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18th November 2019 Cinco notas para una frontera móvil (2015)

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EPÍLOGO EN GARCÍA, C. LA FRONTERA MÓVIL.
ANTOLOGÍA DE POESÍA
blogID=1405211954513154231#_ftn1]
CONTEMPORÁNEA DE LA PATAGONIA ARGENTINA (2015)   

 
Por Luciana A. Mellado

I
En la intensidad labrada entre lo dicho
y lo dicho, la poesía aquí reunida crece como un eclipse que necesita de
dos
cuerpos y una coincidencia. Lo no dicho así como lo dicho no anula la distancia delirante entre las palabras
y las cosas. Al
contrario, si la yunta comparte expectativas, el deseo no se agota en la
comprensión y la grieta no
quiere ser cerrada por ninguna lectura. La Patagonia
entonces no es ni puede ser una obligación temática. La
región es
discursivamente una distancia intersubjetiva, relativa e histórica que dispersa
una constelación de
significados en torno a su territorio como geografía
imaginaria, domicilio existencial y lugar de enunciación. La
Patagonia instala
una versión de la lejanía que, tal como observa Concha García en su prólogo, es
“un punto
concreto trazado en el mapa del deseo”, mapa que la literatura
colabora en diseñar.
No hay una aldea fija, no hay un
mundo fijo. Todo lo sólido se desvanece en el aire, como advirtió Marx hace ya
bastante tiempo. En este marco, la Patagonia, como aldea o como mundo, se
proyecta en cartografías literarias
que diversifican la idea de la región tanto
en las instancias de su representación referencial como poética. La
literatura ofrece representaciones diferenciales de los espacios,
según coordenadas cognitivas y expresivas
heterogéneas, en las que entran en
juego elementos biográficos, sociales, históricos, estéticos y políticos, cuya
multiplicidad es contraria a la concepción de la cartografía clásica que aludía
a coordenadas fijas en espacios
uniformes e inalterables.

La representación poética de la Patagonia empuja la intensidad de los interrogantes


aunque no necesariamente su
forma. Entrevera interpelaciones como cicatrices y
heridas de una perplejidad que no puede clausurarse en una
definición única de
la región. La lengua poética
desordena los sabores y saberes que acostumbra el paladar.
Frecuenta un habla, un gorjeo, algo animal y a la vez humano que reúne los
juegos del lenguaje con particulares
modos de conocer. Uno de estos modos teje un
constante juego de ocultación e iluminación de imágenes que se
escurren por las
fisuras de una lengua vacilante. Lo
real no precede a los poemas, pero tampoco los poemas son
lo real porque lo real
no es representable. Sobre esa imposibilidad crece el deseo y la verdad se torna una versión
posible que, como tal, puede
invertirse, subvertirse y revertirse. La poesía que Concha García compila en
esta
antología empuja los límites, mueve las fronteras para hacer de la lejanía
una versión de lo cercano. 

II

El lugar de residencia no equivale necesariamente al


lugar de enunciación. Hacer este deslinde es fundamental.
La Patagonia no
cuenta como un criterio epistémico o estilístico apriorístico para explicar ni
ponderar la
producción literaria de la región. Ciertamente, los sujetos siempre
estamos sujetados a condiciones materiales
específicas para desarrollar
nuestras prácticas discursivas y el domicilio geográfico y social las ofrecen

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pródigamente, pero ellas sólo adquieren el peso de lo real cuando existe una
imaginación social y productiva, de
la que participa eficazmente la literatura,
que les crea efectos de realidad e incluso de legitimidad.

La poesía rehúsa lo ordinario y la Patagonia ofrece lo extraordinario. Desde que


Pigafetta, viajero y cronista
italiano, narró por primera vez la llegada de los
europeos a la región, en 1520, en el Primer viaje en torno del
globo, se
inauguró en la escritura literaria la idea del gigantismo de los indígenas
patagónicos, asociados tanto al
nombre como a las extensiones del lugar que de
allí en adelante llevará para siempre la marca de la exageración.
La inmensidad
del paisaje dificulta su apropiación perceptiva y produce imágenes igualmente
inconmensurables.
Pero la naturaleza no es suficiente para trazar un paisaje.
Se necesita un punto de vista, un espectador que
organice lo mirado en un
discurso y le dé un sentido. Este punto de vista y estos significados se
multiplican en
esta antología que cuenta con plurales miradas y experiencias de
la Patagonia.

