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1

Moderación y traducción

Mona
Corrección y Revisión

3
Caro
Diseño

Lola’



SINOPSIS 18 39
Lista de 19 40
dioses 20 41
notables
21 42
1
22 43
2
23 44
3
24 45
4 4
25 46
5
26 47
6
27 48
7
28 49
8
29 50
9
30 51
10
31 52
11
32 53
12
33 54
13
34 55
14
35 56
15
36 EPÍLOGO
16
37 Sobre LA
17 AUTORA
38

Quentin Scott
L
a doctora no cree en los dioses. Abandonada en cada
momento de su vida, se niega a arrodillarse ante ellos y a
mendigar por las sobras. Pero cuando la reclutan para el proyecto
E.L.I., Quen se ve obligada a enfrentarse a los dioses que detesta.
1
Grayson, Dios del Caos, nunca quiso formar parte del proyecto.
Pasaría felizmente sus días en Upper Elysia, observando cómo se desarrolla
la locura que él mismo creó entre los mortales, pero lo superan en
número. Cuando se encuentra emparejado con una no creyente
irrespetuosa, el temperamento de Gray dirige todas sus acciones. Y entonces
presiente el caos que se esconde bajo la bonita fachada, y jura
romperla.

Cuando Grayson y Quentin se enfrentan


por las cosas más insignificantes,
algo chispea entre ellos. Pero una chispa puede convertirse en un
infierno en un abrir y cerrar de ojos y el daño causado puede ser
irreparable. Cuando empiezan a surgir secretos que podrían cambiar el
equilibrio de poderes en Elysia, hay que tomar decisiones y no existe una
elección fácil.

Este libro contiene escenas sexuales explícitas, lenguaje adulto, conversación sobre
padres fallecidos y un accidente de tren y drama. No está dirigido a lectores
menores de 18 años. Se recomienda la discreción del lector.

Dioses de la élite

Hunter
Dios de la protección y el perdón

2
Larkin Sloan
Diosa de la fuerza Diosa de la fertilidad

Grayson Ignacio
Dios del caos y la destrucción Dios de la suerte y la oportunidad

Erik Elva
Dios del amor y del deseo Diosa de la muerte

Dioses menores

Archer
Dios de los secretos y el engaño.

Quentin

—N
o tardarán en llegar —anunció Gareth, caminando
hasta el frente de la sala e intentando llamar la
atención de todos.
La sala de conferencias del Instituto de Ciencias de la Vida, una rama
de los laboratorios de Ciencia y Tecnología de Defensa del gobierno
británico, estaba llena de científicos, psicólogos y personal de seguridad
contratado para el proyecto. La Iniciativa de Enlace Elysian, E.L.I1.,
comenzaría oficialmente tras dos largos años de discusiones y de sentar las
bases.
2 Durante nuestra orientación inicial, Gareth había tenido la amabilidad
de compartir con nosotros cómo había surgido el proyecto. Estaba a punto
de cumplir los cincuenta años y los susurros le habían hecho temer que su
mente —el brillante cerebro que una vez fue agudo y lo había elevado a su
posición en el gobierno— hubiera sucumbido finalmente a la presión y se
hubiera quebrado. Estuvo a punto de llamar al médico cuando el susurro
se convirtió en un rugido que le hizo arrodillarse para rezar. Concertado en
el suelo del templo, había recibido todas las instrucciones. Los dioses
necesitaban hacer un trabajo, y Gareth sería su recipiente hasta que
consideraran oportuno descender de Elysia y caminar entre los mortales a
los que vigilaban.
—Se les asignarán sus tareas —continuó Gareth, elevando la voz por
encima del estruendo al llegar al frente de la sala.
La charla se detuvo cuando la atención se centró en las voluminosas
carpetas de manila que sostenía en sus brazos.
Él había esperado hasta la mañana de la llegada, para asignar los
equipos y minimizar el tiempo que necesitaría para calmar los egos heridos.
Los privilegios siempre se manifiestan cuando las decisiones no están en
manos de la gente. Ya habíamos sido testigos de algunos intercambios de
correos electrónicos.


1 E.L.I: Elysian Liaison Initiative

En cambio, Gareth nos había observado a todos durante meses,


tomando notas mientras recopilaba equipos de personas que trabajarían
juntas de forma cohesionada con el sujeto de prueba.
Sujeto de prueba. Era más fácil pensar en ellos de esa manera. Me
permitía mantener que se trataba de un trabajo serio y no de un elaborado
engaño.
—Por favor, familiarícense con el Dios o la Diosa que les ha tocado y
podremos empezar a trabajar —dijo.
Yo sabía poco de Gareth, aparte de que era profundamente religioso y
un hombre de pocas palabras. No invitaba a la gente a acudir a él si tenían
algún problema con las tareas.
Gareth había cazado específicamente a todas las personas de la sala.
Había viajado a todos los rincones del mundo para reclutar a algunas de las
mejores mentes, lo cual fue la primera razón por la que dudé en aceptar
cuando puso su oferta sobre mi mesa.
Como recién graduada, yo había sido su última elección. Era su
nombramiento más arriesgado, pero mis investigaciones como bióloga del
desarrollo se habían publicado en revistas internacionales y se hablaba de
ellas con gran respeto. Gareth creía que, junto con otros jóvenes que había
3 incorporado, ayudaríamos a impulsar el proyecto de formas que él no había
pensado.
Afuera, en el pasillo, visible a través de los paneles de cristal del suelo
al techo que formaban las paredes de la sala de conferencias, pasaba un
desfile de personas. El personal de seguridad con sus trajes oscuros se abría
paso por el pasillo, pero no era lo que me llamaba la atención.
Hombres y mujeres de una belleza impresionante se interponían entre
los mortales, con las muñecas esposadas en cobre. Dioses de belleza etérea
que provocaban un profundo e innegable dolor en el pecho de cualquiera
que pusiera los ojos en ellos, incluido yo, se paseaban, con aplomo y clase.
Mechones de cabello brillante perfectamente colocados con cada larga
zancada, trajes impecables y vestidos vaporosos pintados como una
segunda piel. Mandíbulas afiladas y pómulos que hacían que cada rostro
fuera digno de las pasarelas y las portadas de las revistas. Todos los vellos
de mis brazos se erizaron ante el poder que todos ellos emanaban. Cada uno
de los doce seres de otro mundo no aparentaba más de treinta años, pero
llevaban siglos.
En la parte trasera del grupo había una anomalía. Un Dios, con el
cabello negro azabache y barba oscura, luchaba contra las ataduras
mientras gritaba:
—¡Hunter! ¡Nunca estuve de acuerdo con esto! Voy a destrozar este
lugar. Espera a que me quiten estas esposas.

Las paredes de cristal de la sala temblaron con la fuerza de su


temperamento. Giró la cabeza hacia la sala de conferencias y unos
penetrantes ojos azules se posaron en mí y vi la furia que contenían. Se me
heló la sangre y una presión aplastante me oprimió los pulmones hasta que
perdí la capacidad de respirar. El contacto visual duró una fracción de
segundo antes de que sacaran al Dios de la sala, mientras seguían
profiriendo violentas amenazas.
El vacío que me rodeaba estalló cuando el ruido irrumpió en el espacio
y respiré profundamente, volviendo a tierra. Once de los doce parecían
cooperar. Desde el punto de vista estadístico, era natural que hubiera un
valor atípico. Uno que desvirtuara un conjunto de resultados claros. Una
anomalía nunca hacía que las cosas carecieran de valor a mis ojos, sino que
las hacía más interesantes.
—Scott —llamó Gareth, interrumpiendo mi flujo de trabajo mental
sobre la probabilidad.
Caminando hacia mí, me tendió una carpeta. Era nítida y limpia y
contenía muy poco, a juzgar por su grosor. Eso cambiaría pronto. Gareth
me la tendió y la tomé de sus manos.
—Te he asignado a Grayson —me informó.
4 Abrí la carpeta y vi una hoja informativa que me miraba fijamente. El
dato más llamativo era el de los nombres. Tenían nombres como los de los
mortales. No estaba segura de lo que esperaba, pero su mundanidad me
tomó desprevenida.
—Necesito a mi mejor gente sobre él —dijo Gareth, dando una fuerte
palmada en mi hombro.
Entorné los ojos hacia él. Con veintisiete años, era la persona más
joven de la sala. Hacía dos años que me habían concedido el doctorado, y
en un principio había aceptado un puesto de posdoctorado en St Andrews
cuando comenzó la correspondencia con el gobierno. Mi paso por el mundo
académico me había enseñado a desconfiar de las palabras endulzadas. No
había garantía de que detrás de ellas se escondieran buenas intenciones.
—Gracias, Gareth —dije, a pesar de mis reservas sobre sus cumplidos.
Mis padres me habían enseñado a ser siempre cortés, aunque no tuviera
ningún deseo de serlo—. ¿Algún consejo?
El anciano dejó escapar un suspiro y se pasó una mano por su cabello
encanecido.
—Está menos inclinado que el resto, como pudiste ver por su
exhibición.
Gareth puso los ojos en blanco mientras hablaba, sabiendo con
seguridad que su falta de respeto no era percibida por las deidades que
adoraba.

La adrenalina corrió por mi sistema al confirmar que trabajaría con el


terror andante, y mi boca se entumeció. Apreté la lengua contra el paladar
para recuperar algo de sensibilidad. No es de extrañar que nunca hayan
revelado sus nombres. Era más fácil mantener a la gente en vilo si rezaban
al Dios del caos en lugar de intentar pedir un favor a Grayson.
—No entiende la necesidad de integrarse ni siquiera por un periodo
corto —dijo Gareth, felizmente ajeno a mi ansiedad—. Es una pena, teniendo
en cuenta que toda esta aventura fue idea de Hunter.
—Menudo berrinche —murmuré, con los ojos clavados en la hoja.
—Ten cuidado con él, Scott —me aconsejó Gareth—. Alrededor de
todos ellos.
Evité dar una respuesta sobre la afirmación de lo obvio y dije:
—No te defraudaré.
—Sé que no lo harás —dijo con una sonrisa—. Te sugiero que te reúnas
con el resto de tu equipo —añadió antes de marcharse.
La sala se había dividido en grupos a medida que la gente se unía a
sus compañeros para el proyecto. Volviendo a mirar la carpeta, hojeé las
páginas, buscando información hasta que vi dos nombres conocidos:
5 Charlotte Brown y Matthew Holden. Cuando volví a levantar la vista, Charlie
me hizo un gesto para que me acercara.
—Me alegro de que trabajemos juntos —dijo una vez que atravesé la
habitación y me reuní con ella.
Ella abrió los brazos y yo me introduje en ellos, recibiendo el abrazo.
La seda de su blusa era fresca al tacto y se deslizaba bajo las yemas de mis
dedos. Charlie era una de las pocas personas que conocía que era agradable
desde el primer encuentro.
—Lo mismo digo —afirmé después de que me soltara—. Será mejor que
vayamos al laboratorio.
Salimos de la sala de conferencias, el silencio de los pasillos nos
envolvió mientras nos dirigíamos a la undécima planta donde se encontraba
nuestro laboratorio. El instituto tenía trece plantas; un edificio imponente
que contaba con el más estricto nivel de seguridad a su alrededor. La planta
baja estaba destinada a salas de conferencias, oficinas, la cantina y salas
de descanso. Todas las demás plantas del edificio principal albergaban
espacios de laboratorio y oficinas, una para cada dios y diosa que componía
la élite de Elysian.
Al entrar en el ascensor con otras personas, alcancé el botón marcado
como “11” para subir a nuestra planta.
La melena rubia de Charlie se balanceó alrededor de su barbilla
cuando se volvió para mirarme.

—Confía en nosotros para quedarnos con la reina del drama —


murmuró.
—No estoy segura de que debamos llamarlo así —respondí, pero la
comisura de mi boca se tensó de forma reveladora.
—¿Cómo llamar a alguien que hace una exhibición espectacular como
esa?
No podía discutir.
La doctora Charlotte Brown, conocida cariñosamente como Charlie
Brown por sus amigos, era psicóloga del comportamiento y la más
cualificada de las dos para referirse al Dios como una reina del drama.
Nos conocimos el pasado mes de enero en la orientación inicial y
rápidamente entablamos amistad. Con algo menos de una década más de
experiencia que yo, Charlie me trató con el mismo nivel de respeto que a
cualquiera de los demás compañeros veteranos. Un gesto que agradecí
profundamente.
La multitud se fue reduciendo a medida que la gente salía del ascensor
en las plantas que deseaba, y sentí que se formaba un nudo de nervios en
la boca del estómago. Era el mismo nudo que aparecía cada vez que me
6 sentaba para un examen o me llamaban a una oficina. El tipo de nudo que
agriaba mis papilas gustativas hasta que me costaba mantener el desayuno
en el estómago.
Finalmente, llegamos a la undécima planta, salimos del ascensor y
giramos a la derecha. El laboratorio tenía una fachada de cristal, por lo que
el interior era visible desde el pasillo. La privacidad dentro del edificio era
un lujo que no nos permitían. Dispusieron bancos de trabajo a lo largo de
la sala, con un pasillo que dividía el espacio por el medio, y un conjunto
limpio de batas blancas de laboratorio colgadas en ganchos en la pared.
—Doctora Brown. Doctora Scott. —Matthew Holden nos saludó a
ambas cuando entramos en la sala.
Su fuerte complexión, atribuida a su servicio militar, y su vestimenta
oscura, lo situaban como miembro de la estricta seguridad reclutada para
el trabajo. Pero era la tarjeta de acceso roja, con el logotipo de E.L.I.
estampado en ella, con la que jugaba, lo que le señalaba como jefe del
proyecto en esta planta. Ese pequeño trozo de plástico le daría a Matt acceso
a todas las habitaciones de esta planta sin el permiso de nadie.
—Hola, Holden. —Le devolví el saludo de manera más informal.
Años de protocolo dictaban que llevara una bata de laboratorio dentro
del laboratorio. Sujetando la carpeta entre las rodillas, me encogí de
hombros para colocarme la bata y volví a enderezarme. La tela blanca
almidonada me hacía sentir en casa. Más en control.

—¿Han leído el expediente? —preguntó mientras lo sacaba de entre


mis piernas.
—En realidad no —respondió Charlie—. Nos lo acaban de dar,
Matthew.
Sus mejillas se colorearon un poco y reprimí la pequeña chispa de celos
que surgió de lo más profundo de mi pecho. Como jefe de toda la planta,
Matt habría estado al tanto de la información antes que el resto de nosotros.
Tomé asiento en uno de los bancos, uniéndome a Charlie y abriendo
de nuevo la carpeta. Mis ojos recorrieron la información, absorbiéndola
mientras me recogía el cabello en un moño desordenado.
—No está contento —nos informó Matt.
Charlie lo miró.
—Eso ya lo sabemos. Apostaría a que todo el instituto ya lo sabe.
Sólo les presté atención parcialmente mientras leía las notas que
Gareth me había proporcionado.
Hunter gobernaba a los dioses de Elysia, y Grayson era uno de sus
hermanos menores. En la sección que destaca las responsabilidades, se
enumeran tres atributos: caos, venganza y destrucción.
7
Muchas gracias, Gareth, pensé. Atrapa al psicópata y luego entrégalo a
nosotros.
Charlie había leído las mismas palabras y enarcó una ceja rubia.
—Oh, no puedo esperar a observarlo.
—Asegúrate de escribir esa primera observación —le recordé con un
bufido. Saqué un bolígrafo del bolsillo de mi vaquero, lo destapé y me estiré
para garabatear en la página de Charlie—. Reina del drama.
El sonido de la puerta del laboratorio al desbloquearse mediante una
tarjeta de acceso electrónica, detuvo nuestra conversación mientras más
miembros del equipo se instalaban en su lugar. Como el laboratorio era el
espacio más grande de la planta, Matt nos daría instrucciones a todos aquí
antes de dejarnos solos para trabajar. Tenía ganas de poner en práctica los
meses de lectura y planificación que habíamos puesto en marcha.
Lo único que me faltaba era el sujeto de la prueba.

Grayson

L
a furia no era suficiente para describir lo que sentía por la
decisión.
No había una sola palabra en ningún idioma que pudiera
describir la furia al rojo vivo que me recorría.
Hunter llevaba años discutiendo con los mortales y no se había
molestado en informarnos a todos. No hasta que había presentado los
planes al consejo. Y yo había sido el único que se opuso a la absurda idea.
Pensé que tendríamos más tiempo. Creí que podría convencerlos. Erik, Ig,
8 Sloan... siempre estaban dispuestos a escucharme, pero los días habían
pasado y toda la palabrería se había convertido en realidad.
Superado en número, no tenía otra opción. Mi ira había florecido, y
Hunter necesitaba reconstruir las cámaras del consejo cuando terminara.
Cuando me esposaron, eso me llevó al límite. Adormecieron los poderes que
corrían por mis venas, y maldije a mi hermano en todas las lenguas que
pude por haber aceptado trabajar con aquellos que estaban por debajo de
nosotros. Por darles poder sobre nosotros para que Hunter pudiera tener un
proyecto. No me importaba su razonamiento. Era pura locura.
Caminé hoscamente con los mortales que quedaron a cargo de mí y me
llevaron a un laboratorio, en silencio ahora que me habían separado de mi
familia.
Incluso sin mi evidente rabia, el equipo me dio un amplio espacio, y así
era como lo prefería. Observé lentamente la sala y me fijé en los miembros
de mi equipo. Todos ellos eran seres inferiores que necesitaban que se les
recordara su lugar.
—Matthew Holden. —Un hombre se presentó, dando un paso adelante
y deteniéndose frente a mí—. Soy el jefe del equipo que se encargará de tu
integración.
Lo miré, ya aburrido de las galanterías mortales.
—También pasarás tiempo con la doctora Charlotte Brown —dijo
Holden—. Es psicóloga del comportamiento y dirige esa rama del equipo.

Charlotte se acercó y ofreció una tímida sonrisa. Era una sonrisa que
probablemente había perfeccionado para sus pacientes. Una sonrisa que les
hacía sentirse a gusto con ella. Vestía de forma recatada y había mordido la
tapa de su bolígrafo hasta que perdió su forma, una señal reveladora de que
estaba nerviosa por empezar este trabajo.
—¿Quieres saber si tengo problemas con mi padre? —me burlé de ella,
sin dejarme llevar por su timidez. Esta mujer quería entender lo que me
hacía funcionar, pero no tenía derecho a husmear en mi cabeza. Nada se le
entregaría fácilmente.
—Bueno —respondió, sin morder el anzuelo—, es más que eso.
Holden le puso una mano en el brazo para detener el posible ensayo
verbal que había preparado y que estaba a punto de soltar.
—También trabajarás con la doctora Quentin Scott —dijo Holden—.
Nuestra bióloga del desarrollo residente en esta planta.
Me sorprendió que otra mujer se acercara. Con un nombre como
Quentin Scott, esperaba ver a un hombre. En cambio, me encontré con una
mujer que, por un momento, me había llamado la atención mientras me
arrastraban por la reunión anterior. Sus ojos eran tan oscuros que parecían
negros, pero el miedo de antes se había borrado.
9
De pie frente a mí ahora, percibí el caos que yacía bajo la superficie.
No corría tan libremente como en los otros que ocupaban la sala. Lo
enterraba profundamente, lo mantenía bajo llave, pero yo quería abrirla y
alimentarme de ella. Sólo se contenía algo con tanta agresividad cuando se
sabía que era una bestia que no se podía controlar.
Holden abrió la boca para continuar la presentación, pero Quentin
Scott le interrumpió.
—Me interesa sus composiciones biológicas y lo que los hace tan
diferentes de nosotros.
Se acercó a mí, con Holden rondando unos pasos detrás de ella. Esta
mujer no era diferente del resto. El latido de su corazón era prominente en
su pecho, acelerándose a medida que se acercaba a mí. Había sido testigo
del espectáculo que había dado, y temía de lo que realmente era capaz. Mi
reputación aún no estaba completamente destrozada.
—Como si fuera capaz de mostrarte lo que me hace superior —dije con
amargura. Mis dedos se flexionaron, pero no ocurrió nada, y la ira se agitó
en mi pecho, calentando cada centímetro de mi piel.
Sonrió.
—Las esposas —dijo, dándose cuenta de lo que me había molestado.
En este momento estaban en mis muñecas, encerrando mis manos
frente a mí, dándome la apariencia de un criminal común.
Entrecerré los ojos y le pregunté:

—¿Qué sabes de ellas?


—Quentin ayudó a crearlas —respondió Holden—. Junto con algunos
de los...
Volví a mirar a la mujer que tenía delante y me lancé sobre ella sin
pensarlo dos veces, incapaz de contener la rabia de nuevo. Ella retrocedió a
trompicones, esquivando por poco mi ataque, mientras Holden la empujaba
y se unía a los otros dos guardias de seguridad para forcejear conmigo y
recuperar el control de la situación.
—Déjenlo ir —les dijo Scott, enderezando su bata de laboratorio. La
había atrapado con la guardia baja y había hecho tambalear la serena
compostura que mantenía—. Déjenlo. Estoy bien.
—Scott —dijo Holden, mirándola—. Acaba de intentar atacarte.
—Lo sé, pero creo que tenemos que calmar la situación, no mantenerla
hostil.
Holden le sostuvo la mirada un momento antes de apartarse y dar
instrucciones a sus compañeros para que me liberaran.
En lugar de precipitarme de nuevo hacia ella, le escupí a los pies,
fallando por poco las botas negras que llevaba. Debería haberle apuntado a
10 la cara. No era más de lo que se merecía por hacerme esto. Esta mortal
pensó que era adecuado rebajarme a su nivel.
Impotente.
Débil.
¿En qué estaba pensando Hunter cuando se le ocurrió esta idea?
Es imposible que hayan ideado esto solos. Había una sola planta en
existencia que podía manchar nuestra divinidad. Una sola planta que podía
debilitar el poder con el que habíamos sido dotados. La próxima vez que vea
a Hunter, le haré entrar en razón.
Scott miró con asco la saliva que había en el suelo, acercó sus ojos
oscuros a mi cara y luego, sin decir nada más, se apartó de mí.
—Vuelve aquí —le exigí mientras iba al centro de la habitación.
La falta de respeto hizo que mi labio se curvara con un gruñido. No la
había rechazado. No había permitido que la conversación terminara. Scott
lanzó una mirada por encima de su hombro, contemplando mi pedido antes
de pensarlo mejor y caminar hasta el final del laboratorio.
La furia pura de ser ignorado rebotó en mi sistema e hizo palpitar las
venas de mi sien.
¿Cómo se atreve?
¿Cómo se atreve esta mortal a alejarse de mí como si yo no significara
nada para ella? Como si mis palabras, mis exigencias, fueran sugerencias
que pudiera dejar de lado.

No olvidaría este desaire. Pagaría por su ignorancia hacia mí. Puede


que Hunter tuviera sus propias ideas sobre lo que había que hacer aquí
abajo, pero rápidamente compilé mi agenda que implicaba recordar a cada
uno de los mortales de esta sala con quién estaban trabajando. Empezando
por Scott.
Durante toda la mañana, me negué a cooperar con el equipo mientras
intentaban comenzar el proyecto. Si esperaban que trabajara, tendrían que
darme algo a cambio. Recibí a cualquiera que se me acercara con una
hostilidad despiadada, que recordaba a la de un animal enjaulado. A eso me
habían reducido las esposas. Me habían despojado de mi dignidad para que
estos patéticos seres se sintieran seguros.
Si querían seguridad, deberían haber pensado dos veces antes de
aceptar este plan imbécil.
Scott mantenía las distancias conmigo, pero yo no podía apartar los
ojos de ella. Más que nadie en la sala, era esta mujer la que me hacía hervir
la sangre. Incluso mientras salía del laboratorio, paseando por el pasillo,
revisando su teléfono, no podía dejar de pensar en lo desesperadamente que
quería destruirla.
Arruinaría a esta mujer, y en los restos, encontraría una sensación de
11 paz.

Quentin

E
n la planta baja, tomé un café muy necesario en la sala de
descanso. Mis oídos se agudizaron al escuchar las
conversaciones de los alrededores. Algunos de mis colegas ya
habían recogido muestras, mientras otros contemplaban la posibilidad de
quitarle las esposas a su sujeto. Apreté los dientes con tanta fuerza que un
dolor me recorrió la mandíbula. El éxito de los demás no hacía más que
poner de manifiesto mi gran fracaso de esta mañana.
Si no había desconfiado antes, la breve interacción con Grayson había
demostrado que no se podía confiar en ellos. Los dioses se preocupaban por
12 ellos mismos por encima de todo.
Había algo muy vulgar en sus acciones. Un intento de darme un
cabezazo y, cuando falló, escupió en mi dirección. Grayson se había puesto
furioso cuando me alejé, pero no pensaba dedicarle más tiempo del
necesario.
No había accedido a E.L.I. para ser objeto de abusos. Había firmado el
contrato por el prestigio que aportaría a mi nombre. Ese sueño se desvanecía
rápidamente, si nadie de mi equipo conseguía que el imbécil se calmara lo
suficiente para poder tomarle muestras.
—Holden dijo que no estás teniendo mucha suerte.
Gareth se unió a mí en la máquina de café. Colocó una cápsula en la
parte superior y la puso activó. Un zumbido mecánico sonó entre nosotros
antes de que un fino chorro de café fuera expulsado a su taza.
—Odia estar aquí —expliqué, sin que me impresionara que Matt
hubiera informado a Gareth—. Nos odia. ¿Cómo vamos a trabajar con eso?
—pregunté con frustración.
—Encuentra una manera, Scott —dijo Gareth.
Por mi mente pasaron visiones de mí agarrando su taza de café y
volcándola sobre su cabeza. Con la camisa manchada y el cabello pegajoso
y mojado por la cafeína, me pregunté si Gareth se mostraría tan indiferente
ante mi lucha o si le habría recalcado que me había encomendado una tarea
casi imposible.

—Estoy seguro de que Holden tiene algunas ideas —añadió, recogiendo


la taza antes de que pudiera actuar según mi impulso.
Me gustaba Matthew. Era educado, se esforzaba y era atractivo, pero
también le gustaba pensar que los hombres podían hacerlo todo. Si él
rompía a Gray antes que cualquiera de nosotras, nunca oiríamos el final.
Sería otra victoria que se sumaría a las historias que nos contaba a todos
mientras tomábamos una copa en el bar.
Irritada por la posibilidad de esa realidad, murmuré:
—Hablaré contigo más tarde.
Agarré mi taza, la bebí en el ascensor y volví a entrar en el laboratorio.
La sala estaba vacía y todo el mundo se estaba tomando su descanso,
excepto Grayson, que estaba sentado en un taburete con la misma expresión
de aburrimiento con la que había entrado.
En el silencio del laboratorio, lo estudié. La luz fluorescente resaltaba
unos pómulos altos y una mandíbula cincelada. Su postura no flaqueaba,
lo que le hacía parecer una estatua de mármol. La conclusión era que
Grayson había sido esculpido a la perfección, pero con fallas en lo más
profundo, lejos de la vista, para que creyéramos la bonita fachada.
13 Su atención se desplazó perezosamente hacia mí cuando me acerqué a
él, y desvié mi mirada al instante.
—Prefiero que hagas una reverencia cuando me veas —me informó
Grayson.
Su voz era profunda, y su tono tenía tanta autoridad que casi caí de
rodillas ante él.
—No siempre conseguimos lo que queremos —respondí. Mi irritación
seguía a flor de piel y me esforzaba por apartarla.
Grayson emitió un sonido de desprestigio y yo inspiré.
—Necesitamos que cooperes con nosotras antes de que puedas
comenzar la integración —expliqué, yendo al grano.
—Nunca acepté integrarme —respondió fríamente—. Ni siquiera acepté
descender a este abismo...
—No parece que tengas elección.
Frunció el ceño, transformando su imponente rostro en algo cargado
de ira.
Dejé mi taza vacía en un banco cercano, me crucé de brazos, y observé
de nuevo al Dios que tenía delante.
Grayson era una figura intimidante, con poca calidez. A primera vista,
era fácil dejarse llevar por su aspecto etéreo. Al mirarlo más detenidamente,
la hermosa estructura ósea se transformaba en una mezcla de líneas duras
y cortantes de un cuerpo que albergaba un temperamento vicioso. No pude

evitar pensar que su aspecto y su temperamento encajaban bien con sus


responsabilidades.
—Quítame estas esposas —ordenó.
—No puedo hacer eso.
—Quítame. Estas. Esposas —repitió lenta y claramente, como si una
eso causara un resultado diferente.
—No. Puedo. Hacer. Eso —imité su tono y su ritmo—. Holden tiene la
llave, y no las abrirá mientras crea que eres una amenaza.
Una sonrisa apareció en el rostro de Grayson, torciendo las comisuras
de su boca hacia arriba con un brillo perverso en sus ojos. Era la mirada de
un depredador cuando acechaba a su presa, presumido y satisfecho por la
inminente matanza. Se me puso la piel de gallina, preocupada de repente
por si habíamos sobrestimado el poder de las esposas. Nunca las habíamos
probado en un sujeto, sólo en muestras de sangre dorada con partículas de
color azul eléctrico dispersas por ella. Incluso su sangre me hacía sentir
inferior, brillando bajo la luz.
—Tienes que cooperar —le dije, alejándome cautelosamente medio
paso de él—. Si nos das lo que queremos, te daremos algo de libertad.
14 Grayson se burló.
—No voy a hacer un trueque con una mortal.
—Si quieres volver a usar las manos y ver el exterior de este laboratorio,
eso es exactamente lo que harás —dije, girando sobre mis talones.
Estaba perdiendo el tiempo hablando con él. No tenía la ventaja y
cuanto antes se diera cuenta, mejor. Este era mi laboratorio. Tenía que jugar
con mis reglas.
—¿Por qué rezas? —dijo Grayson mientras me retiraba.
La pregunta me hizo detenerme. Cuando volví a enfrentarme a él, la
curiosidad suavizó su expresión.
—No rezo —admití con descaro.
Hacía años que no me inclinaba ante los dioses ni les pedía nada. Me
habían abandonado en muchas ocasiones, y ya no necesitaba rogarles por
las migajas. No era más que una idea tardía, una mancha intrascendente
en su existencia, y me negaba a corresponder a su apatía con una devoción
inquebrantable.
—Me cuesta creer en alguna de tus habilidades.
Dejó escapar una carcajada.
—Tienes dioses por todo el edificio. Tienes un Dios frente a ti, ¿y te
cuesta creer en lo que ofrecemos?
—Soy científica —dije, como si eso lo explicara todo.

Una vez había rezado a los dioses, doblada cuidadosamente en el suelo


del templo junto a mis padres. A medida que crecía, me costaba conectar
con las palabras y los gestos, porque ¿cómo podía alguien tener fe en
deidades que rara vez parecían escuchar las plegarias de quienes más las
necesitaban? ¿Qué derecho tenían a presenciar mis luchas y decidir que yo
no merecía su tiempo?
El motivo del proyecto y de la integración era intentar renovar y
restaurar la fe en la tierra. Yo había aceptado el trabajo principalmente por
ego y orgullo. Una iniciativa como ésta me inscribiría directamente en los
libros de historia. Sería un nombre conocido en todo el mundo. Pero una
pequeña parte de mí, una pizca que me esforcé por ignorar, se preguntaba
si podría encontrar respuestas a preguntas más personales. Si alguien
necesitaba que le devolvieran la fe, era a mí.
—¿Qué más pruebas necesitas? —preguntó Grayson.
—Déjame hacer mi trabajo y luego tendré mis pruebas —respondí
antes de salir del laboratorio.
Luego del almuerzo, el espacio volvió a bullir de actividad. Charlie se
sentó cerca de Grayson y lo observó mientras escribía notas en su portátil.
En múltiples momentos de la tarde, deseé poder tener su trabajo. Poder
15 observar a los demás desde la distancia tenía que ser agradable cuando el
tema era muy volátil.
En su lugar, leí viejos artículos de revistas, revisando experimentos
para añadirlos a la lista. En los meses anteriores a su llegada, habíamos
trazado cuidadosamente los planes y comprado los reactivos necesarios. Me
sentí muy bien cuando cada una de las solicitudes de equipos de última
generación fue aprobada y entregada sin resistencia.
Aunque la lista estándar se concibió y se distribuyó entre las plantas,
la ambición era plena. Teníamos nuestras propias ideas que se alejaban del
flujo de trabajo.
—Tú —dijo la voz de Grayson—. Ven aquí.
Aparté la mirada de la pantalla para ver que se dirigía a mí.
Holden nos miró con recelo mientras yo me levantaba de mi asiento y
daba un paso tentativo hacia el Dios.
—Mantén la distancia, Scott —advirtió Matthew. Le hice un gesto
cortante con la cabeza y me detuve a unos metros de Grayson.
—Te dejaré hacer tu trabajo —dijo—. Entonces, puedes tener tu
prueba.
—¿Oh? —Su repentina disposición a cooperar me sorprendió—. De
acuerdo.
Se sentía demasiado fácil. Grayson había pataleado y gritado y no
había mostrado más que desprecio por esta iniciativa. No era tan ingenua

como para creer que unas pocas palabras intercambiadas entre nosotros lo
convencerían.
Matt se unió a mi lado, con los ojos entrecerrados, aún sin confiar en
el Dios.
—¿Dónde voy a residir mientras dure este proyecto? —preguntó
Grayson.
—Te quedarás con Holden —respondí. Como jefe del proyecto de esta
planta, Matt se encargaría de la integración de Grayson y también asumiría
el papel de anfitrión.
—No.
—¿No? —repetí.
—No —dijo Gray con calma.
Estaba tan fuera de lugar con respecto a la forma en que se había
comportado que la ansiedad apareció en mi estómago. Esta era la calma
antes de la tormenta.
La sala se había quedado incómodamente quieta y en silencio mientras
los compañeros hacían una pausa en su trabajo y cambiaban su atención a
la conversación. Como en un accidente de auto: era de mala educación
16 mirar, pero la curiosidad te hacía girar la cabeza hacia los restos. El desastre
era un hermoso teatro cuando no estabas directamente involucrado.
—Prefiero no tratar con este idiota. —Sus ojos se dirigieron a Matt, con
la boca curvada de disgusto, antes de volver a mirarme—. Cooperaré si
resido contigo —terminó.
Matthew dio un paso delante de mí, con su ancha figura protegiéndome
de la vista.
—Eso no es lo que se ha acordado —le informó a Grayson.
—Bien —respondió Grayson con indiferencia—. Entonces no esperes
que trabaje contigo.
Volví a mirar a Charlie, que parecía igual de desconcertada por lo que
estaba ocurriendo. Sus dedos volaban sobre el teclado mientras tomaba
notas, y me pregunté cuál sería su opinión profesional.
—Tú no tienes la culpa de esto —dijo Matt con firmeza.
—¡No olvides con quién estás hablando! —gritó Grayson, la fuerza de
las palabras provocó un ligero temblor en el laboratorio. La cristalería
tintineó en los estantes hasta que pasó.
—Holden —dije, con las yemas de mis dedos tocando su espalda. Sus
músculos se tensaron al contacto—. Hablaré con Gareth. Necesitamos que
trabaje con nosotros.
Matt se dio la vuelta; expresión ilegible.

—¿Crees que es una idea brillante?


Por un momento fugaz, creí que había vencido a un Dios, lo cual era
una idea estúpida. Grayson había vuelto a poner el argumento a su favor
con gran habilidad. Me puso ofreció lo único que quería y todo lo que tenía
que hacer era cumplir con lo que parecía ser una demanda razonable.
Tenía muchas ganas de terminar el trabajo para el que me habían
contratado. No sólo completarlo. Completar el proyecto sería un mediocre
ejercicio de marcar casillas. Siempre me había esforzado por estar en la cima
de mi campo y si eso significaba tener al Dios retorcido viviendo conmigo,
que así fuera. Gareth, sin duda, tomaría las debidas precauciones.
—Que Gareth decida —dije como cierre del asunto, antes de que Matt
pudiera discutir.
El resto de la tarde me sacó del laboratorio y me instaló frente a Gareth
en su despacho. Tras exponerle el problema, Gareth había hablado con
Grayson y Hunter, con Matt y conmigo, antes de decidir finalmente que yo
me convirtiera en la anfitriona oficial de Grayson. Matt también se instalaría
temporalmente como medida de seguridad, a pesar de mis objeciones.
Para cuando Gareth nos entregó el veredicto, el sol había desaparecido
y el resto de la planta había fichado por el día, dejándonos a mí y a Matt
17 para dar la noticia a Grayson, que esperaba pacientemente en el laboratorio.
—Entonces, ¿quitamos esto ahora? —preguntó Grayson, levantando
las manos para resaltar las esposas de cobre.
Matt sacó a regañadientes la llave de su bolsillo y se acercó a Grayson.
El chasquido metálico sonó con fuerza en el espacio mientras abría las
esposas que ataban las manos de Grayson y debilitaban su sangre. En el
momento en que se las quitó, Grayson flexionó sus largos dedos y giró las
muñecas antes de que unos zarcillos negros y humeantes salieran de sus
manos.
—¡Holden! —grité cuando vi lo que estaba pasando.
La advertencia llegó demasiado tarde, ya que Grayson utilizó sus
poderes para golpear a Matthew contra la pared, la presión contra su
garganta restringió el flujo de aire y lo inmovilizó.
Grayson se levantó con fluidez del taburete que había ocupado y giró
el cuello, acercándose hacia Matt con desgana.
—Como tu superior —le dijo Grayson—, espero mucho más respeto de
tu parte.
—¡Bájalo! —grité.
Matt luchaba contra los zarcillos negros que lo sujetaban, y su rostro
se enrojecía lentamente por la falta de oxígeno. Me acerqué a la pareja, pero
otro brazo negro salió de Grayson y serpenteó alrededor de mis brazos,

piernas y cintura, sujetándome firmemente. A pesar de su apariencia de


humo, su agarre era sólido y poderoso.
—Sé más de ti de lo que quieres admitir —le dijo Grayson a Matt, sin
molestarse en dedicarme una mirada—. Sé por qué rezas. Puedo ver lo que
pasa por tu cabeza. Será mejor que empieces a mostrarme algo de respeto,
o verás de lo que soy capaz.
Grayson lo soltó y se deslizó al suelo, jadeando. Al terminar con
Matthew, se abalanzó sobre mí, y el pánico inundó mi sistema.
—No creas que estoy por encima de herir a una mujer —dijo Grayson,
con un brillo malvado en los ojos.
Sin las esposas, todo el efecto de su divinidad nos rodeaba, y no
mostraba signos de aflojar. El agarre alrededor de mi cintura se apretó como
un doloroso corsé, exprimiendo el último aliento de mis pulmones.
—Exijo respeto —dijo Grayson—. Y lo tomaré por la fuerza si es
necesario.
Cuando por fin soltó su agarre, me dejé caer sobre las manos y las
rodillas, sintiendo el dolor que me recorría las costillas. Grayson se agachó
mientras yo respiraba profundamente, dolorida por el esfuerzo, e incliné la
18 cabeza hacia él, aterrada por la situación en la que habíamos acabado.
—Así es exactamente como me gusta que la gente me adore —susurró
alegremente.

Grayson

D
ebería haberlo matado cuando tuve la oportunidad, pensé.
Habría sido sencillo y me habría ahorrado muchas molestias.
Pero Scott me había distraído, y el retraso se pagó caro.
Una luz azul cegadora iluminó la sala, haciendo que las largas
bombillas fluorescentes de arriba parpadearan salvajemente por la
repentina subida de tensión.
Bueno, eso sucedió más rápido de lo que esperaba.
Cuando el azul se disipó, Hunter estaba visible, sin esposas, en el
19 extremo del laboratorio. Hubiera apostado que habían liberado a mi
hermano mayor de las ataduras en cuanto había entrado en su espacio
designado en el laboratorio. Hunter era el niño favorito. Un faro brillante
para que el resto de nosotros se fijara en él y lo emulara.
—¿Qué estás haciendo? —Hunter me preguntó furioso.
Sus ojos azules, el único rasgo común entre los tres hermanos, se
entrecerraron y se centraron en mí. Mientras que a mí me gustaba el caos,
Hunter buscaba el orden. Incluso ahora, en su prisa por llegar a la
habitación y controlar la situación, el cabello rubio arenoso de Hunter
permanecía perfectamente en su sitio. Era el perpetuo chico del cartel de los
Dioses de la élite.
Mi aura volvió a enroscarse hacia mí lentamente, retrocediendo para
que la habitación pareciera menos oscura.
—Sólo les recordaba su lugar —respondí, completamente
imperturbable ante el enfado de mi hermano.
—Esto no es por lo que estamos aquí —siseó Hunter.
Sus ojos se dirigieron a Scott, que se levantaba del suelo. Cuando se
enderezó, sus manos se dirigieron a las costillas y se estremeció de dolor. El
orgullo me recorrió, calentándome el pecho. La había puesto de rodillas, y
teniendo en cuenta lo bonita que estaba allí, me habría interesado saber
hasta qué punto podía adorarme antes de la grosera interrupción.
Apartando mi atención de ella, enuncié cada palabra mientras le
respondía a mi hermano.

—Permíteme recordarte una vez más que no tengo ningún deseo de


formar parte de este plan idiota que has urdido. Te estás ablandando.
Haciendo trueques con los mortales y queriendo que finjamos ser uno de
ellos.
El asco se filtraba en cada una de las palabras, envolviéndolas en odio.
No podía reconciliarme con el hecho de que esperara que camináramos entre
los mortales y nos comportáramos como ellos. Que nos integráramos y
mezcláramos como si no estuviéramos destinados a controlar todos los
aspectos de sus vidas serviles. Yo era un ser divino, y pedirme que me
rebajara era una gran, si no la mayor, falta de respeto que había sufrido en
siglos.
La puerta del laboratorio detrás de Hunter se abrió. Gareth entró,
dejando que se cerrara detrás él antes de dirigirse a Scott. Se apoyó en un
banco del laboratorio, tratando de recuperar el aliento que el dolor le había
robado. Holden había pedido refuerzos, y sonreí, sabiendo que, a pesar de
toda su palabrería, Matthew Holden no podía ocuparse de mí solo.
—Necesitamos un mejor entendimiento, Grayson —dijo Hunter,
repitiendo lo que había dicho varias veces—. Tienes que parar esto.
Los zarcillos negros de mi aura se desplazaron lánguidamente por el
20 suelo, como una niebla siniestra, hacia los pies de mi hermano. Ansiaba que
lo consumiera, que lo atrajera hacia mí para poder apretar un pie contra su
garganta y silenciar la santurrona prédica.
—¿Y si me niego? —pregunté inocentemente, ladeando la cabeza.
Uno de mis pasatiempos favoritos era ver hasta dónde podía llevar mi
suerte con la gente. Me emocionaba ver el momento en que se quebraban.
En el momento en que perdían el control, se aventuraban en mi territorio.
Al parecer, la paciencia de Hunter ya era escasa. El azul eléctrico de
su aura se parecía menos al humeante de la mía y más a una sólida barrera
que se abalanzó sobre mí y me inmovilizó contra la pared del extremo
opuesto del laboratorio.
—Ya veo. —Me reí, con los ojos encendidos por la pelea—. ¡Incluso tú
no puedes evitar usar tus poderes aquí abajo! No estamos hechos para
mezclarnos con ellos.
—Si te niegas —dijo Hunter, ignorando mis palabras y caminando
hacia mí con determinación—, me aseguraré de que el consejo sepa de tu
flagrante desprecio por su Rey.
—¡Soy un rey por derecho propio! —grité. Mi voz hizo que la sala
temblara por segunda vez ese día.
A veces me preguntaba si Hunter había olvidado que pertenecíamos a
la misma estirpe. Ciertamente, había momentos en los que prefería negar el
hecho de estar emparentado con un airbag pomposo y santurrón como
Hunter.

Hunter apretó los dientes, cansado de mis payasadas.


—Y sin embargo soy yo quien dirige a los dioses.
Ya estaba harto de que la gente intentara forzar mi mano. Desplegando
toda la fuerza de mi aura, el negro de la misma oscureciendo la habitación,
dejé que golpeara a Hunter, haciéndolo caer de pie y a medio camino del
laboratorio.
—Los estás guiando a ciegas —rugí, avanzando hacia él.
Era una vieja discusión entre nosotros a la que el resto de los dioses
ya no se quejaba, pero los mortales de la sala parecían preocupados por el
rumbo que tomaba esto.
Hunter se enderezó, sin que su actitud indicara que acababa de ser
arrojado al otro lado de la habitación. Se pasó una mano por el cabello con
calma, pero capté el destello de ira en sus ojos. Antes de que tuviera la
oportunidad de hacer nada, el aura de Hunter me rodeó la garganta. Éramos
diferentes en muchos aspectos y, sin embargo, ambos preferíamos la misma
parte del cuerpo para la primera línea de ataque. Me decepcionó mucho que
la similitud se hubiera revelado. Tendría que ser más creativo.
Suspendido en el aire, con los pies separados del suelo, Hunter me
21 derribó con tal fuerza que el suelo se resquebrajó debajo de mí. La
habitación tembló por el impacto y algunas piezas del equipo de laboratorio
se balancearon precariamente en el borde de las estanterías antes de que
una sinfonía de cristalería rota llenara el espacio. Los huesos me temblaron
bajo la piel cuando la réplica me recorrió el cuerpo, y sentí un leve zumbido
en los oídos.
—Lo digo en serio, Grayson —advirtió Hunter, negándose a soltar su
aura alrededor de mi cuello—. Tienes que escuchar y cooperar, o te haré
comparecer ante el consejo y dejar que decidan tu destino. Me aseguraré de
que dejes de existir si arruinas esto.
Levanté la vista, haciendo vibrar la energía caótica que me rodeaba.
Me hacía sentir un cosquilleo en la sangre, como si la electricidad estática
corriera por mis venas. El zumbido había cesado y ya me había recuperado
del golpe.
Una sonrisa malvada apareció en mi rostro cuando pontifiqué:
—El orgullo es un pecado, querido hermano.
Mi mirada se dirigió a los tres mortales que se habían congregado junto
a un banco, acurrucados y embelesados por la forma poco digna en que se
comportaban aquellos a los que adoraban. Mientras los hombres de la sala
evaluaban los daños y la estrategia entre Hunter y yo, Scott se preocupaba
por el estado de su laboratorio y el bienestar de Hunter. Podía escuchar sus
pensamientos alto y claro, pero fue el de Scott el que despertó mi interés.
Dirigiendo mis palabras a ella, le dije:

—Esto es un juego de niños.


—Llevaré a mi hermano a su residencia —dijo Hunter antes de que
Scott pudiera responder—. Por favor, ve cuando puedas.
Nos envolvió a los dos con su aura antes de transportarnos desde el
laboratorio y reaparecer en el interior de lo que supuse que era la casa de
Scott. Estábamos en el salón de la casa, un espacio luminoso y abierto en
el que las estanterías se alineaban en las paredes y un gran sofá gris
ocupaba el centro de la escena.
—No pienso advertirte de nuevo, Grayson —me sermoneó Hunter
mientras yo ponía los ojos en blanco—. Esta vez no es una promesa vacía.
Es una garantía. Puede que te veas invencible, pero no habría preparado
esto a menos que no hubiera otra opción.
—Deberías haberlo discutido conmigo primero —gruñí.
Pero había pocas posibilidades de que eso ocurriera. Nunca habíamos
sido el tipo de hermanos que compartían sus ideas y luchas, victorias y
derrotas. Éramos hermanos que habían estado en guerra durante años.
Hunter, con su prepotente necesidad de controlar todos los aspectos de
Elysia y los residentes, y yo con mi abrumador impulso de socavarlo en todo
lo que hacía.
22
—No eres precisamente el más receptivo a las nuevas ideas —se burló
Hunter.
Siempre había sido difícil convencerme cuando me sentía cómodo y
acomodado. Las cosas iban bien. O, mejor dicho, las cosas iban bien para
mí. No veía la necesidad de enturbiar nuestra naturaleza prístina con los
mortales.
—Quedé como una idiota cuando Larkin sacó el tema antes de la
reunión del consejo —le dije, aún lívido por el hecho de que mi cuñada
soltara la información casualmente—. Disfrutó su momento haciéndome
retorcer.
—No lo hizo —defendió Hunter a su mujer—. Simplemente pensó que
sería mejor hacértelo saber antes de que estuviéramos con todos los demás.
Larkin pensó que podría suavizar tu reacción.
Una risa áspera salió de mis labios y resonó en el espacio, fuerte y
vacía de alegría. No me sorprendió que Hunter eligiera ponerse del lado de
Larkin. Toleraba a su esposa sólo marginalmente mejor de lo que me
toleraba a mí. Su irritación mutua por mi existencia sirvió de vínculo entre
ambos.
—Sí —dije—. Estoy seguro de que eso es lo que hacía mi querida
cuñada. Velar por mi bienestar siempre ha sido lo primero en su lista de
prioridades.

Todo lo que tenía que ver con Larkin era un juego de poder. Sostenía
que esa era la razón principal de su unión con Hunter; el poder primero y el
amor después. Disfrutaba siendo parcial en el conocimiento antes que los
demás y entregándolo de las formas más crueles.
Hunter abrió la boca para responder, pero el sonido de los pasos hizo
que mis oídos se agudizaran y parecía haberlos captado también.
—Desaparece mientras hago un control de daños —me dijo Hunter.
Me negué a moverme de mi sitio. Me quedé allí, mirando a mi hermano
con una inclinación desafiante de la barbilla.
—¡Es una orden, Grayson! —gritó Hunter—. Ya has tentado tu suerte
hoy.
Con una última mirada y el persistente recuerdo de lo que tenía que
perder, salí de la habitación y subí las escaleras para encontrar la celda que
sería mía mientras durara la sentencia a la que Hunter nos había condenado
a todos.

23

Quentin

H
ubo que convencer a Gareth para que nos permitiera a Matt y
a mí salir de las instalaciones para poder volver a casa. El
incidente nos había dejado a todos conmocionados. Dos dioses
peleándose entre sí y dañando el laboratorio no habían estado en la lista del
primer día de E.L.I.
Matt se llevó un par de esposas de cobre para volver a sujetar a
Grayson, aunque no estaba segura de cómo pensaba acometer esa tarea. El
agudo dolor en las costillas que me atravesaba a cada paso era un vívido
recordatorio del hecho de que éramos impotentes cuando él no estaba
24 esposado.
Las protuberancias negras y humeantes que salían de Grayson habían
sido fascinantes, casi hermosas, como el resto de él. La naturaleza violenta
de las mismas había sido bien disimulada, pero no volvería a ser
sorprendida por ellas.
Cuando nos detuvimos frente a la casa, una línea de pensamiento
diferente se apoderó de mí. Rezaba para que Holden no hiciera ningún
comentario sobre mi forma de vivir, pero eso había sido un sueño.
Dejó escapar un silbido bajo cuando salimos del auto.
—¿Puedes permitirte este lugar con lo que nos paga Gareth?
Charlie era la única persona que había sido recibida en mi casa.
Incluso Gareth había estado en mi pequeño piso de Oxford antes de volver
a Londres, y luego visité su oficina.
Me ardían las mejillas y miraba al suelo.
—Mi familia —murmuré—. La he heredado.
Agradecí que no insistiera más en el asunto. La mención de la herencia,
el sutil deslizamiento de la muerte, solía detener las conversaciones. Nadie
quería desenterrar los recuerdos. No es que tuviera que escarbar mucho.
Mis padres siempre estaban en el primer plano de mi mente.
Matt me siguió en silencio mientras me acercaba a la puerta de la casa
de tres dormitorios de mis padres, que era legalmente mía, aunque yo no lo

viera así. Sabía que tenía suerte de tener esta casa. Sólo deseaba que fuera
en circunstancias más felices.
Al entrar en el pasillo, no sabía qué esperar, pero el silencio que me
esperaba era premonitorio. Dos Dioses habían regresado aquí después de
una pelea despiadada, ¿y debía creer que no habían continuado cuando
llegaron aquí?
—¿Hola? —grité, quitándome las botas y dejándolas en el pasillo.
Señalé los pies de Matt y él me siguió.
—Por aquí —respondió una voz grave.
Matt y yo fuimos al salón, donde había salido la voz. Sentí que me
rozaba los talones y reprimí la creciente irritación que me producía su
desprecio por mi espacio personal. Cuando entré en el salón, Hunter estaba
sentado en mi sofá, con el tobillo cruzado sobre la pierna, tranquilo y solo.
—¿Dónde está? —pregunté, escudriñando la habitación, pero no había
rastro de Grayson.
—Tranquilizándose —respondió Hunter, descruzando las piernas e
inclinándose hacia delante—. No debería causarte más problemas.
Matt resopló, poniéndose a mi lado. No pude evitar estar de acuerdo
25 con el sentimiento.
—Creía que esa era la promesa que hiciste antes de unirte a nosotros
aquí abajo —le dijo a Hunter.
Puse una mano en su brazo, sintiendo que el músculo se tensaba bajo
mi contacto. Enfrentarse a los dioses no nos haría ganar ningún favor.
Habíamos experimentado de primera mano lo que ocurría cuando Grayson
no estaba contento con nosotros, y no tenía especialmente ganas de ver de
qué era capaz Hunter si le presionábamos.
—¿Por qué no te acomodas? —sugerí.
—Necesito buscar algunas de mis cosas —dijo Matt. Habíamos venido
directamente a mi casa desde el instituto sin nada más que lo que había
traído al trabajo ese día—. No quiero dejarte.
—Estará bien —le aseguró Hunter.
La duda y la desconfianza eran evidentes en los ojos de Matt, e incluso
yo no estaba segura de creerle a Hunter. ¿Cómo podíamos confiar en él
cuando su hermano acababa de atacarnos con saña? La piel que rodeaba el
cuello de Matt estaba brutalmente roja por el lugar donde Grayson había
envuelto sus poderes.
—Yo diseñé esta iniciativa —nos recordó Hunter—. No voy a poner en
peligro el progreso siendo tan imprudente como mi hermano.
—¿Cómo vamos a confiar en todo lo que dices? —Matt expresó su
preocupación.

—Gareth no le habría dejado venir solo si pensara que Hunter era una
amenaza —señalé, con la cabeza poniéndose en marcha.
Gareth no había discutido con Hunter cuando dijo que se iba a mi casa.
Era el anfitrión del jefe de los Dioses y habían estado en contacto
intermitente durante años. Si Gareth creía que se podía confiar en Hunter,
entonces me inclinaba cautelosamente a estar de acuerdo.
Observé con atención cómo Hunter se levantaba del sofá y se
enderezaba los puños de su camisa blanca. Tenía una energía distinta a la
de Grayson. Más tranquilo. Más maduro. Regio. Hunter era el Dios del
perdón y la protección, el Dios que los guiaba a todos. No nos haría daño a
menos que tuviera una razón para hacerlo.
—Estaré bien —le dije a Matt con firmeza—. Sólo que no tardes mucho.
Me miró por un momento y casi pude ver la pelea que tenía consigo
mismo. A Matthew le gustaba ser el salvador. Le encantaba contar una
historia en la que él era el héroe.
Finalmente, me hizo un gesto con la cabeza.
—Te contactas conmigo o con Gareth, si pasa algo. ¿Entendido?
Resistí el impulso de poner los ojos en blanco. Acabábamos de sufrir
26 la misma experiencia a manos de Grayson y, sin embargo, me había
calificado como la más frágil de la pareja. Si Grayson o Hunter volvían a
expresar su ira, no estaba segura de que tuviera la oportunidad de agarrar
el teléfono y pedir ayuda.
—Scott —dijo Matt, mirándome—. Estoy hablando en serio.
—Lo sé —respondí tan suavemente como pude—. Te llamaré si pasa
algo. Las llaves de repuesto están en el estante del vestíbulo.
Me sostuvo la mirada un momento antes de salir de la habitación de
mala gana.
Lentamente, volví a centrar mi atención en Hunter. Sus ojos azules
observaban mis movimientos y se me secó la boca de los nervios cuando el
sonido de la puerta principal al cerrarse sonó en toda la casa.
—No puedo disculparme lo suficiente por el comportamiento de mi
hermano —dijo Hunter antes de que el silencio pudiera tragarnos.
Me sentía incómoda estando allí con un Dios; el Dios que me pedía
perdón. Su regalo era el perdón, y sin embargo me lo pedía a mí. ¿Y cómo
iba a negarlo? Aunque los motivos de Hunter estuvieran motivados por su
ambición de que la iniciativa tuviera éxito y no tuvieran nada que ver con
mi bienestar, aprecié el gesto.
—No hace falta que te disculpes —dije, con la boca todavía seca.
Sin darme cuenta, mis pies me llevaron junto a él y a la cocina. Las
baldosas estaban frías a través de mis calcetines. Los pasos de Hunter

sonaban detrás de mí, sólidos y fuertes. Señalé hacia la mesa de madera de


la cocina en la que antes se celebraban las cenas de la familia Scott.
—No hiciste nada —dije.
—Puede que no esté directamente involucrado, pero Grayson es mi
responsabilidad —explicó Hunter, ignorando mi oferta para sentarse y
cruzando los brazos sobre su amplio pecho—. Sé que no está contento con
el acuerdo, pero esperaba que al menos cooperara. —Se pasó una mano por
la mandíbula bien afeitada—. Nuestras posiciones dependen de los mortales
y de sus oraciones. Si menos gente nos reza, perdemos poder. El primer
paso es convertirse en un Dios menor y entonces dejamos de existir.
La información que compartió no era nueva. Todo había sido expuesto
con la oferta de trabajo. La gente rezaba menos, contentándose con las
posesiones mundanas que podían obtener por sí mismos. ¿De qué servían
los dioses cuando se podía resolver los problemas de forma mortal? La
terapia de venta al por menor nunca te hacía pasar por un fantasma.
Comprendía la apatía que suponía ser un número más en la larga fila de
pecadores de las deidades.
Hunter estaba ansioso por cortar el asunto de raíz y creía que una
mejor comprensión de los dioses atraería a la gente de nuevo. No estaba
27 seguro de estar de acuerdo. La biología podía demostrar que eran divinos,
la física podía explicar los mecanismos que había detrás de los poderes que
poseían, pero ¿cómo se instalaba la fe en la gente cuando se la había
defraudado una y otra vez?
—Grayson. —Hunter suspiró—. Bueno, supongo que los mortales
siempre serán vengativos.
Hunter lideraba a los dioses, tanto de élite como menores, porque los
humanos confiaban en él y le pedían perdón y protección. No sólo pedían
esas cosas para sí mismos, sino también en nombre de sus seres queridos,
y eso le daba una fuerza que rivalizaba con la de los demás. Habría sido la
elección natural para un líder, pero eso no significaba que no se confiara en
los demás.
—Él no cree en la necesidad de integración ni de entendimiento —dijo
Hunter—. Cree que está por encima de todo. —La frustración se filtró en sus
palabras.
—Sí —murmuré—. Me dio esa sensación.
Una sonrisa triste cruzó el rostro de Hunter.
—Espero que no nos juzgues a todos basándote en las acciones de mi
hermano.
—Realmente no puedo juzgarte —dije, apoyándome suavemente en la
encimera de granito, tratando de no irritar mis costillas, donde el dolor aún
era prominente.

—Ah, sí. Mi esposa percibió eso en ti. No rezas. No has confiado en


nosotros. No eres muy creyente.
Mis mejillas se sonrojaron de vergüenza. La descarada indecisión que
mantenía hacia ellos se atenuaba ante un Dios tan razonable. Pero Hunter
no parecía enfadado con mi falta de creencia. Parecía cansado.
Sin saber qué decirle, me di la vuelta y agarré una botella de vino de la
encimera, y la descorché. Abrí el armario y busqué un vaso, pero el
movimiento me hizo jadear mientras el dolor me atravesaba las costillas.
—Joder —suspiré y me apoyé en la encimera—. Lo siento. —No estaba
segura si maldecir delante de un Dios contaba como pecado.
—No te preocupes. —Hunter descartó mi disculpa con un gesto de la
mano. Cruzó el espacio en unos pocos pasos y se paró frente a mí—. ¿Me
permites? —Señaló con la cabeza hacia mis costillas, y sentí que el pánico
inundaba mi pecho y mis músculos se tensaban.
Mi agarre del cuello de la botella se hizo más fuerte mientras miraba el
pecho de Hunter. Cuando Grayson había desatado sus poderes, había sido
una violencia imprevista. No estaba del todo segura de poder confiar en
Hunter, pero no parecía amenazante. Grayson nos desafió a todos de
entrada, pero Hunter había ejercido la razón y la comprensión. Era más
28 suave y acogedor.
—De acuerdo —acepté.
Hunter se acercó un paso más y colocó sus manos a ambos lados de
mi cintura. La sangre volvió a subir a mis mejillas por lo íntimo que era el
contacto. Era difícil ignorar la belleza que tenían. Sin esfuerzo. Tan
impecables. Nubló mi pensamiento racional hasta que me obligué a pensar
en los montajes experimentales que tenía que preparar para la semana.
Un resplandor azul eléctrico envolvió sus manos y traté de zafarme de
su contacto.
—Es mi aura —explicó, sujetándome—. No te haré daño.
Al poco tiempo, sentí que el calor me recorría. Se sentía como un día
de primavera en el que el sol besaba mi piel y deseaba que no desapareciera
en el horizonte. Me recordaba a los veranos de mi infancia, los que pasaba
en las playas de arena blanca con mi hermano y mis padres
Después de unos momentos, Hunter me soltó y yo solté el aliento que
había estado conteniendo, junto con la nostalgia.
Al girar tímidamente mi torso, el dolor dejó de existir.
—Gracias —dije con incredulidad, palmeando a lo largo de mis
costillas, tratando de encontrar un fallo en sus manos sanadoras.
—Es lo menos que puedo hacer —respondió—. ¿Cómo lo expresarías?
—reflexionó—. Esto tiene que ser una relación simbiótica.

—Tiene que ser mutuamente beneficioso —definí.


—Precisamente.
Me lamenté de que no me hubieran colocado con Hunter y envidié a
todos los que lo habían hecho. Era complaciente, y eso llevaría al éxito.
Grayson no quería simbiosis. Quería hacernos sufrir porque todo esto
estaba por debajo de él.
—Me despido —dijo Hunter, alejándose de mí—. Estoy seguro de que
mi mujer está esperando un informe completo sobre lo que ha pasado hoy.
—Gracias de nuevo por todo lo que has hecho —le dije, sintiendo que
las palabras no eran suficientes pero sin tener nada más que dar.
Sonrió a su vez y se marchó con el azul que le pertenecía.
Más tarde, cuando Matt regresó a la casa, yo estaba acurrucada en el
extremo del sofá con mi portátil, hojeando los diarios.
Preguntó:
—¿Está todo bien? Estás sola.
—Sola no —corregí.
En algún lugar de la casa, supongo que en el piso de arriba, vivía
29 nuestro sujeto de pruebas. El miedo residual permanecía y me impedía
subir las escaleras y buscar consuelo en mi habitación. Había una delgada
línea entre la valentía y la insensatez. No iba a cruzarla por segunda vez en
veinticuatro horas.
—¿Hunter se fue? —preguntó Matt.
—Sí.
—Y no has visto...
—Es silencioso como un ratón.
—¿Cuánto crees que durará?
La pregunta del millón. Grayson no me parecía el tipo de persona que
se tomaba las cosas a la ligera.
Caos.
Destrucción.
Venganza.
Las palabras se mezclaban entre sí hasta que se fundían en una sola.
Grayson no era una raza dócil y domesticada. Se desenvolvía en un desierto
oscuro del que la mayoría de la gente huiría. Sentarse en una habitación y
reflexionar sobre sus acciones no era ni siquiera una posibilidad remota.
Algo se estaba gestando. Habría apostado dinero en ese hecho.
—Tu suposición es tan buena como la mía —murmuré, lamentando no
haber aprovechado al máximo mi charla con Hunter.

Iba a ser una noche inquieta.

30

Grayson

E
n una cama, en una lúgubre habitación llena de cajas, pasé la
noche furioso. La rabia no se había aplacado, sino que seguía
ardiendo incontroladamente en cada célula.
Habían pasado horas desde que llegué a la casa de Scott, y el silencio
se apoderó de las primeras horas de la mañana. Las respiraciones se
volvieron superficiales, y las corrientes de pensamientos conscientes se
ralentizaron y luego se detuvieron. El sueño se los había llevado a ambos.
Tenía que ir con cuidado. O Hunter me degradaría de mi puesto en el
31 consejo, y a Larkin le encantaría. Había un entendimiento mutuo entre mi
cuñada y yo: tratábamos de no estar juntos en la misma habitación si
podíamos evitarlo.
Siglos en el consejo, años sirviendo como un Dios de la élite me dijeron
que mis compañeros me desterrarían felizmente de sus filas. Mis
responsabilidades me tachaban de ser demasiado para ellos, pero yo no me
dejaría dominar y me haría más fácil de tratar. No había ningún atractivo
en hacerme apetecible. Podrían atragantarse mientras yo los observaba con
alegría.
Harto de las cuatro paredes que me rodeaban y de la incesante
sucesión de pensamientos que se repetían, salí de la habitación y atravesé
la casa. Mis pasos eran silenciosos mientras bajaba las escaleras,
observando los objetos que me rodeaban.
Harto de las cuatro paredes que me rodeaban y de la incesante
sucesión de pensamientos que se repetían, salí de la habitación y recorrí la
casa. Mis pasos eran silenciosos mientras bajaba las escaleras, observando
los objetos que me rodeaban.
Las paredes estaban llenas de fotografías de la familia de Scott. Una
mezcla de personas. Scott, de piel dorada y cabello largo y negro, sobresalía.
Los padres, caucásicos y rubios. Y un niño, un poco mayor que Scott,
también caucásico y con el cabello más oscuro.
Ninguna de estas personas estaba emparentada por sangre, pero
aparecían juntas en múltiples fotos. En obras escolares. Cenas de Navidad.

Vacaciones. Y luego los padres desaparecieron, y una nueva mujer rubia


apareció en las fotos. Graduaciones y noches de juegos como un nuevo trío.
En el pasillo, junto a la puerta principal, había una mesa apilada con
cartas sin abrir, y múltiples pares de zapatos alineados desordenadamente
en el suelo.
Mis pies descalzos chocaron con las frías baldosas de la cocina, y miré
alrededor del espacio.
—Veamos lo que tiene —murmuré para mis adentros.
Con pereza, pasé un dedo por las botellas que estaban escondidas en
la esquina de la encimera. Una colección de diferentes bebidas que habían
sido abiertas y disfrutadas. Saqué una botella de ginebra, busqué un vaso,
me serví un poco y me dejé caer en la mesa de la cocina. Justo cuando dejé
que el líquido me calentara, mis oídos se agudizaron al oír un movimiento.
Scott entró en la cocina unos instantes después y yo utilicé mi aura
para ocultarme en la oscuridad, llevándola como una capa. La observé en
silencio mientras agarraba un vaso del armario y lo llenaba de agua antes
de apoyarse en la encimera y dar un trago.
Sus piernas estaban expuestas en la camisa de gran tamaño que
32 llevaba como pijama. Unos muslos suaves y gruesos se frotaron antes de
que la camisa le diera algo de modestia. La masa de cabello negro caía sobre
sus hombros y bajaba por su espalda en voluminosas ondas, terminando en
su cintura. Fue entonces cuando me di cuenta del tenue resplandor azul
que la rodeaba. Los ojos mortales no lo habrían captado. Eso no era para
ellos. Era una advertencia para los dioses. Hunter le dio una marca de
protección.
—Veo que él sigue tratando de limpiar mi desastre. Puso una
protección sobre ti. Hasta aquí llegó su confianza en que haría lo correcto
—espeté, agarrando el vaso con tanta fuerza que una grieta lo atravesó.
La sorpresa que provocó mi voz al salir de la oscuridad la hizo saltar.
Liberé el aura que me rodeaba mientras me levantaba de la silla, dejando el
vaso sobre la mesa. Cada músculo de su cuerpo se tensó cuando puso sus
ojos en mí. La confianza que Scott había tenido ayer por la tarde cuando me
había dicho que no creía en nuestras habilidades había desaparecido. Ahora
que lo había presenciado de primera mano, se había refugiado en su
caparazón.
Pero no fue suficiente para que se diera cuenta de mi verdadero
potencial. Quería algo de diversión. Aquella personalidad arrogante y
engreída se me había metido en la piel, y entrar en su casa era el primer
paso. Vivir juntos era la oportunidad perfecta para destruir su espíritu feroz.
—¿Qué sentiste al tener las manos de un Dios sobre ti? —le pregunté
con curiosidad.
Colocó con cuidado el vaso en la encimera y negó.

—Buenas noches, Grayson —dijo secamente.


Scott dio unos pasos hacia la puerta, pero una oscura ráfaga de mi
aura la encerró con un suave clic. No quería despertar a Holden. Esto era
una charla privada. Uno a uno.
—No ignores la conversación —le dije con calma, sintiéndome todo lo
contrario—. No me rechaces.
La visión de ella alejándose de mí en el laboratorio se precipitó en mi
mente. En toda mi existencia, nunca había tenido a alguien que ignorara mi
voz, y sin embargo esta mortal se creía por encima de mis acciones.
Mientras caminaba hacia ella, se asustó y tiró del pomo de la puerta
en un vano intento de abrirla. Una carcajada baja resonó en lo más profundo
de mi pecho. Al menos tenía un poco de sentido común.
—Estás asustada —dije simplemente, divertido por la facilidad con la
que pensaba que podía escapar de mí.
Scott no quería estar a solas conmigo. Sus pensamientos se agitaron
con lo que debía hacer ahora que la había atrapado en la habitación. Si era
tan estúpida como para llamar a Holden, me aseguraría de silenciarlo
permanentemente esta vez. Lo había derribado con facilidad en el
33 laboratorio y lo volvería a hacer sin ningún remordimiento.
En lugar de llamarlo, se dio la vuelta lentamente, de modo que nos
enfrentamos. Al parecer, esta mujer no sabía cuándo parar.
Hubo un cambio en sus pensamientos que me hizo levantar una ceja
y mirarla con más interés. Oh, definitivamente podría divertirme con ella.
—No sólo estás asustada —observé, caminando hacia ella.
Retrocedió un paso y chocó con la puerta que detenía su vía de escape.
De pie frente a ella, levanté una mano y pasé el dedo índice por su
mandíbula. Su respiración se entrecortó y se puso rígida bajo mi toque. Le
levanté la barbilla con el dedo para que me mirara directamente a los ojos.
Algo que le habrían dicho que no hiciera.
Mirar a un Dios a los ojos era desafiarnos, y no habría manera de ganar
esta lucha. El azul se encontró con un marrón tan profundo que podría
confundirse con el negro. Cuando sentí que Scott no podía soportar su peso,
las rodillas se doblaban bajo la intensidad de mi mirada, rompí el contacto
visual, y mis manos agarraron la parte superior de sus brazos y la
inmovilizaron con fuerza contra la puerta. No había nada de suave en mi
tacto, los dedos se clavaban en la suave carne mientras la mantenía erguida.
—Eres curiosa —susurré mientras una pequeña sonrisa adornaba mis
labios.
—Yo… -—Scott se esforzó por encontrar las palabras.

Me incliné, con mi cara cerca de la suya, y Scott atrajo su atención


hacia mi boca en lugar de mis ojos. Sus pensamientos eran fuertes y claros.
Quería acercarme más y acortar la distancia.
—Quieres saber más sobre mí —dije, con toda naturalidad.
—Es mi trabajo —respondió con brusquedad.
¿Qué haría falta para sofocar el fuego de forma permanente?
Hubo otro estruendo de risa en mi pecho.
—Puedo leerte como un libro, Scott.
La tenía inmovilizada contra la puerta y, cuando me incliné más hacia
ella, oí su respiración entrecortada. Apenas había espacio suficiente para
deslizar una hoja de papel entre nosotros. Su mente y su corazón se
aceleraron ante la proximidad. Mi nariz recorrió su pómulo y tenues notas
doradas y anaranjadas envolvieron mis sentidos.
—No creo que conocerme tan íntimamente forme parte de la
descripción del trabajo —le susurré al oído, entretenido por los
pensamientos seductores. ¿Quién habría imaginado que una mujer con bata
de laboratorio tendría una mente tan sucia?
El calor coloreó sus mejillas, volviéndolas rosadas y cálidas. Podía leer
34 cada uno de sus pensamientos, incluidos aquellos fugaces de cómo se
sentiría al estar apretada contra mi cuerpo.
—Deja que te aclare esto —susurré, provocando un escalofrío en su
columna vertebral—. Nunca tocaría a una mortal asquerosa como tú de esa
manera.
Rápidamente, me aparté, dejándola ir y dándole algo de espacio
mientras reía con crueldad.
La vergüenza se apoderó de sus facciones cuando pasé por delante de
ella y empujé la puerta, haciéndola salir de la cocina a trompicones. Evitó
caer al suelo, para mi consternación.
—Buenas noches, Scott —dije, orgulloso de lo mucho que me había
metido en su piel en poco tiempo.

La mañana trajo consigo nuevas posibilidades de torturar a Scott, pero,


lamentablemente, no apareció en el desayuno.

Holden no pudo encontrarla y llegó a la conclusión de que debía


haberse ido a trabajar temprano. Me sentí satisfecho, sabiendo que anoche
la había puesto tan nerviosa que no podía sentarse en la misma mesa que
yo durante el desayuno. Esa satisfacción me duró todo el camino hasta el
instituto y hasta el laboratorio. Scott podía intentar evitarme todo lo que
quisiera, pero yo la encontraría y seguiría jugando con ella.
—Buenos días —saludó Charlotte al entrar en el laboratorio—. ¿Dónde
está Quen?
—¿No está aquí? —preguntó Holden.
Se le había formado un moretón alrededor del cuello que le
ensombrecía la piel, lo que le obligaba a ajustarse constantemente el cuello
de la camisa. Otro de mis logros exhibido con orgullo.
—No, Matthew —dijo Charlotte con dulzura, poniendo los ojos en
blanco—. Si no, no estaría preguntando por ella. ¿Qué demonios te pasó en
el cuello?
Me quedé junto a la puerta del laboratorio y observé a los mortales
charlar y seguir con su día. Tareas completamente mundanas y triviales.
Ninguno de ellos me interesaba. Seguían dándome espacio, lanzando
miradas cautelosas hacia mí, pero nada más. Estaba deseando que llegara
35 el día en que no tuviera que visitar la clínica. El plan consistía en hablar
para salir de la integración. Esperaba que Hunter prefiriera enviarme de
vuelta a Elysia antes que mantenerme aquí después de haber sacado lo que
pudieran de mí. Había otros once que podían comportarse como mascotas
si así lo deseaban.
—Las cosas se agitaron un poco anoche —respondió Holden.
Tuvo la decencia de parecer avergonzado, y la sensación de satisfacción
volvió a hincharse en mi pecho. Había que poner al idiota mortal en su sitio,
y a juzgar por el tenso desayuno y el silencioso viaje al instituto, yo había
hecho el trabajo.
—Pensé que vino temprano al trabajo —dijo Holden, con extrañeza.
—Voy a ver a Gareth. —Charlotte pasó junto a nosotros antes de mirar
hacia atrás—. Oh, ¿alguna idea de lo que pasó con el laboratorio? —Señaló
las grietas en el suelo y los estantes vacíos.
—Como dije —repitió Holden, poniéndose rojo—, las cosas se agitaron
un poco.
Charlotte nos miró, pero no dijo nada más mientras se iba.
Durante el resto de la mañana, me senté en un banco del laboratorio,
satisfecho mientras repasaba los pensamientos del equipo que se había
reunido para estudiarme. Era la mezcla habitual de pensamientos, aunque
había algunos mortales que habían dirigido sus oraciones en mi dirección

en más de una ocasión. La gente odiaba cuando era agraviada y era entonces
cuando se dirigía a mí.
Me alegré de dejar a Scott con sus pensamientos dondequiera que
estuviera. Seguramente lamiéndose las heridas luego de nuestro encuentro
de anoche. Acabar con ella sería más fácil de lo que imaginaba, y me llenaba
de un oscuro y retorcido regocijo pensar que estaba desanimada. Sin la
fachada que presentaba a sus colegas, sin la confianza que tan falsamente
poseía, Quentin Scott era otra mortal patéticamente normal con una vida
menos que ordinaria.
El reloj marcaba cerca del mediodía cuando Charlotte volvió a entrar
en el laboratorio, con sus pensamientos estruendosos y cortantes. Me
levanté de golpe del asiento mientras agarraba el banco principal. El
taburete se inclinó hacia atrás, cayendo con estrépito al suelo y llamando la
atención. Holden se movió al instante para colocarse entre nosotros.
—¿De verdad? —exigí, con el ojo izquierdo crispado mientras hablaba.
Las palabras salieron como un gruñido y Charlotte pareció un poco
desconcertada.
—¿Qué dijo Gareth? —le preguntó Holden.
—Gareth la reasignó —dijo Charlotte encogiéndose de hombros.
36
—¿A quién? —pregunté en breve, pero podía hacer una conjetura.
—Hunter.
La ira me invadió como un tsunami, eliminando cualquier otra
emoción. Las sombras oscuras de mi aura se enroscaron en mis manos
mientras luchaba por controlar mi temperamento. Mi hermano tenía ventaja
sobre todo desde que habíamos nacido, pero yo estaba cada vez más
cansado de ello. La complacencia se extendía como una enfermedad no
tratada mientras Hunter nos dictaba a todos lo que había que hacer, y todos
accedían ciegamente. Pero yo tenía mis propios pensamientos, y hacía
tiempo que había dejado de mirar a mi hermano mayor con gafas de color
de rosa.
—¿Por qué la reasignaría? —preguntó Holden, frunciendo el ceño.
—Ella lo pidió —explicó Charlotte.
Holden se giró para mirarme y me miró las manos, donde las sombras
se habían hecho más grandes.
—¿Qué le hiciste?
Pensé en la conversación que tuvimos anoche. Scott pensó que todavía
podía rechazarme. De nuevo intentaba alejarse.
—Vigila tu tono conmigo, Holden —advertí, calculando mi próxima
jugada—. No hagas que me arrepienta de no haberte roto el cuello anoche.

Holden se echó atrás inmediatamente, no queriendo estar en la misma


posición que ayer con más público.
—Tienen mi colaboración si trabajo con ella, de lo contrario, me niego
a cumplir —les dije. El tono de mi voz desafiaba a cualquiera de ellos a
cuestionar la decisión que acababa de tomar—. Quiero hablar con ella.
Charlotte me miró con curiosidad, desviando rápidamente la mirada
cuando le llamé la atención.
—No puede hacer daño —dijo, mirando a Holden.
Él parecía menos entusiasmado con mi demanda. Había una vena
protectora en él que se reveló cuando salieron a la luz los asuntos
relacionados con Scott. Holden quería verla a solas y controlar la situación,
demostrando que tenía el control.
—No lo sé —murmuró, frotándose la mandíbula.
—Matt —dijo Charlotte—. Vamos a ser el único equipo que no ha
empezado. Sólo quiere hablar con ella.
Me mordí el interior de las mejillas, dispuesto a estallar si se negaba a
mi petición.
—Lo llevaremos al laboratorio de Hunter —dijo finalmente Holden,
37 aceptando.
Holden, Charlotte y otros dos miembros del personal de seguridad me
acompañaron por los pasillos, hasta un piso superior. Finalmente, nos
detuvimos fuera del laboratorio y, a través del cristal, pude ver a Hunter,
con el brazo expuesto mientras Scott le sacaba sangre. Hablaba
animadamente con los que estaban a su alrededor, pareciendo
completamente a gusto mientras trabajaba, y un nuevo torrente de furia se
abatió sobre mí.
No debería haber sido una sorpresa. Ella era una mortal. Por supuesto,
elegiría el camino más fácil que pudiera.
—Déjame entrar y hablar con ella primero —dijo Charlotte mientras
llamaba a la puerta de cristal y alguien la dejaba entrar.
Tuve que contenerme para no seguirla y montar una escena.
A Scott le hubiera gustado eso, que la buscara.
No.
Ella podría venir a mí.

Quentin

D
espués de una noche de sueño intranquilo, me fui a trabajar
temprano, sin una palabra. Holden podía ocuparse de Grayson.
Anoche había hecho más que mi parte de niñera. Además,
Holden probablemente estaba deseando tener la oportunidad de
demostrarle que no había dejado una impresión duradera después del
incidente de ayer en el laboratorio.
No se podía decir lo mismo de mí.
La vergüenza me ardía en las venas al pensar en la noche anterior. Ni
38 siquiera me había dado cuenta de que Grayson estaba en la cocina hasta
que habló, y la cosa había ido a más rápidamente. Había revisado cada uno
de mis pensamientos, incluidos los de lo seductor que se veía en la
oscuridad.
¿Por qué iba a avergonzarme? Era un Dios, y yo no era la única que
habría notado lo impresionante que era toda la cohorte. Estar tan cerca de
él había despertado un anhelo que me hacía apretar los muslos. Y la forma
en que me dijo que nunca tocaría a una “mortal asquerosa” como yo, me
hizo sentir sucia e inútil.
Me negaba a que me hicieran sentir así bajo mi techo. En lugar de dejar
que la ansiedad creciera hasta convertirse en una monstruosidad
inmanejable, pasé los primeros treinta minutos del día encerrada en mi
despacho, ordenando mis pensamientos. Una científico, una solucionadora
de problemas, eso era lo que yo era. El pensamiento crítico era una habilidad
vital.
Siempre se podía encontrar a Gareth en su oficina durante las
primeras horas antes del comienzo oficial de la jornada laboral. Este
proyecto era su orgullo y alegría, y supuse que su esposa era la mujer más
comprensiva del planeta con la cantidad de horas que le dedicaba.
Llamé a la puerta y no esperé respuesta antes de abrirla. Mis padres
se mortificarían si vieran la forma en que entré en la habitación, pero se
decepcionarían si no me defendiera. Uno de esos escenarios era más fácil de
vivir.
Gareth miró entre sus dos monitores mientras yo me acercaba a él.

—¿Scott? —preguntó, sorprendido—. Hoy llegas un poco temprano. —


Miró el reloj en su muñeca.
No fue necesaria una invitación, ya que tomé asiento frente a su
escritorio. Crucé una pierna sobre la otra y respiré profundamente antes de
decir:
—Necesito hablar contigo.
—¿Está todo bien con Grayson? —preguntó Gareth, sintiendo el
problema.
Me tomé un momento para responder. Lo último que necesitaba era
que Gareth pensara que era incapaz o débil o, peor aún, que lo estaba
exagerando todo. La idea de que pudiera tildarme de histérica me producía
un cosquilleo incómodo. Aquello estaba por encima de mi nivel y estaba más
que preocupada, respaldada por muchas pruebas, por lo volátil que había
resultado ser Grayson.
—Todo está... —Pensé en cómo terminar la frase—. Bien. —La mentira
sonó débil incluso en mis oídos, y me encogí internamente—. Gareth, solicito
un traslado de Grayson. —Fui al grano, sin querer tropezar más de lo
necesario.
39 —Scott —dijo Gareth con firmeza, inclinándose hacia delante con los
codos sobre la mesa, preparándose para comenzar su defensa.
Gareth, a pesar de todos sus correos electrónicos bien educados y sus
bromas, era el jefe. Su ego superaba el nuestro, su impulso era más
dominante, su ambición nos superaba a todos. Eso no significaba que fuera
a retirarme con el rabo entre las piernas. Sería una batalla de voluntades.
—Es volátil e imprevisible —le dije a mi jefe.
—Por eso te puse con él en primer lugar —respondió—. Pensé que
apreciarías el desafío. Fuiste la mejor de tu clase. La persona más joven que
conozco que ha completado un doctorado. No eres alguien que evite el
trabajo.
A Gareth se le daba bien alimentar el ego de la gente. Durante los
meses que precedieron a la llegada, se ganó la confianza de los empleados
para que hicieran lo que él quería. Habíamos completado mucho trabajo
bajo su supervisión porque Gareth no estaba por encima de alimentar la
autosuficiencia de la gente, pero esta vez no me lo creía. Yo sabía de lo que
era capaz, pero eso no significaba que pudiera utilizarlo como ventaja.
—No me estás diciendo nada que no sepa ya, Gareth —le dije con
frialdad.
Nadie iba a librar mis batallas, así que tenía que confiar en mí para no
dejarme arrastrar por palabras endulzadas que no tenían mis mejores
intenciones en el fondo. La amabilidad era a menudo punzante. La gente no
podía evitar llevar sus propias agendas.

Juntó los dedos y yo me recosté en mi silla. Era mi primer trabajo y


nunca había negociado las condiciones, pero me negaba a echarme atrás
fácilmente.
—Solicito un traslado —repetí—. Quiero que me asignen a otro Dios.
—No puedo decir que sea una solicitud que desee conceder.
—Tú me buscaste para este trabajo —le recordé—. Tenía condiciones
estrictas, Gareth. Quería trabajar en esto para publicar los descubrimientos,
pero eso es un poco difícil de hacer cuando no puedo obtener lo que necesito
de mi sujeto porque se comporta como un niño. Quiero mis publicaciones y
quiero mi reconocimiento, y a este paso, será uno de los otros el que lo
obtenga primero. Así que, o me reasignan o me alejo de este proyecto —dije
con seguridad.
A Gareth se le fue el color de la cara, pero su expresión permaneció
tranquila. Ni un músculo de su cuerpo se movió. Podría sustituirme. Pero
eso significaría encontrar a alguien que aceptara el puesto, pasar por todos
los acuerdos de confidencialidad y ponerlo al día. Yo estaba aquí, y tenía un
historial probado de que podía producir resultados en el laboratorio si me
daban las herramientas correctas para trabajar.
Esto podría oscilar en cualquier sentido: podría conseguir mi deseo o
40 Gareth podría enseñarme la puerta y volvería a solicitar puestos de
posdoctorado, con un vacío inexplicable en mi historial de empleo.
—No lo dices en serio —dijo Gareth, tratando de ver mi apuesta.
Sentándome un poco más recta en la silla, relajé los hombros.
—Sí, lo sé. Tú y yo sabemos que podría entrar en la mitad de los
laboratorios del mundo sin problemas. La gente me quiere en su equipo, y
no dudaré en encontrar un empleador que cumpla su palabra.
Las ofertas habían llegado de St Andrews, Auckland y Houston
Methodist antes incluso de que hubiera presentado mi tesis. Mi examinador
externo para mi defensa fue un profesor de Sevilla que me ofreció mi cuarta
oferta de trabajo si así lo deseaba, pero había dado la espalda a todos esos
institutos porque este trabajo tenía la promesa de aterrizar en los libros de
historia, y era difícil domar mi ego por una oferta así.
Cass fue el último empujón que necesitaba para aceptar el trabajo. Mi
hermano mayor era mi columna vertebral y la persona que más quería en
este mundo. Había dudado cuando le expliqué que estaba pensando en
aceptar un puesto en el gobierno en lugar de seguir en el mundo académico.
Me dio una conferencia de veinte minutos sobre los peligros de la corrupción
antes de concluir que debía hacer lo que me hiciera feliz.
—Bien —dijo finalmente Gareth, soltando un suspiro—. Estás fuera
del caso de Grayson.

—¿Y reasignada a…? —pregunté, mostrándole una sonrisa y sintiendo


que el nudo de mi pecho se aliviaba—. No soy exigente. —No había necesidad
de tentar mi suerte, y no habíamos oído que los otros dioses causaran
problemas.
Gareth resopló.
—Puedes trabajar con Hunter, considerando que no pareces tener un
problema con él.
—Creo que puedo trabajar con eso.

—Quen. —La voz de Charlie sonó en el laboratorio.


Me di la vuelta, girando un tubo de sangre para mezclarlo con el
41 anticoagulante. A diferencia de la sangre de los mortales, que era de un rojo
intenso, la de los dioses tenía un color dorado fundido. La de Hunter
contenía motas de azul brillante, del mismo tono que su aura. Esta era la
sangre que nos habían dado al crear las esposas, pero no había sabido a
quién pertenecía.
—Charlie —dije, y sentí que un rubor subía a mis mejillas. Sabía que
en algún momento tendría que enfrentarme a mi antiguo equipo, pero no
esperaba hacerlo hasta el almuerzo.
—Pediste la reasignación. —Charlie fue directo al grano. Había una
razón por la que nos llevábamos tan bien.
Me alejé de Hunter y de los demás, agarré el codo de Charlie, con la
intención de tener algo de intimidad. Cuando miré hacia arriba y fuera de
la fachada de cristal del laboratorio, vi a Holden de pie con otros dos agentes
de seguridad. Sin embargo, la fuerza más imponente era Grayson, de pie allí
con una mirada asesina mientras su aura negra se acumulaba alrededor de
sus manos. Creció, oscureciendo el pasillo, cuando vio mi mirada.
—No voy a lidiar con la falta de respeto, Charlie —dije, volviendo a
mirarla—. Tu trabajo es observar su comportamiento. Mi trabajo es estudiar
su biología, no estar en el extremo receptor de su...
No sabía cómo describirlo.
—¿Complejo de Dios? —ofreció Charlie.
—¡Exactamente!

