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MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CUTURA, CIENCIA Y TCNOLOGÍA

INSTITUTO DE EDUCACIÓN SUPERIOR-VILLA ÁNGELA-CHACO


HISTORIA DE LA EDUCACIÓN LATINOAMERICANA
ARGENTINA Y CHAQUEÑA

El nacionalismo popular. Saúl Alejandro Taborda “La cultura, que es tradición y


revolución, es también comunicación”. (Saúl Alejandro Taborda)

“Conmigo vienen, vienen los d atrás (Duro!! [...] los de atrás vienen conmigo, vienen los de atrás yo
vengo de atrás yo vengo de abajo tengo las uñas sucias porque yo trabajo me he pasado toda la vida
mezclando cemento para mantener a los gringos contentos”
Calle 13, “Los de atrás vienen conmigo”, 2008

Para iniciar esta clase entonces, veremos las ideas de un pedagogo que, como
otros que conocimos en el viaje, ha sido invisibilizado o desconocido en el verdadero
impacto de su enorme aporte a la educación latinoamericana: Saúl Alejandro Taborda
(1885-1944). Este argentino nacido en Córdoba logró enlazar prácticas educativas
tradicionales con el pensamiento revolucionario cultivado al calor de la Reforma
Universitaria de 1918 y significó una auténtica ruptura con las matrices que guiaban la
práctica educativa de su tiempo. Al mismo tiempo, nos parece que podemos pensar las
ideas de Taborda en espejo a muchas ideas de las que llamamos fuentes de la pedagogía
oficial de Sarmiento, así como también veremos algunos rasgos del anarquismo, de las
ideas de Mariátegui y consideraciones respecto a la cultura y la comunicación que
retomaremos con Freire .

Articular lo cultural y lo político: crítica de la pedagogía oficial


Las ideas de Taborda nos muestran una crítica al pensamiento de Domingo F.
Sarmiento y a la política educativa “oficial” de su tiempo, claramente marcada por este.
Sin embargo, esto no significa que Taborda se monte sobre la oposición
civilización/barbarie para hacer una apología de “la barbarie” ni que construya un discurso
pedagógico para enaltecerla. Nada más erróneo. Lo que nos interesa recuperar acá es
que Taborda desarrolla, a partir de su crítica, una serie de ideas pedagógicas vinculadas
a los proyectos políticos que piensan en el sujeto “pueblo”, en lo latinoamericano, como
veremos. Lo que en la canción de Calle 13 de la cita son “los de atrás” o “los de abajo”.
¿Y qué rescata Taborda? En primer lugar: las prácticas culturales, en cierto sentido
“tradicionales”, pero no porque creyera que existe una “pureza cultural” en el pasado que
se ha perdido. Sus ideas apuntan a reconectar los elementos que el liberalismo
fundacional había disociado, al separar la escuela, y la ideología, de la vida. Reconectar
entonces lasprácticas culturales populares con los procesos pedagógicos; o, en términos

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político-culturales, la tradición y la revolución. ¿Y por qué esa reconexión? Taborda la


hace con el propósito de vincular políticamente el pensamiento y la política con la vida
cotidiana, ya que observa que un “extraño apoliticismo” (Taborda, 1933: 18) domina a la
intelectualidad argentina como si trabajo intelectual pudiera estar divorciado de los
problemas de la vida.
El programa de pensamiento de Saúl Taborda tiene como propósito el desarrollo
de una articulación entre la cultura y lo político. En tal sentido, sostenía la necesidad
de reconocer y poner en diálogo los diversos espacios enlos que nos educamos, tanto
adentro como afuera del sistema escolar: familia, comunidad, medios de comunicación,
culturas populares. Formado e influenciado por las ideas de la Revolución Rusa -y dotado
de gran honestidad intelectual y valentía para pensar y repensar sus propias posiciones-
fue precursor en lo que podríamos llamar hoy una pedagogía nacional.

