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Venezuela en la Guerra Fría: un papel propio y una doctrina excepcional

Alejandro Cardozo Uzcátegui


Universidad Simón Bolívar

Las teorías político-diplomáticas que desde Estados Unidos surgieron para contener al
comunismo y al sovietismo mundial, así como sus cálculos geopolíticos, sus tesis de
conspiración y todo lo que implicó la etapa estratégica de la distensión, nada pudo ser
aplicado directamente o en su forma típica en Venezuela, donde convergen el peso mismo de
la historia con la habilidad diplomática venezolanas.

La historia venezolana probó en los últimos dos siglos ser una nación que dentro de una,
digamos, recatada que a la vez sagaz política exterior, tuvo sentido de liderazgo regional y
sub-regional. Es la cuna del sistema interamericano a partir de la convocatoria del Congreso
anfictiónico de Panamá en el siglo XIX luego de propagar y exportar las independencias al
sur y concebir de la nada proyectos nacionales como Bolivia.

Asimismo durante la Guerra Fría gozó de una de las diplomacias más astutas de la región,
permitiéndose una fuerte autonomía en fijar posiciones propias en el escenario de América
Latina y el Caribe, que para cualquier otro Estado hubiera significado una retaliación a
Estados Unidos en varios momentos de su mayor ferocidad diplomática, y al mismo tiempo
le brindó a la poderosa y temible nación un fuerte sentido de confianza regional.

No podemos dejar a un lado el revelador dato de que Venezuela goza del controvertido pero
privilegiado récord de jamás haber sido invadida ni intervenida de forma alguna por Estados
Unidos, de ahí un notable excepcionalismo regional: pues en plena Guerra Fría era
Venezuela el país caribeño más importante, y el Caribe el “Mediterráneo” estadounidense.

En los momentos más aviesos de la política del garrote, del palo y la zanahoria, de la
diplomacia del dólar, de la defensa de nuestros intereses básicos, del dominó, de la mentira
necesaria1, todas categorías de la intervención de Estados Unidos en América Latina 2,
Venezuela no sufrió el peso de esa injerencia de Washington (comparada con algunos
vecinos del Caribe, Centroamérica y América del Sur) y, obviamente, menos que menos de
Moscú. Nunca ha sido violentada la soberanía nacional con tropas estadounidense, apenas a
principios de los años cuarenta cuando Medina pidió en el marco de la alianza con Estados
Unidos frente al eje nazi-fascista, la fortificación de los campos petroleros con nueva
tecnología bélica que necesitaba adiestramiento e instrucción estadounidense, empero, nótese
el espíritu con que se aceptaba la asistencia:

Se permitió entonces el desembarco en nuestro territorio de oficiales y tropa


norteamericanos, en número suficiente para que, en misión de instrucción, prepararan a
nuestros hombres. Y bien recuerdo que al despedir al primer grupo de oficiales que iban a
recibir instrucción, los exhorté a poner la mayor diligencia en su rápido entrenamiento, pues
esas armas que ya eran de Venezuela, no debían ser manejadas en nuestra defensa sino por
venezolanos. Esas tropas norteamericanas estuvieron, en todo momento, sometidas a nuestras
leyes, y en honor a la verdad, su comportamiento fue siempre respetuoso de las leyes
venezolanas y de sus autoridades, y cumplieron con eficiencia y en forma generosa la misión
de instrucción que les fue confiada. Y tan pronto como ella fue terminada, el gobierno pidió
su retiro inmediato, asumiendo por completo hombres venezolanos la defensa de los puntos
importantes que podían ser atacados.3

Esa descripción de la misión estadounidense en Venezuela hecha por el presidente


Medina años más tarde en 1963, acata el «espíritu venezolano» particular y peregrinamente
autónomo frente a Estados Unidos, aunque nunca antinorteamericano en esencia. En los
vientos que corren hoy, acaso en una rara y posmoderna Guerra Fría, la posición oficial de
Caracas frente a Estados Unidos parece ser densa y antagonista, pero en realidad es solo
retórica; retórica ajustada a una conveniente política doméstica justificable en los
extramuros. Lo cual, por verdad, no deja de ser también excepcional aunque poco
consistente pues a pesar de lo tensos que han llegado a estar los hilos, no se han roto
irrecuperablemente.
Para lograr en sus diferentes momentos históricos esta suerte de excepcionalismo, la
diplomacia nacional ha hecho un partido de mejor calidad de lo dicho posteriormente: ha

1
Kennan, George, discurso, National War College Addres, diciembre de 1947, citado por el International
Herald Tribune, el 28 de mayo de 1997.
2
Cardozo Uzcátegui, Alejandro, “Estados Unidos: Intervención en América Latina” en Revista Nacional de
Cultura, núm. 321, Caracas, 2002.
3
Medina Angarita, Isaías, Cuatro años de democracia, Caracas: Pensamiento Vivo, 1963, p. 55.
sido una política exterior bastante más fina, nacionalista y fructífera de lo que algunos
“ideólogos-intelectuales” oficialistas al presente quieren admitir cuando plantean que hoy
por hoy es cuando nuestro país es soberano e independiente de todo poder extranjero. Lo ha
sido siempre, a pesar de los gravísimos errores actuales como los límites con Guyana, y los
acuerdos energéticos hacia Cuba y el Caribe donde paradójicamente hemos ejercido una
diplomacia flaca, perezosa y entreguista.

Antecedentes de una relación diplomática autónoma y original

Vale repasar momentos diplomáticos e incidentes no poco graves de esta historia.


Suscribiendo la propuesta de tiempo que alumbra la “fría” época desde 1947 hasta
comienzos de los años noventa, podríamos comenzar un lustro antes, aludiendo la postura
de Venezuela en comparación con las apuradas alianzas de América Latina en la Segunda
Guerra Mundial, como el peronismo hacia el Führer, al igual que México o Brasil.

Estados Unidos ya había tomado para estos años una política acaso de bajo perfil hacia
América Latina, en tanto aspiraba tener para la región, en palabras de David Green «un
hemisferio cerrado en un mundo abierto»4, ejercer su control, crear un hinterland más
seguro, lejos de las manos europeas pero garantizadas para las suyas propias. Argentina
desde la reunión de Río en 1942 asumió una posición ambigua, controversial cuando la
delegación estadounidense le reclamaba enfáticamente, en su resolución final, romper
relaciones con las potencias del eje nazi-fascista.5 No sería sino hasta 1944 cuando Buenos
Aires rompe relaciones con el Eje tras una fuerte presión de Estados Unidos, como congelar
las reservas de oro argentinas en EE.UU 6. Franklin Delano Roosevelt diría al respecto que
los argentinos desconocían, con actitudes de este estilo, sus «solemnes obligaciones
interamericanas»7.