—Quentin. —Charlie casi se rió, haciendo que mi nombre sonara


brillante y aireado—. Es un Dios. Por supuesto, tiene complejo de Dios, pero
me sorprende que lo hayas dejado echarte de esa manera.
—¡No me echó! —argumenté en voz alta, ofendida por la acusación de
mi amiga. Algunos miembros del laboratorio me miraron, y bajé la voz—. No
me echó. Sólo quería trabajar en este proyecto con un poco menos de
resistencia.
Charlie asintió ante el sentimiento. Comprendería mi deseo de trabajar
duro en un campo dominado por los hombres. Estábamos constantemente
tratando de demostrar nuestra valía.
—Él... —Charlie comenzó y se mordió el labio.
—¿Qué?
Ella suspiró resignada.
—Grayson dijo que no accederá a menos que vuelvas a trabajar con
nosotros.
—¿Qué? —No estaba segura de haberla escuchado bien.
Cuando miré más allá de Charlie, vi que Grayson seguía mirándome
intensamente desde el exterior del laboratorio, como si tratara de
42 agujerearme. Probablemente podría, si quisiera.
—¿Por qué? —pregunté.
—No lo sé, Quen, pero sabes que Gareth quiere un conjunto completo
de resultados, y si Gray no quiere trabajar con nadie más, entonces estamos
a punto de perder un conjunto completo.
Eché un vistazo al laboratorio donde estábamos. Hunter trabajaba con
nosotros sin rechistar. Permitía que se tomaran muestras y hacía preguntas
mientras respondía a las nuestras. Grayson parecía que quería matarme y
luego se metía en mi cabeza. Sin embargo, Gareth esperaba doce series de
resultados, y el fracaso recaería directamente sobre mis hombros en este
caso.
—Mierda —siseé, la realidad se hundía y las lágrimas de frustración
pinchaban mis ojos—. Déjame hablar con él. —Salimos del laboratorio
donde el ambiente era espeso—. Me gustaría hablar con Grayson —les dije
a todos.
—Vamos —dijo Holden.
—Por mi cuenta, Holden —espeté, sin ánimo de jugar.
—No —respondió brevemente, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¡Holden! —grité—. ¡No me presiones hoy!
Entrecerró los ojos antes de hacer una señal a los otros dos
compañeros y se dirigió al final del pasillo, manteniéndose a la vista. Charlie
me dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de unirse a ellos.

—Hunter —dijo Grayson con sorna el nombre de su hermano una vez


que estuvimos solos.
—¿Necesitas algo, Grayson? —le pregunté.
—Elegiste trabajar con mi hermano.
—En realidad —empecé a corregirlo—, Gareth me colocó con tu
hermano cuando pedí el traslado de tu equipo.
—Y apuesto a que aprovechaste la oportunidad —dijo, mordazmente.
Grayson se enderezó y resopló indignado antes de añadir—: No trabajaré
con nadie más.
—¿Por qué no?
Su ira afloró rápidamente.
—¡No necesito darte una razón!
Por el rabillo del ojo, vi a Holden acercarse a nosotros. Lo miré y levanté
una mano antes de que se detuviera. Esto era entre Grayson y yo.
—Este es mi trabajo, Grayson. Me lo tomo en serio —le dije con calma—
. No me interesa jugar contigo y que me hagas la vida imposible. Pedí que
me trasladaran para poder seguir con lo que había que hacer.
43 —Tú y yo sabemos que sin mí, tu trabajo se queda sin hacer —replicó.
Se acercó un paso más, pero a diferencia de la noche anterior, me
mantuve firme. Ahora estaba en mis dominios. El laboratorio era donde me
sentía más segura. Era clínico, analítico y lógico. Era donde me había
construido a base de noches y madrugadas y fines de semana perdidos. Me
negaba a ser destruida en mi reino.
—Te molesta que no puedas conseguir que haga lo que quieres —dijo
Grayson—. Te molesta que sea un proyecto inacabado.
Lo que me irritaba era el hecho de que podía leer cada pensamiento,
incluso cuando yo no decidía expresarlo. No podía huir de la verdad. Nunca
dejaba los proyectos inacabados, y el hecho de no poder terminar su caso
me descolocaba, incluso cuando el traslado era lo que yo quería.
—Vuelve y te daré lo que quieres —dijo Grayson—. Te dije ayer que
trabajaré contigo para darte tu prueba.
—¿Cómo puedo confiar en ti? —pregunté, entrecerrando los ojos.
—No puedes —dijo con sinceridad—. Sólo tienes que decidir lo que te
importa.
Un millar de alarmas sonaron en mi cabeza. No podía confiar en él.
Nunca lo haría, y él acababa de decírmelo. Pero todo lo que tenía que hacer
era tolerarlo el tiempo suficiente para obtener la muestra requerida. No era
una médica que necesitaba que Grayson estuviera presente para los
experimentos.

Sabía que no podía confiar en él, pero había un proyecto inacabado —


mi proyecto— y la forma en que Charlie había dicho que Grayson me había
echado me hacía hervir la sangre. ¿Eso era lo que la gente realmente
pensaba que había sucedido? Un chisme sin sentido que tergiversaba la
historia para que yo fuera la damisela en apuros en lugar de tomar las
riendas de mi propia vida.
Un zarcillo negro se enredó en mi muñeca y supe que la protección de
Hunter había desaparecido y me había dejado a merced de Grayson. No
podía dejar que lo hiciera de nuevo.
—Gareth se va a cansar de verme —dije.
Las palabras fueron como magia. El aura de Grayson se disipó y me
volví hacia los demás.
—Llévalo al laboratorio —ordené, caminando por el pasillo—. Pídele a
James que prepare algunos tubos de heparina y agujas de mariposa. Voy a
ver a Gareth.
No esperé una respuesta antes de bajar las escaleras hacia las oficinas,
dándome la oportunidad de prepararme para mi segunda reunión del día.
Cuando entré en el despacho de Gareth sin avisar, levantó la vista con
44 el ceño fruncido. No era la impresión que quería darle a mi jefe.
—¿Y ahora qué, Scott?
Parecía estresado, y yo sabía que se debía a la situación que le había
planteado esta mañana. No había nadie más dispuesto a ocupar mi lugar
en el equipo de Grayson, y aunque Gareth pudiera encontrar a alguien que
me sustituyera, no importaría porque Grayson se negaría a trabajar con él.
—Si quieres que trabaje con él, tienen que pasar algunas cosas —le
dije.
Gareth suspiró y se levantó de su escritorio.
—Enuméralos y veré lo que puedo hacer.
Una hora más tarde, habíamos acordado que volvería a trabajar con
Grayson, sin opción a un traslado, con mi salario renegociado, y tenía un
único brazalete de cobre en la mano. Lo último fue más bien una insistencia
de Gareth, pero no discutí. Estaría bien tener la tranquilidad de estar a salvo
en mi casa. Por otra parte, Grayson se había metido en mi piel perfectamente
anoche sin demasiada ayuda de sus poderes.
Los pasillos se inundaron de gente que empezaba su descanso para
comer, y empujé a contracorriente para volver al trabajo cuando me topé
con Charlie.
—¿Vienes? —preguntó.

—No. Quiero preparar las cosas para que podamos empezar en cuanto
todo el mundo esté de vuelta —expliqué—. Esto ya ha tomado más tiempo
de lo que debería.
—¿Quieres que vaya contigo?
Sacudí la cabeza.
—Ve a disfrutar de tu almuerzo, y siento haber intentado irme sin
decírtelo.
—Está bien —dijo Charlie—. No trabajes demasiado.
El silencio en el laboratorio me vino bien mientras miraba lo que James
había preparado en mi mesa. Las agujas estaban allí, pero probablemente
me vendría bien un calibre mayor. Me acerqué a los armarios y saqué una
caja de agujas más grandes antes de agarrar un puñado.
—Intentaste huir de mí.
Di un salto ante la sedosa voz que sonó en el laboratorio. Los dioses
tenían que estar relacionados con los gatos: tranquilos, territoriales,
exaltados.
Cuando miré por encima del hombro, Grayson estaba apoyado en un
banco, observándome atentamente. Me di la vuelta y volví a colocar la caja
45 en el armario.
—Si vamos a trabajar juntos, tengo algunas condiciones —dije.
Ladeó la cabeza y alzó una ceja.
—Estoy intrigado.
—Haz lo que te pido en este laboratorio —le dije, mirándolo—. El
progreso de este proyecto es importante para mí.
Grayson se encogió de hombros y sentí que la irritación parpadeaba en
mi interior. No significaba nada para él, pero sí para mí y para los demás
que habían sido reclutados.
—Continúa —dijo.
—Aléjate de mí cuando no esté trabajando contigo.
Una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro y se levantó del banco
con elegancia, para acercarse a mí. Definitivamente era parte gato.
—No seré yo quien tenga un problema con eso —dijo—. Si no recuerdo
mal, tú eras la que quería conocerme mejor.
Me negaba a seguir avergonzándome por ello. Después de todo, no era
la única mujer u hombre que había notado que nuestros doce nuevos
residentes eran excepcionalmente atractivos.
—Un pequeño lapsus en mi juicio profesional —le dije seriamente—.
Tendrás que perdonarme, ya que sólo soy una mortal.
Grayson había dejado perfectamente claro lo que pensaba de mí.

Mortal asquerosa.
Las palabras ocuparon más espacio en mi cabeza del que me gustaría
admitir.
—¿Eso es todo o algo más? —Grayson dio un paso atrás.
Saqué del bolsillo el brazalete de cobre, y lo sostuve en el espacio que
nos separaba. La sonrisa de Grayson desapareció de su rostro y entrecerró
los ojos ante el objeto ofensivo.
—Llevarás esto cuando estés en la casa conmigo o realizando tareas de
integración —le dije.
—Ni hablar —gruñó.
—No es negociable.
—¡Quieres quitarme mis poderes!
—Tú mismo dijiste que no puedo confiar en ti.
Capté el movimiento de sus dedos y el negro que se desprendía de ellos.
Grayson parecía estar sopesando algo en su cabeza. Lo que fuera que había
sucedido entre Hunter y él ayer, cuando salieron del instituto, lo había
dejado indeciso.
46 —Lo llevaré cuando duermas —respondió.
—Te dije que no es negociable —repetí, ignorando su ridícula
sugerencia—. Lo llevarás cuando estemos en casa y cuando tengamos que
salir. No es necesario que lo lleves cuando estés con los demás. Esto no es
sólo una orden mía. Gareth también estuvo de acuerdo.
—¡Bien! —espetó.
Volví a meter el brazalete en mi bolsillo. No le quitaría sus poderes. Un
brazalete probablemente los amortiguaría. Después de todo, era un Dios de
la élite, y tenía mis dudas sobre la eficacia de sus poderes.
Grayson cerró el espacio entre nosotros rápidamente, sus brazos a
cada lado de mí, las manos agarrando el banco, de modo que quedé atrapada
en el pequeño espacio.
—Intentaste huir de mí —dijo, mirándome.
—No hice tal cosa.
—Te pusieron a mi servicio.
—No estoy al servicio de nadie. Este es mi trabajo. —Levanté las dos
manos y golpeé con las palmas en su pecho, intentando moverlo, pero
Grayson se mantuvo firme bajo mis manos sin inmutarse lo más mínimo.
—Ahí está —susurró, con una alegría retorcida en sus rasgos—. Ahí
está la ira que tanto te costó mantener a raya. Esa es la rabia que te llevaría
a llamarme.
—Te dije que no creía en ti. Nunca te llamaría.

—Chica tonta. Has visto muchas pruebas de que nuestra sangre es


divina.
Desde que era una niña, había luchado con mi temperamento. La cosa
más pequeña me hacía estallar de la manera más explosiva. A medida que
crecía, y con la ayuda de mis padres, aprendí a controlarlo, pero nunca lo
abandoné del todo. De las peleas físicas pasé a las verbales. Me convertí en
una experta en el uso de las palabras y en cómo utilizarlas contra mi
oponente.
—¿Divina? —pregunté, sin tener en cuenta cómo me latía el corazón—
. Insistes tanto en que somos tan diferentes, pero mírate. No eres mejor que
yo. Eres egoísta y malhumorado. Te sientas en un trono y miras a los
mortales con un río de oro fluyendo por tus venas, pero eso es todo. Caminas
y hablas y tienes defectos como el resto de nosotros.
Una expresión asesina apareció en su rostro ante mi descarada osadía
de cuestionar su divinidad, pero estaba cansada de que me presionaran.
Cansada de que pensara que él mandaba cuando estaba en mi territorio.
Una voz me llamó y miré más allá de Grayson para ver a James de pie,
examinando la situación.
Sólo mayor por tres años, James no tenía ningún problema en recibir
47 órdenes de mí. El hombre era tan relajado que prácticamente parecía
acostado.
—James, ¿podrías traernos unos cubos de nitrógeno líquido, por favor?
—le pregunté, tratando de mantener mi voz firme.
No nos quitó la vista de encima y asintió antes de irse a hacer lo que le
pedí.
Lentamente, volví a centrar mi atención en Grayson, con cuidado de
no mirarlo directamente a los ojos.
—Necesito trabajar, así que muévete.
El tiempo transcurrió a un ritmo angustioso hasta que Grayson quitó
sus brazos de ambos lados de mí y yo recogí las agujas del banco donde las
había colocado. Grayson había dejado poco espacio, así que presioné contra
él cuando me agarró del codo.
—No me parezco en nada a ti —espetó con una mirada de asco—.
Vuelve a hacer una comparación y no lo pensaré dos veces antes de
mostrarte todas las diferencias que me convierten en un ser divino, incluida
la facilidad con la que podría acabar con tu patética vida mortal.

Grayson

S
cott había rechazado las pocas preguntas sobre su desaparición
esta mañana con una sonrisa tensa y una respuesta cortante,
negándose a revelar la verdadera razón de su ubicación temporal
en el piso de arriba.
Me dio un inmenso placer verla retorcerse, especialmente después de
su pequeño comentario. ¿Cómo se atrevía a compararme con un mortal?
¿De verdad creía que nos parecíamos en algo? Si volvía a hacer un
comentario como ese, me aseguraría de que no pudiera pronunciar ni una
palabra más. Le haría un favor al mundo.
48 —Brazo —ordenó bruscamente Scott cuando el laboratorio reanudó su
trabajo. Se puso un par de guantes blancos y agarró un torniquete.
—Sigo exigiendo respeto, Scott —le dije con los dientes apretados.
Suspiró y volvió a intentarlo.
—Necesito tu brazo.
Le regalé mi sonrisa más encantadora, con los dientes perfectos a la
vista.
—Di por favor.
—Eres insufrible —dijo, jugando con el torniquete en sus manos, y
luché contra una risa.
Debajo del exterior controlado, algo en el interior de Scott me
pertenecía. Un poco apretado, como un resorte con demasiada tensión, listo
para estallar en cualquier momento.
—Di por favor y lo haré —dije, haciendo que mis palabras fueran
enfermizamente dulces.
Con un suspiro, y probablemente con la esperanza de evitar otra
escena hoy, apretó entre los dientes:
—Por favor, dame tu brazo.
Me quité la parte inferior de la camisa negra del pantalón, pero me
detuve rápidamente cuando Scott me rodeó las muñecas con sus dedos.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con los ojos muy abiertos.


La sonrisa de satisfacción volvió a aparecer en mis labios mientras le
respondía:
—No puedo subirme más las mangas. Si quieres sangre, tengo que
quitarme la camisa.
Me soltó las manos rápidamente y se dio vuelta, ocupándose de
preparar el material que necesitaba. De nuevo, se sentía nerviosa. Con un
rubor que se extendía desde sus mejillas hasta su cuello, el calor que
emanaba de ella, daba a entender que aquellos pensamientos
deliciosamente sucios habían vuelto. Y yo disfrutaba de lo bien que todo caía
a mi favor.
Lentamente, me desabroché la camisa, sintiendo varios pares de ojos
sobre mí, pero mi atención se mantuvo en Scott. Quitándome la ropa de los
hombros, me senté en el taburete y doblé la camisa sobre mi regazo antes
de aclararme la garganta.
Scott se volvió hacia mí. Oí el leve tirón de su respiración y, si era
posible, se volvió de un tono rojo más intenso. Las oscuras pupilas se
dilataron, eclipsando el anillo casi negro de sus iris. Dio dos pasos
silenciosos hacia mí, repentinamente sin palabras, y evitó mirarme a la cara.
49
Su mirada recorrió mi antebrazo izquierdo, observando la piel
bronceada y las gruesas venas que latían sin cesar bajo él. Me rodeó el
bíceps con el torniquete y apretó los dedos en el pliegue del codo, tratando
de encontrar un vaso adecuado.
Durante todo el tiempo que trabajó, se empeñó en ignorarme, pero yo
era lo único en lo que pensaba; profesionalmente y no profesionalmente.
Tras abrir una toallita con alcohol, la arrastró por mi piel y tomó la
aguja.
—Sé suave ahora, Scott —susurré, burlándome de ella.
Su rostro permaneció pasivo mientras volvía a presionar sus dedos a
lo largo del pliegue de mi brazo. Cuando estuvo satisfecha, introdujo la aguja
sin avisar. Ni siquiera me inmuté ante su decepción, imaginé, y ella conectó
el tubo y observó cómo el líquido dorado se derramaba por los lados,
llenando el recipiente.
—Tienes unos modales terribles —le informé con altanería.
—Menos mal que no soy doctora —bromeó, encontrando por fin la voz.
—No soy doctor , pero me han dicho que tengo un trato impecable.
El tono sugerente de mi voz hizo que sus mejillas se calentaran
mientras cambiaba el tubo por otro, trabajando rápidamente. Quería
escapar de la vergüenza, pero me divertía. Cada parte lógica de ella me
odiaba y con razón. Pero su biología básica, la asignatura que dominaba, la
traicionaba en cada oportunidad.

—No puedes evitar pensar en ello, ¿verdad? —le pregunté,


manteniendo la conversación entre nosotros.
Scott se negó a responder.
Cuando el tubo se llenó, lo desconectó antes de arrancarme la aguja
del brazo. Por desgracia para ella, no hizo ningún daño. Le entregó el tubo
a James. La sangre dorada brillaba a la luz y contrastaba enormemente con
las motas negras que la atravesaban. Con el tubo en la mano, James se fue
a preparar la primera ronda de experimentos que habían planeado.
—Tengo lo que necesito por ahora —me dijo Scott, tajante y con aire
de negocios—. Charlotte quiere verte el resto de la tarde. —Me quitó el
torniquete del brazo.
—¿Qué quiere? —pregunté.
Mi pregunta hizo que se detuviera y me mirara, pero me centré en
Charlotte, que estaba hablando con Holden y gesticulando salvajemente con
las manos. No había un momento en el que esos dos no estuvieran en alguna
discusión.
Scott dejó caer el torniquete en la bandeja con un pequeño ruido y se
quitó los guantes, encogiéndose de hombros.
50 —Sólo te hará algunas preguntas, creo. El trabajo de Charlie es
averiguar qué pasa dentro de tu cabeza y por qué te comportas como lo
haces.
Apenas le dejé terminar la frase cuando pregunté:
—¿Qué hará con esa información?
—¿Disculpa?
Volví a centrarme en Scott, desplegando la camisa de mi regazo. El
espectáculo era para ella. Para desarmarla. No pensaba convertirme en un
circo para miradas mortales indignas.
Sus ojos se dirigieron a mi brazo, donde no había ni el más mínimo
rasguño donde la aguja había perforado mi piel. No se desperdició ni una
sola gota de sangre.
—Me hace preguntas y me observa, ¿y luego qué? —pregunté con
impaciencia.
—Se suma a nuestro cuerpo de pruebas.
—Te ayuda con tu prueba —le dije.
—Exactamente.
El chasquido de los tacones de Charlotte en el suelo hizo que Scott se
diera la vuelta.

—¿Tienes todo lo que necesitas, Quen? —le preguntó alegremente a su


colega. Charlotte y Scott se encontraban en dos extremos del espectro de la
personalidad.
—Por ahora —respondió Scott—. Es todo tuyo.
Me tensé por la forma en que me despidió. Dejándome en manos de
alguien sin pensarlo dos veces. Como si fuera una tarea tratar conmigo en
lugar de una bendición.
—¡Fantástico! —dijo Charlotte, sin darse cuenta de la tensión—.
Bueno, Grayson, si quieres seguirme, podemos ponernos a trabajar. —Ella
esbozó una sonrisa y luego miró a Scott—. ¿Vamos a por tragos después de
que terminemos aquí?
—Claro. ¿Por qué no?
—Unos cuantos nos reunimos en Murphy's —le contó Charlotte.
Scott gimió.
—¿Tengo que llevarlo?
—Scott —siseé su nombre, sin apreciar la falta de respeto. ¿Cuánto
pesaría en mi contra si le arrancara la lengua?
51 —Creo que algunos de los Dioses se están uniendo a nosotros —explicó
Charlotte—. Pasos de bebé hacia la integración.
—¿Lo haces por trabajo? —preguntó Scott, comprendiendo los planes
de su amiga.
—Oh, por favor, como si nunca hubieras trasnochado.
Scott sonrió y asintió.
—Allí estaré.
—Yo no —anuncié.
Los mortales eran seres ignorantes, pero Scott, reacia a creer y confiar
en lo que tenía delante de sus ojos, siempre daba un paso más. Si ella hacía
su trabajo, ¿por qué no iba a poder hacer el mío? Aunque se tratara más de
una venganza personal que del orgullo por el trabajo en sí.
Agarrando la bandeja de artículos que había que tirar, Scott puso los
ojos en blanco. Se dirigió a la papelera, tiró los artículos usados y me miró
mientras me levantaba de mi asiento.
Charlotte era muy habladora y supuse que parte de su trabajo
consistía en tratar de tranquilizar a la gente. Me pareció que la incesante
charla me ponía de los nervios y me hacía temblar los ojos. Me dirigí hacia
la puerta del laboratorio con Charlotte, su tacón se enganchó en la grieta
del suelo, y yo le agarré el codo con brusquedad y sostuve a la mujer
atolondrada.

—Cuidado. —La palabra salió como un gruñido bajo. Teniendo en


cuenta lo propensos a los accidentes que eran la mitad de los mortales, me
sorprendió la duración media de su vida.
—Gracias —dijo Charlotte, enderezándose.
Fue entonces cuando lo sentí entre la calma general de la habitación.
Hubo una ráfaga de ira que irradiaba directamente de Scott, y sonreí con
satisfacción.
—De nada, Charlotte —le dije con dulzura.
Retiré mi mano de su codo y la puse en la parte baja de su espalda,
guiándola hacia la puerta. La ola de ira latía con fuerza en la habitación.
Puede que el laboratorio sea el dominio de Scott, pero emocionalmente, ella
estaba en mi territorio. Todos los pensamientos oscuros y furiosos me
pertenecían a mí y a mi don. Quisiera o no admitirlo, Scott era mi discípula.
—¿Cómo te estás adaptando? —preguntó Charlotte.
Salimos del laboratorio y dejé caer mi mano lejos de ella. Cuanto más
avanzábamos, la ira de Scott disminuía.
—Es todo un cambio —le dije.
Asintió con la cabeza y se colocó un mechón de cabello detrás de la
52 oreja.
—Sólo puedo imaginarlo.
Soporté las preguntas de Charlotte durante el resto de la tarde. Me
había sacado algo de información que incluía el hecho de que era el hijo del
medio, que me tomaba mi trabajo en serio y que me gustaba beber. Ella
quería más, pero yo me resistía a contarle mucho. Me enteré de todo lo
relacionado con su familia y su novio y de lo que la había llevado a este
trabajo.
—No tendremos muchas sesiones individuales como ésta —me dijo
Charlotte, garabateando en un bloc de notas en su regazo—. Es más
probable que te acompañe durante las tareas de integración.
—Es una pena —dije suavemente—. He disfrutado bastante de nuestro
tiempo juntos.
Charlotte se sonrojó y sonrió mientras salía de la habitación.
—Te veré más tarde esta noche, Grayson.
De vuelta al laboratorio, golpeteé con los dedos el banco mientras
esperaba a Scott. Los demás miembros del laboratorio se habían marchado
hacía una hora, pero ella estaba sentada en una sala con una máquina de
citometría de flujo. Su teléfono vibró por millonésima vez, a pocos
centímetros de mí. Irritado por el continuo zumbido, estiré el brazo y vi el
rostro de Holden en la pantalla.
Una chispa familiar de caos calentó mi alma cuando contesté:

—Teléfono de Quentin Scott. Grayson, Lord del Caos, al habla. ¿Qué


es lo que deseas?
—¿Dónde está Scott? —La voz de Holden era tensa en la línea.
—Está conmigo —le dije.
—¿Qué está haciendo?
—No creo que sea apropiado que divulgue esa información —dije con
diversión.
Hubo un destello de furia que se produjo en la llamada. Me hizo reír
saber lo cerca que estaba Holden del límite.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Scott, apareciendo en la sección
principal del laboratorio y caminando hacia mí—. ¿Es mi teléfono? Dámelo.
—Extendió la mano y dejé caer el teléfono en ella—. ¿Holden? —Scott puso
el teléfono en su oído—. Sí, estamos en camino ahora. Tuve que envolver
algunas cosas. Nos vemos. —Colgó el teléfono y me miró—. Pongámonos en
marcha.
—¿Cómo vamos a llegar allí? —pregunté, con la cabeza ladeada,
decepcionado porque me cortó las alas antes de que causara verdaderos
problemas.
53 —Conduciré.
—Tengo una forma mejor —le dije con un brillo travieso en los ojos.
Claramente, todavía había problemas.
Antes de que pudiera decir nada, mi aura rodeó sus dos muñecas y la
atrajo hacia mí. Nos consumió a los dos, ahogándonos en la oscuridad, y
cuando desapareció, estábamos de pie en el callejón al lado de Murphy's.
Scott respiró profundamente, pareciendo ligeramente agitada. Cuando
se recuperó, me regañó:
—¡Grayson! No debes usar tus poderes fuera del instituto.
—No lo diré si tú no lo dices —dije, arqueando una ceja.
Scott quería pruebas, y yo se las daría de todas las formas posibles,
sólo para demostrar que estaba equivocada. Nada sería más dulce que
hacerla entender.
Sacudió la cabeza y metió la mano en el bolsillo, sacó el brazalete de
cobre.
—Te dije que si salimos tienes que llevarlo —me recordó antes de que
tuviera la oportunidad de objetar.
—También dijiste que si estoy con los demás, no estoy obligado a
llevarlo.
—Acabas de usar tus poderes —replicó Scott—. Creo que estoy en mi
derecho de pedirte que te pongas esto.

Dudé porque algo me decía que sería el único Dios que aún estaría
contenido.
—Siempre podemos preguntarle a Gareth y a Hunter lo que piensan —
dijo Scott, inclinando su barbilla hacia arriba.
Mi mandíbula se tensó. Scott sabía que había ganado este asalto. Abrió
el brazalete y lo colocó alrededor de mi muñeca antes de cerrarlo de nuevo.
El cobre se ajustaba a mi brazo sin que pudiera quitármelo a menos que ella
me liberara de él.
Scott me empujó y entró en el bar. El ruido del local me golpeó como
un muro de ladrillos en cuanto se abrió la puerta y la perdí de vista entre el
resto de los consumidores, pero percibí a mi pariente cerca.
—¡Grayson!
Cuando giré la cabeza, vi que Ignacio me había llamado. La corbata le
colgaba del cuello y una sonrisa ladeada le adornaba la cara.
Me acerqué y tomé asiento a su lado. Nuestros caminos no se cruzaban
a menudo en términos de trabajo, pero Ignacio y yo habíamos entablado una
amistad hace siglos, cuando éramos niños. El caos y la suerte se combinan
en un paquete retorcido. Por lo general, podía confiar en que Ig se pusiera
54 de mi lado cuando se trataba de Hunter y los demás.
—¿Por qué parecías dispuesto a matar esta tarde? —preguntó
Ignacio—. Aparte de lo habitual, por supuesto. Bruna estuvo en el
laboratorio de Hunter y volvió con un chisme, pero prefiero oírlo de la fuente.
—Hunter causó otro inconveniente en mi vida —le dije sin rodeos, sin
querer entrar en el tema—. Nada nuevo y ya está resuelto. Déjame tomar
una copa.
Me levanté de mi asiento, me dirigí a la barra, y pedí un gin.
—Con calma —dijo Charlotte, apareciendo a mi lado.
—Ni siquiera tocaré los bordes —le dije, mirando al frente—. Estoy
seguro de que podré beber más que tú con facilidad.
—No es una tarea difícil. —Rio—. No bebo tanto. —El hombre detrás
de la barra volvió con mi pedido, y Charlotte sonrió—. Tyler, cariño, este es
Grayson.
—¿Otro de tus nuevos colegas? —preguntó Tyler con un marcado
acento irlandés.
—Es correcto.
Se inclinó sobre la barra y me ofreció su mano. La miré durante un
segundo antes de agarrarla y esperar el torrente de sensaciones, pero no se
produjo y recordé el brazalete en mi muñeca, amortiguando la divinidad en
mi sangre.

—Encantado de conocerte, Grayson —dijo—. No dejes que ella te


mande.
—Estoy seguro de que no hay que preocuparse de que eso ocurra —
murmuré.
Tyler no sabía quién era yo. No sabía quiénes eran los otros once. Así
tenía que ser aquí abajo.
—Discúlpenme mientras me reúno con los otros reclutas —dije.
Agarré mi bebida de la barra, y me di vuelta para ver a Ignacio
conversando con Elva. Se acabó mi compañía por esta noche. Prefería no
pasar la noche con Elva, Diosa de la Muerte. Eso sería echar más leña al
fuego de los rumores. Habíamos sufrido casi un milenio de intentos de
emparejamiento, pero la verdad era que teníamos poco en común.
Una mano se deslizó por el hueco de mi brazo y miré hacia abajo para
ver que Sloan se había pegado a mí. Su vientre estaba hinchado a medida
que avanzaba hacia el final de su embarazo. Este sería su quinto hijo. No
era de extrañar que su don la hiciera responsable de la fertilidad.
—Gray, ven y únete a nosotros. —Sloan nos dirigió hacia una mesa
donde Hunter, Larkin y Erik estaban sentados juntos. Se echó el cabello
55 largo y rubio por encima del hombro mientras caminábamos.
Me habría resistido, pero Sloan era alguien con quien rara vez discutía.
Su naturaleza de corazón suave y su paciencia siempre me habían
conquistado. Me alegraba que mi hermano pequeño la hubiera encontrado
y la hubiera acogido en nuestras vidas y en nuestra familia.
—Me preguntaba cuándo te veríamos —dijo Larkin. Era una mujer con
la que tenía poca paciencia.
—Ven a sentarte con nosotros, Gray —dijo Sloan mientras soltaba mi
brazo para unirse a su marido. Me senté al otro lado de Erik y tomé un trago
de mi vaso.
—¡Oh! ¡Mira eso! —dijo Larkin con una sonrisa de satisfacción,
señalando mi muñeca—. Hunter mencionó que podrías seguir esposado,
pero no esperaba verlo. Como un perro con correa. ¡Qué bonito!
Apreté los dientes.
—Cállate, Larkin.
—Nunca pensé que vería el día en que un mortal te dijera lo que tienes
que hacer —dijo alegremente.
Mi mano agarró con más fuerza el vaso de vidrio.
—Larkin —dijo Hunter—. Suficiente.
Ambos miramos a Hunter, que quería calmar la situación, y Larkin lo
dejó pasar, permitiendo que todos volviéramos a la conversación.

Me desconecté rápidamente cuando empezaron a discutir el proyecto,


y mis ojos recorrieron la sala hasta que encontré a Scott. Estaba hablando
con un grupo de personas, y Holden estaba un centímetro más cerca de ella
de lo que sería educado y profesional.
—¿Qué estás mirando? —La voz de Erik estaba en mi hombro.
Respondí sin pensarlo:
—A ella.
Los brillantes ojos azules de Erik se posaron en Scott y Holden antes
de que una sonrisa apareciera en su rostro.
—Anhela estar con ella.
Casi me atraganté con mi sorbo de gin.
—¿Perdón?
A Erik, el más joven de nosotros, le tocó la responsabilidad del amor,
el deseo y la atracción sexual. Entre los tres nos manteníamos ocupados
con las oraciones.
—Ese tipo que está a su lado —dijo Erik señalando a Holden con la
cabeza—. Tiene sentimientos por ella. Relativamente intensos.
56 Dejé escapar un resoplido poco atractivo. No me sorprendía que Holden
sintiera algo por ella. Había sido testigo de la forma en que el hombre quería
marcar su territorio. La llamada telefónica anterior había confirmado que
no me quería cerca de ella. Un desafío innecesario en una puja por su
atención, y no había duda de quién ganaría.
—¿Quién es? —preguntó Erik con curiosidad.
—Una de los científicos —le dije, encogiéndome de hombros, y luego
hice rodar su nombre por mi lengua—. Doctora Quentin Scott.
—Ella te colocó esa esposa.
Miré fijamente a mi hermano menor, pero Erik sólo me devolvió la
sonrisa. No compartíamos la misma dinámica que yo con Hunter. Aunque
mucha gente diría que me equivocaba al decirlo, Erik era mi hermano
favorito. Era un hecho que rara vez me molestaba en ocultar.
—¿Y ella? —le pregunté, con la curiosidad a flor de piel.
Volvimos la vista hacia el bar. Scott se reía de algo, con la cabeza
echada hacia atrás de modo que su largo cabello negro caía en cascada por
su espalda mientras agarraba una botella de cerveza. Holden la miró, y noté
la esperanza en sus ojos que antes había pasado por alto. Su mano pasó
por la parte baja de su espalda y yo entrecerré los ojos, observándolo.
—Le tiene cariño —dijo finalmente Erik—. Nada más —suspiró con
nostalgia—. El amor no correspondido es el peor de todos.

No pude evitar reírme. No. Scott no estaría interesado en alguien como


Matthew Holden. Scott se esforzaba por alcanzar la perfección. No quería
más que lo mejor.
—Gray, te complace tanto la miseria de la gente —dijo Erik, sacudiendo
la cabeza y haciendo que los mechones rubios platinados se salieran de su
sitio.
—Lo llevo en la sangre.

57

Quentin

C
uando me disculpé del grupo para conseguir otra bebida,
Grayson apareció a mi lado expectante.
—¿Qué quieres, Grayson? —le pregunté, ya molesta por su
presencia—. Estoy fuera de servicio.
Bajó la voz y se acercó para que sólo yo pudiera oírlo.
—¿Un Dios no puede pedir una bebida sin un motivo ulterior?
Las palabras eran suaves, envueltas en seda y miel, y enviaron un
escalofrío involuntario por mi columna vertebral. Debería ser físicamente
58 imposible ser tan seductor y exasperante al mismo tiempo.
—Cualquier otro Dios y yo diría que sí. ¿Y tú? No.
—Doctora Quentin Scott —dijo una voz alegremente—. Es un placer
conocerte.
Cuando me di vuelta para dirigirme a mi nombre, un hermoso hombre
de impactante cabello rubio platino me sorprendió, dejándome sin aliento.
Era tan alto como Grayson, de complexión más delgada, pero compartía los
mismos ojos azules.
—Hola —dije, tratando de recomponerme—. No estoy segura de
conocerte.
—Erik —se presentó con una sonrisa deslumbrante—. El hermano
menor de Gray y Hunter. —Extendió una mano hacia mí.
—Erik —le advirtió Grayson con fiereza.
Extendí la mano hacia él, pero la de Grayson salió disparada y atrapó
mi muñeca en un apretado y doloroso agarre.
—Suéltame —siseé, girando la cabeza hacia él.
—Esa no es una jugada inteligente —dijo, acercando su cara a la mía,
y me centré en su boca para evitar sus ojos.
—¡Grayson! —dije, tirando de mi brazo contra su agarre con fuerza. Su
agarre no se debilitó.

—Bien —resopló, soltándome de mala gana y se cruzó de brazos—.


Pero no digas que no te advertí.
Para Grayson todo era un juego, y trataba de asustarme,
probablemente preocupado de que pidiera otro traslado. La personalidad de
Erik se inclinaba más hacia la de Hunter, aunque era menos autoritaria y
más despreocupada y abierta.
Rodeé la mano de Erik, feliz de conocer a otro Dios que ayudaba a
demostrar que Grayson era un completo psicópata y una anomalía.
En el momento en que nuestras palmas se encontraron, hubo una
oleada de emociones que me golpeó como un tren de mercancías desbocado.
Subieron a la superficie y me costó respirar. Sentí un amor y un afecto más
fuertes y puros que nunca. En mi mente aparecían imágenes de mis padres
adoptivos y de mi hermano y una avalancha de recuerdos de mi infancia. Vi
y sentí todos los enamoramientos que tuve a lo largo de los años. Ethan se
abrió paso entre todos ellos con la mayor claridad que había visto en mucho
tiempo. Ethan, cuando nos conocimos, por primera vez como pareja,
arrodillándose. Ethan alejándose de mí y destrozando completamente mi
corazón al cerrar la puerta.
Cuando Erik soltó mi mano de su agarre, mis rodillas se doblaron y me
59 agarré a la barra para mantenerme en pie.
—¿Qué acaba de pasar? —dije, tratando de recuperar el aliento como
si acabara de correr una maratón.
—Lo siento —se disculpó Erik con una sonrisa amable. La expresión
iluminó su rostro—. Ocurre al primer toque. Sacamos a la superficie todo
aquello de lo que somos responsables.
Finalmente lo miré.
—¿Amor? —le pregunté.
—Y el deseo —dijo con orgullo.
Grayson se quedó cerca, mirándome con curiosidad. Cuando se volvió
para mirar a su hermano, su expresión era furiosa.
—Siento lo que pasó —me dijo Erik con suavidad, sonando como si
realmente le importara—. No deberías dejar que eso te impida abrir tu
corazón. Tienes mucho amor que dar, Quentin.
Parpadeando un par de veces, dejé que la sensación de incomodidad
se apoderara de mí. Me sentí violada. Este Dios acababa de ser testigo de
muchos de mis recuerdos personales. Recuerdos que guardaba bajo llave y
enterrados en lo más recóndito de mi mente. Recuerdos que esperaba que
algún día se convirtieran en vagos fragmentos e hilos que dejaran de
hacerme tropezar con el más mínimo detonante.

Abrí la boca, pero Grayson se acercó a Erik, lo agarró por el brazo y lo


hizo retroceder hasta la mesa donde Hunter estaba sentado con dos
mujeres.
—Scott, ¿estás bien? —preguntó Matt, caminando hacia mí.
Lo miré un momento antes de decir:
—Sabes qué, tengo que irme.
—¿Por qué? —Miró hacia la mesa a la que se habían unido Grayson y
Erik—. ¿Qué pasó? Iré contigo.
—¡No! —dije y luego me aclaré la garganta y recuperé la compostura—
. No. Quédate y disfruta. —Forcé una sonrisa—. Vigila a Grayson. Sólo
quiero acostarme temprano.
Con eso, salí del bar y emprendí el largo camino a casa.

60
El sábado por la mañana me senté en la cama con un incómodo nudo
en el centro del pecho. Llevaba ahí desde que Erik me tomó de la mano y
supuse que irme temprano lo aliviaría, pero al parecer, me había
equivocado. Considerando que el descanso no había sido la clave, decidí que
la siguiente opción era sacármelo en el gimnasio.
Cuando entré en la cocina treinta minutos después, Grayson ya estaba
en la mesa, revolviendo perezosamente un poco de azúcar en su café negro.
Me miró al entrar en la habitación y levantó una ceja.
—¿Adónde vas así vestida? —preguntó, con los ojos recorriendo mi
cuerpo y examinando mi atuendo.
Mi pantalón de colores vivos se ajustaba a mis muslos y me había
puesto una camiseta negra de tirantes para disimular el peso extra que tenía
en la cintura. Pero su mirada me acaloró.
Mientras terminaba de trenzarme el cabello, asegurándolo con una
goma, alcancé una manzana del cuenco y me encogí de hombros.
—Al gimnasio. Supongo que puedes venir, si quieres.
En el mejor de los casos, se trataba de un acto poco entusiasta y más
relacionado con la obligación de trabajar que con el deseo de pasar tiempo
con la arrogante deidad.
—¿A dónde? —preguntó Matt, entrando en la cocina.

Reprimí un suspiro. No se merecía mi mal genio.


Durante dos años había vivido sola y había disfrutado de la paz. Volver
a vivir con gente me resultaba antinatural, y más aún, cuando consideraba
que una de esas personas era Matt.
—Al gimnasio —le respondí brevemente, sin poder detener del todo la
irritación.
Matt se estiró, la camiseta se levantó para dejar ver su tonificado
estómago mientras asentía.
—Dame diez minutos y me reuniré contigo.
—Bueno —dijo Grayson, poniendo su taza vacía sobre la mesa—. No
tengo nada mejor que hacer, así que supongo que podría agraciarte con mi
presencia.
Puse los ojos en blanco ante el comentario.
—Dense prisa.
Esperando fuera de la casa, me apoyé en el capó de mi auto y revisé
Instagram hasta que oí que se abría la puerta principal. Cuando levanté la
vista, me di cuenta de que pedirle a Grayson que me acompañara al
gimnasio podía haber sido un error.
61
Hasta ahora, sólo me había encontrado con Grayson en camisa y
pantalón y había luchado por mantener mis pensamientos en la categoría
PG. Luego se había quitado la camiseta en el laboratorio, y desprecié dormir
por llevar su cuerpo perfectamente bronceado y tonificado a mis sueños.
Verlo con ropa informal despertó en mí algo que no podía rechazar tan
fácilmente. Con la camiseta que había escogido, pude apreciar sus brazos
musculosos que ascendían hasta los hombros anchos. El pantalón corto
mostraba unas pantorrillas fuertes, cubiertas de vello oscuro que ascendía
hasta los poderosos muslos. Una gorra de béisbol le cubría el cabello,
colocada hacia atrás en la coronilla. Para alguien que odiaba a los mortales,
había hecho bien en pasar desapercibido. Grayson tenía todo el aspecto de
un deportista, con la piel bronceada y los músculos tensos. Tuve que
esforzarme para dejar de mirarlo.
Cuando llegó a mi lado, su sonrisa me alertó de que había leído todos
mis pensamientos.
—No te preocupes, Scott —dijo Grayson, deteniéndose frente a mí—.
Puedes trabajar toda esa frustración en el gimnasio.
Grayson no me dejaba ni un centímetro de espacio mientras resoplaba
y me alejaba del auto. Debía de haber treinta centímetros de diferencia de
estatura, pero cada vez que se acercaba a mi espacio de esta manera, me
sentía como si me hubiera encogido.
—Tan halagado como estoy, Scott —dijo con suficiencia—, tienes que
controlarte.

La puerta principal se abrió de nuevo y Grayson dio un paso atrás


cuando Matthew se unió a nosotros.
—Vamos —dije enérgicamente, subiendo al auto.
Luego de un corto y casi silencioso trayecto, llegamos a un destartalado
gimnasio de boxeo que había sido mi segundo hogar durante la mayor parte
de mi vida cuando vivía en casa. Me adelanté, abrí la puerta de un empujón
y hablé con la recepcionista antes de bajar las escaleras.
—¡Scotty! —Una voz profunda retumbó en la habitación.
—Hola, Sal —dije, viendo al viejo.
Se acercó y me abrazó.
—No esperaba verte hoy y definitivamente no tan temprano.
—¿Estás libre? —pregunté.
El cabello de Sal era más canoso que negro estos días, pero en mi
corazón no había nadie más a quien recurrir. Sal sería un elemento
permanente en mi vida londinense hasta que ya no estuviera aquí. Era una
de las pocas personas a las que confiaba mi vida.
—¿Para ti? Por supuesto —dijo Sal con una sonrisa.
62 Miró por encima de mi hombro y observó a Grayson y Matthew antes
de levantar una ceja. Sólo venía al gimnasio con Cassidy, y hacía años que
él no venía. Éramos demasiado indulgentes cuando venía de visita como
para ir al gimnasio.
—¿Algo que deba saber? —preguntó—. ¿Estás en una de esas
relaciones abiertas en las que todos los jóvenes parecen estar en estos días?
Pantone podría haber nombrado un nuevo color, con el tono de rojo
que calentaba mi piel.
—No, Sal. Estos son mis colegas, Matthew y Grayson —murmuré a
través de la vergüenza.
—Un placer conocerlos, muchachos. —Sal les estrechó la mano a
ambos y luego dijo—: Bueno, ¿qué estamos haciendo, Scott? Ponte los
guantes y sube al ring.
Cuando Sal se marchó, me di vuelta para mirar a los dos hombres.
—Sean buenos —les advertí.
Saqué mis guantes del bolso y me dirigí al ring que ocupaba un lado
del gimnasio. Sal nos entrenaba a mí y a Cassidy desde que éramos
adolescentes. Después de la muerte de nuestros padres, hizo todo lo posible
por vigilarnos, pero con Cass en Nueva York y yo en Oxford, el contacto se
redujo a alguna que otra llamada telefónica. Sólo desde que volví a Londres
volví a subir al ring y recurrí a los viejos métodos para controlar mi
temperamento y mantener a raya mi ansiedad.

Sal estaba de pie en el cuadrilátero, ajustando las almohadillas en su


mano, y yo trabajaba en cada ejercicio que me daba. Liberé todas las
emociones que Erik había arrastrado a la superficie en cada golpe lanzado.
Hice polvo cada gramo de dolor que los recuerdos me traían. Había
enterrado tan bien a Ethan, que anoche me había dejado aturdida.
—Es bueno ver que no has perdido tu toque —dijo Sal mientras seguía
dirigiendo golpes hacia él.
—Me enseñaron los mejores —respondí entre respiraciones agitadas.
Puñetazos, golpes, ganchos... Trabajé en los combos con todas mis
fuerzas mientras me mantenía ligera de pies. Finalmente, el cansancio se
apoderó de mí, haciendo que mis músculos ardieran. Me detuve y me agaché
en la lona, tomando una profunda bocanada de aire. El dolor físico era un
buen sustituto del daño emocional.
Mientras estaba sentada, intentando recuperar el aliento y calmar mi
ritmo cardíaco, el golpe de las pesas contra el suelo sonó en la habitación.
Al otro lado del espacio, Matthew se acercó a Grayson, poniéndose a su
altura. El Dios colocó la pesa en el suelo con gracia antes de que Matt lo
empujara.
Sin pensarlo dos veces, salí disparada para ponerme en pie, pero Sal
63 había captado el comportamiento agresivo y se inclinó sobre las cuerdas del
ring.
—¡Chicos! —bramó, con la voz dirigida a ellos—. ¡Si quieren una pelea,
suban al ring! No tengo peleas en el suelo de mi gimnasio.
Palidecí ante la sugerencia. Arbitrar una pelea física entre los dos no
estaba en mi agenda de hoy.
—Me parece un plan —dijo Grayson, mirando a Sal por encima del
hombro.
En unos instantes, ambos hombres entraron en el ring mientras Sal
establecía las reglas. El viejo era un experto en control de la agresividad y
me ayudó a controlar mi ira hasta que dejé de enloquecer por cualquier cosa.
En cualquier otra circunstancia, podría haber disfrutado viendo una pelea,
pero tenía muchas dudas de que esta pareja pudiera mantenerla en calma.
—Sin joyas —dijo Sal, señalando el brazalete en la muñeca de Gray.
—Sal. —Di un paso hacia él, el pánico aún no había dado paso a la
parálisis.
—Ya conoces las reglas, Scott —me dijo.
Tragándome el nudo nervioso que se me había hecho en la garganta,
saqué la llave de mi pantalón y me acerqué a Grayson. Había un brillo
travieso en sus ojos que rozaba lo peligroso.
—Más vale que juegues limpio —murmuré, lo suficientemente alto
como para que me oyera.

—¿Me estás diciendo qué hacer? —preguntó Grayson, mirándome—.


Tal vez si lo pides amablemente…
Me tendió la mano. Desbloqueé el brazalete y se lo quité con cuidado,
sin querer tocar su piel desnuda. Erik había dejado una impresión
duradera, y él era todo amor. No quería pensar en lo que podría hacer el
poder de Grayson. Qué clase de cosas horribles podría sacar a la superficie.
—Grayson —dije seriamente—. Nadie más puede saberlo.
Ya no me miraba a mí. En su lugar, su enfoque se centraba en
Matthew.
—Grayson —dije, intentando que me escuchara, pero era inútil.
Sal me sacó del ring y me quedé tan cerca como pude, preparada para
ver cómo se desarrollaba la locura.

64

Grayson

E
ra divertido ver lo fácil que era sacar de quicio a Holden. Su
rabia estaba a flor de piel, burbujeando bajo su exterior de niño
bueno, y no hacía falta convencerlo para que la sacara. Holden
era un hombre que se tomaba las cosas como algo personal. Se consideraba
el típico macho alfa y odiaba que lo cuestionaran o lo superaran, así que,
naturalmente, había hecho ambas cosas.
Lo que no esperaba era que lo presionaran hasta el punto de que
aceptara una pelea física. En el momento en que Sal mencionó el ring, me
sentí más que feliz de complacerlo y demostrarle a Holden la razón por la
65 que no debería haber sido tan estúpido. En el momento en que aceptó,
confirmó la falta de redes neuronales funcionales en la materia gris que
tenía entre las orejas.
—Has cometido un grave error —le dije, poniéndome un protector
bucal.
Scott me había quitado el brazalete de la muñeca y me puse unos
guantes de boxeo desgastados con asco. Era extraño que los mortales
lucharan con los puños. Nada de auras de colores brillantes que chocaban
como lo hacían los dioses.
—No deberías haber abierto la boca —siseó Holden.
Una oleada tras otra de energía nerviosa llegó de la mano de Scott. Se
quedó justo al lado del ring; su cara se asomó entre la lona y la cuerda más
baja. Era bueno para ella perder el control de las situaciones. Un duro
recordatorio de que no era dueña y señora de su destino.
Holden y yo nos tocamos los guantes en el centro del ring, un símbolo
de respeto que a ninguno de los dos nos importaba.
Sabía tanto como el hecho de que Matthew Holden era un hombre
ignorante y arrogante. Me rezaba con regularidad, doblando las rodillas en
el templo y en su casa por las cosas más insignificantes, y ahora que estaba
ante él, creía que podía enfrentarse a mí. Por todas las oraciones
respondidas, tuvo la audacia de volverse contra mí.

No había un solo pensamiento que pasara por su cabeza que yo no


pudiera leer, y como resultado, conocía cada movimiento que planeaba
hacer.
Esquivando y retrocediendo, me alimenté de la ira y la frustración de
Holden, permitiendo que me hiciera más ágil y más fuerte. Cuando me
abalancé sobre él, traté de contener mi fuerza, pero aun así hice que Holden
retrocediera a trompicones hacia las cuerdas.
El mortal se impulsó hacia mí y nos enfrentamos golpe a golpe. Me
costó un esfuerzo mínimo, apenas sudé mientras contrarrestaba cada golpe
que me llegaba. Cuanto más se prolongaba el combate, más difícil me
resultaba controlar mis poderes. Había demasiado que alimentar. La ira, la
ansiedad y el caos me impulsaban y, si no tenía cuidado, perdería el control
de mi aura.
Unos cuantos puñetazos más y Holden besó la lona. Sentí que mi rabia
se cocinaba a fuego lento mientras me alzaba sobre el hombre, pero Sal me
empujó el pecho para alejarme.
—¡Matt!
Scott entró en el ring y se arrodilló junto a su colega. Su cara estaba
roja y ya se estaba hinchando. Holden lucía un hermoso moretón en la
66 mejilla que hacía juego con el del cuello.
Se sentó lentamente con su ayuda, aturdido por el combate.
—¡Hemos terminado aquí! —me gritó Scott.

Cuando llegamos a su casa, Scott estaba tan furiosa que se negó a


mirarme o a dirigirme una palabra. Holden se había convertido en su
principal preocupación, ya que se negaba a ver a un médico, dejando a Scott
el papel de su enfermera personal. Su ira se extendía también a Holden,
pero parecía contenerla en lo que respecta al mortal.
En lugar de sentarme en silencio, siendo el enemigo público número
uno, cambié mis planes. Originalmente, no tenía intención de asistir a la
reunión del consejo de hoy, todavía lívido con la forma en que habían
conducido los negocios para crear este circo, pero era la opción más
atractiva.

Hunter y Larkin vivían en la casa de Gareth, y se les había concedido


el placer de utilizar la casa como punto de encuentro. Me envolví con mi
aura y dejé que me llevara a la residencia.
—Te hemos guardado un sitio, Gray —dijo Sloan cuando llegué al
jardín donde se encontraba el resto de la élite.
Me dejé caer en el asiento junto a Erik, que frotó suavemente el vientre
de su mujer. Sloan puso una mano sobre la suya y le ofreció una sonrisa.
Eran asquerosamente dulces y, si no fueran mis personas favoritas, les
habría dicho algo. Aunque lo hubiera hecho, no me habrían escuchado. Erik
y Sloan estaban predispuestos a ser abiertamente cariñosos.
Elva ocupó el asiento libre a mi izquierda y yo respiré profundamente.
Apartó el largo cabello oscuro que caía como una cortina entre nosotros y
movió sus delgados dedos.
—Elva. —Su nombre salió como un murmullo doloroso.
—Hola, Grayson —me saludó con despreocupación.
—No estás ayudando a los asuntos —le dije, mientras mi mirada
recorría a los demás. Unos cuantos me llamaron la atención antes de
apartar la mirada apresuradamente.
67 —Deja que chismeen —dijo Elva, agitando una mano con desprecio—.
Somos amigos, ¿no?
Nuestro trabajo estaba tan entrelazado que el resto de Elysia asumió
que sería natural que nos uniéramos de la misma manera que Erik y Sloan,
pero encontré a Elva demasiado tranquila en su naturaleza. Ella trataba con
la muerte y la finalidad. En lugar de tomarlo con el mismo vigor y oscuridad
que me empujaba a mí, Elva se sentía cómoda en su rutina. Su enfoque era
suave y gentil.
Si alguna vez me planteaba sentar la cabeza, quería a alguien que fuera
tan caótico como yo en el fondo. El equilibrio no era algo que ansiara. No
anhelaba a alguien que me calmara o frenara mi ritmo. Si alguna vez
ocurriera, encontraría una mujer que ardiera a mi lado, igual de brillante.
Pero Elysia aún no había creado un ser así, dejando que me acostumbrara
y me sintiera cómodo con mi soledad.
—Lo somos —admití en voz baja.
Por mucho que lo intentara, no podía aclarar las cosas, y me molestaba
que los demás se interesaran por mi vida amorosa. Una vida amorosa que
habían creado a partir de nada más que lenguas chillonas que compartían
rumores infundados.
—¿Y qué? Que hablen.
Hunter se puso delante de los once y llamó al orden, haciendo callar a
la chusma y atrayendo a los parientes a los asientos vacíos.

—Quería reunir a todos hoy para recordarles el motivo por el que


vinimos a la Tierra.
No pude resistir el impulso de poner los ojos en blanco, lo que me valió
una mirada mordaz de mi hermano mayor.
—Mientras nos integramos con los mortales, asegúrense de que nadie
ajeno al proyecto sepa nada de nuestros poderes. Estamos aquí para
entender...
Me desconecté del sermón mojigato. No era que no lo hayamos oído
antes. No me cabía duda de que había convocado esta reunión en mi
beneficio. Una sesión informativa pública para recordarme que si ponía un
dedo del pie fuera de la línea, había un montón de testigos para ayudar a
fijar cada acusación en mí sin dudarlo.
Mi cerebro se posó en Scott y en la forma en que me había mirado
desde el suelo del ring. No era sólo enfado, sino asco. Estaba acostumbrado
a ello. Había muchos que estaban sentados a mi alrededor ahora, que tenían
la misma reacción hacia mí y mis responsabilidades.
Mi título oficial podía ser de un Dios, pero los susurros siseaban:
monstruo.
68 —¿En qué estás pensando? —Erik me había atrapado de nuevo y me
miraba con curiosidad.
—En nada —dije, evitando su mirada.
—¿Es ella? —insistió. Cuando no respondí, continuó—: Dos veces en
dos días, Gray. ¿Por qué esta mortal ocupa tantos de tus pensamientos?
No hablamos en voz alta, pero me preocupaba que alguien pudiera
captar la conversación.
—Te parece atractiva —dijo Erik.
Apreté los puños en mi regazo.
—Déjalo.
Esta mañana, cuando entró en la cocina, vestida con ropa deportiva
ajustada, Scott había despertado otra faceta de mi interés. Bajo la bata de
laboratorio y los vaqueros holgados que llevaba para trabajar, había un
cuerpo curvilíneo. Unos muslos gruesos que exigían ser envueltos en una
cabeza, un culo de melocotón y unas caderas anchas. Su estómago no era
del todo plano; era amante de las cosas finas de la vida y un amplio par de
pechos. Debajo de la nerd, Scott podría haber sido clasificada como una
tentación.
Entonces subió al ring y, mientras levantaba pesas, haciendo mi parte
para pasar desapercibido, me fijé en la forma en que se movía. Toda esa
furia empaquetada en ese cuerpo provocó algo un poco más peligroso que
la venganza. Pero todo se hizo añicos cuando casi dejé fuera de combate a
Holden.

Holden.
Corrió al lado de Holden.
A pesar de lo mucho que la despreciaba, incluso yo podía ver que
Holden estaba muy por debajo del nivel de Scott. Él estaba golpeando por
encima de su peso en más de un sentido.
Tal vez me equivoqué de camino.
Erik ladeó la cabeza y me miró fijamente.
—¿Qué quieres? —espeté.
—Has hecho algo —dijo Erik—. Estás preocupado.
Me retracté. Erik no era mi favorito. Odiaba a mi hermano pequeño. Si
alguien podía leerme, era este bastardo. Nunca había entendido los límites
personales, por lo que Erik había ido directamente al contacto cuando
conoció a Scott.
—No es nada que no pueda resolver —le aseguré.
Un plan se formuló en mi mente; las piezas encajaron rápidamente, y
el calor familiar se extendió por mi pecho y en la punta de los dedos.
—Si necesitas mi ayuda... —dijo Erik, siempre el pacificador.
69 —Estará bien —dije, aunque no estaba seguro de ello.
Scott era buena para contener su rabia, pero yo sentía la fuerza de su
ira. Necesitaba volver a tener su gracia, o al menos acercarme a ella, si esto
iba a funcionar.
Estaba listo para causar un caos total y absoluto.

Quentin

—¿E n qué estabas pensando? —pregunté cuando Matthew


finalmente recuperó la cordura.
Tenía un moretón en la mejilla izquierda, que
manchaba su piel de rojo porque los vasos rotos permitían que la sangre se
acumulara. En uno o dos días, la pérdida de oxígeno lo volvería negro-
azulado y empeoraría su aspecto.
—Se mete bajo mi piel —contestó mientras estaba de pie en la cocina,
observando cómo sacaba la comida para llevar de los contenedores y
70 deteniendo mi tren de pensamiento que corría por la cascada de coágulos
de sangre.
Entendía eso. Estaba en la sangre de Grayson causar problemas, y
sería una idiota si no asumiera que ese había sido su objetivo cuando irritó
a Matt.
—No deberías haber reaccionado —le respondí. Era mi intento de hacer
que viera el panorama general.
—Lo sé.
Apilé montones de fideos en los platos, y los recogí antes de indicarle
que me siguiera. Salí por la puerta trasera y entré en el jardín, para
sentarme en la silla y poner los platos sobre la mesa.
A la luz de la tarde, la coloración de su piel parecía más viva. Había
sido un partido desigual e injusto. Grayson nunca debería haber
aprovechado la oportunidad, y me costaría mantener la boca cerrada la
próxima vez que lo viera.
—Gareth te va a quitar de en medio si no paras —le recordé con dureza.
—No quiero hablar de trabajo.
—De acuerdo. —Dejé de girar los fideos alrededor de mi tenedor y lo
miré, tratando de calmarme—. ¿De qué te gustaría hablar?
—Nunca he estado en tu casa —dijo, volviéndose para mirarla por
encima del hombro—. Es bastante grande, teniendo en cuenta que sólo vives
tú.

Un nudo se materializó en mi garganta, sacando la rabia de mi interior,


y de repente me sentí agotada, mirando hacia el jardín. La casa había estado
llena una vez, antes de que me convirtiera en la única ocupante.
—Es la casa de mi infancia —le dije, luchando contra el temblor que
amenazaba mi voz—. Mis padres nos la dejaron a mí y a mi hermano, Cass,
pero luego Cass se fue a Estados Unidos, y ahora sólo estoy yo.
Y entonces Ethan compartió este hogar, quedándose aquí mientras
trabajaba, y yo venía a casa durante las vacaciones lejos de mis estudios.
En mi mente nadaban visiones de hijos y nietos. La casa pasaba de ser
tranquila a estar ocupada y llena de amor de nuevo, y el vasto espacio donde
me ahogaba en la depresión no me consumía.
Pero todo se me había escapado de las manos hasta que me quedé sola.
Estaba acostumbrada a mi propia compañía, pero había días en los que era
difícil pensar en lo que podría haber sido.
—¿Qué pasó con tus padres? —preguntó Matthew.
Era un puñetazo en las tripas cada vez que tenía que admitirlo.
Revivirlo. Había pasado casi una década y el dolor seguía tan crudo como el
día en que ocurrió.
71 —Accidente de tren.
Las palabras sonaban lejanas mientras los recuerdos se abrían paso
desde el fondo de mi mente: los policías en la puerta, la identificación de los
cuerpos, la investigación.
Matthew puso una mano sobre la mía en la mesa, devolviéndome al
presente.
—Lo siento —dijo suavemente, con el pulgar rozando el dorso de mi
mano.
No había nada que odie más que la gente se disculpe por ello. Era una
idea ridícula disculparse por algo que no tenía nada que ver con ellos. Una
disculpa no corregía el mal en mi vida.
Me encogí de hombros.
—Tenía dieciocho años cuando ocurrió. Iban de camino a Escocia
cuando el tren descarriló.
Me apretó la mano y, cuando lo miré, una suavidad desconocida se
asomó al fondo de sus ojos verdes.
—Estoy seguro de que ambos están orgullosos de ti, estén donde estén
—dijo.
—Eso espero.
El escozor de las lágrimas me hizo parpadear rápidamente. Mi dolor
era privado y no pensaba compartirlo con nadie pronto.
—¿Quentin?

Fue extraño escuchar a Matt llamarme por mi nombre de pila.


—¿Sí, Matthew?
—Me preguntaba...
—Vaya, vaya. —La voz de Grayson cortó el resto de la frase—. ¿Esto no
parece acogedor?
Aparté mi mano de la de Matt y giré para ver al Dios de pie junto a la
puerta trasera.
—Esposa, Grayson —dije.
—Pídelo amablemente —respondió con la misma vehemencia.
Matthew se levantó de su silla.
—Haz lo que ella dice.
—¿O qué? —El aura negra cobró vida alrededor de su dueño mientras
se acercaba a nosotros—. Realmente eres tan estúpido como pareces.
Salí disparada de mi asiento y me dirigí hacia Grayson, queriendo
frenar la discusión antes de que empezara.
—Conoces las reglas, Grayson —dije.
72 Apartó la mirada de Matthew y me miró, pero me negué a mirarlo a la
cara. Me tendió la muñeca de mala gana y le puse el brazalete. Por lo menos,
si volvían a pelearse, sería un partido más parejo.
—He perdido el apetito —les dije, recogí el plato y caminé hacia la casa.
—Quentin —llamó Matt.
—¿Puedo confiar en que ambos mantendrán sus egos bajo control y no
arruinarán mi casa? —pregunté.
—Por supuesto.

Pasé el resto de la noche en mi habitación. Había cambiado poco desde


que tenía dieciocho años. Las paredes estaban pintadas de azul cielo, el
escritorio seguía teniendo una pata que se tambaleaba, y las fotografías de
mis padres y mi hermano y de los lugares que había visitado estaban en las
estanterías. La ropa estaba esparcida por el suelo, y las copias impresas de
documentos científicos y médicos cubrían cualquier superficie disponible.

Cuando miré la hora en mi portátil, me sorprendió ver que era más de


medianoche. Al estirarme en el centro de la cama, mi espalda crujió antes
de que se oyera un fuerte golpe en la puerta. Con un gemido, me levanté
para abrirla.
—¿Math... Grayson? —Mi frente se arrugó en confusión.
Él seguía vestido con su camisa y su pantalón, mientras que yo estaba
de nuevo en pijama. Sus ojos recorrieron mi cuerpo lentamente y deseé tener
algo a mano para taparme un poco. Algo en su mirada me hacía sentir
menos modesta de lo que era.
—¿Qué quieres? —pregunté enérgicamente—. Es tarde.
—Todavía estás despierta —señaló.
—Estaba mirando los datos.
Los examinadores habían enviado comentarios sobre mi último trabajo
presentado y esperaba corregir lo que pudiera lo antes posible para que lo
aceptaran para su publicación.
—¿Necesitas algo?
—Mírame —dijo.
73 Hasta ahora, había estado mirando y hablando a su pecho.
—Mírame, Scott —exigió con más fuerza.
Lentamente, levanté la cabeza para mirar directamente sus ojos. A
diferencia de la primera vez, me mantuve firme, probablemente ayudada por
el brazalete, pero el color de sus iris me dejó clavada en el sitio.
Decir que Grayson tenía los ojos azules era un error. No eran sólo azul
bebé. Eran tempestuosos, y enjaulaban el tornado que constituía su
personalidad y le ayudaban a atravesar la vida. Pasaban del azul al gris y
viceversa en impresionantes olas que se deslizaban por las orillas de sus
pupilas.
—Lo que pasó hoy... —comenzó Grayson.
—Podrías haberle hecho daño. —Mis sentidos volvieron, y la ira se
encendió en mi pecho, pensando en el desastre de la tarde.
—¡Él empezó!
—No me importa quién empezó —dije bruscamente, sintiéndome como
una maestra de escuela—. Nunca debiste saltar a la oportunidad de esa
pelea.
Se encogió de hombros, sin inmutarse por mi lógica y dijo:
—Sal parecía impresionado.
—¡Sal no sabe quién eres! Aléjate de Matthew. Es un amigo y aceptaré
que le hagas daño.
Grayson resopló.

—¿Qué? —pregunté, entrecerrando los ojos.


—Holden quiere más que una amistad contigo.
Su observación me produjo un malestar en el estómago. No era
estúpida ni estaba ciega. Era fácil ver que Matthew quería más, pero no
estaba segura de verlo de la misma manera. No estaba segura de estar
preparada para abrirme a alguien y arriesgarme a algo que podría acabar
en desastre.
—Eso no es asunto tuyo —le informé.
—La pregunta es… —dijo Grayson, mirándome con interés—. ¿Quieres
algo más que una amistad con él?
No me sentía cómoda discutiendo el asunto con Grayson, y mucho
menos cuando Matthew estaba durmiendo en el pasillo.
—No es de tu incumbencia —repetí con los dientes apretados.
—Porque no creo que lo veas así.
—Grayson —advertí.
—No piensas en él de la misma manera que has pensado en mí —
continuó, con cara de suficiencia—. Él no despierta ese mismo deseo en ti,
74 ¿verdad?
La sonrisa que apareció en su rostro me hizo cerrar las manos en
puños. No había forma de esconderse de él cuando lo sabía. Había
escuchado cada pensamiento mientras mi cuerpo me traicionaba y
reaccionaba al suyo.
—No puedes evitar pensar en mí de las formas más primarias —dijo,
con voz baja y peligrosa.
—¡No quiero tener nada que ver contigo! —Exploté, negándome a ceder
a sus estúpidos juegos—. ¿Entiendes? No te tocaría ni aunque fueras el
último ser de la tierra.
Con eso, cerré la puerta de golpe con tanta fuerza que unas cuantas
hojas de papel revolotearon por el suelo de mi habitación. Grayson soltó una
sonora carcajada al otro lado de la puerta y yo solté un grito frustrado.
Sería una bendición tener la casa para mí de nuevo.

Si evitar a Grayson fuera un deporte olímpico, me habría clasificado y


habría ganado todas las medallas de oro.

Era frustrante la facilidad con la que se metía en mi piel. Odiaba lo


bien que conocía los secretos que yo quería mantener ocultos y me
preocupaba qué más podía averiguar sobre mi vida sin consentimiento.
Mi estrategia de evasión había tenido éxito hasta ahora, asegurando
que salía de casa temprano y volvía del trabajo tarde. La única interacción
real que tenía con él era para la investigación y para ocuparme del brazalete
en su muñeca. Había dejado que Matt tomara las riendas en todo lo demás.
Los hombres no habían destrozado la casa y Matt no presentaba nuevos
moretones, así que supuse que no podía ir mal.
Llevábamos dos semanas enteras con nuestra nueva rutina, y
contemplé cuánto tiempo más seríamos capaces de mantenerla sin
incidentes. Las cosas parecían demasiado tranquilas. Demasiado fáciles.
—Disculpa, ¿eres la doctora Scott?
Cuando levanté la vista de la placa de PCR en la mesa del laboratorio,
me encontré con una hermosa mujer. Tenía un rostro amable, enmarcado
por una larga melena castaña, y estaba muy embarazada.
—Sí —dije—. Soy yo.
Por lo que yo sabía, ninguna de las deidades debía acudir hoy a las
75 instalaciones, lo que permitía al personal seguir con los experimentos y
análisis sin distracciones. Pero aún más extraño era que una diosa con la
que no tenía relación me buscara.
—Soy Sloan. —Sonrió—. Gareth dijo que había hablado contigo para
hacer algunas observaciones.
La puerta del laboratorio se abrió mientras procesaba sus palabras, y
Erik entró con una sonrisa en la cara, lo suficientemente amplia como para
partirla por la mitad. Se detuvo justo detrás de la mujer.
—Me alegro de volver a verte, Quentin —me saludó como si fuéramos
viejos amigos.
Me gustaría poder corresponder al sentimiento, pero teniendo en
cuenta nuestro primer encuentro, no podía evitar sentirme recelosa de él.
Erik había sacado a relucir tantos recuerdos y sentimientos que me había
costado reprimir. Eso empañaba la naturaleza que poseía.
—Hola —murmuré y me volví hacia Sloan—. Lo siento, ¿qué
observaciones?
Mientras hablaba, saqué mi teléfono y abrí mis correos electrónicos.
Algo de Gareth había llegado a mi bandeja de entrada antes, pero lo había
ignorado, decidiendo que podía esperar hasta el descanso. Pero el descanso
había llegado y se había ido sin que yo saliera del laboratorio y el correo
electrónico seguía sin abrirse. La administración nunca me había
entusiasmado. Ansiaba estar en el laboratorio, practicando mi oficio.

Entrecerrando los ojos, me quité las gafas de encima de la cabeza y


miré el correo electrónico.
—Está interesado en tu embarazo —murmuré, sintiéndome incómoda.
La mayoría de las cosas del proyecto estaban predefinidas, pero poco
a poco nos dimos cuenta de lo imprevisible que era toda esta situación. El
embarazo no estaba previsto. Nunca estuvo previsto en un solo documento.
—Me dijo que eras la mejor que tiene —dijo Sloan amablemente. Me
obligué a no poner los ojos en blanco—. Y que puedo confiarte mi bebé
porque tienes experiencia previa.
Sloan le puso una mano protectora en la barriga y Erik le rodeó el
hombro con un brazo.
—Podemos confiar en que serás cuidadosa, ¿verdad, Quentin? —me
dijo.
—Por supuesto —respondí.
Había trabajado con embarazos durante los últimos años en el
laboratorio, así que no era un territorio desconocido. Lo que era desconocido
era el embarazo de una Diosa.
—Y prefiero que me digan Scott —añadí, mirando a la pareja y
76 concentrándome en algo sobre lo que tenía un poco de control—. Si no les
importa.
El uso de mi nombre de pila me recordaba demasiado a mis padres.
Entre los poderes de Erik y las preguntas de Matthew, me había dejado
descolocada, y me esforzaba por volver a centrarme.
—Scott —dijo Erik en voz baja, pareciendo decepcionado de que le
hubiera quitado la pizca de familiaridad—. De acuerdo. —A diferencia de
Grayson, no parecía dispuesto a destruir mi laboratorio a cambio de no
conseguir lo que quería.
—Si me siguen hasta la sala de pacientes —les dije.
Guardando mi teléfono, me quité los guantes y los tiré a la papelera.
La PCR tendría que repetirse más tarde. Una pérdida de reactivos y de
tiempo, todo porque había evitado el papeleo.
Cada laboratorio contaba con una habitación para el paciente, un
pequeño espacio con una cama contra la pared para permitir la privacidad
lejos del espacio principal. La razón tácita de su existencia era que el
personal pudiera trasnochar sin necesidad de volver a casa. No había ni una
sola persona en todo el equipo que pensara quedarse hasta tarde en este
proyecto.
Señalé la cama cuando entramos en la habitación.
—Ponte cómoda. Erik, hay un asiento por allí.

Sloan se subió a la cama con una gracia extrema para alguien que
estaba tan avanzada en su embarazo. Erik se sentó en la silla y observó, a
quien supuse que era su mujer, con tal adoración que me sentí como si me
estuviera entrometiendo.
Me aparté de ellos, tomé asiento en el escritorio de la habitación,
encendí el ordenador, y abrí un nuevo archivo de paciente. Volví a encontrar
el correo electrónico y dividí la pantalla, haciendo referencia a las peticiones
de Gareth mientras preparaba las cosas.
Sin una planificación adecuada, estaba volando sola. Había algunas
cosas que podía hacer para poner en marcha el proceso y luego tendría que
sentarme y elaborar un plan más concreto que Gareth aprobara. Con suerte,
incluiría a una partera o a alguien con más experiencia que yo.
—Necesito hacer algunas preguntas antes de tomar algunas muestras
—dije por encima del hombro—. ¿Está bien?
—Claro —respondió Sloan con una sonrisa, y me quedé un poco más
tranquila.
Sloan y Erik estaban demostrando tener una presencia más calmada
que Grayson. Era un cambio de ritmo bienvenido.
77 —¿Es tu primer embarazo? —pregunté, volviendo a la pantalla.
—No. —Sloan rio—. Es mi quinto.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Vaya.
Erik se rio, el sonido profundo y sano llenó la habitación.
—Tenemos una niña y tres niños —me informó con orgullo.
—¿No vinieron con ustedes? —pregunté, girando mi cuerpo en la silla
para poder mirar a la pareja. La pregunta salió volando de mi boca antes de
que pudiera pensar.
—Desgraciadamente no —dijo Sloan—. Todavía son jóvenes. Es difícil
manejar sus poderes a una edad tan temprana y con poca experiencia,
habrían causado más problemas que ayuda.
—¿Están con un... padrino? —pregunté.
No estaba muy segura de la terminología que utilizaban los dioses.
¿Los padrinos eran una cosa para ellos? El pequeño estruendo del comienzo
de un dolor de cabeza apareció detrás de mi frente, y me froté el lugar.
Erik sacudió la cabeza, el cabello rubio se movió ligeramente.
—Por mucho que a Grayson le hubiera gustado quedarse, no era una
opción —explicó—. Mis padres están cuidando de ellos.

Decidiendo que probablemente era mejor no cuestionar su elección de


tutor para sus hijos, asentí. Al fin y al cabo, si no podías decir nada bueno,
no debías decir nada.

78

Grayson

D
os semanas. Ese era el tiempo que Scott había estado
evitándome. Si no estaba en el trabajo, estaba con Sal,
dejándome atrapado con Holden, que me acompañaba en
tareas mortales de poca importancia. Todas eran tediosas, y él me irritaba
hasta el punto de que arrancarme la piel de los huesos, me parecía una
opción más atractiva.
Necesitaba hablar con Scott. Si me exigían hacer estas tareas, prefería
hacerlas con ella. Había algo más satisfactorio en conseguir que rompiera
su fachada controlada.
79 Me abstuve de hacer más visitas a la habitación. Esto sólo funcionaba
si la iba desgastando poco a poco, y yo estaba feliz de jugar el juego largo si
eso significaba romperla en mil pedazos y recordarle su lugar.
Para alejarme de Holden y permitir a Scott el espacio que ansiaba,
Murphy's se había convertido en un lugar habitual para mí, y Tyler era
alguien con quien tenía una sorprendente cantidad de paciencia. No hacía
muchas preguntas, y le ayudé detrás de la barra tres veces esta semana
para escapar de Holden y su aburrimiento.
Desgraciadamente, era mediodía y Murphy's aún no había abierto, así
que pasé a ver a Ignacio, que estaba con Hunter y Larkin.
—¿Una reunión social? —dijo Hunter al aparecer en el jardín—. ¿A qué
debemos el placer?
—No estoy aquí por ti —le dije, con desagrado en mis palabras.
Ignacio me miró desde su asiento, con un aspecto un poco menos jovial
de lo que solía ser, y me di cuenta rápidamente de que había entrado en una
reunión que llevaba tiempo queriendo organizar. Una reunión que yo estaba
deseando que llevara a cabo para que ambos pudiéramos seguir con
nuestras respectivas vidas.
—Acompáñanos. Me alegra ver que has escuchado mi advertencia y te
has mantenido alejado de los problemas —dijo Hunter cuando Larkin se
acercó a él.

—Oh, no estoy tan seguro de eso. —Se rio—. ¿Esa pequeña científica
tuya sigue enfadada contigo?
—No sabes nada, Larkin —siseé en respuesta.
—Eso es lo que he oído —continuó Larkin con alegría—. Julia me decía
que no tenía interés en relacionarse contigo. Palabras fuertes incluso para
alguien con fe vacilante. —Dejó escapar una carcajada—. No me sorprende.
La mitad de nosotros no tiene interés en relacionarse contigo.
—Larkin —gimió Ig, pasándose una mano por la cara.
Hunter lanzó una mirada de desaprobación a su mujer.
—¿Qué? —preguntó, con los ojos grandes por la inocencia fingida—.
Es cierto. Waverly y Aria no se acercan a él. A Malachi y Flynn tampoco les
importa.
Los dioses de la élite más jóvenes siempre me habían dejado de lado.
No aprobaban mi trabajo, pero no era como si tuviera elección en el asunto,
y me negaba a justificar mis acciones ante Waverly, Diosa del Descanso.
¿Quién demonios rezaba por una noche de sueño decente?
—Vete a la mierda —espeté—. Disfruta de tu reunión, Ig.
—¿Adónde vas? —me preguntó con pánico. Ya estaba perdiendo el
80 valor que necesitaba para presentar su petición a la pareja.
—A lo de Erik.
—No está en casa —dijo Larkin, con regocijo.
—¿Dónde está?
—En el instituto de investigación con Sloan —respondió Ignacio.
—¿Por qué? —pregunté, un bloque de plomo se instaló en la boca del
estómago.
—Gareth preguntó si a Sloan le importaría que estudiaran su embarazo
—aclaró Hunter.
—¿Qué? —pregunté, tratando de procesar la locura que los había
consumido a todos.
—En realidad, es tu científica la que va a hacer el trabajo si no me
equivoco —dijo Larkin con una sonrisa.
—¡¿Eres estúpido?! —grité.
Ya era bastante malo que hubieran consentido que Sloan y su hijo no
nacido fueran tratados como un experimento, ¿pero ponerlos en manos de
Scott? Scott, que me despreciaba. Scott, que probablemente haría cualquier
cosa para tratar de infligir la misma miseria en mi vida que yo había infligido
en la suya.
—Gray, cálmate —dijo Hunter—. Ellos estuvieron de acuerdo.

No escuché. En cambio, el negro de mi aura me envolvió y sus gritos


se desvanecieron.
—¡Gray! —Hunter gritó.
—Déjalo ir, Hunter —dijo Larkin.
Cuando disolví mi aura, aparecí en una pequeña habitación del
laboratorio, haciendo que Scott se sobresaltara.
Me volví contra mi hermano y mi cuñada.
—¡¿Están locos?! —pregunté.
—Hola, Grayson —dijo Sloan tranquilamente desde su lugar en la
cama, balanceando sus cortas piernas. Parecía que me estaba esperando.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le exigí antes de dirigirme a Erik—
. ¡Y tú! ¿Estás permitiendo esto?
—Es una científica de confianza, Gray —dijo Erik con seguridad—. ¿De
qué deberíamos preocuparnos exactamente?
—¿Te crees esa tontería que ha soltado Gareth? —Mi incredulidad era
evidente—. ¿De qué deberíamos preocuparnos? De todo.
—Sin embargo, no es realmente tu decisión, ¿verdad, Grayson? —Scott
81 dijo sin rodeos, insertándose en la conversación.
Estaba leyendo unas notas en sus manos cuando me acerqué a ella.
Levantó la vista, evitando mis ojos, pero yo quería el contacto. Quería
recordarle con quién estaba hablando. Ponerla de rodillas y echar por tierra
mi plan cuidadosamente trazado, porque esto no era un juego. Esta era mi
familia, y no permitía que nadie se metiera con ellos por unas estúpidas
publicaciones.
—¿Entiendes con lo que estás trabajando aquí? —le pregunté.
—Déjame pensar en eso —reflexionó enfurecida—. No. No tengo idea.
Sólo he estudiado toda mi vida para estar aquí y no tener idea.
Con la mayoría de las cosas, no podría importarme menos, pero
reservaba el lugar más blando de mi corazón para mi sobrina y mis tres
sobrinos. Perdería todo lo que tenía, renunciaría a todo lo que era por ellos,
y el hecho de que Sloan y Erik pensaran que era una buena idea dejar que
los mortales entraran en esta parte de sus vidas me parecía una locura.
El negro se arremolinaba a mi alrededor, espeso y rápido. No iba a
dejar que Scott utilizara esto como un experimento para consolidar su
posición profesional.
—¡Grayson! —gritó Sloan.
Un muro de color verde y rojo apareció frente a Scott, y ella parecía
confundida mientras miraba a la pareja.
—Te sugiero que te calmes —dijo Erik.

—Ven y siéntate conmigo. —Sloan dio una palmada en el espacio de la


cama a su lado.
Me quedé mirando a Scott durante unos instantes antes de que mi
aura retrocediera y me senté. No desapareció. Estaba demasiado lejos para
controlarla.
—Gray, confío en ella —dijo Sloan, su tono suave y gentil—. También
lo hace Erik.
—Es una jugada estúpida —murmuré.
—Tú también.
Mirando de nuevo a Scott, procesé las palabras de Sloan. Scott se había
movido al otro lado de la habitación, permitiéndonos algo de privacidad.
—Sólo quiero que no pase nada malo —admití, cambiando el tema y
mirando a mi familia.
—Lo sabrías si fuera así —dijo Sloan, dándome una palmadita en la
mano.
Erik se rio.
—Es tu trabajo.
82 Me froté la cara con una mano y negué.
—Te juro que...
—Creo que deberías disculparte con ella —sugirió Erik.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Algo ocurre ahí —dijo con un brillo en los ojos.
—No hay nada ahí, Erik. Te dije que lo dejaras.
Sloan miró a su marido con desaprobación y dijo:
—Aunque lo hubiera, no puede actuar en consecuencia.
—Nunca dije que estuvieran enamorados —replicó Erik enfurruñado—
. Pero percibo una atracción.
—Es una pendiente resbaladiza, amor.
—Ahora estás tan mal como el resto —dije.
—Sólo discúlpate con ella —dijo Erik, mirando la espalda de Scott.
—Bien —cedí, aunque sólo fuera para alejarme de Erik, que intentaba
hacer una montaña de un grano de arena.
Una atracción. Había una atracción. Era un Dios con ojos. La había
visto fuera del lugar de trabajo, donde la ropa ya no tenía que ajustarse a
las normas laborales para evitar derrames químicos sobre la piel desnuda.
No. Fuera de sus dominios, Scott era un poco menos modesta, con escotes
pronunciados, ropa ajustada y dobladillos escandalosos que me dejaban con
la curiosidad de saber cómo desenredarla.

Me levanté de la cama y me acerqué a Scott, que se giró al oírme. La


mirada en su rostro decía que estaba lista para otra pelea.
—Lo siento —dice, por el bien de Erik. Mi hermano pequeño un día
sería mi perdición—. Por el arrebato.
—Para ser totalmente honesta, me he acostumbrado a esperar eso de
ti —dijo, pasando a mi lado.
Mi ojo se crispó.
—No puedes aceptar la disculpa, ¿verdad?
Podría haber sido fácil de ver. Podría haber merecido una mirada
prolongada y la incómoda opresión en mi pantalón. Pero en el momento en
que abrió la boca, todos los oscuros deseos pasaron de ser sexuales a
siniestros.
—Cuando viene de ti, es difícil creer que sea genuino.
—¡Ves, Erik! —dije, extendiendo los brazos—. Qué pérdida de tiempo.
Me devolvió la mirada con ojos grandes, y esperé que esta exhibición
hiciera estallar una burbuja en cualquier noción ridícula que se estuviera
formando en su cabeza.
83 —¿Tuvieron que decirte que te disculparas? —preguntó Scott, riendo.
Dejé escapar un rugido de furia antes de que la habitación se
oscureciera y desapareciera.

Quentin

C
uando Gray desapareció de la sala de pacientes, resoplé y noté
que Erik y Sloan me miraban con curiosidad.
—No sé cómo lo aguantas —dije, queriendo romper la
incomodidad.
Agarré una cinta métrica del cajón del escritorio y me acerqué a Sloan.
La diosa se tumbó en la cama sin que nadie se lo pidiera y se levantó la
camisa para que le tomaran las medidas.
—No es tan malo, en realidad —comentó Erik—. Mi hermano es más
84 de ladrar que de morder mayor parte del tiempo.
Él diría eso. Era el hermano de Grayson. Yo haría exactamente lo
mismo por Cassidy. Independientemente de sus defectos, nadie tenía
derecho a meterse con ellos excepto yo.
Evitando cualquier comentario que tuviera, coloqué la cinta sobre el
vientre de su mujer. Mis dedos rozaron su piel antes de darme cuenta del
error y el don de Sloan me golpeó.
Esta vez, no vi nada, como lo había hecho con Erik. No había
recuerdos, nada que me resultara familiar, sino una profunda atracción
dentro de mí. Era cálida y amistosa, casi como un resplandor. No me dejó
sin aliento ni me hizo perder el equilibrio. Me hizo sentir fuerte y protectora
de una manera que nunca antes había sentido.
Cuando retiré la mano de Sloan, mis piernas cedieron y me dejé caer
al suelo, con un dolor que me recorría las rodillas y subía por los muslos.
—Lo siento mucho —dijo Sloan, sentándose.
Erik me ayudó a ponerme de pie.
—¿Estás bien? —preguntó, con una preocupación genuina en sus ojos.
—Estoy bien —dije, encogiéndome de hombros—. Lo siento. Sloan,
¿estás bien?
—¿Cariño? —preguntó Erik.
Sloan se bajó la camiseta y me miró con una mirada que me hizo
encogerme.

—¿Sloan? ¿Cariño? —dijo Erik, acercándose a ella.


—Erik, creo que tenemos que irnos —le dijo ella.
—¿Está todo bien? —pregunté, sintiendo pánico ante el hecho de que
Sloan quisiera irse.
¿Había visto algo que yo no podía? Resultaba agotador intentar
mantener el control ante seres que conocían cada centímetro de ti sin
siquiera decir una palabra. ¿Podrían saber cosas sobre mí que yo aún no
había descubierto? ¿Era así como funcionaba esto?
—Todo está bien —me dijo Sloan, pero parte de la amabilidad se había
evaporado—. Sólo creo que es mejor que nos vayamos ahora.
—Sloan, no puedo disculparme lo suficiente. Si hice algo...
—No fuiste tú, Quentin. Es complicado. —Sloan se deslizó fuera de la
cama—. ¿Estaría bien si paso de nuevo mañana?
—Sí. Eso no es un problema.
—Gracias por tu tiempo —dijo Erik con una inclinación de cabeza.
Su aura roja los envolvió, y en cuestión de segundos desaparecieron,
dejándome reflexionar sobre su repentina partida.
85 Tomé la rápida decisión de terminar el resto del día en casa. Mi teléfono
estaba desactivado en “no molestar” para cualquier llamada o correo
electrónico de James. Lo único en lo que podía pensar era en la forma en
que los dos Dioses se habían apresurado a irse y en sí, eso estaría en mi
contra si las noticias llegaban a Gareth.
Cuando volví a la casa, cerré la puerta principal y me apoyé en ella con
un suspiro. Otro Dios se abrió paso en mi mente.
Tal vez debería disculparme con Grayson por la forma en que me
comporté. Debería haber aceptado sus disculpas. Si pudiéramos llegar a
términos civiles, entonces tal vez podría preguntarle sobre lo que Sloan
sintió después del contacto anterior.
Subí las escaleras, crucé el pasillo hasta la habitación que ocupaba
Grayson. No estaba segura de que estuviera en casa, pero valía la pena
intentarlo. Llamé a la puerta, esperé y me encontré con el silencio. Si estaba
allí, probablemente me estaba ignorando con una sonrisa en la cara. Idiota.
Giré el pomo de la puerta y la empujé para ver que Grayson estaba en la
habitación, pero no estaba allí sentado.
Estaba sin camiseta, encima de una mujer que no reconocí. Ella giró
la cabeza hacia la puerta, con los labios rojos, con cara de asombro y
vergüenza, y yo tuve que levantar la mandíbula del suelo. Grayson, sin
embargo, ni siquiera me miró.
—Ahora mismo estoy ocupado, Scott —dijo, enterrando su cara en el
pliegue del cuello de la mujer.

