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La Patria Saqueada 1806 - 1825

Néstor Forero
A manera de introducción
Hay en nuestra historia jalones no lo suficientemente publicitados, pilares
que a pesar de los años transcurridos siguen estando fuera del alcance de
un pueblo que quiere saber de qué se trata cuando está en juego el
conocimiento cabal de su historia, sus frustraciones y éxitos, en su larga
marcha hacia la liberación.

En los últimos años conforme al clima general se ha dado una revisión de


hechos conocidos y difundidos, muchas veces interpretados a la luz de un
proyecto imperial y su consecuente colonización pedagógica. La historia
oficial ha servido mayoritariamente a dar cobertura y razonabilidad a los
gobiernos gerenciales, que en su afán de servir a los dominadores han
erigido monumentos a antiguos gerentes de ese régimen, una historia
mayoritariamente basada en supuestos héroes, algo semejante al
“empleado del mes” de las cadenas multinacionales de comida rápida,
ampliamente conocida como comida chatarra. Aquella historia se asemeja
en algún punto a esta comida chatarra, que quita el apetito pero
envenena. Un pueblo ávido de recuperar el porqué de su existencia es
envenenado con esta respuesta rápida, frustrante y frustrada para explicar
el devenir de un pueblo a lo largo de los años, sus sentimientos más
profundos, su ansia de libertad de la mano de la participación popular. En
síntesis un pueblo partícipe activo en la elaboración de su destino y no el
sujeto pasivo de una élite iluminada que lo lleva de la mano.

Es la hora, la nueva hora de la búsqueda de la verdad sin eufemismos, y


allí reside la cuestión, si repetimos con signo contrario los cuentos y
novelas oficiales, esta vez de la mano de un supuesto revisionismo, o
definitivamente comenzamos a recuperar la historia documentada. Si la
historia ha de servir a la construcción política de un pueblo, la historia
debe traer la memoria de los actos de gobierno. Toda decisión política se
traduce en un acto de gobierno. Un acto jurídico de implicancias políticas,
económicas, sociales, y hasta espirituales; es por ello, que se hace
imprescindible comenzar a estudiar actos de gobierno y no discursos, solo
así podemos alcanzar la memoria y la experiencia gubernamental,
principios activos para un pueblo decidido a gobernarse por sí mismo. ¿Si
no enseñamos actos de gobierno como podemos aprender por nosotros
mismos a gobernarnos?

Esa es la pretensión de estos dos libros (“El saqueo de 1806” y “La Matriz
Bicentenaria de Dominación”) presentados en un solo volumen sin la
pretensión de agotar el tema, tan sólo comenzar a echar luz sobre
cuestiones no lo suficientemente debatidas hasta el presente. Es también
el comienzo de una historia de triunfos regando de buena sangre los
campos de batalla y enormes pérdidas en los oscuros despachos de la
administración gubernamental. Y en esto hay un ensayo de respuesta a
una pregunta latente: ¿Si nuestro pasado ha sido tan brillante, tan profuso
de héroes, como es posible que nuestros momentos de independencia
han sido tan pocos?

Ese pasado novelado no puede echar luz sobre los hechos concretos de
disposición patrimonial de la Patria, no es ocioso que patria y patrimonio
tengan la misma raíz, ambas son indisolubles sin la disposición libre del
patrimonio no hay patria independiente, solo discursos huecos para
disimular al calor de las pasiones lo que es solo un territorio tributario.
Una organización política para el saqueo, sin llegar a la categoría de
colonia, porque una colonia requiere de ciertas obligaciones para el
colonizador, que en nuestro caso no existen.

Son doscientos años de un pueblo que quiere organizarse para ser libre
frente a la historia que quieren contarle distintos grupos ideológicos y
económicos para justificar la dependencia, y no solo justificarla sino
aceptarla como una cuestión inevitable e imposible de cambiar, sin
siquiera presentarla como una tragedia, sino como una comedia de
enredos y una pornografía barata del hambre y la desolación.

Una falta de equivalencia entre lo que el pueblo ha entregado por más de


doscientos años y lo que ha recibido en compensación. Una versión liberal
de la conducta humana. Liberal en su sentido más lato, resumida en el
axioma de Benjamín Constant “que el Estado se encargue de proporcionar
orden y seguridad, los ciudadanos de una sociedad libre se encargarán de
ser felices”. En ello va implícito la idea que el Estado no debe proporcionar
un orden jurídico que tienda a la protección y la felicidad humana
mediante la justicia distributiva, sino como un medio neutral con
prescindencia de todo contenido ético y moral. El hombre libre hará los
contratos que le parezcan oportunos persiguiendo su lucro, aquellos que
no puedan alcanzar el lucro se convertirán en estadísticas de marginados.

Y como la desproporción de fuerzas inclina la balanza hacia los poderosos,


no hay contratos de voluntad libre sino meros contratos de adhesión a los
postulados y pretensiones de los que mandan. Así la historia nos muestra
que la ley abstracta sin un contenido de justicia perpetra las mayores
aberraciones, muchas veces en nombre de la libertad de los pueblos
sometidos a exterminio.

Y así como existe diversas réplicas al discurso hegemónico en materia


económica, una de los cuales (aunque no muy difundida) la “ius
economía” reivindica el valor regulatorio del derecho y del Estado sobre
la voluntad económica de los particulares que, ubicados en distintas
situaciones patrimoniales, no pueden contratar libremente sino que el
débil debe adherirse por necesidad a lo que le impone el más fuerte, se
hace necesario, a mi entender, comenzar con un revisionismo al
revisionismo histórico (reemplazar unos héroes por otros no resuelve las
preguntas de porqué y como nos pasó los que nos pasó), para no caer en
explicaciones noveladas sobre nuestra frustración como país, pero
rescatando el heroísmo y conciencia histórica de un pueblo y nación en
construcción.

Entender el mundo actual requiere entender la historia mundial, pero no


se puede entender la historia mundial sin la cartografía, la geografía, el
andamiaje filosófico político cultural de cada época y la economía de los
recursos.

Cuando en 1703 se firma el tratado de Metthuan entre el reino de


Portugal y la Gran Bretaña, se estaba dando el paso inicial a un cambio
geopolítico de importancia mayúscula. Escondido entre el acuerdo
comercial por el cual Gran Bretaña dejaba de importar vino francés para
importarlos de Portugal (un precedente de nuestro acuerdo Roca –
Runciman de 1933), fijando el libre comercio entre la metrópoli inglesa y
el territorio brasileño en compensación, se estaba echando las bases de
todo un cambio esencial. El objetivo oculto del acuerdo, al fijar bases
marítimas inglesas en lo que hasta entonces era territorio bajo soberanía
portuguesa, permitió cumplir con dos objetivos, ir tomando control de los
mares, esencial para la estrategia inglesa (quien controla el mar controla
el comercio, quien controla el comercio gobierna al mundo); e ir
introduciendo tanto en España como en América el contrabando y con ello
mellar en las sociedades que componían el imperio español.

Con el Tratado de Utrecht en 1713/4, la aceptación inglesa del reinado


borbónico tanto en Francia como en España, obtiene la autorización de
instalación de 10 puertos francos en América, cuyo objetivo era el tráfico
de carne humana. Proveer de material humano de reemplazo para el
exterminio de los pueblos originarios, lo que hemos dado en llamar
“masacre y reemplazo” como veremos más adelante. Y con el comercio de
esclavos y su contrabando y el contrabando de mercaderías, ir logrando
inmiscuirse en la sociedad americana, logrando un sector afín, mediante
las mieles del contrabando y los beneficios colaterales del exterminio
humano a través del comercio de esclavos.

Henry Kissinger, el gran pensador estratégico del poder internacional, ha


expresado en su tesis de graduación académica (Un mundo restaurado)
que el mundo actual es el producto de las guerras napoleónicas, y que no
puede entenderse la reacción bélica de Napoleón sin tener en cuenta los
cambios estratégicos mundiales ocurridos en los veinte años anteriores al
inicio de su campaña. En esos veinte años mediante guerras y tratados,
Gran Bretaña pasó a dominar directamente Canadá, Australia, India, y en
forma indirecta por el Tratado de Tordesillas que expande la frontera del
Brasil a 3 veces su anterior superficie, un total de 20 millones de
kilómetros cuadrados.

Aún hoy la Comunidad Británica de Naciones supera los 54 países y uno de


cada tres habitantes del planeta es directa o indirectamente súbdito
británico, lidera la lista de paraísos fiscales (donde se trafica en efectivo la
corrupción del mundo), la City de Londres es la principal plaza financiera y
de mayor influencia global y ocupa imperialmente nuestro territorios de
los mares del sur.

Ahora estas evidentes cuestiones no deben ser transpoladas


integralmente con el inicio de nuestra historia como país en búsqueda de
su autonomía, las circunstancias hacia 1810 eran distintas, podemos
detectar agentes imperialistas entre los hacedores de aquellos
aconteceres pero no todos los actores eran agentes británicos, un trato
con otra potencia extranjera en vista a la lucha independentista de España
no debe ser tratada ni menos valorada como una traición, las realidades
políticas de la época superan a las disquisiciones de los profetas del odio y
la discriminación. Esto no es negar la existencia de traidores sino valorar
como ingenuidad política de muchos de nuestros principales hombres,
que terminaron pagando su ingenuidad con su propia vida.

Entre los hechos relatados en “El saqueo de 1806” y “La Matriz


Bicentenaria de Dominación” acontecieron pocos años, tan solo cuatro,
que en la historia de un pueblo podrían no ser de importancia, sin
embargo en nuestro país y continente, han sido fundamentales y escapan
largamente a la mención que se ha de realizar en este capítulo. Infinidad
de autores han echado luz, cada uno a su manera sobre los
acontecimientos políticos que desembocaron en mayo de 1810. Por ello,
solo mencionaremos algunas cuestiones económicas que llevaron al
cuadro de situación que se menciona al inicio de nuestro segundo libro.

La primera de ellas es la heroica y sangrienta defensa de la ciudad de


Buenos Aires, en 1807, que derivó en un categórico triunfo que obligó al
desalojo de las tropas inglesas de todo el estuario del Río de la Plata. Una
verdadera humillación para aquellas tropas que durante 7 días
pretendieron recuperar para sí la plaza luego de la retirada de Beresford
el año anterior, los combates se producían casa por casa hasta tener que
refugiarse al amparo de los templos para salvar sus vidas. Ciento cuarenta
y ocho años después proveerán las espoletas para las bombas que
estallaron en Plaza de Mayo en 1955 y que masacraron al pueblo
indefenso que apoyaba al legítimo gobierno popular. Una sistemática
revancha tejida durante años…
Por las acciones de 1807 el general al mando, Whitelocke, será juzgado y
despojado de todos los honores y prohibido su nombre para todo servicio
a la Corona, de él y sus descendientes, así paga el imperio la impericia de
sus soldados.

Otra cuestión que a nuestro criterio no debe pasar desapercibida es la


misión del ministro inglés John Frere en España en 1808, sus instrucciones
señalaban que no debía presentar formalmente ninguna cuestión relativa
al comercio entre España y sus posesiones en América, pero de ser posible
recomendar un sistema más liberal de intercambio que permitiera a Gran
Bretaña alguna ventaja comercial, siempre al amparo de preveer que si las
tropas francesas triunfaban en la península ibérica, “las Américas
españolas sirvieran de refugio a la Monarquía” y sería aconsejable “un
sistema de conciliación con las colonias que crease en ellas un espíritu de
compañerismo con la Madre Patria, sistema que, para ser útil tendría que
adoptarse antes que las circunstancias lo hiciesen inmediatamente
necesario”.

Pero lo más importante es que el ministro Frere debía informar a su


gobierno sobre la clase, cantidad, calidad y ubicación de las fábricas
establecidas en América,; el estado de la población y puertos; y el estado
de las transacciones comerciales del continente tanto con las colonias
británicas en América como con los Estados Unidos. Un verdadero
inventario económico levantado sobre el continente según los datos
registrados por su metrópoli.

La consecuencia inmediata es el tratado firmado el 14 de enero de 1809


entre el embajador Juan Ruiz de Apodaca y George Canning de alianza
ofensiva y defensiva que declaraba “una paz cristiana durarera e inviolable
durante la guerra con Francia, como también un entero y completo olvido
de todos los actos hostiles cometidos por cualquiera de las dos partes en el
curso de las guerras en las que han estado comprometidas”, al cual se le
agregaron dos cláusulas anexas, la primera hacía referencia al
apoderamiento de los buques de ambas naciones y el impedimento de
que las mismas cayeran en manos francesas y la segunda y fundamental
para entender todo lo que después acontecería:
“No permitiendo las circunstancias actuales el ocuparse en la
negociación de un tratado de comercio entre las dos partes con aquel
cuidado y reflexión que merece un asunto de tanta importancia, las Altas
partes contratantes se convienen mutuamente en tratar esta negociación
luego que sea practicable hacerlo; prestándose en el entretanto
facilidades mutuas al comercio de los vasallos de ambas potencias por
medio de reglamentos provisionales y temporales, fundados en los
principios de recíproca utilidad.

El
presenta artículo añadido tendrá la misma fuerza y validación, como si
estuviera insertado palabra por palabra en el tratado de paz, amistad y
alianza firmado en Londres el día 14 de enero 1809. En fé de lo cual, nos
los infrascritos plenipotenciarios, en virtud de nuestros respectivos plenos
poderes, hemos firmado el presenta artículo añadido y hemos hecho poner
en él los sellos de nuestras armas. Hecho en Londres el 21 de marzo de
1809” .

Era el pago pretendido por Inglaterra, se abría el comercio libre con el


continente americano, anteriormente basado en el contrabando, por este
medio encontraba legalización en la peor hora del reino de España.

Sólo unos días antes, el 28 de febrero de 1809 el ministro Frere le había


arrancado a la Suprema Junta de Sevilla con la firma de Francisco de
Saavedra, un decreto de regreso a las condiciones comerciales previas a
1804.

Se preparaba así la toma de un continente por la vía del comercio. : la


pérdida del continente americano será el precio que pagará España por
librarse de Napoleón.

La historia nos enseña que un plan estratégico suficientemente diseñado y


llevado a cabo sin la premura del tiempo pero sin pausas, adaptando las
tácticas a los diversos momentos sin olvidar los objetivos, dan por
resultado que un imperio se fagocite a otra nación con la sola mención de
un par de renglones en un apartado de un tratado de supuesta amistad.
Mientras ello daba lugar en España, en el Río de la Plata se comenzaban a
mover las piezas, el virrey sería reemplazado por un héroe de la
Reconquista. Fabricado más allá de sus méritos y que no poseía virtudes
de gobierno. La situación era harta difícil, sin numerario por el robo del
Tesoro, Liniers intentó la suba de impuestos, tanto internos como de
exportación, una contribución patriótica a cargo de las ciudades del
Virreinato según la importancia económica de cada una de ellas. Veamos:

Buenos Aires $ 485.000

Montevideo $ 130.000

Santa Fé $ 4.000

Corrientes $ 4.000

Paraguay $ 16.000

Córdoba $ 30.000

Mendoza $ 6.000

San Juan $ 8.000

San Luis $ 2.000

Salta $ 25.000

Tucumán $ 8.000

Santiago del Estero $ 4.000

Catamarca $ 2.000

Jujuy $ 2.000

Charcas $ 50.000

Oruro $ 10.000

Cochabamba $ 50.000

La Paz $ 100.000

Potosí $ 100.000
Tupiza $ 2.000

Tarija $ 2.000

La Rioja $ 2.000

Como bien dice Vicente Sierra esta distribución ofrece el interés de


reflejar el valor económico alcanzado por las distintas ciudades del
Virreinato.

En total más de un millón de pesos para solventar el déficit fiscal, que se


había incrementado por el aumento del gasto público referido al rubro
sueldos de las fuerzas armadas recientemente creadas.

La composición de las fuerza armadas según un informe enviado a la


superintendencia de real hacienda era el siguiente:

Plana Mayor del ejército 66

Capitanes 93

Tenientes 102

Subtenientes 92

Oficiales agregados 10

Sargentos 290

Cabos 564

Soldados 4.106

Total 5.323

Es decir existían 1.217 jefes y oficiales de rango para 4.106 soldados, un


jefe cada 3,37 soldados… Una organización que permitiría el desarrollo de
las acciones posteriores y que insumía más de un millón trescientos mil
pesos anuales y que era el motivo del déficit fiscal.

Liniers lo intentó todo con tal de financiar las fuerzas armadas creadas,
desde empréstitos con el Cabildo, gravámenes al comercio y a los
alquileres con una contribución a cargo del 50% de los inquilinos y el 50%
de los propietarios; hasta la pretensión de emitir una segunda moneda a
través de “Vales Patrióticos” la que fuera denunciada antes de su
distribución, y por sobre todas las cosas, las facilidades otorgadas a su
grupo de influencia para el contrabando.

En carta fechada el 20 de febrero de 1809 el comandante Miguel de Calva


escribe al ministro Francisco de Saavedra dándole cuenta que el
contrabando es la principal actividad de la ciudad de Buenos Aires, el 28
de febrero Lucas de Muñoz y Cubero, regente de la Audiencia le escribe a
la Junta Central informando que la Junta de Hacienda del virreinato daba
la más alta protección al contrabando.

Street, el historiador inglés, señala que el tráfico a gran escala comienza


en noviembre de 1808 y que el hijo del Virrey, Luis Liniers, a bordo de un
velero patrullaba la entrada al Río de la Plata ordenando a los buques
eludir el puerto de Montevideo y dirigirse a Buenos aires.

Robert Staples, en carta a lord Castlereagh, señalaba que hasta el 1 de


noviembre de 1809 en el término de un año a esa parte habían ingresado
31 buques a Buenos Aires y 10 a Montevideo con una carga de 1.133.000
libras esterlinas al puerto de Buenos Aires y de 520.000 libras esterlinas al
puerto oriental.

Alexander MacKinnon en carta al Foreing Office del 11 de junio de 1809


solicitaba la designación de un cónsul dado el número de connacionales
dedicados al comercio y el monto alcanzado justificaban la presencia del
mismo, aunque más no fuera para evitar enredos de sus compatriotas.

Por ello, el Cabildo de Buenos Aires, solicita el envío de un nuevo virrey


bajo estos términos:

“La corrupción de todos los ramos del Gobierno ha llegado a su último


término.

La prostitución se ha hecho tan escandalosa como insoportable.

En la administración de justicia se procede sin sujeción a las leyes; la


policía no conoce reglas.
La hacienda pública se maneja sin economía y con criminal indolencia.

No nos rige el orden y nada dista más que el observar las normas y
cumplirlas.

Todo es un trastorno y un desorden.

El bien del Estado y la felicidad de la Nación se las considera como


quimeras, y solo se ha hecho uso de estas voces sagradas para encubrir
la maldad, fomentar la estafa y sacrificar los pueblos.

Es preciso una regeneración en el Gobierno.

Se necesita de un Jefe recto, íntegro, idóneo en los temas que le


competen, capaz de sostenerse con la firmeza que el momento requiere.

El jefe que actualmente gobierna no está en condiciones de mandar, no


es la persona indicada para regirnos ni podemos descansar en sus
designios sin zozobras ni sobresaltos…”

¿Cuántas veces en nuestra historia hemos de presenciar esta


argumentación para describir situaciones semejantes y justificar cambios
institucionales?

La Junta Central en Sevilla, en vista de este informe y de otros de su


misma índole, decidió la destitución del virrey Don Santiago de Liniers y
fundamentando que (cito textualmente): “debido a las grandes
dificultades a vencer, riesgos no comunes que arrostrar y sucesos que
hagan obras las virtudes patrióticas, militares y políticas de los jefes que se
envíen” , designó a un nuevo virrey, el hartamente por todos conocidos,
cuyo nombre forma parte de cualquier libro de historia…Don Antonio
Escaño.

Pero Don Antonio Escaño no aceptó el convite y renunció al otro día de su


designación, entonces a falta de hombre y de nombres se designó a Don
Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Bajo estas condiciones llegará el nuevo virrey Cisneros, se emitirá el edicto
de libre comercio y el informe conocido como “La Representación de los
Hacendados”.

La leyenda dice que la Representación de los Hacendados ha tenido una


influencia mayúscula en los sucesos acontecidos en mayo de 1810 dada la
supuesta búsqueda del libre comercio por parte de los promotores de la
Junta, pero la realidad es que a la fecha de estos sucesos era
prácticamente desconocido, Mariano Moreno lo hizo publicar por la
Imprenta de los Niños Expósitos luego de la revolución, se tradujo al
portugués en el mismo año y en 1811 fue publicado en Londres en el
períodico “El Español” que dirigía Blanco White. Fueron los
acontecimientos posteriores a la firma del tratado Apodaca – Canning los
que impulsaron el libre comercio solo con Inglaterra.

La endeblez de lo argumentado en la “Representación” queda claro en la


siguiente proclama: “Nadie podrá dudar que sea conveniente para el País
que sus habitantes compren por tres pesos un paño que antes valía ocho, o
que se hagan dos pares de calzones con el dinero que antes costaba un
solo par”, lo barato de lo importado haría que la plaza se saturara de
bienes y ”así envilecidos bajan su precio, resultando una baratura útil al
consumidor, y que solamente puede perjudicar a los introductores”.

La pretensión del libre comercio solo traería según este pensamiento


beneficios para los consumidores y desgracias para los importadores, las
industrias del interior deberían adaptarse o perecer para beneficio de la
salud económica.

¡Cuántas veces veremos repetir ese argumento! El 2 de abril de 1976 lo


expondrá José Martínez de Hoz durante el tenebroso proceso, señalando
que se abría una nueva etapa económica en la República Argentina.

En comunicación del 24 de noviembre de 1809 dirigida al ministro


Francisco de Saavedra, el virrey Cisneros explicó el edicto de libre
comercio firmado el 6 de noviembre de 1809, en él exponía:

“Como las estrechas circunstancias en que me he hallado, sin tener fondos,


ni recursos para ocurrir a los gastos que urgentemente se necesitaban
para la conservación de estos Dominios, me he obligado a admitir a
comercio los efectos extranjeros con las limitaciones y restricciones
oportunas, de que doy extensa cuenta en carta adjunta, queda por ahora
suspendido el cumplimiento de las dos Reales Ordenes de 17 de marzo y 10
de julio últimos que V.E. se sirvió comunicarme, para que se observen las
Leyes de Indias en cuanto a no admitir buques extranjeros en estos
puertos; pero luego que varíen las circunstancias, tendré particular
cuidado de que se observen exactamente y que se se guarden con todo
rigor las sabias leyes de estos Dominios”.

El resto ya es conocido, las leyes de Indias en lo referente al comercio no


volverán a utilizarse, la balanza comercial sería deficitaria, las
importaciones superarían con creces a las exportaciones y solo con el
criterio de caja se procedería a arruinar las industrias del interior.

Los revolucionarios de América en México y Venezuela en 1808,


Chuquisaca, el 25 de mayo de 1809 y la Paz, el 26 de julio de 1809, serán
cruelmente reprimidas.

Caracas, Buenos Aires, Nueva Granada, Bogotá, Quito, Santiago de Chile


en 1810 se pronunciarán contra el régimen. En algunos casos con escaso
fervor popular.

Roberto Marfany en su “Cabildo de Mayo” ha propuesto el siguiente


cálculo: el censo de la ciudad de Buenos Aires arrojaba en 1810 una
población de 60.000 habitantes, 45.000 en la ciudad y 15.000 en los
suburbios.

De los 45.000 habitantes, 24.000 eran hombres, como sabemos las


mujeres no tenían derechos políticos en esa época y por casi 140 años
más.

De los 24.000 hombres que habitaban la ciudad, 13.000 eran americanos y


el resto extranjeros.

De los 13.000 hombres americanos, 6.000 eran niños, jóvenes y ancianos.


Quedan 7.000 hombres americanos y mayores de edad.

Las invitaciones al Cabildo del 22 de mayo eran 451.


Hubo 199 ausentes y 252 votaron.

De los 252 votos, 165 lo hicieron por la destitución del Virrey.

Es decir, 165 hombres con el apoyo de casi 600 en la plaza decidieron la


suerte de todo un virreinato.

El 14 de febrero de 1810 el Consejo de Regencia que gobernaba una parte


de España emite un oficio que dice.” Desde este momento, españoles
americanos, os veis elevados ala dignidad de hombres libres, no sois ya los
mismos que antes, encorvados bajo el yugo más duro mientras más
distantes estabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados
por la codicia y destruídos por la ignorancia. Tened presente que al
pronunciar o al escribir el nombre del que ha venir a representaros en el
congreso nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de sus ministros,
ni de los virreyes, ni de los gobernadores, están en vuestras manos”.

El 28 de febrero de 1810 la Junta de Cádiz los exhorta “a formar nuevas


juntas poniéndose ella misma como modelo de las que quisieran
constituirse: Junta cuya formación deberá servir de modelo en adelante a
los pueblos que quieran elegirse un gobierno representativo digno de su
confianza”.

Habrá entonces españoles en las Juntas al lado de americanos, algunas


Juntas declaran la independencia pero el pueblo las resiste, especialmente
los pueblos originarios (Venezuela y Quito en 1811)., la represión tendrá la
conducción de generales criollos (Goyeneche, Tristán), es en principio una
guerra civil de alcance continental.

Al regreso del absolutismo en España con Fernando VII y la derogación de


la constitución de 1812, las guerras toman otra dimensión y se convierten
el guerras ahora si de independencia, aunque la matriz de dominación
continuará antes con España ahora con el Reino Unido de Gran Bretaña,
que tendrá su propia impronta comercial, tal como veremos en los libros
que proceden, tanto en el saqueo del Tesoro, antecedente primordial para
entender las dificultades financieras que producirá, tanto por los
siguientes 15 años posteriores a la Revolución de Mayo y que culminan
con el Tratado de Perpetua Amistad y el empréstito Baring.
Segregación, guerra civil, robo y dispendio de los recursos al servicio del
saqueo que en los albores de la Patria constituyeron nuestra dependencia
económica. Juan bautista Alberdi, en el final de sus días calculará que los
gastos producidos por las guerras civiles hasta la consolidación del estado
nacional ascendían a 27 millones de libras esterlinas, en el mismo lapso,
los empréstitos ingleses sumaban 26 millones de libras esterlinas…

Dice el poeta, que cuando se recibe un nombre se recibe un destino:


Argentina proviene del latín argentum = plata. El extremeño Martín del
Barco Centenera, miembro de la expedición del último adelantado Ortiz
de Zárate publicará un extenso poema titulado “La Argentina” allí contará
críticamente la conquista del Río de la Plata, relatando las miserias de los
conquistadores y exaltando la valoración del indígena:

El Zapicano ejército venía

con trompas y bocinas resonando

al sol la polvareda oscurecía

la tierra del tropel está temblando

de sangre el suelo todo se cubría

y el zapicano ejército gritando

cantaba la victoria lastimosa

contra la gente triste y dolorosa.

Así describirà el poeta la masacre, el robo y la traición en 1602. La íntima


intención de estas páginas es entregar a los hombres y mujeres de mi
Patria estos elementos históricos para su valoración y enseñanza.

Dedico este trabajo a los caídos en nuestra Guerra Nacional del Atlántico
Sur, a todos los malvineros en general y fundamentalmente a los más de
trescientos combatientes suicidados que pesan sobre nuestra conciencia
colectiva.

La Patria Saqueada 1806 – 1825 ha sido escrita en honor de ustedes.

Pontevedra, abril 2 de 2012.-


El saqueo de 1806
UNA ARITMÉTICA PECULIAR

De cómo se manipula la historia y la forma de contar

Los argentinos, como fruto de la colonización pedagógica, hemos


desarrollado una por lo menos curiosa aritmética: la que conocemos como
primera invasión inglesa, de la cual este año se cumple el bicentenario, fue
en realidad la quinta invasión que el imperio anglosajón produjo por sí y
no a través de terceros en nuestro territorio. Otras invasiones luego se
sucederían hasta este presente que nos encuentra dominados,
fragmentados territorialmente, divididos y pauperizados, teniendo como
corolario de los Acuerdos de Madrid de 1.990 a Gran Bretaña como país
limítrofe en nuestro estuario marítimo y a sus empresas, propias o
satélites, en control de nuestro patrimonio y nuestra renta nacional.

La economía no puede entenderse sin la historia, y esta sin los mapas, las
leyes, los tratados, los acuerdos, en definitiva, hechos concretos en lugar
de cuentos o novelas históricas con que, bajo el falso paraguas de la “libre
interpretación”, pretenden esquilmarnos, una vez más, de nuestro
pasado. Porque quienes hoy nos dominan son los hijos de aquellos que
dominaron ( y modelaron) también nuestro pasado mediante la
tergiversación de los hechos. La carencia de esta conciencia del pasado y
del presente condiciona dramáticamente nuestro futuro. Por ello,
retomar la conciencia y recuperar la memoria, son dos de las batallas
fundamentales en que se juega la vida y el futuro de los argentinos.

Recuperar la historia, es desandar los senderos del dolor, la mentira y el


engaño, pero también recuperar el sendero del amor y del heroísmo.
Nuestra historia, es la historia de la sangre. Se cuentan por miles los que
han dejado sus huesos en los campos de batalla para que el odio del
olvido los cubra y nos arrebate su testimonio de vida y su testimonio de
muerte.

Sin valores presentes; escamoteados los ejemplos vitales; la mitología del


bronce se adueñó de nuestras plazas y nuestra educación; en la anomia y
el vacío conceptual no sabemos responder como nación las más
elementales preguntas:

¿Para qué existimos?

¿Qué significado tiene para nosotros la libertad y la independencia?

En nuestro saqueo cultural y espiritual, nos hemos acostumbrado a que


los sustantivos fueran reemplazados por los adjetivos, por las
generalizaciones, por las frases hechas, por las definiciones huecas, por la
mundaneidad de las excusas vanas, por la justificación del fracaso,
predicadas una y otra vez por los apóstoles de la sumisión y la desdicha.

No puede entenderse nuestro devenir colonial sin incorporar por su


injerencia a Gran Bretaña a nuestra historia, al término de considerarla
como dos términos de la misma ecuación de sojuzgamiento imperial
(términos no igualitarios porque el sistema imperial se basa
fundamentalmente en la creciente desigualdad de fuerzas); pero éste no
es sólo una cuestión propia de los argentinos sino que es una experiencia
de muchos pueblos sojuzgados del mundo:

“Cuando cualquier nación, salvaje o


desenfrenadamente trata de perturbar nuestro comercio, nos da justa
causa para atacarla. El comercio concierne al Universo y el injuriarlo, por
presunción o prejuicio, es una ofensa contra la Ley de la Naturaleza y de
las Naciones. Pero en nuestro caso el comercio es de particular
concernimiento. Es a él a quien debemos si no nuestra existencia, al menos
nuestra fortuna y nuestra grandeza. La nación por tanto, que nos
perturbara en este aspecto, mostraría su intención de arruinarnos y
destruirnos”.

El texto que hemos mencionado forma parte de un pequeño folleto


titulado “Una Propuesta para Humillar a España”, cuya carátula reza:
Escrita en 1.711 por una persona de distinción y ahora impresa, por
primera vez, sobre la base del manuscrito, a lo que se agregan algunas
consideraciones acerca de los medios de indemnizar a Gran Bretaña de los
gastos de la presente guerra. Escrita en Londres. Impreso por J. Roberts,
cerca de Oxford – Arms en Warwick Lane. Precio de venta: un chelín.
Llega a nuestras manos gracias al aporte del Dr. Julio González, quien a su
vez lo recibió del Capitán de Fragata Bernardo Rodríguez, que lo había
publicado en diciembre de 1969, remontándose su primera difusión en
Argentina a la publicación de un artículo en el diario “La Prensa” del 5 de
noviembre de 1.933 llamado. “ La Conquista Inglesa de Buenos Aires
trazada en 1.711, Aparición de un curioso libro ignorado” cuya autoría
pertenece a Carlos Alberto Leumann.

Remitimos al trabajo del Dr. González “La involución argentina” las


consideraciones generales sobre este importante documento. En su
época, su amplia difusión en Inglaterra estuvo garantizada ya que podía
adquirirse un ejemplar del mismo al módico precio de un chelín.

Este singular folleto propone al gobierno inglés (en 1.711) el envío de


ocho buques de guerra con otros cinco o seis grandes de transportes, cuyo
total de unidades podría conducir 2.500 hombres para desembarcar en
cualquier momento y atacar, o más bien, tomar Buenos Aires, situada
sobre el Río de la Plata.

Convencido que los habitantes no harían defensa alguna o bien ésta sería
muy débil contra tal fuerza no tendría problemas en ocupar la plaza
“porque si solo se tratara de saquear, no dudaría en hacerlo con 400
bucaneros”. Lejos de pensar en esto como una aventura, sino todo lo
contrario, propone “que tan pronto sea tomada la ciudad ( la misma) sea
fortificada de la mejor manera que el país lo permita, porque no hay
piedra y los perezosos españoles nunca han tratado de hacer ladrillos, pero
esto puede remediarse y una vez fortificada, deberá dejarse la más
numerosa guarnición que pueda ser desembarcada”.

Luego realiza una breve descripción geográfica del lugar señalando: “ La


fertilidad de este feliz país excede lo creíble. Sus ricas llanuras, que son las
mayores del mundo, de cincuenta y algunas de sesenta leguas de
circunferencia, están tan cubiertas de ganado que no pueden creerlo sino
aquellos que lo pueden ver”.

A continuación comienza a describir el motivo real de la conquista: “Corre


una noble carretera de Buenos Aires a la Provincia de Charcas, donde se
encuentra Potosí y las más considerables minas; como ésta Provincia es la
más al sud de todo el Reino del Perú, es una consecuencia, que toda Sud
América, puede ser provista de géneros y mercaderías de toda clase que
desee, por este camino, infinitamente más barato que cualquier otro en
uso”.

Las riquezas del cerro de Potosí a tiro de una caravana de mercaderes.

Cada año salía rumbo a América cerca de mil buques con todo tipo de
mercaderías, que los monopolistas españoles compraban a los
comerciantes europeos. El camino del aprovisionamiento de América del
Sud era por entonces el siguiente: las mercaderías así provistas,
consignadas a nombre de comerciantes españoles, eran remarcadas en
sus precios y embarcadas en el puerto de Cádiz de allí eran transportadas
a Porto Bello, donde eran descargadas y enviadas por lomo de mula a
Panamá y nuevamente reembarcadas al puerto del Callao y desde allí
dispersadas por tierra hacia las diversas provincias del continente, de lo
que deduce “que las cargas de flete superan en cuatro o cinco veces el
costo original de las mercaderías “. “ Si el aprovisionamiento se hace
desde Buenos Aires con buques ingleses, las mercaderías que cuestan 100
libras pueden ser vendidas en el mercado a 250 libras, el mercader gana
considerablemente más por ellas y puede realizar tres viajes, en el tiempo
en que hace uno, de la otra manera. Una vez que podamos fijar nuestro
comercio por el camino propuesto, con seguridad arruinaríamos en pocos
años las manufacturas de Quito ( cuyas telas eran manufacturadas para el
vestido de los pobres) ”.

Luego traza las ventajas estratégicas de la toma de Buenos Aires, ya que


ésta es un vértice del triángulo formado por el Perú (mineral) y el
Paraguay ( productor de yerba mate). Señala : “ no puede imaginarse la
cantidad de provisiones de toda clase que son necesarias en las minas y las
condiciones de vida en ellas son muy insalubres.”

Para sobrellevar la dureza de la vida en los yacimientos del Perú, en donde


fueron masacrados más de 8 millones de indígenas en la explotación
colonial (en Potosí hay calles empedradas con cráneos humanos) hace
falta la carne, mulas, caballos y demás provisiones que se abastecen desde
Buenos Aires, y la yerba del Paraguay que “sin ella les sería imposible
extraer ningún mineral, pues los pobres desventurados, negros e indios
que se emplean para trabajar en ellas, caen prácticamente cada hora,
sofocados por los vapores minerales que aspiran en aquellas vastas
cavernas subterráneas y nada los recobra, salvo un licor hecho con esta
infusión de hierba en agua caliente. Algunas veces cuando los esclavos
están casi muertos, usan este licor como emético, haciendo una infusión
más fuerte, lo que limpia sus estómagos de las materias ofensivas y salva
sus vidas cuando ya todo es inefectivo”.

He allí al objetivo final; el apoderamiento de la cuenca minera del Perú


mediante el manejo del aprovisionamiento y la segregación en estados
diferentes del país mineral ( Perú), del país de la carne ( Argentina) y del
país de la yerba mate ( Paraguay). Separados a través del “libre comercio
inglés” se apoderarían de todo lo producido, inclusive de la producción de
cueros y la provisión de esclavos que vendría a reemplazar a los
masacrados aborígenes en la explotación de las minas y las haciendas.

La masacre de los pueblos originarios y su reemplazo por nuevos pueblos


esclavos es mencionada como un mero negocio colateral al
apoderamiento del continente americano.

El vigor de la ética imperial en todo su esplendor.

El rigor de las condiciones de trabajo y el contacto con enfermedades


desconocidas en el continente, por lo cual no había desarrollado el
sistema inmunológico de los habitantes naturales, agilizó la masacre. Se
calcula que la mitad de la población aborigen, no sólo de América, sino de
Australia y las islas oceánicas murió como consecuencia de la viruela,
tétanos, tifus, lepra, fiebre amarilla y demás pestes, desconocidas por
estas tierras y traídas por los conquistadores, sostenedores de la
desarrollada y humanitaria cultura europea.

Para nuestro mal nada ha cambiado, hoy se sigue produciendo la masacre


a través del genocidio del hambre, la pobreza y la deuda externa, para
proveer luego el reemplazo de ésta población (nosotros) por otra. Hoy
como ayer el Imperio pretende el territorio y sus riquezas, pero con
escasos y sojuzgados habitantes, sólo la dotación suficiente para la
conservación de sus fuentes de explotación. Simples aparcerías en lugar
de naciones independientes. Factorías moldeadas al gusto de las
metrópolis.
El folleto contiene una clara y contundente definición del doble objetivo a
lograr: quitar la fuente de riqueza con que se financiaba el reino español y
apoderarse del continente.
Un siglo después de su primera publicación, han de cambiar de táctica
pero no de objetivo final, dejará el imperialismo británico las acciones
bélicas directas (luego de la experiencia de Buenos Aires en 1806 y 1807) y
utilizará a los mismos naturales como ejercito de ocupación, emancipando
a las antiguas posesiones españolas que declararán una débil
independencia sometidas desde el principio de sus días por el comercio
inglés, la falta de moneda ( producto de los sucesivos robos de los Tesoros
de Real Hacienda – lo que hoy se entendería como Bancos Centrales), los
empréstitos que han de sucederse en toda la región y los Tratados de
Perpetua Amistad que cada Nación Latinoamérica firmará con Gran
Bretaña, quien de esta forma reconocerá su independencia a costa de
someterla al arbitrio inglés.

Por ello, George Canning con elocuencia en la Cámara de los Comunes


dirá: “ Si Francia ocupaba España, ¿ era necesario, para evitar las
consecuencias de esa ocupación, que nosotros tuviéramos que bloquear
Cádiz? No. Yo miré en otra dirección. Yo busqué materiales de
compensación en otro hemisferio. Contemplando a España, tal y como
nuestros antepasados la habían conocido, resolví que si Francia tenía a
España, no había de ser España con Indias. Yo llamé a la existencia al
Nuevo Mundo para enderezar la balanza del viejo”.

Como su antecesor Lord Castlereagh en su Memorando de 1.807


propondrá el cambio de monarquías por repúblicas cuyas clases altas
estuvieran ligadas a la Corona. Y rebosante dirá en carta a Sir Charles
Stuart: “ la cosa está hecha, el clavo está puesto, Hispanoamérica está
libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es
inglesa”.

Si bien la primera noticia del intento de apoderamiento de las Indias por


parte de la Corona Británica se remonta a Oliverio Cromwell, quien
concibió su plan en 1.654, del que sólo obtuvo la modesta pero estratégica
posesión de Jamaica. La publicación de este folleto en época de relativa
paz con el reino español, da cuenta de los intereses permanentes que
gobernaron y gobiernan al imperialismo inglés.

El principio estratégico utilizado por Inglaterra de que no hay amigos o


enemigos permanentes sino intereses permanentes es uno de los
principios componentes del decálogo británico que con claridad meridiana
señalan el Vcom. (R) Horacio Ricciardelli y Luis Schmid en “Los Protocolos
de la Corona Británica”, los autores señalan como otros los siguientes:

Dividir para reinar;

( Fomentar la existencia de) Mercados no países;

Incitar para vencer;

El poder no se muestra;

Apoyar al enemigo débil frente al enemigo fuerte;

La guerra es la última de las políticas;

Quién controla el mar controla el comercio, quien


Controla el comercio, controla el mundo
No importa perder batallas sino ganar guerras

El estratega desarrolla sus planes sin el


condicionamiento
Del tiempo.

Me remito a la obra citada para ampliar este y otros temas afines.

A la muerte de Carlos II, el 1 de noviembre de 1.700 se desata la guerra de


sucesión española, al entender el imperio inglés que, una alianza entre
España y Francia, dirigida por el monarca francés rompería el equilibrio
neutralizante en el continente europeo, en razón de ello, las potencias
marítimas de aquella hora, Inglaterra y Holanda se unen al archiduque de
Austria, a la mayoría de los príncipes alemanes, Prusia, Saboya y
finalmente Portugal frente a los Borbones. Estaba en juego no sólo el
equilibrio del continente europeo sino también el destino de las colonias
españolas en América.

La neutralidad o paridad de fuerzas en el continente era una cuestión


esencial para la potencia marítima, ya que esta neutralidad continental
despejará contendientes en su área de influencia y fortificará la Corona.
De la resolución de esta guerra, Inglaterra logra por el Tratado de
Methuen el aporte de Portugal de una excelente base de operaciones en
la península ibérica y la misma facilitará el abastecimiento de los navíos
ingleses.

La geopolítica británica encaminaba los hechos hacia sus trazados


objetivos.

Desde siempre la concepción geopolítica británica entendió la existencia


de una gran masa terrestre configurada por Europa – Asia - África,
encerrada entre los límites del Mar Glacial Ártico, El Océano Atlántico, El
desierto de Sahara y las estepas de Siberia.

A esta gran isla la rodea un anillo insular y una periferia continental la cual
debe ser controlada mediante la ocupación de bases marítimas y enclaves
estratégicos. Gran Bretaña se ocupó históricamente de fomentar los
conflictos dentro de la gran masa terrestre para debilitar a sus
contendientes, mientras multiplicaba su poder y control sobre al anillo
insular y la periferia. Todas las conquistas británicas tendrán entonces el
carácter de posesiones insulares, tal como lo muestra el siguiente
planisferio.

En febrero de 1.763 se firma el Tratado de París que da fin a la guerra de


siete años entre Inglaterra y Francia. Hacia el final de este conflicto
España interviene por razones de familia a favor del bando francés. La
principal consecuencia de la victoria inglesa es la modificación de los
mapas del mundo por la firma de este tratado, especialmente los de
América del Norte, y Centroamérica. Canadá y Terranova que era posesión
francesa pasa a manos inglesas. Florida que era posesión española pasa a
Inglaterra y en compensación recibe el territorio de Luisiana, que era
francesa. El este del río Missisipi cambia de mano y la totalidad de ese río
es de libre navegación para los ingleses.

Lo mismo ocurre con las Antillas, excepto Haití, Guadalupe, Martinica y


Santo Domingo que quedan en manos de Francia y Cuba, este de Santo
Domingo y Puerto Rico que quedan en manos españolas, el resto pasa a
control inglés, Francia es obligada a evacuar Hannover y Prusia. La India
es explotada únicamente por compañías británicas, se calcula que entre
las batallas de Plassey y Waterloo, las utilidades extraídas de la India
superan los 500 mil millones de libras esterlinas con una inversión total
calculada por parte de las sociedades anónimas inglesas que no superaron
los 36 millones de libras esterlinas.

Este inmenso caudal de recursos ( 500 mil millones contra una inversión
de 36 millones) según diversos autores, entre ellos el norteamericano
Brooke Adams es el que sostiene y financia la primera revolución
industrial que se desarrolla fundamentalmente en Inglaterra: “ la entrada
de los tesoros de la India, al aumentar considerablemente el efectivo de la
nación, no solamente incrementó sus reservas de energías sino también su
flexibilidad y rapidez de movimientos”.

Con respecto a América, Earl Hamilton sostiene a partir de los registros de


la Casa de Contratación española que la provisión de oro y plata
americanos desde 1503 hasta 1.660 sumaba 185 mil kilos de oro y 16
millones de kilos de plata, solamente la plata remitida al viejo continente
superaba en un 300% todas las reservas europeas. Teniendo en cuenta
que este cálculo no contempla el contrabando de los minerales, ni el envío
de los mismos a Filipinas y China, ni el accionar de la piratería, podemos
sostener que América generó su pobreza a causa de que su riqueza
sostuvo el desarrollo económico y la prosperidad europea.

La masacre y el saqueo permite a los británicos aventajar a los demás


países europeos en la adecuación de los sistemas económicos y poco
tiempo después, como consecuencia de la batalla de Trafalgar, hacerse
dueña de los mares y por ende, manejar el comercio mundial, dando
cumplimiento a una de sus axiomas estratégicos: quien controla el mar
controla el comercio, quien controla el comercio controla el mundo.

Para que esta enorme concentración de riqueza se produjera fue


necesario a su vez, la concentración de la mayor fuerza laboral hasta ese
momento conocida: la masacre de los pueblos originarios y el reemplazo
por mano de obra esclava. Imprescindible para la acumulación de riquezas
en pocas manos, que decidirá por entonces, el destino económico y
político del mundo hasta nuestros días.

Primera invasión o el destino de estos territorios jugado en el acierto de


una bala roja

La influencia británica en América del Sud había echado base luego del
Tratado de Utrecht de 1.713, ya que como consecuencia del mismo, la
trata de negros en América había sido concedida a los ingleses (que
abonaban un canon a los respectivos reinos). Es decir, la destrucción de
los pueblos originarios y el reemplazo de la mano de obra esclava para
sostener la producción de las minas y las haciendas, sirvió para la
introducción de un enorme negocio: la trata de esclavos, demás de
incrementar la influencia sajona en el comercio continental.