Taborda critica los “ideales” de la pedagogía “oficial” -la pedagogía de Sarmiento,


el normalismo-positivista y el ideario del Centenario que analizamos al comienzo del
recorrido-, porque se centran en ideales de “idoneidad” y una idea de “nacionalismo”,
impuestos por el capitalismo occidental. Estos están al servicio de los intereses
dominantes de la burguesía en cada etapa.
Tomemos en cuenta acá lo que dijimos ya en varias oportunidades: el
nacionalismo en las pedagogías oficiales parte de una concepción de la Nación que no
incluye a los sectores populares, los “bárbaros”, ni a los pobres, ni a las mujeres, entre
otros.
Es decir, una idea de Nación muy diferente a la que propondrán los movimientos
nacionalistas populares del Siglo XX, en los cuales la Nación alojará a todos los sujetos
antes excluidos y los volverá sujetos de derecho. Cómo los sectores dominantes
sostienen estas ideas, se ocultan las prácticas culturales; entre ellas, lo que él llama “el
hecho educativo comunal” –que rastrea en la historia de las comunas argentinas-. Tengan
en cuenta entonces esta idea de lo comunal.
Esos ideales de la pedagogía oficial están fundamentados en sometimiento a los
objetivos del proyecto político hegemónico, conformado por un meticuloso y también
poderoso andamiaje institucional, así como por la recurrencia de un “discurso del orden”
político educativo.
Educación y política como herramientas de transformación
social
Hemos visto, entonces, que Taborda expone que las contradicciones sociales son
la médula de las sociedades de clases, por lo que todas sus producciones (inclusive la
escolar) se corresponden y reproducen ese estado de cosas. Algunos seguramente
estarán pensando en las teorías reproductivistas europeas pero, por ahora, dejemos eso
a un lado, ¿les parece? Sigamos viajando por nuestro continente: fíjense que será Paulo
Freire quien retoma esta idea de que los vínculos educativos articulan dentro y fuera del
ámbito escolar, siempre en relación con lo político. Otra vez vemos cómo el modelo de
una escuela aislada, de docentes y prácticas escolares ajenos al “mundo” es cuestionado.
¿Reconocen rasgos de este tipo en sus experiencias formativas?

Parte II. El peronismo como pedagogía popular y la educación


En esta segunda parte de la clase, el viaje nos retiene en nuestro país, en los años
‘40. ¿Qué interrogantes nos genera hoy la pedagogía de la etapa del primer peronismo?

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Revisemos el equipaje, recordemos las categorías y la cuestión de los movimientos que


se centraron en el sujeto político emergente: el pueblo, los sectores trabajadores.
Aún más que otros proyectos político-educativos, las complejas implicancias del
peronismo requieren un abordaje que supera las posibilidades de una clase. Sin embargo,
haremos el intento.
Para eso, tengamos en mente esta idea de Taborda respecto de los espacios
educativos. Es decir, la disputa de poder que se da tanto en los discursos educativos,
pero también de los medios de comunicación; los discursos sociales y políticos. La
vigencia de algunos postulados del peronismo, resignificados en los proyectos actuales de
corte nacionalistas y populares en varios países de la región, actualizan el debate
respecto a esta pedagogía que interpela al sujeto latinoamericano desde una perspectiva
nacionalista y popular, en una lucha de sentidos que se dio tanto fuera como dentro de los
límites de lo escolar. Nuestro análisis incorpora el reconocimiento de la dimensión
conflictiva que es propia de lo político (Mouffe, Ch, 1999:14).
El peronismo también se nutrió de aportes de intelectuales como Arturo Jauretche,
Rodolfo Puiggrós, Hernández Arregui, José María Rosas, Raúl Scalabrini Ortiz junto a
otros más que provenían de la izquierda nacional, del radicalismo yrigoyenista y FORJA.
Se integrarán a este movimiento que sintetiza las banderas de esos espacios políticos:
lograr una sociedad con plena justicia social, una Nación soberana con independencia
económica, integrada en el continente. Este escritor, maestro y militante, está convencido
de que la batalla política debe darse en el campo cultural, social y el sistema educativo.
(Oporto, 2006: 67)
Además, queremos indagar respecto de qué políticas públicas de promoción de la
niñez, del deporte, el arte o la salud impactaron en lo educativo. Desde ya, estas
interpelaciones van más allá de los límites de los programas educativos e, incluso, de la
dimensión histórica de los gobiernos peronistas, como veremos más adelante.
Tenemos que tratar de pensar la educación, mucho más allá del sistema escolar,
para entender la dimensión político-pedagógica de este proyecto de país.
Recordemos además que el propósito del viaje no es analizar las “pedagogías” o
los hechos educativos de cada período, sino más bien identificar la dimensión educativa
del pensamiento político latinoamericano; en este caso, el peronismo.