La riqueza estética
aludida se articula con la diversidad cultural que Concha García advierte con
pertinencia en
su prólogo, cuando nota el carácter plural de las poblaciones
que conforman históricamente la Patagonia, así
como la heterogeneidad de sus
identidades geoculturales. Esta pluralidad es reconocida por los escritores
patagónicos contemporáneos. Raúl Artola, por ejemplo, en su libro La periferia es nuestro centro (2011)
desarrolla la idea de multiplicidad enunciativa
en la literatura de la región. En este libro sostiene que “la
literatura que se viene produciendo en la región es
tan diversa, dispar e inclasificable como heterogénea es la
[2]
conformación de su
geografía y aluvial el devenir histórico de cada una de sus regiones y pueblos”
(13).
[https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?blogID=1405211954513154231#_ftn2] Lo que
Artola enfatiza no es tanto la dificultad
epistemológica para examinar la
literatura patagónica en su complejidad, sino la necesidad de revisar y
formular
herramientas de análisis que den cuenta de un objeto y un sujeto
situados en una localización geocultural
singular.

Dicha localización como lugar de procedencia no replica forzosamente el lugar de pertenencia. La


poesía como
morada propicia una confianza porfiada en experimentar el lenguaje
como escenario posible de nuestra libertad.
Nos expulsa de la comodidad de los idiomas propios y nos vuelve extranjeros
que apenas si podemos distinguir
los sonidos del ruido.
Seguramente el reconocimiento de esa conciencia de
habla, resistente a la ingenuidad de
las llamadas teorías de la inspiración, es
lo que lleva a los poetas que integran esta antología a hacerse cargo del
carácter artesanal de su trabajo, cruce de lo heredado con lo reclamado y
reformulado como propio.

III

La geografía
imaginaria en la que la Patagonia es apresada por una gramática de la
desmesura, la soledad y la
lejanía tiene un origen, los textos fundacionales
europeos, y también tiene peligrosos usos y abusos teóricos que
simplifican el
vínculo entre el territorio y la poesía a través de un pintoresquismo determinista. Por supuesto, la
magnitud
del paisaje es ineludible y se impone como marca de lo real. Pero, como señala
Concha García, la
poesía que en la Patagonia se
escribe “deriva en una búsqueda personal de cada poeta, como en cualquier parte
del mundo, y apunta a los temas eternos”. El paisaje se despliega pero no tanto asociado a un tipo de naturaleza
como a un tipo de observación y experiencia. La Patagonia ofrece una
experiencia del espacio vinculada a
modos de la subjetividad que
pueden enunciarse bajo el signo de un nosotros inclusivo y no requiere para
constituirse como tal de su verbalización como contenido proposicional.

La creación discursiva del espacio


propio diseña una morada existencial en una tentativa de priorizar al sujeto
como núcleo de sentidos desde donde se percibe y produce conjuntamente la
sociabilidad y la historicidad del
lugar. La Patagonia surge como una versión vivida de la
región, y también como una elección enunciativa e
ideológica que permitiría
cuestionar, relativizar y hacerle frente a otras versiones
hegemónicas, por ejemplo

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aquellas que le exigen a la literatura patagónica la representación de un paisaje


incontaminado de conflictividad
social y política, fuera de la historia y
restringido a un pintoresquismo de postal turística. Afortunadamente, y tal
como Concha García señala en su prólogo, los autores que integran la antología
desarrollan “una mirada crítica”
y hacen de la poesía, en este sentido, “también un acto político”.

La poesía es un modo de ver. A veces empuja a arrancarse los ojos para ver, como Edipo. A veces a ver
desnudo
al rey que todos ven vestido, como el niño del cuento. Pero nunca propicia taxidermias
clasificatorias respecto d
lo que observa y dispone. La mirada poética no se caracteriza tanto por ser
un modo regular y reglado d
percepción artística como por ser un desarreglo al
automatismo perceptivo. La mirada poética nos permite ver la
cicatrices desde
adentro. Entramada a otras prácticas artísticas de resistencia a la vigilancia
estética e ideológica
esta mirada 
perfora lo visto y ofrece poros por donde respirar, poros que quizás
tienen las propiedades de la cint
de Moebius, donde no es posible distinguir
el interior del exterior. El mundo está en los textos, afuera
y adentro
de los textos, en una exterioridad e interioridad cuyos umbrales es
preciso repensar, al igual que
el reclamo d
hacer emerger la aldea como indicio en los poemas.

