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Malvinas en las escuelas: memoria, soberanía y democracia

Clase 2. Malvinas en la historia argentina

Introducción
Hola colegas, ¿cómo andan?

Bienvenidas y bienvenidos a nuestra segunda clase.

En el primer encuentro, recorrimos los argumentos argentinos para sostener el reclamo de


soberanía: los argumentos históricos, los geográficos y los antecedentes jurídicos. En esta segunda
clase, las y los invitamos a repensar la importancia política y cultural que las Malvinas tuvieron en la
historia política argentina antes de la guerra de 1982.

Cuando se utiliza la expresión “cuestión Malvinas” se hace referencia al entramado diplomático,


histórico y jurídico que sustenta la posición argentina para reclamar la soberanía. Cuando hablamos
aquí de “causa Malvinas”, hacemos referencia al modo en que las islas Malvinas (dentro de un
variado conjunto de manifestaciones políticas, culturales y sociales) se fueron transformando en un
símbolo asociado con la identidad nacional.

En esta clase nos interesa pensar, entonces, cómo fue construida la “causa Malvinas” desde el siglo
XIX hasta el conflicto bélico de 1982, y mostrar algunas marcas de esta historia en la escuela. ¿Qué
connotaciones, además de las ligadas al reclamo diplomático, quedaron asociadas a lo largo del
tiempo con el enunciado “las Malvinas son argentinas”? ¿A qué «Argentina» aludieron distintas
tradiciones políticas cuando hicieron suyo ese enunciado? ¿Cómo se constituyeron las islas Malvinas
en un símbolo de la identidad nacional? ¿Qué relación podemos pensar entre la “causa Malvinas” y
la escuela?

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Antes de avanzar con algunas de estas tradiciones, los invitamos a escuchar a
Atahualpa Yupanqui recitando los versos de “La hermanita perdida”, un poema que
compuso en París en la década del setenta y que con el tiempo se transformó en
emblemático.

Disponible en https://youtu.be/-6-HWbczzj0

Repasemos algunos casos paradigmáticos de la larga historia de la “causa Malvinas” que también
pensaron a la islas con algunas de las claves presentes en el poema de Yupanqui: la patria como una
familia (“hermanita vuelve a casa”); el antiimperialismo (“un rubio tiempo pirata”); el amor por
aquel territorio (“te va llegando el saludo permanente de la patria”).

1. José Hernández y la tradición federal: Malvinas como símbolo de un despojo.

2. Paul Groussac y la tradición liberal: Malvinas entre la «civilización y la barbarie».

3. Alfredo Palacios: Malvinas como símbolo del americanismo.

4. En el campo nacional y popular: Malvinas como índice de una emancipación inconclusa.

Hacia el final de la clase indagaremos la relación entre esta historia y la enseñanza de Malvinas en la
escuela hasta 1982.

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1. José Hernández y la tradición federal: Malvinas como símbolo de un
despojo
Antes de la ocupación ilegítima de las islas por parte del Reino Unido, las Malvinas fueron la sede de un
proyecto político forjado por un grupo de civiles que, en línea con el nuevo escenario histórico surgido
a partir de la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia, pretendían incrementar su
población, desplegar un conjunto de actividades comerciales y desarrollar una vida en común. Un
momento fundamental de este proyecto fue la Declaración de la Comandancia Política y Militar de las
islas Malvinas en 1829, y nombramiento de Luis María Vernet en ese cargo. Tanto la creación de la
Comandancia como la designación de Vernet fueron solemnemente celebradas en las islas. Así narraba
este acontecimiento en su diario íntimo en las islas María Sáez, esposa de Luis Vernet:

30 de agosto. Muy buen día de Santa Rosa de Lima, por lo que determina Vernet tomar hoy
posesión de las islas en nombre del Gobierno de Buenos Aires. A las doce se reunieron todos
los habitantes, se enarboló la bandera Nacional, a cuyo tiempo se tiraron veintiún cañonazos,
repitiéndose sin cesar el vivas a la Patria. Puse a cada uno en el sombrero cintas con los dos
colores que distinguen nuestra bandera.

Un año más tarde, nacería Malvina Vernet, hija de Luis Vernet y María Sáez. Se
consolidaba así este proyecto, que como dijimos confería un rol fundamental a
civiles, entre ellas, a las mujeres. De María Sáenz a las mujeres civiles que
participaron de la guerra de Malvinas, pasando, como veremos más abajo, por
María Cristina Verrier, puede reconstruirse la historia de la «causa Malvinas» a
través del protagonismo de las mujeres.

Este proyecto quedó trunco con la usurpación británica, que fue inmediatamente protestada. Pero, a la
par del reclamo diplomático, se fueron creando, ya en el siglo XIX, las condiciones de posibilidad de una
reflexión sobre Malvinas estrechamente relacionada con los debates y conflictos que tenían lugar en el

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continente. Uno de los primeros intelectuales y políticos que intervino en estas discusiones fue, ni más
ni menos, que José Hernández, quien luego se convertiría en el autor de Martín Fierro.

En noviembre de 1869, Hernández fundó el periódico El Río de la Plata, del que fue propietario y
redactor. Este periódico, opositor al gobierno de Sarmiento, daba un gran despliegue a los temas
sociales, sobre todo a uno que después sería clave en la producción literaria de Hernández: el gaucho.
En él publicó una serie de notas dedicadas a Malvinas, que se le ocurrieron cuando se enteró de que su
amigo Augusto Lasserre regresaba de un viaje a las Islas.

