaciones. Permiten a las neuronas Phi
distinguir lo que es una percepción de lo que es
un recuerdo. O sea, en un a posteriori, la
distinción en Phi se logra como efecto de las
transformaciones que se produzcan en Omega.
Para explicitar el funcionamiento de Omega,
Freud apela al concepto de “período”, que está
en relación al tiempo de paso de Qή. Las
neuronas Omega son incapaces de recibir Qή,
pero en compensación se apropian del “período”
de excitación. Esta afectación por un período
(intervalos, aumentos, disminuciones, etc.), con
un mínimo de presencia de Qή, modula
fundamentalmente la conciencia, haciendo
referencia al factor tiempo. Se trata de una
temporalidad discontinua o periódica, que no es
una cantidad, es una “pura cualidad”.

Desde el punto de vista económico, en el


proceso primario, la energía se denomina libre o
móvil, en la medida en que fluye hacia su
descarga del modo más rápido y más directo
posible; en el proceso secundario, se encuentra
ligada, en la medida en que un movimiento hacia
la descarga se halla retardado y controlado.
Desde el punto de vista genético, el estado libre
de la energía precede, según Freud, al estado de
energía ligada, siendo este último característico
de un grado más elevado de estructuración del
aparato psíquico. El proceso primario tiende a
encontrar una percepción idéntica a la imagen
del objeto resultante de la experiencia de
satisfacción, y el proceso secundario, la identidad
buscada es la de los pensamientos entre sí.5 Por
ejemplo, el sueño es territorio del proceso
primario; la vigilia, la atención, el raciocinio y el
lenguaje serán dominio del proceso secundario.

5
Laplanche, J y Pontalis, J. Diccionario de Psicoanálisis. Labor. Madrid. 1972.
El sistema Phi es responsable de la
percepción, y como el principio de placer está en
relación a la percepción, el proceso primario se
corresponderá con la identidad de percepción. El
sistema Psi compone al Yo y a la función de la
atención, y el sistema Omega a la conciencia.

El proceso sería en términos generales el


siguiente: Llega un estímulo, el mismo carga el
primer sistema de neuronas Phi por encima del
nivel cero de energía, planteando una dificultad:
¿Cómo puede ser que la neurona responda a un
estímulo desde un nivel cero? Temática que lo
lleva a Freud necesariamente a recurrir a dos
principios: de Constancia y de Inercia neuronal.6
A partir de ellos se puede suponer que si se
produce la entrada de un estímulo, la neurona se
carga por encima del nivel de reposo con una

6
El Principio de Constancia postula que habría una cierta energía neuronal que es indispensable
para su condición de vida, y el Principio de Inercia neuronal supone un nivel energético de reposo
que tiende a mantenerse constante.
tensión adicional que se denomina “Estado de
Tensión” y que se registra como displacentero.
¿Qué hace el sistema sobrecargado? Tiende a
reencontrar el nivel de reposo original realizando
una transferencia energética, buscando
restablecer su equilibrio, tratando de eliminar la
tensión, derivando la energía a través de la
motilidad puesta en ejecución por el sistema
Omega. La fuente del estímulo puede ser tanto
exógena como endógena respecto del aparato
psíquico (no del cuerpo) y el camino por donde
llega la tensión -vía aferente- no es el mismo que
el de descarga -vía eferente- .

¿Qué consecuencias podemos extraer de


estas consideraciones? Este circuito pasaría sin
pena ni gloria sino se produjese algún
almacenamiento en el Yo de los datos que se
procesan en la experiencia. De este modo cobra
sentido el sistema Psi o mnémico, dado que su
función específica será conservar los datos
procesados en el circuito de entrada y de
descarga de la tensión. Este circuito articula tres
funciones o registros: Huella mnémica, imagen
mnémica y vivencia de satisfacción. La primera
es la huella mnémica, que es la huella de la
tensión inscripta por la necesidad. La segunda, la
imagen mnémica, es la imagen del objeto con el
cual se alcanza la aparente satisfacción. En
tercer lugar, la vivencia de satisfacción es la que
articula ambas relaciones. Veamos el ejemplo
más simple que ofrece Freud: si el bebé tiene
hambre se produce un estado de tensión, y se
establece una huella mnémica de necesidad. Si
la madre le da el pecho, este cumple la función
de objeto de satisfacción y se inscribe en Psi,
como imagen mnémica. De este modo se diluye
el estado de tensión y se inscribe una vivencia de
satisfacción. Consecuencia: cuando el bebé tiene
el primer desequilibrio endógeno (por ej. caída de
la glucosa en la sangre) se produce una
necesidad alimenticia, desconociendo qué es lo
que va a producirle la superación de esa
necesidad. Producido el encuentro boca-pecho,
el pecho pasa a convertirse en el objeto de
satisfacción. Cuando el bebé llora porque tiene
hambre, no llora por llamar a la madre, pero la
llegada de la madre con el pecho nutricio - que
cumple la función de una acción específica como
un “auxilio ajeno” - establece una inscripción a
partir de la cual, el llanto, pasa a convertirse en
una llamada, es decir, por un efecto retrospectivo
el llanto dejó de ser una mera descarga para
convertirse en un pedido, un llamado, una
demanda.

Tomaremos algunos fragmentos de la Parte I


del “Proyecto”, pues hay consideraciones
fundantes tales como la vivencia de satisfacción
y dolor, los afectos y estados de deseo, la
defensa primaria (represión), das Ding, la
conformación del núcleo del yo, el proceso
primario y secundario, el complejo del prójimo, la
función de juzgar (juicio primordial) y pensar.

Freud denomina “vivencia de satisfacción” a


una experiencia de valor fundamental -no es la
descripción de un acontecimiento- que establece
el modo en que se constituye el desear, sobre la
base de la articulación entre vivencias en el
propio cuerpo y el pensar, como operación
constituyente de nexos, de ligaduras. La imagen
perceptual del objeto satisfaciente, la imagen
motriz de desinvestidura ligada a la satisfacción y
los registros de la tensión, se articulan de
acuerdo a una ley fundamental de asociación por
simultaneidad. Retrospectivamente, el estado de
tensión queda inscripto como vivencia de
displacer y la diferencia entre la vivencia de
placer y displacer queda mediatizada por la
huella mnémica del objeto satisfaciente,
tratándose de una inscripción de diferencia.

La vivencia de satisfacción genera una


facilitación entre dos imágenes-recuerdo y un
núcleo investido en estado de esfuerzo (Drang).
Con la descarga de satisfacción una cantidad es
drenada de las imágenes-recuerdo. Con el
reafloramiento del estado de esfuerzo o deseo, la
investidura traspasa sobre los dos recuerdos y
los anima.7

La vivencia de satisfacción funda el circuito


del deseo que, en ese momento lógico de
constitución del aparato psíquico, consuma su
realización alucinatoriamente, teniendo en cuenta
que la deducción freudiana llega a formalizar que

7
Freud, S. “Proyecto de Psicología”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 364.
la investidura-deseo primaria también es de
naturaleza alucinatoria.8 Así como la vivencia de
satisfacción esta relación a una disminución del
nivel de tensión (Qή) del aparato, existe una
“vivencia de dolor” o de displacer si el mismo es
hipertrófico (cuantitativamente), y es sentido
como displacer (cualitativamente). Cuando la
imagen mnémica del objeto ligado al dolor y
displacer –objeto hostil- es de algún modo
investida nuevamente, se produce un estado que
contiene displacer y la inclinación a la descarga
corresponde a la vivencia de dolor.

Merced a la vivencia de dolor, la imagen-


recuerdo del objeto hostil ha conservado una
facilitación privilegiada […] en virtud de la cual se
desprende entonces displacer en el afecto. […] el
desprendimiento de displacer puede ser

8
Ibídem. Pág. 386
extraordinario con una investidura ínfima del
recuerdo hostil.9
Freud incluye la referencia a “vivencias”,
entendidas como “restos”, señalando dos: los
afectos y los estados de deseo. En ambos
supone una variación de la cantidad: en el afecto
por desprendimiento repentino, en el deseo por
sumación.10 Ambos estados son de máxima
significación para el decurso de la función
psíquica, pues dejan como secuela la tendencia
a la repetición (“motivos compulsivos”) en
relación al estatuto del objeto en tanto perdido.

Cuando el estado de deseo inviste de nuevo el


objeto-recuerdo y entonces decreta la descarga
[…] la satisfacción por fuerza faltará, porque el
objeto no tiene presencia real sino sólo en una
representación-fantasía. 11
9
Ibídem. Pág. 364-65.
10
Ibídem. Pág. 367.
11
Ibídem.
El estado de deseo deriva en una atracción
hacia el objeto de deseo (su huella mnémica); de
la vivencia de dolor resulta una repulsión a
mantener investida la imagen mnémica hostil.
Son estas la atracción de deseo primaria y la
defensa primaria […] o represión (Verdrängung,
«esfuerzo de suplantación y desalojo») […] a las
vivencias primarias de dolor se les puso término
mediante defensa reflectoria.12
¿Cómo se lleva adelante la defensa
primaria? Freud elucida que entre la atracción de
deseo y la represión, se forma una organización

cuya presencia perturba decursos que la primera


vez se consumaron de manera definida (o sea,
acompañados de satisfacción o de dolor).
Esta organización se llama el «yo», […]. Cabe
entonces definir al yo como la totalidad de las
respectivas investiduras […] el afán de este yo
12
Ibídem.
tiene que ser librar sus investiduras por el camino
de la satisfacción, ello sólo puede acontecer
influyendo él sobre la repetición de vivencias de
dolor […] por la inhibición […] la defensa primaria
será tanto más intensa cuanto más intenso sea el
displacer.13
Las investiduras del objeto-recuerdo son
siempre complejos representacionales14,
denominados “complejos-percepción” que se
conforman con dos elementos o “ingredientes”:
“la cosa del mundo” –das Ding- que permanece
idéntico, y su “predicado”, actividad o propiedad,
que casi siempre varía. Este complejo
representacional conforma la representación-
cosa que consiste en la investidura, no de la
imagen mnémica de la cosa, sino de huellas
mnémicas más distanciadas y derivadas de ella.
Su inscripción se efectúa en una articulación
13
Ibídem. Pág. 369.
14
Ibídem. Pág. 373.
entre la serie presencia-ausencia con la serie
placer-displacer, conformando complejos
perceptivos que muestran dos fragmentos: uno
que se presta al trabajo de discernimiento
(predicado) y otro que se sustrae a ese trabajo
(das Ding). Uno corresponde a las variaciones
que pueden comprenderse mediante trabajo
mnémico a noticias del propio cuerpo; sobre
estos elementos, denominados “predicados”, es
posible establecer identificaciones. El otro
fragmento, el núcleo invariable constante e
irreductible como tal, se sustrae a la actividad de
discernimiento, en la medida en que, como resto,
corresponde a lo no asimilable. Este punto de
irreductibilidad, es lo que Freud sitúa como das
Ding conceptualizando su imposibilidad de
representación. La cosa –das Ding- se constituye
sobre la base del complejo del semejante como
su núcleo. Desde todo punto de vista es
interesante notar que la representación-cosa, se
constituye en la tentativa de representar lo
imposible de inscribir en relación al prójimo.

Un prójimo […] un objeto como este, es


simultáneamente el primer objeto-satisfacción y
el primer objeto-hostil, así como el único poder
auxiliador.15

Luego de analizar las semejanzas y


diferencias de rasgos entre el semejante y el
cuerpo propio, y la asociación de recuerdos
vivenciados, Freud concluye en la concepción del
“complejo del prójimo” (o del semejante)
discerniendo en él dos componentes: el núcleo,
la “cosa del mundo” –Ding-, cuya ensambladura
se mantiene constante, y otro, predicado -Sache-

15
Ibídem. Pág. 376.
que puede ser comprendido por el trabajo
mnémico.16

Otro de los temas importantes desarrollados


en este texto son los modos de funcionamiento
del aparato psíquico en procesos primario y
secundario (desde el punto de vista cuantitativo).
En el caso del proceso primario, la energía
psíquica fluye libremente, pasando sin trabas de
una representación a otra según los mecanismos
de desplazamiento y de condensación, tiende a
cargar plenamente las representaciones ligadas a
experiencias de satisfacción constitutivas del
deseo (alucinación primitiva). El núcleo del
inconsciente consiste en agencias representantes
de pulsión que quieren descargar su investidura,
por tanto, en mociones de deseo. Estas mociones
pulsionales están coordinadas entre sí, subsisten
unas junto a las otras sin influirse y no se
16
Ibídem. Pág. 377.
contradicen entre ellas. Cuando son activadas al
mismo tiempo dos mociones de deseo cuyas
metas son inconciliables, ellas no se cancelan
recíprocamente, justamente porque no existe el
principio de contradicción, ni de negación, ni el de
temporalidad, ni el de espacialidad (los procesos
inconscientes son atemporales y aespaciales).
Tampoco se rigen por la realidad sino que están
sometidos al principio de placer (dado por la
descarga de la tensión del aparato). Su destino
sólo depende de la fuerza que poseen y de que
cumplan los requisitos de regulación de placer-
displacer. El acto inconsciente tiene sobre los
procesos somáticos una intensa influencia
plástica que nunca posee el acto conciente.
Dentro del inconsciente sólo existen contenidos
investidos con mayor o menor intensidad.
Prevalece una movilidad muy grande de acuerdo
a las intensidades de investidura. Por el proceso
del desplazamiento, una representación puede
entregar a otra todo el monto de su investidura, y
por el de condensación, puede tomar sobre sí la
investidura íntegra de muchas otras, como es
fácil de encontrar en la producción de los sueños.
Resumiendo, las características del proceso
primario más destacadas son: condensación y
desplazamiento como modo de funcionar, energía
libre que se desplaza con alta movilidad de una
representación a otra, atemporalidad,
aespacialidad, fuera de lógica al respecto de la
realidad, regido por el principio del placer, su
contenido son las representaciones cosa. La
producción del proceso primario se conoce sólo
bajo las condiciones del soñar y otras
formaciones del inconsciente, por sí mismos no
son cognoscibles.
En el caso del proceso secundario, la energía
es primeramente “ligada”, las representaciones
son cargadas de una forma más estable, existe el
ordenamiento témporo-espacial, y se rige por el
principio de realidad. Es el modo de funcionar del
sistema preconsciente-conciente y su contenido
son las representaciones palabras. El caso más
patente de un funcionamiento “ligado” de la
energía lo proporciona el proceso de
pensamiento, que asocia la elevada carga que
supone la atención al desplazamiento de
pequeñas cantidades de energía, sin las cuales
sería imposible el ejercicio del pensamiento. En
esta teorización Freud encuentra la posibilidad de
crear un juicio, en tanto Urteil (primordial), que
denominará “juicio primordial”.
la capacidad de desentrañar la semejanza que
de hecho existe entre el núcleo del yo y el
ingrediente constante, por un lado, las
investiduras cambiantes y el ingrediente
inconstante, por el otro.17

De este modo el “juzgar” es provocado por la


desemejanza entre la investidura-deseo de un
recuerdo y una investidura-percepción semejante
a ella, y la discordancia proporciona el envión
para el trabajo de “pensar”, que a su vez finaliza
con la concordancia.18 La meta buscada es la
identidad, que es presentada siempre en fracaso,
conduciendo trabajos mnémicos sin meta, con la
característica de ser “movidos por las
diferencias”.19

Para concluir, consideramos que el modelo


del funcionamiento psíquico del “Proyecto de
Psicología”, si bien se trata de un trabajo
expuesto en términos neurológicos, su
originalidad no está en la neurona sino en la
17
Ibídem. Pág. 373.
18
Ibídem.
19
Ibídem. Pág. 376.
articulación funcional que organiza. La neurona
ocupa el lugar de la Vorstellung
(Representación).

1.2.- Esquema preliminar de la Carta 52

En ella le anuncia a Fliess que trabaja con el


supuesto de que el mecanismo psíquico se ha
generado por estratificación sucesiva, que de
tiempo en tiempo el material preexistente de las
huellas mnémicas experimenta un reordenaiento
según nuevos nexos, una ¨retranscripción¨.20
Freud sostiene la tesis de que la memoria no
preexiste de modo simple, sino múltiple,
dependiendo de registros de diversas variedades
de signos, entre los cuales distingue tres,
además de un lugar donde se generan las

20
Freud, S. “Carta 52”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 274.
percepciones y otra para la actividad de la
conciencia.
Siguiendo en la línea del ¨Proyecto”, Freud
sostiene que las diversas trascripciones tienen
portadores neuronales. Dejaremos este sesgo de
lado, pero rescataremos lo esencial del esquema,
en donde se distinguen los cinco espacios como
lógicas del funcionar del aparato.
P: lugar en donde se generan las percepciones a
las que está unida la conciencia (Cc), pero que
no conservan huellas algunas. Recordemos que
conciencia y memoria se excluyen pues el
dispositivo encargado de recibir los estímulos se
agota en ello y no podría disponer de energía
para archivos mnemónicos.
Ps: Signos de percepción, lugar de la primera
trascripción de las percepciones, insusceptibles
de conciencia, y articulada según una asociación
por simultaneidad.
Icc: Inconsciencia, es la segunda trascripción,
ordenada según nexos causales. Las huellas Icc
quizás correspondan a recuerdos de conceptos,
componen las representaciones-cosa- son
también insusceptibles de conciencia.
Prcc: Preconsciencia, es la tercera retrascripción,
ligada a representaciones-palabra.
Cc: Desde el nivel Prcc, las investiduras
devienen concientes de acuerdo con ciertas
reglas. Este nivel es una conciencia-pensar
secundaria porque es posterior en el orden
temporal. Probablemente el trabajo esté anudado
a la reanimación alucinatoria de
representaciones-palabra. Desde la metáfora
neuronal, Freud explica que las neuronas-
conciencia serían también neuronas-percepción y
carecerían de memoria.
Dentro de este esquema, las trascripciones
son sucesivas y constituyen operaciones
psíquicas de épocas sucesivas de la vida. En la
frontera entre dos de esas épocas tiene que
producirse la traducción del material psíquico, en
un proceso en donde cada re-escritura inhibe a la
anterior y desvía de ella el proceso excitatorio,
pero toda vez que la re-escritura posterior falte, la
excitación sigue siendo tramitada. La denegación
de la traducción es aquello que clínicamente se
denomina ¨represión¨. Las peculiaridades de las
psiconeurosis se originan por el hecho de no
producirse la traducción para ciertos materiales.

1.3.- Manuscrito G y M

En el “Manuscrito G” (1895)21 Freud


considera que el vínculo con la realidad exterior
se formula a través del aparato perceptual
mediatizado por un conjunto de representaciones

21
Freud, S. Manuscrito G. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 239.
al cual denomina “grupo sexual psíquico”, a partir
del cual se categoriza el objeto como resultado
de su posición en relación con el deseo y la
pulsión. 0 sea, a partir de las representaciones se
organizan las sensaciones causadas por el
mundo externo.

En el “Manuscrito M”22 los conceptos de


traducción, la complejidad de la operación
psíquica y la formación de la representación se
aclaran un poco más:

se generan por una conjunción inconsciente […]


acontecen por combinación y desfiguración […]
un fragmento de la escena vista es reunido con
otro de la escena oída, mientras que el fragmento
liberado entra en otra conexión. Con ello, un
nexo originario se vuelve inhallable.23

22
Freud, S. Manuscrito M. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 292.
23
Freud, S. Manuscrito M. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. cit. Tomo I,Pág. 293. .
Una conexión original ha quedado
irremediablemente perdida. Esto nos hace
pensar que algo se pierde o queda
irremediablemente perdido en el mundo de las
representaciones, que el trabajo de
representación tiene un costo de pérdida. Habría
una imposibilidad de igualdad entre la
representación y lo representado, o sea, hay algo
de lo representado que en la representación no
está. Y, esta pérdida es condición estructural
para la función de la representación.

1.4.- Primer esquema “del peine”

La organización anterior es ampliada en el


capítulo VII de ¨La interpretación de los sueños¨
de 1900, en donde Freud construye un esquema
más complejo, distinguiendo las “localidades
psíquicas”. Utiliza como modelo el aparato de
lentes de un microscopio compuesto para poder
ubicar los lugares de las mismas.24 Recurrió a la
física óptica, a la función de las lentes y el
concepto de imagen aplicados al microscopio y al
telescopio, que habían demostrado el valor de las
imágenes virtuales o de la virtualidad. A través de
ellas se logró conocer elementos, como la célula,
que el ojo humano o la lupa no podían reconocer.
Insistimos: las imágenes virtuales ya habían
mostrado su eficacia a través de lugares que se
denominaron “localidades virtuales”.

“Todo lo que puede ser objeto de nuestra


percepción interior es virtual, como la imagen
dada en el telescopio o en el microscopio por la
propagación de los rayos de luz”.25

24
Freud descartó la posibilidad de que tales localidades se asentaran en algún lugar del cerebro.
Como neurólogo conocía los avances de la neurofisiología de su época; entre ellas: la teoría
sináptica de Bell (1801), Walker (1809) y Magendie (1821), los descubrimientos sobre polarizacion
neuronal de Cajal (1894-1896), la teoría axónica de Remak (1838), las teorías sobre conducción
nerviosa de Fromman (1867), Ranvier (1871) las experiencias de Broca (1861), Hitzig (1873) y
Bartholow (1874), precursores en el estudio de las localizaciones cerebrales, los estudios sobre
sistema nervioso de Waldeyer (1891) con respecto a las neuronas y sus propiedades funcionales,
y no compartió la idea sobre que alguna zona específica del cerebro fuera la base de determinada

función psíquica
25
.
Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. IV y V.
La localidad psíquica es equivalente a un
lugar en el interior de un microscopio en el que
se produce uno de los estadios previos a la
imagen.26 En el esquema del aparato psíquico los
elementos del microscopio son equiparados a los
¨sistemas Psi¨. Freud considera que los procesos
psíquicos transitan los sistemas recorriendo un
camino dentro de una determinada serie
temporal que tiene una dirección. Sitúa distintas
capas: la impresión instantánea, la imagen, el
recuerdo. Estas huellas registradas son luego
reprimidas en el inconsciente.

¨Toda nuestra actividad psíquica parte de


estímulos (internos o externos) y termina en
inervaciones. Por eso asignamos al aparato un
extremo sensorial P y un extremo motor M; en el
26
El microscopio compuesto está formado esquemáticamente por dos lentes, el objetivo y el ocular.
La primera forma una imagen virtual en el interior del microscopio, actuando esta como objeto para
la segunda lente que forma la imagen definitiva. Esta imagen intermedia, la primer imagen
formada, debe situarse dentro de la distancia focal de la segunda, para que pueda formarse la
imagen final, que resulta ser una imagen de imagen. La particularidad es que en estos sistemas las
lentes deben guardar una orientación espacial constante, una secuencia fija entre ellas, pues sino
no produce la imagen buscada.
extremo sensorial se encuentra un sistema que
recibe las percepciones y en el extremo motor,
otro que a abre las esclusas de la motilidad. El
proceso psíquico transcurre, en general, desde el
extremo de la percepción hacia el de la motilidad.
La idea que así se nos ofrece es la de una
localidad psíquica […] que corresponderá a un
lugar situado en el interior de este aparato
(microscopio compuesto), en el que surge uno de
los grados preliminares de la imagen. En el
microscopio y en el telescopio son estos lugares
puntos ideales; esto es, punto en los que no se
halla situado ningún elemento concreto del
aparato¨.27

Como ya hemos considerado, por lo


expresado en la Carta 52, no se puede suponer
que un mismo sistema pueda conservar fielmente

27
Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. V. Capítulo
VII, punto B. Pág. 530.
alteraciones sobrevenidas a sus elementos y a
pesar de ello mantenerse siempre abierto y
receptivo a las nuevas ocasiones de alteración.
Entonces, hay que suponer dos sistemas
diversos para estas dos operaciones: un sistema
P, el delantero, recibe los estímulos perceptivos,
pero nada conserva careciendo de memoria y
otro tras él, un segundo sistema, se dedica a
trasponer la excitación momentánea del primero
en huellas permanentes, en huellas mnémicas –
Mn-, siendo la base de las asociaciones por
simultaneidad, contigüidad, semejanza u otras.

Las asociaciones van constituyendo distintas


huellas mnémicas en donde desde uno de los
elementos Mn la excitación se propaga hacia otro
u otros, pues supone varios elementos Mn,
dentro de los cuales la excitación de los
elementos P experimenta una fijación. Freud
supone que en el primer sistema Mn esta fijación
se producirá por una asociación por
simultaneidad, y que no tiene capacidad para
conservar alteraciones, por lo tanto, no tiene
memoria, brindando a la conciencia toda la
diversidad de las cualidades sensoriales. Le
siguen otras Mn organizadas por asociación de
semejanzas, contigüidad y causalidad.

¨Lo que llamamos mi carácter se basa en las


huellas mnémicas de nuestras impresiones¨.28

El último de los sistemas situados en el


extremo motor -M- se denomina preconsciente -
Prcc-, pues los procesos de excitación que
contiene pueden alcanzar la conciencia sin
demoras. Este sistema maneja la motilidad
voluntaria. Al sistema que está detrás es el
inconsciente -Icc -, no tiene acceso alguno a la
conciencia si no es por la vía del Prcc, y los

28
Ibídem. Pág. 533.
procesos de excitación tienen que modificarse
para pasar al Prcc.

En el aparato psíquico cada sistema tiene su


modo de funcionar. El proceso primario
caracteriza el sistema inconsciente, mientras que
el proceso secundario caracteriza el sistema
preconciente-conciente.

En el texto Freud presenta tres esquemas,


nosotros transcribimos el último.

(el último, Vol I, pág. 534)

1.5.- El inconsciente y sus formaciones


Nos detendremos en el síntoma, el sueño, el
olvido y el chiste.

1.5.1.- El síntoma. Emma

A través del trabajo clínico Freud ha


encontrado la demostración sobre el supuesto de
lo inconsciente, pues ha podido construir un
procedimiento, el método analítico, que le
permitió lograr reconstruir los motivos no
concientes de los síntomas. En el análisis de una
paciente llamada Emma pudo comprobar el
modo de actuar de la represión, pues descubre
que al reprimirse un recuerdo y su afecto
respectivo, aparece luego un efecto retardado
con una grave y molesta fobia. Nos remitiremos
al relato del caso publicado en el “Proyecto” bajo
el subtítulo de ¨La proton pseudos histérica¨29

29
Freud, S.” Proyecto de psicología”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Volumen I, Cap. II, punto
IV, pág. 400.
que podemos traducir como “la primer mentira
histérica”.30 Emma padece de una compulsión de
no poder ir sola a una tienda. Como fundamento
ofrecía un recuerdo de cuando tenía 12 años,
poco después de declararse la pubertad
(menarca). Tomaremos el relato del recuerdo
(primer recuerdo) según el texto de Freud:

Fue a una tienda a comprar algo, vio a los dos


empleados (de uno de los cuales guarda
memoria) reírse entre ellos, y salió corriendo
presa de algún afecto de terror.

Sobre este recuerdo aparecen dos


asociaciones: 1.- los dos se reían de su vestido,
2.- uno le había gustado sexualmente. Freud
resalta que tanto el nexo entre lo que le sucede y
el recuerdo, como el efecto de la vivencia de

30
Al respecto de este título debemos tener presente que Freud ha sabido pasar desde la
consideración de las histéricas como mentirosas a la concepción de un sufrimiento por
reminiscencias.
terror, son incomprensibles. Si la mujer se sintió
mal porque se rieron de su vestido, esto pasó ya
hace muchos años. Además, el problema ya
debiera estar corregido en tanto que en el
momento se viste como una dama. Por el otro
lado, nada cambia en sus ropas que vaya sola o
acompañada. Por lo tanto el recuerdo dado por la
paciente, aparentemente, no explica el
padecimiento. Pero, la indagación posterior
descubre un segundo recuerdo:

Siendo una niña de 8 años fue por dos veces a la


tienda de un pastelero para comprar golosinas, y
este caballero le pellizcó los genitales a través
del vestido. No obstante la primer experiencia,
acudió allí una segunda vez. Luego de la
segunda, no fue más. Ahora bien, se reprocha
haber ido por segunda vez, como si de ese modo
hubiera querido provocar el atentado. De hecho,
cabe reconducir a esta vivencia un estado de
mala conciencia oprimente.

De este modo surge la relación entre dos


recuerdos: 1.- empleados, 2.- pastelero. Y, es
muy interesante el modo en que Freud entiende
la misma desde una lógica retrospectiva.

Así se puede comprender la escena I


(empleados) desde la escena II (pastelero). Sólo
nos hace falta una conexión asociativa entre
ambas. Ella misma señala que es proporcionada
por la risa. Dice que la risa de los empleados le
hacía acordarse de la risotada con que el
pastelero había acompañado su atentado.
Entonces el proceso se puede reconstruir como
sigue: en la tienda los dos empleados ríen, esta
risa evoca inconscientemente el recuerdo del
pastelero. La situación presenta otra semejanza:
de nuevo está sola en un negocio. Junto con el
pastelero es recordado el pellizco a través del
vestido, pero ella entretanto se ha vuelvo púber.
El recuerdo despierta (cosa que en aquel
momento era incapaz de hacer) un
desprendimiento sexual que se traspone en
angustia. Con esta angustia, tiene miedo de que
los empleados pudieran repetir el atentado y se
escapa.31

Observemos el modo en que Freud, desde


los inicios de su labor clínica, destaca el valor
que tiene escuchar a los pacientes, pues son
ellos los que realmente saben lo que les sucede.
Lo que el analista sabe es que él no habla más
que al costado de lo verdadero, porque lo
verdadero lo ignora: el que sabe, en análisis, es
el analizante. La posibilidad del analista de ocupar
un lugar conveniente en el tratamiento ha de
estar articulada necesariamente a la estructura
31
Ibídem. Pág. 401.
del saber en juego: la estructura del inconsciente.
Es preciso tener en cuenta que nunca es el
analista el que detenta el saber, es más, el
analizante es el único que “sabe”, porque se trata
de un saber conectado a la satisfacción del
síntoma, aunque se exprese bajo la forma del
terror padecido por Emma.

El recorte del relato clínico presentado


muestra ejemplarmente que se trata de un
inconsciente estructurado como lenguaje. Esto es
lo particular del descubrimiento freudiano.
Podemos apreciar el valor que le otorga a las
palabras, ellas representan al sujeto en cuestión,
el sujeto que se manifiesta a través del síntoma a
costa del sufrimiento implicado en el encuentro
de una satisfacción sustitutiva. Emma nos
enseña con el primer recuerdo, -escena I-, que lo
que llega a la conciencia es un resto –vestidos-
conjugado con algo del desprendimiento sexual -
uno de los empleados que se ríen le agrada-.
Pero en la conciencia se han producido dos
“falsos enlaces”, desde un material preexistente:
empleados, risa, vestidos, sensación sexual. El
primero se compone en alusión a que se ríen
causa de sus vestidos. El segundo, en alusión a
que uno de los empleados la ha excitado
sexualmente. Podemos observar que el complejo
entero está subrogado en la conciencia por una
única representación -vestidos- que es
evidentemente la más inocente. Este ejemplo
muestra que el síntoma es transacción y tiene
dos caras: ocultar y mostrar lo reprimido. Freud
lo explica del siguiente modo:

Ha sobrevenido una represión con “formación de


símbolo¨ cuya conclusión es el síntoma:
¨compulsión de no poder ir sola a una tienda”.32

32
Ibídem. Pág.403.
¿Cuál es el sujeto que interesa a Freud? En
este relato, no es tan solo el sujeto del recuerdo
de los empleados o del pastelero, sino, más
precisamente, el sujeto atrapado entre “vestidos”
y “risotada”. Freud nos ofrece el siguiente
esquema:

(Vol. I. pág. 402)

5.2.- El sueño. La bella carnicera

Trabajar este tema siempre es un gran


homenaje a Sigmund Freud pues “La
interpretación de los sueños” fue su primer libro
publicado, tal como le dijera a Fliess: “el
primogénito”. Es un texto absolutamente decidido
a ocuparse de la relación del sujeto y el deseo,
en tanto inconsciente, y a propósito de ello,
configura una primer teoría de aparato psíquico y
su modo de funcionamiento, sin perder de vista
que la misma debe estar al servicio de una
clínica que respete lo singular.

Freud consideraba que los sueños eran un


modo particular de realización de deseo - en
forma sustitutiva- cumpliéndose la posibilidad a
través de diversos mecanismos inconscientes. Si
bien puede detectarlos y teorizar sus modos de
funcionar, el producto de los mismos en cada
sujeto es absolutamente singular para cada uno.
El texto nos muestra la genialidad freudiana,
al menos en cinco puntos, que en nuestra
consideración siguen siendo válidos, luego de
más de un siglo: primero, el sueño es un intento
de realización de deseo; segundo, en el análisis
del sueño emerge el sujeto en su singularidad;
tercero, es un llamado a la interpretación, al
desciframiento, en donde el soñante participa en
interpretación del relato, instalando la lógica de lo
particular; cuarto, ensambla transferencia con
interpretación: el binario transferencia-
interpretación es constitutivo de la práctica
analítica; quinto, apuesta a la relación de la
palabra, el sujeto, y el deseo.

Consideramos muy importante destacar que


cuando Freud se refiere al sueño como
interpretación del sujeto, hay en juego una doble
vertiente: el sujeto es intérprete del sueño y el
sueño interpreta al sujeto.

