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Buenos días jóvenes, espero que se encuentren muy bien.

Mi nombre es Francisco Masías, soy licenciado y profesor de Historia.


Vamos a dar inicio al primer módulo correspondiente a Historia en Perspectiva Chile, el
cual estará en plena concordancia con el material que recibieron en la primera guía
didáctica. Espero que ésta les sea de utilidad y no tengan mayores dificultades para
realizar las actividades finales de la guía.
Si tuviesen dudas con respecto al material recuerden que en la plataforma de Efinis está
la sección de Foro, donde pueden hacer consultas y serán respondidas por nosotros
durante la semana.
Debido al formato del preuniversitario, la clase de hoy será bastante expositiva. Además,
en el módulo de hoy vamos a revisar bastante contenido, así que desde antemano les
pido que si tienen dudas o preguntas puedan escribirlas en el chat. Raimundo estará
contestando alguna de sus preguntas y, de todas formas, está pronosticado dejar un
tiempo final de la presentación para resolver dudas finales.

El objetivo del día de hoy es que ustedes sean capaces de responder las siguientes
preguntas.
 Cómo se conformó y consolidó la República de Chile
 Dónde se posiciona Chile en el comercio internacional durante el siglo XIX
 Cómo se configura el territorio nacional
 Y qué cambios experimentó Chile a inicios del siglo XX.

A fin de ordenar las ideas y tener un panorama general de los periodos a revisar el día de
hoy, les he preparado una línea de tiempo que repasa la historia de Chile desde la
conformación de la República hasta la crisis y fin del parlamentarismo. Pueden
aprovechar de sacar un print de pantalla o una foto, ya que les podrá ser de bastante
utilidad.

Tal como se establece en la historiografía tradicional, podrán reconocer los tres grandes
periodos de la historia de Chile durante el siglo XIX: República Conservadora, República
Liberal y República Parlamentaria; al mismo tiempo, en la parte superior he destacado los
gobiernos que corresponden a cada uno de los periodos; en la parte inferior, en azul,
destaqué, también, algunos de los hechos, hitos o procesos más característicos de cada
periodo; y, finalmente, en la parte inferior, en rojo, los dos grandes ciclos económicos que
definieron el periodo estudiado: el ciclo del trigo y el ciclo del salitre.
Dentro de los principales procesos históricos que se desarrollaron y que debemos
comprender quiero partir refiriéndome a la construcción del estado-nación y sus bases
democráticas.
En este ámbito siempre hay que destacar, y así lo vamos a ver en las diferentes
perspectivas históricas, la idea del "Orden Republicano".
Pero claro, ¿qué es el orden republicano? Puede ser comprendida la continuidad
institucional, prácticamente inalterada, que se mantuvo desde 1830 a 1891. Situación
bastante atípica, especialmente en comparación con otros gobiernos de la región. Aun
ahí, hubo algunos episodios violentos que podrían poner en entredicho la idea del orden
republicano, como lo fueron las guerras civiles de 1851 y 1859, pero, en general, la
institucionalidad establecida desde un inicio por los gobiernos conservadores se mantuvo
muy estable y robustecida por todo el periodo.

¿A qué se debe o cómo se puede explicar el orden republicano?


Para ello es importante comprender 5 factores principales que explican esta idea:
1. Las condiciones geográficas chilena, donde la población se concentraba
principalmente en los valles centrales del país. Una zona, si bien amplia, tenía el
potencial de ser fácilmente administrada. Además, sin grandes diferencias
regionales que pudiesen desencadenar inestabilidades o luchas regionales
prolongadas. Así, el valle central se convirtió rápidamente en la zona hegemónica
del país. Santiago como el centro político y administrativo y Valparaíso la zona
comercial por excelencia.
2. Las condiciones sociales de la población, caracterizadas por homogeneidad y una
marcada estratificación de clases. A la clase aristocrática tradicional (agraria y
ganadera) se le suma la burguesía minera, comercial y financiera, principalmente
asociada a las grandes casas comerciales de Valparaíso. Ambas se mezclaron
rápidamente en una élite coherente que concentró el poder político y económico.
Los sectores medios y populares conformados principalmente por mestizos sin
grandes aspiraciones políticas que pudiesen interferir en los intereses de la élite.
3. La economía en expansión, primero durante el ciclo del trigo y, luego, por un exitoso
ciclo salitrero. Durante el régimen conservador, el poder adquisitivo de la élite y la
renta del gobierno se encuentran en pleno auge. Esta situación le permitió al
gobierno satisfacer sus necesidades básicas. Además, el manejo de la hacienda
pública de Chile fue bastante sobrio durante todo el periodo.
4. Una robusta constitución de 1833, con un presidencialismo muy marcado y donde
destacaron los poderes excepcionales que facultaba a cada gobierno a actuar con
holgura.
5. Y, en quinto lugar, los mecanismos de poder que cada uno de los gobiernos
utilizaron como la represión y la manipulación electoral. Dentro de esto también se
destaca el aplastamiento del militarismo tras la guerra civil de 1829-1830, que
dispersó toda aspiración militarista tras la reorganización de la milicia nacional.