Lasserre, oriundo de Paraná, Entre Ríos, era un oficial de marina de la Confederación Argentina que
en esos años había solicitado su pase a retiro para no participar en el cruento desenlace de las
luchas internas en el país. Debido a su prestigio, la agencia de seguros marítimos de la Marina
Mercante Italiana lo contrató y lo comisionó en un viaje a Malvinas para realizar los peritajes sobre la
pérdida del buque Perú. El oficial aprovechó el viaje para evaluar el archipiélago en sus aspectos
geopolíticos, económicos, poblacionales y geográficos. Ese material cobró forma de una carta
dirigida a José Hernández. Los días 19, 20 y 21 de noviembre de 1869 esas cartas aparecieron
publicadas en El Río de la Plata.

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Redactor: José Hernández.
Editor responsable: Juan Recalde.
Fue clausurado por Domingo Faustino Sarmiento.
El diario enarbolaba fundamentalmente banderas de autonomía municipal, abolición de
contingentes de fronteras y elección popular de jueces de paz, comandantes militares y
consejeros escolares. “El Río de la Plata” se editó en un formato tipo sábana y consta de un
pliego, aparecía por la mañana. Juan Recalde figuraba como regente y editor. Fuente: El
Periodista José Hernández / Jorge Eduardo Padula Perkins.
Disponible en Hemeroteca Digital Biblioteca Nacional Mariano Moreno:
https://catalogo.bn.gov.ar/F/?func=direct&doc_number=001186969&local_base=GENER

Los textos de Lasserre fueron antecedidos por algunos escritos de Hernández en los que explicaba
las razones de su publicación. Allí, el autor de Martín Fierro cuestionaba la usurpación británica
señalando que el quebrantamiento de la integridad territorial argentina constituía no solo una
violación de un derecho político o civil sino también de una “ley de naturaleza”:

Se concibe y se explica fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la
integridad de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete su existencia
futura, como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra carne. La usurpación no sólo es el

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quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural
(Hernández, 2006, p. 25).

La violación de la integridad territorial generaba tanto la privación del ejercicio de un derecho como
la generación de un estado de indefensión permanente, puesto que la ocupación constituía una
amenaza continua respecto a eventuales nuevas usurpaciones de las que podría ser objeto nuestro
país:

Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política como se necesita del
aire para la libre expansión de nuestros pulmones. Absorber un pedazo de su territorio es
arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no solo es el despojo
de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación. El precedente de
injusticia es siempre el temor de la injusticia, pues si la conformidad o la indiferencia del pueblo
agraviado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva
tentativa de despojo o de usurpación? (Hernández, 2006, p. 26).

Esta cita de José Hernández es representativa de una nueva concepción sobre el concepto de
“patria” dentro del pensamiento argentino, que está en las antípodas del ideario de Juan Bautista
Alberdi, quien en su libro Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República
Argentina sostenía que “la patria no es el suelo”. Desde su perspectiva, el suelo americano existía
desde hacía mucho tiempo, mientras que solo teníamos “patria” desde 1810. A partir de allí, queda
planteado el debate. ¿Hay que asociar la patria con elementos como el suelo, la lengua, las
costumbres, etc.? ¿O la patria consiste, simplemente, en el acuerdo con el conjunto de leyes que
determinan la vida en común de una nación, es decir, con el contrato social? En otras palabras: ¿la
patria son las costumbres, el paisaje, la lengua, o alcanza para ser patriota con respetar lo que dice
la Constitución?

La gravedad del asunto era tal que Hernández no descartaba que algún día el pueblo argentino se
organizara para “reconquistar las islas”, ya que “allí donde ha habido un desconocimiento de la
integridad territorial hemos presenciado siempre los esfuerzos del pueblo damnificado por llegar a
la reconquista del territorio usurpado” (Hernández, 2006, p. 26).

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La importancia del texto de Hernández es doble:

● Por un lado, revela que la cuestión Malvinas era un tema que se discutía en la agenda
política y no estaba exclusivamente ligada con los ámbitos diplomáticos del siglo XIX
argentino.

● Por otro lado, las Malvinas aparecen caracterizadas como el testimonio de un despojo y, por
lo tanto, como una metáfora que encierra las injusticias que sufren todos aquellos que han
sido víctimas de la usurpación de un derecho.

De esta manera, la intervención de Hernández inaugura una tradición interpretativa por la cual las
Malvinas serán significadas no solo con la figura del despojo territorial, sino también como sinónimo
de un despojo contra los intereses populares. Se generan así las condiciones para propiciar una
identificación entre el reclamo por Malvinas y el reclamo contra otras injusticias sociales. Más aun
cuando en la argumentación de Hernández la violación de la integridad territorial está también
asociada con el descuido y el desinterés de los gobernantes frente a esta situación. De este modo, el
reclamo de Malvinas quedará vinculado con un reclamo popular contra una injusticia cuya
responsabilidad no solo cabe a una nación extranjera sino también a los dirigentes locales.

2. Paul Groussac y la tradición liberal: Malvinas entre la civilización y la


barbarie
Para el liberalismo argentino, el Reino Unido representaba uno de los paradigmas de la “civilización”,
en tanto identificaba a esa nación como la precursora del “libre mercado” y de un orden político
cuyo diseño institucional –heredero de la “Gloriosa Revolución”–, pretendía mostrarse atento al
cuidado de las libertades civiles. Como muestran una serie de ensayos de autores que van de Alberdi
a Joaquín V. González, para el liberalismo político argentino Gran Bretaña era, junto a Francia y los
Estados Unidos, uno de los “faros” de la “civilización”.