El pueblo como sujeto y el programa político


En primer lugar, podemos decir que el peronismo constituyó un programa político
formativo nacional, popular y en clave latinoamericana, que expresó y logró concretar las
demandas de diversos sectores. Se propuso:

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• Incorporar, por primera vez y de manera masiva, a los trabajadores y a los


sectores populares ("el pueblo") a un sistema educativo que acompañara al proyecto
productivo nacional.
• A la vez, incorporó a la vida política y al ejercicio de la ciudadanía a las mujeres,
es decir, ¡a la mitad de la población! Asumió de este modo las banderas de luchas que
habían comenzado décadas antes pero que no se habían concretado.
En consecuencia, el proyecto peronista impactó de manera directa en todos los
hogares y en las configuraciones familiares, el orden social y la concepción de los roles y
de la infancia como sujetos de derechos privilegiado. De esta manera, logró:
• Interpelar la idea cristiana de caridad y reemplazarla por la de justicia social;
• Democratizar el acceso a los bienes materiales y simbólicos (trabajo,
vivienda, derechos sociales pero también educación, cultura, recreación).
¿Y el populismo?
Tanto en el plano del lenguaje como en el de la acción política, el peronismo
impactará en todos los espacios de la vida de los sujetos y las instituciones: la escuela, la
fábrica, el sindicato, la familia, el sistema de salud, la calle. Al encarnar las demandas
más diversas de los grupos -que se identifican en esta identidad común- se constituye en
el centro de la trama pedagógica. Lo mismo ocurre con todos los movimientos populistas
de América Latina, como por ejemplo, el de Getúlio Vargas en Brasil.
Usamos “populismo” en el sentido de Laclau (2005), que explica que la categoría
“populismo” no tiene un contenido específico, sino que es una forma de pensar las
identidades sociales, un modo de articular demandas dispersas, una manera de construir
la acción política."
El peronismo se hará cargo de la conflictividad política implicada en la discusión de
la distribución desigual de la renta que venían denunciando todas las pedagogías
latinoamericanas críticas como origen de las injusticias y desigualdades sociales.

La relación político-pedagógica del liderazgo peronista


A la vez, la relación política del líder con su pueblo es muy particular: configura un
vínculo pedagógico. En este diálogo, en este intercambio entre el conductor del
Movimiento Justicialista y su interlocutor privilegiado, el pueblo argentino, Eva Perón jugó
un papel fundamental. Es “Esa mujer” -según el discurso de sus detractores- “Evita” -en el
del pueblo peronista- quien asume el rol de interpelar a este nuevo sujeto político: el
pueblo. Es ella quien lo convoca a organizarse para luchar por sus derechos, quien
media la relación con el líder, quien organiza trayectos formativos y de capacitación para
la formación política, la formación en oficios, la formación y capacitación para el trabajo de
esos sectores históricamente marginados de la vida educativa y cultural. Convoca a las
mujeres, convoca a los trabajadores, desde la unidad popular y en nombre de las
banderas del movimiento: la independencia económica, la justicia social y la soberanía
política.
Respecto al protagonismo político de las mujeres, se puede señalar una
continuidad con el presente:
Entre 2005 y 2007 [durante la presidencia de Néstor Kírchner] se nota el
crecimiento en la participación política de las mujeres en puestos ejecutivos, en ambas
cámaras y en los diversos bloques políticos que las conforman. [...] Estos espacios
logrados se pueden parangonar con la elección de 1951, es decir 50 años antes, en que
las mujeres tuvieron la posibilidad de ser elegidas por primera vez. (Barry, 2011)

