Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
195
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
196
La época de los profetas
197
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
más fiel y durante más tiempo, y dio varios reyes buenos, entre los
cuales se encuentran Asa, Josafat, Uzías, Ezequías, y Josías.
En conclusión hemos de decir que el derecho no puede deter-
minarse por conteo sino sobre la base de sí la iglesia permanece fiel
a la Palabra de Dios. Por tanto, en realidad nada quedó establecido
por la división; solo mucho después, cuando una de las partes de-
mostró ser más fiel que la otra.
Los dos capítulos siguientes, 13 y 14, muestran que Dios no
pasaría por alto los pecados de Jeroboam. La notable profecía so-
bre la venida de Josías para destruir el altar construido por aquel se
cumplió exactamente en la forma predicha por el profeta anónimo
(13.1,2; cf. 2 R 23). El trágico fin de este profeta, cuyo nombre
desconocemos, pone énfasis una vez más en la clara lección divina
de que la Palabra de Dios ha de ser tomada en serio siempre por
todos, y de manera especial por aquellos a quienes Él llama para
que sean sus voceros (recuérdese el severo juicio sobre Moisés).
Debido a la infidelidad de Jeroboam, Dios predice su derroca-
miento y caída, como en otra ocasión le había predicho a Jeroboam
la caída del reino de Salomón (14.13,14). El resto del capítulo 14
habla del reinado de Roboam, a quien se presenta como un malva-
do (vv. 22ss). Por este tiempo la gloria de Salomón comienza a
desvanecerse con la llevada a Egipto de sus escudos de oro y sus
tesoros por el poderoso rey Sisac (vv. 25ss).
Quizá el mejor bosquejo de esta época está en el versículo 30.
Había una guerra continua entre las dos divisiones de la iglesia del
Antiguo Testamento en los días de estos dos reyes que habían des-
obedecido al Señor.
Con el capítulo 15 comenzamos a seguir la trayectoria de los
dos reinos, primero de uno, luego del otro, hasta que Israel, el reino
del norte, cae en el 722 antes de Cristo. En los capítulos que van del
15 al final de 1 Reyes, se nos narran los reinados de Abías, Asa, y
Josafat de Judá, y de Nadab, Baasa, Ela, Zimri, Omri, y Acab de
198
La época de los profetas
199
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
reino del norte era un acto similar al que realizarían más tarde otros
reyes, como Joás (2 R 12.17ss) y Acaz, en los días de Isaías el
profeta (2 R 16.7ss; cf. Is cap. 7). También indicaba una falta de fe
por parte del rey al confiar más en las alianzas humanas que en el
poder protector de Dios.
Con respecto a Israel, encontramos una rápida sucesión de
reyes que nos lleva hasta el período de Omri y Acab. Nadab, hijo
de Jeroboam, no fue mejor que su padre, y así llega rápidamente el
final de la dinastía de Jeroboam, tal como Dios le había advertido a
través de su profeta Ahías (15.29; cf. 14.9-16).
Baasa, el instrumento utilizado para el derrocamiento de la di-
nastía de Jeroboam, demostró no ser mejor (15.34). Por tanto, fue
suscitado Jehú, otro profeta de Dios, para que predijera que la casa
de Baasa sería derrocada también (16.1-3), lo que sucedió durante
el reinado de su hijo Ela a manos de su capitán Zimri (16.8-10). A
su vez, Zimri vivió una semana antes de ser derrocado por Omri
(vv. 17,18).
Israel vio pasar cuatro reyes en rápida sucesión, mientras Judá
disfrutaba de la estabilidad del mandato de Asa. Finalmente logra
dominar Omri y triunfa en su intento de darle a Israel su primer
reino estable desde el momento en que había comenzado (v. 23).
Cuando hablamos de la grandeza de Omri, hablamos en senti-
do político y no en el religioso. Desde el punto de vista de Dios, no
hubo nunca un solo rey bueno en Israel. Todos llevan el mismo
epitafio. Anduvieron todos en los caminos de Jeroboam, quien hizo
pecar a Israel. Sin embargo, en el mundo de la política, Omri tuvo
muchos logros. Primeramente, convirtió a Samaria en la capital, lo
que fue una decisión excelente (v. 24). Samaria estaba en una
magnífica posición para guardar todas las rutas hacia el norte y
hacia el sur, siendo además fácil de defender, por encontrarse ele-
vada por encima de la llanura y con murallas naturales de gran
altura que no podían ser tomadas con facilidad. Tan grande fue su
200
La época de los profetas
reputación entre las demás naciones que en los anales asirios Israel
recibe siempre el nombre de «tierra de Omri» a partir de este mo-
mento. Incluso Jehú, quien más tarde derrocaría la casa de Omri,
es conocido en los registros asirios como «el hijo de Omri».