En definitiva, lo más destacable del orden republicano es que sirvió para asentar las
bases de la República, preparando el terreno para el proceso de liberación política, tal
como lo pronosticó en su momento Diego Portales.

En segundo término, debemos referirnos al proceso de liberalización política, donde es


necesario destacar algunos antecedentes, como lo fue la figura de Francisco Bilbao y la
Sociedad de la Igualdad
Francisco Bilbao, uno de los principales rostros del movimiento liberal, fue un fuerte
crítico del conservadurismo político y social en Chile, además de defender la
emancipación social y política de las mujeres. Sus críticas sociales incluso apuntaron
hacia la Iglesia Católica, lo que le valió ser acusado de blasfemo.
Bilbao, junto a Santiago Arcos, otro de los referentes del liberalismo en Chile, fundaron la
Sociedad de la Igualdad, entidad que enfocó su trabajo en darle conciencia política y
social a los artesanos y trabajadores especializados (la futura clase media chilena), y
cuyo contexto político era la candidatura presidencial de Manuel Montt en las elecciones
de 1851, enfocando su trabajo en hacer todo democráticamente posible por impedir su
llegada al poder.
Tras declarar como ilegal a la Sociedad de la Igualdad, esta no logró adecuarse al
margen de la clandestinidad, ya que no tenían la organización propia de un movimiento
clandestino, sino que predominaba el uso de las asambleas, el discurso brillante y la
movilización social. Además, Bilbao, siendo el principal líder y referente, siempre defendió
la resistencia pacífica. Por ello, ni la sede de Santiago ni las sedes provinciales tuvieron
gran éxito al utilizar las vías insurreccionales. Ello explica, en parte, el fracaso del motín
impulsado por la Sociedad de la Igualdad en 1850.
Bilbao y la Sociedad de la Igualdad deben ser entendidos como los antecedentes directos
del proceso de liberalización política que tomará fuerza hacia la mitad del siglo XIX.
Dentro de las aspiraciones de los liberales se encontraba disminuir el centralismo de la
capital santiaguina, dar una mayor libertad electoral y, además, impulsar una educación
laica.
Hay que comprender que dicho proceso estuvo fuertemente ligado al interés de
modernización del país. De hecho, la “modernización” terminó convirtiéndose en el
puente que conectó los intereses de los liberales y de los conservadores. Así, Educación,
inmigración y expansión económica-comercial fueron las piedras angulares para los
grandes acuerdos nacionales de la segunda mitad del siglo XIX.
Al mismo tiempo, y ligado a lo anterior, durante este periodo se produjeron una serie de
reformas constitucionales orientadas a disminuir el autoritarismo y el centralismo, como lo
fueron la dictación de un código penal, la modificación a las atribuciones de los tribunales,
el fin del fuero eclesiástico y la disminución de las atribuciones del poder ejecutivo en
favor del legislativo.
También, hacia 1840, comenzaron a surgir corrientes intelectuales orientadas a
cuestionar la hegemonía del catolicismo, dando inicio al proceso de secularización. Las
tendencias librepensadoras adquirieron importancia social y política, y lentamente fueron
ganando adeptos. De esta forma se comenzó a defender la libertad de cultos, la
tolerancia religiosa y la laicidad del Estado y sus instituciones.

¿Se entiende hasta ahora?


