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Jean Paul Rojas

Barroco Europeo

Ensayo 1

La literatura es un campo que ha sido muy visitado por los hombres desde
tiempos muy antiguos, y es uno de los recursos predilectos con el que nos
valemos para explicar el porqué de las cosas. La vida nace a partir del mito y de él
es que fluye eso que le da sentido no solo a nuestro imaginario, sino también a las
bases en que se sostiene nuestro pensamiento como sociedad occidental.

Una de sus maravillas es que en ella no solo descubrimos grandes


historias, sino también una gran cantidad de personajes que logran inspirar en
nosotros diferentes tipos de reacciones. Desde personajes entrañables como Don
Quijote, Odiseo o Sherlock Holmes hasta los más nefastos como el monstruo de
Frankenstein, el conde Drácula o el cardenal Richelieu, podemos llegar a
encontrar algo en sus formas de ser y pensar con lo que, a fin de cuentas,
podríamos sentirnos identificados.

Uno de los autores con el que podemos afirmar que esta situación ocurre
muy a menudo es, sin lugar a dudas, William Shakespeare. La obra shakesperiana
es una de las más leídas y reconocidas globalmente. El dramaturgo inglés, con su
extensa obra dramática ha sido la mente creadora de una infinidad de personajes
que, como bien afirma Harold Bloom con el título de su libro dedicado a él, le
adjudica el mérito de ser reconocido como el hombre que inventó la definición de
lo humano.

Los objetivos del presente ensayo son resaltar la presencia de una acción
tan visceral y violenta como la venganza en dos obras reconocidas de
Shakespeare: Hamlet y Macbeth, señalar la forma en que esta corrompe a los
personajes y como a partir de ella se origina la tragedia.

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Hamlet

Para la finalidad de este trabajo, la tragedia del príncipe Hamlet es


una de las historias que mejor se presta para dar pie al planteamiento que
buscamos desarrollar. En un principio la venganza funge como el argumento
principal sobre el cual se desarrollan los hechos de la historia. El perfil de Hamlet
es el de un muchacho académico, una persona que según Bloom vendría
representando al hombre renacentista. Es decir, el que deja atrás el camino de las
armas para tomar el de las ideas. Hamlet se ve forzado a pausar sus estudios
para asistir al funeral de su padre, el rey de Dinamarca, quien ha muerto de forma
inesperada.

La pérdida de un familiar tan cercano y de forma tan abrupta genera en


nuestro protagonista una profunda melancolía, que podríamos decir es natural
frente a un hecho tan catastrófico como la muerte de un padre. Apenas llegando a
casa se encuentra con una atmósfera que lo deja con una sensación de gran
amargura. Su tío Claudio, que ahora es rey y está casado con su madre, lo recibe
de buenas a primeras intentando animarlo, pero le sugiere que supere rápido su
pena pues la vida tiene que continuar.

Claudio: Se muestra grata y muy recomendable

Vuestra naturaleza, Hamlet,

Rindiendo tal tributo de duelo a vuestro padre.

Pero debéis saber que vuestro padre perdió un padre.

Y ese padre perdido perdió al suyo,

Y que el sobreviviente está obligado,

Por el deber filial, durante un tiempo,

A dar muestra obsequiosa de su pena.

Pero perseverar en obstinada condolencia

Es un comportamiento de terquedad impía.

[Acto III, escena II]

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Esta situación es la que empieza a gestar en el interior de Hamlet una
indignación que no se vería desarrollada a plenitud sino hasta el momento en que
el espíritu de su padre le revela la verdad detrás de los hechos turbios que rodean
su muerte. Haciendo que esa melancolía que lo embarga se termine convirtiendo
poco a poco en ira y resentimiento contra su propia familia y amigos, hasta el
punto de reducir su relación con ellos a dos bandos: aliados y traidores.

En el encuentro sobrenatural con su padre se pone de manifiesto las


diferencias de carácter y pensamiento que distancian a la figura de Hamlet con el
resto de los personajes de la obra. En la imagen del rey Hamlet podemos ver la
representación del mundo antiguo. De las costumbres bárbaras y violentas que
caracterizan al hombre pre cristiano. En cambio, su hijo representa la imagen del
hombre culto post medieval, y el choque de posturas en cuanto a estas dos etapas
históricas ocurre cuando se encarga a Hamlet llevar a cabo la venganza contra
Claudio. Esto es lo que, por ende, marca de una vez por todas el principio de su
tragedia.