Freud formuló la hipótesis de que los sueños


eran el cumplimiento disfrazado de un deseo
reprimido e indicó que para descubrir el
significado de un sueño era menester indagar las
asociaciones que el soñante establece en
relación con los diversos elementos del sueño
(ya que no existen significados universales fijos
para los símbolos oníricos). La hipótesis de
Freud fue que si los deseos surgidos durante el
dormir pueden provocar angustia, culpa o
vergüenza, el cumplimiento del deseo se
disfraza. Como consecuencia de ello, el
significado del sueño ya no resulta evidente.
Identificó una serie de características del
psiquismo inconsciente que no aparecen en el
sistema consciente: 1) Pueden coexistir impulsos
o ideas incompatibles entre sí sin que parezcan
contradecirse; 2) El significado puede fácilmente
desplazarse de una imagen a otra; 3) Múltiples
significados distintos pueden combinarse en una
sola imagen; 4) Los procesos inconscientes son
atemporales: las ideas no están ordenadas
cronológicamente ni son alteradas por el paso del
tiempo; 5) Lo Inconsciente no responde a la
realidad externa, sino que representa la realidad
psíquica interna; 6) Los procesos de
pensamiento de lo inconsciente están
determinados en parte por la interacción de
fuerzas inestables y emocionales que se hallan
en pugna entre sí; 7) Los sueños tienen como
función la realización simbólica del deseo y por
tanto la disminución de la presión de los
contenidos inconscientes sobre la vida del sujeto.
Como consecuencia de la represión, que
también está presente en el sueño aunque en
menor medida que en la vigilia, el sujeto no
puede soñar explícitamente con lo que realmente
le interesa sino que lo enmascara. Por tanto, en
la vida onírica se presenta una historia o sueño
construido a partir de un auténtico sentido. A la
historia soñada se le da el nombre del “contenido
manifiesto” y al significado de dicha historia
“contenido latente”. Esta construcción no es
totalmente arbitraria o desordenada, sino que, en
términos generales, sigue unas pautas comunes
a todos los individuos. Los mecanismos de
elaboración onírica son las distintas formas de
construcción del material onírico. Los
mecanismos de elaboración onírica más
importantes son la condensación y el
desplazamiento. El primero es un mecanismo por
el cual varias ideas o elementos del contenido
latente se reúnen en una sola imagen o
representación del contenido manifiesto del
sueño, consistiendo en la concentración de
varios significados en un solo símbolo; así, una
persona soñada puede representar a varias
personas de la vida real del individuo, un solo
objeto a varios, una sola palabra a varias. La
Condensación se produce porque: 1) Ciertos
elementos latentes se omiten por completo; 2) De
muchos complejos del sueño latente sólo un
fragmento se traspasa al manifiesto; y 3)
Elementos latentes que tienen algo en común se
aúnan en el sueño manifiesto, quedando
fundidos en una unidad. El desplazamiento es
un mecanismo por el cual el significado
fundamental del sueño puede aparecer en el
contenido manifiesto como un elemento
accesorio o secundario, y, al revés, el elemento
más importante del contenido manifiesto
presentarse como un elemento secundario del
auténtico sentido. Este mecanismo hace que se
traslade el significado desde la parte central del
sueño a lugares accesorios de éste, ocultando al
soñador el contenido onírico.33

Respecto de la tesis relativa a que el sueño


es una realización de deseo, hubo una paciente,

33
Mollon, Phil. Ideas en Psicoanálisis: El Inconsciente. Buenos Aires. Longseller. 2001 .
que pasa a la historia con el seudónimo de “la
bella carnicera”, que se propuso demostrarle a
Freud que su tesis sobre el sueño como
realización del deseo no aplicaba a todos los
sueños.34 En principio consideraremos algunos
aspectos de ella: es un ejemplo de que Freud no
inducía a la obediencia. Se trata de una histeria,
que logra un “buen hacer”, cuestión que nos lleva
a considerar que llevaba muy buen análisis. A
pesar de la rivalidad que caracteriza a este modo
de neurosis, del relato clínico se desprende que
tanto con el analista, con el esposo, o con una
amiga, no necesita discutir con malos modos, lo
cual no es poco. Con el primero, al fin, realiza un
colaboración a la clínica de la histeria, con la
amiga puede ser totalmente diplomática para no
invitarla, y con el esposo, mantiene un tipo de
relación, para conservar el deseo en el
34
Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. IV, Cap. IV,
Pág. 164-168.
matrimonio, respecto de la insatisfacción como
defensa del deseo, que es muy plausible.
Recordemos al relato de Freud sobre la
situación:

Dice Ud. que siempre el sueño es un deseo


cumplido –comienza la ingeniosa paciente-.
Ahora le contaré un sueño cuyo contenido es
todo lo contrario, puesto que no cumple un
deseo. ¿Cómo lo hace condecir Ud. con su
teoría? El sueño es éste: “Quiero dar una
comida, pero no dispongo sino de un poco
de salmón ahumado. Pienso en salir para
comprar lo necesario, pero recuerdo que es
domingo y que las tiendas están cerradas.
Intento luego telefonear a algunos
proveedores, y resulta que el teléfono no
funciona. De este modo, tengo que renunciar
al deseo de dar una comida”. Respondí,
desde luego, que sobre el sentido de ese
sueño sólo el análisis podría decidir, aunque
admitía que a primera vista parecía racional
y coherente, y semejaba lo contrario de un
cumplimiento de deseo, pero, ¿de qué
material nació este sueño? Ud. sabe que el
incitador de un sueño se encuentra, en todos
casos, en las vivencias de la víspera.35

Es de observar la prudencia de Freud, el modo


en que se ubica respecto del estilo de
provocación de la paciente, sin contradecirla, sin
defender su teoría, se abstiene de toda
implicancia personal y como analista la refiere al
trabajo: “sólo el análisis podría decidir”.36

Los datos que aparecen en el trabajo del


análisis respecto del esposo son interesantes: es
un “honrado” comerciante en carnes, del cual
ella está muy enamorada, días antes él le había

35
Ibídem. Pág. 165.
36
Ibídem. Pág. 165.
dicho que tenía la intención de “iniciar una dieta
porque estaba poniéndose obeso”, razón por la
cual “no iba a aceptar invitaciones a comer”. Es
de notar que la paciente, “entre risas”, comenta
que también días antes un pintor quería retratarlo
pues “nunca había visto una cabeza tan perfecta”
y él, con rudos modales, le contestó que “un
trozo de trasero de una hermosa muchacha sería
más del agrado del pintor que su cara íntegra”.
También refiere que “se chancea con él” y que un
modo particular de hacerlo es que “le ha rogado
que no le obsequie caviar”, explicando que ella
desea poder comer un bocadillo de caviar todos
los días antes del almuerzo, pero no quiere
permitirse el gasto. Desde luego, recibiría el
caviar de su marido tan pronto como se lo
pidiese, pero le rogó lo contrario a fin de poder
seguir haciéndole bromas con eso.
Freud considera que ella se ve precisada a
crearse un deseo incumplido, y que su sueño
muestra cumplido el rehusamiento del deseo. Y,
se pregunta: ¿para qué necesita un deseo
incumplido? Esta pregunta, en este texto que es
aparentemente teórico, muestra la implicancia
clínica, pues en la misma se encuentra el eje que
define la clínica de la histeria. Lo que cumple la
bella carnicera en su sueño es justamente la
posibilidad de tener un deseo en tanto
insatisfecho, mostrando la posición del sujeto
respecto del deseo. Consideramos que en el
análisis de este sueño se puede observar a
Freud en una posición diferente respecto del
análisis de Dora, en el cual no queda claro en el
análisis, el trabajo sobre los motivos del
rehusamiento, sino que son pensados como
perturbaciones. En el análisis de este sueño es
evidente que Freud puede leer, en el relato de su
paciente, la posición del sujeto respecto del
deseo, como aquello que define lo humano: la
disyunción en que siempre se encuentra el sujeto
respecto del deseo. Este análisis le ha enseñado
los vericuetos, los andariveles, y hasta el
sufrimiento de un sujeto por sostener el deseo.
La bella carnicera es una bella representante de
la posición de la histeria respecto de los modos
de defensa del deseo. Para los analistas, será un
interrogante a sostener con incomodidad, por qué
un deseo se sostiene en la insatisfacción, y a
quién va dirigido. Posiblemente al varón obsesivo
que se empeña en querer garantizarlo todo y de
ese modo sostiene para él, el deseo como
imposible. Así las cosas, la comedia entre los
sexos y la cuestión será que no se convierta en
tragedia.

A partir del análisis del sueño de la bella


carnicera podemos considerar que en “La
interpretación de los sueños”, surge la clínica
psicoanalítica de las neurosis, pues tiene como
interrogación central el lugar del deseo, ya no
como cumplimiento a través de las formaciones
del inconsciente, sino en su condición de
estatuto: la condición del deseo es que no se
consume. Si consideramos que el sueño es la
realización del deseo, debemos entender, con
Freud, que el sueño cumple con un deseo, pero
también que elabora, construye, un deseo. Lo
mismo es válido para el síntoma y otras
formaciones del inconsciente. Esta consideración
es inaugural del psicoanálisis. Es válido
preguntar: ¿de qué trabajo se trata?

Por un lado, si tenemos en cuenta la palabra


“realización” se la puede entender como
consumación de algo, algo que se realiza, pero si
revisamos el texto freudiano, y leemos el capítulo
sobre “La elaboración onírica” resulta que el
primer trabajo importante del sueño es la puesta
en realidad de lo que adviene al sujeto como
deseo, una puesta en la realidad en imágenes,
una puesta en la realidad de la representación,
una puesta en realidad en un relato. Es un
trabajo, hay mociones psíquicas que se “laboran”
de este modo y sabemos que si no acceden a
este trabajo pueden ser causa de sufrimiento. Lo
que Freud descubre es que el deseo es una
moción psíquica que nunca se realiza
plenamente, por estatuto estructurante, no
obstante, el deseo se articula, es articulable. Hay
dos maneras de pensar la cuestión: por un lado,
algo del orden del deseo se alcanza en el sueño,
que es la primer formulación freudiana, y por
otro, en el sueño se engendra un deseo.

En el escrito “La dirección de la cura y los


principios de su poder”37 presentado en el
Coloquio Internacional de Royaumont en julio de
1958, Jacques Lacan, muestra de modo ejemplar
lo que implica su propuesta respecto del “retorno
a Freud”. Lo hace a través de considerar aquello
que ocupa el lugar central en la teoría de los
sueños: el deseo en su estructura de insatisfecho
pero como “lo que se articula”, en tanto
articulación a un discurso, del que señalará: “bien
astuto”, tal como lo mostró Freud. Desde él
reconsiderará al sueño por su trabajo de
elaboración como construido para el
reconocimiento del deseo. Si al sujeto le cuesta
un trabajo necesario sostener el deseo,
sostenerse como deseante, lo primero que
debemos conservar es el valor del sueño como
invención que permite un trabajo de
representación psíquica, y que en todo caso se
37
Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit.. Pág. 251-257.
trata de eso, de un trabajo de representación. Lo
importante a respetar es que el sueño es una
representación, no un acto, y desde esta
condición respecto del sujeto muestra su lugar en
el engendramiento del deseo, poniendo distancia
entre el sujeto y el acto, entre el sujeto y las
consumaciones del acto. Esta cuestión merece
ser notada, pues el psicoanálisis ha descubierto
algo muy específico del humano: la tendencia
destructiva del sujeto en sus actos, la tendencia
al caos como parte de un universo que se rige
por la tendencia al aumento de energía, y por lo
tanto al desorden. El ser humano es aquél que
tiene una particularidad: la satisfacción en la
destrucción. Sabemos que en el humano la
tendencia a la guerra obedece a condiciones
relativas al poder. Desde estas consideraciones
podemos valorar, en una formulación muy
simple, que sostenerse como sujeto deseante es
un trabajo para el sujeto humano. En este texto
primogénito encontramos a Sigmund Freud
mostrando el trabajo en que el sueño cumple una
función pues sirve a los efectos de sostener al
sujeto en la posición deseante, sirviendo al sujeto
para reconocerse en tanto tal. En nuestra
consideración, lo más importante que ofrece este
texto, es, por un lado, que en el sueño hay algo
del orden del reconocimiento del deseo bajo la
línea de “deseo de qué” –caviar, salmón-, y por
otro lado, muestra otra línea de trabajo del
sueño, la figura de deseo de deseo, o sea, de
poder desear, de implicarse en un deseo propio.

Esta mujer, la bella carnicera, sueña con


querer dar una comida, y que solamente tenía en
su despensa un poco de salmón ahumado. Esta
parte del sueño está relacionada con una
conversación que ella tiene con una amiga,
particular, pues es elogiada por el esposo. Ella
recuerda una conversación en donde la amiga le
dice: “qué bien que se come en esta casa,
¿cuándo me vas a invitar?”. Esta amiga es
delgada. Ella respecto de su esposo hace el
mismo juego que la bella carnicera con el caviar,
pero lo hace con el salmón ahumado, dato que
Freud conocía. La bella carnicera sueña que
quiere dar una comida y surgen dos
asociaciones: 1.- el esposo ha referido que no va
a aceptar invitaciones a comer; 2.- la amiga
diciéndole que se come muy bien en su casa.
Ella sabe, por expresión de su marido, que le
gustan las redondeces. Entonces, Freud tiene
muy a la superficie del relato, para la
interpretación: “justamente yo te voy a hacer
engordar para que, todavía que mi marido te
elogia, encima le gustes más”. Allí es donde se le
revela a Freud la cuestión de “la otra mujer” y la
identificación en la histeria (cuestión que no
pareció claro en el historial de Dora). Queda sí en
la enseñanza de la bella carnicera, con mucha
claridad, una cuestión estructural constitutiva del
deseo de una mujer: que haya otra. Sabemos
que en la historia de la niña hubo otra que
constituyó vicisitudes edipianas complejas: la
madre, que configura toda una serie de
decepciones bajo la suposición de que la madre
la ha hecho en falta –tema que se trabaja al
abordar el Complejo de Edipo en la niña-. Es una
historia que hace a un argumento que cada mujer
rellenará como puede, a su modo, con sus
recuerdos encubridores de la castración, y que
con suerte, a partir de ahí se configurará la
ecuación fálica y su desenlaces en la mujer. Lo
destacable de este análisis del relato de la bella
carnicera, es que Freud, en 1900, ya pudo
formalizar la estructura en la cual es condición
constitutiva de la mujer la relación a otra. Y eso
es un gran avance teórico y clínico. En el caso
Dora, Freud pensaba la estructuración de la
conflictiva edípica de un modo más simple,
referido al amor de la hija por el padre o del hijo
por la madre (Edipo simple) razón por la cual no
pudo escuchar lo que estaba en juego en la
relación de Dora con la amante del padre (como
la otra de la identificación). En el caso de la bella
carnicera, muestra algo que es un gran avance
teórico-clínico: la necesariedad de “la otra” para
la articulación de las preguntas: ¿qué es una
mujer? ¿qué quiere una mujer?

Jacques Lacan retomará el texto freudiano del


sueño de la bella carnicera destacando el lugar
que ocupa en la teoría psicoanalítica, en tanto
que él revela la producción del inconsciente en
donde operan determinados mecanismos, tales
como: la sustitución de un término a otro para
producir el efecto de metáfora o condensación, y
la combinación de un término con otro para
producir el efecto de metonimia o
desplazamiento. El autor destaca que los
mecanismos principales son: 1) Transposición
(Entstellung): es la precondición general de la
función del sueño, se trata del deslizamiento del
significado bajo el significante –la palabra-,
siempre en acción (inconsciente) en el discurso, -
en el relato-, 2) Condensación (Verdichtung): es
la estructura de sobreimposición de los
significantes donde toma su campo la sustitución
de un significante por otro, la metáfora; 3)
Desplazamiento (Verschiebung): es ese viraje de
la significación que la metonimia demuestra y
que se presenta como el medio del inconsciente
más apropiado para burlar la censura.
El sueño de la bella carnicera enseña los
mecanismos inconscientes (condensación y
desplazamiento), dando testimonio de su
estructura común: la relación del deseo con el
lenguaje que da especificidad al inconsciente
freudiano. Así como Freud nos presenta la
fórmula del sueño como realización de deseo,
Lacan propondrá el sueño como metáfora del
deseo y metonimia de la falta en ser. Nos
recordará que Freud fue quien señaló que el
sueño no es el inconsciente, sino su camino real:
a través del relato, sobre el cual no habrá más
que “tomarlo a la letra”, para considerar la
función de lo que podríamos llamar “los recursos
del sueño” o “los recursos de la letra”.

Nos interesa señalar que el relato que Freud


ofrece de la paciente presenta los “recursos de
procuración” que caracterizan a la histeria. Si
bien Freud muestra que la paciente tenía interés
de contradecirlo respecto de la teoría de los
sueños, también nos muestra que se trata de una
paciente que “sabe cómo poner en trabajo a los
hombres” (tanto a Freud como al esposo) desde
su falta, o sea, sabe hacer de su falta un recurso.
La bella carnicera sabe hacer con su deseo
insatisfecho un recurso de seducción, y para
realizarlo, deseando caviar y le pide a su esposo
que no se lo obsequie para poder seguir
haciendo bromas con pedírselo.

Freud considera este sueño como referencia


de las vicisitudes del deseo en la histeria y el
modo de identificación: Por un lado muestra muy
bien la vertiente “el deseo es el deseo del Otro”, y
entonces el deseo se satisface por
desplazamiento, por alusión a un deseo
expresado en la víspera por la amiga respecto de
comer en su casa. Por otro lado, muestra el
lugar del sujeto respecto del deseo del Otro a
través de la separación: el deseo es sostenido en
su posición por un deseo que es de otro orden:
“no voy a ser yo la que te engorde y así le gustes
más a mi marido”. Freud ordena la producción
onírica como “el deseo de tener un deseo
insatisfecho”. Se puede reconocer en estas dos
vertientes que ambas constituyen el sueño y allí
debe reconocerse el sujeto. Por un lado, la
inclusión en el deseo del Otro, y desde allí, la
exclusión –separación- y producción de un deseo
a cargo “propio”: deseo insatisfecho.

El sueño nos muestra la forma por las cuales


las remitencias no hacen más que elevar el
deseo a una potencia creciente. Ellas tienen dos
dimensiones: 1.- un deseo sustituido a un deseo.
El sueño muestra que el deseo de salmón
ahumado propio de la amiga se sustituye al
deseo de caviar de la paciente, lo cual constituye
la sustitución de un significante por un
significante; 2.- un deseo de deseo: un deseo
significado por un deseo. El sueño muestra que
el deseo de tener un deseo insatisfecho está
significado por su deseo de caviar (el deseo de
caviar es su significante).

Freud precisa respecto del relato del sueño y


sus asociaciones el móvil de la identificación
histérica señalando que el salmón ahumado
desempeña para la amiga el mismo papel que el
caviar para la paciente. A partir de ello, se puede
ordenar el trabajo de Freud de la siguiente forma:

El sueño es metáfora de deseo y la metonimia de


la falta en ser. Veamos: Respecto del sueño
como metáfora de deseo, Freud señala que
salmón ahumado sustituye al caviar. “Caviar” es
el significante del deseo de la paciente. Salmón
ahumado es el significante del deseo de la
amiga. Por lo tanto, un significante sustituye a
otro significante. Un deseo es sustituido por otro
deseo. Se cumple el efecto metafórico. “Salmón
ahumado” es metáfora de deseo. Respecto del
sueño como metonimia de la falta en ser, señala
que “caviar” es el significante que muestra el
deseo insatisfecho: el deseo de caviar

es un deseo de mujer colmada y que


precisamente no quiere serlo, pues el carnicero
de su marido es ducho para poner del derecho
satisfacciones que todo el mundo necesita, los
puntos sobre las íes, y no tiene pelos en la
lengua para contestar a un pintor que le da coba,
sabe Dios con qué oscuro designio, sobre su jeta
interesante: una rebanada de trasero de hembra,
eso es lo que a usted le hace falta, y si espera
que sea yo quien se la regale, puede pasársela
por donde estoy pensando. He aquí un hombre
sobre el que una mujer no debería tener queja
[…] ¿qué es lo que desea la espiritual carnicera?,
puede contestarse: caviar, porque el caviar, es
ella también la que no lo quiere”.38
Pero ésta es la cuestión, no quiere ser
satisfecha en sus únicas verdaderas
necesidades. Quiere otras gratuitas, y para estar
bien segura de que lo son, no satisfacerlas.
Opera la combinatoria de un deseo de deseo. El
deseo insatisfecho se desplaza (metonimia) al
deseo de caviar. Entonces, el deseo de caviar es
la metonimia del deseo en tanto insatisfecho, es
la metonimia de la falta en ser. La metonimia es
posible porque no hay ninguna significación que
no remita a otra significación. Esta metonimia
38
Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit.
Apartado V, puntos 1,2, 9, 10, 11, 12, 13,y 14.
muestra el poco sentido en que se manifiesta el
fundamento del deseo, pero a su vez muestra su
necesariedad por la falta en ser donde se
mantiene. Por lo tanto, de lo que se trata es que:
el deseo es la metonimia de la falta en ser.

5.3.- El olvido. Signorelli

Es una observación empírica frecuente que


los datos de la conciencia sean muy lagunosos
tanto en sanos como en enfermos, pues no todo
el archivo mnemónico se mantiene en la
conciencia, y las más de las veces es difícil poder
evocar algunos datos, algo se interpone y nos
hace olvidar, y no nos convence pensar que
solamente se trata de una ruptura en la cadena
asociativa, que es cierto, sino poder encontrar la
causa del olvido.
También existen actos psíquicos cuya
explicación presupone otros actos de los que la
conciencia no es testigo, tales como los sueños,
las acciones fallidas, los síntomas psíquicos
como las conversiones histéricas o los
fenómenos obsesivos, o aquellas simples
ocurrencias que se nos presentan en la vida
cotidiana cuyo origen desconocemos.

Nos interesa comentarles un ejemplar trabajo


de Freud a propósito del olvido de los nombres
propios. Se encuentra en un texto que se llama
¨Psicopatología de la vida cotidiana¨ de 1901. En
este trabajo Freud demuestra con gran claridad
la causa del olvido de un nombre, la aparición de
recuerdos falsos y de nombres sustitutos. Se
trata de algo que le pasó a él y no se contentó
con pensar que lo que sucedía se debía al libre
trabajo psíquico, sino más bien que obedecía a
que las asociaciones tomaban por otras vías y
esto debía tener leyes calculables. Partió de la
siguiente conjetura: que el nombre o los nombres
sustitutivos que aparecían mantenían un nexo
sospechosamente relacionado con el nombre
buscado. O sea, que no sólo habría alguna causa
para olvidar algo, sino que los recuerdos
sustitutos tenían alguna relación con lo olvidado.

En el ejemplo que en 1898 escogí para analizar,


me empeñaba yo vanamente en recordar el
nombre del maestro de cuya mano proceden, en
la catedral de Orvieto, los grandiosos frescos
sobre las ¨cosas últimas¨. En lugar del buscado –
Signorelli -, se me imponían otros dos nombres
de pintores –Botticelli y Boltraffio -, que
enseguida y de manera terminante mi juicio
rechazaba por incorrectos. Cuando otra persona
hubo de comunicarme el nombre verdadero, lo
discerní al punto y sin vacilar. La indagación de
los influjos y los caminos asociativos por los
cuales la reproducción se había desplazado de
aquella manera, -desde Sginorelli hasta Botticelli
y Boltraffio- me condujo a las siguientes
conclusiones.39

La situación, entonces, es la siguiente:


Quiere recordar un nombre: Signorelli, y se le
imponen otros que reconoce incorrectos:
Botticelli y Boltraffio.

Hay un dato a tener en cuenta: ¿a qué refiere


el nombre que quiere recordar? A las cuatro
¨cosas últimas¨, frescos de la Catedral de
Orvieto, que son: la muerte, el enjuiciamiento, el
cielo y el infierno. Seguiremos paso a paso las
conclusiones a las cuales arriba Freud: A simple
vista, la razón de que se le olvidara el nombre de
Signorelli no debía buscarse en una
particularidad del nombre como tal ni en un

39
Freud, S.” Psicopatología de la vida cotidiana” Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. VI. Pág.
10.
carácter psicológico del nexo en que se
insertaba. El nombre olvidado le era tan familiar
como uno de los nombres sustitutivos, el de
Botticelli. El nombre de Boltraffio era mucho
menos conocido, solamente sabía que era
alguien que pertenecía a la escuela de Milán. La
situación anexada, o sea la situación dentro de la
cual se produce el olvido, le parece a Freud
totalmente inocente. Tomaremos sus palabras
para recordarla:

Viajaba yo en coche con un extraño desde


Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de
Herzegovina; durante el viaje dimos en platicar
sobre Italia, y yo pregunté a mi compañero si ya
había estado en Orvieto y contemplado allí los
famosos frescos de ...” 40 -se produce el olvido-.

Freud se empeña por buscar una pista respecto


de la causa del olvido, y la encuentra al recordar
40
Ibídem. Pág. 10.
el tema inmediatamente anterior que venía
conversando con su compañero de viaje:

Poco antes de preguntarle a mi compañero de


viaje si ya había estado en Orvieto,
conversábamos acerca de las costumbres de los
turcos que viven en Bosnia y en Herzegovina. Yo
le había contado lo que me dijera un colega que
ejerció entre esa gente, y era que suelen mostrar
total confianza en el médico y total resignación
ante el destino. Cuando es forzoso anunciarles
que el enfermo no tiene cura, ellos responden:
Herr (señor), no hay nada más que decir, yo sé
que si se lo pudiera salvar, lo habrías salvado!41

Veremos cómo en estas palabras ya se


encuentran Bosnia, Herzegovina, Herr, que se
pueden interpolar en una serie asociativa entre
Signorelli y Botticelli-Boltraffio, y como la cuestión
de ¨total confianza en el médico y total
41
Ibídem.
resignación ante el destino¨ se filtran. Está a la
vista la función de la palabra, en sus dos facetas:
como mediación entre el sujeto y el otro, y como
revelación del inconsciente. Y, son estos los
resortes que buscamos en la experiencia
analítica. Seguiremos al pié la explicación de
Freud con sus propias palabras. Cito:

Supongo que la serie de pensamientos sobre las


costumbres de los turcos de Bosnia, etc., cobró
la capacidad de perturbar un pensamiento
siguiente porque yo había sustraído mi atención
de ellas antes que concluyera. Lo recuerdo bien;
quería yo contar una segunda anécdota que en
mi memoria descansaba próxima a la primera.
Estos turcos estiman el goce sexual por sobre
todo, y en caso de achaques sexuales caen en
un estado de desesperación que ofrece un
extraño contraste con su resignada actitud ante
la proximidad de la muerte. Uno de los pacientes
de mi colega le había dicho cierta vez: ¨Sabes tú,
Herr, cuando eso ya no ande, la vida perderá
todo valor¨. Yo sofoqué la comunicación de ese
rasgo característico por no querer tocar este
delicado tema en plática con un extraño. Pero
hice algo más: desvié mi atención también de la
prosecución de estos pensamientos, que habrían
podido anudárseme al tema ¨muerte y
sexualidad¨. Estaba por entonces bajo el
continuado efecto de una noticia que había
recibido pocas semanas antes, durante una
breve residencia en Trafoi (una aldea del Tirol).
Un paciente que me importaba mucho había
puesto fin a su vida a causa de una incurable
perturbación sexual. Sé con precisión que en
todo aquel viaje a Herzegovina no acudió a mi
recuerdo conciente este triste suceso, ni lo que
con él se entramaba. Pero la coincidencia Trafoi-
Boltraffio me obliga a suponer que en aquel
tiempo la reminiscencia de lo ocurrido con mi
paciente, no obstante el deliberado desvío de mi
atención, se procuró una acción eficiente dentro
de mí. 42

Ya no se puede concebir el olvido como algo


casual. Freud tenía una gran preocupación y
tristeza por el suicidio de un paciente. Esto
motivó que se interrumpiera en dar más datos en
la conversación con su compañero de viaje. Ya
había avanzado bastante con lo relatado sobre
las costumbres de los turcos. Esto fue suficiente
motivo para que excluyera de su conciencia otros
pensamientos anudados que lo habrían llevado
hasta la noticia recibida en Trafoi. Por lo tanto,
algo se había reprimido.

Es verdad que yo quería olvidar otra cosa que el


nombre del maestro de Orvieto; pero esto otro
consiguió ponerse en conexión asociativa con su
42
Ibídem. Pág. 11.
nombre, de suerte que mi acto de voluntad erró
la meta, y yo olvidé lo uno contra mi voluntad
cuando quería olvidar lo otro adrede.43

La aversión de recordar se dirigía contra uno


de los contenidos; la incapacidad para hacerlo
surgió en el otro. Vemos que los nombres
sustitutivos ya no son tan ingenuos ni
injustificados, remiten al modo de un
compromiso, tanto a lo que Freud quería olvidar
como a lo que quería recordar.

Este relato y análisis freudiano son


ejemplares pues muestra muy claramente el
fenómeno de transacción y de compromiso de los
síntomas, en este caso

me enseñan que mi propósito de olvidar algo ni


se logró del todo ni fracasó por completo.44

43
Ibídem. Pág. 11-12.
44
Ibídem. Pág. 12.
El enlace se estableció entre el nombre
buscado-olvidado y el tema reprimido. Nombre
buscado-olvidado: Signorelli; tema reprimido:
sexualidad y muerte. En el medio de esta
operación psíquica intervienen Bosnia,
Herzegovina y Trafoi. El nombre Signorelli está
descompuesto en dos fragmentos: Signor – elli.
Elli aparece desplazadamente en Boticelli. Elli
está totalmente a la vista pues retorna sin
modificación. Nos advierte al menos de alguna
conexión. Signor que alude a Herr (señor), que
tiene múltiples y diversos vínculos con el tema
reprimido y por eso se pierde, no puede ser
recordado. Entonces, se producen los nombres
sustitutos: Botticelli y Boltraffio, producto de un
desplazamiento a lo largo de la conexión de los
nombre Her-zegovina.

En todo ese trabajo algo se ha logrado: no ha


llegado a la conciencia la mala noticia que Freud
trataba de olvidar y que lo preocuparía como a
todo médico frente al suicidio de un paciente. Es
muy interesante ver cómo el nombre Trafoi que
alude tan directamente a lo reprimido, reaparece
totalmente a la vista, poco desfigurado, en
Boltraffio, del cual Freud dice ¨saber muy poco¨.

Vol. VI, pág. 12

5.4.- El chiste

En 1905 Freud publica “El chiste y su


relación a lo inconsciente”, en donde ubica al
chiste como formación del inconsciente. En una
carta a Fliess, mientras finalizaba el escrito sobre
los sueños, Freud comenta que agregaría una
explicación acerca de la curiosa presencia en los
mismos de lo que asemejaba ser chistes y al
mecanismo de los efectos de lo cómico, pues le
resultó llamativo la frecuencia con que
estructuras similares aparecían figuradas en los
sueños o en las asociaciones a que daban lugar.
“La interpretación de los sueños” tiene
numerosos ejemplos en tal sentido, aunque el
más antiguo registrado es el sueño jocoso de
Cäcilie M. que informa en el historial de Elizabeth
Von R.45 Con independencia de los sueños,
Freud se interesó siempre en los chistes pues ya
en 1897 tenía reunida una colección de
anécdotas judías de significación chistosa.
Pareciera ser que el interés estuvo muy
45
Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Sigmund Freud Obras completas. Vol .II, págs..189-194. Freud
expone el caso en referencia al valor de la simbolización en relación a los síntomas conversivos de la
paciente, tales como: “Me la tengo que tragar”, “se me ha metido en la cabeza”, “espina en el corazón”, etc. Y
alude a la desaparición de una alucinación luego de que la paciente, enojada con Breur y él,pesara: ¡No valen
uno más qu el Otro! Uno es el pendant del otro”. (Pendant: homólogo, correspndiente; Pendre: colgar).
influenciado por la lectura de Theodor Lipps,46 así
como de Jean Paul Richter, Theodor Vischer y
Kuno Fischer, entre otros.

James Strachey nos advierte respecto de las


dificultades de traducción de los chistes
(Traduttore-Traditore) pues hay un gran número
de juego de palabras que resultan intraducibles o
que al traducirlas se pierde el efecto de chiste. 47

Destacaremos algunos de los antecedentes


que interesan a Freud. De la obra de Lipps, toma
el concepto de “gracia” (Witz) como
perteneciente a la comicidad enteramente
subjetiva, o sea, la que producimos nosotros, que
adhiere a nuestro obrar como tal, aquella con que
nos relacionamos en todo como un sujeto que
está por encima, nunca como un objeto, ni
siquiera como un objeto que lo aceptara
46
Profesor de Munich, autor de “Los hechos fundamentales de la vida anímica” (1883) y “Lo
cómico y el humor” (1898).
47
Strachey, J. “Introducción” en “El chiste y su relación a lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Vol. VIII, Pág. 4. Refiere la Carta N° 118 (11.09.1899)
voluntariamente, definiendo al chiste como
provocación conciente y hábil de la comicidad,
sea esta de la intuición o de la situación. La
lectura de K. Fischer lo acerca al valor cómico de
la caricatura, en donde el efecto está dado por la
fealdad; este autor define al chiste como un juicio
que juega. Esta idea también está sostenida por
Jean Paul Richter quien agrega que la libertad
equivale a chiste (gracia) y viceversa. Otros
puntos de vista que le interesan para la definición
del chiste son el contraste de representación, el
sentido en lo sin sentido (en el disparate) y la
combinatoria desconcierto-iluminación. Rescata
ideas de Von Kraepelin (1895) quien define al
chiste según la conexión o el enlace arbitrario de
dos representaciones que contrastan entre sí de
algún modo, sobre todo mediante el auxilio de la
asociación lingüística, a lo cual Lipps (1898)
agrega que no se trata de un contraste entre
representaciones sino entre el significado y la
ausencia de significado de las palabras. De Kant
48
incorpora la consideración sobre que lo cómico
solo puede engañarnos por un momento.

Freud realiza una síntesis sobre las diversas


técnicas del chiste, y las sintetiza:

I. La condensación: 1.- con formación de una


palabra mixta; 2.- con modificación.

II. La múltiple acepción del mismo material: 1.-


todo y parte; 2.- reordenamiento; 3.- modificación
leve; 4.- la misma palabra plena y vacía.

III. El doble sentido: 1.- nombre y significado


material; 2.- significado metafórico y material; 3.-
doble sentido propiamente dicho (juego de
palabras); 4.- equivocidad; 5.- doble sentido con
alusión.49

48
Crítica del juicio, parte I, sección 1.
49
Freud, S. El chiste y su relación a lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. VIII,
Pág. 41.
También considera otras propiedades tales
como: la brevedad, el juego de poner de relieve
algo oculto en referencia a un contenido del
pensar, el carácter de juicio que juega, la
apariencia de lo desemejante, el contraste de
representación, el sentido en lo sin sentido, la
sucesión de desconcierto e iluminación, el
atractivo o fascinación y el efecto de novedad
que ejerce en la sociedad, así como recursos
técnicos tales como la homofonía, el juego de
palabras, la caricatura, la réplica, 50 la doble
acepción de una palabra, la partición de sílabas,
entre otros.51

Entre muchos autores consultados por Freud,


nos interesa referirnos Heymans (1896), quien se
refiere al factor del desconcierto e iluminación en
relación al chiste y sus efectos de comicidad.

50
Ibídem. Págs. 15,16 y 17.
51
Ibídem, Pags. 30-40.
Freud se interesa mucho por este aspecto a raíz
de que el autor elucida un chiste de Heine52,
quien en el libro “Estampas de viaje” presenta a
uno de sus personajes, un pobre agente de
lotería y pedicuro de Hamburgo, llamado Hirsch-
Hyacinth, quien ha sido tratado por el gran barón
de Rothschild como a uno de los suyos, por
entero “famillonarmente” (familonär). Heine
delinea la figura de Hirsch-Hyacinth, que se gloria
por sus relaciones con el rico barón de
Rothschild y al final dice: “Y así, verdaderamente,
señor doctor, ha querido Dios concederme toda
su gracia; tomé asiento junto a Salomón

52
Freud toma un fragmento del capítulo “Los baños de Lucca” del libro “Estampas de viaje” cuyo
autor es Heine (1797-1856), poeta y ensayista alemán, considerado uno de los más grandes de
Alemania, se destacó sobre todo por sus punzantes poemas, en ocasiones llenos de espíritu
satírico. studió literatura, derecho y filosofía en Bonn y Berlín; entre sus profesores y amistades se
contaron Schlegel y Hegel
Rothschild y él me trató como a uno de los suyos,
por entero famillonarmente”.53

¿Qué es lo que convierte en un chiste al


dicho de Hirsch-Hyacinth? Cuestión que Freud
contesta tomando la explicitación de Lipps:

Comprendemos que Heine quiere decirnos que la


acogida fue familiar, a saber, según la consabida
manera que por el tenor de la condición de
millonario no suele cobrar rasgos agradables […].
“Rothschild me trató como a uno de los suyos, de
manera por entero familiar (familiär), o sea como
lo hace un millonario (millionär)”. La
condescendencia de un hombre rico siempre
tiene algo de molesto para quien la experimenta
[…] ¿En qué consiste la técnica de aquel chiste?
¿Qué obró sobre el pensamiento, por ejemplo en
la versión que nosotros le dimos, para convertirlo
en el chiste que nos hace reír tan de buena
gana? […] En primer lugar, se ha producido una
considerable abreviación. Para expresar
cabalmente el pensamiento contenido en el
chiste, nosotros debimos agregar […] una frase
consecuente que, reducida a su máxima
53
Freud, S. “El chiste y su relación con lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.
VIII, Pág. 18.
brevedad, decía: “o sea como lo hace un
millonario”; y todavía sentimos luego la
necesidad de agregarle un complemento
aclaratorio. […] La palabra “familiär”
(familiarmente) de la expresión no chistosa del
pensamiento fue trasmudada en “famillionär”
(famillonarmente) en el texto del chiste, y
justamente de este producto léxico dependen sin
duda su carácter de chiste y su efecto risueño. La
palabra neoformada coincide al comienzo con
“familiär” de la primera frase, y en sus sílabas
finales, con el “milionär” de la segunda; por así
decir, subroga al elemento “millionär” de la
segunda frase, y por lo tanto a toda esta,
habilitándonos así para colegir esta segunda
frase omitida en el texto del chiste. Cabe
describirlo como un producto mixto de los dos
componentes “familiär” y “milIionär”, y es
tentador ilustrar gráficamente su génesis a partir
de estas dos palabras:
Familiär
Milionär
------------------------
F a m i l i o n ä r 54

54
Ibídem. Pág. 19-21
Freud propone el análisis siguiente: las
sílabas comunes a las dos palabras dio ocasión a
la técnica del chiste para producir la palabra
mixta.
famili on är.

(mili) (är)

La palabra portadora del chiste aparece a


primera vista, como una formación léxica
defectuosa. La comicidad resulta de la
combinatoria entre el desconcierto y el
entendimiento de la palabra (iluminación), pues
un primer momento de desconcierto, causado por
el sinsentido de la palabra según el uso
lingüístico, es seguido de un segundo momento
en donde se entiende que ella ha brindado un
sentido correcto. Solo esta intelección es la
responsable del efecto cómico. Así es como el
efecto cómico de “famillonarmente” ha de
situarse en la formación y el carácter de esa
palabra. 55 ¿Qué obró sobre el pensamiento para
convertirlo en chiste? Freud explicará que han
sido la abreviación, la frase perdida y la palabra
neoformada. En primer lugar, se produce una
abreviación de un pensamiento que está
contenido: “R. me trató como a uno de los suyos,
por entero familiarmente, o sea como lo hace un
millonario”, en donde está a la vista que en el
chiste se ha perdido la restricción que la segunda
oración agrega a la primera, la que consigna el
trato familiar. La frase perdida deja un sustituto a
partir del cual se puede reconstruir. La palabra
familiär, de expresión no chistosa, fue
trasmudada en famillionär y justamente ese
producto léxico otorga el carácter de chiste. La
palabra neoformada coincide al comienzo con
familiär de la primer oración, y en sus sílabas
55
finales, con millionär de la segunda. O sea, el
chiste subroga al elemento millionär dejando al
descubierto lo omitido que se rebela contra la
sofocación y es introducido a presión, fusionado
con familiär.56
Queremos destacar que el texto “El chiste y
su relación con lo inconsciente” nos muestra a
Freud muy conocedor de lingüística,
considerando que un pensamiento puede, en
general, expresarse en diversas formas
lingüísticas, por ello llega a la conclusión de que
el carácter del chiste del ejemplo citado se lo ha
de buscar en el texto de su expresión, en la
forma lingüística,57 como una condensación con
formación sustitutiva que consiste en producir
una palabra mixta.58 A su vez, queremos recordar
que este texto fue escrito conjuntamente con el

56
Ibídem. Pág. 20.
57
Ibídem. Págs. 18-19.
58
Ibídem. Pág. 21.
historial de Dora, en donde aparecen varios
conceptos de lingüística, entre ellos, falso enlace
y homofonía, sin olvidar que en “Estudios sobre
la histeria” estos y otros muchos conocimientos
de lingüística están presentes.