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Además de esta formidable tarea educadora que se dio en el campo de las


comunicaciones, las fábricas, en las organizaciones sindicales, en las unidades básicas -
los espacios que Taborda llama “de la comunidad”-, se busca modificar el discurso, el
currículum y las prácticas pedagógicas. Se procuró el reconocimiento de los saberes
“socialmente productivos” y colectivos de los trabajadores (Puiggrós, A., 2004:31), las
tradiciones de pedagogías alternativas a las liberales, incluso aquellas despreciadas por
esta tradición por ser deudoras de líneas hispanistas y cristianas. En paralelo, se da un
formidable proceso de ampliación de derechos en la Argentina de los años ‘40.

"Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte,
detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio."
Rodolfo Walsh, “Esa mujer”

En cuanto a los orígenes, al igual que otros proyectos latinoamericanos de


raigambre popular, el peronismo produjo una síntesis -no exenta de contradicciones- de
varias tradiciones de las que se fue nutriendo y que estaban presentes en la configuración
cultural de los sectores populares:
• El catolicismo nacional, en oposición al proyecto liberal y positivista;
• Nacionalistas y populares como el radicalismo de Yrigoyen;
• Algunas expresiones del socialismo y del comunismo, e incluso del marxismo
leninista en sus expresiones políticas más radicalizadas.

Nuevos escenarios para un nuevo proyecto educativo

Por su parte, la
incorporación masiva de
inmigrantes de la Europa
empobrecida y en guerra había
contribuido a la emergencia de
nuevos actores a la vida social y
política nacional. A la vez, se
modificaron los rasgos de las configuraciones urbanas y rurales; el incipiente surgimiento
de una industria que generaba nuevas demandas y nuevos saberes en la formación y
capacitación de los trabajadores; las organizaciones de sindicatos que pugnaban por
mejorar sus condiciones de vida y un sistema educativo cuyo modelo positivista y
enciclopedista liberal, no daba respuestas a los nuevos desafíos de la época y a la
necesidad de incluir a cada vez más argentinos.
Tenemos, entonces, nuevos actores sociales en un nuevo proyecto económico y
político: obreros que deben ser capacitados para los nuevos desarrollos industriales,
mujeres que se incorporan masivamente al mundo del trabajo, impulso de un modelo de

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desarrollo con valor agregado a la producción nacional para efectuar intercambios


comerciales con un mundo que estaba mutando hacia un nuevo orden. ¿Y el Estado?
Tendrá un rol central en la planificación e implementación de estas políticas.
Perón entendía las ventajas de la promoción social por medio de la educación.
También tenía en claro la dinámica de la construcción y la comunicación que
funcionan como una verdadera pedagogía política. De modo que comprendía la
necesidad de lo que hoy llamamos "formación permanente" por medio de la cual se
propiciaba la participación popular, así como la democratización de la sociedad.
Estimuló la formación política de los jóvenes y prescribió a las universidades
nacionales (cuya gratuidad estableció su Gobierno) tal como se puede leer en la letra
de la Constitución Nacional sancionada en 1949 (Título IV, De la educación y la cultura).
Cabe recordar que esta Constitución fue derogada de manera ilegal por el gobierno
dictatorial que derrocó a Perón a sangre y fuego en 1955, tras el bombardeo a Plaza de
Mayo (que dejó un saldo de cerca de 300 civiles muertos; entre ellos, muchos niños de
edad escolar) y los fusilamientos de José León Suárez y de los generales leales al
gobierno
Constitucional, rescatados del olvido por la valiente y genial escritura de Rodolfo
Walsh en Operación masacre de 1957.
También el peronismo buscó incorporar los sectores populares a la
educación formal, más accesible en la medida en que mejoraron sus condiciones
laborales y se garantizaron los derechos sociales, y apoyó los espacios de formación
profesional o de oficios no formales, por ejemplo, en organizaciones sindicales, fábricas,
bibliotecas populares.
En materia de comunicación, el peronismo entiende la necesidad de utilizar los
dispositivos tecnológicos de la comunicación (en sentido amplio), no de manera
instrumental sino con sentido pedagógico, en diálogo con los nuevos sujetos que
incorpora e interpela, fuera y dentro de los límites de la educación formal. Transformar el
espacio público, los edificios públicos, nacionalizar el transporte (trenes) o las
comunicaciones son medidas de un impacto educativo cultural difícil de evaluar para
quienes hemos naturalizado esas condiciones.