Su voz me sacudió de la conmoción de la escena, me di la vuelta y cerré


la puerta con una fuerza sorprendente.
Bajando las escaleras a toda prisa, traté de ignorar las emociones que
se agolpaban en mi pecho. Todas ellas luchaban entre sí para llegar a la
cima. La humillación y la ira luchaban valientemente en el centro del
escenario, pero la estupidez ganó. ¿Cómo pude pensar que podría ser
civilizada con ese cerdo?
Automáticamente, fui a la cocina y me serví una copa de vino antes de
salir al jardín. Cerré de golpe la puerta trasera, viendo cómo rebotaba en el
marco y se abría de nuevo.
—Estúpido y arrogante imbécil —murmuré, dándome la vuelta.
Bebiendo un profundo trago de la copa, me apoyé en la pared de la
casa y miré hacia el jardín. En los bordes del mismo, los rosales de mi madre
seguían floreciendo y disfrutando del cálido y templado clima veraniego. Los
blancos y los rojos se alternaban a lo largo del borde del césped.
—¿Siempre pretendes arruinar mi diversión? —La voz de Grayson se
unió a la mía.
Me aparté de la pared, agarrando la copa con más fuerza.
86 —Mi presencia no pareció tener mucho impacto en ti.
—Sí, bueno, Naomi se sintió un poco más avergonzada que yo —resopló
Grayson—. Decidió dar por terminada la tarde.
—Pobre de ti —siseé.
Grayson apareció a mi lado, vestido sólo con un vaquero que le colgaba
de la cadera, mostrando la sagrada V que hizo que se me secara la boca y
se me acelerara el pulso. Ignorando mis pensamientos, me alejé de él.
—¿Por qué estás tan enfadada, Scott? —preguntó con calma.
—No estoy dirigiendo un burdel, Grayson —le dije—. ¡Esta es mi casa!
No puedes traer a quien quieras, cuando quieras. Yo vivo aquí. Incluso
cuando te hayas ido, viviré aquí, ¡así que prefiero que nadie sepa mi
dirección!
Era lo suficientemente genuino. No podía permitir que trajera a mi casa
a quien quisiera. No sabía nada de ellos y vivía sola. Esto era una receta
para el desastre y si Cass se enteraba, nunca oiría el final.
—No creo que sea sólo eso. —Gray caminó hacia mí con pasos lentos y
medidos.
Dejé la copa sobre la mesa y me alejé de él a toda prisa, rodeando el
exterior de la casa hasta bordear la verja lateral y acabar en la puerta
principal. Me siguió con pasos silenciosos.
—Naomi es una mortal —me informó, como si no supiera el hecho—.
Eso te molesta, ¿verdad?

—¿Por qué demonios iba a molestarme eso? —Forcé una carcajada.


—Porque te dije que nunca te tocaría. Que nunca querría a una mortal
asquerosa.
La sangre subió a mis mejillas. Odiaba cuando esto ocurría. Odiaba
sentirme fuera de lugar. Intrascendente. Insignificante. Mi mente se fijó en
las palabras. Tonta. Insignificante. Sin sentido. Rebotaron contra mi cráneo
hasta que quise arrancarlas.
Durante veintisiete años, había puesto todo mi empeño en cada
aspecto de mi vida para demostrarme a mí y a todos que era tan buena, si
no mejor, que la media. Tenía la necesidad de ser más que la niña
abandonada y enfadada. Grayson estaba destruyendo poco a poco todo mi
esfuerzo con unas simples frases, y lo odiaba por ello. Odiaba que le
permitiera tener ese impacto.
—Y yo te dije que no te tocaría ni aunque fueras el último ser de la
tierra —respondí con orgullo.
—Tienes un espíritu tan independiente, Scott —dijo Grayson con una
sonrisa siniestra—. Pero hay una pequeña parte de ti que quiere
obedecerme. Una parte que se sometería a mí si te diera la oportunidad. Y
tengo la intención de encontrarla.
87
Abrí la boca para responder pero no me dieron la oportunidad. Grayson
cerró la brecha entre nosotros. Cada vez que lo hacía, notaba cómo se
cuidaba de no tocarme. Grayson siempre había tenido cuidado de estar
cerca sin contacto, pero esta vez, ese no era su objetivo.
Esta vez, su mano ahuecó mi rostro antes de que sus labios se
estrellaran contra los míos.
Había experimentado el contacto piel con piel con dos dioses antes que
él, pero el contacto con Grayson fue más fuerte que ambos juntos. Era furia
y rabia en un tono tan profundo de rojo que era básicamente negro.
Múltiples recuerdos pasaron por mi mente: yo metiéndome en
problemas por cosas que Cassidy había hecho, los niños diciéndome que no
podía hacer lo que ellos hacían, peleas con amigos, el entierro de mis padres,
ver a Ethan alejarse de mí.
Mientras pasaban y se desenfocaban, se me hizo un nudo en el
estómago. Tanta rabia burbujeando en mis entrañas y haciéndome sentir
náuseas. Esta era la sensación a la que estaba acostumbrada hasta mi
adopción. Esto era el pulso que papá me enseñó a controlar. La bestia ya no
estaba enjaulada. Aullaba, corriendo libre por primera vez en años.
Cuando todo se desvaneció, la debilidad se apoderó de mis miembros
y me mareé. Me aferré a Grayson mientras sus brazos me rodeaban,
manteniéndome pegada a él y firme. Le devolví el beso sólo para enterrar el
puro caos que había sacado a la superficie.

Un profundo fuego pronto lo sustituyó cuando la lengua de Grayson se


introdujo en mi boca, y no me resistí. No tenía la energía para rechazarlo.
Mi cuerpo respondió de todas las maneras que había suplicado desde que
lo vi por primera vez. Como si por fin tuviera permiso para empaparse de
cada centímetro del Dios de las formas más íntimas. Todos mis nervios
ardían por el abrazo, y finalmente me separé, necesitando respirar.
—Ahí está —dijo Grayson, todavía abrazándome y hablando en voz
baja.
Bajó la vista con una mirada de satisfacción y suficiencia que me
devolvió a la realidad. Grayson acababa de estar en la cama seduciendo a
otra mujer hacía cinco minutos, y ahora estaba allí, besándome para
demostrar que tenía razón.
Y lo dejé.
—Aléjate de mí —dije, empujándolo.
—Vamos, Scott. Definitivamente sé que no es lo que quieres. —Se rio
cruelmente—. Y mi Dios, oh mi Dios, ¿tienes mucho corriendo a través de
ti? ¿Cómo has mantenido todo eso bajo control?
—No es asunto tuyo.
88 —Incluso Hunter ha perdido el control de su temperamento.
Apreté los dientes, sintiéndome completamente violada. No confiaba en
la gente. Mi vida era un libro cerrado y decidí mantener a la gente al margen.
La información se daba con moderación. Sin embargo, estos dioses, estos
seres que siempre me habían olvidado, se permitían el derecho de hurgar en
los pensamientos y recuerdos que construían las diferentes facetas de mi
ser.
—¿Y quién era el hombre? —preguntó Grayson con curiosidad,
ladeando la cabeza—. La última vez que realmente perdiste el control. ¿Qué
era él para ti?
—¡No es asunto tuyo! —grité.
—Está bien, Scott. Puedes someterte a mí, y yo puedo quitarte toda esa
rabia. ¿No se siente bien? ¿No te gustó liberar todo? Imagina lo bien que
podría hacerte sentir.
Lo peor era que me había sentido bien. Todo lo relacionado con estar
envuelta en Grayson, después de la furia inicial, se sentía eufórico. Pero no
podía dejar que se repitiera. Le permitiría ganar. Él quería romperme, y yo
me negaba a permitirlo.
—Te lo advierto, Grayson —le dije, sin convicción.
—¿Qué vas a hacer, Scott?
Nunca había estado tan agradecida de ver el auto de Matt detenerse
frente a la casa.

Me alejé unos pasos más de Grayson y repetí:


—Aléjate de mí.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Matt mientras salía del auto
y se acercaba a nosotros.
—No me sentía muy bien —mentí—. Necesitaba un poco de aire.
La preocupación llenó sus ojos mientras me miraba.
—¿Necesitas ver a un médico?
—Probablemente tenga que ver con el calor —comentó astutamente
Gray.
Le lancé una mirada. ¿Cómo seguía siendo tan engreído con la
situación? ¿Cómo puede alguien tener tan poca consideración por los demás
a su alrededor?
—Vamos a meterte dentro y a darte un vaso de agua —dijo Matt.
Me condujo hacia la puerta, y no pude evitar lanzar una última mirada
a Grayson antes de que la puerta se cerrara, separándonos.

89

Era una pena que mi trabajo no ofreciera horas extras porque la


cantidad de trabajo que había hecho, habría supuesto un buen ingreso. No
había un adjetivo lo suficientemente fuerte como para describir cómo me
sentía con lo que había pasado entre Grayson y yo ayer, y no quería
enfrentarlo.
Grayson era fácilmente el ser más frustrante que conocía. Me hacía
perder el control que tenía sobre mi agresividad y, sin embargo, lo
encontraba seductor. Sabía que no era la única que lo miraba de esa
manera, por la mujer en su cama, pero después de ese beso...
En mis momentos libres, mi mente vagaba hacia el abrazo. Lo había
robado, pero eso no significaba que no lo hubiera deseado, y mucho más.
Mierda, no puedo estar pensando en él así, me recordé.
Mis pensamientos ya eran bastante sucios, pero después de estar tan
cerca de él, saboreándolo, se habían vuelto más difíciles de domar.
—Quen, ¿me estás escuchando?
—¿Eh?

—¿Qué pasa hoy ahí arriba? —preguntó Charlie, golpeando


suavemente mi sien con un dedo.
Estábamos sentadas en la sala de descanso. Sostenía un café frío en
mis manos y miraba fijamente las oscuras profundidades.
—No dormí bien anoche.
No era mentira. Nunca dormía bien, pero la noche anterior había sido
por razones distintas a las habituales. Acurrucada en la cama, mi corazón
latía peligrosamente mientras intentaba meter todo lo que se había desatado
de nuevo en la caja. Si Grayson aparecía en la puerta, no sabía qué haría, y
eso era motivo de preocupación, porque significaba que no tenía el control.
—Estás pasando mucho tiempo aquí, Quen —dijo, frunciendo los
labios—. Ten cuidado de no agotarte.
Tuve que morderme el interior de las mejillas para no admitir la verdad
ante Charlie.
—Está bien —dije—. Estoy bien. Cass vendrá de visita pronto, así que
será un buen descanso.
—¿Tu hermano? ¿Va a traer a su prometida?
Cassidy se comprometió con Sophie el año pasado. Era una mujer
90 dulce que sabía mantener a mi hermano a raya. Me había dolido un poco
cuando hizo el anuncio, pero rápidamente lo dejé de lado. Ver a mi hermano
feliz significaba el mundo para mí.
—Sí, Sophie estará aquí —confirmé—. Están arreglando los detalles de
la boda.
—Entonces, ¿te vas a tomar un descanso?
Asintiendo, bebí el frío líquido marrón de la taza y me levanté de mi
asiento.
—Quen —dijo Charlie, mirándome.
—¿Mmm?
—¿Ya has encontrado un acompañante?
Parpadeé.
Nadie en este trabajo sabía de Ethan. Después de romper, eliminé
metódicamente todas las fotos y mensajes de él. Una pizarra completamente
limpia. Para todos los presentes, no salía con nadie porque no tenía tiempo,
pero el hecho de que Charlie sacara el tema de la pareja me recordó lo soltera
que estaría en la boda de Cass en diciembre.
—Todavía no.
—Sabes, siempre podría preguntarle a mi primo.

Grayson

L
a mayor parte de la mañana la había pasado ayudando a Tyler a
abastecer el bar. Habría sido más rápido si se me hubiera
permitido usar mis poderes, pero ya había tentado mi suerte y
era mejor andar con cuidado. En lugar de eso, saqué cajas y coloqué botellas
mientras Tyler se dedicaba a charlar de vez en cuando.
Murphy's era el lugar más interesante con el que había tropezado en
la tierra. Me había dado la oportunidad de hablar y observar a los mortales
en sus mejores y peores momentos. Se amontonaban para celebrar sus
victorias y ahogar sus penas. Había un montón de pensamientos para
91 escoger y un montón de mujeres decentes para perseguir.
Y habría tenido éxito en mi búsqueda ayer por la tarde, si Scott no
hubiera irrumpido en mi habitación. Aparentemente, la privacidad no era
algo que se esperara en su casa.
—Te agradezco que ayudes cuando puedas —dijo Tyler, sacándome de
mis pensamientos.
—No es ningún problema.
—No me di cuenta de que sólo estabas a tiempo parcial.
—Trabajo en la agencia —mentí con la historia preparada—.
Seguiremos adelante cuando el proyecto esté terminado.
Tyler asintió y siguió limpiando las mesas. Lo toleraba. Nunca hacía
demasiadas preguntas. Tenía, lo que supuse que Erik llamaría, una relación
equilibrada. Charlie sentía la necesidad de llenar el silencio, pero Tyler se
sentía cómodo en él.
A medida que avanzaba la tarde, me dirigí al instituto para ponerme al
día con Gareth antes de mi cita programada con Scott.
—¿Y no te has encontrado con ningún problema? —preguntó Gareth,
mirándome con recelo.
Me recosté en la silla frente a él, tranquilo y sereno.
—Ninguno que yo recuerde.

—Bueno, Holden no tiene ninguna queja. Quentin y Charlotte parecen


satisfechas con los progresos que están haciendo hasta ahora. Deben ver a
Hankle pronto.
No fue una sorpresa que Holden no dijera nada. No querría una marca
en su excelente reputación. La idea de que su superior pudiera verlo como
incapaz le obligó a mantener la boca cerrada.
Con Scott, sin embargo, estaba seguro de que le diría a Gareth que me
había vuelto a pasar de la raya, teniendo en cuenta que no estaba en casa
esta mañana.
A menos que no haya sobrepasado el límite.
Sabía que podía llegar a ella.
Ayer había sido impulsivo. Un paso más allá de los planes. Quería que
ella confiara en mí antes de dar un paso. La verdad era que ella nunca
confiaría en mí. Scott era demasiado inteligente y demasiado reservada, y
yo era demasiado propenso a las situaciones caóticas para demostrar que
estaba equivocada.
La inseguridad que fluyó a través de Scott cuando me atrapó, no fue
un suave goteo, sino un río caudaloso que la arrastró. La frustración, la
92 incapacidad y la violencia pura se agitaron en ella y me atrajeron como un
imán. Era mía mucho antes de que yo pusiera mis ojos en ella.
Había imaginado que un beso con ella sería deslucido. Después de
todo, ¿cómo podría una mortal compararse con los siglos de indiscreciones
divinas que conformaban las muescas de mi cama?
Qué equivocado estaba.
Besar a Scott había sido beber la oscuridad que ansiaba cada día. Me
agitaba el alma y despertaba algo que no podía precisar. El sabor amargo
del café y la forma en que se aferró a mí, casi me hicieron perder el control
de mi aura, y cuando se apartó, me costó toda mi contención no empujarla
contra la puerta. El espacio que nos separaba me dejó descolocado.
Necesitaba más, y tenía la intención de conseguirlo.
Después de terminar con Gareth, me dirigí al laboratorio. Estaba más
tranquilo que cuando llegamos. El equipo estaba trabajando en sus tareas
individuales en lo que respecta a mí, así que solo había unos pocos técnicos
en el espacio.
Cuando entré, recibí algunos pequeños asentimientos antes de ver a
Scott de pie junto a un banco, con un bolígrafo volando sobre un papel. El
despacho que llevaba su nombre rara vez estaba ocupado. Llevó su portátil
y sus papeles al laboratorio, instalándose en un banco como si abandonar
el espacio le restara vida.
El mismo tirón del alma ocurrió ahora que ella estaba a la vista. El
mismo deseo de beber de su pozo hasta ahogarme en él.

Holden apareció ayer y lo arruinó todo. Podría haberla roto si se


hubiera mantenido alejado. Podría haber conseguido lo que quería. Ese
hombre era realmente una espina en mi costado, y no pasó un momento en
el que no lamentara mi error de permitirle vivir.
—Scott —dije, acercándome a ella.
—Estoy ocupada —me dijo bruscamente, sin molestarse en levantar la
vista de los papeles.
—No me rechaces.
Levantó la vista y se mordió con fuerza el labio inferior en un intento
de mantener la calma. Sus músculos se tensaron y se levantó. Siempre
dispuesta a luchar.
—Me pidieron que viniera aquí para que pudieras añadirme a tus
muestras —dije—. El hecho de que estés ocupada me involucra
directamente.
Dejó escapar un suspiro frustrado y volvió a su trabajo.
—Vamos, Scott —dije con una sonrisa malvada, observando su perfil—
. No me tienes miedo, ¿verdad?
Scott soltó una pequeña carcajada y me puse a su lado en el banco.
93 Había una pila de papeles delante de ella, y miró las palabras.
Me incliné para que mi boca estuviera en su oído.
—¿O es que no puedes confiar en ti misma cerca de mí?
Cuando giró la cabeza, nuestras narices casi se rozaron, pero no
retrocedió. Scott era una criatura orgullosa, y su caída sería nada menos
que espectacular.
—Ni aunque fueras el último ser de la tierra —me dijo.
—Ese no es el mensaje que recibí ayer —dije, inclinándome para que
la punta de mi nariz tocara la suya.
Azahar y miel y notas amargas de café. El aroma de Scott era
puramente suyo; una deliciosa mezcla de amargo y dulce que atrapaba y
confundía.
—¡James! —llamó ella, retirándose—. ¡¿Está todo listo?!
Se apartó de mí mientras James empujaba un carrito de artículos
hacia ella.
—Habitación del paciente, por favor —le indicó antes de mirarme—. Y
tú, muévete. Antes te vea, antes te puedes ir, y me puedes dejar en paz.
—Vas a herir mis sentimientos —dije, siguiéndola a la habitación.
El carro estaba cargado de botes y tubos para que ella guardara las
muestras. Me senté en el borde de la cama, con los pies apoyados en el

suelo, y me quité la camisa, sabiendo por las agujas que necesitaba más
sangre.
—James, ¿quieres hacer las observaciones? —preguntó Scott,
haciendo todo lo posible para evitar mirarme.
Hice una nota mental para invitar a Ignacio a una copa porque la
suerte estaba de mi lado, mientras James le recordaba que tenía que irse a
una cita con el dentista. Scott cerró los ojos y asintió antes de que James
saliera de la habitación y cerrara la puerta, atrapándonos juntos en el
espacio.
—Tengo que tomarte la tensión y el ritmo cardíaco —me explicó.
No me miró mientras me colocaba el brazalete en la parte superior del
brazo y una pinza en el dedo, poniendo en marcha la máquina. Scott sacó
la tabla y anotó todo antes de quitármelos.
—¿Todo en orden? —pregunté.
—Sabes que sí —respondió entre dientes.
Yo era un Dios. ¿Cómo podría ser algo menos que perfecto?
—Necesito sangre, muestras de cabello y un hisopado de mejilla —
enumeró Scott.
94
—Mi cuerpo es tuyo.
Sus mejillas se colorearon y se dio la vuelta rápidamente, poniéndose
los guantes con fuerza y preparando lo necesario para extraer la sangre.
—Tu cuerpo es para la ciencia —corrigió mi frase.
Pero oí cómo aumentaba su ritmo cardíaco y eso hizo que mis labios
se movieran en una sonrisa. Todavía podía romperla.
Erik no estaba equivocado. Había una atracción entre nosotros. Scott
se había convertido en una picazón que quería rascar, y cada vez era más
difícil de ignorar. El beso había inclinado la balanza. Todavía quería
destruirla, pero no había razón para no disfrutar del placer en todas sus
formas.
Cuanto más se resistía a mí, más me esforzaba. Estaba acostumbrado
a conseguir lo que quería. Las mujeres se me lanzaban. Entonces, ¿por qué
luchaba tanto contra ella? ¿Cuánto ego podía mantener esta mortal? El
simple acto me satisfaría y la arruinaría para cualquier otra persona por el
resto de sus días. Sólo tenía que ceder.
Scott recogió la sangre en tubos y me arrancó unos cuantos mechones
de cabello oscuro de la cabeza antes de guardarlos. Sacó hisopos y se volvió
hacia mí, dudando. Tomar una muestra de la mejilla requeriría una mayor
proximidad.
—Te prometo que no voy a morder —le dije, y luego levanté una ceja—
. A menos que te guste ese tipo de cosas.

El hecho de incitarla siempre funcionaba. Scott entrecerró los ojos y yo


abrí las piernas. Suspiró antes de meterse entre ellas.
—Abre la boca —ordenó.
—Realmente necesitas trabajar en ese terrible trato con los pacientes.
—Vete a la mierda.
Le rodeé la cintura con un brazo y la acerqué, obligándola a soltar un
chillido.
—Dime dónde y cuándo —dije, con el deseo oscureciendo mis ojos.
—Grayson, estoy tratando de trabajar —dijo, poniendo una mano en
mi pecho y tratando de mantener el hisopo sin contaminar. Su cuerpo se
había tensado—. Suéltame y abre tu maldita boca para que pueda obtener
la muestra.
Tragó con fuerza y se zafó de mi agarre, retrocediendo unos pasos.
Frunciendo el ceño, me levanté de la cama y me acerqué a ella. ¿Por qué no
podía engancharla?
—Grayson. —Scott dio un paso atrás por cada paso que daba hacia
ella.
95 —Dime que no —le dije mientras chocaba con la encimera y la atrapaba
allí.
No dijo la palabra.
Debajo de su piel dorada había un tenue matiz rosado. Su corazón
bombeaba rápidamente, golpeando torpemente contra su pecho. Ella lo
negaría hasta que se pusiera azul, pero yo sabía que Scott sintió el impulso
cuando nos besamos ayer que no tenía nada que ver con mis poderes.
—Abre la boca. —Su voz era jadeante.
Me incliné lentamente, acercando mi cara a la suya, y abrí la boca para
que pudiera obtener su muestra. Scott me frotó el interior de la mejilla y
evitó todo contacto visual. Con la muestra recogida, se deslizó junto a mí
hasta el carrito y los guardó.
—Entonces —dije, girándome lentamente y observándola—, ¿me vas a
decir dónde y cuándo?
Scott respiró profundamente.
—Mantén tus manos para ti a partir de ahora o te juro que te las voy
a cortar.
Ella era totalmente inconsciente, y yo cada vez estaba más atento a lo
mucho que me excitaba su carácter combativo tanto como me irritaba.
Agarré mi camisa, me la puse y la abotoné mientras ella nos sacaba de
la habitación.
—Scott —dije.

Me hizo un gesto de desprecio con la mano, lo que me enfadó, y


desapareció en la sala que albergaba los congeladores del laboratorio.
Holden entró en el laboratorio. Y aunque debía volver a casa de
Murphy, decidí que podía quedarme en el instituto un poco más.
No había nada más exasperante que la forma en que Scott no me daba
tiempo para hablar con ella como era debido, pero dejaba que Holden se
acercara tanto cuando estaba claro que ella no lo deseaba de la misma
manera.
Estaba sentada en el banco, trabajando, mientras Holden estaba
sentado frente a ella, mirando los archivos. Estaba seguro de que le habían
asignado un despacho para este tipo de trabajo.
—El otro día quería preguntarte algo —le dijo Holden en voz baja.
—¿Hmm? —dijo Scott, prestándole atención a medias. Estaba
midiendo muestras en un plato con precisión y se mantenía concentrada en
su trabajo.
—Quentin.
El uso de su nombre de pila le llamó la atención, y yo la observé desde
el otro lado de la habitación, preguntándome por qué prefería el uso de
96 Scott.
Holden vaciló y yo me incliné hacia delante en mi asiento,
observándolos con curiosidad. Estaba al otro lado del laboratorio, pero no
perdí de vista a la pareja desde que Holden entró. Me produjo un profundo
placer ver que ella apenas le había prestado atención cuando él se acicalaba
como un pavo real para ella.
—Me gustaría llevarte a cenar —dijo Holden, con los ojos fijos en ella.
—Claro —respondió Scott, continuando con su trabajo.
Evité reír a carcajadas. Había ignorado por completo su intención y su
atención se centraba exclusivamente en el trabajo que tenía entre manos.
Holden se frotó la nuca con torpeza y me pregunté hasta qué punto ignoraría
a Holden una vez que le hubiera mostrado lo que era estar con un Dios. La
arruinaría de por vida; siempre insatisfecha por un mortal porque había
probado la divinidad.
—Como una cita —aclaró Holden—. Me gustaría llevarte a una cita.
Scott se detuvo y finalmente levantó la vista. Holden pasó por alto la
mirada momentánea que se posó en mí antes de que ella volviera a centrar
su atención en el mortal.
Sabía tan bien como yo dónde estaba su interés en la habitación. Mis
labios se estiraron en una media sonrisa al ver que Holden había errado el
tiro. Me recosté en mi asiento, dispuesto a disfrutar del momento en que
fuera derribado. No había competencia.

—Claro —dijo Scott después de unos momentos de silencio—. Una cita.


Yo... Sí.
Me enderecé.
¿Qué estaba haciendo?
¿Por qué estaba aceptando esto?
—¿Esta noche? —preguntó Holden con esperanza.
—¿Por qué no? —dijo ella, sin alcanzar su entusiasmo.
La vacilación me hizo entrecerrar los ojos.
—¿Cuándo vas a terminar aquí? —preguntó Holden.
—Otros treinta minutos más o menos.
—De acuerdo. —Asintió—. Voy a volver ahora y cuando llegues a casa,
podemos decidir un lugar.
—Suena como un plan.
—Te veré en la casa.
Holden abandonó el laboratorio con una sonrisa imbécil, y Scott volvió
a su trabajo. Cuando me levanté de la silla y crucé el espacio hacia ella, mi
97 aura burbujeó en la punta de los dedos.
—¿Estás tratando de ponerme celoso, Scott? —siseé, poniéndome a su
lado—. Esa es una decisión muy poco inteligente.
Un zarcillo de mi aura serpenteó por su cuerpo y tiró de su barbilla,
por lo que se vio obligada a centrarse en mí.
Scott resopló y sus ojos oscuros se centraron en la punta de mi nariz.
—¿Por qué demonios iba a intentar ponerte celoso?
Alejé el aura de ella, pero se mantuvo a mi alrededor. Hubo algunas
miradas curiosas hacia nosotros, pero nadie pareció tener el valor de
acercarse a interrogarnos.
—Porque estabas celosa anoche —le dije.
Dejó escapar una dura carcajada antes de terminar y recoger el plato.
Scott pasó junto a mí para llegar a las incubadoras.
—¿Quieres que crea que tienes un interés genuino en esa lamentable
excusa de hombre? —pregunté—. Incluso para los estándares mortales, es
patético.
—Todo el mundo es patético para ti, ¿verdad, Grayson? —Había una
mordacidad en su voz, y percibí la rabia que se acumulaba en ella. Scott
cerró la puerta de la incubadora y se volvió hacia mí.
—Creo que los de tu clase son más propensos a las debilidades —le
dije con naturalidad.

—Bueno, no todos podemos ser tan perfectos como tú —bromeó,


poniendo los ojos en blanco y cruzando los brazos sobre el pecho.
Cuando di un paso adelante, ella retrocedió: nuestro tango habitual de
movimientos. No podía negar la atracción que sentía hacia ella. El beso de
ayer había tirado de un hilo suelto que deshizo mis planes de querer
destruirla y lo había sustituido por un deseo. Necesitaba sacar a Scott de
mi sistema.
—Espacio personal, Grayson.
Di otro paso, y ella bajó los brazos de su pecho y los levantó frente a
ella. Agarré uno, lo giré y lo inmovilicé detrás de su espalda, atrayendo su
cuerpo contra el mío. El pulgar de mi mano libre pasó por su carnoso labio
inferior y su respiración se entrecortó.
—Para —susurró.
—No creo que esté haciendo nada —dije en el mismo tono silencioso.
Me incliné y ella tragó con fuerza—. Pide —le dije—. Sólo tienes que pedirlo
y te daré todo lo que desees.
Su mano libre se cerró en un puño y se estrelló contra mi pecho. La
solté al instante y Scott se apartó rápidamente, dando zancadas por el
98 laboratorio para conseguir algo de espacio.
—Estás desesperada por mi toque, pero no lo suplicas.
Me acerqué a ella mientras metía sus pertenencias en el bolso. Al
parecer, cualquier trabajo de laboratorio que hubiera planeado ya no era
importante.
—Me voy, Gray —me dijo, colocando su bolso al hombro—. Encuentra
tu propio camino a casa.
Al verla marchar, murmuré para mis adentros:
—Eres tan orgullosa, Scott. Tan tonta y terca. Pero encontraré la
manera de doblegarte.

Quentin

E
se egocéntrico y arrogante hijo de puta.
¿Celosa?
No me había puesto celosa por verlo con otra mujer. Y
ciertamente no estaba jugando a los juegos mezquinos de intentar ponerlo
celoso. ¿Por qué no se me permitía tener un interés genuino en Matthew?
Matthew era... agradable.
—¿Terminaste temprano? —preguntó Matt cuando entré. Estaba en el
sofá, mirando su teléfono.
99 —Sí. El trabajo no era urgente. Habría sido grosero hacerte esperar.
Deja que me cambie y luego podemos irnos.
—Claro. Por supuesto. Tómate tu tiempo.
Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación para rebuscar en mi
armario, apartando todos los pensamientos sobre un Dios en particular.
Hacía años que no tenía una cita. Sólo era una cena. Nada por lo que
estar nerviosa. Además, conocía a Matthew, así que podíamos hablar de
cosas sin el incómodo silencio.
Al ponerme uno vaquero ajustado y una blusa de seda rosa con un
profundo escote, evalué mi aspecto en el espejo. Me saqué el cabello del
moño desordenado y me lo cepillé con cuidado antes de decidir qué haría.
—Te arreglaste bien, Scott —dijo Matthew, poniéndose de pie cuando
entré de nuevo en el salón.
—Tú tampoco te ves tan mal.
Matthew era un hombre que se cuidaba. El polo azul que llevaba se
ceñía a su musculosa figura y permitía apreciar su complexión. Era un
hombre clásico, un príncipe de cuento de hadas, con su cabello rubio y sus
ojos azules. Algunos colegas se habían interesado por él. Incluso yo me lo
quedé mirando cuando salió de la habitación.
Eso fue hasta que llegó Grayson y la buena apariencia de estrella de
cine palideció en comparación con algo más oscuro y salvaje.
—¿Estás lista? —preguntó Matt.

Agarré las llaves de la mesita y, cuando me di la vuelta, Grayson estaba


apoyado en la puerta, observándonos a los dos. Tenía una expresión
tormentosa en el rostro, y unos remolinos negros aparecieron alrededor de
sus manos antes de que las bombillas parpadearan en el techo.
—No destruyas mi casa mientras estamos fuera —le dije.
—No te prometo nada —respondió brevemente con los dientes
apretados.
Su mirada se clavó en nuestra espalda mientras Matt nos sacaba de la
casa. Grayson podía estar celoso todo lo que quisiera. A mí no me importaba.
El restaurante estaba lleno, pero nos atendieron rápidamente y
ordenamos. Era un pequeño lugar italiano que Matt recomendó, y yo estaba
feliz de dejarlo decidir.
—No estaba seguro de que aceptaras una cita —admitió cuando las
bebidas llegaron a la mesa.
—¿Oh?
—Siempre estás ocupada y nunca te he oído hablar mucho de tu
historial de citas.
—No hay mucho que decir.
100
—Supongo que estabas ocupada con la escuela y el trabajo. Deberías
intentar ir más despacio de vez en cuando.
La frase me hizo erizar la piel. Estaba segura de que Matt no le diría a
James ni a ninguno de mis compañeros masculinos que fueran más
despacio.
—Puedo ir más despacio cuando esté muerta —murmuré.
Recogí la servilleta de la mesa, la coloqué sobre mi regazo, tratando de
calmar mi estado de ánimo.
—Lo único que digo es que deberías tomarte un tiempo para ti. Hay
más cosas en la vida que el trabajo —replicó.
Sólo que no lo había. No para mí. Mis padres se habían ido, mi
hermano estaba al otro lado del charco y se había terminado con el hombre
con el que creía que iba a pasar el resto de mi vida. El trabajo me sacaba de
la cama cada mañana. Era una constante, y sabía que era buena en ello. El
éxito era la validación. Si bajaba el ritmo, si dejaba de hacerlo, no sabía qué
pasaría.
—Háblame de ti —dije, queriendo desviar la conversación de mí.
Durante el año que lo conocí, era fácil darse cuenta de que el tema
favorito de Matthew era él mismo. Disfrutaba contando historias de su vida
y no necesitaba que lo incitaran a ampliarlas o a salirse del tema.

Hubo un hilillo de culpa mientras hablaba animadamente de su


familia, porque mi mente, como solía hacer en los momentos de
aburrimiento, volvió a Grayson.
Quería convencerme de que la única razón por la que pensaba en
Grayson de alguna manera, era porque era una mortal y todos no podíamos
evitar fijarnos en el buen aspecto de otro mundo que poseía.
Los pómulos afilados y los músculos tensos hacían que Grayson
llamara la atención sin esfuerzo. A diferencia de los otros once dioses, era
menos sereno. Era peligroso. Salvaje. No era atractivo como lo eran sus
hermanos. La personalidad y el aspecto de Grayson te advertían de que te
mantuvieras alejada, y creía que podía hacerlo... hasta ese beso.
¿Cómo podía una simple acción hacer que me deshiciera? Me había
infectado y no tenía idea de cómo curarme. Grayson me hizo sentir que
había perdido el control sobre todo, pero al mismo tiempo, hubo una
sensación de paz que vino junto con el beso. Todas las demás caricias que
había compartido con alguien palidecían en comparación.
Pensar en ello ahora me hizo sonrojar, y crucé las piernas por debajo
de la mesa, tratando de detener el palpitar que comenzaba entre mis
piernas. Si un beso me había hecho sentir así, me pregunté qué sentiría si
101 íbamos más allá en ese camino prohibido.
Unas cuantas horas pasaban rápido en el laboratorio o en el ring de
Sal, pero con Matthew se alargaron, y me alegré de llegar a casa y poner fin
a la velada.
—Espero que hayas disfrutado de la noche —dijo cuando entramos.
—Fue... agradable.
—¿Me dejarás sacarte de nuevo? —Sonaba tan esperanzado que no
supe cómo negarme.
—Matthew —dije suavemente.
—Hacemos un buen equipo, Quentin. Sólo quiero mostrarte que no
siempre tiene que ser en el trabajo.
¿Qué daño haría aceptar otra cita? Puede que no me emocionara, pero
Matt era educado y tenía un trabajo decente. A veces metía la pata, pero me
trataba bien.
—De acuerdo —dije finalmente—. Podemos hacer esto de nuevo.
—Tengo que llegar temprano para discutir algunas cosas con Gareth,
así que voy a dar por terminada la noche.
—Gracias por esta noche.
—No hace falta que me agradezcas.
Hubo un momento incómodo mientras estábamos en el pasillo. En una
película, se podría haber esperado que compartiéramos un beso de buenas

noches, pero en la realidad, me limité a asentir y me deslicé junto a él para


entrar en el salón. La noche no había merecido ni siquiera un roce de labios.
Quizá la próxima vez.
Me sobresalté cuando vi a Grayson descansando despreocupadamente
en el sofá. Cerró el libro que tenía en las manos y se sentó lentamente.
—Por el amor de Dios, Grayson. —Mi corazón se aceleró.
—¿No lo acompañas arriba? —preguntó con rencor.
Mi mandíbula se tensó mientras intentaba no morder el anzuelo.
—¿Disfrutaste de tu cita? —preguntó expectante, arqueando una ceja.
Me quité el bolso del hombro y los tacones, bajando a mi tamaño real.
—Sí, de hecho. Lo hice.
—Mentirosa.
—No estoy mintiendo.
—Claro que sí —insistió—. ¿Cómo puedes disfrutar de una cita, incluso
con ese idiota, cuando estás enamorada de otra persona?
De todas las cosas arrogantes que dijo Grayson, asumir que estaba
enamorada de él, tenía que encabezar la lista.
102
Levanté la vista para decirle lo que pensaba, pero las palabras se
perdieron cuando vi que tenía una pequeña caja de terciopelo en la mano.
Cuando la abrió, se me fue el color de la cara y el suelo se derrumbó bajo
mis pies. El interior de la caja se iluminó y dejó ver un anillo de oro blanco
que contenía un diamante en forma de pera dentro de terciopelo verde
intenso.
—Menudo anillo, Scott —dijo Grayson, mirándolo—. No habría
pensado que fuera tu estilo, pero estás llena de sorpresas.
Ajustó la caja para que la luz captara la piedra.
—Has estado en mi habitación —susurré, sin apartar los ojos del
anillo.
Los recuerdos volvieron a aparecer, presionando mis pulmones y mi
corazón de la manera más violenta.
El cerebro era un órgano fascinante que trabajaba para protegerte. El
mío funcionaba mal en los peores momentos. Manteníamos una relación de
amor-odio en la que normalmente ganaba y me arrastraba bajo la corriente
de la miseria.
—Quería saber con qué clase de persona estoy viviendo, teniendo en
cuenta que parece que no podemos tener una sola conversación civilizada
—reflexionó Grayson.
—¡Has estado en mi habitación!

Esta vez, lo dije enfadada. La forma lánguida en que las palabras


salieron de su lengua hizo que se activara el interruptor dentro de mi pecho.
Me lancé a por la caja, pero Grayson la mantuvo fuera de mi alcance.
—Dámelo. Eso es personal —exigí con frustración.
—¿Por qué has guardado esto?
—¡Grayson! ¡Dame el maldito anillo!
—Tienes un anillo y no está en tu dedo y no te veo con nadie más, así
que, ¿qué pasó, Scott?
—¡NO TIENE NADA QUE VER CONTIGO! —grité, con lágrimas
cayendo.
—Cálmate, cálmate—dijo con frialdad.
—Has rebuscado entre mis cosas —dije, limpiando con aspereza mi
mejilla—. Tienes una de mis pertenencias en tu poder. Te juro que si no la
entregas ahora...
—¿Qué? —preguntó Grayson mientras empujaba su aura a su
alrededor y dejaba que se deslizara perezosamente entre nosotros—. Puede
que no quieras creer en mí, pero eso no me impide ser un Dios.
103 Matt entró corriendo en la habitación.
—¿Qué demonios está pasando?
Lo miré antes de volver a mirar a Grayson, tendiéndole la mano
expectante. Cerró la caja con un chasquido, pero no la entregó.
—¿Lo sabe? —preguntó Grayson—. ¿Lo sabe alguno de ellos? ¿O tu
fracaso es un pequeño y sucio secreto?
—¡Grayson!
Se rio y me tendió la caja. Se la arrebaté rápidamente y la agarré con
fuerza, los nudillos se volvieron blancos cuando su aura desapareció.
—¿Cuál es tu problema? —preguntó Matthew, preparado para jugar al
caballero de brillante armadura.
—Déjalo, Holden —le dije bruscamente.
Grayson se levantó del sofá.
—Puedo decirte exactamente cuál es mi problema. —Estaba a la altura
de Matt—. Parece que te gusta el castigo.
Intenté apartar a Matt de Grayson, pero había cometido el error vital
de mirar al Dios a los ojos. Puede que Matthew fuera capaz de intimidar a
otros, pero había olvidado quién era Grayson. Sólo el contacto visual hizo
que Matt cayera de rodillas con un golpe en mi suelo de madera.
—¡Grayson, para! —dije.

Rompió el contacto visual y Matt se empujó del suelo, ignorando la


mano que le ofrecí para ayudarlo.
—Crees que... —dijo Matt.
—¡Déjalo! —dije, frustrada por ambos hombres. Empujé a Matthew
hacia la puerta—. Sólo déjalo.
No miré atrás mientras me iba. Grayson se había pasado de la raya
esta noche al rebuscar entre mis pertenencias. Seguía sacando a relucir
recuerdos dolorosos que yo quería enterrar y me hacía el trabajo más difícil
de lo necesario.
La gente puede haber adorado a Grayson como un Dios, pero a mis
ojos, no era más que un monstruo.

104

Quentin

—C
reía que normalmente cenabas sola —dijo Matt la
noche siguiente, cuando Grayson se unió a nosotros en
la cocina.
El Dios sonrió y lo ignoró antes de mirarme. Le llamé la atención y
levantó la mano para sacudirla e indicar el brazalete que colgaba de su
muñeca. Eso era un ligero consuelo.
—Pensé que no debía privarme de una buena compañía —respondió
Grayson, con los ojos todavía puestos en mí—. Y tengo curiosidad.
105 —¿Curiosidad? —repetí la palabra.
La mención de la curiosidad me había sacado de mi caparazón. Era
una cualidad que me encantaba. Todavía estaba furiosa con él por lo que
hizo anoche, pero me interesaba lo que estaba tramando.
—Mmm, mucho —dijo pensativo.
—¿Por qué tienes curiosidad? —Mi voz tenía un aire de sospecha. Nada
con Grayson era sencillo.
—Tengo curiosidad por saber cómo se compara el cortejo de los
mortales con el de los dioses.
Matthew colocó su vaso sobre la mesa, con más fuerza de la necesaria.
El líquido que había dentro casi se desbordó.
—¿Quieres saberlo? —me preguntó Grayson, con la voz baja.
La biología se impuso a la sensatez mientras un rubor manchaba mis
mejillas y Matthew se ponía de pie.
—¿Qué dices, Scott? —prosiguió, optando por ignorar a Matt.
—Deja de molestar —le advirtió Matt.
—Esta conversación no te concierne.
—¿Cómo lo sabes?
Grayson giró el cuello antes de volver su atención a Matthew.

—La has llevado a una cita —dijo con pereza—. Apenas un compromiso
según los estándares de cualquier ser. Me parece que Scott es libre de hacer
lo que quiera.
Matt cerró las manos en un puño y yo le puse una mano en el brazo.
—Siéntate —le dije.
Me ignoró.
—Dudo que desee pasar tiempo contigo.
—Siento discrepar —dijo Grayson con una sonrisa de satisfacción—.
Apostaría que ella...
—¡Suficiente! —grité. Ambos hombres me miraron por fin. Estaba
cansada y mi ira estaba más cerca de la superficie de lo que lo había estado
en años—. Matthew. Siéntate.
—Pero...
—No. Esto tiene que parar. Parece que no pueden dejar de discutir y
estoy harta de que ocurra bajo mi techo. Vengo a casa en busca de paz, y
no tengo nada de eso con ustedes dos aquí.
Matthew se dejó caer en su asiento de nuevo, enfadado.
106 —Matt —continué, luchando por suavizar mi tono—. Creo que es mejor
que te vayas.
—¿Qué? —preguntó él, sorprendido por la petición—. ¿Por qué?
—Ustedes dos nunca se llevarán bien, y yo no puedo hacerlo más. No
quiero hacer de árbitro.
—¿Por qué yo?
—Tienes un departamento.
—No confío en que se quede aquí contigo.
Tenía curiosidad por saber en qué contexto desconfiaba de Grayson.
¿Pensaba que me causaría daño o que intentaría seducirme? Ambas
situaciones eran plausibles.
Tal vez esto no era una buena idea. Grayson había demostrado que
seguiría traspasando los firmes límites que yo estableciera. El mejor plan
sería que los echara a los dos, que vivieran juntos para poder vivir en paz, y
que la inminente investigación de una muerte no requiriera mi
comparecencia como testigo. O, más probablemente, como principal
sospechoso.
—Sabes que no seguiré trabajando contigo si no vivo aquí —me recordó
Grayson.
Había puesto sus condiciones hace meses, y si yo cambiaba de opinión,
él podía hacer lo mismo. Decir que me encontraba entre la espada y la pared
habría sido poco.

—Matthew —susurré—. Creo que es mejor que te vayas a casa.


—¿Lo eliges a él antes que a mí? —preguntó incrédulo.
—No voy a elegir a nadie. —El latido de un dolor de cabeza golpeó
detrás de mis ojos mientras dejaba caer el tenedor en el plato—. Necesito
que este proyecto funcione. Tú tienes un hogar y él no. —Respiré
profundamente—. Creo que lo mejor es que recojas tus cosas esta noche y
dejes que todo se calme.
Esperó un segundo antes de levantarse de nuevo.
—¿A dónde vas? —pregunté.
—No hay mejor tiempo que el presente. —Salió enfadado de la
habitación.
Cuando se fue, Grayson me miró y dijo:
—Me conmueve que me hayas elegido.
—Vete a la mierda, Grayson.

107

Había puesto una cerradura en la puerta de mi habitación, pero en el


momento en que terminé de colocar el último tornillo, Grayson se situó
detrás de mí, con una sonrisa de satisfacción. Un claro recordatorio de que
no necesitaba romper una cerradura para entrar en mis dominios.
Matt se mudó, y desde entonces había un ambiente extraño entre
nosotros. Estaba enfadado conmigo, pero no iba a calmar su ego intentando
explicarle mis acciones. Independientemente del hecho de que estuviera
enfadado, había funcionado. Matthew rara vez frecuentaba el laboratorio y
los niveles de testosterona en casa se redujeron a la mitad, y eso significaba
que las discusiones habían cesado por el momento.
A pesar de todos los problemas que habíamos encontrado, de alguna
manera había conseguido llegar a mis vacaciones anuales. Por fin iba a
pasar un tiempo con mi hermano y mi futura cuñada sin pensar en el
trabajo.
Rodando en la cama, metí la cara en la almohada y me puse cómoda
de nuevo, rogando a mi cuerpo que durmiera unas horas más. No teníamos
nada por lo que estar despiertos y alerta.

En algún lugar de la distancia, una puerta se cerró, y levanté la cabeza


con un gemido. ¿Por qué se cerró la puerta? Me levanté de la cama y caminé
hacia el pasillo y hacia la parte superior de las escaleras antes de que el
pánico me inundara. Grayson estaba en el pasillo, con Cassidy y Sophie
delante de él. Su vuelo debía de haber llegado antes.
Le había pedido, casi rogado, a Gareth que Gray se quedara con él
mientras Cass estaba en la ciudad para evitar cualquier pregunta incómoda.
Los dioses debían odiarme de verdad porque esto era un caos.
El caos.
Grayson.
En el momento en que descubriera una forma de matarlo, lo haría. Que
se jodan todas las consecuencias que se me presenten.
—¡Pato! —Cass miró más allá de Grayson y me sonrió.
—¡Cass!
Verlo y oírlo me hizo perder el hilo de mis pensamientos. Puede que no
fuéramos parientes de sangre, pero mi hermano lo era todo para mí.
Habíamos pasado de vivir juntos a vernos sólo dos veces al año.
—Baja aquí y dame un abrazo.
108
Bajé corriendo las escaleras y me lancé sobre él. No importaba que me
acercara a los treinta: mi hermano mayor siempre se sentía como en casa.
Era la primera persona a la que acudía cuando me sentía perdida.
Cass me abrazó con fuerza y me levantó del suelo.
—Ha pasado demasiado tiempo.
—Demasiado tiempo —estuve de acuerdo.
Me colocó de nuevo en el suelo, y me giré para ver a Sophie
sonriéndome. Le abrí los brazos y compartimos un abrazo más tranquilo.
—Hola, Quen —dijo con acento sureño—. Realmente aprecio que te
tomes la semana libre por nosotros.
—No es nada. Me vendría bien el descanso.
Cass se aclaró la garganta.
—¿Nos vas a presentar? —preguntó, señalando en dirección a Grayson.
—Yo... um.
Grayson había dado un paso atrás, pero permanecía en las
inmediaciones, observándonos a todos. Puso la sonrisa más encantadora
que le había visto, haciendo que mi corazón se acelerara en mi pecho. Casi
se acercó a Cass con una mano extendida y mis ojos se abrieron de par en
par cuando Cass la tomó. La mano libre de Grayson la cubrió, vi el brazalete
en su muñeca y dejé escapar un suspiro de alivio.
—Grayson —se presentó el Dios.

—Cassidy —dijo Cass—. El hermano mayor de Quentin.


Se dieron la mano durante una fracción de segundo antes de que
Sophie interviniera y pusiera una mano en el hombro de Cass.
—Deja ir al chico, Cass —le dijo suavemente.
—Entonces, Grayson… —dijo Cass, soltando su agarre—. ¿Cómo
conoces a mi hermana?
Me acerqué a Grayson.
—Es un colega.
—Vamos, Scott —dijo Grayson—. ¿No crees que es mejor que le
digamos la verdad a tu hermano?
Lo miré, con pánico. Perdería mi trabajo si Gray admitía quién era
realmente.
—No creo que sea una buena idea —espeté.
—Prefiero no mentirle a tu hermano.
—¿Qué está pasando? —preguntó Cass—. ¿Qué necesitas decirme?
Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de Grayson, y me pregunté
si podría hacerlo pasar por un loco cuando le diera la noticia a Cass. Me
109 preparé para lo que iba a suceder, pero Grayson me rodeó la cintura con un
brazo y traté de mantener una expresión neutra mientras descubría lo que
estaba sucediendo.
—Tu hermana y yo nos estamos viendo —dijo Grayson con seguridad.
Me quedé boquiabierta cuando me giré para mirarlo. ¿Qué acababa de
decir? Empecé a alejarme de él, pero Grayson me acercó a su lado.
—No me dijiste nada, Quen —dijo Cass, mirándonos.
—No tiene que contarnos todo, Cass —le recordó Sophie.
Me quedé allí, vacilando antes de decir:
—Tú... ve a deshacer la maleta.
Grayson se rio.
—Siempre se avergüenza.
Le di un fuerte empujón en el costado.
—Pero ella tiene razón —dijo—. Debe haber sido un viaje largo. ¿Por
qué no desempacan, se acomodan y luego nos ponemos al día?
—Me parece maravilloso —aceptó Sophie.
Recogió su bolso del suelo, pero Cass se la quitó. Sonriendo, Sophie
subió las escaleras y Cassidy la siguió.
Se detuvo para volver a mirarme.
—Me alegro de verte de nuevo en el juego, Pato.

Una vez que me aseguré de que ambos estaban fuera del alcance del
oído, me alejé de Grayson. Le agarré el brazo y tiré de él hasta el salón.
—Hmm —reflexionó—. Creo que me gustan las mujeres que pueden
tomar el control.
Intenté no dejar que el comentario me afectara mientras cerraba la
puerta y me acercaba a él.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Necesitaba una excusa para abrirle la puerta a tu hermano a las
nueve y media de la mañana —explicó.
Si necesitábamos una excusa, habría sido fácil decirles que Grayson
era un colega que alquilaba una habitación. Esa era una excusa con la que
podría haber vivido.
—Ni siquiera debías estar aquí —le dije.
Grayson me miró con complicidad.
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Odio que me echen —dijo con
calma—. Ibas a empaquetarme y enviarme a Gareth.
—Eso es lo que acordamos.
110 —Nunca acepté ese acuerdo.
Dejé escapar un suspiro frustrado y me pasé las manos por el cabello.
—¿Por qué insistes en ser tan...?
Dio un paso hacia mí.
—¿Sí?
—Exasperante.
Dejó escapar una carcajada.
—No voy a salir contigo, ni de mentira ni de ninguna otra manera —le
dije, con firmeza.
—Entonces, ¿qué pretendes hacer? —preguntó Grayson, con
curiosidad—. ¿Decirles la verdad?
—No. Vas a ir a la casa de Gareth.
—No lo creo.
—¡Grayson! —Como una niña, di un pisotón, desesperada por salir de
esta situación.
—Verás, a la larga, ¿no es este el tipo de interacción e integración que
buscan Gareth y Hunter? —Sus palabras rodaron por mi cerebro, y dio otro
paso hacia mí—. Estarías consiguiendo que hiciera lo que otros pensaron
que no haría.
Me mordí el labio inferior. Grayson estaba apelando a mi deseo de
triunfar. A mi ambición.

Después de unos segundos le susurré, casi suplicándole:


—Esta es mi familia, Gray. ¿Lo entiendes?
Ladeó la cabeza y rápidamente aparté los pensamientos de lo lindo que
era cada vez que lo hacía. Como un cachorro que querías llevar a casa y
conservar.
—Tienes que comportarte lo mejor posible —le dije.
—¿No lo hago siempre? —Esbozó una media sonrisa y mi corazón
volvió a latir con fuerza.
—Por favor —le dije suavemente, y luego aún más despacio—. Cass y
Sophie son todo lo que me queda.
Parecía sorprendido por lo vulnerable y abierta que fue mi frase, pero
necesitaba que lo entendiera. No podía comportarse con ellos de la misma
manera que con Matthew. No podía perder a las únicas personas que me
importaban en esta vida.
—¿Interrumpo algo?
Miré por encima de mi hombro para ver a Cass en la puerta. Ni siquiera
le había oído abrirla. Ruborizada, negué y dije:
111 —No. Por supuesto que no. Voy a darme una ducha y luego podemos
salir.
—Perfecto —respondió—. Pongámonos al día antes de que Sophie te
meta en todo el caos de la boda.
Grayson resopló ante la elección de la palabra, y yo me mordí el labio.
—Dame quince minutos —le dije a mi hermano—. ¿Qué tal si
desayunamos en Gershwin's?
—¿Ese lugar sigue en pie? —preguntó Cass, riendo.
—Sí, lo está.
Me sonrió.
—Entonces sería un crimen no ir. —Cass entró en el salón. Sus ojos se
posaron en Grayson—. ¿Vas a unirte a nosotros?
—No —respondí rápidamente.
—Sí —dijo Grayson al mismo tiempo.
Cass nos lanzó una mirada curiosa a ambos.
—Creí que hoy estabas ocupado —le dije a Grayson.
¿No era suficiente con que compartiera nuestra casa? No necesitaba
unirse a nosotros fuera de estas paredes.
Grayson me sonrió.
—No es nada que no pueda arreglar.

—Bien —dijo Cass asintiendo—. Me dará la oportunidad de conocerte


mejor. Y de asegurarme de que tratas bien a mi hermana.
Podía sentir el dolor de cabeza cuando Cass pasó junto a nosotros para
ir a la cocina. Me giré hacia la puerta y salí, esperando que la ducha me
aliviara el dolor de cabeza.
Justo cuando salí de la habitación, oí a Grayson:
—Tienes mi palabra de Dios, Scott.
Pero no estaba segura de que contaba con ello.

112

Grayson

P
asé el día en compañía del trío, observándolos atentamente.
Había deducido que Cassidy Scott era tan ambicioso y duro como
el otro Scott de mi vida. Era un cirujano ortopédico que había
hecho su especialidad en Estados Unidos, se había enamorado y se había
mudado.
Se mostró protector con su hermana adoptiva, advirtiéndome que
tuviera cuidado con su corazón y tuve que reprimir la risa. No había ningún
corazón involucrado en lo que había entre Scott y yo. Era pura necesidad y
deseo por ambas partes, pero ella había resistido la tentación mejor de lo
113 que yo esperaba.
—Iré a ver si está lista —dije, levantándome de mi asiento en el salón.
Íbamos a salir a cenar, pero a nuestro grupo le faltaba un invitado.
—Nunca saldrás a tiempo a ningún sitio con Quen —dijo Cass,
poniendo los ojos en blanco.
Sophie le lanzó una mirada.
—No hay nada malo en enorgullecerse de tu apariencia, Cassidy.
La pareja discutió mientras yo salía de la habitación.
Cuando llegué arriba, me detuve ante la puerta del dormitorio de Scott,
que estaba abierta de par en par. Estaba de espaldas a mí mientras se
esforzaba por alcanzar la cremallera. Apoyado en el marco de la puerta, dejé
que mis ojos recorrieran la suave piel de su espalda desnuda y la curva de
su culo.
—¡Mierda! —refunfuñó mientras empezaba a quitarse el vestido.
Levanté una ceja.
—Cuidado, Scott. Estás despertando un oscuro deseo en mí.
Se dio vuelta, agarrando la parte delantera de su vestido contra ella
para mantener su modestia.
—¿Qué estás haciendo? Vete —siseó.
—Todos nos preguntamos por qué tardas tanto.

Sus mejillas se tiñeron de rosa y resopló.


—No puedo subir la cremallera. ¿Puedes pedirle a Sophie que venga?
Suavemente, me aparté del marco de la puerta y me incliné hacia ella.
—Deja que te ayude.
—Yo…
—Nos estamos viendo, Scott. Parecerá raro si voy a pedir a otra persona
que te ayude.
Scott volvió a resoplar antes de darse la vuelta y mostrarme su espalda.
Se echó la masa de cabello oscuro por encima del hombro para dejar al
descubierto la piel desnuda, y yo extendí la mano, dejando que mis dedos
recorrieran la carne.
El contacto la hizo jadear y su espalda se arqueó para alejarse de las
yemas de mis dedos.
—Gray. —Su voz no tenía el mismo fuego que normalmente.
—Sólo intento ayudar —dije inocentemente.
—La cremallera —indicó, esta vez más firme.
Sonreí y tomé la cremallera en la base de su espalda, justo antes de la
114 tentadora curva. La arrastré, mis nudillos rozaron su piel a medida que
avanzaba, y se le puso la piel de gallina por mi contacto. No podría resistirse
a mí durante mucho tiempo. Me aseguraría de ello.
Una vez que llegué a la cima, le susurré al oído:
—Todo listo.
Me incliné y le di un beso en el cuello, su pulso era fuerte y rápido
contra mis labios. Scott se apartó de mí de un salto y yo me reí.
—¡Fuera! —dijo, señalando la puerta—. Vete. Bajaré ahora.
Finalmente, los cuatro salimos de la casa y nos sentamos alrededor de
la mesa de un pequeño restaurante francés. Me sorprendió la facilidad con
la que fluyó la conversación e incluso Scott se había relajado de su habitual
actitud tensa.
—Sólo hay que arreglar los últimos detalles —dijo Sophie.
—Tienes mucho tiempo, cariño —le aseguró Cassidy.
—Tenemos cinco meses.
—¿Una boda de invierno? —pregunté, curioso por la elección. La
atención de la mesa se volvió hacia mí.
Sophie sonrió.
—Es cuando nos conocimos.

La mirada que compartían Sophie y Cassidy era enfermiza y me


recordaba a Erik y Sloan. A mi lado, Scott parecía de repente más interesada
en la comida de su plato. Le incomodaba el afecto al igual que yo.
—Estoy segura de que nos veremos allí —me dijo Sophie.
—Sophie —gimió Cassidy.
—Oh, no estoy seguro de eso —dijo Scott.
Debajo de la mesa, puse una mano en su rodilla. Su vestido era
relativamente corto, pero había subido uno o dos centímetros desde que se
sentó. Su piel era cálida y suave bajo mi palma.
—Creo que lo que quiere decir es que esperaremos a ver cómo se
desarrolla esto —dije.
—Exactamente —coincidió Cassidy—. Y teniendo en cuenta que Quen
tiene mucho que ver con la ceremonia, probablemente no sea la decisión
más sabia traer a alguien. No quiero que te sientas abandonado.
Mis dedos subieron por la pierna de Scott y ella se tensó bajo mi
contacto. Era el mayor contacto que había logrado, pero ansiaba más.
—Ustedes dos son demasiado lógicos para su propio bien —dijo
Sophie—. Díselo, Gray. Sería encantador ver a Quentin en la boda con
115 alguien. ¿Y qué hay de la recepción, Quen?
—Mmm —dijo Quen.
Sonó un poco más alto de lo habitual debido a que mis dedos dibujaban
pequeños círculos en el interior de su muslo, moviéndose constantemente
hacia arriba, hacia mi objetivo. Scott cruzó sus piernas, atrapando mi mano
entre ellas, y yo sonreí antes de retirarla lentamente.
—Bueno, nos encantaría verte allí, Gray. —Sophie me sonrió, pero
Cassidy no parecía tan seguro.
Continuamos con el plato principal mientras Sophie tomaba el control,
manteniendo la conversación sobre los preparativos de la boda. Para cuando
llegó el postre a la mesa, Cassidy lo había dirigido en otra dirección.
—Entonces, ¿qué haces, Gray? Creo que no he entendido cuál es tu
trabajo.
—Biólogo —respondí brevemente, y Scott se atragantó con su agua.
—¿Entonces estás en el laboratorio con Pato, entonces?
—A veces. Me contrataron para trabajar en el nuevo proyecto. Una vez
que esté hecho, tendré que encontrar otra cosa.
—¿Eso implica una mudanza?
—Más que probable.
Entornó los ojos hacia mí desde el otro lado de la mesa.

—Cassidy, déjalo —le dijo Scott a su hermano. Ella clavó el tenedor en


el trozo de tarta de queso que tenía delante antes de darle un bocado—.
Mmmm.
El sonido que salió de ella hizo que se me tensara el pantalón y dejé
caer toda mi mirada sobre la mujer que estaba a mi lado. Al otro lado de la
mesa, Sophie y Cassidy se rieron, y cuando Scott abrió los ojos, se puso
roja.
—Lo siento, chicos —murmuró.
—Tú y la comida. —Sophie se rio—. Sinceramente, me sorprende que
no hayas declarado la tarta de queso como tu verdadero amor.
—Todavía hay tiempo. —Entonces captó mi mirada—. ¿Qué?
El resto de nuestra compañía había retomado la conversación, así que
me incliné hacia ella.
—Podría darte mucho más placer que un trozo de pastel.
Su rubor se intensificó pero Scott calmó su rostro a una expresión
indiferente.
—Lo dudo.
116 —¿Es un reto?
Tragó con fuerza antes de volver a su pastel.

Cuando llegamos a casa, dejé al trío, esperando impacientemente a que


terminaran la velada.
El sonido de la risa flotó a través de los pisos y entró en mi habitación.
Era difícil imaginar que Scott fuera capaz de un sonido tan despreocupado.
La felicidad no era una emoción que descansara en su interior con facilidad
por lo que había visto, pero con su familia se transformaba en una persona
diferente. Su risa era fuerte y relajada. Era habladora y animada. Scott
cobraba vida fuera del trabajo.
Finalmente, las risas y la charla se detuvieron y todos se retiraron a
sus habitaciones. Salí de la mía y me quedé frente a la puerta de Scott
mientras ella se ponía delante de su espejo.
—¿Puedo ayudarte? —pregunté.
Ignoró mi pregunta y dijo:

—No vamos a seguir juntos.


—Por supuesto que sí.
—¿Qué? No. ¿Por qué piensas eso? —preguntó, dándose la vuelta para
mirarme.
—¿Tus invitados no tendrán curiosidad por saber por qué dormimos
separados?
Cerró los ojos antes de volver a abrirlos y fijarlos en mí. Todo rastro de
tranquilidad se había ido con mi aparición. La inquieté. La hice levantar sus
defensas.
—Me ocuparé de cualquier pregunta —dijo—. Duerme en tu habitación
y aléjate de la mía.
Scott se acercó a su escritorio y agarró una cinta de cabello antes de
hacerse un moño, dejando al descubierto la longitud de su cuello. Luego, se
estiró para tomar la cremallera, pero yo entré en la habitación y la alcancé
primero.
—Puedo hacerlo —me dijo secamente.
—Seguro que sí.
117 Suspirando, soltó la mano y me dejó ayudarla. Tiré de la cremallera a
lo largo de su espalda y me costó mucho no arrancar el vestido de su cuerpo.
Nunca había esperado tanto tiempo por algo que quería.
Cuando llegué al final, me incliné y le hablé al oído:
—Da las gracias.
La piel de gallina volvió a erizar su carne y los latidos de su corazón se
aceleraron.
Pasó un momento antes de que susurrara las palabras:
—Gracias.
—Debes estar agotada.
Scott quiso darse vuelta, pero no se lo permití. Le pasé un brazo por el
medio y la atraje hacia mi pecho. Ella respiró profundamente mientras yo
presionaba mi erección contra su culo. Mi mano libre agarró su barbilla con
fuerza para que nos mirara a los dos en el reflejo del espejo. La mirada de
lujuria era clara entre los dos.
—Luchar constantemente contra el deseo y batallar contra lo que
realmente quieres debe ser agotador.
Giré mis caderas, empujando mi erección aún más contra ella. En el
reflejo, vi cómo las pupilas de Scott se dilataban y sus labios se separaban.
Bajo la fina tela de su vestido, sus pezones se endurecieron, aumentando
mi deseo. La forma en que su cuerpo respondía era hermosa, pero me volví
impaciente, queriendo verla deshacerse por completo debajo de mí.

—Entrégate, Scott —le dije al oído—. Entrégate a mí y te ayudaré a


encontrar una sensación de paz.
Por un momento, pensé que la tenía. Por un breve segundo, pude
sentirla en el precipicio, lista y dispuesta a entregarse a mí. Pero entonces
Scott se alejó.
—Me gustaría recordarte que en realidad estoy saliendo con alguien —
dijo. Quiso parecer altiva, pero sonó sin aliento.
—¿Holden? —me burlé—. Eso tiene que ser una broma. ¿Han hablado
siquiera desde que lo echaste?
Me miró con un brillo acerado en los ojos.
—Lo hice porque seguías haciéndole daño.
—Creo que le has hecho más daño que yo.
—¿Disculpa?
—Has herido su orgullo, Scott —le informé.
Se mordió el labio y yo me estremecí al pensar en hacer el mismo
movimiento con ella. Tirar del regordete labio inferior entre mis dientes y
tenerla pegada a mí. Besarla y dejar que todo su caos me arrastrara.
118 —¿No es el orgullo un pecado? —preguntó Scott.
Resoplé.
—Eres muy buena para hablar.
Scott llevaba el orgullo como una insignia de honor. La animaba y la
protegía. Si el orgullo fuera un pecado, ella lo convertía en una segunda piel
para protegernos y vivir una vida que consideraba satisfactoria.
—Sal de mi habitación, Grayson. —Scott sujetó su vestido con una
mano y me empujó hacia la puerta con la otra.
—Piénsalo, Scott —dije, incapaz de dejarlo pasar.
Esta mujer y mi necesidad de verla desmoronarse en mis manos se
estaban convirtiendo rápidamente en una obsesión.
—Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.

Quentin

M
i semana con Cass y Sophie terminó demasiado rápido.
Abordaron un vuelo de vuelta a Nueva York y yo volví al
trabajo con una sensación de melancolía persistente de la que
no podía deshacerme. Con más frecuencia, pensaba en la vida después de
este proyecto y en mudarme a Estados Unidos para estar con mi familia. No
había nada que me atara aquí.
—¿Cómo está tu hermano? —preguntó Charlie, tomando asiento en mi
119 banco.
Señalé la pared sin levantar la vista y le dije:
—Bata de laboratorio.
Los experimentos de hoy incluían muestras de ARN y cualquier forma
de contaminación conduciría a un resultado anómalo que tendría que
excluir del análisis.
Charlie resopló antes de marcharse, se puso una bata y volvió a su
asiento.
—¿Qué te pasa? —preguntó—. Pensé que estarías más feliz después de
una semana de descanso.
Ese había sido el plan, pero había vuelto al trabajo principalmente
frustrada por culpa de Gray. No había aflojado en toda la semana. Fue un
perfecto caballero frente a Cass y Sophie y un completo imbécil cuando
estábamos a solas. Aunque odiaba admitirlo, cada vez era más difícil decir
que no, y había recurrido a la masturbación diaria para liberar algo de
tensión y no perder la cabeza por completo.
—Lo siento —murmuré—. Supongo que estoy más cansada de lo que
pensaba. Pero sí, Cass está bien. —Cuando levanté la vista, Charlie me
estaba sonriendo—. ¿Por qué me miras así?
Extendió su mano frente a mi cara. Tardé un momento en darme
cuenta de que llevaba un precioso anillo de diamantes en el dedo anular.
Brillaba bajo las luces del laboratorio mientras movía los dedos.

—No puede ser —susurré. Charlie se mordió el labio y asintió—. ¡NO


PUEDE SER!
Mi pipeta cayó al banco con un estruendo, las muestras se derramaron
por el pozo mientras me estiraba y la abrazaba.
Golpeada. Esa era la mejor manera de describir cómo me sentía. Su
noticia me había impactado, poniendo otra grieta en mi armadura y me
preocupaba no ser capaz de mantener la fachada en su lugar mucho más
tiempo.
—¡Felicidades! Cuéntamelo todo —exigí, ignorando el dolor de mi
pecho.
Charlie me contó la propuesta y me dolieron las mejillas de tanto
sonreír. Ella se merecía la felicidad. Tyler y Charlie eran novios desde la
adolescencia, y él por fin estaba haciendo de ella una mujer honesta.
—No puedo creer que me lo haya pedido después de todo este tiempo
—dijo con nostalgia, mirando su anillo.
—Sabe que tiene algo bueno y no quiere perderte. Está dispuesto a
convertirte en una Murphy.
Charlie me miró con una sonrisa.
120 —Charlotte Murphy.
—Ya no serás nuestra Charlie Brown.
—Gracias a los dioses por eso. —Se rio—. Mis padres vendrán a la
ciudad y nos darán una fiesta de compromiso el viernes por la noche.
Estarás allí, ¿verdad?
—Por supuesto.
—Pensé en invitar a todos de aquí.
—No es una fiesta pequeña, ¿verdad?
Charlie me ofreció una sonrisa malvada.
—Yo no hago cosas pequeñas.

Cuando llegó el viernes, todo el instituto bullía de emoción por la fiesta


de compromiso. Todo el mundo se había ido antes de que yo terminara y me
fuera a casa, subiendo directamente a prepararme.

Me miré en el espejo y me pinté los labios por última vez. Me tiré del
dobladillo del vestido melocotón pálido y, finalmente, satisfecha con mi
aspecto, bajé las escaleras.
—¡Gray! —llamé, revisando el contenido de mi bolso—. Volveré más
tarde esta noche.
Apareció ante mí, haciéndome saltar y tropezar con los tacones. Gray
me atrapó, rodeando mi cintura con su brazo. Cuando levanté la vista hacia
él, estaba vestido con un traje negro, camisa de vestir negra y le faltaba la
corbata.
—¿Por qué estás vestido así? —pregunté.
Se había cambiado la camisa blanca que llevaba antes, y no pude evitar
fijarme en lo bien que le sentaban los tonos más oscuros. El negro era el
color de Grayson, y lo llevaba alarmantemente bien.
—¿No creías que iba a asistir? —preguntó, arqueando una ceja.
Eso me hizo reflexionar. Por supuesto que Gray iba a venir a la fiesta.
—No causes problemas —le advertí con los dientes apretados.
—No tienes muy buena opinión de mí.
121 —No me das ninguna razón para hacerlo.
Gray me apretó contra él y se me secó la boca cuando la oscuridad nos
envolvió. Una vez que su aura se desvaneció, nos quedamos fuera del hotel
que celebraba la fiesta y lo miré mientras mantenía un fuerte abrazo
conmigo.
—Habríamos llegado tarde si te hubiera dejado conducir —explicó
antes de que tuviera la oportunidad de regañarlo—. Tu control del tiempo
es asquerosamente pobre.
—¡Gray! —Una voz se cruzó con nosotros antes de que pudiera
regañarlo.
Un hombre apuesto se acercó a nosotros con largas y seguras
zancadas, y Gray me apartó de él. Tropecé con la grava, encontrando el
equilibrio a tiempo y salvándome de caer al suelo.
—Tú debes ser Quentin —dijo, sonriendo—. Estás causando un gran
revuelo.
Gray entrecerró los ojos.
—Y tú deberías saber que no debes escuchar los chismes.
El hombre me tendió la mano y la miré con recelo.
Tres.
Tuve contacto piel con piel con tres Dioses y no estaba segura de que
debiera volver a hacerlo.

—Soy Ignacio —se presentó—. Y créeme, te gustará cómo te hago


sentir. —Ignacio me guiñó un ojo y me reí de su descarado intento de
coqueteo.
—No lo hagas —advirtió Gray bruscamente, con la ira deformando sus
rasgos.
Ese fue el empujón que necesité para tomar la mano de Ignacio, y él
apretó sus labios en el dorso de los míos.
Hubo una oleada de euforia. Todo lo que había logrado pasó por mi
mente. La sensación de victoria corrió por mis venas y me dejó sin aliento.
Todo el reconocimiento que había obtenido en mi vida pasó ante mis ojos.
El toque de Ignacio fue nada menos que eufórico.
Cuando se detuvo, me di cuenta de que Gray estaba de pie detrás de
mí con sus manos colocadas firmemente en mis caderas, manteniéndome
firme.
Ignacio me ofreció una sonrisa diabólica.
—Eres una mujer exitosa. Te dije que te gustaría mi toque.
De repente, un zarcillo negro lo hizo retroceder unos metros. Me giré
en el acto, sintiendo todavía el subidón de nuestra interacción.
122 —¡Gray! No puedes hacer eso —le dije.
En cambio, no me prestó atención, manteniendo los ojos en Ignacio.
La furia ardía en sus iris y le puse una mano en el pecho. Gray dirigió su
ardiente mirada hacia mí.
—¿Qué está pasando?
Mirando por encima de mi hombro, Sloan y Erik se habían unido a
nosotros. Erik nos lanzó una mirada curiosa, con la cabeza ladeada.
—Tengo que entrar —dije, soltando mi mano del pecho de Gray y
pasando por delante de los dioses para entrar en el edificio, pero no antes
de oír a Sloan.
—Tienes que alejarte de ella, Grayson.
Una pequeña parte de mí se estremeció al darse cuenta de que, a sus
ojos, siempre seríamos mortales indignos de hacer algo más que adorarlos.
Incluso Sloan, que parecía tan amable y comprensiva, tenía un umbral.
¿Por qué importaba? No perseguía su aprobación. Podían pensar poco
de mí porque era recíproco en todos los sentidos.
Apartando esos pensamientos de mi mente, entré en el salón de baile
del hotel. Los padres de Charlie no habían reparado en gastos, a juzgar por
la decoración, y me abrí paso entre los invitados para encontrar a la feliz
pareja.

Fue fácil olvidar el accidentado comienzo de la noche cuando pasé la


mayor parte de la misma conversando con los colegas y celebrando la alegre
noticia.
Fui a la barra, y observé la sala. Mi dedo recorrió perezosamente el
borde de la copa de champán cuando Matthew se acercó a mí. Me tensé y
me senté recta. Hacía tiempo que no hablábamos y no necesitábamos un
enfrentamiento en la fiesta de Charlie.
—Hola —dijo.
—Hola.
—¿Puedo acompañarte?
—Por supuesto.
Se sentó a mi lado y crucé las manos en mi regazo.
—Estás preciosa, Scott —dijo Matthew.
—Gracias —respondí, mirando las burbujas que flotaban en mi copa—
. Tú tampoco estás mal.
Se rio.
—Te eché de menos en el trabajo.
123 Mi corazón dio un extraño vuelco. No se me podía clasificar como una
persona sociable, pero siempre nos habíamos llevado bien y sería extraño
que me evitaran y me dejaran de lado.
—Mira, Quentin —dijo—. Lamento cómo me he comportado. Fue
infantil por mi parte. Sé que sólo estabas haciendo tu trabajo.
Matt no necesitaba disculparse. No necesitaba que alguien le recordara
que debía actuar como un hombre adulto. Se había tomado el tiempo de
reflexionar sobre sus acciones y se acercó a mí con la cabeza fría.
—Disculpa aceptada.
—Me preguntaba si me dejarías llevarte a la segunda cita.
Me mordí el labio y lo pensé un segundo antes de asentir.
—¿Sabes qué, Matthew? Creo que realmente me gustaría.
Tal vez fuera el champán o el hecho de que estuviéramos en una fiesta
de compromiso, pero el hielo que rodeaba mi corazón se descongeló. Todo el
mundo a mi alrededor seguía adelante con su vida personal, así que ¿por
qué no iba a hacerlo yo? No quería seguir anclada en el pasado. Quizá si me
esforzara un poco más, encontraría la paz que buscaba desesperadamente.
Matt me dirigió una brillante sonrisa antes de que nos interrumpieran.
—Disculpa —dijo Erik, pasándose una mano por el cabello rubio—. ¿Te
importaría que sacara a bailar a Quentin?
Matthew lo miró por un segundo antes de decir:

—Claro, voy a buscar a Charlie y a Tyler.


Dudó una fracción de segundo antes de inclinarse y besar mi mejilla.
Erik me tendió la mano cuando Matt nos dejó. Me bajé del taburete,
me acomodé el vestido y la tomé.
Al igual que con Gray, yo medía unos treinta centímetros menos que
él, y mis tacones apenas compensaban la diferencia. Me condujo al piso
lleno de gente y colocó una mano respetuosamente en mi cintura,
sosteniendo mi otra mano.
—¿Estás seguro de que estás bien para hacer esto? —le pregunté, sin
poder evitar la ferocidad de mi tono.
—¿Qué quieres decir?
—Escuché a Sloan diciéndole a Gray que se alejara de mí. Puedo
cuidarme, ya sabes.
Erik se rio.
—No tenemos ninguna duda al respecto. Nunca he visto a nadie
hablarle a Gray de la manera en que tú lo haces. La mayoría no se atrevería
a enfrentarse a él.
124 Me sonrojé. Nuestras discusiones probablemente habían parecido
bastante irrespetuosas por mi parte cuando se veían desde la perspectiva
del Dios.
—No te preocupes, Quentin —aseguró Erik pensativo—. Sloan sólo es
precavida.
Sloan había vuelto al laboratorio para hacer observaciones, pero
apenas me dijo una palabra mientras yo trabajaba. Y luego, al igual que
antes, había desaparecido en cuanto habíamos terminado. Era difícil
averiguar cuál era el problema cuando el valor había fallado, y la pregunta
nunca salió de mis labios.
—¿He hecho algo? —pregunté, negándome a ceder esta vez—. Porque
no siento que le guste mucho, pero no puedo...
—No es eso —explicó Erik—. Es una persona cautelosa. Creo que está
intentando averiguar quién eres y cómo encajas con nosotros.
—Realmente no encajo con todos ustedes. Este es mi trabajo —le
recordé.
—Hmm. —Erik me lanzó una mirada escéptica—. ¿De verdad? Yo
tendría cuidado al mentirle a un Dios.
Tragué con fuerza y me mordí nerviosamente el labio inferior.
—¿Hay algo entre tú y Gray? —Erik preguntó en voz baja.
—No —respondí rápidamente.
—No se siente así. Apenas lo vimos la semana pasada.

Con todo el esfuerzo que Gray había puesto para intentar llevarme a la
cama, se había alejado de todos los demás.
—Un consejo, Quentin —murmuró Erik—. Lo que quiere, no debería.
Las relaciones entre dioses y mortales están estrictamente prohibidas.
Dejó que las palabras se procesaran por un momento antes de
continuar:
—Pero nadie ha sido capaz de decirle lo que puede o no puede hacer.
Sólo hay que tener cuidado.
La música terminó y Erik me soltó, sonriendo y alejándose hacia una
mesa donde estaba sentada Sloan.
Cuando me giré para abandonar el piso, mis ojos se posaron en
Grayson, que me observaba desde la barra, y me indicó sutilmente con la
cabeza, que me acercara a él. Inspirando profundamente, seguí sus
instrucciones.
—¿Qué quería mi hermano? —preguntó Gray.
—Creo que me estaba advirtiendo de ti.
Sus ojos azules se entrecerraron.
125 —Tiene que ocuparse de sus propios asuntos.
—Estoy segura de que lo hace porque se preocupa —respondí.
—No necesito que me cuiden —espetó Gray, y puse los ojos en blanco,
a pesar de compartir la misma actitud—. Dime, Scott, ¿piensas hacer caso
a la advertencia de mi hermano?
Me quitó un poco de cabello de la cara y lo colocó detrás de la oreja.
—Aparentemente, ni siquiera estás destinado a querer esto —respondí.
Gray soltó una carcajada baja mientras su pulgar recorría mi
mandíbula.
—Nos vas a meter en problemas —dije—. ¿No tienes suficientes
problemas después de lo que pasó afuera?
—Ignacio está bien —respondió Gray, encogiéndose de hombros—. Se
calmará en algún momento.
Su mano se apoyó en mi cuello, y estaba segura de que podía sentir el
temblor de mi pulso bajo su áspera palma. Gray me guió suavemente hacia
un rincón más apartado, y mis pies obedecieron.
—No me has contestado, Scott —presionó Gray—. ¿Vas a hacer caso a
la advertencia de mi hermano?
Estaba tan cerca que sus labios rozaban los míos con cada palabra, y
mis manos se apoyaban en su pecho. La sensación de paz que Gray traía
consigo apagaba varias alarmas que sonaban en mi cabeza. Cada vez que

estábamos cerca, cada vez que Gray me ponía las manos encima, me quitaba
la determinación y me dejaba sintiéndome fuera de juego.
—Porque no me pareces el tipo de persona que escucha a los demás —
dijo Gray, sonriendo.
Mi naturaleza era curiosa. Rara vez creía lo que la gente me decía al
pie de la letra. Odiaba que me dijeran lo que tenía que hacer. Entre Sloan y
Erik esta noche, estaba pendiente de mi voluntad por la punta de los dedos.
La voz de Gray estaba en mi oído, haciendo que se me pusieran los
pelos de punta.
—Todo lo que tienes que hacer es pedirlo, Scott.
Se apartó de mí para que pudiera ver el brillo de sus ojos.
¿Qué tendría de malo ceder? El mundo no se acabaría. Incluso podría
ayudar a despejar mi cabeza.
—¿Qué quieres, Scott? —presionó.
Nunca había tenido problemas para decirle a la gente lo que quería o
lo que necesitaba, pero había evitado las cosas con Gray por su forma de
ser. Insufrible y arrogante. Pero éramos adultos. Esto no era una relación.
Ambos buscábamos sexo.
126
—Gray —dije.
—¿Scott?
Dejé ir la última hebra de resolución.
—Llévame a casa y fóllame.
No se lo estaba pidiendo; se lo estaba diciendo.
El gruñido que salió de Gray despertó un calor bajo en mi estómago y
levantó la mirada antes de envolvernos en negro y aparecer ante la puerta
de mi habitación.
Los labios de Gray se estrellaron contra los míos y mis brazos se
enredaron en su cuello mientras me quitaba los tacones. Mi lengua recorrió
su labio inferior antes de que me dejara entrar, luchando por el dominio.
Gray me inmovilizó contra el marco de la puerta y mis dedos tiraron de su
cabello. Cuando bajó y me besó a lo largo del hombro desnudo y en el cuello,
me sonrojé. Un suave gemido escapó de mis labios cuando tocó un punto
sensible de la piel.
Cuando nos separamos, los ojos azules de Gray eran completamente
negros. Las volutas de su aura nos rodeaban. Ya no tenía el control. Mi
corazón se aceleró al verlo más como un Dios que como un mortal, y me
hizo comprender lo que estaba a punto de hacer y con quién lo haría.
—Esto es lo que quieres, Scott —dijo.
—Lo sé.

Habíamos llegado a este punto simplemente porque ninguno de los dos


podía resistirse por más tiempo. Porque yo no podía resistirme más a él. Por
fin tendríamos lo que cada uno de nosotros deseaba.

Grayson
A
zahar. Melocotón. Miel.
Los tres aromas distintos envolvieron mis sentidos cuando
me incliné hacia Scott. Sus ojos se cerraron, y no perdí tiempo
en cerrar la brecha besándola.
127 La vacilación se desprendió de ella en oleadas. Por muy atrevido que
fuera, nunca me había forzado con una mujer. Pero cuando el gemido
escapó de sus labios, necesité todo mi autocontrol para no levantarla y
follarla contra la puerta.
—¿Cuántas veces has pensado en mí, Scott? —pregunté—. ¿Cuántas
veces he estado en tu cabeza mientras te dabas placer?
Sus mejillas se volvieron rojas y permaneció en silencio.
—No te pongas tímida ahora —le dije con una sonrisa de satisfacción—
. No te conviene.
Quentin Scott no era una criatura tímida. Era ambiciosa y fuerte. No
importaba cuántas veces había pensado en ella como débil. Había observado
la forma en que asumía los obstáculos en su vida, y eso sólo había reforzado
mi necesidad de ella.
—He pensado en ti aquí más de lo que me gustaría admitir —dijo.
Ahí estaba ella. Mansa y suave y dócil no era su estilo. No podía
esconderse por mucho tiempo detrás de esas paredes.
—Y dime exactamente qué piensas que hago cuando estoy aquí dentro
—le dije, alejándonos de la puerta.
Sentado en el borde de su cama, la contemplé mientras estaba de pie
ante mí. Había algo enloquecedor en el cuerpo de Scott y en la forma de sus
curvas.
—Pienso en que me tocas.

—¿Cómo? —pregunté, arrastrando mi mirada hacia su cuerpo y su


rostro.
Se quitó el fino tirante del vestido de un hombro y lo dejó caer por el
brazo antes de hacer lo mismo con el otro y dejar el pecho al descubierto.
La observé con avidez. El carácter seguro que poseía era algo que
admiraba, pero me sorprendió que se trasladara al dormitorio.
Scott se sacó el vestido y éste cayó al suelo antes de que ella saliera del
charco de material. Era una masa de cabello negro y piel desnuda, aparte
del encaje negro que cubría mi objetivo.
—Me tocas con cuidado, porque crees que me puedo romper —informó.
Me levanté del extremo de la cama y me acerqué a ella. Era difícil verla
así y no tocarla. Mis labios encontraron su mandíbula y Scott inclinó su
cabeza, dejándome dar besos hasta su oreja.
—Pero te niegas a que te rompan —susurré.
—No me romperé, Gray —respondió.
Sus dedos empezaron a desabrochar mi camisa, pero yo le agarré las
manos.
128 —No estás desnuda —le dije.
—Más que tú.
—Haz lo que te digo, Scott.
Mis dedos pasaron por encima de uno de sus pezones y lo pellizcaron
con fuerza. Su jadeo se convirtió en un gemido, y sonreí con satisfacción.
—Vas a mostrarme cómo te corres cuando soy el único pensamiento
dentro de tu cabeza —dije.
—¿Y por qué iba a hacer eso?
—Porque si me complaces, entonces yo haré lo mismo por ti. ¿No es
eso lo que quieres?
La miré y supe que ya no estaba dispuesta a rechazarme. En lugar de
responderme, Scott se bajó la braga y la dejó caer al suelo. Pasó junto a mí
para dirigirse a la cama, y yo me giré lentamente en el lugar y la observé.
Mientras se tumbaba en la cama, me desabroché los puños de la
camisa y le dije:
—Muéstrame cómo te tocas.
Me acerqué al extremo de la cama y Scott me miró, mordiéndose el
regordete labio inferior.
—Muéstrame —ordené, inquieto por la espera.

La fuerza de la orden era innegable, y Scott abrió sus piernas,


mostrándose ante mí. Mi mirada recorrió su cuerpo mientras mi pantalón
se apretaba incómodamente.
—Usa tus manos y muéstrame. Quiero ver cómo crees que debo
tocarte.
Scott se lamió los labios, moviendo las manos por su cuerpo y a lo largo
de sus muslos antes de tocar su núcleo húmedo y dejar escapar un jadeo.
Sus ojos se cerraron y habló en voz baja:
—Empiezas poco a poco, provocándome con tus dedos. Pero quiero
más. Quiero tu boca.
Joder.
Me mordí el interior de las mejillas para no gemir, sin querer perturbar
el momento. Me quité la camiseta y la tiré al suelo mientras seguía
observando cómo trabajaban sus dedos, rodeando su clítoris.
—¿Me siento bien, Scott? —pregunté, con la voz ronca por el deseo.
—Tan bien.
Me desabroché el cinturón y me quité el pantalón y el calzoncillo,
dejando libre mi erección.
129
—¿Qué más estás pensando?
Se mordió el labio e inclinó la cabeza hacia atrás contra las almohadas.
—Me imagino tu polla dentro de mí.
Sus dedos desaparecieron en su coño y se deslizaron dentro y fuera.
La otra mano de Scott jugaba con su clítoris. Nunca me había sentido tan
excitado por el hecho de ver a alguien darse placer, pero ella parecía una
obra de arte tumbada en la cama, y todo gracias a mí.
El colchón se hundió bajo mi peso cuando me subí a la cama. Los ojos
de Scott se abrieron y apartó las manos de sí misma.
—No te detengas —le dije.
Mis manos separaron más sus rodillas para darme una mejor visión
de su brillante coño. El aroma de su excitación me hacía sentir dolor, pero
le había puesto mis condiciones. Quería verla perderse antes de que yo me
saciara.
Las manos de Scott volvieron a bajar por su cuerpo, sumergiéndose en
ella y haciéndome gemir ante la visión. Dejó escapar una risa, encontrando
placer, sabiendo el efecto que tenía en mí.
Sacando el dedo de sí misma, Scott dijo:
—Quiero que me toques.
Me incliné sobre ella, apoyando una mano en su hombro. Sus ojos
estaban cargados de lujuria y deseo.