El impulso que otorga el coraje de descubrir el asesinato nos deja ver que
Hamlet no duda por un segundo en cometer lo que se le ordena. Pero a medida
que avanza la obra empiezan a surgir en él una serie de cuestionamientos que
van aminorando poco a poco su temple hasta el punto de hacerlo cuestionarse si
realmente tendrá el valor de asesinar a Claudio.

Hamlet: ¿No piensas –ponte en mi lugar–

Que ahora es cosa mía?

El que mató a mi rey, prostituyó a mi madre,

Metió su baza entre mis esperanzas

Y la elección, echó su anzuelo

En busca de mi propia vida,

Y con tales embustes, ¿no es conforme a conciencia

Ponerle fin con este brazo?

¿Y no equivale a condenarse permitir

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Que este cáncer que corroe nuestra naturaleza

Perpetre más maldades?

[Acto V, escena II]

Harold Bloom en su libro Shakespeare. La invención de lo humano


nos ofrece un dato muy interesante sobre Hamlet. Y es la reiteración de la palabra
“cuestión” a lo largo de la obra. Esta se repite diecisiete veces, y puede asumirse
como una clara referencia a la puesta en duda de cómo funciona el código de la
venganza. Las reflexiones internas que nuestro protagonista tiene sobre este tema
son producto de la influencia cristiana que hay en él. El cristianismo cambia
radicalmente la forma de ver el hecho de tomar una vida en pago por otra y la
cataloga como una actitud primitiva que debe ser erradicada de la naturaleza de
los hombres.

Antes de cometer su objetivo final, las consecuencias de las acciones de


Hamlet terminan por expandir la tragedia a otros personajes, que aunque no están
involucrados directamente en el crimen de su padre, se convierten en víctimas de
los coletazos que produce todo complot de su venganza. Hamlet resulta ser un
personaje que no está calificado para llevar a cabo acciones tan violentas y debido
a esto muchas personas, incluyéndolo a él mismo, terminarán pagando el precio.

Laertes entra en la ecuación de la trama como un reflejo menos brillante de


Hamlet. Al igual que él, sufre las consecuencias de la pérdida de familiares
cercanos y debe dejar a un lado sus estudios para rendirles honores fúnebres.
Pero la gran diferencia radica en que él si no tiene dudas en cobrar la vida de su
padre y hermana con la muerte de nuestro protagonista.

Laertes: Y entonces, yo he perdido un noble padre,

Tengo una hermana que se encuentra

En una situación desesperada,

Cuyo valor (si la alabanza puede volver el rostro atrás)

Desafiaba ventajosamente

A la época entera por sus perfecciones.

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Más mi venganza llegará.

[...]

Claudio: Hamlet regresa: ¿qué pensáis emprender

Para mostrar que sois de veras

Hijo de vuestro padre, no solo en las palabras?

Laertes: Cortarle el cuello en plena iglesia.

[Acto IV, escena VII]

Al final de la obra podemos concluir que en muchos sentidos el personaje


de Hamlet supera intelectualmente con creces al resto de las personas que
interactúan dentro de la trama. Pero en el sentido más practico se encuentra fuera
de lugar en una tierra donde su forma de pensar es muy adelantada a la de ellos y
los conflictos internos que llega a tener al momento de llevar a cabo su tarea son
la razón de su ruina.

Macbeth

Otra obra en la que podemos ver como se refleja el tema de la venganza y


sus consecuencias es la tragedia de Macbeth. Contrario a Hamlet, el protagonista
de esta obra no es la que lleva a cabo el acto de venganza, sino que es la persona
a la que va dirigida la acción. La trama de Macbeth nos muestra las
consecuencias que trae el malinterpretar los designios del destino con el fin de
satisfacer ambiciones personales de poder.

En su primer encuentro con las brujas, se le es revelado a Macbeth y


Banquo el futuro que les tiene deparado el destino después de salir victoriosos en
la batalla contra los invasores noruegos a Escocia, y el saber que la corona
escocesa pasara eventualmente por sus manos empieza a despertar en nuestro
protagonista un lado oscuro que lo empujará a cometer actos que lograran sumirlo
en un estado de profunda locura y paranoia.

Una vez que se constata la veracidad de la profecía, el personaje de Lady


Macbeth presiona para que su esposo tome las riendas del destino y haga lo que

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sea necesario para hacerse con la corona. La discusión entre ellos dos a la hora
de planear el asesinato del rey Duncan deja un precedente del momento en que
Macbeth cruza el punto de no retorno para convertirse en el monstruo que
terminara siendo hasta el momento de su muerte. Bloom señala en su texto que el
verdadero problema que atormenta al matrimonio Macbeth es de carácter sexual
debido a la incapacidad de estos para concebir a un hijo.