Nuevos cuerpos, nuevos espacios, nuevos derechos


El peronismo dispuso también de otros dispositivos educativos de orden
arquitectónico que comunicaban las políticas de ampliación de derechos educativos,
previsionales, sociales, cívicos, laborales y humanos tales como:
• los Hogares Escuela, la construcción de nuevas escuelas, los Hospitales;, el País
de los Niños o Ciudad Infantil –hoy llamada “República de los Niños”-;
• El acceso a la vivienda por medio del crédito, simbolizada en el modelo del
chalecito californiano de Ciudad Evita;
• Los hoteles sindicales, que modifican la geografía, el paisaje y las condiciones de
vida de los ciudadanos hasta entonces excluidos.
• Un sistema de salud pública de alta calidad accesible a todos tiene su correlato
escolar en la Dirección de Sanidad Escolar, "que abarcaba los jardines de infantes, las
escuelas elementales, los colegios secundarios y las universidades". (Puiggrós, 2010:
309);
• Una concepción de apropiación de los espacios públicos por medio de la
participación popular: la Plaza de Mayo, considerada la “Plaza del Pueblo” luego del 17 de
octubre del 1945, será, precisamente por eso, el escenario de la primera represión hacia

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civiles que mencionamos, en 1955, y resignificada en la última dictadura cívico-militar por


las Madres de Plaza de Mayo, como espacio de resistencia y lucha;
• Estrategias en la comunicación pública de las acciones de Gobierno (noticieros
como “Sucesos Argentinos”, gráfica y afiches de los Planes Quinquenales, discursos
públicos y clases);
Todos ellos irán configurando una pedagogía social y política. Junto con las
políticas estatales de promoción de las industrias culturales nacionales (cine,
música, teatro, bibliotecas, escritura, simultánea a la organización sindical y normativa de
los autores, artistas populares y trabajadores de la cultura para proteger sus derechos,
entre otros) configuran conjuntos textuales frecuentemente no organizados como
currículum o programa.
Hemos insistido a lo largo de todo el viaje en la función de la educación
transformadora de las subjetividades cuando provoca un impacto psíquico en los sujetos,
un impacto liberador.
En este sentido, el peronismo tuvo un fuerte impacto democratizador,
formador, en la dimensión pedagógico-espacial que tuvo este proyecto para las
masas populares, al mejorar en lo concreto todas sus condiciones cotidianas de
vida: “Cuando la gente vive hacinada, cualquier acción que alguien emprenda tiene
repercusiones sobre los demás […] El espacio de las opciones es también
limitado.” (Berger, John, 2011:93).
Acceder a una vivienda digna, trabajo, edificios escolares nuevos y
equipados, y un sistema de salud pública y salud escolar preventiva -todo ello
plasmado en un sistema legal y en la Constitución del 49- posibilitaron una
transformación pedagógica política de profundo impacto en toda la comunidad.