Con respecto a cómo se inserta Chile en la economía mundial hay que destacar, en
primer lugar, que el país se ha caracterizado por mantener una economía hacia la
comercialización exterior.
La Independencia significó la apertura comercial del país y su inserción en la economía
capitalista. Este proceso benefició particularmente a Valparaíso, que, a partir de 1830, se
convirtió en la puerta comercial del Pacífico, debido a que los barcos mercantes que
debían atravesar el Estrecho de Magallanes, encontraban en este puerto el lugar más
seguro para almacenar y redistribuir sus mercancías. De igual forma, la estabilidad
política del país presentaba condiciones favorables que facilitaron la instalación y
actividad comercial de los extranjeros.
Atraídos por estos factores, se asentaron cientos de extranjeros alemanes, franceses,
italianos y, principalmente, ingleses, quienes se dedicaron al comercio de importación y
exportación, ya sea de forma independiente o como representantes de casas mercantiles
extranjeras, desplazando rápidamente a los mercaderes nacionales. En breve tiempo,
Valparaíso se convirtió en unos de los puertos comerciales más importantes del
continente. Esta situación se mantuvo hasta principios del siglo XX, cuando comenzaron
a manifestarse síntomas de estancamiento que señalaron el comienzo de la decadencia
del puerto. Entre las causas de este fenómeno, encontramos la consolidación de
Santiago como nuevo centro de las actividades comerciales e industriales que impulsaron
el traslado de empresas a la capital, y, a nivel logístico, el impacto más importante fue la
apertura del Canal de Panamá en 1914, que modificó por completo las rutas marítimas.

A nivel macro, debemos destacar que la economía chilena, en un primer momento,


estuvo marcado por la exportación de trigo impulsado por la fuerte demanda desde
Australia y California producto de su boom minero, convirtiendo a Chile en el principal
productor de toda la costa del pacífico. El ciclo de trigo, si bien importante, no perduró en
el tiempo y ya hacia 1870 la demanda bajó considerablemente. El fin del ciclo triguero
estuvo marcado, primero, por el fin de la demanda de California y Australia, segundo, por
la tecnificación de la agricultura donde Estados Unidos y Canadá comenzaron a liderar el
mercado, y, tercero, porque se estaba iniciando un nuevo ciclo aún más lucrativo, esta
vez correspondiente a la explotación salitrera.
Y, con respecto a ello, el ciclo del salitre se inicia con fuerza desde 1880 tras la anexión
del norte salitrero luego de la Guerra del Pacífico y logra perdurar, a duras penas, hasta
1930.

Esto nos lleva al tercer gran tema de la clase, la configuración del territorio, ya que ambos
ciclos económicos estuvieron en concordancia con exigencias de territorio, como fue la
ocupación de la Araucanía ante la demanda de nuevas tierras destinadas a la inmigración
y la agricultura; o la anexión de Antofagasta, Arica y Tarapacá producto de las disputas
en torno al salitre.

Por ello, sobre la ocupación de la Araucanía cabe resaltar dos aspectos principales. En
primer lugar, que desde la independencia se discutió y aprobó la incorporación de los
Mapuches a la nación, reconociéndolos como cualquier otro chileno. Esta situación trajo
consigo el problema de las tierras, ya que en un primer momento fueron incontables las
ventas de terrenos a precios que no guardaban ninguna relación con la realidad del
mercado. A partir de ello, recién en 1853, se terminó la libertad contractual de los
indígenas para la venta de sus tierras, y estas antes debían ser revisadas por las
autoridades competentes. Aun así, en la práctica, las ventas irregulares se siguieron
efectuando en perjuicio de los indígenas. Estas ventas irregulares pueden considerarse
dentro de los primeros antecedentes del conflicto mapuche.
En segundo lugar a destacar, el proceso de ocupación, denominado "pacificación de la
Araucanía", estuvo caracterizado por la ocupación militar del territorio al sur del rio Bio-
bío, con el objetivo de que el fisco se apropiara de las tierras indígenas y así incentivar el
proceso de colonización del sur del país.
De esta forma la ocupación de la Araucanía y la colonización en el sur del país buscó
aumentar la superficie sujeta a soberanía chilena a través de la fundación de nuevos
poblados (Puerto Montt, 1853; Llanquihue, Puerto Octay y Puerto Varas, 1854) y, al
mismo tiempo, se buscaba desarrollar la producción económica gracias a la presencia de
inmigrantes instruidos y poseedores de capitales (con ellos la aparición de cervecerías,
madereras, molinos y tejedurías).