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Juan Bautista Alberdi fue uno de los más destacados intelectuales y políticos de la
generación romántica del 37. Si bien es autor de una profusa obra, Bases... (1852) es
su libro más importante, ya que allí fundamenta e incluso ofrece un boceto de lo que
será la Constitución argentina de 1853.
Joaquín Víctor González fue un destacado intelectual y político riojano. Sin ser su
ideólogo, defendió como Ministro del Interior y Justicia del segundo gobierno de Roca
la Ley de Residencia (1902); propuso el Código Nacional de Trabajo (1904), que no fue
aprobado; esbozó el primer proyecto de voto universal y obligatorio (1902) y
acompañó a la ley Saénz Peña (1912). Años antes, fundó la Universidad Nacional de
La Plata (1905). Entre sus escritos sobresalen La tradición nacional (1888) y El juicio
del siglo (1910).

No obstante, al interior de la tradición liberal argentina surgió un libro destacado que defendía los
derechos de soberanía argentina sobre las islas Malvinas. Nos referimos a Les îles Malouines, escrito
por Paul Groussac, un intelectual nacido en Francia. Publicado en 1910 con motivo de la celebración
del Centenario de la Revolución de Mayo, el ensayo ofrece múltiples evidencias para sustentar las
razones que la diplomacia argentina venía interponiendo al Reino Unido desde 1833. En algunos
casos incorpora nuevos elementos de análisis, y, en ocasiones, redistribuye los énfasis de la
argumentación esgrimida por la diplomacia argentina. Por este motivo, es interesante detenerse en
algunos de los puntos del ensayo para comprender de qué modo el enunciado “Las Malvinas son
argentinas” pudo ser defendido desde la tradición liberal.

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Edición facsimilar tomada de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares 1936, a cargo de
la Biblioteca Nacional de Maestros en 2015. Disponible en:
http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005671.pdf

La operación central del libro consiste en inscribir la cuestión Malvinas en los términos en los que la
tradición liberal ha pensado al conflicto político argentino: civilización y barbarie. Esto apunta a dos
planos: el interno y el externo. En el plano interno, Groussac trata de mostrar (incurriendo en un
equívoco historiográfico, ya que Juan Manuel de Rosas no gobernaba la Confederación en el
momento de la usurpación) que la pérdida de las Malvinas sólo podía comprenderse a partir de
ascenso del rosismo al poder:

Se ha dicho, y todo el mundo lo repite, que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.
Esto no es más que una vana palabra, una paradoja peligrosa, como la mayor parte de estos
dichos ingeniosos en que la forma prevalece sobre el fondo. Sería más verídico decir que el
pueblo que se ha rebelado bajo los buenos gobiernos se prepara por eso a inclinar la nuca bajo
los malos. Los bonaerenses no merecían, por cierto, a Rosas —ni siquiera al Rosas ese, todavía
embozalado, del tiempo que nos ocupa—; pero era necesario que fuesen castigados por haber
desconocido a Rivadavia quien, con todos sus errores y quimeras, significaba la civilización que
intenta detener a la barbarie. (Groussac, 1934)

Groussac argumenta que la pérdida de las Malvinas debe atribuirse a la “barbarie” denunciada por

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la tradición liberal del siglo XIX. A la inversa, el argumento sostiene que sólo una nación que ha
encarado el rumbo prescrito por la “civilización” estaría en condiciones de recuperar las islas.

La otra dimensión del operativo crítico de Groussac tiene que ver con el plano externo, porque lo
que trata de demostrar es que, frente a las numerosas razones que asisten a la Argentina para
reclamar la soberanía de las islas Malvinas, la posición británica se sustenta pura y exclusivamente
en el uso de la fuerza. Pero, como en toda “nación civilizada” —según el canon liberal—impera la ley,
se sigue de la argumentación de Groussac que la postura británica respecto a Malvinas está más
cerca de la barbarie que de la civilización. Dicho de otro modo, lo que argumenta Groussac en su
ensayo es que, en relación con la cuestión Malvinas, Argentina —y no Gran Bretaña— sostiene las
razones acordes con los ideales de la civilización.

Esto permite, por último, detectar otra operación crítica, implícita a lo largo del ensayo. Si
intentamos rastrear las fuentes que utiliza, pronto nos damos cuenta de que la obra se alimenta en
gran medida de fuentes británicas. Esta importante presencia de fuentes británicas en el ensayo
puede interpretarse de dos modos, que conviven en el texto, aun cuando son, en algún sentido,
contradictorias.

Por un lado, el respeto de esas fuentes puede ser interpretado como límite ideológico y político del
ensayo: más allá de la crítica a la postura británica, el texto no desmentiría la confianza que le
merecen las fuentes que provienen de este origen. Pero, al mismo tiempo, hay un intento de hacerle
decir a estas fuentes lo que sus intérpretes británicos no han dicho, a saber, que las Malvinas son
argentinas y no británicas. En este intento de resignificación conviven, pues, la crítica de una cultura
prestigiosa con la imposibilidad de poner en cuestión su centralidad.

En síntesis: la intervención de Groussac resulta significativa por varias razones.

