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Introducción
Los anticuerpos pertenecen a un grupo de glucoproteínas llamadas globulinas, que
también se conocen como inmunoglobulinas. La mayoría de los anticuerpos contiene
cuatro cadenas polipeptídicas. Dos de estas cadenas son idénticas entre sí y se
denominan cadenas pesadas (H); cada una de ellas está formada por alrededor de 450
aminoácidos. Cada cadena polipeptídica presenta ramificaciones constituidas por
pequeñas cadenas de hidratos de carbono. Las otras dos cadenas polipeptídicas,
también idénticas entre sí, se denominan cadenas livianas (L), y están formadas por
220 aminoácidos cada una. Un enlace disulfuro (S-S) une cada cadena liviana con una
cadena pesada. A su vez, dos enlaces disulfuro conectan la porción central de ambas
cadenas pesadas; esta región del anticuerpo, que presenta gran flexibilidad, es la
llamada región bisagra.
Como los “brazos” de los anticuerpos pueden moverse un poco con la flexión de la
región bisagra, los anticuerpos pueden asumir la forma de T o de Y. Más allá de la
región bisagra, una parte de cada cadena pesada forma el tallo de la inmunoglobulina.
Dentro de las cadenas H y L se diferencian dos regiones. Los extremos de las cadenas
H y L, denominados regiones variables (V), constituyen los sitios de unión a los
antígenos.
Desarrollo:
En 1965, William Dreyer y J. Claude Bennett propusieron que las cadenas pesada y
ligera de anticuerpos están, cada una, codificadas en dos segmentos separados en el
genoma de la línea germinal, y que uno de cada uno de los segmentos que codifican
para la región V y para la región C son unidos en el DNA de la célula B para formar
genes completos que codifican para las cadenas pesada y ligera de anticuerpos. La
idea de que el DNA en células somáticas podría emprender actividad de recombinación
fue revolucionaria. Los teóricos de la línea germinal empezaron a modificar sus ideas
para acoger esta posibilidad.
La comunidad científica de la época rechazó en su mayoría la idea la cual carecía de
apoyo experimental que dos o más genes pudieran determinar una proteína. La
demostración de la teoría de Dreyer y Bennet tardó unos 10 años, una vez que las
técnicas de la recién nacida «Ingeniería Genética» permitieron disponer de
herramientas como purificación de ARN, enzimas de restricción, clonación molecular
del ADN, hibridación y secuenciación de ácidos nucleicos.
Con esto demostrando que las regiones V y C de genes que codifican para
anticuerpos estuvieron localizadas en diferentes contextos en el DNA de células no
productoras de anticuerpos, no consideró sus ubicaciones relativas; en experimentos
de secuenciación después se mostró que los segmentos que codifican para los genes
V y C de las cadenas ligeras κ están en el mismo cromosoma y que, en células no B,
los dos segmentos están separados por una secuencia de DNA no codificadora larga.
Como resultado se mostró que el DNA es cortado y vuelto a unir durante el proceso de
diferenciación celular.
En 1975 los investigadores Georges Kölher y Cesar Milstein fueron los primeros en
obtener anticuerpos con una sola especificidad, por medio de una célula híbrida
generada in vitro. Esta célula híbrida fue producto de la fusión de linfocitos B y células
de mieloma. Las células híbridas, o hibridomas, tienen la capacidad de multiplicarse
rápida e indefinidamente y además pueden producir anticuerpos en gran proporción,
características recibidas de las células cancerosas y los linfocitos B, respectivamente.
Por este aporte a la ciencia Kölher y Milstein recibieron el premio Nobel de medicina en
1984. Los anticuerpos monoclonales se descubrieron en la primera mitad de los años
setenta por Milstein y Köhler en el laboratorio de biología molecular de Cambridge
(Reino Unido). Estos autores investigaban los mecanismos moleculares de la
generación de diversidad de los anticuerpos y necesitaban producir una célula B
inmortal con especificidad conocida, para así poder analizar en detalle las mutaciones
de los genes de las Ig. Para ello fusionaron una línea de células de mieloma murino,
sensible a ciertos fármacos, con células de bazo de un animal inmunizado. Mediante
este procedimiento consiguieron seleccionar solamente las células híbridas y los clones
con especificidad conocida. Su trabajo fue publicado en Nature en 1975 y 9 años más
tarde recibieron el premio Nobel por este descubrimiento. Su trascendencia fue
enorme, ya que por primera vez era posible disponer de cantidades ilimitadas de
anticuerpos con especificidades precisas.
Durante la década de 1970-1979 por Cesari, Weigert, Cohn y otros realizaron estudios
que se enfocaron en anticuerpos producidos por tumores de mieloma de ratón que
expresaban cadenas ligeras λ. El locus λ de ratón ha quedado gravemente truncado y,
como resultado, los ratones tienen muy pocas regiones variables de cadena λ
diferentes. Por ende, estos investigadores pudieron comparar cada una de sus
secuencias de cadena ligera de mieloma con una secuencia de línea germinal
conocida. Mostraron que los tumores de mieloma expresaron mutaciones puntuales
que estuvieron restringidas a las regiones variables de las cadenas λ, y agrupadas en
las regiones determinantes de complementariedad. Con el advenimiento de tecnología
de secuenciación de ácidos nucleicos, estos datos fueron confirmados y extendidos por
otros que mostraron que la shm afecta las regiones variables, pero no las regiones
constantes, de las cadenas tanto pesadas como ligeras de Ig; que la frecuencia de
hipermutaciones somáticas aumenta con el tiempo después de inmunización y que la
hipermutación somática, seguida por selección de antígeno, da lugar a la secreción de
anticuerpos cuya afinidad por el antígeno que produce inmunización aumenta con el
tiempo después de la inmunización.