Por otra parte, desde la perspectiva indígena, con este proceso no sólo perdieron sus
tierras ancestrales y fueron conducidos a reducciones, sino que también los sedentarizó,
forzándolos a cambiar su economía (de ganadera a agrícola) y su cultura a través de la
escolaridad y el proceso de evangelización.

Paralelamente, también existía un interés nacional por hacer soberanía en territorios


estratégicos. Con respecto el proceso de colonización Austral hay que destacar que el
área era considerada, incluso anteriormente a la independencia, como un área de suma
importancia para la comunicación interoceánica. Por esta razón era necesaria hacer una
ocupación efectiva en una región que formalmente no estaba sujeta a la soberanía de
ningún país.
Manuel Bulnes ordenó el poblamiento del estrecho de Magallanes estableciendo el Fuerte
Bulnes (1843) y fundando el poblado penal de Punta Arenas (1849).
Hacia finales de siglo, la zona tomó mayor interés económico gracias a la introducción y
desarrollo de la ganadería ovina. Para ello el Estado impulsó la economía de la región
incentivando a colonos nacionales y extranjeros con venta de terrenos a bajo precio o
incluso concesiones gratuitas, todo, nuevamente, en desmedro de la población originaria
que habitaba la estepa. Progresivamente la población Selknam fue exterminada debido a
enfermedades desconocidas por su organismo, a la caza furtiva de los colonos y al
traslado a reducciones donde misioneros eran los encargados de "civilizarlos".

Otro territorio estratégico era la isla de Rapa Nui, en cuya incorporación al territorio
nacional destaca la gestión del capitán de la Armada Policarpo Toro quien, en 1880,
ocupa la isla y obtiene la venta de esta para el Estado por parte de empresarios
franceses que mantenían un régimen de plantación y semi-esclavitud de los Rapanui.
En 1888 se decreta la anexión oficial al territorio chileno, pero a partir de 1895 el gobierno
chileno concesiona la administración de la isla a empresarios británicos quienes la
convierten en una hacienda ovejera. En 1916 la isla es incorporada a la jurisdicción del
Estado chileno, anexándose al departamento de Valparaíso, y, recién hacia 1966, los
Rapanui obtienen su ciudadanía chilena.

Finalmente, y completar ya la temática de la configuración del territorio nacional, nos


debemos referir a la incorporación del norte salitrero y, con ello, la Guerra del Pacífico.
La Guerra del Pacífico fue un conflicto bélico que entre 1879 y 1883 enfrentó a Chile con
Perú y Bolivia a causa de los límites entre Chile y Bolivia; la existencia de un tratado
secreto de alianza entre Bolivia y Perú, y, principalmente, disputas en torno a los grandes
depósitos salitreros de Antofagasta y Tarapacá. El conflicto terminó con la victoria
chilena, que anexó los territorios en disputa, además de mantener bajo su soberanía a
Tacna hasta 1929. Bolivia, por su parte, perdió Antofagasta y su salida al mar, situación
que hasta el día de hoy es reclamada por la nación altiplánica.
¿Vamos bien?