● En primer lugar, su libro es uno de los primeros ensayos históricos que ofrece una defensa
sistemática de los reclamos argentinos de soberanía y porque para ello brinda nuevos
análisis que refuerzan los argumentos diplomáticos defendidos por nuestro país desde 1833.

● Además, expresa el impacto que sigue teniendo el clivaje “civilización y barbarie” en el siglo
XX argentino, para inscribirse en una tradición polémica por la cual pronunciarse sobre

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Malvinas implica poner en juego qué tipo de proyecto de nación se acepta y cuál se
rechaza.

3. Alfredo Palacios: Malvinas como símbolo del americanismo

Alfredo Palacios fue un socialista en algún sentido heterodoxo. Desde su temprana ruptura con Juan
B. Justo, líder del Partido Socialista en Argentina, desarrolló un perfil propio en el que combinaba la
preocupación por la cuestión social, el espiritualismo y el latinoamericanismo, elementos que
permitieron que se constituya en uno de los referentes del reformismo universitario de 1918.

En relación con Malvinas, su intervención consistió en traducir con el lenguaje “idealista” y


“americanista” del reformismo universitario algunos de los tópicos heredados de la tradición liberal.
Ello se ve en tres intervenciones de Palacios:

● En 1934 impulsó una ley por la cual ordenaba, por un lado, traducir la obra de Paul Groussac
Les îles Malouines al español, y, por otra, distribuir un compendio de la misma obra en las
escuelas para que se convierta en un insumo para la enseñanza. A través de estas dos
iniciativas, Palacios popularizó un libro que permitió enseñar a muchos docentes por qué las
Malvinas son argentinas.

● En 1939 creó la Junta de Recuperación de las islas Malvinas. Su acción más destacada
consistió en la convocatoria a un concurso para crear un himno a las islas Malvinas, el cual
finalmente consagró como ganadora a la Marcha de las Malvinas compuesta por Carlos
Obligado (letra) y José Tieri (música), una canción cuya melodía seguimos oyendo en las
escuelas y en los actos conmemorativos referidos a Malvinas (y en los estadios de fútbol
donde muchas hinchadas readaptaron su melodía para alentar a sus equipos).

● En 1934 Alfredo Palacios publicó un libro –reeditado en 1946– sobre la historia de la


usurpación de las islas: Las islas Malvinas, archipiélago argentino. Allí retoma los argumentos
de Groussac, pero, a partir de un tono antiimperialista e idealista:

El Imperio Británico es el equivalente de lo que fue el Imperio Romano. Ha fundado en el mar su

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poderío y ha extendido sus redes sobre la tierra, basado en métodos comerciales, en
procedimientos colonizadores y en los medios de comunicación. Pero no debe olvidar Inglaterra
que existe un poder de índole más alta, que entraña los intereses universales del hombre y de
sus impulsos de crecimiento y perfección. Y ese, precisamente, es el poder cuyos gérmenes
encarnan nuestro país (Palacios, 1934).

Por otra parte, uno de los aportes de este libro consiste en captar la relación entre la intrusión
norteamericana en Malvinas a través del episodio de la Lexington, y la usurpación británica: “La
actitud inconcebible de Estados Unidos incitó a la Gran Bretaña a atropellar nuestros derechos,
violando la soberanía argentina con el empleo de la fuerza” (Palacios, 1934).

Alfredo Palacios. Las Islas Malvinas Archipiélago Argentino.


Editorial Claridad, 1934.

Finalmente, otro rasgo que se corresponde con el universo ideológico forjado al calor del
reformismo universitario es la apelación a los jóvenes: “Con este libro, alegato en defensa de nuestro
derecho, pretendo conseguir que los jóvenes argentinos no olviden que hay en la patria una tierra
irredenta”. La asociación de las islas con la figura de la tierra “irredenta” hacía referencia a otro
tópico del espiritualismo, a saber, la figura del “ideal”. Liberar a las Malvinas se convertía así en un
ideal a transmitir para las nuevas generaciones.

Entre el espiritualismo reformista y la deuda con la tradición liberal argentina (con Groussac y

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también con Sarmiento), Palacios compone un libro que se reivindica socialista porque identifica la
“causa Malvinas” con las causa de aquellos cuya fuerza reside en el derecho.

4. En el campo nacional y popular: Malvinas como índice de una


emancipación inconclusa

La crisis económica de 1929 mostró los límites del modelo agroexportador y el golpe de Estado de
1930 inauguró una crisis de legitimidad política profunda. En este contexto, ensayistas que a la vez
eran militantes políticos comenzaron a advertir que una de las razones fundamentales de la crisis
nacional tenía que ver con la estructura política, social y económicamente dependiente del país
respecto de las principales potencias extranjeras, particularmente en ese entonces, Inglaterra.

Entre estas nuevas voces se destacaron las de quienes conformaron la Fuerza de Orientación Radical
para la Joven Argentina, FORJA, integrada por un grupo de radicales disidentes con la línea política
acuerdista dentro del Partido Radical impulsada por Alvear en 1935, en el contexto del golpe de
Estado sostenido a partir de elecciones fraudulentas –proceso que la memoria colectiva recuerda
como la “década infame”–. FORJA estuvo integrada, entre otros, por intelectuales y militantes de la
talla de Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Homero Manzi, algunos de los cuales acompañaron
y asumieron fuertes compromisos políticos –no exentos de conflictos– con los gobiernos de Juan
Domingo Perón en la década del cuarenta.