Con la muerte de Omri llegamos al reinado más pervertido de la
historia de Israel, el de Acab (vv. 29,30). Añadió un pecado a otro al
casarse con la malvada Jezabel, una pagana fenicia que adoraba a
Baal. Siguiendo el ejemplo de Salomón, Acab construyó un lugar
para ella en Samaria a fin de que adorara a su dios, algo contrario a
todo lo que Dios había advertido a través de Moisés (Dt 7.1-5).
Es ilustrativo de la gran perversión del pueblo en aquel día el
acto de cierto Hiel de Bet-el, quien despreciaba tanto la Palabra de
Dios, que se atrevió a reconstruir Jericó, en rebelión abierta contra
las palabras de Josué, el siervo de Dios (v. 34; cf. Jos 6.26). De
esta manera vemos cómo en los días de Acaz había una total des-
atención a las cosas de Dios y a su voluntad.
Era tiempo de que Dios interviniera, como lo había hecho antes
cada vez que la maldad del hombre llegaba a cierto punto. Ahora
envía al gran profeta Elías para que se enfrente a Acab y a la
iniquidad de sus dominios.
Los capítulos 17 al 19 hablan sobre la gran confrontación entre
Elías y Acab y la gran lección que Dios enseñó a través de esa
experiencia. No hay ningún aviso de la aparición de Elías. Este
gran hombre aparece súbitamente ante Acab y declara que no vol-
vería a llover más, hasta que él lo dijera (v. 1). Podemos imaginar-
nos cómo deben haberse reído Acab y su corte de este hombre
extraño vestido con ropas raras (ver 2 R 1.8).Y se rieron aun más
cuando habló con la autoridad de un dios. ¿Quién se creía que era?
Pero sucedió que pasaba tiempo y más tiempo y no llovía. Mien-
tras tanto, el Señor cuidaba de Elías, como nos relata el resto del
capítulo.
201
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
202
La época de los profetas
203
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
204
La época de los profetas
205
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
206
La época de los profetas
207
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
208
La época de los profetas
209
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
210
La época de los profetas
fuera sangre (vv. 22,23). Esto les hizo suponer erróneamente que
los aliados se habían lanzado unos contra otros y se habían destrui-
do mutuamente (v. 23). Este error fatal fue el que terminó con la
rebelión de Moab.
La quinta de las grandes señales fue el aumento milagroso del
aceite de la viuda (4.1ss). La sexta señal fue la promesa de un niño
a una mujer que ya era demasiado vieja para procrear. Esta mujer
era de Sunem (4.8ss). Más tarde esta mujer tuvo un niño, y años
más tarde el niño se enfermó y murió (vv. 17ss). La mujer encontró
a Eliseo en el monte Carmelo y lo llevó consigo a su casa. El sépti-
mo milagro fue la vuelta a la vida del muchacho (v. 35).
Los milagros octavo y noveno están relacionados con la comi-
da. En uno de ellos, Eliseo purifica una comida que había sido enve-
nenada por accidente (v. 41). En el otro realiza algo similar a lo que
hizo Jesús dos veces alimentando a una gran cantidad de personas
con un poco de comida (v 42).
El capítulo 5 habla de un milagro muy interesante relacionado
con la lepra de Naamán. Este, capitán de los ejércitos de Siria, era
enemigo de Israel. Sin embargo, cuando supo que había un profeta
en Israel que podía obrar milagros, fue en su busca.
Cuando Eliseo le dice que vaya a bañarse siete veces en el Jordán,
Naamán se indigna, pensando que había perdido el tiempo. Pero unos
siervos suyos, prudentes, le aconsejan que obedezca, y cuando lo
hace, la lepra lo deja (v. 14). Este fue el milagro número diez.
El suceso convenció a Naamán, quien se convirtió en un creyen-
te manifiesto en el Señor (5.15). Su conversión parece haber sido
auténtica (v. 17ss). Pero el acto engañoso de Giezi, el sirviente de
Eliseo, le acarreó, no las riquezas que deseaba, sino la lepra de Naamán
(v. 27). Este fue el undécimo milagro. El siguiente, el duodécimo,
sucedió cuando hizo flotar una cabeza de hacha de hierro (6.6).
El milagro número trece fue la visión de los ejércitos de Dios que
se le presentó al sirviente de Eliseo (v. 17). El rey de Siria se había
211
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
212
La época de los profetas
po antes. Envía a uno de los profetas para que unja a Jehú como
rey de Israel. Este había sido escogido por Dios para destruir la
línea de Omri y para erradicar el culto de Baal en Israel (9.8).