Ahora me referiré a la Guerra Civil de 1891 qué termina con los gobiernos liberales.
La guerra civil de 1891 se ha definido como la división de las Fuerzas Armadas, donde el
Ejército obedeció las órdenes del presidente José Manuel Balmaceda, mientras que la
Armada, favorable a los sectores oligárquicos del puerto de Valparaíso, obedeció al
Congreso Nacional. En este sentido, hay que destacar que tanto el gobierno de
Balmaceda como sus detractores decidieron hacer llamados explícitos a las Fuerzas
Armadas para intervenir ante la inminencia de una crisis constitucional.
El gatillante del conflicto fue que el presidente Balmaceda hizo caso omiso a la legalidad
y prorrogó el presupuesto del año anterior, ya que el Congreso se negaba a aprobar las
leyes periódicas que establecían el presupuesto de la Nación y de las fuerzas de mar y
tierra.
Esta facultad, según la Constitución de 1833, recaía en el Congreso Nacional, por tanto,
el actuar de Balmaceda era inconstitucional y el Congreso optó por deponerlo.
Balmaceda, por su parte, no reconoció la autoridad del Congreso y con ello se inicia el
conflicto.
Pero más que un conflicto constitucional, todo se trataba de un conflicto político entre el
Balmaceda y sus detractores. Ni el gobierno de Balmaceda ni la oposición en el Congreso
demostraban un interés real por solucionar el conflicto político.
Ante esa realidad, quizá sólo cabían dos “soluciones”: la claudicación definitiva de uno de
los bandos en disputa o bien la imposición por la fuerza de la postura defendida por cada
uno de ellos. Esto significaba, en dos palabras, que Balmaceda podía renunciar —como
ya se lo habían solicitado dirigentes opositores, apelando a su patriotismo y al ejemplo de
O’Higgins—, o bien debía despedir a su gabinete para ser reemplazado por uno a fin de
los intereses de los parlamentarios y así ceder una cuota importante de poder.
La oposición al gobierno de Balmaceda por parte de los sectores oligárquicos se
originaba en su proyecto político: éste era reformista, quería reducir la dependencia
nacional con respecto a los capitales extranjeros, promover la industrialización del país y
el desarrollo de sus riquezas nacionales, incluso nacionalizar las salitreras y los
ferrocarriles.
La oligarquía chilena, obviamente, se sintió amenazada y desplazada debido a la
propuesta económica que planteaba Balmaceda. Además, no se sentía representada en
el gabinete ministerial de Balmaceda, el cual estaba compuesto por jóvenes no
pertenecientes a la oligarquía tradicional. Por otra parte, se consideró que la inversión
fiscal en infraestructura, educación y obras públicas durante el periodo había sido un
derroche y estaba vaciando las arcas del Estado.
Si a ese descontento le sumamos la costumbre de la interpelación ministerial, acto donde
los ministros debían defender su actuación y proyectos de ley frente al Congreso,
tenemos un caldo de cultivo perfecto para un enfrentamiento directo entre el Gobierno y
el Congreso.
El resultado fue el peor previsible desde el punto de vista del conflicto: las Fuerzas
Armadas se dividieron entre ellas, iniciándose la guerra civil.
Si todos hubieran permanecido junto al gobierno, no habría existido una rebelión armada;
si el conjunto de las instituciones armadas se hubiera sublevado, Balmaceda habría
tenido que dejar el poder por la fuerza. Pero la división del Ejército y la Armada determinó
la profundización de la crisis, provocándose una guerra que dejaría al país con dos
gobiernos, dos territorios y dos fuerzas luchando entre sí.
En definitiva, los enfrentamientos entre el gobierno con la oligarquía parlamentaria fueron
una demostración de la incapacidad de los sectores dirigentes por encontrar fórmulas de
convivencia y acuerdos nacionales, demostrando que Chile no estaba ajeno a las
revoluciones y crisis que habían caracterizado al siglo XIX hispanoamericano.
Otra conclusión a este conflicto, es que la oligarquía chilena cooperó como un solo
conjunto para consolidar su hegemonía y, hacia 1891, lograron establecer un sistema
político afín a sus intereses: el parlamentarismo, tema al que me referiré un poco más
adelante.

El cambio de siglo coincidía con el primer centenario de la República, y ello era motivo de
celebración, aunque los intelectuales de la época realizaron un diagnóstico que, en
muchas ocasiones, concluían que el país se encontraba ad portas de una crisis social y
moral.
En este sentido hay que referirse a los cambios que tuvo la sociedad a comienzos del
siglo XX, donde la oligarquía, las capas medias y los sectores populares experimentaron
de manera muy distintas la bonanza salitrera y el desarrollo económico del país.
El poder político, social y económico era concentrado por la oligarquía, y durante el
periodo parlamentario pudo actuar a sus anchas. Gracias al considerable aumento de
ingresos por la bonanza salitrera, la tradicionalidad austeridad de la aristocracia en el
siglo XIX fue reemplazada por el lujo y la elegancia, una intensa vida social y la
opulencia. Expresión de esto fue la construcción de palacios y mansiones de estilo
europeo en el centro de Santiago, que hasta el día de hoy puede observarse en algunas
residencias que se han logrado conservar, como lo es el palacio Cousiño. Chile se
comenzó a transformar en un país de contrastes, donde la elite política y social estaba
constituida por un sector muy reducido.
Las capas medias, por su parte, siempre heterogéneas (compuestas por militares,
burócratas, empleados públicos y privados, pequeños comerciantes, técnicos, profesores,
intelectuales y artistas) en un inicio se vieron arrastrados e intentaron imitar el nuevo
estilo de vida oligárquico, pero hacia 1920 comienzan a tomar mayor relevancia al
incorporarse al quehacer político. En este sentido destaca las incorporaciones de las
capas medias al Partido Radical y al Partido Nacional, los cuales van a ir canalizando sus
intereses y demandas. Así, va tomando forma la clase media, convirtiéndose en la
principal amenaza a la hegemonía de la oligarquía. Después de todo, son las capas
medias de donde depende el funcionamiento del comercio y todo el aparato social del
país.