4
Green, David, The Containment of Latin American: A History of the Myths and Realities of the Good
Neighbour Policy, Chicago: Quadrangle Books, 1971, pp. 156-162.
5
Connell-Smith, Gordon. Los Estados Unidos y la América Latina. México: FCE, 1977, p. 209.
6
Véase Cardozo Uzcátegui, Alejandro, “Bajamares Norte-Sur. De la doctrina Calvo a la declaración de
Caracas: la diplomacia Argentina y Estados Unidos. 1889-1954”, en Revista Venezolana de Ciencia Política,
2012, núm. 42, Mérida, pp. 85-123.
7
Op. Cit., p. 213
Paralelamente entre Caracas y Washington surgió una suerte de entrañable intercambio
epistolar entre López Contreras y Roosevelt. Este último escribió a Hitler el 14 de abril de
1939 una carta donde le plantea la postura de Estados Unidos, todavía como mediador, ante
la agresión nazi amenazadora sobre Europa y el Medio Oriente. Un mensaje evidente,
aunque vertido sutilmente entrelíneas, decía que Estados Unidos no se quedaría de brazos
cruzados si Alemania invadía algún país o sus posesiones coloniales. Nos llama la atención
que Franklin Delano Roosevelt enviara una copia de esta misiva a López Contreras. Y el 17
de abril este le contesta:

Doy a Vuestra Excelencia las gracias por la comunicación de ese documento que por su
oportunidad, por el sentimiento que lo inspira y por el fin que se propone, será memorable
en la historia de nuestro tiempo. Las palabras de Vuestra Excelencia han reavivado la
esperanza de que el peligro pueda ser conjurado apelando a los recursos pacíficos 8.

Para Roosevelt era importante convocar a América Latina en la cruzada estadounidense. Al


menos por el momento su respaldo diplomático. El presidente estadounidense contestó la
misiva de su homólogo venezolano en estos términos:

Sinceramente aprecio el generoso mensaje de Vuestra Excelencia expresando la adhesión


sin reservas del pueblo venezolano y de su gobierno a la causa de la paz universal. El
mensaje de Vuestra Excelencia es una de las más alentadoras manifestaciones de la opinión
del mundo a favor de los principios de solución pacífica de las diferencias internacionales 9.

En 1940 el coronel Isaías Medina Angarita entonces ministro de Guerra y Marina fue
recibido por Franklin D. Roosevelt. Lo acompañó el embajador Diógenes Escalante.
Roosevelt le aclara al ministro tachirense que ha habido malos entendidos y rumores
viciados sobre la supuesta actitud arbitraria de Estados Unidos de presionar a las naciones
vecinas al canal de Panamá como Venezuela de no usar sus propias bases navales para
cederlas a Estados Unidos en miras de proteger el istmo panameño y la región
circunvecina, así eso afectase su propia soberanía: «sin fundamento e insensato», condenará
Roosevelt la extraviada noticia.

8
Citado por Consalvi Simón, “Primera mitad del siglo XX”, en Polanco, Tomás, Consalvi, Simón, Mondolfi,
Edgardo, Venezuela y Estados Unidos a través de 2 siglos, Caracas: Venamcham, 2000, p. 252.
9
Op. Cit., p. 253.
Como asevera Edith James «Durante el período preliminar a la guerra, o sea, antes
de diciembre de 1941, el papel de Venezuela fue distinguido y creativo en la cooperación
regional»10. Venezuela en vísperas de la Segunda Guerra Mundial era muy vulnerable, sus
campos petroleros, sus pozos en producción, las refinerías en Curazao y Aruba y sus
rutas mercantes estaban a menos de una dentada de los submarinos nazis. En 1942 Isaías
Medina, ahora como presidente expuso lo siguiente:

Estamos al lado de los Estados Unidos y consecuentes con esa actitud estamos colaborando
de acuerdo con nuestra capacidad en la defensa del continente. No necesitaré sino unos
cuantos hechos que revelan la política de mi gobierno a raíz del alevoso ataque de Pearl
Harbor (…) rompo relaciones con Alemania, Italia y el Japón (…) hemos establecido una
estrecha vigilancia en los campos petrolíferos y demás lugares estratégicos, a fin de
prevenir cualquier intento de sabotaje; se han cerrado escuelas desde donde se difundían
principios contrarios a nuestra forma democrática y republicana de gobierno. Para darse
cuenta de la importancia de la totalidad de la producción petrolífera venezolana, hoy
segunda del mundo, la cual está destinada a mover aviones y las máquinas de guerra de las
naciones aliadas y que esa producción vende exclusivamente por conducto de empresas
pertenecientes a los países aliados11.

No obstante la carta petrolera no garantizaba toda la partida de póker a favor de Venezuela,