Al principio esa injerencia se valió de su aliado estratégico, Portugal, para


las acciones directas, tanto militares como de contrabando de
mercaderías, especialmente en Colonia del Sacramento, que desde su
fundación en 1.680 sirvió de base para el contrabando portugués y
también inglés. La plaza de Colonia pasó varias veces de mano, hasta que
por el Tratado de Madrid del 13 de enero de 1.750, la misma fue devuelta
a España pero Portugal recibía en compensación la entrega de los siete
pueblos de las Misiones Jesuíticas. El Tratado de Permuta se suspendió en
1.761 y se reanudaron las hostilidades en torno a Colonia del Sacramento,
la que se rindió a las tropas españolas al mando de Don Pedro de Cevallos
el 2 de noviembre de 1.762.

Como consecuencia de estos hechos, el embajador portugués organizó en


Londres una expedición para conquistar el Río de la Plata y convertir la
zona oriental en un enclave comercial anglo portugués. Debido a ello y
con la intervención de la empresa multinacional de la época, la Compañía
Inglesa de las Indias Orientales (que explotaba la trata de esclavos entre
otras ocupaciones) se logró reunir un apreciable capital de 100.000 libras
esterlinas en mercaderías para provecho comercial de la primera
intervención armada inglesa en tierras rioplatenses.

El jefe de la expedición inglesa fue John Mac Namara, quien por su cuenta
armó un navío, el “Lord Clive”, para posteriormente vendérselo al
Almirantazgo, de igual manera se armó la fragata “Ambuscade”, a los
cuales se sumarían en Río de Janeiro, el navío “Gloria”, una fragata y seis
bergantines, además de soldados de tropa. Según los especialistas era la
fuerza naval más poderosa que hasta entonces se había preparado contra
el Río de la Plata.

El 6 de enero de 1.763 se inició el ataque a Colonia del Sacramento, ya que


el estado de bajante del río impidió su acercamiento a Buenos Aires, y el
calado de los buques dificultaba el acercamiento a Montevideo. Mac
Namara al comando del “Lord Clive” atacó el fuerte Santa Rita; el
“Ambuscade” atacó el fuerte de San Pedro y el “Gloria” el fuerte San
Miguel. Se enfrentan a escasas fuerzas, ya que la dotación militar debió
ser repartida entre Buenos Aires, Montevideo, Maldonado y Colonia del
Sacramento.

Cerca de las 4 de la tarde, comienza a definirse la contienda, producto de


una bala roja, es decir, una bala de hierro calentada al rojo vivo, que
lanzada por los cañones de los defensores impacta en el buque “Lord
Clive”, el cual comenzó a arder (debido a su estructura de madera)
pereciendo el grueso de su tripulación, incluído su comandante, las otras
naves, luego de sufrir duro castigo se retiraron del combate.

Es decir, la primera invasión inglesa se resuelve a favor de las tropas


defensivas gracias a una bala caliente.
Quien repele el ataque es el Gobernador Don Pedro de Cevallos, hombre
de genio y valor comprobado, quien tal vez, iniciando una casualidad
histórica (Belgrano, San Martín entre otros) se hallaba enfermo al
momento del ataque En carta fechada en febrero de 1.763 dirá al Rey de
España sobre los objetivos británicos:
“ Los ingleses no contentos con las
grandes ventajas que lograba esta nación por el comercio en la plaza de
Colonia (se refiere al comercio de esclavos) estando en poder de los
portugueses, han aspirado a la conquista de Buenos Aires, sin duda porque
habiendo estado en aquella ciudad con el Asiento de Negros, conocen que
no sólo se harían por este medio dueños de las riquezas del Perú, sino
también de todo el país hasta el Potosí, no habiendo en tan dilatado
territorio tropa alguna, ni en la gente de acá disposición para oponerse a
seiscientos u ochocientos hombres de tropa que intentasen penetrar hasta
allá, ni tampoco creo faltarían entre los moradores quienes por sus
particulares intereses lo celebrasen, fuera del auxilio que pudieran tener
de los indios infieles que pueblan las campañas”.

La genial visión de aquel hombre que anticipaba la conquista de Buenos


Aires y desde allí el apoderamiento de las riquezas mineras de América es
lo que efectivamente ocurrió y ocurre para nuestra desgracia. Y también
anticipa, hoy como ayer, el comportamiento de un sector de la población
para quienes por “sus particulares intereses” apoyaron (y apoyan) el
comportamiento de conquista por parte de los súbditos de su majestad
británica.

Segunda invasión: desembarco en Malvinas y posterior retirada


diplomática

Lo cierto es que las Provincias del Río de la Plata asomaron a la vida


colonial en medio de una crisis que afectaba sus fronteras internacionales
debido al avance de “los bandeirantes” luso brasileños y las consecuencias
económicas y políticas del contrabando. Ambas presiones afectaron el
desenvolvimiento del pretendido eje Lima – Buenos Aires, que debía
vertebrar toda la integración americana.

A estos conflictos han de sumarse las pretensiones británicas, quienes en


enero de 1.765 producen la segunda invasión al territorio, cuando John
Byron llega al archipiélago malvinense y funda en la conjunción de las islas
Trinidad, Vigía y parte noreste de la Gran Malvina, Puerto Egmont, en
honor al primer Lord del Almirantazgo y Segundo Conde de Egmont.
España reacciona e incluye al archipiélago dentro de la jurisdicción de la
Gobernación de Buenos Aires, designando como Gobernador de las Islas
Malvinas al capitán de Fragata de la Real Armada D. Felipe Ruiz Puente,
dependiente del Gobernador y capitán general de Buenos Aires.

De esta decidida acción provienen nuestros inalienables derechos sobre


nuestras irredentas Islas Malvinas.

Francia que ocupaba las islas desde un año atrás, en un asentamiento


llamado Puerto Luis, en honor a su rey, luego de negociaciones reconoce
la soberanía española previa indemnización de todo lo gastado en la
colonización. Del total acordado, 200.000 libras tornesas se abonó en París
y el resto, 75.621 se abonó convertidas en pesos fuertes en Buenos Aires.

Si bien los británicos se retiran, dejan una declaración afirmando que las
islas pertenecían a Inglaterra. España mantiene en las islas a una dotación
militar, la que era aprovisionada anualmente desde Montevideo. La
misión de esta guarnición militar era patrullar y evitar la depredación de
las ballenas y lobos marinos por parte fundamentalmente de
embarcaciones inglesas y holandesas.

Tercera invasión: nuevamente Malvinas, rendición y retirada diplomática

La tercera invasión se produjo el 10 de diciembre de 1.769 cuando el


Capitán Antonio Hunt comunica que ha de ocupar nuevamente el
archipiélago malvinense a nombre de su graciosa majestad,
estableciéndose en Puerto Egmont. El 11 de mayo de 1.770 al comando
del Mayor General Juan Ignacio Madariaga parte una fuerza naval
compuesta por 4 fragatas, un bergantín y un chambequín, 1.400 hombres
de tropa embarcada y 140 cañones.

Luego de un bloqueo a las instalaciones inglesas, el 10 de junio de 1.770


comienza el ataque y los ingleses izan la bandera blanca de rendición, sin
que se produjeran bajas. Y luego de negociaciones diplomáticas en mayo
de 1.774 los ingleses evacuan Puerto Egmont.

Nacimiento de un gigante: el Virreinato del Río de la Plata

Entre la tercera invasión y la cuarta, ha de producirse un hecho


trascendente:
La creación del Virreinato del Río de la Plata.
1. Mapa del Virreinato del Río de la Plata. 1776.
2. Segregación del Paraguay 30-9-1813.
3. Formación de la República de Bolivia. 1825.
4. Pérdida de parte de Misiones. Laudo arbitral Cleveland. 1825.
5. Separación del Uruguay. 1828.
6. En los momentos en que la Argentina libra la guerra contra el Imperio del
Brasil, Chile modifica su Carta Fundamental, extendiendo su límite al sur
del río Bío-Bío, hasta el Cabo de Hornos. 1828..
7. Ocupación inglesa de las Islas Malvinas. 1834.
8. Pérdida del Estrecho de Magallanes y Península de Brunswik. 1843.
9. Segregación de Villa Oriental y territorios anexos al Paraguay.1869.
10. Segregación de Tarija y parte del Chaco argentino. 1889.
11. Pérdida de la zona del Norte del Seno de La Ultima I speranza
(Puerto Natales. 1893.
12. Pérdida de las Islas de Picton, Lennox y Nueva, de las Islas Atlánticas hasta
el Cabo de Hornos y su proyección sobre el espacio marítimo hacia el
Atlántico sudoriental. 1984.

Un país nacido con 7.000.000 km2, bioceánico, minero, con independencia


alimentaria, autosuficiente en materiales y materias primas claves, un
espacio organizado capaz de albergar a millones de habitantes que
vinieran a poblar estas tierras, puente estratégico entre el Oriente y
Europa, pensado para que junto al reciente emancipado Estados Unidos
equilibrar geo estratégicamente el poderío naval inglés, asegurando por el
Sur el único paso entre los océanos.
Era la forma real y concreta de convertir el suelo en política.

Cada vez que ha aparecido una gran nación, siempre ha estado unida al
dominio de un gran espacio. De la organización de ese espacio, deviene su
grandeza. Por analogía, la amputación territorial deviene en el
empequeñecimiento de la nación en todas sus fases.

La creación del Virreinato no sólo es un hecho jurídico con implicancias


políticas y económicas, sino en nuestro caso el nacimiento de un espíritu
de unidad latinoamericana.

Dirá más adelante el libertador Simón Bolívar, con motivo a la


convocatoria del Congreso de Plenipotenciarios de Panamá en 1.822: “
Nuestras Repúblicas se ligarán dé tal modo que no parezcan en calidad de
naciones, sino de hermanas, unidas por todos los vínculos que nos han
estrechado en los siglos pasados, con la diferencia que entonces obedecían
a una sola tiranía y ahora van a abrazar la misma libertad, con leyes
diferentes y aún gobiernos diversos, pues cada pueblo será libre a su modo
y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia”.
La vastedad territorial intentará convertirse en una sólida expresión
política ante los imperios del mundo. Nacida de una cultura de síntesis,
entre lo nuevo y lo autóctono, mientras se mantuvo ese ideario cultural se
sobrevivió a la ceguera política y económica de los gobernantes, destruída
la misma, la dominación en todos sus planos ha sido más fácil.

El primer estadista

Para lograr esa comunidad entre el hombre y el espacio, la amalgama de


distintas visiones cosmológicas, la fusión de centenares de lenguas y
etnias en una impronta común ( lo criollo) y la elaboración de una
conciencia de un destino universal, se designó al mejor hombre para el
cargo: el general Don Pedro de Cevallos, quien como Gobernador de
Buenos Aires entre 1.756 y 1.766 había desarrollado una labor
excepcional. Para calibrar la importancia que asistía a la empresa,
mencionemos que al momento de su designación ejercía la Gobernación
de Madrid.

Dueño de una visión estratégica excepcional, proyectaba un destino


distinto al continente americano. La estructura económica
latinoamericana desde siempre, ha estado orientada a proveer el mercado
externo, ajustando su subordinada estructura productiva a los favores del
consumo y despilfarro de los países centrales, consolidando el poder
político local en los sectores ligados al comercio exterior, a ello vino a
oponerse Don Pedro de Cevallos, con otro proyecto de autosuficiencia que
deviniera en la independencia económica y política, como fruto de la
madurez de los pueblos americanos.

La Cédula Real de nombramiento de don Pedro de Cevallos, suscripta el 1


de agosto de 1.776, mostraba la satisfacción, confianza y seguridad en la
concreción de la inmensa tarea encomendada que el rey le dispensaba, así
podemos leer:

“ Don Pedro de Cevallos, Teniente General de mis Reales Ejércitos:


Por Cuento hallándome muy satisfecho de las repetidas pruebas que me
tenéis dadas de vuestro amor y celo a mi Real servicio, y habiéndoos
nombrado para mandar la Expedición, que se apresta en Cádiz con destino
a la América Meridional, dirigida a tomar satisfacción de los portugueses,
por los insultos cometidos en mis Provincias del Río de la Plata, he venido
en crearos mi Virrey Gobernador y Capitán General de las de Buenos Aires,
Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y de todos los
Corregimientos, Pueblos y Territorios a que se extiende la jurisdicción de
aquella Audiencia, la cual podréis en el caso de ir a ella, con las propias
facultades y autoridad que gozan los demás Virreyes de mis dominios de
las Indias, según las leyes de ellas, Comprendiéndose asimismo bajo de
vuestro mando y jurisdicción los territorios de las ciudades de Mendoza y
San Juan del Pico, que hoy se hallan dependientes de la Gobernación de
Chile, con absoluta independencia de mi virrey de los reinos del Perú,
durante permanezcáis en aquellos países, así en todo lo respectivo al
Gobierno Militar, como al Político y Superintendencia General de Real
Hacienda en todos los ramos y productos de ella. Por tanto mando al
citado mi Virrey del Perú, Presidentes de Chile y Charcas, a los Ministros de
sus Audiencias, a los Gobernadores, Corregidores, alcaldes Mayores,
Ministros de mi Real Hacienda, Oficiales de mis ejércitos y armada, y
demás personas, a quienes tocar pueda, os hayan, reconozcan y
obedezcan, como a tal Virrey, Gobernador y Capitán general de las
expresadas provincias, en virtud de esta mi cédula o de testimonio de ella,
que deberéis dirigir a vuestro arribo a los Jefes, Tribunales y demás que
corresponda, para que sin la menor réplica ni contradicción cumplan
vuestras órdenes y las hagan cumplir puntualmente en sus respectivas
Jurisdicciones, que así es mi voluntad, y que luego que estéis navegando a
la salida de Cádiz, os deis a reconocer por tal Virrey, Gobernador y Capitán
general en todos los buques de Guerra y Transporte, para que se hallen en
esta inteligencia, y estén a vuestras órdenes cuantos van embarcados en
ellos. Y a efecto de que no se os pueda poner embarazo en el absoluto
ejercicio y autoridad perteneciente al alto carácter de mi Virrey,
Gobernador y Capitán General, en virtud de esta mi Real Cédula, os
dispenso de todas las formalidades de otros despachos, juramento, pago
de media annata, toma de posesión, juicio de residencia y de cuantos otros
requisitos se acostumbran y prescriben las Leyes de Indias para
nombramiento de Virreyes de aquellos Dominios, para convenir así mi Real
Servicio. Y mando igualmente a los Oficiales Reales de las Cajas de Buenos
Aire y demás del Distrito de vuestro Gobierno, os satisfagan puntualmente
de cualesquiera caudales de mi Real Hacienda al respecto de cuarenta mil
pesos corrientes de América, que os asigno en cada año, para desde el día
de vuestro embarco en Cádiz, en virtud de vuestros recibos o cartas de
pago, que les servirán de legítima data, son otro recaudo alguno.

Dada en San Idelfonso a primero de agosto de mil setecientos setenta y


seis”

Se embarcó hacia estas tierras al frente de 9.000 hombres y a bordo de


100 barcos. Batió a los portugueses en la isla de Santa Catalina, donde el
mercenario inglés Mac Donald huye con su escuadra rumbo al Janeiro y
logra la rendición incondicional de Colonia de Sacramento, que se hallaba
otra vez en poder de los lusitanos debido a los acuerdos diplomáticos.
Hizo volar sus murallas e inundar el puerto, para lograr su total
inutilización, previendo que otra vez, por vía diplomática, se perdiera la
plaza, ante ello, siguió la política de los hechos consumados. Dirá el
ministro español Floridablanca en informe a su rey: “ por la gran empresa
de Cevallos, la Colonia rendida a discreción vió volar sus murallas cayendo
así para siempre la ciudadela donde había flotado cerca de un siglo la
bandera del contrabando”.

Iniciaba así su mandato destruyendo la fuente de perversión y corrupción


que demolía política, económica, jurídica, social y culturalmente la nación
recién creada. En carta al ministro Gálvez sostendrá Cevallos: “ que el
nuevo Virreinato constituye el verdadero y único antemural de esta
América (frente a las usurpaciones), a cuyo fomento se ha de propender
con todo empeño, donde ha de subsistir o perderse la América meridional”

Este estadista organizó el espacio creando estructuras administrativas y


económicas que caracterizaron en la paz, el desarrollo de las décadas
subsiguientes. Para obtener real dimensión del país creado consignemos
que en 1.785 se procedió a una nueva ordenación política administrativa,
contando con las siguientes Intendencias:
Buenos Aires ( actuales provincias de Buenos Aires, Santa Fé,
Entre Ríos, Corrientes, Misiones, La Pampa, región patagónica y la Rep.
Oriental del Uruguay)

Paraguay (todo el territorio de la República del Paraguay)

Córdoba del Tucumán ( actuales provincias de Córdoba,


Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja)
Salta del Tucumán ( actuales provincial de Salta, Jujuy,
Santiago del Estero, Catamarca y Tucumán)

Charcas ( todo su territorio excepto Potosí)

La Paz ( todo su territorio)

Potosí ( incluía Potosí, Tarija, Puna de Atacama, Chayanta y


Antofagasta con salida al océano Pacífico)

Cochabamba ( Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Moxos)

Puno ( todo su territorio hasta el norte del lago Titicaca)

La genialidad de este hombre que supo defender con valentía y eficacia la


misión encomendada, propulsando un eje Lima - Buenos Aires, integrador
continental y causa de soberanía, que los pueblos una vez maduros debían
ejercer por sí. Esa es nuestra heredad común.

De regreso a España, alertó incesantemente sobre el pérfido y


permanente accionar inglés, hasta que la muerte lo sorprendió el 26 de
diciembre de 1.778 cuando viajaba a Madrid a reunirse con el rey Carlos
III.

Su labor integradora y fundadora de una gran nación no logró tener


continuación orgánica después de 1.820. El desmembramiento espiritual a
causa de las calumnias y los falsos relatos sobre los hombres; los actos
públicos que consolidaron el desmembramiento material, tanto territorial
como de medios de sustentación; el sistemático robo de los Tesoros de
Real Hacienda de las principales ciudades de Latinoamérica, que produjo
la inmediata escasez monetaria y el ahogamiento financiero; la
consecuente libertad de comercio con Inglaterra presentada como
solución de aduana a esa estrechez financiera, con el permanente
deterioro de los términos de intercambio ( 8 buques repletos de cueros
por uno de mercaderías inglesas); la introducción de logias y su accionar
en esferas del poder, incluída la propia Iglesia Católica; los préstamos
otorgados con suculentas comisiones para los intermediarios y el
reconocimiento de las repúblicas a cambio de la firma de “tratados de
perpetua amistad “ ( en 1.825 en escasos meses todas las repúblicas
latinoamericanas firmaron acuerdos de perpetua amistad y recibieron
préstamos financieros. .

Parafraseando a Lord Castlereagh, el clavo inglés estaba puesto sobre el


madero de la crucifixión latinoamericana.

Cuarta invasión o la importancia de la pequeña Isla de los Estados

La cuarta invasión inglesa a nuestro territorio se produce con la ocupación


de la Isla de los Estados. Si bien desde más de cien años la zona era
utilizada para la explotación indiscriminada de la pesca de ballenas y
lobos marinos, hasta alcanzar la dimensión de depredación de estos
recursos, especialmente por buques holandeses e ingleses. En 1.788 estos
últimos se asientan en la isla y son desalojados en 1.791, por orden del
Virrey Loreto, a consecuencia del Tratado Nootka Sound firmado por
españoles e ingleses.

En Nootka Sound, localidad de Vancouver, Canadá, los españoles habían


sorprendido y apresado a dos buques ingleses dentro de sus aguas
territoriales, los británicos consideran ofendido su honor y se aprestan
para la guerra, lo mismo hace España, pero dada la disparidad de fuerzas
a favor de los sajones, el episodio termina con la firma del Tratado de
Nootka Sound, el 28 de febrero de 1.790, por el cual se restituía a
Inglaterra lo apresado más una reparación por los perjuicios cometidos. En
el artículo quinto del Tratado se dispone que existirá libertad de comercio
en la parte Noroeste de América del Norte, al norte del territorio ocupado
por los españoles y en todas las regiones que no tuviese establecimientos.

Lo importante para los intereses argentinos estará dado en la redacción


del artículo sexto del acuerdo, por el cual se disponía que en las costas e
islas subyacentes, sometidos a jurisdicción española, los súbditos de su
majestad británica no formarían en lo venidero ningún establecimiento
permanente.

Por esta cláusula se reconoce la soberanía española sobre Carmen de


Patagones, San José, Deseado y Puerto Soledad en las islas Malvinas.
El artículo sexto dice así: Se conviene además, con respecto a la costa
occidental y oriental de Sud América y a las islas adyacentes, que en
adelante no se hará establecimiento alguno por los respectivos súbditos
en las partes de dichas costas situadas al sur de las mismas y de las islas
adyacentes ya ocupadas por España, siempre que los respectivos súbditos
retengan la libertad de aterrizar en las costas e islas así situadas, con fines
de pesquerías y erigir cabañas y otras construcciones temporarias que
sirvan únicamente para ese objeto.

Si bien el tratado es desventajoso para España, también provoca el


reconocimiento inglés sobre la soberanía española sobre las islas
Malvinas. Por el principio del uti possidetis y la continuación jurídica de los
estados tras la independencia, se sostienen nuestros inalienables
derechos sobre el territorio patrio, custodiado por los héroes y mártires
del conflicto de 1.982.

A consecuencia de este tratado los ingleses en 1.791 desalojan por orden


del Virrey Loreto, la Isla de los Estados, echando por tierra el argumento
esgrimido por algunos historiadores que sostienen que, ésta cláusula sexta
del Tratado de Nootka Sound, contenía una cláusula secreta que inhibía
este reconocimiento de soberanía española sobre el litoral marítimo del
continente. El cumplimiento de la orden de desalojo de la Isla de los
Estados, es la prueba consumada de ese reconocimiento.

Hasta aquí contabilizamos cuatro intentos directos de apropiación militar


inglesa de nuestro territorio, sin contar los que efectuó mediante acción
indirecta, principalmente sosteniendo a los portugueses en sus luchas
limítrofes con España.

Cuatro intentos de ocupación territorial y cuatro fracasos en el siglo XVIII,


pero alumbraba un nuevo siglo y con él, se definirán nuevas tácticas para
la consecución del fin buscado, una estrategia sin tiempo y un interés
permanente, que ha de cambiar de aliado (las clases acomodadas del
continente en lugar de los lusitanos) y de metodología, pero antes de este
cambio, han de sucederse los gloriosos episodios de 1.806 y 1.807 donde
el fervor popular ha de paliar la defección de sus gobernantes y la
conciencia ha de comenzar a madurar en pos de la independencia, serán
estos hechos los que han de empezar a aclarar el destino común de la
patria.
INVASIÓN Y CONQUISTA

El Plan Maitland o “Humillemos a España II”

A consecuencia del tratado del 3 de septiembre de 1.783 por el cual


Inglaterra se vió obligada a reconocer la independencia de las 13 colonias
norteamericanas, se produjo además la pérdida territorial de sus antiguas
conquistas arrebatadas a Francia (Senegal en la costa atlántica de África,
islas Miguelón y San Pedro frente a Terranova y la fortificación del Canal
de la Mancha); y a España (Florida en América e isla Menorca en el
Mediterráneo). Su deuda pública se había disparado a consecuencia de los
gastos de guerra y sus tropas se hallaban diezmadas y sin una verdadera
capacidad de movilización.

Ante lo inevitable de la situación, la corona británica optó por preservar


sus objetivos geopolíticos aún a consecuencia de admitir nuevas formas
jurídicas de gobierno.

Pero esta admisión de la derrota en la batalla por la dominación territorial


norteamericana no aminoró el permanente objetivo de ganar la guerra de
dominación mundial. En visto de ello, ha de estructurar nuevas tácticas
para recuperar lo arrebatado.

Antes de la batalla de Trafalgar que dará pleno dominio de los mares a


Inglaterra en 1.805, se elaboró el plan del Gral. Thomas Maitland,
continuidad del plan de 1.711 “Una Propuesta para Humillar a España”,
mencionado en el capítulo anterior.

El Plan operativo del General Thomas Maitland fue preparado en 1.804 y


presentado al primer ministro británico William Pitt que rescata la idea
originaria de 1.711, (que llega a nuestras manos gracias a la obra de
Rodolfo Terragno “ Maitland y San Martín”) en sus primeros párrafos
podemos leer que luego de conversar con el primer ministro y haberlo
encontrado predispuesto a una visión global del asunto, volcó su atención
a Sudamérica a fin de producir un impacto sobre las colonias españolas sin
emplear una fuerza considerable de las tropas británicas disponibles, con
el objetivo de “ lograr la emancipación de esas inmensas y valiosas
posesiones y la apertura de una fuente de incalculable beneficio para
nosotros, resultado de inducir a los habitantes de los nuevos países a
abrir sus puertos y recibir nuestras manufacturas de Gran Bretaña y de la
India “.
Expresa a continuación la importancia que tiene tanto las posesiones
occidentales como las posesiones orientales, al oeste del Cabo de Hornos,
y concibe un plan de ataque por los dos flancos; dirá Maitland:

“ En el este, yo humildemente he concebido un ataque sobre Buenos Aires


que, para darle una alta probabilidad de éxito, se realizaría con 4.000
efectivos de infantería, 1.500 de caballería desmontada y una proporción
de artillería.

Esta expedición debería partir en mayo, para llegar a la boca del Río de la
Plata hacia fines de julio, con lo cual tendría tres meses para actuar, antes
de que comiencen las fuertes lluvias (el general desconocía las temporadas
de lluvias y las supuso en el final de la primavera y comienzo del verano,
este error sería fundamental en el desarrollo de los combates, como
veremos más adelante.

Una vez capturadas Buenos Aires y Montevideo, su objeto debería ser


enviar un cuerpo a tomar posición al pie de la falda oriental de los Andes,
para cuyo propósito la ciudad de Mendoza es indudablemente el lugar
indicado.

La formación que ha de llegar por el Pacífico es un asunto de mayor


dificultad y, a mi entender, sólo puede practicarse del siguiente modo.

Yo propondría que la fuerza fuera la siguiente: Infantería 3.000 hombres,


Caballería desmontada 400, con una proporción de artillería.

Esa fuerza debería ser reunida y empleada de la siguiente manera, 1.500


infantes deben dirigirse de Inglaterra al Cabo de Buena Esperanza. La
infantería a bordo debe desembarcar en el Cabo y ser reemplazada por
igual número de efectivos, destinados al objetivo final.

Los otros 1.500 serán provistos por la India y ambas fuerzas se


ensamblarán en Botany Bay, donde se impartirán las últimas órdenes.
El objetivo de esa fuerza, debe ser indudablemente Chile y mi razón para
creer esto es que, en primer lugar Chile está a barlovento del rico
asentamiento del Perú. Tomando Chile cortaremos las provisiones de
grano, que son absolutamente esenciales para la existencia de las otras
provincias.

Si el plan fuera exitoso en toda su extensión, el Perú quedaría


inmediatamente expuesto a ser ciertamente capturado y alimentando a
nuestra fuerza desde Buenos Aires, podríamos extender nuestra operación
hasta desmantelar todo el sistema colonial, aún por la fuerza si resultare
necesario “.

La complementariedad entre el proyecto de 1.711 “ Una propuesta para


humillar a España” y el Plan Maitland de 1.804 es perfecta, utilizar la
conquista de Buenos Aires como cabecera de playa para apoderarse de las
riquezas minerales del Perú, acción financiada a través del “ libre comercio
“ con Inglaterra y sus satélites.

No por nada los comerciantes ingleses regalarán posteriormente al


Almirante Popham una espada con incrustaciones de piedras preciosas
como desagravio por la amonestación recibida por las acciones de 1.806. -

La historiografía oficial pretende demostrar que Popham actuó por las


suyas y por espíritu aventurero. Un típico caso de “vaya de mi parte como
cosa suya”.

Cuando se vió obligado a defenderse por sus actos ante el Almirantazgo,


expuso su propio memorando de octubre de 1.804, donde consideraba la
posibilidad de apoderarse de Montevideo y Buenos Aires.

Harry Ferns, sostiene que si no discutió sus intenciones con sus superiores
del Almirantazgo o miembros de la Corona, si lo hizo con comerciantes
ingleses, ya que su carta al Almirantazgo del 30 de abril de 1.806 señala
que: “ Cierto señor Wilson, un eminente comerciante de la ciudad de
Londres, aseguró que Montevideo no tenía defensas y que mil hombres
podrían conquistar la colonia de Buenos Aires”.

En la misma misiva dirá: “ que su proyecto no era surgido de un súbito


impulso o del deseo de satisfacer un espíritu aventurero”. El almirante
tenía cabal conocimiento del aspecto político de su acción y comprendía
que la maniobra política era más importante que la maniobra militar, “no
puede abrigarse la idea de mover un solo hombre en el país, será menester
ganarlo, mediante la negociación y el ofrecimiento de un comercio liberal”.

Entendía perfectamente la situación y preanunciaba el método de


conquista que aún perdura. Las palabras del Virrey Cevallos toman
poderoso brío en su denuncia “han aspirado a la conquista de Buenos
Aires porque conocen que por este medio se harían dueños de las riquezas
del Perú, sino también de todo el país, no habiendo en tan dilatado terreno
tropa alguna, ni faltarían moradores quienes por sus particulares
intereses celebrasen ( la invasión) “.

Sin embargo, a pesar de lo sostenido por el catedrático canadiense, Sir


Home Popham, por indicación de su amigo y canciller inglés William Pitt,
había estado trabajando en un plan para lograr la conquista de Buenos
Aires que en noviembre de 1.803 fue presentado al ministro del interior
Sir Charles Yorke. La co autoría del mismo corresponde a Francisco de
Miranda, quien pretendía mediante una acción militar separar las colonias
de la corona española en procura de su independencia.

En un memorando anterior expondrá Miranda: “ Ninguna potencia puede


hacer esto con mayor facilidad de acuerdo con los principios de justicia y
perfecta reciprocidad con respecto a España y para su propio bien.
Sudamérica puede ofrecer con preferencia a Inglaterra un comercio muy
vasto, y tiene tesoros para pagar puntualmente los servicios que se le
hagan... y aún cubrir una parte esencial de la deuda nacional de
Inglaterra. Por tales razones, concibiendo este importante asunto de
interés mutuo para ambas partes, la América del Sur espera que
asociándose con Inglaterra por un Pacto Solemne, estableciendo un
gobierno libre y similar y combinando un Plan de Comercio recíprocamente
ventajoso, ambas naciones podrán constituir una unión política más
respetable y preponderante del Mundo”.

Fuera del contexto histórico, esta manifestación puede ser considerada


como hija del colonialismo que tanta escuela hizo en nuestras clases
dirigentes, que ofrecieron una y otra vez, nuestras riquezas y nuestras
propias vidas para solventar los dispendios y financiar las guerras del
imperialismo. Según estos proxenetas de nuestra esclavitud, nuestro
destino es la provisión de materias primas a los países centrales que
paradójicamente ( y no tanto) ganan más consumiendo nuestros
productos que nosotros produciéndolos.

A favor de Miranda debemos señalarlo como el precursor de la libertad


latinoamericana a cualquier precio; por ilusión, ingenuidad y falta de
experiencia política será utilizado (como tantos otros) como instrumento
de los intereses británicos. Cuando los ingleses por cuestiones de
conveniencia temporaria aplazan la ejecución del plan, propondrá su plan
libertario a Francia y Estados Unidos, no sin antes solicitar una
compensación por la presentación de sus papeles de “ por lo menos dos
mil libras ” o de lo contrario se le devolvieran los mismos “ sin que se
guarden copias, traducciones ni nada “.
A
P R O P O S AL
For Humbling

S P A I N.
Writtcn in 1711.

By a Perfon of Diftinction.
And now firft printed from
the M ANUSCRIPT.
To which are added,

Some Confíderations on thc Means of

INDENIFYING GREAT BRITAIN

from the Expences of the Present War

LONDON:
Carátula de una propuesta para humillar a España.
La mayoría de nuestros precursores pagarán con el destierro, la
incomprensión, la calumnia y hasta con sus propias vidas, su ingenuidad
política.

Finalmente trabajarán en conjunto Miranda y Popham bajo las órdenes


de Lord Melville y presentarán un plan que comprendía una expedición a
Venezuela dirigida por Miranda al frente de dos mil hombres de infantería,
dos cuerpos de caballería desmontada y dos compañías de tropas
veteranas de las Antillas, y otra expedición contra el Río de la Plata, cuya
dirección se reservaba Popham al frente de tres mil hombres. Se sugería
además que cipayos de la India atacarán Panamá y que tropas de Nueva
Gales invadieran Chile. Este planeamiento justifica que una vez conocida
en Londres la noticia de la toma de Buenos Aires por parte del General
Beresford se despachara una expedición destinada a invadir Chile que
luego, por el fracaso de aquella ocupación fue derivada al Río de la Plata,
como sostiene acertadamente el historiador Vicente Sierra.

Como evolución del objetivo inglés, el gobierno despachó espías para


testear la situación, así fue como el oficial Burke estuvo en Buenos Aires
disfrazado de oficial prusiano y se relacionó con un grupo de extranjeros
que se reunían en la casa de una dama conocida como “ La Perichona”, de
la intimidad de Santiago de Liniers y cuyo esposo Miguel O´Gorman
formaba parte de una logia masónica junto con el norteamericano
Guillermo White, ambos serán los informantes de Burke cuando éste
abandone la ciudad.

Dirá Popham: “ es casi innecesario llamar la atención de los Ministros de


su Majestad sobre la positiva riqueza o facultades comerciales, ellas han
sido estoy seguro, meditadas muchas veces y una ansiedad universal ha
inducido a transformar esa infalible fuente de riqueza en cualquier canal,
menos el que ahora disfruta de ella”.

Para Popham, España era sólo la intermediaria entre la riqueza de América


y la Francia de Napoleón, hasta tanto éste se decidiera anexarse las
colonias españolas, idea que era compartida por Pitt y Melville que
terminaron de aprobar el plan del Almirante, pero sujetándolo a los
vaivenes de los acontecimientos continentales europeos. Mientras
hubiera paz con España, no se atacarían directamente sus colonias, sino
por vía indirecta y el contrabando, intentando separar a España de
Francia. Pero cuando se tuvo la certeza de que ello era imposible y la
guerra era inevitable, se dio vía libre a los aprestos de invasión. La
declaración de guerra del 12 de diciembre de 1.804 y los acontecimientos
posteriores a la batalla de Trafalgar, precipitaron los hechos.

El desenlace de aquella batalla naval y el resultado de la batalla de


Austerlitz el panorama mundial quedó delimitado con mayor claridad,
Napoleón mandaría sobre el continente europeo y la Corona Británica
será dueña de los mares, de ello, que la suerte de las posesiones hispanas
en América comenzaban un derrotero que culminaría con la separación de
las colonias de la corona española y el decir de George Canning: Yo llamé
a la existencia al Nuevo Mundo para enderezar la balanza del viejo”.

Elaboración de la táctica de conquista y despojo

Mientras estos hechos se sucedían, sir Home Riggs Popham, se alistó para
participar en la expedición de capturar el Cabo de Buena Esperanza, en
manos de los holandeses y con ello estar a unas semanas de navegación
de su objetivo.

La expedición estuvo al mando del general David Baird, escoltado por una
escuadra al mando de Popham. Antes de zarpar se entrevistó con el
primer ministro Pitt, quien expuso que se estaba organizando una nueva
coalición contra Napoleón y que parte del plan estimaba en separar
España de Francia y que si ello fracasaba, los planes de conquista de
Sudamérica se llevarían a cabo.

En su descargo en el proceso que le cupo por su actuación en Buenos


Aires, Popham manifestó que conocía que el almirantazgo inglés había
recibido las órdenes para prepararse para conquistar Buenos Aires, si no
se lograba separar a España de Francia.

Por ello expondrá: “ a principios de febrero de 1.806 tuve noticias de la


terminación de la guerra en la India y llegué naturalmente a la conclusión
de que en aquellas comarcas no se presentarían exigencias inmediatas que
obligase a su gobierno general a pedir al Cabo algunos refuerzos militares.
En el curso del mismo mes de febrero recibí también la noticia de la
gloriosa victoria de Nelson en Trafalgar y una información acerca de la
coalición contra Francia y que no había sido posible separar a España de su
alianza con aquella potencia. El 4 de marzo de 1.806 supo del desastre
ruso en Austerlitz y que Bonaparte había ocupado Viena ”.
De pronto todas las restricciones que habían obligado a demorar la
expedición a Buenos Aires habían desaparecido.

El 14 de abril de 1.806 Popham abandonó la Ciudad del Cabo llevando


consigo fuerzas militares puestas al mando de Beresford, fruto de una
negociación con su jefe inmediato superior en el Cabo, sir David Baird,
quien poseía fuerzas militares indispensables para la operación. Dice Ferns
que, Baird era un hombre poco dispuesto a atender discusiones políticas y
que cuando aprobó la operación, dió sus instrucciones y que para
asegurarse de que éstas se cumplieran, ascendió al comandante de las
fuerzas terrestres a un grado equivalente al de Popham, para que este no
tuviera la libertad para obrar a su gusto. Las comunicaciones dadas a
Beresford lo instruían en que “debía erigirse en vicegobernador en todas
las varias colonias españolas del Río de la Plata que se sometan a las
armas de su Majestad y obtener como tal el mismo salario de que
gozaba el gobernador español”.

Como primer acuerdo los principales jefes del ejército y la marina


firmaron un contrato estableciendo las pautas con que de obtenerse un
botín de guerra, el mismo sería distribuido, sujeto a conformidad del rey
y de acuerdo a las leyes sobre presas. Entre lo convenido se estipulaba
que lo capturado en tierra o en los puertos, se repartiría entre el ejército
y la marina; lo apresado antes del desembarco o sitio, exclusivamente
para la marina. También se repartiría entre ambas fuerzas, el producido
por la captura en el Río de la Plata dentro de las nueve millas de un lugar
atacado y dentro de un mes de iniciada la campaña.

Popham antes de partir escribirá al nuevo primer ministro Lord


Castlereagh diciendo que la empresa que iba a emprender no era
consecuencia de un súbito impulso, o del deseo inmediato de satisfacer
un espíritu de aventuras, sino del resultado de un plan trazado tiempo
atrás a pedido de Lord Melville, a fines de lograr la emancipación general
de la América del Sur”.
En la isla Santa Elena procedió a organizar sus fuerzas, para ello contaba
con 1.040 hombres a las órdenes de Beresford, provenientes del Cabo, y
un refuerzo de tropas de la empresa multinacional de la época, Compañía
de las Indias Orientales de 286 hombres, al mando del teniente coronel
Lane.

Invasión y conquista en la memoria del Dr. Mariano Moreno

En las “Memorias sobre la invasión de Buenos Aires por las armas inglesas
el día 27 de junio del año 1.806 al mando del General Beresford” del Dr.
Mariano Moreno, podemos leer de un testigo privilegiado lo que
aconteció. Señala el Dr. Moreno: “ La invasión de Buenos Aires no fue un
golpe imprevisto que pudiera sorprender al Gobierno. El 11 de noviembre
de 1.805 entró en la Bahía de Todos los Santos una escuadra inglesa,
mandada por Sir Home Popham conduciendo 5.000 hombres de
desembarco a las órdenes de Sir David Baird, con reserva de su dirección y
destino. Esta noticia alarmó un tanto al virrey de Buenos Aires; algunas
providencias de poca consecuencia se tomaron entonces, pero todas a
fortificar Montevideo, que sin saber porqué, se creía el único punto del Río
de la Plata sujeto a los peligros de una invasión. El virrey pasó a visitar esa
plaza. En fin, se supo con certeza que la escuadra enemiga había salido de
la Bahía el 26 del mismo noviembre, y que, dirigiéndose al Cabo de Buena
Esperanza, posesión de los holandeses, lo había tomado efectivamente en
enero de 1.806. Entonces se retiraron las tropas que se habían reunido, y el
virrey retornó de Montevideo lleno de satisfacción y confianza.

Aunque no creíamos que la toma del Cabo nos expusiera a ser atacados,
esperábamos cruceros, que bloquearían nuestros puertos, e interceptarían
el comercio y el Gobierno no debió despreciar los riesgos que ofrecía la
vecindad del enemigo. Sin embargo no se tomó precaución alguna, no se
formaron baterías, no se repartieron en puntos oportunos esos cañones,
cuya multitud ignorábamos, hasta que los ingleses los han sacado de los
almacenes del parque ( los ingleses incautaron 106 cañones, municiones
del calibre 24: 12.600; del calibre 18 9.660, del 6 1.738, del 4 11.200,
además de miles de balas, bombas granadas, granadas de mano cargadas
y vacías), y no se vió una sola prevención inteligente para contener un
desembarco.

En esta inacción nos mantuvimos hasta mayo de 1.806, en que de diversos


puntos se dirigieron partes al Gobierno de que se avistaba una división de
bastantes velas, cuya bandera se ignoraba. Muy pronto no quedó duda
alguna de que era enemiga. Después de haberse presentado uno de sus
buques, la fragata Leda sobre Santa Teresa, y desembarcado algunos
prisioneros, la división había entrado en el río a principios de junio.
Todavía se creía que sólo viniese en busca de una escuadra francesa salida
de Rochefort con destino a reforzar el cabo y encontrándolo tomado, podía
suponerse hubiese dirigido a Montevideo a refrescar. No debemos temer,
se decía, que los ingleses emprendan un desembarco, para lo cual no traen
fuerzas bastantes, sino cuando más, que se batan ambas escuadras en
nuestros mares. El abandono y desamparo seguía, por consiguiente, y el
Marqués se burlaba en su tertulia de la escuadra enemiga, suponiéndola
de contrabandista o pescadores” (el 9 de junio el vigía de Maldonado José
de Acosta y Lara avistó a la escuadra inglesa a pesar de lo neblinoso del
horizonte, y el 13 del mismo mes el gobernador de Montevideo, Pascual
Ruiz Huidobro, leía en La Gaceta de Bayona del 30 de enero, una noticia
enviada desde Londres en que se aseguraba que la expedición que había
partido a Ciudad del Cabo tenía el destino de apoderarse de la colonia
española de Buenos Aires y pasó aviso al virrey y puso en alarma a su
guarnición.

Sigue el relato el Dr. Mariano Moreno”: Pero el 24 de junio a las oraciones,


llegó un parte del comandante de la Ensenada, en que comunicaba haber
intentado los ingleses un desembarco en aquel lugar, y haberlos resistido
con el fuego de la batería. El Marqués recibió esta noticia y se dirigió
inmediatamente al teatro de la Comedia con la misma serenidad que en
una paz tranquila. Era aquel día la fiesta de San Juan y la de su esposa. A
las ocho de la noche entró a su palco un oficial y le entregó un parte de los
Quilmes, en que se avisaba que los ingleses desembarcaban allí; entonces
se retiró a su palacio, donde sin tomar providencia ni determinación
alguna se entregó a la confusión, amargura, y trastorno que le ocasionaba
su impericia.

Es incontestable que los ingleses escogieron para su desembarco el peor


punto en toda la costa. Los barcos sin un puerto en que resguardarse,
debían mantenerse sobre la sola seguridad de sus amarras, en un canal
abierto, expuestos a las borrascas y tempestades que son tan frecuentes
en esta estación. Las tropas no podían emprender maniobra alguna que no
fuese descubierta y observada de la ciudad. Cuando la impericia de
nuestros jefes no opusiera algún obstáculo al desembarco, entraban en un
bañado de una legua, que no podían transitar sino desordenadas y
rodeadas de peligros inminentes. Si al fajina o sus esfuerzos venciesen
estas dificultades, saldrían a un campo bajo y descubierto, donde serían
destrozadas por la artillería, que desde las alturas podían manejar los
nuestros con impunidad. Cuando superasen estos riesgos, y ganasen el
alto, debían caminar a pie tres leguas de campos llanos y descubiertos.
Nuestra numerosa y diestra caballería les picaría la retaguardia, les
arrebataría sus bagajes, los molestaría, los cortaría, y quizá sin empeñar
una acción formal, los obligaría a rendirse o retirarse. Libertados de estos
peligros llegarían a Barracas, tendrían que vadear el riachuelo, o forzar un
puente y encontrarían una posición capaz de contener el ejército más
numeroso y disciplinado.

Un oficial sexagenario y enfermo, don Pedro de Arce, que injustamente


había estado hasta entonces en la opinión más elevada, por haberse
distinguido cuarenta años antes en el sitio de Mahón, se encargó de batir
al enemigo a poco trecho del lugar de desembarco. Tuvo a su disposición
seiscientos hombres de caballería con tres cañones, y después de las
primeras descargas se retiró precipitadamente con pérdida de la artillería,
envolviendo en su fuga un regimiento de 700 hombres que venía a
sostenerlo, y sin que hubiese vuelto más a presentarse en el campo de
batalla.

Tal fue el suceso de la mañana del 26. Ya no se trataba de resistir al


enemigo, y es público que desde que Arce comunicó el resultado de los
Quilmes, contó el virrey la acción por perdida, renunciando las más
remotas esperanzas; las ponderaciones del inspector intimidado( tal el
rango de Arce en la milicia), y la derrota de un hombre a quien
reputábamos el Laudon de la América, hicieron desesperar al Marqués, y
ya no pensó sino en otros objetos; en salvar su persona, su empleo y su
familia, retirándose a las provincias.

Así lo ejecutó en lo profundo de esta noche, desde la quinta de la


Convalecencia, situada a un lado de Barracas, donde había dormido la
anterior cercado de ayudantes, al abrigo de una fuerte escolta; y tomó el
camino de Córdoba, sin dejar a la ciudad ninguna orden, ni indicación de
su designio.