2.- LA PRIMER TÓPICA DEL APARATO


PSÍQUICO

2.1.- Consideraciones preliminares


Se trata de una serie de concepciones que
llevan a Freud a ordenar de forma definitiva la
tópica sistemática. Realicemos un poco de
historia: Ya estos conceptos estaban anunciados
desde el ¨Proyecto de psicología científica¨ de
1895 y por supuesto ampliamente elaborado en
los escritos metapsicológicos de 1915. Freud
publicó la primera exposición extensa de sus
concepciones sobre la teoría psicológica en el
capítulo VII de ¨La interpretación de los sueños¨
(1900) en donde incorporó gran parte del
mencionado ¨Proyecto¨ (inédito en vida de Freud,
pues se publicó en 1950). Con la excepción de
algunas breves disquisiciones ocasionales,
hubieron de pasar diez años antes de que Freud
volviera a ahondar en problemas exclusivamente
teóricos. Un artículo antecedente fue
¨Formulaciones sobre los dos principios del
acaecer psíquico¨ (1911), al que le siguieron
algunas tentativas en la tercera parte del análisis
de Schreber en el texto ¨Sobre un caso de
paranoia descrito autobiográficamente¨ (1911),
en la ¨Nota sobre el concepto de lo inconsciente
en psicoanálisis¨ (1912), en ¨Introducción del
narcisismo¨ (1914), para finalmente, en 1915,
emprender una exposición completa y
sistemática de su teoría.
Ernest Jones, psicoanalista y biógrafo de
Freud, nos comenta que los cinco artículos que
conforman los denominados trabajos
metapsicológicos, si bien fueron publicados en
1915 y 1917, fueron escritos en un período de
unas siete semanas, entre el 15 de marzo y el 4
de mayo de 1915. Mientras los escribe se
mantiene en relación con sus discípulos
Abraham, Ferenczi y Jones.59 Es de destacar que
para esta época Freud tenía a sus espaldas
veinticinco años de experiencia psicoanalítica
sobre la cual basar sus construcciones teóricas.
Sabemos que el estallido de la Primera Guerra
Mundial trajo como consecuencia que la práctica
profesional en su consultorio se redujera y esto le
permitió disponer del tiempo necesario para
llevar adelante su cometido de sistematizar al

59
Recomiendamos la lectura de “Contribución a la Historia del movimiento psicoanalítico”. Sigmund Freud
Obras Completas. Volumen XIV, pág. 3 y ss.
máximo la teoría que desde 1895 estaba en
ciernes, en el ¨Proyecto¨.
En esta tópica, los conceptos de inscripción,
representación y sistema ocupan el lugar
principal. Cabe señalar entonces:
¿Qué es una inscripción? Es la fijación de
una representación a una pulsión.
¿Qué es representación? Lo que está en el
lugar de la cosa. Concebir al inconsciente como
un conjunto de representaciones nos lleva a
investigar cual es su naturaleza.
Freud postuló varios tipos de inscripciones en
el aparato psíquico: huella mnémica,
representación cosa y representación palabra.
Estos tipos de inscripciones se diferencian
porque el enlace entre sus términos tiene distinto
criterio lógico.
Huella mnémica: designa la forma en que se
inscriben y guardan las experiencias en el
psiquismo. Según el criterio asociativo por el cual
se inscribe la huella, simultaneidad, analogía,
contigüidad o causalidad, corresponderá el
engrama mnémico a distintos sistemas.
Representación cosa: esencialmente se
organiza bajo un ordenador óptico. Caracteriza el
sistema inconsciente. Es la inscripción de un
acontecimiento consistente en una catexis de
huellas mnémicas derivada de la cosa. Nos
hemos referido a algunas fuentes tales como el
“Manuscrito G” (1895), el “Manuscrito M” (1897),
como forma de rodear el “Proyecto de una
psicología para neurólogos” (1895), abordar el
tema de la teoría de las representaciones, en
donde la pérdida es condición estructural para la
función de la representación.
En la representación cosa el elemento visual
tiene un papel estructurante, o sea, el elemento
visual ordena a los restantes. Con respecto a ello
en “Tres ensayos” (1905) Freud dice que las
imágenes táctiles se inscriben y adquieren valor
cuando el bebé puede pasar de un vinculo piel a
piel a uno distal, mediato y reconocer que el
pecho no es una parte de él sino que posee una
portadora. O sea, el sentido de una imagen táctil
es una imagen visual en el sentido de que es
inscripto en un a posteriori ordenado por la
imagen visual. Ahora bien, para que haya
representación cosa se requiere de un tipo
especial de ligadura que correspondería al
enlace entre diferentes huellas o signos de
realidad. El conjunto con un cierto grado de
estabilidad pero abierto a nuevas
reorganizaciones constituye la representación
cosa.
La representación palabra: esencialmente se
organiza bajo un ordenador acústico y
caracteriza al sistema preconsciente -
consciente, alude al vínculo entre verbalización y
toma de conciencia. En el Apéndice C sobre
¨Palabra y cosa¨ del escrito sobre ¨Lo
inconsciente¨ de 191560 se destaca el valor de la
monografía sobre las afasias realizada por Freud
en 1891, en donde se realiza un minucioso
estudia al respecto de la aprehensión del
lenguaje. Utilizando el lenguaje técnico de la
psicología de fines del siglo XIX considera que
¨para la psicología, la unidad de la función del
lenguaje es la palabra: una representación
compleja que se demuestra compuesta por
elementos acústicos, visuales y kinestésicos¨ Se
sitúan cuatro ingredientes:
1. La imagen sonora,
2. La imagen visual de letras,
3. La imagen motriz del lenguaje
4. La imagen motriz de la escritura.
60
Freud, S. “Lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol . Apéndice C. Pág.
Pero esta composición se muestra más compleja
cuando se entra a considerar el probable proceso
asociativo que sobreviene a raíz de cada
operación lingüística. La representación palabra
aparece como un complejo cerrado de
representación y sólo se enlaza con la
representación-cosa por medio de la imagen
sonora. Así como en la representación-cosa es lo
óptico lo que cumple una función ordenadora, en
las representaciones-palabra cumple igual
función la imagen sonora. La tesis así sostenida
por Freud es que la representación-palabra se
anuda por su extremo sensible (por medio de las
imágenes de sonido) con la representación-
cosa.61

La primer tópica sistemática nos enfrenta a la


elucidación de lo consciente, lo preconsciente y
lo inconsciente como ámbitos o cualidades
61
Freud, S.” Lo Inconsciente” . Sigmund Freud. Obras completa.s Ob. Cit.. Pág. 207 a 213.
psíquicas, su diferenciación es la premisa básica
del psicoanálisis. Cuando se considera el tema
no se presta atención a lo consciente, cobijados
en la postura de que el psicoanálisis no ubica la
esencia de lo psíquico en la conciencia. Sin la
antorcha de la cualidad conciencia, nos
perderíamos en la oscuridad de lo imposible. La
conciencia es el lugar de la posibilidad. Por lo
tanto conciencia e inconsciente constituyen un
par dialéctico de mutua implicancia en donde
cada uno de los términos se explica con relación
a su contrario. Cada uno de los sistemas es
pensado de acuerdo a ciertos ordenamientos
precisos y son regidos por determinadas leyes.
“Sistema” del latín, systema, se refiere a un
orden regido por principios: fenómenos que
corresponden a un mismo ordenamiento
procesal, corresponden a un mismo sistema
porque están regidos por las mismas leyes.
El sistema inconsciente tiene ciertos
caracteres esenciales: a) sus contenidos son
reunidos por los mecanismos específicos del
proceso primario, especialmente condensación y
desplazamiento; b) Fuertemente cargados de
energía pulsional, que fluye libremente, buscan
retornar a la conciencia y a la acción, retorno de
lo reprimido, pero solo pueden encontrar acceso
al sistema preconciente- consciente después de
haber sido sometidos a las deformaciones de la
censura; c) Son especialmente los deseos
infantiles los que experimentan una fijación en el
inconsciente; d) Se rige por el principio del
placer.
A su vez, por su parte, el sistema
preconciente-consciente reúne las siguientes
características: a) Su contenido son
representaciones de palabra; b) Están regidos
por los mecanismos del proceso secundario,
entre ellos la presencia de cronología y la
organización lógica del pensamiento; c) Sus
contenidos son accesibles a la conciencia; d)
Con respecto a la energía su forma es ligada; e)
Se rige por el principio de realidad y es el asiento
del Yo y de la percepción.

Si bien, en 1914, con la introducción del


concepto de narcisismo a la teoría, la tópica
sistémica no puede dar respuesta a algunas
cuestiones, a modo de reorganizar las
formulaciones sobre la primer tópica, en 1915,
Freud escribe sobre los conceptos
fundamentales de la metapsicología, tales como
Inconsciente, Represión y Pulsión, éste último
será revisado en 1920.

2.2- Los conceptos fundamentales en 1915

Lo inconsciente
El concepto de inconsciente es necesario

En 1915, en el escrito ¨Lo inconsciente”,


nuestro autor refiere:

¨el supuesto de lo inconsciente es necesario y es


legítimo, y poseemos numerosas pruebas del
valor de la existencia de lo inconsciente¨62.

El término alemán es Das Unbewusst, y se


ha traducido por ¨lo inconsciente¨ con un artículo
neutro pues el término en alemán es siempre
neutro, como lo son también Das Bewusstsein
que se traduce por ¨la conciencia¨ y Das
Vorbewusst que se traduce por ¨lo preconciente¨.
Algunos traductores solo utilizan el artículo
definido masculino ¨el¨ cuando el texto se refiere
al sistema preconciente o inconsciente.

62
Freud, S. “Lo inconsciente” Sigmund Freud Obras completas . Ob. Cit. Vol. XIV, Pág. 161.
Señalaremos muy sintéticamente algunos
argumentos sobre la verificación de lo
inconsciente en el mencionado texto: No toda la
vida anímica se reduce a la conciencia y la
evidencia de una vida psíquica inconsciente
causa la ruptura de la igualación entre conciencia
y vida anímica; la conciencia no puede abarcar la
totalidad de los contenidos psíquicos y la mayor
parte de lo que compone su contenido debe
permanecer en un estado de inconsciente
latente; la producción de patologías mentales
permite evidenciar la existencia del inconsciente,
por ejemplo, en el caso de las psicosis, el
inconsciente aparece ¨a cielo abierto¨, como lo
muestra la alucinación; los procesos anímicos en
su calidad de concientes o inconscientes no
dependen de procesos fisiológicos químicos del
sistema nervioso.
La necesariedad del concepto de
inconsciente se verifica principalmente con los
métodos de observación empírica y
comprobación clínica relativa a las formaciones
del inconsciente.

La legimitidad del concepto de inconsciente

El concepto de inconsciente es legítimo. En


su construcción Freud se ha valido del
razonamiento per analogiam en donde la
experiencia del inconsciente, como “una
conciencia ajena u “otra¨ es común a todos los
humanos. Todos tenemos conciencia de ser
portadores de algo anímico diverso a la
conciencia, que goza de una gran independencia
con respecto a la conciencia. La investigación
analítica ha demostrado que el modo de
funcionar de ¨eso¨ que está más allá de la
conciencia posee caracteres propios y muy
diferentes a los de la conciencia. Sirva de
ejemplo la producción del sueño.

El estatuto del inconsciente

Freud explicita en “Lo inconsciente” de 1915,

el punto de vista tópico sistemático y dinámico.

Respecto de lo inconsciente y el punto de vista


descriptivo, refiere que ¨Ser conciente¨ es, en
primer lugar, una expresión puramente
descriptiva, que invoca la percepción más
inmediata y segura¨.63 La experiencia muestra
que un elemento psíquico, por ejemplo, una
representación, no es conciente de manera
duradera, que puede perder la calidad de
conciente rápidamente y también volver a
tenerla. Mientras ha estado inconsciente, en
63
Freud, S. “Lo inconsciente. Vol. XIV, Págs. 168-172 y “El yo y el ello”. Vol. XIX, Pág. 15. Sigmund
Freud Obras completas. Ob. Cit.
sentido descriptivo, con mayor precisión se
puede decir que ha estado ¨latente¨ y en este
caso lo inconsciente coincide con lo ¨latente-
susceptible de conciencia¨. En síntesis, desde el
punto de vista descriptivo se diferencia: 1.- lo
inconsciente latente susceptible de conciencia o
también denominado preconciente; 2.- el
inconsciente como lo no conciente y lo no
susceptible de hacerse conciente.

Respecto de lo inconsciente y el punto de


vista dinámico o económico, el trabajo analítico
ha llegado al concepto de inconsciente por
procesamiento de experiencias en las que
desempeña un papel la dinámica anímica.64
Según palabras del propio Freud, ¨se vio
obligado¨ a suponer que existen procesos
anímicos en donde el factor cuantitativo es muy
importante, en donde existen fuerzas que
64
Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIX, Pág. 16.
impiden que algo pueda ser conciente o en
donde existen fuerzas que hacen que algo sea
inconsciente. Es una experiencia frecuente en el
análisis que algo no pueda devenir conciente en
calidad de representación porque cierta fuerza se
resiste a ello. Pero también es frecuente que a
través de la técnica analítica se encuentran los
medios por los cuales se hace posible cancelar la
fuerza contrarrestante y hacer concientes las
representaciones impedidas de conciencia. Dice
Freud:

Llamamos represión (esfuerzo de desalojo) al


estado en que ellas se encontraban antes de que
se las hiciera concientes, y aseveramos que en el
curso del trabajo psicoanalítico sentimos como
resistencia la fuerza que produjo y mantuvo a la
represión. Por tanto, es de la doctrina de la
represión de donde extraemos mi concepto de lo
inconsciente. Lo reprimido es para nosotros el
modelo de lo inconsciente.65

Entonces, lo preconciente es inconsciente


solo en sentido descriptivo, pues en el sentido
dinámico o económico se limita el nombre de
inconsciente a la reprimido.

podemos manejarnos cómodamente con mis tres


términos, Cc (conciencia), Prcc (preconciente) e
Icc (inconsciente), con tal que no olvidemos que
en el sentido descriptivo hay dos clases de
inconsciente, pero en el dinámico sólo una.66

Reconsiderando: en el sentido descriptivo,


tanto lo preconciente como lo reprimido son
inconscientes, mientras que en el sentido
dinámico la designación inconsciente se restringe
a lo reprimido.

65
Ibídem. Pág. 17.
66
Ibídem. Pág. 17.
La represión

Es la operación por medio de la cual el sujeto


intenta rechazar o mantener en inconsciente
representaciones (pensamientos, imágenes,
recuerdos) ligados a una pulsión. La represión se
produce en aquellos casos en que la satisfacción
de una pulsión (susceptible de provocar por sí
misma placer) ofrecería el peligro de provocar
displacer en virtud de otras exigencias. Es un
proceso psíquico universal, en cuanto se halla en
el origen de la constitución del inconsciente.
Fundamentalmente, el texto freudiano de 1915,
“La represión” (“Die Verdrängung”), refiere:

La condición para la represión es que el motivo


de displacer cobre un poder mayor que el placer
de satisfacción […] Su esencia consiste
únicamente en el hecho de separar y mantener a
distancia del consciente [...] la represión no es un
mecanismo de defensa presente desde el origen,
no puede engendrarse antes que se haya
establecido una separación nítida entre actividad
conciente y actividad inconsciente.67

La represión es un “mecanismo de defensa”


particular pues es un “destino” de la pulsión.

La teoría de la represión es la piedra angular


sobre la que reposa todo el edificio del
psicoanálisis. La palabra represión se encuentra
ya en Herbart, y algunos autores refieren que
Freud, por intermedio de Meynert, conoció la
psicología de Herbart. Pero en los estudios
freudianos, la represión se impuso como hecho
clínico68, desde los primeros tratamientos de
pacientes histéricas, en los que Freud constata
que ellas no tienen a su disposición recuerdos
que, no obstante, conservan toda su vivacidad
67
Freud, S.” La represión” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Tomo XIV, Pág. 142 Las negritas son
nuestras.
68
Ibídem. Pág. 143.
cuando son evocados de nuevo, tratándose de
cosas que el paciente quiere olvidar y que
intencionadamente mantiene, rechaza, reprime,
fuera de su pensamiento consciente.

Los contenidos reprimidos escapan a los


poderes del sujeto y, como un “grupo psíquico
separado”, se rigen por sus propias leyes
(proceso primario). Una representación reprimida
constituye por si mismo un primer “núcleo de
cristalización” capaz de atraer otras
representaciones intolerables, sin que deba
intervenir una intensión consciente. En tal
medida, la operación de la represión funciona de
acuerdo con el proceso primario. Se describe
como una operación dinámica que implica el
mantenimiento de una contracatexis y siempre
susceptible de fracasar por la fuerza del deseo
inconsciente que busca a volver a la conciencia y
a la motilidad.
Freud distingue dos tipos: una represión en
sentido amplio (comprendiendo tres tiempos) y
una represión en sentido estricto, que no es más
que el segundo tiempo de la anterior.

El primer tiempo de la represión es


considerada como una represión primaria o
primordial: no recae sobre la pulsión como tal,
sino sobre sus representantes, que no llegan a la
conciencia y a los cuales queda fijada la pulsión.
Se crea así un primer núcleo inconsciente que
funciona como polo de atracción respecto de los
elementos a reprimir.

tenemos razones para suponer una represión


primordial, una primera fase de la represión que
consiste en que a la agencia representante
psíquica (agencia representante-representación)
de la pulsión se le deniega la admisión en lo
conciente. Así se establece una fijación, a partir
de ese momento la agencia representante en
cuestión persiste inmutable y la pulsión sigue
ligada a ella69

Es de considerar la expresión “tenemos


razones para suponer”, y se deduce del texto que
las razones se encuentran en la experiencia
clínica de la neurosis de transferencia en el
tratamiento; al respecto de la suposición, se trata
de un supuesto lógico, anteriormente hemos
destacado el valor de los supuestos lógicos.
También se la ha denominado “represión mítica”,
más no por esto inexistente. Es denominada Ur-
vendrängung, traducida como represión primaria,
es una palabra alemana en la cual se puede
considerar: 1.- Ur: origen, creación, lo primitivo,
rector, principal; 2.- Drang, del verbo drängung,
señala esfuerzo, presión.

69
Freud, S. Ibídem. Pág. 143.
Freud expresa “se le deniega la admisión en
lo conciente a la agencia representante psíquica”,
al respecto de lo cual debemos realizar la
advertencia respecto de no entenderlo como que
ya había sido conciente, sino que a partir de ese
momento nunca será conciente, lo cual trae como
consecuencia la escisión del aparato y condena
lo inconsciente a una heterotopía. Por ello, la
represión primaria es un muro que separa pero
que también une.

En cuanto al término “agencia”, debe


considerárselo al modo del “agente doble”: como
agencia de la pulsión, y como agencia de la
representación, anudando la fijación de la pulsión
a la representación. Al mismo tiempo
“representante de la representación” porque
representa nada, representa la ausencia: lugar
vacante para una dinámica que permita ser
contrainvestida. Freud también trabaja el tema en
“Tópica y dinámica de la represión” en donde al
respecto de la represión primaria refiere:

el aludido mecanismo de sustracción de una


investidura preconsciente no funcionaría cuando
estuviera en juego la figuración de la represión
primordial [...] aquí necesitamos de otro proceso
[...] y solo podemos hallarlo en el supuesto de
una contrainvestidura mediante la cual el sistema
preconsciente se protege contra el asedio de la
representación inconsciente.70

No puede haber una sustracción de una


investidura que nunca hubo, notándose entonces
la acción eficaz de la contrainvestidura. No hay
retorno de lo reprimido primordialmente, pero, no
obstante, sí hay una atracción que acciona la
segunda fase: la represión propiamente dicha que
actúa sobre las posibles conexiones.

70
Freud, S. “Lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV. Pág. 178.
Este es el punto de inicio de una lógica que
subvierte la lógica yoica. Es de notar que Freud
propone, para la represión primaria, los términos
de “figuración” y “supuesto”, no pudiendo
describirla fenoménicamente. O sea, la represión
primaria no es una evidencia clínica, es un
cálculo lógico, que solo es posible desde la
represión secundaria.

El segundo tiempo de la represión, la


represión propiamente dicha (eigentliche
Verdrängung) o “represión secundaria”
(Nachdrängen) constituye, por consiguiente, un
proceso doble, que une a esta atracción una
repulsión (Abstossung) por parte de una instancia
superior. La represión propiamente dicha

“recae sobre retoños psíquicos de la agencia


representante reprimida o sobre unos itinerarios
de pensamiento que, procedentes de alguna otra
parte, han entrado en un vínculo asociativo con
ella. A causa de ese vínculo, tales
representaciones experimentan el mismo destino
que lo reprimido primordial. La represión
propiamente dicha es entonces un “esfuerzo de
dar caza” (Nachdrängen) . Probablemente, la
tendencia a la represión no alcanzaría su
propósito si estas fuerzas (atracción de lo
reprimido primordial y repulsión que se ejerce
desde lo conciente sobre lo que ha de reprimirse)
no cooperasen si no existiese algo reprimido
desde antes, presto a recoger lo repelido por lo
conciente”.71

Finalmente, el tercer tiempo de la represión


es el “retorno de lo reprimido” en forma de
síntomas, sueños, actos fallidos, etc.

¿Sobre qué recae la represión? Es preciso


subrayar que no recae sobre la pulsión, ya que
71
Ibídem. Pág. 143.
ésta escapa a la alternativa consciente-
inconsciente, ni sobre el afecto. Éste puede
experimentar diversas transformaciones
correlativamente a la represión. Solamente son
reprimidos los “representantes ideativos” (idea,
imagen, etc.) de la pulsión. Estos elementos
representativos van ligados a lo reprimido
primario, ya porque provenga de éste, ya porque
entren conexión fortuita con él. La repulsión
reserva a cada uno de ellos un destino diferente,
“completamente individual”, según su grado de
deformación, su distancia respecto al núcleo
inconsciente y su valor afectivo.

La operación de la represión puede


considerarse dentro del triple registro de la
metapsicología: a) Desde el punto de vista tópico:
si bien la represión se describe, en la primera
teoría del aparato psíquico, como mantenimiento
fuera de la conciencia, Freud no asimila la
instancia represora a la conciencia (el modelo lo
proporciona la censura). En la segunda tópica, la
represión se considera como una operación
defensiva del yo; b) Desde el punto de vista
económico: la represión supone un juego
complejo de retiro de la catexis, recarga y
contracatexis que afecta a los representantes de
la pulsión; c) Desde el punto de vista dinámico: la
cuestión principal son los motivos de la represión:
la satisfacción de una pulsión engendra placer,
pero, a su vez, puede suscitar un displacer tal
que desencadena la operación de la represión.

La represión no impide a la agencia


representante de la pulsión seguir existiendo en
lo inconsciente, continuar organizándose, formar
retoños y anudar conexiones. En realidad, la
represión sólo perturba el vínculo con un sistema
psíquico: el conciente. La experiencia clínica
psicoanalítica nos muestra que la agencia
representante de la pulsión se desarrolla con
mayor riqueza y menor interferencia cuando la
represión la sustrajo del influjo conciente.
Prolifera y encuentra formas extremas de
expresión que cuando aparecen no sólo resultan
ajenas al sujeto, sino que pueden atemorizar o
angustiar. También la experiencia clínica
demuestra que la represión no logra totalmente
mantener apartados de lo conciente a todos los
retoños de lo reprimido primordial. Si estos se
han distanciado lo suficiente del representante
reprimido, sea por las desfiguraciones que
adoptaron o por el número de eslabones
intermedios que se intercalaron, tienen acceso a
lo conciente. La represión trabaja de manera en
alto grado individual; cada uno de los retoños de
lo reprimido puede tener su destino particular; un
poco más o un poco menos de desfiguración
cambia radicalmente el resultado.
No tenemos que imaginarnos el proceso de la
represión como un acontecer que se consumaría
de una sola vez y tendría un resultado
perdurable, como si aplastáramos algo vivo que
de ahí en más quedara muerte. No, sino que la
represión exige un gasto de fuerza constante.
Podemos imaginarlo así: Lo reprimido ejerce una
presión continua en dirección a lo conciente, a
raíz de lo cual el equilibrio tiene a mantenerse por
medio de una contrapresión incesante. El
mantenimiento de una represión supone, por
tanto, un dispendio continuo de fuerza y en
términos económicos su cancelación implicaría
un ahorro.72

La observación clínica llevó a Freud a


elucidar que al respecto de la pulsión existen dos
componentes: la representación y el monto de
afecto. La represión de una agencia
72
Ibídem. Pág. 146.
representante de la pulsión, tiene destinos
diferentes:

1.- El destino general de la representación


representante de la pulsión es “desaparecer de
lo conciente si antes fue conciente, o seguir
coartada de la conciencia si estaba en vías de
devenir conciente. La diferencia es desdeñable;
da lo mismo, por ejemplo, que yo despache de mi
salón o de mi vestíbulo a un huésped
desagradable, o que después de individualizarlo
no le deje pisar el umbral de mi casa”.73

2.- El factor cuantitativo de la agencia


representante de la pulsión o monto de afecto,
tiene tres destinos posibles: a.- La pulsión es
sofocada por completo, de suerte que nada se
descubre de ella; b.- sale a la luz como un afecto
coloreado cualitativamente de algún modo; c.- se
muda en angustia. Las dos últimas posibilidades
73
Ibídem. Pág. 147.
muestran el modo en que la angustia puede ser
un destino de la pulsión.74

Freud estudia la relación entre la represión y


la generación de formaciones sustitutivas y su
estudio lo lleva a la siguiente elucidación:

“La represión guarda relación con la creación de


formaciones sustitutivas o la formación de
síntoma. No son lo mismo pues no es la represión
misma la que crea formaciones sustitutivas y
síntomas, sino que estos últimos, en cuanto
indicios de un retorno de lo reprimido, deben su
génesis a procesos por completo diversos”.75

En las Conferencias de Freud en los Estados


Unidos, en Clark University de la ciudad de
Worcester, cercana a Boston, en 1910, Freud se
preocupa por explicar a un auditorio variado y sin
preparación alguna al respecto del psicoanálisis y

74
Ibídem. Pág. 148.
75
Ibídem. Pág. 149.
ejemplifica esquemáticamente la problemática de
la represión del siguiente modo:76

Las fuerzas que en el tratamiento se oponían, en


calidad de resistencia, a que lo olvidado se
hiciese de nuevo consciente, tenían que ser
también las que anteriormente habían producido
tal olvido y expulsado de la conciencia los
sucesos patógenos correspondientes. A este
proceso por mí supuesto le di el nombre de
represión, considerándolo demostrado por la
innegable aparición de la resistencia.77

Freud se pregunta: ¿Cuáles son esas fuerzas


y cuáles las condiciones de la represión que se
discierne en el mecanismo de la histeria? Su
explicación, desde los “Estudios sobre la histeria”,
está en relación a que en todos los casos se trata
de un juego entre mociones de deseo en
76
Aprovecho la ocasión para indicar al lector la lectura de estas conferencias, por estar preparadas para legos,
su lenguaje es sencillo y ameno.
77
Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras completas. Vol. XI, Pág. 20.
oposición a exigencias éticas y estéticas de la
persona que originan un conflicto, en donde el
deseo inconciliable es reprimido (desalojado). O
sea, lo inconciliable de la representación del
deseo es el motivo (fuerza impulsora) de la
represión, pues la aceptación del deseo provoca
algo grado de displacer, que es ahorrado por la
represión. Ejemplifica su teoría a través de uno
de los historiales del trabajo “Estudios sobre la
histeria”, el caso de Elizabeth Von R.

Una muchacha que poco tiempo antes había


perdido a su padre, al que amaba tiernamente y
al que había asistido con todo cariño durante su
enfermedad, […] sintió germinar en ella, al
casarse su hermana mayor, una especial
simpatía hacia su cuñado, sentimiento que pudo
fácilmente ocultar y disfrazar detrás del natural
cariño familiar. La hermana enfermó y murió […]
Cuando la muchacha se aproximó al lecho en que
yacía muerta su hermana, surgió en ella, durante
un instante, una idea que podría quizá
expresarse con las siguientes palabras: Ahora ya
está él libre y puede casarse conmigo. […] esta
idea […] fue entregada en el acto a la represión
por la repulsa indignada de sus otros
sentimientos. La muchacha enfermó, presentando
graves síntomas histéricos, y al someterla a
tratamiento pudo verse que había olvidado en
absoluto la escena que tuvo lugar ante el lecho
mortuorio de su hermana […] Luego, en el curso
del tratamiento, volvió a recordarla, reprodujo el
momento patógeno, dando muestras de una
inmensa emoción, y quedó curada por
completo78.

Más allá de los relatos clínicos, para


esclarecer al auditorio los conceptos de represión

78
Ibídem. Pág. 21. La referencia a Elizabeth Von R. Historial presentado en “Estudios sobre la histeria”.
Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. II, págs.. 151 y ss.
y resistencia, acude a un ejemplo que resultó
famoso en la historia del psicoanálisis. Freud
llevó al auditorio a suponer que entre el público
se encontraba un individuo que se conducía
revoltosamente, se reía y hacía ruidos molestos
golpeteando con los pies, al punto de distraer
tanto la atención de él, que le impedía continuar
la conferencia. Frente a la situación, varias
personas de la audiencia después de una breve
lucha arrojan del salón al perturbador, el cual
queda, de este modo, expulsado o «reprimido»,
pudiendo reanudar su conferencia. Pero, para
que la perturbación no se repita en caso de que
el expulsado intente volver, varios personas
quedan montando guardia junto a la puerta y se
constituyen así en una «resistencia»

Si denomináis lo «consciente» a esta sala y lo


«inconsciente» a lo que tras de sus puertas
queda, tendréis una imagen bastante precisa del
proceso de la represión.79

La pulsión

Para ordenar la exposición, resulta


productivo tener presente los diferentes temas
que trabaja el escrito “Pulsiones y destinos de
pulsión”80, tales como: La ciencia y los conceptos
básicos convencionales; el estímulo pulsional; la
definición de pulsión; los caracteres principales
de la pulsión; los términos conexos al concepto
de pulsión; las pulsiones primordiales; los
destinos de la pulsión; las tres polaridades de la
vida anímica.

79
Freud, S.”Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XI,
Págs. 20-22.
80
Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.XIV, Pág. 113
y ss.
La ciencia y los conceptos básicos
convencionales

Freud se preocupa por definir su posición


respecto de la ciencia, justifica los cambios en su
teoría justamente como consecuencia de estar
trabajando con método científico. Si bien se
tendría el reclamo de que una ciencia debe
construirse sobre conceptos básicos claros y
definidos con precisión, en realidad, ninguna, ni
aún la más exacta, empieza con tales
definiciones. La cuestión es válida para todas las
ciencias, y justamente le interesa rescatar esta
faceta de las mismas, en tanto que él ha definido
como concepto básico convencional y
fundamental en el psicoanálisis a la pulsión,
concepto sobre el cual va a realizar
modificaciones. Descubramos a Freud en su
metodología, es necesario acudir a su letra:
El comienzo correcto de la actividad científica
consiste en describir fenómenos para luego
agruparlos, ordenarlos e insertarlos en
conexiones. Ya para la descripción misma es
inevitable aplicar al material ciertas ideas
abstractas que se recogieron de alguna otra
parte, no de la sola experiencia nueva. Y más
insoslayables todavía son esas ideas –los
posteriores conceptos básicos de la ciencia- en el
ulterior tratamiento del material. Al principio
deben comportar cierto grado de indeterminación
Mientras se encuentran en ese estado, tenemos
que ponernos de acuerdo acerca de su
significado por la remisión repetida al material
empírico del que parecen extraídas [...] En rigor,
poseen entonces el carácter de convenciones, no
obstante lo cual es de interés extremo que estén
determinadas por relaciones significativas con el
material empírico.[…]. Sólo después de haber
explorado más a fondo el campo de fenómenos
en cuestión, es posible aprehender con mayor
exactitud también sus conceptos científicos
básicos y afinarlos. Entonces quizás haya llegado
la hora de acuñarlos en definiciones.81

Encontramos a Freud en un intento


máximo de componer su metapsicología como
una teoría especulativa, tratando de construir
conceptos fundamentales.

El estimulo pulsional

La pulsión es un estímulo para lo psíquico,


pero no todo estímulo es pulsional, no debe
equipararse. Es necesario diferenciar entre
estímulos fisiológicos y pulsionales. En primer
lugar, caracterizando los estímulos pulsionales,
podemos destacar que no provienen del mundo
exterior, sino del interior de propio organismo,
81
Ibídem. Pág. 113.
más específicamente, del interior del aparato
psíquico. A su vez no operan de un solo golpe,
“como un haz de luz que hiere el ojo”, y no hay
posibilidad de huida frente a ellos. La pulsión
actúa como una “fuerza constante”82 frente a la
cual no hay huida.

Definición de pulsión

“La pulsión nos aparece como un concepto


fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un
representante psíquico de los estímulos que
provienen del interior del cuerpo y alcanzan el
alma, como una medida de la exigencia de
trabajo que es impuesta a lo anímico a
consecuencia de su trabazón con lo corporal”.83

Analizaremos cada uno de los términos de


esta definición:

82
Ibídem. Pág. 114.
83
Ibídem. Pág. 117.
“La pulsión se nos aparece”: Proponemos
tomar esta expresión en relación a la noción de
“apariencia” y de “aparición”, pues el aspecto de
la cosa puede ser también su verdad y la
evidencia de ella. Estos términos tienen dos
sentidos: aparente y evidente, entendiéndose
que justamente porque hay apariencia es que en
tal caso evidencia. Lo aparente revela una
posibilidad de la verdad de la cosa. Lo que
“aparece” tiene tres aspectos: el de verdad de la
cosa, en cuanto que ésta se identifica con el
aspecto que ofrece; el de ocultamiento de esta
verdad; y el de camino para llegar a ella. En el
primer caso se dice que la cosa no es sino el
conjunto de sus apariencias o aspectos; en el
segundo, que es algo situado más allá de la
apariencia, la cual debe ser atravesado con el fin
de alcanzar la esencia del ser; en el tercero, que
sólo mediante la comprensión del aspecto o
aspectos que ofrece una cosa podremos saber lo
que verdaderamente es.84 No olvidemos que la
pulsión es para Freud el dato radical del
funcionar psíquico, que se puso en evidencia en
las observaciones clínicas.

La pulsión es un “concepto”: El concepto es el


elemento último de todos los pensamientos. En
esta caracterización implica una radical distinción
entre el concepto entendido como entidad lógica
y el concepto tal como es aprehendido en el
curso de los actos psicológicos. En este caso,
nos interesa el concepto como entidad lógica o
como concepto formal de un ente. El concepto es
el órgano de conocimiento de la realidad, porque
se supone que no corta arbitrariamente las
articulaciones de ella; las formas en que la
realidad se distribuye y de que metafísicamente
brota corresponden exactamente a los conceptos
84
Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Quinta edición. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1965.
que la mente forja. El término proviene de
conceptus, que para los escolásticos es una
expresión semejante a la notio, pero con ciertos
matices que conviene destacar pues existen dos
tipos de conceptos: 1.- Concepto formal de un
ente: el ente tal como está expreso en la mente y
por la mente, siendo la última forma de la mente,
porque representa formalmente la mente de la
cosa conocida o porque es el término formal de
la concepción mental. Es en este sentido que “la
pulsión es un concepto”; se trata de un concepto
con un objeto formal (la pulsión); 2.- Concepto
objetivo de un ente: el ente al que corresponde la
noción mental. Es aquella cosa misma u objeto
que es propio e inmediatamente formal por el
concepto y es conocido o representado
formalmente en el mismo concepto. Pero, en
todos casos el concepto debe ser entendido
como entidad lógica, distinguiéndose del
concepto tal como es aprehendido en el curso de
los actos psicológicos. El concepto queda así
distinguido de la imagen, tanto como del hecho
de su posibilidad o imposibilidad de
representación. También debe ser distinguido de
la palabra, del objeto, de las ideas, de los signos
y de los símbolos. A su vez, todo concepto tiene
comprensión y extensión. La comprensión de un
concepto consiste en el hecho de que refiera
justamente a un objeto determinado, objeto que
Freud determina a través de sus características
el concepto de pulsión: fuente situada en el
interior del organismo, fuerza constante,
incoercibilidad, y sus términos anexos: empuje,
meta, fin y fuente. La definición incluye tres
parámetros: concepto fronterizo entre lo psíquico
y lo somático; representante psíquico de los
estímulos que provienen del interior del cuerpo y
alcanzan el alma; una medida de la exigencia de
trabajo que es impuesta a lo anímico a
consecuencia de su trabazón con lo corporal. La
extensión consiste en los objetos que el concepto
comprende, en los objetos que caen bajo el
concepto, tales como: pulsiones de
autoconservación y pulsiones sexuales, pulsión
de vida y pulsión de muerte, pulsión de escópica,
pulsión de dominio, etcétera.