pues Alemania con sus “manadas de lobos” hundió la noche del 14 de febrero de 1942 siete
tanqueros, entre ellos el Monagas, que hacía la travesía del lago de Maracaibo hacia las
refinerías de Aruba y Curazao. Además de medrar la producción petrolera venezolana, puso
en jaque el negocio con Estados Unidos, pues se plantearon ante la zozobra de los
submarinos alemanes, cortar sustancialmente la compra del petróleo criollo.
Podemos adosar este incidente como una de las primeras muestras excepcionales de
nuestra política exterior. Caracciolo Para-Pérez como ministro de Relaciones Exteriores
activó todos los mecanismos diplomáticos a través del embajador Diógenes Escalante para
remozar la naturaleza de la alianza con Washington, al parecer convenientemente
unilateral. Palabras casi textuales (añadiremos las preposiciones faltantes en un cable) «La
suspensión casi total del transporte de petróleo sería una verdadera catástrofe nacional y
un tratamiento inmerecido para Venezuela que tan lealmente presta cooperación en la
defensa de Estados Unidos y del Continente en general…». Caracciolo Parra-Pérez pide a
10
James Blendon, Edith, Venezuela and the United States, 1928-1948: the impact of Venezuelan nationalism,
Maryland: University of Maryland, 1971, p. 55.
11
Ministerio de Relaciones Exteriores, Libro Amarillo presentado al Congreso en sus sesiones ordinarias de
1943, Caracas: Imprenta Nacional, 1943, p. 191.
Escalante que exponga, con los instrumentos diplomáticos del caso, lo anterior de manera
«…amistosa pero categóricamente, y haga cuanto esté a su alcance para que el gobierno
de Estados Unidos, apreciando en cuanto valen los sacrificios de Venezuela, ayude a ésta
para que pueda continuar prestando contribución a la causa común». La otra piedra de
tranca en la alianza era cómo se protegería Curazao, Aruba y Bonaire (se refinaba petróleo
venezolano en Aruba y Curazao) de la agresión de los submarinos alemanes, en vista de
cómo se desenvolvía la guerra en Europa.
Estados Unidos al principio optó por una intervención unilateral en aquellas islas,
cosa que alarmó a Venezuela por la violación de varios acuerdos y de la misma alianza.
Expresó Medina en «…tal situación tendría que retirar a sus representantes del Comité de
Emergencia y abandonar toda intervención en lo relativo a la aplicación ulterior del Acta
de La Habana y la Convención sobre Administración de Posesiones Coloniales»12. El juego
diplomático se terció a favor de la posición criolla, cuando en secreto acordaron los
embajadores de Estados Unidos, Inglaterra, Países Bajos y Venezuela que ocuparían las
islas con la cooperación de Venezuela.
Ese primer gesto diplomático por parte de Venezuela de hacer valer los derechos y
deberes contraídos en las diferentes conferencias, convenios, cumbres y reuniones en el
marco interamericano, para proteger sus intereses básicos (la producción, refinación y
transporte del petróleo, en este caso) frente a Estados Unidos, empero, de manera finamente
diplomática, y, tal como se lee, con contundencia, sello y temple en la envestidura de los
miembros de ese momento diplomático, valida la categoría de excepcional, a la vez que
pareciera ser una base, un primer pie, del comienzo dentro de un nuevo esquema de
relaciones internacionales: energía, petróleo, nueva geopolítica ante el avance de las
ideologías extremas, foráneas, ajenas, peligrosas; democracias emergentes en contraste con
una vieja Europa que se diluye entre el fascismo y el comunismo. Un mundo que en menos
de un lustro va a mirar hacia las ofertas de la democracia liberal y el capitalismo o las
promesas de la dictadura del proletariado y la economía planificada.
El petróleo fue un eje en las decisiones que se tomaron en el marco de la alianza
contra el nazi-fascismo en Europa y en el Pacífico. No obstante será tanto más importante
cuanto más petróleo se extraiga y en cuánto más se involucren los venezolanos en el
12
MRE, Caracciolo Parra-Pérez, Canciller de Venezuela, 1941-1945, núm. 7, Caracas: Fundación Biblioteca
de Política Exterior, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1989, p. 9 y ss.
desarrollo de una legislación y operaciones ventajosas y nacionalistas; un juego que
Medina Angarita también desempeñó con su propio tono y mismo estilo. En palabras suyas
desde el palacio de Miraflores dijo el 17 de julio de 1942 que reformaría la legislación
petrolera vigente para «…el aumento de nuestros recursos fiscales (…) para asegurar al
Estado una mayor y más justa participación en la riqueza de su subsuelo (…) revisar al
amparo de nuestras leyes y en busca de la equidad, una situación que necesariamente tiene
que modificarse a favor de la nación venezolana…». Acaso, con buena probabilidad, los
analistas estadounidenses13 veían venir esta evolución en una nación petrolera en ciernes,
tal como Venezuela. Recrudecería más el asunto el planteamiento de que el crudo
venezolano se debía refinar en el país para no depender más de otros países y de sus
compañías petroleras, que no era otro que Estados Unidos.
Sin embargo, tómese en cuenta que la iniciativa legislativa de compensar más a la
nación venezolana contra los intereses naturales de Estados Unidos en medio de la guerra
mundial en Europa y el Pacífico, en un instante político que apenas había superado la época
de la política del garrote, de los intereses básicos y la diplomacia del dólar, fue una jugada
audaz de parte de Medina, y tal vez, vista al siglo siguiente, temeraria. Ahí juega de nuevo
nuestra categoría del excepcionalismo venezolano. La diplomacia petrolera se articulaba
para poder adquirir más derechos reales sobre nuestro subsuelo, sin herir el susceptible
interés estadounidense, con un quinto tono a la hora de decir las cosas. Medina:

…tenía la seguridad de que a ella llegaríamos [a la reforma] por uno u otro camino, el del
convencimiento y la cooperación o el de los medios legales; si, lamentablemente, del
primero no se obtienen todos, absolutamente todos los resultados que esperamos, el
gobierno abandonará las razones de equidad [para con las compañías] y, armado con
incontrovertible fuerza jurídica y moral, procederá, en nombre de la República, a
reivindicar lo que en derecho le corresponde14.

Así pues, cada vez más, como una sombra que se proyecta en el ocaso del sol
vespertino, la sombra del petróleo va a tener más cabida en los lineamientos de nuestra
política exterior, habrá más margen para maniobras, tanto más compromisos políticos

13
Francis Patrick Corrigan (1881-1968) fue el primer embajador extraordinario y ministro plenipotenciario,
como tal, que Estados Unidos tuvo en Venezuela. En otras palabras, su misión diplomática se encargó de
llevar la compleja relación comercial y diplomática de Venezuela frente a Estados Unidos durante la II Guerra
Mundial.
14
Medina citado por Consalvi Simón, “Primera mitad del siglo XX”…, op. cit., p. 265.
adquirimos con el socio mayoritario, y sus doctrinas. Esta cita no tiene pérdida para
establecer el punto exacto del mene o Stercus daemonii según el clamor de la Casandra
petrolera para Estados Unidos a partir de la terrible dinámica de la guerra entre finales de
1941 y 1945.