Independencia económica, unidad e industrialización: “unidos o dominados”

Al mismo tiempo, este movimiento que integró tradiciones nacionalistas con


rasgos progresistas (en el sentido de la ampliación de derechos) entenderá la necesidad

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de conformar un modelo político latinoamericano, una invención original, en el sentido


que ya vimos con Simón Rodríguez, de desarrollo e integración para los pueblos.
Al sostener la necesidad de independencia económica, se posiciona en el
antimperialismo y es integracionista. Recupera, en ese sentido, la línea discursiva de
defensa de la soberanía nacional de San Martín, Monteagudo, Rosas, Yrigoyen y otros.
Por eso reconoce la necesidad de conformar un bloque de naciones
iberoamericanas para poder producir los recursos y negociar en condiciones de igualdad
con los grandes imperios mundiales.
¿Saben de dónde proviene la categoría de “tercera posición”? Justamente
alude a eso: a no importar los modelos, como reclamaban Simón Rodríguez, Mariátegui,
Taborda... Ni en el campo de las ideas ni en el campo de la praxis política o las
instituciones. Rechazan la presión de alinearse con uno de los dos grandes bloques de
poder mundial, ya se tratara del capitalismo o del socialismo.
Es así que surgirá el nombre, algo degradado en la actualidad, de justicialismo: un
movimiento político fundado en la idea de la justicia social y la distribución de la riqueza.
En la educación, esta posición será expresada por el Ministro José Pedro Arizaga
al proponer un programa (1947-1951) que presentaría un equilibrio entre materialismo e
idealismo.
Es de destacar que la necesidad de superar el límite de una construcción
hispanoamericana, integrando a Brasil, y comenzar a hablar de Iberoamérica ya está
presente en las ideas que Perón expresaba en la década del ‘50, tal como se refleja en el
Discurso que pronunciara en la Escuela Nacional de Guerra (del 11/9/53); allí, cuando
anticipa que, en función de las necesidades del desarrollo de la industria de energía y
alimentos, las características de escasa población de América Latina, entre otras, las
posibilidades de crecimiento para esta región se fundan en la unidad y la integración
económica: “Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender unidos o dominados”.
(Oporto, 2011:401).
Seguramente han escuchado esa frase más de una vez. Pensemos cuántos años
y luchas pasaron para que se pudieran conformar organismos de integración regionales,
como el Mercosur o la Unasur, y entenderemos cabalmente las dificultades que han
tenido que atravesar los pueblos latinoamericanos.
Jóvenes, educación y trabajo
Otro rasgo para entender cómo se construye la identidad peronista se visualiza en
la categoría del trabajo como el gran organizador social. Hacia mediados del siglo, en
el proceso de industrialización y sustitución de importaciones, la cultura política generada
por el peronismo colocó al trabajo en un nuevo lugar, articulándolo al plano de la ética, la
justicia y la política.
El trabajo se consolidó como un espacio central de construcción de identidad.
Surgen el ser “ypefiano” en la Patagonia o el ser “ferroviario”, de la “familia ferroviaria”
(Puiggrós, A. y Rodríguez, L. 2009:17)
Probablemente alguno de ustedes provenga de -o conozca a- alguna familia
“ferroviaria”, ¿verdad? En los años ‘40, la inserción en el mundo del trabajo estaba casi
asegurada para los jóvenes y la aspiración para ingresar a la Educación Media se iría
convirtiendo en un horizonte posible para los sectores medios que irán surgiendo al calor
de las políticas de industrialización y distribución de la riqueza del peronismo. De modo
que la figura centralizadora, tanto en el orden simbólico como en el material, es el
trabajador. Esta nueva identidad (e identificación) para los sectores medios y bajos está
tan presente que forma parte de la Marcha

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Peronista; es el título con el cual se autodenomina el propio líder: “primer