La pulsión es un concepto fronterizo o


concepto límite: El Diccionario de la Real
Academia Española señala que “fronterizo” alude
a lo que está o sirve en la frontera, que está
enfrente de otra cosa; “frontera”: puesto o
colocado enfrente (frentero); “límite”: término,
confín o lindero de reinos, provincias,
posesiones, etc.; término del cual no puede pasar
el valor de una cantidad; “limítrofe”: confinante,
aledaño; “limitar”: poner límites a un terreno,
ceñir, fijar la mayor extensión que pueden tener
la jurisdicción, la autoridad o los derechos y
facultades. Por lo tanto, entendemos que Freud,
al expresar que la pulsión es un concepto límite,
limítrofe o fronterizo (según las distintas
traducciones) se ha referido a un concepto que
sirve de deslinde y frontera entre lo psíquico y lo
somático, o sea, de diferenciación. Justamente
por separar, por hacer de lindero, también sirve
de articulación entre lo psíquico y lo somático,
siendo un concepto articulador entre lo psíquico y
lo somático, de un circuito entre ellos. No es en
vano la elección de la palabra límite de algunas
traducciones, en tanto término de un valor de una
cantidad que no se puede sobrepasar, pues
sabemos que Freud se interesa mucho por la
cuestión de la cantidad o Quantum en cuestión
de pulsión y por ello aludirá a “medida de la
exigencia de trabajo”. La situación fronteriza
explica que Freud recurriera a la noción de
representante de lo somático en lo psíquico.

Entre lo psíquico y lo somático: “Psíquico” y


“somático” son los dos términos diferenciales
entre los cuales la pulsión funciona como
concepto límite y articulador. “Psíquico” está
referido al funcionar del psiquismo, de lo mental,
y “somático” a lo sustancia corpórea del
organismo. La definición presenta la pulsión
como representante psíquico con una fuente en
lo somático, fenómenos orgánicos generadores
de tensiones internas a las que el sujeto no
puede escapar; pero, por el fin al que apunta la
pulsión y los objetos a los que se adhiere, tiene
un destino esencialmente psíquico. Es de
destacar que la relación entre lo somático y lo
psíquico no se concibe en forma de paralelismo
ni de causalidad. La pulsión tiene una “fuente” en
la zona erógena, que funciona como un borde,
que produce el “empuje” como tensión, que es
siempre un lazo o circuito-vaivén que bordea el
objeto que produce la satisfacción, de allí su
carácter circular, entre lo psíquico y lo somático.
Por ello, lo fundamental de cada pulsión es el
vaivén con que se estructura, tanto que podemos
considerar que la pulsión alcanza su satisfacción
en el trayecto del circuito.

La pulsión como representante psíquico:


“Representante psíquico” es un término utilizado
por Freud para designar, dentro de su teoría de
la pulsión, la expresión psíquica de las
excitaciones endosomáticas. Unas veces es la
pulsión la que aparece como el representante
psíquico de las excitaciones provenientes del
interior del cuerpo y que afectan al alma; otras, la
pulsión es asimilada al proceso de excitación
somática, y es ella entonces la que es
representada en el psiquismo por
“representantes de la pulsión”, los cuales
comprenden dos elementos: el representante-
representativo y el quantum de afecto. Esta
expresión de la pulsión “como representante
psíquico de fuerzas que provienen del interior
del cuerpo y alcanzan el alma”, corresponde a la
idea de una proveniencia orgánica que produce
sus representantes psíquicos y esto es coherente
con la idea freudiana de inscripción de
representaciones, que es inseparable de la
concepción de inconsciente.

La pulsión como una medida de la exigencia


de trabajo: Lo primero que debemos destacar
es: la pulsión es una medida. Volviendo al RAE85,
“Medida” es una expresión comparativa de las
dimensiones o cantidades; lo que sirve para
85
Diccionario de la Real Academia de la lengua española.
medir; proporción o correspondencia de una cosa
con otra; cantidad que cabe cierto número de
veces en cada uno de otras dos o más de la
misma especie que se comparan entre sí. La
medida está en relación al quantum de afecto,
que es uno de los términos que expresan la
hipótesis económica. En 1894, en “Neuropsicosis
de defensa” Freud plantea que en las funciones
psíquicas es posible diferenciar un quantum de
afecto, suma de excitación, que posee todas las
propiedades de una cantidad, aun cuando no
estemos en condiciones de medirla, algo que
puede aumentar, disminuir, desplazarse,
descargarse, y que se extiende sobre las huellas
mnémicas de las representaciones como una
carga eléctrica por la superficie de los cuerpos.
La pulsión se define por un esfuerzo de trabajo.
El trabajo implica energeia, o sea, fuerza en
acción y eficacia para producir un efecto. Por lo
tanto, si Freud ha considerado la pulsión como
trabajo, sus vicisitudes corresponden a la lógica
de la termodinámica, sobre la cual ya nos hemos
explayado, y a la lógica del metabole (del
cambio y transformación), que ha sido su modelo
fisiológico, y se sostiene en el siguiente principio:
los organismos vivos deben trabajar para
mantener la vida. Lo cual implica procesos con
cambios de fase, tales como la acumulación de la
energía (anabolismo) y gasto energético
(catabolismo). El cambio de fase es regulado por
la función entrópica. Así, la vida implica un
permanente diabaimen (atravesamiento).86

La tesis del proceso primario como modo de


funcionar del inconsciente implica una
consideración de la problemática energética.
Para Freud, en su teoría de las pulsiones, la
86
Fried, George. Biology. Brooklyn College. 1990.
energía depende de la incidencia del orden
somático (fuente somática) sobre lo anímico, por
ello dice que esa exigencia de trabajo le es
impuesta a lo anímico a consecuencia de su
trabazón con lo corporal. Ese trabajo se produce
como una dimensión entrópica y la economía
psíquica estará referida al trabajo del
inconsciente. Más adelante veremos que este
trabajo encuentra sus modos, su ciframiento, en
un circuito o trayecto que se repite. Lo más
importante por el momento es tener presente al
inconsciente como trabajador. Así, condensación
y desplazamiento son las operaciones de ese
trabajo, en donde continuamente se transfieren
valores, cantidades de energía de una
representación a otra. De este modo se realiza
una operación diabática, de atravesamiento, que
produce un cambio de fase en el metabole. Así
como Freud ha tomado la metáfora de la
cinemática o de la termodinámica para
representar el proceso inconsciente, también lo
podemos pensar como el trabajo de las
transacciones bancarias o bursátiles, en donde
continuamente se realizan operaciones de
transferencia de valores, tales como operaciones
de crédito, giro de fondos, en donde se cotiza
como valor lo que se puede transferir (metáfora
utilizada por J. Lacan).

En “El Proyecto de Psicología Científica”,


Freud propone el supuesto de que el decurso de
los procesos anímicos es regulado
automáticamente por el principio de placer, que
se constituye desde la resolución de una tensión
displacentera, coincidiendo con una disminución
o con una evitación de displacer.

El “principio de placer” es uno de los dos


principios que rigen el funcionamiento mental: el
conjunto de la actividad psíquica tiene por
finalidad evitar el displacer y procurar el placer
(en el sentido de descarga tensional, no
hedónico). Dado que el displacer va ligado al
aumento de las cantidades de excitación, y el
placer a la disminución de las mismas, el
principio de placer constituye un principio
económico. Una de las hipótesis constantes de
Freud es que el sistema percepción-conciencia
sería sensible a una gran diversidad de
cualidades provenientes del mundo exterior,
mientras que del interior sólo percibiría los
aumentos y disminuciones de tensión, que se
traducen en una sola gama cualitativa: la escala
placer-displacer. Si bien generalmente se puede
considerar una equivalencia entre el placer y la
reducción de tensión, y entre el displacer y el
aumento de tensión, Freud considera en “Más
allá del principio del placer” de 1920 que existen
tensiones placenteras (por ejemplo la sexual).
Asimismo, aprecia que el principio de placer se
halla más bien en oposición al mantenimiento de
la constancia, ya sea porque la constancia
corresponda al flujo libre de la energía o porque
la constancia corresponda a la ligazón de la
energía. Por esta vía, se puede preguntar si
acaso el principio de placer no se encuentra al
servicio de la pulsión de muerte.

El otro principio es el “principio de realidad”


que forma pareja con el principio del placer, al
cual modifica en la medida en que logra
imponerse como principio regulador. La
búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por
los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y
aplaza su resultado en función de las condiciones
impuestas por el mundo exterior. Considerado
desde el punto de vista económico, el principio
de realidad corresponde a una transformación de
la energía libre en energía ligada; desde el punto
de vista tópico, caracteriza esencialmente al
sistema preconsciente-conciente; desde el punto
de vista dinámico, actúa en relación a la energía
pulsional que se halla en relación al yo.

El “principio de constancia” es aquél a través


del cual el aparato psíquico tiene a mantener la
cantidad de excitación en él contenida a un nivel
tan bajo o, por lo menos, tan constante como sea
posible. Esta constancia se obtiene, por una
parte, mediante la descarga de la energía ya
existente; por otra, mediante la evitación de lo
que pudiera aumentar la cantidad de excitación, y
la defensa contra este aumento. O sea, el
objetivo es mantener constante la cuantía de las
excitaciones en el interior del aparato, lo cual se
logra poniendo en marcha los mecanismos de
evitación frente a las excitaciones externas y de
defensa y descarga (abreacción) frente a los
aumentos de tensión de origen interno. Este
principio de constancia está en relación al
“principio de inercia. Respecto de las
excitaciones internas, el principio de inercia ya no
puede funcionar sin experimentar una profunda
modificación; en efecto, para que exista una
descarga adecuada, es necesaria una acción
específica que, para llevarse a cabo, exige una
cierta reserva de energía.

Caracteres principales de la pulsión: Freud


descubre la ¨esencia¨ de la pulsión en sus tres
caracteres principales: sus fuentes de estímulo
están situadas en el interior del organismo; su
emergencia como fuerza constante; su
incoercibilidad.

La pulsión es un tipo de estímulo para lo


psíquico que conserva su carácter de esfuerzo
constante; estos estímulos son la marca de un
mundo interior. El aparato psíquico funciona con
una tendencia a liberarse de los estímulos que le
llegan, a trabajar con una energía mínima y
constante, es por ello que frente a muchos
estímulos del mundo exterior tiene a sustraerse
de ellos. Los estímulos pulsionales que se
generan en el interior del organismo no pueden
tramitarse mediante ese mecanismo. Por eso
plantean exigencias muchas más elevadas. Las
pulsiones obligan al aparato a trabajar, puesto
que producen un aflujo continuado e inevitable de
estímulos. Por ello, las pulsiones son genuinos
motores de los progresos. La actividad del
aparato psíquico está sometida al principio del
placer, es decir, es regulada de manera
automática por sensaciones de la serie placer-
displacer, por lo tanto vale pensar que el
sentimiento de displacer tiene que ver con un
incremento del estímulo pulsional y el de placer
con su disminución.

Los términos de la pulsión: Los términos de la


pulsión son cuatro, a saber: Esfuerzo (Drang),
Meta (Ziel), Objeto (Objekt) y Fuente (Quelle).

1.- Esfuerzo: es su factor motor, la suma de


fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que
ella representa. Este carácter esforzante es una
propiedad universal de las pulsiones y ¨aun su
esencia misma¨.87 Freud, producto de la
episteme de su época, se refiere a la esencia, la
busca, y trata de encontrarla justamente en el
concepto que funciona como dato radical de la
experiencia psicoanalítica. El esfuerzo o empuje
(Drang) de la pulsión es lo que permite un circuito
que atraviesa la superficie, más precisamente, el
borde, de lo que es considerado como la fuente,

87
Ibídem., Pág. 117.
es decir, la zona llamada erógena de la pulsión.
La tensión es siempre un lazo y no puede
disociarse de su regreso sobre la zona erógena.
El esfuerzo permite un montaje pulsional.

2.- Meta: la meta de una pulsión es la


satisfacción que sólo puede alcanzarse
cancelando el estado de estimulación en la
fuente de la pulsión. Los caminos que llevan a la
satisfacción pueden ser muy diversos, se pueden
presentar metas próximas o intermedias, o
también metas inhibidas -avanzan un trecho y
luego experimentan una inhibición pudiendo
producir una satisfacción parcial-. La meta
pulsional como satisfacción puede cumplirse en
dos sentidos: en el trayecto o circuito, o sea, en
el camino que tiene que recorrer, o en un punto,
es decir, a través de haber marcado un punto. De
todos modos, el trayecto implica un “tour
pulsional”.88 La pulsión pone de manifiesto un
forzamiento al principio del placer, pues en su
trayecto no siempre tiende a cumplirlo
directamente.

3.- Objeto: es aquello que permite alcanzar la


meta. Es lo más variable en la pulsión, nada está
preestablecido, sino que ocupa el lugar de objeto
todo aquello que permite la satisfacción. No
solamente son objetos externos, puede ser una
parte del cuerpo. También puede ocurrir que el
mismo objeto sirva simultáneamente a la
satisfacción de las dos pulsiones primordiales.
Respecto del modelo de satisfacción autoerótica
Lacan propone “una boca que se besa a sí
misma”, una boca cerrada en la que, en el
análisis, vemos asomar al máximo, en ciertos
silencios, la instancia pura de la pulsión oral

88
Lacan, Jacques. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11.Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires-Barcelona-México. 1986. Pág. 186.
cerrándose sobre su satisfacción.89 El objeto es
lo que más nos obliga a distinguir la cuestión de
la satisfacción, que de hecho no es otra cosa
más que la presencia de un hueco, de un vacío,
que, según Freud, cualquier objeto puede ocupar
y que sólo se conoce en la forma del objeto
perdido. La libido realiza una búsqueda del objeto
organizando modos de satisfacción. A partir de la
primera experiencia de satisfacción, podemos
ubicar aquello referente al orden del deseo, a la
búsqueda del objeto que organiza el sistema de
las representaciones regidas por las leyes del
proceso primario del funcionamiento del
inconsciente. En el aparato psíquico regido por el
principio del placer (pero gobernado por el “más
allá del principio del placer”) se produce algo que
Freud llama ganancia de placer y que debemos
entender como satisfacción de la pulsión. La
89
Ibídem. Pág. 187.
ganancia de placer es un excedente que
acompaña a la realización del deseo siempre
insatisfecho. Hay una diferencia pero también
una relación entre lo que es del orden del deseo
como realización destinada a fracasar y lo que
allí se produce como satisfacción de la pulsión. El
objeto de la pulsión oral no se presenta como el
alimento primigenio, sino que se presenta porque
no hay alimento alguna que satisfaga nunca la
pulsión oral, a no ser contorneando el objeto
eternamente faltante. Aunque la boca quede
ahíta (satisfecha hasta la indigestión) -esa boca
que se abre en el registro de la pulsión- no se
satisface con comida sino con el placer de la
boca.90 El planteo de Freud al respecto de la
arbitrariedad del objeto, de que no existe una
armonía preestablecida al respecto de la pulsión
y el objeto, resulta coherente si se tiene en
90
Ibídem. Pág. 187.
cuenta la teorización del “El proyecto de
Psicología Científica” de 1895, al respecto del
objeto perdido y de la imposibilidad de conseguir
la identidad de percepción. Freud destaca
predominantemente cuatro objetos para la
pulsión, según la experiencia clínica: oral, anal,
escópico (mirada, ver - ser visto) e invocante
(palabra-llamada).

4.- Fuente: es el proceso somático, interior a un


órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo
es representado en la vida anímica por la pulsión.
Es la zona erógena, su borde.

Las pulsiones primordiales: Freud ha


distinguido, primeramente, dos tipos de
pulsiones, que no se pueden descomponer en
otras, por eso las llamó ¨primordiales¨. Entre ellas
distinguió dos grupos: pulsiones yoicas o de
autoconservación y pulsiones sexuales. Sin
embargo, ya en 1915 nos advierte, que no
conviene dar a esta clasificación el carácter de
“premisa necesaria”, sino que es una
“construcción auxiliar que sólo ha de mantenerse
mientras resulte útil” siendo posible que un
estudio más exhaustivo de las otras afecciones
neuróticas obligue a “enmendar” la fórmula y, por
tanto, a agrupar de otro modo las pulsiones
primordiales.91 La primer distinción se originó en
los inicios del psicoanálisis, pues en los primeros
fenómenos que Freud estudió, otorgó mucha
importancia a la raíz de las afecciones en algún
conflicto entre los reclamos de la sexualidad y del
Yo. Las pulsiones yoicas o de autoconservación
están referidas a las grandes necesidades o las
grandes funciones indispensables para la
conservación del individuo, siendo su modelo el
hambre y la alimentación. Las pulsiones sexuales
91
Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV, Pág. 120.
se apoyan en estas, -por ejemplo, a nivel oral, el
placer sexual encuentra su apoyo en la actividad
de nutrición-, como lo afirma en “Tres ensayos
sobre la teoría sexual” de 1905. Las pulsiones
yoicas, en tanto que sólo pueden satisfacerse
con un objeto real, efectúan muy pronto el
tránsito del principio del placer al principio de
realidad, hasta el punto de convertirse en
agentes de la realidad, oponiéndose así a las
pulsiones sexuales, que pueden satisfacerse en
forma de fantasía autoerótica, y permanecen
durante más tiempo bajo el dominio del solo
principio de placer. Freud da una caracterización
general de las pulsiones sexuales: son
numerosas, brotan de múltiples fuentes
orgánicas, al comienzo actúan con
independencia unas de otras y sólo después se
reúnen en una síntesis más o menos acabada.
La meta a que aspira cada una de ellas es el
logro del placer de órgano -placer adscripto a un
órgano específico del cuerpo-; sólo tras haber
alcanzado una síntesis cumplida entran al
servicio de la función de reproducción. En su
primera aparición se apuntalan, es decir, se
apoyan, en las pulsiones de conservación y
también en el hallazgo de objeto, siguiendo los
caminos que les indican las pulsiones yoicas.
Una parte de ellas continúan asociadas siempre
a estas últimas proveyendo de componentes
libidinosos. Fácilmente pueden cambiar sus
objetos -cambios de vía- y a consecuencia de
ello pueden satisfacerse con metas muy diversas
y hasta son pasibles de sublimación.

Aclaremos algunas nociones: 1.- “Placer de


órgano” es la modalidad de placer que
caracteriza la satisfacción autoerótica de las
pulsiones parciales: la excitación de una zona
erógena se apacigua en el mismo lugar en que
se produce, independientemente de la
satisfacción de las otras zonas y sin relación
directa con la realización de una función; 2.-
“Zona erógena” es toda región del revestimiento
cutáneo-mucoso susceptible de ser asiento de
una excitación de tipo sexual. De un modo más
específico, ciertas regiones que son
funcionalmente el asiento de tal excitación son:
zona oral, anal, uretro-genital, pezones
mamarios; 3.- “Pulsión parcial”: se designa con
este término los elementos que vienen
especificados por una fuente -pulsión oral, anal- y
un fin -pulsión escópica-. Freud aclara que
“parcial” no significa solamente que las pulsiones
parciales constituyen especies pertenecientes a
la clase de la pulsión sexual en general; debe
tomarse sobre todo en un sentido genético y
estructural: las pulsiones parciales funcionan al
principio independientemente y tienen a unirse en
las diferentes organizaciones libidinales, si bien
nunca se superan.

Los destinos de la pulsión: Freud circunscribió


el estudio de los destinos pulsionales sobre las
pulsiones sexuales indagando sobre los distintos
destinos que pueden experimentar en el curso de
su desarrollo. Aclara, a su vez, que estos
destinos pueden tenerse en cuenta como
variedades de la defensa contra las pulsiones.
En el texto enumera cuatro destinos, y le
agregaré un quinto que Freud trabaja en otros
textos. Entonces tendremos: el trastorno hacia lo
contrario, la vuelta hacia la persona propia, la
represión, la sublimación, y la angustia .

1.- El trastorno hacia lo contrario implica un


cambio de meta o de contenido. Freud considera
en este tópico a dos procesos: a.- Cambio de
meta: implica el proceso que se resuelve por la
vuelta de la pulsión de la actividad a la pasividad,
entre ellos: Sadismo-masoquismo y Voyeurismo-
exhibicionismo; b.- Cambio de contenido:
mudanza de amor en odio.

2.- La vuelta hacia la persona propia ocupa un


lugar esencial el cambio de objeto,
manteniéndose inalterada la meta.

“La mudanza pulsional mediante trastorno de la


actividad en pasividad y mediante la vuelta sobre
la persona propia nunca afecta a todo el monto
de la moción pulsional. La dirección pulsional
más antigua, activa, subsiste en cierta medida
junto a la más reciente, pasiva, aunque el
proceso de la trasmudación pulsional haya sido
muy extenso. Todas las etapas de desarrollo de
la pulsión, tanto la etapa previa autoerótica
cuanto las conformaciones finales en activa y
pasiva, subsisten unas junto a las otras. Los
destinos de pulsión que consisten en la vuelta
sobre el yo propio y en el trastorno de la actividad
en pasividad dependen de la organización
narcisista del yo y llevan impreso el sello de esta
fase”.92

En cuanto al par de opuestos “sadismo-


masoquismo”, Freud ofrece una explicación del
proceso en tres tiempos, del siguiente modo: a.-
El sadismo consiste en una acción violenta, en
una afirmación de poder dirigida a otra persona
como objeto; b.- Este objeto es resignado y
sustituido por la persona propia. Con la vuelta
hacia la persona propia se ha consumado
también la mudanza de la meta pulsional activa
en una pasiva; c.- Se busca de nuevo como
objeto como objeto una persona ajena, que, a
consecuencia de la mudanza sobrevenida en la
92
Ibídem. Pág. 125-6.
meta, tiene que tomar sobre sí el papel del
sujeto.93

Strachey aclara que en este texto, “sujeto”


y “objeto”,94 se utilizan para designar,
respectivamente, a la persona en quien se
origina una pulsión u otro estado psíquico, y a la
persona o cosa a la cual aquella se dirige. En
este caso “sujeto” designa a la persona que
desempeña el papel activo en la relación -el
agente -. Respecto del par sadismo-masoquismo,
de acuerdo a las observaciones clínicas, Freud
tiene razones para suponer que las sensaciones
de dolor, como otras sensaciones de displacer,
desbordan sobre la excitación sexual y producen
un estado placentero en aras del cual puede
consentirse aun el displacer del dolor. Aclarando
que una vez que el sentir dolores se ha
93
Freud, S. Ibídem., pág. 123.
94
Strachey, J. “Introducción” en: “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras completas. Ob.
Cit. Pág. 107-112.
convertido en una meta masoquista, puede surgir
la meta sádica de infligir dolores, en donde
produciéndolos en otro, el sujeto mismo los goza
de manera masoquista en la identificación con el
objeto que sufre. Desde luego, en ambos casos,
no se goza el dolor mismo, sino la excitación
sexual que lo acompaña.95 Freud extiende la
noción de masoquismo más allá de la perversión
descrita por los sexólogos. Por una parte, al
reconocer elementos masoquistas en numerosos
comportamientos sexuales, y rudimentos del
mismo en la sexualidad infantil, y, por otro, al
describir formas que de él derivan, especialmente
el “masoquismo moral”, en el cual el sujeto,
debido a un sentimiento de culpabilidad
inconsciente, busca la situación de víctima, sin
que en ello se halle directamente implicado un

95
Freud, S. Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV,
Pág. 124.
placer sexual -recordemos lo explicitado en “El
tratamiento del alma”-.

La hipótesis desarrollada en este trabajo


de 1915 fue revisada por Freud en 1924 en su
escrito “El problema económico del masoquismo”
que pasaremos a considerar sintéticamente. En
él Freud distingue tres formas de masoquismo:
erógeno, femenino y moral. El masoquismo
erógeno implica la ligazón del placer sexual al
dolor. El término “masoquismo femenino” si bien
hace pensar en la mujer, representa una
posibilidad inmanente en todo ser humano, y se
refiere a las fantasías masoquistas o fantasmas -
por ejemplo, el trabajo de Freud en “Pegan a un
niño” en 1919-. El “masoquismo moral” conlleva
a los sujetos al sentimiento inconsciente de culpa
y a una necesidad inconsciente de castigo,
modos que pueden estar totalmente
desexualizados.

La fantasía denominada “Pegan a un niño”


surge como resultado de una observación clínica
de Freud según unas observaciones: una parte
importante de las satisfacciones libidinales del
sujeto parece absorbida en esa fantasía que se
revela con una gran culpabilidad y se articula a
través de la frase: “Se pega a un niño”. En “se
pega” el sujeto está como espectador, y el
personaje que pega es todopoderoso –maestro,
rey, tirano. Y se sitúa más allá del padre, lo
esencial es el avatar de la fantasía y sus
transformaciones en tres tiempos: 1.- El padre
pega a un hermanito o una hermanita, negando
amor a ese niño que sufre los malos tratos. El
otro no es amado, y esto es lo que provoca
placer al sujeto. La relación de amor es
denunciada, el otro como ser que desea es
reducido a nada; 2.- La convergencia del material
analítico impone la reconstrucción de un segundo
estado de la fantasía, que no brota del recuerdo y
que marca una relación privilegiada con a niño
con su padre: es ella la golpeada. El retorno
culpable del deseo edípico requiere que ella
misma se haga objeto del castigo; 3.- La doble
transformación: la figura del padre se transforma
en persóname omnipotente y despótico, forma en
general de la postura de pegar, y el sujeto se
presenta bajo la forma de esos niños
multiplicados que ni siquiera son de su propio
sexo: “se pega a un niño”. Lo que se conserva en
esta forma última de la fantasía constituye el
soporte de las satisfacciones genitales que el
sujeto podrá evocar.96 Freud le da significado a la
satisfacción que provoca esta tercera fase de la
96
Lacan, J. “Las formaciones del inconsciente”. Transcripción de J. B. Pontalis. Nueva Visión. Buenos Aires.
1970.
fantasía diciendo que es una representación
agradable que el padre azote al niño odiado
La fantasía de la época del amor incestuoso
había dicho: “El (el padre) me ama sólo a mí, no
al otro niño, pues a este le pega”. La conciencia
de culpa no sabe hallar castigo más duro que la
inversión de este triunfo: “No, no te ama a ti,
pues te pega”. Entonces la fantasía de la
segunda fase, la de ser uno mismo azotado por
el padre, pasaría a ser la expresión directa de la
conciencia de culpa ante la cual ahora sucumbe
el amor por el padre. Así pues, la fantasía ha
devenido masoquista; por lo que yo sé, siempre
es así: en todos los casos es la conciencia de
culpa el factor que trasmuda el sadismo en
masoquismo. Pero ciertamente no es este el
contenido íntegro del masoquismo. Cuando la
represión afecta la organización genital recién
alcanzada, no es la única consecuencia de ello
que toda subrogación psíquica del amor
incestuoso deviene o permanece inconsciente,
sino que se agrega esta otra: la organización
genital misma experimenta un rebajamiento
regresivo. “El padre me ama” se entendía en el
sentido genital, por medio de la regresión se
muda en “El padre me pega” (soy azotado por el
padre). Este ser-azotado es ahora una
conjunción de conciencia de culpa y erotismo; no
es solo el castigo por la referencia genital
prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a
partir de esta última fuente recibe la excitación
libidinosa que desde ese momento se le adherirá
y hallará descarga en actos onanistas. Ahora
bien, sólo esta es la esencia del masoquismo.
Concebimos como una sustitución así a la
fantasía notoria de paliza de la tercera fase, su
configuración definitiva en que el niño
fantaseador sigue apareciendo a lo sumo como
espectador, y el padre se conserva en la persona
de un maestro u otra autoridad. La fantasía,
semejante ahora a la de la primera fase, parece
haberse vuelto de nuevo hacía el sadismo.
Produce la impresión como si en la frase “El
padre pega al otro niño, sólo me ama a mí” el
acento se hubiera retirado sobre la primera parte
después que la segunda sucumbió a la represión.
Sin embargo, sólo la forma de esta fantasía es
sádica; la satisfacción que se gana con ella es
masoquista, su intencionalidad reside en que ha
tomado sobre sí la investidura libidinosa de la
parte reprimida y, con esta, la conciencia de
culpa que adhiere al contenido.

En “Más allá del principio del placer” (1920)


la noción de pulsión de muerte lleva a Freud a
una reconsideración del problema del
masoquismo, considerando que el masoquismo,
la vuelta de la pulsión hacia el Yo propio, serían
un retroceso a una fase anterior de aquella, una
regresión, y de ese modo puede considerar un
masoquismo primario.97 Aunque todavía no
hemos desarrollados las reformulaciones de
1920, no perderemos la ocasión, de referirnos a
la distinción que Freud realiza a partir de las
mismas: 1.- un masoquismo primario
entendiendo por él un estado en el que la pulsión
de muerte se dirige sobre el propio sujeto,
originariamente, aunque ligada por la libido y
unida a ésta; 2.- un masoquismo secundario que
consiste en una vuelta del sadismo contra el
propio sujeto, que se añade al masoquismo
primario. La idea de un masoquismo irreductible
a una vuelta del sadismo hacia la propia persona
sólo fue admitida por Freud una vez establecida
la hipótesis de la pulsión de muerte.
97
Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XVIII, Pág.
53.
Respecto del par voyeurismo-
exhibicionismo, se trata de pulsiones que tienen
por meta, respectivamente, el ver y el mostrarse.
También en este caso Freud distingue las
mismas etapas (tres tiempos) que en el caso
anterior: a.- El ver como actividad; b.- La
resignación del objeto, la vuelta de la pulsión de
ver hacia una parte del cuerpo propio, y por tanto
el trastorno en pasividad y el establecimiento de
la nueva meta: ser mirado; c.- La inserción de un
nuevo sujeto, al que uno se muestra a fin de ser
mirado por él. La meta activa aparece más
temprana que la pasiva, el mirar precede al ser-
mirado. Inicialmente la pulsión de ver es
autoerótica, tiene un objeto que se encuentra en
el cuerpo propio y solo más tarde permuta por un
objeto en el cuerpo ajeno. 98

98 98
Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV, Pág.
125.
3.- La trasposición de amor en odio es el caso de
la mudanza de una pulsión en su contrario en
cuanto a su contenido. Freud realiza
principalmente dos aclaraciones al respecto: a.
La frecuencia de la presentación de ambos
sentimientos dirigidos simultáneamente al mismo
objeto, coexistiendo la tendencia amorosa con la
hostil, permiten sostener la posibilidad de una
ambivalencia de los sentimientos; b. Si bien estos
sentimientos tienen un vínculo muy íntimo con la
sexualidad, no se debe considerar el amar como
una pulsión parcial de la sexualidad, sino como la
expresión de la aspiración sexual. El amar es
susceptible de tres oposiciones: 1.- amar / odiar;
2.- amar/ser-amado; 3.- amar-odiar/
indiferencia. Luego Freud va a cambiar el orden
por el siguiente: Primero la indiferencia, luego el
odio y por último el ser amado. El amar no es
susceptible de una sola oposición, sino de tres.
Además de la oposición amar-odiar, hay la que
media entre amar y ser-amado, y, por otra parte,
amar y odiar tomados en conjunto se
contraponen al estado de indiferencia. De estas
tres oposiciones, la segunda, la que media entre
amar y ser-amado, se corresponde por entero
con la vuelta de la actividad a la pasividad y
admite también, como la pulsión de ver, idéntica
reconducción a una situación básica: amarse a sí
mismo. Según sean el objeto o el sujeto los que
se permuten por uno ajeno, resultan las
aspiración de meta activa, el amar, o la de meta
pasiva, el ser-amado, de las cuales la segunda
se mantiene próxima al narcisismo.

Los otros destinos de la pulsión no son


trabajados en el escrito “Pulsiones y destinos de
pulsión”, empero ya hemos tratado sobre la
represión, y esta será la ocasión de comentar
algo al respecto del mecanismo de sublimación y
la angustia.

La sublimación es un proceso postulado por


Freud para explicar ciertas actividades humanas
que aparentemente no guardan relación con la
sexualidad, pero que hallarían su energía en la
fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como
actividades de sublimación principalmente la
actividad artística y la investigación intelectual.
Se dice que la pulsión se sublima, en la medida
en que se deriva hacia un nuevo fin, no sexual, y
apunta hacia objetos socialmente valorados. El
término “sublimación”, introducido en
psicoanálisis por Freud, evoca a la vez la palabra
sublime, utilizada especialmente en el ámbito de
las bellas artes para designar una producción
que sugiere grandeza, elevación, y, también la
significación utilizada en química para designar el
proceso que hace pasar directamente un cuerpo
de estado sólido a gaseoso. A lo largo de toda
su obra, Freud recurre al concepto de
sublimación con el fin de explicar, desde un
punto de vista económico y dinámico, ciertos
tipos de actividades sostenidas por un deseo que
no apunta, en forma manifiesta, hacia un fin
sexual: por ejemplo, creación artística,
investigación intelectual y, en general,
actividades a las cuales una determinada
sociedad concede gran valor. Freud busca la
fuente última de estos comportamientos en una
transformación de la pulsión sexual en donde la
misma se pone a disposición del trabajo cultural,
desplazando su fin sin perder su intensidad.
Desde el punto de vista descriptivo, las
formulaciones freudianas referentes a la
sublimación jamás fueron llevadas muy lejos. El
ámbito de las actividades sublimadas queda mal
delimitado: así, por ejemplo, ¿debe incluirse
entre ellas todo el trabajo del pensamiento o sólo
ciertas formas de creación intelectual? El hecho
de que las actividades llamadas sublimadas son
objeto, en una determinada cultura, de una
valoración social especial, ¿debe considerarse
como una característica fundamental de la
sublimación? ¿O bien ésta engloba también el
conjunto de las actividades llamadas adaptativas,
por ejemplo el trabajo? ¿El cambio que interviene
en el proceso pulsional afecta solamente al fin,
como sostuvo Freud durante mucho tiempo, o
simultáneamente al fin y al objeto de la pulsión?
Sobre esta última cuestión en las “Lecciones de
Introducción del Psicoanálisis” refiere que se
produce cierto tipo de modificación del fin y del
cambio del objeto, en el cual entra en
consideración la valoración social. Esta
incertidumbre se vuelve a encontrar en el
aspecto metapsicológico, como observó el propio
Freud en “Un recuerdo infantil de Leonardo Da
Vinci”, texto dedicado a la elaboración intelectual
y artística. No pretendemos exponer aquí una
teoría sobre la sublimación, que no se desprende
de los elementos, relativamente poco elaborados
por Freud. Nos limitamos a indicar algunas
direcciones del pensamiento freudiano: a.- La
sublimación afecta electivamente a las pulsiones
parciales, en especial aquellas que no logran
integrarse en la forma definitiva de la genitalidad.
Las fuerzas utilizadas para el trabajo cultural
provienen en gran parte de la represión de lo que
Freud denomina “los elementos perversos de la
excitación sexual”; b.- Desde el punto de vista del
mecanismo, Freud indicó sucesivamente dos
hipótesis. La primera se basa en la teoría del
apoyo de las pulsiones sexuales sobre las
pulsiones de autoconservación. De igual modo
que las funciones no sexuales pueden
contaminarse con la sexualidad -como, por
ejemplo, en las somatizaciones histéricas-
también la atracción de las fuerzas de la pulsión
sexual puede derivarse hacia fines no sexuales,
es decir, la sublimación de la sexualidad. Esta
hipótesis se halla subyacente en el estudio de
Freud sobre Leonardo Da Vinci.

Con la introducción del concepto de


narcisismo y con la última teoría del aparato
psíquico, se anticipa otra idea. La transformación
de una actividad sexual en una actividad
sublimada -dirigiéndose hacia objetos externos
independientes- requeriría un tiempo intermedio,
que Freud en “El yo y el ello”, describe como “la
energía del Yo desexualizada y sublimada”,
susceptible de ser desplazada sobre actividades
no sexuales. Se trata de una energía de
desplazamiento, de libido desexualizada, a la
cual llama “libio sublimada”, puesto que,
sirviendo para instituir la intención de unificación
del Yo, atendría a la intención fundamental del
Eros, que es la de unir y ligar. Así se puede
considerar que la sublimación depende
íntimamente de la dimensión narcisista del Yo,
de forma que volvería a encontrarse, a nivel del
objeto al que apuntan las actividades sublimadas,
el mismo carácter de totalidad que Freud asigna
al Yo. Para finalizar, solamente queremos
señalar otras cuestiones: a.- En la medida en que
la teoría de la sublimación quedó poco elaborada
en Freud, también ha permanecido confusa su
delimitación con respecto a otros procesos tales
como formación reactiva, inhibición en cuanto al
fin, idealización, represión. Asimismo, aunque
Freud considera esencial la capacidad de
sublimación para el resultado del tratamiento, no
mostró concretamente en qué forma interviene.
Si bien la hipótesis de la sublimación fue
enunciada a propósito de las pulsiones sexuales,
Freud sugirió también la posibilidad de una
sublimación de las pulsiones agresivas. La
ausencia de una teoría coherente de la
sublimación sigue siendo una de las lagunas del
pensamiento psicoanalítico.

Respecto de la angustia como destino de la


pulsión, ha sido desarrollado relativo a la vía de
formación de síntomas.