El segundo punto de oposición fue en el puente de Gálvez, sobre el


Riachuelo, llamado comúnmente Río de Barracas, a poco más de una
legua del centro de la ciudad, resguardado de poco más de cuatrocientos
hombres, de que se componía el regimiento de infantería provincial y seis
cañones. Este plan de defensa, si se puede dar ese nombre a una serie de
desaciertos, salió tan mal como el primero. El puente había sido quemado;
pero para no dejar de cometer torpeza alguna inimaginable, aún cuando
por casualidad se tomasen precauciones del arte de la guerra, se había
permitido continuar en el Riachuelo las embarcaciones menores y botes
que llenan de costumbre su canal y de ellos se valió el enemigo para
pasarlo. Una compañía parapetada en una zanja, sin otro oficial que el
sargento Joaquín Fernández, fue la única que mantuvo el honor del país,
haciendo fuego a los invasores, al tiempo de vadear el río. Dos mil
quinientos urbanos, que habían sido colocados en las barrancas, como a
una milla de aquel punto, fueron mandados retirar a la ciudad, sin haber
visto al enemigo y aun sin haberse preparado para resistirlo. (Dice Cerviño
que los voluntarios reunidos desde el amanecer fueron invitados a
retirarse a almorzar y luego llamados de apuro, entregándosele a cada
uno, una espada, una pistola, una carabina, un porta espada, una piedra y
cuatro cartuchos, pero salidos de apuro llevaron todo el cargamento en
las manos y llegados al Puente de Gálvez, se advirtió que muchos habían
perdido parte del armamento y en todas las armas de fuego faltaba el
gatillo, tal el grado de improvisación e impericia.

Un emisario inglés fue recibido, que intimaba a la plaza para que se


rindiese bajo capitulación. Convocados entonces los oficiales de la plana
mayor (pues el virrey había huído), junto con el Real Acuerdo y el Cabildo,
se formó un consejo para tratar este negocio, y en él se resolvió la entrega
bajo los términos siguientes, concebidos en 10 artículos. (Recuerda Nicolás
de Vedia en sus memorias que la ignorancia en estos temas era total, por
lo que el comerciante Juan Larrea buscó un libro militar y en él
encontraron un modelo de capitulación y basados en él, lo acomodaron
según las circunstancias que se les presentaban.
La misma sostenía:

Artículo primero: Saldrá la tropa de esta Fortaleza con los honores de


guerra, banderas desplegadas, armas al hombro, tambor batiente y dos
cañones de batallón que rendirán las armas a las tropas de Su Majestad
Británica en la Plaza de esta ciudad conservando los oficiales sus espadas y
entregándose la Fortaleza y sus cuarteles.

Artículo segundo: Serán comprendidos según la anterior capitulación


todos los individuos que por su oficio u empleo dependan de las tropas,
como así mismo sus equipajes y criados.

Artículo tercero: Se nombrarán recíprocamente comisarios para formar el


inventario de artillería, municiones y demás que hubiese en los almacenes
reales.

Artículo cuarto: Serán respetadas las personas, bienes y familias de los


Magistrados, permitiéndoseles el libre uso de su administración con
arreglo a sus leyes, y en su defecto, que puedan salir libremente a
establecerse en cualquier otro paraje del Virreinato. Lo mismo se
entenderá con los demás Tribunales y Oficinas de real hacienda y sus
dependientes, quienes manifestarán al Señor general sus arcas y papeles
en comprobación de que la noche del veinticinco salieron los caudales por
disposición del señor Virrey con las demás satisfacciones
correspondientes.

Artículo quinto: Serán protegidas las propiedades y personas de todo el


vecindario y no se las obligará a tomar las armas contra Su Majestad
Católica ni sus aliados.

Artículo sexto: Se conservará la Religión católica y el culto en todo su


ejercicio.

Artículo séptimo: El comercio merecerá igual protección en sus


expediciones marítimas y terrestres y en sus bienes almacenados y en
giro.

Artículo octavo: Se respetarán los archivos públicos de la ciudad y los


individuos de su Cuerpo Municipal serán tratados con las consideraciones
correspondientes y libres en el ejercicio de sus funciones bajo la
protección de las armas de Su Majestad británica.

Artículo nueve: Se espera que el Señor General dará las órdenes


correspondientes para que sus tropas entren con el arreglo propio de su
disciplina y de modo que no turbe la paz del vecindario y por parte de éste
se promete lo mismo.

Artículo diez: Las presentes capitulaciones se guardarán religiosamente y


en fé de todo se firma esta en Buenos Aires a veintisiete de junio de mil
ochocientos seis a la una y media del día.

Esta propuesta de capitulación le fue leída al General Beresford por


Guillermo White y Ulpiano Barreda, quienes se habían incorporado a las
fuerzas del invasor como intérpretes, White era el mismo que Burke había
dejado como informante luego de su alejamiento de la ciudad.

Beresford contestó que no habiendo tomado la ciudad no era el momento


de tratar la capitulación pero que los caudales reales debían volver y
serles entregados, lo mismo que las embarcaciones y todo dinero o
documentación relacionada con la Compañía de Filipinas, “que en lo
demás se conformaba con la capitulación”.

Las tropas inglesas entraron a la ciudad a las tres de la tarde en medio de


la indignación del pueblo, fundamentalmente aquellos que generosa y
valientemente se había enrolado en los urbanos quienes rompieron sus
armas para no entregarlas.

Culminará sus memorias Mariano Moreno: La plaza tenía mil medios de


defensa, y quinientos de los nuestros bastaban para acabar con los
enemigos, que habiendo pasado a esta orilla, habían tomado una posición
donde no podían obrar absolutamente, pero tenían la fortuna de que los
oficiales de plana mayor eran tan militares como el marqués. Su absoluta
ignorancia fue tanta, que, tratando ya de firmar la capitulación, no hubo
entre ellos quienes pudiera extenderla, y se vieron precisados a valerse de
un comerciante.

Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les
entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando a las tres
de la tarde del 27 de junio de 1.806, vi entrar 1.560 hombres ingleses que
apoderados de mi patria, se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de
esta ciudad.

Manuel Belgrano recordará: “Mayor fue mi incomodidad cuando vi entrar


las tropas enemigas, y su despreciable número para una población como la
de Buenos Aires, esa idea no se apartó de mi imaginación y poco faltó para
que me hubiese hecho perder la cabeza, me era muy doloroso ver a mi
patria bajo otra dominación y sobre todo, en tal estado de degradación
que hubiera sido subyugada por una empresa aventurera...”

Buenos Aires iniciaba un derrotero lamentablemente no terminado aún, la


fanfarronería (son un grupo de pescadores había dicho el virrey al tomar
conocimiento del escaso número de tropas inglesas y la voladura de los
navíos); la imprevisión (no se fortificó por caso las calles ni se desplegaron
todos los elementos defensivos disponibles); la impericia (de los
encargados de los asuntos de la guerra quienes tuvieron numerosa
oportunidades para batir a los invasores y ni siquiera se lo plantearon); la
cobardía (de quienes debían estar al frente de la defensa y
defeccionaron); el acomodamiento aún a situaciones innobles (cláusulas
comerciales de la capitulación); la escasa defensa del patrimonio público
(no sólo de los caudales sino toda la documentación de la Compañía de
Filipinas, que sería vital luego para el desarrollo comercial inglés en
Oriente), las mentiras y el engaño para esterilizar hasta las acciones más
nobles (conque se hizo retroceder a los urbanos del Puente de Gálvez,
bajo la supuesta orden de ir a defender el Fuerte); la traición (de aquellos
que trabajaban desde antes de la invasión para el enemigo); la indignidad
(de quienes producida la capitulación abrieron de par en par las puertas
de sus salones y de sus propias mujeres al invasor); comportamiento de
un sector social degradado, subyugado hasta el atolondramiento por el
imperio.

Frente a ella, la acción heroica del pueblo, que aún confundido mantuvo la
dignidad y la vergüenza en la derrota. Pronto reaccionará como sólo un
pueblo imbuido de patriotismo puede hacerlo; recordará Cornelio
Saavedra: “ Pasado el primer espanto que causó tan inopinada irrupción,
los habitantes de Buenos Aires acordaron sacudirse el nuevo yugo que
sufrían”.
DOMESTICACION Y GOBIERNO

Súplicas en lugar de rebeldía: el principio de la domesticación

A las tres de la tarde de aquel 27 de junio de mil ochocientos seis las


tropas inglesas entraron a la ciudad y a las cuatro lo hizo Beresford en la
Fortaleza, dando comienzo a un proceso de conversión que hasta hoy nos
lacera; la conversión de nuestro país en un territorio tributario; que salvo
honrosos períodos en que la lucha popular por recuperar la independencia
tuvo momentáneo éxito, ha hecho mella en nuestra dignidad.

Al paso de las tropas conquistadoras, la indignación de los milicianos los


llevaba a romper las armas, para no entregárselas a los invasores. En ese
acto mezcla de frustración e ira, los criollos comenzaban a convertirse en
patriotas.

El dolor se transmuta en rebeldía. Comenzaban a anunciarse los síntomas


de parto de una nueva nación.

Mientras tanto, Sobremonte permanecía en una quinta en Monte Castro


donde las tropas que había reunido comenzaban a dispersarse al
conocerse las noticias del día, otro tanto ocurría con las tropas que al
mando de Francisco Rodrigo que escoltaba los caudales en viaje hacia
Córdoba, desde la Cañada de Morón expondrá al virrey, que de los cien
hombres destinados a la custodia sólo quedaban cuarenta a causa de las
deserciones.

El virrey ofertará paga doble a todos aquellos que lo acompañen, pero la


mayoría expresó con tino, que un viaje a Córdoba y la consecuente
ausencia, expondría a las respectivas familias a la indigencia y
mendicidad, sólo los naturales de Córdoba, aceptarán la propuesta, ya que
regresaban a su tierra. A la mañana siguiente el virrey y su familia
emprendían el rumbo mediterráneo y antes de llegar a Luján al cruzarse
con un grupo de milicianos recibirán la burla de éstos.
El primer acto de Beresford en el gobierno fue la petición de la entrega de
los barcos flotantes, los caudales reales y los de la Compañía de Filipinas.
El día veintiocho ya habían incautado unas ciento ochenta embarcaciones
de cabotaje con sus cargamentos (propiedad de los vecinos de la ciudad) y
amenaza con variar la conducta hacia los habitantes, dirá el Cabildo de
Buenos Aires en carta a Sobremonte solicitando el regreso de los caudales:
“ de no ejecutarse lo que ordena Beresford seguirá una catástrofe mayor y
más lamentable” y en súplica al invasor dirá”: que se sirva a dar las
órdenes necesarias para el regreso de los caudales, único medio de libertar
a esta ciudad de las vejaciones y padecimientos a que está expuesta”. El
oficio del Cabildo está firmado por Francisco de Lezica, José Santos
Incháurregui, Jerónimo Merina, Francisco Antonio de Herrero, Manuel
José de Ocampo, Francisco Belgrano y Mariano Gregorio Yañiz.

El Cabildo de Buenos Aires entregado ya a los designios del invasor suplica


por el destino de la ciudad y no duda en entregar sus riquezas ( tesoro de
la Real Hacienda y documentación, incluida la cartografía, de la Compañía
de Filipinas que tanto facilitará la navegación posterior por el Océano
Pacífico a los británicos) a cambio de la seguridad de sus patrimonios.
El virrey contestará al general inglés que “ la fuerza no da a los
conquistadores de una población derecho sobre otros efectos, armas,
municiones, ni tesoro, que los que se hallasen dentro de ella al momento
de la capitulación” y que toda esta controversia debería ser zanjada por
ambas cortes y que al punto haría regresar el caudal perteneciente al rey y
a la Compañía de Filipinas que “ se extrajo de la ciudad de Buenos Aires el
día 25 de junio de 1.806, para entregarse a los dichos de S.S. quedando
hasta la decisión de la cuestión este tesoro en la misma ciudad de
Buenos Aires”.

Queda claro que Sobre Monte argumenta que, no estando el tesoro al


momento de la capitulación dentro de la ciudad, no correspondía su
entrega como botín de guerra, y que serían las cortes respectivas las que
deberían resolver el punto, mientras tanto ello ocurriera, los tesoros
deberían quedar depositados en Buenos Aires en custodia del
conquistador.

La presión de Beresford se intensificó y el genuflexo Cabildo ( beneficiario


del contrabando anterior a las acciones de 1.806 y de la libertad de
comercio posterior) pedía una guardia para que sus diputados trajeran el
tesoro de regreso a la ciudad y con la promesa de que el mismo no saldría
de Buenos Aires.

Una guardia a cargo del capitán Arbuthnot fue enviada a tal fin. Quien
proveyó la caballada para la movilización de esta guardia fue Guillermo
Whitte, antiguo espía británico, miembro de la logia masónica “Estrella del
Sur”, que oficiaba de traductor de los conquistadores desde el mismo
momento del desembarco.

Principios de conducta inglesa: 1) violación y saqueo

La historiografía oficial pretende olvidar estos hechos y mostrar a su vez


una conducta ejemplar por parte de los invasores, lo que se contradice
con las memorias de la época y da justificación a la legítima reacción del
pueblo para con el conquistador; Juan Manuel Beruti dirá en sus
memorias acerca de la conducta del ejército inglés:

“ El enemigo no perdonaba ni al viejo por sus


años, ni a la mujer por su débil sexo, ni al parvulito por su inocencia,
pues todos, de cualquier calidad o condición que fueran, eran pasados a
cuchillo, máxime los que se encontraban con armas o uniformados, que a
éstos al punto le quitaban la vida ”.

Nada de buenos modales, ninguna conducta ejemplificadora, ningún


vestigio de gesta emancipadora o libertaria, como quieren hacer creer los
hijos de la escamoteada historiografía oficial.

Sólo la vejación, el asesinato, la violación, el saqueo como principio rector


de las fuerzas al mando de Beresford y Popham. Esto enardecerá los
corazones de los habitantes de la ciudad y encenderá la mecha de los
acontecimientos futuros. Dice el historiador del ejército británico, sir John
Fontescue, al estudiar el comportamiento de sir Home Popham, jefe de las
fuerzas invasoras: “ lamento la circunstancia que impidieron a los
habitantes de Buenos Aires colgar a Popham como este se merecía” (
referido en la página 372 de “ A History of de British Army)
Principios de conducta inglesa: 2) búsqueda de cómplices locales

Retomando el concepto introductorio, decimos que con Beresford en


posesión de la ciudad, comenzará el sometimiento y la conversión al
territorio tributario, que hoy a doscientos años continúa, por otros medios
y con el mismo fin. Doscientos años de historia, doscientos años de una
frustración como nación.

Con fecha 30 de junio de 1.806, publicará un bando al tomar conocimiento


del inminente regreso de los caudales, con el objeto de granjearse la
buena voluntad de la clase acomodada, devolverá los barcos de cabotaje
capturados por lo que sus dueños deberán entenderse con don Juan
Laguna, designado capitán de matrículas y con el capitán Thompson,
nombrado capitán del puerto.

Comenzaría así una política de acercamiento con el sector acaudalado de


la sociedad, basada en la supuesta libertad de comercio con todos las
naciones, aunque de hecho solo con los comerciantes ingleses y la
protección de la fortuna de la clase pudiente porteña, mientras se
asesinaba, violaba y vejaba al resto de la población y se robaba la riqueza
del país.

Principios de conducta inglesa: 3) subordinación y valor para defender la


Corona

Al capitán Gillespie se le encomendó llevar un registro con las personas


que secretamente juraban fidelidad a la corona británica. A cambio de ese
juramento de subordinación se les garantizaba a los juramentados,
protección y riqueza para ellos y sus descendientes. De esta forma debe
entenderse el juramento de José Martínez de Hoz, miembro de la logia
“Estrella del Sur”, nombrado director de aduana durante el gobierno de
Beresford, beneficiario luego de la ley de enfiteusis de Rivadavia y
antepasado de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía del
proceso militar de 1.976 y hacedor de la fraudulenta e ilegítima deuda
externa, que hallado culpable por un tribunal de la nación, no pudo ser
sancionado debido a que la causa, demorada ex profeso, prescribió para la
aplicación de sanciones, por lo cual el genocida ministro continúa libre de
toda sanción, salvo la moral.

Así garantiza la Corona el pago de los servicios de sus súbditos.

Gillespie expondrá que 58 personas aparte de las que se vieron obligadas


a prestar juramento ( las autoridades de la colonia y el clero) se
presentaron a realizarlo y lo hicieron en forma secreta.

El juramento secreto y el no develamiento de sus nombres nos impide


conocer la totalidad de los integrantes de aquel grupo, Saturnino
Rodríguez Peña, Aniceto Padilla, José Martínez de Hoz, son algunos de los
nombres que han trascendido, pero debemos inferir que, buena parte de
lo que luego fuera nuestra oligarquía vacuna, estamparon su firma en el
libro de Gillespie, con satisfacción y beneplácito, y este secreto acto, es un
antecedente no menor, en su posterior conducta a espaldas del pueblo y
de los intereses nacionales.

Con fecha 2 de julio de 1.806 se publicará el bando titulado “ Condiciones


concedidas a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires y sus
dependencias por los Generales en Jefe de las fuerzas de mar y tierra de
Su Majestad Británica”, por el cual se realizaba el gesto visible de acercar
políticamente a un sector de la población al gobierno británico.

El texto contenía el siguiente articulado:

Artículo 1: Se permite a las tropas del servicio de Su Majestad Católica que


estaban en la ciudad al tiempo en que entraron las de Su Majestad
Británica, juntarse en esta Fortaleza, y salir de ella con todos los honores
de guerra, rindiendo entonces las armas y quedando prisioneros de
guerra; pero los oficiales que sean naturales de la América del Sud, o
casados con nativas del país o domiciliados en él, podrán continuar
residiendo aquí, mientras se conduzcan como buenos vasallos, y
ciudadanos jurando fidelidad a Su Majestad Británica, o podrán ir a la
Gran Bretaña con los debidos pasaportes, dando previamente su palabra
de honor de no servir hasta que se haga el canje natural.
Artículo 2: Toda propiedad privada de buena fé, perteneciente a los
empleados así militares como civiles del Gobierno anterior, a los
Magistrados, Vecinos y habitantes de esta Ciudad, y sus dependencias, al
Ilustrísimo Señor Obispo, al Clero, a las Iglesias, a los Monasterios,
Colegios, a las Fundaciones y otras Instituciones públicas de esta clase,
permanecerán libre y en nada se les molestará.

Artículo 3: Toda persona de cualquier clase y condición que sea, de esta


Ciudad y sus dependencias, será protegida por el Gobierno Británico y no
se le forzará a tomas las armas contra Su Majestad Católica, ni persona
alguna de la Ciudad y sus dependencias, las tomará ni obrará hostilmente
contra el Gobierno, o tropas de Su Majestad Británica.

Artículo 4: El Ilustre Cabildo, los Magistrados, Vecinos u habitantes


conservarán todos los derechos y privilegios de que han gozado hasta
ahora, y continúan en el pleno y libre ejercicio de sus funciones legales,
así civiles, como criminales, bajo todo el respeto y toda la protección que
se les pueda dar por el Gobierno de Su Majestad Británica hasta saberse la
voluntad del Soberano.

Artículo 5: Los archivos públicos de la Ciudad tendrán toda protección y


toda ayuda del Gobierno de Su Majestad Británica.

Artículo 6: Quedan como hasta ahora los varios derechos e impuestos que
exigían los Magistrados, quines cuidarán por ahora de colectarlos y
aplicarlos del mismo modo y a igual efecto que antes, por el bien general
de la Ciudad hasta saberse la voluntad de Su Majestad Británica.

Artículo 7: Se protegerá el absoluto, pleno y libre ejercicio de la Santa


Religión Católica, y se prestará el mejor respeto al Ilustrísimo Señor
Obispo y a todo el santo Clero.

Artículo 8: La Curia Eclesiástica seguirá en el pleno y libre ejercicio de


todas sus funciones y precisamente en el mismo orden que antes.

Artículo 9: Se devolverán a sus dueños todos los buques de tráfico de la


costa del Río, según la proclamación del 30 del próximo pasado.

Artículo 10: Toda propiedad pública de cualquier clase que sea,


perteneciente a los enemigos de Su Majestad Británica, se deberá
entregar a los captores; y así como los generales en Jefe se obligan a hacer
cumplir con exacta escrupulosidad todas las condiciones para el beneficio
de la América del Sud, así el Ilustre Cabildo y los Tribunales se obligan de
su parte a hacer que esta condición se cumpla, fiel, debida y
honorablemente.

Firmado:

W. C. Beresford, Mayor General


Home Popham, Comodoro, Comandante en Jefe
José Ignacio de la Quintana, Gobernador y Brigadier de Dragones

Como lo menciona el bando en cuestión, se mantiene los privilegios a


cambio de la genuflexión y la entrega de las riquezas del Estado. Se
mantiene el culto católico pero se fundan logias masónicas que adherirán
a los objetivos británicos. Se promete la protección de los archivos
públicos pero se roba toda la cartografía de la Compañía de las Filipinas.
La autoridad formal del Cabildo y los Magistrados sólo se mantienen en
cuanto éstos, garanticen la entrega del patrimonio de los enemigos de los
conquistadores.

Una continuidad histórica y política que llega hasta nuestros días, cargada
de sangre y frustración nacional.

No hay una sola palabra que sostenga una intención emancipadora por
parte de los británicos hacia los habitantes del virreinato español, tal
como pretenden algunos anglo historiadores. Beresford proclama algunas
seguridades sobre administración de justicia, respeto de la propiedad
privada y el culto religioso, a cambio del tesoro y proclamar el librecambio
“al igual que las otras colonias inglesas”.

Popham escribirá inmediatamente a los comerciantes ingleses para que


rápidamente se apresten a iniciar el comercio con la nueva adquisición
colonial y en comunicación con el Almirantazgo, expondrá su parecer del
momento:

“ Con la promesa de tan rígida protección a la religión establecida


del país y al ejercicio de sus leyes civiles, el general ( Beresford) confía en
que todos los buenos ciudadanos se le unirán para mantener en calma y en
paz a la ciudad, ahora que pueden gozar de un libre comercio y de todas
las ventajas del intercambio comercial con Gran Bretaña ”.

Por su parte Beresford en carta al primer ministro Castlereagh dirá que “


su proclama tuvo por objeto grabar en el espíritu de la población, el honor,
la generosidad y la humanidad del carácter británico”.

Petulancia e hipocresía, que serán alimentadas a su vez, con la


contestación del Almirantazgo.

Principio de conducta inglesa: 4) Vaya de parte mía como cosa suya o la


responsabilidad del Estado Británico

El 24 de julio, el secretario de guerra, Windham, lamenta que se hubiese


emprendido la expedición sin consentimiento oficial, pero dado que
habían obtenido éxito en la captura, le aconsejaba mantener la ciudad
ocupada a la espera de refuerzos y de utilizar la misma, como base de
ayuda y abastecimiento para los navíos que navegaran esos mares y ser un
centro comercial con el interior del continente. Absteniéndose de
alimentar cualquier intención emancipadora: “ Usted debe, por el
contrario, abstenerse de toda interferencia, si existiese alguna, y rehusar
tomar parte con cualquier clase de personas implicadas en ella, a no ser,
donde sea necesario, para protección de aquellos relacionados con Ud.”.

La expedición planeada en Londres en cumplimiento de estrategias


propuestas casi un siglo antes, pretendidamente enmascarada en una
acción personal, aventurera y sujeta a las apetencias de lucro de quienes
la llevaron a cabo (Popham, Beresford y Baird), no es más que una
maniobra de aproximación indirecta, tan a fin con el accionar diplomático
inglés.

El lamento por haber emprendido la acción sin consentimiento explícito,


trata de poner a salvo la responsabilidad inglesa en el asunto, máxime
cuando no se tenía certeza del desenvolvimiento futuro, especialmente el
relacionado con el accionar de España en el continente europeo.
En un segundo cuerpo de instrucciones enviadas el 21 de septiembre del
mismo año, el enmascaramiento cede al conceder a Beresford “la
completa aprobación” por su actuación (por esa fecha no se conocía la
gesta de la reconquista ocurrida en agosto) y se remiten guías para “ la
forma en que se debía gobernar hasta tanto no se llevara a cabo una
invasión total a Sudamérica “.

En las mismas se le anuncia la salida de una fuerza al mando de sir Samuel


Achmuty al frente de 3.500 hombres, al decir del historiador inglés John
Street
para consolidar la “Pax Británica”; basada en libre comercio, mercancías
baratas y libertad de conciencia.

El rey emitió dos “Order in Council” fechadas el 17 de septiembre y el 1°


de octubre de 1.806, por las que se regulaba el comercio con Buenos
Aires y se la colocaba en la misma categoría comercial que las colonias
británicas de Sudamérica y las Indias Orientales.

El entusiasmo de la city de Londres se había incrementado con la llegada


del tesoro de la Real Hacienda y la cartografía sobre el Océano Pacífico,
podemos inferir que el robo de los mapas de la Compañía de las Filipinas,
fue el precedente necesario para las tropelías británicas en el Pacífico,
incluidas las guerras del opio que unas décadas después someterían a
China. La adquisición de una nueva colonia que abriría la puerta a todo el
continente, no podía más que poner eufóricos a los comerciantes ingleses,
después de verse bloqueado su comercio con el continente europeo por
culpa de Napoleón. Los nuevos mercados así adquiridos, permitirían
fortalecer las finanzas y asegurar el desarrollo de la primera revolución
industrial, cuyo foco principal estaba en Inglaterra, a la par de anexarse
un continente y asegurarse el dominio marítimo mundial.

Como lo menciona R. A. Humpreys en “ British Consular Reports on the


trade and Politics of Latin America 1824-1826”, junto con la siguiente
misión de fuerzas militares destinadas a reforzar la conquista, partieron
alrededor de dos mil comerciantes ingleses en un contingente que logró
comercializar en los puertos de Buenos Aires y Montevideo mercaderías
por £ 2.051.100 en el año 1.806 y £ 209.051 durante el año 1.807, un total
de £ 2.260.151, que repercutió fuertemente en el comercio de ambas
ciudades y el interior del país, permitiendo fortalecer los lazos comerciales
de los británicos con las principales casas de comercio de ambas plazas,
fundamentalmente mediante el contrabando que según el pensamiento
oficial de las autoridades virreinales: “ proporcionaba recursos al enemigo
y engrosaba los caudales de los malos vasallos con perjuicio de la parte
sana del comercio y daño de los fieles vasallos y verdaderos patriotas”.

Las instrucciones políticas dadas a este segundo contingente militar


señalaban que debían emplearse todos los recursos para convencer a los
pobladores de la ventaja superior que se deriva de la unión y gobierno
británico.

El convencimiento y la lealtad a la corona se lograban mediante los


beneficios del comercio.

En este orden de ideas debe entenderse la devolución dispuesta por


Beresford de las embarcaciones de cabotaje secuestradas con motivo de
la conquista de Buenos Aires, “aunque eran buenas presa, había resuelto
para no arruinar a sus dueños e impedir el comercio, devolver los barcos
de cabotaje capturados”. Sin embargo, debemos considerar las siguientes
razones para esta devolución: a) porque la devolución facilitaba la
distribución de las mercaderías introducidas por los comerciantes ingleses;
b), porque dudosamente los navíos pudieran trasladarse de plaza, dado la
condición de embarcaciones de cabotaje, que no resistirían un viaje por
alta mar, y c) porque si éstas embarcaciones hubiesen sido puestas
entonces en venta en la misma plaza de Buenos Aires, serían los mismos
comerciantes locales quienes estarían en condiciones de recomprarlas,
introduciendo un conflicto que pretendía evitarse para ganarse la
voluntad de la clase acomodada.

Las instrucciones a Beresford sostenían que “ no debían hacerse uso de


los derechos de guerra para no dar la impresión de que el objeto del
Gobierno Británico era el botín y no la producción”. Debía procurarse el
comercio con el Perú a fin de apoderarse del producido mineral y “no
fomentar actos de insurrección o medidas que den por resultado otro
cambio que no sea colocar aquella comarca bajo la protección y
Gobierno de Su Majestad Británica”.

Claro entonces, las autoridades británicas en Londres cumplían el plan


trazado en 1.711, actualizado por Maitland, y coordinado por el
mismísimo Popham bajo supervisión de Lord Melville.
Piratería en estado puro: la apropiación del Tesoro

En cuanto al tesoro, su apresamiento se realizó en Luján, una memoria del


Cabildo de la Villa de Luján señala “que los enemigos aparecieron casi a
media noche y apoderándose de la casa capitular, no sólo se enseñorearon
de ella, sino también robaron su archivo, sus utensillos y una caja de
caudales que contenía 28 pesos fuertes; quemaron los bancos de la
escuela, rompieron los útiles escolares, quemaron los papeles y un puente
recién construido y destrozaron los techos de tejas de la cárcel y el
calabozo con motivo de bajar la pelota con que se divertían, andando
sobre las tejas como si estuvieran en el suelo”.

El Regimiento del 71° Highlanders, fue el autor de estos desmanes y tal


vez, por primera vez en nuestra historia, el juego de la pelota se vería
involucrado, con el vandalismo, el saqueo, la violación y la impunidad
como en 1.978.

Regresados los caudales y a pesar de la palabra empeñada de no retirarlos


de la ciudad, los mismos fueron embarcados en el navío más rápido de la
flota el “Narcissus” y despachados a Londres.

Beresford negó que hubiera dado su palabra de retener los mismos en


Buenos Aires, lo que fue rebatido por el oficial que había entregado una
nota de Sobre Monte autorizando el regreso de los caudales, con la
condición que los mismos quedaran en Buenos Aires. Conminado
Beresford, luego de la Reconquista, a que mostrara algún documento
donde manifestara su intención de remitirlos a Londres, no bien
estuvieran en su poder, nada pudo presentar, ya que ni en la capitulación
del día 27 de junio ni en el bando del 2 de julio nada se dice sobre la
entrega de los caudales, y no estando éstos dentro de la ciudad al
momento de la capitulación, no le asistía ningún derecho sobre ellos.
Simplemente ha sido un robo y no un botín de guerra, del que
participaron las autoridades británicas: a) por la concreción de los planes
de conquista elaborados por sus autoridades; b) por la acción militar y de
gobierno de sus súbditos; c) por la remisión de los caudales; d) el depósito
de los mismos, y e) su posterior repartición como se verá más adelante.
Sociedades secretas: brazo invisible y eficiente

En cuanto a la instalación de logias masónicas durante el gobierno de


Beresford, se conocen por lo menos la creación de dos: “Hijos de Hiram” y
“Estrella del Sur” ( nombre que adoptará también un periódico pro inglés
durante la ocupación de Montevideo en 1.807.

La instalación de estas logias tuvo por objeto la atracción de nativos o


extranjeros residentes hacia la ideología y la influencia inglesa. Las fuerzas
militares invasoras traían sus propias logias, siguiendo a Robert Freke
Gould, historiador de la masonería inglesa, Patricio Maguire en “ La
Masonería y la Emancipación del Río de la Plata” menciona que, dentro
del Regimiento 71 actuaba la logia N° 895.

En el Regimiento 20° de Dragones Ligeros, actuaba la logia N° 759; en los


Cuerpos de Ingenieros Reales actuaban logias dependientes de los
“Antiguos Masones”. De la misma manera actuaban logias dependientes
de los “Antiguos” y “Modernos “ entre los miembros de la marina y
cuerpo de infantes de marina.

Igual comportamiento señala Maguire, corresponde al Regimiento de


Santa Elena, fuerza militar a sueldo de las corporaciones económicas cuya
sede central se hallaba en la City de Londres.

La constitución de dos logias en Buenos Aires, “Hijos de Hiram” y “Estrella


del Sur”, significa que, según La Constitución de la Gran Logia de
Inglaterra, una tercera logia, de orden superior, debió crearlas y de la cual
dependían ambas. Se conoce que antes de esta invasión, ya existía una
logia que actuaba en Buenos Aires, denominada “San Juan de Jerusalén”,
que según diversos historiadores pudiera ser derivada de otras logias
provenientes del Brasil, seguramente miembros de ésta eran O´Gormann,
Whitte y otros conspicuos miembros de la tertulia de Ana Perichón.

Los miembros de esta tercera logia, debieron actuar en los momentos


previos de la invasión con bastante sigilo y luego de producida la misma,
su actuación fue más evidente, facilitando el accionar (traductores,
mensajeros, proveedores de caballada) y procurando la comodidad y
hospedaje de las tropas invasoras.
Durante la siguiente invasión, el número de logias intervinientes entre las
fuerzas invasoras aumentará considerablemente, Gould señala que se
cuenta con registros de logias funcionando dentro de los: Regimientos de
Infantería N° 5, 36, 38, 40, 45, 47, 54, 71 88, 89 y 95, Regimientos de
Dragones N° 9, 17, 20 y 21, Regimiento N° 6 de Guardias Dragones. ,
Entre otros. El autor señala que entre los cuerpos de ejército, artillería y
marina invasores, funcionaron 69 logias durante las acciones de 1.807.

Si formalmente los británicos desalojaron militarmente los territorios del


Virreynato del Río de la Plata durante septiembre de 1.807, la realidad es
que nunca se fueron y su influencia alcanza hasta nuestros días. Una de las
herramientas fundamentales de su influencia es y han sido las
organizaciones secretas. La masonería en su condición de sociedad secreta
ha tenido una fuerte influencia política, ejercida sobre diversos
acontecimientos tanto nacionales como internacionales, que no puede
ignorarse, y especialmente en el desarrollo posterior de la historia
argentina y latinoamericana. En nuestro caso, pretendemos describir un
accionar político de estas organizaciones, sin mengua de los principios
filosóficos que esas organizaciones sustentan.

Reflexiona Patricio Maguire, que aún desconociendo el motor propulsor


de la institución, los americanos ingresaron en la organización para
utilizarla para la consecución de sus fines, sin advertir cuales eran los
verdaderos fines de ésta, debido “al abigarrado sistema de Ritos, Grandes
Logias, Capítulos, Areópagos, logias y triángulos, que hace perder el hilo al
más ducho, y todo ello en medio de juramentos, algunos de ellos
sobrecogedores, muchos se sintieron defraudados, entrando en dudas y
apartándose, y hasta oponiéndose a la institución a la que habían
pertenecido como en el caso de Bolívar. Y ya se sabe de los múltiples
desengaños de Miranda, quien en varias oportunidades vio como sus bien
urdidos planes independentistas eran desairados al cambiar Inglaterra sus
miras políticas”.

Lo cierto es que Beresford y Whitelocke se fueron pero la masonería


amplió su influencia, que es y ha sido notable para la historia política
argentina.
Rigidez política y doble moral

No podemos dejar de mencionar al profesor Harry Ferns, catedrático de


la Universidad de Birmingham y estudioso de las relaciones argentino
británicas y autor de “ Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX”, para
quien la influencia británica en nuestras tierras llegó a la senectud con el
gobierno del Gral. Perón. Y argumenta sobre el fracaso de la actuación de
1.806 está basada en “ la falta de elasticidad política derivada de las
órdenes que Baird había impartido a Beresford y de la incapacidad o falta
de disposición de Popham y Beresford para estimular el desorden social y
político que era necesario para dividir la oposición que se estaba
formando contra ellos. Beresford en su inocencia y Popham en su
confusión, suponían que era posible provocar un cambio político
ventajosos para Gran Bretaña en el Río de la Plata, sin alterar en modo
alguno la sociedad y el equilibrio de fuerzas políticas del Virreinato; que un
cambio de soberanía impuesto por las fuerzas de las armas y seguido de
unas pocas palabras de buena voluntad y unos pocos remiendos
económicos necesarios para alcanzar el objetivo de la política comercial
británica, era todo cuanto se necesitaba hacer”.

De este fracaso tomarán debida nota y procederán en consecuencia,


introduciendo y fomentando la división de los argentinos,
instrumentando el caos a través de grupos disolventes de la sociedad
argentina, inclusive financiando bombardeos, como el de 1.955 en la Plaza
de Mayo y el contrabando de armas para distintos grupos armados
durante el gobierno constitucional de 1.973.

La rigidez política de la que habla Ferns, no sólo era en cumplimiento de


las órdenes impartidas por Baird, sino que la propia Secretaría de Guerra,
había instruido a Beresford, después de conocerse la invasión, a que debía
“no fomentar actos de insurrección o medidas que den por resultado otro
cambio que no sea colocar aquella comarca bajo la protección y
Gobierno de Su Majestad Británica”, como lo hemos mencionado más
arriba.

Esa rigidez, está presente en el bando que descarta cualquier posibilidad


de abolición de la esclavitud:
“ Que habiéndose notado en la ciudad que los
negros y mulatos esclavos, después de tomada la plaza han pretendido y
pretenden sacudir la subordinación a que por su estado están ligados,
faltando a la obediencia que deben a sus respectivos amos y negándose a
todos aquellos ejercicios que por su constitución han sido empleados
hasta hoy; se les haga entender que permanecen en el mismo estado en
que estaban, sin variación alguna, que deben estar sujetos a sus amos,
obedecerlos en un todo con absoluta subordinación, y no andar ociosos
por las calles, bajo las más rigurosas penas que tenga a bien imponer el
Excelentísimo Señor Mayor General británico”.

Una prueba más que no había entre los conquistadores ni la más remota
idea de emancipación de estas latitudes y que, por la entonces, inicial
disputa que el Imperio Británico comenzaba a sostener mundialmente con
argumentos humanísticos en favor de la abolición de la esclavitud
respondían en verdad, a distintas razones: a) de comercio exterior –
debido a que no controlaba el 100% del mercado de negros, pretendiendo
la ruina de sus competidores -; b) de costos industriales: un obrero era
más barato con su salario de subsistencia – David Ricardo – que el
mantenimiento de un esclavo y c) de comercio interior: fomentaba
además la creación de nuevos estamentos de consumo.

Por lo expuesto, sostenemos que la emancipación de los esclavos no


formaba parte de la agenda del gobierno de domesticación que se había
iniciado a partir del 27 de junio de 1.806.

Que el ejército que ocupaba la plaza de Buenos Aires, era un ejército de


ocupación y no de liberación como quieren hacer creer algunos
historiadores está refrendado en el siguiente bando:
“ Habiéndose hecho saber al
Excelentísimo Señor Gobernador que, aunque por su orden se dio noticia
por el Cabildo de esta ciudad que toda persona de cualesquiera condición
que tuviese armas, municiones y otros pertrechos de guerra
pertenecientes a Su Majestad Católica las devolviese inmediatamente a
los Alcaldes de barrio, las armas no se han entregado; el Excelentísimo
Señor Gobernador tiene por justo mandar por esta proclama que todos los
que tengan armas de aquella descripción, las entreguen a los Alcaldes de
sus respectivos barrios, bajo el concepto de que el que no lo verifique
hasta el 12 del corriente mes ( julio) y se les encuentren las armas, será
castigado, pagando doscientos pesos de multa por cada artículo de
aquellos que se encuentren. Buenos Aires, el 7 de julio de 1.806”.
La represión iba en aumento al constatar el invasor que el pueblo en su
gran mayoría no respondía de la manera adecuada según los intereses
británicos. Una labor que debe destacarse es la de captación de soldados
ingleses de religión católica, procurando convencerlos de que
abandonaran las filas en donde militaban.

Esta labor de captación tuvo cierto éxito y ello produjo preocupación en el


gobernador Beresford que el 19 de julio dispuso:

“Habiéndose probado sin la menor duda que muchos habitantes de esta


ciudad y otros de la campaña están poniendo en uso todo medio para
inducir a los soldados y sujetos ingleses a que desistan de su fidelidad y
deserten de sus banderas, el Mayor General hace saber por esta proclama
que cualquier habitante u otro que sea descubierto, empeñándose en
seducir algún soldado, o sujeto inglés, será castigado inmediatamente con
pena de muerte; que cualquier persona que reciba, de acogida o ampare
de algún modo a algún soldado o marinero inglés en su designio de
desertar, e internarse en el país, será castigado con la misma pena de
muerte, ofreciendo el Mayor General la recompensa de cien pesos a
cualquiera que de aviso de alguno que reciba, de acogida, ampare o tenga
parte en la deserción, o huída al interior del país de algún soldado o sujeto
inglés; y cualquiera que se vea en compañía de soldado, marinero o sujeto
de esta descripción, se considerará como cómplice.
Y previene el Mayor General a todos los habitantes, que cuida de su
conducta en lo que respecta al objeto de esta proclama, pues ha tomado
tales medidas, que hará se castiguen aquellos que procuren seducir o
seduzcan a los sujetos de Su Majestad Británica.

Cuidarán todos los Oficiales militares y civiles, así en la ciudad como en sus
dependencias, de asegurar y arrestar a todos los soldados y marineros
ingleses, y a los que los acompañen, o los hayan auxiliado en su fuga,
remitiéndolos a este fuerte de Buenos Aires”

La labor de zapa ha dado sus frutos y el general abandona ya el tono


conciliador y aumenta la represión prometiendo la pena de muerte a
cualquier habitante de Buenos Aires y sus alrededores. Mediante una
compensación monetaria, incita a la delación entre los propios vecinos y
cada vez más, aparece el verdadero rostro y las intenciones de la
conquista de Buenos Aires: beneficios e impunidad para los colaboradores
del imperio, despojo y muerte para los defensores de la Patria.
Que esta proclama no fue una simple amenaza está corroborado por el
fusilamiento de un soldado alemán de confesión católica que servía en las
tropas inglesas y que habiendo desertado, fue hecho prisionero a
consecuencia del combate de Perdriel Antes de ser fusilado recibió la
extremaución por parte del obispo Lúe y Riega.

Por suerte no fue el único desertor, otros lo imitaron y se integraron con


beneficio superlativo para la sociedad argentina. Colaborando desde los
albores de nuestra patria, trabajando, amando, enalteciendo y luchando
hasta el derrame de su propia sangre o la de sus descendientes en la
defensa apasionada de esta tierra, como en el caso de un aviador
argentino inmolado en Malvinas que descendía de un desertor inglés de
1.806. -

Beresford inaugura la trampa colonial: declara “la libertad de comercio”

El 4 de agosto de 1.806, ha de adoptar el General Beresford una decisión


importante y que a lo largo de nuestra historia ha de repetirse para
beneficio de unos pocos, los mismos de siempre. La proclamada libertad
de comercio se impondrá para beneficio especialmente de los
comerciantes ingleses y de su socia local, la clase acomodada de Buenos
Aires.

La elite porteña, históricamente repetirá en cuanta oportunidad ha tenido


que esta libertad de comercio es la base fundamental de la riqueza
nacional, olvidando una y otra vez, que el libre comercio es para aquellos
que ostentan un mismo nivel de recursos y disponibilidades, los países
centrales disponen a través de la libertad de comercio de la forma más
civilizada de control interno de los países periféricos, dominando los
mercados internos se debilita las monedas locales y mediante el
debilitamiento de la moneda local, los créditos y los financiamientos
dependen crecientemente de los mercados o plazas extranjeras, de allí
está a sólo un paso, la extranjerización de la riqueza local y una regresión
en la distribución del ingreso nacional.
Sin moneda autónoma, sin crédito y con mercados internos sometidos a
políticas definidas fuera del territorio, la soberanía económica es sólo una
hueca declamación de barricada.

La medida tomada por Beresford, se realizaba ad referéndum de la


decisión del gobierno británico. Ya hemos visto que el comercio entre las
plazas de Buenos Aires y Montevideo, desde esta fecha hasta el desalojo
militar en septiembre de 1.807 alcanzó los dos millones doscientos
sesenta mil ciento cincuenta y una libras esterlinas, lo que aceleró la crisis
económica, fundamentalmente en el interior del país. La introducción de
esta gran masa de productos y la carencia de metálico, producido
especialmente por el robo de los caudales públicos, deterioró los términos
de intercambio del país, siendo necesario en 1.810 el cargamento de 8
navíos con cuero (material estratégico en la primera revolución industrial)
por cada embarque de productos importados. Una relación económica de
ocho a uno que definió por centurias quien habría de trabajar y quien
aprovecharse de los frutos de ese trabajo.

El control de la política financiera conjugado con un regresivo y represivo


sistema impositivo, convertirá a nuestro país en un territorio tributario y
una perenne frustración para los argentinos.

“ El Comandante británico, con el fin de que el comercio de esta plaza


pueda tomar toda la actividad de que son susceptibles los presentes
circunstancias del país, no demorará por más tiempo la publicación de las
disposiciones y reglamentos que servirán de norma para el gobierno de la
aduana de esta ciudad, hasta que se sepa la voluntad de Su Majestad
Británica. Por ahora se contenta el Comandante británico con manifestar
al pueblo que el sistema de monopolio, restricción y opresión ha llegado
ya a su término; que podrá disfrutar de las producciones de otros países a
un precio moderado, que las manufacturas y producciones de su país
están libres de la traba y opresión que los agobiaba y hacía que no fuese lo
que es capaz de ser, el más floreciente del mundo, y que el objeto de la
Gran Bretaña es la felicidad y prosperidad de estos países:

Primero: El Gobierno Británico no se reserva privilegio exclusivo para la


importación, exportación o venta de artículos de mercaderías: por tanto le
es permitido a todo individuo que importe, exporte o venda, así tabaco,
polvillo, naipes, etc., como todo otro renglón de mercaderías,
declarándose el comercio de esta plaza libre y abierto, pagando los
derechos establecidos en este reglamento, hasta saberse la voluntad de
Su Majestad Británica.

Segundo: Toda mercadería, fruto, manufactura o producción de la Gran


Bretaña, Irlanda y sus Colonias, pagarán a su introducción un diez por
ciento de derecho al rey y dos y medio al Consulado.

Tercero: Toda mercadería extranjera, o que se importe en buques de igual


naturaleza, pagará un trece por ciento de derecho reales y dos y medio de
derecho consular.

Cuarta: Tabaco de hoja o torcido, viniendo de Ultramar, a su entrada, ocho


reales por arroba.

Quinto: Se hace saber que, excepto en los artículos que están en el


precedente reglamento específicamente mencionados, todos los derechos
que había impuesto antes en las mercaderías, vinientes de las provincias
interiores o por los ríos Paraná y Uruguay a esta ciudad, quedan abolidos y
ningún derecho se ha de exigir por entrar en Buenos Aires. De igual modo,
y con excepción de pequeño derecho de yerba, toda mercadería será de
aquí en adelante libre de pagar derecho o impuesto a su salida de Buenos
Aires; pues la exacción de derechos ha de ser únicamente en la
importación o exportación, desembarque de puertos de ultramar o que no
sean de éste y embarque a ellos.
Buenos Aires, 4 de agosto de 1.806 “

Este es el primer antecedente sobre la rebaja de aranceles en la


proclamada libertad de comercio, como se observa en el articulado, “la
felicidad y prosperidad de estos países”, la obtendrán los naturales de
esta tierra mediante la comercialización del tabaco, polvillo y naipes, (
siempre y cuando obtuvieran embarcaciones no inglesas para exportar sus
productos.