Mientras Ocozías se encontraba visitando a Joram de Israel,
Jehú dirigió una revuelta contra el rey. Al final, Jehú mató a Joram
(v. 24) y a Ocozías de Judá (v. 27). Fue entonces Jehú a Jezreel,
donde destruyó a la orgullosa y vana Jezabel (v. 30ss) y después a
todos los hijos y descendientes de Acab (10.11). Incluso mató a
todos los hermanos de Ocozías de Judá, porque ahora él también
era descendiente de la línea de Acab.
Mientras se hallaba ocupado en la destrucción de las casas de
Israel y Judá, Jehú se encontró con Jonadab, hijo de Recab (v. 15).
Mostró respeto por esta distinguida familia de Israel, que será men-
cionada también posteriormente en la profecía de Jeremías (35.6-
19) como una familia modelo de fidelidad.
La exterminación del culto de Baal en Israel fue muy efectiva,
tanto que dicho culto nunca volvió a suscitarse en Israel a pesar de
que continuó en Judá (vv. 18ss). Con Jonadab, Jehú mató a todos
los adoradores de Baal en Israel (v. 28).
Hasta el momento estaba siguiendo la voluntad de Dios en todo
lo que hacía. Sin embargo, es triste decir que Jehú no dio honra a
Dios convirtiendo en maldad sus matanzas en masa en lugar de
realizarlas para agradar al Señor. Por esta razón, Oseas describirá
y condenará más tarde el pecado de Jezreel (cf. 9.30ss y Os 1.4).
El crimen de Jehú no fue matar a toda la casa de Acab sino hacerlo
por provecho personal y no como un servicio a Dios (v. 31).
Estos hechos marcaron en realidad el final de Israel como pue-
blo de Dios. A decir verdad, Oseas declararía que ellos no eran
pueblo de Dios (cf. 2 R 10.32; 0s 1.4,9).
La matanza de tantos miembros de la descendencia de Acab
dejó a su hija que estaba en Jerusalén en una situación interesante.
Ahora era ella la que aparecía como sucesora al trono, e intentó
213
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
214
La época de los profetas
215
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
216
La época de los profetas
217
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
218
La época de los profetas
219
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
220
La época de los profetas
ello los estaba castigando por medio de los asirios (vv. 22,25). Sin
embargo, más tarde puso en ridículo a ese mismo Dios, señalando
que no tenía poder para salvar a Jerusalén de las manos de los
asirios (v. 32).
Leemos en los anales asirios de aquellos días que Senaquerib se
jactaba de tener al judío Ezequías encerrado como un pájaro en una
jaula, de modo que la cruel jactancia del rey que aparece en las Escri-
turas está también reflejada en los anales asirios o registros históricos.
En esta situación la fe del buen rey Ezequías fue puesta a dura
prueba. Sus propios recursos habían fallado. En verdad que era
como un pájaro en una jaula, carente de toda ayuda, pero como
tenía fe, se volvió al Señor en esta hora oscura (19.1). Vemos aho-
ra su grandeza, cuando pone toda su fe en el Señor su Dios. Su
valor era similar al de su antepasado David (v. 4; cf. 1 S 17.36).
Ezequías mandó a buscar a Isaías, quien era el profeta de Dios
del momento. Recordemos que Isaías había sido enviado anterior-
mente al padre de Ezequías, Acaz, en una situación similar, para
asegurarle que Jerusalén no caería ante Siria e Israel (16.5,6; cf.
Is.7). Acaz no había creído en el Señor, y en su lugar, había contra-
tado a Asiria para que lo protegiera. Ahora, como resultado de la
infidelidad de Acaz en aquel momento, los asirios estaban amena-
zando también con tomar Jerusalén.
Ezequías, sin embargo, confió en el Señor. Le hizo caso al men-
sajero de Dios, Isaías, quien le aseguró que Jerusalén no caería
ante los asirios (vv. 6,7). Encontramos esto mismo relatado en los
capítulos del 36 al 38 de Isaías.
Los asirios desafiaron una vez más al Dios de Ezequías (vv.
10ss), y una vez más confió este en el Señor y elevó a él una
hermosa oración de fe (vv. 14ss).
De nuevo volvió Isaías con palabras reconfortantes para decir-
le que el Dios soberano triunfaría sobre Asiria, su gran enemigo
(vv. 20ss; cf. Sal 2). El mensaje de Isaías a Ezequías declaraba que
221
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
222
La época de los profetas
223
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
224
La época de los profetas
225
El plan de Dios en el Antiguo Testamento
226