Sin petróleo en grandes cantidades una nación se encuentra hoy sin defensa. La
contribución de Venezuela, en este aspecto de esfuerzo bélico, nunca ha recibido el
reconocimiento que merece. La producción de este país aumentó casi en un 50% durante la
guerra. Este país y el mío produjeron casi todo el petróleo adicional que necesitó la
maquinaria aliada. Por supuesto, los Estados Unidos, con su larga tradición productora,
dieron la mayor contribución; pero su se juzga el aporte desde el punto de vista relativo, el
esfuerzo de Venezuela no fue superado por nadie. Tampoco lo es hoy, cuando su
contribución a la defensa del mundo libre es más importante que nunca. 15

Este discurso fue pronunciado en la Convención Nacional de Petróleo de Caracas, el 10 de


septiembre de 1950 por el secretario norteamericano del interior, Oscar L. Chapman,
administrador del petróleo para la defensa, y tiene inmenso sentido histórico una vez vista
en grandes trazos, a vuelo de pájaro, la diplomacia del petróleo activada desde comienzos
de la década del cuarenta, evitando el cese de operaciones de Estados Unidos con
Venezuela, pisando firme, por derecho ante la necesidad y la vecindad estratégica con
Curazao y Aruba, reclamando compromisos a cambio de improrrogables lealtades en medio
de una gran guerra mundial; dicho diferente, tiene todo sentido histórico al paso del tiempo
y por medio del prisma excepcional de Venezuela, pues sin romper un solo adorno, Medina
paseó al toro bravo de la reforma petrolera por toda la cristalería.

La región paralela y el país excepcional


Anotaciones sobre coyunturas

Robert Pastor, colaborador incondicional del celebérrimo estratega del Tablero mundial,
Zbigniew Brzezinski, discípulo de Jimmy Carter y cercano a Omar Torrijos, en el prefacio
de su conocida obra El remolino, se pregunta por qué, generación tras generación, Estados
Unidos entra en el vórtice del remolino de América Latina y el Caribe, en una política
15
Discurso contenido en Rivas, Ramón, Venezuela, apertura petrolera y geopolítica, 1948-1958, Mérida:
Universidad de Los Andes, 1999, p. 109.
exterior insensata. El remolino es la expresión figurada del caos de las relaciones
interamericanas-caribeñas frente a Estados Unidos; viciadas por la espiral de malas
decisiones que terminan fatalmente dice Pastor arrojando a su país al centro del
torbellino. Ese doble juego de la Casa Blanca respecto a la democratización de la región a
expensas de frustrar reformas nacionalistas (Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Granada,
Chile…etcétera) y aupar dictaduras que en su momento tiempos de Guerra Fría vendían
el remedio contra el virus comunista; por qué Estados Unidos fue, en palabras de Pastor,
tan insensato en obsesionarse más por la pequeña Nicaragua, que por el gigante Brasil, en
términos de esfuerzos diplomáticos16.
Entonces ¿por qué Venezuela estaba fuera de este cuadro agresivo de Estados
Unidos en la región? Y, acaso ¿se curó a tiempo y en salud de las aventuras guerrilleras
pro-cubanas? La presión de ambos bloques ideológicos en Venezuela fue sabiamente
mitigada por un sistema político menos monolítico comparativamente que el único
posible en las dictaduras del cono sur y del Caribe, incluyendo a Cuba. En la región
paralela, a partir del punto más álgido de la Guerra Fría, Venezuela demostró su conducta
política original. Apenas echando las bases de la nueva democracia, acaso en su etapa,
dígase experimental, ya se demuestra la particular audacia de asomar una doctrina política
propia y original frente al contexto latinoamericano y caribeño. Será en el preámbulo de la
Constitución de 1961 donde se encontrará el fermento de otra característica excepcional de
los nuevos tiempos político-diplomáticos de Caracas, cuando el texto dispone: «…sustentar
el orden democrático como único e irrenunciable medio de asegurar los derechos y la
dignidad de los ciudadanos, y favorecer pacíficamente su extensión a todos los pueblos de
la tierra…»17, germen de la Doctrina Betancourt como principio radical y medio
restrictivo para aupar la democracia en el continente y resecar los florecimientos
autocráticos.
El tablero regional no fue una cuestión sencilla para el ajedrez pro-democrático de
la naciente democracia venezolana en tiempos de Guerra Fría. Por un lado la lucha armada
de Venezuela, en buena medida soliviantada por Fidel Castro de manera directa e indirecta