En caso de no contar con estos recursos, los nativos deberían procurarse


la felicidad y prosperidad mediante la comercialización interna de los
naipes y los otros productos, mientras que Gran Bretaña se aseguraba la
libre circulación de sus productos por el interior del país y de los ríos
Paraná y Uruguay.
Los contornos de la Vuelta de Obligado comenzaban a perfilarse en el
artículo quinto de esta disposición gubernamental.

La libertad, según la entendían los conquistadores, era fundamentalmente


para comercializar naipes y el resto era para beneficio propio de los
comerciantes ingleses.

El juego de naipes, eje de esa supuesta libertad comercial, será utilizado


para corromper y domesticar a la población mediante la incentivación de
sus vicios.

Será el juego de pelota ( recordar el episodio en Luján) y el juego de


naipes, elementos esenciales para retirar y adormecer al pueblo,
distrayéndolo del interés de las cuestiones nacionales y desviándolo de su
misión como nación.

Así también se explica doscientos años de frustración nacional.

Las consecuencias del “libre comercio”: pobreza y drenaje de divisas

Relata Ferns, que al cabo de un corto tiempo de gobernación británica de


Buenos Aires, las existencias privadas de dinero metálico habían
desaparecido y las mercaderías comenzaban a abundar sin tener
demandantes. Habiéndose apoderado del grueso del metálico, Popham
está resuelto a no permitir que los comerciantes locales repararan esa
pérdida mediante el funcionamiento de la ley de oferta y demanda, ya que
el tipo de cambio hubiera saltado por las nubes, haciendo inaccesibles las
mercaderías inglesas, por lo que estipuló un tipo de cambio fijo de 5
chelines por peso, cuando antes de la invasión el tipo de cambio era de 4
chelines 6 peniques.
En carta al Almirantazgo del 13 de julio de 1.806 expondrá Popham: “
Impónese que yo ponga en conocimiento de Sus Señorías que, como
resultado de haber oído que era probable que se ofreciera muy poco
dinero y ése a un cambio exorbitante, yo consulté con el general sobre el
asunto, a los efectos de mantener el cambio a la par de 5 chelines el peso
o más abajo aún, y nos pusimos de acuerdo en que, si los comerciantes
ofrecían sus dineros a un tipo más alto, nos dirigiríamos al tesorero y a
los funcionarios pertinentes para establecer el cambio de 5 chelines el
peso y conservar en consecuencia un caudal suficiente para los gastos de
servicio, medio por el cual el peso no habrá de subir mas de esto y acaso
pudiera cotizarse más bajo. Se hizo pública sin demora esta resolución y
no se aceptarán ofertas por arriba de 5 chelines”.

Esta nota es de fundamental importancia porque demuestra el carácter de


la política económica llevada a cabo durante el gobierno de domesticación
nacional y porque la misma se realizaba en concordancia con los intereses
comerciales y financieros ingleses. Y toda esta política era puesta en
conocimiento de las autoridades superiores del estado invasor, los que
felicitarán y manifestarán “su entera aprobación a la juiciosa, capaz, y
animosa conducta que él y de los oficiales, nautas y marinos empleados
a sus órdenes”. ( Nota del Secretario de Guerra Británico del 25 de
septiembre de 1.806.

La responsabilidad del estado invasor está plenamente acreditada.

Además, la constitución de un cambio fijo, convertible y deliberadamente


subvaluado que facilite la introducción de las mercaderías inglesas,
convertía en una burla la declarada libertad de comercio y el respeto de la
propiedad privada.

¡ Cuantas veces se ha de repetir esta política económica para la


destrucción del sistema económico argentino!

En carta al Almirantazgo Popham solicitaba que se considere la “ doble


ventaja de transferir a nuestros barcos el transporte” (de esclavos, en
manos de los portugueses).

Castlereagh escribirá a Whitelocke unos meses después sobre la no


conveniencia de abrir el puerto de Montevideo durante un lapso de 8
meses para el comercio de vino y alcohol a comerciantes neutrales, tal
como se lo reclamaban algunos sectores y dirá:

“Recomiendo que tal licencia no se


extienda, de manera que si se halla usted en posesión de Buenos Aires
probablemente no sea necesario extenderla al puerto de Montevideo. En
cuanto a las especulaciones de los comerciantes británicos, parece que
merecen cualquier aliento, y deseo que Usted atienda a los intereses de
ellos en la medida en que esté a su alcance y de acuerdo con las
instrucciones y órdenes que Usted ha recibido” ( 8 de junio de 1.807)

Claro y preciso, el general debe estar al servicio de los comerciantes,


ninguna aventura alocada de un grupo de militares sino el producto de un
plan ordenado y cumplido, con un antecedente expreso desde 1.711, el
“Plan para humillar a España y apoderarse de sus Colonias” y una política
directriz trazada a partir de Oliver Cromwell en el siglo XVII.

La visión como legado del Dr. Manuel Belgrano

Será el Secretario del Consulado del Virreinato quien mejor sintetizará la


injerencia británica a partir de 1.806, en una vigorosa Memoria fechada el
16 de junio de 1.809, expondrá en términos claros y vigentes, las
condiciones esenciales de la conversión de nuestro país en un territorio
tributario, dirá Manuel Belgrano:

“Desengañémonos, jamás han podido existir los Estados,


luego que la corrupción ha llegado a pisar sus leyes y faltar a todos los
respetos. Es un principio inconcuso que en tal situación todo es ruina y
desolación, y si eso sucede en las grandes naciones, ¿ qué no sucederá a
cualquier ramo de las que contribuyen a su existencia ¿ Si los mismos
comerciantes entran en el desorden y se agolpan al contrabando, ¿ qué ha
de resultar del comercio?. Que se me diga, ¿ qué es lo que hoy sucede al
negociante que procede conforme a la ley? Arruinarse, porque no puede
entrar en competencia con aquellos que han sabido burlarse de ella...

Si subsiste este tráfico vergonzoso contra la ley, perecerán


todas las demás ramas de utilidad pública para estas Provincias, que
reciben su sustento y permanencia sólo del comercio, recorramos nuestras
barracas y hallaremos la multitud de frutos que tenemos depositado para
pasto de las polillas, y pasemos a nuestros hacendados y los veremos en la
miseria por la falta de valor de las producciones, en una palabra, todo se
resiente por la falta de tráfico lícito.

Bien sabemos por notoriedad, la multitud de efectos que


han entrado en esta Capital y que se hallan abarrotados en los almacenes,
a términos de haber producido la baja enorme en los géneros de consumo,
efectos que sólo han podido conducir esos barcos ingleses, que hemos
tenido a la vista y todavía tenemos.

¿ Y conque se ha pagado toda esa mercancía? ¿ Cuáles han


sido sus exportaciones? Por ventura el renglón que debe ser de nuestro
mayor cuidado en darle expendio, tal es para nosotros el cuero, ¿ Ha
tenido algún aumento en su valor? No señores, todos los pagos han sido
hechos en metálico.

¿ Y cuales han sido las ventajas que hemos conseguido?

La destrucción, el aniquilamiento de nuestros fondos, la


existencia de una multitud de extranjeros, corrompedores de nuestras
costumbres.

Y si es cierto, como lo aseguran todos los economistas, que la


repartición de las riquezas hace a la riqueza real y verdadera de un País, de
un Estado entero, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podría verla
en nuestras Provincias, cuando existiendo el contrabando y con él, el
infernal monopolio, se reducirán las riquezas a una cuantas manos que
arrancan el jugo de la Patria y la reducen a la miseria.”

Nuestro primer economista nacional, trazaba con genial precisión el


derrotero de la nación a doscientos años vista. ¡ Cuán distinto era su
concepto de felicidad para el pueblo que el proclamado por Beresford y
sus descendientes!

Dos ejemplos más sobre la política de domesticación porteña han de


citarse a continuación. La primera de ellas es la invitación que los jefes y
oficiales ingleses recibieron para alojarse en las casas de las familias
distinguidas, las crónicas de la época no dejan de mencionar que era
común ver pasear por las tardes a algunas jóvenes porteñas del brazo de
algún oficial inglés, en la tibieza de las tertulias hogareñas, se tejió más de
un romance y algún que otro compromiso matrimonial.

Una variante pasiva de esta domesticación esta dada por el caso de otras
familias adineradas que optaron por retirarse a sus quintas en las afueras
de Buenos Aires para no verse involucrados en los acontecimientos que se
sucedían a diario, no han de comprometerse, sólo aspirarán a mantener
su tranquilidad personal.
Por último hemos dejado la normativa del 7 de julio de 1.806 por la cual
Beresford, exigió el juramento de lealtad a Su Majestad Británica por parte
de los militares y funcionarios. Invitados a prestar el juramento de lealtad
concurrió el clero casi en su totalidad, el Cabildo en pleno y el Consulado,
con la excepción de Manuel Belgrano.

Por su parte la Real Audiencia y el Tribunal de Cuentas rehusaron la jura y


se negaron a continuar ejerciendo su magistratura. El 5 de julio el Cabildo
invitó a los miembros de la Real Audiencia, en nombre de Beresford, para
la ceremonia del juramento, pero los miembros invitados solicitaron
permiso para retirarse de tan vergonzoso acto, alegando que nunca
habían acordado jurar tal fidelidad. El capital Gillespie en su registro
menciona que 58 vecinos, juraron su lealtad al rey inglés, aunque en
forma reservada, tal como hemos mencionado con anterioridad.

Manuel Belgrano fundamenta su conducta:


“ Como el Consulado, aunque se
titulaba de Buenos Aires lo era del todo el Virreinato, manifesté al Prior y
Cónsules que debía yo salir con el archivo y sellos donde estuviese el Virrey,
para establecerlo donde él y el comercio del Virreinato resolviese; al mismo
tiempo les expuse que de ningún modo convenía a la fidelidad de nuestros
juramentos que la corporación reconociese otro monarca, habiendo
adherido a mi opinión, fuimos a ver y a hablar al General ( Beresford), a
quién manifesté mi solicitud y defirió la resolución. Entre tanto los demás
individuos del Consulado, que llegaron a extender estas gestiones se
reunieron y no pararon hasta desbaratar mis justas ideas y prestar el
juramento de reconocimiento a la dominación británica, sin otra
consideración que la de sus intereses.

Me liberté de cometer, según mi modo de pensar, este atentado, y procuré


salir de Buenos Aires, casi como fugado; porque el general se había
propuesto que yo prestase el juramento habiendo repetido que luego que
sanase lo fuera a ejecutar y pasé a la Banda Oriental del Río de la Plata, a
vivir en la capilla de Mercedes”.

Cientos de nobles razas han sido exterminadas en Latinoamérica, nuestra


pobreza es el resultado del saqueo de nuestra riqueza, de la depredación
de la naturaleza, del sometimiento y represión de sus defensores,
mientras las clases acomodadas se contentan en su función de sirvientes
de los imperialismos vampiros, alimentados con la sangre de nuestros
pueblos. Estos y otros hechos, seguramente, habrán pasado por los ojos
del Secretario del Consulado y futuro General, estratega genial; ya
encontrará la forma de conducir su sentimiento más profundo, en un
desgarrado grito pleno de dignidad, un plan de liberación lanzado al
corazón de los pueblos, una consigna arrojada a los vientos de la historia:

Ni amo viejo. Ni amo nuevo.

¡ Ningún amo ¡
RECONQUISTA Y FUTURO

Algunos nombres de los que recogieron el legado

Los que siempre aspiraron a que la Nación Argentina fuera una colonia
digna y próspera (si es que hay algo de dignidad y prosperidad en una
colonia) encontrarán a continuación páginas para su desagrado y
confirmarán una vez más, la necesidad de acentuar la colonización
pedagógica, a la que hemos estado sometidos, a pesar de la ciclópea y
solitaria labor de hombres, tales como: Ernesto Palacio, Guillermo Furlong
S.J. , Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jaureche, Carlos Ibarguren, Julio Irazusta,
Roberto Marfany, Ramón Doll, Carlos Sacheri, Atilio García Mellid, Fermín
Chávez, Leopoldo Marechal, Vicente Sierra, José Luis Busaniche, Liborio
Justo, Juan Pablo Oliver, Rodolfo Irazusta, Julio Meinvielle, Juan José
Hernández Arregui, Alejandro Olmos, Arturo Enrique Sampay, Leonardo
Castellani, Lisandro de la Torre, Manuel Ugarte, Norberto Galasso, Rodolfo
Kusch, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, José Luis Muñoz
Azpiri, José María Rosa., Ramón Doll, Diego Luis Molinari, Rodolfo
Puigróss, E.S. Jiménez Vega, John Williams Cooke y Julio Carlos González,
entre otros, que injustamente no nombro por ignorancia u olvido.
Patriotas a la altura de nuestros mayores, padres a su vez de quienes no
nos resignamos y bregamos por la reconquista de nuestro futuro;
La Patria es un año inmenso que despunta en nosotros, ni tú
ni yo (querido lector) veremos la cara de su estío, nos enseña el poeta,
resaltando nuestra vocación de agricultura:

¿ No viste la semilla en su carozo


y el carozo en su tierra y esa tierra en su invierno?
Riñón de lo posible, la semilla es el árbol
No proferido aún y ya entero en su número.
Hazte carozo de la Patria en ti mismo,
Y otros verán arriba la manzana
Que prometiste abajo.
Somos ricos en ejemplos, con dolor hemos parido esta Patria, los
hombres, mujeres, niños y ancianos, heridos y muertos que rindieron al
invasor el 12 de agosto de 1.806, es la simiente de donde hemos nacido.

Sobre Monte estaba convencido que la invasión al Río de la Plata, de


alguna u otra manera se resolvería según la conveniencia de los sucesos
europeos y el arreglo de ambas coronas, española y británica, pero que el
verdadero peligro para la institución colonial era que los habitantes de
Buenos Aires y del interior, ampliaran su conciencia y se autocontituyeran
en fuerza militar, por ello, los ingleses encontraron en la Fortaleza un
armamento capaz de repelerlos con facilidad y que no fue utilizado para
que no cayera en manos criollas.

El principio de lo criollo: la búsqueda de independencia

No le faltaba razón al señor Marqués, desde el mismo momento de la


captura de Buenos Aires, un grupo de vecinos comenzó a elaborar un plan
de reconquista; José Fornaguera, al día siguiente expuso su plan al alcalde
de segundo voto Anselmo Sáenz Valiente y al comerciante Miguel de
Alzaga. El mismo consistía en la reunión de cerca de setecientos hombres
que cayeran de sorpresa en el cuartel de la Ranchería, lugar de
alojamiento del grueso de las tropas invasoras y exterminarlas puñal en
mano; mientras tanto, otros grupos atacarían los puestos de guardia en la
Plaza del Retiro, en el muelle y en el Cabildo. Según este plan, la guardia
del Fuerte, dado su escaso volumen no tendría más opción que rendirse.
El plan requería de fondos y Sáenz Valiente y Alzaga aseguraron que los
mismos estarían a disposición cuando fueran necesarios. Al día siguiente
se tuvo por trascendido que, un grupo de catalanes planeaba realizar una
operación similar, por lo que se decidió una reunión para aunar esfuerzos.

Este segundo grupo había elaborado un plan más completo, que aunaba a
la acción urbana con el apoyo de fuerzas militares provenientes de
Montevideo y la colocación de minas en lugares estratégicos, que al
explotar habrían de producir un número considerable de bajas en el
enemigo y abriría varios frentes de combate al unísono.
Este plan se lo conoce como “el plan de minas” y su elaboración
corresponde a los catalanes Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y llach.

Sentenach, Esteve y Llach, Dios Dozo: el nombre de los primeros


olvidados

El día 8 de julio se produjo la reunión de coordinación mediante la


intermediación de Juan Dios Dozo, tenedor de libros ( especie de
contador de la época) de la casa de comercio de Miguel de Alzaga. En su
casa se reunieron Felipe Sentenach, Gerardo Esteva y Llach, Miguel
Esquiaga, Pedro Miguel de Anzoàtegui y José Fontaguera, junto a ellos,
Miguel de Alzaga.

Expusieron que el día 3 de julio habían despachado una carta dirigida al


gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, explicando el plan
trazado y solicitando su intervención; además relataban los hechos
acontecidos en forma diaria desde el avistamento de las naves inglesas y
calculaban sus fuerzas, con tanta precisión sobre su número, clase,
colocación y armamento, que revelaba la debilidad del enemigo..

En aquella reunión se estudiaron ambos planes, el de Fornaguera y el de


Sentenach, aprobándose el de este ultimo. Se convino además en localizar
un punto de reunión para este ejército de liberación.

Se decidió además que, la organización de las tropas fuera en forma


celular, es decir, por grupos de cinco personas cada una, que en caso de
caer prisioneros, sólo conocerían la identidad de su propio grupo. Se
dispuso que los reclutadores fueran Juan Trigo (antiguo sargento retirado)
y Juan Vázquez (cadete de milicias), un hombre de edad, veterano de
guerra y un joven que recién iniciaba su carrera, ambos situados casi en
los extremos de la vida.

Todo un símbolo para la reconquista de la dignidad perdida.


En menos de una semana, ya se habían reclutado quinientos cuatro
hombres. José Fornaguera era el encargado de reunir las armas, que
pasaban en bultos de casa en casa hasta llegar al taller de José Santos
Inchàustegui, quien al frente de cinco hombres, las reparaban y
recargaban cartuchos. Miguel de Alzaga proveía los fondos para estos
menesteres.

Liniers y el valor de una promesa

Mientras tanto, el día 29 de junio era autorizado a regresar a la ciudad,


Santiago Liniers y Bremond, “quien no habiendo tenido el honor de haber
sido atacado el Puerto de la Ensenada, cuya defensa se la había confiado,
no era prisionero de guerra, por lo que pidió permiso para entrar en la
ciudad donde vivía su familia”.

La gestión de autorización estuvo a cargo de O`Gorman, marido de Ana


Perichòn, ya que Liniers era hombre de la tertulia de su casa. Beresford,
enterado de èsto por Guillermo Whitte, otro conspicuo integrante de esa
tertulia, consistió en dar la autorización de regreso, sin poder imaginar
como habrían de sucederse los acontecimientos, luego de este
consentimiento.

El 1 de julio, Liniers asiste a un servicio religioso en el Convento de Santo


Domingo, la misa allí realizada no tiene el fervor acostumbrado y sin la
solemnidad que se acostumbraba, el libro de Actas de la Cofradía del
Rosario, de la cual Liniers era Caballero, en su página ocho relata la
situación: “ se experimentó decadencia y cierta frialdad en el Culto por la
prohibición de que se expusiera el Santísimo Sacramento en las funciones
de la Cofradía que tuvo a bien mandar el ilustrísimo Sr. Obispo de esta
diócesis”.

Esta prohibición y la decadencia en el culto, seguramente sirvieron de


acicate para que el devoto y decidido Liniers, jurara un voto solemne ante
la Santísima Virgen, ofreciéndole las banderas que tomase al enemigo (y
que actualmente se exponen en la iglesia) y “ de ir a Montevideo a tratar
con aquel Sr. Gobernador sobre reconquistar la Ciudad, firmemente
persuadido de que lo lograría bajo tan alta protección”.

La realización de este voto solemne fue comunicada al Padre Fray


Gregorio Torres, Prior de Santo Domingo.

Además encargó que, a su nombre y costo, se ofreciese el santo oficio de


la misa por medio de Nuestra Señora del Rosario en su propio templo y
altar por el feliz éxito de su empresa.

La religiosidad y el culto mariano están presente desde los primeros pasos


de nuestro tránsito como nación, a pesar de la defección de muchos,
inclusive de los encargados por velar por la fè, tal el caso del Sr. Obispo,
que prohibió la exposición del Santísimo
Sacramento, que hubiera servido de consuelo en tan amargas horas.

No necesitaba Beresford, prohibir el culto católico, sus personeros,


intentarán destruirlo de la manera más eficaz: desde adentro.

Primeras reuniones para organizar la Reconquista

Liniers se puso en contacto con Alzaga y por su intermedio con Sentenach,


jefe de los conjurados, y con Esteve y Llach, segundo jefe. De esa reunión
surge la elección del punto de reunión de las tropas, por ello, el día 16 de
julio se alquila una chacra en Perdriel, propiedad de la sucesión de
Domingo Belgrano Pérez, padre de Manuel.

Su elección se debió a la proximidad con la costa de Olivos, lugar donde se


estimaba el desembarco de las tropas provenientes de Montevideo y por
poseer la misma, defensas naturales, tales como una laguna al norte y
unas cañadas al oeste y sur, lo que permitiría de ser necesaria una retirada
eficaz.

El 17 de julio, se alquiló una casa a José Martínez de Hoz, Director de


Aduana de Beresford, como ya hemos dicho, en las cercanías del Cuartel
de la Ranchería, en cumplimiento del plan de minas oportunamente
trazado. La cercanía del rancho y el movimiento en sus adyacencias,
podría levantar sospechas, la persona del locador, Martínez de Hoz,
alejaría dichas sospechas.

El 22 de julio los conjurados recibieron la respuesta del Gobernador de


Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, en donde éste expresaba la
necesidad de la reconquista y que sobre la base de la información recibida
pronto se aprestaría a mandar mil hombres y veinte cañoneras para atacar
a la flota, señalando como punto de desembarco la costa de Olivos.

El ataque de realizarse con prontitud evitaría que el invasor recibiera


refuerzos y las cañoneras por su escaso calado, podrían maniobrar por el
río con mayor prontitud y agilidad que la flota enemiga. El plan
concordaba con el de Sentenach, ya que una acción conjunta desde el río,
las tropas reunidas en Perdriel y tropas desembarcadas en Olivos, abriría
frentes de batalla que los invasores no podrían sostener con éxito. Al
frente de las fuerzas navales se designó a Juan Gutiérrez de la Concha.

Relata Vicente Sierra, que el día 16 los residentes naturales de Cataluña,


incentivados por Esteban Benet, Magín Baltasar, Benito Vidal y Tomás
Rius, se presentaron ante el Gobernador Ruiz Huidobro pidiendo
autorización para formar una compañía de mozos catalanes para integrar
la expedición, adoptando el nombre de Migueletes. Este nombre proviene
de “miñòn”, joven policía local de la región de Aragón y de Vizcaya. Por
votación democrática, (seguramente la primera vez en estas tierras)
fueron designados como jefes a Ramón Borafull y José Gray y Font.

El día 17 llega a Montevideo Santiago de Liniers y Bremond y el día 20


asiste a la Junta de Guerra organizada por el Gobernador Ruiz Huidobro,
es esta se convino (para no desguarnecer Montevideo) que quinientos
hombres alcanzaban para la expedición debido a la cantidad de vecinos de
Buenos Aires dispuestos a combatir con las armas en la mano y se dispuso
poner la dirección a su mando.

Las tropas estaban configuradas por la compañía de Migueletes con 100


catalanes, 70 ganaderos, 250 Dragones, 150 granaderos fusileros
voluntarios de las milicias montivedeanas y 50 blandengues de Buenos
Aires, a los que se han de sumar una formación al mando de Francisco
Hipólito Mordeille, marino francés que había obtenido numerosos
triunfos contra los barcos ingleses, en su actividad de corsario.
Al llegar a Colonia del Sacramento, se les unieron 100 milicianos de la
zona, al mando de Ramón del Pino y uniformados gracias a la acción de
Doña Francisca Huet, esposa de del Pino y la suscripción por parte de los
vecinos, de los fondos necesarios para tal fin. Tal era el fervor popular a
ambas márgenes del Río de la Plata.

Mientras tanto en Buenos Aires, no dejaban de sumarse los enrolados, de


los quinientos iniciales, la lista superaba los dos mil quinientos, más la
“Compañía infernal” de cincuenta y cinco hombres montados a cargo de
Tomás Castellón y seiscientos de las Milicias de caballería a cargo de Juan
Terrada. En el campo, Juan Martín de Pueyrredón y Antonio Olavaria
organizaban a los gauchos.

En cinco días, Pueyrredòn organizó un cuerpo de trescientos hombres,


paisanos, la mayoría de las localidades de San Isidro, Morón, Pilar y Luján,
a los que hubieron de unirse los Blandengues, organizados por Antonio
Olavarrìa, ambas tropas se dirigieron a Perdriel por orden de Liniers.

El plan de minas en acción

El 24 de julio comenzó a cavarse la mina que haría volar el Cuartel de la


Ranchería, la misión fue encomendada a diez zapadores, la cual insumió
cuatro días sin descanso, período en el cual los zapadores no salieron de la
casa para no despertar sospechas.

Mientras tanto, otro grupo ubicado en la azotea del café de Pedro Marco,
oficiaba de vigía. Durante la construcción, Sentenach, ingresó varias veces
al cuartel para cerciorarse de los ruidos ocasionados. Asunto no menor,
dado que el Capitán Guillespie, cuenta en sus memorias que, un joven
tambor de su regimiento informó a su sargento, que cierto ruido
proveniente de la tierra no lo dejaba dormir, ante la eventualidad, se
dispuso colocar algunos mosquetes con los cañones para arriba con
alfileres en sus bocas, ante el menor movimiento del suelo, los alfileres
caerían, para observación y vigía de las tropas acuarteladas. A la mañana
siguiente, se encontraron los alfileres en el suelo, ante la duda de haber
efectuado el procedimiento correctamente, se repitió la operación la
noche siguiente y subsiguientes, no dando mayores resultados. Para
fortuna de los conjurados, la primera noche de la prueba había concluido
la construcción del túnel, y las sospechas no pudieron ser confirmadas.

La Providencia estaba de nuestro lado.

El siguiente túnel era de más difícil realización, ya que debía atravesar la


calle hasta penetrar en el Fuerte, Sentenach, disfrazado, logró ingresar
varias veces en él, para que contando los pasos tomar las medidas
correctas para la construcción.

Como faltaban cabalgaduras, se comisionó a Juan de Dios Dozo para que


en el campo las obtuviera, difícil tarea ya que Sobre Monte, en su marcha
se había llevado a casi todas; el tropero Juan Tomás Martínez alcanzó a
reunir alguna caballada.

Comisionados para reunir las armas y llevarlas a Perdriel fueron José


Miguel de Esquiaga y Pedro Miguel de Anzoàtegui, quien junto a José
Fornaguera las fueron llevando a Perdriel, a veces a caballo, otras en
carretilla.

Era la madrugada del primero de agosto de mil ochocientos seis.

El bautismo de fuego: Perdriel

Esa misma noche, al regresar de un espectáculo en el Teatro de la


Comedia, Beresford, recibe la información, por parte del muy traidor y
comisario de la campaña de apellido González, que en la chacra de
Perdriel a 30 kilómetros de Buenos Aires, se estaba conformando una
multitud de hombres, dispuestos a luchar.

Inmediatamente manda llamar al coronel Sir Denis Pack, jefe del


regimiento 71, el mismo de los desórdenes y el juego de pelota con
motivo del apoderamiento de los caudales de la Real Hacienda, y le
ordena marchar al frente de 500 hombres de su tropa más 50 del batallón
de Santa Elena, batallón que como hemos mencionado estaba a sueldo de
las corporaciones de la city de Londres.
El bautismo de fuego de las tropas patrióticas no podría ser mejor y más
simbólico, ha de ser frente a los ladrones del patrimonio nacional,
provocadores y ejecutores de actos de vandalismo y frente a un batallón
de mercenarios, a sueldo de las corporaciones multinacionales de la
época.

A las ocho de la mañana comenzó el combate, el fuego de artillería era


cruzado, el cabo Manuel Palomino estaba al frente de la precaria artillería
nacional.

Para frenar el avance del Regimiento 71 Esquiaga y Anzoàtegui con sus


hombres se interpusieron entre ambos fuegos, los hermanos Pueyrredòn,
Juan Martín y Andrés, con sus gauchos se lanza contra la retaguardia
inglesa con el objeto de capturar la artillería enemiga, y si bien logra
sorprenderla, una descarga cerrada frena en embate, haciendo perecer
en el acto al caballo de Juan Martín de Pueyrredòn y según palabras de
éste”: me hallé en medio de ellos con sólo 10 de mis compañeros que me
siguieron, mi objeto era quitarles la artillería, y de facto con mis diez
compañeros les quité un carro de municiones con sòla la pérdida de uno
sólo de mis amigos, y mi caballo que fue atravesado por una bala de
cañón. Cuando me vi sólo y a pie, no tuve más recurso que mandar retirar
el citado y a huir a pie, en medio de todo el fuego que se dirigió a
nosotros.”. En la huida el paisano Lorenzo López, levanta a Pueyrredòn en
ancas de su propia cabalgadura y lo salva de una muerte segura.

Ante la imposibilidad de mantenerse, Esquiaga y Anzoàtegui, emprenden


la retirada, el combate ha durado unos pocos minutos.

El saldo es de tres voluntarios muertos, cuatro heridos y cinco prisioneros


(uno de los cuales, por ser desertor del ejército inglés, soldado alemán de
confesión católica, será fusilado), mientras los ingleses sufren 30 bajas,
veinte muertos y diez heridos, entre soldados y oficiales.

Si bien el combate de Perdriel termina en una huida con pérdida de


material bélico, el mismo debe considerarse como un triunfo, dado el
número de bajas entre uno y otro contendiente, y así lo entendió
Beresford, pues informó a su gobierno, que su intención era atacar a
campo abierto, donde sus tropas disciplinadas obtendrían la victoria. El
Combate de Perdriel fue considerado como una pérdida por el general
inglés.
La gente de Buenos Aires, animada por el combate no ocultará ya sus
sentimientos para con el invasor. Gillespie recuerda que los civiles
“asumieron un grado de insolencia desdeñosa”.

El humor como arma de resistencia

Una de las formas en que el pueblo de Buenos Aires sostuvo la resistencia


al invasor fue mediante el humor.

Coplas populares dirigidas especialmente hacia los que habían


defeccionado en su cargo, el Marqués de Sobre Monte por su carácter de
Virrey y el Prior de los dominicos, porque abogaba por la sumisión al
inglés, quien en carta a Beresford, dirá: “La Religión nos manda, respetar
las autoridades seculares y nos prohíbe maquinar contra ellas, sea lo que
fuere su Fe y si algún fanático, o ignorante atentase temerariamente
contra verdades tan provechosas merecería la pena de los traidores a la
Patria y al Evangelio”.

Para ambos, el pueblo compondrá las siguientes coplas:

Ingredientes de que se compone la quinta generación del Marqués de


Sobre Monte:

Un quintal de hipocresía,

Tres libras de fanfarrón,

Y cincuenta de ladrón,

Con quince de fantasía,

Tres mil de collonería.

Mezclarás muy bien después,

En un caldero inglés,
Con gallinas y capones

Extractarás los blasones

Del más indigno marqués.

Y para el prior que en nombre de la religión llamaba a los habitantes de


Buenos Aires, fanáticos o ignorantes merecedores de la pena de muerte,
acomodándose según la conveniencia del invasor, supo la musa popular
tratarlo con más deferencia que la que se merecía:

Si pensó el padre Prior

Que ese señor general

Lo haría otra vez Provincial

Por meterse a adulador

Entienda que el tal Señor

Detesta la adulación

Y quisiera que el sermón

O su carta adulatoria

La dijera de memoria

En la boca de un cañón.

El pueblo sabía como tratar a aquellos que los defraudaba y el humor


también formó parte de la resistencia.
Últimos preparativos

Luego del desbande de Perdriel, Pueyrredòn cruzó el río y al llegar a


Colonia se entrevistó con Liniers, dándole cuenta de lo ocurrido y éste le
encomienda la tarea de regresar y organizar los servicios de logística para
la expedición a su mando.

Pronto de aportaron carros, bagajes, víveres, comunicaciones,


alojamiento, por la generosa y franca colaboración , especialmente de la
gente de la campaña, colaboraron con Pueyrredòn, hombres tales como
Martín Rodríguez, Diego Herrera, Cornelio Zelaya, Miguel Majìas Mármol,
Mauricio Pizarro, Juan Pablo Ramírez, José Bernaldez, Manuel Antonio
Baz, Francisco Trelles, Lucas Obes, Antonio José del Texo, Francisco
Mariano de Orma, Manuel Andrés de Pinedo y Arroyo, Mariano
Renovales, José Albandea, Juan de la Cruz Brizuela, Martín Rivero, Pedro
Mauricio Núñez, José de Pueyrredòn, Juan Andrés de Pueyrredòn, Diego
Álvarez Baragañe y Diego Bejarano, entre otros.

Nombres olvidados por la historiografía oficial, su culpa es la de haber sido


los generosos gestores de nuestra reconquista.

A las seis de la tarde del día 3 de agosto en medio de una fuerte tormenta
se inició el embarque de las tropas expedicionarias al mando de Liniers A
la espera de un viento favorable, se avistaron dos fragatas inglesas, sin
que se produjeran escaramuzas. A la mañana siguiente se tuvo
conocimiento que una corbeta inglesa estaba anclada a una legua y media
de Colonia.

Comienzo de la Reconquista

A las nueve de la mañana, en el río Las Conchas, el movimiento es


extraordinario, en menos de una hora las tropas desembarcan, y con ellos,
también desembarcan los marineros de Gutiérrez de la Concha, ya que
ambos jefes, Liniers y Gutiérrez de la Concha, consideran las dificultades
que la flotilla tiene para operar contra las fuerzas marítimas enemigas,
esto cambiará el plan original para la reconquista.
El cinco de agosto Liniers entrará, entre los vítores de los vecinos, en San
Isidro, pero una tormenta que recién amenguará el día ocho, impide el
avance de las tropas. Los caminos son intransitables.

Esta tormenta será decisiva, ya que Beresford que pretendía salir a


combatir a campo abierto, se ve impedido de hacerlo. Los caminos son
ríos de barro..

Como consecuencia del combate de Perdriel y de la pérdida de


documentación que describía los planes de reconquista y que entre los
prisioneros, existía al menos uno, que conocedor de los planes podría
delatar a la mayoría de los conjurados; éstos en reunión, se juramentaron
que ante la posibilidad de ser detenidos, optarán por perecer antes de
confesarse cómplices.

El vigor del patriotismo apuntala la hora.

Ante la posibilidad de la delación, muchos conjurados salieron de la ciudad


para unirse a las tropas desembarcadas.

El día cinco de agosto, ante la noticia del desembarco de las tropas,


Beresford conminó al Cabildo para que en el término de una hora, le
entregasen dos baquianos que le guiasen por el campo. Todo ello fue
puesto en conocimiento de los expedicionarios por Juan Fornaguera, que
salió de la ciudad para informar a Liniers.

Al día siguiente Esteve y Llach informaba de los trabajos y aprestos en la


ciudad, solicitando un aplazamiento en el ataque de cinco o seis días para
poder terminar de cavar el túnel que llevaba al Fuerte. Lo cual fue
rechazado, por la comandancia.

Por su parte, Beresford reunía por esas horas a su Estado Mayor con el
objeto de coordinar las acciones a seguir, como hemos dicho, su opinión
era salir a combatir a campo abierto, convencido que la superioridad de
sus tropas definiría la acción, pero las fuertes lluvias que impedían el
traslado de la artillería, la falta de caballada y el desconocimiento del
pensamiento de Popham, luego del fracaso de éste en interrumpir el
desembarco de las fuerzas patrióticas, fueron los argumentos esgrimidos
por su Estado Mayor para convencerlo de abandonar dichos planes..
Se convino entonces, en ubicar trescientos hombres en la plaza Mayor,
colocar cañones en la Recova, en los portales del Cabildo, en las bocacalles
de la Plaza y en el Fuerte.
El informe llegado a Liniers, una vez más había sido redactado por
Sentenach y demostraba que el enemigo entraba a la lucha, moralmente
en inferioridad de condiciones, ya que en vez de salir a luchar, se
conformaba con una acción defensiva. Ello apresuró a Liniers, quien
reanudó la marcha el día nueve.

Su plana mayor estaba compuesta por el Capitán de Fragata Juan


Gutiérrez de la Concha, Teniente de Fragata José de Córdova, Dr. Manuel
José de Lavardèn, Auditor de Guerra, y Francisco Reguera, como
Secretario. Y los criollos nombrados Ayudantes del Comandante en Jefe,
el Capitán de Blandengues Antonio González Balcarce, Ayudante Mayor
del Regimiento de Infantería de Buenos Aires Hilarión de la Quintana,
Teniente de Fusileros Juan José Viamonte, Teniente de Blandengues
Marcos González Balcarce y el Ayudante Mayor de Voluntarios de la
Frontera de Buenos Aires Miguel de Irigoyen.

El diez, estaban en la Chacarita de los Colegiales, allí se celebró una misa a


cargo del capellán del cuerpo de Voluntarios de Montevideo, Dámaso de
Larrañaga, las tropas formadas en el campo, participaban del oficio
religioso, la grandeza de la hora estaba enmarcada en la sencillez del acto,
al decir de uno de los testigos: “ la ceremonia recordaba la de los antiguos
cruzados”.

Efectivamente era cruzados, hombres y mujeres cruzados por el


patriotismo, encomendaban su alma a Dios y pedían por el porvenir de la
Patria, que a esa hora estaba naciendo.

Beresford planea entonces la retirada hacia el Riachuelo por temor a que


sus tropas quedaran atrapadas en la ciudad, espera noticias de Popham,
para poder coordinar el reembarque.

Las fuerzas patrióticas ocupan los corrales de Miserere, en posesión de


ellos, Liniers envía a Hilarión de la Quintana con una intimación de
rendición.

Beresford no lo atiende porque se hallaba reunido con el Obispo, los


miembros del Cabildo y demás autoridades que habían jurado fidelidad al
rey inglés. Pasado los quince minutos que había conminado Liniers,
Hilarión de la Quintana se retira sin entregar la misiva.

De regreso al campamento patriota, es reenviado por la comandancia con


la siguiente instrucción, que si se trataba de demorarlo, declarase que
cumplido el plazo, se marcharía sin volver jamás. Beresford lo recibe y
responde a Liniers que se defenderá hasta el caso en que se lo indique la
prudencia para evitar males mayores a este pueblo.

La Reconquista en manos de todos

Sentenach se une a Liniers camino al Retiro con seiscientos hombres,


Anzoàtegui se reúne con la columna del marino francés Mordeille,
Fornaguera repartió las armas y luego marchó al Retiro junto con una
columna de setecientos dieciséis hombres. El aporte de estos hombres
será decisivo en la contienda.

El pueblo generoso y bravío se apresuraba a marchar junto a Liniers; el


mismo en un parte del día once describe el momento con total precisión:

“ Luego que acampé en las inmediaciones de la ciudad, se agolparon las


personas de menores recursos con alimentos para la tropa, caballos,
monturas y carros para el bagaje. PIDIERON ARMAS HASTA LOS NIÑOS,
se incorporaron al pequeño ejército de Montevideo, se unieron a los
Miñones en las guerrillas de las calles dos días antes de la acción
decisiva, y entraron en ella cargados con la artillería sin excepción de
edades, acompañados de una mujer varonil, con un denuedo superior a
todo encarecimiento y una alegría, presagio de la victoria que ganaron
con su sangre. Aquella multitud de pueblo que se me agregó en el corto
tránsito de Miserere al ventajoso puesto del Retiro, ocupado con
denuedo, me facilitó derrotar y que sacaron a campo limpio la artillería
detenida y atollada en el acampamiento del Retiro, como en las calles de
la ciudad; de modo que me vi rodeado en la plaza mayor de un cuerpo
inmenso de guerreros, suyas voces de ¡ avance!¡ avance ¡ ¡ avance !
Confundían casi el estruendo de la artillería y llenaban de horror al
enemigo.
Tal el ejemplar comportamiento del pueblo en el testimonio del
Comandante en Jefe de las Fuerzas Patrias.

Los cañones fueron llevados a pulso por los jóvenes en medio del lodazal.
Hasta los niños estaban ocupados en parir esta Patria al riesgo de perder
la propia vida.. La fuerza del pueblo fue el factor que decidió la lucha, ya
que las fuerzas británicas y las regulares al mando de Liniers eran parejas;
fue el pueblo quien decidió la contienda. Las voces de ¡ avance ! ¡ avance !
¡ avance ! Deben resonar en nuestra memoria y en nuestra conciencia,
especialmente cuando las fuerzas flaquean. Nos han dado cientos de
ejemplos y fundamentalmente el de una mujer varonil, tal el relato de
Liniers; Manuela Pedraza, que de ella se trata, esposa de un cabo,
combatió al lado de su marido, conocida como “La Tucumanesa” y que el
rey luego reconocería con el grado y sueldo de subteniente de infantería.

Mujeres así parieron la Patria al lado de sus maridos.

Los primeros en atacar la plaza del Retiro fueron los Miñones, quienes
apresurados debieron esperar la llegada del grueso de la tropa. El Alférez
Joaquín Toledo a cargo de dos cañones logró detener un grupo de
artillería inglesa. Los obuses a cargo del Capitán Francisco Agustini y el
Alférez Francisco Lacoré impidieron que Beresford se acercara al frente de
trescientos hombres, mientras los Miñones, las tropas de Mordeille y la
marinería atacaban y tomaban posesión del lugar. Sin la pérdida de ningún
hombre y contándose setenta bajas entre las fuerzas invasoras, entre
muertos, heridos y prisioneros.

La ocupación del Retiro facilitó a las tropas leales el aprovisionamiento de


piezas y repuestos de artillería, ya que allí se encontraba el almacén de
tales elementos. Los cañones de los reconquistadores pueden entonces
atacar a las fuerzas británicas alojadas en el río.

Popham contragolpeó desde el río cañoneando las calles de Buenos Aires,


para ello se valió del navío “Justine”, quien aligerado en su peso, se acercó
a la costa para iniciar el bombardeo, quiso la bajamar, que el navío
quedara varado en el lecho del río, entonces por la acción de un piquete
de la caballería de Pueyrredòn, entre los que se contaba el joven salteño,
Martín Miguel de Guemes, captura la embarcación. Hecho singular que un
cuerpo de caballería aprese a otro de la marina.
Los salteños tienen un motivo de orgullo más por la conducta de su hijo en
los días de la Reconquista de Buenos Aires. Y la caballería participará
también desde el primer día en las luchas por la independencia. del país.

Desde las azoteas y techos de Buenos Aires, avanza la marea humana en


pos del enemigo.

Liniers planea el ataque para el mediodía del día 12, pero en la mañana,
alrededor de las ocho, la columna de Miñones ataca hasta llegar a la
Iglesia de la Merced, donde en inferioridad numérica se trenza en
combate, el ayudante Nicolás Viamonte, solicita ayuda al grito de ¡
Voluntarios de la Patria, a socorrer a los suyos sin más dilación!

Los hombres de Sentenach corren en su auxilio, avanzan por la actual calle


Florida y en el cruce con Sarmiento se dividen en columnas para atacar
por diversos frentes. Liniers manda a Hilarión de la Quintana con el objeto
de detener el avance, pero nadie le hace caso, se combate en todos los
frentes, calle por calle, casa por casa. El odio que se supieron granjear los
invasores impulsa al pueblo que los quiere aniquilar a cuchillo.

Los voluntarios reciben un obús que obliga a los británicos a refugiarse en


la Iglesia de la Merced, avanzan por la actual calle San Martín y llegan
hasta la puerta de la Catedral, los ingleses retroceden hasta el pórtico y
luego avanzan nuevamente hacia la calle San Martín, el combate es casa
por casa, cuerpo a cuerpo.

Un grupo advierte que se pretende cortar la retaguardia de los voluntarios


a través de la azotea de la casa de Pedro Valiño, los hombres de Mordeille,
junto con un puñado del batallón de Miñones, desde la azotea de la casa
de Jerónimo Mariño, repele el ataque y consigue llegar a los techos de la
Recova. Los ingleses vuelven a retroceder.

De los campanarios y azoteas vuelan las balas y los perdigones que


acorralan a los sajones, en una pequeña armonía, españoles y criollos
combaten codo a codo contra el invasor inglés.

No obteniendo respuesta a sus instrucciones Liniers se lanza al ataque con


la mitad de sus tropas desde la plaza del Retiro y poco tiempo después
manda avanzar a Gutiérrez de la Concha que había quedado en la
retaguardia al cuidado de la artillería, este por no contar con caballos ni
carruajes, conduce aquellos cañones a pulso de los “paisanos y
muchachos”.

Liniers apresura su marcha, la historia se está gestando en la Plaza.

Los ingleses sin poder resistir se internan en el Fuerte, la multitud


recrudece el combate. Beresford iza la bandera de parlamento.
Hilarión de la Quintana, marcha con instrucciones de Liniers para
saber las pretensiones del general. Para ingresar al Fuerte debe
pasar entre la multitud enardecida que no cejaba de disparar contra
el emplazamiento.

Beresford, que el día anterior se había reunido con el Obispo, los


miembros del Cabildo, de la Real Audiencia y del Consulado, para
tratar por su intermedio de evitar la lucha, de la que tenía conciencia
de su derrota, se halla sin embargo perplejo, por la encarnizada
lucha de los vecinos de Buenos Aires y la furia desatada contra el
opresor inglés.

La rendición

El joven oficial Hilarión de la Quintana, ingresa al fuerte en medio de


la balacera, con órdenes de Liniers de averiguar lo que deseaba el
general británico, pero conciente de la situación, no cumple las
órdenes recibidas y siguiendo su propio criterio, el joven oficial le
pide la rendición incondicional al jefe invasor. Lo dirá en sus
memorias:

“ Marché y llegado a la presencia del general


inglés, no esperé protestas suyas sino que, procediendo fuera de las
órdenes que llevaba, le intimé de nuevo la rendición, indicándole que
en caso contrario, ni aún su persona sería garantida”.