La poesía anda, insiste y resiste. Prefiere


el
nomadismo de los viajes. “Todos somos viajeros”
sentencia Concha
García. Y tiene razón. Todos somos viajeros en tránsito que de
a poco conocemos la diferencia que
existe entre
ver, mirar y abrir los ojos. La poesía exige abrir los ojos y
ejercitar un modo de mirar lateral, chueco o ectópico.
Esto es imprescindible para
los poetas. Vivir en el sur o escribir sobre él es prescindible. La mirada,
especialmente la que implica abrir los ojos para conocernos y
re-conocernos, requiere del aprendizaje de las
distancias. Demasiado
cerca no podremos vernos, demasiado lejos tampoco.
Las imágenes de la Patagonia escenifican el juego de las posiciones desde
donde la mirada se acerca, se aleja, se
mueve en desplazamientos por la piel
profunda del sentido. El sur baraja
lejanías y cercanías naturalizadas en la
historia oficial, también de la
literatura, pero lo marginal no debería confundirse con lo marginalizado. El
arte
desgarra el corsé disciplinario de los mapas y sus gramáticas de lo propio
y lo foráneo. La patria, sí, es la
infancia, pero la lengua es quien nos
alumbra en la doble acepción de iluminar y de parir. Paridos por una lengua
indócil, los escritores patagónicos encontramos en el sur la
densidad de lo real, la zona de una experiencia que
insiste en comunicar, con distintos resuellos, la gravidez de un suelo que
expulsa y convoca al mismo tiempo. 

A través de la lengua
poética se problematiza la legibilidad histórica del espacio de la Patagonia
como referencia
monovalente y estable de lo real. La región se describe desde ópticas en constante desplazamiento que se
sitúan
en una dinámica relacional con otros espacios para construir su propia
definición. La literatura asocia la región a
los significados de periferia,
otredad y vacío en coyunturas diferenciales y específicas que se ligan a los
cartografías simbólicas que diseñan primeramente los proyectos coloniales y
luego los nacionales desde sus
respectivas metrópolis.

IV
La llamada “ley del coirón” participa en el diseño de
algunas imágenes literarias de la Patagonia y en el
establecimiento de
fronteras respecto de lo propio y ajeno. Por ello, para reflexionar sobre estos
límites resulta
productivo rescatar la descripción que ofrece la escritora
Graciela Cros sobre esta ley, cuyo nombre ha surgido,
según ella misma declara,
como una “invención poético-literaria casi espontánea y reactiva”. En una
entrevista
reciente, Cros recuerda el sentido original que le adjudicó a esta
ley enunciada críticamente en un encuentro de
escritores patagónicos en el año
2007. Al respecto, dice:
¿Qué decía acerca de esta supuesta
ley? Sencillamente, yo llamaba a la "desobediencia literaria". Pedía
que nos
rebeláramos como escritores patagónicos a la obligatoriedad de la
"Ley del coirón". Yo proponía la

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"insurrección", la
rebeldía literaria, ante esta supuesta "ley". En el sentido de que no
tengo que escribir un texto
donde aparezca un coirón para mostrar mi
pertenencia a la literatura patagónica. Yo, escritora patagónica, no
adhiero a
la literatura "pura naturaleza, puro paisaje", reniego de esta
obligación de la "Ley del Coirón" que
[3]
(extramuros Patagonia)
pareciera nos han querido imponer. [https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?
blogID=1405211954513154231#_ftn3]

Lo que la ley exige y el llamado a su desobediencia


critica no es la presencia de una naturaleza regional en los
textos literarios,
sino un uso estereotipado y obligatorio del paisaje vuelto determinación. Desde
este marco, los
signos de una naturaleza típica proliferan junto con el
achatamiento de la densidad multiforme de la escritura
literaria. Esta ley no sólo promueve restricciones discursivas en
la literatura sino que integra ciertos modos de
interpretar dogmáticamente las
distancias entre la aldea y el mundo. Lo cercano y lo lejano son productos de
una
invención y son ficticios en este sentido. Los centros y las
periferias existen empíricamente, por supuesto, pero
el alcance de sus
significados está condicionado por el entorno global, articulado con la
hegemonía a través de
una dinámica conflictiva y dialéctica. La dicotomización
de las distancias planteadas como lo dado y no como
construcciones en proceso,
como versiones imaginadas y relativas, coadyuva a representar falsa y
sesgadamente
a un sujeto patagónico también esencializado en relaciones
polarizadas.