Las tres polaridades de la vida anímica

El estudio de las vicisitudes de la pulsión y


su función en la vida anímica, permitió a Freud
reconocer en la misma tres polaridades: 1.- La
polaridad sujeto-objeto se discierne en períodos
tempranos a través de una experiencia simple:
mediante una acción se puede cancelar los
estímulos exteriores, no siendo eficaz respecto
de los interiores. Esta polaridad coincide con yo =
sujeto, afuera = objeto. 2.- La polaridad placer-
displacer constituye la serie de las sensaciones.
3. La polaridad activo-pasivo es más compleja: El
Yo se comporta pasivamente hacia el mundo
exterior en la medida en que recibe estímulos de
él, y activamente cuando reacciona frente a
estos. Las pulsiones compelen sobremanera a
una actividad hacia el mundo exterior, sobre todo
las de autoconservación. El yo-sujeto es pasivo
hacia los estímulos exteriores y activo por sus
pulsiones propias.99 Luego la teoría freudiana
hace coincidir activo-masculino y pasivo-
femenino y él mismo admite que este
discernimiento se apoya en la biología.

Estas polaridades entran en distintos tipos


de enlaces, pero existe una situación psíquica
originaria en que dos de ellas coinciden. El Yo se
99
Freud, S. Ibídem. Pág. 129.
encuentra originariamente, al comienzo mismo
de la vida anímica, investido por pulsiones, y es
en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí
mismo. A este estado Freud lo denomina
“narcisismo” y “autoerotismo” a la posibilidad de
satisfacción. Por lo tanto en ese tiempo el yo-
sujeto coincide con lo placentero y el mundo
exterior con lo indiferente y eventualmente, en
cuanto fuente de estímulos, con lo displacentero.

Las pulsiones de autoconservación, que no se


satisfacen autoeróticamente, perturban el estado
narcisista primordial y preparan los ulteriores
progresos.

“El estado narcisista primordial no podría seguir


aquel desarrollo si todo individuo no pasara por
un período en que se encuentra desvalido y debe
ser cuidado (indefensión) y durante el cual sus
urgentes necesidades le fueron satisfechas por el
aporte desde afuera”100.

Por influjo de las pulsiones de satisfacción


autoerótica se promueve la desviación hacia un
“yo-placer”, mientras que las pulsiones
libidinosas no-autoeróticas y las pulsiones de
autoconservación promueven hacia un “yo-
realidad”. Las pulsiones empujan al progreso
psíquico y a la construcción yoica, así se
generarán tres etapas: yo realidad inicial, yo
purificado de placer, y yo realidad definitivo. En
un principio se conforma un “yo-realidad inicial”
(distinción del adentro y el afuera) a través de un
acto psíquico que consiste en la inscripción de
una marca objetiva, marca de la caída de tensión
posterior a una acción mediante la cual el
aparato psíquico se descarga hacia afuera del
cúmulo de tensión. Esta descarga permite la
100
Freud, S. Ibídem..Pág. 129.
experiencia de placer, y el estado de tensión
anterior retrospectivamente quedará como
vivencia de displacer. Por tanto, esta marca debe
pensarse como una marca de diferencia. A su
vez, se distingue el adentro pues del estímulo
interior no se puede rehuir, mientras del estímulo
exterior se puede huir mediante una acción. A
través del trabajo pulsional, este yo-realidad
inicial se muda en “yo-purificado-de-placer” cuya
característica es el cese de la tensión. La
consecuencia es que el mundo exterior se
descompone según su relación con la posibilidad
de producir placer. Entonces, se incorporan al yo
los objetos del mundo exterior que sirven para el
cese de la tensión y permiten el reinado del
principio del placer y el resto del mundo exterior
le es ajeno conjuntamente con componentes del
yo propio que arroja al mundo exterior, sintiendo
a este exterior como hostil. O sea, se trata de
una división que sigue el capricho del principio
del placer e inventa un yo todo placer y un afuera
hostil. Freud puntualiza:

Después de este reordenamiento, ha quedado


restablecida la coincidencia de las dos
polaridades de este modo: Yo-sujeto coincide
con placer y Mundo exterior coincide con
displacer (desde una indiferencia anterior).101

Luego la etapa narcisista es relevada por la


etapa del objeto y entonces placer y displacer
significan relaciones del yo con los objetos
identificándose dos tipos de movimientos:
atracción y repulsión (amor-odio). De este modo
se instala el “yo-realidad definitivo”. Para realizar
una síntesis sobre el tema tomaremos el texto
“Formulaciones sobre los dos principios del

101
Freud, S. Ibídem., pág. 131.
acaecer psíquico”102, en donde Freud trabaja
sobre la idea de la transformación de un
temprano “yo-placer” en un “yo-realidad”,
pasando por consideraciones tales como: Las
pulsiones sexuales, que desde el comienzo
reclaman un objeto, así como las pulsiones
yoicas, que nunca se satisfacen de manera
autoerótica, perturban el estado narcisista
primordial y preparan para ulteriores progresos.
El estado narcisista primordial no podría seguir
aquel desarrollo si todo individuo no pasara por
un período en que se encuentra desvalido y debe
ser cuidado, y durante el cual sus urgentes
necesidades le fueron satisfechas por el aporte
desde afuera, frenándose así su desarrollo. O
sea: la función del auxilio ajeno -ya mencionada
en El Proyecto- que devendrá en complejo del
semejante, ha dejado sus marcas en el quehacer
102
Freud, S. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XII, Pág. 217 y ss.
pulsional, marcas que parecieran estar en
relación al objeto perdido. El “yo-realidad inicial”,
por influencia del principio del placer, es
reemplazado por un “yo-placer” o “yo puro
placer”, a consecuencia de que las pulsiones
libidinosas de satisfacción autoerótica lo alientan
a este emplazamiento. Luego, impulsado por las
pulsiones libidinosas no-autoeróticas y las
pulsiones de autoconservación, no tiene más
camino que promoverse como “yo-realidad”. Se
entiende, teniendo en cuenta este desarrollo, por
qué dice que el Real-Ich es la razón de que
ciertos elementos estén investidos
pulsionalmente.

2.3.- Revisión de la teoría pulsional en 1920.

El aparato funciona a partir de una diferencia


Es nuestra intención ubicar al lector en el
texto “Mas allá del principio del placer” (1920) tan
central en la obra freudiana. Recomendamos
primero que el interesado tenga una lectura
previa de los textos metapsicológicos y de las
nociones denominadas ¨económicas¨ en la obra
de Freud. El objetivo de este escrito freudiano,
escandaloso por cierto, está en demostrar que
más allá de la acción dialéctica del principio del
placer y el principio de realidad existe un tercer
término, propiamente más primitivo y original,
independiente de ambos, que es la compulsión
de repetición sostenida por la pulsión de muerte.
El concepto de repetición es un concepto
esencial y problemático en psicoanálisis.
Esencial en tanto se refiere a lo económico, o
sea, al lugar de la pulsión de muerte en la
metapsicología. Problemático en tanto nos
muestra la crudeza de una relación que
podríamos denominar: sexualidad-muerte, o en
otros términos, deseo- goce (goce en tanto
nombre de la pulsión de muerte). Complejo, pues
el abordaje que se requiere para orientarse en la
articulación del tema, circula por algunos carriles
en los cuales hay que tener en cuenta pilares que
permitan armar un recorrido, pues se trata de una
estructura que posee lógica. Ellos son algunos
textos de Freud: “El Proyecto de psicología
científica”; el Cap. VII de “La Interpretación de los
Sueños”; “Introducción del narcisismo”;
“Recuerdo, Repetición y Elaboración”; “Más allá
del Principio del Placer” y finalmente “El Malestar
en la Cultura” -ya nos hemos referido a algunos
de ellos-. Desde “El Proyecto” con algunos
cambios que aparecen en el Cap. VII de “la
ciencia de los sueños”, el planteo de Freud se
sostiene en una premisa: el 'aparato' funciona a
partir de una diferencia que queda inscripta como
huella. Entonces, nos encontramos con dos
cuestiones correlativas: la huella y la diferencia.
Huella que Freud concibe inicialmente como
marca de una tensión, como pura inscripción de
un estado desconocido relativo a diferencias de
tensiones en el aparato, inscripción de diferencia
entre una cierta homogeneidad de la no tensión y
el discretismo que impone la necesidad. Huella y
diferencia que podrían plantearse como huella de
la diferencia y diferencia que impone la huella.
Por lo tanto decimos que no hay marca sin
diferencia y no hay diferencia que no sea marca.
El hombre, en tanto que sujeto, es 'marcado', es
sujeto de la diferencia, y constituyendo la única
posibilidad de ser sujeto, en tanto sujetado a la
marca de diferencia. Concluyentemente diremos:
Sujeto a una marca, a una huella, a una
diferencia. Si nos detenemos un poco más sobre
la cuestión, podemos pensar el funcionamiento
del aparato psíquico inicial como subordinado a
un juego de diferencias que buscan ser anuladas.
En ello consiste el Principio del Placer. Es lo que
teoriza Freud cuando se refiere al principio que
rige el psiquismo a partir de un estado de
displacer que busca su resolución por medio de
la descarga. El Principio del placer como ya
subordinado a un otro principio no formulado,
pero funcionando más allá de él. Porque si el
mismo busca esa anulación de la tensión, si
busca la descarga, hay funcionando en el
aparato contraentrópicamente “un algo más”, que
mantiene las diferencias en vilo, que hace del
Principio del Placer, hasta cierto punto un
principio fracasado. Tengamos presente la
concepción del Sistema Psi. La tensión de
necesidad original, deja una inscripción, que no
es la tensión, sino la huella mnémica
consecuente. Nos explicaremos refiriéndonos
nuevamente al ejemplo freudiano de “El
Proyecto”: El bebé busca descargar la tensión de
necesidad original por medio de la motricidad -el
llanto-, y la madre acude presurosa a darle el
pecho, calmando esta tensión de necesidad. El
pecho queda inscripto así como imagen mnémica
del objeto de satisfacción -no será una imagen
fotográfica sino en todo caso una imagen
representativa, signos, marca-. La caída del
exceso de tensión produce la vivencia primaria
de satisfacción y liga la relación entre la huella y
la imagen. El sujeto a partir del conocimiento de
esta experiencia de satisfacción busca reiterar la
vivencia mediante el encuentro de un objeto
idéntico en sus signos al objeto de satisfacción
original. Es lo que Freud llama identidad de
percepción. Se inicia de este modo un
movimiento constante de búsqueda de lo idéntico
y encuentro de lo diferente, cualquier objeto que
se presente no va a poder ocupar el lugar de
aquél, no va a poder ser idéntico al original. Y no
porque necesariamente sea diferente en sí, sino
por la marca que imaginariamente el sujeto ha
colocado en ese objeto original, la vivencia
“primaria” en tanto que primaria es irrepetible. Es
la condición de lo primero, nunca habrá otro
primero. También es importante tener en cuenta
que luego de la primer inscripción, se instauran
condiciones de búsqueda que en el inicio no
estaban. Ante un nuevo estado de elevación de
la tensión, se buscará la resolución de la misma
a través de ligar la energía buscando el objeto de
descarga en el interior del aparato. Freud ofrece
como ejemplo que ante un nuevo estado de
hambre, que causa el elevamiento del estado de
tensión, el niño primero alucinará el pecho
materno.
Lo importante que queremos destacar
es la articulación siguiente: hay una dirección de
búsqueda, y lo que da cuenta de esta dirección
de búsqueda es el deseo; hay una dirección de
encuentro, y lo que da cuenta de la dirección del
encuentro es la posición del objeto como aquello
que: a.- bien tiene lo que al sujeto le falta,
instaurando una lógica imaginaria, narcisista, en
donde el objeto complementa al objeto, funciona
el usufructo; b.- bien no tiene lo que al otro le
falta- instaurando un espacio que corresponde
al tiempo de inclusión en el orden simbólico, del
posicionamiento del sujeto como deseante. Pero
en ambos casos siempre o hay un más que el
otro tiene o hay un menos que al otro le falta, que
marca la imposibilidad de asir aquello que el
sujeto realmente desea. En síntesis, hay varios
elementos que constituyen un circuito complejo:
una búsqueda, un encuentro, y el objeto. Y más
allá, la cuestión de ese plus que le falta al objeto
para que pueda colmar el deseo, evidenciando la
imposibilidad estructural de colmamiento del
deseo. Esto implica un movimiento, pulsional,
que constituye el esquema básico conceptual de
la repetición.
La compulsión de repetición
Freud en el texto de “Más allá del principio
del placer” refiere otro principio, que funciona
más allá, aún en una cierta primariedad con
relación al principio del placer y que llama
'compulsión de repetición'. Presenta una
conceptualización en donde la pulsión reprimida
nunca deja de aspirar o buscar su satisfacción;
satisfacción que consistiría en la repetición de
una vivencia primaria de satisfacción, y agrega
que para ello todo es insuficiente, sublimaciones,
formaciones substitutivas, cte. para cancelar la
tensión y la diferencia entre el placer de
satisfacción hallado y el pretendido engendra el
factor pulsionante que no admite aferrarse a
ningún subrogado y que acicatea siempre
adelante. Esta cita es importante porque marca el
carácter de encuentro fallido de la búsqueda, y
que toda búsqueda es encuentro de una
diferencia: la diferencia que media entre el objeto
y la cosa. Diferencia que no es otra cosa que la
marca de la castración.
Respecto de este tema, Jacques Lacan
introduce metafóricamente la concepción de “lo
que falta a la cita”. Siguiendo esa metáfora
podemos decir que porque el objeto falta a la cita
es que funciona el aparato psíquico, porque si el
sujeto realizara un encuentro con el objeto del
deseo, con la cosa, la repetición cesaría ante la
muerte del deseo. La repetición es lo que
mantiene en vilo al deseo, lo que le da su razón
de búsqueda, de búsqueda eterna en tanto el
deseo, indestructible es inmortal, es decir,
'insatisfecho por condición constituyente'.
Lo que Freud introduce, bajo la observación de
la compulsión de repetición, está en
contradicción con el principio del placer.
Pondremos en trabajo tres citas del texto
freudiano que son importantes para trabajar la
cuestión.

1.- el hecho nuevo y asombroso que ahora


debemos describir es que la compulsión de
repetición devuelve también vivencias pasadas
que no contienen posibilidad alguna de placer,
que tampoco en aquel momento pudieron ser
satisfacciones, ni siquiera de las mociones
pulsionales reprimidas de aquel entonces.103

2.- En el analizado, en cambio, resulta claro


que su compulsión a repetir en la transferencia,

103
Freud, S. “Más allá del principio de placer” .Sigmund Freud Obras completas Ob. Cit. Tomo XVIII..
Pág. 20..
los episodios del período infantil de su vida se
sitúa, en todos los sentidos, más allá del
principio del placer […] nos enseña que las
huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias
del tiempo primordial no subsisten en su interior
en el estado ligado y aun […] son
insusceptibles del proceso secundario. A esta
condición de no ligadas deben también su
capacidad de formar […] una fantasía de
deseo.104

3.- La pulsión […] nunca cesa de aspirar a su


satisfacción plena, que consistiría en la
repetición de una vivencia primaria de
satisfacción; todas las formaciones sustitutivas
y reactivas, y todas las sublimaciones, son
insuficientes para cancelar su tensión
acuciante, y la diferencia entre el placer de

104
Ibídem. Pág. 36..
satisfacción hallado y el pretendido engendra
el factor pulsionante. 105

Es por ello que Freud afirmará que la


compulsión de repetición es más originaria, más
pulsional que el principio de placer que ella
destrona. Anteriormente, en 1914106, en
“Recordar, repetir y re-elaborar”, Freud
introduce la noción del recuerdo en acto como
algo que aparece cuando el inconsciente se
pone a trabajar en relación a la transferencia,
poniendo en evidencia la dimensión de la
memoria que el inconsciente descubre107. Freud
describe su observación clínica respecto de que
el analizado no recuerda nada de lo olvidado y
reprimido, sino que lo actúa (agieren). La
experiencia analítica nos muestra la intrusión de

105
Ibídem. Pág. 42.
106
Freud, S. Recordar, repetir y re-elaborar. Sigmund Freud. Obras completas. Ob. Cit. Tomo XII, Pág. 199..
107
Cosentino, J. C. Construcción….ob. cit. pág. 201
lo olvidado y reprimido como reproducción en el
presente de un estado anterior.

No lo reproduce como recuerdo, sino como acto,


lo repite, sin saber, que lo hace. Por eso
tenemos que estar preparados para el que
analizado se entregue a la compulsión de
repetir, que le sustituye el impulso de
recordar.108

Recordemos que la pulsión emerge de la


fijación traumática. Tengamos presente el sueño
que inicia el capítulo VII de “La interpretación de
los sueños” donde irrumpe aquella frase
invocante109: “Padre, ¿no ves que estoy
ardiendo”110, y se produce el despertar pues
surge lo que no puede ser ligado: la cara
silenciosa de la pulsión de muerte. El sueño en

108
Freud, S. Recordar, repetir y re-elaborar. Sigmund Freud. Obras completas. Ob. Cit. Tomo XII, Pág. 152.
109
Cosentino, J. C. Construcción… pág. 209
110
Freud, S. La interpretación de los sueños. Sigmund Freud. Obras completas. Ob. Cit. Vol. V. Cap. VII,
Pág. 504 y ss..
su punto de fracaso, no puede impedir la
activación de la pulsión, que no produce placer,
sino que introduce lo penoso. La frase muestra
la escisión inconsciente-ello, lo que produce el
despertar. No se trata de la insistencia de lo
reprimido, sino de lo no ligado en el
inconsciente, que se produce en el mismo punto
de pérdida que deja el objeto de la experiencia
de satisfacción. Allí se produce la fijación
traumática de la pulsión, que la condena a
irrumpir sin permitir el atemperamiento del
principio del placer, o sea, no obedece al tipo
del proceso ligado, sino al proceso libremente
móvil que empuja en pos de la descarga, y nos
lleva siempre al mismo lugar: el eterno retorno
de lo igual. Allí no hay representante psíquico,
la pulsión emerge de la fijación traumática. Se
trata del encuentro con el trauma a modo de
falla, es decir, se trata de la falla del encuentro o
de un encuentro fallido. Siguiendo el ejemplo
respecto de niño del carretel111, podemos decir:
lo que vuelve es el carretel y no la madre.

Respecto del juego infantil, referido en


“Más allá del principio del placer”, junto con los
sueños traumáticos, - en la búsqueda de
evidencias de un más allá del principio del placer-
Freud realiza una descripción e interpretación del
juego que observa en su nieto. Si bien llega a la
conclusión que este caso no valida en forma
rotunda la concepción de algo más allá del
principio del placer, es importante su
consideración. Recuerda que las diversas teorías
sobre el juego infantil han sido reunidas y
estudiadas analíticamente por vez primera en un
ensayo de S. Pfeifer, las mismas se esfuerzan en
adivinar los motivos del jugar infantil, sin tener en
cuenta en primer término el punto de vista
111
Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Págs. 14-17.
económico, la consecución de placer. Fue esta la
ocasión que lo lleva a Freud a comentar sobre
una observación realizada sobre el juego de su
nieto. Le rediremos homenaje con la lectura de
unos párrafos:
el primer juego, de propia creación, de un niño de
año y medio […] se hallaba en excelentes
relaciones con sus padres y con la única criada
que tenía a su servicio, y era muy elogiado su
juicioso carácter. No perturbaba por las noches el
sueño de sus padres, obedecía
concienzudamente a las prohibiciones […] sobre
todo no lloraba nunca cuando su madre le
abandonaba por varias horas a pesar de la gran
ternura que le demostraba. La madre no sólo le
había criado, sino que continuaba ocupándose
constantemente de él casi sin auxilio ninguno
ajeno. El excelente chiquillo mostraba tan sólo la
perturbadora costumbre de arrojar lejos de sí, a
un rincón del cuarto, bajo una cama o en sitios
análogos, todos aquellos pequeños objetos de
que podía apoderarse, de manera que el
hallazgo de sus juguetes no resultaba a veces
nada fácil. Mientras ejecutaba el manejo descrito
solía producir, con expresión interesada y
satisfecha, un agudo y largo sonido, o-o-o-o, que,
a juicio de la madre y mío, no correspondía a una
interjección, sino que significaba fuera (fort).
Observé, por último, que todo aquello era un
juego inventado por el niño y que éste no
utilizaba sus juguetes más que para jugar con
ellos a estar fuera. Más tarde presencié algo que
confirmó mi suposición. El niño tenía un carrete
de madera atado a una cuerdecita,[…] teniéndolo
sujeto por el extremo de la cuerda, lo arrojaba
con gran habilidad por encima de la barandilla de
su cuna, forrada de tela, haciéndolo desaparecer
detrás de la misma. Lanzaba entonces su
significativo o-o-o-o, y tiraba luego de la cuerda
hasta sacar el carrete de la cuna, saludando su
reaparición con un alegre -a-a-a-a- (da) «aquí».
Este era, pues, el juego completo: desaparición y
reaparición […] La interpretación del juego
quedaba así facilitada. Hallábase el mismo en
conexión con la más importante función de
cultura del niño, esto es, con la renuncia
pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional) por
él llevada a cabo al permitir sin resistencia alguna
la marcha de la madre. El niño se resarcía en el
acto poniendo en escena la misma desaparición
y retorno con los objetos que a su alcance
encontraba. […] La marcha de la madre no
puede ser de ningún modo agradable, ni siquiera
indiferente, para el niño. ¿Cómo, pues, está de
acuerdo con el Principio del Placer el hecho de
que el niño repita como un juego el suceso
penoso para él? Se querrá quizá responder que
la marcha tenía que ser representada como
condición preliminar de la alegre reaparición y
que en esta última se hallaba la verdadera
intención del juego; pero esto queda contradicho
por la observación de que la primera parte, la
marcha, era representada por sí sola como juego
y, además, con mucha mayor frecuencia que la
totalidad llevada hasta su regocijado final.112
Intentando un análisis Freud piensa que ha
sido otro el motivo por el cual el niño ha
convertido en juego el suceso desagradable. En
la realidad el niño representaba un papel pasivo,
era el objeto del suceso, y a través del juego este
papel se trueca por el activo, repitiendo el
suceso. Este impulso podría atribuirse a una
pulsión de dominio, que se hace independiente
de que el recuerdo fuera o no penoso en sí.
También intenta otra interpretación: el arrojar el
112
Freud, S. “Más allá del principio del placer” Sigmund Freud Obras Competas. Ob. Cit. Pág. 12 y ss..
objeto de modo que desapareciese podía ser la
satisfacción de un reprimido impulso vengativo
contra la madre por haberse ido y significar el
enfado de este: “Te puedes ir, no te necesito.
Soy yo mismo el que te echa”. Un año después
Freud observa que el niño acostumbraba a
enfadarse contra alguno de sus juguetes,
arrojarlo contra el suelo, diciendo: “¡Vete a la
gue(rr)a!”. Le habían dicho que el padre, ausente,
se hallaba en la guerra, y el niño no le echaba de
menos, sino que, por el contrario, manifestaba
claros signos de que no quería ser estorbado en
la exclusiva posesión de la madre. Freud llega a
la conclusión que el impulso a elaborar
psíquicamente algo impresionante, consiguiendo
de este modo su total dominio, puede llegar a
manifestarse primariamente y con independencia
del principio del placer. En el caso aquí discutido,
la única razón de que el niño repitiera como
juego una impresión desagradable es la de que a
dicha repetición se enlaza una consecución de
placer de distinto género, pero más directa.

La repetición y lo primordial

La entropía generada por aquello no ligado


explica la puesta en marcha del trabajo psíquico.
La conceptualización al respecto de “un grupo de
vivencias reprimidas del tiempo primordial” es
relativa a la represión primordial y asegura el
trabajo del aparato, pues si bien el trabajo trae
consumo de energía, el sistema no puede llegar
a cero de energía. La represión primaria asegura
un resto de energía que no se liga aumentando
la entropía, generando desorden, y esto produce
trabajo.

La exigencia pulsional se ubica más allá del


principio del placer y muestra que algo hace
obstáculo a la homeostasis del principio del
placer. Anteriormente, en el Manuscrito K113,
Freud calcula, respecto de la compulsión
repetitiva de los síntomas obsesivos, que tiene
que existir una fuente independiente del principio
de constancia respecto del desprendimiento de
displacer y que por lo tanto, placer y displacer no
son simétricos, no pertenecen al mismo registro.
En 1920 encuentra que el empuje -Drang- que
repite una impresión desagradable se debe
únicamente a que la repetición está relacionada
con una ganancia de placer de otra índole, pero
directa. Esta ganancia de placer ligada al
displacer es una fuente distinta a la del principio
del placer. Podemos diferencias diversos modos
de repetición:

La repetición como recapitulación: Freud nos


ofrece varios ejemplos de este modo de la
repetición: a.- En el capítulo IV señala un
113
Freud, S.” Manuscrito K”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 260 y ss.
ejemplo tomado de la embriología en relación a
la historia evolutiva del sistema nervioso central,
señalando que la materia gris de la corteza
cerebral es un retoño de la primitiva superficie
(ectodermo)114; b.- En el capítulo V, al respecto
de la naturaleza conservadora, alude a la
etología, señalando que ciertos peces
emprenden en la época del desove fatigosas
migraciones a fin de depositar las huevas en
determinadas aguas, muy alejadas de su lugar
de residencia habitual; muchos biólogos
interpretan que no hacen sino buscar las
moradas anteriores de su especie, que en el
curso del tiempo habían trocado por otras. Lo
mismo es aplicable a los vuelos migratorios de
las aves de paso115; c.- También en el capítulo V
nos ofrece otro ejemplo sobre la embriología,
donde considera estudios en relación a que el
114
Freud, S. Ibídem., pág. 26
115
Freud, S. Ibídem., pág.36
germen de un animal vivo está obligado a repetir
las estructuras de todas las formas de que el
animal desciende116.

La repetición como iteración: Freud nos ofrece


ejemplos de iteración de las conductas,
buscando la identidad de impresión. Entre ellos:
a.- En el capítulo II se ocupa de las evidencias
del juego infantil y de los sueños de las neurosis
traumáticas; b.- En el capítulo III se refiere a
personas que viven bajo la impresión de que un
destino las persiguiera. Como ejemplo comenta
que se conocen individuos en quienes toda
relación humana lleva a idéntico desenlace:
benefactores cuyos protegidos son
desagradecidos. Se trata del “eterno retorno de
lo igual, de repetición de idénticas vivencias.117

116
Freud, S. Ibídem., pág. 37
117
Freud, S. Ibídem., pág. 21-22.
La repetición como diferencia o encuentro
fallido: Este modo de la compulsión de
repetición es el hallado en el dispositivo analítico
de la transferencia. Recordemos las tres citas
que he extraído literalmente de Freud en su
escrito “Más allá del principio del placer”, al
referirme a la compulsión de repetición. A partir
de ellas podemos considerar: a.- Que la
presencia del analista y su no connivencia, no
posibilita la reiteración de la identidad de
impresión, sino que planteará la producción de
una diferencia (lograda por la abstención del
analista); b.- que Freud instaura un saber (del
psicoanálisis) intentando logicizar la incidencia
de la repetición en la clínica analítica; c.- se
entiende que la repetición introduce una pérdida
pues no logra la ligadura y que el tratamiento
analítico trabaja en dirección a que el sujeto
tome a su cargo ese factor pulsionante que
acicatea hacia adelante. “Donde ello era, yo
debe advenir”.

Un más allá: la muerte

En “El Proyecto de Psicología Científica”,


Freud propone el supuesto de que el decurso de
los procesos anímicos es regulado
automáticamente por el principio de placer. Éste
es uno de los dos principios que rigen el
funcionamiento mental: el conjunto de la
actividad psíquica tiene por finalidad evitar el
displacer y procurar el placer. Dado que el
displacer va ligado al aumento de las cantidades
de excitación, y el placer a la disminución de las
mismas, el principio de placer constituye un
principio económico.

Una de las hipótesis constantes de


Freud es que el sistema percepción-
conciencia sería sensible a una gran
diversidad de cualidades provenientes del
mundo exterior, mientras que del interior
sólo percibiría los aumentos y disminuciones
de tensión, que se traducen en una sola
gama cualitativa: la escala placer-displacer.
Si bien generalmente se puede considerar
una equivalencia entre el placer y la
reducción de tensión, y entre el displacer y
el aumento de tensión, Freud considera que
existen tensiones placenteras o pulsiones
que se satisfacen con el displacer.
Asimismo, aprecia que el principio de placer
se halla más bien en oposición al
mantenimiento de la constancia. Por esta
vía, Freud se puede preguntar si acaso el
principio de placer no se encuentra al
servicio de la pulsión de muerte.

En psicoanálisis, el concepto de “muerte” no


remite al cese de la vida orgánica, sino al modo
de la muerte en afectar la vida. Es la
preocupación freudiana en 1920, la modalidad
de la muerte en afectar el funcionamiento del
aparato psíquico, que tiene la particularidad de
encontrar su puesta en marcha a través de lo
que se define como “pulsión” –Trieb-, y las
características de sus términos. La muerte no es
eso que está más allá de la vida, sino aquello
que permanece indefectiblemente unida a ella.
Es un límite que funciona como posibilidad
inherente del sujeto definido en su historicidad.
Límite con que él mismo se encuentra a cada
instante de su vida en lo que esa historia tiene
de acabada en el sentido de lo que se
manifiesta invertido en la repetición.

Freud conceptualiza en 1920, que el sujeto


humano no solamente repite lo displacentero
sino que la tendencia a la destrucción es más
radical, más primitiva, elemental y pulsional que
el principio de placer. Lo que Freud designa con
el término de pulsión de muerte es lo que hay de
fundamental en la noción de pulsión: el retorno a
un estado anterior, el retorno al reposo absoluto
de lo inorgánico, en su metáfora biológica. La
pulsión de muerte designa un principio
intrínseco a toda pulsión, es irreductible e
indestructible, es la expresión del principio más
radical del funcionamiento psíquico: hay
primariedad de la pulsión de muerte. Esta
concepción modifica el modelo del
funcionamiento del aparato psíquico regido por
el principio de constancia. Y, quiebra la relación
con el sistema nervioso que se definía, en esa
época, por la ley de la menor tensión.118

¿De qué modo se halla en conexión lo


pulsional con la compulsión de repetición?
118
Cosentino, J.C. Construcción de los conceptos freudianos. Manantial. Buenos Aires. 1994.
Intentando la respuesta, Freud descubre el
carácter universal de las pulsiones:
Una pulsión es “un esfuerzo inherente a lo
orgánico vivo, de reproducción (“reconstrucción”,
según López Ballesteros) de un estado anterior,
que lo animado tuvo que abandonar bajo el
influjo de fuerzas exteriores, perturbadoras; una
especie de elasticidad orgánica, o, si se quiere, la
manifestación de la inercia en la vida orgánica
[...]. Esta concepción de la pulsión nos parece
extraña por habernos acostumbrado a ver en ella
el factor que impulsa a la modificación y
evolución, y tener ahora que reconocer todo lo
contrario: la manifestación de la naturaleza
conservadora del ser vivo.119
Se impone la diferenciación entre las
pulsiones que esfuerzan a la repetición y son
conservadoras, y otras que esfuerzan al
119
Freud, S. Más allá del principio del placer. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XVIII. Pág. 36.
progreso. Freud discrimina entre estos dos tipos
de fuerzas pulsionales e insiste en la hipótesis de
que todas las pulsiones quieren reproducir algo
anterior, con lo cual ya está conformando la idea
de primariedad de la pulsión de muerte y la
distinción entre pulsiones de vida y de muerte.120
uno de los grupos pulsionales se lanza,
impetuoso, hacia adelante, para alcanzar lo más
rápido posible la meta final de la vida; el otro,
llegado a cierto lugar de este camino, se lanza
hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto
punto y así prolongar la duración del trayecto.121
Freud postula la consideración de que todas
las pulsiones son conservadoras, adquiridas
históricamente y dirigidas hacia la regresión, y
entonces reflexiona al respecto de que los éxitos
del desarrollo están en la cuenta de influjos
externos, perturbadores y desviantes. Desde sus
120
Ibídem .Pág. 37.
121
Ibídem. Pág. 40.
estudios biológicos, toma en cuenta que el ser
vivo desde su comienzo no habría querido
cambiar sino mantenerse en idénticas
condiciones, repitiendo siempre el mismo curso
de vida, advirtiendo que a veces la fuerza
pulsional puede dar una impresión engañosa
como si aspiraran al cambio y al progreso, pero
en verdad se empeñan por alcanzar una vieja
meta (la muerte). Si todo lo vivo muere, “regresa
a lo inorgánico”, no se puede más que admitir
que “la meta de toda vida es la muerte” y así
nació la primera pulsión, la de regresar a lo
inanimado.122
La conclusión precedente lleva a una revisión
de la primer clasificación de las pulsiones.
Respecto de las pulsiones de autoconservación
las reconsiderará como pulsiones parciales
destinadas a asegurar el camino hacia la muerte.
122
Ibídem. Pág. 38.
Así se engendra la paradoja de que el organismo
vivo lucha con la máxima energía contra
influencias peligrosas que podrían ayudarlo a
alcanzar su meta vital por el camino más corto;
pero esta conducta es justamente lo
característico de un bregar puramente pulsional,
a diferencia de un bregar “inteligente”.123
Respecto de las pulsiones sexuales,
reconsidera y refiere que son conservadoras en
el mismo sentido que las otras, no obstante,
observa que trabajan contra el fenecimiento de
la sustancia viva y saben lograr cierta
“inmortalidad potencial” pues de ellas se sostiene
el mantenimiento de la especie: si bien mueren,
el asunto es que se reproducen, o sea, generan
una nueva vida. De esto puede aducir en favor
de una cierta tendencia interna al progreso y a la

123
Ibídem. Pág. 39.
evolución ascendente. Por ello las considera
como genuinas pulsiones de vida.
En el capítulo VI de “Mas allá del principio del
placer” concluye con la presentación de las dos
clases de pulsiones: pulsión de vida y pulsión de
muerte. Ambas se encuentran en un movimiento
de oposición dialéctica. La pulsión de muerte es
primaria y siempre gana. La pulsión de vida es
secundaria y se encarga de obstaculizar a la
anterior. Desde esta nueva consideración, las
pulsiones de autoconservación son consideradas
como conservadoras, orientadas por la pulsión
de muerte, y las pulsiones sexuales, que aspiran
a la prosecución de la vida, orientadas desde la
pulsión de vida. La libido de las pulsiones
sexuales coincidiría con el Eros que cohesiona
todo lo viviente.124

124
Ibídem. Pág. 45.
Freud presenta una concepción dualista de la
vida pulsional en donde discurren dos clases de
procesos de orientación contrapuesta: uno de
anabolismo -asimilatorio- y otro de catabolismo -
desasimilatorio -.
Las conclusiones finales de “Más allá del
principio del placer” se ordenan en muy pocas
páginas del capítulo VII, y nos interesan pues
son relativas al funcionar del aparato psíquico.
Las enumeramos: 1.- El carácter general de las
pulsiones es restablecer un estado anterior; 2.-
En la vida anímica muchos procesos se
consuman con independencia del principio de
placer; 3.- La ligazón de investiduras que permite
pasar de energía libre a energía ligada, de
proceso primario a proceso secundario, es un
acto preparatorio que introduce y asegura el
imperio del principio de placer; 4.- El principio del
placer está al servicio de una función: la de hacer
que el aparato anímico quede exento de
excitación o la de mantener en él constante, o en
el nivel mínimo posible, el monto de la excitación;
5.- La aspiración más universal de todo ser vivo
es volver hacia atrás; 6.- Las pulsiones de vida
se presentan como revoltosas mientras que la
pulsión de muerte es muda; 7.- El principio de
placer está al servicio de la pulsión de muerte.

La pulsión como dato radical de la


experiencia analítica
Trieb siempre ha designado una especie de
dato radical de la experiencia analítica. Se
destacan dos consideraciones: el Trieb como
concepto fundamental y el Trieb en la experiencia
analítica.

Como concepto fundamental, sin duda, es


uno de los que ocupan el lugar de los primeros
conceptos metapsicológicos. Está allí, entre ellos,
porque tiene función de “cimiento”. Y, está allí
porque es un concepto que hace de fundamento,
del psicoanálisis, en tanto praxis. El Trieb es un
concepto ligado a los fundamentos de aquellas
interioridades que, las más de las veces, se
muestran bajo las más diversas formas del
padecer. Y, frente a ello, se trata de saber qué
puede, qué debe esperarse del psicoanálisis. Si
el Trieb funda el psicoanálisis como praxis, ¿qué
justifica la intervención de un analista?
Preguntamos por aquello que produce
consecuencias, o sea, por aquella intervención
del analista que, por añadidura, al decir de Freud,
incida sobre el sujeto: que lo despierte,
produciendo el cese de esa dormidera letal que
es su sufrimiento. Sabemos que nuestros
pacientes, “padecientes” no están satisfechos
con lo que son. No obstante, sabemos que todo
lo que ellos son, lo que viven, aún sus síntomas,
tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen algo
que sin duda va en contra de lo que podría
satisfacerlos. Sabemos que aquello que
satisfacen por la vía del displacer, es, al fin y al
cabo, la ley del placer. Pero, digamos que para
una satisfacción de esta índole, “penan
demasiado.125

Ya Freud nos advirtió al respecto que si de


pulsión se trata, lo que está en juego es la “vuelta
a lo inorgánico”: la muerte, dice sin reparos.
Cuando el sujeto está tomado por lo pulsional -
sujeto de goce, atrapado en el exceso de la
satisfacción de la pulsión (satis-facere) - se
encuentra en un nivel muy alto de “acomodación”
en relación a la muerte, posiblemente bajo las
distintas formas de las desgracias del ser. El

125
Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Ob. Cit. Los cuatro conceptos fundamentales del
Psicoanálisis. Pág. 173.
costo es alto, y él no sabe cuánto. Ha caído en
las más grandes de las trampas: las
satisfacciones del padecer. Sufre, pero como
sujeto se encuentra enredado en las marañas de
una embriaguez mortífera. Frente a esta
evidencia de agonía del sujeto, para el analista,
el único alcance de la función de la pulsión será
poner en tela de juicio ese asunto de la
satisfacción126. Entonces, si hay una clínica de la
pulsión será en tanto una clínica del despertar.