En experimentos diseñados para detectar los genes y las enzimas que median csr,
Takasu Honjo y colegas aislaron una línea celular en la cual los genes que codifican
para anticuerpos no pasaron por csr. Este tipo de dato a menudo es el primer paso
crucial en la identificación de las proteínas que están implicadas en un proceso
particular, puesto que los científicos ahora podían comparar las células que podían y no
podían emprender csr, y buscar diferencias. Miembros del laboratorio de Honjo aislaron
con rapidez el gen que había sido mutado en esta línea celular, y probaron que codificó
para la enzima citidina desaminasa inducida por activación (aid), que después se
mostró que es necesaria tanto para la hipermutación somática como para la csr.
Desde los experimentos clásicos de Miller, Mitchell, Mitchison y otros durante la década
de 1960-1969, los inmunólogos que investigan las fuentes de ayuda para la activación
de célula B y la producción de anticuerpos por la misma han estado condicionados a
pensar en términos de linfocitos T. Ahora se sabe que las células del estroma
mesenquimal y los eosinófilos cooperan para asegurar la supervivencia de células
plasmáticas en la médula ósea. Recientemente, en lo que puede considerarse un
cambio importante en el pensamiento acerca de ayuda a la función de células B, Puga
y colegas han demostrado que las células B de la zona marginal (mz) pueden recibir
ayuda en la activación, la hipermutación somática (shm), la recombinación de cambio
de clase (csr) y la secreción de anticuerpos, por parte de una fuente inesperada: los
neutrófilos.
Esto significa que los genes que codifican para toda la secuencia de cada cadena
pesada o ligera de anticuerpo que el animal podría alguna vez sintetizar deben estar
presentes en cada célula. Si bien inicialmente se argumentó que la dedicación de una
fracción considerable del genoma al sistema inmunitario puede representar una
estrategia evolutiva razonable, a medida que los estimados del tamaño del repertorio
de anticuerpos se revisaron en dirección ascendente, quedó claro que simplemente no
había suficiente DNA para que alcanzara, y que debían encontrarse nuevas ideas. En
1965, William Dreyer y J. Claude Bennett propusieron que las cadenas pesada y ligera
de anticuerpos están, cada una, codificadas en dos segmentos separados en el
genoma de la línea germinal, y que uno de cada uno de los segmentos que codifican
para la región V y para la región C son unidos en el DNA de la célula B para formar
genes completos que codifican para las cadenas pesada y ligera de anticuerpos. La
idea de que el DNA en células somáticas podría emprender actividad de recombinación
fue revolucionaria. Otros sugirieron la idea igual de innovadora de que el número de
genes que codifican para la región variable en el genoma podría ser demasiado
limitado y propusieron la teoría de la hipermutación somática. De acuerdo con esta
hipótesis, mecanismos mutacionales desconocidos en células somáticas actúan sobre
un número limitado de genes que codifican para anticuerpos para generar un repertorio
de receptores diverso en linfocitos B maduros. Esta última idea tuvo la ventaja de
explicar cómo un repertorio grande de anticuerpos podía generarse a partir de un
número de genes relativamente pequeño, pero la desventaja de que nunca se había
observado un proceso de ese tipo, como la recombinación de genes de células
somáticas sugerida por otros. Hubo debate adicional respecto a si la mutación ocurriría
antes de contacto con antígeno, o sólo después del mismo y, por ende, si la mutación
era la causa de la generación del llamado “repertorio primario” que existe antes de
unión a antígeno por la célula B. Continuó un acalorado debate entre los defensores de
las teorías de la línea germinal modificada en contraposición con la de la mutación
somática a principios de la década de 1970-1979, hasta que un grupo trascendental de
experimentos reveló que ambas posturas eran correctas. Ahora se sabe que cada
molécula de anticuerpo es codificada por múltiples segmentos de gen que codifican
para región variable, de la línea germinal, que son reordenados de manera diferente en
cada célula inmunitaria virgen para producir un repertorio diverso de receptor primario.
La oncología es, sin duda, el área de aplicación terapéutica más importante. Son de
amplia utilización los anticuerpos dirigidos contra HER2 en cáncer de mama, o contra el
factor de crecimiento epidérmico (EGF) o el factor de crecimiento del endotelio vascular
(VEGF) en varios tipos de tumores, o los anti CD20 o anti CD52 para
linfomas/leucemias.
Los anticuerpos monoclonales se han empleado también con otras finalidades, como el
tratamiento de la septicemia, la prevención de complicaciones de enfermedades virales
o el tratamiento de intoxicaciones por fármacos.
Conclusiones propias:
GLOSARIO:
Bibliografía
1. KUBY. Inmunología, Octava edición 2014, tercera edición en español por: McGRAW
HILL/INTERAMERICANA EDITORES, S.A. de C.V.