¿Cuáles fueron los aportes de FORJA en este nuevo escenario político y social? Uno de ellos aparece
claramente en la obra de Raúl Scalabrini Ortiz, quien realizó un análisis de la dimensión económica
del fenómeno imperialista. Scalabrini Ortiz concebía al imperialismo como un dispositivo
económico-político por el cual un pueblo se veía sustraído de los instrumentos que le permitían
desarrollarse a pleno y apropiarse del conjunto de las fuerzas productivas de la nación: los
ferrocarriles, el dominio del comercio exterior, el control del valor de la moneda, los recursos
naturales, etc. Del caso más estudiado por Scalabrini Ortiz, los ferrocarriles, se desprendía una grave
conclusión: aquello que había sido interpretado como símbolo de “civilización” por las elites políticas
e intelectuales liberales, en realidad era todo un símbolo de la dependencia que aquejaba a la
Argentina, ya que la política ferroviaria había contribuido a acercar el mercado local al mercado

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inglés, pero no a integrar a la nación. Y lo que la tradición historiográfica liberal presentaba como un
agente de civilización, los capitales ingleses, en realidad no eran más que la apropiación ilegítima del
trabajo y de los recursos de los argentinos. La nacionalización de los ferrocarriles, por esta razón, se
imponía como condición de posibilidad para desmontar estos mecanismos que preservaban un
estatuto colonial para la economía y la sociedad argentinas.

Por otra parte, y a tono con lo que se denominó “revisionismo histórico”, (un movimiento
historiográfico heterogéneo desde el punto de vista ideológico, pero que se unificaba bajo la
consigna de revisar críticamente la “historia oficial”), FORJA denunció la complicidad de las élites
políticas locales, es decir, a la “oligarquía”, con los intereses británicos. En efecto, según FORJA, para
entender la dependencia económica y social de la Argentina respecto al “imperialismo británico”
había que remontarse a 1824, cuando el gobierno unitario que tenía como figura central a
Bernardino Rivadavia contrajo un empréstito con la banca Baring Brothers. Ese empréstito es
considerado el punto de partida de una alianza perdurable entre las clases dirigentes argentinas y los
intereses imperialistas, que se prolongaron hasta el siglo XX y que la crisis del treinta había puesto al
desnudo. Se trataba, desde la perspectiva de FORJA, de una alianza por la cual la dirigencia política
local, en aras de perseguir el “progreso”, resignaba en gran medida la consecución de la “soberanía
nacional”.

Según esta tradición política y cultural la usurpación británica de las islas Malvinas significaba ni más
ni menos que la prueba contundente de una dominación política y económica que también tenía
sede en el país, pero que resultaba enmascarada por un profundo operativo de colonización cultural.
Por lo tanto, recuperar las islas Malvinas se inscribía dentro de un proyecto político que demandaba
liberar a toda una nación de su estatuto semi-colonial.

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Volante de FORJA

Texto: Instituto Movilizador, Juntas Reguladoras, Coordinación de Transportes, Pacto Roca, Política
Petrolífera. Son otras tantas “Islas Malvinas” que la Oligarquía entregó al Capitalismo Inglés.

Este diagnóstico quedaba plasmado en la consigna fundacional de FORJA: “Somos una Argentina
colonial: queremos ser una Argentina libre”. En uno de los volantes repartidos por sus militantes
durante un acto llevado a cabo el 9 de diciembre de 1937, para oponerse a la instalación de un
monumento al funcionario inglés George Canning, considerado agente del imperialismo y fundador
de un “nuevo coloniaje”, podía leerse lo siguiente:

Cien años después, la obra de dominación inglesa ha quedado completada y perfeccionada:


Ingleses son los medios de comunicación y transporte. Inglesas las empresas monopolizadoras
del comercio exterior. Inglesas en su mayor parte las empresas de servicios públicos. Inglesas las
más grandes estancias de la República. Inglesas las mejores tierras de la Patagonia. Inglesas todas
las grandes tiendas. Inglesas todas las empresas que rinden dinero y están protegidas por el
Gobierno Argentino. Inglesas son las voluntades que manejan la moneda y el crédito desde el
Banco Central. Inglesas son las directivas a que obedece nuestra política exterior e interior.
Inglesas “son” las Islas Malvinas y las Orcadas. Los designios de Canning se han cumplido. Los
negocios ingleses se han conducido y se conducen con “habilidad”. ¡POR ESO CANNING TIENE
UNA ESTATUA EN BUENOS AIRES! Ciudadano: Reflexione que tal esclavización de un pueblo [...]
operada arteramente durante un siglo por Gran Bretaña, sólo ha sido posible por la permanente
y traidora entrega del país realizada por nuestra oligarquía. En consecuencia, nuestra lucha de
argentinos debe ser doble: contra el enemigo extranjero que invade y contra el enemigo de

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adentro que entrega. Y mientras el fascismo intenta la sustitución del coloniaje británico por el
de otras potencias, y el marxismo trabaja por destruir la Revolución Nacional, las direcciones de
la Unión Cívica Radical, empecinadas en su oportunismo electoralista, se oponen a la línea de
intransigencia y de luchas argentinas.