Beresford debe aceptar la rendición incondicional ante la posibilidad


que el pueblo enardecido los extermine a cuchillo, y manda izar la
bandera española, antes de escuchar las condiciones a que estaba
sujeta la rendición y con sus soldados aún combatiendo, tal la
premura en salvar la vida y acomodar el honor.
La multitud reclama que el general tire su espada y un capitán
británico tira la suya tratando de confundir al pueblo y calmarlo en
su justa ira. La situación enardece a los defensores del suelo patrio, y
es necesario que Hilarión de la Quintana se asome por las
empalizadas del Fuerte para con gestos claros tratar de frenar el
ímpetu de la multitud, la que al ver al joven oficial refrena sus
íntimos deseos.

Beresford y los suyos han salvado la vida.

Liniers enterado de la situación llega a las puertas del Cabildo,


Beresford acompañado por los comandantes Martínez, Murguiondo,
García, los oficiales de la Quintana, Córdova, Rondeau, Villalba y los
vecinos Arenas, Raymond, Anzoàtegui y Casamayor, sale del Fuerte y
marcha a su encuentro en medio de la multitud que le abre paso.

Beresford que ama tanto la vida como a las libras esterlinas, se


encuentra estupefacto por la acción popular y camina al encuentro
de Liniers pensando que ya tendrá eterna revancha contra ese
pueblo que aborrece.

El encuentro es breve, los generales se abrazan y Liniers le expresa


que les concede los honores de la guerra, por lo que hace formar su
tropa en ala y al poco rato salen las tropas británicas, tocando
marchas y depositando sus armas frente a Liniers al pie de las
galerías del Cabildo.

Son las tres de la tarde del 12 de agosto de 1.806, han culminado las
primeras 1.104 horas de gobierno británico en Buenos Aires.

La lucha ha terminado por el momento, los ingleses han sufrido


cuatrocientos diecisiete bajas, cuatrocientos doce soldados y cinco
oficiales entre muertos y heridos; mientras que nuestras bajas
ascienden a ciento ochenta entre muertos y heridos, el grueso de
esas bajas se produjeron entre los vecinos de la ciudad y la campaña.

Las casas de los colaboracionistas ingleses o sospechosos de ellos


son saqueadas, así lo son las casas de White, Perichón de Vandeul,
Marcó, Romero y Vivar. Aunque inmediatamente vuelve el orden
impuesto no por las tropas regulares sino por los mismos vecinos,
voluntarios de la defensa de la ciudad.

La ciudad ha sido reconquistada por su pueblo, quien se ha


comportado muy por encima del observado por sus autoridades
formales y la de sus cuerpos armados, salvo honrosas excepciones.
En masa, entonces, se volcará a la plaza, a la que volverá, una y otra
vez, en idílica relación, a manifestar sus sentimientos más profundos
de dignidad y de soberanía.

Martín de Alzaga, quien financió a su costa el aprovisionamiento de


las milicias, será reconocido por su futuro enemigo, Santiago de
Liniers, tan afecto a olvidarse de las gestas realizadas por otros en
esos gloriosos días, este reconocerá en un documento, fechado el 10
de agosto de 1.807:

“Contribuyó Usted con su persona, dinero e incesantes fatigas hasta


ver arrojados a los enemigos, costeando la gente armada y
municionada que se me presentó en el Retiro el día once del citado
agosto al mando de don Felipe Sentenach y don Gerardo Esteve y
Llach, presentado, después montados, armados y municionados,
igualmente, ochenta plazas y entregando a los Reales Almacenes las
espadas, pistolas, carabinas y otras armas con las fornituras y
municiones que les quedaron sobrantes, de las que compró en
aquella acción”.

El futuro organizador de la Defensa de Buenos Aires (ante los


garrafales yerros de Liniers), y alcalde de primer voto del Cabildo por
la decisión popular que reemplazo al ínclito Cabildo actuante en
1.806, tendrá defensores ante el silencio oficial que pretendió
sepultarlo a la par que sepultaba el accionar de los voluntarios de
Buenos Aires, verdaderos artífices de su Reconquista.

Dirá Gaspar de Santa Coloma, tal vez el hombre más rico de la


ciudad, en carta a un amigo de Chile: “tengo la satisfacción de decir
a Ud. que (Alzaga) fue mi dependiente y lo crié desde los doce años
que entró a mi casa hasta los veintidós que salió de ella con su
principal de 24.000 pesos y se ha sabido manejar en el comercio con
mucha conducta y crédito, es mozo de mucho espíritu y logra más
caudal que el mío, y a él tengo escrito a España a muchos de mis
amigos que es acreedor de que se le haga Capitán General porque, a
la verdad, su espíritu y disposición libertaron a esta ciudad para que
no fuese tomada el día 5 de julio de 1.807”.

Martín de Alzaga, junto a Felipe Sentenach, Gerardo Esteva y Llach;


Tomás Valencia (muerto en combate), Juan de Dios Dozo, José
Fornaguera, José Franchi, Miguel Esquiaga, Manuela Pedraza y
tantos otros más, son los verdaderos representantes de un pueblo
que tomaba conciencia de su dignidad defendida a fuerza de valentía
y sacrificios.

El pueblo se organiza: nacimiento de sus fuerzas armadas

Pronto se han de organizar estos voluntarios en forma de milicias y


formarán los primeros cuerpos de las fuerzas armadas patrias,
aquellos valerosos hombres se ganaron el respeto de sus semejantes
en el campo de batalla y por votación democrática de sus propios
cuerpos, el honor de conducirlos. No es extraño que los primeros
actos democráticos por estas tierras fueran la elección de los jefes de
las fuerzas armadas. Vendrán del Paraguay, de Córdoba, de San Luis,
de Mendoza, del Tucumán, para sumarse a la épica defensa de la
capital del Virreinato, se sumarán los indios de frontera y los
gauchos, todos conjurados en defender el honor y la libertad de esta
tierra.

Bajo la dirección de Santiago de Liniers se constituirán cinco


regimientos de criollos y otros tanto de peninsulares, los Patricios
(oriundos de Buenos Aires), los Arribeños (provenientes de las
provincias de arriba, Córdoba, Tucumán, Salta, Catamarca, Charcas,
Chuquisaca), los Morenos y Pardos (mestizos), los Naturales
(aborígenes, especialmente los pampas), los Cazadores Correntinos
(de la región mesopotámica), junto a ellos y distribuidos según su
región peninsular de origen se constituirán los Asturianos y
Vizcaínos, los Montañeses o Cántabros, los Andaluces, los Catalanes
y los Gallegos.

El olvido ha pretendido borrar sus nombres de nuestras conciencias,


para que sus vidas no fueran nuestros ejemplos. Pretendiendo
reemplazar su incondicional amor a la Patria que estaba naciendo a
fuerza de su sangre, por los adictos a la vacuidad, al apego al dinero
fácil, a la tolerancia de la injusticia, a un accionar acomodaticio
capaz de soportar las más grotescas indignidades.
Nombres como el de Felipe Sentenach, planificador y organizador de
las milicias, Gerardo Esteva y Llach o Juan de Dios Dozo, no cuentan
con el mínimo homenaje de que lleve su nombre una calle de Buenos
Aires, sin embargo, durante mucho tiempo una de las principales
avenidas llevaba el nombre de Canning. Si hasta las calles que
supuestamente recuerdan estas gestas se llaman Reconquista y
Defensa. Un turista no avisado podrá preguntar ¿ Reconquista de
qué? ¿ Defensa de qué? Sin la correcta mención del objeto
reconquistado, por quienes, cuando, como y porqué, la mera
mención de Defensa o Reconquista puede asemejarse a un
seleccionado de fútbol o a una copa de un certamen internacional.

No es de extrañar que de continuar este orden de cosas, el nombre


de Martínez de Hoz o Domingo Felipe Cavallo, insulten con sus
nombres alguna elegante vía de Buenos Aires. Todavía hoy a
doscientos años, estos padres fundadores no logran el
reconocimiento que se merecen.

Matriz de un pueblo generoso y valiente que en los días posteriores


al doce de agosto honrará a sus muertos, mayoritariamente civiles,
desagraviará con la mayor devoción los templos ultrajados y
consolará a las víctimas mancilladas y a las familias enlutadas.

Robo, violación y muerte: el saldo de la conquista inglesa

Si en la quinta invasión de 1.806 las tropas inglesas robaron,


violaron, saquearon y asesinaron, lo cual insufló la furia de los
vecinos de Buenos Aires, que pretendían exterminarlos a cuchillo, la
situación será dramáticamente peor en 1.807, en la madrugada del 4
de julio de ese año, en vísperas de la heroica Defensa de Buenos
Aires, numerosos vecinos residentes en las quintas en las afueras de
la ciudad han de testimoniar el comportamiento del ejército del
eterno depredador, el robo, la violación, el asesinato de enfermos,
ancianos, mujeres y niños, saqueando todo a su paso, el acta del
cabildo de aquel día expondrá:

“Ni súplicas, ni ruegos, ni llantos, pueden contener el furor y rabia


de aquella gente inhumana, bárbara y cruel, que han entrado como
lobos, y que no son bastantes a saciar su rabia los cuantiosos robos
que han hecho, y destrozos ejecutados en las casas todas de aquel
recinto donde se han refugiado con sus haberes y muebles la mayor
parte de las familias de la ciudad, por considerarse allí más
seguras”.

Desolación, masacre, robo, saqueo, violación y muerte. Los templos


tampoco se salvarán de los lobos, el agravio, la destrucción y la
profanación, será el comportamiento común por aquellos días, a
pesar del ignominioso silencio sobre estos hechos.

Santiago de Liniers y Martín de Alzaga verán consumidas sus vidas en


pocos años en el furor de las pasiones que se desatarán. Felipe de
Sentenach, hijo de una casta bravía, indomable representante del
pueblo que no arría sus banderas será sepultado por el olvido
porque su ejemplo puede ser una mecha que encienda la luz en las
noches más oscuras de nuestra historia.

La Reconquista de Buenos Aires es un acto heroico y natural,


realizado por el pueblo, al cuidado de una patria en pañales que
acababa de nacer.

La Reconquista de Buenos Aires a doscientos años de su gesta, será


para nosotros el comienzo de desandar los caminos de la desunión y
recuperar la memoria y afianzar nuestra conciencia La nuestra es
todavía una Patria por recuperar y por hacer.
Bienaventurados los obreros de estas labores:

RECONQUISTA Y FUTURO.
EL VALOR ACTUAL DEL SAQUEO

La cuestión de los caudales de Buenos Aires

Una y otra vez, hemos escuchado que Sobre Monte se robó el tesoro de
Buenos Aires, a la par de consideraciones desdorosas sobre su conducta
en aquellas circunstancias. Para ser ecuánimes diremos que Sobre Monte,
más allá, de su personalidad, cumplió con su retirada el plan de
evacuación trazado en época del Virrey Vértiz y que un Tribunal que juzgó
su conducta terminó absolviéndolo, aunque aquello no le devolvió el
prestigio perdido.

Todo un precursor en estas tierras...

Sin embargo, la nota autorizando el regreso de los caudales a Buenos


Aires, considerando que los mismos no eran un botín de guerra, por
hallarse fuera del alcance de los conquistadores al momento de ingresar a
la ciudad y su convencimiento que las cortes de ambos países, España e
Gran Bretaña, llegarían a un acuerdo sobre los mismos, en donde se
respetaría los derechos de propiedad indudable de los españoles, es un
antecedente jurídico fundamental para todos nosotros, de acuerdo con la
continuidad jurídica e histórica de los Estados.

La apropiación de los caudales de la Real Hacienda de Buenos Aires, es


sencillamente un robo, perpetrado sin ninguna fundamentación jurídica
por parte del invasor, bajo amenaza y coerción de una población
desarmada a la merced de la voluntad del conquistador.

La suma incautada en la Villa del Luján ascendió a un millón doscientos


noventa y un mil trescientos veintitrés pesos plata ( $ 1.291.323) según las
propias declaraciones de Beresford y Popham, de las cuales se retuvieron
en la gobernación inglesa doscientos cinco mil ciento dieciséis pesos ( $
205.116) “ para mantener los gastos del ejército y la marina y mantener
bajo el nivel sobre los billetes cobrados por los respectivos servicios que de
otro modo harían subir el dólar a un precio enorme”.
Situación de la que ya hemos hablado, cuando hicimos referencia al
mantenimiento del tipo de cambio deliberadamente bajo durante la
Gobernación Beresford para facilitar la introducción de las mercaderías
provenientes de los comerciantes ingleses. De hecho ha sido la primera
política de apertura y conversión monetaria contraria a los intereses
nacionales y de la estructura económica del país.

Según la declaración de los británicos fueron embarcados un millón


ochenta y seis mil doscientos ocho pesos plata ( $ 1.086.208) en la fragata
más rápida de la flota, el “Narcissus”, que partió el 17 de julio al mando
del capitán Donnelly rumbo a Inglaterra.

El arribo del Tesoro a Londres según los periódicos ingleses

El diario “The Times”, a grandes titulares en la edición del 13 de


septiembre de 1.806 dará la noticia de la captura de Buenos Aires y de la
llegada del tesoro.

En días posteriores las ediciones de los diarios londinenses darán cuenta


del entusiasmo que la noticia produjo. El 2 de octubre el Consejo de la
ciudad de Londres nombrará a Beresford “ ciudadano honorario”.

Vicente Sierra, reproduce una nota de Carlos Robert que describe el


momento:

“Al llegar el Narcissus a Portsmounth, el 12 de septiembre de 1.806,


dispuso el capitán Donnelly el traslado del tesoro tomado en Buenos Aires,
desde aquel puerto a Londres. El 17 de septiembre se desembarcó, se
cargó en ocho carros, llevando cada uno cinco toneladas de pesos plata y
arrastrado por seis caballos. Los carros tenían pintada la palabra Treasure
( tesoro) a cada costado. En el primero flameaba la bandera española que
fue arriada del Fuerte de Buenos Aires, al entrar Beresford; en el segundo y
tercero otras banderas tomadas en Buenos Aires, y en los demás, banderas
inglesas. Cerraban la columna los cañones de bronce tomados en Quilmes,
escoltados por piquetes de los marinos de Popham, que se habían
uniformado de rojo para engrosar como infantes el ejército de Beresford, y
el capitán Donnelly en un carruaje. Portsmounth estuvo de fiesta ese día y
despidió a la caravana la banda de música del apostadero.

Temprano, el día 20, se llegó a Clapham, en las afueras de Londres, donde


formó a la cabeza de la columna un escuadrón de caballería voluntaria y a
la cola una compañía de Infantería Voluntaria con banda de música. Luego
marchó por el Parliament Street y por Pall Mall hasta la plaza de Saint
James, donde la señora Davidson, que mandaba la columna, colocó en los
carros banderas azules con inscripciones alusivas en letras doradas y
circundadas por laureles, tales como: Buenos Aires, Popham; Beresford,
Victory, etc. Entre un público entusiasmado siguió después la columna
hasta el centro de la City y al Banco de Inglaterra, donde se depositó el
tesoro”.

Explícito y contundente argumento que exculpa a Sobre Monte sobre su


presunto robo y ocultación del tesoro y que además, demuestra el
entusiasmo y regocijo de un pueblo, tanto en sus capas bajas como en las
más altas, acostumbrado a vivir del saqueo, la muerte y la destrucción.
Recordemos que en la “ Propuesta para humillar a España y apoderarse de
sus colonias” de 1.711, podemos leer:

“Cuando cualquier nación, salvaje o


desenfrenadamente trata de perturbar nuestro comercio, nos da justa
causa para atacarla. El comercio concierne al Universo y el injuriarlo, por
presunción o prejuicio, es una ofensa contra la Ley de la Naturaleza y de
las Naciones. Pero en nuestro caso el comercio es de particular
concernimiento. Es a él a quien debemos si no nuestra existencia, al menos
nuestra fortuna y nuestra grandeza. La nación por tanto, que nos
perturbara en este aspecto, mostraría su intención de arruinarnos y
destruirnos”.

Un pueblo al que también retrataría León Felipe en medio de la guerra


civil española:

“Inglaterra,
eres la vieja Raposa avarienta,
que tiene parada la Historia de Occidente hace más de tres siglos
y encadenado a Don Quijote.
Cuando acabe tu vida
Y vengas ante la Historia grande
Donde te aguardo yo,
¿qué vas a decir?
¿ Qué astucia nueva vas a inventar entonces
para engañar a Dios?

¡Raposa!
¡ Hija de raposos!
...
¡ Eres un gran mercader!
Sabes llevar muy bien
Las cuentas de la cocina
Y piensas que no sé contar.
¡ Sí sé contar!
He contado mis muertos

...

Los he contado en todas las trincheras,


En los hospitales,
En los depósitos de los cementerios,
En las cunetas de las carreteras,
En los escombros de las casa bombardeadas.

...

Y en tu conciencia todos ¡ Raposa!


Y todos te los he cargado a tu cuenta
¡ Ya ves si sé contar!

El cálculo del peso

En cuanto a nosotros, el periódico indica que fueron ocho carros


transportando cinco toneladas cada uno, por lo que el tesoro trasladado
alcanzaba las cuarenta toneladas ( 8 carros x 5 Tn c/u. Ahora bien.

En nuestro país circulaba en aquella época la “onza castellana” y el “peso


fuerte”, ambas monedas pesaban 26,8 gramos cada una, con una fineza
de 9/10 de plata, también existían las monedas de media y cuarto de
onza.

Si el tesoro reconocido embarcado ascendía a un millón ochenta y seis mil


doscientos ocho pesos ( $ 1.086.208) al peso de 26,8 gramos por pieza
monetaria, obtenemos un peso total de los caudales ilegítimamente
incautados de veintinueve mil doscientos diez kilos ( 29.110 Kg) a razón de
1.086.208 x 0,0268 Kg.

Pero el tesoro transportado por las calles de Londres pesaba según sus
propios cronistas cuarenta toneladas, están faltando según estos cálculos,
diez mil ochocientos ochenta y nueve kilos del tesoro (40 Tn – 29, 110
Tn).

¿ De dónde proviene ese faltante?

Podemos inferir que parte del mismo sea el peso de los arcones donde se
trasladó el numerario pero sin lugar a dudas, la mayoría de ese faltante
proviene del robo de los activos de la Compañía de las Filipinas y de las
propiedades de los vecinos de Buenos Aires, conforme a lo dispuesto por
el Gobernador Beresford, quien como hemos visto, había dispuesto en la
proclama del 2 de julio de 1.806, en su artículo diez: “Toda propiedad
pública de cualquier clase que sea, perteneciente a los enemigos de Su
Majestad Británica, se deberá entregar a los captores...”

Las vejaciones, asesinatos, muerte, robo y saqueo del pueblo de Buenos


Aires, ha de estar representada en ese faltante de casi once toneladas,
que tanto entusiasmo despertó en el pueblo inglés.

Por otra parte, el tesoro depositado en el Banco de Inglaterra, debiera


proveer alguna comisión para el banco, como así también para los
comerciantes ingleses que financiaban el Regimiento de Santa Elena,
mercenarios a sueldo de las corporaciones de la city. No es posible pensar
que estos mercenarios, cobrarían una parte del tesoro y sus patrones no
lo hicieran.

En 1.808 luego de un juicio de partición, debido a que Beresford objetó el


acuerdo inicial realizado antes de la partida de las tropas británicas del
Cabo de Buena Esperanza, se repartieron los caudales convertidos en
libras esterlinas, a razón de un tipo de cambio de 3,6673, lo que arrojó un
total de doscientos noventa y seis mil libras con tres chelines y dos
peniques, los cuales fueron repartidos entre todos los integrantes de la
quinta expedición de conquista del Virreinato del Río de la Plata, según el
siguiente detalle: General Baird, jefe que autorizó la expedición, veintitrés
mil novecientos noventa libras cinco chelines y nueve peniques (£ 23.990
– 5 - 9), al General Beresford, en su condición de comandante, once mil
novecientos noventa y cinco libras dos chelines (£ 11.995 – 5 – 9), siete
mil libras (£ 7.000) para los Jefes Superiores de tierra y mar (incluyendo a
Popham), setecientas cincuenta libras (£ 750) para los Capitanes,
quinientas libras (£ 500) para los tenientes, siento setenta libras (£ 170)
para los suboficiales y treinta libras (£ 30) para soldados y marineros.

Tal el salario del ejército invasor.

Si el tesoro reconocido en metálico pesaba 29.110 kilos y el mismo


hubiera estado compuesto solamente por monedas al valor de fineza de la
onza castellana de 9/10, la conversión del peso en kilos en onzas de plata
a razón de 31,1 gramos por onza, arroja el siguiente resultado:

29.110 kilos x grado de fineza 9 /10 = 26.199,33 kilos de plata amonedada

26.199,33 kilos de plata amonedada x factor de conversión en onzas 31,1


gramos = 842.422 onzas de plata

El tesoro repartido alcanza la fabulosa cifra de 842.422 onzas de plata,


siendo la cotización actual de la onza de plata de alrededor de doce
dólares, estamos en presencia de una cifra superior a los diez millones de
dólares.

Pero como hemos visto, el tesoro pesaba 40 toneladas o sea 40.000 kilos,
la cifra desembarcada en Londres, supera los trece millones de dólares al
valor de la cotización actual de la onza de plata.

Al desconocer la composición verdadera de las 40 toneladas que


componían el Tesoro robado en Buenos Aires, debemos buscar otro
método para su cálculo actual.
El cálculo del valor monetario

Siendo el tesoro incautado de un millón doscientos noventa y un mil


trescientos veintitrés pesos ( $ 1.291.323), del cual, como hemos visto se
separó una parte para gastos de la ocupación y el mantenimiento de un
tipo de cambio ficticio que facilitara la introducción de las mercaderías
inglesas, podemos calcular que al valor de conversión pesos en libras
utilizado para el reparto entre las tropas, a razón de 3,6673, el valor
histórico del Tesoro de la Real Hacienda de Buenos Aires, ascendió a
trescientas cincuenta y dos mil ciento dieciocho libras ( £ 352.118), que al
cambio al actual en dólares ( factor de conversión 1,8) equivale a
seiscientas treinta y tres mil ochocientos doce dólares (u$s 633.812).

Este es el valor histórico, el cual deberá ser actualizado en función de los


intereses por compensación de esta ilegítima apropiación.

La responsabilidad británica

Ernesto Palacio, ha sostenido que la intención británica de pretender que


la invasión de 1.806 y sus consecuencias (robo del tesoro, daños civiles y
comerciales) correspondía a una acción realizada por particulares, en este
caso un subordinado, ha sido a fin de salvar el prestigio de las armas
inglesas sometidas por el heroico pueblo de Buenos Aires.

Beresford y Popham, como hemos visto no actuaron por las suyas, existían
planes de conquista por casi cien años, el mismo Popham había elaborado
un plan, junto con Miranda y bajo supervisión de Lord Meinville, que fue
en definitiva el que se llevó a cabo.

El gobierno británico no puede negar su participación, aún por omisión, en


este punto, por ello y por:

- El posterior gobierno de Beresford, administrando ad referéndum de su


Majestad Británica y las órdenes por este impartidas para su gobierno,
igualando a Buenos Aires, cabeza del Virreinato, al resto de las colonias
británicas.
- El envío de tropas y mercaderes, para el fortalecimiento de la posesión
en el Río de la Plata.

- La recepción del Tesoro en Portsmounth, su caluroso paseo por las calles


de Londres, su depósito en el Banco de Inglaterra.

- El juicio y posterior repartición entre las tropas intervinientes, su débil


protesta ante los directos comandantes de la invasión y la nula sanción de
éstos en un juicio de responsabilidad ante lo acontecido, son hechos
incontrastables de la responsabilidad estatal británica.

- Hasta el posterior juicio a Withelocke, luego de la campaña de 1.807,


refuerzan esta responsabilidad política y económica del Estado Británico.

Si los hechos acontecidos en 1.806 hubieran sido simplemente actos de


piratería, los mismos, deben ser reputados como un delito juris gentium,
es decir un delito de lesa humanidad y por lo tanto, imprescriptible.

Existen numerosos antecedentes de invasiones territoriales de un Estado


por fuerzas sin autorización formal de otro Estado, y que han sido
calificadas como piratería por la jurisprudencia de algunas potencias.

El accionar intencional de los súbditos británicos ha producido como


hemos visto innumerables daños, su conducta debe ser catalogada como
un delito. Como dice Fauchille: “ Para que haya lugar a responsabilidad
jurídica de un Estado, es menester: 1° que haya causado daño; 2° que ese
daño sea el resultado de un acto ilícito de su parte; 3° que le sea
imputable”

Entendemos que estas tres premisas se cumplen en nuestro caso.

Díaz Cisneros sostiene que se considera que el Estado responde siempre


por las violaciones del Derecho de Gentes que puedan cometer sus
agentes o funcionarios, actuando dentro de sus facultades, y que el Estado
lesionado debe procurar una reparación. Dado que lo actuado por los
súbditos británicos lesiona el Derecho de Gentes, entendemos que el
reclamo de reparación por el robo de Buenos Aires es imprescriptible.

En cuanto a la reparación debe constar de dos partes, una indemnización


pecuniaria y una satisfacción o compensación moral.
Si los hechos aquí relatados hubieran sido cometidos sólo por particulares,
el Estado Británico no debiera responder por ellos, pero como la
participación en la elaboración del plan, el desarrollo de los
acontecimientos, el izamiento de la bandera y la aceptación británica de
una nueva colonia, el inmediato envío de tropas y de órdenes específicas
al gobierno de la plaza, lo hacen partícipe del delito.

Existe por lo menos, un antecedente sobre la responsabilidad británica en


este tipo de perjuicios hacia otros Estados, nos referimos a la
jurisprudencia relacionada con la acreditación de la responsabilidad de
Gran Bretaña en el caso de los los buques construidos y armados dentro
de su territorio, para los Estados del Sur, durante la Guerra de Secesión
norteamericana. Ante la protesta de los Estados del Norte, Inglaterra
alegó insuficiencia de legislación interna y vacío legal ante los estados
demandantes. Un tribunal arbitral halló culpable y condenó a Gran
Bretaña a indemnizar a los Estados Unidos.

Contemporáneamente tenemos el caso del Holocausto judío y la


indemnización que ese pueblo y el Estado de Israel perciben de Alemania
y Suiza, por los inmensos daños ocasionados. La apropiación del
patrimonio de los particulares integrantes de aquel pueblo por parte de
los Estados Alemán y Suizo, son la base de las indemnizaciones, que aún
hoy a sesenta años de ocurridos tan terribles sucesos, se siguen
abonando. Las reparaciones no borran el horror, ni los padecimientos
ocasionados, pero las reparaciones por la Soah, es un ejemplo a seguir por
todos los pueblos oprimidos de la Tierra.

El Estado Británico es responsable por la conducta de sus agentes públicos


y siendo Beresford, nombrado gobernador de Buenos Aires, es claro
entonces que todas sus responsabilidades trascienden a aquel Estado
conquistador y depredador.

El abuso de autoridad de Beresford, exigiendo el regreso del Tesoro de la


Real Hacienda, cuando este se hallaba fuera de sus posibilidades de
captura y mediando una nota del virrey Sobre Monte que autorizaba su
regreso al sólo efecto de evitar mayores males a los habitantes de la
ciudad y con la condición de que los caudales no salieran de esa ciudad,
convierte el abuso de autoridad en robo.
El envío, la recepción y depósito de los caudales públicos en territorio e
instituciones británicas afirma la responsabilidad directa de este Estado y
por ello, es sujeto de demanda.

Si bien, Liniers no exigió la inmediata restitución de los caudales, una vez


resuelta la Reconquista, se realizó una investigación para aclarar el
procedimiento de entrega de los mismos. Beresford no pudo presentar
pruebas que lo exculparan del robo.

Los acontecimientos inmediatos en Europa, hicieron de Inglaterra y


España, aliados frente a Napoleón. Cuando la Corona española es
restituida y se reorganiza legal y militarmente, estallaron las guerras civiles
que desangraron durante siglo y medio al pueblo español. Nada entonces
podía reclamar España envuelta en tanta tragedia. Nosotros, ganados por
la independencia y por la continuidad jurídica de los Estados, estamos en
condiciones de estudiar con detenimiento, la posibilidad de exigir las
reparaciones por tamaña agresión. Y junto con nosotros los demás países
integrantes del Virreinato del Río de la Plata.

Pueblos hermanos y una misma matriz de dominación

Nuestros países latinoamericanos han nacido a la faz de las naciones libres


del mundo con similares características de dominación imperial:

1) Sin moneda, entre 1.806 y 1.822 se saquearon los Tesoros de Real


Hacienda, por caso los de Potosí, Lima, México, Guatemala, Quito,
Bogotá, de esta manera nuestras naciones nacían en medio de
enormes crisis económicas y financieras;
2) Decretando la libertad de comercio que sólo facilitaba la
introducción de las mercaderías extranjeras y entregando nuestros
mercados internos a los mercaderes extranjeros o asociados a los
mismos mientras se destruía la incipiente industria local;
3) Acordando Tratados de Perpetua Amistad con Gran Bretaña, que
en sólo algunos meses impuso a toda la región esa perpetua ligazón
con los intereses británicos;
4) A consecuencia de los puntos detallados más arriba se concedían
préstamos para paliar las crisis financieras, colocando las rentas de
los países como garantía, comenzando así el proceso de
endeudamiento externo a poco de empezar la vida como nación.

De ésta manera, la independencia que tanta sangre había costado se


convertía en sólo un acto declamativo, ya que el poder político y
económico habría de pasar por Londres.

Pronto no harán falta ejércitos invasores, serán reemplazados por los más
eficaces representantes de los banqueros ingleses, quienes a cambio de
una comisión, sujetarán nuestros pueblos al estado de miseria y
exterminio.

Explotarán y financiarán los desencuentros internos que ellos mismos


saben disponer. Las guerras civiles y las de secesión, encontrarán bolsillos
dispuestos y diplomáticos febriles, que las alimentarán hasta el hartazgo.
Definirán para la Latinoamérica una finalidad distinta al rol impuesto a
otras colonias, así como hay colonias para la colocación poblacional
(Australia – Canadá) y colonias de explotación ( India), Latinoamérica y
Argentina en especial, han sido destinadas a ser una reserva territorial,
casi inexplotada y despoblada. Un reservorio para el devenir futuro del
Imperio.

Y todo ello, planificado y ejecutado meticulosamente por el verdadero


corazón del imperio: su banca.

Banca que desde la misma creación del Banco de Inglaterra en 1.694 ha


trastocado para su beneficio el eje de poder mundial. Cambiarán los
gobiernos, los sistemas políticos, las ideologías, las costumbres, las
sociedades y sus culturas, pero el sistema de dominación mundial a través
del Poder Internacional del Dinero, seguirá intacto. Y en aquella institución
señera del Poder Mundial, el Banco de Inglaterra, se ha depositado el
producido del saqueo de 1.806.

Toma de conciencia como paso previo a un planteo internacional

Por ello, es que toma mayor importancia un planteo jurídico internacional


de reparación ante los crímenes cometidos. Y ya que los crímenes contra
el Derecho de Gentes son imprescriptibles, creemos necesario que ante
este bicentenario, la Argentina se plantee y plantee a los demás países
hermanos del continente que formaron parte del Virreinato del Río de la
Plata, un planteo en conjunto de reparación.
Mucho se ha escrito sobre la depredación que los europeos han realizado
en nuestros territorios y de nuestras riquezas, tal vez, el planteo de
reparación por los tesoros robados, debidamente cuantificados, sirva para
comenzar una nueva etapa en la historia de los pueblos americanos.

Y esta reparación tiene modalidades que cumplir siguiendo el derecho


internacional:

1°) la obligación de restituir las cosas a su estado anterior (restitutio in


integrum) proveniente del derecho romano;
2°) satisfacciones de orden moral (como por ejemplo, el saludo a la
bandera en desagravio luego de la gloriosa Vuelta de Obligado);
3) por el pago de una indemnización pecuniaria, tenemos conocimiento de
la jurisprudencia a citada, además del fallo de arbitraje luego de la guerra
Turco – Rusa, que sentenció:

“Las diversas responsabilidades de los Estados no se distinguen las unas


de las otras por diferencias esenciales. Todas se resuelven o pueden
terminar por resolverse con el pago de una suma de dinero”.

Queda claro entonces, que el planteo de reparación debe asentarse en la


restitución del dinero a valor actual, más una reparación o satisfacción
moral.

El derecho internacional admite el principio de equivalencia de la


reparación con el perjuicio ocasionado, en vista de ello, la víctima debe
quedar restablecida en el mismo estado que se encontraría si el acto
perjudicial no hubiera ocurrido. La reparación, dice Rousseau, debe
extenderse al daño entero y compensarlo en su totalidad. , debe
adaptarse lo más exactamente posible al perjuicio sufrido.

Hay entonces una indemnización por lucro cesante y daño emergente, que
plantear, junto a la consideración de daño moral, por los daños
extrapatrimoniales, como los crímenes, violaciones y vejaciones cometidas
durante las invasiones. El sufrimiento moral del pueblo argentino no se
puede mensurar en números ni en monedas pero es necesario una
satisfacción moral por la deshonra ocasionada a las víctimas y a sus
descendientes.

Además del daño principal que proviene del acto ilícito, las víctimas sufren
un perjuicio complementario por el tiempo transcurrido desde el
momento en que se ocasionó el acto perjudicial y el arreglo definitivo, y
durante el cual estuvo desposeído del bien en cuestión y de la
compensación en dinero que la restituya.

Por analogía con el derecho interno, sigue diciendo Rousseau, la


jurisprudencia internacional admite la reparación de esa clase de perjuicio
y reconoce el pago de intereses especiales.

La cuestión de los intereses de reparación

En nuestro caso, los intereses deben correr desde el mismo momento de


la apropiación del tesoro hasta su efectiva reparación.

La jurisprudencia internacional, no regula una tasa de interés fija, sino que


la misma es variable, siendo muy común utilizar una tasa del 6%.

¿ Cuál sería la tasa a utilizar en nuestro caso?

La operación más cercana a la fecha de los acontecimientos aquí


descriptos es la derivada del reconocimiento de nuestra independencia y
del Tratado de Perpetua Amistad del 2 de febrero de 1.825, nos referimos
al empréstito Baring.

Si bien hubo entre ambas fechas comercio entre ambas naciones, el


mismo fue hecho por particulares, según el cónsul norteamericano en
informe a su país entre 1.810 y 1.818, los comerciantes ingleses extrajeron
del Río de la Plata más de diez millones de dólares en oro metálico
producto de sus negocios. Tal sangría haría aletargar todo desarrollo
económico y también político de nuestra nación.

Si bien el empréstito con la Casa Baring de Londres, es un empréstito con


una de las principales casas financieras de la city, los Baring como los
Rotschild, los Lazards, los Grenfell, son los accionistas del Banco de
Inglaterra y verdaderos representantes del poder financiero mundial.

Alguna vez el duque de Richeliu supo decir. “ Hay seis potencias en


Europa: Gran Bretaña, Francia, Rusia, Austria, Prusia y Baring”.

Y Lord Byron hará decir en su Don Juan:

¿ Quién tiene en sus manos el equilibrio del mundo,


por encima de los Congresos, ya sean realistas o liberales?
¿ Quién hace que la política sea incierta y escurridiza?
¿ La sombra de la noble bravura de Bonaparte?
El judío Rothschild y Baring, su colega cristiano.

En un libro del vizconde Chateaubriand titulado “Congrés de Verone”


expondrá:

“ De 1.822 a 1.826 diez empréstitos has sido hechos en


Inglaterra en nombre de las colonias españolas. Montaban esos
empréstitos a la suma de 20.978.000 libras. Estos empréstitos habían
sido contratados al 75%. Después se descontó dos años al 6%. Enseguida
se retuvo 7.000.000 libras de gastos varios inespecificados. Al fin de
cuentas Inglaterra ha desembolsado una suma real de 7.000.000 libras,
pero las repúblicas españolas han quedado hipotecadas en una deuda de
20.978.000 libras.

A esos empréstitos ya excesivos, fueron a unirse esa multitud


de asociaciones destinadas a explotar minas, pescar perlas, dragar
canales, explotar tierras de ese nuevo mundo que parecía descubierto,
por primera vez. Esas compañías se elevaban al número de 29. El capital
nominal empleado en todas ellas era de £ 14.767.500. Los suscriptores
no proporcionaron en realidad más que la cuarta parte de esa suma, es
decir, £ 3.000.000, que es necesario agregar a las £ 7.000.000 de los
empréstitos. En total £ 10.000.000 adelantados a las colonias españolas.
E Inglaterra queda como acreedora de £ 35.745.000, tanto sobre los
gobiernos como sobre los particulares...”

Si estimamos que parte de los gastos inespecificados (£ 7.000.00) fueron


comisiones reinvertidas en estos proyectos comerciales, podemos inferir
que con sólo el 25% de la deuda constituída, Inglaterra se deglutió un
continente recién nacido a la faz de las naciones.

En la nota del 2 de julio de 1.824 en que la Casa Baring comunica al


gobierno argentino la concertación del empréstito podemos leer: “ Lo
principal de estas obligaciones es que se ha contraído la deuda de £
1.000.000 con los tenedores de estas obligaciones al interés del 6%,
pagaderos en nuestra casa por semestres”.

En vista de este antecedente, sugerimos utilizar esta misma tasa de


interés para calcular la deuda por reparación.

Siendo la fórmula de interés: n


(1 + i )

donde :

1 es la unidad monetaria que devuelve un interés

i es la tasa de interés que devuelve la operación

n son los períodos de tiempo aplicados a la operación

En nuestro ejemplo, ya que la tasa de interés es del 6% anual pero


pagaderos semestralmente, la fórmula es la siguiente:
400
( 1 + 0,03 )

donde 0,03 es la tasa de interés semestral (0,06 : 2) y 400 son los


semestres transcurridos, equivalentes a 200 años.

Entonces la fórmula queda compuesta de la siguiente manera:


400
( 1,03) = 136.423,72

Es decir que por cada unidad monetaria, dado el tiempo transcurrido a un


interés del 6% anual, pagadero semestralmente, el deudor debe abonar:

136.423,72
El valor actual

Como hemos calculado con anterioridad la cantidad de pesos plata


componentes del tesoro de la Real Hacienda convertidas a libras en £
352.118,

El valor actual del tesoro calculado con u interés del 6% anual corresponde
a

£ 352.118 x 136.423,72 = £ 48.037.247.440

Según este cálculo el Estado Británico debe a las naciones que componían
en 1.806 el Virreinato del Río de la Plata, una cifra superior a las cuarenta
y ocho mil millones de libras esterlinas.

O si se quiere convertido en dólares u$s 86.467.045.370

Ochenta y seis mil millones cuatrocientos sesenta y siete millones


cuarenta y cinco mil trescientos setenta dólares.-
Buena parte de la deuda externa contraída por nuestros países puede
cancelarse mediante esta reparación.

Si además desagregamos deuda externa legítima de deuda externa


ilegítima, fraudulenta y ficticia, es muy posible que, nuestros países dejen
de ser deudores para ser acreedores netos del sistema financiero
internacional. Sobre todo si descontamos los pagos efectuados hasta el
momento correspondientes a deuda reputada como ilegítima.

De allí radica la importancia que tiene para nuestros pueblos el tomar


conciencia de esta situación y recuperar la historia como parte
fundamental en pos de definir nuestro futuro como nación.

Nótese además del saqueo del numerario del Tesoro de la Real hacienda,
la monumental importancia de la medida tomada por Beresford el 4 de
agosto de 1.806, decretando la libertad de comercio. Según sus propios
cálculos el Tesoro saqueado ascendía a £ 352.118, mientras el producido
del intercambio comercial ascendió en el período comprendido entre
1.806 y 1.807 a £ 2.220.150. Seis veces más de intercambio de
mercaderías inglesas por la plata amonedada, que el numerario del
Tesoro. Lo que no se robaron las tropas se lo llevaron los comerciantes
ingleses.

La invasión de mercaderías introducidas por el “libre comercio” supera a


valores actuales nuestro Producto Bruto Interno Anual. No sólo se llevaron
los caudales sino que arrasaron con el trabajo y la riqueza de los
residentes y naturales de esta tierra. Tal vez, el ejemplo más cercano para
lograra una aproximación a aquella situación estaría dada por los hechos
acontecidos entre 2.001 y 2.002, en donde los argentinos nos
encontramos sin moneda, sin ahorros y sin trabajo.

Los hechos acontecidos en 1.806 fueron de mayor magnitud y en esas


condiciones fuimos desembocando a mayo de 1.810.

En cuanto a los intereses y debido al principio de equidad entre las partes,


nuestra Nación puede alegar el tratamiento obtenido por el pago de los
intereses atrasados del primer empréstito Baring.

Don Pedro Agote, Presidente del Crédito Público Nacional, calculó en su


momento que “ los intereses atrasados convenidos el 20 de noviembre de
1.857 ascendían a £ 1.641.000, cuyo pago se extinguió en 1.904, al
término del mismo, el monto pagado ascendió a la exorbitancia de
23.734.766 pesos fuertes. De esta forma los prestamistas ingleses
recibieron £ 4.747.000 por las £ 570.000 que recibió Rivadavia, con el
agravante que los prestamistas la recibieron en buen oro y Rivadavia las
recibió en malas letras...”

Podemos inferir que estos pagos, o parte de los mismos han servido para
que los ingleses comprar la estructura productiva existente en el país por
aquellos años y mediante nuevos contratos, empréstitos y concesiones
modelar a su interés, el aparato productivo de nuestro país. Con la
consiguiente deformación política y social, que tantos autores nacionales
nos han enseñado.

Emancipación y reparación

Traemos este antecedente a colación porque en parte de pago de esta


inmensa suma de reparación, la Argentina puede recuperar para sí su
renta minera, la matriz de su sistema energético, el control de sus
recursos marítimos y sobretodo reparar el inmenso daño social causado
por los opresores. El robo del que fuimos objeto tiene un costo adicional,
el hambre, la desnutrición, la desocupación y el aniquilamiento del pueblo
argentino.

En este bicentenario de la conquista de Buenos Aires, los argentinos en


particular y los latinoamericanos en general tenemos una oportunidad
para comenzar a desandar el camino de la dependencia. El planteo de la
reparación por el robo del Tesoro y sus demás consecuencias quiere
plantear y alimentar la concientización que el pueblo se debe en su
condición de dominado.

No escapa a nuestro entendimiento que iniciar el proceso de reparación


implica que el pueblo argentino retome el camino de la emancipación
nacional. Y que los pasos previos al inicio de estas acciones requieren de
otras claras y contundentes en defensa del interés nacional. La primera de
todas es la denuncia del Acuerdo Anglo – Argentino firmado en Madrid el
15 de febrero de 1.990 y el del 11 de diciembre de 1.990 firmado en
Londres, verdaderos acuerdos de sumisión a consecuencia de la Guerra
Nacional de Malvinas.

Los mismos disponen:

A) El control total británico del Atlántico Sur.

B) La subordinación de nuestras Fuerzas Armadas a


las fuerzas armadas británicas alojadas en Malvinas

C) La usurpación del recurso pesquero argentino


entre el paralelo 45° y el paralelo 60° (desde Puerto Camarones – Chubut
– hasta las Islas Orcadas)

D) La protección de las inversiones inglesas en


nuestro país mediante el Tratado de Garantía de inversiones, por lo cual
son libres de restricciones las transferencias de capitales y divisas, en
moneda convertible del inversor, renunciando el Estado Argentino al
legítimo recurso de expropiación, sujetando al Estado Nacional al pago de
indemnizaciones por pérdidas de los inversores en caso de rebelión,
motín, estado de emergencia o todo otro acto que los inversores
consideren contrario a sus intereses

E) La renuncia a la jurisdicción nacional para el caso


de controversias entre el inversor extranjero y el Estado

F) Ratifica la cláusula de la nación más favorecida ya


vigente desde el Tratado de Perpetua Amistad del 2 de febrero de 1.825
por lo cual la República Argentina no puede otorgar beneficios a
inversores locales o a otros extranjeros facilidades de ningún tipo,
superiores a las otorgadas a Gran Bretaña.

G) La obligatoriedad de acordar con el Foreing Office


británico la política exterior argentina, incluída los procesos de integración
latinoamericanos y frente a la Comunidad Económica Europea

H) El libre tránsito dentro del territorio nacional de


cualquier súbdito británico sin necesidad de pasaporte ni visa consular

Esta breve enunciación muestra el carácter de dichos acuerdos que


convierten a Gran Bretaña en albacea de nuestras riquezas, en tutor de
nuestra política exterior y el verdadero Comandante en Jefe de nuestras
fuerzas armadas.

Sin la ruptura de los grillos impuestos al pueblo argentino por acuerdos


como éstos, brillantemente denunciados por el Dr. Julio Carlos González
en su “Los Tratados de Paz por la Guerra de las Malvinas”, todo se
reducirá a una hueca retórica destinada a engrosar una corriente que selle
a sangre y fuego una idiota resignación, basada en que nada puede
hacerse.

Frente a ellos, aspiramos a que el pueblo retome los senderos de la santa


indignación.
Refundación, memoria y conciencia

Por eso, el 12 de agosto es para nosotros una fecha fundacional en


nuestra Patria, es el comienzo y a la vez la continuidad de una antigua raza
emancipadora, a la que hubo que debilitar desde el inicio para que no
pueda sostener su libertad ni ayudar a sostener la libertad de sus
hermanas latinoamericanas.

No es casual que en este proceso continuo de debilitamiento se nos haya


cercenado el himno nacional, justamente en la parte de “ a sus pies
rendido un león...” El león al que alude el himno es Inglaterra y el
cercenamiento de esta frase pretende borrar de la memoria colectiva tan
augusto nacimiento como Nación.

El himno no ha de ser para nosotros una canción de guerra, como algunos


interesados nos quieren hacer creer, sino una canción que abriga el
corazón ante los grandes acontecimientos que en el devenir nos espera en
pos de reconstruir la libertad y la dignidad.

En los capítulos anteriores sobresale en cada uno de ellos, la figura señera


de uno de los Padres Fundadores, así don Pedro de Cevallos, Mariano
Moreno, Manuel Belgrano, Felipe Sentenach, seres de carne y hueso,
quienes al frente del pueblo y en verdadera representación de éste,
asumieron el compromiso que la hora les impuso en pos de la más alta
defensa no sólo del territorio y sus riquezas, sino también y especialmente
la defensa de sus íntimos valores. En este capítulo, el protagonista central
es el pueblo argentino del siglo XXI.