trabajador” y la figura casi excluyente de los libros de texto escolares, la gráfica de
propaganda política de los planes de gobierno, entre otros.
¿Pero cuál será entonces la propuesta pedagógica que acompañe, fortalezca y dé
sustento a este proyecto fundado en tres pilares que terminaron por configurar las
consignas centrales: soberanía política, independencia económica y justicia social?
Los únicos privilegiados: las consideraciones acerca de la infancia
En cuanto al campo pedagógico, especialistas como Sandra Carli enfatizan las
tensiones que lo atravesaban en los años ‘40: por un lado, entre quienes sostenían
posturas en defensa de la “educación social” (como los socialistas de Palacios) y, por
otro, quienes reivindicaban los derechos y la autonomía del niño (los comunistas de
Rodolfo Ghioldi). La hegemonía de la educación pública habilita que estas tensiones y
debates se den hacia el interior del propio sistema, entre el escolanovismo y el
denominado nacionalismo católico, principalmente.
Al mismo tiempo, la “cuestión nacional” (en la doctrina peronista, la Nación es una
organización que incluye al pueblo) agudizaba la tensión entre quienes adscribían a la
hegemonía liberal (y habían apoyado electoralmente a la Unión Democrática) y quienes
proponían un proyecto vinculado a un nuevo modelo de desarrollo nacional que, al
basarse en la industrialización –y no en el modelo agro-exportador-, requería la
incorporación masiva de trabajadores al sistema educativo. En consecuencia, era
necesaria la formación para el trabajo y la adquisición de nuevos saberes científico-
tecnológicos.
A su vez, integrará a sectores del nacionalismo católico con su rechazo hacia la
tradición laica del normalismo argentino, a la vez que una promoción de mayor autoridad
por parte de los docentes.
En ¿Qué pasó en la educación argentina?, Adriana Puiggrós observa que el triunfo
electoral del peronismo hizo que “(…) toda la gente que había votado por la Unión
Democrática temió por la educación aunque por motivos diversos. ¿Temió? Sí. ¿Pero por
qué temor? La oligarquía y la clase alta tenían miedo que los “cabecitas negras”, como los
desarrapados de los que hablaba Simón Rodríguez o los bárbaros de Sarmiento-
invadieran “las limpias aulas de las escuelas, como antes había temblado ante los
inmigrantes y los anarquistas de principios de siglo.”
Fíjense la terminología que emplea la autora: “Las limpias aulas de las escuelas”.
¿A qué “limpieza” aludirá?
No solo en el campo educativo sino en el conjunto de sus políticas, el peronismo
impulsó la promoción de la infancia como pilar de la dignificación social y la construcción
de ciudadanía, en la consideración del niño como sujeto de derechos y, para ello, sostuvo
la impronta de los valores morales que darían unidad en la acción y que se sintetizaron en
la difundida consigna de “los únicos privilegiados son los niños”, tomada probablemente
de un discurso que pronunciara Eva Perón al inaugurar los Torneos.

Para finalizar
Cuesta analizar el alcance de la pedagogía peronista si no somos capaces de
hacer un poco a un lado nuestros prejuicios, y observamos el más allá de los límites del
campo escolar y sus sistemas de gestión, administración y producción de contenidos
curriculares y textos. Como en todos los casos, el modelo institucional impulsado (de
escuela, de familia, de democracia, de sociedad) debe ser contextualizado: “El sentido del
peronismo se vincula […] con la transformación económica, social, cultural [que incluye la

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dimensión educativa] y política que las grandes mayorías argentinas experimentaron en


aquellos años”. (Grimson, 2012, 179)
Lo central de su impacto es la ampliación de derechos y la construcción de nuevos
sujetos políticos: el pueblo, los trabajadores, la niñez, la mujer. Las políticas que
habilitaron el acceso de estos a una educación orientada al desarrollo nacional, la
innovación productiva e industrial y la promoción social de los sectores populares y
medios -como la gratuidad universitaria- la inversión en infraestructura escolar y salud
pública; la creación de la Universidad Obrera y las escuelas técnicas.
La creación de hogares escuelas, la sistematización y promoción del deporte
infantil y juvenil, entre otros, fueron algunas de las estrategias para garantizar esos
derechos .El derrocamiento de Perón en el 1955, la brutal represión y persecución política
sobre la población y la proscripción durante casi 20 años de este del movimiento,
postergó por décadas la construcción -incluso en los fugaces breves momentos de
gobiernos civiles- de una verdadera sociedad democrática conformada por ciudadanos
plenos de derechos. Sin embargo, las huellas de los derechos alcanzados y los logros
permanecieron vivos en la memoria que nos constituye como sujetos; no lograron
erradicar la vigencia de muchas de estas transformaciones.

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