“Freud, más agudo con Macbeth que con Hamlet, dijo que la maldición de no tener
hijos era la motivación de Macbeth para el asesinato y la usurpación.”

(Bloom [1998], p.646)

Apenas se entera de la noticia sobre su posible ascenso al trono de


Escocia. Lady Macbeth se presenta como la promotora del complot contra Duncan
hasta el punto de llegar a maldecir su propia feminidad por ser el obstáculo que le
impide cometer el asesinato ella misma.

Lady Macbeth: el ronco cuervo grazna y anuncia la fatal llegada del rey Duncan

al pie de mis almenas. ¡Vengan a mí, incitantes

espíritus que alientan pensamientos de crimen!

¡Despójenme del sexo! De terrible crueldad

mi cuerpo entero inunden.

Y yendo más lejos todavía, se encarga de asegurar la consumación del magnicidio


eliminando la poca duda o chance de salvación que Macbeth albergaba en su
corazón por medio de ofensas que llegaban a cuestionar incluso su propia
hombría.

Lady Macbeth: Ahora ya conozco cuánto vale tu amor.

¿Te aterroriza ser en ánimo y acciones igual a tu deseo?

¿A pesar de que quieres poseer lo que estimas

ornato de la vida, como un cobarde vives

ante tus propios ojos dejando el “no me atrevo”

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en pos del “yo quisiera”, igual al pobre gato

que por temor al agua se queda sin pescado?

[Acto I, escena VII]

Una vez consumado el crimen, Escocia se ve sumida en una especie de


maldición bajo el reinado de Macbeh. Los hijos de Duncan huyen y el resto de los
duques empieza a cuestionar su capacidad para gobernar los destinos de Escocia.
Para este momento ya ocurre un cambio de roles con respecto a cómo se
comporta el matrimonio Macbeth con respecto al crimen que cometieron y las
consecuencias que este puede traer a futuro. Ellos todavía no han sido capaces
de concebir a un varón que sea heredero a la corona, y Macbeth no olvida el resto
de la profecía en la que se auguró que después de él, los hijos de Banquo serían
la estirpe destinada a cargar con la corona.

La paranoia que le produce la incertidumbre de no saber en qué momento


se dará esto lo termina por impulsar a llevar a cabo las mismas acciones que le
permitieron gobernar en primer lugar. Macbeth buscará torcer el brazo del destino
y perpetuarse para siempre en el poder.

Macbeth: Sobre mí colocaron la corona infructífera

Y me han dado a ceñir un regio cetro estéril

Que heredará una mano ajena a mi linaje,

Pues yo no tengo hijos que reciban el trono.

Si esto es así, entonces he manchado mi alma

por la estirpe de Banquo. Asesiné por ella

al bondadoso Duncan. He llenado por ella de rencores mi paz,

y por ella, tan solo para entregarle el cetro, entregue a los demonios

mi espíritu inmortal. -¡La semilla de Banquo

después de mi en el trono!-. Para que no suceda,

¡destino, acude a mí; desciende a la palestra

Y combate conmigo hasta el final del tiempo!

[Acto III, escena I]

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Sobre esto, Harold Bloom comenta la importancia que Macbeth le da al
homicidio como su herramienta predilecta para lograr lo que se propone:

“El asesinato es la acción característica de Macbeth: no solo el rey Duncan, Banquo


y Lady MacDuff y sus hijos son las víctimas. Por firme implicación, cada persona de
la obra es un blanco potencial para los Macbeth.”

(Bloom [1998], p. 649

Es aquí precisamente donde incurre en el error que lo convertirá en víctima


de una venganza llevada a cabo no solo con fines personales, sino por el bien de
todo el reino escocés. Después de ordenar el asesinato de Banquo, MacDuff y sus
respectivas familias solo el hijo de Banquo, Fleance, y MacDuff salen con vida del
atentado. MacDuff, al enterarse del asesinato de su mujer e hijos, se unirá a
Malcom (hijo de Duncan) en su empresa para invadir Escocia apoyado por el
ejército inglés y luchara a muerte contra Macbeth para vengar la memoria de su
familia.