Este folleto ofrece de manera clara el diagnóstico que realiza FORJA sobre la situación de nuestro
país en los años treinta: la Argentina sería un país semi colonial, cuyas fuerzas productivas son
usufructuadas por el imperialismo en alianza con las clases dirigentes locales. Liberar a la nación,
pues, no es liberar a una “clase”, sino a todo su conjunto, porque es la nación entera la que sufre el
asedio imperialista. Muchas de estas ideas, inspiradas en el dirigente político peruano Haya de la
Torre (quien había sostenido que el imperialismo, en América Latina no era, como creía Lenin, la
última etapa del capitalismo, sino la primera) tuvieron un enorme impacto en la cultura militante y
revolucionaria argentina de los años sesenta y setenta.

Ejemplo de este impacto fue la célebre operación de «Los cóndores». En el contexto abiertamente
represivo inaugurado por la dictadura de Juan Carlos Onganía, dieciocho jóvenes, entre los que se
contaban estudiantes, obreros, sindicalistas y periodistas, la gran mayoría militantes peronistas y
nacionalistas, secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas, un Douglas DC-4 que realizaba el
vuelo de cabotaje 648 con destino a Río Gallegos. Los “Cóndores” desviaron su rumbo y horas más
tarde lo hicieron aterrizar en las islas Malvinas. Dardo Cabo, en aquel momento dirigente sindical de
la UOM, y María Cristina Verrier, periodista del semanario Panorama, lideraban este grupo.

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Dardo Manuel Cabo, 25 años, periodista y metalúrgico.
María Cristina Verrier, 27, periodista y autora teatral. Verrier tuvo un rol central en la
operación por sus contactos con el personal de Aerolíneas, con la revista Panorama
(en donde trabajaba como periodista) y en la búsqueda de financiamiento y recursos.

La Operación, que estaba planeada para octubre de 1966 como recordatorio del movimiento
peronista proscripto, se adelantó al 28 de septiembre de ese año, coincidiendo con la visita oficial a
la Argentina de Felipe de Edimburgo, príncipe consorte de Inglaterra, que ese día tenía previsto un
partido de polo en el Hurlingham Club con la presencia de Onganía.

Los “Cóndores” creían que esa visita ofrecía el marco político propicio para que cobrara resonancia
pública la acción que estaban preparando. En efecto, el significado político de la acción era claro: en
un contexto donde el peronismo estaba proscripto, sus militantes más activos, aquellos que
provenían de la Resistencia peronista, iban a demostrarle al país que, mientras los militares recibían
con total beneplácito a las autoridades inglesas, solo el pueblo iba a ser capaz de plantar la bandera
argentina en las Malvinas.

Tras el aterrizaje, y luego de izar la bandera argentina, los Cóndores emitieron un segundo
comunicado donde explicaban quiénes eran y por qué habían decidido realizar la Operación:

[Somos] Una generación que asume sin titubeos la responsabilidad de mantener bien alto el
pabellón azul y blanco de los argentinos, y que prefiere los ‘hechos a las palabras’. La
responsabilidad de nuestra soberanía nacional siempre fue soportada por nuestras FF.AA. Hoy
consideramos que le corresponde a los civiles en su condición de ex soldados de la nación
demostrar que lo aprendido en su paso por la vida militar ha calado hondo en sus espíritus, pues

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creemos en una patria justa, libre y soberana.

O concretamos nuestro futuro o moriremos con nuestro pasado.

De este modo, los Cóndores se presentaban como parte de una nueva generación política,
nacionalista, popular, peronista, que venía a tomar las banderas de la soberanía política y la
independencia económica, y a relevar a los militares que hasta allí se habían proclamado como los
custodios “legítimos” de los intereses nacionales, sin lograrlo. Malvinas aparecía así como el símbolo
de una nación proscripta, pero al mismo tiempo como la prueba contundente de que la liberación de
las clases populares y la de la nación en su conjunto eran dos aspectos inseparables de un mismo
movimiento.

La iniciativa de los Cóndores generó un gran impacto en la opinión pública y concitó un notable
apoyo popular. Así lo demuestran las manifestaciones callejeras acontecidas entre el 28, 29 y 30 de
septiembre de 1966 y las declaraciones de apoyo de diversas voces sindicales, como la Unión Obrera
Molinera, Personal de Gas del Estado, Petroleros del Estado (SUPE), Luz y Fuerza, Trabajadores de
Transporte, FOECYT, portuarios, el Gremio de la Carne, entre otros sindicatos.

Imagen aparecida en el Diario Crónica el 29-09-66. Archivo BCN.

Los “cóndores” fueron neutralizados en las islas y enviados al territorio continental argentino.

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Onganía ordenó que se los detuviera en Ushuaia. Dardo Cabo estuvo casi tres años detenido, y en
prisión contrajo matrimonio con Cristina Verrier. Años más tarde, fue asesinado por la última
dictadura militar.

Finalmente, y más avanzado el siglo XX, Jorge Abelardo Ramos, un intelectual y político surgido de
las filas del trotskismo, y que había interpretado al peronismo como un movimiento nacional y
popular, retomaba en algún sentido el legado de FORJA. Así, en su Historia de la Nación
Latinoamericana, Ramos defendía una tesis célebre: que el proyecto político sustentado por los
procesos independentistas de América del Sur tenía como objetivo principal construir una nación
suramericana común sin la cual se tornaba imposible sostener una experiencia política e histórica
basada en la autonomía. Sin embargo, tempranamente, y por la acción del imperialismo británico en
complicidad con las oligarquías locales, este proyecto fundacional había sido objeto de un proceso
de “balcanización”, es decir, de fragmentación y disgregación interna, que condicionó severamente
las bases del programa independentista:

El triunfo del parasitismo oligárquico, que requiere para continuar en el poder la fragmentación
de la Nación Suramericana, se revela esencial al dominio imperialista, lo mismo que la formación
de un sistema de partidos políticos domados, una “inteligencia” colonizada y un aparato cultural
que, en el caso de la Argentina, adquiere una fuerza semejante al de una fuerza de ocupación.