—No.
Su ceño se frunció y yo me contuve de reír a carcajadas.
—No consigues lo que quieres hasta que yo consiga lo que quiero —le
expliqué.
—Jódete, Gray.
—Que es exactamente lo que quieres, así que...
Agarré su mano y la guié de nuevo hasta el centro de sus piernas. Sus
dedos volvieron a rozar su clítoris y le solté la mano para dejarla trabajar
sobre sí misma, inclinándome hacia atrás para poder contemplar la vista.
La mano que tenía libre se dirigió a su pecho mientras la otra bajaba hasta
estar de nuevo dentro de ella.
—Imagino tus ásperas manos por todo mi cuerpo —dijo.
—¿Te gusta duro?
Scott se retorcía contra las mantas mientras se daba placer. Si podía
proporcionarle tanto placer cuando me imaginaba, estaba deseando ver
cómo era cuando por fin la tocara. Pero por ahora, podía trabajar para ello.
Después de todo, ella me había hecho hacer lo mismo.
130 Extendí una mano y le acaricié el interior del muslo, arrancando un
gemido de sus labios.
—¿Te provoco, Scott?
Me incliné y besé el interior del muslo opuesto.
—No creo que puedas evitarlo —susurró.
Mis dedos subieron, deteniéndose cerca de su núcleo, y Scott movió
sus caderas en un esfuerzo por sentir mi toque donde le dolía. Al no
encontrar alivio, empujó su cabeza hacia atrás en las almohadas y continuó
frotándose.
—Por favor, Gray —gimió.
Negué, y ella continuó metiendo y sacando los dedos hasta que su
cuerpo se tensó, temblando mientras se llevaba a sí misma al orgasmo con
un pequeño y agudo gemido. Cuando bajó de su subidón, Scott abrió sus
ojos oscuros y los fijó en mí.
—¿Feliz? —preguntó, retirando los dedos.
—Extasiado —respondí, agarrando su muñeca y lamiendo sus dedos.
El sabor de ella echó más leña al fuego—. Ahora puedes tener lo que quieres.
Me incliné y le besé el estómago antes de que mi pulgar recorriera su
húmedo coño. Ella jadeó ante el contacto y enterró sus manos en mi cabello.
Dejé que mis dedos se hundieran dentro de ella. Me dolía la polla para
sustituirlos, pero quería verla caer de nuevo por el precipicio. Quería que

supiera que no debería haberme hecho esperar porque yo era un Dios


vengativo y la haría sufrir por ello.
Su agarre se tensó cuando añadí un segundo dedo y enterré mi cabeza
entre sus piernas, permitiéndome por fin saborearla como era debido. Gemí
contra ella, haciendo que Scott arquease la espalda, y sus caderas se
levantaron de la cama mientras yo la lamía.
—Gray —gimió.
Durante siglos, había escuchado a la gente decir mi nombre, pero la
forma en que Scott lo decía ahora era lo único que me importaba.
Mi lengua se movía entre sus pliegues, amplia y lentamente. Ella se
retorcía debajo de mí, y yo la observaba. Yo era su fantasía. Yo era lo único
en lo que pensaba cuando quería sentir placer, y ahora, yo le estaba dando
lo que quería. Scott se engañaba cuando pensaba que yo no tenía poder
sobre ella.
Su cuerpo se agitó y su agarre del cabello se volvió feroz, empujando
mi cara hacia su coño, y yo accedí a su silenciosa demanda, moviendo mi
lengua rápidamente. Cuando su espalda se arqueó, le mordí suavemente el
clítoris, provocando un grito de ella, con las piernas apretadas alrededor de
mi cabeza mientras se corría con un estremecimiento.
131
Me moví, colocándome encima de ella, apoyado en ambos brazos. Me
incliné y la besé, y Scott me correspondió con avidez. Sus manos subieron
por mis brazos, y su toque me encendió la piel.
Mis caderas se movieron ligeramente hacia abajo para poder frotar mi
polla contra su raja, desesperado por sentirla finalmente a mi alrededor.
—Gray, por favor —susurró sin aliento.
Las manos de Scott estaban en mis costillas, los dedos se clavaban en
mi piel. Era insaciable en ese momento, pero agotador. Su resistencia no
podía compararse con la mía.
—Eres hermosa cuando suplicas, Scott —dije, apartándome para
mirarla de nuevo.
El fuego con el que solía atacarme se perdió en las nebulosas nubes
del placer. Movió sus caderas contra mi dura polla, obteniendo satisfacción
del simple movimiento contra su sensible núcleo.
—¿Te vas a correr por mí otra vez, Scott? —le susurré al oído.
Recibí un gemido cuando mis labios se apretaron contra su cuello.
Scott hizo girar su cadera vigorosamente mientras yo lamía su punto de
pulso, y la fricción la llevó al límite de nuevo. Sentí que sus talones se
clavaban en la parte posterior de mis muslos cuando volvió a caer.
—Mierda —respiró ella.
—¿Estás satisfecha?

Lentamente, Scott relajó su agarre sobre mí, hundiéndose de nuevo en


la cama y asintiendo.
—Dioses, sí.
La rabia se encendió en mi pecho y mi mano rodeó su garganta,
ordenando su atención. Sus párpados lucharon contra el cansancio
inducido por la lujuria para mirarme fijamente.
—Sólo yo —siseé—. Sólo usas mi nombre.
El miedo fue tan fugaz que casi lo perdí. La lógica serpenteó de nuevo
hacia ella cuando preguntó:
—¿Estás celoso?
—Yo soy tu foco de atención aquí.
Su mano se interpuso entre nosotros y rodeó mi polla. Gemí al sentir
el contacto.
—Por supuesto que sí —me aseguró.
Solté su garganta y agarré su muñeca, para que soltara mi polla. Scott
creía que tenía el control de la situación, pero se equivocaba. Tomé su otra
muñeca y la sujeté por encima de su cabeza. Mi polla se agitó con
132 anticipación.
—No quiero que me lo pidas —dije, mirándola—. No quiero que
supliques o ruegues porque eso no te llevará a ninguna parte. —Estaba nariz
con nariz con ella y giré mis caderas para que pudiera sentirme—. Si me
quieres dentro de ti, tendrás que rezar.
Agarrando sus dos manos con una de las mías, dejé que mi mano libre
recorriera su cuerpo, rozando con un pulgar sus duros pezones. Ella gimió
en respuesta, el sonido más hermoso que casi me hizo penetrar en ella.
—Reza —le ordené.
—Grayson, Dios del Caos —susurró Scott tras un momento de
silencio—. Te necesito. Te pido que me liberes del caos que siento. Por favor.
Por favor, Gray —murmuró.
Sus caderas se agitaron y las sujeté a la cama con mis manos. La punta
de mi polla se alineó con su entrada, y ella volvió a gemir.
—Necesito que respondas a esto por mí —dijo, pareciendo
desesperada—. Te necesito dentro de mí.
Empujando dentro de ella lentamente, Scott volvió a cerrar los ojos y
la besé para reprimir un gemido. Estaba sonrojada y cubierta de sudor,
completamente deshecha, comparada con su persona habitual. Profundicé
el beso, nuestras lenguas se rozaban perezosamente mientras empujaba mis
caderas hacia delante, hundiéndome más en ella. Scott levantó sus piernas,
permitiéndome un acceso más profundo, y sentí el calor y el agarre de su
coño alrededor de mí.

Estábamos unidos, con la piel pegada el uno al otro. Besé a lo largo de


su mandíbula y de vuelta a su boca, marcando un ritmo. Había esperado
esto y quería que mereciera la pena. Aceleré el ritmo antes de volver a
reducirlo.
—Gray, por favor —suplicó Scott.
Nunca había dicho por favor tanto como esta noche en el dormitorio.
—Por favor. —Esta vez fue un gemido—. Fóllame más fuerte.
Seguí besando su cuello y su hombro, mordiendo y chupando la piel.
—Ya que lo has pedido tan amablemente…
Mis caderas empujaron contra ella, con fuerza y rapidez, deslizando la
mano entre nosotros para poder jugar con su clítoris. Las uñas de Scott se
clavaron en mis hombros, rompiendo la piel mientras su cuerpo se arqueaba
contra el mío.
—¡Gray!
Sus paredes se estrecharon en torno a mí mientras su cuerpo
sucumbía al subidón que le había dado. Lentamente, abrió los ojos,
borrosos, mientras intentaba concentrarse en mí.
133 —No has... —empezó a decir ella.
—Mírame —le ordené.
Quería que me observara. Quería que viera que con cada pensamiento
depravado que tenía de mí, yo tenía de ella.
Volviendo a sujetar sus manos por encima de la cabeza, embestí. Mis
movimientos no eran nada suaves. La cruda sensación de estar dentro de
ella me estimuló. Mordiendo su hombro, rompí la piel con facilidad, y ella
jadeó por el dolor. Pero no me importó. Sólo estaba concentrado en mí. En
conseguir mi liberación.
—Déjame sentirte, Gray.
Mirándola, con un pequeño hilillo de sangre en los labios, la estudié.
Scott tenía el cabello alborotado contra las almohadas, las pupilas abiertas
y los labios hinchados. No había palabras en ningún idioma, pasado o
presente, que pudieran describir la perfección bajo mi cuerpo. Ella había
sido conducida a este punto por mí. La visión de ella me hizo penetrar con
fuerza en su interior, queriendo dejar mi huella y reclamar su cuerpo. Los
dedos de Scott se clavaron en mi carne y sus ojos se cerraron mientras
recibía mi ira y mi lujuria. Caí sobre el borde mientras mi espalda se curvaba
y empujé profundamente dentro de ella una última vez, llenándola con mi
semen.
Me derrumbé sobre Scott, y ella enterró su cabeza en mi cabello. De
todos los siglos de vida, de todos los seres a los que había dado placer, esta

noche con Scott los había superado a todos. La visión y la sensación de ella
quedarían grabadas en mi cerebro para el resto de mi existencia.
Los delgados zarcillos de mi aura que colgaban a nuestro alrededor se
disiparon cuando recuperé el control.
Un silencio se instaló en la sala.
Habíamos cruzado la línea que ambos creíamos lo suficientemente
fuerte como para resistir.
Me alejé de ella. No era necesario decir ninguna palabra. Habíamos
llegado a un acuerdo. Lo que ambos queríamos, lo habíamos conseguido, y
ahora podíamos seguir caminos separados. Seguir viviendo nuestras vidas.
Me envolví con mi aura y salí de la habitación sin decir nada.

134

Quentin

L
as gotas de agua caliente golpean mi cuerpo cuando abro la
ducha y mis músculos se resienten ante la suave presión.
Cerrando los ojos, dejo que los recuerdos de la noche anterior
inunden mi mente, provocando una pequeña sonrisa en mis labios y un
resbalón entre mis piernas.
Creo que nunca había estado tan satisfecha después del sexo.
Pero eso fue todo. Había alimentado mi curiosidad. Tenía una
respuesta, lo que significaba que podía volver a centrarme en el trabajo y en
135 mi vida, en lugar de centrarme en Gray.
Al salir de la ducha, me envolví el cuerpo con una toalla y me recogí el
cabello en otra. Cuando me miré en el espejo, mi mirada recorrió los
moretones que decoraban mi piel y se posó en la dura marca de un mordisco
en mi hombro. Mis dedos la rozaron con cautela. Tendría que ponerme algo
que la cubriera.
En el mostrador, mi teléfono zumbó con un mensaje de Charlie.
Hola. No te vi antes de irte. ¿Todo bien?
Escribí una respuesta rápida.
Todo bien. Siento haberme ido. Dolor de cabeza. Me encantó la
fiesta
Cuando volví a dejar el teléfono sobre la encimera, empezó a sonar y el
nombre de Matt apareció en la pantalla. Pasé el dedo para contestar y lo
puse en el altavoz.
—Hola, Matt.
—Scott —respondió—. ¿Cómo estás?
Dudé. La verdad era que me sentía en paz; un sentimiento que me
había evadido durante años. Lo había sentido brevemente cuando Gray me
besó, pero después de anoche, el peso con el que caminaba se había
desvanecido y había un rebote en mi paso.
—Estoy bien —le dije—. ¿Es una llamada de negocios?

—Completamente lo contrario, en realidad. Esa cita de la que


hablamos anoche. ¿Qué tienes pensado hacer hoy?
—¿Hoy? —Mi voz no ocultó la sorpresa.
—A menos que estés ocupada.
—No estoy ocupada. ¿Qué tienes en mente?
—Eso sería revelador —bromeó.
Me reí, el incómodo nudo se alivió mientras dejaba caer la toalla y me
frotaba crema hidratante en los brazos.
—Ponte algo con lo que puedas moverte —indicó Matt.
—¿Ropa deportiva?
—Perfecto. Te recogeré a las once.
—Nos vemos entonces.
Colgué y seguí preparándome. Cuando bajé las escaleras, vestida con
mi ropa de deportiva, el reloj marcaba las 10:50.
—Buenos días, Scott. —Una voz oscura cortó el silencio de la cocina
cuando entré en la habitación—. Pensé que podrías dormir hasta tarde hoy,
y sin embargo aquí estás, aparentemente lista para salir. ¿No hiciste
136 suficiente ejercicio anoche?
El calor subió a mis mejillas.
—Parece que no me has hecho trabajar lo suficiente.
Pasé junto a él para preparar un poco de café, pero un zarcillo negro
me agarró por la cintura y me hizo girar para encarar a Grayson.
—No escuché ninguna queja tuya anoche, Scott —dijo suavemente.
La proximidad me hizo estremecer. A menos que Gray me diera
espacio, este acuerdo no funcionaría.
Sonrió ante mi malestar.
—Y yo que pensaba que no podría doblegarte.
Extendió la mano y rozó la marca que había quedado al descubierto
cuando mi camiseta se bajó del hombro. Su palma cubrió la marca, áspera
contra mi suave piel, antes de que un calor inundara la zona. Cuando retiró
su brazo y el aura que me rodeaba, giré la cabeza para ver que la piel estaba
curada.
—Creo que la palabra que buscas es “gracias” —incitó Gray.
—Gracias —dije de mala gana.
—Tenías mejores modales en la cama.
—En ese entonces te merecías mis modales —murmuré.

Introduje una cápsula en la cafetera, salté para sentarme en la


encimera y esperé a que se terminara antes de dar un largo sorbo. Me quemó
al bajar, pero me deleité con el sabor de la amarga infusión negra. Cuando
bajé la taza, miré a Gray.
—¿Qué planes tienes para hoy? —pregunté.
Su expresión se ensombreció.
—Trabajo.
—¿A qué te dedicas, Gray?
—¿Disculpa? —Levantó una ceja.
—¿A qué te dedicas? —repetí, con curiosidad—. Quiero decir, tengo un
archivo que me habla de las responsabilidades que tienen y estoy trabajando
en la biología…
—Creo que ambos trabajamos en la biología.
El comentario me hizo poner los ojos en blanco. Me preocupaba que
las cosas se volvieran incómodas, pero algunas tensiones se habían
disipado. Gray seguía siendo agravante, y yo seguía lidiando con sus
cambios de humor.
137 —Estás ignorando mi pregunta —señalé.
Grayson se puso delante de mí y se encogió de hombros.
—Principalmente, escucho a la gente y decido si debo conceder lo que
desean.
—¿Cómo lo decides?
—Sólo sé quién lo merece. Cuando alguien me reza, puedo sentirlo.
Comprendo la profundidad de la petición que me hacen —explicó—. Si lo
merecen, les dedico mi tiempo. Si su razón resuena lo suficiente, entonces
se la concedo.
Hice una mueca.
—Pero has estado haciendo eso mientras has estado aquí. Es lo mínimo
que haces, ¿no?
Gray avanzó, deteniéndose entre mis piernas y mirándome. Me negué
a mirarlo a los ojos y di un sorbo a mi taza para mantenerme ocupada.
—Hay muchas cosas ahí arriba que no conoces —me recordó—.
Muchas cosas que hacemos para mantener tu mundo agradable y seguro.
La forma en que lo dijo me puso los pelos de punta.
—¿Cómo qué?
—No lo creo, Scott —dijo Gray—. El hecho de que hayamos dormido
juntos no nos hace iguales. No necesitas saber los asuntos divinos.

Ese comentario me irritó. Por una fracción de segundo, pensé en


arrojarle el contenido de mi taza, pero en lugar de eso tomé otro sorbo,
preparando una discusión, cuando un fuerte golpe rompió el silencio.
—Tienes que moverte —dije, poniendo la taza en la encimera.
—¿Dónde están esos modales impecables de anoche?
—Muévete.
La cara de Gray se acercó a la mía, la punta de su nariz pasó por mi
mejilla.
—Di por favor.
Mi cerebro se esforzaba por correr por vías lógicas. Mi mente y mi
cuerpo corrían despreocupadamente por la cuerda floja hacia lo que él
quería.
—Por favor.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Gray se enderezó y retrocedió dos
pasos mientras yo me deslizaba por el mostrador.
—Si vas a casa de Sal, me uniré a ti —dijo despreocupadamente.
—No voy a casa de Sal —dije al salir de la cocina.
138 Necesitaba poner todo el espacio posible entre nosotros.
Gray me siguió por la casa.
—¿A dónde vas?
Al abrir la puerta principal, Matt estaba de pie en el umbral. Iba vestido
con una camiseta y pantalón corto, y me mostró una sonrisa tan amplia que
se le veían los hoyuelos.
—Hola —dijo alegremente—. ¿Lista para nuestra cita?
—¿Cita? —preguntó Gray, con un tono más oscuro que el de toda la
mañana.
—Sí, y sí —dije, igualando el brillo de Holden—. ¿Necesito algo más?
—Estás perfecta —dijo Matt.
—Disfruta del trabajo, Gray —dije por encima de mi hombro—. Nos
vemos luego.

Grayson

U
na furiosa descarga de ira me llenó el pecho cuando Scott cerró
la puerta.
Me costó entender qué veía ella en Matthew Holden. Una
mujer que se enorgullecía de sus años de educación, cuya
materia gris estaba constantemente en uso, elegía salir con un imbécil como
Holden. Rechazaba el sentido común y la lógica.
Al principio, pensé que había dicho que sí al mortal porque intentaba
ponerme celoso, y lo había descubierto cuando la obligué a mudarse con
139 Holden. Un obstáculo en su plan. Pero en algún momento, habían arreglado
las cosas y estaban en otra cita.
No me interesaba por nada más que por el sexo, pero no podía entender
por qué había elegido a alguien tan diferente a mí. Holden intentaba
comportarse como un alfa y podía convencer a los demás, pero elegía peleas
que no podía ganar. Lo había demostrado en repetidas ocasiones. Y aunque
Scott tenía mucho carácter, nuestra sesión individual confirmó que ella
quería a alguien que pudiera tomar el control.
Anoche debía sacarla de mi cabeza, pero seguía ocupando espacio. La
visión de ella extendida en la cama como un festín. Su sabor como el néctar
más dulce que se haya creado. El tacto de su cuerpo, tan perfecto contra el
mío. Scott se había consolidado como una obsesión, y yo no pensaba
compartirla.
Por muy fácil que fuera sentarse a dar vueltas y tramar la caída de
Holden, otros asuntos requerían mi atención. Con fuerza, la aparté a ella y
al predicamento actual de mi mente y me preparé para la reunión del
consejo.
Sentados juntos en el salón de Gareth me sentí asfixiado. El tiempo
lejos de Elysia y de mi familia me había dado espacio para respirar. Me
recordaba lo invasivos y sentenciosos que eran. Cada vez que nos reuníamos
estos días, los doce, me picaba la piel y buscaba una excusa para irme.
Como de costumbre, me coloqué al lado de Erik. En el momento en que
me senté, su cabeza se movió en mi dirección.

—Por favor, dime que no lo hiciste —siseó.


Mi expresión permaneció neutral.
—¿Qué?
—Grayson, por mucho que piense que eres un idiota ahora mismo, sé
que no eres estúpido. —Erik bajó la voz—. ¿En qué estabas pensando?
Las responsabilidades de Erik le permitían intuir vagamente lo que
había ocurrido. No sería capaz de decir con quién, pero a pesar de que mi
hermano pequeño tenía los ojos abiertos, seguía siendo perspicaz. Era inútil
negar lo que sabía como un hecho.
—Estaba pensando —respondí con frialdad—. Necesitaba sacarla de
mi sistema. Ya está hecho y nadie más tiene que saberlo. —Había un tono
de advertencia en mis palabras.
Erik negó.
—Le dije...
—Sí, ella me contó su pequeña conversación. Debería darte las gracias.
Le diste el empujón que necesitaba —le dije, sonriendo.
—Si Sloan se entera, te va a matar.
140 —¿Por qué?
—¿No te lo dijo?
—¿Qué no dije?
Los dos nos sobresaltamos, demasiado concentrados en nuestra
conversación como para haberla percibido detrás de nosotros. Besó
cariñosamente a Erik en la mejilla y le pasó una mano por el cabello en una
desagradable muestra de afecto antes de tomar asiento al otro lado de él.
—Nada, querida —le aseguró Erik con una sonrisa.
—¿Cuál es tu problema con Scott? —le pregunté, sin tiempo para los
modales.
Erik me fulminó con la mirada, pero Sloan respiró hondo y respondió:
—No tengo ningún problema con ella. Sólo que no quiero que te metas
en problemas, Gray. Primero: te estás acercando demasiado a ella por lo que
parece, y si alguien más ve la forma en que se comportan, eso te meterá en
problemas con Hunter. Segundo: ella trabaja duro, así que déjala trabajar.
Hunter podría matarte si nos arruinas esto.
Apreté los dientes y me recosté en la silla.
—Bien.
Había más que eso, y no dejaría que el tema se terminara con facilidad.
Sloan debía haber visto algo, y quería saber qué. Ella se ocupaba de la
fertilidad, así que tenía que ver con que Scott tuviera hijos o con su propia
concepción.

Ignacio ocupó el asiento de mi izquierda y chocó su hombro contra el


mío, preguntando:
—¿Has terminado de ser idiota?
—¿Lo soy alguna vez? —pregunté, e Ig se rió—. Lamento lo de la otra
noche.
—No me di cuenta de que la reclamaste.
Me encogí de hombros sin compromiso. Ig no habría ido más allá del
coqueteo inofensivo. Su brújula moral apuntaba menos al sur que la mía y
tenía las manos atadas con cierta diosa.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Ig, echando un vistazo a
la habitación.
—Hunter tuvo una charla con los dioses menores.
—¿Se fue a casa?
—Aparentemente.
Como si fuera una señal, Hunter se puso de pie y llamó nuestra
atención.
—Algunos de ustedes sabrán que fui a hablar con los dioses menores
141 a principios de esta semana —dijo—. Han estado inquietos durante años.
Viene en oleadas, pero creo que Archer está tratando de avivar el asunto de
nuevo. Insiste en que también debemos involucrarlos en el proyecto.
—¿Quieren bajar aquí? —Una voz se alzó entre la pequeña multitud.
Los dioses menores han sido un problema durante algún tiempo.
Creían que era injusto que hubiera niveles, y que ellos estaban por debajo
de nosotros. Archer era el Dios menor más ruidoso y había demostrado ser
una dificultad para nosotros. Habíamos peleado en más de una ocasión.
—Sí —dijo Hunter—. Y creo que podría ser una buena manera de
construir algunos puentes.
La sala estalló, pero fue mi voz la más fuerte.
—No puedes hablar en serio, Hunter. ¿Qué te pasa?
Mi hermano me miró fijamente.
—Tenemos que intentar aplacarlos.
—Causan problemas en Elysia, ¿y quieres traerlos a la tierra?
—Serán esposados hasta que puedan demostrar que son de confianza.
Me mordí el interior de las mejillas mientras el ruido en la habitación
seguía aumentando.
—¡Suficiente! —Hunter se puso de pie con su aura azul ardiendo a su
alrededor y otras múltiples chispas cobraron vida, incluyendo la mía, la de

Erik y la de Ig. El remolino de azul, negro, rojo y anaranjado iluminó la


habitación.
—Tenemos que tomar una decisión al respecto —dijo Hunter—. A largo
plazo, creo que será beneficioso para nosotros. Así que, lo pongo a
consideración de nuestro consejo. ¿Están a favor de permitir que los dioses
menores se unan a nosotros?
Hunter, Larkin, Waverly, Malachi, Flynn, Aria, Elva, Bexley. Una ráfaga
de manos se disparó en el aire.
—¿Y los que están en contra?
El pequeño grupo que formábamos Ig, Sloan, Erik y yo. Me sorprendió
ver que Sloan se había unido a nosotros en este asunto.
—Parece que voy a hablar con Gareth para poner en marcha los
engranajes —dijo Hunter. Siguió hablando de asuntos relacionados con
Elysia antes de terminar la reunión. Cuando nos levantamos de nuestros
asientos, Hunter gritó—: Erik. Grayson. Un momento, por favor.
Apretando los dientes, me acerqué a mi hermano mayor.
Con cada decisión que tomaba, menos apropiado me parecía como
líder. Los dioses menores de la tierra habían sido la principal manzana de
142 la discordia que condujo a la última guerra. ¿Realmente pretendía que no
hubieran ocurrido décadas de derramamiento de sangre en los cielos?
¿Estaba dispuesto a sumergirnos de nuevo en esa oscuridad?
—No me gusta que me hagan pasar desapercibido —nos dijo Hunter
en voz baja, pareciendo tan irritado como me sentía yo.
—Hunter —dijo Erik—. Pediste una votación.
—Me vas a hacer parecer débil.
—Haces un buen trabajo por tu cuenta —murmuré.
—Les recordaré a los dos quién manda —replicó.
—Y permítenos recordarte que no puedes obligarnos a hacer una
mierda.
El azul y el negro se arremolinaban entre los tres. Nuestra volátil
relación se había vuelto más explosiva en los últimos años. Me importaba
una mierda el respeto o la lealtad. No cuando se trataba de Hunter.
—Los dos tienen que parar —dijo Erik con firmeza—. Hunter, tienes lo
que querías sin mí y sin Gray. Ahora, si no te importa, nos iremos.
Erik me miró y yo solté mi aura primero, aunque quisiera sacar a
Hunter delante de todos. Nos alejamos, de vuelta a Sloan.
—Ignóralo —suplicó Erik, sabiendo que mi temperamento aún se
arremolinaba tras la fachada de calma—. Se juega mucho en este proyecto
y no es que vaya a ser toda la cohorte de dioses menores.

—Si Archer viene, entonces va a ser un caos —dije, mirando al frente.


—Menos mal que estás aquí entonces.
Erik me lanzó una sonrisa y yo le di un suave empujón a mi hermano
pequeño.
Si el Dios de los secretos se uniera a nosotros, todos tendríamos que
vigilar nuestros pasos.

143

Quentin

M
att había concertado una cita en un centro de escalada.
Atados a un arnés, nos colgamos de la pared, corriendo hacia
la cima y bajando con facilidad. Si soy sincera, no me había
reído tanto en mucho tiempo. La conversación fue ligera y, una vez agotados,
volvimos a casa y acordamos reunirnos en Murphy's para tomar una copa.
—¡Mi mejor cliente! —Tyler me saludó cuando entré al bar.
Hice una profunda reverencia y me dirigí a la barra.
—Hola, Quen —dijo Charlie, apareciendo junto a su compañero.
144 —¿Qué te prometió para ponerte detrás de la barra? —le pregunté.
—Una cadena perpetua.
Me reí con fuerza, y Tyler mostró una sonrisa tímida mientras me
miraba.
—No —dije, poniéndome seria—. No, Ty.
—Por favor, Scott. Tengo poco personal, y sólo mira el lugar —suplicó
Tyler.
Mirando a mi alrededor, era fácil ver que el bar estaba repleto, con sólo
Charlie, Tyler y otro miembro del personal detrás de la barra.
Suspiré.
—Me lo debes.
—¡Eres una estrella!
Me lanzó un delantal, que me até a la cintura, antes de recogerme el
cabello en una coleta y dirigirme a la barra.
Cuando terminé de atender a mi primer cliente, un par de dedos me
rozaron la parte baja de la espalda y me tensé.
—¿Cómo estuvo la cita? —La voz de Gray estaba en mi oído.
Me volví para ver su característica sonrisa y mis ojos recorrieron su
cuerpo. Estaba vestido de forma informal, y eso me agarró desprevenida. La
sencilla camiseta negra se ajustaba a su figura como una segunda piel, y
me sonrojé al pensar en el escultural cuerpo que se escondía bajo la tela.

—No puede haber ido tan bien si me miras como si fuera tu última
comida. —Levantó una ceja, con cara de satisfacción, y yo negué,
alejándome de él.
—Lo pasé muy bien —respondí—. Fuimos a escalar. No puedo creer
que no lo haya probado antes. ¿Qué haces detrás de la barra?
—Ayudando —respondió.
—¿Trabajas en un bar? —pregunté, sorprendida.
—¿Trabajas en el bar? —repitió—. Pensé que el laboratorio era tu
dominio.
—Lo hice durante toda mi licenciatura.
Había trabajado en un bar de la zona, sólo para ganar tiempo. El dinero
había sido un extra. Mi herencia no me había hecho faltar nada.
—Hola, cariño —dije, apartándome de Gray cuando un cliente me
llamó—. ¿Qué puedo ofrecerte?
—Me gusta atender a la gente en Elysia —dijo Gray mientras llenaba
un vaso de cerveza.
Su voz estaba lo suficientemente cerca como para que sólo yo pudiera
145 captar lo que decía, pero eso también significaba que su cuerpo estaba
incómodamente cerca del mío. El calor se desprendía de él en oleadas y mi
mente se desvió y se sumergió en los recuerdos de la noche anterior.
Le entregué la cerveza al cliente y metí el dinero en la caja, tratando
desesperadamente de ignorar el recuerdo de cómo se sentía su cuerpo
apretado contra el mío.
—Espacio personal, Grayson —le recordé en voz baja.
La respuesta de Gray fue ponerse detrás de mí y jugar con los bordes
deshilachados de mi pantalón. Unos dedos ásperos rozaron mis muslos, y
deseé que sus dedos estuvieran en otra parte. Era preocupante la rapidez
con la que mi tarde con Matthew había desaparecido de mi mente ahora que
Grayson estaba cerca.
—Estás en el lado equivocado de la barra, hermosa —dijo Matt,
tomando asiento.
—Ty me pidió un favor —le respondí.
—¿Necesitas otro par de manos?
—Creo que lo tenemos cubierto —dijo Gray. Hice el intento de alejarme
de él, pero me agarró el pantalón y me mantuvo en el lugar—. Yo me encargo
de esto. ¿Qué tal si vas a recoger los vasos?
Quise discutir con él, pero me soltó y fui a recoger los vasos vacíos de
la sala para que tuviéramos algo de espacio. De vez en cuando, miraba a
Gray para ver si se comportaba con Matt y, por suerte, le sirvió y Gray siguió
adelante.

Cuando terminé de recoger las mesas, volví con Matt.


—Lo siento —me disculpé—. Sé que debíamos continuar con nuestra
cita.
—Está bien —me dijo Matthew—. Podemos seguir pasando tiempo
juntos, aunque eso podría significar que tendrás que llevarme a casa al final
de la noche.
Reí mientras me rodeaba la cintura con un brazo. Charlie estaba de
pie detrás de la barra y me sonrojé al ver que nos miraba de forma tan
directa.
—Probablemente debería ir detrás de la barra —murmuré, tratando de
desenredarme de él—. ¿Puedo ofrecerte algo más?
—Me vendría bien un beso.
Me miró con seriedad y me ardieron las mejillas. Todavía no nos
habíamos besado. A pesar de lo bien que habían ido las dos citas, sentía que
faltaba la química física.
—No estoy segura de que a Tyler le guste eso —bromeé, incómoda.
No sabía si pedir un beso en público era una jugada calculada por
parte de Matt. La postura ingenua sería pensar que se trataba de una
146 solicitud inocente, pero yo era cínica y odiaba que me obligaran.
—Menos mal que no se lo pido a Murphy.
Me acercó, y me di cuenta de que Gray nos observaba desde el otro
lado de la barra, con una expresión ilegible.
Me debía a mí misma tener citas, y eso incluía una relación física.
Permanecer célibe el resto de mi vida no era una opción, y no quería sexo
sin sentido para el resto de mis días, por muy alucinante que fuera. En el
fondo, anhelaba la estabilidad y el amor que se descubren en una relación.
Acariciando la cara de Matt, me incliné y presioné mis labios contra los
suyos. Su lengua recorrió mi labio inferior y me tomé un momento antes de
profundizar el beso. Sabía a cerveza y el beso era... agradable.
Era agradable, y era un besador decente. Aun así, no pude evitar
compararlo con Gray. Rápidamente aparté esos pensamientos de mi cabeza,
y cuando nos separamos, Matt me sonreía, con hoyuelos visibles en sus
mejillas.
—Supongo que ahora puedo dejar que vuelvas al trabajo —dijo.
Volvió a tirar de mí y rozó sus labios con los míos antes de soltarme.
Agarré los vasos rápidamente y me dirigí detrás de la barra.
—¡Uf! He estado esperando tanto tiempo para ver eso —dijo Charlie
mientras pasaba a su lado.

—Sí. Todo un despliegue, Scott. —La expresión de Gray seguía siendo


inexpresiva, pero su voz era afilada.
Me encogí de hombros.
—No me opongo a la demostración pública de afecto.
Eso era mentira. Ethan nunca había sido el más abiertamente
cariñoso, y nunca me había molestado. Eso significaba que exhibiciones
como la que acababa de hacer Matt, me dejaban sonrojada y desequilibrada.
—No. Ya lo veo.
La intensidad de la mirada de Gray hizo que se me doblaran las
rodillas. La desaprobación y el enfado cubrían sus rasgos, pero me recordé
que no debía importarme lo que él o cualquiera de los dioses pensara sobre
cómo llevaba mi vida.
—Permiso. —Pasé junto a él para dejar los vasos y fui a servir a un
cliente.
La mayor parte de la noche transcurrió sin acontecimientos. Gray se
mantuvo alejado de mí y atendimos a la multitud. Matt se fue justo antes
de cerrar, diciéndome que me vería el lunes en el trabajo.
Ty finalmente anunció el cierre, y servimos los últimos pedidos.
147
—Bueno, yo diría que podríamos volver a la mía. —La voz de Gray era
clara—. Pero mi compañera de cuarto es un poco hostil.
Desde el otro lado de la barra, observé cómo Gray se inclinaba sobre el
mostrador y charlaba con una mujer rubia y menuda.
—Entonces, ¿qué tal si vamos a la tuya? —sugirió.
La mujer soltó una risita y asintió.
El sabor férrico de la sangre me llenó la boca mientras me mordía las
mejillas.
La mujer se bajó del taburete y Gray se giró para salir del bar, llamando
mi atención.
—No me esperes levantada, Scott —dijo con rencor.
Hizo una bola con su delantal, me lo tiró antes de unirse a la rubia, y
traté de amortiguar el sentimiento de decepción y rabia que se extendió por
mis entrañas.
Esto nunca fue más que una cosa de una sola vez. Un deseo sin sentido
y una curiosidad satisfecha.
Entonces, ¿por qué la envidia duró el resto de la noche?

Grayson

T
res semanas.
Durante tres semanas, habíamos caído en un patrón.
Mi presencia no era necesaria en el instituto, y sólo veía a
Scott en casa. La mayoría de las noches traía trabajo a casa y se lo llevaba
a su habitación, sin apenas dirigirme dos palabras.
Las noches que no trabajaba, Scott las pasaba con Holden. La semana
pasada, lo había traído a casa después, y casi rompí todos los objetos de
vidrio. Y habría derrumbado la casa hasta sus cimientos cuando vi la cara
148 de satisfacción de Holden a la mañana siguiente, si no hubiera sido por los
pensamientos insatisfechos de Scott.
Como era de esperar, él no había sido capaz de complacerla. El sexo
mediocre no era suficiente para gratificarla. Scott requería una conexión.
Exigía un adversario en el dormitorio que la hiciera doblegarse, que le
sirviera mientras ella cedía el control.
Para evitar la pseudo pareja, me ocupé de visitar a Erik y Sloan. Ella
estaba cerca de su fecha de parto, y muchos de nosotros pasábamos a verla.
Cuando no estaba con ellos, recogía a las mujeres de Murphy's, llevándolas
a casa siempre que no estuvieran los demás. Mi consuelo estaba siempre en
las profundidades del caos.
El problema era que todas las mujeres que elegía eran tímidas.
Ninguna de ellas tenía la confianza descarada y el ego inflado que poseía
Scott, y me irritaba que hubiera dejado una impresión duradera y luego
decidiera que su tiempo y su esfuerzo estaban mejor desperdiciados con
Holden.
Hoy no podríamos evitarnos. Gareth había invitado a todo el instituto
a Brighton para celebrar su cumpleaños y eso significaba una mezcla de
dioses y mortales desperdigados por la playa.
Si alguna vez lo logramos.
—¡Apúrate, Scott! —grité a través de la casa—. De lo contrario, voy a
usar mi aura para llevarnos allí.
—Ya voy —gritó—. Deja de ser tan impaciente.

Si algo había aprendido de esta mujer era que rara vez llegaba a tiempo
a algo que no fuera el trabajo.
Bajó las escaleras unos minutos después, nos metimos en el auto, y
salimos de Londres en un viaje silencioso.
Durante todo el trayecto, mantuve mi mirada en ella sin preocuparme
por la sutileza. Mi objetivo no era hacerla sentir cómoda. Mi objetivo era
entender por qué esta mortal había ocupado tanto espacio en mi cabeza y
me había llevado al borde de la locura.
Scott tenía mal genio, desencadenado por cosas pequeñas como el
tráfico. Su gestión del tiempo era deficiente. Su casa era un desastre, con
libros y objetos apilados al azar en cualquier superficie disponible. Era lo
más alejado de la divinidad que había encontrado y, sin embargo, me sentía
indescriptiblemente atraído por ella.
Cuando llegamos, Scott sacó una nevera y su bolso de la parte trasera
del auto y lo colgó en el hombro.
—Pásamela —le dije, extendiendo una mano.
—Yo puedo. —Me alejó bruscamente.
—Dámela, Scott.
149 —No necesito que la lleves —espetó—. Cierra el auto.
Me lanzó las llaves y llevó la nevera, usando ambos brazos, hasta la
masa de gente que había en la playa. Se fundió entre el resto de los mortales,
y yo observé a los dioses repartidos entre ellos.
—Toman tantas malas decisiones —dijo Erik mientras me unía a él,
guardando las llaves de Scott en mi pantalón—. Pero me encanta ver cuando
aciertan.
Observó a Gareth con su mujer y su hija pequeña. Los tres estaban
sentados en la arena, construyendo castillos con sonrisas en sus rostros.
Una familia perfecta y feliz.
—Eres un tonto —le dije, asqueado.
—Y tú eres un cínico —respondió.
—¿Dónde está Sloan?
Erik señaló con la cabeza unas tumbonas y una sombrilla donde Sloan
estaba cómodamente recostada a la sombra, con el vientre orgullosamente
expuesto.
—No falta mucho —dije.
Erik sonrió.
—Dos semanas más.
—¿Vas a traer al resto de los niños?

—Gareth está tratando de arreglarlo. Creo que Archer podría hacer una
visita entonces. Tendremos que ver. El proyecto está creciendo, y creo que
lo está inquietando. Le preocupa que sea más de lo que puede manejar.
—Fantástico —dije, apretando los dientes.
—Vamos —dijo Erik—. Vamos a unirnos al resto.
Se había formado un pequeño grupo, compuesto por algunos colegas
masculinos, y se lanzaban una pelota de rugby entre ellos. Me quité la
camiseta, quedándome en pantalón corto, y dejé que el sol me calentara la
piel mientras nos uníamos a ellos.
Podía sentir los ojos sobre mí y luego los pensamientos, pero sólo había
una cadena de pensamientos que llamaba mi atención. Una corriente de
conciencia que me interesaba por encima de todo.
Mis ojos recorrieron los rostros de la playa hasta que encontré a Scott
de pie junto a una tumbona con su atención puesta en mí. Parecía que
ambos estábamos teniendo un problema similar.
Sonreí y observé cómo su rostro se sonrojaba, apartando la mirada una
vez que supo que la había descubierto. Tendría que ser más sutil que eso si
quería salirse con la suya en lo que se refiere a la mirada.
150 —¿Juegas, Grayson? —Holden lanzó una pelota entre sus manos.
Cuando volví a mirar a Scott, se había quitado el pantalón corto y la
camiseta de tirantes, y mi polla se tensó. Fuera del laboratorio, no era
modesta cuando se trataba de su ropa, pero verla sin dos piezas no ayudaba
a mi predicamento.
—No estoy seguro de que vayas a querer jugar conmigo —murmuré,
con mi mente ya formulando un plan mientras él se alejaba para hablar con
otros colegas.
—Apuesto a que en casa tienes una vista similar todo el tiempo —dijo
Ig, trotando a mi lado y observando a Scott mientras se estiraba en una
tumbona al sol.
La piel dorada brillaba bajo el sol, rogando que los rayos la besaran y
atrayéndome a hacer lo mismo.
Internamente, me reprendí por no haber sido más astuto. Lo último
que quería era que los ojos de otra persona se fijaran en lo que yo había
hecho mío.
—Ojalá —respondí con sinceridad—. Está demasiado metida en el
trabajo la mayor parte del tiempo.
—No puedo negarlo, se ve muy bien en mi color.
El comentario me erizó la piel. Hasta ahora no la había visto vestida de
negro, y sentí una punzada de fastidio mientras tomaba el sol en un bikini
anaranjado.

No significaba nada. No era una Diosa, así que ninguna de las


tradiciones se aplicaba a ella. Ig simplemente intentaba conseguir su
revancha después de la otra noche.
Me contuve de decir que Scott se veía mejor sin nada. Ya era bastante
malo que Erik lo supiera. No iba a contarlo y arriesgarme a que Hunter me
sermoneara sobre la conducta y el comportamiento.
—A nadie le queda bien tu color —respondí.
Ig resopló.
—Van de negro en los funerales.
—Al menos representa algo. ¿Anaranjado? ¿Por qué alguien se viste de
ese color?
—Vete a la mierda, Gray.
Soltando una carcajada, vi a Ig enfurruñarse hacia Elva. Empecé a
seguirlo, pero tras una nueva mirada a Scott cambié instantáneamente de
rumbo.
—¿Estás disfrutando del sol? —pregunté, cuando llegué a ella.
Colocándome en la tumbona junto a Scott, con la sombrilla
151 protegiéndome de la luz, dejé que mis ojos recorrieran su figura. La piel de
sus muslos y caderas estaba decorada con estrías blancas donde había
crecido para acomodar las curvas que llamaban la atención.
Giró la cabeza hacia mí, con los ojos ocultos tras unas grandes gafas
de sol oscuras.
—Mmm. Se siente bien —respondió perezosamente.
—Sé qué más podría hacerte sentir bien —dije, inclinándome hacia
ella.
—Grayson —me advirtió.
—¿Qué?
—No está sucediendo.
—Entonces, ¿sabes de qué estoy hablando?
Se incorporó lentamente y se giró para mirarme.
—Sabes, realmente deberías buscar algo de sombra —le aconsejé,
palmeando el espacio a mi lado.
Sacudió la cabeza.
—Estoy bien.
Me bajé de la tumbona y me senté a su lado. Scott se subió las gafas a
la cabeza ahora que mi cuerpo proyectaba sombras sobre ella. Aproveché
para volver a mirarla, lo que hizo que levantara una ceja.
—No me mires así, Scott. Te descubrí mirando antes.

—No hay nada en contra de mirar —dijo indignada.


—A mis ojos, no hay nada contra el tacto.
—Gray.
—Vamos, Scott —le dije suavemente—. Sé que no fuiste feliz la otra
noche.
Sus ojos se abrieron de par en par y sus mejillas se sonrojaron.
—No tengo idea...
—¿De verdad vas a mentirme?
Resopló.
—Odias cuando no te sales con la tuya —dije, divertido por su
comportamiento.
Había visto lo voluntariosa que era y apreciaba esa cualidad hasta que
empezó a resistirse a mí. Podía poseer todo el fuego del mundo mientras no
me impidiera conseguir lo que quería.
—Tú eres igual —respondió ella.
—Nunca dije que fuera un rasgo indeseable.
152 Ella se suavizó de nuevo.
—¿Qué quieres, Gray?
—Exactamente lo mismo que tú. —Me incliné y jugué con un mechón
suelto de su cabello—. Satisfacción. —Le di un ligero beso en su mandíbula.
—Gray —susurró.
—¿Mmm?
—Vamos a tener problemas.
Ella no me había dicho que parara.
—Entonces deberíamos irnos —le dije.
Mi aura nos envolvió, llevándonos de vuelta a su casa. En unos
instantes, estábamos en el vestíbulo, y ella me empujó.
—¡Gray! —gritó Scott, pareciendo furiosa—. ¿Alguna vez escuchas?
Estábamos rodeados de mucha gente. Puedes meterte en serios problemas.
Y... Matthew…
Puse los ojos en blanco en respuesta a su arrebato.
—Me haré cargo de las consecuencias si llegan.
Acariciando su rostro con una mano, puse el otro brazo alrededor de
su cintura desnuda. Scott aún estaba caliente por el sol, pero la piel se le
puso de gallina. Quisiera o no admitirlo, era mía. Su cuerpo me escuchaba
y su mente la seguía.
—Dime que me equivoco, Scott.

Sus manos se apoyaron en mi pecho desnudo, y se mordió el labio,


luchando consigo misma.
—Dime que no quieres esto y te dejaré en paz —expliqué.
A sus ojos, la decisión estaba tomada, pero quería que me lo dijera.
Pasaron unos instantes hasta que finalmente se quebró.
—¿Qué estás esperando?

153

Quentin

M
e costaba concentrarme cuando Gray estaba tan cerca y
semidesnudo. Cada parte de mí quería mantenerse firme y
decirle que no, pero mi cuerpo ansiaba sentirlo de nuevo. El
placer y la paz que proporcionaba Gray eran algo que buscaba
desesperadamente en las noches y madrugadas. Me evadía en todo
momento hasta que me rendía ante él.
Grayson fue mi retorcida salvación que nunca supe que necesitaba.
¿Qué tan jodido es que un Dios al que había abandonado, un Dios al
154 que nunca acudiría, haya terminado siendo el que mantuvo mi cordura y
trajo el equilibrio a mi vida?
—¿Qué esperas? —le pregunté, perdiendo toda mi determinación.
Gray sonrió mientras me desabrochaba la blusa y ésta caía de mi
cuerpo. Enganché los pulgares en mi pantalón y lo bajé. Cuando me
enderecé, miré a Gray.
—Dime lo que estás pensando. —Su voz tenía un tono grave.
Si Gray quería, podía averiguar exactamente lo que yo pensaba, pero
quería que se lo dijera. Esta era otra capa del juego. Pedirme mis
pensamientos en lugar de tomarlos era otra señal de que me entregaba a él.
Lo prefería así. Prefería ofrecérselos antes de que él me los quitara.
—Te quiero dentro de mí —le dije.
Con esa frase, Gray perdió el control. Sus ojos se volvieron negros, las
venas que recorrían su brazo adquirieron el mismo color, resaltando sobre
su piel, y su aura cobró vida a su alrededor. Este fue el recordatorio, si es
que necesitaba, de que Gray era un Dios y no un hombre normal.
Su mano se enroscó en mi cabello, y tiró de él, levantando mi cabeza
antes de reclamar mi boca como suya. Sonreí durante el beso, excitada por
su comportamiento brusco. La mano libre de Gray bajó por mi espalda y me
acarició el culo antes de pasar a la parte delantera y a las piernas,
haciéndome gemir de placer.
Ya estaba mojada para él, y sus dedos se burlaron de mis pliegues
antes de deslizar dos dentro de mí.

—Mierda —dijo en mi cabello, y gemí en su pecho, con las manos


agarradas a él.
Gray olía a café amargo, a libros y a hoguera. Era una mezcla
embriagadora que asociaba con él. Era lo que percibía antes de verlo en el
laboratorio o en la casa. Una mezcla de todas las cosas que amaba.
Me metió otro dedo y me retorcí contra su mano.
—Por favor. Por favor —le rogué.
Una risa maliciosa salió de Gray antes de retirar sus dedos. Me levantó
con facilidad, llevándome hasta que mi espalda chocó con la pared del
pasillo.
—Siempre tan impaciente —murmuró, mirándome.
Mis dedos se hundieron en su cabello y él bajó la boca para chuparme
y lamerme el pezón. Le mordí la oreja y él respondió de la misma manera,
haciéndome jadear por la mezcla de placer y dolor.
Fue el aura de Gray la que me mantuvo contra la pared mientras se
quitaba el calzoncillo y lo tiraba antes de dirigir su atención al otro pezón,
haciendo que mi espalda se arqueara ante su tacto.
—Gray, por favor. —No era capaz de hilvanar más una frase.
155
El deseo ardiente por él había crecido en las últimas semanas, y tenerlo
tan cerca y a la vez no lo suficiente me estaba volviendo loca. Volví a hundir
los dedos en su cabello y tiré de su cabeza hacia atrás para poder mirarlo,
jadeando.
Gray me bajó de la pared y mis pies temblorosos tocaron el suelo. Si
quería algo de él, iba a tener que conseguirlo porque a Gray le gustaba
hacerme rogar y yo no estaba de humor para esos juegos.
Enganchando una pierna alrededor de la suya, Gray me miró
confundido cuando le empujé el pecho y lo mandé al suelo con un golpe. Me
miró desde el suelo y le dediqué una sonrisa sensual antes de sentarme
encima de él e inmovilizarlo con mis rodillas.
—No puedes evitar provocar, ¿verdad? —pregunté.
Estiré la mano y agarré su dura polla, con el pulgar rozando la cabeza.
Lentamente, me levanté, alineándolo hacia mí antes de hundirme en él. No
le quité los ojos de encima y vi cómo su cara se aflojaba de deseo mientras
me llenaba centímetro a centímetro. Se sentía tan bien tenerlo ahí de nuevo.
Y el gemido que salió de Gray me impulsó aún más.
—Quentin. Joder —gruñó.
Quentin. Ya no es Scott. Estaba tan atrapado como yo por haber
abandonado la formalidad de usar mi apellido. Normalmente odiaba que la
gente me llamara Quentin, pero cuando Gray lo decía, sonaba musical, y
quería volver a oírlo.

—¿Más? —pregunté.
Me miró, con ojos negros y casi demoníacos, mientras asentía. Yo tenía
el control. En lugar de sentarme completamente sobre su polla, me levanté,
dejando sólo la cabeza dentro de mí. Gray soltó un gruñido y sentí las
vibraciones en su pecho.
—Siempre tan impaciente, Gray —repetí las palabras que me dijo.
La sonrisa se me borró de la cara cuando Gray nos dio la vuelta y mi
espalda chocó contra las tablas del suelo de madera. Sus duros músculos
empujaron las curvas de mi cuerpo, presionándome contra la superficie.
—No sabes cuándo parar, ¿verdad? —siseó.
Gray me agarró las piernas, forzándolas a separarse, y enterró su polla
profundamente dentro de mí. Cerré los ojos y me mordí el labio para no
gritar. Movió sus caderas, y yo acompañé cada movimiento, permitiéndome
finalmente gemir por el placer que me proporcionaba.
—¿Te folla así? —preguntó Gray, presionando su frente contra la mía.
Quería responderle, pero no podía formar las palabras, en su lugar mis
dedos tiraron de su cabello. La mano de Gray tiró de mi cabeza hacia arriba
para que nuestras bocas se encontraran de nuevo, y pronto nuestras
156 lenguas lucharon por el dominio.
—Te sientes tan bien, Gray —murmuré contra sus labios.
—Tal vez deberíamos parar.
Gemí al pensarlo y Gray sonrió.
—Me encanta cuando haces ese sonido —dijo.
Gray no se detuvo. Me rodeó la cintura con un brazo para que mi
espalda se arqueara y me inclinara para que pudiera penetrar más
profundamente.
—Córrete para mí, Quentin.
Aceleró el ritmo y mis uñas se clavaron en sus antebrazos mientras me
llevaba al límite. Mis músculos se tensaron y eché la cabeza hacia atrás de
puro éxtasis.
Apenas había bajado del orgasmo cuando la mano de Gray acarició mi
sensible clítoris, haciéndome gemir de nuevo. Gruñó en respuesta y se retiró
de mí mientras jugaba con mi paquete de nervios sobreestimulado y luego
volvió a introducirse en mí.
—No —susurré, incapaz de encontrar un momento de claridad con la
forma en que jugaba con mi cuerpo—. Oh, Dioses.
Gray retiró las manos.
—¿Qué te dije? Sólo a mí.

Lo miré con los labios entreabiertos y asentí, necesitando


desesperadamente volver a sentir su mano.
—Di mi nombre —exigió.
—Gray. —Fue un patético gemido.
—Más fuerte.
Me mordí el labio mientras sus dedos volvían a burlarse de mi clítoris,
y ansiaba que se moviera.
—¡Gray!
—Buena chica —canturreó, y hubo una sensación de satisfacción por
su aprobación.
Presionó sus dedos sobre mi clítoris y frotó, metiéndolos y sacándolos
hasta que me encontré al borde. Al poco tiempo, mis piernas empezaron a
temblar y pronto Gray me proporcionó mi segundo orgasmo. Mi cuerpo
estaba agotado por la mañana al sol y el éxtasis que me había dado.
Salió, apoyó su polla en mi muslo, resbaladiza, dura y palpitante. Mi
pecho se agitó mientras intentaba recuperar el aliento. Las manos de Gray
encontraron mis caderas y me volteó para que mi frente quedara contra el
suelo antes de ponerme de rodillas.
157
No protesté. No quería hacerlo.
Sus ásperos dedos me rozaron el culo con suavidad antes de que me
diera un golpe punzante con la palma de la mano y yo gritara de dolor. La
ira me invadió, pero el fuego se apagó cuando me masajeó el lugar, calmando
el escozor que me había provocado.
De repente, Gray volvió a entrar en mí, sin previo aviso. El lado de mi
cara empujó contra el suelo con fuerza.
—Fóllame, Quen —gimió Gray—. Te sientes como el cielo. —Empujó
sus caderas hasta encontrar el punto.
Grité su nombre.
—¡Gray! ¡Sí!
—Te corres sólo para mí. ¿Entiendes?
Siguió empujando dentro de mí, marcando de nuevo el ritmo. Sentía
las piernas débiles, las rodillas doloridas por la dura madera que tenía
debajo. Su aura me envolvía para mantenerme en esa posición. Gray ya no
intentaba satisfacerme. Me estaba utilizando para encontrar su propia
liberación, y se lo permití.
—Nadie más que tú —dije.
Las palabras salieron de mi boca sin necesidad de que las pensara.
Curvé mi espalda, empujando mi culo más atrás para que Gray pudiera

entrar más profundamente. Cada centímetro de él me llenaba, y era mejor


de lo que recordaba.
—Mierda —gruñó.
Los dedos de Gray se hundieron en la suave carne de mis caderas. No
me cabía duda de que me dejaría moretones. Embistió antes de
estremecerse y correrse dentro de mí.
Se deslizó fuera de mí, y sentí el goteo por el interior de mis muslos.
Las dos veces que habíamos tenido sexo, Gray me había dejado hecha un
desastre. Su aura me colocó suavemente en el suelo, donde se unió a mí.
Rodé sobre mi espalda, girando la cabeza para mirar a Gray, y observé
cómo la oscuridad se desvanecía de él. Sus venas volvieron a ser de un azul
apagado, sus ojos volvieron a ser nítidos y brillantes, y su aura desapareció
a nuestro alrededor mientras recuperaba el control y la compostura.
—¿Ves cómo te sientes mejor cuando te entregas a mí? —preguntó.
Gimiendo, me impulsé hasta quedar sentada. Las piernas me
temblaban y me esforcé por mantenerlas firmes.
—No debería estar haciendo esto —respondí.
—No eres su novia.
158
—Lo sé.
—¿Y? —Gray se sentó a mi lado—. Sigue saliendo con él y cuando sea
necesario... —Me dio un beso en la espalda, me estremecí y cerré los ojos—
. Nos mantendremos satisfechos el uno al otro.
Dejando escapar una respiración temblorosa, lo miré por encima del
hombro.
—¿No se supone que debes convencerme para que haga el bien?
—¿Necesito recordarte de qué soy responsable?
Nada bueno saldría de esto. Estábamos rompiendo demasiadas reglas
demasiado rápido.
—No podemos volver a hacer esto —le dije con firmeza.
Entrecerró los ojos.
—Ya lo veremos.
—No es un reto, Gray.
—¿No es así?
Me atrajo hacia él antes de volver a besarme. Me derretí en el abrazo y
Gray tiró de mí para que me sentara a horcajadas en su regazo. No pude
evitar el gemido que se me escapó de los labios.
Gray rompió el beso y se rio.
—Supongo que no se puede llamar desafío si te rindes tan fácilmente.

Golpeé mis dos palmas contra su pecho y me levanté, un poco


inestable, gracias a la falta de fuerza de mis piernas.
—Esto no va a volver a pasar —repetí.
Comencé mi lento ascenso por las escaleras, y Gray llamó tras de mí:
—¡Lo que tú digas, Scott!
—¡Y más vale que traigas mi auto aquí!

Había intentado ver a Matthew de algún modo, todas las noches de


159 esta semana. Si no era una cita, entonces iba a su casa, o él venía a mi casa
para que mis noches estuvieran llenas de formas de evitar a Gray.
Aunque mis tardes estaban libres de él, mis mañanas y algunos de mis
días de trabajo no lo estaban. Era en esos momentos cuando Gray intentaba
meterse en mi piel. Era una mezcla de sutileza y brusquedad, alternando
entre suaves roces de piel y estar un centímetro más cerca de inmovilizarme
contra las superficies y decirme exactamente lo que quería hacerme entre
besos robados.
Me enorgullecía decir que no había vuelto a ceder ante él; sin embargo,
eso me había llevado a soñar mucho con Gray. Había una atracción
innegable entre nosotros, pero si alguien se enteraba, habría medidas
disciplinarias en el trabajo, consecuencias de los dioses y, lo peor de todo,
Gray habría ganado.
Cuando volví de lo de Sal el sábado por la mañana, tras haber
canalizado mis frustraciones en el ring, Gray estaba tirado en el suelo del
salón de la forma más impía.
—¿Todo bien? —pregunté, mirando hacia abajo.
Se sentó con valentía y me sonrió. El corazón me dio un vuelco detrás
del esternón. Gray era todo blanco nacarado y ojos azules brillantes. Olas
de pura alegría se desprendían de él, y traté de ignorar el tornado de
mariposas que se había desatado en mis entrañas.
—Sloan tuvo el bebé —anunció.
—¿Ya dio a luz?

Asintió como respuesta, y sonreí.


—¡Es una noticia increíble! ¿Niño o niña? —pregunté.
—Un niño. Te he estado esperando.
—¿Para qué?
—Vamos a visitarlos.
Me senté en el brazo del sofá y lo miré fijamente.
—¿No van a querer sólo a la familia allí?
—Los demás estarán allí —me informó Gray—. Estoy seguro de que tu
amiga Charlotte estará allí.
—Sí, bueno, esa es su tarea y hoy no estoy trabajando.
—Vendrás como amiga de la familia. Estoy seguro de que Erik estará
encantado de verte.
La forma en que Gray me miró me dijo que no estaba jugando. Era una
simple petición y, aunque había una voz molesta en el fondo de mi mente,
mi curiosidad me hizo aceptar.
—Claro —dije—. ¿Por qué no? Pero necesito ducharme y cambiarme
primero.
160
Cuando salí de la habitación, gritó tras de mí:
—¡Ponte algo rojo!
—¿Por qué rojo? —pregunté, asomando la cabeza de nuevo en la
habitación.
—Estamos honrando a Erik y al nacimiento de su hijo. El rojo es su
color. Una simple tradición, Scott. No quieres ser irrespetuosa, ¿verdad?
Suspiré.
—Comprobaré si tengo algo, si no tendré que asistir desnuda.
Una chispa parpadeó en los ojos de Gray y se volvieron negros.
—Ni se te ocurra —le advertí.
—Demasiado tarde.
Antes de que se le ocurriera algo más, subí corriendo las escaleras para
prepararme.
El rojo no era un color que usara a menudo, y tardé en encontrar un
viejo mono rojo en el fondo del armario. Me lo puse y me di una vuelta. El
escote podría considerarse un poco inapropiado, pero era todo lo que tenía.
Me reuní con Gray en el salón para encontrarlo vestido con un traje
rojo y una camisa blanca.
—¿Qué te parece? —preguntó.
—No me gusta —respondí, negando—. El rojo no te sienta bien.

—Scott. —Gray se rio—. Sólo tú serías tan descaradamente honesta y


ajena a ofender a un Dios.
Mis mejillas se calentaron ante mi paso en falso.
—Pero estoy de acuerdo —dijo—. El rojo es mucho más el color de Erik.
Yo prefiero el negro.
Su mirada recorrió mi cuerpo, observándome de pies a cabeza y
deteniéndose en mis curvas.
—Es todo lo que tengo —dije, rodeándome con los brazos.
—No tengo ninguna queja.
—Grayson.
—Pero diré que también te prefiero de negro.
No estaba segura de cómo tomar el cumplido, así que lo dejé pasar.
—¿Cómo vamos a llegar?
Puso los ojos en blanco antes de acercarse a mí. Los nudillos de Gray
rozaron mi mejilla mientras decía:
—Compórtate ahora, Scott. Esta es mi familia.
161 El mundo se oscureció y, cuando volvió a iluminarse, estábamos en el
salón del doctor Martyn Hankel. Era el anfitrión de Sloan y Erik. Martyn era
un destacado físico de carácter suave y el anfitrión perfecto para la pareja.
La casa estaba repleta de dioses y diosas, y de algunas personas que
trabajaban en el proyecto.
Lo primero que noté fue que la mayor parte de la sala estaba vestida
en tonos verdes y que había cinco personas vestidas de rojo: Erik, Gray,
Hunter, Larkin y yo. Sentí que varios pares de ojos miraban con curiosidad
en mi dirección.
—¡Quen! —me saludó Charlie—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Nunca me había alegrado tanto de verla. Cuando se acercó a mí, la
abracé y Gray se fue de mi lado.
—No sabía que te habían asignado aquí —dijo Charlie, dejándome ir.
—No lo estaba —dije, negando—. Gray me pidió que viniera con él.
Las cejas de Charlie prácticamente desaparecieron en su línea de
cabello.
—Estoy sorprendida.
—Yo también. Quizá se esté adaptando.
—Hmm —tarareó Charlie, sacando un cuaderno de notas de su bolso
y garabateando cosas—. Bien, bueno, tengo que seguir a Gray. ¿Vienes el
viernes y me ayudas a elegir los centros de mesa?
Asentí.

—Claro que sí. Ve a trabajar.


Charlie me besó la mejilla y me dejó de nuevo, haciéndome sentir que
sobresalía.
—Una elección audaz —dijo Larkin, la mujer de Hunter, echándome
un vistazo.
—Grayson dijo rojo.
Larkin se rio y se echó su larga melena rubia por encima del hombro.
—Yo no escucharía la mitad de las cosas que dice Grayson. Te das
cuenta de que su trabajo es causar problemas, ¿verdad?
Hunter se acercó por detrás de su mujer y le rodeó la cintura con los
brazos, apoyando la barbilla en su hombro.
—Me alegro de verte de nuevo, Quentin. ¿El color fue idea de Grayson?
Me mordí el interior de la mejilla, asintiendo.
—Nunca va a jugar con las reglas —dijo Hunter, poniendo los ojos en
blanco.
—¿Es un problema? —pregunté.
—En realidad no. Sólo rompe el protocolo. Quizá la próxima vez lo
162 consultes con uno de nosotros. —Besó a Larkin en la mejilla—. Vamos,
amor.
Apartó a su mujer y yo me fui hacia la pared, preguntándome en qué
demonios me había metido Gray.
Vi a Erik y Sloan, junto con cuatro niños y su nuevo bebé. Brillaban
débilmente con el aura, acurrucados entre una multitud de familiares y
psicólogos. Se podía sentir la oleada de amor en la sala, y casi me hizo perder
el equilibrio cuando los dioses se reunieron en torno a la familia y su recién
llegado. Erik debía de estar en su elemento.
—Es un poco enfermizo, ¿no?
Cuando miré a mi derecha, había un hombre de pie a pocos pasos. Un
rápido vistazo a sus muñecas con cobre delante de él confirmó que era un
Dios, como si su impresionante aspecto no fuera suficiente.
—Archer —se presentó.
—No eres uno de ellos —dije.
—Técnicamente, lo soy.
—Eres un Dios menor —le dije, pero parecía no estar contento con mi
valoración.
—Sin embargo, soy un Dios. ¿Quieres presentarte?
—Scott.
—No creo que eso sea del todo correcto.

163

Grayson

N
unca habría imaginado que, de nosotros tres, Erik sería el
hombre de familia. Claro, él se encargaba del amor, pero cuando
había asumido el papel propiamente dicho, estaba tan centrado
en todos los demás que no había dejado tiempo para sí mismo. Entonces
conoció a Sloan, y todo cambió. Habían comenzado lentamente, pero ahora
tenían el bebé número cinco.
Me acerqué a la pareja y le sonreí a mi cuñada.
—¿Todo ha ido bien entonces?
164 —Sin ningún problema —respondió Sloan.
Tres niños pequeños se lanzaron sobre mí y luché con ellos, ganando
al usar mi aura para contener a los mocosos.
—Gray —advirtió Sloan, pero sonreía.
Estos eran mis pequeños alborotadores, e incluso los dejaba salirse
con la suya.
Erik se unió a nosotros, sosteniendo a su hijo recién nacido.
—Felicidades a los dos —dijo Larkin.
—Se parece a ti, Erik —comentó Hunter.
Tenía razón. Su hijo tenía un cabello rubio platinado y ojos azules
brillantes, como sus hermanos y su hermana. Ninguno de los niños se había
parecido a Sloan. Un hecho que la irritaba.
—Dame a mi adorable sobrino —exigí. El resto de mis ahijados gimió
cuando los puse en el suelo, y Erik me entregó con cuidado al bebé. Acuné
al pequeño en mis brazos—. ¿Ya le han puesto nombre?
—Cato —respondió Erik.
Mis ojos se posaron en Cato, que bostezó, y mi corazón se derritió.
—Sabes —le dijo Hunter en voz baja a Larkin—. Tal vez deberíamos
pensar en tener el nuestro.
La atención de todos se dirigió a Hunter, y los que no eran familiares
directos se apartaron cuando Larkin se dirigió a él.

—No lo creo —dijo ella con frialdad.


—Larkin.
—¡No!
No dijo ni una palabra más antes de envolverse en su aura plateada y
dejarnos. La multitud se dispersó, sin querer entrometerse en el asunto
familiar, dejándonos a los cuatro junto a los niños.
—Buen trabajo —murmuré, sujetando a Cato con un brazo y dándole
a mi hermano mayor un pulgar arriba con la mano libre.
Hunter desapareció tras su mujer, y yo entregué a Cato a Sloan
mientras los niños corrían a nuestro alrededor.
Erik había estado inspeccionando la habitación cuando su cabeza se
dirigió a mí.
—¿Otra vez? ¿De verdad? Creí que habías dicho que era una vez para
sacarla de tu sistema.
Sloan levantó la vista.
—Por favor, dime que estás bromeando. Te dije que te alejaras de ella.
—¿No me dirás por qué? —respondí.
165 —Está aquí —dijo Erik.
—¿Dónde? —preguntó Sloan.
No me giré, pero Sloan la encontró sin ayuda.
—¡Está de rojo! Tú la pusiste de rojo. —Sloan se indignó y Erik le quitó
a Cato de los brazos. El resto de los niños se asustó al percibir el cambio de
humor—. ¿Qué sucede contigo?
—¿Qué? —Me encogí de hombros.
—Me sorprende que Hunter no te haya destrozado por esto.
—Sloan, ¿cuál es tu problema con ella?
Erik sólo prestaba una vaga atención a la discusión.
—Archer está con ella —dijo.
Me giré para ver a Archer de pie junto a Scott, hablando con ella.
Cuando extendió sus manos esposadas, dejé a Sloan y a Erik en un remolino
de negro y aparecí entre la pareja a tiempo de sentir la mano de Scott
golpeando mi espalda.
—¡Gray! —siseó.
—Grayson —me saludó Archer.
—Archer —respondí.
—Gray, muévete —exigió Scott detrás de mí.
—Ya has oído a la señorita, Grayson.

—Ni siquiera pudiste mostrar un poco de respeto —espeté, notando


que Archer no se había vestido de verde como dictaba el protocolo.
—Es interesante que la mortal esté de rojo, ¿no crees? ¿Tienes algo que
decirnos? ¿O es Hunter el que ha sido tan estúpido?
—¿Por qué no vuelves a Elysia y causas tus problemas allí?
—Oh, no estoy aquí por mucho tiempo. Una visita relámpago esta vez.
—Gray —exclamó Scott—. Lo digo en serio.
Al darme vuelta, la expresión furiosa de Scott se encontró conmigo.
Agarré su brazo y dije:
—Ven conmigo.
La agarré un poco más fuerte de lo que debía y, a cambio, ella me dio
un puñetazo en las costillas. No me dolió, pero me sorprendió, y la solté
mientras Archer reía.
—Me gusta —dijo mientras se recuperaba.
Scott se marchó enfadada hacia Erik y Sloan y yo la seguí, furioso por
cómo el día se había convertido en un caos e irritado por haber esperado
otra cosa.
166 —Felicidades —dijo Scott a la pareja.
—Gracias, Scott —respondió Erik, abrazándola.
—¿Te gustaría sostenerlo? —preguntó Sloan.
El pánico era evidente en sus rasgos.
—Um, no. Está bien.
Dio un paso atrás y chocó directamente conmigo. La sujeté por los
hombros y le dije:
—¿De qué tienes miedo, Scott?
—No tengo miedo —respondió.
—Toma a Cato.
Scott asintió y Sloan se lo pasó. Cato se recostó en el brazo de Scott
mientras ella lo sostenía con delicadeza. Yo estaba detrás de ella, mirando
por encima de su hombro al pequeño bulto. Cato se inquietó un poco y Scott
lo acunó mientras yo me acercaba a su hombro para acariciar su regordeta
mejilla roja.
—¿Qué pasa, pequeño? —le pregunté.
Cato volvió a acomodarse y, cuando levanté la vista, fui consciente de
que Sloan y Erik me miraban de forma muy distinta. No estaba segura de a
quién quería dirigirme primero. La mirada de Sloan bajó rápidamente y sentí
más ojos sobre mí.
—Creo que deberías devolvérselo a los padres —sugerí en voz baja.

No hacía falta decírselo a Scott dos veces. No se sentía tan cómoda con
los niños como el resto de nosotros.
—Siento no haber traído un regalo —se disculpó.
Me moví y mi aura materializó un pequeño oso negro en mis manos.
—Para que me recuerde —dije, entregándolo.
—¿Negro para un bebé? ¿De verdad? —preguntó Scott.
—Los colores del aura son importantes para nosotros. Es una señal de
respeto. Regalar a alguien su color demuestra amor —explicó Sloan.
—¿Qué le vas a regalar? —pregunté.
—Pensamos en esperar un tiempo —dijo Erik—. Ya va a haber
bastantes cosas aquí abajo. Además, nos da la oportunidad de pensar en
ello.
—Quiero estar allí.
—Creo que todos estaremos allí cuando ocurra.
Scott permaneció en silencio mientras hablábamos, observando a los
otros niños jugar con sus pálidas auras revoloteando a su alrededor.
Sloan suspiró suavemente.
167
—Creo que es mejor que lo dejemos por hoy. Los niños se están
poniendo inquietos.
—¿Se van a quedar mucho tiempo? —pregunté, con curiosidad.
—Están aquí hasta mañana por la noche.
—¿Puedo venir y pasar tiempo con ellos?
—Por supuesto.
Volví a mirar a Scott.
—¿Lista para ir a casa?
Asintió, pero sus ojos se desviaron hacia Archer, que estaba apoyado
en la pared, observándonos a todos.
La acerqué, esta vez con suavidad, y envolví el negro a nuestro
alrededor, pero no a tiempo de perder a Archer levantando las manos para
despedirse de ella.
Una vez que estuvimos de vuelta en la casa, Scott se apartó de mí
rápidamente, y pude sentir la ira caótica que latía a través de ella. No había
estado tan enfadada en semanas.
—¿Qué he hecho ahora? —Casi puse los ojos en blanco.
—¿Sinceramente? ¿Tienes que preguntar?
—Bueno, técnicamente, no. Pero te enfadas cuando rebusco en tu
cabeza así que, te repetiré la pregunta. ¿Qué he hecho ahora?

Dejó escapar un grito exasperado.


—¿Por qué, Grayson, era yo la única persona de rojo, aparte de tu
familia? Me sentí como una completa idiota.
—¿Por eso estás enfadada? —pregunté, sorprendido.
—¡Sí! ¡Por eso estoy enfadada! Larkin y Hunter y el resto de la maldita
sala mirándome como si hubiera hecho algo malo. —Comenzó a caminar—.
¡Todos los demás estaban de verde!
—Lo sé.
—¿Lo sabías?
Me tomé un momento antes de confirmar.
—Sí, lo sabía.
—¿Así que sabías que todo el mundo iría de verde y que sólo tu familia
iría de rojo, y aun así me dijiste que me pusiera rojo?
—Correcto.
No tenía nada por lo que enfadarme, así que la dejé gritar y pasear
mientras me quedaba observándola. Era fascinante, las cosas que
preocupaban, irritaban y enfadaban a esta mujer.
168 —¡Gray! No voy a formar parte de cualquier juego que estés jugando
para molestar a Hunter.
Fruncí el ceño.
—No estaba jugando.
—Claro, porque Hunter y Larkin seguro que piensan que es algo que
harías para darles motivos. No voy a ser humillada por ti para que puedas
disfrutar de ello.
Su enfado se estaba transformando. Había un temblor en su voz
cuando el enfado se convirtió en disgusto por haber sido avergonzada
delante de una sala llena de gente.
Me acerqué a ella y dejó de pasearse, extendiendo las manos,
advirtiéndome que me mantuviera alejado. No estaba llorando, pero sus ojos
se volvieron vidriosos, y yo no sabía cómo tratar a alguien cuando lloraba.
—No trataba de avergonzarte —le dije con calma—. Por mis deberes
como Dios, juro que no era mi intención.
—¿Cuál era tu intención entonces, Gray? Porque sabías lo que estabas
haciendo.
—Quería que la gente supiera que estabas conmigo. Quería que
supieran que me pertenecías, especialmente después de que Ignacio...
—¿Disculpa? —La tristeza fue reemplazada por la ira de nuevo, y yo
estaba luchando para seguir su ritmo—. No pertenezco a nadie. ¿Me
entiendes? Y estoy segura de que no te pertenezco.

Scott giró y salió de la habitación.


—¡Scott! —llamé, siguiendo sus pasos hacia el pasillo—. ¡Quentin,
espera! Todavía no veo el problema.
No me miró mientras subía las escaleras.
—Oh, vete a la mierda, ¡Gray, y aléjate de mí!

Scott ni siquiera me miraba. Se movía por la casa en silencio, aparte


de los portazos. Por lo general, prosperaba con la ira, pero no podía entender
por qué se enfadaba tanto por una cosa tan pequeña.
No era mi preocupación. Tenía mejores cosas de las que preocuparme.
—¡Los extrañé, monstruos! —dije, tumbado en el sofá de la casa de
169 Erik mientras sus hijos se abalanzaban sobre mí. Todos menos Beckett, que,
como adolescente, se creía demasiado mayor para participar en el desorden
que hacían sus hermanos pequeños.
—¿Crees que tendrán más? —le pregunté a Erik.
Sloan se le adelantó en la respuesta.
—Definitivamente.
—Todavía se niega a decirme cuántos —murmuró Erik mientras Cato
se revolvía en sus brazos. Acunó al bebé con suavidad—. ¿Estás dispuesto
a tener más sobrinos? ¿Más ahijados?
Me reí ante la pregunta. Los hijos de Erik y Sloan eran mi vida. Para
consternación de Hunter, Erik había dejado claro que yo era su primera
opción como padrino, y no los defraudaría.
Cato seguía llorando y Erik le besó la parte superior de la cabeza.
—Déjame sostenerlo —dijo Sloan—. Creo que necesita alimentarse y
dormir. —Tomó su bebé de los brazos de su marido.
—¿Puedes llevártelos a todos un rato? —preguntó Erik—. Quiero
hablar con Grayson.
Sloan le lanzó una mirada y asintió.
—Vamos, pequeños.

La prole la siguió fuera de la habitación y yo me senté. Sin los niños


cerca, el malestar y la ansiedad aumentaron de nuevo porque Erik sólo
quería hablar de una cosa.
La mayoría de la gente suponía que yo tenía el trabajo más difícil de la
familia, pero había llegado a esperar el desastre en cada momento, y me
deleitaba en él. La responsabilidad de Erik, en cambio, era doble, porque el
amor podía ser maravilloso y estimulante, pero también podía ser perjudicial
para el corazón.
Había visto los primeros días en los que el desamor le hizo
derrumbarse. Aprendimos a amortiguar el sentimiento para poder seguir
con nuestras vidas. Cuando Erik aprendió a controlarlo, fue más feliz, pero
volvió a flaquear.
Como regla general, no nos inmiscuíamos en la vida del otro. Ningún
Dios lo hacía a no ser que se lo pidieran directamente, pero Erik era mi
hermano pequeño y los límites eran siempre difusos, así que no dudaba de
que se había metido en mis asuntos más de lo que yo hubiera considerado
educado.
—¿Qué ha pasado entre ustedes dos? —preguntó, y me tensé. Erik se
inclinó hacia delante—. Ayer se los veía muy cómodos. Cuando Scott
170 sostuvo a Cato y tú... Serías un buen marido y padre, Gray. A pesar de lo
que piensan los demás, tienes un gran corazón.
—Estás viendo cosas que no existen. No quiero discutir esto.
—Bueno, lo estamos discutiendo —dijo Erik, en una demostración de
fuerza—. Tienes que mantener tus emociones bajo control, o los otros van a
hacer preguntas.
Era raro que me dijera lo que tenía que hacer, pero este era el elemento
de Erik. Y tal vez él podría ayudarme a librarme de la sensación de fastidio
que tenía.
—La hice enfadar —dije.
Erik parecía tan confundido como yo.
—Sí —dijo—. Eso es lo que haces.
—No. Quiero decir que la hice enfadar cuando no lo pretendía.
Parpadeó un par de veces y preguntó:
—¿Cómo?
Suspiré profundamente y dije:
—Pensó que le había pedido que se pusiera de rojo porque quería
avergonzarla delante de todos.
—Fue una jugada estúpida.
—¡No fue así! No intenté humillarla. Intentaba demostrarle un punto a
Ignacio.

—¿Qué pretendías demostrar? —preguntó Erik, con los ojos


entrecerrados.
—Que es mía.
Se frotó la cara y me miró.
—Tienes que parar.
—Conozco las reglas.
—¿De verdad?
—Sí, Erik. Sólo que no siempre los sigo.
Erik negó.
—Ya ha sufrido bastante.
—¿Qué quieres decir?
—No me corresponde a mí decirlo, pero ella ya ha sufrido bastante y
no necesita que tú le añadas más.
—Ambos somos adultos, Erik. Ambos sabemos lo que es esto.
—¿Lo sabes? Nunca te he visto tan posesivo con un ser. Cosas, claro,
pero nunca otro ser. Por favor, Gray. Deja a la chica en paz.
171 —¿Por qué haces que parezca que todo depende de mí?
—¿No es así?
—Dímelo tú. Ella parece estar tan ansiosa como yo.
—Pero tú deberías saberlo.
—Concedemos los deseos de la gente. Eso es todo lo que hago por ella.
—¡Ella no te reza!
—¡Igual me quiere!
La conversación se había interrumpido y, al estallar la ira, las auras
cobraron vida.
Unas volutas verdes se movieron delante de Erik, y nos giramos para
ver a Sloan, sin hijos, de pie en la habitación.
—Grayson —dijo con firmeza—. Te agradecería que no empezaras una
pelea hoy. Creo que ambos estamos demasiado cansados para eso.
Dejé caer mi aura, y también Sloan.
—¿Alguno de ustedes quiere decirme qué está pasando? —les
pregunté, tratando de controlar mi ira.
—Scott —dijo Erik en voz baja.
—Ah —dijo Sloan.
Miré fijamente a Sloan y ella se inquietó. Erik le abrió un brazo y se
unió a él en el brazo del sofá.

—Sólo quiero que te alejes de ella —dijo Sloan con cuidado.


—¿POR QUÉ?
—Grayson, no le levantes la voz —advirtió Erik. Mi hermano se metía
en una pelea con facilidad si se trataba de su mujer.
—¿Por qué debo alejarme de ella? ¿Porque podría sufrir un poco de
angustia? ¿Porque me meteré en problemas con el consejo? —pregunté.
Sloan suspiró.
—Es más que eso.
—¿Sloan? —Erik la miró.
Me incliné hacia adelante.
—Compártelo con el grupo, Sloan.
—No tengo una respuesta definitiva —murmuró—. Pero no creo que
Quentin sea mortal.
—¿Qué? —balbuceó Erik—. No lo habías mencionado.
—Al menos no es totalmente mortal.
—Estás loca. —Me reí.
172 —¡Grayson! —me advirtió Erik de nuevo.
—Entonces, ¿qué es? —pregunté—. ¿Parte ninfa?
Sloan miró a Erik y éste le apretó la mano con suavidad.
—Sigue, amor —animó.
—Creo que podría ser una semidiosa.
Me levanté del sofá, riendo.
—Necesitas dormir más porque eso es imposible.
—¿Lo es? —preguntó ella.
—Erik, habla con tu mujer.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Erik.
—Cuando nos tocamos, había algo ahí —explicó Sloan—. Su
concepción no parecía mortal. Sucedió demasiado rápido y luego...
—¿Hay más? —dije incrédulo.
—Tendrá hijos, pero tampoco se sienten mortales.
—¡No es posible! —Empecé a caminar por la habitación—. No es posible
porque destruimos a todos los semidioses hace siglos. No se nos ha
permitido estar aquí durante cientos de años para evitar la creación de más.
Los semidioses eran peligrosos. Al no ser totalmente mortales ni
totalmente divinos, tenían lo mejor de ambos mundos. Aprendieron a
ocultar su divinidad para vivir entre los mortales y luego causaron

problemas de proporciones catastróficas. Para evitarlo, toda la élite los había


destruido y se había asegurado de que no se hicieran más.
—No tienes ninguna prueba —dije, dejando de mirarla—. Ella es
completamente ordinaria.
—¿Lo es, Grayson? —preguntó suavemente Sloan—. No te parece
extraño que haya tenido un éxito alarmante.
—Ha trabajado mucho.
Sloan se rio.
—No lo niego, pero sigue sin gustarme.
—Bien. Déjame participar en tu locura. ¿Quién?
—Tengo mis teorías.
—¿Quién, Sloan?
—Mallory.
Mallory era la prima menor de Elva. Una diosa menor que había sido
responsable de la codicia.
Sloan siguió adelante.
173 —¿Cuántos años tiene Quentin?
—Veintisiete —respondí sin dudar.
—Mallory dejó de existir hace veintiséis años, y nunca supimos por
qué.
—Elva dijo que lo pidió y no podemos negar una petición directa de
otro Dios cuando se trata de nuestras responsabilidades.
—¿Pero no recuerdas cómo era Mallory?
Era difícil olvidar a Mallory. Visitaba a Elva con regularidad hasta que
discutían por algo, y luego rara vez visitaba la parte alta de Elysia,
prefiriendo quedarse con los dioses menores.
La vimos poco durante meses y, cuando regresó, Erik dijo que sentía
mucho amor y desamor, pero nunca le preguntó qué había pasado. Ninguno
de nosotros lo hizo, y entonces fue demasiado tarde.
—No te creo —dije.
—No tienes que hacerlo, pero si lo es... Si es una semidiosa, entonces
es una razón más para alejarte de ella, Gray.
—¿Y eso por qué?
—Archer —dijo Erik. Los dos nos giramos para mirarlo—. Mantén a
Archer alejado de ella. Si es verdad y se entera, va a encontrar una manera
de usarla.
Me hundí de nuevo en el sofá.

—Primero necesitamos pruebas. Necesito pruebas.


—Pienso buscar la próxima vez que estemos en Elysia. Y Gray, tal vez
podrías hablar con Elva —sugirió Sloan.
Asentí.
—Lo siento —dijo—. Quiero que mi familia esté a salvo, y eso significa
mantenerse alejado de ella, Gray. Por favor.

174

Grayson
E
ra tarde cuando llegué a la casa de Scott, cerca de la
medianoche. La conversación con Sloan y Erik rebotaba en mi
cabeza. Era imposible. Sloan debía haber percibido mal. Tal vez
el embarazo la había hecho menos perceptiva.
El ruido de la cocina era fuerte, y me quedé en silencio en la puerta, al
amparo de la oscuridad, y observé a Scott.
Se subió a la encimera, siseando de dolor al golpearse la pierna contra
175 el borde. Se puso en pie con dificultad y buscó con los dedos una caja que
estaba fuera de su alcance.
Una de las cosas que más me sorprendía de Scott era su incapacidad
para pedir ayuda. Mientras que otros la buscaban a la primera señal de
problemas, Scott agotaba todas las posibilidades antes de pedir refuerzos a
regañadientes.
Después de unos minutos más de búsqueda de la caja de cápsulas de
café, suspiró y bajó el brazo. En silencio, se puso de pie sobre el mostrador,
y entonces sus pensamientos se dirigieron hacia mí. Contempló la
posibilidad de tragarse su orgullo para conseguir una dosis.
Sin decir nada, me envolví en mi aura y volví a mi habitación. Sentado
en el borde de la cama, dejé caer la cabeza entre las manos.
De todas las personas que podrían haber trabajado en este proyecto,
por supuesto, tropezaríamos con la semidiosa.
No.
No era divina.
El crujido del suelo la delató, y levanté la cabeza de las manos para
mirarla.
—Si estás aquí para una pelea, Scott, siento decepcionarte, pero no
estoy de humor —le dije.

—No quiero una pelea. Quería preguntarte si podrías alcanzar algo de


la parte superior del armario para mí —dijo, y luego añadió rápidamente—:
Por favor.
—¿Qué es? —Le seguí el juego, aunque ya lo sabía.
—Café —respondió tímidamente.
—Es un hábito asqueroso que necesitas dejar. Es casi medianoche.
—No duermo mucho, de todos modos. Iba a intentar hacer algo más
de trabajo.
No dormía. A menudo la oía caminar por su habitación y subir y bajar
las escaleras. Cuando dormía, lo hacía sin descanso, y yo sentía curiosidad
por saber qué la alejaba de la paz.
—¿Pasa algo? —preguntó, mirándome.
No respondí.
—¿Quieres hablar de ello? —dijo, entrando en la habitación.
—En realidad no.
—Podría ayudar.
—Lo dudo mucho.
176
—De acuerdo.
Suspiró y se dio la vuelta. Pero no podía dejar que se fuera. Scott se
presentaba como un misterio. Una manifestación física de todo aquello a lo
que me oponía. Si eso era cierto, si ella era lo que Sloan pensaba que era,
entonces esta obsesión había ido más allá de lo peligroso y se había
convertido en algo fatal.
Mi aura recorrió la habitación, oscura y fuerte, rodeando su cintura y
atrayéndola hacia mí. Scott se colocó entre mis piernas y mis manos
encontraron sus caderas. Había algo reconfortante en tocarla. Como si el
contacto físico con ella consolidara que no era más que una mortal.
La necesidad de tocarla estaba siempre presente. En el momento en
que entraba en la misma habitación, sentía el impulso de poner mis manos
sobre ella. Nuestra capacidad de comunicación era escasa, pero cuando la
tocaba, le transmitía todo lo que pensaba y sentía. Mis disgustos y mis
deseos.
—Quédate —dije.
No era una orden, pero tampoco una pregunta. Esto no era como las
otras veces que la había tenido conmigo. No estaba lleno de deseo y lujuria.
—Quédate —repetí.
Ella asintió y me levanté de la cama, dejándola ir y retirando el
edredón.
—Duermo a la izquierda —me dijo.