Finalmente, los sectores populares, más del 57% de la población total del país según el
censo de 1907, experimentaron el lado más duro de la expansión comercial. La
denominada "cuestión social". Concepto que nació para explicar las consecuencias de la
migración desde el campo hacia los centros urbanos, pero que luego se expandió a
englobar todas las problemáticas y condiciones precarias que mantenían los sectores
más vulnerables del país.
Si bien entre el periodo de 1880 a 1920 Chile tuvo un desempeño económico sin
precedente gracias a los ingresos por exportaciones, tan solo a dos décadas el país se
sumergió en una crisis social nunca antes vista.
Debido al auge económico, no solo el norte salitrero, sino que la capital y los grandes
centros urbanos comenzaron a recibir grandes contingentes de obreros que llegaban a
buscar una mejor calidad de la vida.
Estos movimientos migratorios provocaron una urbanización no planificada, acompañada
de una creciente segregación urbana, la cual estuvo caracterizada por condiciones de
hacinamiento e insalubridad, además de altas tasas de mortalidad infantil. Las ciudades
simplemente carecían de la infraestructura necesaria para recibir tan alto flujo de
inmigrantes.
La Cuestión Social se convirtió en un problema de primer orden, instalando el debate en
el mundo político, social, religioso y académico en una infinidad de temas: Jornadas
laborales de hasta 14 horas diarias, inestabilidad laboral, ausencia de contratos y
previsión social, trabajo infantil, falta de vivienda y servicios básicos, acceso a la
educación y salud, conflictos laborales entre obreros y patrones. Todo ello acompañado
de las primeras grandes huelgas y protestas sociales.

Pero… ¿Y qué pasa con los gobiernos?


Bueno, los gobiernos parlamentarios de la época demostraron su incapacidad
administrativa para enfrentar este conjunto de problemáticas, y echaron mano a la
represión ante toda manifestación y huelga. De hecho, el periodo más sangriento se
extendió en 1903 y 1907, periodo que es donde se enmarca la tan conocida Matanza de
la Escuela Santa María de Iquique.

Desde la perspectiva política, tras la victoria en la Guerra Civil de 1891, como dijimos, la
oligarquía logra establecer un sistema político afín a sus intereses: El Parlamentarismo.
Con ello se abandona el modelo presidencialista, donde el Ejecutivo tenía un mayor
protagonismo con respecto al poder Legislativo.
Se debe destacar que no hubo cambio en la Constitución, se mantuvo la de 1833, pero se
le agregaron mecanismos para fortalecer al Congreso. De esta forma, la importancia del
presidente pasó a segundo plano, pues el verdadero poder de la república recaía en el
Congreso. Así, los parlamentarios eran capaces de derribar los gabinetes ministeriales,
presionar a los gobiernos retardando leyes o extender interminablemente los debates al
interior del Congreso, entorpeciendo el quehacer de todo gobierno.
Por ello, se puede considerar que la república parlamentaria fue un periodo inerte, donde
se hizo caso omiso a las demandas sociales, se hizo todo por mantener el status quo
beneficiando a la oligarquía y en el cual amigos y parientes utilizaban su tiempo de ocio
en el Congreso, sin interés alguno de resolver las crisis sociales que se desarrollaban en
el país.
De hecho, recién hacia 1920 la actitud del Estado comenzó a cambiar, esto gracias a las
presiones sociales y políticas que comenzaron a ejercer las capas medias al incorporarse
a nuevos partidos políticos, al surgimiento de movimientos obreros y proletariados
afiliándose a partidos políticos o sindicatos.