Sin ellos, este será un simple relato como una hoja muerta, pero
confiamos que
pasados 7 días, 7 meses, 7 años o 7 siglos, atravesaremos este río de
lágrimas, porque la grandeza de nuestra Patria es superior a nuestras
pequeñeces y la de todos aquellos que pretenden someterla a la
esclavitud.

Porque nos prometimos el ruido de rotas cadenas.

Y en el Trono la noble igualdad.


Nada más y hasta entonces.
Bibliografía:

Julio Carlos González: La involución argentina – De Provincia


española
Territorio tributario
Julio Carlos González: Los Tratados de Paz por la Guerra de
Malvinas
Mariano Moreno: Escritos Políticos y Económicos
Manuel Belgrano: Memorias
Vicente Sierra: Historia de la Argentina
Raúl Scalabrini Ortiz: Política Británica en el Río de la Plata
Vivian Trias: El imperialismo británico
J. Fred Rippy: La rivalidad entre EE. UU. y Gran
Bretaña por
América Latina entre 1808 – 1830
Harry Ferns: Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX
Juan Carlos Vedoya: Rivadavia y el empréstito Baring
Eduardo Galeano: Las venas abiertas de América Latina
José Panettieri: Devaluaciones de la moneda ( 1.822 –
1.935 )
Laurio H. Destefani: Malvinas, Georgias Y Sándwich del Sur,
ante el
Conflicto con Gran Bretaña
Raúl Jassén: Argentina de Bolívar a la Trilateral
Horacio Ricciardelli y Luis Schimd : Los Protocolos de la Corona Británica
Díaz Cisneros : Derecho internacional público
Rousseau : Derecho internacional público
profundizado
Juan Beverina : Las invasiones inglesas al Río de la
Plata
Miguel Lobo : Historia General de las Antiguas
Colonias
Hispanoamericanas desde su
descubrimiento
Hasta 1800
Alberto Buela : Mestizaje e igualitarismo en América
Roberto Silva : Invasiones Inglesas
Patricio J. Maguire: La Masonería y la Emancipación del
Río de la
Plata.
La Matriz de Dominación

Siguiendo al maestro Julio Carlos González hemos sostenido


reiteradamente que una misma matriz de estrago y dominación se aplicó
para separar las provincias españolas en América de su metrópoli y
convertirlas en meros territorios tributarios, enmascaradas en formales
independencias políticas. Padecimiento que lleva dos siglos.

Esta matriz se caracteriza por los siguientes elementos comunes en el


nacimiento de nuestros países:

a) Sin Moneda: Entre 1806 y 1822 se saquearon los tesoros de Real


Hacienda de Buenos Aires, Potosí, Lima, México, Guatemala, Quito y
Bogotá. Para entender cabalmente la importancia de este hecho: es
semejante a lo que acontecería hoy si se saqueara de una sola vez el
tesoro de los Bancos Centrales de los países latinoamericanos. Sin la
circulación de metálico en su manera formal el comercio
prácticamente se paralizó (recordar que la emisión de papel
moneda se populariza en estas tierras en los inicios de la tercera
década del siglo XIX).

b) Libre Comercio: Ante la falta de numerario y la consecuente asfixia


financiera, y por la acción conjunta de las corporaciones extranjeras
y grupos bien delimitados de nativos, se decretó la libertad de
comercio, que en la práctica fue el cambio del monopolio español
por el dominio económico y fundamentalmente político de los
comerciantes ingleses.

En nuestro país la declaración de libertad de comercio fue


dispuesta por el gobierno de ocupación de su majestad británica a
cargo del Gral. Beresford el 4 de agosto de 1806. Luego refrendada
por disposición del virrey Cisneros con fecha 6 de noviembre de
1809. La consecuente inundación de productos importados
destruyó las débiles economías regionales.

Los comerciantes extranjeros fueron en la práctica una verdadera

fuerza de ocupación.

c) Tratados de Perpetua Amistad: a consecuencia de lo anunciado en


los dos puntos anteriores, se les impuso a las naciones
latinoamericanas “tratados” que sujetaron a los designios ingleses
los destinos de estos pueblos. Ocho tratados de perpetua amistad
fueron firmados en el término de cuatro meses entre las nuevas
naciones y el imperio británico contados desde fines de 1824 a
comienzos de 1825. Como ejemplo destaquemos el caso argentino,
desde la presentación por parte de Inglaterra del borrador del
tratado de perpetua amistad, el giro del mismo para su tratamiento
en la Cámara Legislativa, su aprobación y refrendación por el Poder
Ejecutivo transcurrieron 3 semanas, contadas desde la segunda
quincena de enero de 1825 hasta el 2 de febrero de 1825.

Este pronto despacho sólo fue superado por la aprobación de los


Acuerdos de Londres y Madrid de 1989 y 1990 que consumió sólo
una jornada legislativa.

En los hechos el acuerdo de 1825 vino a reemplazar al virrey


español por el presidente de la Cámara de Comercio inglesa
(Thomas Amstrong) y el cónsul británico Woodbine Parish.
d) Muerte y reemplazo: la masacre de los pueblos originarios y su
reemplazo por nuevas poblaciones ha sido otra constante de la
historia latinoamericana. Las nuevas poblaciones estuvieron a su
vez sujetas a las vicisitudes de las guerras de independencia; las
posteriores disputas intestinas que mayoritariamente
desembocaron en guerras civiles que durante décadas asolaron
estas tierras; consolidando un esquema de dependencia política,
económica y social.

Gran Bretaña aplicó los principios geopolíticos de dividir para reinar


(véase el mapa político sudamericano actual y compárese con el
anterior a 1810) y promover el reemplazo sistemático de población
nativa por intermitentes olas inmigratorias. Realizando esto como
un negocio colateral a la apropiación del continente.

El tráfico de personas, a través del Asiento de Negros, desde 1714 bajo


administración británica, aportaba anualmente 1.200 seres humanos al
circuito productivo en condiciones de esclavitud.

Las consecuencias geopolíticas fueron previstas por el entonces


Gobernador Cevallos en 1761, que en carta al rey español lo alertaba,
luego de producido el primer intento de invasión inglesa cuando dirá:

“los ingleses no contentos con los beneficios que les proporciona la


trata de esclavos, aspiran a la conquista de Buenos Aires, ya que por
este medio se harían dueños no solo de las riquezas del Perú, sino de
todo el país”
Por ello, si algo caracteriza este bicentenario de dominación es el
genocidio, la apropiación por manos extranjeras de las fuentes de riqueza
el desvarío financiero que inexorablemente culmina una y otra vez, en un
creciente y demencial endeudamiento; hambre y falta de trabajo para los
argentinos; creciente concentración del ingreso y de la vulnerabilidad de
los más débiles; muerte y desarraigo.

Salvo en honrosas excepciones de dignificación, la historia del pueblo


argentino, es el relato del saqueo impune de sus riquezas, y su devenir: el
deambular enceguecido por los caminos del tiempo y la desmemoria, sin
encontrar los medios suficientes, sean estos intelectuales, materiales,
políticos y espirituales para frenar esta devastación.
Etapas iniciales de endeudamiento

Si bien en nuestra historia podemos diferenciar distintas etapas en el


desenvolvimiento de la deuda pública, son contados los períodos donde
los gobiernos en salvaguarda del interés nacional se abstuvieron o
redujeron la deuda externa argentina. Han sido excepcionales los períodos
en que el Poder Internacional del Dinero no haya producido en nuestra
tierra un verdadero estrago social a causa de la deuda y los desequilibrios
fiscales. Por ello, la deuda externa no debe entenderse sólo como un
proceso financiero sino como una verdadera geopolítica en pos del
sometimiento de pueblos y naciones.

Solamente los gobiernos de Rosas, Urquiza y Perón pueden ser


mencionados como los gobiernos que a su finalización no hubieron de
contraer mayor deuda que al inicio de sus gestiones.

Nuestra clase dirigente ha sido esencialmente una clase deudora, viviendo


de prestado, sacrificando el futuro y sin preocuparse de crear una
infraestructura económica básica y que la escasa existente estuviera en
manos nacionales, fueran éstas estatales o privadas, contrariando el
proceder de otras clases dominantes latinoamericanas que siempre
anhelaron incrementar su poderío estructural.

Si algo caracteriza a nuestra clase dominante es que ha sido una clase


deudora y servicial a los imperios de turno, carente de todo proyecto
estratégico.
Durante los primeros años de existencia de las Provincias Unidas del Río
de la Plata, podemos diferenciar claramente dos etapas financieras, a
saber:

1) Entre 1810 y 1821, endeudamiento originado por las guerras de


independencia.

2) Entre 1822 y 1826, creación del endeudamiento externo.

La etapa comprendida entre 1822 y 1826, iniciada por la creación del


Banco de Descuentos hasta el primer empréstito Baring, ha sido descripta
por destacadas plumas como Scalabrini Ortiz, José María Rosa, Norberto
Galasso entre otros. Entendemos que el período precedente, es decir de
1810 a 1821, (al que vamos a dedicarnos con mayor profundidad), no ha
sido lo suficientemente difundido y que el estudio de su metodología y las
consecuencias que de ello devinieron son de utilidad para encarar un
estudio contemporáneo de la deuda pública nacional y el quehacer
político actual.

En nuestro trabajo “El saqueo de 1806” hemos mencionado que el valor


del Tesoro de la Real Hacienda incautado en 1806 ascendía a $1.291.323
que al cambio de la época correspondía a £ 352.118 y que parte del
mismo debió ser dejado en Buenos Aires, para sostener el precio de la
divisa y de esta manera facilitar la introducción de las mercaderías
inglesas.
De donde, el primer sistema que mantendrá una paridad artificial tiene
por origen el gobierno del general Beresford. Mucho tiempo después los
argentinos conoceríamos otros esquemas similares, tales como la tablita
de Martínez de Hoz y la convertibilidad de Domingo Cavallo, entre otros
artificios monetarios y financieros que destruyeron el sistema económico
nacional.

También mencionábamos en el mismo trabajo que según la misma


contabilidad de los comerciantes ingleses durante el período 1806/7 el
comercio de ese origen con el Río de la Plata ascendió a £ 2.220.150. Es
decir el intercambio entre plata amonedada y mercadería inglesa
sextuplicó el robo del tesoro, por lo que puede desprenderse como
primera conclusión que: lo que no se robaron los soldados se lo llevaron
los comerciantes ingleses y uno de los efectos colaterales de ello fue la
formación de numerosos logias financiadas por el contrabando.

De esta manera fuimos arrojados a los hechos mayoritariamente llamados


como Semana de Mayo del año X, ya que 19 de mayo era el último plazo
(luego de negociadas prórrogas) otorgado por el virrey para la vigencia del
edicto de libre comercio, instituido con el fin de acercar fondos de aduana
a la desfondada caja virreinal, instrumentada por el reglamento de libre
comercio del 6 de noviembre de 1809 dispuesto por el virrey Cisneros.

Desfondada caja a causa del robo del Tesoro de la Real Hacienda en 1806.

No casualmente el 17 de mayo, los vecinos de Buenos Aires se enteraron


de la comprometida situación española por las noticias traídas por un
buque inglés que determinaron la salida del virrey y la desaparición de las
ya precarias limitaciones al comercio inglés.
Lo cierto es que producidos los cambios gubernamentales en aquella
Semana de Mayo y bajo la atenta mirada de Alexander Mackinon, máximo
representante de la organización de comerciantes y contrabandistas
ingleses integrada por Thos Crockett, Edwad Ritchie, James Barton, John T.
Smedley, William Dun, George Dysch y Frederick Dowling, antecesora de
la Cámara de Comercio Británica en el Río de la Plata, que formalmente se
constituiría pocos años después; los gobiernos iniciaron su gestión con el
sistema productivo seriamente afectado por:

a) invasión de productos importados,

b) escasez de circulante amonedado

c) inexistencia del crédito comercial y

financiero

d) Fuerte dependencia de los ingresos

aduaneros

Esta última condicionalidad financiera reflejaba que la premura en


procurarse ingresos fiscales a través del comercio inglés, se hipotecó el
futuro de la débil estructura industrial de las Provincias Unidas.

Sin protección las economías regionales comenzarán un descenso sin fin y


la pobreza será el común denominador de unos pueblos arrojados, sin una
íntegra conciencia de sí mismos, al juego de los intereses imperiales.
Ya los términos de intercambio se habían deteriorado de tal manera que,
entre el cuero, (principal producto exportador rioplatense) y las
mercancías foráneas, la proporción de intercambio entre los bienes
exportados y los bienes importados alcanzó el cociente de doce a uno.
Eran necesarios 12 buques de cuero, elemento esencial durante la primera
revolución industrial, por uno de mercancías inglesas. Y esa proporción no
dejaría de incrementarse en los siguientes años de existencia institucional.

En cuanto a las importaciones, el 85% eran productos textiles de origen


inglés, sirva como ejemplo, que un poncho utilizado por todas las clases
pero especialmente por los pobres, fabricado en las Provincias Unidas
tenía un costo de $ 7 y el precio de venta puesto en Buenos Aires de un
poncho importado alcanzaba los $ 3. De la misma manera una vara de
algodón producida en el interior se cotizaba a 2 ¾ reales mientras que la
vara importada por los comerciantes ingleses se cotizaba a 1 ¼ real. De
esta manera, la precaria industria nacional sucumbía ante el auge de lo
importado.

En esta época los ingresos fiscales provenían de tres fuentes:

a) las rentas de Aduana;

b) la alcabala (impuesto virreinal a la compraventa y permuta)

c) de la enajenación de bienes públicos.

Dado las dificultades por las que atravesó el comercio durante este
período la recaudación de alcabala estuvo seriamente afectada, por lo que
el rubro fiscal de mayor importancia en cuestión de ingresos (situación
que duraría más de un siglo) fueron los ingresos aduaneros, sin embargo,
comparando a valores constantes los ingresos del período 1810/1820 con
el inmediato anterior 1800/1810, fueron inferiores en un 42%, por lo que
se desprende que la libertad de comercio dispuesta y la liberación de las
trabas impuestas a los comerciantes ingleses, no trajeron beneficios para
las arcas oficiales, el cual era el argumento central de toda la defensa de
”la libertad de comercio” , fundamentalmente en escritos como “la
Representación de los Hacendados”. Trabajo este que se le atribuye a
Mariano Moreno y que tal vez elaboró como una labor profesional paga
por los comerciantes ingleses y que en ese momento su valiosa pluma no
merituó adecuadamente…oporunidad que le llegaría el 26 demayo de
1810 cuando la escuadra inglesa llegada al Río de la Plata que a fuerza de
apuntar sus cañones hacia la ciudad les arrancó a los integrantes de la
Primera Junta la pórroga del edicto de libre comercio, la rebaja de
aranceles de importación y la residencia de los comerciantes ingleses
amenazados con la expulsión por el último virrey Baltasar Cisneros

Faltarían sólo un par de años para incluir las cargas impositivas al trabajo
para que el perfil tributario de aquellos primeros años de existencia de las
Provincias Unidas del Río de la Plata guarde semejanza con el actual
esquema de recaudación impositiva.
Argentina como tributo

Es conocida que la primera acción de gobierno de la Junta de Mayo fue la


disposición de la continuidad de la libertad de comercio y el retiro de las
restricciones que pesaban para ejercer el comercio a los residentes
ingleses, motivada en cuestiones financieras y en pleno convencimiento
que Inglaterra, de esta manera ayudaría a la causa americana.

En efecto, la primera acción de gobierno del día 26 de mayo fue recibir a


las 11 de la mañana al comandante de la flota inglesa anclada en las
balizas del puerto de Buenos Aires y que el día 25 había saludado a
cañonazos la constitución de la Junta. El Comodoro Charles Fabián fue el
primero en ser recibido por el nuevo gobierno, luego (cuenta en su
informe al Almirante De Courcy, jefe de la Armada situada en Rio de
Janeiro) fue invitado a participar de la primera reunión secreta de la Junta
y terminada ésta, a recibir en el Cabildo, junto a los hombres de mayo, a
las demás legaciones en plenas funciones protocolares.

En cuanto al convencimiento de aquellos hombres sobre la buena


voluntad británica lo explicita claramente Mariano Moreno en la “Gaceta
de Buenos Aires” el 16 de septiembre de 1810 con motivo de un incidente
con el Capitán Elliot:

“Todo inglés que ame verdaderamente a su nación habrá


observado con ternura la generosa resolución con que las Provincias del
Río de la Plata disiparon aquellos peligros, afirmando de un modo
indestructible las relaciones mercantiles más ventajosas para la Gran
Bretaña. Una general proscripción de todas las pretensiones de la Francia,
un franco y libre comercio con la nación inglesa, reglamentos liberales que
aumentasen estas relaciones sobre la firme base de recíprocas ventajas,
una amistad preveniente dispensada a todo individuo inglés residente en
este suelo tales han sido las medidas que la Inglaterra debió pretender de
nosotros, y que hemos anticipado generosamente”.

No cabe dudas que la relación con Inglaterra debió insumir las primeras
reuniones de la Junta en mayo de 1810, así lo señala el máximo
representante inglés en América latina Lord Strangford en sus informes a
su gobierno desde Río de Janeiro del 10 y 20 de junio de 1810, en ellos
sostiene su convencimiento que el fracaso de la causa española en Europa
lanzaría a las provincias españolas en América (“colonias hispanas” en su
léxico) a separarse de la Madre Patria y que había recibido de un grupo
político la solicitud del envío de una fuerza militar británica para proteger
la emancipación que los criollos estaban dispuestos a declarar y “que la
recompensa para Inglaterra sería el comercio”.

La propuesta, posiblemente realizada por Saturnino Rodríguez Peña


(secretario de Liniers durante la invasión de1806 y posteriormente autor
material de la fuga de la cárcel del Gral. Beresford), autoproclamado
representante del partido de la independencia, con quien mantenía
fluídas conversaciones, y que no casualmente coincidía en un todo con la
estrategia enunciada por Lord Castlereahg el 1 de mayo de 1807:
incentivar una autarquía administrativa local mientras que se fortalezca
una dependencia económica británica. En las propias palabras del
ministro:

“adoptar un principio de acción más de acuerdo con los


sentimientos del pueblo de Sudamérica, el cual, mientras no nos envuelva
en ningún sistema de medidas que por razones de moral política deberían
evitarse, puede relevarnos de la desesperante tarea de conquistar ese
extenso país contra la voluntad de su población”, aconsejando:

“la creación y apoyo de un gobierno local amigo, con el que


puedan subsistir esas relaciones comerciales que es nuestro único interés
y que probablemente es igualmente deseado por el pueblo de la América
del Sur”.

La carta en uno de sus párrafos señala que el inglés considera


“desesperante (la) tarea de conquistar ese extenso país”, ¿será por eso
que en la guerra del Atlántico Sur no invadieron nuestro territorio más allá
de las islas australes, a la espera de los Tratados firmados en Madrid y
Londres en 1989 y 1990?

Es muy probable, ya que la geopolítica inglesa está basada en el método


de aproximación indirecta y prefiere los tratados a la acción bélica directa.

La carta del 20 de junio de 1810 detalla una conversación mantenida por


él con un representante de la Junta de Mayo, en la que dice:

“En esta conversación el


principal tema fueron las miras del nuevo gobierno, asegurándome que su
sólo objeto era valerse de la presente cesación de toda sombra de
autoridad legal en España, para emancipar a las colonias de la tiranía de
la Madre Patria y preservarlas como un grande y floreciente estado para el
representante legítimo de la monarquía española cuando todas las otras
partes de sus dominios hubieren caído bajo el poder de Francia, que no
tenían en el momento ninguna mira ulterior de independencia, sistema
que la América Española sólo adoptaría como una alternativa para
escapar del mas grande de todos los males, volver al antiguo orden de
cosas, y finalmente desechó en nombre de la Junta toda inclinación hacia
una conexión francesa o a cualquier línea política que pudiese causar el
menor grado de sombra a Gran Bretaña. Me declaró explícitamente que la
Junta no tenía un designio inmediato de forzar al Gobierno Británico a
hacer una declaración abierta a su favor, y que era sensible a los
inconvenientes que resultarían a ese gobierno de tal procedimiento…y
además por la repugnancia que habría naturalmente de experimentar de
abandonar la bella perspectiva de obtener ventajas políticas y comerciales
casi ilimitadas; que en el orden de justificar cualquier paso que el gobierno
británico pudiera estar inducido a tomar en su favor.

La Junta había determinado convertir su causa en lo más popular posible


en Gran Bretaña, por una muestra espontánea de liberalidad en asuntos
de comercio, esperando en consecuencia ganar la buena voluntad de la
Nación”.

Dada que la carta está fechada el 20 de junio y es ampliatoria de otra del


día 10, a escasos 16 días de los hechos de mayo, no cabe ninguna duda de
la excelente información con que contaba Lord Strangford sobre los
propósitos y los consensos de los hombres de mayo. La buena fé y la
ingenuidad política de las principales cabezas de aquel movimiento pronto
se verían las caras con la verdadera estrategia británica al costo de sus
propias vidas.

Pero lo que en unos fueron conductas ingenuas o de buena fe política, en


otros será traición, asociación con los vencidos por el pueblo en 1806 y
1807, y consecuentemente posición dominante en el nuevo estado
creado. Así lo describe el mismo informe en la palabra de Lord Strangford
que induce al representante de la Junta a creer que esta puede tener
esperanzas sobre el comportamiento inglés:
“Que frente a la formación de un gobierno,
Inglaterra deberá prestar toda su protección y ayuda a ese gobierno,
comprometiéndose a apoyarlo con un compromiso público, o si eso fuera
inconveniente (en razón de sus relaciones actuales con la España europea)
por una convención secreta; recibiendo como justo precio de su amistad
todo beneficio y favor que la gratitud nacional pueda acordar, o que
pueda ser requerida por su gobierno o por sus mercaderes…”

Los más sublimes sentimientos y pensamientos de libertad y dignidad, las


más heroicas acciones de hombres y mujeres de este pueblo, el tributo de
la vida misma, quedaban sometidos a los vaivenes de los intereses de un
grupo de contrabandistas.

Con fecha 2 de febrero de 1811, se reconocerá los favores recibidos de


Percy Clinton Sydney Smith vizconde de Strangford, designándolo como
ciudadano ilustre de Buenos Aires y otorgándole en propiedad, una legua
cuadrada de campo.

Al año siguiente se le daría otro tributo: la cabeza del principal planificador


y unos de los héroes de la Reconquista de Buenos Aires, el Teniente
Coronel Felipe Sentenach, acusado de alta traición sería colgado en la
Plaza de Mayo. Había sido nombrado director de la estratégica Escuela de
Matemáticas por la Primera Junta a instancias del vocal Dr. Manuel
Belgrano. La Gaceta de Buenos Aires del 23 de agosto de 1810 así lo
anunciaba:

“Se ha realizado la Escuela de Matemáticas y el teniente Coronel


Felipe Sentenach ha sido encargado de su dirección, y los acreditados
conocimientos de este oficial llenarán sin duda alguna las esperanzas de la
Junta.
La generosidad con que el real Consulado ha franqueado uno de
sus salones y los auxilios pecuniarios indispensables para su adorno, han
contribuido en gran parte a facilitar este establecimiento; y la actividad y
celo del vocal protector don Manuel de Belgrano preparan con rapidez su
estabilidad y firmeza. El día primero de septiembre se celebrará la
apertura de dicha Escuela; concurrirán todos los oficiales y cadetes de la
guarnición, que deben ser alumnos, y la Junta presidirá a la inauguración
de un acto que debe mirarse como el principio de la ilustración de nuestros
militares y de la regeneración de esa brillante carrera, que una política
destructora había degradado, sepultándola diestramente en las tinieblas
de la ignorancia”.

Muertos Mariano Moreno y Felipe Sentenach, alejado de Buenos Aires el


tenaz impulsor de la lucha contra la ignorancia don Manuel Belgrano, la
escuela fue cerrada y permaneció en ese estado por largos y oscuros
años…

Toda una constante en la historia pedagógica de nuestro país, en donde la


ignorancia es una de las principales armas con que sujetar al pueblo
argentino.

Pero por si lo sucintamente descrito no fuera suficiente, es conocida la


carta dirigida por el Director Supremo Carlos María de Alvear al embajador
inglés en Rio de Janeiro, del 25 de enero de 1815, la mención de algunos
de sus párrafos ha sido de suma inspiración para algunos reputados
miembros de nuestra clase dirigente.

Decía el hombre que tiene la estatua más alta de la ciudad de Buenos


Aires:
“Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres
de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de
gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y
contenga en la esfera del orden, antes que se precipite en los horrores de
la anarquía…

En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede


poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas
provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor
placer; porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del
país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y
esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa.

Yo no dudo asegurar a Vuestra Excelencia bajo mi palabra de honor. Que


este es el voto y el objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos,
que son los que forman la opinión real de los pueblos, y si alguna idea
puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de
poder concurrir con autoridad y poder a la realización de esta medida toda
vez que se acepte por la Gran Bretaña…

Por lo tocante a la Nación inglesa no crea que pueda presentarse otro


inconveniente, que aquel que ofrece la delicadeza del decoro nacional por
las consideraciones a la alianza y relaciones con el Rey de España.

Pero yo no veo que este sentimiento de pundonor haya de preferirse al


grande interés que puede prometerse Inglaterra de la posesión exclusiva
de este continente…”

Y completa su oferta con otra carta:


“Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes
obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se
abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo
inglés y yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarla de
los males que la afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos,
que vengan tropas que impongan a los genios díscolos, y un jefe
autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito
del rey y de la acción, a cuyos efectos espero que Vuestra Excelencia me
dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene preparar
oportunamente la ejecución”

Quien así escribe y ofrece es uno de los jefes de la Logia Lautaro y Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1815.

El imperialismo inglés optó por otros medios más discretos para la


consecución de estos fines.

Los soldados de la Patria sólo verían el rostro de los componentes de las


fuerzas militares inglesas en la Batalla por Malvinas en 1982.

Antes y después utilizarán a las compañías inglesas o dependientes o


testaferros de ellas y fundamentalmente a los perduelis locales, para
mandar y ejercer el poder, y fundamentalmente ejercer el poder detrás
del poder, hasta el descaro de considerar a la Argentina como una gesta
británica.
Primeras acciones financieras

La primera acción financiera que puede reputarse como tal por los
gobiernos surgidos a partir de 1810, no fue como puede creerse, un
empréstito forzoso que debería caer sobre el patrimonio de los
extranjeros.

El primer acto de exacción, repetimos, fue sobre las espaldas de los


trabajadores, específicamente los trabajadores públicos y de todos
aquellos que de alguna u otra manera percibían sus ingresos del naciente
estado nacional.

En efecto, el Triunvirato formado por Paso, Sarratea y Chiclana, con fecha


31 de diciembre de 1811, dictó una resolución sometiendo a todos los
haberes de los empleados tanto de Buenos Aires como del resto de las
Provincias Unidas a descuento forzoso.

La resolución se fundamenta en que:

“Paralizado el comercio y obstruídos los


canales de la verdadera riqueza disminuyéronse los recursos a medida que
crecían las necesidades de contar con un ejército que sostenga la sagrada
causa de los pueblos y visto que la Patria no se defiende sin armas y las
armas no se sostienen sin dinero. Todos debemos concurrir a la defensa
de nuestra libertad y nuestros hogares. Unos con la espada, otros con el
consejo, otros con cuantos medios estén a su alcance”.
Hacemos expresa mención a los fundamentos de esta medida por lo que
hubo de acontecer en el devenir del año de 1812.

De acuerdo a la medida del 31/12/1811, los sueldos de los empleados


quedaron sometidos al siguiente descuento:

De $ 450 hasta $ 700 descuento del 10%

De $ 701 hasta $ 1.000 descuento del 15%

De $ 1.001 hasta $ 2.000 descuento del 20%

De $ 2.001 en adelante quedaban reducidos a $ 1.500

Dicho descuento se aplicó sobre todas las asignaciones, pensiones y


gratificaciones atendidas por la Real Hacienda durante el año 1812.

Posteriormente y con motivo de la constitución de la Asamblea del año


XIII, fue modificado para aplicarse en las siguientes proporciones:

Sueldos de más de $ 600 hasta $ 1.500 se descontaría el 10%

Sueldos superiores a $ 1.500 se descontaría el 15%

Si bien la resolución original fijaba el descuento solamente por el año


1812, la modificación señalaba que el descuento sería por todo el tiempo
que duraran las urgencias del Estado.
Como puede observarse las leyes tributarias de nuestro país que en
virtud de situaciones de emergencia, son sancionadas por única vez, pero
que se perpetúan en el tiempo, (prácticamente todas las que nos rigen),
no es cosa nueva. La precariedad de las normas y la perpetuidad de las
emergencias impositivas, son características permanentes que conforman
nuestro esquema tributario y hallan su origen en estas resoluciones de los
triunviros.

Pero lamentablemente esa no fue la única modificación que se


mantendría a través de la historia fiscal de la República Argentina.

La reforma al descuento forzoso de haberes exceptuaba a dos grupos: los


diputados de la Asamblea General Constituyente del año 1813 y al Poder
Ejecutivo. Ellos eran los únicos no sometidos a descuento. Compárese
estas excepcionalidades con los fundamentos originales de la norma sobre
la obligación de concurrir todos en la defensa de la libertad y la sagrada
causa de los pueblos.

Las semejanzas con el tiempo actual nos relevan de mayores comentarios.

No serán estos los únicos hechos dignos de destacar por la Asamblea del
año XIII en esta apretada síntesis de la historia fiscal de las Provincias
Unidas. En efecto con fecha 12 de julio de 1813 se dispuso de un
empréstito forzoso de $ 60.000. Veinticuatro horas después se dejó sin
efecto este empréstito y se dispuso de otro, esta vez de $ 500.000.

Posteriormente con fecha 9 de septiembre del mismo año, (es decir en


menos de 60 días de la sanción de la primera norma) se dispondrá otro
empréstito forzoso de $ 600.000.
La imprevisión financiera debutaría en tan magna Asamblea
Constituyente.

Este segundo empréstito como estaba documentado con pagarés


firmados y sellados, era admitido por la Tesorería como parte de pago de
las contribuciones por las compras de los bienes que se hallaran en los
almacenes del Estado. La novedad de este procedimiento estaba basada
que no sólo documentaban la deuda pública sino que además hacía las
veces de moneda cancelatoria de las obligaciones fiscales a favor del
mismo Estado. Es en definitiva, el primer antecedente de emisión de papel
moneda en nuestras tierras.

También debe mencionarse que la Asamblea ordenó la acuñación de


moneda a la “ceca” de Potosí. Las mismas eran de igual denominación,
peso y ley que las antiguas monedas acuñadas durante el virreinato, la
única diferencia visible era que, en lugar del cuño real las dispuestas por la
Asamblea tenían los emblemas patrios.

La acuñación comenzó en julio de 1813 y se interrumpió en noviembre


después de la derrota de Ayohuma. En 1815 se reanuda la acuñación pero
definitivamente se deja de acuñar luego de la derrota de Sipe Sipe.

Si bien la Asamblea ordena el 28 de julio de 1813:

“que todos los habitantes del Territorio del Estado hayan,


reciban y estimen por moneda corriente la acuñada por la Asamblea”.

La misma no fue valorada por el público que desconfiaba de la misma.


Esta es la primera norma concreta de declaración de curso legal de la
moneda en nuestro país.-

Desde 1785 circulaba el “doblón” o “pelucona” y el “peso fuerte” de plata,


por ordenanza de Carlos III, se redujo el peso de ambas monedas de los
27,468 gramos a 27 gramos y rebajando el fino de 916,6 a 895,83, la
acuñación de moneda se realizaba en las “cecas” de Potosí y México. Por
decreto del 28 de septiembre de 1812 se produce la primera devaluación
en nuestro territorio después de 1810, el doblón u onza de oro suponía
128 reales y el peso fuerte de plata 8 reales. La equivalencia era una
relación de 16 a 1. Con la posterior valorización del oro, esa paridad se fijó
en una relación de 17 a 1.

He aquí la primera de una larga y penosa historia de devaluaciones de


nuestra moneda.

Como la falta total de fondos era una constante en todo el territorio, las
provincias las más de las veces libradas a su suerte, también dispusieron
de empréstitos forzosos para paliar el ahogo financiero.

Como hemos mencionado, la primera acción financiera de empréstito


corresponde al descuento forzoso a los empleados de la administración
pública por disposición del 31 de diciembre de 1811, por un total de $
200.000.-

En 1813 las operaciones fueron las dispuestas el 05/07/1813, empréstito


forzoso por $500.000.-, del 09/09/13 de $ 600.000. y un empréstito de
similares características para sufragar los gastos de la instalación en la
Provincia de Córdoba de una fábrica de pólvora y otra de armas blancas
por $ 20.000.-, que impuestas al comercio local, debía reintegrarse a los 8
meses por parte del erario nacional.

El 08/06/15 se sanciona otro empréstito por una suma de $ 200.000.- en


cabeza de todos los comerciantes españoles para mantener “un ejército
capaz de oponerse y frustrar los designios de los españoles” que aún
aspiraban el retorno del régimen anterior, el cual era pagadero en dos
cuotas con vencimiento en diciembre de 1815 y abril de 1816.

El año de la declaración de la independencia ha sido uno de los más


activos con motivo de empréstitos, por resolución del 10 de enero se
impone un nuevo empréstito por una suma cercana a los $ 200.000.- con
el perentorio plazo de 25 días para su integración. En Santiago del Estero
ante la falta total de numerario se levanta un empréstito a devolver a los 4
meses por $ 10.000.-, en Salta el 3 de mayo de ese año para financiar el
traslado del batallón Nº 10 se impone a los comerciantes españoles un
empréstito por la suma de $ 25.000; en La Rioja, el 12 de agosto a los
comerciantes españoles vecinos que no hubieran aportado a otros
empréstitos por la suma de $ 10.000.-; en Córdoba el 20 de abril se
impone un empréstito forzoso a los comerciantes europeos de $ 40 por
cada uno de ellos, total estimado $ 15.000.-, el 9 de diciembre de igual
año se impone otro de $ 40.000.- a integrarse por los europeos pudientes
y “los americanos antipatriotas que no sean notoriamente decididos por la
causa del país”; en Buenos Aires en igual fecha se impone contribuir con
400 esclavos a presentarse dentro de los 8 días o en su caso, suplirlos por
una suma en efectivo de $210 cada uno, el total de la operación ascendía
a $ 84.000.-, y el día 11 de diciembre por iniciativa de Juan José Paso, se
propuso un plan de sostenimiento del ejército mediante una suscripción
individual de $ 100.- por el término de 10 meses, a levantarse dentro de
las provincias “leales a la causa americana y desocupadas del enemigo”,
total $ 85.000.-
Detengámonos por un momento para calibrar lo que ocurría en las
provincias, especialmente en aquellas que estaban más expuestas a los
avatares de la guerra de la independencia, tomemos como ejemplo lo
acontecido en la provincia de Salta: el haber expulsado en sucesivas
oportunidades a las fuerzas realistas “le había costado a la Provincia el
aniquilar su comercio que antes de la revolución se extendía a setecientas
leguas, ver extinguidas sus florecidos capitales y consumidos sus
innumerables caballos”, situación llevada a tal punto que agotada la
Provincia no le quedaba ganado, municiones ni vestuario. El gobernador
electo Coronel Martín Miguel de Güemes centró su accionar en
cumplimiento de la parte que le correspondía en el plan trazado por el
General San Martín: la defensa de la frontera norte.

Ante la falta total de medios, el patriota gobernador convocó al Cabildo,


en su carácter de cuerpo representativo de los vecinos que debían
consentir el empréstito y a la Junta de Hacienda, para dar una explicación
sobre los motivos que determinaban la medida por estar “apurados
cuantos recursos han estado al alcance de este Gobierno Intendencia para
sostener las tropas, hospitales y demás atenciones que exigen unos gastos
considerables, si queremos salvar al país”.

Con prolijidad se detallaron las erogaciones necesarias a realizar, por


concepto y monto, se nombró una comisión de vecinos quienes
juntamente con las autoridades tuvieron a cargo no sólo de la
recaudación de los fondos sino que designados como fueron para la
verificación del mismo emitieron un informe al detalle de lo así ejecutado,
gracias a este puntillosa descripción podemos saber que, de lo recaudado,
tanto en dinero como en especies, el gobernador Güemes dispuso: que los
fondos fueran girados a tesorería, un caballo recibido como contribución
fuera destinado al ejército y el maíz recogido al cuartel de la División
Infernal (Archivo Histórico de Salta – carpeta 1.816 – disposición del 2 de
julio de 1816).
Lo apremiante de la situación tanto militar como financiera no fue óbice
para que la transparencia en el accionar del gobernante cabalgara junto al
heroísmo del gran salteño.

El 23 y el 30 de julio de 1817 se aprobó un empréstito por $ 2.000.000


destinado a sostener los gastos de defensa de la soberanía.

En 1818 se recurrió nuevamente a este recurso, el 3 de marzo en Tucumán


levantado por el general del ejército auxiliar del Perú por $ 30.000.-; en
Buenos Aires con fecha 24 de abril y 17 de diciembre por $ 500.000.- cada
uno, afectándose los impuestos aduaneros de importación; en Córdoba
sin consulta previa al Congreso Nacional debido a las urgencias monetarias
por resolución del 2 de octubre, por la suma de $ 1.000.-

Por disposición del 3 de agosto de 1819 se dispone de un empréstito por $


600.000, de los cuales $ 500.000 corresponden a comerciantes de la
ciudad de Buenos Aires y el resto del interior del país, facultándose a los
suscriptores a introducir mercaderías por un millón de pesos por cada cien
mil de préstamo, el cual será devuelto con la ocupación de la villa del
Potosí o en su defecto a los dos años con un interés del 12 % con
libramientos contra la Aduana de Buenos Aires; también en la misma
fecha se suscribe otro empréstito para acopiar artículos de guerra por $
50.000, y el 28 del mismo mes de agosto sobre los panaderos de Buenos
Aires por $ 36.000.-

Total del recurso dispuesto entre 1811 y 1819 la suma de $ 5.701.500


(cinco millones setecientos un mil quinientos pesos) los cuales no fueron
enteramente cubiertos y quedaron saldos por integrar, por ello, se faculta
al Director Supremo para perseguir el déficit de $ 255.378 impagos de
empréstitos anteriores por resolución del 13 de mayo de 1819.

Como puede observarse, los empréstitos forzosos fueron una de las más
importantes fuentes de financiamiento con que contó por esos años el
erario público hasta prácticamente agotar este recurso.

Según algunos historiadores el presupuesto para el año 1817 ascendía a


$3.000.000.- de los cuales $ 2.000.000.- estaba cubierto por un
empréstito, en este caso voluntario, con la condición de no modificar los
aranceles aduaneros vigentes por aquellos años.

Era tan amplio el beneficio otorgado al comercio que los beneficiarios no


dudan en solventar los gastos del Estado mediante un empréstito antes de
ver modificadas sus condiciones tributarias.

Y ateniéndonos a estos números casi dos presupuestos anuales entre


1812 y 1819 fueron cubiertos por empréstitos, pero de los $ 5.701.500
suscriptos en los empréstitos menos de $ 300.000.- estuvieron
directamente en cabeza de los españoles europeos y extranjeros, es decir
el 5% de los recursos obtenidos por este medio recayeron en capitalistas
foráneos, el resto debió ser sufragado por los nativos y los españoles
radicados en nuestro país.

Resulta llamativo el empréstito forzoso del 28 de agosto de 1819 que se


aplicó sobre los panaderos que operaban sobre la plaza de Buenos Aires.
El precepto bíblico de “danos hoy el pan de cada día”, en vísperas de la
anarquía del año XX, se tornaría cada vez más difícil de procurar.
Situación que ha de perdurar por casi dos siglos.
El registro de las deudas fiscales ayer y hoy

Tres elementos más que hay que rescatar de este inicial período fiscal, en
1821 se creó el “Libro de Fondos y Rentas Públicas”, para registrar toda la
deuda pública existente. Aún en plena anarquía los gobernantes
mantuvieron cierto orden fiscal comparándolo con las autoridades del
Banco Central de la República Argentina que durante el proceso militar
llevaban sólo anotaciones estadísticas sin ningún fundamento contable,
tal como lo declararon durante el juicio por la deuda externa iniciado por
Don Alejandro Olmos, situación que continuó durante la democracia hasta
que el Ministro Domingo Cavallo, pidió a los acreedores que fueran ellos
los que informaran el monto de sus créditos para que la Argentina
procediera a su registración siguiendo criterios contables compatibles con
los registros de los pretendidos y muchas veces fraudulentos acreedores.

La segunda es la refinanciación implementada por el Secretario del


Triunvirato Don Bernardino Rivadavia, en donde se canjearon tanto las
deudas contraídas con anterioridad a 1810 como las posteriores que
hemos mencionado en el capítulo anterior, por nuevas deudas con una
tasa de interés del 6%. Lo que hoy comúnmente llamaríamos canje de
deuda y refinanciación.

Del poco más de $1.600.000.- reputados como deuda original (entre la


deuda pendiente de cancelación anterior al 25 de mayo de 1810 y la
posterior hasta 1821), pronto se “descubrirán” otras deudas impagas que
ascendieron el monto hasta los $2.000.000. Que luego se incrementarán
por artificios financieros hasta los $ 5.000.000.-
Mientras se contraían estas nuevas deudas bajo la argumentación de
realizar mejoras urbanas de Buenos Aires, (que se había apropiado para sí
del recurso aduanero) se le negaba al general San Martín los fondos
necesarios para concluir su campaña libertadora. Compárese esta
situación con la reinante apenas un lustro atrás, cuando el Director
Supremo Pueyrredón comprometido con la causa sanmartiniana, le
remitía a éste la siguiente nota:

“A más de las 4.000 frazadas remitidas a Córdoba van


ahora 500 ponchos, únicos que he podido encontrar. Están dadas las
órdenes para que le remitan a Vd., las mil arrobas de charqui que me pide
para mediados de diciembre: se hará.

Van los oficios de reconocimiento a los Cabildos de esa


y demás ciudades de Cuyo. Van los despachos de oficiales.

Van los vestuarios pedidos y muchas camisas. Si por


casualidad le faltasen en Córdoba las frazadas, toque Ud. al arbitrio de un
donativo de frazadas, ponchos o mantas viejas de ese vecindario y el de
San Juan, no hay casa que no pueda desprenderse sin perjuicio de una
manta vieja, es menester pordiosear cuando no hay otro remedio.

Van 40 recados. Van hoy por el correo en un cajoncito


los dos únicos clarines que se han encontrado.

En enero se remitirán a Vd. 1.387 arrobas de charqui…

Van los 2.000 sables de repuesto que me pide.

Van 200 tiendas de campaña o pabellones, y no hay


más.

Va el Mundo. Va el Demonio. Va la Carne.

Y no sé cómo me irá con las trampas en que quedo para


pagarlo todo. A bien que en quebranto cancelo cuentas con todos, y me
voy yo también para que me dé Vd. del charqui que le mando.
¡Carajo! No me vuelva Vd. a pedir más, si no quiere
recibir la noticia de que he amanecido colgado de un tirante de la
Fortaleza.”

No creo necesario hacer ningún comentario adicional sobre el diferente


comportamiento, actitud y fines buscados entre los integrantes de los
gobiernos con asiento en Buenos Aires en 1816 y en 1821.-

En 1821, las nuevas deudas cotizaban al 45% de su valor nominal. El


comerciante Robertson en carta a su abuelo John Parish de Bath
informaba junto con su familiar, el encargado de la legación británica y
futuro cónsul Woodbine Parish, que sería buen negocio alentar la compra
de estos bonos argentinos en el mercado financiero de Londres.

La posterior especulación financiera elevó la cotización de estos bonos


desde el 45% inicial hasta el 85%; por su parte los bonos del empréstito
Baring, llegaron a cotizar hasta el 93%, luego cayeron cuando la burbuja
especulativa estalló en el mercado londinense.

Será necesario que transcurran 50 años y se derrame mucha sangre de


criollos para que, ascendido al poder el General Mitre los bonos
argentinos en la plaza de Londres vuelvan a cotizar tan alto.

El último hecho digno de mención es la creación de la primera institución


financiera del país. A contrario de lo que comúnmente se suele
mencionar el Banco de Descuentos, creación de los comerciantes
británicos radicados en el Río de la Plata no fue esta la primera institución
financiera.
Por un bando del 12 de noviembre de 1818 a iniciativa del Director
Supremo Pueyrredón, se crea la Caja Nacional de Fondos de Sud América.
Que recibe fondos en depósito a plazo fijo, pagando un interés del 8%
sobre los pagarés sellados correspondientes a los empréstitos forzosos
que mencionamos anteriormente y un 15% sobre el metálico.

La Caja tiene por objeto rescatar algún metálico para el erario público, a la
vez de consolidar la deuda de pagarés sellados emitidos por Tesorería. A
su vez emitía certificados endosables sobre los valores depositados, los
cuales tenían por objeto circular como papel moneda respaldado por la
deuda pública.

La Caja funcionó durante tres años aunque en forma precaria, durante ese
lapso recibió 7.000 pesos en plata, cantidad por demás exigua y que
demuestra que el boicot principalmente de los comerciantes ingleses
impidió el cumplimiento de los propósitos para la cual fue creada: el de
amortizar la deuda y aportar metálico para el erario.

A pesar de las exorbitantes tasas de interés que ofertaba no logró contar


con más de 155 clientes, quienes en octubre de 1820 exigen la devolución
de sus depósitos.

Por ley del 19 de noviembre de 1821 se suprime la Caja y se procede a la


devolución de los depósitos más los intereses corridos.

Así culmina la primera experiencia de una institución financiera en nuestro


país, aunque a diferencia de lo que ha de suceder como una constante en
nuestra historia financiera los ahorros de los depositantes fueron
respetados y devueltos con su correspondiente interés.
Una última reflexión sobre el comportamiento del mercado financiero
local: las tasas de interés superiores en un 150% a las tasas normales de la
época, no podían sino presagiar la consolidación de mayores males para la
Provincias Unidas.