—Yo también.
—Soy tu invitada.
Eso me hizo sonreír.
—Esta es tu casa, Scott.
Se encogió de hombros y se metió en la cama, ocupando el lado
izquierdo. Gruñí irritado y me quité la ropa interior antes de aparecer en el
lado derecho de la cama y murmurar:
—Eres un grano en el culo.
Scott sonrió, con las mejillas rojas, puse los ojos en blanco, y la
melancolía se disipó ligeramente. Esa sonrisa rara vez compartía. La última
vez que la había utilizado fue con Cassidy y Sophie. No era alguien a quien
se le permitiera la parte privada de Scott que era pura alegría.
—Si no quieres hablar de ello, ¿qué quieres hacer? —preguntó.
—Dormir.
Ella suspiró.
—El café es una mejor opción, pero está bien.
Se hundió en la cama y se dio la vuelta, de espaldas a mí. Sabía que
177 hoy había ido a ver a Erik y Sloan. Debería haberme puesto de mejor humor,
pero lo único que había hecho era complicarme la vida y Scott había
interpretado lo que había sucedido en la habitación.
Como Dios, no me sorprendía que pudiera leer su estado de ánimo,
pero cuando ella me devuelve el gesto, siempre me agarra desprevenido. En
más de una ocasión, había frenado su temperamento después de que yo
volviera de una reunión del consejo. Como si no quisiera seguir provocando.
Casi como si le importara.
De repente, le rodeé la cintura con un brazo y la apreté contra mi
cuerpo para que nos acurrucáramos, necesitando que estuviera cerca.
Enterré mi cara en su cabello y le di un beso en la nuca.
—Lamento haberte hecho enfadar tanto —susurré.
Todavía no lo entendía, pero el silencio me había vuelto loco. Si quería
una disculpa, podía tenerla. En la privacidad de su casa, en la intimidad de
nosotros apretados, me rendí.
Scott se relajó en mis brazos y, lentamente, se dio la vuelta para
mirarme. No la solté pero aflojé mi agarre para permitirle moverse. Nos
quedamos allí, cara a cara, con las puntas de nuestras narices tocándose.
Sus largas pestañas rozaron mi piel, dejando una leve sensación de
cosquilleo.
—La próxima vez, cuéntamelo todo —espetó.
—Lo haré —dije.

—No soy una posesión.


—Lo sé. —No quería pelear con ella esta noche. Después de unos
momentos, le pregunté—: ¿Quieres estar aquí, Quentin?
Su nombre se me escapó de la lengua. Me gustaba poder dirigirme a
ella con un apelativo que rechazaba a todos los demás. A pesar de su rechazo
a ser una posesión, la había marcado como mía y eso significaba que tenía
privilegios que a otros se les negaban.
Me miró con curiosidad.
—¿Como en el planeta?
—No. Nada tan profundo. No puedo enfrentarme a eso esta noche.
¿Quieres estar aquí? ¿Conmigo, ahora mismo?
—Sí —dijo ella con firmeza—. No hago cosas a menos que quiera.
Asintiendo, acorté la distancia y la besé. La mano de Quentin se apoyó
en un lado de mi cara mientras ella devolvía el gesto. Nuestras piernas se
enredaron mientras estábamos acostados, besándonos y permitiendo que la
física nos conectara.
—Deberías dormir un poco —le dije, separándome.
178 Podría haberse convertido fácilmente en algo más. Inmovilizada bajo
mi cuerpo, podría haber hecho que Quentin gritara mi nombre y dejarnos a
ambos satisfechos, pero la conversación con Erik y Sloan me mantuvo
quieto.
—Tú también deberías —respondió, rozando sus labios con los míos.
La suavidad removió algo dentro de mi pecho. No sabía cómo manejar
la suavidad cuando mi vida estaba rodeada de malas decisiones y vicios.
—Soy un ser inmortal que no necesita necesariamente dormir.
—Lo haré si tú lo haces —respondió, con sus dedos recorriendo mi
mejilla.
Cerré los ojos y reí.
—Muy bien. Buenas noches, Quentin.
—Buenas noches, Gray.
Dejando mi brazo alrededor de su cintura, esperé. Su respiración se
hizo más lenta y su flujo de conciencia se detuvo.
Abrí de nuevo los ojos y la observé. Curiosamente, era la vez que más
tranquila se veía. Scott era una bola de energía la mayor parte del tiempo.
Estaba trabajando o en lo de Sal. Incluso cuando se daba tiempo para ver
Netflix, su mente seguía funcionando. Era como si algo dentro de ella se
negara a detenerse y deseaba saber qué era lo que la llevaba a la inquietud
constante.

Con cautela, le aparté el cabello de la cara y ella se revolvió,


rodeándome con un brazo mientras se acostaba contra mi cuerpo. Afectuosa
no sería una palabra para describirla. No, a no ser que la hubieras visto
como yo lo hice. Abrazó a Sophie con fuerza, apretó la mano de su hermano,
lloró cuando Charlotte le dio una buena noticia. Detrás de todos los muros
y la armadura, Quentin era una mujer llena de amor que lo regalaba con
moderación.
Cuanto más la miraba, más seguro estaba de que Sloan se estaba
volviendo loca.
Esta mujer podía ser extraordinaria para los estándares mortales, pero
no había una sola cosa que pudiera encontrar que la hiciera divina.
Era desordenada y desorganizada. Tenía el peor carácter que había
encontrado. Nunca llegaba a tiempo a nada que no fuera el trabajo. La
divinidad equivalía a la perfección y Quentin no era perfecta. Era un maldito
desastre.
—Por tu bien, Quentin, realmente espero tener razón.

179

Quentin
H
abían pasado unos días desde la noche en que me quedé
dormida con Gray, pero ninguno de los dos había hablado de
ello. Era como si nunca hubiera ocurrido. Había vuelto a su
forma de ser sarcástica y cualquier pizca de vulnerabilidad que hubiera
brillado se había evaporado por completo. Y estaba agradecida. Lo que había
entre Gray y yo no era complicado y así tenía que seguir siendo.
No es que hubiera nada entre nosotros.
Había dividido mi tiempo entre el laboratorio y con Sloan, Erik y Cato.
180 Los bebés no eran lo mío, pero Cato era tierno y, en general, se comportaba
bien. Su desarrollo era mucho más rápido que el de un bebé humano medio
y, a nivel celular, era fascinante observarlo. La pregunta era qué
mecanismos había detrás de ese rápido crecimiento que luego se detenía por
completo para hacerlos inmortales. Varios documentos sobre los telómeros
llenaban el despacho y la casa, pero me costaba encontrar una respuesta
que se relacionara con estas deidades.
Esa era la pregunta que alimentaba mi curiosidad, tanto que empezaba
a perder la noción del tiempo en el laboratorio. Mis inicios se hacían más
tempranos y mis finales pasaban de las cinco, pero no me quejaba porque
esto era lo que amaba por encima de todo.
Así que cuando Gray apareció en la puerta del laboratorio de cultivo
de tejidos, salté.
—¿Puedo entrar? —preguntó.
—Si te pones una bata de laboratorio.
Acató la norma y se puso una, entrando en la habitación.
—Tenemos una reunión.
No lo miré, sino que volví a concentrarme en mi trabajo. Los frascos
estaban apilados a la izquierda, todos ellos con células de Cato dentro. Seis
necesitaban un cambio de medio y otros tres debían ser vaciados y
criopreservados. Las placas de cultivo se habían preparado antes para las
pruebas de raspado de mañana y me sentía al tanto de todo por primera vez
en semanas.

—¿Qué hora es? —le pregunté distraída.


—Las nueve.
Eso llamó mi atención.
—¿Ya son las nueve? Mierda.
Se sentó a mi lado.
—¿Por qué tienes una reunión tan tarde? —pregunté, tratando de
acelerar el ritmo.
—Por solicitud de Hunter, ya que se trata de que volvamos a Elysia —
explicó Gray, y casi se me cae la petaca que tenía en la mano.
—¿Vas a volver?
Había un pequeño nudo de pánico en mí, y no podía entender por qué.
En los últimos tres meses me había acostumbrado a tener a Gray cerca, y
supongo que no estaba del todo segura de estar preparada para volver a vivir
sola.
—Para la ceremonia del don de Cato —aclaró Gray.
El nudo se alivió y continué con mi trabajo.
—¿Por qué no estás en la reunión?
181
—Gareth me pidió que viniera a buscarte.
—¿Por qué?
—¿Cómo voy a saberlo?
Dejé todo en el suelo y lo miré.
—Porque te conozco y apostaría dinero a que has echado un vistazo a
sus pensamientos.
—Este constante asesinato de carácter es muy dañino para mi ego.
Ahora di algo bueno sobre mí.
—No hay nada bueno que decir.
Un brillo malvado apareció en sus ojos.
—Ambos sabemos que eso no es cierto.
Agarré los frascos y los puse de nuevo en la incubadora. Podría
terminar esto después de la reunión. Volví a la mesa, tapé el frasco del medio
y lo metí en agua.
—¿Vas a decirme qué quiere? —pregunté, quitándome los guantes y
poniéndolos en la papelera. Colgué la bata de laboratorio, me lavé las
manos, con Gray imitando mis acciones.
—Viene con nosotros —dijo Gray.
—Espera, ¿qué? ¿Va a ir contigo? ¿A Elysia?
Gray asintió.

—Mierda —dije entre dientes.


—Y nos gustaría que tú también vinieras.
Me dirigí directamente a la puerta del laboratorio y Gray soltó una
carcajada. Una vez recuperado, me mordí el interior de las mejillas y abrí la
puerta antes de atravesarla.
—¿Por qué me querría allí? —pregunté.
—Podría haber puesto algunas palabras.
—¡Gray! ¿Por qué?
—Quieres pruebas, así que he pensado en dártelas.
Me tenía allí, aunque ya habíamos ido acumulando pruebas poco a
poco a medida que iban llegando los resultados de los análisis.
Gray se aprovechó del silencio entre nosotros.
—¿Asustada, Scott?
Sabía cómo molestarme.
—Absolutamente no —dije.
—Pruébalo.
182 Entramos en el despacho de Gareth y descubrimos que Hunter ya
estaba allí. La reunión duró dos horas enteras, ya que me informaron de
dónde, cuándo, cómo y por qué.
Originalmente era sólo Gareth quien iría a presenciar la tradición, pero
Hunter se preocupó por la cordura de un mortal en Elysia solo y decidió que
sería mejor que alguien más lo acompañara. Gray me ofreció, y con la
aprobación de Gareth y Hunter, se hizo. A la locura le gustaba la compañía.
Dentro de dos días, el alojamiento se invertiría. Gareth se quedaría con
Hunter y Larkin, y yo viviría con Gray. Todo lo que quedaba por hacer era
esperar el fin de semana.

Cuando llegó el sábado, Gray nos llevó al instituto, y me estremecí


mientras estábamos en la planta baja. No sabía si era por los nervios o por
las cuatro tazas de café.
—Deja de moverte —siseó Gray.
—No puedo evitarlo.

Puso los ojos en blanco como respuesta.


Poco a poco, se nos unieron otros Dioses y Gareth mientras se reunían
para volver a casa.
Los dioses se apretujaron y sentí las manos de Gray en mis caderas,
presionando por detrás de mí. Sutilmente alcancé una de sus manos para
apartarla, pero tenía un agarre de hierro. Miré a mi alrededor, sólo para que
Ignacio me llamara la atención y me guiñara un ojo, encendiendo mis
mejillas.
No sé quién inició el proceso ni cuánto tiempo duró, pero hubo una
mezcla cegadora de colores y un subidón embriagador que nunca había
experimentado. Cuando la luz se atenuó y mis ojos se adaptaron, Gray retiró
sus manos de mí. Los otros dioses se marcharon en ráfagas de su aura,
contentos de estar en casa.
—Vamos, Scott. No seas tímida. —Gray me dio una palmadita en el
culo, y yo le di un manotazo antes de disfrutar de la vista.
No era todo nubes como la gente describía el paraíso, pero era lo
suficientemente hermoso como para dejarme sin aliento y hacer que mis
ojos se llenaran de lágrimas.
183 Nos encontramos en un parque lleno de los colores más vibrantes que
era incapaz de describir. Árboles llenos de hojas verdes y flores. Algo dentro
de mí me tiraba, como si hubiera una familiaridad lejana.
Gray puso una mano suave en la parte baja de mi espalda.
—Bienvenida a Elysia. Aunque me encantaría dejarte aquí, me gustaría
mucho volver a casa y sería un terrible anfitrión si no te llevara conmigo.
Así que, ¿vamos?
Giré la cabeza y noté que parecía más relajado en este ambiente.
—Por supuesto. —Asentí.
El negro nos rodeó, y el aroma de las hogueras y los libros me calmó.
Cuando el aura de Gray desapareció, nos encontrábamos en el exterior de
una gran mansión gótica en lo alto de un acantilado. Su belleza contrastaba
con el parque en el que acabábamos de estar. Era más oscura, más lúgubre
y encajaba a la perfección con Gray.
—¿Vives aquí? —pregunté, asimilándolo todo mientras nos
acompañaba a través de las puertas de hierro.
Incluso el tiempo era más oscuro en sus dominios, opresivo y estático,
como si estuviera al borde de una tormenta.
—Mhm —confirmó—. ¿Te gusta?
—Se ve increíble.
Me sentí avergonzada por el hecho de que se hubiera alojado en mi
casa cuando su residencia habitual era tan opulenta.

Volvió a ponerme una mano en la espalda y me guió hacia las escaleras


y el interior de la casa.
—Déjame mostrarte tu habitación.
—De acuerdo —dije.
Caminó con confianza por la casa y yo la observé, sorprendida por lo
elegante que era todo. El gris era caótico y bien cuidado: una contradicción
andante. No sabía cómo esperaba que fuera su casa, pero nunca la había
imaginado así.
Finalmente, se detuvo en una habitación.
—Te quedarás aquí —me informó—. Si necesitas algo, házmelo saber.
Mi habitación está al final del pasillo si te encuentras sola.
—Ni siquiera lo pienses.
Se inclinó y depositó un beso en mi cuello, susurrando:
—Siempre estoy pensando en ello.
Dándole un suave empujón, conseguí distanciarme un poco, y Gray se
rio con ganas.
—Refréscate y luego puedo enseñarte Elysia —dijo.
184 Hice lo que me dijo, tomándome mi tiempo para examinar el dormitorio
y el cuarto de baño. Cuando terminé, sabía que debería haber encontrado a
Gray, pero quería ser entrometida. ¿Cómo era su casa? ¿Cómo querría su
residencia el Dios que estaba destinado a destruirlo todo?
Caminando por los pasillos, no me sorprendió que todo estuviera
decorado en negro. Marcos de fotos, lámparas de araña, pomos de las
puertas. Un delicado diseño de filigrana tocaba las esquinas y los accesorios,
dando al espacio una discreta elegancia. Los suelos eran de madera oscura
en espiga, y mis pasos resonaban a mi alrededor mientras exploraba.
En la planta baja, me asomé a las habitaciones. Una sala de estar que
era el doble de grande que la mía, un estudio y una biblioteca. Me detuve en
una gran sala que estaba completamente vacía, aparte de una única silla al
fondo y colocada en el centro. Unos tenues rayos de sol se abrían paso entre
las nubes y se filtraban por las ventanas, bañando la habitación con un
suave resplandor dorado.
—Debería haber sabido que no podías seguir instrucciones simples. —
Un par de brazos serpentearon alrededor de mí, y el pecho de Gray estaba
contra mi espalda—. ¿Impresionada? —preguntó con suficiencia.
—Me pregunto cómo encajas tú y tu ego en esa silla —dije.
—Es un trono.
En menos de un segundo, él estaba sentado allí y yo en su regazo.
—Deja de hacer eso —regañé, pero me apoyé en su cuerpo.

—Es mi casa, así que jugamos con mis reglas —me recordó.
Volví a mirar el espacio desde el nuevo punto de vista.
—¿Por qué tienes una habitación como ésta? No es que suban mortales
aquí.
—No, pero todos tenemos una para ocasiones especiales. Cumpleaños
y cosas así. Usaremos esta sala mañana para la fiesta de Cato.
Me moví entre sus brazos para mirarlo. Pero las palabras que había
preparado se perdieron. Había visto a Gray con ropa informal, y lo había
visto con lo que yo consideraba ropa formal, pero esto era algo más.
Iba vestido con un jubón ornamentado. Negro sobre negro y en su
cabeza, encajada entre sus mechones de cabello oscuro, había una corona
negra.
—¿Lo apruebas, Quentin? —preguntó, con su nariz recorriendo mi
garganta y haciendo que me pusiera rosa.
Él gritaba realeza, y no pude desenredar mis pensamientos.
—Parece que no soy el único que no puede dejar de pensar en ello —
murmuró contra mi piel—. Sugiero que te lleve de tour, a menos que
prefieras pasar el día aquí conmigo.
185
—Tour. Ahora —dije, tragando con fuerza.
Gray me soltó y ambos nos pusimos de pie. Se enderezó la ropa y me
sorprendió mirándolo de nuevo.
—Puedes cambiar de opinión —bromeó, con una sonrisa lobuna.
—Cállate y muévete.
Pasó todo el día llevándome por Elysia. Todo me dejaba sin aliento, y
mi determinación se tambaleaba. Era difícil no querer darles mi devoción
cuando caminaba entre sus casas y todo lo que apreciaban.
Nos sentamos a cenar en un restaurante. La comida era un lujo aquí,
algo que hacer más que una necesidad. Los platos eran intrincados y se me
hacía la boca agua, y no estaba segura de cómo iba a volver a mi limitado
repertorio en la cocina.
Observé la forma en que la gente reconocía a Gray. Más de una vez nos
habían interrumpido hasta que él le dijo a un camarero que no quería más
molestias.
—No estoy seguro de que Holden apruebe que te lleve a cenar —
comentó Gray desde el otro lado de la mesa.
—Es sólo trabajo.
—No le gusto mucho.
—Eres un ser difícil de querer.
—Tú no tienes problemas.

—Te tolero.
—¿Por el sexo?
—Por el sexo.
—Me siento utilizado.
Me reí, y Gray se unió. Bajo y ronco, el sonido encendió un fuego en lo
más profundo de mi estómago.
Quería alejarme de él y cada célula de mi cuerpo sabía que debía
hacerlo, pero Gray era como una droga. Todo en él me atraía. Era ingenioso,
agudo, encantador e innegablemente hermoso. Luchaba contra mí a cada
paso, pero yo lo disfrutaba y sé que él también. Era como si estuviéramos
igualados, aunque él lo negara.
—¿Qué pasa mañana? —pregunté, tratando de mantenernos en el
camino correcto.
Se recostó en su silla.
—¿Nos reunimos con Erik y Sloan, y le regalan a Cato su
responsabilidad? —pregunté.
—No del todo. Nos reunimos en la piscina reflectante. Erik y Sloan
186 tienen una idea de lo que les gustaría regalarle, pero no está realmente en
nuestras manos. La mayor parte del tiempo, estamos en línea con la piscina,
pero de vez en cuando, tiene ideas propias.
—¿Y el color del aura?
—Verás cómo la piscina cambia de color cuando Cato reciba su don.
Cuando crezca, aprenderá a invocarlo y a controlarlo.
Los postres se colocaron delante de nosotros.
—Entonces seré el anfitrión del baile —continuó Gray cuando nos
quedamos solos—. En realidad, tendremos que encontrarte algo que ponerte
para eso...
Tenía un tenedor de pastel a medio camino de mi boca, pero me detuve.
—No te confío la elección de mi ropa. Además, tengo un vestido.
—Te dije que te daría la historia completa a partir de ahora.
Pensé en aquella noche que estuvimos juntos en la cama, cuando no
parecía el mismo de siempre. Estaba más tranquilo, menos agresivo, y las
palabras tenían más peso.
—Para honrar a Cato, tendrás que vestirte del color de su aura. Todos
se vestirán de ese color. Te doy mi palabra.
—De acuerdo.
Volví a llevar el tenedor a la boca y saboreé el trozo de pastel de dulce
de leche más delicioso que había probado, dejando escapar un gemido de
placer.

—Scott, ¿alguna vez podré llevarte a algún sitio? —Gray se movió


incómodo en su asiento y sonreí.
—¿Algún problema, Gray?
—Nada que no se pueda arreglar.
—Sigue soñando.
Cuando terminamos y regresamos a la casa de Gray, ya estaba
bostezando.
—Quizá deberías irte a la cama. Mañana será un día ajetreado —dijo
Gray, pasándome los dedos por el cabello.
—¿Y tú?
—Tengo que visitar a Elva y hacer algunos arreglos antes de mañana.
—¿Puedo ayudar en algo?
—Yo me encargo, Scott. Sube y te veré por la mañana.
A mitad de la escalera, me volví hacia él.
—Gracias por todo lo de hoy, Gray. Realmente lo he disfrutado.
—De nada.
187 Arriba, me puse el pijama y me metí en la cama. El sueño me encontró
fácilmente, pero no mucho después, me desperté con el sonido de los
susurros. Intenté ignorarlos, pero fue inútil. Me levanté de la cama y los
seguí hasta el pasillo.
—¿Gray?
Nada. Todavía debe estar con Elva.
Los susurros fueron un torrente, y una sensación de tirón se unió a
ellos. Mis pies se movían por sí solos. Aunque no sabía hacia dónde me
dirigía, era como si mi cuerpo supiera dónde tenía que estar.
Me atrajo fuera de la casa de Gray y las calles antes de llegar a la
piscina reflectante. Una hermosa masa de agua cristalina que reflejaba el
cielo nocturno.
El deseo de meterme era abrumador. Los susurros ya no eran suaves
y amables, sino que rugían a mi alrededor. Tenía que entrar. Tenía que
obedecer.
Mis pies golpearon las aguas, heladas y que me hacían temblar, pero
no me detuve. Por el contrario, tenía el deseo de vadear más profundo.
—¡Quentin!
Oí mi nombre, pero no me disuadió. Sólo me detuve cuando fui
arrastrada fuera del agua y a los brazos de Gray. El ruido desapareció
mientras él me abrazaba y las aguas que nos rodeaban se volvieron de un
color negro intenso.

—No sé lo que ha pasado —dije, confundida sobre por qué estaba en


la piscina.
Salió del agua y subió a la orilla. Erik y Sloan estaban de pie en la orilla
con Elva, con cara de horror.
—Lo siento mucho —le dije, dándome cuenta de que había hecho algo
malo.
Gray me colocó en el suelo, y el tirón para volver a las aguas comenzó
de nuevo. Era como si me arrastraran de nuevo hacia ella. Gray me levantó
y se desvaneció.
—¿Qué pasa, Gray? —pregunté, mirando hacia él.
No era frecuente que me asustara, pero no tenía el control de mis
acciones y el pánico se apoderaba de mí.
—La estás protegiendo —dijo Elva—. Mientras estés con ella, no puede
sentirla.
—¡Te dije que esto pasaría! —gritó Erik, con aspecto furioso—. ¿Es esto
suficiente prueba para ti, Gray? Además de todo lo que hemos visto esta
noche. ¿Lo dejarás ahora? ¿Vas a escuchar?
Gray gruñó:
188
—La llevo a casa. Discutiremos esto mañana.
No esperó una respuesta antes de que estuviéramos de nuevo en su
casa, en su habitación. Gray me colocó en el borde de la cama y se arrodilló
ante mí.
—¿Qué ha pasado? —preguntó seriamente.
—No tengo idea. Me quedé dormida y luego me desperté con voces. Era
como si tuviera que escucharlas. Tuve que meterme en el agua.
Cerró los ojos por un segundo y los volvió a abrir.
—¿Ha pasado algo? ¿Has visto algo?
—No. Yo empecé a meterme. Habría ido más lejos si no hubieras
aparecido —susurré—. ¿Qué está pasando?
Gray me miró.
—Es mucho para un mortal, Quentin. A partir de ahora te quedarás
conmigo o con uno de los otros, ¿entendido?
Asentí y se levantó del suelo.
—Te quedas conmigo esta noche.
No discutí, pero odié el hecho de parecer tan débil delante de él. Quería
decirle que estaría bien, pero la pérdida de control me había sacudido.
Arrastrándome por la cama, me metí bajo las sábanas y Gray se unió a mí.
—¿Gray?

—¿Qué?
—¿A qué se refería Erik cuando preguntó por la prueba?
No me había dado cuenta de que estaba temblando hasta que Gray me
tomó en sus brazos y me frotó la espalda. Fue un gesto de consuelo y apoyé
la cabeza en su pecho. Hacía un año que no tenía un ataque de pánico y me
sirvió el latido de su corazón para calmar mis nervios.
Después de unos momentos, Gray respondió a la pregunta:
—Es la misma discusión que ha tenido conmigo desde que llegamos
allí. Ningún mortal y Dios deberían tener relaciones.
—¿Pero qué tiene que ver eso con lo que ha pasado?
—No cree que los mortales deban estar aquí arriba.
Había una vacilación en todas sus respuestas, y deseé saber lo que
estaba pensando. Si tuviera que adivinar, Gray pensaba que yo era más
débil de lo que supuso al principio y que tenía razón cuando me conoció.
Sólo ese pensamiento hizo que mi corazón se hundiera mientras
permanecíamos en silencio.

189

Grayson
H
abía escuchado cada uno de los pensamientos que pasaban por
su cabeza, y no podía estar más equivocada. Quentin no era
débil.
La Diosa que había en ella se había despertado en el momento en que
la piscina se dio cuenta de que había alguien no reclamado cerca. Su
divinidad no era lo suficientemente fuerte como para ser percibida por la
piscina cuando estaba cerca de un Dios, así que en el momento en que la
dejé sola, empezó a llamarla. Si no la hubiéramos alcanzado a tiempo, toda
Elysia se habría alborotado.
190
—No te preocupes por Erik. No es tu culpa —le dije mientras se
acostaba a mi lado.
Como era de esperar, tenía debilidad por mi hermano. Aparte de entrar
en pánico por su pérdida de control, a Quentin le preocupaba que hubiera
molestado a Erik.
—¿Volverá a ocurrir? —preguntó.
—No si te quedas con nosotros.
—¿Pero qué pasa si tienes que estar en algún sitio?
Quentin estaba acurrucada contra mí en la cama y unas finas briznas
de negro crecían de mí mientras un calor corría de mi cuerpo al suyo.
—Tienes mi marca —le dije—. Para mantenerte a salvo.
—¿Crees que Gareth lo sintió?
—Lo dudo. Hunter y Larkin habrían estado con él todo el día —
susurré—. Scott, intenta descansar un poco. Te prometo que las cosas están
bien. Estás cansada.
No podía decírselo. Todavía no. Todavía no habíamos decidido qué
hacer con la información.
Había pasado la tarde hablando con Elva, Erik y Sloan, explicando lo
que yo creía que era una teoría absurda. Pero Elva rellenó los espacios en
blanco y cuando sacó las viejas túnicas de Mallory, un simple toque permitió
a Sloan y Erik ver cómo se desarrollaba todo.

Mallory visitó a los mortales y sólo un Dios conocía su paradero.


Archer, Dios de los secretos. Ella se había sentido fuera de lugar en Elysia
y buscó consuelo en la tierra. Se enamoró y quedó embarazada, pero el
mortal murió antes de que pudiera decírselo. Al verse en un aprieto,
permaneció oculta en la tierra y dio a luz antes de renunciar al bebé,
sabiendo cuál sería su destino si lo llevaba de vuelta a Elysia.
En su dolor y angustia, visitó a Elva y le pidió la muerte, tras haber
perdido al hombre que amaba y no poder vigilar a su hija desde la distancia.
Elva no tuvo más remedio que acceder a la petición directa de su prima.
Quentin había pasado veintisiete años en la tierra y había pasado por
el sistema de cuidados hasta que Alexander y Vanessa Scott, dos cirujanos
que intentaban concebir, la adoptaron en su familia como hermana menor
para su hijo adoptivo.
Su tiempo en la tierra, unida a su falta de fe, había llevado a la
supresión de su divinidad, pero traerla de vuelta a Elysia había hecho que
se agitara.
—Lo siento —susurró en mi pecho.
No era frecuente que me metiera en los pensamientos de Quentin
porque me gustaba que me contara cosas. Se sentía como una victoria
191 cuando ofrecía lo que pasaba por su mente, pero todas las apuestas estaban
hechas. Ella creía que me había incomodado. Que la gente estaba enfadada
con ella. Que había algo malo en ella y que era débil.
—Basta —exigí—. Te volverás a ti y a mí completamente locos.
Le acaricié el cabello y ella se acurrucó más cerca de mi cuerpo, con
los miembros enredados mientras se ponía cómoda. Al cabo de un rato, se
quedó dormida y yo pasé el resto de la noche observando a la semidiosa
entre mis brazos.
A primera hora de la mañana, Quentin se revolvió, enterrándose en mi
costado, y yo me reí suavemente. Sus ojos se abrieron de golpe.
—¿Y ahora qué? —murmuró.
—No te tomé como alguien a quien le gustaban los mimos.
—Nunca te quedas lo suficiente para averiguarlo.
—Nunca te quedas lo suficiente como para dejarme averiguarlo.
Ninguno de los dos nos quedamos después de conseguir lo que
queríamos, pero el calor de su cuerpo durante la noche me hizo preguntarme
si debería quedarme más tiempo.
No era que Erik me dejara después de lo de anoche.
Al mismo tiempo, Quentin también se dio cuenta, porque se desenredó
rápidamente, se sentó y se pasó las manos por el cabello.

—No te preocupes —dije, observando que parecía más frágil de lo


habitual—. No dejaré que pase nada.
Me sorprendí de la fuerza que había detrás de las palabras, pero era
cierto. No dejaría que le pasara nada mientras estuviéramos aquí arriba.
Sonrió débilmente y se levantó de la cama, e inmediatamente, eché de
menos su presencia a mi lado. Los pequeños focos de vulnerabilidad me
hicieron desear egoístamente más. Ansiaba tenerla a mi lado y
desentrañarla hasta que me introdujera en el círculo íntimo que tanto me
costaba alcanzar. Quería importarle.
—Debería prepararme —dijo, recogiéndose el cabello.
—Sí. ¿Has traído un vestido negro?
—Sí. Y Gareth va a estar de azul, ¿verdad?
—Llevará los colores de su anfitrión —confirmé y observé cómo
Quentin salía de mi habitación, inclinándome para obtener una magnífica
vista mientras se iba.
Como de costumbre, fui el primero en prepararme. Su control del
tiempo era realmente espantoso y no mostraba signos de mejora, por
muchos comentarios que le hiciera.
192 Cuando por fin bajó las escaleras, me esforcé por mantener mis
pensamientos bajo control. Su puntualidad era lo último en lo que pensaba.
El vestido negro se ceñía a sus curvas como una segunda piel y tenía un
generoso escote.
No se dio cuenta del efecto que tuvo en mí hoy. En cambio, parecía
nerviosa y miraba sus pies mientras bajaba las escaleras con cautela.
—Sal de tu cabeza, Scott —le dije, usando mi aura para inclinar su
barbilla hacia arriba mientras bajaba el último escalón—. Tienes el control.
Al menos, lo tendría si se quedaba cerca de los Dioses. Y no tenía
planes de perderla de vista. Especialmente cuando se veía tentadora.
Salimos de la casa hacia la piscina reflectante. Mis dientes se apretaron
mientras maldecía en silencio la falta de tiempo para apreciarla. Junto con
los demás, nos situamos en la orilla con el agua cristalina, que reflejaba el
cielo. A diferencia de la noche anterior, Quentin se colocó a mi lado sin
problemas.
—Quizá deberíamos contarle a Hunter lo que ha pasado —sugirió
Quentin cuando saludó a Gareth.
—¡No! No. No queremos que piense que todo este proyecto es una mala
idea.
Reflexionó sobre el comentario antes de que Gareth se acercara a ella.
—¿Qué te parece? —le preguntó.
—Intenso —respondió ella.

—Esa es una forma de describirlo. Estás linda, Scott.


—Gracias. Tú tampoco te ves tan mal.
Algo se me revolvió por dentro cuando la felicitó. Debería haberle dicho
cómo estaba cuando bajó las escaleras. Debería haberle hecho saber que
ella ocuparía muchos de mis pensamientos durante el día y más adelante.
—¿Estás bien? —preguntó Quentin. Su mano estaba en mi brazo,
sacando mi mente de la cuneta.
—Estoy bien.
Salió corto y agudo, y al instante soltó su mano de mí. Quise agarrarla,
pero aparecieron Erik y Sloan, y necesitaba concentrarme.
Mi estado de ánimo se levantó considerablemente cuando mis ahijados
tropezaron en nuestra dirección. Mientras jugaba con los niños, oí la voz de
Quentin.
—Oh, hola —murmuró.
Cuando levanté la vista, Tenley, la única hija de Erik y la más joven
hasta Cato, miraba fijamente a Quentin. Levantó los brazos y vi que la mujer
entraba en pánico.
193 —No se va a romper —dije, divertido por su reacción—. Sólo quiere que
la abracen. Puedo...
—Está bien.
Quentin se inclinó y la levantó, colocando a la niña sobre su cadera, y
Tenley se rio, rodeando el cuello de Quentin con sus brazos. Con cuidado,
Quen se acercó a mí, y sentí los ojos de Erik sobre nosotros. Había un
destello de advertencia en sus ojos azules. Pero ¿quién iba a prestarnos
atención cuando estábamos reunidos aquí por Cato?
Tenley apoyó la cabeza en el hombro de Quen y yo sonreí. No se le
daban bien los niños, y Ten la había lanzado a lo más hondo.
—¿Qué? —preguntó, mirándome.
—Nada.
Hunter se adelantó para comenzar la ceremonia. La multitud estaba
compuesta por la élite y los dioses menores que habían ascendido desde la
parte baja de Elysia.
—Es nuestro derecho divino, cuando nacemos, recibir un don que los
mortales invocarán —dijo Hunter.
Erik acunaba a Cato en un brazo mientras el otro rodeaba a Sloan.
Iban vestidos con sus colores, y lucían orgullosos.
—Erik. Sloan. Han traído un nuevo Dios entre nosotros. Como jefe del
consejo, pido en nombre de todos los presentes que se lancen a la piscina y
nos permitan dar testimonio del don que llevará para su vida eterna.

La pareja se metió en el agua, hasta la cintura. La piscina en calma


palpitaba. Se arremolinaba casi como un vórtice alrededor del trío, y oí a
Quen jadear.
—Están bien —susurré—. Sigue mirando.
Mi aura la mantuvo firme mientras un torrente de conocimiento
pasaba por encima de nosotros y se iba tan rápido como llegó. El agua que
rodeaba a la familia se aceleró y pasó de ser cristalina a azul eléctrico, y la
multitud que nos rodeaba estalló en vítores y aplausos.
Quentin se metió los dedos en la boca y se apartó de Tenley para dar
un agudo silbido. Sonreí y dejé que mi aura se alejara de su cintura.
El agua se calmó para mostrar a mi hermano y su familia, que parecían
tan felices como nosotros.
—¿Eligieron el conocimiento? —preguntó Quen.
—Inteligencia.
—¿Y su aura será azul?
—Precisamente.
Hunter volvió a situarse en la orilla y abrió los brazos.
194 —Permítanme ser el primero en presentarles a todos, a Cato, Dios de
la inteligencia.
Otra erupción de ruido y Tenley se zafó de los brazos de Quen mientras
todos los niños corrían hacia sus padres que habían pisado tierra firme.
Se abrieron paso entre las caras conocidas antes de llegar a nosotros.
—¡Felicidades! —Quen los saludó.
Agarré a Cato de los brazos de Erik.
—Tendrás suficiente cerebro para todos nosotros. Eso podría significar
algo de trabajo extra para tu tío Hunter.
—Grayson, deja de corromper a mi hijo antes de que pueda hablar —
regañó Erik.
Sloan tiró de Quen en un abrazo y le preguntó:
—¿Cómo lo has encontrado?
—Fascinante —respondió ella.
Hice rebotar al bebé con suavidad y traté de convencerlo de que yo era
su tío favorito.
—Devuelve a mi hijo, Gray —dijo Erik—. Le estás impidiendo ver a
todos los demás.
Le di un beso en la cabeza a Cato y lo devolví con cuidado.
—Nos veremos más tarde esta noche —dijo Sloan antes de que se
fueran a mezclar con los demás.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó Quentin.


—Vamos a alejarnos y a buscarte un vestido para esta noche.
La agarré de la mano y la aparté de la multitud.
Estar en Elysia, estar en la ceremonia de Cato, hizo que la sangre de
mis venas cantara de alegría. Cuando salimos de la piscina, sin gente, y en
el silencio de las calles, atraje a Quen hacia mí y la besé con fuerza. Tardó
una fracción de segundo en responder, gimiendo en mi boca antes de
separarse.
—Gray...
Sus mejillas se sonrojaron mientras miraba las calles vacías.
—Aquí no hay nadie —le aseguré.
—Sigue siendo un riesgo.
Por lo general, no dejaría que sus palabras me detuvieran, pero
después de anoche, debía ser prudente. Las cosas entre nosotros eran un
acuerdo relativamente sencillo, pero el conocimiento de su divinidad añadía
una capa extra de complicación a la mezcla.
Por supuesto, si podía evitar que alguien más descubriera su verdadera
195 identidad, no había razón para que nuestro acuerdo no se mantuviera hasta
que yo volviera a Elysia de forma permanente.
Sus reservas eran diferentes a las mías. Quería demostrar que yo no
tenía influencia sobre ella, pero ambos sabíamos que era mentira.
—Dijiste que íbamos a buscar un vestido —me recordó.
Suspiré.
—¿Estás diciendo que prefieres encontrar un vestido que tener sexo
conmigo?
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo.
Se soltó de mis brazos y siguió caminando por el sendero. La observé
durante unos instantes, vestida de negro con mi aura a su alrededor,
balanceando las caderas mientras se alejaba. Quen parecía pertenecer a
Elysia tanto como yo. Me pregunté si en otra vida...
Me sacudí rápidamente los pensamientos de la cabeza, sorprendido de
que hubieran florecido en primer lugar. Era una línea de pensamiento
peligrosa que no necesitaba ser entretenida. Quentin debía volver a la tierra
con el resto de los mortales.
Trotando, la alcancé y la guié hacia una pequeña boutique que sabía
que Larkin y Sloan frecuentaban. Cuando entramos, apareció un dios
menor, haciendo una reverencia, y Quentin puso los ojos en blanco. Lo
había hecho cada vez que había visto a alguien inclinarse ante mí, y yo
disfrutaba con el hecho de que la irritara.

—Lord Grayson. —El dios menor miró a Quentin, inclinando la cabeza


hacia un lado—. ¿Mortal?
—No es asunto tuyo —le dije enérgicamente—. Estoy buscando un
vestido para el baile de mi sobrino.
—Por supuesto. ¿Tienes algo en mente? ¿Color? ¿Corte?
—Azul. Algo que abrace su figura.
—Gray —dijo Quen.
—Confía en mí.
La modestia no era realmente una opción entre los dioses. No cuando
se podía exhibir el orgullo y el ego. Además, lo que llevaba puesto ahora no
cubría precisamente sus curvas, así que ¿por qué preocuparse?
Ah.
Los pensamientos de Quentin eran fuertes y claros mientras veía al
Dios menor alejarse.
Una cosa era tener una docena de seres divinamente atractivos a tu
alrededor. Y otra muy distinta era ser una de las dos personas de Elysia que
presentaban tan evidentes defectos.
196 —Gray —dijo ella—. ¿Tengo que asistir esta noche?
No era frecuente verla dudar, pero me disgustaba. No tenía ninguna
razón para hacerlo, y yo no tenía ni idea de cómo detenerlo.
—Sería una pena que no lo hicieras.
El Dios menor regresó a nosotros y nos condujo a un gran vestuario.
En la barandilla había varios vestidos azules para que Quentin se los
probara. Me dejé caer en una silla de la habitación y les hice un gesto.
—Haz lo que quieras —le dije antes de dirigirme al Dios menor—. Ya
puedes dejarnos.
—¿Está seguro de que no necesitará nada más, señor?
La miré, y ella vaciló bajo mi mirada antes de inclinar la cabeza y
dejarnos solos.
—Bueno, no tenemos todo el día —dije, volviéndome hacia Quen.
—Fuera.
—Oh, por favor. Te he visto desnuda muchas veces.
Volvió a sonrojarse y la duda llenó su mente, poniéndome en pie y
haciendo que me acercara a ella a grandes zancadas.
—¿Quieres explicarme por qué eres tan tímida de repente? —
Colocando mis manos en sus caderas, la hice girar para que me mirara, pero
dejó caer su mirada—. Scott.
Le besé suavemente el cuello y ella llevó sus manos a mi pecho.

—Para —susurró.
—¿Es eso lo que quieres? —Mis dientes rozaron la suave carne, y su
pulso se aceleró—. Nunca has sido tímida conmigo.
Una de mis manos se dirigió a su espalda y encontró la cremallera de
su vestido, arrastrándola para abrirla.
—Sigo sin ser tímida contigo —dijo en voz baja, y sonreí contra su piel.
Quité el vestido del cuerpo de Quen, y ella no se resistió. En cambio,
se deslizó por sus curvas y cayó al suelo antes de que ella saliera de él. La
sostuve a distancia y la observé, recorriendo con la mirada su cuerpo,
vestido sólo con ropa interior de encaje y tacones.
El interior de sus antebrazos estaba decorado con rotuladores: cálculos
y títulos de diarios para cuando no tenía papel a mano. Las estrías, con
formas de rayo, se arrastraban por sus muslos y caderas. Las cicatrices de
viejos rasguños y un moretón reciente de donde se golpeó la pierna la otra
noche destacaban sobre su piel dorada.
Cuando volví a levantar la vista, miré más allá de ella hacia el espejo
de cuerpo entero y vi que los azules de mis ojos eran sustituidos por el negro
y mi aura se desenrollaba a mi alrededor.
197 —¿Ves lo que me haces? —pregunté, volviendo a centrarme en ella—.
¿Ves lo fácil que puedes hacerme perder el control?
Quentin estaba muy preocupada por todo lo que había visto aquí, y por
cómo podía compararse. Un viejo hábito que tenía arraigado y no pudo evitar
tratar de averiguar cómo podía ser mejor.
Pero para mí, no había nadie como ella. No podía recordar a ningún
otro ser que me hiciera perder el control como ella lo había hecho. Por eso
volvía a ella cuando le decía a Erik que sólo sería una vez para sacarla de
mi sistema. En una vida en la que me había acostumbrado a la perfección,
cada uno de sus defectos se convirtió en mi kriptonita.
—Lo que sea que esté pasando por tu cabeza... —Apreté mis labios
contra su frente—. No es necesario. Cuando paso mis manos por tus curvas.
Mis manos se deslizaron por sus costados, saboreando la suave piel, y
ella se estremeció.
—Cuando pruebe tus labios.
Me incliné y la besé, pasando la lengua por su regordete labio inferior
y ganándome un gemido.
—Cuando te tengo toda para mí, tengo perfección. Ahora, te sugiero
que te vistas o realmente no podré controlarme.
Una sonrisa apareció en sus labios y pude percibir que sus
pensamientos se habían calmado.
—Me alegro de que al menos intentes comportarte —dijo.

La solté y, mientras se dirigía a la barra de vestidos, rozó mi polla con


la palma de la mano. Ya estaba semidura por haberla mirado, pero palpitaba
anticipándose a su tacto, queriendo más.
Le agarré la muñeca y la arrastré hacia mí con brusquedad.
—No empieces algo que no estás preparada para terminar.
—No voy a empezar nada.
Me miró y me alegré de verla recuperar su antigua gloria. Tan segura
de sí misma que pensó que podía enfrentarse a mí, y yo disfruté del desafío.
Pero ya debería haber sabido que nunca ganaría.
Me incliné y le susurré al oído:
—No te hagas la tímida, Scott. Podría tenerte gritando mi nombre en
segundos.
Respiró con fuerza y supe que estaba pensando en lo que podría
hacerle. Lo que le había hecho antes.
Un golpe en la puerta hizo que ambos nos detuviéramos.
—¿Quiere ayuda? —preguntó el Dios menor.
—No lo creo —respondí, y luego miré a Quentin—. Soy demasiado
198 egoísta para compartir.
Se rio en voz baja, poniéndose rosa.
—Lamento apresurarlo, señor, pero tengo clientes esperando —dijo.
Dejé escapar un suspiro frustrado.
—La próxima vez que te tenga, pienso tomarme mi tiempo. —
Enderezándome, grité—: Ya salimos.
Soltando a Quen, volvió a meterse en el vestido, cubriendo cada
deliciosa pendiente con la que me había familiarizado. La ayudé a subir la
cremallera y se volvió a girar para mirarme.
—Gray, no puedes salir así —dijo.
—¿Por qué no?
—Mírate.
Se apartó para que pudiera mirarme en el espejo y ver que no había
recuperado el control. Era difícil cuando mi mente daba vueltas a todo lo
que me gustaría hacerle.
Acariciando su rostro, le dije:
—Me haces esto.
Podía sentirlo de ella, la sensación de orgullo que tenía al saber cómo
podía hacerme perder por completo sin hacer mucho.
—Tienes que calmarte —dijo Quentin, enderezando mi corbata.

Me puso una mano en el pecho y respiré hondo, tratando de despejar


mi cabeza pero con dificultad.
—Prométeme —murmuré.
—¿Qué?
—Prométeme, que puedo tenerte más tarde.
Esto fue salirse un poco de nuestro acuerdo. El sexo simplemente
ocurría entre nosotros. Nunca había planes ni promesas. Uno de nosotros
lo deseaba y buscaba al otro. Esta vez, se lo pedí específicamente a ella. No
era un impulso, sino que le pedí que me dejara ir con ella después de las
fiestas.
—De acuerdo —dijo finalmente—. De acuerdo. Lo prometo.
El hecho de saber que sería mía más tarde me tranquilizó lo suficiente
como para recuperar el control. Al mirarme en el espejo, me pasé una mano
por el cabello, alisándolo de nuevo.
—Sí, sí. Estás lo suficientemente presentable —dijo Quentin,
agarrando mi brazo—. Salgamos de aquí.
Nos condujo fuera de la habitación, y la boutique se llenó de seres que
habitaban Elysia. Se dirigió a la puerta y, al salir, miré al Dios a los ojos.
199
—El tercer vestido de la izquierda —le indiqué antes de irnos.

Quentin

L
a casa de Gray era un hervidero de gente cuando llegamos, y se
excusó para ayudar con los preparativos de la noche.
Me dirigí a mi habitación y tomé una ducha fría, que era
muy necesaria después de la parada en la boutique. El vestido había sido
olvidado, así que tal vez no necesitaría asistir esta noche.
Me sequé el cabello y me puse el pijama para estar más cómoda. Me
tumbé en la cama, cerré los ojos un momento y, cuando los volví a abrir, me
di cuenta de que me había quedado dormida. Estaba acurrucada bajo las
200 sábanas y, sobre la almohada de al lado, había una caja. Me senté y me froté
los ojos antes de volver a mirarla. Había una nota clavada con el tipo de
letra de Gray.
Si necesitas una mano, ya sabes que siempre estoy dispuesto a ayudar.
Debió entrar cuando terminó de acomodarse.
Me llevé la caja a mi regazo y levanté la tapa.
—No se puede decir que no tenga buen gusto —murmuré.
Al sacar el vestido de la caja, el papel de seda cayó a mi alrededor en
la cama. Ni siquiera me fijé en este vestido en la barandilla, pero Gray debió
de hacerlo y lo hizo llegar. Un vestido azul eléctrico sin tirantes con detalles
dorados a lo largo del corpiño. Como todo lo demás aquí, era
minuciosamente hermoso.
Me levanté de la cama y me preparé. Para cuando terminé, podía oír
las voces de abajo y la música subía hasta la habitación.
Mis tacones chocaron en el pasillo mientras me dirigía a las escaleras
y a la planta baja. Toda la casa parecía estar abarrotada de gente y me abrí
paso entre ellos sin ninguna preocupación, gracias a la guardia de Gray.
No tenía idea de dónde estaba mientras recorría las habitaciones
lentamente, buscándolo. Definitivamente había más invitados de los que
esperaba, pero la familia de Gray era de la realeza, así que la gente estaba
ansiosa por celebrar.

Cuando abrí la puerta de una habitación, me sorprendió ver a Hunter


dentro con una mujer en su regazo que claramente no era Larkin. No me
prestaron atención mientras seguían tocándose.
Salí rápidamente de la habitación y acabé fuera, en los terrenos. No
estaba seguro de si tenía que haber visto eso, y necesitaba un poco de
espacio para respirar.
—¿Qué te ha asustado, Quentin Scott?
Cuando me di la vuelta, Archer caminaba con paso firme hacia mí.
—Yo... Nada. Sólo necesitaba un poco de aire. Hay mucho gente ahí
dentro.
Archer me lanzó una mirada antes de extender una copa de champán.
La agarré mientras me miraba de arriba abajo y daba un sorbo a la copa.
—¿Caminas conmigo? Nuestro último encuentro se interrumpió —dijo
con suavidad.
Gray había impedido que habláramos la última vez, pero teniendo en
cuenta que no sabía dónde estaba Gray y que no conocía a mucha gente
aquí, dar un paseo con Archer no me parecía una mala idea.
—Claro —respondí.
201
Me ofreció su brazo, y yo deslicé una mano por él. Archer iba vestido
de azul como el resto de nosotros, al parecer no quería romper el protocolo
y la tradición esta noche.
—Me sorprende que Grayson no esté contigo —comentó.
Aunque lo había buscado, no me gustaba que Archer pensara que
necesitaba a Gray cerca.
—No es mi guardián —le dije.
Archer se rio y agitó una mano libre por mi cuerpo.
—Esa guardia que te rodea sugiere lo contrario. No quería que nada te
afectara, pero me sorprende que no esté aquí. Parece bastante protector
contigo.
—Colaboramos estrechamente. Soy su anfitriona. Una parte de su
equipo.
Asintió.
—Sólo quiero asegurarme de que no caigas en su encanto.
El comentario me sorprendió.
—Las relaciones entre dioses y mortales están prohibidas —repetí la
frase.
Parecía seguro decirlo. Si alguien pensaba que había algo entre Gray y
yo, nos meteríamos en todo tipo de problemas.

—Es cierto, pero si pensáramos que alguien merece la pena... Los


dioses están acostumbrados a conseguir lo que quieren.
—No tienes nada de qué preocuparte conmigo —le aseguré.
—Tal vez lo haga esta noche.
—¿Lo haga?
Caminábamos por los senderos que atraviesan el terreno. La tarde era
cálida y corría una suave brisa. Como todo en Elysia, era perfecto.
Archer dio un sorbo a su copa antes de responder:
—Mmm. Cada vez que organiza una de estas fiestas, suponemos que
lo hará, pero siempre nos quedamos decepcionados.
—No lo entiendo.
Odiaba las adivinanzas y deseaba que me dijera lo que Gray debía
hacer.
—Una propuesta —dijo Archer.
—¿Para qué?
—Matrimonio, por supuesto.
202 Mi ceño se frunció y Archer continuó:
—Todos estamos esperando que le pida a Elva que sea su esposa. Es
inevitable que ocurra. Todo el consejo estaría encantado de conceder la
unión.
Mi corazón se detuvo en mi pecho.
—¿Elva?
—Diosa de la muerte.
—Sé quién es.
En mi pecho había un sentimiento feo y crudo de celos que traté de
reprimir. No había nada por lo que sentir celos. Teníamos sexo
ocasionalmente. No estábamos saliendo. No teníamos una relación. Él era
libre de hacer lo que quisiera.
—Aunque todo el mundo quiere saber si se parece a Hunter o a Erik —
reflexionó Archer.
—¿Qué quieres decir?
—Erik es un verdadero hombre de familia. Lo encuentro bastante
enfermizo, pero Hunter... bueno, la monogamia no es realmente su cosa.
Eso explicaba lo que había presenciado en el interior.
—¡Scott!
Archer y yo volvimos a caminar hacia la casa. Junto a las puertas, Gray
parecía furioso con Elva a su lado.

Los contemplé a ambos, de pie y juntos, de azul, y se me revolvió el


estómago. ¿Por qué no lo había visto antes? Parecían una pareja que debía
aparecer en la portada de una revista y en alfombras rojas. Se veían
perfectos, con Gray en su traje a medida emanando poder, y Elva a su lado,
delicada y etérea en un vestido de baile.
Archer se inclinó y me habló:
—Quizá quieras dejarle claro que no es tu guardián.
—¡Scott! Ven aquí ahora —exigió Gray.
Elva le puso una mano en el brazo, y los celos volvieron a asomar la
cabeza.
—Será mejor que vuelvas con él antes de que destruya el lugar —
murmuró Archer, enderezándose.
Desenlazó su brazo del mío y agarró la copa.
Gray se acercó a nosotros, con Elva detrás de él. Parecía lívido.
—Grayson —saludó Archer con una sonrisa.
—Archer —dijo Gray brevemente—. Scott, entra.
—¿Disculpa? —pregunté.
203 —Ve. Adentro.
—No me digas lo que tengo que hacer.
—Lo hago cuando es mi casa.
—Grayson, cálmate —imploró Elva.
—Puede que quieras escucharla —bromeó Archer—. No querría causar
una escena.
—Tienes que alejarte de ella —le advirtió Gray.
—¿Y eso por qué, Grayson?
El aura de Gray cobró vida, y se le unió otra de color verde bosque
intenso. Archer no parecía ni remotamente preocupado por enfrentarse a un
Dios de la élite.
—¡ENTRA! —gritó Grayson. Me miró con pura furia en los ojos, y eso
despertó mi ira irracional por toda la situación.
—¡Bien! —grité—. Archer. —El Dios menor me miró, sin dejar caer su
aura—. Baila conmigo. No conozco a mucha gente aquí.
—Scott —advirtió Gray, pero no quise escuchar.
Archer dejó caer su aura, y el aire se despejó de verde antes de ofrecer
su brazo de nuevo.
—¿Qué clase de caballero sería si declinara tal petición?

Lo tomé del brazo y miré la pura incredulidad que se apoderó de la cara


de Gray cuando pasamos junto a él. Levantó un brazo, pero Elva lo agarró
antes de que pudiera hacerle daño. Bien. Ella podría lidiar con su trasero
malhumorado e irracional por la noche. Yo sólo quería disfrutar, teniendo
en cuenta que se trataba de una celebración.
Archer me condujo a la sala del trono de Gray, donde la música fluía.
Recorrí la sala y vi algunas caras conocidas antes de que me atrajera contra
el cuerpo de Archer, con sus manos en la cintura.
—¿Estás bien, ángel? —preguntó.
—Me llamo Scott.
—Lo sé. Eres valiente al enfrentarte a los dioses —comentó.
Probablemente no debería haber mordido el anzuelo y haber gritado.
Pude sentir a Gray cuando entró de nuevo en la habitación. La ira era
palpable, y probablemente, gracias a las protecciones que me rodeaban, se
sentía tan fuerte. Era una extensión de él y de sus poderes.
—No me gusta que me digan lo que tengo que hacer —le dije a Archer.
—Ya lo veo.
—Disculpa, Archer —dijo Ig, llegando a nosotros—. ¿Te importaría si
204 te quito a Scott?
—Eres una mujer popular. No hay duda —dijo Archer.
—Scott —dijo Ig.
—Gracias, Archer —dije.
Me dirigió una sonrisa y se inclinó para darme un beso en la mejilla.
—Cuando quieras, ángel. Espero ver más de ti cuando esté allí.
Archer se fue, e Ig ocupó su lugar.
—Sabes cómo elegirlos, Scott —murmuró.
—¿Qué?
—Primero, Gray, y ahora Archer.
—No tengo idea...
—Lo conozco —dijo.
—¿Cómo?
—Scott, lo conozco desde hace mucho tiempo. Cada vez se emborracha
menos conmigo, y la forma en que está echando humo por ahí dice que hay
algo entre ustedes.
—¿Es tan obvio?
Ig negó.

—La mayoría de la gente no conoce bien a Gray. Esa es su actitud


general. Enfadado con el mundo. Es su trabajo.
Asentí.
—Yo no confiaría en Archer —me aconsejó Ig.
—No creo que deba confiar en ninguno de ustedes.
—¡Vaya! ¿Qué hemos hecho?
—Nada.
Nos balanceamos en el suelo entre las parejas.
—¿Por qué no le propone matrimonio? —pregunté finalmente—. ¿Y
cómo está ella de acuerdo con que se acueste conmigo si es algo tan serio?
—¿Quién? ¿Quién se lo propone a quién? —preguntó Ignacio, perplejo.
—Gray y Elva.
Cuando Ig se reía, era un sonido hermoso y pleno que atraía algunas
miradas.
—No le va a proponer matrimonio —me informó Ig.
—Todo el mundo lo está esperando.
205 —Van a esperar mucho tiempo. Si se le ocurriera, le arrancaría la
cabeza.
—Espera. Tú...
—Y Elva. Sí.
La ira irracional que sentía se disipó de mi pecho.
—Aunque, lo hemos mantenido en secreto. No estoy seguro de que el
consejo lo apruebe, ya que les gustaría mucho que Elva y Gray se
establecieran juntos.
—Entonces, ¿no?
—Son buenos amigos. Trabajan juntos pero nunca han sido nada más.
Me mordí el labio inferior.
—Te pones celosa muy fácilmente, Scott. Debes tener cuidado con eso
—me advirtió con una sonrisa de suficiencia.
—No estaba celosa.
—¿Los mortales lo llaman de otra manera?

Grayson

C
uando había visto a Archer con Quentin, había perdido la
cabeza. Si mi protección no se hubiera colocado alrededor de
ella, Archer habría sabido exactamente lo que era, y no podía
arriesgarme a que eso sucediera.
Mientras ella pasaba junto a mí para volver a entrar, colgada de su
brazo, destruí dos de los bancos de piedra del recinto antes de ir a buscarlos.
De pie junto a la pared de mi sala del trono, los observé y dejé que la
ira corriera por mis venas, haciendo que mi sangre se calentara.
206 Ella estaba enfadada conmigo y yo no tenía idea de lo que había hecho
para molestarla, cuando no se había intercambiado una sola palabra entre
nosotros desde que llegamos a casa. Mis manos se cerraron en puños
cuando Archer se acercó a ella y apoyó sus manos en sus caderas.
—¿Piensas destruir toda tu casa? —preguntó Ig, uniéndose a mí.
Llevaba la corbata suelta alrededor del cuello y una sonrisa. No respondí, y
él siguió mi mirada antes de suspirar—. Pensé que sólo era sexo.
—Lo es, pero eso no significa que quiera a nadie más cerca de ella —
murmuré con hosquedad.
—¿Y ese mortal con el que sale?
Resoplé. Holden no era una amenaza. Quen seguía volviendo a mí, por
mucho que se dijera que no debía hacerlo.
—Intenta contenerte, Gray, o tendrás muchas más preguntas —dijo Ig.
Ya estaba harto de verlos juntos. Me empujé de la pared, pero Ig me
agarró del hombro.
—Déjame —dijo.
Se dirigió hacia ellos, y yo lo observé. En el momento en que Archer le
besó la mejilla, la hilera de vasos de cristal y la ponchera que había en la
mesa cerca de mí se hicieron añicos. Los reparé al instante y recibí algunas
miradas curiosas.
—Cálmate.

Erik apareció a mi lado y cuando volví a mirar, Archer había


desaparecido, e Ignacio estaba con ella.
—Grayson, sinceramente creo que deberías terminar lo que tengas con
ella. —Señaló vagamente—. Esto es demasiado. Ahora hay más riesgo —
explicó Erik.
—No debería haberla traído aquí —admití en voz baja.
Si hubiera mantenido a Quentin en la tierra, podría haber convencido
a los demás de que no investigaran su nacimiento. Habríamos sido
felizmente inconscientes. Podríamos haber continuado como si no hubiera
pasado nada y eso podría haber sido así si no hubiéramos tenido que
preocuparnos de que Archer husmeara.
—Necesito hablar con ella —dije.
—Gray.
—Erik, yo sólo... —No podía describirlo, y Erik parecía preocupado.
—Déjame leerte —dijo en voz baja.
—¡No! No. Eso no va a pasar.
Me aparté bruscamente de mi hermano cuando éste extendió sus
207 manos hacia mí. Dándole la espalda, me dirigí directamente hacia Ig y Quen.
—Yo me encargo a partir de aquí —dije, llegando a la pareja.
—No —dijo simplemente Quen.
—Scott.
—Van a montar una escena —nos advirtió Ig.
Se alejaron y miré a Scott.
—Creo que eres el interés de todos, Scott —dijo Ig—. No eres el único
que se pone celoso. —Ig le besó la mejilla, y mi aura se encendió—. Supéralo.
—Se rio, chocando su hombro contra el mío al marcharse.
Controlé mi aura y le ofrecí a Quen mi mano. Luego de unos instantes,
la tomó y la conduje fuera de la sala del trono. Toda la planta baja estaba
llena de gente, así que bajé las escaleras hasta el sótano y la llevé a una
habitación.
—¿A qué estás jugando? —pregunté una vez que se cerró la puerta.
Estábamos frente a frente, y mis palabras resonaban en el espacio.
—No estoy jugando a nada —dijo.
—¿Esa exhibición con Archer?
—Fui a buscarte y no pude encontrarte y entonces... —Se detuvo.
—¿Qué?
—Vi a Hunter con... no sé quién, pero no era Larkin. ¿Ella sabe que él
está con otras personas?

Gemí, frotándome las sienes. Deseaba que mi hermano mayor tratara


de ser discreto al respecto.
—Sí. Larkin lo sabe —confirmé.
—¡¿Y lo deja?!
—Consiguió el anillo y la posición, así que no podría importarle menos.
—¡Esto es horrible!
—Hacen que funcione —dije, tratando de que volviéramos a la
normalidad—. Mantente alejado de Archer a partir de ahora.
—No puedes decirme lo que tengo que hacer.
—¡No lo conoces! Intenta crear problemas.
—Mucha gente dice lo mismo de ti.
—¡Somos diferentes! —dije con fuerza mientras nos mirábamos
fijamente.
Casi esperaba que saliera furiosa de la habitación y lo buscara sólo
para demostrar su opinión. La incesante necesidad de tener razón sería su
perdición. Pero si se le ocurriera buscarlo, la encerraría en una habitación
y tiraría la llave.
208 —Dijo que te ibas a casar con Elva —dijo Quen en voz tan baja que
casi no la escuché.
Me reí.
—Eres tan mala como el resto si crees eso.
Llevaba todo un siglo lidiando con la gente que preguntaba por Elva,
que intentaba emparejarnos y empujarnos juntos. Eso me molestaba y la
agobiaba. Y entonces, hace una década, Elva e Ig empezaron a salir, y yo
esperé el día en que se lo dijeran al cielo, para quedar libre.
—Bueno, no me hablas exactamente de tu vida —señaló—. Y no quiero
ser la otra mujer.
La miré por un segundo antes de cerrar la brecha entre nosotros.
—Empezamos esto porque ninguno de los dos estaba exclusivamente
con otros.
A decir verdad, no me había acostado con nadie aparte de Quen desde
que habíamos empezado. No valía la pena. Nadie me satisfaría como ella.
Sabía que tenía citas con Holden, pero también sabía que su vida sexual era
escasa, y a menudo mantenía su relación física al mínimo, así que no me
molestaba.
Le rodeé la cintura con un brazo y la apreté contra mi cuerpo. Donde
normalmente se resistía, esta vez se movió con facilidad, apoyando sus
manos en mi pecho.
—¿Estabas celosa, Scott?

—No. —Su respuesta fue demasiado aguda y rápida.


Sonreí con satisfacción.
—Yo estaba —admití.
Me miró con sorpresa.
—Cuando te vi con Archer —dije.
—Gray.
—No lo quiero cerca de ti, Quen.
La razón era doble. No quería que Archer se enterara, y odiaba que la
tocara. Siempre había lidiado con la ira y el caos, pero lo que sentí en la sala
del trono cuando Archer le besó la mejilla fue más allá de todo lo que había
experimentado antes.
—Prométeme que te alejarás de él. No confío en él.
Dudó.
—Pregunta a cualquiera de los otros y te juro que le darán el mismo
tipo de respuesta.
Pasaron unos momentos antes de que hablara:
209 —Me alejaré de Archer.
—Bien.
Sabía que no sería tan sencillo. Sabía que cuando Archer se uniera al
proyecto, intentaría llegar a ella. Él apreciaba su apariencia física. Pero
había mucho más en Quen que Archer no veía, y no estaba dispuesto a
dejarlo ver.
Cuando la miré de nuevo, sonreí.
—Te pusiste el vestido.
—Tienes un gusto decente.
—Tengo un gusto impecable.
Puso los ojos en blanco y la abracé. Me rodeó el cuello con los brazos
y se acercó para besarme, deslizando los dedos por mi cabello. Su toque me
hacía arder la sangre y la necesitaba cerca. Siempre.
Necesitaba asegurarme de que Erik no descubriera que no tenía
intención de alejarse de ella.

—Hola, Gray —saludó Sloan cuando entré en su casa.

—¿Qué hacemos con Quentin ahora que lo sabemos? —preguntó Erik,


yendo directamente al grano.
—Hola a ti también —murmuré, sentándome en el sofá. Percibí el
enfado de Erik al instante—. Vaya, hermanito.
—¡Gray! ¡Por favor, para esto!
—Erik, ¿por qué hay que cambiar algo?
Me miró sin comprender, y yo continué explicando.
—No necesitamos decírselo. Su vida no tiene que cambiar. Seremos los
únicos que lo sabremos y cuando volvamos a Elysia, nos olvidaremos de
ella.
Anoche, cuando los invitados volvieron por fin a casa y después de
haber visto a la hermosa mujer desmoronarse bajo mi contacto, se había
formado un plan. Un plan que significaba que la vida podría continuar sin
interrupción.
—Lo estás simplificando demasiado —dijo Erik—. ¿Y cuando tenga
hijos, Grayson? ¿Qué pasará entonces?
—Ella no tendrá hijos. ¿La has visto cerca de los tuyos? —Me reí.
210 Sloan me lanzó una mirada fulminante.
—Por favor, recuérdame otra vez cuál es mi trabajo y de qué estás a
cargo.
Me sonrojé ligeramente y refunfuñé. Algo de que Quentin tuviera hijos
me incomodaba. Los hijos implicaban familia, implicaban confiar en alguien
para dar ese paso.
—Esto no es tan simple como tapar las grietas, Gray —dijo Erik.
—¿Por qué no? No tenemos que preocuparnos de nada de eso hasta el
futuro.
—Estás siendo egoísta. Quieres seguir jugando con ella para tu
beneficio sin preocuparte del riesgo.
—Estoy seguro de que eso no es cierto —comentó Sloan.
Pero Erik había puesto en marcha mi temperamento.
—¿Y por qué no debería ser egoísta? —pregunté—. Necesito algo para
ocupar mi tiempo mientras estamos ahí abajo.
—¿Por qué no intentas salir con Elva en su lugar? —preguntó Erik.
Mi aura se encendió, y la de Erik la siguió, protegiendo a su mujer. La
necesidad innata de protegerla siempre ganaría a la autopreservación. Era
la reacción más estúpida que alguien podía tener. Dejar que alguien se
infiltrara en sus necesidades más básicas hasta arriesgar su vida por ellas.
—Grayson, sólo te pedimos que pienses. Si la descubren, la matarán
—dijo Sloan.

La duda se instaló en mi pecho antes de desaparecer de la casa,


incapaz de llevar a cabo la discusión con dos participantes irracionales.
Estaban exagerando.

211

Quentin

D
esde que volví de Elysia, me comprometí de nuevo con el
laboratorio. A pesar de lo hermoso que era el lugar, era bueno
estar de vuelta en territorio familiar. Los campos, los parques,
las piscinas y los acantilados eran gloriosos, pero estar rodeado de
perfección era agotador. Los vidrios, los cubículos y los colegas eran mi zona
de confort.
Había sido otro largo día, y lo último en mi lista era recoger muestras
frescas de Cato. En lugar de pasarme por el instituto, pasé por la casa para
ver a Sloan, Erik y el bebé.
212 —Ha crecido mucho —dije.
A pesar de tener unas pocas semanas de vida, Cato parecía meses
mayor.
—No son bebés por mucho tiempo —dijo Sloan.
—Los mortales tienen el mismo dicho, pero esto es un nivel totalmente
diferente.
Le quité con cuidado algunas muestras de la mejilla y las sellé, listas
para llevarlas al laboratorio.
—Supongo que los veré pronto —dije, guardando las cosas.
—En realidad, Quentin, ¿te importaría quedarte a charlar?
—Claro. No tengo que salir corriendo. ¿Todo está bien?
—Toma asiento.
Me volví a sentar, y Sloan y Erik ocuparon el asiento de enfrente.
—Se trata de Gray —dijo Erik.
Los nervios se retorcían en mi estómago, haciéndome sentir mal.
—¿Qué pasa con Gray?
—Quentin, sabemos que ambos se han estado viendo.
Mi cara se calentó. No quería hablar de mi vida sexual con nadie, y
mucho menos con el hermano y la cuñada de Gray.

—Sabes que va contra las reglas —me recordó Sloan.


—Nadie lo sabe, si eso es lo que les preocupa.
No conté a Ignacio y probablemente a Elva, que parecían demasiado
cercanos a Gray como para traicionarlo.
—Eso es lo que nos preocupa —dijo Sloan.
—Scott, en cualquier otra circunstancia, no interferiría, pero necesito
pedirte que dejes de ver a mi hermano —dijo Erik.
Había una pequeña chispa de ira. No estaba haciendo ningún daño.
No estábamos haciendo daño a nadie. Éramos dos adultos con
consentimiento que disfrutaban de la compañía íntima del otro.
—Erik, no te ofendas, pero esto no tiene nada que ver contigo. Con
ninguno de los dos. Gray y yo sabemos lo que estamos haciendo —respondí.
Me levanté, no queriendo seguir siendo sermoneada por esos dioses.
—Si Hunter se entera, no dudará en matar a Gray —dijo Erik en voz
baja.
Eso me paró en seco.
—¿Qué? —pregunté.
213 Cada vez que pensaba en las repercusiones de nuestro acuerdo, me
imaginaba a Gareth llamándome a la oficina y despidiéndome. Mi expediente
laboral tendría una marca roja, y tendría que inventar una excusa para
futuras entrevistas que no implicara admitir que me había tirado al sujeto
de la prueba en numerosas ocasiones. Ni una sola vez había pensado que
Gray sufriría alguna consecuencia.
—Hunter ha querido hacer un ejemplo de Grayson durante algún
tiempo. No me extrañaría que hiciera lo que tiene que hacer, asegurándose
de que el resto de nosotros recuerde cumplir las reglas.
Sentía la sangre helada en las venas. Había visto a Hunter y Gray
enfrentarse cuando llegaron por primera vez. No había amor perdido entre
la pareja.
—Seguro que sabes lo que es querer proteger a la familia, Scott —dijo
Erik.
Pensé en Cassidy. Pensé en mis padres. Haría cualquier cosa para
protegerlos. Habría hecho cualquier cosa para evitar que hicieran ese viaje
y subieran al tren.
—Eso es todo lo que queremos: proteger a nuestra familia. Gray
significa mucho para nosotros y para nuestros hijos. Habríamos hablado
con él, pero creo que sabes que habría sido una causa perdida —explicó
Sloan.
Gray se habría largado en el momento en que empezaran a hablarle.
No tomaba bien que la gente le dijera lo que tenía que hacer. Yo tampoco,

pero estaba más dispuesta a dejar que alguien terminara de exponer su


punto de vista.
—Sólo queremos proteger a nuestra familia —reiteró Sloan.
—Tengo que irme —respondí.
Erik dijo:
—Piénsalo, Quentin. Habrías tenido que romper tu acuerdo,
eventualmente.
Salí de la casa y subí a mi auto.
Todo lo que dijeron Erik y Sloan me golpeó durante todo el camino
hasta el instituto y de vuelta a casa. Sabía lo que era querer proteger a la
gente que quería. ¿Cómo iba a discutir eso? Especialmente si eso significaba
que Gray ya no existiría.
Sabía que nos meteríamos en problemas si alguien se enteraba, y
quizás había sido una imprudencia. Casi la mitad de los dioses de la élite
parecían saberlo, y el resto no tardaría en enterarse. No sólo eso, sino que
si Gareth se enteraba de esto, mi trabajo estaría en juego.
Sintiéndome desanimada, me dirigí a Murphy's, queriendo ahogar mis
penas antes de que me consumieran y me dejaran revolcándome en el sofá.
214
Al entrar en el bar, un estallido de ruido golpeó y una multitud de caras
conocidas se dispersó en las cabinas y a lo largo de la barra. A veces me
preguntaba si sólo nuestra fuerza de trabajo sería la que pagaría la boda de
Charlie y Tyler.
—Hola, preciosa. —Holden apareció a mi lado y lo besé sin entusiasmo.
—Hola.
Nos habíamos visto poco, gracias al trabajo, pero él servía de agradable
distracción por ahora. Tal vez me haría bien volver a pasar algo de tiempo
con los de mi clase.
—Estamos en el bar —dijo.
Matthew me guió entre la multitud hasta que ambos nos sentamos en
la barra con otras personas. Tyler estaba sirviendo un extremo y Gray
apareció frente a mí, con una sonrisa encantadora en su rostro.
—Elige tu veneno, Scott —dijo.
—Bombay sapphire.
—¿Gin? ¿Día difícil?
Se había dado cuenta de mis hábitos cuando vivíamos juntos. Gin era
para después de un día duro, vino cuando intentaba cocinar y café a
cualquier hora que pudiera conseguir. Gray intentaba acabar con este
último hábito, manteniendo las cosas fuera del alcance y escondiendo la
cafetera, pero siempre ganaba.

Eres como un cerdo trufado, había dicho, el aura me atrapó mientras


me deslizaba de la encimera de la cocina. Sólo que por algo mucho menos
valioso.
—Algo así —murmuré como respuesta, devolviéndome al presente.
Gray me lanzó una mirada inquisitiva y me sirvió. No insistió en la
conversación. Ya se lo contaría más tarde, como solía hacer hoy en día.
Llegaría a casa tarde y contaría mi día durante la cena. Exhausta por el día,
me iría a la cama y trataría de leer antes de ir a la habitación de Gray, o de
que él fuera a la mía. El sexo era un buen alivio del estrés y Gray apreciaba
lo estresante que podía ser mi trabajo.
Dejó la bebida frente a mí y se alejó para servir a otro cliente.
—He echado de menos tenerte cerca, Scott —dijo Holden.
—Lo siento. Las cosas han estado ocupadas. Deberíamos intentar
programar algo.
—Quentin.
—Puedes elegir.
—En realidad...
215 —¿Sí?
—Estaba pensando que tal vez deberíamos dejar de salir.
—¡Oh! Um... —dije, sorprendida. Siempre había parecido más
interesado en nuestras citas que yo.
—No me interesa ver a nadie más, Quen.
Por el rabillo del ojo, vi que Gray dejó de limpiar un vaso y supe que
estaba escuchando la conversación.
—Supongo, estoy preguntando si serías mi novia…
Me quedé sin aire. Cuando mis ojos se dirigieron a Gray, parecía
divertido. Siempre había sostenido que Holden no era lo suficientemente
bueno, y que yo no tenía ningún interés genuino en él. No se equivocaba,
pero Erik y Sloan aparecieron en mi mente. No quería que le pasara nada
a Gray. Y bastaba con que una persona tuviera un desliz y Hunter tendría
la excusa que necesitaba.
—¿Quentin? —dijo Matthew, con esperanza.
—Sí.
Sonrió, se inclinó hacia mí y me besó profundamente.
Esto era todo. No más Gray. Estaba oficialmente fuera del mercado.

Grayson

L
o había escuchado todo.
Holden quería el compromiso de Quentin. Exclusividad.
Podría haberme reído. Cuando ella me miró, no pude ocultar mi
diversión. ¿Cómo podría?
Ante todo, era divertidísimo que él se creyera digno de ella. Quentin
era una semidiosa, y se merecía a alguien que pudiera tenerla en esa estima.
Un igual que caminara por la vida a su lado. Holden era un idiota torpe que
no apreciaba todo su potencial y quería mantenerla tres pasos por detrás de
216 él.
Y segundo, Quentin no se comprometería con Holden mientras me
tuviera en su vida.
—Sí —respondió.
Dejé de limpiar el vaso en mis manos y se me borró la sonrisa de la
cara. Tuve que emplear toda mi capacidad de autocontrol para no encender
mi aura y destruir todo el edificio.
¿Sí? Sí. Ella había dicho que sí con una breve vacilación. ¿Qué
demonios había pasado para que Scott de repente quisiera una relación
seria con Holden? Sólo podía suponer que estaba teniendo una crisis de
algún tipo, porque era más inteligente que esto.
Cuando Holden la besó, me aparté y el vaso se hizo añicos en mi mano
antes de dejar caer los trozos al suelo.
—¿Todo bien, Gray? —preguntó Tyler.
—El vaso se me resbaló.
Limpié el desorden y me giré para ver que Quentin ya no estaba en su
asiento. Tardé un momento en intuir dónde estaba antes de salir del bar a
buscarla.
Estaba saliendo del baño cuando se cruzó conmigo.
—Lo siento —se disculpó al instante, antes de levantar la vista—.
¿Gray?
Con brusquedad, la empujé de nuevo a la habitación y cerré la puerta.

—¿Qué crees que estás haciendo? —siseé.


—¿Qué? —respondió ella—. ¿Qué estás haciendo?
La arrinconé contra la pared y ella puso sus manos en mi pecho en un
débil intento de mantener algo de espacio entre nosotros. Espacio que yo no
estaba dispuesto a darle después de lo que había hecho.
—¡Holden! ¿De verdad? —Me enfurecí, incapaz de mantener la calma.
Cualquier rastro de miedo, cualquier pizca de confusión, se borró de
sus ojos oscuros. Las barreras se levantaron y Quen estaba lista para
luchar.
—No es asunto tuyo, Grayson —dijo bruscamente.
No es asunto mío. Como si yo no fuera la persona con la que vuelve a
casa cada noche. Como si yo no satisficiera todas sus necesidades. Como si
yo no fuera suficiente.
—Ni siquiera te gusta —espeté.
—¡Eso no es cierto! —Levantó la barbilla con indignación.
Bien. Le gustaba Holden como amigo, pero no podía entender por qué
querría algo más de él.
217 —No te gusta lo suficiente como para alejarte de mí —corregí, volviendo
a caer en la verdad.
Me apreté contra ella, colocando mi frente contra la suya, y respiré el
aroma a miel y naranja. Esta mujer me pertenecía en todos los sentidos. Se
había infiltrado en mi vida hasta el punto de no poder evitar que mis
pensamientos se desviaran hacia ella. La había traído a casa y a mi cama.
¿Cómo lo eligió a él cuando yo le había dado tanto?
—No voy a hacer esto. —Su voz era tranquila, y se negó a mirarme a
los ojos.
—¿No? —pregunté en voz baja.
Mis labios encontraron los suyos y ella no dudó en responder. Fue
instintivo. Reactivo. Su cuerpo siempre se doblegaba a mi capricho sin
rechistar. Éramos un caos que se reconfortaba mutuamente. Pero en el
momento en que mis manos recorrieron sus costados, ella rompió el beso y
me apartó con fuerza.
—No voy a hacer esto, Gray —dijo Quen con firmeza.
—¿Por qué no?
—No voy a ser infiel. Estoy con Matthew ahora, así que todo esto tiene
que parar. ¿De acuerdo?
Tenía muchas palabras en la punta de la lengua. Un sinfín de
preguntas. ¿Qué le hacía tan especial para que se le concediera el deber de

ser su novio? ¿Por qué merecía su lealtad? ¿Cómo se había colado en el


círculo de personas que a ella le importaban tanto?
Ninguna de ellas abandonó mi mente. El orgullo obligó a las palabras
a alojarse en mi garganta y a quedarse pegadas al paladar. Si ella quería
rebajar su nivel de exigencia, ¿por qué iba a intentar convencerla de lo
contrario?
—Lo que tú digas —dije.
Me empujó y oí cómo se abría la puerta antes de que saliera de la
habitación.
Un extraño dolor me recorrió el pecho, haciéndome estremecer, pero lo
ignoré, volviendo a mi posición detrás de la barra.
Quentin volvió a sentarse con Holden. Tenía un brazo alrededor de su
cintura mientras hablaban. Ella no parecía relajada ni interesada en lo que
él decía. Sus ojos se dirigieron a mí, pero yo aparté la mirada, disgustado.
¿Qué me importaba? Nuestro acuerdo era sólo temporal.
Los mortales, semi o no, eran patéticos.

218

Cuando llegué a la casa de Erik a última hora de la noche del viernes,


no dije mucho, sólo que necesitaba un lugar donde quedarme. No fue hasta
la mañana siguiente, cuando Erik me encontró sentado en el jardín a
primera hora, destruyendo lentamente mi entorno, que me observó con
conocimiento de causa. La preocupación le hizo fruncir el ceño, y esa
preocupación me molestó.
Cuando Erik se sentó en el césped a mi lado, le dije:
—¿Qué quieres, Erik?
—Me pregunto por qué te has instalado aquí.
—¿No puedo venir a visitar a mi hermano y cuñada favoritos?
—Estaría más inclinado a creerlo si te hubieras molestado en decirnos
más de dos palabras desde que llegaste. —Erik giró la cabeza para mirarme
bien—. No puedes seguir así.
Señaló el jardín. Había destruido casi todo en él. No nos llevaría ni un
segundo repararlo, pero a Erik nunca le habían gustado mis fases
destructivas.

—¿Qué ha pasado? —preguntó.


Me negué a contestarle.
—Supongo que tiene algo que ver con Scott —dijo Erik.
Destruí en pedazos la pequeña pajarera que había al final del jardín, y
los fragmentos de madera volaron por todo el espacio. Una sensación
enfermiza de alegría se apoderó de mi interior al imaginar a Holden
empalado en una de ellas.
—Grayson.
—Ella tiene una relación con ese imbécil.
—¿Holden?
No respondí. En cambio, arranqué de raíz todas las plantas mientras
me sentaba a su lado en silencio.
—¿Por qué es un problema? —preguntó Erik con curiosidad.
—Se niega a seguir acostándose conmigo —dije, las palabras fueron
duras al salir de mis labios—. Dice que no va a ser infiel.
—Tu acuerdo era sólo temporal.
—Lo sé, Erik, pero...
219
—¿Pero?
Suspiré con frustración.
—¿Holden? Matthew Holden no la merece. —Había una ferocidad
detrás de las palabras.
—¿Y por qué no?
—¡Míralo! Él es un patético y torpe mortal y ella... bueno, es una
semidiosa.
El silencio se instaló entre nosotros, cargado de palabras que ninguno
de los dos quería expresar.
—Entonces, ¿quién la merece, Gray? —preguntó finalmente Erik
mientras el sol empezaba a salir por el horizonte.
Me vino a la mente una sola respuesta, una palabra, pero me la tragué.
Volviéndome hacia él, le dije:
—Dímelo tú, Erik. Este es tu departamento, ¿no? Tú sabes si ella está
destinada a estar con Holden.
—Aunque no estén destinados a estar juntos, mucha gente se equivoca
antes de encontrar a su compañero de vida. Incluso los inmortales se
equivocan a veces —dijo.
—Hunter no cuenta.
Los asuntos de Hunter eran ilustres y bien conocidos. Erik debería
considerarse afortunado por haber encontrado a Sloan.

—Puede que se unan —dijo Erik con esperanza.


Mal dicho, porque me incliné y arranqué un árbol entero al final del
jardín al pensarlo.
La idea de que se unieran despertó en mí los celos en la misma medida
que cuando Archer le besó la mejilla. Las visiones de Holden sentado en la
cena con su hermano y Sophie se agolparon en mi mente. Scott descansando
contra él mientras ella reía, abierta y libremente, en su elemento rodeada
por su familia. Por gente a la que quería y a la que permitía tener su corazón.
¿Cómo demonios se había cimentado Holden a su lado?
—Grayson, esto tiene que parar —dijo Erik con firmeza—. Ella necesita
encontrar la felicidad.
—Déjala entonces —espeté mientras el dolor se disparaba en mi
pecho—. No podría importarme menos lo que haga.

220

Quentin

E
staba sentada en un hermoso parque, con el delicado aroma de
las flores flotando en la suave brisa. Al mirar a mi alrededor, me
di cuenta de que estaba de vuelta en Elysia. Me guiaron por los
senderos, el cielo que me rodeaba guardaba un inquietante silencio.
¿Por qué estaba aquí?
—Hola, ángel.
Me giré, con el corazón palpitando nerviosamente, para encontrar a
Archer de pie, sonriendo.
221 —Archer, ¿qué estás haciendo aquí?
—Esta es mi casa.
Extendió una mano hacia mí, y yo caminé en su dirección y la tomé.
La sentí sólida y cálida en la mía.
—Y quería verte —dijo, con los ojos verdes fijos en los míos.
—¿Querías verme? —repetí, confundida por la afirmación.
—Me intrigas, Quentin. Hay algo en ti que no puedo determinar. No
creo que sea sólo yo quien lo vea. Todos parecen protegerte.
Archer se acercó y me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja,
y sus nudillos me rozaron suavemente la mejilla.
—¿Qué pasa contigo, Quentin? —preguntó, mirándome con
curiosidad.
—Trabajo con ellos —respondí.
—Hay más que eso.
Se inclinó hacia mí y me miró a los ojos. Quise cerrarlos de golpe,
preocupada de que leyera cada uno de los pensamientos que pasaban por
mi mente.
—Son mis amigos.
No era del todo una mentira, pero tampoco era la verdad. Erik y Sloan
fomentaron una relación rocosa conmigo. Ig parecía ofrecer algunos

consejos que podrían habernos desviado hacia el territorio de la amistad. Y


Gray... era tan complicado como la primera vez que puse mis ojos en él.
Eso me valió una carcajada de Archer que me descolocó por dentro.
—Eres tan ingenua, ángel. No son tus amigos. Somos dioses. Siempre
estamos detrás de algo.
Procesé las palabras y parpadeé. Había pasado la mayor parte del
tiempo con Grayson y había quedado bastante claro lo que ambos
queríamos, pero había momentos en los que se metía en mi cama y me
abrazaba mientras hablábamos, y sentía que habíamos cruzado una extraña
amistad.
—No puedes confiar en ellos —dijo Archer—. Destruyen todo lo que
sienten que los amenaza.
—No los amenazo.
Archer ahuecó mi cara en su mano.
—Algo sobre ti...
Sacudí la cabeza y aparté su mano de mi cara, pero él entrelazó
nuestros dedos.
222 —Es bueno tenerte a solas —dijo.
En el fondo de mi mente, podía oír la voz de Gray advirtiéndome que
me mantuviera alejada.
—Debería irme —le dije.
—¿Es eso lo que quieres?
Asentí, y Archer imitó el movimiento.
—Recuerda lo que dije. Te veré pronto. —Me besó suavemente en la
frente antes de dejarme ir.
Cuando abrí los ojos, estaba acurrucada en mi cama. ¿Había soñado
con Archer? Todo se había sentido tan real. Su toque se sentía sólido. ¿Por
qué iba a soñar con él cuando apenas habíamos hablado?
Enterrando mi cara en la almohada, decidí que necesitaba pasar un
tiempo lejos de los dioses. Esto se estaba volviendo ridículo. Había pasado
de no llamarlos nunca a estar enredada con las élites en más de un sentido.
Gray no había vuelto a casa de Tyler después de su turno el viernes
por la noche, y tampoco había venido a cenar anoche. Pero era libre de hacer
lo que quisiera, aunque la casa estuviera extrañamente silenciosa sin él.
Había sido una completa tontería por mi parte asumir que las cosas
serían sencillas después de aceptar salir con Matt. Quería que Gray y yo
mantuviéramos la extraña relación que teníamos sin el aspecto físico y el
hecho de que me evitara hasta el punto de que no hubiera vuelto a casa me

dolía. Una nueva oleada de lágrimas me picó los ojos y me tragué el grueso
nudo que se me formó en la garganta.
La vida tenía que seguir. Gray se iría eventualmente y cuando estuviera
de vuelta en Elysia, no recordaría a la mortal que lo hospedó. No cuando
estuviera rodeado de belleza y gracia. No sería más que un vago recuerdo o
el blanco de las bromas.
Un golpe en la puerta de entrada me hizo terminar el bocado de
cereales antes de contestar. Un hombre estaba allí con dos cajas redondas,
y firmé por ellas antes de llevarlas al salón.
Cuando les quité la tapa, encontré los tulipanes amarillos más
brillantes que jamás había visto. Debía de haber un centenar de flores en
total, y me sonrojé ante el gesto. No había recibido flores desde Ethan.
Agarré mi teléfono de la mesa y llamé al instante a Matthew.
—Hola, Quentin —respondió—. ¿Todo bien?
—Hola. Sí, todo es genial. Sólo quería llamar y dar las gracias.
—¿Por qué?
—Por las flores.
223 —¿Qué flores?
—Los tulipanes que me enviaste.
—No te he enviado flores.
Entrecerré los ojos y miré alrededor de la caja. No había ninguna
tarjeta. No se sabía quién era el remitente. Había asumido que eran de él.
—¿Quién te envió flores? —preguntó Matt, sonando celoso.
—Oh, son de mi hermano. No vi la nota.
Holden se rio por teléfono.
—A veces eres tan dispersa, Scott.
—Lo sé. —Me reí nerviosamente—. Lo sé. De todos modos, tengo que
irme.
—¿Te recojo mañana para ir a trabajar?
—Um, claro.
—Nos vemos entonces, nena.
Colgué el teléfono y sentí que me hervía la sangre. Si esas flores no
habían venido de Matt, entonces sólo había otra persona de la que podían
venir. Subí corriendo las escaleras y me vestí antes de ir a mi auto.
Si Gray no estaba en casa, Erik podría saber dónde estaba.
Cuando llegué a la casa de Martyn, llamé a la puerta y Erik respondió.
—¿Scott? No creí que tuviéramos...