16
Pastor, Robert, El remolino. Política exterior de Estados Unidos hacia América Latina y El Caribe.,
México: Siglo XXI, 1995.
17
“Constitución de 1961”, en Weber Carías, Allan, Las Constituciones de Venezuela, t., II, Caracas:
Academia de Ciencias Políticas y Sociales, p. 1383.
y los bloques guerrilleros venezolanos que se vieron apoyados por Cuba durante la etapa de
«exportación comunista»18; por otro lado la agresión abierta del gobierno pro-
estadounidense de República Dominicana concentrado en la animadversión casi
personal del sátrapa Leónidas Trujillo hacia Betancourt. Asimismo Somoza en Nicaragua
ambos abrazados por la Casa Blanca fueron piezas del conflictivo puzzle que Venezuela
hubo de lidiar en sus dos primeras administraciones19.
La visión de mundo de la nueva democracia venezolana, reformista-moderada,
liberal en lo interno, más cercana al credo de EE.UU. y convencidamente lejana de
cualquier régimen totalitario pro-soviético/cubano o pro-estadounidense en la región, le
costó la solidez20 del partido en gobierno, Acción Democrática, pues la tolda tenía aleros
ideológicos21 que terminaron por despegarse: su izquierda radical «la moral endemoniada»
Luis Castro Leiva dixit fundaría en 1960 el partido pro-castrista Movimiento de Izquierda
Revolucionaria22 y siete años luego un alero de su izquierda moderada, el Movimiento
Electoral del Pueblo (MEP). El MIR junto al Partido Comunista de Venezuela (PCV)
18
Romero, María Teresa, Venezuela en defensa de la democracia 1958-1998. El caso de la Doctrina
Betancourt, Caracas: Fundación para la cultura urbana, 2005, p. 88.
19
Somoza y Trujillo fueron sátrapas de la peor calidad. Su enemistad con la democracia venezolana se
remonta a tiempos de Gallegos, cuando se supo que en la envestidura del escritor insigne, el par de tiranuelos
urdían un plan para bombardear la capital venezolana en la víspera de la envestidura del presidente electo.
Véase Consalvi, Simón Alberto, Auge y caída de Rómulo Gallegos, Caracas: Monte Ávila, 1991.
20
Véase al respecto el debate interno del partido AD en relación a sus “tesis pedenistas” (devenidas de su
embrión político PDN) en Sosa Abascal, Arturo, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo, 1937-1941,
Caracas: UCAB, pp. 26, 180, 187 y ss. También Sáez Mérida, Simón, La otra historia de AD (Homenaje a
Silvestre Ortiz Bucarán, un luchador sin tregua), Caracas: UCV, 2008.
21
Es sabido por todos que Rómulo Betancourt caminó por los senderos de la izquierda radical en sus primeros
años, en el exilio y en sus análisis políticos inaugurales. Tal cosa queda demostrada por él mismo como
secretario general del Partido Comunista de Costa Rica. Como dice Antonio Sánchez García en El Nacional
en su artículo digital del 9 de enero de 2014 “Rómulo Betancourt y Fidel Castro”: «Que en sus primeros
escritos había expresado la posibilidad de enfrentar la dictadura de Gómez incluso con las armas, y en carta
escrita a Luis Augusto Dubuc y a Carlos Andrés Pérez con fecha 21 de mayo de 1957 –a poco menos de dos
años del encuentro con Fidel Castro– había escrito literalmente: “Lo que está haciendo Fidel Castro –alzarse e
impulsar la guerra de guerrillas en todos los frentes– y con mucho más éxito, debí hacerlo yo en 1950; y
deberemos hacerlo en 1957, si no hay elecciones libres… Es más: si en el 57 o comienzos del 58 no hay
solución al problema venezolano –evolutiva o a la brava– no nos quedaría otro camino sino el de ponernos el
bozal, y no hablar más en el exilio de los atropellos, etc., de aquella gente”». No obstante, es imposible juzgar
esta posición juvenil ante las primeras acciones políticas de Fidel Castro, que a primera vista no daban ningún
indicio de lo que más tarde ocurriría con sus actividades desestabilizadoras en Venezuela, acciones que
Betancourt deploró y condenó sin vacilación, como obviamente lo habría hecho cualquier presidente tras ver
el intento de injerencia de un país sobre el suyo propio. Véase Betancourt, Rómulo, Antología política, vol. V
(1948-1952), Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2003.
22
«No somos comunistas, comos la izquierda revolucionaria» sería la consigna del 8 de abril de 1960 en le
mitin que encabezaron Domingo Alberto Rangel y Américo Martín desde la arena del Nuevo Circo de
Maracaibo, antes de su expulsión de Acción Democrática. Véase Castro Leiva, Luis, El dilema octubrista
1945-1988, Caracas: Lagoven, 1988.
establecieron, al principio, el bloque de guerrillas FALN (Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional), otra representación directamente proporcional al marco histórico de la Guerra
Fría en la arena del Tercer Mundo 23. Una encarnación política y militar, de los complicados
tiempos de la consolidación democrática-representativa del pacto de gobierno Punto Fijo
(31 de octubre de 1958, negociado en la residencia particular de Rafael Caldera) fueron el
Carupanazo y el Porteñazo (en las bases militares navales de Carúpano y Puerto Cabello),
una mixtura de civiles y militares que percibieron como salida, en el telón de la Guerra
Fría, la insurrección armada (196224).
Este sería el panorama que enfrentaron los dos primeros gobiernos de Venezuela
luego de la década militar. Es decir, el compás democrático de Venezuela se abre en una
zona escabrosa, en lo doméstico25 y en lo internacional. Sobrevivir dentro de esas aguas es
algo, sin duda, excepcional del jovencísimo régimen democrático venezolano. De ahí a que
tuviese sentido la Doctrina Betancourt, pues no solo es una vacuna antitotalitaria para los
gobiernos de Acción Democrática y del Pacto de Punto Fijo, es también una lúcida forma
23
En 1963 se conforman las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), que en paralelo actúa con su
brazo político, el Frente de Liberación Nacional (FLN) y nacen tres frentes guerrilleros. La forma del cuerpo
político y militar estuvo compuesta por civiles y militares, tales como Douglas Bravo, Alfredo Maneiro,
Domingo Alberto Rangel, Guillermo García Ponce, Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, Juan Vicente
Cabezas, Antonio Lunar Márquez, Tirso Pinto, Germán Lairet, entre otros; y los militares Juan de Dios
Moncada Vidal, Elías Manuit, Manuel Azuaje, Tulio Martínez, Héctor Fleming, Octavio Acosta y Nicolás
Hurtado.
24
Un episodio emblemático de estos tiempos de insurgencia fue el allanamiento en 1965 del centro
armamentístico y de acopio de la lucha armada, El Garabato en San Pedro de los Altos, del estado Miranda,
muy cerca de la capital venezolana. Lo dirigía el español Vicente García Ucejo, químico de profesión, Fruto
Vivas, reconocido arquitecto venezolano y el biólogo y explosivista Vicente Scorza. Se fabricaba desde
armamento para escaramuzas urbanas, hasta un tipo de ametralladora que, en honor a la guerrillera Livia
Gouverneur se le nombró como la Livia-9. Tras el allanamiento, probablemente matan a García Ucejo, pues