Podemos hallar cierta similitud en la reacción de MacDuff con la de Laertes


ante la noticia de la muerte de su familia. A pesar de verse profundamente
afectado por descubrir la verdad, su promesa de dar muerte a Macbeth es igual de
visceral que la del hijo de Polonio. Llegando a demostrar una determinación en la
que no queda duda que las apariencias y códigos de honor terminan descartados
a un segundo plano. En la conversación que MacDuff sostiene con Malcom y
Lennox, él afirma lo siguiente:

Malcom: ¡Qué sea esta la piedra

donde afiles tu espada! ¡Que todo tu dolor se te convierta en cólera!

Tu corazón no apagues, ¡Enciéndelo con rabia!

MacDuff: ¡Ah, yo se que podría actuar como mujer

dejándolo a mis ojos, y con mi corazón pasar por un valiente!

Pero, ¡cielo propicio, acorta la distancia,

coloca frente a mí al demonio de Escocia! ¡Así! ¡Frente a mi espada!

¡Y si llega a escapar que el cielo lo perdone!

[Acto IV, escena III]

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Para antes de que se dé la batalla final entre los rebeldes y el ejército de
Macbeth. Tanto él como Lady Macbeth son atormentados por los espíritus que
murieron bajo su mano en la lucha por mantener el trono. De los dos la que
irónicamente termina quebrándose y cometiendo suicidio es Lady Macbeth. La
promotora de la ola de sangre sin fin que inunda los campos de Escocia se quita la
vida a causa del sonambulismo y la visión constante de tener sus manos
manchadas con sangre.

En cierta forma esta es otra expresión de venganza que no involucra la acción de


terceros (por lo menos dentro del plano terrenal). El fin de Lady Macbeth obedece
a la venganza de los caídos. La sangre que ella dice ver en sus manos, y por la
que se lava constantemente de forma obsesiva, no es la de cualquier persona. Es
nada más y nada menos que la sangre del rey Duncan. La víctima principal que
dio inicio al auge y caída de la era de Macbeth en la monarquía.

En ambas obras podemos percatarnos como la venganza cumple un papel


importante en el desarrollo de los acontecimientos que llevan al desenlace trágico.
Tanto Macbeth como Claudio representan la imagen del hombre que desafiando al
destino deciden tomar acciones radicales para poner la balanza en favor de sus
ambiciones. Lady Macbeth y Gertrudis pueden verse como las mujeres que
acompañan de forma consiente a sus esposos y fungen como el factor que los
impulsa a llevar a cabo sus empresas.

Mientras Lady Macbeth fue la encargada de despertar el lado oscuro de su


pareja y ser la mente criminal detrás del homicidio de Duncan. Gertrudis, por otra
parte, resulto ser la cómplice indirecta en el asesinato del padre de Hamlet al
guardar silencio sobre la culpabilidad de Claudio y haberle dado su mano en
matrimonio bajo la inocente excusa de que su matrimonio con el rey Hamlet fue
arreglado y Claudio es, a final de cuentas, su verdadero amor.

Incluso el espectro del padre de Hamlet guarda cierto parecido con el


espíritu de Banquo, que atormenta a Macbeth y lo empieza a llevar cada vez más
a un estado de locura delirante.

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Y para finalizar, los personajes de Hamlet, Laertes y MacDuff son los
representantes del héroe que jura y lleva a cabo la venganza en honor al recuerdo
de sus seres queridos, no solo para restablecer su paz interior, sino también para
volver a traer el orden a su entorno. En este caso se puede resaltar que el
personaje de MacDuff posee características tanto de Hamlet como de Laertes en
el sentido de que si bien es un guerrero de naturaleza, es decir, su relación con la
venganza bebe de la perspectiva arcaica. También presenta un reconocimiento de
la aproximación cristiana, solo que al final decide enfrentar al asesino de su familia
de todas formas.

Las historias que conforman la obra dramática, y cómica, de Shakespeare


resultan una fuente inagotable de imágenes y referencias en las que no podemos
evitar encontrar partes de nosotros interpretadas por sus célebres personajes. Es
por esto que ha sido el objeto de estudio de muchos grandes estudiosos a lo largo
de la historia y reafirman la idea de que la obra shakesperiana es, sin lugar a
dudas, el testimonio escrito más completo del que puede gozar la posteridad y que
registra desde lo más básico hasta lo más complejo del comportamiento humano.

Bibliografía
Bloom, Harold (1998). Shakespeare. La invención de lo humano. Bogotá.
Verticales de bolsillo.
Shakespeare, William (1606). Macbeth. Bogotá. Panamericana editorial.
Shakespeare, William (1609). Hamlet. Nueva York. Penguin Random House.

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