—¿Está aquí? —pregunté.


—¿Quién?
—¿Quién? Gray.
—Sí. ¡Gray!
No esperé a que me dejaran entrar, sino que empujé a Erik hacia la
casa.
—¡Grayson!
Al entrar en la sala de estar, vi a Gray recostado en una silla y con un
aspecto tan pecaminoso como siempre.
—¿A qué se debe el placer, Scott? —preguntó sombríamente.
—¡Quentin! —Sloan entró en la habitación con una sonrisa que
desapareció casi al instante al ver la tensión entre Gray y yo.
—¿A qué estás jugando? —le pregunté, ignorándola.
—¿Disculpa? —respondió, sentándose erguido—. ¿Debo recordarte con
quién está hablando?
—Sé exactamente con quién estoy hablando. Como si me importara
una mierda.
224
Gray se puso de pie, con su aura cobrando vida a su alrededor. Erik
estaba detrás de mí y Sloan detrás de Gray en un extraño enfrentamiento.
—Gray, retrocede —le dijo Erik.
—No —respondió, con un aura humeante que se extendía hacia mí—.
Me gustaría saber de qué se me acusa.
—No sé qué pretendes, pero puedes quedarte con tus flores —espeté.
—¿Flores? —preguntó Gray.
—Los tulipanes que enviaste. No los quiero.
Se echó a reír.
—No te hagas ilusiones, Scott. Nunca enviaría flores a nadie.
Especialmente a ti.
El comentario me dolió. Lo ignoré y entrecerré los ojos.
—Muy gracioso, Gray. No me gusta que intentes causar problemas.
—¡Yo no te envié nada! Deben ser de tu novio.
Escupió las últimas palabras y las bombillas que había sobre nosotros
se hicieron añicos. Levanté una mano para protegerme de los fragmentos,
pero Erik había lanzado su aura alrededor de nosotros, así que todo se tiñó
de rojo y ningún cristal me alcanzó.
—¡Cálmate! —gritó Erik, sonando más enfadado de lo que nunca le
había oído.

—No vinieron de Matthew —dije.


Gray se acercó de repente a mí.
—¿Qué flores dijiste que eran?
Erik dejó que su aura se alejara de mí lentamente.
—Tulipanes —dije—. Tulipanes amarillos.
—¡GRAY! —gritó Erik.
Pero era demasiado tarde. Gray nos rodeó con su aura y nos llevó de
vuelta a la casa.
—¿Dónde están? —preguntó.
Ni siquiera me inmuté por el hecho de que habíamos llegado a casa y
señalé las dos cajas que estaban sobre la mesa de centro.
Gray se acercó a ellas y agarró una. Su aura la envolvió y convirtió toda
la pieza en polvo. Levantó la segunda caja para hacer lo mismo.
—¡Grayson!
Se volvió hacia mí y atravesó el espacio con tal propósito que mi primer
instinto fue correr. Gray estaba furioso, y yo estaba en la línea de fuego.
225 —¿Lo has visto? —preguntó, deteniéndose cuando las puntas de sus
zapatos chocaron con las mías.
—¿Quién? —chillé.
—¡Archer! ¿Lo has visto?
—¿Archer?
Dejó escapar un gruñido frustrado.
—Gray, sólo explícate.
Tentativamente, extendí una mano y la puse sobre su brazo. Desde la
noche en el bar, Gray se había mantenido alejado de mí, pero había sido
difícil. Echaba de menos que estuviera cerca, y el pequeño contacto me
aliviaba el alma.
—Siéntate —ordenó.
—No soy un perro.
—Siéntate —dijo de nuevo entre dientes.
Dejé caer la mano y me posé en el borde del sofá.
—Los tulipanes amarillos son las flores de Archer. Todos tenemos un
color. Todos tenemos una flor —explicó.
—Sé eso.
—¿Lo has visto? —preguntó Gray. Mantuve el silencio—. ¡ES UNA
SIMPLE PREGUNTA!

—¡No! —grité—. No. No lo he visto.


Respiró profundamente.
—Scott, no sé lo que está haciendo, pero no confío en él, y tú tampoco
deberías hacerlo. ¿Entiendes?
—Ya hemos pasado por esto antes. Lo sé.
—¿Entonces por qué te envía flores?
—No lo sé, Grayson. Ni siquiera sabía que eran de él.
—Si se acerca a ti, llámame.
—¿Por qué?
—¿Tienes que cuestionar todo?
—No lo entiendo. Parece estar bien.
—No lo conoces.
Me encogí de hombros.
Gray gruñó:
—Tienes que escucharme. Aléjate de él.

226 —No puedes decirme lo que tengo que hacer —dije.


Las lámparas se hicieron añicos y salté, levantando los brazos para
protegerme.
—¡Gray! ¡Para!
—¡Entonces haz esta única cosa!
—¡Bien!

Sería justo decir que había vuelto a evitar a Gray. Estos días, parece
que no podíamos evitar pelearnos, pero no tenía la energía para seguir
haciéndolo. El trabajo de laboratorio se acumulaba y había decidido
intentarlo con Matt. Tuvimos citas y me quedé con él unas cuantas veces en
las últimas semanas. Cuando me metía en la cama en casa, lo llamaba, pero
el hecho era que... nos faltaba la chispa.
El problema sólo empeoraba cuando íbamos a Murphy's y Gray estaba
detrás de la barra. En esas noches, me costaba apartar los ojos de él. Los
pantalones vaqueros que le colgaban de las caderas y las camisetas

ajustadas al pecho, hacían que lo informal pareciera algo que se devoraría


en privado.
Se suponía que era una cosa de una sola vez, pero no podía alejarme
de él y con la amenaza de que otros se enteraran, se sentía más seguro
terminar las cosas.
Un sábado por la noche en septiembre, saqué a Matt temprano de
Murphy's y lo llevé a casa. Gray estaba trabajando y la casa estaba vacía,
así que lo llevé a mi habitación. Abrí la ventana y dejé que entrara una suave
brisa antes de acercarme de nuevo a Matt.
El sexo con Matthew era diferente. Se centraba más en sí mismo que
en mí. Egoísta era el adjetivo que a menudo me venía a la mente. Gray no
se permitía un orgasmo hasta que yo tuviera al menos uno, la mayoría de
las veces más. Yo era su prioridad. Pero ese ya no era el caso.
Matt también me trataba con mucho cuidado. Me trataba como si me
fuera a romper, e incluso cuando intenté mostrarle lo que me gustaba y
dejando que mis uñas se hundieran en su piel, me recordó que tuviera
cuidado, apagando aún más la ya precaria llama.
Así que, con Matt encima de mí ahora empujando dentro de mí, mentí.
Fingí el placer porque una relación no necesitaba tener un gran sexo. Una
227 relación era más que física.
—Eres increíble, nena. —Se bajó y se acostó a mi lado en la cama.
Me gustaría poder decir lo mismo de él.
—Voy a buscar un vaso de agua. ¿Quieres algo? —pregunté.
—Estoy bien.
Me incliné hacia él y lo besé castamente antes de levantarme de la
cama. Recogí su sudadera del suelo, me la puse y salí de la habitación.
En la cocina, me serví un vaso de agua fría y bebí profundamente.
Cuando me di la vuelta, el vaso se me cayó de la mano al ver a Gray de pie
entre las sombras. Su aura atrapó el vaso, impidiendo que se hiciera añicos
y provocara una escena.
—¡¿Estás tratando de darme un ataque al corazón?! Pensé que esta
noche ibas a trabajar. —Puse una mano en mi pecho y sentí el órgano
martilleando bajo mi tacto.
—Salí temprano. Te pido amablemente que dejes de traer gente a la
casa.
Me burlé.
—Es mi casa, y Matthew no es un extraño. Es mi novio.
Gray se acercó a mí, y yo retrocedí hasta la encimera de la cocina.
Parecía tan lívido como la primera noche en el laboratorio. La primera vez
que me acorraló en la cocina.

—Hueles a él —dijo, ocupando mi espacio—. Es asqueroso.


Me sonrojé, sintiéndome avergonzada y abochornada.
—Bueno, muévete y luego puedes volver a arrastrarte por las sombras.
Cuando empecé a moverme, me enjauló, colocando sus manos a ambos
lados de mí y agarrando el mostrador hasta que sus nudillos se volvieron
blancos.
—Te he oído —susurró furioso—. Escuché cada gemido falso.
Lo miré a los ojos. Algo en el Dios del caos, la venganza y la destrucción,
de pie frente a mí, completamente enfadado, debería haberme asustado.
Pero me había acostumbrado tanto a él y a su temperamento.
Gray se inclinó hacia mí y tragué saliva, no porque estuviera
preocupada sino porque hacía semanas que no estaba tan cerca de su
cuerpo y ansiaba desesperadamente que estuviera más cerca.
Él captó los pensamientos, con una sonrisa de oreja a oreja.
—No satisface tus necesidades, ¿verdad, Scott? —Gray parecía
divertido. Lo empujé, pero no se movió ni un centímetro. En cambio, se
acercó, inclinándose y susurrando—: Él no puede hacerte gritar como yo.
228 Sus labios me rozaron el cuello y respiré con fuerza.
—¿Quentin? —La voz de Matt sonó antes de entrar en la cocina.
Gray dio un paso para alejarse de mí.
—¿Por qué tardan tanto? —preguntó Matt, mirando entre los dos—.
Estaba empezando a echarte de menos.
—Es un ser humano, no un órgano vital —le informó Gray sin rodeos—
. Desgraciadamente, has sobrevivido a su ausencia.
—Esta es una conversación privada.
—Estás en mi casa.
—Es la casa de Scott.
—Yo vivo aquí.
—Empezamos otra vez —murmuré—. Matt, tal vez deberías ir a casa.
Me miró.
—¿Vas a estar bien?
—Siempre lo estoy.
Dejó escapar un suspiro y asintió.
—Tienes mi sudadera, nena.
Me agarré a la parte inferior de la misma, dispuesta a tirarla por
encima de mi cabeza, cuando Matt me agarró de las manos y me apretó
contra él.

—¡Vaya! —dijo—. ¿Qué crees que estás haciendo?


No me había dado cuenta de que estaba a punto de desnudarme con
Gray allí. Estaba acostumbrada a que me viera desnuda.
—Lo siento. —Me sonrojé—. No estaba pensando.
—Oh, no te disculpes en mi nombre. Creo que prefiero disfrutar de la
vista —dijo Gray con suficiencia.
Matt me soltó, hinchando el pecho, pero lo empujé hacia atrás.
—No vale la pena. Vamos. —Me volví hacia Gray mientras salíamos de
la cocina—. Aléjate de mí.

Cuando me dormí, me encontré de nuevo en Elysia.


229 —¿Archer? —llamé.
Apareció frente a mí.
—Aquí mismo.
Aunque no sabía por qué seguía soñando con él, me calmaba cuando
me encontraba aquí. Tal vez fuera por mi experiencia con la piscina, y el
hecho de que fuera un Dios, me mantenía a salvo de las aguas y los
susurros.
—¿Vamos a caminar esta noche? —preguntó. Asentí y pasé una mano
por su brazo antes de bajar por el camino—. Pareces molesta.
Me mordí el interior de las mejillas y me encogí de hombros.
Nos detuvo y usó una mano para inclinar mi barbilla hacia arriba, así
que lo miré.
—Dime qué pasa.
—Gray. —Su nombre salió de mi boca antes de que pudiera detenerme.
—¿Qué ha hecho?
—Está siendo un idiota.
Archer se rio.
—¿Qué te dije? Que no te fíes de él.
—Dice lo mismo de ti.

—Lo haría. Escúchame. No tienes idea de lo que él y las otras élites


son capaces.
—Entonces, cuéntame.
—Cariño, yo guardo secretos. No los cuento. No a menos que obtenga
algo a cambio.
—¿Qué quieres?
—Es una pregunta interesante —dijo, mirándome con curiosidad, y
sentí que había cometido un error.
Hacer un trueque con un Dios me parecía que era buscarse problemas.
Pero al mismo tiempo, estaba cansada de que fueran tan crípticos. Quería
respuestas, y necesitaba obtenerlas de alguna manera.
—Si me dices lo que quieres, estoy dispuesta a hacer un intercambio
—dije.
—Estás jugando a juegos peligrosos, pero es una oferta muy tentadora
la que traes a la mesa.
Tragué saliva, observándolo. Archer se pasó una mano por el cabello
oscuro y me fijé en una pequeña cicatriz que tenía en un lado de la cara.
Era tenue y pálida, casi imperceptible, hasta que la luz la captó
230 perfectamente.
—¿Cómo has conseguido eso? —pregunté, confundida de que un Dios
soportara tal imperfección.
Mis dedos se acercaron lentamente para tocarlo.
—Debería irme —dijo de repente, moviendo su cara fuera de su
alcance.
—¿Te vas?
—No te preocupes. Te veré pronto. —Rozó con sus labios mi frente y
desapareció.
Elysia se desmoronó y yo desperté del sueño.
Gimiendo, enterré la cara en la almohada antes de sentir algo más
contra mi mejilla. Cuando abrí los ojos, vi un tulipán amarillo. Al sentarme
en la cama, me di cuenta de que estaba rodeada de ellos.
—¡GRAY! —grité.
Apareció en la puerta del dormitorio con sólo un calzoncillo y, durante
dos segundos, olvidé por qué le había llamado. Y entonces su aura llenó la
habitación.
—¿Por qué hay tulipanes amarillos aquí? —preguntó. La oscuridad de
su aura era casi asfixiante, pero cuando desapareció, se llevó las flores
consigo—. ¡¿Scott?!
—¡No lo sé! —mentí.

Gray salió furioso de la habitación, murmurando que iba a ver a


Hunter, y yo me hundí de nuevo en la cama, demasiado asustada para volver
a dormir.

231

Grayson

L
os tulipanes amarillos serían mi maldita muerte.
Fui a visitar a Hunter, con la esperanza de discutir el
problema que había surgido. Por una vez, necesitaba a mi
hermano mayor por su estatus y título.
—Y te preguntas por qué me negué a tener hijos contigo —gritó Larkin.
—No puedes quejarte si los tengo con otra persona entonces —replicó
Hunter.
—¿Problemas en el paraíso? —interrumpí con una sonrisa, sin poder
232 contenerme.
Ambos se volvieron hacia mí, y agradecí que Larkin no fuera
responsable de la muerte porque yo habría dejado de existir, una y otra vez.
Para mi desgracia, desapareció en plata, y me volví hacia mi hermano
mayor, guardando mi lucha para otro día.
—¿Qué quieres, Grayson? —preguntó Hunter.
—Una discusión.
—¿Sobre qué?
—Archer.
—¿Y ahora qué?
—Él… —dije. ¿Cómo debía expresarlo?—. Está causando problemas.
—¿Cómo exactamente? No llega hasta mañana.
—Tulipanes amarillos por todas partes en casa de Scott.
Hunter levantó una ceja.
—¿Por qué iba a dejar una marca con ella? ¿Ha pasado algo entre ellos?
Más vale que no lo, pensé, con los celos desenrollándose en lo más
profundo de mi estómago.
Me aseguraría de que Archer no existiera más si lo intentara. Pero
considerando que Quentin no me dejaba acercarme a ella, dudaba que
dejara a Archer.

—Que yo sepa, no —respondí con frialdad.


—Hmm, no es tan estúpido —dijo Hunter—. Él sabe que sería
castigado con la muerte.
Si eres tan estúpido como para que te atrapen.
—La está irritando —dije.
—¿Y? —preguntó—. Deja que la irrite, Grayson. Es una mortal. Seguro
que puedes aguantar sus lloriqueos. Tengo cosas más importantes de las
que ocuparme que esto.
Y ahí estaba en una cáscara, mi hermano mayor y gobernante de todos
nosotros, fue siempre un imbécil egoísta bajo las capas de falsas sutilezas.
No me dejó otra opción. Tendría que encontrar una manera de lidiar
con Archer yo mismo.

233
Era un lunes sombrío cuando entré en el instituto. Mi presencia no era
necesaria en el laboratorio con Quentin. En su lugar, estaba viendo a
Charlotte. Como si no la viera lo suficiente. Me acompañaba en la mayoría
de mis movimientos y, en general, era agotador estar cerca de ella. Tyler
merecía una medalla por considerar siquiera atar su vida a la de ella.
—Gray, ¿pasa algo? —preguntó.
Charlotte no era una mala mortal en lo que respecta a ellos. Asistía al
templo semanalmente y rezaba. Esas oraciones nunca habían sido dirigidas
a mí, sino a mis hermanos y a Sloan. Protección, amor, hijos... todo lo que
Charlotte deseaba para su vida.
—No. ¿Por qué lo preguntas? —respondí secamente.
—Has parecido volátil las últimas semanas.
Volátil era una forma de decirlo. Estaba constantemente lívido o
dolorido, y no podía descifrar por qué.
Cuando la gente me rezaba, lo concedía con un poco más de tenacidad
que de costumbre y esperaba que Hunter me llamara la atención, pero
parecía que sus problemas matrimoniales estaban ocupando el centro del
escenario en ese momento, permitiéndome salirme con la mía.
Me encogí de hombros como respuesta.

—Ya sabes. —Charlotte suspiró—. Puedes hablar conmigo si necesitas


algo.
La miré durante unos instantes y me pregunté qué diría o qué consejo
me daría si le dijera que me había follado a su amiga varias veces y que en
realidad era una semidiosa, y que si algo de eso salía a la luz, ambos
estaríamos muertos.
—Pasaré si es todo lo mismo.
—No sé cómo Quentin te aguanta a veces.
Resoplé.
—Y Tyler. Puedes ser imposible, Grayson.
Preferiría hablar con Quentin. Eso era lo extraño. No sólo la anhelaba
físicamente. Echaba de menos enterarme de su día. Quería tumbarme en la
cama con ella y escucharla quejarse de un experimento que no funcionaba
hasta que finalmente se rendía al sueño. Había un abismo creciente entre
nosotros, y se sentía demasiado.
Y en parte era culpa mía. Evitarla había parecido la única opción
lógica, pero sin ella, me sentía vacío. Nadie me desafiaba como lo hacía ella.
Nadie me divertía con sus payasadas como lo hacía Quentin.
234 Cuando salí del despacho de Charlotte, el instituto estaba tranquilo.
Acababan de pasar las cinco y si conocía a Quen, que me gustaría decir que
sí, no habría acabado con el resto. Todavía estaría en el laboratorio.
Quentin me había dicho que me alejara de ella, pero no podía. Nadie
me había dicho con éxito lo que tenía que hacer en siglos. El deseo de estar
cerca de ella era demasiado fuerte y por eso intentaba estar cerca de ella y
mantener el control.
Esta noche, nos prepararía la cena a los dos y ella podría hablarme del
trabajo y de cualquier otra cosa que quisiera para que yo pudiera pasar
tiempo con ella.
¿Por qué esperar hasta esta noche? Podría encontrarla en el laboratorio
y esperar a que termine.
Cuando entré en la sala, los bancos estaban vacíos, pero algo no
encajaba. Aceleré el paso, caminando por el pasillo.
—Scott —grité—. Quería... ¡Archer!
Estaba de pie frente a Scott y antes de que pudiera detenerlo, sus
dedos desnudos rozaron la piel de su mejilla.
No lo pensé antes de desencadenar mi aura, apartándolo y dejando un
muro frente a ella para protegerla.
—Déjala en paz —gruñí, acercándome a ella.
—Sólo quería saber qué tiene de interesante, pero ahora empiezo a
verlo. No pude conseguir una lectura.

Vacilé un poco.
—¿No puedes leerla?
—Ni una sola cosa. Quiero decir, sé que es un ángel, pero ¿me estás
diciendo que no tiene secretos? No tiene sentido.
Sacudí la cabeza.
—Ha pasado mucho tiempo con los dioses. Ha estado en Elysia. ¿Quién
sabe cómo su cuerpo está afrontando esos cambios?
—¡Deberíamos! Quizá hable con Gareth y Hunter para ampliar este
pequeño proyecto. —Se volvió hacia Quentin—. Necesitas muestras de
control, ¿verdad? Tal vez puedas añadirte a la mezcla porque algo no está
bien aquí.
Archer dejó caer su aura y salió del laboratorio. Volviéndose en la
puerta, dijo:
—Estaré en contacto, Scott.
Una vez que se fue, dejé caer mi aura.
—Tengo que irme.
—Gray. —Quentin me agarró del brazo, con aspecto pálido—. ¿Por qué
235 no pudo leerme?
—No lo sé, Scott. Tengo que ver a Erik.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
—¡Nada! —me quejé—. No pasa nada. Como dije, probablemente es un
caso de sobreexposición a todos nosotros.
No le dije más mientras desaparecía en mi aura, directo a mi hermano.
—¡Erik! —llamé, apareciendo en la casa de su anfitrión.
—¿Gray? —preguntó Sloan, meciendo a Cato en sus brazos. Elva
estaba allí y parecía alarmada por mi repentina aparición.
—¿Dónde está? —pregunté.
—Voy a buscarlo ahora. ¿Está todo bien?
Lo único que pude hacer fue sacudir la cabeza. En menos de un
segundo, Sloan desapareció y reapareció con Erik a su lado.
—¿Qué pasa? —preguntó Erik.
—Archer está cerca de ella —le dije—. Quiere saber por qué todos
estamos tan interesados en ella.
—Lo siento. ¿Podrías repetirlo? —preguntó Erik.
—Archer cree que somos protectores con ella. Cree que debe haber algo
especial en ella que no estamos revelando. No pudo leerla hoy y va a ser
como un perro con un hueso.

Elva habló en voz baja:


—¿Por qué necesitamos permiso para leernos?
—Porque somos divinos —respondió Sloan.
—Sus poderes —murmuró Erik.
—¡No! ¡No! Ella no tiene poderes. Esto tiene que parar —siseé,
agarrándome el cabello.
—Es una semidiosa. Es de mi sangre. Por supuesto, tiene poderes —
dijo Elva con seriedad.
La tensión seguía aumentando y sentía un dolor agudo en el pecho que
intentaba ignorar.
—Puede que ya no estén inactivos —reflexionó Sloan.
—Ella vino a Elysia. Es su hogar. Puede que haya hecho algo. Puede
que no tengamos que preocuparnos de que la lea —añadió Elva.
—No llegó a la piscina —argumenté.
—Ella lo hizo. Sólo que no llegó muy lejos.
—¿Qué debo hacer? —No pude evitar la desesperación en mi voz.
236 —No te acerques a ella —contestó Erik brevemente.
—Yo no soy el problema aquí. Archer lo es.
—Vigílala —sugirió Elva.
—Eso no funcionará. Archer está interesado en ella por lo mucho que
Gray está involucrado con ella. Él no sabe el alcance total, pero el interés de
Gray ha despertado el suyo —dijo Sloan.
Suspiré, el dolor se hizo más fuerte en mi pecho hasta que sentí que
podría partirme en dos.
—No sé —susurró Erik—. Desearía que nunca hubiéramos bajado
aquí.
Una lágrima perdida cayó por su mejilla de porcelana. Y empezaba a
pensar que tal vez no encontraríamos una salida a esto.

Quentin
M
e senté en la barra de Murphy's, junto a Charlotte, mientras
ella miraba una gran carpeta con los detalles de la boda. Esta
mujer era eficiente, por no decir otra cosa, y me impresionó la
forma en que había organizado las cosas.
—Tengo que arreglar el vestido —murmuró Charlie.
—¿No es un poco pronto?
Faltando un poco menos de un año, me sorprendió todo lo que ya había
organizado. Supongo que eso era lo que ocurría cuando tenías la verdadera
237 intención de casarte.
—En realidad no —dijo Charlie—. Vendrás conmigo, ¿verdad?
—Por supuesto.
Había un vago recuerdo en mi cabeza que intentaba imponerse de
cuando fui a buscar un vestido. Sin fiesta nupcial, sólo yo rozando con mis
dedos los estantes de los vestidos blancos, tratando de decidir qué quería
lucir en mi gran día. Encaje, raso y organza. Los vestidos blancos eran
deslumbrantes y las opciones demasiado abrumadoras. Me fui sin probarme
nada.
—Eres una estrella. —Charlie se inclinó y me besó la mejilla, dejando
sin duda una mancha roja.
—¿Lista para irnos, nena? —le preguntó Tyler.
—¿No vas a trabajar hasta el cierre? —pregunté.
—No —respondió Charlie—. Me ha prometido una noche de cita y Gray
dijo que cerraría, lo cual es dulce de su parte.
Miré al otro lado de la barra para ver a Gray sirviendo. Se sentía más
cómodo con los mortales que cuando llegó. Casi podía imaginarlo haciendo
esto para vivir si no fuera divino. Viéndolo ahora, sería fácil ver cómo se
podía frecuentar el bar por el sexy camarero de ojos azules brillantes y una
sonrisa más luminosa.
La forma en que las cosas se habían deteriorado entre nosotros me
dolía profundamente. La mayoría de las noches me costaba dormir, echando

de menos su cuerpo junto al mío. La casa estaba en silencio mientras nos


evitábamos. Más de una vez, quise encontrarlo y tener la colosal discusión
que sentía que se cocinaba a fuego lento bajo la superficie. Pero más que
eso, quería decirle que lo echaba de menos.
—¿Me has oído? —preguntó Charlie, sacándome de mis pensamientos.
—¿Eh?
—Dije: ¿has notado algo raro en Gray? Parece cerrado de nuevo, pero
no puedo poner mi dedo en la llaga, y él no me dice nada.
—No lo creo —mentí, ignorando la culpa—. Quiero decir, es Gray.
Siempre es cerrado.
—No. No, no lo es. Durante el último mes más o menos, parecía feliz
de hablar. Volvió de la ceremonia de entrega del don, y era como una
persona diferente a las últimas semanas. —Se encogió de hombros—. No sé.
Siento que algo lo ha alterado.
Mi corazón se apretó mientras me preguntaba si tenía algo que ver con
la forma en que habíamos estado. ¿También lo sentía él? El vacío que
devoraba cada momento que estábamos separados. Eso sería darme
demasiado crédito.
238 —De todos modos, si encuentras algo, házmelo saber. ¡Nos vemos
pronto, Scotty! —dijo Charlie. Saltó de la silla y se fue con Tyler, con la
carpeta bien sujeta bajo el brazo.
Suspiré y me giré para volver a mirar a Gray, pero mi vista estaba
tapada por Archer.
—¿Qué haces sola en el bar? —preguntó.
—Estaba con Charlie.
Entre Gray y Archer, no sabía a quién creer. Deseaba poder hablar con
alguien en terreno neutral para entender mejor las cosas. Me incomodaba
no saber en quién confiar. La vida había sido mucho más sencilla cuando
vivía por mi cuenta, trabajaba con células que no podían responder y me
negaba a reconocer a los dioses.
—Siento el arrebato en tu laboratorio —se disculpó Archer en voz baja.
Me sorprendió la disculpa.
—¿No puedes convertirlo en un hábito? En realidad, preferiría que
siguiera siendo algo puntual.
—Entendido.
Pasé los dedos por el borde de mi copa de vino.
—Me gustaría conocerte mejor si me lo permites —dijo Archer,
observándome.

Para cualquier otra persona, parecería una petición inofensiva, pero


Archer era un Dios. Había invadido mis sueños y mi espacio, y la atención
era asfixiante. Cualquiera podía ver que buscaba algo, pero yo también.
—Quiero algo a cambio —dije—. Quiero respuestas.
—Por supuesto. ¿Qué te gustaría saber?
—¿Qué pasa entre tú y Gray? Es como si no pudieran soportar estar
en la misma habitación.
Sus rasgos se ensombrecieron y vi cómo cambiaba su lenguaje
corporal. Archer solía ser confiado y abierto, pero se había cerrado.
—Me quitó algo —dijo en tono sombrío—. Creo que Grayson debería
contártelo, no sea que me llamen parcial y me acusen de manipular los
hechos.
Fruncí el ceño y Archer levantó una mano para pasar sus dedos por
mi frente, tratando de suavizar las arrugas. Al igual que en el laboratorio,
hubo una oleada de sentimientos, pero no surgió nada. A diferencia de lo
que ocurría con todos los demás dioses, parecía que Archer no podía sacar
nada a la superficie.
—Todavía nada —susurró—. Tengo que irme —dijo, dejando caer su
239 mano. —Quizá podamos volver a vernos pronto.
—Tal vez.
—Todo lo que tienes que hacer es pensar en mí y estaré allí en un
santiamén.
Archer se fue, y la noche continuó. Gray no visitó mi lado del bar,
manteniéndose lo más lejos posible.
Lo observé mientras trabajaba y presté atención a una mujer menuda
con un amplio escote a la vista. Al final hizo sonar la campana para el último
pedido y el bar se vació, pero la mujer tiró de él sobre la barra y fui testigo
de cómo se besaban.
Algo en lo más profundo de mi ser se retorcía incómodamente y me
provocaba náuseas. Sentí un dolor agudo en el pecho que me hizo jadear.
Fuera lo que fuera lo que se había desplegado frente a mí, ya no quería estar
en primera fila.
Necesitaba alejarme.

Grayson

L
a percibí toda la noche, y opté por mantenerme lo más lejos
posible. Lo que sea que fuera el dolor en mi pecho, aumentaba
aún más cuando Quentin estaba cerca. Esta mujer estaba
destinada a matarme de una forma u otra.
Mantenerse alejado de ella resultó más difícil cuando apareció Archer.
Pero no era mi problema. Archer no podía leerla. No había necesidad de
preocuparse. E incluso si Archer pudiera y descubriera la verdad, ¿qué
importaba? No le debía nada.

240 Una mujer que exhibía sus amplios activos frecuentaba la zona del bar,
llamando mi atención, así que puse todo mi encanto para distraerme. Al
final de la noche, se acercó a la barra para besarme. Fue un movimiento
confiado, pero calculado. Arreglado. Un movimiento que ella había usado
antes con los hombres. No era como Quentin, que hacía lo que sentía por
instinto.
El beso era húmedo y sabía a humo, y entonces lo oí. Un pequeño
jadeo. Cuando me aparté, vi a Quentin saliendo del bar con rastros de rabia.
—Esta noche no —dije—. Creo que es mejor que te vayas a casa.
Ella no estaba contenta con mi respuesta, pero yo ya no estaba
concentrado en ella. Estaba concentrado en Quentin y su reacción.
El bar se vació y cerré antes de ir a casa. Quen aún no había llegado y
me quedé en la puerta, esperándola.
—¿Dónde has estado? —pregunté cuando finalmente apareció en la
calle.
—Estuve caminando a casa. Tomé la ruta escénica.
La agresión controlada era lo que mejor se le daba a Scott. Si algo le
molestaba, lo trataba en privado antes de enfrentarse a él. Me asombraba
su contención, aunque había visto cómo se deslizaba a mi alrededor a veces.
Se acercó a la puerta y se detuvo para sacar las llaves del bolso.
—¿Por qué te fuiste? —pregunté.

Suspiró y las llaves se le cayeron de la mano, al suelo. Quen se agachó


para agarrarlas, pero mi aura se las arrebató antes de que pudiera hacerlo.
—Gray —dijo ella, enderezándose—. No estoy de humor para jugar esta
noche.
—No estoy jugando, Scott. Quiero una respuesta.
—No me sentía bien.
Las llaves colgaban de mi dedo índice, y ella alargó la mano. Las retiré
rápidamente y tropezó.
—Pensé que habías dicho que no estabas jugando —murmuró Quen.
—Creo que me estás mintiendo.
—Dame mis llaves.
—Dime la verdad.
—¿Qué quieres que te diga, Gray?
Ahí estaba. Ahí estaba el destello de ira del que me alimentaba.
—¿Quieres que te diga que odié verte encima de otra persona en el bar?
—preguntó.
241 Sonreí. Estaba celosa. Igual que había estado celosa de Elva. De la
misma manera que me encontraba celoso de Holden y Archer.
Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta, dejándonos entrar
en la casa. La cerré y la aseguré una vez que ambos estuvimos dentro, y
Quen se quitó los tacones.
—Me voy a la cama —anunció.
Subió las escaleras de dos en dos y la seguí. La puerta de su dormitorio
se cerró de golpe y gruñí antes de dejar que mi aura me llevara al otro lado.
—Privacidad, Grayson —dijo Quentin, pero no parecía sorprendida por
mi falta de límites.
—Ella me besó, ya sabes —aclaré con frialdad.
—¡Tú la animaste!
¿Cómo es que estaba allí de pie teniendo esta conversación cuando
tenía un novio del que preocuparse ahora?
Avancé hacia ella, como un cazador que se acercaba a su presa, hasta
que chocó contra la pared de su habitación.
—¿Qué quieres de mí, Quentin? —Mis brazos la encerraron y la miré
fijamente.
Su respuesta me sorprendió.
—Una amistad.
Me miraba con tanta seriedad que casi me reí.

—¿Disculpa?
Quentin apartó la mirada de mí.
—Tengo una relación —afirmó—, pero te extraño.
Las palabras fueron tan silenciosas, pero llegaron claras a mis oídos.
Podía verlo en todo su rostro. Esto era sólo temporal. Quentin Scott era
el tipo de mujer que quería compromiso y una relación. Ella no obtendría
eso de mí y ambos lo sabíamos, así que había tomado una decisión.
Pero todavía me quería aquí.
—Tú eres la que dejó de hablarme —dije.
Volvió a mirarme.
—Lo sé. Lo siento.
¿Qué debía hacer con esta mujer?
La echaba de menos. El modo en que nos evitábamos ahora era
improcedente, pero no estaba seguro de poder confiar en mí cerca de ella.
La obsesión se había transformado y se había convertido en una espiral
hasta que ya no tenía control sobre ella.
Nos quedamos allí durante unos minutos, y luché conmigo mismo,
242 inseguro de poder darle lo que quería, pero estar cerca de ella de nuevo,
hablar con ella, alivió todo el dolor de mi pecho.
—De acuerdo. Somos amigos —le dije, apartándome de la pared para
que pudiera tener algo de espacio—. Te dejaré dormir.
Salí de la habitación y me dirigí a la mía.
Amigos.
Quería que fuéramos amigos.
Si quería que fuéramos amigos, ¿por qué ponerse tan celosa de una
mujer que se lanzó a por mí?
No. Ella quería algo más que una amistad, pero no se lo permitía.
Quentin era demasiado práctica. Pensaba más allá del proyecto.
Sacudí la cabeza y me quité la ropa antes de meterme en la cama. Puse
las manos detrás de la cabeza y miré al techo.
Ni siquiera era que quería a esa mujer del bar. Se había lanzado a por
mí, y todavía no podía evitar compararla con Quentin. Era enloquecedor
cómo se había apoderado de mi vida sin que me diera cuenta.
Cuanto más rápido terminara este proyecto, mejor. Tal vez entonces
volveríamos a la normalidad. Estar en la tierra estaba desajustando las
cosas. En casa, en Elysia, estaría libre de Quen y de cualquier control que
tuviera sobre mí.
Pero incluso yo sabía que me estaba mintiendo.

Un golpe en la puerta me hizo girar la cabeza. Quen estaba en pijama,


mirándome.
—¿Pasa algo? —pregunté.
—No. Yo... No importa.
Se dio la vuelta, pero dejé que un zarcillo de aura serpenteara hacia
ella, enroscándose en su cintura.
—¿Qué es? —pregunté de nuevo.
Quen dejó escapar un fuerte suspiro.
—Yo sólo... ¿Puedo quedarme contigo?
Esta mujer iba a matarme. Apreté la mandíbula por un momento y
luego dejé que mi aura la arrastrara hacia la cama.
—Por supuesto —dije con fuerza.
Antes de que Holden se metiera en el medio, pasábamos las noches
juntos. Ella se sentaba en la cama, trabajando en presentaciones y hojas de
cálculo, y con un libro en la mano, yo la observaba en silencio.
Algo en el hecho de despertarse junto a ella por la mañana, antes de
que tuviera la oportunidad de beber café y de encender la chispa de la
243 ambición, era como una droga para mí. La veía a primera hora antes que
nadie. La veía cuando era más vulnerable.
—Me gusta el lado izquierdo —señaló.
—Entra o vete.
Puso los ojos en blanco antes de meterse en la cama y acomodarse a
mi lado. Me di la vuelta para mirarla.
—¿Esto es lo que hacen los amigos? —pregunté, sin poder evitarlo.
Quen se encogió de hombros como respuesta.
—Solía compartir la cama con mis amigos cuando iba a pijamadas.
Había venido preparada con una justificación.
—¿Te gustaría también pintarme las uñas y trenzarme el cabello? —le
pregunté.
Levantó una mano y la pasó por mi cabello. Había una ternura en el
gesto que se reveló en la intimidad de nuestra burbuja. Habría sido muy
fácil besarla, pero rechacé esos pensamientos. Ella había hecho bien en
justificar el hecho de estar en la cama conmigo, y yo no iba a hacer nada
que la asustara.
—Los amigos también hablan —dijo.
—Estamos hablando.
—Quiero decir honestamente.
—¿De qué crees que soy deshonesto?

—Archer.
Me tensé y comenté:
—Te vi hablar con él en el bar.
—Sigue encontrándome. Dijo que le quitaste algo y que si quería saber
más, te preguntara.
Archer plantaría pequeñas semillas de duda en todas partes. Dios de
los secretos. La piscina debería haberlo dotado de poderes para remover la
mierda, ya que tenía predilección por ese arte.
No podía decírselo. No hubiera querido decírselo antes de conocer su
estado, pero ahora que sabía lo que era, nunca podría hablarle de esa parte
de mi pasado. No si quería que siguiera pensando en mí como lo hacía.
—Es evidente que no se gustan —insistió.
—Tengo más años que tú, Scott. He hecho muchas cosas en mi vida.
Se ha tomado algunas de esas decisiones más personalmente de lo que
debería.
—¿Cómo?
—Es un asunto divino, Scott. Y es el pasado. No quiero volver a sacar
244 el tema.
Se mordió el labio inferior.
—Está intentando crear problemas —le dije con firmeza—. No se lo
permitas. Está amargado por no haber llegado a la élite.
Quen consideró esto en silencio, y traté de apartar su mente de ello.
—¿Alguna otra pregunta? —pregunté.
Sonrió.
—Millones.
—Dispara.
—¿Cuál es tu flor?
—¿Millones de preguntas y empiezas con eso?
—Mi cerebro está un poco frito ahora mismo. Ha sido una semana muy
larga.
Levanté una mano, cerrando el puño con fuerza y abriéndolo de nuevo.
En mi palma había una sola cala Odessa. Delgada y negra, destacaba sobre
mi piel.
—Es hermosa —suspiró—. No creo que las haya visto antes.
Archer podía irse a la mierda con sus tulipanes amarillos. Quentin se
sentía atraído por mi color, igual que ella se sentía atraída por mí. Dejé que
la flor desapareciera y coloqué un brazo sobre su cintura.
—Gray —dijo.

—Me estoy poniendo cómodo. ¿Me dejas hacerte una pregunta?


—Claro.
Sabía lo que quería preguntarle, pero no estaba seguro de que fuera a
responder. Intensamente privada, Quen mantenía sus cartas cerca del
pecho.
—Ese anillo —dije, y ella se tensó bajo mi contacto, con el cuerpo rígido
cuando toqué el incómodo tema—. ¿Cuál es la historia?
Hubo unos momentos de silencio, pero ella no huyó.
—¿Qué ha pasado? —pregunté, con curiosidad.
Había sentido curiosidad desde que Erik la tocó y habló con ella en el
bar. La curiosidad aumentó desde que había encontrado el anillo. Podía
averiguarlo con facilidad, pero quería que ella me lo dijera.
Tal vez Erik tenía razón y yo disfrutaba de la miseria de la gente, o tal
vez fue porque ella decidió abrirse sobre las cosas conmigo, se sintió como
una victoria.
—Él se fue —dijo ella bruscamente. Quentin era todo hechos.
—¿Y?
245 —¿Qué, Gray? —espetó—. ¿Qué quieres saber?
—¿Por qué te enfada tanto?
—¿No puedes averiguarlo?
—No lo apreciarías.
Me miró y luego cerró los ojos.
—Me enamoré de un chico llamado Ethan cuando era estudiante
universitaria.
—¿Qué edad tenías?
—Diecinueve.
—No estabas enamorada.
—Vete a la mierda.
Se movió bajo mi brazo como si quisiera irse, así que la acerqué a mi
cuerpo. Quentin no iba a ninguna parte. Esto era lo más satisfactorio que
sentí en semanas. Este era el lugar al que pertenecía.
—Lo siento —dije—. Me reservo mis juicios hasta el final.
Suspirando fuertemente, continuó:
—Él me cuidó. Mis padres murieron el año anterior y Cass estaba en
Nueva York. Ethan se aseguró de que estuviera bien. Mantuvo mi cabeza en
el lugar.

Me miró el pecho, con los dedos trazando patrones cuidadosamente


mientras recordaba las cosas. No estaba enfadada, ni era protectora, ni tenía
un carácter comercial. Esta era Quen cuando era vulnerable.
—Cuando nos graduamos, él se dedicó a la industria y yo empecé mi
doctorado. Todo iba bien. Las cosas iban bien. Estaban mejor que bien. Me
propuso matrimonio.
—El anillo…
—Sí. Ese fue el anillo que me dio. —Levantó la vista lentamente con
una sonrisa irónica—. Tenías razón. No es realmente de mi gusto.
—¿Qué ha pasado?
Quen se encogió de hombros.
—Le molestaban cosas. Fijamos la fecha para después de que me
graduara y entonces sus colegas bromearon con que seríamos señor y
doctora. Trabajé mucho por mi título, así que lo usaría cuando tuviera que
hacerlo.
—Como deberías.
Levantó una ceja hacia mí. Pero yo era un ser orgulloso, así que lo
entendí.
246
—Se volvió más y más hostil con todo. Me sugirió que renunciara y
aceptara un trabajo con él. Ya estaba ascendiendo en el escalafón, pero a
mí no me interesan las grandes farmacéuticas.
—¿Quería que te fueras sin terminar?
—Mhm. Y entonces...
Quentin enterró la cara en la almohada y me pregunté si estaría
llorando. Luego volvió a levantarla y vi que estaba completamente tranquila.
—Y entonces, me dijo una mañana que ya no estaba enamorado de mí.
Que amaba mi trabajo más que a él. Así que Ethan recogió sus cosas y me
dejó. Tuve que cancelar la boda y contárselo a todo el mundo. Lo bloqueé en
todo y enterré mi cabeza en el trabajo y ahora estoy aquí.
Quen estaba en racha, y sentí que tal vez necesitaba desahogarse.
¿Cuántas personas sabían la verdad de lo que había ocurrido en su vida?
—Le di cinco años de mi vida a alguien y pensé que era sólo el
comienzo, sólo para que se diera la vuelta y dijera que ya no me quería. A la
gente le resulta fácil dejarme. No sé lo que es, pero no vale la pena quedarse
conmigo. Aprendí por las malas que soy la única persona en la que puedo
confiar.
Me miró a los ojos como si me dijera que la desafiara y luego pensó que
yo sabía que podía doblegarla fácilmente. No lo hice. Mantuve mis poderes
bajo control y asentí.
—Es justo —dije—. Scott pertenece a Scott y a nadie más.

Se quedó callada y luego dijo:


—¿Sin burlas? ¿Sin decirme que soy una mortal patética?
—No.
—Estoy sorprendida.
Me encogí de hombros, dando vueltas a la información en mi cabeza.
Tenía sentido que se comportara como lo hacía. Ella trabajaba duro y
daba a gente seleccionada su tiempo. Fue un efecto secundario de esa
lamentable excusa de hombre.
¿Quién la dejaría así? Quentin podía ser difícil. No había duda de eso,
pero no se merecía que la dejaran tan despiadadamente.
La ira burbujeaba justo debajo de la superficie. ¿Por qué no me había
buscado antes? Si me hubiera rezado, la habría ayudado a vengarse. Pero
no lo hizo. Quen lo había afrontado como lo hacía con todo. Sola y a su
tiempo.
—No creo que estuvieras enamorada —le dije con sinceridad.
Ella abrió la boca para protestar, pero yo continué:
—No estaban vinculados.
247 —¿Vinculados? ¿Como almas gemelas?
—¿Así es como lo llaman los mortales? Son seres inconstantes.
Cualquier persona con la que te cases se considera un alma gemela. Erik
sabe más de eso que yo, pero si estás unida con el alma a una persona,
significa que fue creada para ti. Él y Sloan son almas gemelas.
—No creo en las almas gemelas. O en la unión de almas.
—No crees en mucho, ¿verdad, Scott?
Sonrió y se acurrucó contra mí.
—Soy realista, Gray. El amor es una serie de reacciones químicas. No
es un gesto grandioso y arrollador como la gente lo hace ver. No hay almas
gemelas ni amor a primera vista. Son dos personas que tienen que resolver
si deben establecerse juntos y esperar que no implosione completamente y
los destruya.
—¿Es eso lo que realmente crees? —pregunté, sorprendido por su frío
y calculado resumen.
—Es lo que sé.

Grayson

T
odos los dioses se habían reunido en casa de Gareth para la
sesión informativa semanal, y la pequeña selección de dioses
menores se unió a nuestras filas.
—¿Cómo está Quentin? —preguntó Archer, deslizándose hacia
nosotros.
Entrecerré los ojos.
—Deja de intentar remover la mierda, Archer.
—¿Te preguntó entonces? —Se rio—. Ella descubrirá cómo eres,
248 Grayson. Perderás ese brillo.
Erik me puso una mano en el hombro y me apartó antes de que
pudiéramos empezar una pelea.
Hunter se había vuelto más irritable últimamente, como siempre que
Sloan y Erik tenían hijos. Quería un heredero y Larkin se lo negaba
rotundamente. Su relación era complicada, y tenía la tendencia a
desquitarse con el resto de nosotros. No necesitábamos darle más munición
para que nos reprendiera por nada.
—Parece que estás de mejor humor —comentó Erik cuando tomamos
asiento y Hunter comenzó.
Me encogí de hombros.
—¿Qué está pasando? —preguntó Erik con suspicacia—. No te has
acostado con ella. Puedo decir que no lo has hecho.
—Nada.
—¿Alguna vez escuchas estas cosas? —preguntó Sloan.
—¿Por qué molestarse cuando puedes informarnos más tarde? —
respondí.
—Gray —dijo Erik—. ¿Qué está pasando entre tú y Scott?
—¿Sinceramente? Nada. Somos amigos.

Sus cejas rubias desaparecieron en la línea del cabello. Probablemente


se sorprendió de que hubiera logrado una amistad con alguien que no fuera
Ignacio y Elva.
—¿Y eres feliz? —preguntó Erik con incredulidad.
—Por ahora.
Siempre había estipulaciones. Puede que no sea capaz de mantenerlo,
pero por ahora, estaba contento.
No sabía por qué me hacía feliz, pero lo hacía. Hablar con Quen, saber
cosas de su vida cotidiana y engatusarla para que compartiera cosas
conmigo era algo que disfrutaba. No podía negar que había veces que quería
más, pero estaba aprendiendo a controlar el apetito que tenía por ella.
Hunter terminó y puse los ojos en blanco. Era un imbécil en general,
pero era peor cuando Larkin se peleaba con él. Se dirigió hacia Erik y hacia
mí, mientras que Elva y Sloan se escabulleron.
Cobardes.
—Estaba pensando en una cena familiar juntos, pronto. Siento que
nos estamos viendo menos en este momento —dijo Hunter.
—¿Qué pasa, Hunter? —pregunté—. ¿No puedes controlar a Larkin?
249
Hubo un destello de azul y me reí. En la escala de enojones, Hunter
estaba más cerca de Erik que de mí. Verlo perder la cabeza tan fácilmente
me dijo que había tocado un nervio.
—Puedes invitar a Elva —dijo Hunter bruscamente—. Ya es hora de
que pienses en sentar cabeza.
Ig estaba cerca y lo sorprendí agachando la cabeza. Fuera de la familia,
Ig era la persona a la que estaba unido, y por lo general era alegre.
Últimamente le molestaba lo mucho que la gente presionaba para que Elva
y yo estuviéramos juntos, sin tener en cuenta que ninguno de los dos tenía
intención de cumplir los deseos del consejo.
—¿Por qué? —pregunté.
—Sabes que las cosas no están exactamente resueltas en Elysia. Los
dioses menores se están inquietando. Cuanto más unidos nos mostremos,
mejor será.
Erik lo miró con los ojos muy abiertos.
—No. No. No. No más matrimonios de conveniencia. Mira a dónde te
ha llevado.
Cuando Hunter le propuso matrimonio a Larkin, Erik se opuso a la
idea. Pasó toda la boda con cara de querer matar a alguien. Estaba en la
naturaleza de Erik creer en el amor verdadero, y sería el primero en decir
que eso no era lo que había entre Hunter y su esposa.

—A veces nuestro deber tiene que estar por encima de los sentimientos,
Erik —le recordó Hunter.
—¿Cómo te funciona eso, exactamente? —preguntó Erik.
Me crucé de brazos y los observé. Era raro que Erik se enfrentara a
Hunter, pero esto era algo por lo que moriría.
—Erik —dijo Sloan suavemente, volviendo a acercarse a nosotros.
—Entiendo la importancia de mantener a Elysia en paz. No todos
podemos quedarnos durante siglos hasta encontrar a la elegida —espetó
Hunter.
—No —dijo Erik—. Pero deberías haber aprendido a gobernar por tu
cuenta sin que Larkin moviera los hilos en el fondo.
El azul cobró vida y se le unió el rojo.
—Deja de intentar forzar las decisiones de la gente, Hunter —dijo Erik
con fiereza—. El amor y el matrimonio no son un juego ni una moneda de
cambio.
—Estás tan hastiado de tus responsabilidades que no ves el panorama
general.
250 —Quizá deberías tomarte lo tuyo un poco más en serio, hermano
mayor, porque no estás haciendo bien en proteger a tu familia.
El azul golpeó a Erik, pero él lo bloqueó mientras yo empujaba mi aura
a mi alrededor. Erik no necesitaba mi ayuda. Un muro de rojo se abalanzó
sobre Hunter más rápido de lo que pudo recuperarse del bloqueo y nuestro
hermano mayor salió despedido hacia el otro extremo de la sala, con todas
las miradas puestas en él.
Erik parecía furioso, y Sloan apareció a su lado mientras Hunter se
ponía de nuevo en pie.
No hubo ni una sola brizna de azul que llegara a Erik, ya que fue
bloqueada por el rojo, el verde y luego el negro.
—Hunter. Dale un respiro —le advertí.
Los dioses que nos rodeaban nos observaban, susurrando ante la
exhibición. Las peleas entre nosotros se llevaban a cabo en privado, donde
Hunter podía mantener su imagen intacta.
—¡FUERA! —gritó Hunter—. ¡TODOS USTEDES!
Abrí la boca, queriendo provocarlo, pero el verde me envolvió y aparecí
en la casa de Martyn Hankel con Erik y Sloan.
—¿Estás bien? —preguntó Sloan a su marido.
—Sí.
Erik se sacudió, el aura seguía flotando a su alrededor ya que no tenía
el control total.

—No deberías haber hecho eso —le dije, tratando de ser un hermano
mayor responsable.
—Está utilizando a la gente como piezas de ajedrez. Está bien si quiere
arruinar su propia vida, pero no debería jugar con los demás.
—Hermano, te agradezco el apoyo. —Lo sujeté por los hombros e hice
que me mirara—. Pero tienes una esposa e hijos en los que pensar. Puedo
luchar mis propias batallas.
Erik suspiró y vi cómo el rojo se desvanecía a su alrededor.
—Gracias. Eres bienvenido a golpear a Hunter en su trasero por
cualquier otra razón. Sólo que no quiero que Sloan me mate porque soy la
causa de tu muerte.
Erik se rio y se frotó la nuca.
—La situación se complicó un poco.
—Sólo un poco, amor —dijo Sloan.
—Vuelvo a casa de Scott. Si necesitan algo, si viene aquí intentando
buscar pelea, Sloan, búscame —les dije.
Sloan asintió, y me dirigí a la casa de Quentin.
251 La casa estaba en silencio y me encontré riendo. Hunter estaba
perdiendo el rumbo y ¿qué importaba si me deleitaba con la miseria de la
gente? Alguien tenía que hacerlo, ¿no? Ya era hora de poner a Hunter en su
lugar.
Al echar un vistazo a la sala de estar, vi una pila de discos de vinilo
polvorientos y los observé antes de sacar uno y ponerlo en el reproductor.
La música suave se abrió paso por la casa, llenando el silencio, y me
sorprendió que escuchara música tan antigua.
La voz cantó por toda la casa, y mi ánimo se elevó hasta las nubes.
Nadie iba a descubrirla.
Estaban demasiado ocupados con su propia mierda.

Quentin

S
entados en una pequeña cafetería, Matthew y yo pedimos comida
y charlamos. Estábamos en una acogedora cabina con el olor a
jarabe azucarado que nos rodeaba.
—Cass no tiene nada de eso —le dije—. Pero no puedes culpar a Sophie
por intentarlo.
Matt sonrió y mordió una tostada.
—Estoy deseando conocerlos a ambos en la boda.
Me atraganté con el café y balbuceé de la forma más impropia de una
252 dama.
—¿Disculpa? —dije una vez que me había recuperado.
—Puedes llevar un acompañante para la boda, ¿verdad? Supongo que
no vas a llevar a nadie más.
Lo había olvidado por completo. Cass pensaba que estaba saliendo con
Gray y que asistiría a la boda con él. Matthew quería ser el invitado porque
en realidad estábamos saliendo.
—No creí que estuviéramos en el momento de presentarnos a la familia
—dije.
—Bueno, la boda es en diciembre. Todavía faltan tres meses. ¿No crees
que estaremos listos para entonces?
No podía respirar. En todo momento, Matt tomó la delantera, guiando
nuestra relación y el ritmo de la misma. Esta vez, intenté aprender de mis
errores pasados. Con Ethan, me había atrincherado y había provocado
pequeñas peleas que me habían dejado sola. Así que, con Matt, me mordí la
lengua, pero incluso yo tenía mis límites.
—Tal vez... Tendré que ver. Probablemente te aburrirías. Estaré
corriendo detrás de los dos toda la semana y el día.
—No me importa, Quentin.
—Ya veremos, Matt.

Salió abruptamente, y él pareció sorprendido y luego se encogió de


hombros.
—Lo que tú digas.
Mi teléfono sonó sobre la mesa y lo agarré para ver un nuevo correo
electrónico.
—Pensé que te había dicho que nada de teléfonos en las citas —dijo
con firmeza.
Tenía la horrible costumbre de estar atada a mi teléfono por los correos
electrónicos y el trabajo. Matt se irritó tanto que me lo prohibió. Mi primer
instinto fue decir vete a la mierda, pero me tragué esa desagradable
respuesta y acepté que debía centrarme en nosotros cuando estuviéramos
juntos.
Mis ojos recorrieron el correo electrónico.
—Lo sé, pero he estado esperando... ¡SÍ!
Di un salto en mi asiento, los muslos golpeando la mesa y haciendo
que los platos y las tazas se tambaleen ruidosamente.
—¡Quentin!
253 Había aprendido algunas cosas sobre Matthew desde que tenía una
relación con él. Le gustaban los trofeos. Cuando me vestía mal, se quejaba.
Cuando llamaba la atención por lo que él pensaba que eran razones
equivocadas, se quejaba. La mayoría de las veces ponía los ojos en blanco y
lo ignoraba, sin querer empezar una pelea. Como ahora. No me importaba
que la gente me mirara, pero a él le molestaba.
—¡Mira! —dije, empujando mi teléfono en su cara. Me lo quitó y leyó el
correo electrónico—. Mi presentación. Fue aceptada para la conferencia.
Esperé su felicitación, pero nunca llegó.
—¿Seguro que estás preparada para ello? —preguntó, devolviendo el
teléfono.
—¿Disculpa?
El orgullo y la alegría que se habían hinchado en mi pecho,
desaparecieron.
—Eres buena, Scott, pero es un congreso mundial y vas a presentarte
delante de mucha gente.
Mi ceño se frunció.
—¿Y?
—Y sólo me estoy asegurando de que estás preparada para ello. Tienes
veintisiete años, tienes que ser una de las más jóvenes...
—¿Y? —Sentí que me ponía a la defensiva.
—¿Serás capaz de enfrentarte a los expertos en la materia?

Parpadeé un par de veces; la felicidad se esfumó por completo ante su


falta de entusiasmo.
Mi proyecto de doctorado había sido mi bebé. La cantidad de horas que
había invertido en la investigación, aprendiendo nuevas cosas para poder
comprender plenamente mi trabajo, era inabarcable para la mayoría. Era
más que capaz de presentar mis hallazgos y discutirlos con mis colegas más
avanzados en el campo. Aunque no pudiera responder, sería un gran
aprendizaje y daría a conocer mi nombre.
—Tengo que irme —le dije, dejando que la ira me ganara.
—Oh, vamos, Quentin. No estás herida, ¿verdad? Sólo estoy cuidando
de ti, nena.
—Estoy bien, pero necesito conseguir algunas cosas para esta
conferencia. Voy a necesitar algunas cosas para vestirme y...
Sus ojos se iluminaron.
—Iré contigo.
A Matt no le gustaría nada más que vigilarme y ayudarme a elegir mi
ropa, pero podía irse a la mierda. No iba a jugar a la Barbie con su Ken
cabeza hueca.
254 —Está bien —dije secamente—. Llamaré a Charlie.
Saqué mi bolso y Matt me puso una mano en la muñeca.
—Lo entiendo —dijo—. Sabes, estoy orgulloso de ti.
Eran palabras vacías. Sabía que debía decirlo, y por eso lo había hecho.
Demasiado poco, demasiado tarde.
—Gracias. —Me incliné hacia él y le besé la mejilla, con los labios
apenas rozando la piel—. Te veré más tarde.
Me levanté y me fui sin intención de llamar a Charlie. Quería estar sola.
Cuando por fin llegué a casa, dejé las bolsas en el pasillo y me quité
las botas. Había recogido algunas piezas y todo lo demás podía encontrarse
en mi armario.
El sonido de la música llegó desde la sala de estar. Una canción familiar
que no había escuchado en años. Gray había puesto uno de los viejos discos
de vinilo de papá.
Quería enfadarme con él por haber tocado cosas que pertenecían a mi
padre, por volver a revisar mis pertenencias. Pero la suave voz de Nat King
Cole recorrió la habitación y, cuando Gray me vio, me tendió la mano. Me
trajo un torrente de recuerdos que me calentó las entrañas.
—Baila conmigo —dijo.
—Gray, acabo de llegar —argumenté nerviosa—. Ha sido un largo día.

—¿Y? —dijo él, sin ver el problema—. Baila conmigo, Scott. No tuve la
oportunidad en la fiesta de la entrega del don. —Después de un momento
añadió—: Por favor.
El por favor fue lo que me rompió. No lo decía a menos que realmente
quisiera algo.
Después del día que tuve, ¿cuál sería el daño?
Caminando hacia Gray, puso una mano en mi cintura, y yo puse una
en su hombro mientras las libres se entrelazaban.
Hacía años que no ponía los discos. Mi padre adoraba a Nat King Cole
y Cass y yo nos habíamos enamorado de su voz.
Gray nos movió por los muebles del salón, balanceándonos por el lugar
hasta que me reí.
—Mamá y papá solían bailar esto. Fue el primer baile en su boda.
—Tenían buen gusto.
La música crecía y Gray bailaba con elegancia, moviéndome por el
espacio, y yo le seguía la corriente con facilidad, tarareando la canción.
Toda la rabia y la tristeza que había sentido cuando estaba con Matt
255 se esfumaron y disfruté del momento. Y luego dejé que se apoderara de mí
el deseo de compartir la noticia con Gray.
—¿Te acuerdas de esa presentación en la que he estado trabajando?
—¿La que me mantenía despierto por la noche porque no te metías en
la cama?
Gray se burlaba de que no podía dormir, gracias a la brillante luz de
mi portátil, pero no necesitaba el sueño, e incluso si lo necesitaba, podría
haber puesto su aura a su alrededor. En lugar de eso, se tumbaba a mi lado,
leyendo un libro al resplandor de mi pantalla y sólo terminaba cuando yo
estaba demasiado cansada para seguir trabajando.
—Sí, esa es.
—¿Qué pasa?
No dejamos de movernos mientras hablábamos.
—Hoy he recibido mi aceptación. Vuelo a Malasia en dos semanas para
la conferencia. ¡Gray!
Dejó de bailar y me rodeó la cintura con ambos brazos, levantándome
del suelo y haciéndome girar hasta que me reí de lo ridículo de la situación.
—¡Esa es mi chica!
Me sonrojé ante sus palabras, pero no lo corregí. Me levantó del suelo
y apoyé las manos en sus anchos hombros.
—¿Todo ese trabajo duro ha dado sus frutos? ¿Cuánto tiempo estarás
ahí? —preguntó, realmente interesado.

Me bajó lentamente para que mis pies tocaran el suelo y mis manos se
deslizaron hacia su pecho.
—La conferencia dura cuatro días, pero yo estaré una semana. Nunca
fui a Malasia.
—Vas a arrasar con ellos. Estoy tan jodidamente orgulloso de ti.
Gray se inclinó y me besó, y lo olvidé.
Olvidé que tenía un novio.
Olvidé que Gray era un Dios.
Olvidé que esto era un problema.
En cambio, le rodeé el cuello con los brazos y le devolví el beso. Cada
beso que compartía con Gray me derretía y encendía algo peligroso en mi
pecho. Sólo cuando nos separamos, respirando con dificultad, con su frente
contra la mía, pude pensar.
Gray abrió los ojos, y estaban completamente negros.
—Quentin. —Su voz era profunda y ronca, y supe que me había
equivocado.
Me aparté de él suavemente y negué.
256 —Lo siento —dijo.
—Está bien. Sólo que no puede volver a suceder —respondí, tratando
de enderezar mis pensamientos—. Tengo que ir a preparar las cosas.
Saliendo a toda prisa de la habitación, sentí que mi corazón se hundía
ante el silencio que me seguía fuera.
¿Por qué no podía alejarme de él? No era por falta de intento, pero
cuando lo intentaba, me dolía. Cuando no hablábamos, era como si faltara
algo.
Me irritaba. Su actitud general hacia la vida era molesta y, sin
embargo, me escuchaba y era brutalmente honesto, y eso lo apreciaba.
Pero aunque éramos amigos, y eso mitigaba el dolor, por dentro
anhelaba más.
No tenía derecho a sentirme celosa cuando besaba a otra mujer, pero
sería más fácil si no tuviera que verlo pasar. Quería que fuera yo, pero no
era una buena idea. Era demasiado peligroso, y no quería que Gray fuera
castigado, que lo mataran, porque no podíamos quedarnos quietos.
Pero lo más preocupante de toda la situación era que empezaba a
parecer algo más que sexo.
Empezaba a parecer algo mucho más complicado.

Grayson

—¿N ecesitas ayuda?


Ella saltó, todavía no se había acostumbrado a
lo silencioso que eran mis movimientos. Demasiado
atrapada en su propia maraña de pensamientos.
Me apoyé en la puerta de su habitación, al terminar un turno en
Murphy's. Era tarde y Quentin estaba junto a su cama, con la maleta
encima, abierta y parcialmente llena.
—Estoy bien, gracias. Ya casi he terminado —respondió, se dirigió a
257 sus cajones y sacó un pijama.
—Quentin, sobre la otra semana…
—¿Mmm? —Se mantuvo de espaldas a mí.
Entré en la habitación, la agarré por las caderas y la hice girar para
que me mirara. Bajo mis manos, temblaba nerviosa.
—Lo siento —dije sin prisas—. Me he pasado de la raya, y no debería
haberlo hecho.
Desde nuestro improvisado beso, las cosas habían cambiado entre
nosotros. Otra ronda de evitarse mutuamente sin ira subyacente. Quen no
me miraba. Desaparecía en cuanto entraba en una habitación y se
encerraba en el piso de arriba. Me volvía loco que se me escapara de las
manos otra vez.
Sacudió la cabeza, con la mirada puesta en el suelo.
—Por favor, Scott —dije, levantando su barbilla para que me mirara.
El dolor en mi pecho se alivió cuando nos miramos—. No volverá a ocurrir.
—Hubo una pausa—. No, a menos que tú lo quieras.
Sonrió y me dio un golpe en el pecho. Me reí y la abracé. Su cuerpo se
moldeó contra el mío y respiré profundamente, deleitándome con la miel y
la naranja. Ella me rodeó con sus brazos y disfruté de la paz que me
proporcionaba ese simple gesto.
Cuando nos separamos, me arrepentí de haberla dejado ir. El espacio
frío que quedaba se sentía demasiado prominente. Exigía demasiada

atención para ser rectificado, pero no podía mantenerla conmigo por mucho
que lo deseara.
—Puedo dejarte en el aeropuerto, si quieres —dije—. Podría llevarte
directamente al hotel.
—Matthew me lleva.
—Por supuesto. —Me pasé una mano por el cabello, desordenándome
el peinado—. Debería dejarte terminar de empacar y descansar un poco. —
Me dirigí hacia la puerta y miré por encima del hombro—. Te echaré de
menos, Scott.
Como no dijo nada, salí de la habitación. A mitad del pasillo, escuché
un suave susurro.
—Yo también te echaré de menos, Gray.

258
—¿Qué haces aquí? —preguntó Erik, entrando en la cocina de la casa
de su anfitrión.
Estaba sentado en la oscuridad, tomando un vaso de whisky en las
primeras horas de la mañana. La tenue luz de la luna brillaba a través de la
ventana y dejaba una mancha de luz en las baldosas.
—Ya no podía estar solo en la casa —expliqué.
—¿Qué?
—Scott. Se fue a su conferencia hace dos días. La casa está demasiado
tranquila. No puedo quedarme allí.
Erik asintió, serví otro vaso, y se lo entregué.
—Gray, ¿estás herido? —preguntó de repente.
Vacié mi vaso y negué.
—No.
—Puedo sentir...
—Tengo este extraño dolor aquí.
Hice un gesto alrededor de mi pecho. Erik palideció. Puede que no
quisiera admitirlo, pero ambos sabíamos que no era un problema médico.
Si lo fuera, Aria habría llegado en un instante. Este era un dolor que sólo
Erik podía percibir.

Era angustia.
—Gray, por favor, déjame leerte —suplicó en la oscuridad.
Llevaba semanas luchando contra esto, pero estaba cansado. Por
primera vez en mi existencia, estaba agotado, y necesitaba que me dijera lo
que ya sabía: que había metido la pata y tenía sentimientos por una mujer
que no debía tener.
Pasaría. Los corazones se curan, si se les daba tiempo. Nos
olvidaríamos el uno del otro y seguiríamos adelante con nuestras vidas una
vez terminado el proyecto.
La idea hizo que el dolor se convirtiera en un dolor punzante, e hice
una mueca.
Erik me miró sorprendido mientras asentía con la cabeza, cediendo
finalmente a su petición.
Leer a otro Dios no era poca cosa. Lo sabíamos todo cuando se trataba
de nuestras responsabilidades, excepto de todo lo otro. Podíamos intuir
cosas, pero nunca era la imagen completa.
Extendí mis dos manos hacia Erik, y él respiró profundamente antes
de sujetarlas. El rojo de su aura subió en espiral por mis brazos
259 rápidamente, y me golpeó una abrumadora oleada de emoción.
Apareció con toda claridad ante mis ojos, la miríada de recuerdos que
tenía con Quentin en los últimos meses y Erik era parcial en todos ellos.
La vi cuando me arrastraron por primera vez por las instalaciones.
Tenía unos grandes ojos marrones que no guardaban ningún temor, y me
interesó al instante esa mujer que no se privaba de observarme con toda su
furia.
Interactuamos a través de nuestras molestias mutuas, y la primera vez
que nos tocamos, piel con piel, me deleité con todo el caos que provenía de
ella. Y ocurrió algo de lo que no me di cuenta. El negro profundo, como mi
aura, se filtró en ella en el momento en que nos tocamos.
Pasaron los meses y no pude alejarme de ella. El sexo se convirtió en
algo más. Mi deseo por ella era más profundo, ya no me contentaba con lo
físico. Ansiaba las caricias más suaves. Compartí sus victorias y la consolé
en sus pérdidas. Me acosté junto a ella en la cama y mantuve largas
conversaciones.
Quen me calmaba cuando estaba enfadado con una mano en el brazo
o una simple mirada. Me frustraba la mayoría de los días, pero me dolía
tenerla lejos de mí.
Archer y Matthew aparecieron, y el negro de mi cuerpo tiró para estar
con ella. La envolvía, y provocaba el dolor físico que yo sentía. Cada vez que
nos evitábamos, veía cómo el negro se filtraba hacia ella, pero nunca le había
enviado mi aura. ¿Qué había pasado?

La última imagen que se presentó ante nosotros fue el abrazo que


habíamos compartido antes de que se fuera. Quen me agarró con fuerza y
me mordí la lengua para no pedirle que se quedara. Nuestros días estaban
contados y no quería perder más tiempo lejos de ella. Cuando se separó de
mí, algo dorado brilló entre nosotros.
El aura de Erik se alejó de mis brazos, volviendo en espiral hacia él
antes de desaparecer. Me soltó y un brillo dorado iluminó mis manos.
—¿Erik? —Entré en pánico—. ¿Qué es esto?
El dorado no era mi color. No le pertenecía a Erik. No era natural.
Cuando miré a mi hermano, las lágrimas caían por sus mejillas.
Me levanté rápidamente de la silla y noté que el brillo dorado salía de
mi pecho, iluminando la cocina y silueteando mis costillas.
—¿Qué demonios es esto? —Me toqué el pecho y lo miré.
El pánico aumentaba ante la sustancia desconocida que me había
iluminado como un faro.
—Lo siento mucho —susurró.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué me has hecho?
260 —No he hecho nada.
—¿Qué es esto? —pregunté.
—Su alma.
Me quedé helado.
Mirando mis manos, negué.
—No. No. No puede. No puedo...
—Grayson. Ustedes fueron hechos específicamente el uno para el otro.
—No. ¡No, no lo somos!
—Lo son. —Erik señaló mis manos y mi pecho—. Es por eso que te
duele físicamente si no estás con ella. Es por lo que se sienten tan atraídos
el uno por el otro sin razón.
—Es tan brillante —dije, mirando mis manos.
Erik asintió y se atragantó:
—Lo siento mucho.
—¿Por qué?
—No sabía que estabas vinculado hasta ahora —admitió—. La presioné
para que te dejara. La empujé hacia Holden. Le dije lo que pasaría si Hunter
se enteraba.
—¿Qué? —Mis ojos se oscurecieron.

—No sabía que estaba hecha para ti. Es una semidiosa. Eso explica el
motivo por el que no pude ver todo. Habría necesitado su permiso.
El negro de mi aura golpeó a Erik tan rápidamente que se estrelló
contra la pared.
—Ella es MÍA —grité—. Está destinada a estar conmigo y ahora está
con él!
Sloan apareció en la cocina.
—¡Grayson!
Los cristales que nos rodeaban se hicieron añicos mientras la rabia me
recorría, más fuerte de lo que nunca había sentido.
—¡Gray! ¡Detente! —gritó Sloan.
—Piensa. En. Scott —dijo Erik.
Sabía que Quentin tenía debilidad por él y que no me perdonaría si le
hacía daño. Recuperé el control, y Erik se deslizó por la pared y se dejó caer
al suelo.
—¿Qué crees que estás haciendo? —gritó Sloan, mirándome. Se detuvo
al verme—. Oh...
261 El brillo aún no había desaparecido de mí. Me volví hacia Erik.
—¿Cómo lo detengo? —le pregunté desesperadamente.
Erik sacudió la cabeza violentamente, levantándose del suelo.
—No lo hagas, Gray.
—¡No puedo estar con ella! ¿Cómo ha pasado esto?
—Puedes romper un vínculo, pero sufrirías mucho. Por favor, no lo
hagas. Lo he visto una vez. No quiero que pases por eso.
Me apoyé en la pared y me desplomé en el suelo.
—¿Qué debo hacer, Erik?
—Díselo.
—¿Qué sentido tendría? No puedo estar con ella.
—Encontraremos una manera —dijo Sloan. Se acercó a mí y se
arrodilló en el suelo.
—Si creen que es mortal, entonces muero. Si descubren que es una
semidiosa, entonces muere.
No se podía ganar. Lo pintemos como lo pintemos, esto estaba
prohibido.
—Si descubren que es una semidiosa, podremos convencer al consejo
de alguna manera. Es una, Gray. No un ejército como antes —dijo Sloan.
Erik se unió a su mujer.

—Díselo. Dejará a Holden por ti.


Lo miré lentamente y negué.
—Quiero que lo deje porque me ha elegido a mí. No porque se sienta
obligada. No puedo darle lo que quiere. Compromiso. Una vida. Una familia.
Tú lo sabes. Yo lo sé. Joder, incluso ella lo sabe.
Éramos dioses y tomábamos lo que queríamos. Pero no era el caso
aquí. Quentin necesitaba tomar esta decisión. E incluso si lo hacía, ¿qué
podía ofrecerle?
—Bien, no se lo digas, pero quédate con ella, Gray. Los dos necesitan
estar cerca el uno del otro si quieren aliviar el dolor —dijo Erik.
—Está trabajando —le dije.
—¿No crees que quiera verte?
—¿Lo hará?
—Gray, todo lo que sientas, ella también lo sentirá.
Asentí.
—No se lo digas a nadie. Lo digo en serio, Erik. Tengo que pensar qué
hacer.
262 —Por supuesto.
Estábamos vinculados.
Esa mujer exasperante y brillante fue diseñada para mí, y sin embargo
no era mía. El brillo de su alma se había desvanecido cuando los poderes de
Erik abandonaron mi sistema. Había sido tan brillante, pero no me
sorprendió. La mía era oscura en comparación. Nos equilibramos
mutuamente.
—Necesito verla —dije.
No tenía pensado decírselo. Conocía a Quen lo suficientemente bien.
Si se lo decía, ella pensaría, y yo no quería eso. Quería que se enamorara de
mí, y entonces y sólo entonces le contaría lo del vínculo. O tal vez no lo haría.
¿De qué serviría poner su mente en la misma confusión que la mía? Yo
tampoco lo entendía del todo. Sólo Erik sabía realmente el alcance, y él lo
había confirmado.
Dejé que mi aura me llevara a donde estaba. Me encontré en un rincón
tranquilo de un hotel con paneles que indicaban lo que ocurría en cada
habitación, pero no necesité indicaciones. Podía sentirla en el edificio y seguí
mis instintos.
La sala estaba repleta de sillas, y tomé asiento al fondo. En el escenario
había una gran pantalla en la que aparecía la diapositiva inicial de la
presentación de Quen. La anunciaron, salió al escenario, y tragué saliva.

Me había comportado con ella. Hice lo que me pidió y traté de ser un


buen amigo sin ningún desliz, pero saber que era mía, que una parte de mi
alma estaba en ella, lo hacía mucho más difícil. Respiré hondo y la observé
detenidamente, con las manos agarrando mi asiento y los nudillos blancos.
—Buenas tardes a todos. Soy la doctora Quentin Scott y hoy les
hablaré sobre la programación del desarrollo en relación con el crecimiento
del feto y los efectos del desequilibrio hormonal durante el embarazo.
No vaciló. En cambio, durante treinta minutos, Quentin se movió de
un lado a otro del escenario, hojeando sus diapositivas y explicando su
investigación. Lo hizo como si llevara toda la vida haciendo esto.
Parte de su alma residía en mí, y me sentí afortunado. Me sentí
afortunado de que una mujer tan segura y sorprendente estuviera hecha
para mí.
—Gracias por tomarse el tiempo de escuchar mi charla. Estaré
encantada de responder a cualquier pregunta.
Hubo un aluvión de manos, y durante los siguientes quince minutos
respondió a las preguntas del público. En una o dos ocasiones, se sonrojó
al no saber la respuesta, pero mantuvo la calma. El presidente dio por
terminada la sesión y Quentin pudo bajar del escenario.
263
La sala bullía mientras la gente se levantaba y salía para mezclarse.
Me abrí paso a través del espacio abarrotado y encontré a Quentin rodeada
por un pequeño grupo de personas. Mantuve la distancia. Por mucho que
quisiera verla, estaba trabajando. Puede que esto no signifique nada para
mí, pero lo significa todo para ella, y no me perdonaría si me entrometiera.
Oí su risa y sonreí. Aquel sonido, sincero y desinhibido, se había
convertido en uno de mis favoritos. Una música de la que sólo ella conocía
las notas.
La multitud se fue reduciendo poco a poco, pero un hombre mayor se
quedó cerca. Tenía una mano en la parte baja de su espalda y ella le sonreía.
Me acerqué y me aclaré la garganta, queriendo romper el ambiente acogedor.
—¿Gray? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó.
Su tono no era acusador, pero parecía sorprendida y feliz de verme.
Quentin se apartó del hombre, lo suficientemente mayor como para ser su
padre, y me abrazó.
—Gray —dijo ella—. Este es mi antiguo supervisor, el profesor Dylan
Watts. Dylan, este es un amigo y colega, Grayson.
Dylan Watts extendió su mano hacia mí, y yo la tomé, agarrándola con
más fuerza de la necesaria.
—Encantado de conocerte —dijo.

Le solté la mano y Dylan le dijo a Quen que la vería en la cena y le dio


un beso en la mejilla. Me hizo falta todo mi control para no derrumbar toda
la habitación.
Cualquier enfado se esfumó cuando volvió su sonrisa hacia mí.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Todavía estaba de buen humor después de su presentación. A Ig le
hubiera gustado leerla ahora y sentir lo agradecida que estaba por la
oportunidad.
—No pensaste que me lo perdería, ¿verdad? —pregunté con frialdad.
—¿Lo has visto?
—Fue muy impresionante, Scott.
—¿No parecí estúpida?
—Para nada.
Dejó escapar un gran suspiro.
—Probablemente debería dejarte trabajar —dije.
La había visto. Eso era todo lo que quería. Todo lo que necesitaba para
que mi alma se calmara. Me pregunté si ella realmente sentía todo como yo.
264
—Oh —dijo Quen, mordiéndose el labio inferior—. Bueno, las sesiones
de hoy han terminado. Y...
—¿Sí?
—Hay una cena de la conferencia esta noche…
—Así que estás ocupada.
—Hay... familias. La gente trae a sus... No son sólo delegados de la
conferencia.
Se estaba poniendo nerviosa. La elocuente mujer del escenario
empezaba a divagar y yo intentaba no sonreír. Nerviosa. Ponía nerviosa a
Quentin.
—Ya veo —dije, negándome a ceder.
—Puedes quedarte si quieres.
—¿No vas a trabajar?
Dejó de sonreír, y me di cuenta: debía de sonar como su ex, que tenía
problemas con su éxito.
—Quiero decir que no te importará que esté allí mientras haces
contactos —aclaré.
Quen me miró un momento antes de volver a sonreír.
—Por supuesto que no.

—Entonces supongo que podría honrarte con mi presencia y ser tu


acompañante.
Puso los ojos en blanco.
—Estoy bendecida.
—Sí, lo estás.

265

Grayson

A
sistí a la cena de la conferencia con Quentin, y ella pasó el día
siguiente en las sesiones. Cuando le sugerí que la dejara
disfrutar del resto de sus vacaciones, me preguntó si tenía algo
urgente que hacer.
Nada.
Ni una sola cosa.
Estaba casi seguro de que nada volvería a parecer urgente, mientras
ella estuviera cerca.
266 Así que, durante los últimos días, había recorrido la zona con ella,
explorando el país.
La cultura y la historia fascinaban a Quen. La guía que traía era un
desastre cuando llegamos al último día: páginas dobladas y maltratadas por
el uso. Me sentí inútil cuando se negó a tomar los atajos que le ofrecí.
—No puedo creer que nos vayamos a casa mañana —suspiró y se posó
en el borde de la cama.
Una semana al sol había convertido su piel dorada en un tono más
intenso, pero no intentó buscar la sombra. A Quen le gustaba el sol, y éste
la amaba.
—¿Has disfrutado del descanso? —pregunté.
—Ha sido increíble.
—Tengo algo planeado para esta noche.
—¿Oh? —preguntó, sorprendida.
—Cámbiate y podemos irnos.
—¿No vas a decirme lo que has planeado?
—No, es una sorpresa.
Quentin odiaba las sorpresas. Odiaba no tener el control, pero a veces
era sano que renunciara al férreo control que tenía sobre todo, aunque yo
la forzara.
—Bien —resopló.

Agarró algo de ropa de su maleta y desapareció en el baño.


Sabía que esto no ayudaba a mi caso. Me había escondido con Scott,
lejos de enfrentar la realidad de lo que estaba sucediendo entre nosotros.
Lejos de la verdad del vínculo. No habría ningún momento en el que tuviera
que romperlo porque estaría de vuelta en Elysia con el resto. Y tal vez sería
más inteligente mantenerse alejado, pero era más fácil decirlo que hacerlo.
Cuando regresara del viaje, tenía que hablar con Erik. Teníamos que
encontrar la mejor manera de resolver esto. Por ahora, tenía la intención de
disfrutar de mi tiempo con ella. Era raro tener toda su atención.
—Pareces estar sumido en tus pensamientos.
Me giré y apreté la mandíbula. Quentin llevaba un vestidito negro que
le rozaba la parte superior de los muslos y que me dejó la boca seca.
—¿Estoy lo suficientemente presentable para lo que sea que hayas
planeado? —preguntó.
Me encantaba cuando se vestía de negro. Me encantaba verla vestida
de mi color y cada vez notaba más cómo optaba por el negro cuando estaba
conmigo. Una decisión inconsciente que despertaba algo primario y salvaje
en su interior.
267 —Estás perfecta. —Caminé hacia ella, manteniendo mi determinación
por un hilo deshilachado—. ¿Tienes todo?
Ella asintió, recogiendo su bolso de la cama antes de que le ofreciera
mi brazo y nos fuéramos.
Llevé a Quentin a cenar. Siguiendo con la idea de que se desprendiera
de su control, era un restaurante que servía en completa oscuridad. Nos
sentamos en la oscuridad total, que era mi zona de confort, y comimos
juntos. Al principio estaba tensa, pero a la hora del postre se soltó, se relajó
y disfrutó de la experiencia.
—No sabía que hubiera restaurantes así —comentó mientras nos
íbamos.
—Es algo diferente. Pensé que lo apreciarías.
—Gracias, Gray. He tenido una noche maravillosa.
—En realidad, tengo una sorpresa más.
Ella entrecerró los ojos, pero me agarró del brazo. Dejé que mi aura
nos transportara a los dos hasta la orilla de una masa de agua en la que
había un pequeño bote.
—¿Me has vestido para un viaje en barco?
—Te prometo que te va a encantar.
—Es una declaración audaz, Grayson.

Puse los ojos en blanco detrás de ella. Confiaba en que disfrutaría de


la velada. Con cuidado, la ayudé a subir a la barca, rozando con mis manos
la piel desnuda de su espalda, donde el vestido se había cortado para dejar
al descubierto su piel. Una vez que se sentó, subí a la embarcación y
empezamos a navegar.
—¿Sabes que esto es perfecto para un asesinato? Una mujer exitosa se
sube a un bote con un hombre extraño y eso es su fin —reflexionó Quen.
La miré fijamente.
—¿Por qué soy el asesino en este caso?
—Tienes temperamento.
—Y tú también.
—Yo controlo mejor el mío.
Remé en silencio mientras el sol se ponía, dejando que su válido punto
se alejara sin respuesta.
—Gracias por quedarte conmigo estos últimos días —dijo, rompiendo
el silencio.
—No tienes que agradecerme.
268 —Me he acostumbrado a hacer muchas cosas sola. Olvidé lo agradable
que era tener compañía.
El sentimiento era algo que me resultaba familiar. Mantenía a pocos
cerca de mí, principalmente porque no había muchos que eligieran estar
cerca. Cuando uno tenía responsabilidades como las mías, la gente juzgaba
rápidamente. No recordaban que yo no pedía mis dones. Me los habían
concedido y yo estaba a la altura de ellos.
La independencia de Quentin era diferente. Procedente del abandono,
eligió la soledad. Se protegió a sí misma.
—Me sorprende que no le hayas pedido a Holden que venga contigo —
dije.
Se miró los pies y se encogió de hombros.
—No lo habría disfrutado.
—¿No le gustan los viajes?
—No, no esa parte. Yo...
Sabía exactamente lo que quería decir, pero quería que lo dijera en voz
alta. Quería oírla admitir lo que yo sabía desde el principio.
—¿Qué es? —presioné.
—No es un mal tipo.
Ella estaba tratando de protegerlo de mí.
—¿Pero?

—No creo que vaya a funcionar.


Sentí como si me hubieran quitado un gran peso del pecho. Lo sabía.
Sabía que no tenía ningún deseo genuino por Holden. Toda la relación era
una farsa.
—Creo que sólo quiere una cara bonita —explicó Quen en voz baja.
—Y tú eres mucho más que eso.
Sus mejillas se sonrojaron.
—A veces me pregunto... —Se detuvo y se mordió el labio—. A veces
me pregunto si debería aflojar con el trabajo. Darle mi tiempo a alguien de
nuevo.
Me enfureció que pensara que tenía que doblegarse sólo para obtener
la aprobación de algún hombre.
—Y luego pienso en mis padres —dijo—. Y pienso que si alguien me
quiere tanto, me aceptará como soy.
Me pregunté si se daba cuenta de eso. Nunca interrumpí su trabajo y
ella no me juzgó por el mío.
Quen me miró y se rio.
269 —Lo siento. Debes pensar que soy idiota.
—Completamente lo contrario, Scott. Creo que eres una mujer
ambiciosa y te mereces a alguien que te aprecie.
Ella sonrió.
—¿Quién iba a saber que podías ser tan dulce?
—No vayas a decírselo a la gente. Tengo una reputación que mantener.
—¿Te parece difícil?
Levanté una ceja.
—Tu trabajo —aclaró—. Tú y Elva parece que tienen la parte de mierda
del trato.
Me tocó encogerme de hombros.
—Es mi don.
—Pero es... —Ella estaba tratando de encontrar las palabras—. Es un
poco más oscuro que el resto. No es precisamente alegre.
Mis defensas se levantaron. Tal vez me equivoqué. Tal vez sí me
juzgaba.
—Encuentro alegría en ello. —Las palabras salieron cortantes.
Su ceño se frunció y se inclinó hacia mí, poniendo una mano en mi
rodilla.