Jacques Lacan definió al Psicoanálisis como


un tratamiento dispensado por un psicoanalista,
preguntándose por aquello que lo funda como
praxis127. Si una praxis es toda acción concertada
por el hombre, sea cual fuere, que le da la
posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico,
podemos preguntar: ¿cómo tratar lo real del goce

126
Ibídem. Pág. 173.
127
Ibídem. Pág. 14.
pulsional mediante lo simbólico? ¿Cuál es
aquella posición desde la cual una intervención
tenga el estatuto de “tratamiento”, mediante la
palabra, de lo pulsional? De ella se espera un
tratamiento de la gramática pulsional que
posibilite el despertar del sujeto, dicho en otras
palabras, que el sujeto pueda acceder al deseo,
es decir se encamine por las vicisitudes de la
realización del deseo resignando la satisfacción
pulsional.

3.- La segunda tópica del Aparato Psíquico

3.1.- Antecedentes
Hay tres estudios, entre otros, que
engendran en Freud la necesidad de un cambio
de tópica. Alrededor de 1914, en “Introducción
del narcisismo”, Freud comienza a cuestionar la
primer tópica pues no podía dar cuenta en modo
suficiente, entre otras cosas, de la naturaleza del
conflicto. En 1918, en el “Historial del hombre de
los lobos”, la tópica no le alcanza para discernir
entre realidad y fantasía, sujeto y objeto, los
términos del conflicto psíquico y la influencia de
la cultura sobre el sujeto. En 1921, en “Psicología
de las masas y análisis del yo”, la primer tópica
trastabilla para poder alojar a los procesos de
división yoicos en la identificación. Comenta
James Strachey que “Introducción del
narcisismo¨ es uno de los escritos más
importantes de Freud y puede considerárselo
como uno de los pivotes de la evolución de sus
puntos de vista. Resume sus elucidaciones sobre
las consecuencias en la teoría de la introducción
del concepto de narcisismo, y el examina el lugar
que corresponde a este último en el desarrollo
sexual. Pero va mucho más allá, porque
incursiona en el problema más profundo de las
relaciones entre el yo y los objetos externos, y
traza la nueva distinción entre libido yoica y libido
de objeto. Además, y quizás esto sea lo más
importante, introduce los conceptos de ¨ideal del
yo¨ y de la instancia de observación de sí
vinculada con él, (en el capítulo III) bases de lo
que finalmente sería llamado el ¨superyó¨ en ¨El
yo y el ello¨ de 1923. En este escrito toma una
particular importancia el término “libido” que,
proveniente del latín, significa “deseo”. La libido
es como la energía-substrato de las
transformaciones de la pulsión sexual. Este
término ha sido utilizado por Freud desde sus
primeros escritos sobre neurosis de angustia, en
1896, en donde estudia los destinos de la libido y
sus consecuencias, y en 1921, define libido como
una expresión tomada de la teoría de la
afectividad, llamando así a la energía
considerada como una magnitud cuantitativa,
aunque no pueda medirse, de las pulsiones que
tienen relación con todo aquello que puede
designarse con la palabra amor. Con la
introducción del narcisismo como concepto de la
teoría de la libido, Freud pudo diferenciar dos
modos de colocación de la misma, dos formas de
investiduras. Existe una originaria investidura
libidinal del yo, que es cedida después a los
objetos y pueden ser emitidas y retiradas de
nuevo. Estos modos son a grandes rasgos la
caracterización de la oposición entre la libido
yoica y la libido de objeto. En definitiva, concluye
Freud, respecto de la diferenciación de las
energías psíquicas, que al comienzo están juntas
en el estado del narcisismo y son indiscernibles,
sólo con la investidura de objeto se vuelve
posible diferenciar una energía sexual, la libido,
de una energía de las pulsiones yoicas. Es un
supuesto necesario que no esté presente desde
el comienzo en el individuo una unidad
comparable al yo; el yo tiene que ser
desarrollado. Ahora bien, las pulsiones
autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto,
algo tiene que agregarse al autoerotismo, una
nueva acción psíquica (el surgimiento del yo, ese
nuevo acto psíquico), para que el narcisismo se
constituya.128
La teoría que especula Freud en el tercer
capítulo de “Introducción del nacisismo”, luego de
dedicarse al análisis de observaciones clínicas
en los capítulos precedentes, es la siguiente: las
mociones pulsionales libidinosas sucumben al
destino de la represión cuando entran en
conflicto con las representaciones culturales y
éticas del individuo. Hay algunas personas, otras
no, que han erigido en el interior de sí un ¨ideal¨
128
Freud, S. “Introducción al narcisismo”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIV. Pág. 74.
por el cual miden su yo actual. La formación de
ideal sería, de parte del yo, la condición de la
represión.129 ¨Sobre este ¨yo ideal¨ recae el amor
de sí mismo que en la infancia gozó el ¨yo real¨.
Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la
libido, el hombre se ha mostrado incapaz de
renunciar a la satisfacción de que gozó una vez.
No quiere privarse de la perfección narcisista de
su infancia, y procura recobrarla en la nueva
forma del ¨ideal del yo¨. Lo que él proyecta frente
a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo
perdido en su infancia, en la que él fue su propio
ideal.
Es necesario diferenciar la formación del
ideal con la sublimación. Esta última es un
proceso que sucede sobre la pulsión, y la
idealización algo que sucede con el objeto. Que
alguien haya trocado su narcisismo por un
129
Ibídem., pág. 91.
elevado ideal del yo no implica que haya
alcanzado la sublimación de sus pulsiones
libidinosas. El ideal del yo reclama por cierto esa
sublimación, pero no puede forzarla (la
sublimación sería más exitosa económicamente).
Se puede encontrar las máximas diferencias de
tensión entre la constitución del ideal del yo y la
medida en que se subliman las pulsiones
libidinosas primitivas. La formación del ideal
aumenta la exigencias del yo, es el más fuerte
favorecedor de la represión. La sublimación
constituye aquella vía de escape que permite
cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión.
Existe una instancia psíquica particular cuyo
cometido es velar por el aseguramiento de la
satisfacción narcisista proveniente del ideal del
yo y con ese propósito observa de manera
continua al yo actual midiéndolo con el ideal.
Esta instancia es llamada ¨conciencia moral¨. El
desarrollo del Yo consiste en un distanciamiento
respecto del narcisismo primario y engendra una
intensa aspiración a recobrarlo. Este
distanciamiento acontece por medio del
desplazamiento de la libido a un ideal del yo
impuesto desde fuera; la satisfacción se obtiene
mediante el cumplimiento de este ideal.
Simultáneamente, el yo ha emitido las
investiduras libidinosas del objeto. El yo se
empobrece a favor de estas investiduras así
como del ideal del yo, y vuelve a enriquecerse
por las satisfacciones de objeto y por el
cumplimiento del ideal. Es por ello que el “Ideal
del yo” ocupa un lugar muy importante en las
elecciones amorosas pues es el que impone las
condiciones a la satisfacción libidinal con los
objetos, haciendo que su censor actúe. La
incitación para formar el Ideal del yo, cuya tutela
se confía a la conciencia moral, partió de la
influencia crítica de los padres, luego los
educadores, la opinión pública, la sociedad, etc.
La conciencia de culpa fue originariamente
angustia frente al castigo de parte de los padres
o, mejor dicho, frente a la pérdida de su amor;
después los padres son reemplazados por la
conciencia moral e el Ideal del yo. Desde él parte
una importante vía para la compresión de la
psicología de las masas pues además de su
componente individual tiene un componente
social: es el ideal común de una familia, de una
institución, de una nación. Solo mencionaremos,
pues nos apartaría del desarrollo principal, que el
Ideal del yo está en relación con la elecciones de
objeto amorosos, y tiene una dinámica especial
sobre el sentimiento de sí en los estados de
enamoramiento, de amar o de ser-amado.
En 1918 Freud escribe un historial sobre un
sujeto en tratamiento analítico, al cual denomina
“el hombre de los lobos” y que publica con el
título “De la historia de una neurosis infantil”.
Freud insistió repetidas veces en la noción de
retroactividad: experiencias precoces
relativamente indeterminadas, adquieren, en
virtud de nuevas experiencias, una significación
que no poseían originalmente. Puede pensarse
que ciertas experiencias en principio son
asexuales y que su carácter sexual le es
atribuido secundariamente. Esto es una
comprobación clínica y sucede pues la
sexualidad no constituye un dispositivo
estructurado previamente, sino que se va
estableciendo a lo largo de la historia individual.
De este modo, ciertos sucesos infantiles son
resignificados, a porteriori, por el sujeto con
significación sexual.
La clínica freudiana ha demostrado la
existencia de fantasías originarias o
protofantasías que en cierto sentido vienen a
equilibrar el concepto de retroactividad. Bajo el
nombre de fantasmas originarios, Freud designa,
apelando a una explicación filogenética ciertos
fantasmas universales del ser humano: la escena
originaria en relación al horror al incesto, la
castración, la seducción. En el texto mencionado
Freud refiere:
“lo que confieso [...] que tengo el propósito de
cerrar este examen del valor de realidad de las
escenas primordiales mediante un non liquet”.130
ofreciéndonos un “no está claro”, pareciéndose al
veredicto que se emite en un proceso judicial
cuando las pruebas no son concluyentes. Lo que
se cuestiona es el valor de realidad y la ubicación
de las protofantasías con respecto a la realidad,
pero este tema debe abrirse desde la pregunta al
respecto de qué realidad se trata cuando Freud
130
Freud, S. “De la historia de una neurosis infantil”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XVII,
pág. 57.
habla de protofantasías. Freud se pregunta a
través de todo el historial si las escenas relatadas
por su analizante fueron un acontecimiento
imaginario o fantasmático o efectivo; también se
interroga por el vínculo entre las protofantasías
como esquemas universales y las escenas.
En psicoanálisis el concepto de fantasía
corresponde a un argumento imaginario que
representa la realización de un deseo; en la
fantasía está escenificado el deseo, lo prohibido
y junto con ello lo correspondiente: la castración.
Las diferentes fantasías tienen matrices, que
determinan todos los posibles modos de relación.
Matrices que se articulan en un sujeto, que lo
precipitan en la realización de alguna
escenificación de un argumento base que
corresponde al deseo edipiano. La instauración
de este deseo desde la prohibición del incesto
testimonia la cultura.
Sabemos que la lógica del Edipo no está
ajena a algo: a la posición del sujeto al respecto
de sus parentales y, también, a la posición de un
sujeto con respecto al universo cultural. Entonces
podemos señalar: 1. que el paso por el complejo
edipiano marca la prevalencia imaginaria de un
sujeto; 2. que ese paso viene a colocar al sujeto
en el entramado de relaciones de deseo
constituyendo un sujeto deseante en tanto sujeto
referido al universo cultural.
En “Tres ensayos” Freud afirma que
cualquier circunstancia exterior actúa como un
agente provocador que activa fantasías
originarias, en especial, la escena primaria. En
“Psicología de las masas y análisis del yo” se
plantea la cuestión bajo condición de pensar que
las circunstancias están sobredeterminadas
libidinalmente. Y, en el estudio del historial de “el
hombre de los lobos” es donde Freud se detiene
a pensar especialmente el tema. La propuesta es
que “esos aconteceres se organizan
peculiarmente desde las protofantasías” teniendo
en cuenta que las que se enlazan con la escena
organiza el sentido de la misma. Es decir, que
toda experiencia adquiere sentido a partir de las
fantasías, que la experiencia se constituye en el
juego imaginario y que las fantasías que habitan
este registro se organizan en función de las
fantasías originarias. El peso de ellas es
determinante. Tan es así que el sujeto puede
deformar sus experiencias para incluirlas en el
contexto de dichas fantasías. Con lo cual queda
aquí el non liquet del valor de realidad, y en todo
caso, quedamos en un lugar desde donde
podemos preguntar: ¿de qué realidad se trata
cuando hay una realidad a valorar? ¿la realidad
de las fantasías? En el concepto freudiano de
fantasías, aparece como mediador entre lo
subjetivo y lo objetivo. Freud se pregunta si
puede o no acaso haber unos esquemas
congénitos filogenéticos que como categorías
ordenadoras cuiden de la colocación de las
impresiones vitales. Serían como sedimentos de
la historia de la cultura. La cultura, lo acorde a los
fines por excelencia, adaptativo y actual,
devendría virtual, potencial, eficaz en tanto
inconsciente. Freud está valorando el peso de la
realidad de las fantasías originarias y el peso de
éstas en la configuración de la realidad.
Desde los textos freudianos el concepto de
protofantasías va ganando progresivos
desarrollos que podríamos sintetizas en:
• Las protofantasías son universales que
ordenan una escena resignificada
retrospectivamente
• Las protofantasías son términos relacionales,
mediadores entre lo subjetivo y objetivo,
sostenidos por el deseo.
• Las protofantasías son operadores
estructurales entre el deseo y la palabra.
• Las protofantasías son condiciones de
búsqueda sostenidas por el deseo, en el sentido
de que condicionan el objeto que se encuentra.
Parecieran condiciones de búsqueda de trabajo
de realización o puesta en realidad en tanto
gestión imaginaria.
• Las protofantasías son organizadoras de la
posibilidad del conocimiento.
• Las protofantasías son sobredeterminantes de
la vía imaginaria de acceso a la realidad, de una
realidad que más allá de discutir si es efectiva o
psíquica, es la realidad de un discurso.
• Las protofantasías, si bien pertenecen al orden
de la naturaleza, justamente porque pertenecen
al orden de la naturaleza humana, tienen que ver
con el orden cultural que les da posibilidad de
que operen como términos de la estructura.
Nuestra opinión al respecto es que el concepto
de protofantasías fue el modo en como Freud
pudo pensar el lugar de la cultura en la
estructuración psíquica pues las categoriza como
algo cultural que ordena primordialmente la
realidad del discurso inconsciente en relación con
la sexualidad. Desde estas consideraciones, la
cuestión del conflicto psíquico va más allá de
referirse a la relación conciente-inconsciente, y
plantea una interrogación sobre la función del Yo,
en tanto se trata de una realidad de discurso.
Otro texto muy interesante, en el cual
surgen algunas cuestiones que muestran la
precariedad de la primer tópica es “Psicología de
las masas y análisis del yo”. Seguiré los
desarrollos freudianos del capítulo VII, titulado
¨La identificación¨131, cuya importancia es
principalmente elucidar las cuestiones de la
identificación en el funcionar psíquico en relación
al complejo de Edipo y a la construcción del
Superyó, que ofrecen evidencias sobre la división
yoica.
El psicoanálisis conoce la identificación
como la más temprana exteriorización de una
ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un
papel en la prehistoria del complejo de Edipo, al
que contribuye a formar. El varón manifiesta un
particular interés hacia su padre, querría crecer y
ser como él, hacer sus veces en todos los
terrenos, lo toma como su ideal.
Contemporáneamente a esta identificación con el
padre, y quizás antes, el varón emprende una
131
Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Pág. 99.
cabal investidura de objeto de la madre según el
tipo del apuntalamiento: a la madre nutricia.
Recordemos que en “Introducción del narcisismo”
Freud refiere que el niño elige sus objetos
sexuales tomándolos de sus vivencias de
satisfacción y que las primeras satisfacciones
sexuales autoeróticas son vivenciadas a
remolque de funciones vitales que sirven a la
autoconservación. Las pulsiones sexuales se
apuntalan al principio en la satisfacciones de las
pulsiones yoicas, y sólo más tarde se
independizan de ellas, ese apuntalamiento sigue
mostrándose en el hecho de que las personas
encargadas de la nutrición, el cuidado y la
protección del niño devienen en los primeros
objetos sexuales. Son, sobre todo, la madre o su
sustituto. Esta elección de objeto se forma por
apuntalamiento.132 La idea de que un niño
132
Freud, S.” Introducción del narcisismo”. Sigmund Freud Obras completas Ob. Cit. Pág. 84.
alcanza su primer objeto sexual sobre la base de
su pulsión de nutrición se encuentra ya en la
primera edición de los “Tres ensayos para una
teoría sexual” de 1905. Debe señalarse que el
apuntalamiento es de las pulsiones sexuales en
las pulsiones yoicas, no del niño en su madre.
Cabe mencionar que también hay quienes no
eligen su posterior objeto de amor según el
modelo de la madre, sino según el de su persona
propia, manifiestamente se buscan a sí mismos
como objeto de amor, exhiben el tipo de elección
de objeto que ha de llamarse ¨narcisista¨. Freud
presenta un sucinto panorama de los caminos
133
para la elección de objeto, nos dice: Se ama
de diversos modos: 1) según el tipo narcisista: a.-
a lo que uno mismo es (a sí mismo); b.- a lo que
uno mismo fue; c.- a lo que uno quería ser; d.- a
la persona que fue una parte del sí-mismo propio.
133
Ibídem., pág. 87.
2) Según el tipo del apuntalamiento (anaclítico):
a.- a la mujer nutricia; b.- al hombre protector.
Freud presenta un simple primer desarrollo
al respecto del complejo de Edipo, sobre el cual
cabe señalar lo que hace obstáculo para
sostener la primer tópica: la identificación como
función psíquica yoica inconsciente. Propone en
discernir el papel de la identificación en la
formación neurótica de síntomas, y presenta tres
ejemplos clínicos:
1.- Una niña pequeña tiene el mismo síntoma de
sufrimiento que su madre, la misma tos
martirizadora. Freud, de acuerdo a lo particular
del caso, nos dice que ello puede ocurrir por
diferentes vías pero que se trata de una
identificación edipiana, o sea es la misma que la
del complejo de Edipo, que implica una voluntad
hostil de sustituir a la madre. Así el síntoma
expresa el amor de objeto por el padre y realiza
la sustitución de la madre bajo el influjo de la
conciencia de culpa: ¨Has querido ser tu madre,
ahora lo eres al menos en el sufrimiento¨. Este es
el mecanismo completo de la formación histérica
de síntoma.
2.- Presenta otro caso en donde el síntoma
puede ser el mismo que el de la persona amada.
Toma como ejemplo a ¨Dora¨ que imitaba la tos
de su padre. En este caso la identificación
reemplaza a la elección de objeto; la elección
de objeto ha regresado hasta la identificación.
3.- Nos ofrece un tercer tipo de formación de
síntoma por identificación, en donde ésta
prescinde por completo de la relación de objeto
con la persona copiada. Nos pone un ejemplo
muy simple pero realmente nítido para ver las
cuestiones del mimetismo histérico. Se trata de
que una joven que vive en un pensionado recibe
una carta de su secreto amor. La carta despertó
celos sus celos y ella reaccionó con un ataque
histérico. Algunas de sus amigas, que sabían del
asunto, tuvieron también ataques por la vía de ¨la
infección psíquica¨. El mecanismo es el de la
identificación sobre la base de poder o querer
ponerse en la misma situación, o sea, demuestra
que las otras mujeres también hubieran querido
tener una relación secreta y bajo el influjo del
sentimiento de culpa también tienen el
sufrimiento aparejado. No se trata de empatía
con la mujer que recibe la carta, al contrario, la
empatía nace sólo de la identificación.
Reconsiderando sobre que la identificación
es la forma primera, la más originaria, del lazo
afectivo, bajo las vicisitudes de la formación de
síntoma, o sea, la represión y el predominio de
los mecanismos del inconsciente, sucede a
menudo que la elección de objeto vuelva a la
identificación, o sea, que el Yo tome sobre sí las
propiedades del objeto. En los dos primeros
casos, el Yo copia, en un caso a la persona no
amada y en el otro a la persona amada; la
identificación es parcial, pues toma prestado un
único rasgo de la persona objeto. En el tercer
caso, el yo ha percibido en el otro una
importante analogía en un punto, y crea una
identificación al rasgo en ese punto e influida por
la situación esta identificación se desplaza al
síntoma. La identificación por el síntoma pasa a
ser así el indicio de un punto de coincidencia
entre “los dos yo¨, un rasgo, que debe
mantenerse reprimido. Sintetizando: a.- la
identificación es la forma más originaria de
ligazón afectiva con un objeto; b.- pasa a sustituir
a una ligazón libidinosa de objeto por la vía
regresiva, mediante introyección del objeto en el
yo; c.- puede nacer a raíz de cualquier
comunidad que se perciba en una persona que
no es objeto de la pulsiones sexuales; d.-
evidencia la división del yo.
Freud culmina este capítulo de “Psicología
de las masas y análisis del yo”, ofreciendo
evidencias sobre la división yoica, realizando un
sintético análisis sobre la melancolía. Refiere que
ya en ocasiones anteriores se ha visto llevado a
adoptar el supuesto de que ha llevado en el mi
Yo una instancia que se separa del resto del yo y
puede entrar en conflicto con él, denominada
¨ideal del yo¨ y que se le atribuye las funciones
de la observación de sí, la conciencia moral, la
censura onírica y el ejercicio de la principal
influencia en la represión”. 134

3.2.- Presentación
La segunda tópica es presentada en 1923
en el texto “El yo y el ello”. Los temas centrales
134
Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo” Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Pág.. 9-
104.
del desarrollo son: Conciencia e inconciente, el
Yo y el Ello, el Yo y el Superyó, las dos clases de
pulsiones y los vasallajes del Yo, y dos
apéndices: A. Sentido descriptivo y dinámico de
lo inconciente y, B. El gran reservorio de libido.
El libro apareció en la tercer semana de abril de
1923, si bien Ernest Jones comenta que Freud ya
venía pensando en él al menos desde julio del
año anterior. El 26 de septiembre de 1922, en el
VII Congreso Psicoanalítico Internacional
realizado en Berlín leyó un breve trabajo titulado
Etwas vom unbewussten (Consideraciones sobre
lo inconsciente) que anunciaba su contenido135.
Este texto es la última de las grandes obras
metapsicológicas. Ofrece una descripción de la
psique y su operación que a primera vista es
nueva y aun revolucionaria; y, todos los escritos
psicoanalíticos posteriores llevan su impronta
135
Strachey, James. Introducción en: ¨El yo y el ello¨. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIX.
Pág. 3.
inconfundible. Freud se pronuncia
indeclinablemente: la conciencia no es todo lo
psíquico, es una cualidad que puede faltar. A
partir de allí surgirá la elucidación de una serie de
concepciones que lo llevan a ordenar de forma
definitiva la tópica estructural. En el prólogo
señala que en el texto se retoman ilaciones de
pensamiento iniciadas en el escrito “Más allá del
principio de placer”. Recoge sus teorizaciones y
los enlaza con diversos hechos de la observación
analítica, procurando deducir nuevas
conclusiones, sin tomar préstamos de la biología,
por eso se sitúan más próximas al psicoanálisis
que aquella obra.
Realicemos un poco de historia: Ya el
concepto respecto de que la conciencia no es
todo lo psíquico estaba anunciado desde el
¨Proyecto de psicología científica¨ de 1895 y por
supuesto ampliamente elaborado en los escritos
metapsicológicos de 1915. El término
“metapsicología” se encuentra episódicamente
en las cartas de Freud a Fliess. Es utilizado por
Freud para definir la originalidad de su propia
tentativa de edificar una psicología “que
conduzca al otro lado de la conciencia”, con
respecto a las psicologías clásicas de la
conciencia. Se apreciará la analogía existente
entre los términos “metapsicología” y
“metafísica”, analogía que probablemente fue
intencionada por parte de Freud. La reflexión
acerca de las relaciones entre la metafísica y la
metapsicología va más allá de esta simple
comparación, pues en un pasaje significativo,
define la metapsicología como una tentativa
científica de rectificar las construcciones
“metafísicas”.
Freud volverá a utilizar, mucho después, el
término “metapsicología”, para dar una definición
precisa:
“Propongo que se hable de exposición
(Darstellung) metapsicológica cuando se pasa a
describir un proceso psíquico en sus relaciones
dinámicas, tópicas y económicas”.
En la traducción de José Luis Etcheverry existe
un Apéndice a los “Trabajos sobre
metapsicología¨ en donde el traductor realiza
una detallada lista de escritos freudianos que
versan predominantemente sobre
metapsicología. Estos son:
1895: Proyecto para una psicología científica;
1899: Carta N° 52 a Fliess; 1900: La
interpretación de los sueños, capítulo VII; 1910:
Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso
de paranoia descrito autobiográficamente,
sección III; 1911: Formulaciones sobre los dos
principios del acaecer psíquico y Nota sobre el
concepto de lo inconsciente en psicoanálisis;
1914: Introducción del narcisismo; 1915:
Pulsiones y destinos de pulsión, La represión, Lo
inconsciente, Complemento metapsicológico a
la doctrina de los sueños, Duelo y melancolía;
1916–17: Conferencias de introducción al
psicoanálisis, número 22ª. Y 26ª; 1920: Más allá
del principio de placer y Psicología de las masas
y análisis del yo, capítulos VII y XI; 1922: Dos
artículos de enciclopedia, Teoría de la libido;
1923: El yo y el ello; 1924:El problema
económico del masoquismo, La pérdida de
realidad en la neurosis y la psicosis y Nota sobre
la pizarra mágica; 1925: La negación; 1930: El
malestar en la cultura, capítulos VI, VII y VIII;
1932: Nuevas conferencias de introducción al
psicoanálisis, 31ª y 32ª; 1939: Compendio o
Esquema del psicoanálisis, capítulos I, II, IV, VIII
y IX.
Seguiremos el comentario de James
Strachey en la Introducción de ¨El yo y el ello¨,
quién ha logrado contextuar el escrito de
excelente modo, como le es característico. La
circunstancia histórica de que en sus orígenes el
psicoanálisis estuvo vinculado al estudio de la
histeria lo llevó de inmediato a formular la
hipótesis de la represión (o, en términos más
generales, la defensa) como función psíquica, y
esto a su vez condujo a una hipótesis tópica: un
esquema de la psique dividida en dos partes, una
de las cuales era la reprimida y la otra la
represora. A todas luces, íntimamente ligada a
estas hipótesis estaba la cualidad de conciencia;
y no era difícil equiparar la parte reprimida de la
psique con lo inconsciente y la represora con lo
conciente. Freud representó esta concepción en
sus primeros diagramas del aparato psíquico, en
apariencia simples, construyendo el cimiento en
que se asentaron todas sus ideas teóricas
iniciales: desde el punto de vista funcional, una
fuerza reprimida trataba de abrirse paso hacia la
actividad pero era frenada por una fuerza
represora; desde el punto de vista estructural, a
un inconsciente se oponía un Yo.136
En el texto “El yo y el ello” tienen vital
importancia los términos das Es (el ello), das Ich
( el yo) y das Uber-Ich ( el superyó). El término
das Es -el ello- fue tomado directamente de
Georg Groddeck, un médico que ejercía en
Baden-Baden y que se había vinculado con el
psicoanálisis poco tiempo atrás. Pero a su vez
éste lo había tomado de su maestro Ernst
Schweninger, un conocido médico alemán. Pero,
como también señala Freud, el uso de la palabra
136
Strachey, J.” Introducción”, en: ¨El yo y el ello¨. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIX,
Pág. 5.
se remonta sin duda a Nietzsche. El término das
Ich -el yo- debe distinguirse de das Selbst -sí
mismo-. Freud empleó el término en referencia a
una parte determinada de la psique, que se
caracteriza por atributos y funciones especiales,
en una detallada descripción en ¨El Proyecto de
psicología científica¨ y lo especifica en ¨El yo y el
ello¨. El término das Uber-Ich -el Superyó- si bien
aparece por primera vez en ¨El yo y el ello¨
encuentra sus antecedentes tempranamente. La
cuestión de la autocrítica y el sentimiento de
culpa fueron estudiados desde las primeras
épocas de investigación, en el segundo artículo
sobre las neuropsicosis de defensa de 1896, en
“Tratamiento del alma” como lo hemos visto, y
serán muy presentes en estudios sobre la
neurosis obsesiva. En el texto que nos interesa
Freud realizará un análisis de las funciones del
Superyó en tanto Ideal del yo y como conciencia
moral. También se ocupará del origen del
Superyó llegando a la hipótesis que deriva de la
transformación de las primeras investiduras de
objeto del niño en identificaciones, ocupando un
lugar importante como heredero del Complejo de
Edipo. Estas hipótesis tenían su cuna en el
estudio sobre Leonardo Da Vinci y en ¨Duelo y
Melancolía¨. Teorías más detalladas al respecto
se encuentran en los capítulos VII, VIII y XI de
¨Psicología de las masas y análisis del yo¨.
Volviendo al texto de ¨El yo y el ello¨, en él
Freud destaca que en el tratamiento analítico
existe una regla fundamental del método: la
asociación libre. Detectó que muchos analizantes
presentan dificultades en hablar, en asociar
libremente, y que este fenómeno, las más de las
veces, obedece al hecho de que sus
asociaciones estaban próximas a lo reprimido, y
por eso fallan. Aquello que causó la represión
sigue ejerciendo una fuerza, una resistencia,
sobre la cual el analizante nada sabe. Freud
comprueba en su labor clínica que esas
resistencias parten del Yo y entonces arriba a la
siguiente conclusión:
Hemos hallado en el yo mismo algo que es
también inconsciente, que se comporta
exactamente como lo reprimido, vale decir,
exterioriza efectos intensos sin devenir a su vez
conciente, y se necesita de un trabajo particular
para hacerlo conciente. 137
Verifica que no es suficiente, para entender el
conflicto psíquico, trabajar solamente con la
oposición conciente-inconsciente. Por este
camino llega a cambiar los términos que se
encuentran relacionados en el conflicto psíquico:

137
Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. XIX, Pág. 19.
la oposición entre el yo coherente y lo reprimido
escindido de él. 138
Así como la consideración dinámica trajo
como consecuencia la discriminación de lo
inconsciente en tanto reprimido, siendo posible
diferenciarlo de lo latente o preconciente, la
consideración estructural trae como
consecuencia el cambio de los términos del
conflicto psíquico y la explicitación de un espacio
que se podrá denominar lo inconsciente
propiamente dicho.

Discernimos que lo Icc no coincide con lo


reprimido; sigue siendo correcto que todo
reprimido es Icc, pero no-todo Icc es, por serlo,
reprimido. También una parte del yo, […] es
seguramente Icc. […] nos vemos así

138
Ibídem.
constreñidos a estatuir un tercer Icc, no
reprimido.139

3.3.- Las tres instancias

El ello era
El punto de partida es la división del aparato
psíquico en tres instancias: Ello, Yo y Superyó.
Instancia, del latín Instantia, alude a un lugar
desde el cual se cumplen funciones. En un modo
general, podemos considerar como “instancia”
alguna de las diferentes subestructuras, dentro
de una concepción a la vez tópica y dinámica del
aparato psíquico, como por ejemplo: instancia de
la censura (primer tópica) o instancia del superyó
(segunda tópica). En las diferentes exposiciones
que Freud dio de su concepción del aparato
psíquico, utiliza la mayoría de las veces, para
designar sus partes o subestructuras, los
139
Ibídem. Pags.19-20.
términos “sistema” o “instancia”. El primer
término introducido fue el de sistema en 1887
refiriéndose a un esquema esencialmente tópico,
concibiendo éste como una sucesión de
dispositivos atravesados por las excitaciones, al
modo como la luz pasa a través de los diferentes
sistemas de un aparato óptico (microscopio
compuesto). El término “instancia” fue introducido
en “La interpretación de los sueños” en 1900
como sinónimo de sistema. Aun cuando estos
dos términos se emplean a menudo
indistintamente, se observará que “sistema” se
refiere a una concepción exclusivamente tópica,
siendo “instancia” un término de significada a la
vez tópico y dinámico. Así, por ejemplo, Freud
habla de sistemas mnémicos, de sistema
percepción-conciencia, y no de instancia en estos
casos. En cambio, habla preferentemente de
instancias para referirse al Superyó o a la
censura, en cuanto ejercen una acción positiva y
no son simplemente atravesados por las
excitaciones; así, el Superyó se considera como
el heredero de la “instancia parental”. En la
medida en que es posible mantener tal
diferencia, el término “sistema” correspondería
mejor al espíritu de la primera tópica freudiana, y
el de “instancia” a la segunda tópica del aparato
psíquico, que es a la vez dinámica y estructural.
El Ello es el reservorio pulsional y el ámbito
de lo reprimido. Su cualidad es ser puro
inconsciente. El Yo, parte diferenciada del Ello,
por contacto con la realidad, es la sede de las
funciones perceptuales, motrices, de lenguaje,
memoria, defensa y examen de la realidad. La
cualidad del Yo es ser tanto inconsciente,
preconsciente o conciente, según sean los
procesos o funciones involucradas. El Yo es un
lugar de representación porque es el lugar del
habla. Es el lugar de denominación de la cosa
pero en tanto denominación no es la cosa, no es
Ello. El Superyó es un precipitado por
identificación que muestra tanto su origen y
vinculación con el Ello como con el Yo. Cumple
las funciones de ser conciencia moral e Ideal del
Yo. Es decir, es la sede del “así debe ser” y del
“así no puede ser”. Al igual que el Yo está
investido por las cualidades inconsciente,
preconsciente y consciente.
En psicoanálisis se usa la denominación
representación-cosa como término opuesto a
representación-palabra. Y esto es una situación
paradojal en tanto que si el Ello es el lugar de la
'no representación', el lugar de la 'cosa',
solamente sería posible la representación-
palabra (preconsciente-conciente) en tanto
representante de la cosa. Pero si decimos que
ahí donde la cosa era, representación advendrá,
y donde advino representación cae la cosa, ésta
solo puede ser recuperada si se pierde la
realidad: las psicosis. ¿Qué implica esto para la
constitución del aparato anímico?
a. - Que el Yo en su condición de lugar de
contacto con la realidad es una organización, en
tanto el Ello no lo es, pues la cosa, constitutiva
del Ello, está inscripta bajo el régimen del
proceso primario. Esto significa que el Yo es para
el Ello el lugar de la ficción en tanto que cuando
decimos hablar de la cosa, la cosa no está; b.-
Que si el aparato anímico, más específicamente,
un sector, se constituye en términos de
inscripciones de representación, la única
representación posible es la del Yo; c.- Que el Yo
trabaja bajo la influencia de la realidad, de tal
modo que no le queda otro camino que segregar
de ella, para su constitución, el resultado del
proceso sustitutivo. Dicho en otros términos, allí
donde Ello no puede ser, Yo viene a sustituir. Allí
donde Ello era, Yo ha de ser. Pero allí donde Ello
no puede ser la realidad le impone esa limitación.
Por lo tanto el Yo es un síntoma del Ello, es una
transacción entre el Ello y el mundo externo. De
tal forma que el Yo adviene en una línea que
parte del Ello y se dirige a la realidad. Allí donde
el deseo no puede ser se instaura la prohibición.
Por eso, placer-Yo Ideal, nunca. Solo la realidad.
La única situación de puro placer de Yo Ideal es
allí donde el Yo no era. Es allí donde es Ello. De
tal modo que el Yo busca, en tanto Yo, retornar a
ser algo que nunca fue. El Yo vive entre la ilusión
de un pasado que nunca existió: Yo Ideal, y un
futuro que nunca advendrá: Ideal del Yo. ¿Por
qué no advendrá? Porque el Ideal del Yo es la
aspiración de ser Yo Ideal y Yo es siempre
realidad. Cuando advino nació y nunca más
podrá retornar a ser Ello, nunca podrá abandonar
la realidad más que en la muerte y en la psicosis.
Con el nacimiento se produce la primer
resignación que significa el corte del cordón
umbilical que implica la pérdida del estado de
plena satisfacción y la precipitación o la entrada
al estado de necesidad. Pero así como se
produce esta pérdida se abre una promesa. La
promesa de alcanzar la satisfacción mediante el
objeto. Esto genera un nuevo acto psíquico que
dirige su mirada hacia la realidad: el Yo. Más
precisamente, a partir de esta situación, la
realidad se va constituyendo como lugar de
configuración del Yo. De un Yo que aspira
alcanzar o retornar a un estado o situación
perdida pero que nunca gozó en tanto Yo, porque
cuando esto era así Yo era Ello, Yo no existía.
Esto quiere decir que de la resignación a la
promesa se abre en el Yo un camino bifronte,
que el Yo actual recorre mirando un ideal que
nunca alcanzará en tanto que este ideal es Yo
Ideal. Queremos decir que Yo actual busca ser
Yo ideal, busca ser algo que nunca fue y algo
que nunca podrá ser, porque la condición
ontológica del Yo es nunca ser ideal, es siempre
ser un lugar desde el cual se aspira ser, un lugar
de vacío. Por eso donde Ello era, Yo advendrá.
Y, que advenga Yo, que advenga realidad, que
advenga la palabra significa la pérdida de la
cosa. Podemos ejemplificar esta situación con
una analogía "mítica”, la del paraíso perdido. El
Yo actual, en tanto se ajuste y cumpla con ciertos
mandatos y prohibiciones, explicitados en
preceptos y mandamiento morales (Super-Yo)
advendrá alcanzar el disfrute del paraíso (Ello).
El “Ello paraíso” se perdió por el pecado del
conocimiento. ¿Y cuál sería el pecado del
conocimiento? La conciencia de la diferencia
sexual. Entonces, siguiendo con la analogía, el
Yo actual aspira a retornar al “Ello paraíso” pero
para poder alcanzar este lugar de placer debe
pagar un precio: ajustarse a ser como la
conciencia moral e Ideal del Yo le dicen que debe
ser. El resultado es una triste ilusión porque
aquél paraíso mítico, aquél Yo Ideal nunca existió
y el precio último que habría que pagar para
volver a comer la manzana edénica pasa por la
muerte. El porvenir de una ilusión siempre será el
destino de toda ilusión. Y el conocimiento,
aunque marque una herida narcisista, es el único
camino hacia el saber que siempre se vislumbra,
o hacia la verdad que solo se nos aparece como
un esbozo o como un reflejo. Yo-Ello y
conocimiento-saber, constituyen una dialéctica
extensible que coloca al sujeto en una
circunstancia ética tan particular que se
caracteriza por ser un lugar de discurso donde el
Yo que habla pretende hablar allí donde es
hablado. Hablado por un Ello que en tanto
palabra está perdido. Perdido como la cosa.
Intentando algo de poesía diré: Ello era. Ello fue.
Nunca Ello será.