está desaparecido hasta hoy.
25
Desde muy temprano la párvula democracia tuvo que superar los obstáculos puestos en su camino por una
convencida resistencia de partisanos de izquierda. Solo por mencionar los episodios más alegóricos: el 27 de
noviembre de 1961 “los Aguiluchos”, un grupo juvenil del Partido Comunista de Venezuela toma un avión
que prestaba servicio a la empresa aeronáutica civil Avensa para lanzar desde los cielos caraqueños
propaganda para su causa revolucionaria; el 12 de diciembre del mismo año fue el asalto a la prefectura de
Urachiche en Yaracuy, operación en retaliación por la muerte de la dirigente del PCV Livia Gouveneur, pocos
días antes; el 13 de febrero de 1963 el conocido pintor y poeta Paul del Río Canales, entre otros, secuestra el
buque Anzoátegui, cambiando su rumbo al puerto de Belem; el 5 de junio del mismo año las FALN incendian
la Misión Militar estadounidense en Caracas; el 26 de agosto, el mismo Paul del Río Canales secuestra al
jugador Alfredo Di Stéfano para que el escándalo diera la vuelta al mundo; el 3 de septiembre asaltan la
Guardia de la Comandancia de la Aviación; entre el 19 y el 10 de noviembre las Unidades Tácticas de
Combate llevan a cabo operaciones de control urbano en las conocidas zonas populares caraqueñas como La
Charneca, El Guarataro, San Agustín, San Juan, El Valle, La Vega, Lomas de Urdaneta y el 23 de Enero; el
16 de septiembre de 1964 se realiza el robo de diez mil dólares, transportado por un vehículo de seguridad del
Banco Central de Venezuela; el 9 de octubre del mismo año las FALN secuestran en Colinas de Bello Monte
(Caracas) al jefe de la Misión Militar estadounidense Michael Smolen para ser canjeado por Nguyen Van Try,
guerrillero vietnamita.
de liderar o empezar a liderar la región, con el plácet de Estados Unidos, manteniendo
afinadamente la autonomía diplomática, la personalidad política y la soberanía nacional.
Es cierto que hubo coincidencias político-ideológicas de la nueva administración
estadounidense con la venezolana, en tanto la Casa Blanca superó su paradigma
diplomático anterior de pactar en América Latina con cualquier régimen que garantizara la
contención comunista en su patio particular: Somoza, Trujillo, Pérez Jiménez, Batista, entre
otros dictadores de “derechas”. Sin embargo, Venezuela, dentro del nuevo contexto
hemisférico fue una herramienta ejemplar para la democratización regional. A partir de
1962 el principio doctrinal tomó cuerpo cuando Venezuela rompe relaciones con los
gobiernos de autócratas y militares de Argentina (tras el derrocamiento de Arturo Frondizi),
Perú, Guatemala, Haití, Ecuador, Dominicana y Honduras. Todas acciones diplomáticas
llevadas a cabo en 1963. Al año siguiente continúa la aplicación de la Doctrina hacia las
dictaduras de Brasil y Bolivia. Su aplicación llegaría hasta 1967-68 con medidas similares
de no reconocimiento ni legitimación diplomática hacia Argentina, Perú nuevamente y
Panamá.
Con Cuba será diferente, el gobierno de Venezuela rompe relaciones con la isla, tras
un acumulado de incidentes que se vinieron dando desde el desembarco de armas y
guerrilleros por el estado Falcón (península de Paraguaná), maniobra denominada
Operación Caimán (1963), tramada casi exclusivamente por Fidel Castro 26 desde 1962. Esta
operación formaba parte de un plan maestro, el Plan Caracas, que sería el sabotaje a gran
escala de las elecciones de ese diciembre, conectando en lo político, con el llamado de «la
abstención militante», de manera pues, generar caos, protestas generales y desgobierno
suficiente para asaltar el poder. Desde la derrota, digamos, política, del Plan Caracas, se
uniría el incidente de Machurucuto (1967), otro intento de invasión de guerrilleros criollos
y cubanos desde la isla, con la logística necesaria para ayudar y entrenar a los focos
establecidos en los Andes de Venezuela. Tras investigar la procedencia de las armas que
llevaban los partisanos, el gobierno lleva la denuncia, con toda la formalidad del caso, a la
Organización de Estados Americanos, y rompe relaciones diplomáticas con Cuba hasta el
primer gobierno de Carlos Andrés Pérez27.
26
Véase Martínez, Rafael Elino, Conversaciones secretas. Los primeros intentos de cuba por acabar con la
democracia de Venezuela, Caracas: Libros Marcados, 2013.
27
Cabe decir que paradójicamente, quien retoma las relaciones con Cuba es Carlos Andrés Pérez en su agenda
“solidaria” y latinocaribeña: la paradoja está en que Pérez, como Ministro de Relaciones Exteriores fue
Vale añadir que, aunque lejos geográficamente, pero cerca espiritualmente, la
Doctrina Betancourt cruzó el Atlántico para romper relaciones con la España de Franco.
Razones espirituales, como acabamos de acotar, pudieran sobrar para que Venezuela
castigara diplomáticamente al Caudillo dentro de su cosmovisión democrática radical, sin
embargo el asilo dorado de Pérez Jiménez en Madrid fue un gesto claro de parte de la
España de Franco hacia la naciente democracia venezolana28.
Estas acciones diplomáticas tuvieron eco en los entes hemisféricos y mundiales al
momento de activar, por la vía de la denuncia, los gobiernos de República Dominicana y de
Cuba. El credo político pro-democrático fue un acicate legitimador ante los diferentes
organismos internacionales, en especial, dentro del Consejo de Seguridad de la
Organización de Naciones Unidas (1960 y 1962). Vale destacar la activación desde una
petición formal de Venezuela, del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, en el
marco de su artículo número seis, luego de que Rafael Trujillo planeara el atentado del 24
de junio de 1960 contra Betancourt: se impusieron sanciones económicas y lo más
contundente, hubo una ruptura diplomática agrupada frente a República Dominicana.
En el ámbito de la Guerra Fría, Venezuela jugó con claridad sus cartas contra el
bloque socialista, al menos contra sus miembros paradigmáticos, la Unión Soviética y
China. Ocurrió en la séptima Reunión de Consulta en San José de Costa Rica. Este foro se
activó inmediatamente después de la sexta Reunión y Caracas, una vez que fue apoyada
tras el atentado de Trujillo, jugó cerrado con sus alianzas políticas: aprobó la resolución
requerida a instancias de Estados Unidos, de condenar la intervención o la amenaza de una
potencia extracontinental en los asuntos internos de las repúblicas americanas «…así como
la aceptación de tal intervención por parte de un país americano y la pretensión de las
potencias sino-soviéticas en el hemisferio.»29 Esta jugada política, arquetípica de la Guerra
Fría, se terminó de concretar dos años más tarde, en Punta del Este, con la expulsión de
Cuba del sistema interamericano (enero de 1962). Es evidente que los instrumentos se
activaban dependiendo de los objetivos ideológicos perseguidos. En base a la
argumentación del principio de no intervención dentro del conjunto interamericano se