Justamente, representando ese estilo reformista es que surge la figura de Arturo


Alessandri Palma, quien fuera senador por Tarapacá, y logró la victoria presidencial en
1920, cuyo proyecto de gobierno era aplacar los efectos de la denominada Cuestión
social.
El programa de Alessandri apuntaba simultáneamente a la consolidación de la ciudadanía
popular, a la creación de un marco legal que regulara las relaciones entre el capital y el
trabajo, y la transformación del Estado en agente protector de los más desvalidos.
El reformador mandatario estaba convencido que el mejor camino para reactivar una
economía nacional era refundar el Estado y democratizar la sociedad, haciendo de los
trabajadores un elemento constructivo e integrado al orden social.
A cambio del reconocimiento y la protección estatal, éstos debían comprometerse a
despolitizar sus organismos de representación gremial, aceptar los mecanismos
institucionalizados de arbitraje y dejar el recurso de la huelga solo como instancia final.
En términos más globales, debían aceptar el orden socio-político existente e insertarse en
sus canales aceptados de participación. Para lograr todo eso, sin embargo, debía
recomponerse un contrato social bastante maltrecho por la miseria, la agitación popular y
la represión oficial.
El estilo político de Alessandri Palma, apasionado y muy personalista, sumado a un
programa reformista que motivó un clima de fervor y de esperanza popular, se traducía
en la imagen de un “caudillo liberal” que era capaz de poner fin a las malas prácticas del
Parlamentarismo.
Durante el gobierno de Alessandri, los parlamentarios, y en general, la clase dirigente, se
enfrentaban a una verdadera crisis de legitimidad, que tuvo como expresión máxima de
tensión el denominado "ruido de sables", cuando un grupo de jóvenes oficiales del
Ejército expresaron su oposición no solo a la aprobación de un aumento en la dieta
parlamentaria, sino que, también, a la postergación interminable en la tramitación de las
leyes sociales impulsadas por el gobierno de Alessandri. Para ello, hicieron golpear sus
sables contra la pared al interior de la galería del Senado en plena sesión parlamentaria,
en señal de desafío hacia sus integrantes.
El desenlace de aquella rebelión fue el fin del sistema parlamentario.

Ante la preparación de un golpe de Estado por parte de los militares, los integrantes del
Congreso Nacional hicieron su último intento por salvarse. Los parlamentarios aprobaron
expeditamente las leyes sociales que se demandaban, entra las que destacaba: jornada
laboral de ocho horas, supresión del trabajo infantil, reglamentación del contrato colectivo,
la ley de accidentes del trabajo y seguro obrero, legalización de los sindicatos, la ley de
cooperativas y la creación de los tribunales de conciliación y arbitraje laboral; todas
pospuestas anteriormente por ambas cámaras legislativas.
Aun así, el actuar del Comité Militar recién formado no se frenó, y, de hecho, solicitaron a
Alessandri que disolviera el Congreso. Alessandri, por su parte, se negó y prefirió
autoexiliarse a Europa, ante lo cual una junta militar presidida por Luis Altamirano tomó el
poder y disolvió el Congreso.
A diferencia de lo que se pudiese creer, la nueva junta militar no representaba la unidad
de las fuerzas armadas, de hecho, un grupo de oficiales jóvenes liderados por el coronel
Carlos Ibáñez de Campo realizaron un nuevo golpe de Estado, esta vez demandando el
retorno de Alessandri y la creación de una nueva Constitución. En marzo de 1925 vuelve
Alessandri y retoma el poder, mientras que Ibáñez asume como ministro de Guerra y se
convierte "el hombre fuerte" del gobierno. Tras el retorno de Alessandri, se elabora una
nueva constitución, la que acabaría con la hegemonía del Congreso y volverían las
atribuciones fuertes del Ejecutivo.
A pesar del éxito obtenido, las divisiones y desconfianzas entre Alessandri y los militares
se fueron agudizando, hasta culminar con la renuncia del presidente frente a las
presiones del coronel Carlos Ibáñez del Campo, caudillo de los militares que terminó
asumiendo la presidencia entre 1927 y 1931, período en cual Alessandri se exilió
nuevamente en Europa.