Desde esta perspectiva, pues, la “causa Malvinas” es considerada ya no únicamente el punto de


partida para la liberación nacional sino también para la emancipación de todo un continente
“balcanizado”. Las Malvinas se constituían así en un punto clave para sostener la fraternidad
suramericana y para plantear un proyecto político basado en el desarrollo autónomo, la integración
regional y la justicia social.

5. Malvinas y la Escuela: de la nacionalización de las masas a la guerra


Para finalizar esta clase, podríamos preguntarnos qué relación hay entre estas ideas y discursos
sobre Malvinas que circularon en distintos espacios culturales y políticos de nuestro país y la
enseñanza de Malvinas en la escuela.

Para responder a esta pregunta, hay que tener en cuenta que la escuela constituyó, a partir de fines

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del siglo XIX y principios del siglo XX, un poderoso dispositivo que contribuyó a producir una
identificación con los símbolos patrios entre distintas generaciones. Esto se produjo a través de
determinadas propuestas curriculares, ligadas especialmente con la historia, la geografía y la
formación ciudadana, como así también por medio de un conjunto de rituales ligados a las
efemérides.

Malvinas, entonces, se inscribió como un capítulo destacado en la historia de la “enseñanza de la


patria” transmitida en sede escolar. Sin embargo, vale tener en cuenta, quizás para matizar la idea
generalizada que sostiene que ha sido la escuela el factor excluyente de transmisión de la “causa
Malvinas”, que su inscripción en la currícula escolar es mucho más tardía que el reclamo diplomático
por la soberanía de las islas —que se ejerce desde 1833—. Cuando esta inscripción ocurrió, a
mediados del siglo XX, Malvinas ya tenía amplias connotaciones políticas y culturales para distintas
tradiciones políticas e ideológicas argentinas. De este modo, podemos decir que la escuela toma este
tema de la sociedad, y lo retraduce y potencia a través de sus propios lenguajes curriculares y sus
formas de transmisión de la patria por la vía de las efemérides.

El ingreso de Malvinas en las temáticas escolares ocurre principalmente a partir de la reforma


escolar de 1941, y su introducción está fuertemente mediada por el compendio de Les îles
Malouines que, como vimos, llega a las escuelas por iniciativa del diputado socialista Alfredo
Palacios, quien impulsa una ley para que se traduzca la obra al español y se la difunda a través de la
Comisión Protectora de Bibliotecas Populares en todos los institutos de enseñanza del país.
Ciertamente, el lenguaje y la tradición escolar mediatizará y recodificará estas ideas, que
comenzarán a poblar la mayoría de los libros y manuales escolares de Historia, Geografía e
Instrucción Cívica, es decir, las áreas curriculares que desde el “normalismo” habían sido
privilegiadas para pensar la identidad nacional.

Esta rápida recodificación puede verse en un ejemplo que impacta por su poder de síntesis: el
manual Obreritos, publicado en 1953 para la educación primaria, que en línea con el compendio de
Groussac presenta los argumentos clásicos sostenidos por el Estado nacional en el reclamo por la
soberanía en las islas. En el capítulo “Las Malvinas son argentinas”, afirma:

Las Malvinas son argentinas. Lo fueron siempre. Forman parte de nuestro territorio. Por debajo

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del mar se continúan naturalmente con nuestro suelo. Cuando nuestro país declaró su libertad,
heredó todos los derechos que España tenía sobre las islas. En varios casos envió expediciones y
designó un gobernador en ellas. En 1833, sin embargo, tropas inglesas se instalaron por la fuerza
en esa parte de nuestro territorio. Los pocos soldados argentinos que había en las Malvinas no
pudieron impedir ese atropello. Pero la Patria jamás renunció ni renunciará a sus derechos.

Hoy y siempre, los niños de la Nueva Argentina deben decir: ¡Las Malvinas son nuestras!

¡Y será un día de júbilo para todos cuando la bandera azul y blanca vuelva a ondear en ellas!

Una vez hecho su ingreso en sede escolar, la presencia de Malvinas en las áreas curriculares se
incrementará junto con la intensificación de los reclamos diplomáticos. Durante los años sesenta,
cuando la diplomacia argentina conseguía que Naciones Unidas reconozca que la ocupación inglesa
en las islas constituía una rémora colonialista, a las escuelas llegaban circulares que instaban a tratar
en el aula la cuestión de la soberanía de las islas.

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Disponible en: https://ilustracion.fadu.uba.ar/2016/05/12/libro-obreritos/

Del mismo modo, la inscripción de Malvinas en las áreas curriculares tuvo su correlato en los rituales
escolares. Para que esto ocurra resultó decisiva la sanción en diciembre de 1973 de la Ley 20.561,
que establecía el día 10 de junio como "Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las
Islas Malvinas y Sector Antártico”. El proyecto, presentado por Alberto María Fonrouge, rememoraba
la designación en 1829 del primer gobernador en las islas Malvinas, Luis Vernet e instaba a que:

...los establecimientos de enseñanza de todos los ciclos del Estado y particulares, unidades y
oficinas de las Fuerzas Armadas, sedes judiciales y dependencias de la Administración Pública
dentro y fuera del territorio, [organizaran] actos alusivos, dictándose al efecto clases especiales y
conferencias en las que señalarán los antecedentes históricos, la legitimidad de los títulos
argentinos y la forma en que ella se ejercita en el sector austral. Asimismo y como protesta
simbólica contra las agresiones sufridas por la República, se dispone embanderar e iluminar

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obligatoriamente todos los edificios donde funcionen dependencias oficiales.