La conciencia como superficie

Interesa destacar el primer párrafo del


capítulo II de “El yo y el ello”, pues muestra
la coherencia de la investigación que Freud
lleva a cabo desde sus inicios respecto del
punto de referencia: el signo distintivo entre
conciencia e inconsciencia, y la multivocidad
del mismo.

El autor se propone revisar las


consideraciones sobre el funcionamiento del
aparato psíquico partiendo del supuesto respecto
que el Yo puede ser inconsciente en el sentido
genuino140, es decir, no como preconciente sino
como propiamente inconsciente. Destacando que
todo saber está ligado siempre a la conciencia,
pues

aun de lo Icc sólo podemos tomar noticia


haciéndolo conciente¨, se pregunta: ¨Cómo es
posible eso? Que quiere decir hacer conciente
algo? Cómo puede ocurrir?.141

En ¨Más allá del principio del placer¨


señala: 1.- la conciencia se encuentra en la
superficie del aparato anímico adscribiéndose
como calidad, pues brinda percepciones de
excitaciones que vienen del mundo exterior, y
sensaciones de placer y displacer que sólo
pueden originarse en el interior del aparato
anímico. En el sistema Cc el proceso excitatorio
deviene conciente, pero no le deja como secuela
140
Ibídem.
141
Ibídem.
ninguna huella duradera; 2.- El sistema
Percepción-conciencia -P-Cc- se encuentra en la
frontera entre lo exterior y lo interior, está vuelto
hacia el mundo exterior, siendo importante pues
todos los procesos excitatorios de los otros
sistemas le dejan como secuela huellas
permanentes que son la base de la memoria,
pudiendo ser restos mnémicos que nada tienen
que ver con el devenir-conciente, siendo los más
fuertes y duraderos aquellos dejados por un
proceso que nunca llegó a la conciencia -si
permanecieran siempre concientes, muy pronto
reducirían la aptitud de este sistema para la
recepción de nuevas excitaciones-. Todas las
huellas en que se apoya el recuerdo, se
producirían a raíz de la propagación de la
excitación a los sistemas internos contiguos y en
estos. La conciencia surge en reemplazo de la
142
huella mnémica. O sea, justamente por estar
en relación directa con el mundo exterior no tiene
capacidad de guardar huellas sino que su función
se agota en la percepción, tanto sea del exterior
del aparato psíquico –percepciones sensoriales -,
como del interior del mismo –sensaciones y
sentimientos.143

Las representaciones y el devenir conciente:


Freud ya había trabajado sobre el tema en
el capítulo III de ¨Lo inconsciente¨144 a propósito
de que la oposición entre conciente e
inconsciente carece de toda pertinencia al
respecto de las mociones pulsionales, los
sentimientos, y las sensaciones inconscientes.
Retomando la cuestión planteada sobre la
diferencia efectiva entre una representación
inconsciente y una preconciente, discrimina que
142
, Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XVIII. Pág.
24-25.
143
Freud, S.” El yo y el Ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX, Pág. 21.
144
Freud, S.” Lo inconsciente” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV, Pág. 173.
la primera se consuma en algún material que
permanece no conocido, mientras que en el caso
de la segunda se añade la conexión con
representaciones-palabra, siendo para los dos
sistemas Prcc y Icc, signos distintivos. Por lo
tanto, la pregunta: ¿Cómo algo deviene
conciente? debe formularse más
adecuadamente: ¿Cómo algo deviene
preconciente? Por conexión con las
correspondientes representaciones-palabra.145
Recordemos lo explicitado sobre ellas en tanto
restos mnémicos, o sea, restos de percepciones -
una vez fueron percepciones y, como todos los
restos mnémicos, pueden devenir de nuevo
concientes146-. Sólo puede realizar esa operación
de devenir conciente lo que ya una vez fue
percepción Cc, aquello que desde el interior del
aparato psíquico quiere devenir conciente tiene
145
Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. XVIII, Pág. 22.
146
Ibídem.
que intentar transponerse en percepciones
exteriores y es posible por medio de las huelas
mnémicas, exceptuando los sentimientos. De
aquí en más la pregunta de origen al respecto del
camino por el cual algo inconsciente deviene
conciente, la pregunta por el modo en que
podemos hacer (pre)conciente algo reprimido
(esforzado al desalojo) ha de responderse de
este modo: restableciendo, mediante el trabajo
analítico, aquellos eslabones intermedios Prcc.147

Las sensaciones y los sentimientos:

Cuando respecto a cómo algo deviene


conciente, explicitamos: excepto las sensaciones
y sentimientos. ¿Por qué? Porque pertenecen al
orden de la percepción interna de procesos que
vienen de los estratos más diversos y profundos
del aparato anímico. Los más conocidos son los

147
Freud, S. Ibídem. Pág. 23.
de la serie placer-displacer, siendo los más
originarios y elementales. Tienen una
particularidad importante: pueden alcanzar la
conciencia aún en estados en donde ella se
encuentra turbada, a diferencia de las
percepciones pertenecientes al mundo externo.

Las sensaciones provienen de distintos


lugares del aparato psíquico en forma simultánea
y pueden tener cualidades diferentes. Las
sensaciones de carácter placentero son poco
esforzantes para el aparato psíquico, pues
provocan una disminución de la investidura
energética. En cambio las sensaciones de
displacer son muy esforzantes pues elevan la
tensión en el aparato psíquico, causando una
alteración, que por su mecánica, tiende a la
descarga.148

148
Ibídem. Pág. 24
Lo que deviene conciente como placer y
displacer es denominado por Freud ¨otro
cuantitativo-cualitativo¨ que se hace conciente en
un camino progrediente, siendo conducido hacia
delante, hasta el sistema P. Eso ¨otro¨, entonces,
se comporta como una moción reprimida,
pudiendo desplegar fuerzas pulsionantes sin que
el yo lo registre.

Las sensaciones y los sentimientos


devienen concientes alcanzando el sistema P, y
pudiendo realizar el trayecto progrediente sin
eslabones representacionales Prcc –ya hemos
explicitado que las representaciones Icc
requieren de eslabones de conexión-. Ellos son
concientes o bien inconscientes. Aun cuando se
liguen a representaciones-palabra no deben a
estas su devenir concientes, sino que devienen
tales en manera directa.149 Si algo bloquea el
camino progrediente, permanecen en el
inconsciente aunque se mantenga la carga de
excitación.

La representación del yo

El texto “El yo y el ello” presenta una


descripción del aparato psíquico referida a
distintos estratos de superficie, como un aparato
que trabaja por el efecto de diferenciación de
superficies. En él, Freud se interesa por edificar
una representación del yo figurándose que parte
del sistema P, como de su núcleo, y abraza
primero al Prcc, que se apuntala en los restos
mnémicos. Empero, el yo es, además,
inconsciente.150

149
Ibídem. Pág. 24-25.
150
Ibídem. Pág. 25.
Nuestro autor considera que el Yo es una
parte del Ello alterada por la influencia directa del
mundo exterior, a través de la mediación del
sistema P-Cc (percepción-conciencia). Propone
llamar Yo a la esencia que parte del sistema P,
siendo primero Prcc por tener un ¨casquete
auditivo¨ (Horkappe, la placa auditiva). Al
respecto de la función del Yo destacamos:

• Se encarga de hacer valer sobre el Ello el


influjo del mundo exterior;
• Se empeña en hacer valer sus propios
propósitos;
• Trabaja afanadamente por reemplazar el
principio de pacer, que rige irrestrictamente en el
inconsciente, por el principio de realidad que rige
el sistema percepción-conciencia
• Para el Yo, la percepción cumple el papel
que en el Ello corresponde a la pulsión;
• El Yo es el representante de lo que puede
llamarse razón y prudencia, por oposición al Ello
que contiene las pasiones;
• El Yo gobierna los accesos a la motilidad,
teniendo la energía de mando, y tomando
prestado del Ello la energía de acción. Tomemos
la rica metáfora freudiana: con relación al Ello, se
parece al jinete que debe enfrenar la fuerza
superior del caballo, con la diferencia de que el
jinete lo hace con sus propias fuerzas, mientras
que el yo lo hace con fuerzas prestadas. Así
como el jinete, si quiere permanecer sobre el
caballo, a menudo no le queda otro remedio que
conducirlo adonde este quiere ir. También el yo
suele trasponer en acción la voluntad del Ello
como si fuera la suya propia.151
• Sobre la génesis del Yo, el cuerpo propio y
sobre todo su superficie, ejerce una acción
151
Ibídem. Pág. 27.
eficaz, siendo esta última el sitio en el que
pueden coexistir simultáneamente percepciones
internas y externas. Por eso es que ¨el Yo es
sobre todo una esencia-cuerpo”; no es sólo una
esencia - superficie, sino él mismo, la proyección
de una superficie. El Yo deriva en última
instancia de sensaciones corporales, siempre
ligadas a sentimientos, y no debemos olvidar que
el cuerpo es ante todo un cuerpo libidinal, y por
ello es inconsciente.
• La autocrítica y el sentimiento inconsciente
de culpa están relacionados a funciones
inconscientes del Yo.
• El Yo es la parte del Ello modificada por el
influjo del sistema percepción, el subrogado del
mundo exterior real en lo anímico.

El superyó
En el capítulo III de “El yo y el ello” Freud
se dedica a la génesis del Superyó. Para lograr
una comprensión de la propuesta freudiana nos
parece conveniente rastrear algunos escritos
antecedentes, contemporáneos y consecuentes
para poder logicizar las vicisitudes del Complejo
de Edipo en el varón y en la mujer y la influencia
sobre la sexualidad y la génesis del Superyó.
Entre ellos destacamos: el “Manuscrito N”,
“Tótem y tabú”, “Introducción del narcisismo” y
“Psicología de las masas y análisis del yo” -ya
nos hemos referido a estos dos últimos textos-.
Entre los escritos contemporáneos destacamos:
“La organización genital infantil”, “El
sepultamiento del Complejo de Edipo” y “Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia sexual
anatómica”. Un escrito consecuente que ofrece
una excelente visión retrospectiva es “Sobre la
sexualidad femenina”. Nos referiremos a los dos
primeros textos como soporte para acercarnos a
la cuestión de la génesis del Superyó.

152
En el Manuscrito N (31-5-1897)
referido al ¨horror al incesto¨ plantea la relación
entre el desarrollo de la cultura y la sofocación de
las pulsiones. Sus desarrollos son antecedentes
a la problemática del Complejo de Edipo, el
sentimiento de culpa y castigo, y las
identificaciones. Es de notar que en este
manuscrito ya figuraba la abreviatura Icc que
utilizará más tarde para hablar del sistema
inconsciente. Vale el esfuerzo plantear con cierto
detalle sus temas centrales pues tienen un
importante valor antecedente. Ellos son:
• Los impulsos hostiles hacia los padres es
planteado como uno de los elementos
integrantes de la neurosis, refiriendo la
152
Freud, S. “Manuscrito N”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 296-299.
posibilidad de que afloren concientemente como
representación obsesiva, por ejemplo, ¨temor a
que les pase algo¨.
• La represión de estos impulsos cuando se
suscita compasión por los padres: enfermedad,
muerte de ellos.
• La exteriorización del duelo por la muerte de
los padres a través de autoreproches obsesivos o
autocastigos histéricos enfermándose por
identificación con los mismos estados de
enfermedad que los padres hayan tenido.
• La relación entre impulsos y fantasías y la
bifurcación de los recuerdos: una parte de los
impulsos son traspapelados y sustituidos
mediante fantasías que protegen del efecto de la
vivencia; otra parte, asequible, parece llevar los
impulsos directamente.
• Los motivos de la formación de síntomas: En
interesante encontrar en este manuscrito uno de
los antecedentes de lo que luego va a ser
trabajado como “la vía de formación de
síntomas”, y su equiparación con el mecanismo
del sueño. Freud refiere que el motivo primero de
la formación de síntoma, al igual que el sueño,
¨es un cumplimiento de deseo¨. En estadios
ulteriores, la defensa contra la libido se procura
un espacio dentro del Icc. El cumplimiento de
deseo tiene que contentar a esta defensa
inconsciente, aconteciendo si el síntoma puede
obrar como castigo o como autoimpedimento, -
sumándose, entonces, los motivos de la libido y
del cumplimiento de deseo como castigo-. En
todo este proceso es inequívoca la tendencia a la
irrupción de lo reprimido. Parece como si, en
estadios posteriores, por una parte se
desplazaran desde los recuerdos unos productos
psíquicos complicados –impulsos, fantasías,
motivos- y, por la otra, la defensa penetrara
desde lo preconsciente a lo inconsciente, de
suerte que también la defensa se vuelve
multilocular. La formación de síntoma por
identificación está anudada a las fantasías, a
causa de la represión de ellas dentro del Icc.
Puesto que a estas fantasías reprimidas se
anuda el estallido de angustia, es preciso concluir
que la mudanza de la libido en angustia no se
produce por defensa entre Yo e Icc, sino en el
interior del Icc.
En el texto Tótem y tabú153, en el Prólogo,
Freud afirma que fueron Jung y Wundt quienes
despertaron su interés para escribir estos cuatro
ensayos que tituló: “El horror al incesto”, “El tabú
y la ambivalencia de los sentimientos”,
“Animismo, magia y omnipotencia de los
pensamientos” y “El retorno del totemismo en la
infancia”, que conformaron un escrito cuyo título
153
Freud, S. “Tótem y Tabú”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIII. Pág. 7 y ss.
general fue “Tótem y tabú” publicado primero en
forma parcial, por capítulos, en la “Revista
Imago”, y como libro en forma completa en 1913.
¨Tótem y tabú¨ representa el primer intento
freudiano para aplicar los descubrimientos del
psicoanálisis a los problemas de la Psicología
Social. Tomaremos solamente algunos de ellos,
los que consideramos sirven para abordar el
tema de la génesis del Superyó. Los aportes más
importantes de Freud a la Antropología Social se
encuentran especialmente en el cuarto ensayo.
Allí plantea sus hipótesis sobre ¨la horda
primitiva¨ y ¨el asesinato del protopadre¨
desplegando sus teorías acerca de los orígenes
de muchas de las instituciones culturales
posteriores.
Freud trabaja en sus elucidaciones sobre la
base de los estudios realizados por James
Frazer154 y Robertson Smith155, que realizaron
investigaciones sobre pueblos primitivos y
construyeron la hipótesis al respecto de la
exogamia como una institución destinada a
prevenir el incesto. Estas teorías le permitieron a
Freud acercarse a la explicación del parricidio
señalando que la forma más primitiva de las
religiones, el totemismo, establecía tabúes
inviolables al respecto. Como indica Robertson
Smith, el animal sacrificado en los ritos sagrados
representaba al animal totémico que a su vez
equivalía al dios primitivo. Con estos ritos, se
recreaba el crimen fundacional consumándose
en los actos de matar y comer al padre. El
sacrificio en el altar ha sido la pieza esencial en
el hito de las religiones antiguas, en su origen
significaba la ofrenda a la divinidad para

154
Frazer, J. G. La rama dorada. Fondo de cultura económica. México. 8va. Ed. 1982. Freud utiliza la
versión londinense de 1910.
155
Smith, R. The Religion of the Semites. Londres 1882..
reconciliarse con ella o granjearse su simpatía.
Smith considera que en su comienzo el sacrificio
no era otra cosa que un acto de socialización,
una comunión de los creyentes con su dios. La
forma más antigua fue el sacrificio de animales,
cuya carne y cuya sangre tomaban en común el
dios y sus adoradores. Era esencial que cada
uno de los participantes recibiera su porción en el
banquete, que se constituía como ceremonia
pública y fiesta de un clan entero. La religión era
un asunto común, y el deber religioso, una parte
de la obligación social. La fiesta sacrificial era
una oportunidad de los individuos para elevarse,
jubilosos, sobre sus propios intereses y destacar
la mutua afinidad entre ellos y con la divinidad. El
poder ético del banquete sacrificial público –
comer y beber en común-, era un símbolo de
comunidad social, de aceptación de las
obligaciones recíprocas. La naturaleza de la
víctima sacrificial se contaba en su origen entre
aquellas acciones prohibidas para el individuo,
pero permitidas para la comunidad.
Generalmente el animal sacrificial era tratado
como pariente del mismo linaje, la comunidad
sacrificadora, su dios y el animal sacrificial era de
una misma sangre, miembros de un mismo clan.
A pesar del respeto que protegía la vida del
animal sagrado como miembro del linaje, de
tiempo en tiempo, se volvía necesario darle
muerte en solemne comunidad y repartir su carne
y su sangre entre los miembros del clan. La
participación en la misma sustancia que penetra
en el cuerpo establece un lazo sagrado entre los
comensales. Sacrificio y festividad coinciden en
todos los pueblos. (Smith).156
Consideramos que el tema que se está en
cuestión en este texto es el Complejo de Edipo,
156
Freud, S. “Tótem y Tabú”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIII. Pág. 134-139.
en el que convergen los orígenes de la religión, la
moral, la sociedad y el arte. Freud trabaja muy
especialmente el lugar del padre en la cultura, su
función, en tanto que es esencial para su
constitución y la constitución del sujeto. Esta
función del padre en la cultura es necesaria pues
su existencia es lo que da fundamento a la ley.157
La posición de Freud puede resultar
asombrosa: lo que asegura, en el grupo social, la
prohibición del incesto, no es sino el padre
muerto. La función del padre en Tótem y tabú es
el padre muerto. La prohibición del incesto se liga
a la muerte del padre.158 Nuestro autor relaciona
la prohibición universal del incesto con el
totemismo: los distintos tótem dentro del grupo
social cumplen la función de resguardar el
incesto y poner en función la ley del padre. Por
medio de un conjunto de deducciones e
157
El tema es retomado por Jacques Lacan para conceptualizar la ¨metáfora paterna¨.
158 158
Freud, S. “Tótem y Tabú”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Vol. XIII, Pág. 103 y ss.
inducciones histórico-conjeturales, constituye una
hipótesis: tal comida, que reunía a los miembros
del clan, se originaba en rituales primitivos de
sacrificios de animales y el acto de comida en
común estrechaba las relaciones de los
miembros del clan. Se mata primero al animal,
luego se lo llora, y después el acto de su
devoración se constituye en una fiesta. Todo el
ritual representa un pasaje de lo profano a lo
sagrado, de lo individual a lo comunitario. Lo
prohibido al individuo está permitido en la reunión
del grupo. ¿Quién es, a quién representa el
animal que está en juego en el ritual? Ese animal
muerto, y llorado, elucida Freud, no puede ser
otro sino el padre. Lo interesante es la manera en
que Freud llega a esta conclusión comparando
los datos de Smith con los datos de sus propias
teorías y observaciones clínicas: la observación
sobre las fobias infantiles en donde el animal
temido simboliza al padre. Freud opera
interrelacionando discursos, el antropológico con
el psicoanalítico: de la fiesta a la fobia. Sugiere
que para aceptar esta conexión es preciso
apoyarla en la hipótesis de Charles Darwin159
sobre el estado primitivo (horda salvaje) de la
sociedad humana. Recordemos lo que ha dado
en constituirse como ¨mito de la horda primitiva¨:
en el comienzo, la sociedad estaba constituida
por una horda salvaje dominada por el padre,
violento y celoso, que se reserva todas las
hembras para sí y expulsaba a los hijos varones
cuando crecían, o sea, era el único que tenía
acceso a las mujeres. La dominación de este
macho poderoso despertaba el odio de los hijos,
quienes se conjuran para matar al padre (liga
fraternal) y apoderarse de las mujeres. Un día los
hermanos expulsados se aliaron, mataron y
159
Freud, S. Ibídem. Pág. 128.
devoraron al padre, y así pusieron fin a su
despotismo. Unidos osaron hacer lo que
individualmente les habría sido imposible. El
violento padre primordial era por cierto el
arquetipo envidiado y temido de cada uno de los
miembros de la liga de hermanos. Y, en el acto
de la devoración, forzaban la identificación con
él, cada uno se apropiaba de un fragmento de su
fuerza. El banquete totémico, acaso la primera
fiesta de la humanidad, sería la repetición y
celebración recordatoria de aquella hazaña
memorable y criminal con la cual tuvieron
comienzo tantas cosas: las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión.160
Pero consumado el acto, -el crimen del padre-,
las mujeres del grupo resultaron igualmente
prohibidas para los hombres del mismo grupo, o
sea, que no dejaron de observar la ley de
160
Ibídem. Pág. 143-44.
prohibición. Veamos: el asesinato del padre
debía haber conducido a la apropiación de las
mujeres del grupo, pero culmina en lo contrario:
los hombres se prohíben el acceso a ellas por
efecto de la culpa posterior. Esta se alimenta de
obediencia al padre después de darle muerte:
obediencia retrospectiva. La muerte reasegura
así la norma social, padre muerto asesinado que
aparece en el seno del discurso mítico, y que
organiza un orden cultural.
Freud comenta que ese estado primordial
de la sociedad no ha sido observado en ninguna
parte, pero lo que se halla como la organización
más primitiva, lo que está en vigor en ciertas
tribus, son las ¨ligas de varones¨ compuestas por
miembros de iguales derechos y sometidos a las
restricciones del sistema totemista, que heredan
por línea materna.161
161
Ibídem. Pág. 143.
Las razones que permitirán dar cuenta de
ese pasaje, de esa transformación, donde el
resultado no coincido con el móvil, no es otro que
la culpa. Una vez muerto el padre, satisfechos los
sentimientos hostiles y el odio, surge el amor. El
resultado de esta ambivalencia a posteriori es el
sentimiento inconsciente de culpa. Esta
teorización es la significación de la paternidad
que Freud reconstruyó, pues en el inconsciente
de todo hombre se reproduce el acontecimiento
mítico del misterio paterno: el padre es en tanto
que padre muerto, el padre sustituido. La teoría
freudiana diferencia el padre real, de carne y
hueso, el padre imaginario, causa de las
fantasías parricidas, y, el padre simbólico, el
padre función, en tanto que orden cultural, en
tanto que ley (trasmite la ley de la cultura). Este
es el padre que toma función en tanto que
muerto (función simbólica) o sea, aquél con el
cual el sujeto se identifica incorporando su ley, la
ley paterna: ¨no te acostarás con tu madre¨ (para
el hijo), ¨no reintegrarás tu producto¨ (para la
madre). La función paterna implica un ¨no¨, que
remite a que no se puede acceder a la madre
(mujer vedada). Así el padre se propone como
modelo de renuncia (él ha renunciado a su propia
madre) y de donación (él trasmite un orden
cultural, su función permite la salida a la
exogamia).162 La instauración de un orden
cultural que se sostiene desde la transmisión del
padre simbólico es lo que permite a los hijos
evitar ¨quitarse los ojos y ser expulsados de
Tebas¨ (Mito de Edipo).
Se podría pensar que es tan obscena y
feroz la figura del padre primordial que
inagotablemente no se redime en la eterna
ceguera de Edipo. Es a las mismas necesidades
162
Concepciones retomadas por J. Lacan para la formulación del concepto de “metáfora paterna”.
del mito a las que el neurótico responde con su
mito individual (o su novela familiar) en una
proliferación de creaciones particulares.
Retomando la temática respecto de la
génesis del Superyó, en primer plano, lo que
Freud viene expresa como novedad en el
capítulo III de “El yo y el ello”, y como punto que
requiere aclaración, es que la existencia de un
grado en el interior del Yo, una diferenciación
dentro de él, -que ha sido llamada ¨Ideal del yo o
Superyó¨- no mantiene un vínculo firme con la
conciencia sino todo lo contrario. Por ejemplo, el
estudio de la melancolía llevó a la conclusión de
que el objeto perdido se puede volver a erigir en
el Yo bajo un mecanismo en donde una
investidura de objeto es relevada por una
identificación, y tal sustitución es considerable en
la conformación del Yo, en su carácter, siendo
totalmente inconsciente. La creencia de los
primitivos de que las propiedades del animal
incorporado como alimento se conservan como
rasgos de carácter en quien lo come es un
interesante paralelo a la sustitución de la elección
de objeto por identificación.
Desde estas consideraciones surge la
concepción de que el carácter del Yo es una
sedimentación de las investiduras de objeto
resignadas que contiene la historia de esas
elecciones de objeto. Para ello, es necesaria la
concepción de que en la fase primitiva oral de la
libido, es totalmente imposible distinguir entre
investidura de objeto e identificación, pues no
está todavía cabalmente realizada la
diferenciación entre el Yo y el no-Yo. Desde sus
observaciones clínicas, puede suponer que las
investiduras de objeto parten de Ello, que siente
las aspiraciones eróticas como necesidades y
que el Yo, todavía débil, recibe noticias de las
investiduras, les presta consentimiento o busca
defenderse de ellas mediante el proceso de la
represión. Cuando un objeto sexual es resignado
- objeto de la fase primitiva oral-, se presenta
una alteración del Yo que describe como
erección del objeto en el Yo. El yo, mediante una
introyección, facilita o posibilita la resignación del
objeto. Estas identificaciones, posiblemente,
sean la condición bajo la cual el Ello resigna sus
objetos. Freud comprueba clínicamente que este
es un proceso muy frecuente, sobre todo en las
fases tempranas del desarrollo, y llega a la
conclusión enunciada al principio sobre el
carácter del Yo como sedimentación de las
investiduras de objeto resignadas. También
comprobó que puede existir una simultaneidad
de investidura de objeto e identificación, vale
decir, una alteración del carácter antes que el
objeto haya sido resignado y en este caso, la
alteración del carácter podría sobrevivir al vínculo
de objeto y conservarlo.
Un punto destacado por Freud, al respecto
de esta operación de transposición -de elección
de objeto a alteración en el yo-, es la instauración
de una función que permite al Yo dominar al Ello.
La transposición así cumplida, desde libido de
objeto a libido narcisista, conlleva una
resignación de las metas sexuales, una
desexualización y por lo tanto, puede abrir las
vías de la sublimación, mecanismo más
económico que el de la represión.

La comprobación clínica evidencia que los


efectos de las primeras identificaciones, las
producidas a la edad más temprana, serán
universales y duraderos, y esto es lo que
conduce a la génesis del Ideal del Yo o Superyó,
pues tras este se esconde la identificación
primera, de mayor valencia, la identificación con
el padre de la prehistoria personal.163 Esa primer
identificación, que se ha denominado “an-
objetal”, se trata de una identificación directa e
inmediata y más temprana que cualquier
investidura de objeto, no es el resultado ni el
desenlace de una investidura de objeto, siendo
no mediatizada, por ello genuinamente primaria,
no tan solo porque sea la primera. Luego, las
elecciones de objeto que corresponden a los
primeros períodos del desarrollo de la libido,
atañen a padre y madre, y parecen tener su
desenlace, en una identificación, reforzando de
ese modo la identificación primaria.

Bajo el nombre de Complejo de Edipo el


psicoanálisis estudia la génesis de las relaciones
163
Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX, Pág. 33. Freud aclara
que sería más prudente decir ¨con los progenitores¨, pues padre y madre no se valoran como
diferentes antes de tener noticia cierta sobre la diferencia de los sexos. Debemos entender aquí
que cuando se refiere a la ¨prehistoria personal¨ es porque supone que la ¨historia personal¨ se
organiza consecuentemente a partir de la formación del complejo de castración, médula del
Complejo de Edipo, que permite el armado de la neurosis infantil
del sujeto y el otro. Debemos recordar que ya en
el Proyecto de Psicología científica, Freud se
interesó en el tema y le dio importancia al estado
de invalidez del infante, a su necesidad del
auxilio ajeno, de cuidado otorgado por otra
persona, y denominó a la cuestión “complejo del
semejante”.

El fundador del psicoanálisis, que propone


como objetivo del tratamiento psicoanalítico la
recuperación de la capacidad de amar y de
trabajar, necesita investigar cuidadosamente las
relaciones del sujeto, los modos en cómo este
interactúa con los otros, sus vínculos amorosos,
el lugar que ocupan los objetos de interés. Para
ello, por un lado estudia la configuración del
aparato psíquico y el lugar que la pulsión tiene en
él. Por otro lado, y sin descuidar el primero, sino
entrecruzándolos, estudia las relaciones
vinculares y por eso se interesa primero en la
parental, considerándola como la primer
experiencia amorosa de un sujeto. Esto
constituye la metapsicología.

La experiencia clínica había comprobado


que los pacientes neuróticos tenían
padecimientos respecto del amor, y Freud supo
rápidamente que brindándoles las generosidades
del amor no se curaban, por ello tomo los
vínculos amorosos como objeto de estudio. De
ahí en más ahondó en uno de los terrenos más
complicados del psicoanálisis, puesto que
descubrió que en el amor no sólo cuenta lo que
se tiene de él, sino lo que no se tiene, llevándolo
esto a la temática del Complejo de Edipo
completo y a la teoría del Falo en relación con la
castración. La investigación trajo como
consecuencia la elucidación de que si de amor se
trata, de lo que se trata es de diferencias, de la
no complementariedad de los amantes, de lo
que falta, de la falta.

Ya tenemos los elementos suficientes para


referirnos a las palabras freudianas:

la separación del Superyó respecto del Yo no es


algo contingente: subroga los rasgos más
significativos del desarrollo del individuo y de la
especie, y más aún, en la medida que procura
expresión duradera al influjo parental, eterniza la
existencia de los factores a que debe su origen
[…] El ideal del yo o superyó es la agencia
representante del vínculo parental […] Es, por lo
tanto, la herencia del complejo de Edipo y, así,
expresión de las más potentes mociones y los
más importantes destinos libidinales del ello.
Mediante su institución, el yo se apodera del
complejo de Edipo y simultáneamente se somete,
él mismo, al ello. Mientras que el yo es
esencialmente representante del mundo exterior,
de la realidad, el superyó se le enfrenta como
abogado del mundo interior, de ello”.164

Así surgirán conflictos entre el Yo y el


Ideal. La tensión entre las exigencias de la
conciencia moral y las operaciones del Yo es
sentida como sentimiento de culpa. Religión,
moral y sentir social han sido, en el origen, uno
solo. Según la hipótesis de “Tótem y tabú” se
adquirieron, en el complejo paterno: religión y
limitación ética, por el dominio sobre el complejo
de Edipo; los sentimientos sociales, por la
constricción a vencer la rivalidad remanente entre
los miembros de la joven generación. Estas
consideraciones nos permiten destacar que el
psicoanálisis no sólo se dedica al estudio de la
sexualidad, como se le imputó, sino que también
164
Freud, S. El yo y el ello. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 37.
se ocupa de la conciencia moral y de la vida del
sujeto en sociedad y en relación a las leyes.

Otro tema que debemos considerar, por su


importancia, para el entendimiento del
funcionamiento de aparato psíquico es la génisis
de las instancias psíquicas. Freud se muestra
cuidadoso en describirlas. En nuestra
consideración posiblemente recurra a la
organización de hipóstasis –tal como se había
realizado respecto del sistema nervioso-. Primero
era el Ello, pero éste no puede vivenciar o
experimentar ningún destino exterior si no es por
medio del Yo, que subroga ante él al mundo
exterior. El Yo es un sector diferenciado del Ello
por el influjo del mundo exterior y del principio de
realidad que este impone. En cuanto al Superyó
se genera como herencia del complejo edipiano y
puesto que el factor de hostilidad del complejo no
puede satisfacerse, tendrá un carácter crítico,
agresivo, mortificante. Así como el Yo surge
como producto de las identificaciones, el Superyó
lleva la marca de lo que precipita de ellas: la
vertiente hostil del complejo, motivo para que el
ideal mismo pueda permanecer en gran parte
inconsciente, inaccesible al yo.

La historia genética del Superyó permite


comprender que conflictos anteriores del Yo con
las investiduras de objeto del Ello puedan
continuarse en conflictos con su heredero, el
Superyó. El Yo no logró dominar bien el complejo
de Edipo, la investidura energética de este,
proveniente del Ello, retomará su acción eficaz,
como formación reactiva, en el Ideal del Yo.165

El yo como vasallo

165
Ibídem. Pág. 40.
La propuesta de Sigmund Freud en el
capítulo V de El yo y el ello es reflexionar sobre
la complejidad de las funciones del Yo por sus
relaciones con las otras dos instancias: el Ello y
el Superyó. El Yo está al servicio de tres amos,
sometido a tres servidumbres, y en
consecuencia, sufre de tres peligros: el mundo
externo, la libido del Ello, la severidad del
Superyó.166
Nos parece oportuno revisar el significado de
los términos utilizados: vasallaje, vasallo y
servidumbre en el RAE de 1922167, pues
consideramos que es muy importante no
solamente investigar el significado de los
términos en los diccionarios, sino utilizar
diccionarios de la época del escrito original.
Veamos: “Vasallaje”: Vínculo de dependencia y
166
Ibídem. Pág. 56.
167
Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Talleres Calpe. 15° Ed. Madrid. 1922.
Pág. 1108. Se mencionan las acepciones que nos parecen convenientes al uso del término en el texto.
fidelidad que una persona tenía respecto de otra,
contraído mediante ceremonias especiales;
rendimiento o reconocimiento con dependencia a
cualquier otro, o de una cosa a otra; tributo
pagado por el vasallo a su señor”; “Vasallo”:
“Sujeto a algún señor con vínculo de vasallaje”;
“Servidumbre”: - término utilizado por Freud-168:
Sujeción grave u obligación inexcusable de hacer
una cosa, sujeción causada por las pasiones o
afectos que coarta la libertad, derecho en predio
ajeno que limita el dominio en éste y que está
constituido a favor de determinadas personas”.
Generalmente Sigmund Freud no utiliza
palabras en vano, entonces, proponemos
interrogar, no solo por la dependencia del Yo,
sino también su fidelidad, el reconocimiento de
su dependencia y el tributo a pagar, así como por
su obligación inexcusable, su sujeción causada
168
Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Pág. 56.
por las pasiones o afectos que coartan su
libertad, y también por cuál es su “derecho en
predio ajeno” (entendiendo como predios ajenos
el mundo exterior, el Ello y el Superyó).

Respecto a su relación con el mundo exterior


y con el ello, en el Cap. IV de “El yo y el ello”
Freud ofrece una clara referencia:
el yo se encuentra bajo la particular influencia de
la percepción […] las percepciones tienen para el
yo la misma significatividad y valor que las
pulsiones para el ello. […] el yo está sometido a
la acción eficaz de las pulsiones lo mismo que el
ello, del que no es más que un sector
particularmente modificado.169
Recordemos que en el Cap. II del
mencionado texto el autor ya se había explayado
respecto de que el Yo es la parte del Ello
169
Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Pág. 41.
alterada por la influencia directa del mundo
exterior, a través de la mediación del sistema
percepción-conciencia, empeñándose en hacer
valer sobre el Ello el influjo del mundo exterior.170
No debemos olvidar que en el sistema
percepción tienen lugar tanto las percepciones
externas como las provenientes del interior del
cuerpo
“el cuerpo propio y sobre todo su superficie es un
sitio del que pueden partir simultáneamente
percepciones internas y externas […] el cuerpo
propio cobra perfil y resalto desde el mundo de la
percepción. También el dolor parece desempeñar
un papel en esto.171
Esta conceptualización implica un trabajo del
Yo por reemplazar el principio del placer por el
principio de realidad, siendo el representante de
la razón y la prudencia. Freud se refiere a la
170
Ibídem. Pág. 27.
171
Ibídem. Pág. 27.
influencia del “trabajo intelectual sutil y difícil”, el
de la “empeñosa reflexión”, el de las “altas
valoraciones” sobre “las pasiones inferiores”172, y
nos advierte que dicho trabajo no es fácil, pues la
clínica le muestra que el mismo puede ser una
tarea preconsciente o inconsciente. Y, en
muchos casos, se evidencia que la autocrítica y
la conciencia moral, vale decir, operaciones
anímicas situadas en lo más alto de la escala de
valoración, son inconscientes. Este tema es
retomado en el Cap. V del mencionado texto, al
referirse a la reacción terapéutica negativa y el
sentimiento inconsciente de culpabilidad, en
donde el Superyó ejerce una gran influencia.
Reconsideremos: el Yo se conforma sobre las
primeras identificaciones que se comportan
regularmente como una instancia particular

172
Ibídem. Pág. 28.
dentro del Yo173 a la cual Freud denomina
“Superyó”, siendo heredero del Complejo de
Edipo, introduciendo en el Yo sus objetos más
importantes. Así pues, el Yo se somete al
imperativo categórico del Superyó del mismo
modo que el niño se sometía a los padres y este
mecanismo puede ser causa de la “reacción
terapéutica negativa”174 tratándose de un proceso
por el que muchos analizantes reaccionan
durante la cura en sentido inverso a lo esperado,
o sea, reaccionan agravando. Detrás de ello se
encuentra siempre un factor de orden moral: un
sentimiento de culpabilidad inconsciente, que
“permanece mudo para el enfermo” pero lo
mantiene en la enfermedad como castigo, hasta
llegar a constituir a veces el mayor obstáculo
contra la curación.175

173
Ibídem. Pág. 49.
174
Consideración del autor en “Recuerdo, repetición y elaboración” y en “Más allá del principio del placer”.
175
Freud,S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit. Pág. 50.
El sentimiento de culpa es consecuencia de
una identificación del sujeto con otra persona que
fue importante en su vida176, es decir, el
resultado de una identificación tras una relación
erótica177 -libidinal, no sexual- abandonada en un
proceso similar al que se observa en la
melancolía. Por ello, Freud piensa que es posible
que sea el Ideal del Yo lo que determine la mayor
o menor gravedad de la neurosis, considerando
conveniente observar en la clínica el modo en
que se manifiesta el sentimiento de culpa.
En el sentimiento de culpa consciente y normal,
la conciencia moral se debe a la tensión habitual
entre el Yo y el Ideal del Yo, y no opone
dificultades a la cura. Pero hay dos afecciones en
las que adquiere una intensidad patológica: en la
neurosis obsesiva y en la melancolía.