Ante la renuncia de Alessandri se preparan elecciones bastante curiosas, donde Ibáñez


arrasó con más del 97% de los votos porque era candidato único. Ese 3% restante fueron
votos en blanco o con candidatos no oficiales en señal de protesta. Una vez en el poder,
introdujo un estilo claramente autoritario, reprimió a la oposición estableciendo censuras a
la prensa, impulsó la expropiación del periódico La Nación y sometió al movimiento
sindical al control del Estado.
Su gobierno, que en un inicio buscó llevar al país a una nueva era de progreso
construyendo obras públicas, puertos, ferroviarias y fomentando la industria, terminó
convirtiéndose en un estado policial, realizando una persecución política a toda oposición.
Durante su gobierno se crea Carabineros de Chile y también surgen los servicios de
inteligencia, los cuales, junto al Ejército, tenían un total servilismo a la figura de Ibáñez.
De esta manera, se concentró el poder en un grado dictatorial, lo que tuvo serias
consecuencias para la actividad política contraria al régimen
La crisis del gobierno dictatorial de Ibáñez se hizo totalmente manifiesta a partir del año
1929, cuando comienza un periodo de suma inestabilidad económica y social tras la Gran
Depresión.

La Depresión de 1929 puso en jaque a la economía del país, ya que fue la que puso la
lápida a la industria salitrera, aunque no se debió solo a ella.
Por ello debo destacar que el fin del ciclo del salitre responde a dos tipos de factores.
Factores Externos: la gran depresión, las fluctuaciones del mercado desde inicios
del siglo XX, y restricciones geográficas para su traslado lo que condujo a los
países europeos hacia el mercado del salitre artificial.
Factores Internos: políticas monopólicas por parte de los exportadores y atraso
técnico en el proceso de explotación mineral por parte de las industrias.
En definitiva, si el ciclo del salitre se extendió hasta más allá 1914, fue solo gracias a que
la Primera Guerra Mundial prolongo y enmascaró su crisis final.

Volviendo a la arena política, tras la crisis económica de 1929 Ibáñez termina por
renunciar ante la crisis social que se había desencadenado, pero con su renuncia no se
restauró automáticamente la estabilidad política del país, puesto que a su salida se
tradujo un vacío de poder y una seguidilla de gobiernos, lo que se ha denominado como
un segundo periodo de anarquía en la historiografía chilena, siendo el gobierno más
destacado la denominada República Socialista.
Este gobierno se convierte en un hecho curioso, ya que solo se mantuvo en el poder por
101 días.
El 4 de junio de 1932, el abogado Eugenio Matte, el coronel Marmaduque Grove, sus
adeptos, y partidarios de Ibáñez se atrincheraron en la base aérea de El Bosque y
exigieron la renuncia del actual presidente Juan Esteban Montero.
Al caer la noche, una Junta de Gobierno formada por el general Arturo Puga, Eugenio
Matte Hurtado y Carlos Dávila ingresó a La Moneda y proclamaron la "República
Socialista de Chile".
Esta República Socialista ni siquiera lograba unir a la izquierda en Chile. De hecho, no
contaban con el apoyo del Partido Comunista ni de la totalidad de los sindicatos obreros,
rechazando el movimiento revolucionario por considerarlo militarista. Y esta situación
también se reflejaba en las divisiones incluso al interior del mismo gobierno, donde los
sectores ibañistas, liderados por Carlos Dávila, rechazaron la radicalización del
movimiento socialista que impulsaban Grove y Matte, procediendo a expulsarlos del
gobierno y exiliarlos a Isla de Pascua el 16 de junio de 1932.
Con el apoyo del Ejército, Carlos Dávila, se autoproclamó presidente Provisional de la
"República Socialista de Chile", declarando un estado de sitio, introdujo la censura a la
prensa y con fuertes medidas económicas estatistas buscó revertir la crisis económica y
social. Sin embargo, ante la falta de apoyo civil y militar se produjo la caída de Carlos
Dávila el 13 de septiembre de 1932. De inmediato asumió el mando del país el general
Bartolomé Blanche quien tuvo que renunciar luego de la sublevación de quienes pedían
un gobierno civil. Luego de su renuncia asumió Abraham Oyanedel, Presidente de la
Corte Suprema, quien llamó a elecciones presidenciales y parlamentarias. Esto
significaba el fin de la utópica "República Socialista de Chile".
Finalmente, si se ha de destacar logros de este breve gobierno, sería la creación del
Ministerio del Trabajo, del Ministerio de Salubridad Pública y la institucionalidad que en un
futuro sería el Banco del Estado, además de un indulto general a todos los condenados
por delitos políticos y sociales durante las manifestaciones de 1931.

Con ello acaba el contenido del módulo de hoy, y en la próxima sesión retomaremos
desde aquí.

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