De este modo, pasada la mitad del siglo XX, la presencia de Malvinas en la escuela a través de sus
específicas formas de intermediación (áreas curriculares y rituales escolares) dialogaba fluidamente
con un conjunto de razones que habían convertido a las islas en una “causa nacional”, según vimos
en esta clase, a través de distintas tradiciones políticas argentinas.

A su vez, la importancia de Malvinas en la escuela no solo tenía que ver con las normas y
resoluciones estatales que la colocaban en el centro de la agenda escolar, sino también con la
denuncia recogida por algunas voces políticas y culturales argentinas desde la década del treinta en
torno al carácter “dependiente” de la Argentina.

Finalmente, la importancia de Malvinas en la escuela dialogaba con el significado que había asumido
como “causa nacional” para el pueblo argentino, especialmente porque el deseo social de recuperar
las islas funcionaba como una metáfora para articular otras demandas sociales en un contexto donde
comenzaba a generalizarse la percepción de que el destino de la nación argentina, tras recurrentes
crisis políticas y económicas, parecía extraviado.

Algunas reflexiones
¿Qué conclusiones podemos sacar de este repaso por las tradiciones políticas argentinas? En primer
lugar, que el enunciado “las Malvinas son argentinas” ha sido sostenido por distintas tradiciones
políticas, muchas de ellas en conflicto.

La tradición liberal del siglo XIX inscribió a Malvinas dentro del clivaje “civilización y barbarie” y esta
tradición fue sincretizada por el socialismo de Palacios en clave del antiimperialismo del reformismo
universitario.

Desde el siglo XIX también se remonta la mirada que asocia a Malvinas con un despojo. La tradición
inaugurada por Hernández, por la cual “Malvinas” será el símbolo que invita a reclamar por un
derecho usurpado llega con suma vitalidad al siglo XX, y sus ecos pueden apreciarse en la canción de
Yupanqui “La hermanita perdida”, que invitamos a escuchar al comienzo de la clase.

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El nacionalismo popular entendió, finalmente, que Malvinas era otro signo evidente de la
dependencia argentina y que, por ello, se tornaba necesario iniciar una lucha por la cual la liberación
de las islas constituía la liberación de toda la nación. Jorge Abelardo Ramos retoma estas ideas pero
bajo una clave histórica que se proyecta no solo a la Argentina sino a toda la “nación suramericana”.

La escuela retradujo a sus propios lenguajes curriculares y a los rituales ligados con las efemérides
buena parte de estas razones, y en virtud de ello, la enseñanza de Malvinas constituyó, desde
mediados del siglo XX, un capítulo destacado de la “enseñanza de la patria” en sede escolar.

Nos vemos en el próximo encuentro, en el que nos dedicaremos a reflexionar sobre lo sucedido
durante la guerra de Malvinas en el año 1982, en el contexto del terrorismo de Estado.

¡Ojalá hayan disfrutado la clase!

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Actividades

Foro de la clase 2

Las voces y tradiciones revisadas muestran que Malvinas fue un tema recurrente para pensar
la Argentina, al punto que funcionó en algunos casos como una metáfora de la nación.

1. Les proponemos buscar y compartir en este espacio frases, imágenes, poemas,


canciones, dibujos, grafitis, etc. que sirvan para mostrar el lugar que Malvinas sigue
teniendo en la cultura política argentina.
2. Expliquen por qué eligieron ese recurso, y con qué voces, tradiciones políticas o
idearios de las que vimos en la clase 2 lo relacionarían.

Por último, les pedimos que lean las participaciones de sus colegas para no repetir los
recursos y las reflexiones (que deben ser producciones personales y vincularse a los
contenidos de las clases).

Nos leemos

Bibliografía
● Equipo “Educación y memoria” (2014). Pensar Malvinas. Buenos Aires: Ministerio de
Educación de la Nación.

● Guber, R. (2001). Por qué Malvinas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

● Groussac, P. (1934). Las Islas Malvinas. Buenos Aires: Congreso de la Nación.

● Hernández, J. (2006). Las islas Malvinas. Buenos Aires: El corregidor.

● Jauretche, A. (1962). FORJA y la década infame. Buenos Aires: Peña Lillo.

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● Palacios, A. (1934). Las islas Malvinas, archipiélago argentino. Buenos Aires: Claridad.

● Ramos, J. A. (2011). Historia de la Nación Suramericana. Buenos Aires: Peña Lillo.

Créditos

Autor/es: Programa "Educación y Memoria", Subsecretaría de Educación Social y Cultural, Ministerio de


Educación de la Nación.

Cómo citar este texto:

Programa "Educación y Memoria", Subsecretaría de Educación Social y Cultural, Ministerio de


Educación de la Nación (2022). Clase 02. Malvinas en la historia argentina. Malvinas en las escuelas:
memoria, soberanía, democracia. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

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