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Las Ordenanzas de 1510 son más extensas y minuciosas que las de 1503. Se especificaban
las horas de trabajo; se habla de los libros de registro que hay que llevar; se regula la
emigración; se trata de las relaciones con mercaderes y navegantes; se dispone lo relativo a
los bienes de los muertos en Indias, y se le incorpora el matiz científico al incluirse dentro de
la Casa de la Contratación al Piloto Mayor -creado en 1508-, encargado de examinar a los
pilotos que desean hacer la carrera, y de trazar los mapas o cartas de navegación y el Padrón
Real o mapa-modelo del Nuevo Mundo, hasta 1519 en que se crea el puesto de Cartógrafo.
Piloto Mayor en 1508 fue Américo Vespucio, sucediéndole más tarde Juan de Solís y
Sebastián Cabot. A mediados del siglo la Casa del Océano -como gustaba llamarla Mártir de
Anglería- era un organismo bien reglamentado, con capilla y cárcel propia.
Su primera sede fueron las Atarazanas de Sevilla, pero como era un lugar expuesto a las
arriadas y dañino para las mercancías, pronto fue trasladada a las dependencias del Alcázar
Real, donde quedó instalada en la sala denominada de los Almirantes, local "sano, y alegre",
con buen patio y una puerta orientada hacia el río (mapa situación). Allí permaneció hasta que
fue trasladada oficialmente a Cádiz en 1717.
Por la estructura que se da a la Casa se adivina una estrecha relación con la Hacienda Real.
Difícilmente hubiera podido ser de otra forma. El tesoro de la Corona ocupaba una parte
medular de los asuntos indianos. Por una parte, servía para financiar la compra y transporte
de la mayoría de los bastimentos y pertrechos que eran llevado a Indias. Muchos de los
colonizadores gozaban de salario a cargo del tesoro. Por la otra, los asientos para la
formación de toda nueva expedición incluían expresamente cláusulas mediante las cuales se
aseguraba el interés de la Hacienda Real en los beneficios económicos del viaje. Al efecto,
eran comisionados funcionarios que acompañarían a los descubridores en sus andanzas y
velarían por la adecuada satisfacción de los derechos reales.
El Consulado
En el Consulado estaban representados todos los tratantes con Indias que no fueran
extranjeros ni dependientes o subordinados suyos. Sus ingresos procedían de la avería o
seguro marítimo, obligatoria para todo el que llevase más de un año negociando o el que
cargase en una o dos veces mercancías por valor superior a 1.000 ducados (se fijó en una
blanca al millar). Este impuesto o contribución permitía sufragar la organización de una
Armada que defendiera los buques del ataque corsario, en particular de los franceses.
Como la piratería seguía siendo una continua amenaza para el comercio con América, el
Consulado consiguió una ordenanza real obligando a todos los vasallos que marchaban o que
venían de las Indias a que se uniesen a la flota oficialmente organizada a este efecto. Es
decir, impuso el sistema de flotas, que sustitutía al llamado de navío suelto. El uso de este
recurso ya había sido experimentado por los navegantes mediterráneos de la antigüedad, y
seguía siendo utilizado tanto ahí como en el Mar del Norte.
El Consulado carecía inicialmente de un local propio ya que el que utilizaban era parte de la
Casa de Contratación. Por los general, los tratos se realizaban en las Gradas, no dudando en
usar el templo catedralicio si el tiempo se mostraba desapacible. Para evitar el ingreso de
cabalgaduras en el mismo, el Cabildo eclesiástico acordó el 19 de enero de 1565 poner
cadenas alrededor de la Catedral. Esto es una prueba de los abusos que solían cometer los
mercaderes; abusos que consideró como una "indecencia y poca conveniencia" el
arzobispo Cristóbal de Rojas y se lo comunicó a Felipe II quien, puesto en contacto con el
Prior y Cónsules, exigió que se construyese una casa Lonja.
'El católico y muy alto y poderoso don Felipe segundo, Rey de las Españas, mandó hacer
esta Lonja a costa de la Universidad de los Mercaderes, de la cual hizo administradores
perpetuos al Prior y Cónsules de la dicha Universidad, comenzándose a negociar en ella en
14 días del mes de agosto de 1598 años'.
Trazóla, a imitación de las obras Romanas, Juan de Herrera, Maestro Mayor de las obras del
Escorial, sobre planta cuadrada, de iguales y conformes fachadas. Su materia de la cantería
de Jerez de la Frontera, piedra que llaman Martelilla [...] Pretendióse en esto apartar de la
Santa Iglesia y del ámbito de sus gradas y tránsitos de sus puertas los tratos y negociantes
que allí se hacían, y no había bastado a impedirlo toda la autoridad eclesiástica."
A medida que la estructura del comercio fue cambiando y Sevilla se dedicó a exportar
productos manufacturados, no fabricados en Andalucía, sino traídos en su mayor parte desde
el extranjero, los miembros del Consulado sevillano fueron ejerciendo más que nada un
negocio de representación y comisión, en representación de todas las casas mercantiles de
Europa. No obstante la costumbre y los intereses creados, continuaron protegiendo el
monopolio de Sevilla, mucho después que el volumen del comercio hubiese rebasado las
posibilidades, siempre limitadas, que ofrecía el puerto interior del Guadalquivir.
El Código de Comercio de 1807, no fue el primer intento francés por poner orden a las normas
que regían las obligaciones de los comerciantes y los actos de comercio.
Una Ordenanza de 1627, intentó unificar a las normas comerciales, dentro de una variedad de
temas. Colbert, ministro de Luis XIV, dictó cinco ordenanzas, entre las cuales figuraba el
“Código Savary” en homenaje a su autor, divido en 12 títulos con 122 artículos, cuyo nombre
oficial era “Edicto del rey para servir de reglamento al comercio de negociantes y mercaderes al
por mayor y al por menor “ sobre legislación de comercio terrestre en 1673,. Se establecieron
tarifas impositivas únicas en todo el territorio nacional y normas sobre concursos y balances
para evitar el fraude, reglamentando las costumbres comerciales medievales.
Este Código fue perfeccionado en 1774 a través del proyecto de Hue Miromesnil, que pretendió
aunar criterios jurisprudenciales, y prácticas comerciales más recientes. En 1681 se dictaron
normas para el comercio marítimo Estos proyectos y reglamentos fueron los antecedentes de
Código de Comercio de 1807, que reunió las reglas del comercio marítimo y terrestre.
El Código de Napoleón fue un valioso antecedente de los Códigos modernos, europeos (el
español de 1885 y el italiano de 1882) y americanos (el brasileño de 1850, el
argentino de 1862, el chileno tres años más tarde, y en 1873, el de Venezuela) pues fue
concebido con una visión de universalidad. Trataba de la quiebra y su carácter fraudulento, de
la objetividad de los actos de comercio, caracterizado por su ánimo de ganancia o lucro, a los
que independizó del carácter de comerciante de sus ejecutores, pero la cambiante realidad
comercial, obligó a cambiar muchas de sus disposiciones, a fin de adaptarlo a la realidad de un
tiempo muy revolucionaria en materia comercial.
La aparición de la Banca en Francia, el 13 de febrero de 1800, cada vez más influyente, las
nuevas formas de sociedades comerciales, el desarrollo del comercio internacional y una
industria cada vez más pujante, hicieron que se mantuvieran solo 150 de sus disposiciones.