V.
Quien
reside en la Patagonia no es
un aldeano afuera del mundo, un dislocado. Tampoco, en tanto sujeto, puede
reclamar una mismidad uniforme y solitaria. Sujeto múltiple y dividido, siempre
es hablado por otro, a partir del
cual la propia identidad se construye, en
permanente tensión dialéctica. El sujeto pone en juego su otredad de
modo
constitutivo ¿Quién es el otro adentro de la aldea y del mundo que le habla?
¿Quién es el otro afuera de la
aldea pero adentro del mundo que le habla y lo
habla? ¿Qué aldeano y qué aldea dicen soy el mundo? Las
respuestas son
diversas, de acuerdo, entre otros hechos, a la mirada que las organice y a la
lengua que las
exprese.
La diferencia se impone como un hecho. A ella alude
Concha García cuando repasa algunas características de la
escritura de los
distintos autores seleccionados. Pero la multiplicidad evidente de esa
pluralidad de voces, con
sus ecos y balbuceos, no deviene en atomización o
aislamiento sino en contactos y cruces que conforman un
fuerte entramado
discursivo. La poesía de la Patagonia que aquí se ofrece emerge como la zona de
un hacer
comunicante y comunicativo que posibilita pensar y hacerse cargo de la
diferencia que existe, tanto en términos
de conocimiento como de poder, entre hablar desde y hablar sobre, y más aún, la
diferencia que existe entre
decir y ser dicho o dicha. La
Patagonia que emerge de esta antología más que un tópico se revela como el
domicilio existencial, amparo e intemperie, desde donde múltiples sujetos
discursivos, ni esenciales ni
esencializados, despliegan sus potencialidades de
enunciación poética con las luces y las sombras de su propia
contemporaneidad.
Concha García señala que la selección de los dieciséis poetas de la
antología “es fruto de una elección personal
que no obedece a criterios regionales, como ya he dicho, sino poéticos”.
Esta aclaración es doblemente oportuna.
Por un lado, porque no sobreestima los
valores que provienen de una concepción territorial de la poesía; y por
otro
lado, porque no subestima los valores que provienen de la intersubjetividad
poética y la experiencia
literaria. Los nombres propios que pone a rodar este
libro permiten singularizar la costura del universo y
alumbrar el rostro de sujetos que,
múltiples y escindidos, impugnan la ilusión de la psicología de la unidad y
pueden ofrecerse tanto como la sombra de una ficción como la encarnadura de lo
real.

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La elección poética
permite
visibilizar una trama intertextual y poner en escena lecturas y escrituras
literarias
como modos de estar en el mundo e intervenir en su semiosis social. Lo visto en cada poema responde al “ojo
deforme”
que es todo poeta, tal como observa Juan Carlos Moisés. Ese ojo deforme
selecciona lo inmenso o lo
pequeño como apertura de su lente y de su pudor; y
como un fuego que apaga a otro fuego, ofrece su mirada
[4]
quemante, siempre
fundacional. [https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?blogID=1405211954513154231#_ftn4] Lo
que esta
antología crea, desde la doble acepción de confianza y construcción, instala
el diálogo entre distintas voces e
historias; y admite pliegues que se resisten
a ser aplanados para la lengua franca del pensamiento único de
alguna hegemonía
ideológico literaria. La escritura poética que
aquí se congrega es un modo de comprobar que
toda frontera puede ser móvil.

[https://1.bp.blogspot.com/-ZnZA38NrlXg/XdMWx0wri2I/AAAAAAAABAM/jwKRFM5vE1Ut-
m9EiAX1nyE8tbUU8IoIQCLcBGAsYHQ/s1600/tapalafronteram%25C3%25B3vil.jpg]

[1] [https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?blogID=1405211954513154231#_ftnref1] Mellado, Luciana A. “Cinco notas para una frontera


móvil”, en
Concha García La frontera móvil.
Antología de poesía contemporánea de la Patagonia
argentina. Barcelona:
Ediciones Carena. 2015, pp. 259-271. isbn 978-84-16054-55-8.
[2] [https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?blogID=1405211954513154231#_ftnref2] Artola, Raúl. La periferia es nuestro
centro. Rada Tilly,
Espacio Hudson, 2011.
[3] [https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?blogID=1405211954513154231#_ftnref3] Mellado, Luciana A. “El iceberg
de Hemingway: lo no dicho que
todo lo sostiene. Entrevista a Graciela Cros”, en Argus-a. Vol. III, Edición
Nº 12. Abril 2014.
[4] [https://draft.blogger.com/u/2/blogger.g?blogID=1405211954513154231#_ftnref4] Moisés,
Juan Carlos. “Escribir en la Patagonia”. En Revista
El Camarote Nº 3,
junio-julio de 2004, pp. 5-9.
Publicado 18th November 2019 por Tani

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