Estas exorbitantes tasas serán constantemente un presagio de males


mayores en las distintas etapas de la devastación argentina.
La concentración del comercio como bomba de extracción

Para completar el panorama financiero de la década, debemos mencionar


la otra bomba de extracción del metálico en la economía del Río de la
Plata. Los acopiadores de cuero (Santa Coloma, Sáenz Valiente, Del Sar,
Almagro, entre otros) eran a su vez mayoristas y distribuidores de los
productos importados, de donde compraban los cueros en moneda
depreciada o con las obligaciones públicas utilizadas como papel moneda
y exportaban los mismos en libras esterlinas a través de los comerciantes
ingleses, compensando los saldos en cuenta corriente y dejando el
remanente a resguardo en el exterior.

Esta asociación entre nativos y agentes extranjeros, también es y ha sido


una constante en la historia económica de nuestro país.

Señalemos como ejemplo, el caso del ya mencionado comerciante


Robertson, quien sostendrá en cartas a Londres que la compra de cueros
locales y su exportación alcanzaba una utilidad del 3.200 %. El sistema
utilizado era adelantar algún dinero a los productores a cambio de la
entrega de su producción. Con la falta de numerario, la asfixia financiera
era insoportable, especialmente en el interior del país, por lo que ese
adelantamiento de fondos fijaba un precio vil de venta.

La aplicación sistemática de este método de exacción llevó a que


Robertson debiera refugiarse en la Ciudad de Buenos Aires por el temor a
ser asesinado por algunas de sus víctimas.
Como puede observarse, los mayoristas agropecuarios y los monopolios
agrarios no son una invención contemporánea.

Actualmente sigue vigente (a pesar de la mudanza política administrativa)


el decreto Nº 1.589 del año 1989 , por el cual, no existe obligación para
los exportadores energéticos de liquidar la totalidad de las divisas
generadas por sus exportaciones, así los exportadores del petróleo
argentino pueden dejar fuera del país el 70% del monto de sus
exportaciones y en el caso de las compañías mineras, el régimen las libera
de liquidar las divisas, o sea, disponen el 100% de las generadas por sus
escasas o nulas controladas operaciones externas.

Sin control efectivo de las cantidades exportadas, ni de los precios ni del


real contenido de dichas manifestaciones unilaterales de ventas, la renta
nacional se escurre de entre las manos de los argentinos para quedar en
los bolsillos de los explotadores, sus testaferros y secuaces.

Todo un andamiaje jurídico, impositivo y financiero dispuesto no para


organizar un país sino un territorio tributario.

La razón que se esgrime para ello es que las compañías exportadoras


tienen que cumplir mayoritariamente compromisos comerciales y
financieros en el exterior ( especialmente después de a crisis del 2001) y si
dejaran de cumplir esos compromisos externos conllevaría a perder
créditos y mercados externos y a su vez, si se volcara el total del
producido de sus exportaciones en el país, agravaría la caída del precio del
dólar, haciendo inviable la política de reactivación económica llevada a
cabo en el último quinquenio basada en una cotización alta del dólar.
Concomitantemente para comprar esa masa de recursos, el Banco Central
de la República Argentina debería emitir una gruesa cantidad de pesos
que dispararía los precios internos, afectando los salarios y el consumo,
ante este esquema financiero, las autoridades económicas prefieren que
parte de la renta nacional quede en el extranjero y se consolide un
sistema de distribución del ingreso cada vez más injusto y regresivo.

El mismo argumento fue utilizado en aquella primera década, donde


según W. Manning, citado por Raúl Scalabrini Ortiz, entre 1810 y 1818 se
fugaron en promedio 75.000 doblones por año, lo que al cambio de la
época resultaban $1.275.000 pesos fuertes.

O utilizando la metodología anterior, en los primeros 9 años de


existencia la fuga superó los once millones de pesos.

O si se prefiere, el equivalente a 4 presupuestos anuales (cargados por


los gastos de la guerra de independencia) se esfumó en la primera
década y quedaron en las arcas de los contrabandistas ingleses.

Recordemos que la corona británica a falta de cónsul por estas tierras


nombró a un tal Staples como agente financiero que tenía por misión
adquirir el máximo posible del circulante en metálico, aún en monedas de
escaso valor, las cuales eran sacadas del país en vejigas de sebo, facilitaba
la acción ya que este individuo explotaba un saladero industrial y por tal
motivo estaba ligado al comercio exterior.

Como consecuencia inmediata al tratado de perpetua amistad firmado por


Gran Bretaña y nuestro país, al cual nos referiremos en capítulos
posteriores, puede leerse en los periódicos de habla inglesa “The British
Packet & Argentine News” y “La Gaceta Mercantil” (este último
combinaba noticias en inglés y castellano) un informe referido al tráfico
portuario del 18 de junio de 1825, en ella se consigna que en la rada del
puerto de Buenos Aires se hallaban 2 fragatas y 14 bergantines, 3 de esos
buques de bandera norteamericana y el resto inglesa, el destino de los
mismos era el siguiente: los buques norteamericanos tenían por destino
Baltimore, Nueva York y Cuba; los buques ingleses tenían por destino
Cuba, Montevideo, Londres y mayoritariamente Liverpool. Los
consignatarios de aquellas embarcaciones eran Miller, Eyes and Co. (3
buques), Steward McCall & Co (3 buques), Heyworth & Carlisle (2 buques),
J&J Thwaites y Co. (2 buques), Green & Hodgson (2 buques). Completaban
la lista J. Appleyard, Brown & Buchanam, y los gestores nativos Félix
Castro y Sebastián Lezica, con un buque cada uno.

Como puede observarse de la lectura de los consignatarios y el destino


final de cada viaje, puede uno tomar conciencia de la concentración del
comercio exterior, en escasísimas y británicas manos.

También queremos mencionar que en esta época se produjo la primera


moratoria impositiva, el mayor deudor beneficiario de esta medida fue
José Martínez de Hoz, (antiguo director de Aduana durante el gobierno
inglés de 1806) quien adeudaba al fisco 38.617 pesos. Las facilidades
acordadas en un plan de pagos fueron las siguientes: un pago inicial de $
8.000 y cuotas de $ 3.000 hasta agotar el principal. Ante las voces de
protesta que se levantaron por tal arbitrio se argumentó que el señor José
Martínez de Hoz era un calificado “hermano de la caridad…”

Mientras tanto el pueblo, a falta de metálico para sus compras diarias,


debió ingeniarse a través de “contraseñas” que emitían los boliches con su
sello y que fueron oportunamente denunciadas por Vicente López. Estas
monedas de emisión precaria y privadas, de resignada aceptación popular,
utilizadas para las más elementales operaciones de la economía familiar
nos trae a la memoria inmediata de la experiencia que los argentinos
hemos vivido en el inicio de este siglo XXI, en donde monedas de las más
diversas y clubes de canje proliferaron por todo el territorio para
salvaguardar, de alguna manera, la manutención diaria de los argentinos.

Ayer y hoy, el ingenio popular demostró ante las más prestigiosas


doctrinas económicas su mayor sabiduría para superar la deliberada y
criminal escasez de moneda.
La tierra pública: elemento básico del saqueo

En nuestro país, una inteligente utilización del recurso tierra es vital para
todo plan de desarrollo independiente, por ello, la enajenación de la tierra
pública ha sido uno de los elementos más consecuentes durante estos
doscientos años casi ininterrumpidos de dominación colonial.

Advertidos de la necesidad de contar con puertos de ultramar aptos para


la exportación de los productos nativos y la necesidad de fomentar
pueblos adyacentes a esos emprendimientos, por comunicación de
Mariano Moreno del 2 de julio de 1810 se habilita el puerto de Maldonado
y a posteriori el pueblo de Ensenada. Para evitar la especulación con la
reventa de las tierras adyacentes a dichas localidades se limita la posesión
a una cuadra cuadrada por propietario, obligando a todo propietario que
poseyera una extensión mayor a proceder a su venta, disposición del 24
de octubre de aquél año.

La primera enajenación efectiva de tierra pública fue realizada con motivo


de la fundación del pueblo de Curuzú-Cuatiá, el 16 de noviembre de 1810,
cuando el por entonces coronel Manuel Belgrano dispuso:

“los solares han de darse en


propiedad a los que viniesen a ocuparlos, por el sólo valor de cuatro pesos,
sin más derecho ni pensión alguna, y de estos ha de hacer un fondo para
sostener una escuela y sostenerla con sus réditos.
Que los solares se han de ir
adjudicando por la predicha cuota de cuatro pesos conforma fueran
viniendo a poblarse, sea indio o español.

Que se ha de obligar a los


estancieros de la jurisdicción a que tengan su casa en el pueblo,
indispensablemente, y a los que no tienen una ocupación fija y están en
sus ranchos dispersos en la misma, sin sociedad, ni poder oír la palabra
divina, se les ha de obligar a que trasladen sus casas al pueblo dándoles
además fuera del ejido, media legua cuadrada para que puedan cultivarla,
sin precisarles a que entreguen los cuatro pesos del solar que se le señala
en el pueblo, hasta que no se hallen en estado de sufragarlos”.

La concepción humanista y cristiana de Belgrano se suma a criterios


estratégicos, políticos y jurídicos altamente destacables. En primer lugar la
disposición de tierras en pos de la utilidad pública y en pos de un
ordenamiento estratégico acredita la mayor preeminencia del estado
nacional sobre los estados provinciales, si bien las tierras pertenecen a la
Provincia de Corrientes, el interés del Estado nacional tiene prelación por
sobre los intereses provinciales y fija la preexistencia del Estado nacional
sobre los dominios provinciales.

Compárase esta situación con el actual régimen de disposición en materia


petrolera, gasífera y minera.

En segundo lugar, debe hacerse notar que la salida del acervo público es a
título oneroso, no se regala la tierra pública y sólo se posterga su cobro en
los casos de extrema necesidad. Luego lo recaudado por la venta tiene
una asignación específica: la educación.
El cuarto elemento no es menor a la luz de los siguientes acontecimientos
de disposición de tierras, en este caso existe expresa obligación de
poblarlas y no existe discriminación entre nativos (criollos e indios) y
españoles como beneficiarios.

La obligación de poblar y la procuración de los medios esenciales para la


subsistencia no sólo material sino cultural y espiritual, están presentes en
esta disposición.

Posteriormente se dictará con fecha 4 de septiembre de 1812 el primer


decreto sobre inmigración, proclamando que “siendo la población el
principio y fundamento de la felicidad de los Estados y conviniendo
promoverla en estos países por todos los medios posibles, el gobierno
ofrece su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a
sus familias, que quieran fijar su domicilio en el territorio del Estado,
asegurándoles el pleno goce de los derechos del hombre en sociedad con
tal que no perturben la tranquilidad pública y respeten las leyes del país”.

Generosamente, como pocos países en la tierra, la Argentina tiene una


tradición de equiparar al nativo con el extranjero en cuanto a sus
inmediatos derechos, y aquel párrafo de la Constitución Nacional que hace
mención a todos los que quieran habitar el suelo argentino, hallan su
antecedente en esta norma.

Pero el original criterio de la utilización de la tierra en base a conceptos


superiores pronto a dejar de ser utilizado (salvo en los discursos y en la
letra muerta de los considerandos que acompañan las leyes) para dar paso
al criterio fiscalista de su explotación como recurso financiero de
emergencia, que tiene por origen la resolución del 15 de marzo de 1813,
cuando la Asamblea XIII dispuso la enajenación de las fincas del Estado a
fin de acercar fondos a las alicaídas finanzas públicas.

En los primeros años después de 1810 sólo unos pocos estancieros se


habían animado a poblar la zona de fortines que corría por la línea
formada por Chascomús, Ranchos, Monte, Lobos, Carmen de Areco, Salto
y Rojas, entre los que se contaba a Rosas, Anchorena, Terrero y Ramos
Mexía, todos ellos intrépidos emprendedores en buenos términos con los
aborígenes.

En 1820, con la conducción de José Miguel Carrera, los ranqueles habían


asolado la localidad de Salto, cuenta José María Rosa que el gobernador
Rodríguez para quien todos los aborígenes eran iguales, vengó aquel
malón de los ranqueles (habitantes del oeste de la provincia) descargando
su ira en el pueblo pampa que habitaba el sur, que hasta allí se habían
mantenido en pacíficos términos con los blancos.

La insurrección no se hizo esperar y luego de algunos años, la necesaria


intervención de Juan Manuel de Rosas pudo poner término a los malones
en un acuerdo llevado a cabo en la laguna del Guanaco, donde los
aborígenes reconocieron la soberanía argentina, juraron la bandera, se
comprometieron a cesar en la práctica de los malones a cambio de una
ayuda anual en azúcar, alcohol y carne de yegua.

Este acuerdo ampliaría el límite de la frontera provincial y por ende,


aportaría un número considerable de tierras próximas a explotación.

En 1821 con motivo del reconocimiento de la deuda pública y su registro


en el Libro de Fondos y Rentas Públicas, se garantiza los fondos públicos
con una especial hipoteca sobre toda la propiedad mueble e inmueble de
la provincia. Esta garantía fue la que impulsó su cotización en la plaza de
Londres, en el proceso especulativo que ya hemos mencionado.

Dado que la tierra se hallaba hipotecada y por lo cual no se podía disponer


su venta, por disposición del 1 de julio de 1822 se ordenó poner la tierra
pública en enfiteusis. Entendiéndose por enfiteusis el goce a largo plazo a
cambio del pago de un canon.

Esta disposición y otras que le continuaron no especificaron tiempo de


duración de los contratos de arrendamiento ni el máximo de las
extensiones a otorgarse (pero sí el mínimo). Tampoco se especificaron
obligaciones por parte de los beneficiarios para la efectiva instalación de
población en las tierras sujetas a enfiteusis. Y en lo que respecta al canon
a cobrarse, el mismo quedaba sujeto a la negociación entre los
particulares y el Estado.

Desde un comienzo la tierra pública no fue sujeto de una determinada


política agraria o de direccionado interés geopolítico sino que fue
considerada un medio de favorecer a un específico grupo de personas
ligadas al poder con la excusa de las estrecheces financieras y en nombre
de un grandioso futuro para la nación.

El 13 de febrero de 1828, el recaudador de impuestos del Gobernador


Manuel Dorrego, don Manuel José de la Valle (padre de su victimario: el
Gral. Lavalle), denunciará que “los beneficiarios enfiteutas se han valido de
todas las tretas posibles para retardar los pagos a pesar de haber cobrado
los mismos subarrendamientos de las tierras que ellos mismos no
explotaban”.
Si bien las tierras ganadas por el acuerdo de la laguna del Guanaco
estaban desocupadas, no sucedía lo mismo por aquellas tierras que se
hallaban incluídas dentro de los límites de la primera línea de fortines. Las
mismas eran ocupadas y laboradas por gauchos, sin más títulos que una
larga tradición de ocupación y trabajo.

Por ley del 28 de septiembre de 1825, el Gobernador Las Heras dispuso de


un plazo de seis meses para que estos ocupantes gestionasen su
concesión en enfiteusis, bajo amenaza de desalojo, siempre que
cumplieran, además, con la extensión mínima requerida (media legua de
frente y media legua de fondo), las extensiones de menor tamaño, serían
consideradas baldíos y entregadas a vecinos lindantes “a quienes se le
consideraba con mejor derecho”.

No puedo imaginarme cómo los gauchos (la mayoría de ellos sin


conocimientos de lectura y escritura) y alejados de la ciudad pudieran
haber tomado conocimiento oportuno de esta norma publicada en el
Registro Oficial. Lo cierto y concreto es que no hay constancias que los
gauchos ocupantes de estas tierras solicitaran la misma en enfiteusis.

Siendo ya presidente Don Bernardino Rivadavia, dispuso el 15 de abril de


1826 el desalojo por la fuerza pública de las tierras y entregarlas a quienes
habían reclamado por ellas: “en vista de no haberse ejecutado con todo
rigor el decreto del 28 de septiembre de 1825, se dispone desalojar
irremisiblemente por la fuerza pública a los intrusos y entregar sus tierra
a quienes las habían solicitado en enfiteusis”
En definitiva, se desalojó al pueblo trabajador para entregar la tierra a los
especuladores.

Con anterioridad y por decreto del 24 de noviembre de 1823, con la firma


del gobernador Rodríguez y su ministro Rivadavia, se autorizaba al señor
ministro para procurar el envío de familias europeas para “las poblaciones
que deben elevarse en el territorio de la provincia”. Como era de rigor en
estos casos, posteriormente se transfiere los poderes a una “Comisión de
Emigración”, José María Rosa hace notar que la denominación emigración
en lugar de inmigración que sería la denominación adecuada, obedece a
que visto como un negocio desde Europa los futuros colonos
efectivamente emigraban.

Los negocios y las acciones de gobierno vista desde el exterior


condicionaban hasta el lenguaje. Lamentablemente esta situación se
repetirá hasta el hartazgo y como bien lo señalan recientes investigaciones
hasta los dictámenes de los procuradores de la nación se redactan en el
exterior en conformidad con esos intereses, limitándose los funcionarios a
firmar la traducción de aquellos documentos.

Sebastián Lezica en representación de la Comisión de Emigración, se


contacta a través de Hullet con Barber Beaumont y junto con Félix Castro
constituyen la sociedad “Rio Plata Agricultural Association” .Con la llegada
de Rivadavia a Londres, se impulsa la empresa, con un capital de un millón
de libras a aportar por los futuros accionistas, la sociedad tiene por objeto
la compra de propiedades o concesiones de enfiteusis y llevar a ellas
agricultores ingleses. Los socios fundadores y por lo tanto beneficiarios en
acciones liberadas son Beaumont, Lezica y Castro y la casa Hullet como
colocador de las acciones, la que comienzan a cotizar sobre la par, en esa
ocasión Lezica y Castro venden sus acciones logrando una ganancia de
ochenta mil libras sin haber arriesgado una sola moneda.
Los inmigrantes debían poblar la actual localidad de San Pedro pero
fueron abandonados a su suerte a la llegada al puerto de Buenos Aires. El
segundo contingente fue enviado a la provincia de Entre Ríos, pero
posteriormente abandonaron la colonia y regresaron a Buenos Aires.
Ofendido Lezica por tal comportamiento embargó los enseres y se
apoderó del dinero dispuesto para los gastos por considerarse
perjudicado.

Por su parte por decreto del 19 de enero de 1825 los hermanos John y
William Robertson obtienen del gobernador Las Heras facilidades para la
inmigración de colones escoceses, adquieren 16.000 hectáreas por $
60.000 en un paraje desierto en las actuales localidades Monte Grande,
Luís Guillón, Lomas de Zamora, Temperley, Llavallol, parte de Ezeiza y
Cañuelas. Invierten ₤ 15.000 en implementos agrícolas e infraestructura. A
los tres años la colonia producía 1.000 toneladas de maíz, poseía 2.800
vacunos, 1.000 lanares, poseía 400 hectáreas de frutales, 500 hectáreas de
quinta de verduras. Allí se fabricó por primera vez manteca en panes
envueltas en papel encerado y queso madurado en bochas. En 1829 la
colonia sería dispersada, sólo quedarían unas pocas familias, de una de
ellas, desciende la primera mujer de profesión médica: Cecilia Grierson.

La colonia fracasó pero dio origen a una escuela de agricultura


denominada Santa Catalina que obtuvo reconocimiento a nivel nacional y
que en la actualidad funciona el Rectorado de la Universidad Nacional de
Lomas de Zamora.

Pocos días antes, el 15 de febrero de 1826, a 8 días de la asunción de


Rivadavia, por la Ley de Consolidación de la Deuda Pública, se extiende la
garantía hipotecaria que gravaba la tierra de Buenos Aires a toda la
nación.
Así se formalizaba entonces, una primera hipoteca sobre la tierra pública
en garantía de los bonos que consolidaba la deuda interna y una segunda
hipoteca como garantía del empréstito externo.

La disposición establece:

“Queda especialmente afectada al pago de la deuda


nacional la tierra y demás bienes inmuebles de propiedad pública, cuya
enajenación se prohíbe”.

Esta ley de 1826 dará comienzo a los latifundios y a la creación de


sociedades agrícolas dispuestas a beneficiarse con la especulación
terrateniente. Los Arroyo y Pinedo, Ocampo, Arriaga, Lezica, Trápani,
Echegaray, Capdevilla, Sáenz Valiente, Gallardo, Aguirre y Rojas, Crámer,
Rufino, Senillosa, Lagos, Díaz Vélez, Anchorena, Martínez de Hoz y la
Sociedad Rural Argentina, entre quienes de contaban como accionistas a
Bernardino Rivadavia y Félix Castro; serán los grandes e inmediatos
beneficiados.

Así se consolidará un grupo de poder económico y político, que


pretenderá sujetar los destinos de la nación a sus propios beneficios,
socios locales de cuanto depredador extranjero posara sus intereses sobre
nuestro país.

Será una larga secuencia todavía inconclusa que los llevará a beneficiarse
por la Campaña del Desierto, (con su secuela de muerte y destrucción), a
esta desertificación por la campaña de la soja y la utilización del glifosato.
No es ajeno a este devenir histórico que hoy cerca del 30% de las tierras
cultivables estén directamente en manos extranjeras y se planee los
reservorios naturales de acuerdo a los criterios de una ecología profunda.

Ecología profunda que pretende la preservación de la naturaleza en


nombre de la humanidad, pero sin la presencia del hombre. En nuestro
caso, sin la presencia del hombre argentino, una vez más, paria como
nuestros antepasados, desalojado de su propia tierra y heredad.
El inicio de la deuda externa

Como el cierre de esta primera etapa fiscal en 1821, hemos convenido en


mencionar la siguiente esquela que prefigura la etapa que dio origen al
endeudamiento externo argentino, basada en la fraudulencia y la
corrupción.

La esquela dice así:

“Señor Don Bernardino Rivadavia. Amigo mío... Ayer me


han traído de casa de los señores Hullet el borrador del plan del
empréstito, y como es preciso que nosotros nos pongamos de acuerdo en
todos los puntos, estimaré el favor de usted, se tomase la atención de venir
a honrarme con su compañía hoy a las cinco, para que después que
comamos juntos, hablemos despacio y a solas, sobre nuestro negocio.
Supongo que la religiosidad de usted no se sentirá ofendida, por convidarlo
el domingo a un trabajo como éste. Un pecado más o menos, para un
hombre que frecuenta la penitencia. Es como una gota de agua más o
menos en el océano. Espero la contestación de usted, quedando su
afabilísimo amigo y atento servidor.”

Antonio José Irrisarri

Este amigo personal de Bernardino Rivadavia, había embarcado junto a él


y al Dr. Manuel José García rumbo a América en 1820. El banquero Hullet
había corrido con los gastos de embarque y viaje que luego serían
descontados del pago inicial del empréstito Baring, en su condición de
haber sido el promotor de dicho empréstito.

Por su parte, Antonio José Irrisarri será el gestor de idéntico préstamo


pero para la República de Chile.

La misma fórmula de sujeción utilizada para toda Latinoamérica, robo de


sus riquezas, asfixia monetaria, libre comercio inglés y endeudamiento
permanente.

No es extraño ni casual que el encabezamiento de la autorización para


contraer el primer empréstito argentino señale que: “Honorable Junta de
Representantes de la Provincia, usando de la soberanía ordinaria y
extraordinaria que reviste, (tal el texto original), ha acordado y decreta
con todo el valor y fuerza de ley lo siguiente:

Artículo Primero: Queda el Gobierno facultado para negociar, dentro o


fuera del país, un empréstito de tres o cuatro millones de pesos valor
real.”

Tres o cuatro millones… como si las cifras en más o en menos fuera igual.

La misma fórmula y monto (tres o cuatro millones) fue utilizada por los
legisladores del Perú, por la misma fecha, al mismo efecto y con el mismo
gestor financiero (Robertson).
No sólo se utilizó la misma fórmula sino el mismo e indeterminado monto,
(tres o cuatro millones), como si la cifra no tuviera en sí importancia y la
finalidad a los que supuestamente iban a ser destinados los fondos (en
nuestro caso, el Puerto de Buenos Aires, el establecimiento de ciudades e
instalación de suministro de aguas corrientes) no sufrirían significativas
alteraciones con uno u otro monto.

Algunos autores señalan erróneamente que entre los destinos originales


del empréstito figuraba la creación de un banco, sin embargo de la lectura
del artículo tercero de la norma sancionada el 22 de agosto de 1822 no
quedan dudas:

“la cantidad que se


obtenga por el empréstito será destinada a.

1. A la construcción del puerto


acordado por el artículo 2 de la ley
sancionada el 22 de agosto de
1821.-

2. Al establecimientos de pueblos en
la nueva frontera y de tres
ciudades sobre la costa entre esta
capital y el pueblo de Patagones.-

3. A dar aguas corrientes a esta


ciudad.-
Si la duda sobrevuela en el procedimiento de aprobación de estos
primeros empréstitos, la misma será despejada.

Sabemos de sobra que el destino final del empréstito fue otro, Ernesto
Fitte trae la carta presumiblemente fechada el 8 de enero de 1824,
dirigida a la Casa Baring donde John Robertson señala el destino de los
fondos entre la colocación del empréstito al 85% en el mercado financiero
y su liquidación al Gobierno de Buenos Aires al 70%. El destino de los
fondos fue el siguiente:

Gobierno de Buenos Aires £ 700.000

De vuestra casa £ 30.000

Félix Castro y John Robertson £ 120.000

----------------

TOTAL £ 850.000.-

Del total a recibir por el Gobierno argentino £ 700.000 se descontaron


anticipadamente amortizaciones de capital e intereses y gastos, como los
de la Casa Hullet para enviar a Bs. As. el mobiliario del Señor Rivadavia.

Su detalle es el siguiente:

Intereses adelantados £ 120.000.-

Amortización capital adelantada £ 10.000.-


Sin embargo, las remesas desde la Casa Baring sufrieron, a su vez,
descuentos de comisiones y gastos reconocidos a los intermediarios, así la
Casa Hullet retiró £ 6.000 de gastos de viaje del Sr. Rivadavia como lo
prueba el detalle de la remesa del 20 de julio de 1824, fecha del pago
inicial del empréstito:

1) Letras de cambio remitidas con £ al tipo de cambio de $ 46

1 letra de £ 5.000 expedida el 19 de julio a 60 días vista girada por G y J


Brown y a cargo de Brown, Buchanan y Cía. de Buenos Aires

11 letras por £ 5.000 cada una giradas por Félix Castro y John Parish
Robertson el 20 de julio a 60 días vista y a cargo de la firma Comercial J.
Parish Robertson de Buenos Aires

1 letra de £ 2.000 girada por Félix Castro y John Parish Robertson el 20 de


julio a 60 días vista y a cargo de la firma Comercial J. Parish Robertson de
Buenos Aires

2) Onzas de oro colombianas (544 ½ doblones) valor y £ 2.044 11/10

3) Pagado a Hullet Brothers y Co £ 6.000

TOTAL £ 70.044 11/10


De las letras giradas contra J. Parish Robertson de Buenos Aires, este y
Félix Castro descontarían su comisión por la gestión del préstamo y los
gastos incurridos por una cifra superior a las £ 10.000.-

Inmediatamente de esta primera recepción, el gobernador Las Heras


comenzará a reclamar que le fuera enviado oro, metal en el que se había
comprometido el crédito.

Baring responderá que “por prudencia” dada la distancia entre Londres y


Buenos Aires, había enviado letras y proponía retener el resto de la
remesas a enviar, depositándolo en su banco reconociendo un interés del
3%. Es decir, proponía que el préstamo de £ 1.000.000 tomado al 6%
redepositar el remanente de £ 430.000 en el mismo banco a una tasa del
3%.-

Esta era la “prudencia” de Baring y el buen consejo, que tantas veces


hemos de escuchar por parte de los amanuenses del poder internacional
financiero.

En las siguientes remesas desde Londres se enviarían £ 14.519 18/10 en


oro (25/09) y el 20/10 £ 3.469 9/10 en oro, del remanente 122.000 libras
llegarían en papel moneda, el resto en letras sobre los mismos
comerciantes que operaban en la plaza de Buenos Aires.-

La última nota que se tiene en el legajo del Archivo Nacional está fechada
el 20 de julio de 1825 y fue remitida por la Casa Baring al gobernador Las
Heras, por la cual reconoce que aún faltaban remitir a Buenos Aires la
suma de £ 117.317. Las cuales seguramente fueron giradas manteniendo
el mismo método y proporción. Es decir, se contrajo un empréstito por la
suma de £ 1.000.000 a recibir en oro amonedado del cual sólo se
recibieron no más de £ 57.400 en esa especie, algunos fajos más en papel
moneda y el resto, como hemos dicho en letras, gastos y comisiones.

Como parece que Baring desconfiaba de la operación y el destino de las


comisiones, la carta mencionada por Fitte es luego refrendado por el
siguiente documento firmado por Robertson y Castro:

“Caballeros: está también entendido que al pasar a nuestro crédito la


antedicha suma (las 120.000 libras) nosotros garantimos expresamente a
Uds. la aprobación del gobierno de Buenos Aires sobre esta disposición”.

¿Cuántos empréstitos y refinanciaciones se han realizado desde entonces,


sin que quedaran tan expresamente claras las comisiones cobradas?

Pienso en el Megacanje y el juicio posterior por las comprobadas excesivas


comisiones cobradas por los mismos “consultores”, amigos de Cavallo,
que operaron el plan Brady.

Como hemos explicitado con motivo de la primera remesa, las letras de


cambio enviadas desde Londres que llegarían entre 1824 y 1825
correspondían a obligaciones firmadas por comerciantes de Buenos Aires
para realizar pagos en Inglaterra, que reversaban así el crédito, ahora
como préstamo a interés y con garantía de toda la tierra pública.

En nuestro país, los fondos del empréstito fueron administrados por una
comisión especialmente constituida a fin de “entretener” los fondos
mientras se elaboraban los proyectos definitivos para la construcción del
puerto, el establecimiento de ciudades y la instalación del sistema de
aguas corrientes .La misma estaba compuesta por Juan Pedro Aguirre
(Presidente de la comisión), Francisco del Sar, José María Roxas, Miguel de
Arroyo y Pinedo (ex Presidente de la Junta de Representantes que
sancionó las leyes del empréstito) y José Segurola.

Los recursos administrados por la Junta de Inspección y Economía creada


el 12 de abril de 1825 fueron utilizados en préstamos, descuentos, pago
de intereses, gastos de operación de la misma comisión, en su estudio
Ernesto Fitte trae el listado de deudores de la Junta Administrativa, no
debe extrañar al lector que a la cabeza de los deudores, figurara Braulio
Costa y John Robertson que juntos adeudaban 878.750 pesos; William
Robertson por 262.840 pesos y Miguel Riglos por 100.000 pesos.

Es decir, prestaban a los mismos libradores de las letras o a personas


vinculadas con el comité, en total la Junta Administradora prestó
2.014.234 pesos hasta que debió traspasar su cartera al Banco Nacional.

Los préstamos fueron cancelados mediante quitas y en la medida que el


valor del peso se depreciaba ante el oro.

La especulación y la corrida contra el peso licuaban esos pasivos, mientras


que en la contabilidad del banco figurarán ganancias a ser distribuidas
entre los accionistas privados del banco que hubo de crearse, justamente
los mismos que figuraban a la cabeza de sus créditos.

Un colosal andamiaje de autopréstamos, predecesor de cuanta crisis


bancaria haya asolado a la Argentina.
Así la creación del banco privado vino a ser la rueda necesaria para hacer
andar a esta bicicleta financiera en perjuicio de las arcas oficiales.

En definitiva el destino de los fondos públicos del empréstito no tuvo ni


siquiera principio de ejecución para los fines a los que había sido
contratado, el argumento esgrimido por aquellos defensores de su
contratación, no es oponible a la simple presentación de las fechas.

A su argumento que señala que la contracción de deuda externa argentina


fue desviada de su destino por imperio de las circunstancias, hacia el
sostenimiento de la guerra con el Brasil y la necesidad de su
financiamiento, las fechas en que sucedieron ambos hechos son por
demás elocuentes. Entre la fecha de la contratación del empréstito (20 de
julio de 1824) y la certeza de las dificultades con el Imperio del Brasil,
transcurrió más de quince meses, cuya declaración de guerra fue suscripta
el 10 de diciembre de 1825.

Si los gobernantes hubieran detectado que se avecinaban extremas


dificultades que podían desembocar en una guerra con la nación vecina, lo
más lógico y prudente hubiera sido preservar esas reservas para la
emergencia.

Sin embargo, los fondos fueron entretenidos en operaciones financieras


de más que dudosa legimitividad, siendo la mora en las cobranzas un
pingüe negocio para los deudores, que al paso del tiempo veían disminuir
sus obligaciones.

Así el primer empréstito externo vino a acontecer con corruptelas en su


contratación y corruptelas en el destino de sus fondos.
El fallo del Juez Ballestero que declaró ilegítima y fraudulenta la deuda
contraída por el período 1976 a 1983, tiene su doloroso antecedente en
nuestra primera acción financiera externa.

El empréstito Baring, se canceló luego de enormes vicisitudes después de


80 años, por una cifra que excedió escandalosamente lo recibido
originalmente, fruto de las administraciones corruptas y la aplicación
sistemática del instrumento básico del poder internacional del dinero: la
tasa de interés compuesta.

Varios estudios nos han mostrado que si no se hubiera contraído deuda de


manera ilegal y fraudulenta durante el período 1976 a 1983, la deuda al
regreso de la democracia una vez deducidos los fondos destinados a los
pagos de los supuestos acreedores y bancos extranjeros, la misma no
hubiera ascendido a más de mil millones de dólares contra los treinta y
seis mil millones que el gobierno del Dr. Ricardo Alfonsín terminó dando
por buena.

Dolorosamente, el pueblo argentino, saqueado una vez más, hasta de su


propia historia y bombardeada su memoria, es víctima propiciatoria en el
altar de los imperialismos.
El Monopolio bancario

Desde 1811 en que en el seno del Primer Triunvirato, Rivadavia había


planteado la necesidad de la creación de un banco, el tema rondaba la
cabeza de los más avezados hombres de finanzas de la ciudad de Buenos
Aires.

A la frustración del banco creado a instancias del Director Pueyrredón,


que ya hemos tratado, la nación necesitaba de un organismo financiero
capaz de mejorar el andamiaje comercial, a la vez de dotar de un agente
financiero al Estado para regular la actividad fiscal.

El continuo drenaje metálico que se producía desde que era permitida la


libre extracción del oro y la plata, llevó a un ahogamiento y estrangulación
monetaria, que a la vez de paralizar la actividad comercial, elevaba las
tasas de interés hasta un 60% anual.

En sendas reuniones del 15 de enero y 23 de febrero de 1822, los


ministros Bernardino Rivadavia y Manuel García, interesaron a los
principales comerciantes para la constitución de una entidad bancaria
privada, dotada del monopolio de la emisión monetaria, con total
autonomía del Estado y con la condición de poseer el privilegio de ser
banco único por 20 años y que sus acciones y transacciones no estarían
sujetas a impuestos.
La ley se sanciona el 21 de junio de 1822 y el banco abre sus puertas el 6
de septiembre del mismo año.

El capital del banco ascendía a un millón de pesos, compuesto por mil


acciones de mil pesos cada una, de las cuales los accionistas al momento
de la suscripción debían integrar el 20%.

El banco tomaría el nombre de Banco de Buenos Aires, comúnmente


llamado Banco de Descuentos.

Los billetes del banco reemplazaron dado su carencia, la circulación de


metales amonedados, Los billetes en un principio se imprimían en
Londres, en planchas de acero y luego, por la premura de emisión la
impresión se realizó en Buenos Aires, en planchas de cobre.

La integración original que debía corresponder a aportes en metálico, en


su gran mayoría fue realizada en pagarés firmados por los accionistas, los
cuales eran descontados en la misma institución, otorgándoles un crédito
por igual valor en billetes emitidos por el mismo banco, los cuales eran
aplicados a cancelar los pagarés originales.

Así, sin verdadero capital, se constituyó la entidad que tendría el


monopolio financiero de las Provincias Unidas.

Del total de mil acciones sólo 239 se integraron con efectivo, el resto sería
por el método arriba descripto, del cual da cuenta Robertson a John Parish
de Bath en carta del 11 de junio de 1823, archivada en el Foreing Office y
de la que da cuenta Harry Ferns en su obra “Gran Bretaña y Argentina en
el siglo XIX”.

Con aquel aporte de efectivo más la recaudación de la Tesorería


gubernamental, el banco emitió en los primeros seis meses 291.000 pesos,
que prestados al 9% anual, produjo un dividendo del 12% (2% mensual
por el monopolio de emitir moneda), el cual fue prontamente distribuido
entre los accionistas.

Al 28 de febrero de 1824 con un capital integrado de $ 469.000 y la


emisión monetaria ascendía a $ 910.000 y distribuía un dividendo del 10%.

En agosto del mismo año, por el método descripto, el capital nominal


llegaba al millón de pesos, la emisión trepaba a $ 1.680.000, los préstamos
otorgados, especialmente a sus propios accionistas llegaba a $ 2.565.525 y
distribuía un dividendo de $ 90.000.-

El informe de febrero de 1825 distribuirá un dividendo de $ 100.000 y el


de agosto del mismo año ascenderá a $ 95.000, el 9,5% semestral, con una
emisión de billetes que orillaba los $ 1.934.000 y con reservas metálicas
de sólo $ 253.035.-

El destino de los préstamos no fue sólo el dotar a los accionistas de sus


instrumentos especulativos, se conoce por denuncia de Nicolás
Anchorena, que una casa de comercio de Buenos Aires, financiaba al jefe
enemigo general Lecor, luego de que este debiera abandonar la plaza de
Montevideo a manos de tropas criollas.
Mientras así se compraba la voluntad de los enemigos de las armas
nacionales, a fin de que continuaran la lucha, por orden del gobierno el 7
de octubre de 1825 eran designados Manuel de Escalada y Fernando
Calderón y Bustamante como agente y ayudante de la nueva agencia del
Banco de Buenos Aires en Concepción del Uruguay, a fin de cubrir los
gastos del ejército acantonado en aquel lugar. Para lo cual ofreció letras y
pagar un interés.

El Directorio del banco con fecha 29 de diciembre de 1825 ordenó el cierre


de la agencia y envió 24.000 pesos plata para rescatar el papel emitido.

Puede decirse que esa es toda la participación del banco en la solvencia


de los gastos producidos en la guerra con el Brasil.

Como la situación era insostenible y la convertibilidad de los billetes


emitidos por el banco en metálico era ya toda una utopía, se reunieron los
miembros del Directorio con el ministro Manuel García, en carta del
director Guillermo Parish Robertson a éste se manifiesta. “ que a pesar de
todos los esfuerzos que continuamente ha hecho el Directorio del Banco
para proveer un circulante metálico en el mercado, el cambio repentino y
violento de la situación del país, ha inutilizado todos los esfuerzos; que en
efecto el Banco siente de tal manera la escasez del numerario que prevé
palpablemente que quedará éste en muy breve tiempo reducido a la nada;
o tendrá que recurrir a una casi total suspensión de sus descuentos o a
otros remedios ruinosos para el comercio de la Nación…”.

¡Cúantas veces en la historia económica nacional, los directivos de bancos


recurrirán a la misma argumentación para requerir el salvataje del Estado
a costo de los contribuyentes!
En síntesis el Directorio del Banco solicita:

a) suspensión temporaria de su obligación de


pagar en metálico, o sea la inconvertibilidad
de su papel moneda, argumentando que la
misma no emana de su insolvencia sino para
prevenir mayores males que surgirían de
tener que adoptar otras medidas-

b) el banco impondrá al gobierno del verdadero


estado de sus negocios.-

c) limitar la emisión de billetes a la suma que el


gobierno designe y reservará parte de sus
dividendos para responder a eventuales
pérdidas.-

d) procurar en un lapso de 6 meses restablecer


algún encaje metálico posible.-

e) si el gobierno considerase un aumento de


suscripción en el Banco con el fin de
racionalizarlo, y dar nuevo incremento a su
crédito y solidez, el Banco siempre estará
dispuesto a entrar en convenio con el
gobierno.-

Con esta nota el Banco reconocía la crisis, admitía la carencia de metálico


para mantener su convertibilidad, y dejaba la puerta abierta para la
estatización de la entidad.
Lo de siempre: estatizar las pérdidas y privatizar las ganancias.-

El 9 de enero de 1826, se decretó retenido a disposición del gobierno el


encaje metálico de la entidad, hasta tanto se formase la entidad que lo
sustituyera, se declara el curso forzoso e inconvertible de los billetes y se
prohíbe toda nueva emisión.-

Ese mismo día se llamó a asamblea de accionistas, se presentaron


accionistas por 838 acciones emitidas sobre un total de 1.000 acciones.,
cuya mayoría correspondía a extranjeros, Thomas Armstrong representará
454 acciones, Guillermo Parish Robertson 51 acciones, Diego Brittain 39
acciones, Tomás Robinsón 20, Tomás Fair 25, Guillermo Orr 5, Manuel
Haedo 5,, Juan Hartain 7, Gregorio Lecoqc 38, Andrés Jamieson 5, Juan
Ludlan 10, José M. Estévez 25, Salvio Gaffarot 14, Braulio Costa 5, F.
Holterhoff 10, Francisco del Sar 4, Tomás Eatsman 2, Tomás Mendehall 2 .

En la sesión del 25 de enero de 1826, el ministro García sostendrá en el


Congreso Nacional: “la mayoría de las acciones no pertenece ni a los
extranjeros residentes aquí, ni a los naturales del país, sino a capitalistas
muy distantes de este teatro”.-

Y en su manifestación no hay reproche o intención de acabar con los


privilegios ni siquiera para parar la fuga del metálico, sino para que los
diputados obraran con discreción pues “el país necesitaba de Inglaterra”.

Los accionistas del Banco debieron votar dos mociones:


1) conferir poder amplio y sin bases a una comisión para arreglar los
asuntos pendientes a referencia de una posterior aprobación de la
asamblea.

2) Conferir poder amplio, con bases pero sin sujeción a la posterior


aprobación de la asamblea

Por amplia mayoría se aprobó la primera moción y se constituyó la


comisión negociadora formada por Haedo, Parish Robertson, Miller, Riglos
y Lozano.

Doce días después la comisión rendía cuentas ante la asamblea de


accionistas sobre las bases del acuerdo con el gobierno, las cuales
consistía en:

1) Disolver la sociedad por imposibilidad de continuar con el giro de


sus negocios

2) Constituir una nueva sociedad de carácter mixto

3) Que la nueva autoridad absorbería todos los compromisos


contraídos por el Banco de Descuentos

4) Que las acciones del Banco liquidado serian consideradas a su valor


original de mil pesos cada una
5) Que el dividendo de la entidad liquidada correspondería
íntegramente a sus accionistas

Como puede observarse, la comisión tuvo un primer éxito en que


continuarían en el negocio bancario al integrar la nueva sociedad, que la
misma se haría cargo de sus pasivos, que ingresarían a la nueva sociedad
al valor original de sus aportes (de cuyo método de integración ya hemos
dado cuenta) ¡Y además que podían cobrar el dividendo que correspondía
al semestre en curso!

Sin embargo, los beneficios otorgados, los accionistas los consideraron


escasos por lo que se decidió la conformación de una nueva comisión
ampliamente facultativa para resolver la indemnización e incorporación
del banco a la nueva entidad, la nueva comisión estuvo integrada por
Parish Robertson, Riglos, Haedo, Brittain y Arriola.

El día 8 de febrero se realizó la última reunión de accionistas donde se


informó que se había logrado una mejora en la cotización de las acciones
originales, reconociéndoles a los accionistas pesos mil cuatrocientos por
cada acción original de mil. Es decir, se les reconocería una tasa de
conversión o sobreprecio del 40% Uno coma cuatro por cada peso,
idéntica conversión ciento ochenta años después también tendría lugar
con motivo de la pesificación asimétrica luego de la mayor crisis
económica y financiera que recuerda la república.

La historia, como una mueca absurda vuelve a repetirse.

Además de este reconocimiento, las pérdidas serían absorbidas por la


nueva entidad, lo mismo que los fondos que se hallaban en Londres en la
Casa Baring, así también los muebles encargados en los Estados Unidos a
la firma Steward, Mac Call y Cía. y la agencia de Entre Ríos.

El Estado aportó para la nueva sociedad la suma de $ 3.000.000 que


correspondían a los fondos administrados por la Comisión de
Entretenimiento. Así el nuevo Banco denominado Nacional, surgió como
una entidad mixta, repleta de papeles negociados por sus propios
accionistas en calidad de autopréstamos y de los que no se tiene fiel
constancia que alguna vez hallan sido efectivamente pagados.