—No estaba tratando de indagar, Gray. Entiendo que te sientas


orgulloso de tu trabajo. Sólo pensé que debe ser difícil cuando otros esperan
que lo justifiques.
Su pulgar rozaba mi rodilla y respiré profundamente.
—He renunciado a intentar dar explicaciones a nadie.
Ella asintió, y dejé de remar, dejándonos flotar en el agua mientras el
sol se alejaba.
—¿Por qué nos hemos detenido? —preguntó.
—Ya lo verás. Ven a sentarte conmigo.
Quen se movió con cautela, ocupando el lugar a mi lado.
—Siento si pensaste que te estaba juzgando —dijo.
Suspiré y la miré. Normalmente no me importaba, pero no quería que
me juzgara. Era muy consciente de que lo que hacía causaba más problemas
que los arreglaba, pero lo llevaba en la sangre y la gente me llamaba. Negar
mi don me habría hecho profundamente infeliz.
—Sé que no lo harías —dije.
Eso la hizo sonreír.
270 Cuando el sol se puso y el espacio que nos rodeaba se volvió oscuro,
Quentin se acercó a mí y sentí su energía nerviosa.
—¿Qué pasa? —le pregunté. No contestó y reí—. Scott, ¿tienes miedo?
¿Te da miedo la oscuridad?
—¡No! La oscuridad no.
—¿Qué es entonces?
Suspiró.
—No me gusta el agua profunda y oscura. Me asusta. Sabemos más de
la luna que de nuestros océanos.
—No puedes hablar en serio.
—No quiero saber qué hay ahí abajo.
Me reí con ganas, y ella me dio un golpe en el brazo antes de que la
atrajera a mi lado. Quen se apoyó en mi cuerpo y la tensión se disipó.
—Haré lo posible por protegerte de cualquier criatura acuática
desconocida —murmuré contra su cabello.
—Reformula eso de que harás lo mejor que puedas a que lo harás.
—No pides mucho, ¿verdad, Scott?
—En absoluto.
Las ganas de besarla eran abrumadoras y me costó mucho autocontrol
no hacerlo. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería, y esto se estaba

convirtiendo rápidamente en una tortura. Ella admitió que las cosas no iban
a durar con Holden, pero yo sabía que eso no significaba que quisiera que
yo me pusiera en su lugar.
Oí el grito ahogado cuando miró a mi lado. Apartándome para darle
espacio, vio por qué la había traído aquí.
—¿Son luciérnagas?
—Sí, lo son —respondí.
—Esto es hermoso.
Sus ojos eran grandes mientras miraba a nuestro alrededor los bichos
que iluminaban el espacio.
—Es la luciferasa y la luciferina lo que las hace brillar así —explicó.
Quen extendió una mano y esperó hasta que un bicho se posó en su
palma.
—Utilizan el mismo complejo en el laboratorio. Pueden probar la fuerza
del promotor de los genes si... Lo siento. Lo siento.
Parecía avergonzada por haber vuelto al trabajo, pero negué. Yo
conocía todos los hechos, pero ella podía contármelos. Verla perderse en el
271 mundo en el que se sentía cómoda hizo que mi corazón latiera con fuerza.
Era el acceso a una vida por la que se esforzaba y protegía ferozmente.
—No te disculpes, Quentin.
El bicho salió volando de su mano y se unió a los demás que nos
rodeaban. Apoyó la cabeza en mi hombro y la rodeé con un brazo,
manteniéndola tan cerca como pude.
Suspiró y dijo:
—Creo que esto es posiblemente lo más dulce que alguien ha hecho
por mí.
Me llenó de orgullo saber que le había regalado algo que había
superado al resto. Algo que esperaba que permaneciera con ella incluso
cuando yo no pudiera. Un recuerdo duradero como regalo cuando
finalmente nos separáramos.
—¿Gray?
—¿Sí?
—¿No se preguntarán los demás dónde has estado la mayor parte de
esta semana?
—Erik lo sabe.
—Le confías muchas cosas, ¿no?
Pensé en Erik. Era el más inofensivo de los tres hermanos. Intentaba
hacer lo correcto, aunque no siempre le saliera bien. Me separó de Quentin,

pero eso fue antes de conocer el vínculo, y sabía que Erik nunca se lo
perdonaría, así que ¿de qué serviría enfadarse con él?
—Igual que confías en Cassidy para todo, ¿no?
Hubo un momento de silencio.
—Debe ser lindo. A veces me pregunto cómo sería tener parientes de
sangre —dijo.
Quería decirle que estaba sobrevalorado. Que por cada Erik, había un
Hunter. Quería decirle que su madre biológica también era una fuerza a
tener en cuenta, pero su angustia era demasiado. Que no podía vivir sin
Quentin, así que se negaba a vivir. Quería llevarla con Elva para que se
unieran.
No dije ni hice nada de eso, porque hacerlo sería poner su vida en
peligro.
—Sin embargo, ¿tu familia adoptiva fue buena contigo? —pregunté.
—No habría cambiado a mamá y papá por nada del mundo. No podría
arreglármelas sin Cass, aunque sea un enorme grano en el culo la mayor
parte del tiempo.
—Si yo fuera mortal, realmente podría temer a tu hermano.
272
Se rio mientras la abrazaba con fuerza.
—Le gustas —me aseguró.
—Es difícil no hacerlo.
Nos sentamos en el agua, observando en silencio y haciendo algún que
otro comentario, hasta que bostezó, y sintió más pesada contra mi cuerpo.
—¿Qué tal si volvemos? —sugerí.
Scott asintió contra mí, y envolví mi aura en torno a los dos, y nos llevé
de vuelta al hotel. Estaba más cansada de lo que parece y no paraba de
bostezar.
—Tienes que dormir un poco —le dije.
—¿Te quedarás conmigo? —Las palabras fueron amortiguadas con otro
bostezo.
—¿No lo he hecho todas las noches?
Tarareó y empezó a desvestirse, y yo volví a apretar la mandíbula.
Vestida solo con su ropa interior, se metió en la cama, por supuesto del lado
izquierdo.
Me quité la camiseta y se la tiré.
—Ponte eso si no te vas a poner el pijama.
Tiró de mi camisa con sueño mientras me quitaba los zapatos y el
pantalón y me metí en la cama a su lado. Darle en mi camisa fue un error.

Quentin se veía tan pequeña en ella, completamente acurrucada, y mi


corazón se sintió raro. Respiró profundamente y sonrió, con los ojos
cerrados, dándose la vuelta para quedar de espaldas a mí.
Moldeé mi cuerpo contra el suyo.
—¿Por qué sonríes? —pregunté, besando su nuca.
—Hueles bien.
Estaba definitivamente cansada. A Quen se le soltaba la lengua cuando
estaba al borde del sueño. Su filtro se hacía menos efectivo.
—Tú también, Quen.
—Gracias, Gray.
Bostezó y se empujó hacia mí, y la rodeé con un brazo, acercándola
todo lo que pude.
—Es un placer. Ahora duerme un poco. —Le di un beso en la nuca.
Todo quedó en silencio, y después de un tiempo, oí su voz; tranquila y
espesa por el sueño.
—Te amo, Gray.

273

Grayson

N
o había dormido en toda la noche pensando en lo que había
dicho. No tenía ninguna prueba de que lo dijera en serio. Ni
siquiera estaba seguro de que se acordara de haberlo dicho,
teniendo en cuenta que cuando se despertó no lo mencionó. Si le sacaba el
tema, sin duda se convertiría en una pelea. O tal vez no saqué el tema
porque no quería oírla decir que estaba equivocado. Que esas palabras
habían sido un error.

274 La observé como un halcón mientras terminaba de empacar.


¿Me amaba?
¿La amaba?
Quentin era atractiva. No se podía negar eso. Había adorado su cuerpo
cada vez que ella lo había permitido. Los dioses la habían esculpido para mí
y sólo para mí. Nuestra atracción fue puramente primaria al principio.
Pero me gustaba pasar tiempo con ella en los momentos más
mundanos. Me desafiaba y me intrigaba, pero ¿significaba eso que la
amaba? ¿Cómo era que algo que estaba destinado a ser un polvo, resultó
tan complicado?
Quentin tomó un vuelo a casa ya que Holden debía recogerla. Después
de estar deprimido, atado a mis pensamientos durante horas, utilicé mi aura
para llevarme a la casa de Erik. Mi hermano no estaba allí, pero encontré a
Sloan, Elva e Ignacio.
—El vagabundo regresa —me saludó Sloan.
—Me alegro de verte de vuelta, Grayson —dijo Elva.
—Nunca pensé que viviría para verte perseguir a una mortal por todo
el mundo. —Ignacio se rio.
Había una incomodidad en el aire.
—¿Me estoy perdiendo algo aquí? —preguntó Ig, captando el tema.
Miré a Sloan y a Elva.

—Depende de ti, Gray —dijo Sloan—. Tal vez otra opinión no haría
daño.
—¿Qué pasa? —preguntó Ig, poniéndose nervioso.
Tomé asiento y miré a mi amigo, decidiendo introducirlo en el círculo
de confianza.
—Ella no es mortal.
—Sí, y yo soy un semidiós —se burló.
—No. Pero ella sí.
Ignacio se rio a carcajadas, y cuando ninguno de nosotros se sumó, me
miró.
—No es posible —dijo, poniéndose serio.
Elva le agarró la mano.
—Mallory —dijo simplemente.
—Por supuesto, sería la maldita Mallory. —Se levantó y Elva parecía
descontenta.
—No hables mal de los muertos, Ig —le dijo bruscamente—.
Especialmente cuando se trata de mi familia.
275
El tono frío de Elva le hizo replantearse cuánto fuego había encendido
en su interior, y volvió a sentarse.
—¿Cómo? —preguntó—. ¿Desde cuándo lo sabes?
Y así, lo pusimos al corriente de todo.
Casi todo.
El vínculo de las almas se quedó entre Sloan y yo, y para cuando
terminamos, Ignacio parecía tener el peor dolor de cabeza.
—¿Por qué nunca puedes mantener las cosas simples? —murmuró.
—No está en mi naturaleza —respondí.
—Incluso esto es demasiado para ti. Entrégala y termina con esto.
Tuve que contenerme para no golpear a Ig. Él no lo sabía todo. No podía
hacer lo que me pedía. Enviar a Quentin a la muerte era una realidad que
no podía soportar.
—Ignacio. —Había un tono de advertencia en la voz de Elva.
—¿Qué? Los dos estuvieron al frente de ello, hace milenios. No tuvimos
que tocar a ninguno de ellos cuando ambos estaban contentos de ayudar a
llevar el peso de matarlos a todos.
Me sentía avergonzado ahora, sabiendo que Quen era una de ellos. Que
había ayudado tan fácilmente a acorralar a sus parientes y a encontrar su
muerte.

La expresión de Elva era la misma que la mía y me pregunté si lo


lamentaba tanto como yo. Me pregunté si se arrepentía de no haber invertido
más tiempo en Mallory.
—Es inofensiva —dijo Sloan.
—Es de la familia —señaló Elva.
—Ella es inofensiva hasta que descubra lo que pasó con el resto de su
familia. ¿Y si tiene hijos, Sloan? —preguntó Ig.
Sloan apartó la mirada rápidamente.
—¡Va a tener hijos! —exclamó Ig.
Había una pequeña chispa de pensamiento en el fondo de mi mente
que se preguntaba si esos niños eran míos. Si en algún futuro imposible,
creábamos una familia juntos. Lo aplasté rápidamente porque era muy
improbable y me centré en Ignacio.
—No voy a quedarme sentado esperando a que me masacren ella y los
dioses menores. Yo digo que se lo digamos a Hunter y nos ahorremos la
molestia —dijo Ig.
Cualquier otro comentario que hubiera podido hacer fue interrumpido
cuando Elva finalmente cedió a su aura. Un brillante color púrpura derribó
276 a Ignacio de su asiento junto a ella y lo tuvo inmovilizado contra el suelo.
No quiso luchar contra ella. No cuando la amaba como lo hacía.
—¡Suficiente! —exigió Elva—. ¿Puedo recordarte que ella también es
nuestra familia? La divinidad corre a través de ella como lo hace a través de
mí y como lo hizo a través de Mallory. Si estás dispuesto a verla morir por
algo que no puede evitar, por lo que es, entonces no eres el hombre que creía
que eras.
Elva le quitó el aura, e Ig se recuperó rápidamente.
—Nos tendrá a todos si descubre que no se lo hemos dicho —murmuró.
Sloan suspiró.
—Estamos tratando de encontrar una manera de evitar eso.
—¿Mantenerla oculta hasta que volvamos a Elysia?
—Ese es el plan —confirmé.
Pero incluso mientras lo decía, me preguntaba cómo sería posible. Me
dolía cuando estaba a kilómetros de distancia. ¿Cómo iba a volver a casa y
estar sin ella? Tenía que haber una manera de romper esto. Necesitaba que
mi hermano presentara una solución.
—Sloan, ¿dónde está Erik? —pregunté.
—Hunter pidió verlo.
—Eso no es bueno.
—¿Por qué? —preguntó Ig.

Sloan negó y salí disparado de mi asiento.


—Ignacio —dije—. No le digas a nadie sobre esto.
Tardó un momento, pero miró a Elva y dijo:
—Tienes mi palabra de Dios.
Eso era todo lo que necesitaba antes de partir para reunirme con mis
hermanos.
Gareth iba a perder la cabeza cuando viera esto. Hunter y Erik no
habían podido mantener la calma y todo el salón se había transformado en
una zona de guerra. Los muebles estaban volcados sobre su lado y los libros
arrancados de las estanterías. Los cristales destrozados se esparcían por el
suelo y mis hermanos se situaban en los extremos opuestos de la
habitación.
—¡Hunter! ¡Detente! —le grité.
La fuerza con la que Hunter golpeó a Erik lo hizo volar contra la pared,
dejando una abolladura al caer por ella. Saqué mi aura y me puse delante
de Erik.
—¡Muévete, Grayson! —exigió Hunter.
277 —¡No! ¿Qué estás haciendo?
—¡Estoy harto de las faltas de respeto de ambos!
Hubo una onda de color azul antes de que me cayera de los pies, y me
agarré antes de caer al suelo.
—¡La falta de respeto es lo que te has ganado de nosotros dos! —le dije.
Erik seguía en el suelo, sangrando. Miré por encima del hombro y dije:
—Vuelve a casa.
Erik no discutió, sino que desapareció en volutas de rojo.
—Te estás ablandando, Grayson —dijo Hunter.
—No, sólo estoy tratando de no ser un idiota como tú.
Un rayo azul se dirigió hacia mí, pero lo desvié.
—Los dos siempre se han aliado contra mí. ¿Qué es lo que quieren? —
preguntó, con una mirada feroz.
Lo que hubiera dado por que Elysia fuera testigo de la locura que lo
consumía. La máscara se le estaba cayendo, y eso hizo estallar alegría mi
corazón. Éramos más parecidos de lo que Hunter querría admitir.
Avanzaba rápidamente, con su aura flexionada a su alrededor. Hunter
llevaba un rato molesto, pero sólo me di cuenta de cuánto. El pequeño
arrebato de Erik en la última reunión debió de tocar un nervio, y yo no había
estado cerca para ver si habían conseguido solucionarlo. Evidentemente, no.

Erik no habría sido capaz de dejarlo pasar, sabiendo que yo estaba


vinculado.
—Me saldré con la mía —dijo Hunter—. Te casarás con Elva y vamos a
reforzar nuestro dominio sobre Elysia.
—Estás alucinando.
Su aura me dio de lleno en el pecho y salí volando contra una
estantería. El ataque de Hunter fue implacable, y apenas pude recurrir a mi
aura para protegerme. Era demasiado rápido. Demasiado poderoso.
—¡Entonces el consejo lo decidirá! Ahora, ¡fuera! —gritó.
No necesitaba que me lo dijeran dos veces. Contra todos mis instintos
de quedarme y empeorar las cosas, de enfrentarme a mi hermano con toda
mi rabia, me fui.
Tenía que elegir bien mis batallas con Hunter, sobre todo cuando
empezaba a pensar que no podía estar sin cierta semidiosa.

278

Quentin

C
uando Matt me recogió en el aeropuerto, sonrió y abrazó. Le
devolví el abrazo, pero la culpa me invadió. Me corría por las
venas y me erizaba la piel.
—Te he echado de menos —dijo.
—Sólo ha pasado una semana —bromeé débilmente como respuesta
mientras me soltaba.
—¿No me has echado de menos?
—Nunca dije eso.
279
Se inclinó para besarme y me aparté antes de que pudiera profundizar
el beso. Matt agarró mi maleta y la puso en la parte trasera del auto.
—¿Cómo estuvo? —preguntó.
—Increíble. La charla fue muy bien. Había mucha gente que quería
hablar conmigo. Y Dylan estaba allí, lo que fue inesperado. Tengo unos
cuantos correos electrónicos nuevos de gente que está interesada en
organizar algún trabajo de colaboración.
Matt me miró.
—No estarás pensando seriamente en aceptar más trabajo, ¿verdad?
—¿Qué quieres decir?
—Apenas te veo, Quentin. —Sonaba molesto—. Y cuando te veo, tengo
que competir con correos electrónicos y hojas de cálculo. No tuviste tiempo
para que me preparara para esta estúpida presentación.
—¿Estúpida presentación?
—No me refería a eso.
—Bueno, ¿qué querías decir, Matthew?
Dejó escapar un suspiro frustrado.
—A veces eres imposible, Quentin. Te tomas todo como un ataque
personal. Sólo quiero pasar tiempo con mi novia. ¿Por qué es algo tan malo?
—Disfruto de mi trabajo.

—Lo haces toda tu vida.


No, no lo hacía.
Había más cosas en la vida que mi trabajo. Era cautelosa sobre las
personas que les daba mi tiempo. Lo repartía entre Cass, Charlie, Sal.
Y Gray.
Le había dedicado mucho tiempo a Gray estos días.
Matt rara vez había sido una prioridad. Incluso cuando estaba con él,
me centraba en otras cosas.
—He trabajado mucho. Quiero seguir trabajando duro —argumenté,
desterrando los pensamientos de Gray.
—A veces la gente no quiere sentarse en las líneas laterales y animarte
todo el tiempo.
Las palabras picaron y me robaron el poder del habla. Me recordaba
demasiado a Ethan. Ethan tenía la tendencia de hacer todo sobre sí mismo.
No podía alegrarse por mí. No de verdad.
Cuando Matt se detuvo frente a la casa, fui a abrir la puerta del auto,
pero me agarró la muñeca, un poco más fuerte de lo que estaba
280 acostumbrada.
—Suéltame —le dije.
—Scott, escucha. No quiero pelear contigo. No te he visto en toda la
semana.
Me giré para mirarlo, mordiéndome las mejillas para detener las
lágrimas que me ardían en los ojos.
—Es una discusión estúpida —dijo, calmándose—. Siento haber
sacado el tema, pero como he dicho, sólo quiero pasar tiempo con mi
hermosa novia.
Eso fue todo lo que siempre fui para él. Hermosa. Me preguntaba si le
daba a Matt cinco palabras para describirme, cuáles serían. Apostaría la
casa a que todas tendrían algo que ver con mi aspecto físico.
Me agarró la cara y se inclinó para besarme, pero me aparté y abrí la
puerta.
—He dicho que lo siento, Quentin. —La frustración volvía a mezclar
sus palabras, haciéndolo sonar como un niño—. ¿Qué más quieres?
Abrí la puerta trasera del auto y saqué mi maleta.
—Si tienes que preguntar, ¿entonces cuál es el punto? Gracias por
traerme.
Cerré la puerta de golpe y me dirigí a la casa. Desbloqueé la puerta, la
cerré de golpe y dejé caer mi maleta. Cuando miré a mi alrededor, mi ira
pasó de ser una vaga irritación a algo más tangible.

El suelo del pasillo estaba completamente cubierto por una alfombra


de tulipanes amarillos.
—Por el amor de Dios —siseé.
Mis palabras resonaron en un tono más profundo.
—¡Por el amor de Dios!
—¿Gray?
—¿Scott?
Al salir del pasillo, encontré a Grayson en el sofá, también rodeado de
tulipanes. Cuando lo miré, vi que estaba sangrando.
—¿Qué demonios te ha pasado? —pregunté, con pánico y el corazón
acelerado—. Déjame ir a buscar el botiquín.
Gray se rio, y recordé que no era mortal.
—Sentí el peso de la ira de Hunter —respondió—. Salí bien parado.
Erik no tanto. Se curará. Sólo tarda un poco más, ya que fue herido por otro
Dios.
Asentí y me acerqué a él. Hunter lo atacó con ganas. Peor que cuando
llegaron por primera vez.
281 —Me sorprende que les haya hecho eso a ti y a Erik. Parecía tan...
—¿Santo? —Gray me miró con una ceja levantada.
—Está destinado a ser un protector.
—También es un Dios e inequívocamente egoísta. Se protegerá a sí
mismo antes que a nadie.
—¿Incluso sus hermanos? —pregunté—. ¿Larkin?
Se rio. Era una risa dura, que utilizaba cuando encontraba algo
estúpido, lo que me hacía sonrojar.
—Hunter se cuidará a sí mismo antes que a nadie —dijo.
—¿Por qué se pone así?
No pude evitarlo. Mientras observaba a Gray, mis dedos se acercaron
a su labio, donde estaba partido. El corte ya empezaba a cicatrizar, pero
había un fino rastro de dorado embadurnado en él. Cuando rozaron sus
labios, me agarró la muñeca y me besó el interior.
Mi corazón se agitó salvajemente. Gray lo había despertado de la gélida
jaula en la que lo había encerrado, y prosperaba bajo su toque.
Inquietantemente, respondió a su llamada y nada de lo que intentara podría
contenerlo de nuevo.
Cuando habló, su voz era suave.
—Te aseguro que estoy bien. Deja de preocuparte.

Tiró de mí con suavidad, así que me senté en su regazo y desapareció


cualquier resto de ira que sentía.
—Hunter está perdiendo el favor del consejo. Tampoco es del todo
popular entre los dioses menores, así que creo que le preocupa ser
reemplazado. Y sin heredero... —Se detuvo.
—Espera —dije al caer en la cuenta—. ¿Tú?
Se rio.
—Pareces sorprendido.
Me encogí de hombros.
—Un poco. Te gusta romper las reglas. No hacerlas cumplir.
Acomodando un mechón de cabello oscuro en su lugar, vi que su labio
se había curado por completo.
—Sólo rompo las reglas en circunstancias especiales —susurró Gray.
Su mirada era intensa y, si tuviera que leer entre líneas, diría que Gray
estaba tratando de decirme algo. Pero no quería leer entre líneas. Todo debía
ser sencillo entre nosotros.
Pero se habían complicado hace mucho tiempo, y Gray lo empeoró
282 cuando llegó a Malasia. Al pasar un tiempo a solas con él, completamente
vestida y alejada de todos los demás, me di cuenta de lo comprensivo que
podía ser y de lo dulce que era. Y la parte de mí que se cerró cuando Ethan
se fue, había vuelto a despertarse. Y eso era desastroso.
—Quentin. —Su voz era un susurro, y sus ojos recorrieron mi cara
antes de posarse en mi boca—. Creo que tienes que deshacer la maleta antes
de que haga algo que ambos lamentemos.
Me pasó un pulgar suavemente por el labio inferior y dejé escapar un
suspiro tembloroso. Me enorgullecía de mi determinación, pero la fuerza de
voluntad que me llevaba por la vida disminuía en el momento en que me
enfrentaba a Gray.
En silencio, me desdoblé de su regazo, echando de menos al instante
el calor de su cuerpo.
—Aléjate de Hunter —dije.
—Aléjate de Archer. —Señaló la habitación y me mordí el labio. Gray
limpió el desorden en un instante.
—Gracias.
—No lo animes —advirtió Gray.
—No lo haré. —Luego me corregí—. No lo hago.
Gray sonrió.
—Crees que no.

Me sonrojé y salí de la habitación, recogí la maleta y la arrastré


escaleras arriba. Deshice la maleta y puse la ropa en la lavandería.
Cuando Gray dijo que ambos nos arrepentiríamos, ¿se arrepentiría
porque yo era mortal? ¿Se arrepentía de todas las veces que habíamos caído
en la cama juntos? ¿Se arrepentía de haber pasado tiempo conmigo durante
la última semana? Mis pensamientos se enroscaban en sí mismos y se
anudaban.
Sólo cuando salí de la ducha me di cuenta de que había un jarrón en
mi escritorio con una sola cala de Odessa.
Todas mis preocupaciones desaparecieron y mi corazón dio un vuelco.

283

Quentin

Era el día de las Brasas. El día de Gray. Su cumpleaños, para ser
exactos. Cariñosamente llamado así porque la gente quemaba cosas
simbólicamente como homenaje a la destrucción de la que él estaba a cargo.
Me había invitado a cenar con algunos de los otros y yo había aceptado
con entusiasmo, pero ya se me hacía tarde.
—¡Lo siento! —dije, irrumpiendo por la puerta principal de mi casa con
una gran caja en la mano.
Fui directamente a la cocina y lo puse sobre la mesa.
284 —Juro que perdí la noción del tiempo. Dame diez minutos.
Cuando me apresuré a entrar en el salón, Gray estaba de pie junto al
sofá y me detuve en seco. Iba vestido de negro de pies a cabeza. Tenía las
mangas de la camisa arremangadas hasta los codos, los dos botones
superiores desabrochados y el pantalón abrazaba la curva de su culo y hacía
que mi cerebro entrara en cortocircuito.
Mierda. Este hombre nunca tenía un mal día.
—Te ves bien —logré decir, esperando que saliera de forma casual.
—Como si no lo supieras ya —dijo Gray, enderezándose.
El brillo cayó al instante.
—Pedazo de mierda engreída.
Pasé junto a él para prepararme. Me llevó veinte minutos. No los diez
que había prometido.
El vestido rosa que había planeado usar tenía una misteriosa mancha
que no podía quitar y había sido sustituido por uno de satén negro. La tela
rozaba mis curvas y los finos tirantes se entrecruzaban a lo largo de mi
espalda desnuda. Agarré una chaqueta de cuero antes de salir de la
habitación.
—¡Bien, te juro que ya estoy lista! —dije, volviendo a entrar en la sala
de estar con mis tacones.

Gray estaba tumbado en el sofá cuando me puse delante de él,


rebuscando en mi pequeño bolso negro.
—Gray —dije, levantando la vista y sonrojándome profundamente.
—¿Qué pasa, Scott? —Se levantó rápidamente del sofá y se acercó a
mí.
El azul de sus ojos había cambiado a negro, y pude ver cómo la tela de
su pantalón se tensaba alrededor de su polla.
—Necesitas ganar un poco de control.
Las volutas de su aura se flexionaron hacia mí y respiró
profundamente.
—Puedo cambiarme —dije.
—No —respondió entre los dientes—. No, eso no será necesario.
Hizo todo lo posible por recuperar el control, pero la sonrisa se le quedó
grabada en la cara.
—Vamos —dijo—. Ya se nos está haciendo tarde.
Tirando de mí contra su cuerpo, utilizó su aura para llevarnos a una
zona apartada, a una calle del restaurante.
285 —¿Estás seguro de que a los demás no les importará que esté allí? —
pregunté.
—Eres mi invitada. Además, te llevas bien con Erik, Sloan e Ig. Estoy
seguro de que te gustará Elva ahora que sabes que no me voy a casar con
ella.
Empujé a Gray, y él deslizó un brazo alrededor de mi cintura mientras
entrábamos en el edificio. No me detuve ni lo corregí.
Cuando llegamos a la mesa, Elva se levantó para saludarnos. Gray me
soltó para abrazarla y ella le besó ambas mejillas. Ella se acercó a mí, pero
Gray se interpuso como un muro entre nosotros.
—No tienes un brazalete. No creo que lo necesitemos ahora mismo —
le dijo Gray, con un poco de maldad.
—Lo siento. —Elva sonó decepcionada.
—Encantada de conocerte —dije, echando un vistazo a Gray y
ofreciéndole una sonrisa.
Ig me agarró por la cintura y me abrazó, y salté y dejé escapar un
chillido de sorpresa. Riendo, le devolví el abrazo. En el momento en que me
soltó, Gray me tiró de nuevo hacia él antes de que Ig lo agarrara y se dieran
un fuerte abrazo.
—Feliz cumpleaños —dijo Ignacio—. Y te vuelvo a recordar que te
controles.

Tomamos asiento en la mesa y pedimos las bebidas antes de que


llegaran Erik y Sloan. Gray se levantó y los abrazó a ambos. Cuando se
volvió a sentar, me reí y le limpié a Sloan el carmín de la mejilla con el
pulgar.
—¿Cómo es que llegaron tan tarde? —pregunté una vez que la mejilla
de Gray estaba limpia.
—Por algo tienen cinco hijos —respondió Ig con una sonrisa de
satisfacción.
Me atraganté con mi sorbo de vino y Elva le dio una palmada en el
brazo a Ignacio.
—Ya estamos aquí —dijo Erik, completamente imperturbable—.
¿Pedimos comida?
Era una sensación extraña estar sentada con los dioses, cenando como
si no existiera la vasta extensión de la divinidad entre todos nosotros.
Nunca me importaron las fechas concretas del calendario y, en
particular, el Día de las Brasas. La venganza me parecía un desperdicio de
energía, pero no lo dije en voz alta. No estaba dispuesta a ver cómo se le
escapaba la sonrisa a Gray.
286 Durante la velada, fui muy consciente de la presencia de Gray junto a
la mía. Cuando nuestras manos se apoyaron en la mesa, mis dedos
gravitaron hacia su mano. Gray no se movió, sólo miró en mi dirección, y
supe que me estaba dejando la decisión a mí.
No podía entender por qué mi necesidad de él era tan grande. Tal vez
fuera porque estábamos sentados con otras dos parejas que parecían estar
desesperadamente enamoradas. O tal vez había renunciado a seguir las
reglas.
Había algo entre Gray y yo, algo más que sexo. Ninguno de los dos
podía mantenerse alejado del otro.
Las yemas de mis dedos rozaron su piel antes de enlazar nuestros
dedos. Sus dedos se cerraron alrededor de los míos, y una sensación de paz
me inundó.
Mi mirada se dirigió a Erik, y él miró nuestras manos antes de que sus
ojos azules encontraran los míos y estuve dispuesta a que estallara. En
cambio, la comisura de su boca se curvó en una sonrisa y me hizo un sutil
gesto con la cabeza.
Tal vez había renunciado a tratar de mantenernos separados.
Me estaba rindiendo en el intento de mantenernos separados.
Durante el resto de la noche, me relajé, dándole un suave empujón a
Gray. Recorrí los números uno, cuatro y tres de su palma una y otra vez
hasta que sentí adormecida la piel de la yema del dedo índice. Eran los
números tatuados en el interior de la muñeca de mi mano izquierda.

I.IV.III
La primera vez que lo hice, pareció curioso, pero cuando no le ofrecí
ninguna explicación, continuó su conversación.
—¿Puedes intentar comportarte? —me susurró Gray al oído mientras
traían el postre a la mesa.
Me giré para mirarlo y susurré:
—No era yo la que luchaba por controlarse antes de salir.
—Touché.
Gray optó por un pastel de chocolate negro. Era grande y casi negro,
así que no me sorprendió que lo eligiera. Yo opté por una creación de limón
y arándanos. Mientras tomaba un bocado, me aseguré de controlarme.
—¿Quieres probar algo de esto? —preguntó Gray.
—Claro.
Empecé a acercarme a su plato, pero él clavó un tenedor en el pastel y
lo extendió hacia mí. Tomé un bocado y cerré los ojos, dejando que el rico
sabor se extendiera por mi lengua y tragué antes de que me diera cuenta.
Dejé escapar un gemido.
287 Cuando abrí los ojos, sólo Gray se había dado cuenta. El azul de sus
iris era negro.
—No puedes evitarlo —dijo.
Gray me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y me miró
fijamente.
Quería acortar la distancia. Lo necesitaba.
—Tienen que conseguir una habitación —dijo Ig desde el otro lado de
la mesa.
Me separé de Gray rápidamente para ver a Ig sonriendo. Gray le lanzó
una servilleta y volvimos a conversar.
Cuando volvimos a casa, agradecí haberme quitado los tacones. Me
dolían los pies a cada paso que daba en la cocina.
—Gracias por invitarme esta noche. Lo disfruté mucho —le dije a Gray.
La caja que había traído antes estaba sobre la mesa de la cocina.
—Mierda —murmuré—. Me olvidé de llevar esto conmigo. Es para ti.
Me puse junto a la mesa y Gray se colocó detrás de mí, sin dejar apenas
espacio.
—¿Qué es? —preguntó.
—Un regalo. Algo así. Es difícil comprar algo para un Dios.

Me rodeó la cintura con los brazos y abrió la tapa de la caja. Su aura


sacó un pastel y lo puso sobre la mesa. Estaba decorado con negro y dorado
para honrarlo.
—Pensé que todos podríamos comer un poco, pero se me olvidó llevarlo
—dije, dándome la vuelta para mirarlo.
—Gracias —respondió.
Era demasiado. La sensación de tirón en mi pecho y la necesidad de
sentirlo contra mí de nuevo era demasiado.
Mis manos se dirigieron a su cara, y Gray me miró con curiosidad antes
de que me pusiera de puntillas y lo besara. Pasó un momento antes de que
Gray respondiera, mordiendo mi labio y abrí la boca para él. Nuestras
lenguas se encontraron en una danza acalorada. Hacía demasiado tiempo
que no sentía un deseo tan intenso y caliente.
Gray me agarró de las caderas, tiró de mí contra él, y sentí su erección
presionada contra mi bajo vientre. Con torpeza, le quité la chaqueta de los
hombros y la dejé caer al suelo.
Dejó de besar mis labios y recorrió el borde de mi mandíbula
lentamente mientras mis dedos trabajaban en los botones de su camisa.
288 Gray llegó a mi cuello y chupó la piel, haciéndome inclinar la cabeza.
—Ya esperé bastante —dijo Gray.
—Pero te portaste tan bien —bromeé sin aliento.
Gray me gruñó:
—¿Sabes lo jodidamente difícil que es tenerte en la cama todas las
noches y mantener mis manos para mí?
Mis manos se deslizaron por su pecho hasta encontrar la cintura de su
pantalón, desabrochando su camisa. Gray rasgó los endebles hilos de mi
vestido mientras me mordía el cuello. Jadeé antes de que la sedosa tela se
acumulara alrededor de mis pies.
—Vas a dejar una marca, Gray —advertí.
—Tengo toda la intención de hacerlo.
Sus manos recorrían mis costados desnudos y yo temblaba bajo su
toque. Lo necesitaba con urgencia.
Las manos de Gray subieron hasta mis pechos, rozando mis pezones
para que mi espalda se arqueara. Mis manos siguieron desabrochando los
botones de su camisa antes de apartarla de su cuerpo. La pila de ropa a
nuestros pies crecía.
Mi boca encontró su hombro, y besé y chupé la piel, pero Gray volvió
a reclamarla con la suya.
No había nada suave o tierno o gentil aquí. Era una necesidad cruda y
primaria que habíamos negado durante demasiado tiempo.

Una de sus manos se aferró a mi cabello mientras profundizaba el beso


y el calor se acumulaba entre mis piernas.
Me ocupé rápidamente del botón y la cremallera de su pantalón. Gray
se quitó los zapatos y los calcetines mientras yo le bajaba el pantalón y lo
dejaba caer. Enganchó los pulgares en la cintura de mi braga y le pasé una
mano por la polla. Gimió.
La cocina se oscureció con su aura mientras su control flaqueaba,
quitándose su calzoncillo hasta que estuvimos completamente desnudos en
mi cocina.
Agarré su mano, la que no estaba enredada en mi cabello, y la guié
entre mis piernas.
—Siempre tan impaciente, Scott —dijo.
—Sólo sé lo que...
No pude terminar la frase cuando Gray me acarició el clítoris,
haciéndome gemir. Su otro brazo se movió alrededor de mi cintura para
sostenerme cerca, y su sonrisa era diabólica. Enganché una pierna
alrededor de su cadera para darle un mejor acceso, y él deslizó un dedo
dentro de mí.
289 —Mierda —jadeé, cerrando los ojos mientras él trabajaba con sus
dedos.
Le agarré la muñeca para detenerlo. Cuando miré a Gray, sus ojos
estaban completamente negros, y me di cuenta de lo mucho que echaba de
menos verlo así.
Desenganchando mi pierna de él, aparté sus dedos de mí, levantando
su mano y chupándosela. Me arrodillé frente a él, sin romper el contacto
visual. Mi lengua chocó con su polla dura como una roca y él siseó de placer.
Sus dos manos se enredaron en mi cabello y pasé la lengua alrededor de la
cabeza.
—Scott —dijo en voz baja—. No provoques.
Me lo llevé a la boca, riendo y enviando vibraciones a lo largo de él.
Gray gruñó y empujó mi cabeza, poniéndome a prueba. Se me llenaron
los ojos de lágrimas mientras movía la cabeza, tomando todo lo que podía y
dejando que mi lengua lo recorriera. Los sonidos de su respiración
entrecortada y los gemidos llenaron la habitación a nuestro alrededor.
Cuando su cuerpo se tensó, cuando sus movimientos se volvieron más
erráticos, lo dejé salir de mi boca con un chasquido húmedo. No quería
sentir su liberación en mi boca. Quería sentirlo dentro de mí.
Gray me miró desesperado mientras me levantaba.
Me empujó bruscamente contra la pared, inmovilizándome con su
mano alrededor de la garganta.

—¿Por qué te detuviste? —preguntó.


—Te necesito dentro de mí —respondí, luchando por respirar.
Gray se lamió los labios y se inclinó, manteniendo su mano en mi
garganta.
—Dime que esto no es una cosa de una sola vez.
Volví a rodear su cadera con mi pierna y me apoyé en él.
—Será mejor que me dejes con ganas de más.
Soltando mi garganta, Gray agarró mi culo con sus manos y me
levantó. Mi espalda se estrelló contra la pared helada, haciendo que me
arquease hacia él. Se guió dentro de mí sin preguntar ni dudar, estirando
mi coño hacia él, y mordí su hombro para silenciarme.
—Te sientes bien —dijo Gray.
Se retiró casi por completo antes de volver a clavarse en mí, y grité por
lo duro que era.
La boca de Gray volvió a encontrar la mía y mis dedos se enterraron en
su cabello mientras me sujetaba y marcaba el ritmo. Mis uñas se clavaron
en la carne de su espalda.
290 —Joder —gruñó—. Te he echado de menos.
Sabía lo que quería decir.
No había nadie que pudiera hacerme sentir como él. Ningún sexo se
había sentido tan dolorosamente satisfactorio como cuando era con Gray.
Nada me hacía sentir tan completa como cuando me sometía a él.
Las maldiciones y los gemidos resonaron en la cocina mientras
embestía y su mano se deslizaba entre mis piernas, a lo largo de mis pliegues
y evitando mi clítoris hasta que gemí.
—Ese es el sonido que me gusta escuchar —dijo con suficiencia.
—Para. —Jadeé—. Deja de ser tan malo.
Se oyó una carcajada antes de pasar el dedo por el manojo de nervios.
—¡Gray! —grité su nombre de puro placer.
Su aura me sostuvo, liberando sus dos manos. Mientras una trabajaba
en mi clítoris, la otra hacía rodar mi pezón y me sentía mareada por el
éxtasis. Gray se inclinó y me mordió el otro pezón antes de dejar que su
lengua lo recorriera.
—No te detengas —le supliqué—. Por favor. Por favor.
Mi espalda se arqueó contra la pared y él no disminuyó el ritmo. Me
pellizcó el pecho y volví a gemir. Mañana por la mañana, mi cuerpo llevaría
las marcas de esta noche, pero me encantaba pensar en los recordatorios
de dónde había estado y qué había reclamado.

Unos cuantos empujones más, junto con su toque, hicieron que me


diera un espasmo alrededor de su polla, y que las piernas se cerraran
alrededor de la cintura de Gray, de modo que él estaba profundamente
dentro de mí. Me acurruqué contra él, mordiéndole el hombro mientras mi
orgasmo se desplomaba a mi alrededor.
Gray siguió empujándose contra mí cuando abrí los ojos débilmente.
Gimió y me mordió el cuello antes de que su cuerpo se tensara y temblara y
se corriera dentro de mí.
Nos quedamos así durante unos instantes, envueltos el uno en el otro,
con los cuerpos bañados en sudor y la respiración agitada.
Lentamente, Gray me dio acarició la cara para que lo mirara. Sus ojos
volvían a ser azules. Mis piernas estaban cansadas y empezaron a resbalar
de su cintura, y él se deslizó fuera de mí antes de que mis pies tocaran el
suelo. Gray me mantuvo erguida mientras mis piernas luchaban por hacer
su trabajo, y la evidencia de su placer goteaba por mis muslos.
Cuando habló, fue un susurro.
—¿Qué quieres, Quentin?
—Te deseo. —La respuesta llegó sin pensarlo.
291 —No puedo darte todo lo que deseas.
Quería decir que no podía darme una relación; no podía dejar que
nadie supiera lo nuestro.
Lo sabía. Sabía todo esto, y deberían haber sido banderas rojas porque
la forma en que hizo que mi corazón retumbara y la forma en que no podía
dejar de pensar en él... Si no podía darme esas cosas, debería alejarme de
él porque me las merecía.
Pero no podía. Tomaría cualquier cosa que pudiera darme porque Gray
era mi condena.
—Lo sé —le dije.
—¿Cambia tu respuesta?
—No. Sé lo que quiero.
Apoyó su frente en la mía. Su voz era baja, profunda y autoritaria.
—No te compartiré.
Mi mano se acercó a su rostro.
—No tendrás que hacerlo. La misma regla se aplica a ti.
Dejaría a Matt. Lo vería mañana y terminaría las cosas. Sabía que
debería sentirme mal porque esto había sucedido mientras tenía novio, pero
no. Él nunca lo sabría, y yo terminaría las cosas antes de que algo sucediera
de nuevo.
Gray me asintió y me besó de nuevo.

—Te he echado de menos.


Parecía algo tan extraño de decir ya que vivíamos juntos, hablábamos
todos los días y pasábamos todas las noches en la cama, pero había echado
de menos poder tenerlo así.
—Mi cocina es un desastre por tu culpa —afirmé en voz baja.
—Tú empezaste esto.
Mis mejillas se enrojecieron.
—Feliz cumpleaños, Gray.
—Feliz cumpleaños para mí.

292

Quentin

C
uando me desperté a la mañana siguiente, el espacio a mi lado
estaba vacío, pero la cama no estaba fría. Gray no podía haberse
despertado mucho antes que yo.
Al girar, gemí. Me dolía el cuerpo. Mi pecho, mis caderas, entre mis
piernas. Gray se había asegurado de dejar su marca en mí una y otra vez, y
no hice nada para detenerlo. Algo de estar enredada con él de nuevo se
sentía bien.
Finalmente, me levanté de la cama, encontré su camisa doblada sobre
293 el respaldo de una silla, y me la puse. Respiré profundamente y dejé que su
olor me llenara la nariz antes de bajar las escaleras.
Gray estaba en la cocina. El desorden que habíamos hecho la noche
anterior había desaparecido, y observé desde la puerta cómo se servía una
taza de café.
—Deberías haberme despertado. Voy a llegar tarde al trabajo —dije,
recogiéndome el cabello en un moño desordenado.
—Buenos días a ti también.
—Buenos días, Gray.
Cuando se volvió para mirarme, sus iris se volvieron negros y me
provocaron mariposas en el estómago, la adrenalina corriendo por mis venas
y mareándome.
En instantes, estaba al otro lado de la cocina, con la boca sobre la mía,
y cedí fácilmente.
—No —dije, apartándome a regañadientes—. No, no puedo.
—¿Por qué no?
—Definitivamente llegaré tarde al trabajo, y pasamos casi toda la
noche... —Me quedé sin palabras—. ¿Cómo puedes todavía?
—Los dioses tienen mucha más resistencia.
Me levantó y le rodeé con las piernas. Gray me besó de nuevo,
colocándome sobre la encimera. En algún lugar de la habitación, mi teléfono
sonó desde el lugar donde lo había dejado anoche y, por primera vez en

años, no me apresuré a contestar ni a ver quién era. Me contenté con el


momento.
Gray me dio una taza de café negro y la bebí de un trago.
—Puedo llevarte al trabajo más rápido que el auto —argumentó.
—¿Intentas coaccionarme?
—Coaccionar sugiere que no estás dispuesta. Tú, Scott, eres todo
menos eso.
Levanté la pierna para darle una patada, pero se apartó.
—¿Intentas atacarme? —preguntó.
Estaba justo fuera de su alcance, con los brazos cruzados sobre el
pecho, una ceja levantada y una mirada divertida. Podía patearle el culo,
estaba segura. Iba a meterlo en el ring de Sal, con los guantes puestos, y
vería lo engreído que era entonces.
—Tienes miedo, y por eso te has movido —le dije simplemente.
Se puso serio, y yo sonreí.
—¿Crees que te tengo miedo? —preguntó, arqueando una ceja.
—Creo que me tienes miedo.
294
Bajó los brazos y volvió a acercarse a mí.
—Recuerdas quién soy, ¿verdad?
—Algún que otro Dios.
Agité una mano en el aire vagamente y tomé otro sorbo de mi taza de
café, pero Gray me la quitó de la mano y la apartó.
—¡Oye!
Se colocó entre mis piernas y lo miré.
—Eres un grano en el culo —me dijo.
Ocupaba todo mi espacio personal. Sus ojos me atraían, grandes y
azules, y su olor me envolvía, familiar y acogedor.
Podría llegar un poco tarde. Ya había trabajado suficientes noches
hasta tarde como para tener algo de tiempo. Todavía sentada en el
mostrador, rodeé su cintura con mis piernas y él se inclinó para besarme.
Fue desesperado y lujurioso. No podíamos saciarnos el uno del otro después
de pasar tanto tiempo separados.
Cuando rompimos el beso, ambos respirábamos con dificultad y él
apretó su frente contra la mía.
—Lo dejarás hoy —dijo Gray. No era una pregunta.
Asentí. No tenía intención de seguir con Matthew. Incluso si no fuera
por Gray, nunca iba a ser una relación a largo plazo. Él quería cosas que yo

no podía proporcionarle, y yo quería cosas que él no estaba feliz de siquiera


contemplar.
Gray me agarró los muslos con las manos y me echó hacia atrás para
que me tumbara sobre la encimera. Me besó las piernas y sentí que me
mojaba.
—Soy un ser extremadamente egoísta, Scott —me recordó Gray.
—Mmm.
Me besó a lo largo de los muslos. Estaba completamente desnuda bajo
su camisa, y él sonrió al darse cuenta de ello. Habló tan cerca que sentí su
boca como un fantasma contra mi coño, y moví las caderas, pero él se apartó
de su alcance.
—Te quiero para mí —dijo Gray con firmeza—. ¿Me entiendes?
Volví a asentir y él ladeó la cabeza.
—Usa tus palabras, Scott. Normalmente te sobran.
—Sí. Sí, lo entiendo. Por favor, Gray.
Odiaba el hecho de que supiera cómo conseguir que hiciera cualquier
cosa que quisiera.
295 Gray se rio, y tuve el impulso de levantarme e irme, pero justo cuando
me impulsé, su lengua me tocó, y jadeé.
—¿Adónde vas? —preguntó.
Dio cortos y agudos golpes de su lengua contra mi coño, y mis manos
se aferraron a su cabello, tirando de él más cerca.
—A ninguna parte —logré decir con voz ronca.
Me recosté sobre la encimera, con los pies apoyados en la superficie y
la cabeza de Gray entre mis piernas. Alternaba ráfagas cortas y caricias
largas y amplias, y yo no podía quedarme quieta, retorciéndome de placer.
Lo sentí sonreír contra mí y me pregunté cómo podía sentir algo por
un imbécil tan engreído.
Cuando Gray deslizó un dedo dentro de mí, dejé escapar un gemido
bajo y moví las caderas.
—Gray.
—¿Mmmm? —tarareó contra mi clítoris, introduciendo otro dedo.
—Sigue —le insté. Mi espalda se arqueó sobre el mostrador y cerré los
ojos ante el placer.
—Eres mi comida favorita, Scott.
Gray curvó sus dedos y dio en el clavo, obligando a mis dedos a
enroscarse.
—Sí. ¡Gray, sí!

Sus dedos y su lengua se aceleraron y yo me agarré a su cabello


mientras mi cuerpo se tensaba. En poco tiempo, me apreté alrededor de sus
dedos y mis muslos se cerraron alrededor de su cabeza mientras mi cuerpo
temblaba por el clímax. Grité su nombre, con la sangre retumbando en mis
oídos mientras mi cuerpo alcanzaba el punto máximo.
—¿QUÉ MIERDA?
Todo pasó muy rápido.
Gray apartó sus dedos de mí mientras me sentaba en la encimera. Gray
movió su cuerpo frente al mío, pero vi a Matt de pie en la cocina, con aspecto
furioso, y se me revolvió el estómago.
—¿QUÉ MIERDA ESTÁ PASANDO AQUÍ?
La voz de Matthew tembló por el enfado, e intenté mover a Gray de
delante de mí, pero no cedió ni un ápice.
Le había devuelto las llaves a Matt la mañana cuando vino a recogerme
al trabajo. Debió ser él quien me mandó un mensaje.
—Cálmate, Holden —le dijo Grayson.
—¿Que me calme? ¿Me estás tomando el pelo? ¡Te acabo de encontrar
follándote a mi novia en su cocina!
296
Mi cara se enrojeció. No había manera de evitar esto ahora. Matthew
acababa de encontrarnos.
Oh, Dioses.
Matthew acababa de encontrarnos.
¿Qué debía decirle?
—Matthew. —Mi voz era tranquila mientras me asomaba por detrás de
Gray.
Cuando Matt clavó sus ojos en mí, su furia sólo pareció aumentar.
—¡Dioses, Quentin! ¿Hablas en serio ahora? ¿Te lo has estado follando
mientras te veías conmigo?
—¡No! No. ¡No es así!
Giré la pierna y bajé de la encimera, para dar unos pasos hacia él.
—¡Estás en su camisa! —gritó Matt—. ¡No es la primera vez!
Cerré los ojos por un segundo. ¿Por qué no me había duchado y vestido
esta mañana?
—Matt, sólo escúchame —le supliqué.
—¡No quiero escuchar nada de lo que tienes que decir, Scott! ¡Mierda,
creía que eras una auténtica joya, pero no eres más que una vulgar puta!
Las palabras apenas salieron de su boca cuando el aura de Gray
mandó a Matt al otro lado de la habitación.

—¡Gray! ¡Para! —grité.


—No te atrevas a insultarla delante de mí —dijo Gray, con la voz
temblando de autoridad.
Empezó a avanzar hacia Matt, y le agarré del brazo.
—¡Para! Basta ya. —le dije.
Gray me miró, con su propia rabia en los ojos. Esto iba a empeorar las
cosas diez veces más. Matt se levantó del suelo y me giré hacia él.
—Lo siento mucho —dije—. Lo siento mucho.
—Ahórrate tu patética disculpa —espetó Matt—. Veremos lo que
Gareth tiene que decir sobre esto. Tenemos prohibida cualquier relación con
ellos. No eres inmune a las reglas.
El aura de Gray se movió a mi alrededor, y me volví contra él.
—¡He dicho que pares!
Matt salió de la casa y corrí tras él. Puede que no sintiera nada por él
en un sentido romántico, pero eso no significaba que quisiera hacerle daño.
—Matthew, hablemos de esto.
Abrió la puerta y se dirigió hacia su auto. Empecé a seguirlo, pero los
297 brazos de Gray me agarraron por la cintura.
—¡Déjame ir! —grité.
—Estás medio desnuda, Quentin —me recordó con calma, cerrando la
puerta en mi huida.
—Tengo que ir tras él. No puedo... No puede decírselo a Gareth. Hunter
se va a enterar.
El pánico se abrió paso por mi cuerpo. Gray me arrastró a la sala de
estar, y luché por respirar.
Yo planeaba las cosas. Lo planificaba todo, así que cuando sucedía
algo inesperado, perdía la cabeza.
Gray me dejó en el suelo y me agarró la cara con las manos.
—Escúchame. Mírame y escúchame.
Me concentré en él y consiguió que igualara su respiración. Inhalé tres
veces y exhalé cinco, y en poco tiempo estaba tranquila.
—Voy a ver a Gareth ahora —me dijo Gray—. Vístete y ven
directamente al instituto a buscarnos. Voy a arreglar esto. Lo prometo.
Asentí y me dio un beso en la frente.
—Voy a arreglar esto, Quentin.
Gray se alejó de mí y desapareció en volutas de negro, y recé para que
hubiera una forma de salir de esto.

298

Grayson

H
olden era un problema en un día normal, pero con esta
información, era peligroso.
Nunca había visto a Quen tan asustada. Este nivel de caos
era algo que ella no manejaba bien, pero era donde yo prosperaba.
Necesitaba suavizar esto antes de que se me fuera de las manos. Antes de
que fuera puesta en la línea de fuego por algo más que su jefe.
Gareth levantó la vista cuando aparecí en su despacho.
—¡Grayson! —dijo, sorprendido—. No te esperaba hoy. Ninguno de
299 ustedes debe estar aquí…
—Tengo que hablar contigo.
—Toma asiento —dijo.
Me senté frente a él.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó Gareth, bienintencionado
como siempre.
—Necesito hablar de Quentin contigo.
Gareth dejó de revisar los archivos de su escritorio y me prestó toda su
atención. Entrecerró los ojos momentáneamente y luego dijo:
—¿Y Scott?
—Scott y yo —empecé y me aclaré la garganta.
Tenía que decírselo para que pudiéramos terminar con esto. Tenía que
decírselo a Gareth para asegurarme de que Hunter no se enterara. Porque
si eso ocurría, me arriesgaba a que otro esqueleto saliera del armario y no
podía pensar en las consecuencias si eso ocurría.
—¿Qué hay de ti y de Scott? —Sus palabras eran lentas y mesuradas,
como si no quisiera saber lo que venía a continuación.
—Scott y yo estamos...
La frase se perdió cuando la puerta del despacho de Gareth se abrió de
golpe y Holden entró en la habitación.

—¿Qué estás haciendo aquí? —dijo Holden, con los ojos puestos en
mí—. ¿Estás tratando de encubrirlo?
—¿Holden? —preguntó Gareth, frunciendo el ceño—. ¿Quieres decirme
por qué irrumpes en mi oficina?
Me levanté, pero Holden estaba decidido a cumplir su misión.
—¡Se está follando a Scott! —anunció Holden.
Mi aura cerró la puerta de golpe. No necesitábamos que todo el
instituto viera u oyera esto mientras llegaban al trabajo.
Gareth se levantó de su silla, mirando entre los dos.
—Pensé que salía contigo —dijo, posando su mirada en Holden.
—Sí. Aparentemente, eso no los detuvo.
Había mucha rabia pululando por la habitación, y me esforcé por no
alimentarla. Pero entre Holden y Gareth, era una tarea difícil.
—Explícate. Ahora —exigió Gareth.
Miré a Gareth, dispuesto a intentar calmarlo.
—¿Qué necesitas, Gareth? —gritó Holden—. ¿Un dibujo? Lo he visto.
300 Ya tuve suficiente con Holden y su comportamiento infantil. El acto
herido podría haber roto a Quen, pero sólo sirvió para irritarme. Mi aura
rodeó con fuerza su garganta para silenciarlo.
—Hablas demasiado —siseé, viendo cómo se ponía rojo.
—¡Grayson! —gritó Gareth.
Intentaba mantener el control de la situación, pero a diferencia de
Holden, también sabía lo que estaba en juego y con quién estaba hablando.
—Déjalo ir —dijo Gareth con firmeza.
Aflojé mi agarre, para que Holden pudiera respirar bien, pero me negué
a soltarlo. Esto no habría sido un problema si lo hubiera matado la primera
noche. La única vez que opté por mostrar algo de piedad, la única vez que
mi cabeza giró en busca de un objetivo mayor, había calculado mal.
—Por favor, dime que lo que ha dicho no es cierto —dijo Gareth entre
dientes apretados.
—Scott y yo nos estamos viendo —confirmé.
Gareth soltó un suspiro y cerró los ojos.
—Los dos conocen las reglas —dijo, mirándome de nuevo—. Saben que
eso no está permitido.
—¿Y piensas hacer valer eso? —pregunté, desafiándolo.
—Tendré que informarle a tu hermano y él podrá hacerlo cumplir.
Mi aura resplandeció a mi alrededor, oscureciendo la habitación.

—¡No harás nada de eso!


Gareth se retiró de su escritorio en un débil intento de poner distancia
entre nosotros.
—Hunter está pasando por bastante en este momento. No necesita
nada más en su plato —le dije.
Como si me importara una mierda lo que mi hermano estaba pasando.
No podía enterarse porque eso traería todo tipo de problemas.
Se oyó un débil golpe en la puerta antes de que se abriera y Quentin
entrara, examinando la escena.
—Bájalo, Gray —dijo.
A petición suya, aparté mi aura de Holden y él se frotó la garganta,
tomando aire.
Quentin cerró la puerta y miró a Gareth. Por primera vez desde que la
conocía, me sorprendió lo joven que era. Se estremecía con cada
movimiento, con los hombros encorvados como si tratara de protegerse de
lo que se le echara encima.
—Gareth —dijo Quen.
301 —¿Lo que dicen es cierto? —preguntó, yendo al grano.
Ella tragó antes de asentir, y él sacudió la cabeza.
—No esperaba esto de ti, Scott. —Suspiró.
Sus mejillas se pusieron rojas. Y yo quería ir a ella, pero eso no
ayudaría a nuestro caso.
—Gareth… Yo... Acaba de suceder —balbuceó, con los ojos vidriosos.
—Maldita zorra —siseó Holden.
Giré sobre él y lo inmovilicé en el suelo con mi aura. Tenía que dejar
de insultarla. Ella estaba vinculada a mí y no permitiría que nadie le faltara
al respeto. Holden se retorció contra el suelo, tratando de liberarse de mi
agarre.
—¡DETENTE GRAY! —gritó Quentin.
Se acercó y me agarró del brazo, y luché contra el impulso de destruir
a Holden porque ella no quería que lo hiciera. Lo solté y la miré.
—Lo estás empeorando —dijo ella.
—He dejado de hacerlo —respondí.
Mis dedos rozaron suavemente su mejilla, limpiando una lágrima
perdida. ¿Cómo iba a mantener esto a raya ahora?
—¡Míralos! —dijo Holden, sentándose.
—¡Para ya! —le dijo Gareth. Se pellizcó el puente de la nariz y dijo—:
Holden, te impongo dos semanas de permiso.

—¡¿Qué?!
—Ya me has oído.
—¡No he hecho nada!
—Tienes que calmarte.
Holden se puso de pie, con aspecto furioso.
—¿Por qué me castigas por algo que ellos hicieron?
—¡No es un castigo! Tienes que calmarte. Esta información no sale de
esta oficina o se tomarán medidas disciplinarias.
Holden parecía dispuesto a discutir, pero abrió la puerta de un tirón y
salió del despacho, cerrándola de golpe. Quentin se estremeció y yo me dirigí
hacia ella.
—Los dos —dijo Gareth—, siéntense.
Quentin se dejó caer en un asiento obedientemente, y yo me senté a
su lado.
—No quiero saber cómo ni por qué —dijo Gareth—. Ambos saben que
esto no está permitido.
Quen retorció las manos en su regazo.
302
—Grayson, me gustaría hablar con Quentin a solas —me dijo Gareth.
—No. —No iba a dejarla sola.
—Gray —susurró, sin levantar la vista—. Déjame hablar con él.
No me sentía cómodo dejándola. Mi trabajo era protegerla, y aunque la
mayor parte del tiempo sabía que no lo necesitaba, no era ella misma.
Necesitaba que alguien tomara las riendas. Pero ¿cómo iba a discutir sin
empeorar la situación?
—Estoy bien —me aseguró.
Me levanté del asiento.
—Estaré en el laboratorio.

Quentin

E
scuché el chasquido de la puerta cuando Gray salió de la
habitación, y una sensación de temor me llenó el estómago peor
de lo que lo había hecho en años. No me atreví a mirar a Gareth
a los ojos.
—Scott, ¿Qué está pasando?
—No lo sé.
—¿De verdad?
No lo sabía. No tenía idea de lo que estaba pasando. Sabía que
303 necesitaba a Gray. Sabía que no podía alejarme de él, pero no podía decírselo
a Gareth. Mi mirada se desvió hacia el techo, buscando una respuesta entre
las baldosas.
—Sea lo que sea, es más de lo que Holden vio, ¿no? —preguntó Gareth.
Mi cabeza volvió a discutir, pero él levantó una mano—. No lo hagas. La
forma en que te miraba... La forma en que lo tranquilizaste...
El corazón me golpeó violentamente en el pecho y me sentí mareada.
Habíamos pasado tanto tiempo en secreto que no podía creer que hubiera
estallado en este caos.
—No puedo aprobar lo que está ocurriendo aquí —dijo.
—No puedes decirle a Hunter. —Las palabras salieron de mi boca antes
de pensarlas—. No puedes decírselo.
—No pienso hacerlo. Grayson parecía dispuesto a matarme cuando lo
mencioné. No estoy listo para cruzarme con él.
Agradecí que Gareth creyera tanto en los dioses que tuviera el sentido
común de temerles.
—Scott —dijo suavemente.
No me sentía cómoda con lo que venía.
—¿Vas a dejar de verlo? —preguntó Gareth.
Abrí la boca, pero no salió nada. No podía alejarme de Gray porque me
dolía demasiado.

—Ojalá hubieras manejado esto mejor. —Gareth suspiró.


—Pienso lo mismo.
—Lo hecho, hecho está.
Miré a Gareth y me mordí el labio inferior, esperando que continuara.
Había algo en mí que me obligaba a buscar la aprobación de los que estaban
más arriba en el orden jerárquico. Pero Gareth no aprobaría esto. Había roto
una de las reglas.
—Pero tengo que hacer algo, Scott. Holden dejará que se desate el
infierno si no sigo el protocolo. —Mi boca se agrió con náuseas, y la
habitación se balanceó—. Te suspendo del proyecto por dos semanas. James
puede hacerse cargo del laboratorio. Puedes analizar los datos en casa.
Necesito que te despejes, Scott. Te recluté por una razón. Lo que ocurra en
tu vida personal no debería afectar a tu trabajo, pero lo hace.
Sentí un débil zumbido en los oídos mientras se me adormecía la boca.
—Cuando vuelvas, lo que sea que esté pasando entre tú y Grayson, no
afectará tu trabajo ni al resto de mi personal. ¿Entendido?
Asentí lentamente.
—Puedes irte.
304
Me levanté y salí de la oficina, sintiéndome la peor persona del mundo.
No podía negarlo. El título era mío.
Volviendo al laboratorio, estaba completamente fuera de sí. Me habían
suspendido. Esto sería una marca en mi historial. Me lo preguntarían
cuando solicitara otro trabajo y ¿qué iba a decirles? ¿Que me estaba follando
al sujeto del estudio cuando estaba explícitamente prohibido, y que mi novio
de entonces nos descubrió?
Llegué al laboratorio y dudé antes de abrir la puerta. El equipo estaba
allí, trabajando. Todos ellos ignoraban por completo cómo había traicionado
su confianza y puesto en peligro el proyecto.
Gray se levantó de un banco, pero no lo miré. En cambio, me dirigí a
James. Le expliqué que me iba a tomar un permiso prolongado durante dos
semanas y lo que había que hacer. Él era capaz, pero me dolía entregar mi
laboratorio a alguien, aunque fuera temporalmente.
—Estaré pendiente de los correos electrónicos. Envíame los datos y
trabajaré en el análisis. Eso te libera para seguir trabajando en el
laboratorio.
Me preguntó si estaba bien y lo único que pude hacer fue asentir.
—Haz un buen trabajo. No quiero estar limpiando un desastre cuando
vuelva —le dije.
Entonces me di la vuelta y salí del laboratorio, tratando de no llorar.
Gray caminó tras de mí mientras yo atravesaba el instituto.

—¡Scott! —gritó—. ¡Scott! ¡Quentin!


Me alcanzó y me agarró del brazo, obligándome a detenerme y mirarlo.
—¡No! —Le quité el brazo de encima.
—¿Qué dijo Gareth?
Sacudí la cabeza y seguí caminando. Gray siguió el ritmo a mi lado.
—No me alejes, Quentin. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha dicho?
Llegamos al exterior antes de que me volviera hacia él.
—Estoy suspendida por dos semanas, Gray. ¡Estoy suspendida de mi
trabajo!
—No puede hacer eso.
—Puede. Tiene todo el derecho. Podría haberme despedido si quisiera
porque he roto los términos de mi contrato. Así que, en realidad, me estoy
saliendo con la mía a la ligera. Y he conseguido perder a un amigo en el
proceso.
Estaba entre enfadada y molesta. La situación se había manejado muy
mal y todo era culpa mía. Necesitaba estar sola para procesar todo lo que
había pasado y averiguar cómo salvar algo de lo que quedaba.
305 —Quentin, lo habrías dejado de todos modos —dijo Gray con
naturalidad mientras me alejaba—. Al menos ya está hecho.
Me paré en seco y me giré hacia él.
—¿Disculpa?
—Dijiste que lo ibas a dejar hoy.
—¿Estás hablando en serio?
—¿Me estabas mintiendo?
La sangre me latía en los oídos mientras miraba a Gray, tratando de
asimilar lo que decía.
—¡No! —dije—. No, no te estaba mintiendo.
—¿Entonces? No hay daño.
—¡¿Estás bromeando?! —Mi voz se elevó.
Los dioses eran egoístas. Estúpidamente egoístas, y eso brillaba en
Gray. No le importaba que Matthew estuviera herido. Gray consiguió lo que
quería, sin importar las consecuencias, y para él, ese era el final de la
historia. Pero sentía la culpa, y había perdido un amigo y acababa de ser
suspendida.
—¡Hay mucho daño! —grité—. ¡Dioses, puedes ser un idiota egoísta a
veces!

Abrió la boca para responder. Pero aparecieron volutas de color rojo y


Erik apareció junto a Gray. Se me revolvió el estómago al pensar que Hunter
podría haber descubierto nuestro secreto.
—Tienes que venir a la casa de Gareth. Lo siento, Quentin —dijo Erik.
Miró entre nosotros—. ¿Qué hacen los dos aquí fuera?
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Gray, ignorando su pregunta.
—Han surgido algunos problemas en casa. Hunter espera que
volvamos allí. Quiere una reunión antes de que nos vayamos para que
estemos en la misma página.
Mi corazón se calmó ligeramente, y Gray se centró en mí.
—Ve —le dije—. Necesito irme.
Un poco de distancia nos vendría bien. Había sido testarudo, y
necesitaba calmarse.
—Quentin —dijo Gray, sin parecer impresionado.
Lo miré antes de que mis ojos se desviaran hacia Erik, que parecía
incómodo.
—Tienes que ocuparte de esto —dije.
306 Necesitaban mantener las cosas lo más tranquilas posible o Hunter se
enteraría de verdad, y estaríamos en la mierda. Necesitábamos continuar
como si nada hubiera pasado.
—Tenemos que hablar cuando vuelva —dijo.

Grayson

H
unter informó a los Dioses antes de llegar a Elysia. La inquietud
de los Dioses menores se había desbordado, y ejercían sus
poderes de forma poco flexible en casa. Normalmente, estaría
encantado de volver allí, pero mis pensamientos estaban sólo parcialmente
en Elysia con mis parientes.
Quentin estaba enfadada conmigo. Estaba enojada por cómo se
desarrollaron las cosas. Sólo señalé que nuestro objetivo final se había
logrado aunque la ejecución fuera más desordenada de lo esperado. Holden
era un niño grande, lo superaría. No era como si estuvieran vinculados.
307 Quen me llamó “idiota egoísta”. Yo era egoísta. Era extremadamente
egoísta cuando se trataba de ella. Eso seguiría siendo así durante toda mi
existencia, pero no me gustó la forma en que lo había señalado. Como si eso
me convirtiera en el malo de la película.
—Gray —dijo Erik—. Sugiero que lo que sea que estaba pasando
contigo y Scott, lo dejes ahí abajo. Toda tu atención debe estar aquí.
Miré a mi hermano pequeño. Teníamos que hablar, pero ahora no era
el momento. Erik tenía razón; necesitaba concentrarme.
Nos desplazamos a través de Elysia para cubrir nuestros respectivos
terrenos. La Alta Elysia no estaba prohibida para los dioses menores, pero
había muchos que preferían no recorrer los cielos más altos si no tenían
nada que hacer allí. Parecían contentos en los cielos intermedios,
prosperando a su manera. Pero sin la élite en su posición, y sin respuesta
acerca de cuándo volveríamos permanentemente, se descontrolarían.
Aunque nos superaban en número, estaban menos unidos que la élite,
por lo que eran más fáciles de dominar.
Nos llevó casi todo el día hablar con ellos y arreglar el desorden que
habían causado. Por la tarde, nos reunimos en la sala del consejo. Mientras
caminaba por los pasillos, mi corona pesaba sobre mi cabeza.
Doce tronos estaban alineados en semicírculo en una cámara de
piedra. Hunter estaba sentado en el centro, y todos nos dirigimos a nuestros

asientos. Erik se sentó a la izquierda de Hunter, y yo a la derecha. Estaba


claro quién estaba al mando.
Archer entró en la sala, con aspecto aburrido, y se puso delante de
nosotros. A pesar de su fachada despreocupada, percibí la rabia que le
producía haber sido convocado.
—Solicitaste mi presencia —dijo brevemente.
—¿Quieres explicar qué creen exactamente los dioses menores que
están jugando? —preguntó Hunter.
Se enderezó con una expresión como si la mantequilla no se derritiera.
—Tienen tendencia a inquietarse. No les has inculcado fe por la forma
en que pasas tu tiempo con los mortales.
Me tensé.
—Hablas como si no estuvieras allí.
Los ojos verdes de Archer se dirigieron a mí y enarcó una ceja.
—Bueno —dijo—. Esa fue la razón por la que yo y algunos otros
decidimos bajar. Para controlar, hacer equilibrio y todo eso. No he tenido
tiempo de informarles.
308 Mentira. No les había informado porque quería causar inquietud y
malestar.
—Asegúrate de que no vuelva a ocurrir, Archer. Odiaría tener que llevar
a los dioses a juicio por traición —dijo Hunter.
Palideció pero se recuperó rápidamente.
—Por supuesto que no, Hunter. Hablaré con ellos. ¿Necesitas algo
más?
—Puedes retirarte.
Archer me lanzó otra mirada antes de darse vuelta y dejarnos.
—Sugiero que todos regresen a sus fincas. Podemos volver a bajar por
la mañana —dijo Hunter.
Se levantó de su trono sin decir nada más y salió de la sala mientras
todos empezaban a moverse.
No podía quedarme aquí. Necesitaba volver a Quentin. No había nada
más que requiriera mi atención. Cuando fui a dar pasos hacia las puertas
de la cámara, una mano se posó en mi brazo.
—Tienes que escucharlo —dijo Sloan mientras Erik se unía a su lado.
—Te van a atrapar o a descubrir antes de tiempo, si sigues
comportándote así —me advirtió Erik en voz baja.
—Ven y quédate con nosotros esta noche, Gray —dijo Sloan
suavemente—. Los niños estarán encantados de verte.

—Puedes contarnos lo que pasó —añadió Erik.


No quería quedarme. No quería estar aquí, pero suspiré y cedí. Cuanto
más tratara de presionar, más extraño les iba a parecer a los demás,
especialmente a Hunter.
La verdad era que no estaba preparado para tener esa conversación
todavía. Quería disfrutar de Quen y mantenerla para mí antes de contemplar
la posibilidad de complicarlo todo más. Aunque, después del enfrentamiento
con Holden, probablemente ya habíamos superado la fase de mantener todo
oculto.

—No quiso decir nada con eso —me aseguró Sloan.

309 Cuando por fin me decidí a abrirme, habíamos dejado a los niños en
casa y caminábamos por Elysia bajo un cielo nocturno centelleante.
—Conociendo a Scott, probablemente lo hizo —murmuró Erik, y le di
una palmada en la cabeza.
—Aunque lo hiciera, no se equivoca. Somos egoístas. Y a ti te han
llamado cosas peores —señaló Sloan.
—No quiero que piense que soy peor —refunfuñé.
Erik se iluminó.
—¿Por qué?
—La curiosidad mató al gato, Erik.
Estaba ansioso por escuchar mis pensamientos. No sólo los que
traqueteaban en mi cabeza, sino los que estaban enterrados en mi corazón
y amenazaban con salir en cada latido.
—La satisfacción lo revivió —bromeó, pareciendo satisfecho.
—¿Has pensado en lo que quieres hacer? —preguntó Sloan,
interrumpiendo la discusión antes de que empezara.
Mi cabeza palpitaba dolorosamente. Tontamente, pensé que podría
dejarla atrás. Una parte de mí todavía sentía que eso podía ser una
posibilidad. ¿Qué otra opción teníamos? No podía haber un futuro para
nosotros. Mis pensamientos me hicieron correr en círculos hasta que no
quise más que el silencio. O Quentin. Ella calmó los pensamientos
acelerados.

—Esperen —siseó Erik, extendiendo los brazos e impidiendo que


siguiéramos por la calle.
—¿Qué...?
—Shh —dijo en voz baja, y nos hizo a un lado.
Tardé un momento en darme cuenta de por qué mi hermano se había
detenido en nuestro camino. El paseo nos había llevado cerca la piscina y,
en lugar de las aguas cristalinas que deberían haber reflejado el cielo
nocturno, el agua era de un profundo verde bosque.
Tras unos minutos de silencio, la superficie del agua se agitó y la
cabeza de Archer salió de las profundidades mientras aspiraba
profundamente. La mirada de su rostro era de confusión antes de vadear la
orilla, con la ropa empapada y pegada a él.
—¿Qué está haciendo? —murmuró Sloan.
Archer miró a su alrededor antes de envolverse en su aura y
desaparecer.
—¿Qué estaba haciendo en la piscina? —pregunté, confundido.
Se utilizaba para dar dones. Aparte de eso, no había necesidad de
entrar. ¿Qué estaba buscando Archer?
310
—No lo sé —reflexionó Erik—. Pero deberíamos volver en caso de que
sea algo para molestar a Hunter.
Al pasar por la piscina, la miré. La superficie era tranquila y reflejaba
las estrellas del cielo. ¿Archer estaba intentando cambiar su
responsabilidad? ¿Intentaba hacer un trueque con la piscina para tener algo
más útil en su haber?
Lo más inteligente sería decirle a Hunter lo que habíamos visto. Él
debería saber que alguien estaba jugando con la piscina fuera del uso
habitual. Pero la naturaleza resentida en la que me basé ganó. No le debía
nada a Hunter.
Lo que sea que Archer estaba haciendo, lo descubriríamos
eventualmente en una llamarada de ardiente gloria.
Hunter podría ocuparse de ello cuando llegara el momento.

Quentin

M
e sentí como un cordero perdido cuando llegué a casa. ¿Qué
iba a hacer durante dos semanas? Desterrada del laboratorio,
me quedé con montones de cosas, hojas de cálculo y bases de
datos. No podía imaginar nada peor que estar atrapada en un análisis
incesante. Todo formaba parte de la investigación, pero era tedioso y
repetitivo, y me faltaba concentración para terminar grandes partes de una
sola vez.
Concentrarme en el trabajo sería más fácil que centrarme en la terrible
persona que era. No había forma de justificar mis acciones, y deseaba poder
311 retroceder en el tiempo y detenerme antes de causar todo el daño.
Cuando finalmente miré mi teléfono, vi los mensajes que Matt me había
dejado esa mañana para decirme que pasaría a recogerme. Si no me hubiera
dejado llevar por Gray...
Un golpe en la puerta me hizo saltar de alegría. La abrí y vi a Charlie
de pie, con cara de confusión, y reflejé su expresión.
—¿Quieres decirme qué pasa? Matthew y tú están de baja dos
semanas. Eso no suena bien. Y cuando hablé con él, me dijo que te
preguntara a ti. Está enfadado, Quen —dijo Charlie—. ¿Qué ha pasado?
Aunque Gareth nos había dado cierta cobertura al no calificar nuestra
ausencia como suspensión, cualquiera con media neurona podía ver que no
se trataba de unas vacaciones normales en el trabajo.
Me aparté del camino para dejar entrar a Charlie en la casa.
—Está furioso, Quentin. Dice que no quiere verte y que le da igual.
¿Qué ha pasado entre ustedes dos?
Con Charlie sentada en mi sofá, todo se desbordó y dejé escapar un
sollozo.
—¡Quen! Oh, Dioses míos. Lo siento. Ven aquí. —Charlie me abrazó y
lloré más fuerte—. ¿Qué ha pasado?
—Me descubrió con Gray —susurré entre lágrimas.
—Vives con él, cariño. Siempre se han llevado mal.

Me aparté y la miré mientras comprendía el significado de mis


palabras. Necesitaba a alguien con quien hablar, y llevaba demasiado
tiempo sentada sola con esto. Charlie era alguien a quien respetaba y de
quien dependía desde que empezamos juntas en el proyecto.
—Oh Dioses, quieres decir… —dijo Charlie—. ¿Lo engañaste?
No podía defenderme. Había engañado a Matthew.
—Iba a romper con él. —Me encogí ante lo horrible y débil que sonaba
la excusa.
—¡Pero no lo hiciste! —Charlie parecía enfadada, y creo que nunca la
había visto así—. ¡Lo has engañado! Dioses, ¡prácticamente te adoraba!
—No tienes idea, Charlotte. No es perfecto.
—Nunca dijo que lo fuera. No es que importe. Dioses, Quen, ¿por qué
le hiciste eso?
—¡No lo hice a propósito!
No me había propuesto hacerle daño. Me había esforzado por
mantenerme alejada de Gray mientras estaba con Matthew. No sabía qué
me hacía desear tanto a Gray.
312 Charlie se levantó del sofá.
—¿A dónde vas? —pregunté.
—Voy a volver a ver a Matthew.
Me puse de pie.
—Charlie, no puedes contarle esto a nadie.
—No te preocupes, Quentin. No voy a difundir tu pequeño y sucio
secreto.
Las palabras dolieron, pero no se equivocaba. Lo ocultamos lo mejor
que pudimos porque ambos sabíamos que estaba mal. No era una relación
a largo plazo. Era sexo. Pero a veces, no se sentía tan simple. Había
momentos en los que la comprensión y la conexión iban más allá de lo físico
y se extendían a algo más. No podía explicarle eso a nadie. Ni siquiera fui lo
suficientemente valiente como para hablar de ello con Gray.
Charlie salió de la casa y el silencio fue ensordecedor. Sentí que las
lágrimas volvían a brotar de mis ojos.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué lo hacía?
Había herido a una amiga y mi carrera había quedado marcada, todo
por culpa de un hombre. Por las decisiones que tomaba en torno a un
hombre. Un hombre que ni siquiera podía comprometerse plenamente
conmigo por lo que era. ¿Por qué estaba arriesgando tanto?
Subí las escaleras y abrí la tapa de mi portátil. Necesitaba alejarme de
esto. Gareth tenía razón. Necesitaba aclarar mi mente. Reiniciar y volver a

centrarme. Me habían ofrecido el trabajo en bandeja de plata y se suponía


que tenía que trabajar en mi propio grupo de investigación en mi propio
laboratorio.
Mis dedos volaron por el teclado mientras revisaba y encontré
exactamente lo que buscaba. Un vuelo a Nueva York en dos horas.
Necesitaba a mi hermano.

Durante todo el vuelo y el viaje en taxi hasta la casa de Cass, mi mente


había corrido tan rápido que deseaba poseer un interruptor para apagarla.
Mi corazón y mi cabeza estaban en guerra y no había un claro ganador. Y
mientras se peleaban, lloré más que en años.

313 Probablemente era lo más impulsivo que había hecho en mucho


tiempo, pero necesitaba a mi hermano mayor. No solo en el sentido de que
lo echaba de menos, sino que lo necesitaba de verdad.
Cass y yo fuimos niños sensatos. Yo tenía más temperamento, pero
aparte de eso, estábamos bastante igualados. No había muchas cosas en las
que él tuviera que intervenir y cumplir con su papel de hermano mayor, pero
eso era lo que yo exigía de él ahora.
Cuando llamé a la puerta de su casa, Cass tardó unos instantes en
responder.
—¿Quentin? Dioses, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Cass,
sorprendido.
—¿Quién es, cariño? —Sophie apareció detrás de él y sus ojos se
abrieron de par en par—. ¡Quentin!
—Pasa.
Se movieron, y yo entré con mi bolso que había llenado con algo de
ropa y mi portátil antes de salir. Unas cuantas cosas esenciales. No tenía
idea de si me iba a quedar dos días o dos semanas.
—¿Por qué no dijiste que ibas a venir? —Cass me abrazó y me aferré a
él—. ¿Quen?
—Voy a hacer café —murmuró Sophie.
Cass me frotó la espalda y me puse a llorar.

Cuando me uní a la familia Scott, tenía diez años y Cass quince.


Durante todo el proceso, era una bola de energía que no paraba de hablar.
En el momento en que me adoptaron, me sentí abrumada y la primera noche
rompí a llorar en la cama. Fue Cass quien me encontró y me llevó a la cocina
a por un vaso de agua. Cass, que estuvo pendiente de mí a partir de ese
momento. Cass, que se convirtió en mi hermano sin compartir una sola gota
de sangre.
—Vamos, Pato. Dime qué pasa.
Se me escapó una carcajada al oír el viejo apodo. Estaba obsesionada
con los patos del parque cuando me uní a la familia. Fue uno de los primeros
viajes que hicimos como familia oficial de cuatro.
—No sé qué estoy haciendo con mi vida —dije, apartándome.
Cass se rio.
—¿Me estás tomando el pelo? Siempre has sabido lo que haces. Ven y
siéntate.
Me guió hasta el sofá. Se hacía tarde, pero no parecía importarle.
—Creo que he metido la pata —dije.
Cass parecía preocupado. Nunca había estado de fiesta. Nunca había
314 tocado una droga. Demasiado solitario para caer en las malas compañías.
Incluso cuando me fui a la universidad y nuestras vidas se vieron
destrozadas por el accidente de tren, Ethan había mantenido mi cabeza en
orden.
—¿Qué ha pasado, Pato?
Pasé el resto de la noche contándoles todo a Cass y Sophie. Toda la
verdad. Les dije quién era Gray. Cómo no estábamos saliendo cuando
vinieron de visita. Sobre Matthew y sobre cómo todo se había derrumbado
a mi alrededor en las últimas horas.
Necesitaba ayuda y confiaba en mi hermano.

Grayson

T
enía ganas de volver a bajar a ver a Quentin. No nos habíamos
separado en los mejores términos, pero la pregunta de Sloan y
los acontecimientos que condujeron a la rabieta de Holden me
hicieron pensar.
Quentin me eligió a mí. Pasó tiempo conmigo, aunque no pudiera
garantizarle una relación. Me llamó egoísta, pero había una razón detrás
que no quería admitir. Pero ella me eligió y eso significaba que le debía una
explicación sobre lo que había entre nosotros. Le debía la verdad.

315 —Se lo vas a decir —dijo Erik, apareciendo a mi lado.


Todo el mundo había vuelto al instituto y Archer se quedó,
sonriéndonos a los dos, antes de desaparecer con el resto. Lo que hubiera
dado por quitarle la mirada de encima. ¿Por qué era tan engreído el
bastardo? Cada nervio de mi cuerpo me decía que estaba planeando algo,
pero eso no era mi prioridad.
—Sí —dije secamente, respondiendo a Erik—. Quiero decirle que
estamos vinculados.
La sonrisa de Erik era tan amplia que me preocupaba que se hiciera
daño.
—¡Gray! —exclamó antes de que lo hiciera callar—. ¿Significa eso que
has pensado en contarle el resto?
—Vamos a ir paso a paso.
Que no pudiera tener una relación con ella no significaba que no la
quisiera. Cuanto más pensaba en ello, más me preguntaba si podría ser
factible. Ella podría reclamar su divinidad y unirse a nosotros. Eso facilitaría
las cosas. Tendríamos una eternidad el uno con el otro. El pensamiento era
vertiginoso.
—¿La amas, Gray? —La pregunta de Erik era contundente y me
sonreía. Parecía un niño, y sentí que el rubor me subía por el cuello.
El amor y el afecto eran dos emociones de las que estaba hambriento.
La lujuria y el deseo, los conocía bien. Así fue como empezó todo entre Quen
y yo. Una simple e innegable química. Pero la metamorfosis de nuestra

relación me había dejado confundido. La mayor parte del tiempo, no sabía


qué hacía mi corazón ni por qué. Por primera vez en mi vida, estaba
completamente inseguro de lo que me deparaba el futuro.
Me aclaré la garganta y me encogí de hombros.
—No lo sé.
—Creo que sí.
—Erik. —Había un tono de advertencia en mi voz.
No quería esta conversación con él. Ya era bastante incómoda. Erik fue
bendecido con el amor como su responsabilidad. Le era tan fácil como
respirar. El resto de nosotros no tuvimos tanta suerte.
—Es una pregunta bastante simple —dijo—. ¿La amas?
—Un recordatorio, querido hermano: no todos tenemos tus
habilidades, así que el amor es un poco más complicado para el resto.
—Creo que sí.
—Dame un descanso.
—Creo que sí y voy contigo.
—¡No!
316
Pero no tenía sentido. Erik estaba en su elemento, así que cuando
llegué a la casa de Quentin, Erik estaba justo detrás de mí, todavía
sonriendo como un idiota.
Lo percibí inmediatamente.
—No está aquí —dije.
—Grayson. —Erik sacó un cuaderno de la mesa de café y me lo entregó.
Fui a ver a Cass. Creo que necesitamos espacio, Scott.
Fue breve, sin apenas emoción, y se me erizó la piel.
¿Necesitamos espacio? ¿Por qué necesitábamos espacio? Traté de
mantener mi temperamento bajo control.
—Voy a ir allí —dije, sintiendo que mi sien palpitaba.
—Voy justo detrás de ti.
Si por mí fuera, habría entrado directamente en la casa de Cassidy
Scott, pero el aura de Erik luchó con la mía hasta que aterrizamos en una
calle de un suburbio de Nueva York. Recorrimos las calles hasta encontrar
la casa de Cassidy. Erik llamó a la puerta antes de que yo pudiera hablar.
—Ella no está aquí —le dije.
—¿Qué? —preguntó Erik por encima del hombro.
La puerta se abrió y el hermano adoptivo de Quen estaba allí,
mirándonos a los dos.

—Ya sabes —dije.


No era una pregunta. Era una afirmación, y Cass me hizo un gesto con
la cabeza.
—No está aquí y ahora mismo no quiere verte —dijo Cass.
Respondí:
—Bueno, me gustaría verla.
—No estoy seguro de que eso sea lo mejor para ella.
Mi aura se filtró y se arrastró hacia Cass. No estaba de humor para
tratar con él. La situación nos involucraba a mí y a Quen, y nadie más tenía
que meterse en ella.
Erik alargó una mano y me la puso en el hombro antes de decir:
—Estoy seguro de que apreciará que mantengas a su hermano de una
pieza.
Cassidy dio un paso atrás y Erik entró en la casa, mientras yo lo
seguía. La puerta se cerró y Cass entró en el salón, donde nos asfixió un
silencio espeso y pesado.
—Sabes que no puedes decirle a nadie lo que sabes. Es más que
317 probable que te cueste la vida —le dije.
—No soy un idiota.
Erik suspiró y tomó asiento, doblando cuidadosamente un tobillo sobre
la pierna contraria. Pero Cassidy y yo seguíamos de pie, mirándonos
fijamente.
—¿Cuánto te dijo? —le pregunté.
—Todo.
—¿Todo?
—Todo, Grayson.
Intentaba mostrarse confiado, pero Cass, a diferencia de su hermana,
creía firmemente en los dioses. No me miró directamente a los ojos y su voz
contenía un ligero temblor. Lo respetaba por intentar ser fuerte por el bien
de su hermana.
—¿Está bien? —pregunté.
Cass se suavizó ligeramente.
—Lo estará. Quen no es nada si no es resistente. Yo...
Lo observé e incluso Erik se inclinó hacia delante, curioso por lo que
quería decir.
—Es mi hermana. Es la única familia que tengo. He visto a alguien
lastimarla antes y no me importa quién seas, pero no permitiré que la
lastimes.

—¿Qué te hace pensar que le haría daño? —pregunté, tratando de


controlar mi creciente temperamento.
—No lo sé. No tengo ganas de confiar en ti después de todo lo que me
ha contado. Seré yo quien recoja los pedazos cuando te vayas y vuelvas a
subir. —Hace un gesto con el brazo hacia el techo, señalando a Elysia y más
allá.
La puerta principal se abrió y escuché la risa de Quentin; la música
que sólo ella creaba, y mi corazón se aceleró.
—Tal vez —dijo ella—. Pero si me mudara, tendrías que aguantar a dos
Scott. ¿Estás segura de que...?
La frase terminó abruptamente cuando me vio.
¿Mudarse? ¿Estaba pensando en mudarse?
—¡Quentin!
Fue Erik quien rompió el silencio al levantarse del sofá y acercarse a
ella, para abrazarla con fuerza. Ella le devolvió el gesto, pero sus ojos no se
apartaron de mí.
—Di la palabra, Pato, y estarán fuera —le dijo Cass.
318 —Quentin, creo que deberíamos hablar —le dije.
—Claro —dijo finalmente, superando el shock—. Podemos ir a mi
habitación.
Cass no parecía impresionado cuando dijo:
—Puedes quedarte aquí.
—Cass. Soy una mujer de veintisiete años. ¿Podemos no hacerlo?
Su cara se sonrojó al recordar su edad, y Quen se dio la vuelta y salió
de la habitación. Yo la seguí. Entramos en el dormitorio de invitados, y ella
se sentó en la cama, mordiéndose el labio inferior.
—Debes haberte ido con prisa —le dije, sin impresionarme por su
repentino deseo de huir.
—Había una gran oferta de vuelos.
—Eres una horrible mentirosa.
Me uní a ella en la cama.
—Dijiste que necesitabas espacio. ¿Por qué? —pregunté.
Quen me miró y yo entrecerré los ojos, tratando de entender por qué
parecía tan insegura ahora cuando hace un día parecía tan positiva con
respecto a nosotros.
—He trabajado duro toda mi vida para llegar a donde estoy —
respondió.
—Sé que lo hiciste.

