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El registro lingüístico*

El registro lingüístico es la variación que se da en su modo de hablar dependiendo de la


situación en la que usted se halle. Piense, por ejemplo, en la forma como habla cuando
les hace una petición a sus padres, sus hermanos, sus amigos, su pareja, sus colegas o su
jefe; si compara estas distintas circunstancias, advertirá que en cada una usted adopta
una manera particular de hablar. Todas esas variaciones se concretarán en las palabras
que use, en el modo como construya las frases y en la forma como organice la
información; y si bien obedecen en principio a su nivel de formación y a su relación con
la lengua que hable, en últimas las que las determinan son las situaciones comunicativas
específicas en las que usted se halle.

Todo mensaje debe adecuarse en función del contexto, el receptor, la intención y el


contenido. Así pues, cuando tenga usted que dirigirse a un público, considere en qué
espacio y en qué tiempo lo hará, quién será su audiencia, cuál será su objetivo y qué ideas
comunicará. En la cotidianidad no se reflexiona mucho sobre este asunto, usualmente los
mensajes se transmiten de forma espontánea; pero, cuando se trate de un discurso oral
en el ámbito académico, el registro lingüístico que usted asuma será una cuestión a la
que habrá que prestarle mucha atención.

En principio, existen dos tipos de registros lingüísticos: el informal (o coloquial) y el


formal (o culto). El primero suele adoptarse con la familia, los amigos, la pareja o en uno
que otro entorno social; en cambio, el segundo se suele asumir en ámbitos académicos,
organizacionales, políticos o en algunas situaciones sociales. No obstante, también se
habla de un registro vulgar, propio de quienes, por la manera como usan la lengua,
evidencian que carecen de un dominio suficiente de ella; por lo común, esta situación se
debe a un bajo nivel de formación. Ahora, en vista de que este manual va dirigido
principalmente a estudiantes de educación superior, resulta claro que usted, en los
discursos de su vida académica, sean orales o escritos, debe procurar un registro formal
y, en consecuencia, no escatimar esfuerzos para lograrlo, pues este exige un dominio del
idioma que no cualquiera alcanza con facilidad… ¿Que cómo consigue tal dominio? Usted
sabe la respuesta: cultive el hábito de la lectura.

De todas formas, como en la búsqueda de un registro formal se puede incurrir en algunas


ideas preconcebidas en cuanto a la construcción del discurso, vale la pena sacar a
colación una importante advertencia que, sobre el modo de hablar, plantea Gilbert
Collard (2012). Según este autor, en una intervención oral usted debe evitar cuatro
“pecados capitales” (p. 55): primero, la superfluidad, esto es, decir cosas innecesarias,
hablar por hablar o diluir la información; segundo, la oscuridad, o sea, ser incoherente,
tornarse incomprensible o formular inadecuadamente las ideas; tercero, la complejidad,

*
Apartado (pp. 50-57) del segundo capítulo del manual Hablar en público en la universidad de John
Moya Barreto, titulado “Aspectos generales sobre la forma”. Este libro fue publicado por la editorial
de la Pontificia Universidad Javeriana en diciembre de 2020.
es decir, dar rodeos, usar palabras imprecisas o extenderse sin necesidad; y cuarto, la
pertinacia, esto es, obstinarse cuando el auditorio no comprenda un tema que usted haya
planteado o no acepte un argumento que haya propuesto. Aunque este último “pecado”
tenga que ver más con la actitud que con el modo hablar, no está de más tenerlo presente.

¿Cómo puede usted trabajar en su discurso para encauzarlo hacia un registro formal? El
siguiente ejercicio puede ser de gran ayuda para ello. Primero que nada, recuerde que,
como se indicó en el acápite “Asunto preliminar” y en el último apartado del capítulo
anterior, el registro lingüístico de un discurso se materializa fundamentalmente en una
labor previa de escritura; así que, de entrada, usted tendrá que estar dispuesto a eso, a
escribir. Pero, antes de empezar, considere los siguientes asuntos: 1) ¿cuál es el tema de
su discurso?, 2) ¿cuál es el objetivo de su presentación?, 3) ¿qué aspectos de ese tema
abordará?, 4) ¿a qué tipo de audiencia se dirigirá?, 5) ¿en qué contexto espaciotemporal
hablará?, 6) ¿qué ideas quiere transmitir en el inicio, el desarrollo y la conclusión de su
intervención? y 7) ¿cómo estructurará la información propia de ese desarrollo? Cuando
estos asuntos —que fueron objeto de estudio del primer capítulo— estén claros para
usted, podrá sentirse listo para escribir, pues ello le proporcionará el marco que necesita
para avanzar en la escritura con cierta seguridad. Así pues, comience a escribir. Ahora
bien, mientras avanza, deténgase en cuestiones como las siguientes:

a. ¿Los sustantivos que está usando son los apropiados? Una palabra como cosa puede
referirse, valga la redundancia, a cualquier cosa; por eso, evítela al máximo y reemplácela
por vocablos más exactos. ¿Me dijeron una cosa? ¡No! Mejor, Me dieron una noticia. Ahora,
una palabra como asiento, a pesar de ser más precisa que cosa, tampoco es muy exacta,
pues un asiento puede ser una silla, una butaca, un sillón, un sofá, un taburete o una
banca. ¿Qué quiere usted decir exactamente?

b. ¿Los adjetivos que está usando son los adecuados? Una palabra como chévere, además
de que remite de inmediato a un registro informal, es bastante vaga. Cuando usted dice
Mis amigos son muy chéveres, ¿a qué se está refiriendo? ¿Está diciendo que son divertidos,
que son cariñosos, que son cómplices, que les gusta la parranda? Este tipo de duda
también aplica para los adverbios.

c. ¿Los verbos que está usando son los precisos? Cuando utilice verbos como dar, echar,
hacer, meter, poner o tener, deténgase y revíselos. Verbos como estos cuentan con tantos
significados que muchas veces terminan reemplazando a otros que son mucho más
exactos; funcionan como comodines. En lugar de decir Dieron canapés, Eche el jugo en la
jarra, Están haciendo un edificio o James metió un gol, diga Ofrecieron canapés, Vierta el
jugo en la jarra, Están construyendo un edificio o James anotó un gol. No se trata de que
usted no use este tipo de verbos, pues no son incorrectos; incluso muchas veces son
necesarios: ¿de qué otra manera se podría decir, por ejemplo, Tengo hambre
conservando tanto el sustantivo como la sintaxis? Solo revise cómo los está usando. Y
tenga cuidado también con verbos como poseer o colocar: uno no posee problemas ni se
coloca nervioso.
d. ¿Está usando correctamente las preposiciones? El uso desacertado de las
preposiciones también remite a un registro informal. En lugar de decir Enfóquese a eso,
Quedé de verme con alguien, De razón se fue o En base a esa idea, diga Enfóquese en eso,
Quedé en verme con alguien, Con razón se fue o Con base en esa idea. Asuntos
morfosintácticos como este, así como la conjugación correcta de los verbos o el uso
apropiado de los gerundios, deben manejarse con esmero en cualquier registro formal.

e. ¿Está usando extranjerismos innecesarios? Aunque la lengua española ha admitido,


por la usanza, una buena cantidad de extranjerismos —como chip, fútbol o sándwich—,
hay algunos cuyo uso, además de no haber sido aceptado hasta ahora (año 2020) por las
autoridades del idioma, es inapropiado teniendo en cuenta que existen los respectivos
vocablos en español. Por ejemplo, resulta caprichoso decir Necesito un laptop o una
tablet para poder enviar un e-mail y compartir un link, cuando se puede decir Necesito un
portátil o una tableta para poder enviar un correo y compartir un enlace. El uso
indiscriminado de extranjerismos innecesarios, además de ser un claro síntoma de la
falta de dominio del idioma, es un obstáculo para la consecución de un registro formal.

Las anteriores son solo algunas de las preguntas que usted debería hacerse cuando esté
en busca de un registro culto para su discurso. Como habrá podido advertir, este ejercicio
requiere sensibilizarse con aspectos del idioma que muchas personas suelen pasar por
alto; pero, como ya se sugirió, el hábito de la lectura contribuye significativamente a
lograr esta sensibilización (y, por supuesto, no se está hablando de leer estados de
Facebook, mensajes de WhatsApp o trinos de Twitter).

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