La mejor síntesis sobre el destino de esta nueva entidad, está dado a


nuestro entender en el mensaje a la Legislatura de la provincia de Buenos
Aires, por su gobernador don Juan Manuel de Rosas, el 1 de enero de
1837:

“El Banco Nacional, señores, ya no existe. Esta institución tan prematura,


ha desaparecido después de haber contaminado a la provincia y dejando
en pos de sí rastros profundos de su aciaga existencia. Creado en los
momentos de triunfo de la facción unitaria, se organizó como para
ayudarle a imponer su pesado yugo a la República. El capital con que se
levantó, fue toda una ficción, y desde los primeros momentos de su giro,
sus billetes tuvieron el carácter de papel moneda. Felizmente, las
provincias del interior, declaradas contra la marcha arbitraria de un
gobierno ilegal, rechazaron las ramificaciones de esa institución. Ella
suscribió sus estragos a provincia de Buenos Aires, porque no era posible
deshacerse de la única base de recursos con que se había contado
imprudentemente, por unos, habiéndola establecido otros con ardid, para
sostener la guerra del Brasil, cuando la República, en su heroico
entusiasmo, estaba pronta a suscribir cualquier otro sacrificio por la
libertad de la provincia oriental. Sin papel moneda libertó a Bolivia, a Chile
y al Perú, afianzando al mismo tiempo su independencia. El Banco
Nacional hecho árbitro de los destinos del país y de la suerte de los
particulares, dio rienda suelta a todos los desórdenes que se pueden
cometer con una influencia tan poderosa. Comenzó por hacerse de partido
en el público dando dinero a todos y creando intereses a favor de la
guerra, por el fomento que añadió a las especulaciones que ella favorecía.
La facilidad de obtener fondos propagó el hábito de la disipación, y se
vieron personas, hasta entonces desconocidas, ofuscar con su brillo los
más sólidos capitalistas. Entre tanto, esa masa de papel, cada día más
desproporcionada con las necesidades de la circulación, se envilecía por
momentos y no pudiendo el Banco bastar a la demanda que él mismo
había creado, sin demostrar lo inicuo de su sistema, empezó a sentir por
ambas razones el alza del interés del dinero. Este fue el medio de
seducción que pusieron en práctica con el mejor resultado, todos los que
entregados al abuso del crédito, sentían que su hora era llegada .Con ese
incentivo todos los que a la fuerza de privaciones habían acumulado sus
ahorros, los pusieron en manos de donde jamás los podrían retirar. El
Gobierno al final se convenció que la emisión de notas del Banco era
excesiva. En vano una gran parte se había hecho clandestina, los efectos se
hacían sentir en toda la provincia, que se veía saqueada con uniformidad,
por la depreciación de las cosas, y de la moneda ficticia, aunque todavía
no conocía la brecha por donde asaltaba el enemigo. Inutilizados todos los
medios de proveerse de fondos, el Gobierno usó el único que le restaba.
Ordenó privadamente al Banco que retirase del descuento de letras
algunos millones de pesos, que debían ponerse a su disposición para
continuar la guerra. Esta operación acarreó una época de desastres, y
acabó de confundirlo todo. De un lado se oían los llantos o lamentos de los
que eran desechos por las bancarrotas y del otro el Banco, armado del
privilegio hipotecario, se arrojaba sobre sus víctimas para arrebatar los
despojos. Como éstos no le saciasen, cayó sobre el público, cargando
réditos al Gobierno, del interés compuesto de las sumas que le
suministraba, aunque para las emisiones de papel moneda, no había
puesto más capital que el costo de elaboración y la tolerancia de la
autoridad. De este modo las asambleas de accionistas, que se reunían para
declarar el dividendo, eran una verdadera fiesta, en que hicieron el gasto
los tres millones de pesos producidos por el empréstito de Londres y que
entraron como capital en acciones del mismo Banco. Llegado a su colmo
un estado de cosas tan violento, declarados los pueblos contra la
Presidencia, que pretendía establecer a viva fuerza el sistema de unidad y
colocada por tanto esa autoridad en la situación de no poder mover, tuvo
que confesarlo y retirarse del puesto. La Provincia de Buenos Aires volvió a
reorganizarse. Su Gobierno aceptó el encargo de calmar las disensiones
civiles que despedazaban las provincias del interior, de llevar adelante la
guerra con el Brasil, sin armas, sin dinero y con un ejército casi en estado
de disolución. Dio principio a su tarea bajo felices auspicios. Los pueblos
depusieron las armas y mandaron sus soldados a combatir contra el
enemigo común. Los capitalistas que habían quedado en pie, hicieron un
empréstito y la victoria comenzó a anunciarse de diferentes modos. Pero
como todo esto cubría de ignominia a la facción unitaria, arrebatada del
furor y del espíritu de venganza que produce negra envidia, se atrincheró
en el Banco, para organizar la oposición. Desde allí se hacía resistencia
directa al Gobierno para dejarlo sin recursos, se arrojaban contra él los
tiros más venenosos, y sus agentes fueron, señores Representantes, los
que os colmaron de insultos en este mismo santuario. Por último, en
combinación con ese establecimiento, se fraguó el motín del 1º de
diciembre (Pronunciamiento de Lavalle), y con él se contó, como lo ha
acreditado la experiencia, para pagar el asesinato del jefe de Gobierno
(Dorrego), y un ejército de sublevados con que creían volver a dominar la
República. No habría el Gobierno entrado en semejantes detalles, si al
considerar las razones que ha tenido para hacer desaparecer esa
institución de entre nosotros, no se hubiese persuadido que es preciso
aprovechar una experiencia tan costosa, recordando los males infinitos
que hacen al cortejo de esos establecimientos, en cambio de algunas
facilidades que prestan a la industria y el comercio”.

Es tan claro el mensaje que no es necesario agregar nada más que las
referencias históricas de Lavalle y Dorrego. Este mensaje explicando las
razones de la disolución del Banco Nacional, es una pieza argumentativa
que puede sintetizar buena parte de la historia bancaria argentina
posterior a su alocución del primero de enero de 1837.
Una experiencia tan costosa recordando los males infinitos que esas
instituciones han acarreado al patrimonio nacional, lamentablemente no
es recordada con la frecuencia que se merece.

En definitiva, si hubimos de repetir los mismos errores en el término de


doscientos años, alguna parte de este demencial comportamiento se debe
no sólo al robo de nuestra historia, fundamentalmente de aquella que se
basa en las pruebas documentales, sino del saqueo de nuestra memoria,
porque producidas las pruebas en largos y penosos trabajos de
investigación, dichos trabajos difícilmente obtuvieron la difusión que
merecían y han sido prontamente olvidados; y un cono de sombras e
injusto olvido envuelve la vida y la obra de aquellos que desafiaron tanto a
la ignorancia como a la mentira.
Sumisión y Tratado

“Ha habido grandes intrigas contra nuestro tratado entre los extranjeros
de aquí, pero especialmente lanzadas por los yanquis, que han especulado
con la ignorancia de esta gente en tales asuntos…”

Así se expresaba Woodbine Parish encargado de la legación inglesa en


Buenos Aires en carta al primer ministro George Canning, con motivo de
la ratificación del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación celebrado
entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Su Majestad Británica,
firmado en Buenos Aires el 2 de febrero de 1825, para seguridad y
fomento del comercio y en apoyo de una buena inteligencia entre Su
Majestad y las expresadas Provincias, para que sus relaciones ya
existentes sean formalmente reconocidas y confirmadas.

Inglaterra hábilmente había impuesto a todo el continente americano un


tratado de similares características y condiciones, y en un breve plazo de 4
meses lo hizo firmar por las jóvenes naciones, que lograban por su
suscripción el reconocimiento de su existencia como (supuesto) estado
soberano mediante este acuerdo comercial. Acuerdos realizados a
instancias de William Huskisson, director del Board of Trade (institución
rectora del comercio exterior inglés)

El maestro Dr. Julio Carlos González, quien por más de 30 años ha


enseñado su existencia nos ilustra sobre el contenido del mismo.
Lo primero que hay que mencionar es que el Tratado designa a Inglaterra
como “Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda”, como corresponde a un
estado jurídicamente organizado, en cambio a Las Provincias Unidas se las
denomina “Territorios”, es decir un área geográfica a la que no se le
reconoce un status jurídico similar a un estado soberano.

A pesar de esta desigualdad de organización política y jurídica, el tratado


sostiene que habrá “perpetua amistad”, o sea perpetua ligazón de los
destinos de estas patrias con Gran Bretaña. O si se prefiere mientras no se
pueda organizar política y jurídicamente nuestros países en pos de una
verdadera independencia siempre estaremos ligados a Gran Bretaña, más
allá de los discursos, las disposiciones huecas y los símbolos con que se
enmascare nuestra subordinación.

En el artículo uno se señala que la “perpetua amistad” no será entre los


súbditos ingleses y los ciudadanos argentinos, sino entre aquellos y los
“habitantes” de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Cómo resulta
humillantemente lógico, si no se nos reconoce como estado jurídicamente
organizado, va de suyo que tampoco se nos reconoce como ciudadanos de
ese estado ficcional, sino como meros habitantes de un territorio, dejando
tristemente arraigado la precariedad como estilo y el destino final que el
Imperio pretende para los que han nacido bajo el cielo argentino.

En el artículo dos se señala que habrá recíproca libertad de comercio,


gozarán ambas mutuamente de la franquicia de llegar con buques y
cargas, permanecer y salir, disfrutando de la “más completa protección y
seguridad”.

Lo que en la práctica permite la libre circulación de los ríos interiores para


los británicos con exclusión de cualquier otra bandera. Es la continuidad
jurídica del bando del 4 de agosto de 1806, cuando el Gral. Beresford
declara la libertad de comercio y la libre navegabilidad de los ríos Paraná y
Uruguay.

La mencionada reciprocidad entre las partes es una burla cruel, propia del
humor inglés: señalar reciprocidad entre la principal flota del mundo y las
Provincias Unidas que no tenían ni buques de guerra ni marina mercante,
no deja de ser humillante para todos los que nos hallamos sometidos a
este centenario Tratado y pone un baldón sobre aquellos que lo firmaron.

Por el artículo tres se garantizan iguales franquicias para los dominios


extraeuropeos.

Por el artículo cuarto se especifica que no se impondrán ningún otro ni


mayores derechos a la importación y exportación de productos para los
comercializados por ambos contratantes. Constituyendo la cláusula de
nación más favorecida.

Por el quinto se igualan las cargas de los buques ingleses por tonelaje,
salvamento, avería o naufragio, que los que pagaren los buques locales en
los puertos locales. No habrá entonces diferencias impositivas o cargas
portuarias para los buques de bandera inglesa con los que pudiera
armarse o construirse bajo la bandera nacional. No habrá ningún beneficio
adicional, reserva o exclusividad de mercado para los argentinos en los
puertos argentinos.

El artículo sexto especifica que los artículos de producción, cultivo o


fabricación de los dominios de Su Majestad Británica o de las Provincias
Unidas transportados por buques británicos o de las Provincias Unidas
pagarán los mismos derechos de importación como exportación.

Esta supuesta igualación tiene una cuestión insalvable para los intereses
nacionales especificada en la cláusula séptima. Se entiende por buque
británico al construido en los dominios de su Majestad, que se halle
tripulado, matriculado y poseído con arreglo a las leyes británicas. Buques
de las Provincias Unidas son los buques construidos en los territorios de
dichas Provincias, debidamente matriculados y poseídos por ciudadanos
de ese país y tripulados por capitán y tres cuartas partes nativos
(requerimientos de imposible cumplimiento porque no existían buques, ni
astilleros, ni capitales para financiar la construcción, ni capitanes ni
instruida dotación marinera argentina)

Con estos requisitos se anulaba la posibilidad de competencia entre


buques charteados de terceros países (Cerdeña, Francia y EE.UU.) y los
buques británicos, al imponerse este mismo tratado a la mayoría de los
países latinoamericanos, el comercio de éstos quedó sujetado a los fletes
ingleses. Latinoamérica comercializaría con el mundo a partir de la firma
de estos tratados solo mediante buques ingleses.

Además como las leyes británicas desde el Acta de Cronwell disponían que
los productos extraídos o arribados a los dominios ingleses debieran ser
transportados por barcos británicos, el comercializar con la metrópoli
londinense quedaba en sus manos, abriendo o cerrando los mercados con
el sencillo argumento de manejar la tarifa de los fletes. Y al manejar los
fletes del comercio exterior en última instancia fijaba la retribución
interna de cada país en lugar de su capacidad productiva. A mediano plazo
fijaría no sólo el nivel de producción sino el perfil productivo e
industrialización de cada nación latinoamericana. Por ello, es que no debe
extrañarnos que América Latina sea un productor de materias primas y no
un área industrializada. Puede confeccionarse una lista en donde, a la
mención de cada país puede anotarse la materia prima que se le ha
asignado para su subsistencia y abastecimiento mundial: Argentina:
granos. Uruguay: carne. Chile: cobre. Ecuador: bananas. Colombia: café,
etc.

Alejados de los centros de grandes consumos y sujetos al solapado


monopolio del comercio exterior, nuestros países vieron frustrado su
desarrollo industrial y el cupo industrial que se les permitió, siempre
estuvo ligado por provisión de tecnología, repuestos o asistencia a otros
mercados sujetos a esos mismos intereses.

El artículo siguiente perfecciona el sistema, en el mismo desaparece la


reciprocidad, ya que sólo otorga beneficios a los “comerciantes ingleses”,
“comandantes de buques” y “demás súbditos de SMB”, por lo que estos
pueden fijar los precios de los productos que se extraigan o introduzcan a
las Provincias Unidas, sin obligación de pagar salarios o cualquier otra
retribución, salvo las que ellos convengan.

Como hemos expresado “los habitantes” de las provincias Unidas no


gozaban de esta franquicia en los dominios británicos.

El artículo noveno estipula entre las partes la cláusula de nación más


favorecida, por lo cual no se puede otorgar a ninguna otra nación
derechos superiores a los otorgados entre las partes. Además se exceptúa
a los ciudadanos y habitantes de todo servicio militar obligatorio en el otro
país y de todo empréstito forzoso, exacciones o requisiciones militares, ni
estarán obligados a pagar ninguna contribución ordinaria mayor que las
pagadas por los naturales.
Por esta cláusula, los frigoríficos ingleses protestarán ante las autoridades
locales cuando se sancionó el impuesto a las ganancias allá por los inicios
de los años treinta y falsificarán sus declaraciones juradas impositivas, tal
como pudo probarlo la investigación llevada a cabo oportunamente por
Don Lisandro de la Torre.

Por el décimo se establece la designación de cónsules, el gran hacedor de


la dependencia argentina, Woodbine Parish será el primer cónsul
nombrado en representación de su majestad imperial.

El cónsul designado por las Provincias Unidas fue Juan Hullet, miembro de
la casa comercial que gestionó el primer empréstito y a la cual se le
retribuyó con 6.000 libras por los gastos ocasionados por el viaje de
Rivadavia a Londres y que mencionamos en el detalle de la primera
remesa por el préstamo Baring.

Artículo once, queda prohibido el embargo y el secuestro de bienes de


propiedades inglesas por ningún motivo o exacción. Por ello, mientras se
combatía en Malvinas, el Banco de Londres y Río de la Plata se mantuvo
abierto todos los días, no se congelaron sus cuentas u operatorias y las
demás propiedades no estuvieron sujetas a expropiación, violando, el
principio más elemental de cualquier guerra, la cual es el de apropiarse de
todos los bienes del enemigo

El artículo doce señala que los súbditos ingleses podrán tener capillas y
templos para su culto en las Provincias Unidas, mientras que los naturales
de las Provincias Unidas gozarán en Gran Bretaña de ilimitada libertad de
conciencia en las casas de su morada o en los sitios de su culto.
Por el trece se establece que los súbditos ingleses tendrán pleno derecho
de disposición de sus propiedades y en caso de muerte sin disponer
testamento, el Cónsul General designará curador de los bienes sin
intervención alguna de las autoridades del país, a las que sólo se le
notificará la resolución tomada.

Finalmente por el artículo catorce, las Provincias Unidas del Río de la Plata
se obligan a cooperar con Su Majestad Británica en no aceptar el tráfico
de esclavos ni tomar parte alguna en dicho tráfico.

No había en ello, ningún sentimiento humanitario, simplemente un gran


negocio surgido de la revolución industrial. A los anteriores esclavos había
que mantenerlos en buen estado para que produzcan, ningún patrón de
estancias arruinaría su hacienda porque en ello se fundamenta la
generación de su riqueza; en cambio, en la revolución industrial el esclavo
fue reemplazado por el operario, el cual debía el mismo procurarse su
manutención, mientras que los economistas clásicos propondrían que su
adecuado salario era el que sostuviera su subsistencia. Se trasladaba las
cargas a los mismos obreros explotados y se maximizaban las ganancias de
los capitalistas, por ello, Inglaterra que antes se dedicaba al comercio de
esclavos, por la revolución industrial pasará a combatirlo, a fin de arruinar
a sus competidores.

Así se instrumentaría el primer instrumento jurídico del vasallaje, que


lamentablemente luego hallarían continuidad en el Pacto Roca –
Runciman en 1933 y los más recientes Acuerdos de Madrid del 15 de
febrero de 1990 y de Londres el 11 de diciembre de 1990.

Serán los entes biológicos naturales del país quienes brindarán las
mayores facilidades para la continua sumisión, por ello, no es de extrañar
que cartas como la del Director Supremo en 1815, Carlos María de Alvear
dirigida al embajador inglés en la Corte de Brasil, Vizconde Strangford, se
repitieran (aunque no lo suficientemente publicitadas) en nuestra corta
historia de dos siglos:

“Estas provincias desean pertenecer a


la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su
influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad
y buena fe del pueblo inglés…”, tal como ya hemos mencionado.

Quien llevará esta propuesta es Manuel García, que diez años después
suscribirá el Tratado de Perpetua Amistad que hemos comentado.

Cuando Manuel Dorrego como gobernador de Buenos Aires quiso


liberarse del yugo impuesto por los tratados y las deudas financieras,
recibió de parte de Lord Ponsoby la siguiente nota:

“Vuestra Excelencia no puede tener ningún respeto por


la doctrina expuesta por algunos torpes teóricos de que América debería
tener una existencia política separada de la existencia política de Europa.
El comercio y el común interés de los individuos han creado lazos entre
Europa y América, lazos que ningún gobierno, ni tampoco acaso ningún
poder que el hombre posea puede ahora disolver. Mientras esos lazos
existan, Europa, tendrá el derecho y ciertamente no carecerá de los medios
ni la voluntad de intervenir en la política de América, por lo menos en la
medida necesaria para la seguridad de los intereses europeos”.

Pocos meses después, Manuel Dorrego caería fusilado por su compañero


de armas en la gesta libertadora, Juan Lavalle, quien a su vez sería
asesinado en confuso episodio.
El nuestro es un país más apegado a los gestos que a las gestas.

La independencia para nosotros está aún por nacer.


Políticas fiscales y disgregación

Nada ha sido más evidente desde el mismo nacimiento de nuestro


organización política y jurídica como Virreinato del Río de la Plata (1ª de
agosto de 1776) hasta nuestros días, que la implementación de nefastas
políticas fiscales ha producido una inexorable reducción, no sólo territorial
sino sobre todo en lo referente a objetivos, medios y fines a lograr como
comunidad política, jurídica y económicamente organizada.

Nacidos bioceánicos y con 7.000.000 de km2, más pronto que tarde


nuestras autoridades argumentaron en contra de nuestra extensión y lo
disímiles de las regiones que componían nuestro extenso territorio y lo
difícil de consensuar los diversos intereses en pugna. Esta falta de
armonización y sobretodo de proyecto superador y convocante, lo que
comúnmente llamamos proyecto nacional, se hará presente en el período
que estamos estudiando.

A principios del siglo XIX algo menos de un millón de personas habitaban


el Virreinato, de los cuales 160.000 habitantes se alojaban en torno al Río
de la Plata, 60.000 habitantes en el Paraguay, en Córdoba residían
140.000 personas, 80.000 lo hacían en Salta y el resto en la región de Cuyo
y el Alto Perú.

Cada una de estas regiones tenía su área de influencia y de


comercialización directa. Así Salta comercializaba con toda la región de
Lima, Mendoza extendía su influencia comercial a Chile, Montevideo y
Buenos Aires competían por ser la entrada y salida de toda mercancía por
vía marítima.
Las discriminaciones fiscales afectarían desde un principio a algunas
regiones en favor de otras, por ejemplo, el cierre de los ríos interiores
afectaría la comercialización de la producción de Corrientes y el Paraguay;
y los decretos de contenido aduanero del 8 de agosto de 1810, del 4 de
enero de 1811, del 25 de agosto de 1819 y del 30 de marzo de 1824,
conjuntamente con las leyes aduaneras para 1823, 1824, 1825 y 1826,
(prefigurarían la ley de Aduanas de 1837 dictada por Rosas), ocasionarían
serios perjuicios a la Aduana de Montevideo, afectando los ingresos
fiscales de esa plaza, a favor de los puertos de Buenos Aires y Ensenada.

Bajo este régimen legal el puerto de Montevideo y el asiento de su


gobierno fue obligado a subsistir del trasbordo de mercancías de y para
otros destinos. Al erigirse esta política de derechos diferenciales, la misma
arrojó a los gobiernos orientales en brazos de los especuladores y
capitalistas extranjeros, ya que la falta de verdaderos y sustentables
ingresos fiscales conllevó a que las autoridades montevideanas vendieran
a los especuladores el producido por las rentas fiscales, con años de
anticipación y con pago adelantado, como único medio de acceder al
efectivo necesario para hacer frente a sus obligaciones inmediatas. De
esta manera los consorcios comerciales y financieros extranjeros que
accedieron a facilitar este financiamiento de las deficiencias fiscales
orientales intervendrán en la política interna e internacional de la
metrópoli, explicando de esta manera buena parte de la historia militar
que se ha de suceder en la región, incluyendo los bloqueos navales que
habrían de acontecer en décadas posteriores.

De lo que se desprende que la deliberada política de centralismo


portuario en su miope avaricia, arrojó a su suerte a las demás regiones y
alimentó las condiciones necesarias para el enfrentamiento entre las
provincias, ayudando a la disociación política entre los pueblos y
consecuente prefigurando las condiciones necesarias para el
desmembramiento territorial.
Esta miope avaricia tendrá a su vez origen en la política comercial
implementada por España, ya que ésta obligaba a las exportaciones del
Río de la Plata a desembarcar en puertos españoles como condición previa
a su reembarque con destino a terceros países, debiendo la mercadería
pagar derechos de entrada y salida del puerto español, además del que ya
pagaba por su embarque en el Río de la Plata.

El principal producto exportable de esta región: el cuero, pagaba en Cádiz


185 reales por cada 100 cueros, en comparación el puerto de Hamburgo
cobraba 125 reales y Havre 108 reales. Así el precio de venta de 4 pesos
reales que podía obtener el productor rioplatense por cada cuero, debía
resignarse, por las disposiciones comerciales españolas, a percibir poco
más de un peso fuerte.

La carga impositiva de ayer serán las retenciones del campo de hoy.

Esta política además de incentivar el contrabando en las exportaciones


disminuyó la cantidad de personas dedicadas a esta explotación con la
consecuente despoblación de los campos y la escasa inversión de capitales
debido a la baja rentabilidad y los peligros sobrevivientes para aquellos
que no se hallaban incluidos en el esquema del contrabando.

Por su parte, la distribución interna de mercaderías se vió seriamente


afectada por la implementación de las aduanas interiores y los conflictos
producidos por las guerras civiles.

Una tropa de carretas estaba compuesta por 14 vehículos, donde cada


carreta cargaba 190 arrobas equivalentes a 2,18 toneladas, así que una
tropa trasladaba alrededor de 30 toneladas de mercaderías. Ocupando a
un capataz y entre 20 y 25 peones. Para realizar el recorrido Buenos Aires
– Salta - Buenos Aires, (alrededor de 4.700 Km.) se necesitaba casi un año
de labor, con un costo cercano a las 1.000 libras, en donde las mayores
erogaciones lo insumía el costo laboral. Calculándose que cada 500 Kg.
de mercadería cubría el costo anual por cada trabajador.

Los conflictos militares que estallaron en las provincias, los derechos de


tránsito y los mayores costos por la instauración de las aduanas interiores
(imprescindibles para el mantenimiento de los gobiernos locales debido a
la ausencia de acceso a los recursos de la Aduana de Bs. As.) dificultaron
cuando no paralizaron el comercio interior, repercutiendo directamente
sobre los salarios y el nivel de ocupación. Arrojando a los desocupados en
manos de las montoneras y los líderes sindicales de la época: los caudillos.

Era función de los cabildos el fijar precios máximos para los productos de
la canasta alimenticia, especialmente se guardaba un estricto celo en los
precios máximos para la carne y el pan.

Sin embargo por disposiciones del 15 de mayo y del 7 de octubre de 1812,


el gobierno de Buenos Aires dispuso la libre exportación de carne sin que
estuviera alcanzado por impuesto alguno y concomitantemente fijaba una
carga impositiva del 20% para el consumo interno.

Fue la primera vez que para facilitar la gestión de los exportadores en la


colocación externa de nuestros productos se impondrán cargas al
consumo interno.

En 1816 a consecuencia de las mejoras tecnológicas comenzó a aplicarse


el arsénico para el mantenimiento de los cueros, se incrementó la
demanda con vistas al mercado externo, elevándose el precio de los
novillos de los 2 pesos plata que era su cotización histórica, a valuarse a 7
pesos plata.

Todos los que vivían de su salario en las ciudades conjuntamente con los
trabajadores rurales protestaron por la carestía de la vida.

Pueyrredón, escuchando el clamor popular, el 31 de mayo de 1817,


decidió ordenar el cese de la actividad de los saladeros, como formula
para desligar y diferenciar los precios locales de las cotizaciones
internacionales y que estas repercutieran directamente sobre los precios
interiores de los productos exportables argentinos. Esta medida fue
cumplida sólo en parte debido a los fuertes intereses en pugna.

Otro gobierno en 1819 dispuso la autorización de la exportación de carne


previo pago de un canon, pero en 1820 el derecho de exportación fue
derogado. Esta sucesión de disposiciones demuestra la contradicción y la
falta de continuidad en las políticas fiscales estratégicas para el desarrollo.

La eliminación de la función de los cabildos en fijar los precios máximos y


el Tratado de Perpetua Amistad firmado con Gran Bretaña de 1825,
conllevó a que las transacciones y los precios pagados quedaron
exclusivamente en manos de la negociaciones entre los productores
locales y los compradores externos, sin intervención estatal alguna para
preservar las fuentes productivas autóctonas y consecuentemente
preservar la generación de la renta nacional para los argentinos.

La desregulación y la supuesta libre competencia permitirá concentrar la


renta nacional en pocas, exclusivas y fieles manos ligadas al extranjero.
Una y otra vez en nuestra historia económica se han de repetir ambas
medidas sobre el comercio exterior delineando una postura ante los
grupos concentrados de poder, sus socios externos y la preferencia ante
un determinado perfil de país: a) instaurar restricciones al comercio
exterior para solventar el mercado interno; o b) eliminar las cargas al
comercio exterior e imponiendo cargas al comercio interior para facilitar
el consumo externo en detrimento del interno.

Como ésta segunda política no era posible implementarla de manera


aislada sin las consecuentes protestas locales, estas políticas de liberación
del comercio exterior venían acompañadas de grandes restricciones a las
libertades interiores, especialmente para los trabajadores. Por el decreto
del 30 de agosto de 1815, todo hombre de campo debía acreditar ser
propietario ante el juez local, si así no lo hiciera se lo reputaba como
sirviente y quedaba obligado a llevar papeles de su patrón, los cuales
debían ser visados cada tres meses. En caso contrario se lo consideraba
“vago” y sujeto al servicio militar obligatorio por el término de 5 años y si
no fuera apto para el servicio debía contratarse con un patrón por el
término de 2 años (la primera vez) y por el término de 10 años si era
reincidente.

Por la ley del 17 de julio de 1823, se estableció que ningún peón pudiera
conchavarse sin previa autorización de la policía.

Por último, con la apropiación de la tierra y la posterior valorización de la


misma, el poder de compra de los salarios cayó estrepitosamente. Si a
principios del siglo XIX un trabajador necesitaba casi una semana de labor
para adquirir los bienes necesarios para su subsistencia al valor base de
un novillo, a fines del mismo siglo necesitaba casi un mes de trabajo para
adquirir los bienes de similar consumo. No sólo se perdió capacidad de
compra sino que los trabajadores perdieron toda capacidad de ahorro,
trabajando sólo para su más elemental subsistencia.

Las políticas fiscales en la mayoría de los casos tendió hacia la disgregación


nacional bajo el axioma: liberalidad y preferencia para lo extranjero;
represión y carestía para los argentinos.
Primera campaña presidencial

“Ya no puedo demorar por más tiempo la instalación del gobierno


nacional, tan pronto sea nombrado (presidente) procederé a procurar la
sanción de la ley para el contrato de (nuestra) la compañía”

Quien esto escribe el 27 de enero de 1826 no es otro que Don Bernardino


Rivadavia y la carta estaba dirigida a John Hullet, Cónsul General de las
Provincias Unidas en Londres y activo participante y beneficiario del
primer empréstito... La empresa en cuestión es “Rio Plata Mining
Association”, fundada por ambos en Londres, con un capital de un millón
de libras, para explotar todas las minas de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, con Bernardino Rivadavia como presidente del directorio con un
honorario de mil doscientas libras y con la intervención de John Hullet
como cesionario del poder que el 24 de noviembre de 1823 otorgó el
ministro Bernardino Rivadavia al ciudadano Bernardino Rivadavia, quien a
su vez lo habrá de transferir al presidente de la empresa a crearse, previo
pago de un bono de 30.000 libras esterlinas, que como ya hemos
mencionado, no era otro que el mismísimo Bernardino Rivadavia.

Las acciones de la empresa se lanzan a la bolsa londinense entre el 4 y el


24 de diciembre de 1824, previa difusión de informes bursátiles que
señalan que una de las minas involucrada en la operación (Famatina)
contiene las riquezas más grandes del Universo.

También la prensa especializada, más precisamente The Times saludaba su


llegada elogiando “su sabia administración y la confianza que inspira su
país” y el periódico The Sun sostiene “es un espíritu animado por el
patriotismo que viene a promover los verdaderos intereses de su país, sin
miras personales o deshonrosas”.

Ambas publicaciones lo consideran el gobernante ideal para su país, la


especulación en la bolsa londinense animada por los recientes tratados
de perpetua amistad, inducen a los ahorristas a invertir en empresas
disímiles como tierras vírgenes (Agricultural Rio Plata Associaton),
construir edificios lujosos (Rio Plata Building Association), explotaciones
mineras como la Anglo-Mexican Mining Association (México), o la Chilean
and Peruvian Mining Association (para buscar yacimientos en la Cordillera
de Los Andes). Tanta era la euforia especulativa tras haberse anexado un
continente que algunos emprendimientos societarios lograron cotizar 127
puntos por encima de su valorización a la par el mismo día de su
lanzamiento.

En el caso de la Rio Plata Mining Association se aprestaba a disponer de la


explotación del cerro Famatina que ya estaba en explotación a cargo de la
Casa de la Moneda, según títulos que había adquirido legalmente y con
anterioridad a que se lanzase esta empresa en la bolsa londinense. Lo
cierto es que llegado al país un contingente de mineros para iniciar su
explotación se encuentra con la imposibilidad de iniciar sus acciones,
previendo que es un mal entendido, solicitan a Rivadavia regresar a
Buenos Aires para superar este entredicho.

El periódico Nacional lanza una campaña a favor de la empresa londinense


y al capital inglés en general, de neto corte rivadiano proclama “que el
crédito dado a Buenos Aires se debe a sus atribuciones (de Rivadavia) y al
buen orden que ha prevalecido en este pueblo durante los últimos cuatro
años”.
Nada tienen que envidiarle las continuas alabanzas recibidas por la
convertibilidad durante la década del noventa.

También se condena a los estatistas que explotan el cerro en beneficio


provincial, porque “no producían ningún bien al país” y ataca con duras
palabras a aquellos “que suponen que los acuerdos firmados con la Nación
Británica es volver a la recolonización porque no son capaces de entender
que los tratados celebrados son bajo la estricta reciprocidad”.

El trato dispensado en la city de Londres hincha de orgullo a sus


partidarios en esta ciudad, que esperan su regreso para proclamarlo jefe
de gobierno.

Ya de regreso a esta ciudad escribirá a Hullet. “El negocio que más me ha


preocupado, que más me ha afectado, y sobre el cual la prudencia no me
ha permitido llegar a una solución, es el de la Sociedad de Minas, todas las
mimas desocupadas de las provincias de Salta, Mendoza y San Juan se
encuentran a disposición de la Sociedad. Con respecto a las existentes en
La Rioja, cuya importancia es superior a las de las otras provincias, en el
transcurso de un corto plazo, con el establecimiento de un gobierno
nacional todo cuanto debe desearse se obtendrá…ello(ahora) es imposible
por la posición en que ha sido colocado el Congreso; la necesidad de un
cambio es evidente y las primeras medidas ya han sido tomadas…Me veo
en la obligación de emplear la mayor circunspección para no comprometer
inútilmente mi influencia y no debo decir más por el momento”.

La posición en que ha sido colocado el Congreso, es la ley Fundamental


que había otorgado el Poder Ejecutivo a Las Heras y que permitía a las
provincias, en este caso La Rioja, a disponer de su propia riqueza. La
prudencia a la que hace mención es la de no precipitar la solución de la
entrega del Famatina contra una ley del Congreso y la solución a la que
alude es el establecimiento de un gobierno nacional unitario con
jurisdicción sobre las minas.

Comenta Vicente Fidel López que nada había trascendido al momento de


escribirse la carta sobre el establecimiento de un gobierno nacional y
menos del sistema unitario al cual se ceñiría. Los únicos en saberlo eran el
mentor de los cambios constitucionales y primer presidente bajo esa
fórmula (Rivadavia) y su socio y financista personal (Hullet).

Sería la primera vez pero no lamentablemente la última, en que la


organización jurídica del estado obedecería a específicos y bien
delimitados intereses comerciales de un grupo que toma el control
gubernamental para la consecución de sus fines económicos.

Los compromisos financieros obligaron al hombre público a lanzarse a la


carrera presidencial, violentar el régimen político nacional, colocar al país
al borde de una guerra civil y descuidar un conflicto internacional (la
guerra con el Brasil), el negocio que más le preocupaba era su compañía
minera.

La empresa terminó quebrando y arrasando con los ahorros de los


inversionistas estafados por los propios colocadores de acciones. Los
ahorristas italianos estafados por sus propios bancos con el default del
2001, encuentran aquí su antecedente.

En cuanto a Bernardino Rivadavia, primer presidente, cobró el bono de


30.000 libras y se hizo acreditar en su cuenta en la casa Hullet, sus
honorarios como presidente de la empresa.
Su sillón sigue siendo una maldición para los argentinos.
Enseñanzas para Refundar una Nación

“Ha quedado evidenciado en el trasuntar de la causa la manifiesta


arbietraridad con que se conducían los máximos responsables políticos y
económicos de la Nación en aquellos períodos analizados. Así también se
comportaron directivos y gerentes de determinadas empresas y
organismos públicos y privados: no se tuvo reparos en incumplir la Carta
Orgánica del Banco Central de la República Argentina; se facilitó y
promulgó la modificación de instrumentos legales a fin de prorrogar a
favor de jueces extranjeros la jurisdicción de los tribunales nacionales;
inexistentes resultaban los registros contables de la deuda externa; las
empresas públicas, con el objeto de sostener una política económica, eran
obligados a endeudarse para obtener divisas que quedaban en el Banco
Central, para luego ser volcadas al mercado de cambios, se ha advertido
también la falta de control sobre la deuda contraída con avales del Estado
por las Empresas del Estado…”

“ Todo ello se advirtió en no menos de cuatrocientos setenta y seis


oportunidades, número mínimo de hechos que surge de sumar
cuatrocientos veintitrés préstamos externos concertados por YPF, treinta y
cuatro operaciones concertadas en forma irregular al inicio de la gestión y
veinte operaciones avaladas por el tesoro Nacional que no fueron
satisfechas a su vencimiento.

A ellos deben agregarse los préstamos tomados a través del resto de las
Empresas del Estado y sus organismos, así como el adeudamiento del
sector privado que se hizo público a través del régimen del seguro de
cambio.

Empresas de significativa importancia y bancos privados endeudados con


el exterior, socializando costos, comprometieron todavía más los fondos
públicos con el servicio de la deuda externa a través de la instrumentación
del régimen de seguros de cambio.

La existencia de un vínculo explícito entre la deuda externa, la entrada de


capital externo de corto plazo y altas tasas de interés en el mercado
interno y el sacrificio correspondiente del presupuesto nacional desde el
año 1976 no podían pasar desapercibidos en autoridades del Fondo
Monetario Internacional que supervisaban las negociaciones económicas.”

Los párrafos que anteceden pertenecen a las conclusiones de la causa Nº


14.467 comúnmente llamada causa Olmos, por denuncia penal realizada
por el patriota Don Alejandro Olmos en 1982 y por la cual se investigó y se
falló sobre la deuda externa contraída en el período 1976 – 1983, la cual
fue hallada ilegal y fraudulenta, a la par de ser moralmente ilegítima.

Esta sería la primera de una serie de causas, lamentablemente inconclusas


y o deliberadamente demoradas para satisfacción del interés nacional. Un
puñado de ciudadanos se baten contra todos los intereses políticos y
financieros, tanto del país como extranjeros.
La deuda externa es un delito de acción continuada, ya que toda nueva
renegociación de una deuda cuyo origen es ilegítimo agrava la situación
patrimonial del país y consolida un perverso mecanismo de dependencia.

En lugar de buscar la verdad y la justicia, los argentinos desaprovechamos


una y otra vez las oportunidades para hacer valer nuestros derechos
soberanos, comprometiendo el futuro de generaciones sujetadas al pago
de una deuda fraudulenta e ilegítima.

Pero lamentablemente no sería este el único fraude financiero que


soporta el país.

Con motivo de la generación de la mayor crisis financiera que sufrió la


República los principales 100 deudores del sistema bancario transfirieron
al Estado Nacional deudas por 9.300 millones de dólares, sobre un total de
trece mil millones de dólares (u$s 13.000.000.000.-) que fueron
compensados a los bancos intervinientes y que forman parte de nuestra
actual deuda externa.

Empresas y bancos que solamente durante los primeros 10 meses del año
2001 fugaron al exterior 21.000 millones de dólares (según la investigación
realizada en el Congreso Nacional) y que aceleró la crisis de diciembre de
aquel año.

El mismo método utilizado casi doscientos años después, secar la plaza


para acelerar la crisis financieras, debilitando aún más el ya debilitado
poder nacional para arrancarle nuevas concesiones, que en nuestro último
turno, no sólo se compensaron supuestas pérdidas sino que se privó del
instrumento para juzgar a los responsables como fue la derogación de la
ley de subversión económica, dispuesta por el Congreso Nacional a
instancias del Fondo Monetario Internacional.

En estas breves páginas hemos querido demostrar que desde la época


colonial hasta el ingreso de nuestro país al sistema capitalista en los
albores del siglo XIX, no sólo se infundió un modelo agro exportador
dependiente del extranjero, que asoció a las élites pudientes con los
imperialismos de turno, formulado al imperio de las circunstancias, sino
que las condiciones impuestas en los primeros años de vida de las
Provincias Unidas, desde las decisiones y voluntades políticas pero
fundamentalmente desde el instrumental económico y administrativo del
estado, sean empréstitos, tratados, impuestos o aranceles, ha sido
siempre la misma matriz de dominación, impidiendo la acumulación
autónoma de capital propio, elemento fundante junto con una conciencia
histórica y una indomable voluntad popular, de cualquier proyecto de
emancipación nacional.

América Latina fue designada como proveedora natural de materias


primas, tanto agropecuarias como mineras para una vergonzante división
del trabajo que reservó para el Norte la actividad industrial y la mayor
concentración de riqueza y valor agregado, no ahorrándose en ese
cometido el genocidio, los sobornos, las mistificaciones ideológicas, el
trastrocamiento y ocultamiento de la verdad y la historia viva de los
pueblos.

Esos pueblos que en lo profundo de su alma llevan la marca y el designio


de su libertad y dignidad, que en nuestro caso, pudimos comenzar a
industrializar nuestro país, sólo en el breve interregno de llegada de
verdaderos representantes populares a la administración de gobierno y
consecuente dar pelea por el poder en circunstancias excepcionales de
debilitamiento internacional de los imperialismos.
En ese marco entendemos debe conceptuarse a Juan Domingo Perón y al
17 de octubre de 1945 como la continuación de la batalla iniciada en 1806
y 1807.

Hay elementos comunes en esta apretada síntesis del comportamiento


financiero en los primeros años de existencia de las Provincias Unidas del
Río de la Plata que permanecen vigentes y nos brindan su enseñanza para
estos días:

a) utilización del recurso de rebajar los salarios de los trabajadores


para cerrar las cuentas fiscales

b) disminución de aranceles aduaneros de importación por presiones


externas

c) sistema impositivo basado en las cargas al trabajo y al consumo

d) dispendio de la tierra pública y de los recursos naturales

e) concentración de la riqueza y consecuentemente de los negocios


entre los amigos del poder

f) falta de una verdadera y conjunta política de desarrollo


agropecuario e industrial

g) depreciación de la moneda

h) fuga de capitales

i) vaciamiento bancario
j) irregular cuando no fraudulenta contratación de empréstitos
externos

k) imprevisión financiera y presupuestaria

l) presupuestos fiscales basados en la obtención de recursos mediante


la exacción y no en la generación de riqueza

m) disgregación política interna y dependencia política externa

n) poder externo de asignación de precios en los mercados internos

o) formación del capital local a partir de arrancar prebendas al Estado

p) manipulación de las tasas de interés como método de apropiación


de la renta nacional

q) endeudamiento externo como condicionante del desarrollo y la


distribución del ingreso

r) una organización fiscal, bancaria y financiera dispuesta para el


saqueo y no para sostener o al menos pretender la independencia
de un pueblo

s) una clase dirigente históricamente ciega, obsecuente con el poder


internacional, depredadora y gerencial

t) una clase dirigente más parecida a una fuerza de ocupación que a


un instrumento de liberación nacional

El gran Raúl Scalabrini Ortiz en las páginas iniciales de su “Política Británica


en el Río de la Plata”, en 1938 reflexiona:
“Cuatro siglos hacen que la sangre europea fue
injertada en tierra americana. Tres siglos por lo menos, que hay
inteligencias americanas nacidas en América y alimentadas con
sentimientos americanos, pero los documentos que narran la intimidad de
la vida que esos hombres convivieron no se encontrarán, sino
ocasionalmente, por ninguna parte.

Razas enteras fueron exterminadas, las praderas se


poblaron, las selvas vírgenes se explotaron y muchas se talaron
criminalmente para siempre. La llamada civilización entró a sangre y fuego
o en lentas tropas de carretas cantoras. El aborigen fue sustituído por
inmigrantes. Estos eran hechos enormes, objetivos, claros. La inteligencia
americana nada vió, nada oyó, nada supo. Los americanos con facultades
escribían tragedias al modo griego o disputaban sobre los exactos
términos de las últimas doctrinas europeas. El hecho americano pasado
ignorado para todos. No tenía relatores, menos aún podía tener
intérpretes y todavía menos conductores instruídos en los problemas que
debían encarar…

América no estaba aislada. Al contrario. Fuerzas


terriblemente pujantes, astutas y codiciosas nos rodeaban. Ellos sabían
amenazar y tentar, intimidar sobornar, simultáneamente. El imperialismo
económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia
estamos en un marasmo que puede ser letal.

Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la


historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos
imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las
disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales libertades que los textos
aseguran”
Por ello, por principio de proveniencia, siempre se han repetido las
mismas causas y consecuentemente los mismos efectos, por voluntad
deliberada de los que mandan o por desidia rayana a la cobardía de los
que viendo no vieron. Por ello, repetimos, es que existen los argentinos
pero no existe más que en los papeles una nación independiente llamada
Argentina.

La libertad, la dignidad, el bienestar, el disfrute de los frutos del propio


trabajo y la generación de la propia riqueza, no se peticiona a los
poderosos de la tierra, se conquista con el esfuerzo y el sacrificio de
quienes bien valoran la vida.

Muchas veces en nuestra historia reciente estos valores han sido


desterrados.

Desde que Napoleón invadió la península ibérica y el rey portugués fue


humillado hasta el extremo de reconocer no solo la libertad de comercio
sino la instalación permanente de una fuerza militar extranjera en el Brasil
a cambio de poder subirse al barco que facilitaría su huída del invasor
francés; y a su vez, España fuera condicionada hasta el extremo de
entregar sus provincias en América como consecuencia inmediata del
acuerdo Apodaca – Canning; nuestro continente americano ha cambiado
de amo pero no dejó de tener una situación colonial, salvo en honrosos
intentos de gobiernos nacionales y populares, que debieron enfrentar
enemigos internos y externos superiores a su fuerza y entendimiento.

La independencia, mal que nos pese, ha sido un mero acto declarativo, el


manifiesto de una voluntad inconclusa; una tarea pendiente para todos y
de tiempo completo.
Todavía hoy somos un grupo de paisanos, aquellos que comparten un
mismo espacio geográfico y cultural (el país) pero a falta de una conciencia
histórica y política común, nos es difícil como pueblo dar el salto
cualitativo hacia un proyecto de vida unívoco.

No es que carezcamos de valores fundantes pero, producto del saqueo de


nuestras riquezas tanto materiales como espirituales; de una explicación
verdadera de nuestro acontecer pasado y presente; y de las causas y
métodos aplicados para nuestro sometimiento, nuestra nacionalidad está
en permanente peligro de extinción.

Ayer y hoy la disyuntiva es la misma: fundar basados en el conocimiento,


el sacrificio y la voluntad una Nación libre y soberana o formar una fuerza
política para disputar la administración de un territorio tributario.

Pero siempre debemos recordar aquella carta recibida por el Coronel


Dorrego:“Vuestra Excelencia no puede tener ningún respeto por la
doctrina expuesta por algunos torpes teóricos de que América debería
tener una existencia política separada de la existencia política de Europa.
El comercio y el común interés de los individuos han creado lazos entre
Europa y América, lazos que ningún gobierno, ni tampoco acaso ningún
poder que el hombre posea puede ahora disolver. Mientras esos lazos
existan, Europa, tendrá el derecho y ciertamente no carecerá de los medios
ni la voluntad de intervenir en la política de América, por lo menos en la
medida necesaria para la seguridad de los intereses europeos”.
Hemos transitado doscientos años de dominación bajo una misma matriz:
falta de moneda, sistema tributario regresivo, conformación de una clase
local dominante asociada al extranjero, las cargas sobre los que menos
tienen y las excepciones para los acomodados, sistema legal que en la
práctica diferencia a los ciudadanos de los meros habitantes, el
contrabando como sistema de acumulación, imprevisión financiera, el
cambio permanente de las leyes, el desfalco y el saqueo liderado por los
bancos, la escandalosa contracción de la deuda pública, el traspaso de las
deudas privadas al Estado Nacional. Beneficios para los extranjeros,
hambre y desocupación para los argentinos.

Todos estos elementos aparecieron por primera vez en los primeros años
de la creación de las Provincias Unidas y se consolidaron a través del
tiempo y la desmemoria.

Hambre y saqueo.

Muerte y estúpida resignación.

Ruego a DIOS para que el pueblo argentino recupere la memoria y haga


tronar su santa indignación.-
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