176
Ibídem. Pág. 55. Freud considera que el Superyó se ha engendrado por una identificación con el arquetipo
paterno y señala que tiene el carácter de una desexualización o de una sublimación.
177
Ibídem. Pág. 51.
En ciertas formas de la neurosis obsesiva, el
sujeto pide asistencia por un intenso sentimiento
de culpa consciente sobre el cual su Yo no
encuentra ninguna justificación. Y la clínica
muestra que en estos casos, mediante el
análisis, siempre se puede descubrir en lo
reprimido la base del mismo.
En la melancolía, por el contrario, el Yo del
sujeto ni siquiera se atreve a protestar porque,
debido a su identificación con el objeto de sus
reproches, “se confiesa culpable y se somete al
castigo”. Respecto de las diferencias entre
neurosis obsesiva y melancolía, el texto
freudiano nos advierte de una diferencia clínica
importante:
en la neurosis obsesiva se trataba de mociones
repelentes que permanecían fuera del yo; en la
melancolía, en cambio, el objeto, a quién se
dirige la cólera del superyó, ha sido acogido en el
yo por identificación 178
Al contrario que el melancólico, el neurótico
obsesivo no busca nunca su propia muerte y está
mejor protegido contra ella que el histérico.
Debido a la regresión que la neurosis obsesiva
implica, la disociación de las pulsiones libera el
impulso de destruir al objeto, y si bien al principio
su Yo se rebela tanto contra las exigencias
criminales del Ello como contra los reproches de
su conciencia moral (lo que no le evita sufrir “un
infinito auto-tormento”), más tarde, cuando le es
accesible, se dedica a martirizar
sistemáticamente a su objeto con la finalidad
última de conseguir su anulación total, su
degradación y desintegración paulatina hasta la
muerte. Rasgo verdaderamente asesino que

178
Ibídem. Pág. 52.
puede hallarse en neuróticos obsesivos con
rasgos perversos.

También examina otros casos tales la histeria


179
o la delincuencia.180 Si bien generalmente el
Yo lleva a cabo las represiones al servicio del
Superyó, lo que se observa en estos casos es
que el Yo utiliza la represión para mantener a
distancia del Superyó el material al que se refiere
el sentimiento de culpa. Esto conduce a Freud a
considerar que es lógico que gran parte del
sentimiento de culpa sea siempre inconsciente,
puesto que la génesis de la conciencia moral se
halla ligada al complejo de Edipo, también
relegado al inconsciente. Observó que en
muchos delincuentes existía un fuerte
sentimiento de culpa antes de cometer el hecho,
y por lo tanto no es su consecuencia sino su

179
Ibídem. Pág. 52.
180
Ibídem. Pág. 53.
motivo, como si con el acto hubiera producido un
alivio al poder enlazar ese sentimiento
inconsciente de culpa con algo real y actual. La
clínica de estos pacientes demuestra que el
Superyó mantiene su independencia respecto
del Yo y su íntima relación con el Ello
inconsciente.
el superyó sabe más del Ello inconsciente que el
yo 181
La severidad del Superyó abarca y utiliza
todas las ramificaciones de las pulsiones de
muerte contra el Yo. Desde el punto de vista de
la moralidad, el Ello es totalmente inmoral, el Yo
se esfuerza en ser moral, y el Superyó puede
hacerse “hipermoral” y tan cruel como el Ello.182
“Es singular que cuanto más se limita el hombre
su agresión hacia el exterior, más severo y
agresivo se hace en su ideal del yo, como por un
181
Ibídem. Pág. 52.
182
Ibídem. Pág. 54.
desplazamiento y un retorno de la agresión hacia
el yo.”183

Estas consideraciones le permiten introducir


una nueva hipótesis: el Ideal del Yo extrae su
imperativo riguroso y cruel de la pulsión de
muerte segregada tras la disociación de las
pulsiones. De este modo queda demostrado el
sometimiento del Yo a las tres servidumbres.

El Yo no se comporta igual con respecto a


las dos clases de pulsiones, sino que mediante la
identificación y la sublimación ayuda a las
pulsiones de muerte del Ello a sojuzgar la libido y
se expone al peligro de convertirse en víctima de
tales pulsiones. Cuando el Yo sufre la agresión
del Superyó o sucumbe a ella, su destino ofrece
analogías con el de los protozoos que sucumben
a los efectos de los productos de descomposición

183
Ibídem. Pág. 55.
creados por ellos mismos.184 La misma moral que
actúa en el Superyó sería uno de estos productos
de descomposición. La más interesante de las
servidumbres del Yo es la que le liga al Superyó,
que está en relación a la angustia.

“El yo es la verdadera residencia de la angustia.


Amenazado por tres distintos peligros, desarrolla
el yo el reflejo de fuga, retirando su carga propia
de la percepción amenazadora o del proceso
desarrollado en el Ello y considerado peligroso, y
emitiéndola en calidad de angustia. Esta reacción
primitiva es sustituida luego por el
establecimiento de cargas de protección
(mecanismo de las fobias). Ignoramos qué es lo
que el yo teme del mundo exterior y de la libido
del Ello. Sólo sabemos que es el sojuzgamiento o
la destrucción, pero no podemos precisarlo
analíticamente. El yo sigue, simplemente, las
184
Ibídem. Pág. 57.
advertencias del principio del placer. En cambio,
sí podemos determinar qué es lo que se oculta
detrás de la angustia del yo ante el superyó, o
sea ante la conciencia moral. Aquel ser superior
que luego llegó a ser el ideal del yo amenazó un
día al sujeto con la castración, y este miedo a la
castración es probablemente el nódulo en torno
del cual cristaliza luego el miedo a la conciencia
moral. 185

Todo miedo o angustia se puede reducir al


miedo a la muerte, ya que ésta es un concepto
abstracto para el que no se halla nada correlativo
en lo inconsciente. La angustia ante la muerte se
desarrolla entre el Yo y el Superyó. Para
demostrarlo, nos remite a las dos circunstancias
en las que se observa la génesis de la angustia
ante la muerte: en la melancolía y como reacción
ante un peligro exterior. En la primera, el Yo se
185
Ibídem. Pág. 57-58.
abandona a sí mismo porque, en lugar de
sentirse amado por el Superyó (que debería
ejercer la misma función protectora que un
padre), se siente perseguido y odiado por él. En
el caso de la segunda, cuando el Yo se siente
amenazado por un peligro exterior, también se
siente abandonado por todos los poderes
protectores, en la misma situación que constituyó
el trauma del nacimiento y que genera la
angustia infantil. Freud concluye que tanto la
angustia ante la muerte como la angustia ante la
conciencia moral, son sólo una elaboración de la
angustia ante la castración.

Sintetizando, señalamos algunas de sus


concepciones más importantes sobre el Yo y sus
relaciones de servidumbre :186
El yo se encuentra encargado de importantes
funciones. Por su relación con el sistema de la
186
Ibídem. Pág. 56-59.
percepción establece el orden temporal de los
procesos psíquicos y los somete al examen de la
realidad.
Mediante la interpolación de los procesos
mentales, el Yo consigue un aplazamiento de las
descargas motoras y domina los accesos a la
motilidad.
El Yo se enriquece con el mundo exterior y, a
su vez, tiene en el Ello otra especie de mundo
exterior al que intenta dominar. Sustrae libido de
él y transforma sus cargas de objeto en
estructuras yoicas.
El Yo, con ayuda del Superyó extrae del Ello la
experiencia histórica en él acumulada.
El contenido del Ello puede pasar al Yo por dos
caminos distintos. Uno de ellos es directo, y el
otro atraviesa el Ideal del Yo. La elección entre
ambos resulta decisiva para muchas actividades
anímicas (histeria, neurosis obsesiva,
melancolía).
El Yo se desarrolla desde la percepción de las
pulsiones hasta su dominio, desde la obediencia
hacia su inhibición. En esta función participa
ampliamente el Ideal del Yo, siendo una
formación reactiva contra los procesos
pulsionales.
En calidad de instancia fronteriza, el Yo es
mediador entre el mundo exterior y el Ello,
intentando adaptar al Ello al mundo exterior y
alcanzar en éste los deseos del Ello, intentando
que el mundo haga justicia al deseo del Ello.
El Yo, para el Ello, no es sólo un auxiliar, sino
un sumiso servidor que aspira a lograr el amor de
su dueño. Siempre que le es posible permanece
de acuerdo con el Ello, superponiendo sus
racionalizaciones preconscientes a los mandatos
inconscientes del mismo, simulando obediencia
al Ello respecto de las advertencias de la
realidad, disimulando sus conflictos con la
misma, aun en aquellos casos en los que el Ello
permanece inflexible.
La situación de mediador que ocupa el Yo le
hace sucumbir, a veces, a la tentación de
mostrarse oficioso, oportunista y falso.
El Yo no se conduce imparcialmente con
respecto a las dos clases de pulsiones. Mediante
su labor de identificación y sublimación auxilia a
las pulsiones de muerte del Ello en el
sojuzgamiento de la libido, pero al obrar así se
expone al peligro de ser tomado como objeto de
tales pulsiones y sucumbir víctima de ellos. Para
poder prestar tal auxilio, ha tenido que colmarse
de libido, constituyéndose así en representante
del Eros, y aspira entonces a vivir y a ser amado.
La labor de sublimación tiene por consecuencia
una disociación de las pulsiones y una liberación
de la agresión del Yo, que se expone en su
combate contra la libido al peligro de ser
maltratado e incluso a la muerte.
La moral que actúa en el Superyó se muestra,
en sentido económico, como un producto de una
descomposición.
El Yo es la verdadera residencia de la angustia.
El yo se angustia ante el Superyó, o sea ante la
conciencia moral. El miedo a la castración es el
nódulo en torno del cual cristaliza luego el miedo
a la conciencia moral. La angustia ante la muerte
se desarrolla, pues, entre el Yo y el Superyó.
El psicoanálisis es un instrumento que ha de
facilitar al Yo la progresiva conquista del Ello.

Superyó y representaciones verbales


Es importantísimo tener presente el estudio
freudiano187 sobre la relación del Superyó y las
187
Ibídem. Pág. 53.
representaciones verbales. Ellas llegan al
Superyó antes que a la conciencia y la energía
de carga no la obtienen por la percepción
auditiva, sino desde fuentes situadas en el Ello.
Para investigar la cuestión Freud se refiere
nuevamente la clínica de la melancolía, donde
elucida que el sadismo que desata el Superyó se
explica porque el componente destructor se
instala en él, reina en él vuelto contra el yo y, con
frecuencia, hasta lo conduce a la muerte.
Reflexiona y se pregunta:
Teniendo en cuenta la significatividad que
atribuimos a los restos preconscientes de
palabra en el yo, surge una pregunta: el superyó,
toda vez que es inconsciente, ¿consiste en tales
representaciones-palabra, o en qué otra cosa?
La respuesta prudente sería que el superyó no
puede desmentir que proviene también de lo
oído, es sin duda una parte del yo y permanece
accesible a la conciencia desde esas
representaciones-palabra (conceptos,
abstracciones, pero la energía de investidura no
les es aportada a estos contenidos del superyó
por la percepción auditiva, […] sino que la
aportan las fuentes del ello. 188

Las enseñanzas de la clínica


Hemos realizado una puntuación de un
trabajo de análisis que dejó alguna enseñanza en
relación al trauma y la repetición, y también
esclareció algunas consideraciones freudianas
tales como:

1.- “explico las peculiaridades de las


psiconeurosis por el hecho de no producirse la
traducción para ciertos materiales, lo cual tiene
algunas consecuencias”.189

188
Ibídem. Pág. 53.
189
Freud, S. “Carta 52” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 276
2.- “las fantasías se forman en general por una
conjunción inconsciente entre vivencias y cosas
oídas…acontecen por combinación y
desfiguración…un fragmento de la escena vista
es reunido con otro de la escena oída, mientras
que el fragmento liberado entra en otra conexión.
Con ello, un nexo originario se vuelve
inhallable”.190

3.- “En el analizado, en cambio, resulta claro que


su compulsión a repetir en la transferencia, los
episodios del período infantil de su vida, si sitúa,
en todos los sentidos, más allá del principio de
placer […] nos enseña que las huellas no
subsisten en su interior en el estado ligado, y aun
[…] son insusceptibles del proceso secundario.191

190
Freud, S. “Manuscrito M”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 293.

191
Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol XVIII.. Pág.
36.
4.- “La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a
su satisfacción plena, que consistiría en la
repetición de una vivencia primaria de
satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y
reactivas, y todas las sublimaciones, son
insuficientes para cancelar su tensión acuciante,
y la diferencia entre el placer de satisfacción
hallado y el pretendido engendra el factor
pulsionante”.192

5.- “La afirmación del carácter regresivo de las


pulsiones descansa también, es cierto, en un
material observado, a saber, los hechos de la
compulsión de repetición”.193

6.- “Los procesos anímicos inconscientes son en


sí atemporales. Esto significa, en primer término,

192
Ibídem. Pág. 42
193
Ibídem. Pág. 57
que no se ordenaron temporalmente, que el
tiempo no altera nada en ellos”.194

7.- “El principio del placer parece estar


directamente al servicio de las pulsiones de
muerte”.195

8.-“Estos sueños buscan recuperar el dominio


sobre el estímulo por medio de un desarrollo de
angustia cuya omisión causó la neurosis
traumática. Nos proporcionan así una perspectiva
sobre una función del aparato anímico que, sin
contradecir al principio de placer, es empero
independiente de él y parece más originaria que
él a propósito de ganar placer y evitar
displacer”.196

9.- “los mencionados sueños de los neuróticos


traumáticos ya no pueden verse como

194
Ibídem. Pág. 28.
195
Ibídem. Pág. 61.
196
Ibídem. Pág. 31.
cumplimiento de deseo; tampoco los sueños que
se presentan en los psicoanálisis, y que nos
devuelven el recuerdo de los traumas psíquicos
de la infancia. Más bien obedecen a la
compulsión de repetición, que en el análisis se
apoya en el deseo de convocar lo olvidado y
reprimido […] Si existe un “más allá del principio
de placer” por obligada consecuencia habrá que
admitir que hubo un tiempo anterior también a la
tendencia del sueño al cumplimiento de deseo.
Esto no contradice la función que adoptará más
tarde. Pero, una vez admitida la excepción a esta
tendencia, se plantea otra pregunta. ¿No son
posibles aun fuera del análisis sueños de esta
índole, que en interés de la ligazón psíquica de
impresiones traumáticas obedecen a la
compulsión de repetición? Ha de responderse
enteramente por la afirmativa”.197
197
Ibídem.. Pág. 32
Relato de un fragmento de análisis

Primer entrevista:

Una paciente de 35 años refiere: “he


solucionado problemas míos con mi matrimonio,
me divorcié y sin embargo no estoy bien”, “viene
eso, o algo, que no me permite estar tranquila”,
“me pongo a llorar”, “tengo demasiado odio y no
tiene ningún fundamento”, “lo único que debiera
tener es culpa porque yo lo dejé y sin embargo
tengo un odio que no me deja vivir”. Relata
respecto de la pareja y la familia que “él es una
buena persona, me casé con 21 años, tenemos
dos chicos –un varón de 13 y una nena de 11
años-, nos llevamos muy bien y formamos una
linda familia, pero hace unos 5 meses, me vino la
decisión de separarme, me impuse y él toleró mi
capricho, no le dejé alternativa, aunque él no
quería”. “Al principio me quedé sola en casa con
mis hijos, pero al mes hice al revés, me fui vivir
sola y él se quedó en la casa con los chicos.
Pensé que viviendo sola y haciendo lo que se me
ocurriera iba a estar mejor, porque estaba muy
´loco´”. Se produce una pausa, se angustia.
Luego continúa: “perdón, quiero decir loca, ´pero´
he empeorado, la cabeza no me para, todo el día
tengo odio, lo quisiera matar. Me asusto de mí
misma. No puedo vivir más”.

Lógicas del transcurso:

Primer tiempo de trabajo: -entrevistas


preliminares- sus relatos estaban siempre
referidos a lo que podría llamar la lógica del
“pero-eso”. Se refería a cuestiones de su
quehacer cotidiano, y terminaba sus relatos
diciendo: “pero viene eso y arruina todo”. Cada
vez que le preguntaba ¿qué es eso? volvía a
referir lo expresado en la primer entrevista: “viene
eso”, e irrumpía en llanto, diciendo: “ve, se
arruina todo”, “yo no quiero hablar porque se
arruina todo, por eso a veces no quiero venir”.

Tiempo de transferencia con el analista: “soñé


algo muy cortito, Ud. estaba parada y yo la
empujaba”, se ríe y después llora. “Ve, me vino
eso”.

Tiempo de transferencia con el trabajo analítico:


Los sueños traumáticos: tiene una serie de
sueños recurrentes, que relata así: “tengo
terribles pesadillas con mi marido, vuelvo a
soñar, una y otra vez, que nos peleamos como
era costumbre. Luego de que la nena entró en
preescolar, comencé a pelearlo. A la noche,
antes de dormir, mirábamos TV, generalmente
programas o videos de ballet. Tengo ´locura con
ver ballet´. yo comenzaba a criticar sin
fundamentos, hasta llegué a decir frente a un
bailarín famoso –me da vergüenza decirle quién
es-: ´pero, el color verde del mallot no me gusta´.
Así seguía sin poder parar hasta que mi marido
se cansaba, se enojaba, se paraba y se iba,
siempre hacía un gesto levantando el brazo y me
decía algún insulto, no mayor. En el sueño, él
está parado en frente a la cama, a los pies de la
cama, yo quedo abajo, en la cama, y él parece
muy alto, mucho más alto de lo que es, discute
gritando y, mientras, mueve un brazo de arriba
hacia abajo permanentemente y con fuerza,
señalándome, hace ‘así’ con el dedo (mueve
mano extendiendo el pulgar y el índice, como
señalando o apuntando). El grita mucho, no deja
de mover el brazo, pone la mano así (repite
movimiento), y grita fuerte. No entiendo lo que
dice, solo escucho el grito que no termina y veo
la mano haciendo ‘así’ (repite movimiento)”.
Hasta aquí el relato del sueño. Continúa: “éramos
muy buenos compañeros y podíamos resolver
todo tipo de problemas hablando de frente. Pero
solía pasar que discutiéramos a la noche por
tonterías, cuando estábamos acostados mirando
la tele. Yo nunca entendí qué pasaba, yo le
discutía por idioteces y luego cuando él se
enojaba, yo no podía responder. Él se paraba y
comenzaba a caminar frente a la cama. Hacía lo
mismo que apareció en el sueño. Bueno, en el
sueño la situación del sueño es exagerada. En
realidad “él me mandaba al infierno o a la m” y se
iba gesticulando con su brazo. Cuando sucedía,
yo me angustiaba muchísimo, me agarraba un
miedo imposible, terrible, quería contestarle pero
no podía porque me angustiaba, me quedaba sin
voz, totalmente afónica. Él se iba a dormir a otro
lado, y yo me quedaba con un miedo atroz, sin
poder pensar, varias veces me hacía pis de
miedo, me descomponía con dolores espantosos
de ´panza´ y tenía diarreas. Me quedaba
encerrada en el baño gran parte de la noche, una
vez me quedé toda la noche. A veces me ponía a
llorar como si fuera a pasar algo terrible, tenía
mucho miedo. Al día siguiente mi marido estaba
tranquilo, como si nada hubiera pasado, y yo
también me tranquilizaba. Pero hubo un
momento que esta situación se hizo imparable, el
médico dijo que eran ataques de pánico, me dio
una pastilla, pero no hizo efecto. Si bien él no le
daba importancia, para mí cada vez era peor. Por
eso decidí separarme”. El sueño ha abierto su
historia.

La neurosis infantil: La paciente es hija de padres


que habían sido secuestrados cuando ella tenía
alrededor de 5 años, -calcula la edad porque
estaba en el preescolar-. Supo por sus abuelos,
encargados de su crianza, que fue encontrada,
posiblemente luego de 5 horas, sentada en el
escalón más alto de la escalera que daba al living
de la casa. Se había orinado y defecado, no
pudiendo hablar por un período de 5 meses.
Durante su escolaridad los abuelos la entrenaron
para ocultar la historia, y con la misma intención,
cambiaban de barrio y de colegio
frecuentemente. Habló de su temor a los
maestros y profesores, de su timidez infantil, del
miedo que sentía cuando ingresaba como “la
nueva” en un colegio, del problema con el cuerpo
y la sexualidad en la adolescencia, de sus
vergüenzas para tener relaciones sexuales, de
cierto repudio “aunque tuviera deseo”.

La “alucinación”: Siempre sostuvo la decisión de


concurrir a las sesiones aunque refería: “muchas
veces me voy muy angustiada y no tiene que ver
con lo que hablo”. Un día, luego de 3 años de
trabajo, tiene un episodio que ella refiere como
alucinación. Relata: “Estaba manejando el auto y
sobre el parabrisas, cuando un “trapito” insiste en
limpiar el vidrio y me niego, veo una imagen
sobre el vidrio: veo los ojos de mi mamá, no
están encima del vidrio, sino un poco lejos,
´como de abajo´, su mirada me dice que me
quede quieta, escucho gritos. Cerré los ojos, por
suerte paré. Me asusté mucho, me fui a un bar a
llorar”. Llamó y solicitó una sesión en donde
relató lo sucedido.

Otro sueño: Luego de dos sesiones en donde


trata de describir la supuesta “alucinación”, tiene
otro sueño: “soné que soy chiquita, estoy
mirando entre los barrotes de la escalera lo que
pasa abajo, yo estoy haciéndome chiquita para
que no me vean, sin respirar, siento miedo. Se
escuchan gritos de hombres. No veo quienes
gritan, solo veo un pedacito de mi mamá que
está contra la pared. Un hombre vestido de verde
estaba de espalda y la tapaba, se movía, movía
el brazo, se veía un revolver, se escuchaban
otros golpes y gritos. Mi mamá me mira
profundamente y yo la entendí, entiendo que no
debía bajar, que tenía que quedarme quieta.
Quería gritar y no podía. Me desperté, quizás
desperté por los gritos”.

Finalización:

Intentando interpretar su sueño ella


construye una hipótesis: “se trata de algo que
debo haber visto en la noche del secuestro” y,
seguidamente comenta: “A mi marido el grito le
quedó del liceo militar, ¿cómo me casé con un
milico?” Se ríe y prosigue: “Bueno, siempre él
vocifera en contra de los milicos porque él tiene
pleno derecho a hacerlo, los sufrió en su propia
carne”.

Las formaciones del inconsciente son un


conjunto de operaciones que organizan un
campo: lo real o el inconsciente freudiano. Su
formalización alude al concepto de transposición,
repetición y trauma.

La transposición o Entstellung

La operación transpositiva, de desfiguración


o de dislocamiento es la función fundamental de
la metapsicología freudiana, es la posibilidad de
responder a la “exigencia de trabajo impuesta a
lo anímico por su trabazón con lo somático”.198
La Entstellung es inherente a la noción de
representación, implicando un trabajo psíquico.
Su elucidación constituye la metapsicología como
una particular teoría, aquella que lleva la marca
198
Freud, S.” Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras completas. Ob. Cit.. Tomo XIV, Pág.
117.
de una pérdida. La Entstellung implica mutar una
cosa por otra con una particularidad: lo que se
muta no es lo original, pues eso falta a la
representación. La representación implica una
traducción, y como tal, traición. Traducir supone
una transposición de un mismo contenido vertido
de acuerdo a otras convenciones simbólicas,
donde siempre queda algo retenido, indócil a la
traducción. Con el nombre de das Ding, Freud se
refiere a un punto de características muy
particulares: lo propio e inaccesible. Cabe
preguntar: ¿das Ding es la medida de exigencia
de trabajo?

Retomaremos las nociones de “vivencia de


satisfacción”, “retranscripción” y “representación
cosa” para considerar el valor de lo no
representable.
En el “Proyecto”, se conceptualiza la
“vivencia de satisfacción” como una experiencia
de valor fundamental en que se constituye el
desear. Los mecanismos asociativos permiten la
articulación entre vivencias en el propio cuerpo y
el pensar organizando ligaduras entre la imagen
perceptual del objeto satisfaciente, la imagen
motriz de desinvestidura ligada a la satisfacción y
la diferencia de los registros de la tensión. La
reaparición del estado de tensión lleva una
atracción hacia la huella mnémica del objeto
satisfaciente, y la reanima199, posibilitando un
modo de satisfacción alucinatorio, o sea, a
través de imágenes. Los restos de estas
vivencias son de máxima significación para el
decurso de la función psíquica, pues le dejan
como secuela la búsqueda de la identidad de
percepción que conforma una “compulsión
199
Freud, S. “Proyecto de una psicología científica”. Sigmund Freud Obras completas. Amorrortu. Bs.As.
1976. Tomo I, pág. Ibíd. Pág. 364 y 377.
repetitiva”.200 Así se conforman los estados de
deseo y los objetos de deseo. La deducción
freudiana es que “la investidura-deseo primaria
también es de naturaleza alucinatoria”.201

La Carta 52, plantea la hipótesis acerca de la


composición del aparato psíquico como un
sistema de inscripciones en términos de signos:
el perceptivo, el inconsciente y el preconsciente,
que difieren por sus criterios asociativos
(simultaneidad, causalidad y semejanza), y por
su contenido. Ningún signo psíquico, ni siquiera
el primero en constituirse, es una trascripción
exacta de lo percibido202 pues incluye un
elemento ausente en la percepción. Al
registrarse el estímulo como signo, se le adhieren
otros elementos por asociación simultánea,
motivo suficiente para aceptar que el signo

201
Ibídem. Pág. 386.
202
Freud, S. Carta 52. Sigmund Freud. Obras completas.. Ob. Cit. Tomo I, Pág. 275
perceptivo no es idéntico al objeto percibido. El
signo inconsciente, (equivalente a la
representación-cosa), corresponde a una
retranscripción de lo inscripto. De tal modo que el
sistema correspondiente al signo inconsciente,
segunda trascripción, ordenada por nexos
causales, consiste en una transformación de lo
inscripto como signo perceptivo. El
preconsciente es la tercer retranscripción, y está
ligada a representaciones-palabra. Las
transcripciones se siguen unas a otras
constituyendo la operación psíquica de épocas
sucesivas de la vida y en la frontera entre dos de
estas épocas se produce una traducción del
material psíquico. Y, Freud agrega: “me explico
las peculiaridades de las psiconeurosis por el
hecho de no producirse la traducción para ciertos
materiales, lo cual tiene algunas
consecuencias”.203
En el Manuscrito M estos conceptos se aclaran:
las fantasías se generan por una conjunción
inconsciente entre vivencias y cosas oídas,
acontecen por combinación y desfiguración. Un
fragmento de la escena vista es reunido con otro
de la escena oída, mientras que el fragmento
liberado entra en otra conexión. Con ello, un
nexo originario se vuelve inhallable. 204

La representación-cosa consiste en la
investidura, no de la imagen mnémica de la cosa,
sino de huellas mnémicas más distanciadas y
derivadas de ella. En esta definición se destacan
dos características, 1.- la témporo-espacialidad
del aparato psíquico, pues la representación cosa
se constituye sin relación a la imagen mnémica

203
Ibídem.. Pág. 276
204
Freud, S. Manuscrito M. Sigmund Freud. Obras completas. Ob.Ccit. Tomo I. pág. 293.
sino a partir de una derivación distanciada de una
huella mnémica; 2.- el trabajo de entstellung, la
representación cosa se constituye en un proceso
de derivación, transformación, transposición. En
esta definición quedan incluidos los tres órdenes
de la concepción metapsicológica: 1.- económico:
la representación-cosa consiste en una
investidura; 2.- tópico: la representación-cosa
corresponde al sistema inconsciente; 3.-
dinámico: la representación-cosa deriva de
transformaciones.205 Su inscripción se efectúa en
una articulación entre la serie presencia-ausencia
con la serie placer-displacer, conformando
complejos representacionales en relación a un
objeto primordial: un semejante, aquél que podrá
ser simultáneamente el primer objeto-satisfacción
y el primer objeto-hostil, así como el único poder
auxiliador. Estos complejos representacionales
205
Levato, M. Tesis de Maestría en Psicoanálisis. Universidad Kennedy. Buenos Aires. 2009.
muestran dos fragmentos: uno denominado
Sache que se presta al trabajo de discernimiento
y otro, Ding que se sustrae a la apreciación
judicativa. El primero corresponde a las
variaciones que pueden comprenderse mediante
trabajo mnémico a noticias del propio cuerpo, son
elementos con función predicativa sobre los
cuales es posible establecer identificaciones. El
segundo fragmento, es un núcleo invariable,
constante e irreductible como tal, que se sustrae
a la actividad de discernimiento, en la medida en
que, como resto, corresponde a lo no asimilable.
Este punto de irreductibilidad, es lo que Freud
sitúa como “das Ding”. La cosa marca el punto de
imposible de representar en el trabajo de
representación. Se constituye sobre la base del
complejo del semejante como su núcleo. Desde
todo punto de vista es interesante notar que la
representación-cosa, se constituye en la tentativa
de representar lo imposible de inscribir en
relación al prójimo.

A modo de homenaje a Freud, J. Lacan


señala que es toda la estructura del lenguaje lo
que la experiencia psicoanalítica descubre en el
206
inconsciente. . Y destaca a “la letra” como el
soporte material que el discurso concreto toma
del lenguaje.207 Así es como en la interpretación
de los sueños se trata de lo que llamamos la letra
del discurso, en su textura, en sus empleos, en
su inmanencia a la materia en cuestión. Ese
trabajo abre con la obra su camino real hacia el
inconsciente. 208

En el Seminario XI, el autor francés en su


trabajo de retorno a Freud, a través de los
conceptos de Automatón y Tyché209, se

206
Lacan, J. “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”. Escritos 1.Siglo Veintiuno.
8va. ed.1980. Pág. 180.
207
Lacan, J. Ibídem. Pág. 181.
208
Ibídem. Pág. 194-5.
209
Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Paidós. Bs. As. 1986. Pág. 61-72.
diferencia la insistencia de la cadena significante
(automatón), de lo que se produce más allá,
como des-encuentro con lo real, la distyche o
encuentro fallido. La repetición, que implica un
automatismo del significante, está regida por el
principio del placer, atañe a una cadena
significante sin sujeto que la ordene. La falla de
la repetición en su encuentro con lo real abre un
espacio, otra cosa más allá del principio del
placer, más allá del significante: es la Tyché. Ella
es lo que escapa a la representación, como real
imposible, como “acontecimiento traumático”
(Freud) cuyas características son la
fragmentariedad (algo visto u oído), el carácter
aparentemente accidental y la resignificación
inagotable. Ésta resignificación que no se agota,
muestra lo que está más allá del principio del
placer, muestra lo inasimilable en la
representación, y por ende se ubica como un
traumatismo, haciendo que lo accidental se
vuelva necesario. 210

En el Seminario XVII, Lacan reformula la


cuestión, como la repetición de un rasgo “unario”
como medio de goce –satisfacción de la pulsión-.
211
El significante como aparato de goce,
erogeniza, introduce voluptuosidad marcando el
cuerpo. Y, el rasgo “unario” que representa al
sujeto, es a la vez, marca de goce, lo que
posibilita pensar que un sujeto que se identifica
como objeto de goce. En el gozar es palpable la
equivalencia del gesto que marca y el cuerpo,
objeto de goce.212 La repetición es una
denotación del rasgo unario, un elemento de
escritura, un rasgo que conmemora una irrupción
de goce. Por eso es concebible que el placer sea
violado en cuanto a su regla y a su principio, por
210
Giussani, D. La peste freudiana. I-Rojo. Bs. As. 2006. Pág.. 37-39.
211
Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 17. Paidós. Bs. As. 1992. Pág. 51.
212
Lacan, J. Ibídem.. Pág. 52.
eso cede al displacer.213 Es la repetición del S1-
a, denominada por Lacan como “letra gozada”, -
por su combinatoria entre representación y goce
pulsional- como se conforma la conjunción entre
el significante y la pulsión. Lo que no cesa de
escribirse en el síntoma se releva allí214, en una
letra (simbólico) que singulariza un goce
irreductible (real). “Lalengua” es el material en
que la repetición corporal del goce se inscribe y
suple el goce todo que no hay. Recordemos que
el síntoma es la satisfacción sustitutiva de la
satisfacción plena que no hay.

Goce irreductible especificado por una letra,


de una lengua que el niño recibe por la madre,
letra que no comprende pero que manipula y
sabe que le atañe.215 Al tiempo que le habla, la
madre erogeniza el cuerpo del niño. Así el
213
Lacan, J. Ibídem.. Pág. 82.
214
Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 17. Págs. 57-72.
215
Lacan, J. Conferencia en la Universidad de Yale, 25-11-75. Publicada en Scilicet 6/7. París. 1975, Pág.
38-41.
humano es traumatizado por el lenguaje, no por
su significado, sino por la escritura en el cuerpo
(erogenización). Esta escritura es a-semántica, y
está en relación con impresiones del infans. El
lenguaje afecta al cuerpo, se entromete, lo
perturba, implicando una pérdida inicial de goce
(no todo-goce), y lalengua hace de suplencia a
ese goce todo que no hay; fija y repite un goce
singular, un modo inolvidable e irreductible de
satisfacción de la pulsión a modo de
conmemoración.

“Lalengua”, hecha de letra gozada, hecha de


huellas que no tienen ligadura, ha fijado un modo
de goce en donde lo que cuenta es el monto de
excitación. Su repetición no proviene del retorno
de lo reprimido, sino del más allá del principio del
placer, como repetición de huellas no ligadas.216

216
Freud, S. “Mas allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras completas.Ob. Cit. Vol. XVIII, Pág.
36.
Lo verdaderamente traumático no son las
escenas de seducción, castración o la visión de
coito entre los padres, sino la relación a
lalengua.217 O sea, se trata una escritura
asemántica de una cantidad de excitación que ha
provocado la lengua materna, de la cual solo
quedan restos. Freud, en el “Moisés”, remite a
restos de vivencias, impresiones o percepciones
sensoriales del cuerpo propio, las más de las
veces relativas a lo visto y oído, que pueden ser
accidentales y contingentes, que funcionan como
dolorosas pues el aparato psíquico no las puede
tramitar, exigiendo al mismo un trabajo
infructuoso de ligar lo no ligado.218

Los tres tiempos de constitución del trauma


son: fijación, significación posterior y repetición.
Estos construyen el modo en que lo contingente

217
Lacan, J. Seminario XXIV. Inédito. Clase del 19-04-77
218
Giussani, D. La peste freudiana. Ob. cit. Pág. 45.
se vuelve necesario para un sujeto. Un
“necesario” que logra rememoración del goce
justamente allí donde se produce el encuentro
fallido.

La cura analítica plantea la posibilidad, vía la


transferencia y el deseo del psicoanalista, de que
lo necesario pase a contingente, única vía
posible por donde el sujeto puede abrirse paso a
la invención. En el desarrollo del trabajo de la
cura, el sueño podrá encargarse de notificar al
sujeto sobre “su pequeño goce” y, en tanto
pueda, transferirlo al significante. En el desarrollo
de la transferencia, el trabajo permitirá una
transferencia de valor de goce a través de un giro
al inconsciente, un modo posible de tramitar algo
de lo traumático. Allí su medio será significante y
el sujeto lo interpretará. Lo “propio” es que quien
lo descifra tiene que interpretarlo, y ese es el
trabajo del sujeto en análisis, siendo una muestra
de la labor analítica.

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