—No puedo perderlo todo por estar contigo.


Odié la forma en que ella lo degradó a un lío. No estaba jugando con
ella. Ya no.
—Si Gareth no fuera tan amable conmigo, podría haber perdido mi
trabajo. —Me miró—. Creo que he perdido a mis dos amigos.
Había una sensación de hundimiento en mí. Era más que un
hundimiento. Se sentía como un golpe. Dioses, ¿a esto se refería Erik con lo
del dolor si intentábamos romper el vínculo? ¿No lo sentía ella? Quería
decírselo, pero ahora no estaba seguro. Ella tenía dudas, parecía no estar
tan involucrada en esto como yo, y no quería forzarla.
—Sigo aquí —le recordé, frotándome el pecho. Ella me dedicó una débil
sonrisa y la subí a mi regazo—. Todavía tienes tu trabajo.
—Por ahora.
—¿Qué dijo Gareth?
—Que lo que sea que esté pasando entre nosotros no puede afectar
más a mi trabajo. Me sorprende que no me haya echado de tu caso y me
haya reasignado.
—Él sabe que no voy a trabajar con nadie más.
319
Habían pasado meses desde mi demanda inicial, pero seguía siendo la
misma. No cooperaría voluntariamente si no trabajaba con ella.
Quen se relajó en mis brazos mientras se apoyaba en mí, y el dolor de
mi pecho se alivió.
—Te dejaré seguir con tu trabajo —le dije—. Prometo no ser una
distracción.
—No puedes prometer eso. Distraes incluso cuando intentas no
hacerlo.
Me reí.
—Quentin.
—¿Mmm?
—Si realmente crees que esto no es lo que quieres, si esto va a causar
un problema con tu carrera, entonces podemos parar.
Incluso mientras lo decía, sabía que no lo decía en serio.
Quentin estaba unida a mí de una forma que no podía comprender.
Incluso a mí me costaba entender la magnitud del vínculo que nos unía.
Podría haberle dado días, tal vez semanas, de espacio, pero acabaríamos
juntos.
Su vacilación en la respuesta provocó una oleada de pánico que no
sabía que podía poseer. Y entonces su mano se enroscó en mi camisa,
acercándome hasta que me abrazó con fuerza. La rodeé con mis brazos y

enterré mi cara en su cabello. Cada vez era más evidente que tenía que
encontrar una forma de resolver los problemas que nos separaban.
—No quiero dejar de verte —susurró.
—Sabes, no estoy jugando.
Al apartarse, me lanzó una mirada interrogativa.
No estaba jugando, pero no podía comprometerme más de lo que lo
había hecho. Nada de eso tenía sentido, y me estaba llevando a la locura.
No me presionó. En cambio, me besó y cualquier molestia en mi pecho
se redujo a nada. Nos moví para que ella se tumbara en la cama y la encerré
con mis brazos.
—No puedes desaparecer cuando las cosas te resultan difíciles —le
dije.
Sus mejillas se tornaron rosadas.
—Estoy acostumbrada a hacer las cosas por mi cuenta.
—Ya no. Me tienes a mí.

320

Quentin

E
l pánico había disminuido. El hecho de contar todos mis
secretos a Cass y Sophie, y de tener a Gray conmigo de nuevo,
me calmó el alma.
Cuando sugirió parar, supe que no sería capaz. Todos esos
pensamientos definitivos sobre el trabajo y la necesidad de triunfar se
tambalearon en su presencia. No quería ninguna de las dos cosas. Se
trataba de encontrar el equilibrio en mi vida para poder tener ambas cosas.
Necesitaba espacio para calmarme, pero no podía alejarme de él, y el daño
ya estaba hecho. Sólo teníamos que ser menos destructivos al respecto, si
321 es que eso era posible.
Gray se inclinó sobre mí, ocupando mi espacio, y me besó,
mordiéndome el labio inferior. Insaciable. Esa era la palabra que podía
describirnos juntos.
Mi mente repitió una sola frase que había dicho.
No estoy jugando.
Por supuesto, lo estaba. Ambos lo estábamos porque nunca podría ser
más que esto. Me lo había dicho y yo lo había aceptado.
Un golpe en la puerta interrumpió nuestra reconciliación.
—¿Quentin? —llamó Sophie.
—¿Sí, Soph? —dije, apartando la cabeza de Gray, pero él se limitó a
trasladar los besos a mi mejilla y a bajar por mi cuello.
—Sólo quería asegurarme de que todo está bien.
Volví a mirar a Gray, y él apoyó su frente contra la mía.
—Estamos bien —le dije.
—Bueno, ya le he preguntado a Erik, y está encantado, pero ¿le
gustaría a Gray quedarse hasta que esté listo para irse?
Gray puso los ojos en blanco.
—Por supuesto, Erik hizo de esto una fiesta.

Le golpeé el pecho y se incorporó, hablando más alto para que Sophie


pudiera oír a través de la puerta.
—Me quedaré hasta que Quentin se vaya, si te parece bien, Sophie.
—¡Perfectamente bien!
Era extraño tener a Grayson y Erik en la casa con nosotros. Lo que era
aún más extraño era el hecho de que Cass y Sophie supieran quiénes eran
realmente.
Durante la cena, hubo un millón de preguntas sobre los dioses y
Elysia, y pude ver cómo los celos aparecían en Cass cuando mencioné que
había visitado los cielos. Gray se quedó a mi lado durante la cena y yo tracé
los números —uno, cuatro, tres— en su mano cuando estaba cerca de la
mía.
Cass lanzaba miradas de desaprobación a Gray cuando pensó por
primera vez que estábamos saliendo y ahora, después de que la verdad
saliera a la luz, lo sorprendí mirándonos más a menudo, pero era como si
no pudiera decidirse si era seguro o no que Gray le cayera mal.
—Quentin —dijo Cass cuando estábamos listos para retirarnos a la
cama.
322 Gray se detuvo. Pero cuando miré a Cass, supe que buscaba una
conversación privada.
—Ve —le dije en voz baja a Gray—. Subiré en un rato.
Gray se quedó un momento. Había notado que no le gustaba dejarme
sola cuando alguien quería hablar en privado.
—De acuerdo —dijo finalmente, inclinándose para besarme.
Cass se aclaró la garganta y puse los ojos en blanco, tirando de Gray
hacia abajo y besándolo de nuevo. Me sonrió y salió de la habitación.
—¿Debes hacerlo? —preguntó Cass.
—Tú y Sophie se besan delante de mí.
—Eso es diferente.
—¿Cómo es eso, Cassidy? Por favor, ilumíname.
—Eres mi hermana pequeña.
Parecía avergonzado porque no tenía razón, y me crucé de brazos.
—¿Querías hablarme de algo? —pregunté.
—Sobre Grayson.
Se me hizo una bola en el pecho. Me sentía nerviosa. Imaginé que así
me sentiría si papá estuviera allí sentado haciendo preguntas sobre mi vida
amorosa. El corazón me dio un tirón, preguntándome qué habrían hecho
mis padres con Gray.

—¿Te quedarás con él? —preguntó Cass. Asentí y él imitó el


movimiento—. Te vi en la cena, Quen. Uno, cuatro, tres.
Tragué y sentí que mis mejillas ardían.
—Yo…
—No tienes que dar explicaciones —dijo—. Pareces feliz con él, Pato,
pero estoy preocupada por ti. No quiero que te hagas daño. Quiero que te
asegures de que sabes lo que estás haciendo.
Mis entrañas se retorcieron. Planeé todo en mi vida. Gray se estrelló
en ella con todo su caos y desde entonces no había traído más que eso. No
quería pensar en el final cuando estábamos empezando. Sabía que los
números que trazaba sobre él eran algo peligroso, pero podía sobrellevarlo.
Podía superarlo cuando llegara el momento de desmoronarse.
Toda mi vida había sido abandonada. Cuando la gente te abandona
con tanta frecuencia, aprendes a recoger los pedazos y seguir adelante. Esto
no sería diferente. Cuando llegara el momento, Gray se iría, y yo me
rompería, pero al menos, tendría los recuerdos de lo que hubo entre
nosotros y cómo me devolvió a la vida.
—Sé lo que estoy haciendo —dije.
323 Una mentira en estado puro.
—Siempre que estés segura.
Cass se levantó de su asiento y me envolvió en un abrazo. Me alegré de
haber venido a verle. Agradecida de que no me juzgara.
Cuando subí, Gray ya estaba en la cama, a la izquierda.
—Ah, joder —dije.
—Un error vital.
—Déjame la izquierda.
—Ni hablar. Cámbiate y lleva tu culo a la cama.
Refunfuñé, me puse el pijama y me metí a su lado. Apoyé la cabeza en
su pecho y Gray jugó con mi cabello.
¿Cómo puedes sentirte tan en paz con alguien? ¿En qué estaba
pensando cuando escribí esa nota? Estaba tan enfadada, y me desahogué
con Gray cuando no debería haberlo hecho.
—Siento haberme ido —le dije.
Me besó la parte superior de la cabeza.
—Está bien. Ahora estamos juntos. ¿Qué quería tu hermano?
Me reí.
—Sólo me aseguro de saber en qué me estoy metiendo. No creo que
pueda vivir sin él.

Gray se tensó bajo mi toque y lo miré.


—¿Está todo bien? —pregunté.
—Puede haber un día en el que tengas que estar sin él.
Parpadeé un par de veces.
—Ese es un pensamiento realmente morboso, Gray, y no quiero
pensarlo.
Me miró y negó.
—Disculpa. No me hagas caso.
Me besó en la frente y me acomodé en su pecho dejando que el latido
de su corazón me adormeciera.

324
En mis sueños, estaba de vuelta en Elysia, y había un silencio
sepulcral. Ni siquiera una brisa revoloteaba por el parque, y me daba ganas
de moverme. Hacía tiempo que mi mente no me llevaba aquí.
—¿Archer? —llamé con cautela.
—Aquí mismo, Scott.
Apareció frente a mí, con el cabello oscuro despeinado y los ojos verdes
brillantes. La excitación brotaba de su cuerpo y amplificaba mis nervios.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté—. ¿Por qué estoy aquí?
—Hace tiempo que no te veo.
—He estado ocupada —expliqué—. Estoy visitando a mi hermano.
—¿Demasiado ocupada para pasar tiempo conmigo?
Archer se acercó a mí y me ofreció un brazo. Vacilante, lo tomé y
caminamos.
—Demasiado ocupada para cualquiera, realmente —comenté.
Era una mentira descarada. Le había dado todo mi tiempo a Gray.
—Eres egoísta con tu tiempo.
Cuando levanté la vista, Archer me observaba atentamente.
—Creo que todo el mundo debería ser egoísta con su tiempo —
respondí—. Es un bien valioso.

—Entonces es un honor que me des algo del tuyo.


—No te hagas ilusiones, Archer. Tú eres el que invade mis sueños.
Estás robando mi tiempo.
Se llevó una mano al pecho.
—Sigues hiriéndome cada vez que nos encontramos.
Puse los ojos en blanco.
—Necesitas ser más resistente.
No estábamos caminando por nuestra ruta habitual. Caminábamos
hacia la piscina y el pánico me retorcía las entrañas. Esto era un sueño.
Todo esto era un sueño, y aunque la piscina me quisiera, Archer era un
Dios. Agarré su brazo con más fuerza.
Levantó una ceja y me miró.
—Pareces asustada.
—No —dije, sacudiendo la cabeza—. Simplemente no entiendo por qué
estamos aquí.
—Es un lugar importante para un Dios. Ninguno de nosotros sería
quien es sin él.
325 El agua estaba quieta, tranquila y serena. Sabía que era un sueño
porque no había ningún susurro que me atrajera.
—Me pregunto... —reflexionó Archer—. ¿Qué pasaría si te metieras?
Mi corazón se aceleró. ¿Por qué diría eso? Archer no estaba allí esa
noche. No le había contado a nadie lo que había pasado. No podía ser una
coincidencia que sacara a relucir un pensamiento tan aleatorio.
—Supongo que nunca lo sabremos. —Suspiró.
¿Qué estaba haciendo? La forma en que hablaba era como si estuviera
jugando.
Archer giró su cuerpo para mirarme, y sus brillantes ojos verdes me
observaron. Era como si buscara algo. Se movió para sujetar la parte
superior de mis brazos y lo miré.
—A menos que confíes en mí y vuelvas conmigo —sugirió.
—¿Volver a dónde? —pregunté, sin poder apartar los ojos de él.
—A Elysia.
Mi ceño se frunció.
—¿Por qué iba a volver a Elysia?
—No te lo están contando todo, Quentin —dijo con tristeza—. Te lo dije:
no puedes confiar en él.
El sueño me estaba dando dolor de cabeza.

—Archer —dije.
—Te dejaré ir. Me he quedado bastante tiempo, pero piensa en lo que
he dicho. Ven a buscarme si deseas volver. Sólo quiero lo mejor para ti.
Cuando me desperté, estaba en la habitación de invitados de Cass y
miré a mi alrededor. El sol entraba por el hueco de las cortinas y la cara de
Gray estaba a un par de centímetros de la mía. Su brazo me rodeaba por la
mitad, sujetándome a su lado. Parecía estar en paz cuando dormía.
¿Podría realmente estar ocultándome algo?

326

Grayson

Q uentin decidió que quería pasar las dos semanas enteras con su
hermano, y por eso me enseñó Nueva York. Cassidy y Sophie
asistieron a sus turnos en el hospital, y Quen y yo trabajamos
donde nos sentimos cómodos. A veces desde casa y otras veces en
comedores y cafés.
Ayer, vi con interés cómo le gritaba a James por teléfono. Apenas
despierto, gracias a la diferencia horaria, James había llamado por un
incidente en el laboratorio y se encontró con su ira. La mujer era una fuerza
a tener en cuenta.
327 Estaba volviendo a encontrar su equilibrio después de haber recibido
el golpe de la suspensión. Quen se sacudió lentamente y enterró su
vergüenza, elevándose por encima de todo. Cass tenía razón. Quentin era
resistente.
Cada día que pasaba a su lado me hacía más difícil pensar en cómo
sería mi vida en Elysia sin ella.
Nunca había envidiado a Erik. O a Hunter. Estaba feliz de mantener
mi compañía escasa si tenía el deseo, y prefería mi propia compañía, de
todos modos. Pero ahora...
Me volvía loco lo mucho que pensaba en una vida con ella.
Despertarme con ella cada mañana, colgada de mi brazo en cada evento,
escuchar cada una de sus ideas y pensamientos. La mansión ya no estaría
vacía y silenciosa. La risa de Quen resonaría por los pasillos. Y Sloan
mencionó niños. ¿Nuestros hijos?
Cuando regresáramos a Londres, encontraría la manera de hacerlo. La
quería permanentemente, y siempre conseguía lo que quería.
Al despertarme a la mañana siguiente, descubrí que no estaba a mi
lado. Arrugué la frente y me senté. El reloj de la cabecera marcaba las 9:12
de la mañana. Nunca la había visto despierta antes que yo. Me levanté de la
cama y me puse un pantalón deportivo antes de bajar las escaleras. Cuando
entré en la cocina, Sophie ya estaba preparando café.
—Buenos días, Gray —dijo ella con despreocupación.

—Sophie, ¿has visto a Quentin?


Se giró lentamente y me sonrió. Prefería a Sophie antes que a Cassidy,
pero tal vez, eso se debía a que no conseguía que nos dejara solos, y Sophie
era la que nos permitía a Quen y a mí algo de espacio.
—Normalmente necesita una llamada de atención —murmuré.
Sophie me pasó una taza de café y la tomé mientras preparaba otra.
Me senté en la isla y, unos instantes después, ella se unió a mí.
—Está bien —dijo Sophie.
Eso me tranquilizó.
—¿La has visto esta mañana?
—Se fue con Cass.
—¿A dónde?
—Un paseo.
—¿No querías unirte a ellos?
Quen no me había pedido que me uniera a ella, pero me preguntaba si
habían extendido la invitación a Sophie. Todavía no tenía un papel definitivo
en la vida de Quen, pero el trío era una familia.
328
—Cariño, ¿sabes qué día es hoy?
Esta era otra razón por la que me gustaba Sophie. Yo era el Dios del
caos y ella se sentaba frente a mí con un café y me llamaba cariño como si
fuera un niño perdido. Ella no me veía peligroso o cruel. No tenía miedo.
Sophie operaba con amabilidad, y era agradable que te ofrecieran
amabilidad cuando lo único a lo que estabas acostumbrado era a la crítica.
—Es viernes —le contesté con toda naturalidad.
Ella negó.
—No te lo dijo. Bueno, eso no me sorprende.
—¿No me dijo qué?
—Es el aniversario de la muerte de sus padres.
La noticia me impactó y asentí. Quen no me lo había dicho. Era tan
reservada con su familia, más que con cualquier otra cosa, más que con el
trabajo que codiciaba. Protegía a su familia con todas sus fuerzas. Me
hubiera gustado que dijera algo, pero no era un libro abierto en el mejor de
los casos.
—Cass suele volar allí, pero como está aquí, tenía sentido quedarse.
—Yo... —Me quedé sin palabras.
Dio un sorbo a su taza y me sonrió.
—¿Has perdido a alguien, Grayson?

Era una pregunta personal, pero no dudó en hacerla.


—No. Nadie que me importe. Los dioses son inmortales.
—¿No hay forma de morir?
Me reí y bebí de mi taza.
—Hay formas de morir. La divinidad corre por nuestras venas. Si se
mancha la sangre, se mancha la divinidad y somos vulnerables.
Sophie enarcó una ceja ante la información. No diría nada más. No
había razón para revelar todos los secretos.
—Yo tampoco he perdido a nadie —dijo—. Cassidy y Quentin han
pasado por mucho. Perdieron a sus familias biológicas. Perdieron a sus
padres adoptivos. No puedo imaginarme vivir lo que ellos han pasado.
—Ambos son bastante fenomenales. —Hablé más por Quen que por
Cass.
—Me inclinaría a estar de acuerdo. ¿Te molesta, Gray?
—¿Hmm? —Tomé otro sorbo de la taza.
—¿Te molesta que un día la pierdas? Quiero decir que, en
circunstancias normales, una persona suele morir antes que la otra, pero
329 vivir una eternidad sin ella parece una tarea tan difícil.
Mi cara palideció de color y dejé la taza. Nunca había pensado en esto.
Siempre había pensado que cuando me fuera a Elysia, podría vigilarla. No
había pensado en el hecho de que un día, ella ya no existiría en el mundo.
Que mi límite me dejaría solo para continuar en la vida.
Sophie se dio cuenta de que lo que dijo tuvo un efecto en mí.
—Lo siento, Gray. No quise decir...
—No. Es...
—Así es como sería, ¿verdad? ¿La perderías un día?
A menos que reclamara su divinidad. Sentía que esto se estaba
precipitando mucho más rápido de lo que me gustaría. Necesitaba resolver
las cosas. Necesitaba encontrar una manera sin ponerla en peligro. Al
regresar, vería a Erik, Sloan, Ig y Elva. Elva querría ayudar. Querría
recuperar a su familia.
Quizá sea tan sencillo como sumergirla en la piscina y devolverla a la
tierra. Con el don.
—¿Gray?
Sophie me sacó de mis pensamientos.
—Cuida de ella mientras la tengas. E ignora a Cassidy. Después de lo
de Ethan, creo que se culpa por no haberla cuidado bien y por no haber
tenido más voz en todo. Siente que debería haberla prevenido de él o haberse
involucrado más para evitarle la angustia.

—No tienes nada de qué preocuparte. Siempre cuidaré de ella, Sophie.


La amo.
Las palabras salieron de mi boca sin control y una sonrisa apareció en
la cara de Sophie.
La amaba. Era cierto. Amaba a Quentin Scott.
Semanas de sentirse desequilibrado, de intentar descifrar la extraña
emoción de mi corazón, se redujeron a un simple hecho. La amaba más de
lo que jamás había amado nada en mi vida. Ninguna cantidad de poder,
ninguna destrucción devastadora causada por mis manos, podía
compararse con lo que ella me hacía sentir.
Erik iba a tener un maldito día de campo cuando se enterara.
—¿Se lo has dicho? —preguntó Sophie.
—No.
—Deberías.
Me encogí de hombros y me bebí el resto del café. No quería discutirlo.
Había oído a Quentin decir las palabras cuando ella estaba prácticamente
dormida. Admitirlo ante ella sin conocer la profundidad de sus sentimientos
era un riesgo que no estaba seguro de querer correr.
330
—Lo pensaré.
Cuando los hermanos volvieron a la casa, ya era tarde, y yo estaba
ayudando a Sophie en la cocina mientras preparaba la cena. Me había dado
un delantal que decía: “cosa caliente” y hacía lo que me pedía.
Me di cuenta de que Quentin estaba de pie en la puerta, observándonos
con una expresión extraña en su rostro. Le tendí un brazo y se acercó,
enterrándose en mi costado.
—Podrías habérmelo dicho —susurré.
—Lo sé. Sólo que no sabía cómo.
—Quen, siempre estaré aquí para ti.
—Sé que lo estarás —dijo, acercándose para besarme—. Cosa caliente.

—¿Quieres hablar de ello?


Nos acostamos en la cama más tarde en la noche. Le había dado el
lado izquierdo, y ella estaba arropada contra mí. Mis dedos se introdujeron

bajo su camisa y rozaron la piel de su muslo y su cadera, haciendo que se


le pusiera la piel de gallina.
—No sé qué decir.
—Háblame de ellos.
Respiró profundamente y pensó un rato antes de abrirse.
—Estaba muy asustada cuando me adoptaron por primera vez. Sólo
tenía diez años y nos habíamos conocido y hablado, pero esto era diferente.
Pensé que tal vez se habían equivocado. Las primeras noches después de la
adopción, no podía dormir porque el miedo era muy real. Lloraba a mares
porque pensaba que tal vez me devolverían.
»Hicieron todo lo que pudieron con nosotros. Para nosotros. Papá era
fácil de llevar. Era de discos viejos y de almuerzos los domingos por la
mañana. Pensaba que podía ser jardinero, pero mataba todo lo que tocaba
cuando se trataba de plantas. Quería a mis dos padres, pero pasaba mucho
tiempo libre con papá, aprendiendo cosas de él. Le interesaba la
investigación y me introdujo en esa faceta.
—¿Y tu madre? —pregunté.
—Ella era increíble. No creo que conozca a nadie que pueda organizar
331 su vida como lo hacía ella. Mamá trabajaba mucho, pero estaba ahí para mí
y para Cass. Nos leía cuentos para dormir y nos ayudaba con los deberes.
Definitivamente era más bien la encargada de hacer cumplir las reglas.
Quentin se rio entonces, sacando a mi corazón de su ritmo constante,
y vi cómo sus facciones se iluminaban.
—Mamá quería asegurarse de que hubiera reglas, pero papá siempre
nos enseñaba a saltárnoslas.
Sus dedos trazaron números una y otra vez sobre mi pecho. Uno.
cuatro. Tres.
La acerqué.
—¿Tú...? —empecé a decir y luego lo pensé mejor.
—¿Qué es?
—¿Alguna vez te preguntas por tus padres biológicos?
Se mordió el labio inferior y luego se encogió de hombros.
—He investigado.
—¿Has investigado?
Mi voz fue un poco más fuerte, y ella arrugó la frente.
—Sí.
—¿Qué has averiguado?

—No mucho. Es como si no existieran. Era tan indeseable que se


aseguraron de que no hubiera forma de rastrearlos.
Me moví, tirando de ella para que estuviera a horcajadas sobre mi
cintura, mirando hacia abajo. La habitación estaba a oscuras, pero
llevábamos un rato despiertos.
Quen me pasó las manos por el cabello y me besó suavemente. Me
costó mantener las manos quietas. El contacto físico era lo que ansiaba
siempre que ella estaba cerca.
—Escúchame —dije—. No eras indeseable.
Se sentó recta y puso los ojos en blanco.
—Está bien, Gray. Hice las paces con ello hace mucho tiempo.
—Quentin…
—¿Qué? —espetó, poniéndose a la defensiva.
—No sabes por qué te entregaron. Puede que tuvieran una buena
razón. Tal vez estaban tratando de protegerte.
—¿Por qué los defiendes? —Quen cruzó los brazos sobre el pecho.
—Tú lo haces.
332 —Tú, Gray. Honestamente, no podría importarme menos por qué lo
hicieron o quiénes son. Me entregaron y estoy agradecida. Tuve unos padres
increíbles y cariñosos que me eligieron, y me habría perdido eso. Estoy
agradecida de haber tenido todo el tiempo que tuve con mamá y papá. Los
echo de menos cada día.
Le pasé las manos por los muslos desnudos y descruzó los brazos.
—Lo sé —le dije—. Sólo tenía curiosidad.
Sus manos recorrieron mis brazos, moviéndose sobre los músculos.
—Es que no me gusta hablar mucho de ello —dijo—. ¿Y tus padres?
—¿Mis padres? ¿Qué pasa con ellos?
—¿Siguen vivos?
—Los dioses son inmortales, Quen. Sí, siguen vivos y en Elysia.
—¿Pero no forman parte de la élite?
—Antes lo eran y luego, cuando las oraciones para ellos se redujeron y
para nosotros aumentaron, hubo un cambio en el consejo. Sin embargo, son
felices. Creo que eres demasiado joven para recordarlos.
Se sonrojó. Rara vez hablábamos de la edad. No tenía sentido. Tenía
siglos más que ella.
—¿Cuáles son sus responsabilidades?
—Caza y fertilidad.

—Pero pensé que Sloan se ocupa de la fertilidad.


Sonreí y nos volteé para que ella quedara tumbada debajo de mí
mientras le daba un beso a lo largo de la mandíbula.
—Lo hace —le dije—. Sloan tuvo más éxito en la concesión de
oraciones, así que hubo un cambio de poderes. Se llevan bien.
Con besos en el cuello, Quen cerró los ojos e inclinó la cabeza para
darme un mejor acceso.
—Te querrá igual cuando la conozcas —dije sin pensar.
Sus ojos se abrieron de golpe y me empujó los hombros hasta que la
miré bien.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—¿Cuando la conozca? —repitió.
Sonreí.
—Si he tenido que sentarme a cenar con tu hermano, más de una vez
debo añadir, creo que es justo que te sientes con mis padres.
—¡He cenado con Erik varias veces!
—No es lo mismo.
333
—¿Cómo es eso?
Arqueé una ceja.
—Todavía no he conocido a una persona a la que Erik no quiera y que
no le corresponda. Es lo suyo, después de todo. Quentin, ¿estás nerviosa?
—¡No!
—Mentirosa.
Cualquier protesta que tuviera se acalló cuando volví a apretar mis
labios contra los suyos y se fundió en el abrazo. Esto era algo de lo que debía
preocuparse más tarde. Un asunto que cruzaríamos cuando yo arreglara
todo lo que la rodeaba.
No volvimos a tocar esos temas durante el resto de la noche y, en
cambio, nos perdimos en respiraciones superficiales y gemidos silenciosos.
Perdidos en una maraña sin complicaciones de estar juntos en la intimidad
de la oscuridad.

Quentin

E
l viaje a casa fue más rápido y barato, gracias a Gray y su aura.
—Voy a trabajar en Murphy's esta noche. ¿Te veré allí? —
me preguntó Gray.
—Tal vez. ¿Te gustaría verme allí?
Rodeé su cintura con mis brazos y él me miró.
—¿Estás buscando cumplidos, Scott?
Fingiendo sorpresa, dije:
334 —¿Yo? Nunca.
Se rio y sacudió la cabeza, colocando un poco de cabello detrás de mi
oreja.
—Entonces no te diré que me encantaría verte en Murphy's esta noche.
Que incluso podría llegar a decir que sería lo mejor de mi turno.
Mis mejillas se enrojecieron.
—Sí, sí. Está bien.
Gray acercó su cara a la mía y me atrajo para que nuestros cuerpos
quedaran al ras.
—Te has convertido en lo mejor de mis días —me dijo en voz baja.
Sus palabras me dieron un vuelco en el estómago y la sangre me subió
a la cara, extendiéndose por el cuello. Era una admisión abierta de lo que
sentía y me encontró desprevenida.
Llamaron a la puerta y me separé con gratitud de Gray, que sonrió.
—Voy a por ello —le dije, todavía nerviosa.
—Claro que sí.
No podía lidiar con este hombre. Cada vez que pensaba que podía hacer
esta cosa no seria, no una relación, pero sí exclusiva que estábamos
haciendo, él decía o hacía algo que hacía que las palabras bailaran en la
punta de mi lengua.

Los pensamientos me envolvieron la cabeza, y cuando abrí la puerta,


salté al ver a Charlie allí.
—¿Charlie?
—Hola, Quentin —dijo ella tímidamente—. ¿Estaba pensando que
podríamos hablar?
La última vez que vi a Charlie, se apresuró a salir en defensa de Matt
y llamó a lo que Gray y yo teníamos un pequeño y sucio secreto.
Gray vino por el pasillo y se puso detrás de mí.
—Buenas noches, Gray —dijo Charlie, sin mirarlo a los ojos.
—Hola, Charlotte. —Sus palabras eran tensas y cortantes.
Gray puso sus manos en mi cintura, manteniendo mi cuerpo cerca del
suyo. Le había contado lo que había pasado y no le había gustado. Eso era
evidente por la tensión que llenaba la puerta de mi casa.
—Gray se iba al trabajo para que podamos hablar —le dije.
Detrás de mí, Gray se tensó y puse mis manos sobre las suyas para
tranquilizarlo hasta que habló:
—Te veré más tarde.
335 Me besó antes de soltarme de su agarre, y me sonrojé de nuevo ante el
acto de demostración pública de afecto. Si hubiera que asignar a Gray un
lenguaje amoroso, sería el contacto físico. En el momento en que estábamos
cerca el uno del otro, encontraba la manera de ponerme la mano encima.
Pasó junto a nosotros y caminó por la calle hacia Murphy's.
—Entra —dije, dejando a Charlie entrar en la casa y pasando al salón.
—Entonces, ¿ustedes dos siguen...? —preguntó Charlie, dejando el
final de la frase en suspenso.
—Sí.
Ella asintió. Esto parecía una conversación repetida, y cada vez me
ponía ansiosa. No quería escuchar a la gente decir que era una mala idea.
Por supuesto, era una mala idea. No sólo rompí los términos de mi
contrato, sino que estaba entrando voluntariamente en una relación —¿era
esa la palabra correcta?— que no tenía ninguna duración y que me
perjudicaría.
Charlie respiró profundamente y lo soltó lentamente.
—No estoy de acuerdo con lo que hiciste, Quen —dijo—. Pero te he
echado de menos.
La miré y sentí un pequeño alivio.
—Yo también te he echado de menos. ¿Cómo está Matt?

—Ya conoces a Matthew. Ego magullado, pero vivirá. Se ha calmado


mucho desde la primera vez que hablé con él.
—Realmente lo siento. Nunca quise hacerle daño.
—Eso explica a Gray feliz y dispuesto durante nuestras sesiones.
Mantenlo feliz, Quen. Hace mi trabajo mucho más fácil.
—Oh, sí, porque por eso estoy con él. Para hacer su vida más fácil.
—No hay otra cosa que decir con ese cuerpo.
—¡Charlie!
Nos reímos juntas y sentí que se me quitaba de encima parte de la
tristeza que me envolvía cuando me fui.
—¿Qué? —preguntó inocentemente—. No estoy ciega, Quen. Ese
hombre tiene el cuerpo de un Dios.
—Es uno.
Otro ataque de risa.
—Realmente te gusta, ¿no? Nunca te había visto así —dijo.
—¿Así cómo?
336 —Arriesgaste el trabajo por él. Eres feliz.
No sabía por qué, pero ese comentario me impactó. Charlie tenía razón.
A pesar de todas las dificultades y el caos que Gray había traído a mi vida,
la felicidad envolvía cada aspecto de ella. Había vivido en un aburrido sepia
hasta que él lo tocó, y todo estalló en colores más brillantes que nunca.
—¿Qué tal si vamos a Murphy's y te pongo al día con la planificación
de la boda? —sugirió Charlie.
—Suena bien. Ve tú delante. Sólo necesito hacer algo.
—De acuerdo, pero no tardes mucho. Tengo muchas cosas de las que
tenemos que ponernos al día.
Ambas nos levantamos de nuestros asientos y Charlie me abrazó. La
apreté, contenta de que las cosas volvieran a estar bien entre nosotras.
Incluso después de conocernos durante un año o así, Charlie se había
convertido en una amiga íntima y debería haber confiado en ella desde el
principio.
—Nos vemos allí.
Charlie salió de la casa y yo subí.
Fui directamente a mi habitación y abrí el cajón de la mesilla de noche
donde estaba la caja. La agarré con cuidado y la abrí para ver el anillo de
compromiso que me había dado Ethan. Brillaba con la luz de la habitación.
Lo miré un momento antes de guardarlo.

Bajé y comprobé la hora en mi teléfono. Eran las siete y media. La casa


de empeño más cercana cerraba a las ocho.
Mis pies golpearon el pavimento mientras corría hacia la tienda y al
abrir la puerta, el timbre sonó para anunciar mi entrada.
—¿Hola? —llamé, respirando profundamente.
No había nadie y supuse que el dueño debía de estar en la parte de
atrás, así que me abrí paso por la tienda, con los dedos arrastrando algunas
cosas almacenadas en las estanterías.
—¿Dónde has estado, ángel?
Me sobresalté y me giré para encontrar a Archer apoyado en una
estantería y observando mis movimientos.
—¿Cómo sabías que estaba aquí? —pregunté, agarrándome el pecho.
Arqueó una ceja y se rio.
—¿Olvidaste que soy un Dios? Si quiero encontrarte, lo haré.
Mis mejillas se sonrojaron de vergüenza y el miedo me preparó para
salir corriendo de la tienda. Había algo amenazante en la forma en que había
pronunciado la última frase.
337 Archer se dirigió hacia mí y yo retrocedí lentamente. Metió la mano en
el bolsillo y sacó un brazalete, colocándolo alrededor de la muñeca.
—Estoy jugando con las reglas —dijo. Volvió a dar un paso hacia mí y
me mantuve firme—. No quería molestarte mientras estabas con la familia.
¿Cómo están?
—Están bien.
El dueño apareció y dejé a Archer para entregar el anillo. Una vez que
terminé, me giré para encontrarlo esperando pacientemente.
—Quizás podamos comer algo juntos.
—En realidad, pensaba ir a Murphy's —le dije.
—Perfecto. Puedo invitarte a una copa.
No parecía que fuera a quitármelo esta noche.
—Claro.
Nos dirigimos al bary, cuando entramos, vi lo concurrido que estaba.
La mayoría de las mesas estaban ocupadas por gente, así que parecía que
estaríamos en la barra.
Charlie estaba detrás ayudando a Tyler, me vio y me pidió disculpas.
Realmente necesitaba resolver su situación de personal. El bar había ido
mejorando en los últimos meses, y sólo tendría a Gray hasta que el proyecto
terminara.

Archer me puso una mano en la espalda y me aparté de su toque. Una


expresión de curiosidad nubló su rostro antes de dirigirse a la barra, donde
había taburetes libres.
Era como un imán. Mis ojos encontraron los de Gray en un instante y
él entrecerró los ojos antes de dirigirse hacia nosotros.
—¿Qué puedo ofrecerles? —Las palabras de Gray eran tensas, y
empecé a sentirme nervioso.
—Tomaré una cerveza. ¿Quentin? —dijo Archer.
—Vodka con Coca-Cola.
Gray trabajaba en las bebidas pero no dejaba de mirarnos.
—Es agradable tenerte por fin y no en tus sueños.
Archer levantó una mano y rozó con sus dedos mi sien. Me aparté y
tragué saliva, sabiendo que Gray no era muy conocido por controlar su
temperamento.
Un vaso de cerveza cayó de golpe sobre la barra, chapoteando sobre el
borde y derramándose sobre la superficie.
—¿Hay algún problema, Grayson? —preguntó Archer, girando la
338 cabeza para mirar a Gray.
—¿Por qué habría?
—Parece que estás interrumpiendo mi velada con esta hermosa mujer.
—No sabía que tuvieras una compañía tan cuestionable, Scott —dijo
Gray entre dientes apretados.
Entrecerré los ojos, sin apreciar la acusación en su voz.
—Me topé con él de camino aquí.
—Tenemos la costumbre de encontrarnos, ¿no? —dijo Archer.
Se me secó la boca. Cada vez que Gray me había preguntado si había
visto a Archer, había mentido. Todavía estaba tratando de descifrar todos
los mensajes crípticos que Archer me transmitía a través de mis sueños, y
me preocupaba que si se lo contaba a Gray, lo escondiera todo bajo la
alfombra.
Archer continuó:
—Sólo estoy tratando de convencerla de que me deje llevarla a una cita.
—No se me permite salir con un Dios. Es parte de mi contrato —dije
automáticamente.
Archer volvió a centrar su atención en mí.
—Te lo dije antes, los Dioses tienden a conseguir lo que quieren y si
quieren algo lo suficientemente mucho, encontrarán la manera.
—Si sigues así, Hunter te va a matar —siseó Gray.

Archer se inclinó sobre la barra hacia Gray.


—Sin embargo, no sería Hunter, ¿verdad? Ambos sabemos que no se
ensuciará las manos.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, captando el comentario.
—No es nada —espetó Gray, con los ojos todavía puestos en Archer—.
Si quieres salir con ella, adelante. Es tu funeral —dijo con indiferencia.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Me estás dando tu bendición, Grayson? —imploró Archer.
Gray volvió a abrir la boca. Pero me adelanté a él.
—No puedo salir con un Dios —repetí—. Pero si pudiera, con gusto
aceptaría tu oferta.
—Ah, ah, Grayson. ¿Por qué estás tan enfadado? —preguntó Archer,
captando el cambio de humor.
Miré a Gray, retándole a que dijera algo. Cualquier cosa. Se había
rendido. Me había ignorado sin pensarlo dos veces.
—Son estúpidos —dijo Gray con frialdad antes de dejarnos.

339

Grayson

D
urante toda la noche, no pude apartar los ojos de ellos. Los
dedos de Archer rozaban su piel, y yo quería arrancarle la mano
de su cuerpo, sin importar que Quen siguiera apartándose de
sus avances.
Archer había estado tratando de encontrar una manera de arruinarme
durante años. Para vengarse de mí por lo que le había hecho. Sería muy fácil
si descubriera la verdad sobre nosotros. No tenía ningún interés genuino en
Quentin, más que para provocar una reacción de mi parte. Y si lo hacía,
estaríamos metidos hasta el cuello en problemas. Así que le dije que hiciera
340 lo que quisiera. Actué como si me importara un carajo.
Cuando Archer decidió irse, me llamó la atención. Quen estaba de
espaldas a mí, pero Archer me vio perfectamente y se inclinó, ahuecando su
mejilla y presionando sus labios sobre la otra.
Las luces que había encima estallaron y se hicieron añicos, astillando
los cristales por todas partes. Quentin se giró inmediatamente en su
taburete para mirarme y Archer salió del bar mientras Tyler calmaba el
revuelo.
Me acerqué a la barra donde estaba sentada y la miré fijamente.
—Si te toca una vez más, te juro que le arranco la garganta —le dije,
mortalmente serio.
—No. No puedes ponerte así cuando prácticamente me ofreciste en
bandeja.
—¿Qué querías que hiciera? ¿Decirle que eres mía y luego ver qué
pasa? ¡Sabes lo que pasaría! ¿Por qué le dijiste que saldrías con él si
pudieras?
—Si vas a ofrecerme como sacrificio, entonces tienes que lidiar con las
consecuencias.
—Tú también te harás cargo de las consecuencias. ¿Entiendes lo que
estás haciendo?
—Obviamente no. Soy estúpida después de todo.

Se levantó del taburete y se dirigió a la salida.


—¡Quentin! ¡Quen! —llamé, pero no se volvió. Desapareció por la
puerta. Cuando me giré, encontré a Charlotte mirándome—. ¿Qué?
—No te la agarres conmigo. Deja que se calme. Para cuando vuelvas a
casa, probablemente estará más dispuesta a hablar.
Charlie tenía un buen punto de vista. Ahora mismo, ambos estábamos
enfadados, y eso no iba a ayudar a la situación. Cada célula de mi cuerpo
quería encontrar a Archer y hacerlo pedazos. No tenía derecho a tocar lo que
me pertenecía. No tenía derecho a jugar con la mujer que era mía. Quería
mostrarle de lo que era capaz el Dios del caos, porque no tenía ni idea.
Cuando terminé mi turno, tomé el camino de vuelta a casa para
ayudarme a calmarme y darle tiempo a Quentin para que dejara de estar
molesta.
Al acercarme a la puerta, las luces de la casa estaban encendidas, así
que Quen aún no se había acostado. Respiré profundamente y abrí la
puerta. La encontré sentada en el sofá del salón, leyendo un libro titulado
La vida explicada.
—¿Hablamos? —pregunté.
341 Ni siquiera levantó la vista del libro.
—¿De qué hay que hablar?
—¿Estás siendo exasperante a propósito?
—Es una configuración por defecto. Algo así como que ser un gran
imbécil es tu configuración por defecto.
—¿Así que sólo vamos a intercambiar insultos insignificantes
entonces?
Cerró el libro y lo tiró en el espacio que había a su lado antes de
mirarme.
—Preferiría no hablar contigo en absoluto —dijo.
Se levantó e intentó pasar por delante de mí, pero la agarré.
—¡Suéltame! —gritó.
—¡No! Dime lo que he hecho. ¡Dime lo que tenía que hacer!
Se volvió hacia mí, con fuego en los ojos.
—Si quieres salir con ella, adelante. —Quentin había bajado la voz en
un intento de imitarme y, aunque era infantil, pude ver lo mal que le salió.
—¡Está tratando de averiguar si hubo algo entre nosotros!
—¡Probablemente se dio cuenta de eso por las luces que destrozaste!
—¡Te besó!
—¡Me besó la mejilla!

—¡Ningún otro hombre debe tocarte jamás! ¿He sido claro? —grité.
Había perdido la cabeza. El negro de mi aura palpitaba ferozmente a
nuestro alrededor con mi rabia, pero Quen estaba igual de encendida y no
se echaba atrás.
—¡No puedes decirme lo que puedo hacer o con quién puedo estar!
No quería ser controlada. Quería ser libre para tomar sus propias
decisiones, pero aquí no tenía esa libertad. La forma en que Archer se
comportaba con ella; podría matarlo. Podría destrozarlo tan fácilmente.
Quentin era mía. Estaba hecha para mí.
—No puedo soportarlo, Quentin. No soporto que nadie más te toque.
No quiero que ningún otro ser ni siquiera contemple la idea de que podría
tener una oportunidad contigo.
Siempre pensé que mi temperamento era algo a tener en cuenta, pero
Quen era igual de mala. Para alguien que aún no había recibido sus poderes,
era una pesadilla.
—¿Por qué no? —gritó—. ¿Qué te importa?
Una maldita pesadilla.
Esta mujer era testaruda y difícil, y había momentos en los que me
342 preguntaba si podría arrojarla por un acantilado y salirme con la mía,
porque la paz que traería a mi vida sería una bendición. Y luego, de alguna
manera, siempre me recordaba que sabía que no podría vivir sin ella.
No fue como lo había planeado. En el fondo de mi mente, había
planeado algo más romántico para mi primera declaración. Quentin se
merecía un momento de cuento de hadas que pudiera recordar en los años
venideros, pero nada salía como planeaba cuando estaba con ella.
Las palabras bramaron por toda la habitación, destrozando las luces y
los jarrones hasta que los escombros ensuciaron el suelo.
—¡PORQUE TE AMO, MUJER INSUFRIBLE!

Quentin

I
maginaba que la mayoría de la gente pensaba que el momento en
que se hacía la primera declaración de amor se haría de alguna
forma linda. Que sería un momento tierno.
Como siempre, para Gray y para mí, fue un momento de puro caos.
Sentí que las palabras reverberaban a nuestro alrededor y que el agua
helada corría por mis venas, apagando el fuego que las recorría, momentos
antes.
Gray acababa de confesar que me amaba.
343 El corazón me martilleaba en el pecho mientras lo miraba. Cada gramo
de rabia que tenía fue expulsado de mí por una serie de emociones:
confusión, pánico, incredulidad. Nómbralas, y las estaba sintiendo.
Se oyó un golpe en la puerta que me sacó de mis pensamientos, y Gray
se calmó lo suficiente como para que su aura desapareciera.
—¿Quién mierda está aquí a las doce de la noche? —siseó, descontento
con la interrupción.
Un destello de pánico me recorrió. Sólo en una ocasión anterior habían
llamado a la puerta a una hora tan intempestiva. Fue la policía la noche en
que murieron mis padres.
—No. No.
Mi mente pensó en la gente que me rodeaba y quién podría ser. El golpe
fue más fuerte.
Gray debió notar mi pánico porque pasó a mi lado para llegar a la
puerta, y yo lo seguí.
Abrió la puerta de un tirón.
—¿Puedo ayudarte?
Me puse a su lado y mi corazón se detuvo.
Esto tenía que ser una broma.
Mi mente había sucumbido finalmente a años de presión, y estaba
alucinando porque qué otra razón lógica podía haber.

—¿Ethan?
—Hola, Q —dijo, pasando una mano por su cabello rubio.
No podía creer que Ethan Blake estuviera de pie en la puerta. La última
vez que lo había visto fue hace años, cuando salió de mi vida, pero nada
había cambiado. Seguía con barba. Seguía peinándose de forma
desordenada y con el cabello levantado desde todos los ángulos. Todavía me
llamaba Q como si no me hubiera arrancado el corazón y lo hubiera pisado.
—No quise interrumpir —dijo, desviando los ojos hacia Gray.
Cuando levanté la vista, la mandíbula de Gray estaba fija y sus manos
estaban cerradas en un puño.
—Está bien —murmuré, segura de que estaba a un paso de
desmayarme. Los tres permanecimos en un incómodo silencio antes de que
volviera a hablar—. Ethan, ¿qué estás haciendo aquí?
—Quería hablar contigo, pero no pude localizarte —explicó.
—¿Así que te presentas en la casa?
—Es más de medianoche. —La voz de Gray cortó la conversación, fría
y aguda.
344 —Sí. Me doy cuenta de que no es la hora más sociable. Soy Ethan.
Ethan extendió la mano y tuve otra oleada de pánico porque Gray no
llevaba brazalete. Pero Gray se limitó a mirar su mano con disgusto.
—Es más de medianoche, Ethan —repitió Gray.
—Lo siento —respondió Ethan—. Debo irme.
Se dio la vuelta y atravesé el umbral.
—¡No! —dije.
—¿No? —Oí el eco de Gray detrás de mí.
—¿Querías hablar? —le pregunté a Ethan.
—No creo que tu amigo esté muy contento.
—Iremos a la cafetería.
Ed's estaba abierto 24 horas al día y servía la comida más grasienta.
Ethan y yo solíamos terminar nuestras tareas allí cuando estábamos en
casa por las vacaciones. Metidos en una cabina, acurrucados, compartiendo
patatas fritas y besos.
—Ve. Nos vemos allí —le dije.
—Claro —dijo, con aspecto nervioso, dándose la vuelta.
Cuando giré, creo que nunca había visto a Gray tan lívido en todo el
tiempo que lo conocía. Sus ojos estaban completamente negros y su aura
palpitaba en ondas violentas. Volví a acercarme a la casa, y él se apartó para

dejarme entrar antes de dar un portazo tan fuerte que hizo temblar el
edificio.
—No vas a ir —me dijo Gray, con voz baja y peligrosa.
—¿Perdón?
—No lo estás viendo, Scott.
Parpadeé al ver a Gray y la ira que sentía antes volvió a aparecer.
—Te dije que no puedes decirme lo que puedo y no puedo hacer.
—¡Me diste tu corazón! ¡Me lo prometiste! ¡Si tan solo lo miras, lo
destruiré!
¿Le di mi corazón a Gray? ¿Le prometí mi corazón?
Sabía lo que Gray había dicho. Sabía que había dicho que me amaba
y cada parte de mí quería decirle que también lo amaba. Pero aunque lo
hiciera, ¿qué sentido tenía?
Gray me dejaría. Te amo eran palabras bonitas y tal vez quería más
que eso. Tal vez quería lo que mis padres tuvieron. Si amabas a alguien,
¿cómo podías estar de acuerdo con dejarlo?
Me debía a mí misma sanar, y eso significaba escuchar lo que Ethan
345 tenía que decir.
—Nunca te he prometido nada, Gray. Y no harás nada de eso. Tomaré
mis propias decisiones y no puedes obligarme.
Me aparté de él, agarré las llaves de la mesa del pasillo, pero su aura
me rodeó la cintura, atrayéndome hacia su cuerpo.
—¡No es más que un mortal! —me dijo Gray.
Gray golpeó mi cuerpo contra la pared y siseé de dolor. El corazón me
latía salvajemente en el pecho mientras se agolpaba en mi espacio. Más que
nunca, vi al Dios que se rodeaba de completa devastación. Su mano rodeó
mi garganta, asegurándose de que mantuviera mi atención en él.
—Podría matarlo en un santiamén —dijo Gray, presionando su nariz
contra la mía.
Intenté apartarlo, pero él acercó su cuerpo, inmovilizándome sin
esperanza de escapar. Su cara estaba en el pliegue de mi cuello, con la barba
de caballo rozando mi piel.
—¿Qué harías tú, Quentin? —preguntó Gray, con palabras al oído—.
¿Llorarías sobre su cadáver?
Lo miré. Para él, los mortales eran desechables. No significábamos
nada para los dioses. Nos mantenían cerca por sus poderes y sus egos.
—Tal vez los otros tengan razón —dije, sacudiendo la cabeza—. Tal vez
eres un monstruo.

Su aura desapareció de su alrededor. Fue como si su temperamento


desapareciera. Grayson se enderezó, alejándose de mí. No esperé a que
dijera nada. Ni siquiera pude mirarlo. En lugar de eso, pasé por delante de
él y salí de la casa antes de subir al auto y marcharme.
Un dolor agudo me atravesó el pecho y, respirando profundamente,
traté de calmarlo. Continuó durante todo el camino hasta Ed's y me froté el
punto mientras entraba en la cafetería.
Ethan estaba sentado en nuestra antigua cabina, y me llegó una
punzada de nostalgia. Me coloqué frente a él y nuestras rodillas se rozaron.
—Es agradable verte de nuevo, Q…
Las palabras “tú también” estuvieron a punto de salir de mi boca, pero
no era agradable ver a Ethan.
Extendió su mano y cubrió la mía. Una vez, encendió algo dentro de
mí, pero esta noche no lo sentí. Había una extraña atracción por ver a Ethan
de nuevo, y por eso vine. Quería saber lo que tenía que decir.
—¿Está todo bien? —pregunté, apartando mi mano de la suya.
—Supongo que sí.
—Dijiste que querías hablar.
346
—Siempre vas al grano.
Ethan era un caballero; chapado a la antigua y sabía cómo mantener
una conversación, mientras que yo iba al grano. Prefería la eficacia a los
modales.
—Apareciste en mi puerta, Ethan.
—¿Quién estaba contigo? —preguntó.
Todavía estaba muy enfadada con Gray por sus comentarios. No tenía
derecho a amenazar a Ethan. La discusión se repitió en mi cabeza. Odiaba
pelear con él. Gray sabía cómo sacarme de quicio. Nunca pensé que Ethan
lo haría enojar tan innecesariamente.
—Grayson —respondí, suspirando.
—¿Grayson?
No debería haberlo llamado monstruo. Sabía que tenía mal genio.
Sabía que era posesivo y celoso. No lo culpaba porque yo era igual. Él me
dijo que me amaba y yo fui demasiado cobarde para decirle lo mismo. La
verdad era que sabía que me había enamorado de él desde hacía un tiempo.
A pesar del mal genio y de las duras palabras, no podía dejar de amarlo.
—Nos estamos viendo —le expliqué.
—Oh.
—¿Qué?
Se frotó la nuca

—Bueno, ahora me siento estúpido.


—¿Por qué?
—Austin se va a casar.
Austin era el hermano pequeño de Ethan, e igual de encantador que
él. Sonreí al pensar que llegaría al altar.
—Felicidades para él.
—Sí, es una gran noticia. Pero me hizo pensar…
—¿Sobre qué?
—Vamos, Q. Ya habríamos estado casados unos cuantos años. La
cagué. No debería haberte dejado así. Podríamos haber sido felices juntos.
Lo fuimos durante mucho tiempo antes de que lo estropeara. Sé que lo hice,
y lo siento. Últimamente, he estado pensando que tal vez podríamos hablar
y tratar de arreglar las cosas entre nosotros. Te echo de menos.
Mis entrañas se retorcieron al mirarlo. Ethan fue una vez todo mi
mundo. Estaba dispuesta a casarme con él. Hasta que la muerte nos separe,
habría sido su compañera en todo. Cuando se fue, mi mundo se hizo añicos.
Aunque los últimos meses me mostraron que éramos incompatibles,
perderlo me había roto. No pensé que volvería a amar a alguien así.
347
Hasta Gray. Pensé en cada noche que habíamos pasado juntos. Pensé
en cada pelea que tuvimos. Pensé en cómo lo sorprendí mirándome a veces.
Era impulsivo y caótico y siempre metía la pata, pero me apoyaba y hacía
frente a todo lo que le lanzaba. Nunca pensé que querría tanto a alguien en
mi vida. Ni siquiera quería tanto a Ethan como a Gray.
Mierda.
¿Por qué estaba sentada aquí con Ethan? ¿Por qué acepté hablar con
él?
No quería a Ethan. Quería a Gray. Quería algo con Grayson, lo que
significaba que teníamos que sentarnos y hablar de esto adecuadamente y
decidir qué hacer. Me la jugaría por él para que, de una forma u otra,
pudiéramos resolverlo.
—¿Q? ¿Qué te parece? He estado pensando mucho en ello.
Volví a centrarme en Ethan. Se frotó la mano sobre la barba. Cuando
me dejó por primera vez, durante un tiempo, solía soñar con que aparecía y
decía que se había equivocado, pidiéndome que volviera con él. Pero la
realidad era que no lo quería. Ya no.
—No —dije.
—¿No?
—No, Ethan. No quiero volver a intentarlo —le dije, levantándome de
la cabina—. Dijiste que ya no me amabas cuando te fuiste.

—No lo decía en serio.


—No me importa. No se puede pulsar un interruptor así. No sé si es
porque te sientes solo o qué, pero no quiero tener esta conversación contigo.
No tengo ningún interés en tratar de reconciliarme con alguien que ni
siquiera pudo hablarme de lo que sentía.
Se levantó.
—Yo…
—Te amé una vez. Pero no soy lo que necesitas y tú no eres lo que
necesito.
—Pero has venido aquí.
—Lo sé, y creo que acabo de darme cuenta de que fue un error.
—¡Q!
Pero ya estaba atravesando el comedor y saliendo al estacionamiento.
La lluvia caía con fuerza en enormes gotas, y oí los truenos antes de que
hubiera un relámpago.
Gray rara vez decía las cosas correctas, pero ¿qué debía esperar? Era
el Dios del caos. Las cosas nunca estarían bien con él. Tal vez era una
348 tontería esperar que las cosas pudieran funcionar entre nosotros, pero sabía
que si no se lo pedía, lo lamentaría el resto de mi vida.
Cuando entré en el auto ya estaba empapada. Puse la llave en el
contacto y me fui directamente a casa, pero él no estaba allí.
Erik.
Gray siempre acudía a Erik cuando las cosas no iban bien.
La lluvia empeoró, y conduje con cuidado por las calles. Estábamos en
noviembre, así que no me sorprendió la lluvia, sino lo intensa que era.
Mientras conducía, el suelo temblaba. Empezó como un temblor, pero
fue empeorando.
¿Terremoto?
Me detuve a un lado de la carretera y apagué el motor.
Entonces me di cuenta. Esto no era una causa natural. Esto era Gray.
Salí del auto, confiando en mis pies y no en el vehículo para dirigirme
con seguridad hacia la casa.
Fuera lo que fuera lo que Gray estaba haciendo, tenía que parar. Saqué
mi teléfono del bolsillo y traté de llamarlo, pero no hubo respuesta. Intenté
con Erik y Sloan, pero no pasó nada.
Empecé a correr.

Grayson

S
iempre que había estado cerca de Quentin, sentía aceptación. Me
había esforzado por demostrarle que me preocupaba por ella.
Estaba acostumbrado a que otras personas me llamaran
monstruo, pero oírla decir eso me destrozó más de lo que podía imaginar. Ni
siquiera tuve la voluntad de detenerla cuando se fue. En su lugar, fui a lo
de Erik. El dolor en mi pecho era muy intenso y necesitaba que parara.
Cuando llegué a su dormitorio, le di un codazo a Erik para que se
despertara. Hubo un destello de color rojo hasta que se dio cuenta de que
era yo.
349 —¿Gray?
El aura de Erik iluminó la habitación y Sloan se despertó.
—¿Qué está pasando? —preguntó Erik.
Me agarré el pecho cuando el dolor me golpeó de nuevo. Erik saltó de
la cama, completamente despierto.
—¡Gray! ¿Qué ha pasado?
Nos envolvimos en rojo y salimos al jardín. El aire fresco de la noche
ayudaba ligeramente a las sensaciones, facilitando la respiración.
—Te habrás equivocado —le dije.
—¿Qué pasa?
—Ella no puede estar vinculada a mí.
Erik me miró confundido.
—Gray, ¿por qué dices eso?
—Él aparece y ella se va con él. Se lo dije. Le dije que la amo, pero no
me eligió a mí, Erik. —Sentí que la rabia volvía a elevarse en mí—. Le daría
todo, pero ella no me daría lo mismo. ¡Ella elegiría a un mortal antes que a
mí!
Erik levantó la mano.
—Tienes que calmarte.
—¿CÓMO?

Ahí estaba. Mi aura se extendió por el jardín. Erik encendió la suya


como medida de protección, pero no tenía ninguna razón para hacerle daño
a mi hermano. No podía evitar su responsabilidad. No era responsable de
sus acciones.
—Ella te amo, Grayson. ¡Sé que lo hace! —gritó Erik.
Dejé escapar una dura carcajada mientras los cielos se abrían y
grandes gotas de lluvia caían del cielo. Si ella pensaba que yo era un
monstruo, que así fuera. ¿Por qué molestarse en tener el control?
Sloan salió de la casa, con su aura a su alrededor mientras se unía a
su marido.
Nunca había envidiado tanto a Erik en mi vida como en este momento,
al tener a alguien que te eligiera siempre. Alguien que estuviera a tu lado y
te amara sin importar cuántos defectos tuvieras.
El dolor en el pecho se agravó cuando el trueno retumbó en lo alto.
—Gray, tienes que parar esto —suplicó Sloan—. No resolverás nada
comportándote así. Escucha a Erik.
¿Pero qué sentido tendría escuchar a Erik? ¿Por qué iba a preocuparme
por intentar mantener las cosas bajo control? Si era tan malo como todos
350 pensaban, ¿por qué no iba a darles la razón?
Necesitaba sacar mi ira. No quería estar tranquilo. No tenía ganas de
escuchar a Erik. Tenía la suerte de estar vinculado y de instalarse sin
problemas. No me interesaba oírlo predicar sobre darle tiempo.
Una ráfaga de mi aura lo golpeó, y se levantó del suelo mientras Sloan
bloqueaba un ataque.
—¡Entrará en razón! —gritó Erik—. ¡Te lo juro, Gray!
—No podría importarme menos lo que haga. Quiero deshacerme de este
vínculo.
Este vínculo era una plaga en mi vida. Había desordenado mi cabeza y
mi corazón hasta que no podía pensar con claridad. El dolor ya era inmenso,
así que ¿cuánto peor podía ser si cortaba los lazos que nos unían?
—Por favor, no hagas esto, Gray —dijo Sloan.
El suelo tembló cuando mi furia se filtró en la tierra. Destrozaría este
mundo hasta que me sintiera mejor. Todos podrían sufrir conmigo hasta
que me pareciera adecuado mostrarles misericordia.
—¡No puedes romperlo! —gritó Erik—. ¡Me niego a hacerlo!
—¡NO ES TU DECISIÓN!
El temblor que había provocado en la tierra se acentuó y sacudió el
mundo que nos rodeaba con violencia. Derribaba edificios y arrancaba
plantas. Puro caos y destrucción de una magnitud que sólo yo podía
manejar.

—¡DETENTE!
Me detuve, pero no porque Sloan me hubiera gritado.
Sentí un dolor paralizante en el pecho, más fuerte y agudo que antes,
y me hizo caer de rodillas, dejándome sin aliento.
Erik corrió hacia mí mientras yo apretaba los dientes, tratando de
soportar el dolor cegador. Me debilitó, hasta que sentí que podría
desmayarme.
—¿Gray? —preguntó Erik.
Al desaparecer ambas auras, Erik se arrodilló y me puso una mano en
el hombro.
No podría describir el dolor. Era demoledor, punzante, desgarrador.
Estaba al rojo vivo y exigía ser sentido. No se podía huir de él. No daba
tregua.
—Gray, ¿qué es?
Empecé a respirar como si me fuera a enfermar. El dolor era
innegablemente intenso.
Ella debía sentir todo lo que yo sentía. ¿Sentía esto ahora? ¿Sentía lo
351 malo que era?
Busqué a Quen, queriendo saber si esto la afectaba tanto como a mí.
Si mi dolor se reflejaba en mi vínculo.
—No —susurré.
Lo que encontré me hizo ponerme de pie. Me esforcé por soportar el
dolor porque si no lo hacía...
Mi aura nos llevó a mí y a Erik, que aún me sostenía, al exterior, a la
parte delantera de la casa.
—¡NO! —grité, la palabra estrangulada mientras me estremecía ante la
vista.
En medio del camino, con el cuerpo torpe y pequeño, yacía Quentin.
No. No. No.
Esto no podía estar pasando.
Corrí hacia ella y me arrodillé. Había sangre alrededor de su cabeza y
dudé en tocarla.
—¡ERIK!
Mi hermano estaba a mi lado en un instante, con expresión de
desamparo.
—¡No! ¡No! ¡Deja de mirarme así! —grité.
Volví a respirar con fuerza. El dolor era insoportable. La sensación de
desgarro en el pecho era tan intensa que estaba seguro de que me abriría.

Quen estaba ante mí y, por una vez, no sabía qué hacer.


—Tenemos que arreglarla. Necesito arreglarla. ¡Erik! ¡Ayúdame!
—Gray...
—¡NO!
No quería oírlo decir eso. No quería que dijera que no podía salvarla.
Su respiración era tan superficial y agitada. Las lágrimas calientes se
mezclaban con la lluvia que caía por mi cara.
Sloan se unió a nosotros, con aspecto de haber perdido todo su color.
Puso una mano suavemente en mi hombro.
—Gray...
—Por favor. Por favor, Sloan. Puedes ayudar. Puedes ayudar, ¿verdad?
Tú das vida —le dije desesperadamente a mi cuñada.
Su don nunca había sido uno con el que trabajara estrechamente o me
interesara mucho hasta ahora.
Vida.
Sloan trabajaba con la vida, y yo necesitaba que me concediera esto.
—Gray, no funciona así. No doy vida de esta forma.
352
Grité en frustración.
—¡Elva! —dije—. ¡Consigue a Elva! Sloan. Erik. ¡Uno de ustedes
encuéntrenla!
Sloan desapareció y, unos instantes después, reapareció con Elva e
Ignacio a cuestas. Elva jadeó cuando vio a Quentin en el suelo.
—Pasará pronto —susurró Elva con tristeza, sintiendo que la vida se
le escapaba.
La diosa de la muerte había dado su veredicto. Sabía cuándo la gente
estaba lista para irse. Sentía cuando la vida ya no podía continuar.
La bilis subió por mi garganta.
¿Por qué había perdido tanto tiempo? Las discusiones habían sido
inútiles. Completamente triviales. Aunque fueran inevitables, debería
haberla seguido hasta la cafetería. Esperar a que terminara y llevarla a casa.
Debería haber exigido conocer su respuesta a mi confesión de amor.
—Elva, por favor. Por favor, ayúdala.
—Yo…
Me volví hacia ella de rodillas y dejé caer mi frente a sus pies. A través
de la lluvia, oí los jadeos de los demás.
—Te lo ruego, Elva —dije, hablando al suelo—. Estoy de rodillas y te
ruego que la salves de esto.

Como dioses, no suplicamos. Como Dioses, éramos orgullosos hasta la


saciedad, pero yo no tenía orgullo aquí. Daría cualquier cosa porque si la
perdía, no estaba seguro de poder seguir existiendo.
Elva me miró con lágrimas en los ojos.
—Es tu familia, Elva —dije, levantando la cabeza.
—Estoy pensando, Gray.
—¡Piensa más rápido!
—La piscina —dijo Ignacio con calma—. Es una semidiosa. Llévala a la
piscina. Si la reclama y le entrega un don antes de morir, tendrá su
inmortalidad.
—Grayson, tenemos que irnos —dijo Erik.
Me volví hacia Quen y mi corazón se detuvo. Estaba rompiendo todas
las reglas por ella. Con cuidado, la levanté del suelo. Normalmente tan
animada, estaba flácida y pesada en mis brazos, como una muñeca de trapo,
y un sollozo escapó de mis labios.
—Rápido, Gray —instó Erik.
—Aguanta, Quentin. Te prometo que todo irá bien.
353 Pensaba que la había visto vulnerable por las mañanas, cuando
todavía estaba en las garras del sueño, pero esto era otra cosa. La forma en
que se recostó en mis brazos sin ningún poder en ella. Esto no era Quentin.
Esta mujer hablaba en sueños. Era cálida y siempre tenía algo que decir,
pero ahora, estaba al borde de la mortalidad, y me aterrorizaba llegar
demasiado tarde.
Una vez que entramos en Elysia, llegamos a los bordes de la piscina.
Al instante, el agua palpitó de forma constante, como si le hubiera crecido.
—Tendrás que llevarla, Gray. Igual que hemos hecho con los niños. —
Erik me guió en lo que debía hacer.
Se puso al lado de Sloan, y pude ver su cara llena de lágrimas
mirándome.
—Tráela a casa, Gray —dijo Elva, agarrando la mano de Ig.
Me metí en la piscina sin decir nada. El agua se volvió negra a mi
alrededor hasta parecer un vacío, pero no me detuve. El agua me llegaba a
la cintura cuanto más me metía, pero seguía siendo negra.
—¿Por qué no pasa nada? —Entré en pánico.
La quiso la primera vez que estuvo aquí, pero ahora no hizo nada.
¿Habíamos llegado demasiado tarde? ¿Habíamos perdido nuestra
oportunidad?
—Sumérgela —dijo Sloan en voz baja y asentí.

Respirando profundamente, di unos pasos más hasta que ambos


desaparecimos bajo el agua.
Tardó unos instantes, pero el agua volvió a cambiar. Burbujeaba y
palpitaba violentamente a nuestro alrededor. El negro se desvaneció a
nuestro alrededor y, en su lugar, el agua se volvió dorada. Estábamos
nadando en una piscina de champán, brillante y burbujeante y cegadora.
Y entonces el don de Quentin me golpeó.
El impulso abrumador de los logros y el trabajo duro. Años y años de
certificados y trofeos. Los elogios de todos los que la rodeaban.
Junto con su divinidad, Quentin había recibido la responsabilidad del
éxito.

354

Quentin
E
l dolor retumbaba tanto en mi cabeza que creí que se me partiría
en dos. Cuando intenté respirar, se me llenó la boca de agua.
Me estaba ahogando.
Mis ojos se abrieron de golpe y sentí que el agua me rodeaba mientras
pataleaba y me agitaba, golpeando algunas veces contra algo sólido.
¿Dónde estaba?
Por fin salí a la superficie y respiré profundamente. Mis pulmones
ardían por la falta de oxígeno, y tosí y balbuceé, aspirando todo el aire que
355 podía.
Unos segundos más tarde, Gray salió a la superficie frente a mí.
—¿Quentin? —preguntó, con el agua cayendo por su cara.
—¿Intentabas ahogarme? ¡Eres un maldito psicópata!
Giré la cabeza para ver dónde estaba, pero Gray no me dejó. Me agarró
la cara y me besó profunda y fuertemente. En el momento en que nuestros
labios se encontraron, un sol líquido se disparó por mis venas,
calentándome desde dentro. Su lengua se abrió paso en mi boca, y yo se lo
permití.
Dioses, fui estúpida por haberme alejado de él antes.
El sonido de los aplausos y los gritos me hizo separarme de Gray.
Cuando giré la cabeza, vi a los dioses que consideraba amigos de pie en el
borde de la piscina.
—¿Elysia? ¿Por qué estamos en Elysia? ¿Estoy soñando? —pregunté,
mirando de nuevo a Gray.
—¿No recuerdas lo que pasó?
—Estaba buscándote. Estaba en el auto, pero hubo un terremoto. Lo
dejé y salí a la carretera. Un auto...
Entonces ocurrió algo. Fue como si mil susurros me golpearan a la vez,
y me agarré la cabeza con las manos.
—¡Ay!

Gray no me soltó.
—No te centres en ellos, Quentin.
—¿Qué está pasando?
Era como un picor que no podía rascar. Me llegaban muchas voces,
unas más fuertes que otras, y no sabía cómo librarme de ellas o si me estaba
volviendo loca. La fuerza de las mismas me hacía querer abrirme el cráneo.
—¿Qué está pasando? —Hice una mueca.
—Eso es exactamente lo que quiero saber.
La voz dijo claramente, y me giré para ver que Hunter se había unido
al borde de la piscina, y así como así, el color se drenó de todos.
—Grayson —dijo Hunter—. Te sugiero que salgas de la piscina con esa
mortal, ahora mismo.
El tono de Hunter me heló la sangre.
Gray me susurró:
—Quédate cerca de mí, ¿de acuerdo?
Asentí y salimos de la piscina. Todavía había un millón de voces en mi
cabeza, y todo parecía más claro y nítido que antes. Mi concentración vaciló,
356 haciendo que mis pies fueran torpes en tierra firme, pero Gray me mantuvo
erguida y el resto de la fiesta se agolpó a nuestro alrededor.
—Es una visita no autorizada con una mortal —afirmó Hunter.
—Lo sabemos —respondió Gray.
—¿Te importaría explicar por qué exactamente estás aquí con ella y
por qué estaban en la piscina con estos mirando?
—No me interesa especialmente explicarte nada, si te soy sincero.
El aura de Hunter se encendió y una ráfaga de azul llegó a Gray. Meses
atrás, vi a ambos atacarse en mi laboratorio, y luego Gray llegó a casa
después de otro encuentro con Hunter y estaba sangrando.
No podía dejar que le hicieran daño otra vez. Me rompía por dentro.
Inmortal o no, verlo sufrir me hacía doler y anhelar quitárselo.
—¡No! —grité.
—¡Quentin, no!
Una oleada de calor desconocida recorrió todo mi cuerpo. Comenzó en
el centro del pecho y se extendió por todas las extremidades hasta que sentí
un hormigueo en los dedos de las manos y de los pies. Un destello dorado y
cegador me hizo levantar las manos y cerrar los ojos.
Al abrir los ojos lentamente, el fogonazo se había calmado y pude ver
que Hunter había caído de culo a unos metros de nosotros. Miré a los demás,

cuyos ojos se abrieron de par en par, y tuve una sensación de hundimiento


cuando vi que salían zarcillos de oro de mis manos.
—¿Gray? —Lo miré con total incredulidad.
¿Qué estaba pasando?
Gray parecía asustado.
—Escúchame. Todo irá bien, pero tienes que controlar tus emociones,
¿de acuerdo?
—Estoy echando humo de mis manos, ¡¿y quieres que me quede
tranquila?!
Los zarcillos pulsaron a mi alrededor.
Hunter se puso de pie, y hubo otro destello de azul que serpenteó hacia
mí. Levanté la mano donde apareció un muro dorado, oculto tras una sólida
pared de negro que proyectaba Gray.
—¡SERÁ MEJOR QUE ALGUIEN ME DIGA QUÉ ESTÁ PASANDO! —La
voz de Hunter me sacudió hasta la médula, y bajé los brazos, pero Gray
mantuvo su aura en su sitio.
—Grayson —siseó Hunter, avanzando hacia él—. ¿Qué es ella?
357 A mí también me hubiera gustado saber la respuesta, aunque mentiría
si dijera que no me aterraba averiguarlo. La curiosidad no pudo más que mi
miedo. La ignorancia era una tierra en la que deseaba vivir.
—Hunter —dijo Erik.
Hunter hizo caer a Erik, y me volví hacia él, pero Gray me agarró del
brazo y me mantuvo a su lado.
—Responde. La. Pregunta —se quejó Hunter, con una mirada feroz.
Gray me miró antes de volver a su hermano.
—Quentin es una semidiosa.
Levanté la cabeza hacia él.
—¿Qué?
Gray me miró y pude ver en sus ojos que esto no era una broma, y no
era una mentira. Lo que estaba diciendo era la verdad. Y mis rodillas se
doblaron. Gray estaba allí, con los brazos alrededor de mí, manteniéndome
erguida.
—Sugiero que todos vuelvan a las cámaras del consejo, y avisaré al
resto para que se unan a nosotros. Hay que ocuparse de esto —dijo Hunter.
—Nos dejarás explicarte.
—El consejo entero decidirá. Ve allí, ahora. No me hagas preguntar de
nuevo.
—Vamos, Grayson —dijo Sloan, agarrando la mano de Erik con fuerza.

El aura de Gray nos envolvió, y lo siguiente que supe fue que


estábamos en una gran cámara de piedra, donde había doce tronos al fondo
de la sala. Gray seguía aferrado a mí, y los demás se unieron a nosotros.
—¿Estás bien? —preguntó.
—¿Qué está pasando? ¿Qué querías decir ahí atrás?
Las manos de Gray estaban en la parte superior de mis brazos.
—Escúchame. Tienes que escucharme ahora.
—¿Qué soy?
Los zarcillos de color dorado salieron de mí, haciendo que todos,
excepto Gray, dieran un paso atrás.
—Quentin, necesitas calmarte. Podemos ayudarte, pero sólo tienes que
dejarnos.
Me sentí fuera de mi alcance. Unas finas mechas doradas revoloteaban
alrededor de mis manos. Podrían haberse considerado hermosas si no
hubieran hecho que mi amígdala trabajara horas extras. Todo lo que podía
ver era una amenaza, mientras el pánico se apoderaba de mis músculos y
recorría mi cuerpo con cada latido de mi corazón.
358 —Eres una semidiosa, Quentin —me dijo Gray de nuevo con suavidad.
—¿Cómo? Yo... ¿Cómo?
—Tu madre era una de nosotros, Quentin. Mallory, tu madre, era mi
prima —dijo Elva.
Mi cabeza se agolpaba con esta información, mezclada con las diversas
voces que no dejaban de repiquetear en mi cráneo.
Mi madre.
Pensaron que yo era una de ellos. La piscina y la forma en que me
llamaba. ¿Una semidiosa? No había forma de que fuera cierto.
Gray estaba frente a mí y tomó mi cara entre sus manos.
—Tienes que controlar tus emociones, y rápido. Va a pedir al consejo
que vote sobre este asunto y votarán en contra de ti si creen que eres un
peligro para nosotros. Y tú eres un peligro para nosotros si no estás bajo
control. ¿Entiendes?
Lo miré sin comprender. ¿Gray lo sabía? ¿Sabía que yo era
supuestamente semidiosa?
—Quentin, ¿me entiendes? —Su tono agudo me sacó de mis
pensamientos y asentí.
La puerta de la cámara se abrió de golpe, obligando a Gray a alejarse
de mí rápidamente. Sin él cerca, sin el apoyo, mis rodillas temblaron.
—¡Sugiero que todos tomen asiento! —gritó Hunter.

Doce dioses y diosas subieron a sus tronos, con un aspecto regio y


divino, y por primera vez en mi vida deseé haber rezado. Vi caras conocidas
y otras de las que conocía los nombres pero con las que no había
interactuado. Mis ojos no dejaban de mirar a Gray, pero él apenas me miró
mientras todos se acomodaban.
Hunter se levantó, sus ojos se clavaron en mí, reduciéndome a unos
pocos centímetros de altura.
—Han sido convocados aquí esta noche para una reunión de
emergencia —dijo, dirigiéndose al consejo pero manteniendo su mirada fija
en mí—. Parece que tenemos una abominación entre nosotros.
Las palabras picaron y me hicieron entrecerrar los ojos hacia él.
¿Abominación? ¿Qué tan malo era esto? Con cada parte de mi alma, quería
que esto fuera una broma o una alucinación, pero las proyecciones doradas
que me rodeaban, me decían lo contrario.
Toda la sala se llenó de murmullos y me llevé las manos a las sienes.
Todo el ruido era demasiado para poder soportarlo. Una sobrecarga
sensorial.
—Parece que algunos sabían que existía pero no informaron al consejo.
Así que, Grayson, ¿te importaría explicarnos al resto quién es exactamente
359 y qué sabes?
La habitación volvió a calmarse, lo que facilitó un poco la reflexión.
Grayson se levantó de la silla con gracia pero no me miró a los ojos. El peso
de una docena de miradas cayó sobre mí, y de repente me sentí cohibida.
—Quentin Scott es una semidiosa —anunció Gray.
Las palabras resonaron en la habitación y el espacio se balanceó. Pero
respiré profundamente, tratando de mantener la calma como Gray me había
aconsejado.
—¿Cómo es posible? —preguntó Aria.
—No puede ser —murmuró Malachi.
—¡Todos fueron destruidos! —dijo.
—Obviamente no todos, Aria —dijo Grayson, poniendo los ojos en
blanco.
—Continúa —dijo Waverly.
—Me enteré hace unos meses —explicó Gray.
—¿Quién? —preguntó Aria.
—Mallory. Es la hija de Mallory.
Una vez más, sentí los ojos sobre mi cuerpo y me rodeé con los brazos,
tratando de darme cualquier forma de protección contra los dioses.
—Mallory la tuvo en la tierra y la dejó allí. Entonces...

—Entonces pidió la muerte —terminó Elva.


Había un silencio pesado en la cámara, y se me heló la sangre. Mallory,
quienquiera que fuera esta diosa, se había suicidado después de darme a
luz.
—¿Quién más sabía de esto? —preguntó Hunter.
Erik se revolvió en su asiento.
—Nadie. Sólo yo lo sabía —dijo rápidamente Gray—. Les pedí a los
demás que subieran aquí para presenciar su don.
—¿Qué don? —preguntó Aria.
Hunter parecía interesado.
—¿Cuál es su don?
—Éxito —dijo Gray.
Volvieron a oírse murmullos en la sala. Observé a Gray, tan formal y
aplomado, mientras se dirigía a su familia. Estaba asimilando todo lo que
decía, pero no podía creer lo que estaba pasando. Mi cerebro se esforzaba
por procesar toda la información, y quería agarrar a Gray e ir a un lugar
privado, donde pudiera explicar esto lentamente. Necesitaba asimilar y
360 hacer preguntas para poder tener el control.
—Creo que la pregunta debe hacerse ahora, ya que no parece necesario
perder el tiempo —dijo Hunter.
—Hunter —gritó Gray.
—¿Tienes alguna objeción, Grayson? ¿Una razón por la que no
deberíamos?
Gray guardó silencio.
—¿No? Entonces te sugiero que te sientes.
Tardó un momento, pero luego Gray tomó asiento, con las manos
agarrando los brazos de la silla hasta que se le pusieron blancos los nudillos.
—Pido a este consejo que ayude a decidir el destino de esta semidiosa
—espetó con total desagrado—. Todos aquellos que creen que ella debe ser
eliminada…
¿Iban a matarme?
El pánico se apoderó de mi cuerpo y las tenues volutas que se
arremolinaban lánguidamente alrededor de mi cuerpo se convirtieron en
sólidos zarcillos dorados que se extendían hacia fuera, provocando los
jadeos de algunos de los dioses. No podía mantener la calma, no cuando
podía perder la vida.
Varias manos volaron se alzaron: Hunter, Larkin, Aria, Waverly y
Flynn.
—Los que creen que debe vivir. Por ahora…

Otro conjunto de manos se disparó en el aire: Gray, Erik, Sloan, Elva,


Ig y, para mi sorpresa, Malachi y Bexley. Hunter los miró a todos con
maldad.
—SE QUEDA AQUÍ CONMIGO POR EL MOMENTO —gritó Hunter con
furia.
—Sloan y yo la llevaremos —dijo Erik.
—¡DIJE QUE SE QUEDA CONMIGO!
Nadie más intentó desafiar a Hunter. Incluso Grayson estaba sentado,
inexpresivo. Hunter se acercó a mí y yo me alejé dos pasos de él.
—Puedo hacerte la vida muy difícil, así que te sugiero que me escuches.
Por ahora, te quedarás en Elysia mientras intentamos arreglar el lío que tu
propia existencia ha provocado. Pronto entrarán en razón y entonces nos
libraremos de ti. Hasta entonces, te quedarás conmigo. —Hunter me agarró
del brazo y me arrastró con él—. ¡Se pueden ir! —dijo a la cámara.
Mi aura no era nada para la de él. No sabía cómo controlarla.
Mirando por encima de mi hombro, más allá de Larkin, que corría
hacia nosotros, me encontré con los ojos de Gray.
Estaban completamente negros, y Erik se puso a su lado, manteniendo
361 una mano en su hombro.
Y entonces Hunter me sacó de la cámara, y los perdí de vista.

Quentin

E
n retrospectiva, podría haber hecho mucho más. Podría
haberme atrincherado y haber llamado a Gray. Pero ninguna de
esas cosas sucedió. A pesar de que mi cerebro luchaba contra
la niebla de la confusión, sabía que llamar a Gray lo implicaría aún más. Ya
estaban hablando de poner mi vida en juego. ¿Cuánto más haría falta para
añadir a Gray a la lista? Así que mi boca permaneció pegada mientras
Hunter hacía lo que le daba la gana.
La casa de Hunter era una mezcla gélida de azul y plata. Un espacio
abierto y brillante con un interior minimalista. Era una celebración de él y
362 Larkin, carente de cualquier calidez o personalidad.
Se me puso la piel de gallina en el momento en que se acercó a mí en
la cámara. No había pronunciado ni una sola palabra en todo el camino, por
miedo. Estaban pasando demasiadas cosas. Demasiadas cosas que no
entendía.
—No quiero que se quede aquí.
Larkin y Hunter estaban junto a la puerta de la habitación,
discutiendo. Me habían llevado al piso de arriba y a una habitación sin
explicación. Mi aura seguía palpitando, entrando y saliendo de la vida
salvajemente, y obligándome a cerrar los ojos.
—¿Qué esperas que haga con ella? —respondió Hunter.
—Llévala a las celdas.
—¿Donde todos se quedarán embobados con ella? ¿E intentarán
formar una relación con ella?
—Entonces deja que Erik y Sloan la tengan.
—No —gritó—. La quiero exactamente donde pueda verla.
El martilleo en mi cabeza continuaba de forma constante y poderosa.
Los susurros hacían difícil concentrarse en las palabras, y la creciente
presión me hizo caer de rodillas. Golpeé el duro suelo y siseé de dolor.
Ninguno de los dos se movió para ayudarme a levantarme.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Larkin—. Ella ya es un lastre. No lo


está superando.
Apoyé las palmas de las manos en el suelo y traté de obligarme a volver
a ponerme de pie. Los músculos de mis brazos temblaron hasta que dejé de
intentarlo y me quedé en el suelo. Golpear mi cabeza contra la pared parecía
ser una mejor opción a cada momento.
—Si fuera por mí, ella no estaría aquí —murmuró Hunter con mal
humor.
El miedo rebotó en mi corazón. Incluso con el voto en contra del
consejo, Hunter se mantuvo firme en su creencia de que yo no debería
existir.
Una imagen de Cass y Sophie se abrió paso en mi mente. Quería a mi
hermano. No quería morir. Había gente que haría preguntas. ¿O los Dioses
tenían un plan para silenciarlos? ¿Podrían hacer que la gente olvidara que
yo había pisado la tierra?
El calor surgió a través de mí mientras mi aura se extendía por la
habitación. Hunter y Larkin se ocultaron tras la suya, filtrada en una
extraña mezcla de azul, plata y oro.
363 —Lo siento —logré decir débilmente.
Me pareció demasiado tarde para rezar. Incluso sentada de rodillas
ante Hunter y Larkin, “lo siento” era la única palabra que podía salir de mis
labios. Pedir clemencia, suplicar que me perdonaran la vida... eran las
súplicas que debían formularse para asegurarme de salir con vida de esta
casa. Pero desaparecieron antes de que tuvieran la oportunidad de florecer.
El orgullo era un pecado, y yo encontraría mi fin, gracias a él.
—Tenemos que conseguir que lo controle —siseó Larkin a su marido—
. Y yo no le voy a enseñar.
—Tienes que tener algún instinto maternal para acoger a una
abominación bajo tu ala.
Larkin puso cara de haber recibido una bofetada antes de salir furiosa
de la habitación. Hunter la vio salir antes de volverse hacia mí y retrocedí,
aterrorizada por quedarme a solas con un Dios que parecía decidido a
asesinarme.
—Mallory hizo un buen trabajo escondiéndote —dijo, acercándose a
mí—. Justo bajo nuestras narices.
Parecía enfadado porque había conseguido escapar de él durante años.
Debe haber sido un golpe para su ego que alguien lo haya engañado.
Engañado a todos ellos.
—¿Qué hay que hacer contigo ahora? —reflexionó.

No tenía una respuesta para él. Faltaba demasiada información para


permitirme idear un plan para salvarme. Y no confiaba en mí para no
empeorar las cosas. Bastaría con que dijera algo equivocado para sellar mi
destino.
Hunter salió de la habitación, cerró la puerta, y me senté de nuevo,
llevándome las rodillas al pecho y apoyando la cabeza en ellas.
Tenemos que conseguir que lo controle.
Control.
Hubo distintos momentos en mi vida en los que sentí que había perdido
el control. Cuando Cass se marchó a Estados Unidos, el momento en que la
policía llamó a la puerta, la figura de Ethan haciéndose más pequeña
mientras se marchaba en su auto. Y cada vez, había recuperado el control
que ansiaba y seguí con mi vida. No había situación de la que no pudiera
salir con la lógica y el razonamiento.
Pero esto estaba completamente fuera de mi alcance. La única forma
en que podía describirlo era un descenso a la locura.
No había posibilidad de recuperar el aliento, ni de escapar de la
incertidumbre que encerraba mi futuro. Las personas en las que confiaba,
364 Cass y Gray, no podían ser contactadas para pedir ayuda. Estaba atrapada
hasta que Hunter y el consejo decidieran cómo tratar conmigo.
El tiempo se convirtió en un concepto extraño. Los segundos parecían
horas al estar atrapada sola con mi avalancha de pensamientos y los
incesantes susurros. Mis dedos se enredaron en mi cabello y tiré con fuerza,
deseando que todo se detuviera.
La cerradura hizo clic y oí unos pasos que se acercaban a mí, pesados
y lentos. Me llevé las palmas de las manos a los ojos y me las pasé por las
mejillas, intentando borrar la evidencia de las lágrimas. Mi visión era
irregular, pero pronto se aclaró.
Cuando levanté la vista, Archer se alzaba sobre mí con un par de
esposas de cobre en la mano. Se agachó, chasqueando suavemente la
lengua.
—Hunter me pidió que trajera esto cuando vine a llevarte —dijo—. Te
ayudarán.
—¿Llevarme? —susurré.
—Eres mi responsabilidad hasta que decidan qué hacer contigo —
explicó Archer—. Nos aseguraremos de que te sientas como en casa en la
parte baja de Elysia. Te advierto que somos un poco menos refinados allá
abajo.
Con cautela, le tendí las manos y él las sujetó alrededor de mis
muñecas. Las voces cesaron al instante y las volutas de oro que se habían

materializado en la orilla desaparecieron. Una nueva oleada de lágrimas se


derramó sobre mis mejillas ante el alivio.
Archer me rodeó la muñeca con una mano y me puso de pie. Con
cuidado, me limpió una lágrima de la cara.
—Oh, Quentin. Te dije que no se podía confiar en ellos.

365

366



Zavi James pasa la mayor parte de su tiempo en un laboratorio y
tratando de hacer creer a la gente que tiene su vida en orden. Luego de una
experiencia cercana a la muerte, decidió flexionar los dedos e intentar
escribir, ya que ese había sido siempre su sueño de la infancia. Ahora divide
su tiempo entre los experimentos y los mundos de ficción y disfruta
haciendo que la gente se derrumbe y llore con sus creaciones.
Cuando no está escribiendo y trabajando, se puede encontrar a Zav
viajando por el mundo en busca de inspiración y desatando su caos en las
redes sociales.

367

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