implacable con la insurgencia en Venezuela.


28
Al respecto véase Cardozo Uzcátegui, Alejandro, “Marcos Pérez Jiménez en la prensa de la España de
Francisco Franco: de la comunión ideológica al desdén mediático: 1954-1962, en Revista Venezolana de
Ciencia Política, núm. 38, Mérida, pp. 97-109.
29
Boesner, Demetrio, Venezuela y el Caribe: presencia cambiante, Caracas: Monte Ávila, 1978, p. 80.
hubiera podido proteger menos de una década antes al legítimo gobierno de Jacobo
Árbenz derrocado por medio de la injerencia de Estados Unidos para instaurar un régimen
militar.
El sistema interamericano durante la Guerra Fría estuvo lleno de contradicciones 30
en cuanto al método de justicia con que se calibraban las fuerzas diplomáticas en relación
con los intereses económicos y políticos. Durante las décadas de los sesenta y setenta se vio
nacer las dictaduras del cono sur, la guerra sucia en México y la configuración de una
comisión del terror (la Operación Cóndor) que persiguió en conjunto obviando las
fronteras a la disidencia política de Chile, Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay y Bolivia,
para que así no hubiera posibilidades de asilo ni refugio político ¿qué perseguido de la
terrífica policía política argentina hubiera podido pedir asilo en la embajada de Chile, de
Brasil, de Paraguay o Uruguay? La misma Organización de Estados Americanos que
expulsó a Cuba basada en los principios democráticos del sistema interamericano ¿cómo
funcionaba o cómo se activaba en los casos de persecución política, tortura y desaparición
dentro de las dictaduras del sur?
Venezuela, en buena medida, durante este contexto histórico jugó con más justicia
la coyuntura política, gracias a la democracia doméstica reinante. Aunque es sabido por
todos que el Ejército Venezolano y la inteligencia de la policía política en los tiempos de la
democracia representativa, fueron excelentísimos colaboradores y en ocasiones promotores
intelectuales de, por ejemplo, la Operación Cóndor e instrumentos valiosos de la Doctrina
de la Seguridad Nacional. Y, sin embargo, el gobierno venezolano, legitimado por un
régimen democrático sin ambages funcional y coherente, tuvo excepcionales iniciativas
propias en el orbe interamericano, audaces y loables como la coordinación y dirección del
Grupo Contadora (1983), conformado por los presidentes de Venezuela, Colombia, Panamá

30
El 5 de junio de 2009 fue la gran noticia “Cuba readmitida en la OEA”, aún cuando los motivos de su
expulsión fueron, textualmente “1. Que la adhesión de cualquier miembro de la Organización de los Estados
Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el Sistema Interamericano y el alineamiento de tal
Gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio; 2. Que el actual Gobierno
de Cuba, que oficialmente se ha identificado como un Gobierno marxista-leninista es incompatible con los
principios y propósitos del Sistema Interamericano y 3. Que esta incompatibilidad excluye al actual Gobierno
de Cuba de su participación en el Sistema Interamericano.” La contradicción está en que la isla, hasta la fecha,
pervive el mismo sistema político de 1962. La OEA readmitió a Cuba a pesar de que el gobierno cubano no
hizo mayor caso a su rehabilitación como miembro pleno sin pedirle a cambio ninguna reforma, ningún
gesto democrático ni de apertura.
y México, escritores con mucho crédito internacional como García Márquez y el premier
sueco Olof Palme para dar comienzo de las negociaciones de paz en Centroamérica.
La autonomía de Venezuela, más allá de su originalidad referida, quedó demostrada
en 1965 tras la invasión de los marines estadounidenses a República Dominicana. No solo
actuó diplomáticamente con autonomía y en virtud de los principios democráticos propios
del nuevo credo nacional, sino con firmeza en la propia concepción ideológica acerca del
espacio interamericano y, sobre todo, en tanto a la condición de país vecino e
históricamente hermanado con Venezuela. Las palabras del entonces presidente
venezolano, dirigidas a Lyndon Johnson, fueron contundentes:

Minutos después de haberos enviado mi telegrama de ayer sobre los sangrientos sucesos
dominicanos, cáusame consternación la noticia de que, en cumplimiento de órdenes
emanadas de Vuestra Excelencia, han desembarcado en territorio de aquella república
hermana fuerzas de infantería de marina de vuestro país en inexplicable desconocimiento de
principios del Sistema Interamericano.31

Sin embargo había que ser consecuentes con el credo diplomático y sobre todo con
los aliados en el orbe bipolar. La autonomía diplomática con que Caracas condenó la
intervención militar en República Dominicana tuvo su gesto respectivo en la ONU cuando
Venezuela votó en contra del ingreso de China comunista en la organización. Era un
manejo original de los gestos diplomáticos, lo cual era posible por estar afianzados en una
sólida y congruente postura sostenida a lo largo de las diferentes situaciones que obligaban
al país asumir posiciones decantadas por la promoción de la democracia cada vez que se
pudiera presionar, aupar o condenar. Quedó patente durante la Conferencia Interamericana
Extraordinaria en Río de Janeiro (1965) tras el derrocamiento del presidente filo-
izquierdista Joao Jango Goulart, cuando Venezuela fue la única delegación en no asistir a
la cumbre. Es sugerente y prueba nuestro argumento el hecho de que Venezuela fuera
indiferente ante el hecho de que Goulart mantuviera un perfil de “izquierdas” 32, fuera una
incómoda figura para Estados Unidos (por sus gestos de acercamiento con la URSS así
31
Consalvi, Simón Alberto, “La política exterior de Raúl Leoni”, Caracas, 2002. Cita contenida en Romero,
María Teresa, Venezuela…op. cit., p. 96.
32
El hecho del “filo-izquierdismo” no es una cuestión baladí. Venezuela condenó todas aquellas iniciativas
internaciones que auparan la cuestión comunista y cubanista, tal como sucedió en 1966 cuando condenó la
Conferencia Trilateral realizada en Cuba, en la cual se solidaban con Cuba los pueblos del mundo africano,
asiático y latinoamericano; asimismo atacó la Organización Latinoamericana de Solidaridad por su
conformación izquierdista y y de izquierdistas radicales.
como su gabinete ideológicamente mixto, con presencia de comunistas y socialistas) y sin
embargo, condenara taxativamente el golpe de estado. Caracas fue consecuente con las
bases de su política exterior, lo cual le otorgó mucho músculo diplomático y la “curó en
salud” de cualquier intervención forzada y violatoria de su soberanía nacional.
En un marco comparado, las varias incursiones de Estados Unidos en la región
caribeña dejando de lado su intervención indirecta en golpes de estado y conjuraciones
similares de una forma obvia, nos conducen a contrastar los hechos con Venezuela, que
jamás tuvo por la fuerza una columna de marines estadounidenses deambulando por el
territorio nacional aparte de la sospechosa aparición del coronel E. F. Adams en las
inmediaciones del Cuartel de Miraflores en vísperas del golpe de estado a Gallegos se
debe, en buena manera, al excepcionalismo venezolano al momento de conducir la
compleja diplomacia en tiempos de Guerra Fría. El paréntesis anterior nos obliga
recomendar el libro de Margarita López Maya33 sobre el Trienio en tanto la autora, tras una
sistemática pesquisa de archivos, asoma la injerencia del Departamento de Estado en el
golpe a Gallegos por las suspicacias políticas de Estados Unidos frente a la Revolución de
Octubre y la sensible relación petrolera entre ambas naciones al comienzo de la Guerra
Fría. El debate historiográfico al respecto está muy bien tramado por Edgardo Mondolfi en
una síntesis que reúne las posturas de López Maya, Consalvi y la suya propia34.
Otra acción diplomática autónoma que vale mencionar para rescatar el carácter
autónomo y original de la política exterior venezolana, ocurrió durante la guerra de las
Malvinas en 1983 y la incursión inglesa en detrimento de todo el orden interamericano, de
los pactos, la soberanía del continente y el agravio histórico que supuso para la región.
Precisando algunos puntos de carácter teórico, debemos acotar que los elementos de la
Doctrina Betancourt antes de haber cambiado o caducado, habrían evolucionado en la base
de su fermento pro-democrático en una política exterior más abierta, flexible y amplia.
Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez inauguran una política exterior distinta en tanto a sus
relaciones de cooperación, así también con las administraciones sucesivas en los años
ochenta. La política exterior de Caldera y en adelante a diferencia de la Doctrina

33
López Maya, Margarita, EE.UU. en Venezuela: 1945-1948 (revelaciones de los archivos estadounidenses),
Caracas: UCV, 1996.
34
Mondolfi, Edgardo, “La relación Venezuela-Estados Unidos durante el último medio siglo”, en Polanco,
Tomás, Consalvi, Simón, Mondolfi, Edgardo, Venezuela y Estados Unidos… op. cit., 323-327.
Betancourt, como hemos señalado, privará sobre el principio de democracia restrictiva, en
virtud de los intereses estratégicos de Venezuela en tanto a la integración y a la cooperación
internacional: el sistema democrático seguía siendo admitido aún como un asunto
concerniente a la política exterior en su aspecto económico y social para favorecer la
estabilidad y el desarrollo de los pueblos 35, no obstante, se podía ser más flexible al
momento de instalar relaciones de cooperación con sistemas políticos que no hubieran
podido pasar por el ojo de la aguja de la Doctrina Betancourt.
Como apunta Víctor Mijares, Venezuela siguió (durante el gobierno de Luis Herrera
Campins) «…el principio del pluralismo ideológico, instrumento conceptual que podría ser
traducido como la forma más pura de “realismo político venezolano”…» 36 con el objetivo
de no aislarse dentro de América Latina (dominada por dictaduras y regímenes no
democráticos) pues no actuar en la guerra de las Malvinas a favor de Argentina donde
gobernada una junta militar era reconocer el principio anglosajón de uti possidetis facti
receta que justifica el derecho de conquista exitosa y estable de la potestad inglesa sobre las
islas en disputa desde 1833; por ende era reconocer en detrimento de la soberanía y la
historia venezolanas la secesión del Esequibo. De hecho la posición de Venezuela disparó
las alarmas del gobierno de Guyana, donde veían la postura de Caracas en apoyo a Buenos
Aires como la preparación y justificación política de una invasión al pequeño país.
Sin embargo, la iniciativa diplomática de Venezuela de los pocos países que
pública y abiertamente apoyó a los argentinos tuvo que contravenir las obligaciones
silenciosas y los arreglos de cooperación ocultos en una agenda cifrada pro-estadounidense
en el contexto de Guerra Fría tal cual Chile en su triste momento y este hecho debe
sumarse al balance sobre el conflicto de las Islas Malvinas y el comportamiento de las
naciones americanas. Es decir, el gobierno de Venezuela conscientemente continuó con
una tradición centenaria de llevar a cabo una política de solidez y compromiso
consecuentes con los principios de solidaridad regional de naciones emparentadas por el
reflujo de una historia en común cuasi hermanada. Lo último no resta elementos de
pragmatismo al emparentar y generar un paralelismo diplomático el conflicto propio del
Esequibo y las Malvinas.

35
Romero, María Teresa, Venezuela…, op. cit., pp. 98-99.
36
Artículo contenido en la versión digital de Tal Cual, del 8 de febrero de 2012.
Venezuela envió una misión especial de alto nivel para denunciar y explicar qué
ocurría en al Atlántico Sur y defender la posición de los argentinos. Asimismo reconoció el
hecho de que ante el ataque de una potencia extranjera, extracontinental, en contra de
cualquier nación latinoamericana-caribeña, con el indiscutible favor de Estados Unidos, se
había incumplido el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca fatal precedente para
el orden interamericano y su naturaleza efectivamente ficticia y como manifestación clara
de su repudio ante este hecho, no concurrió en los ejercicios navales combinados Unitas
1982 donde Venezuela participaba desde sus inicios. Estas maniobras conjuntas eran
organizadas por la armada estadounidense desde 1960. Como otra manifestación de la
posición venezolana, el gobierno desconoció el compromiso con British Aerospace para la
adquisición de 24 aviones Hawk. Hubo también apoyo material y armamentístico, pero
como advierte el historiador Carlos Hernández, que aunque ha escuchado testimonios
fehacientes que demuestran la asistencia militar venezolana no ha encontrado
documentación que lo pruebe.

En todo caso llamará siempre la atención el hecho excepcional que desarrollará la


historia democrática venezolana que comienza en la década de los años sesenta, enmarcada
en la etapa más compleja de la Guerra Fría. Asimismo son sugerentes los precedentes
históricos particularísimos que trama Venezuela para buscar su lugar en el mundo bipolar,
que desde luego están asidos en un principio por la carta petrolera y posteriormente por su
liderazgo regional como adalid de la democracia radical y la democracia restrictiva de no
reconocer ningún gobierno resultado de golpes de estado.

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