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El objetivo del día de hoy es que ustedes sean capaces de responder las siguientes
preguntas.
Cómo se conformó y consolidó la República de Chile
Dónde se posiciona Chile en el comercio internacional durante el siglo XIX
Cómo se configura el territorio nacional
Y qué cambios experimentó Chile a inicios del siglo XX.
A fin de ordenar las ideas y tener un panorama general de los periodos a revisar el día de
hoy, les he preparado una línea de tiempo que repasa la historia de Chile desde la
conformación de la República hasta la crisis y fin del parlamentarismo. Pueden
aprovechar de sacar un print de pantalla o una foto, ya que les podrá ser de bastante
utilidad.
Tal como se establece en la historiografía tradicional, podrán reconocer los tres grandes
periodos de la historia de Chile durante el siglo XIX: República Conservadora, República
Liberal y República Parlamentaria; al mismo tiempo, en la parte superior he destacado los
gobiernos que corresponden a cada uno de los periodos; en la parte inferior, en azul,
destaqué, también, algunos de los hechos, hitos o procesos más característicos de cada
periodo; y, finalmente, en la parte inferior, en rojo, los dos grandes ciclos económicos que
definieron el periodo estudiado: el ciclo del trigo y el ciclo del salitre.
Dentro de los principales procesos históricos que se desarrollaron y que debemos
comprender quiero partir refiriéndome a la construcción del estado-nación y sus bases
democráticas.
En este ámbito siempre hay que destacar, y así lo vamos a ver en las diferentes
perspectivas históricas, la idea del "Orden Republicano".
Pero claro, ¿qué es el orden republicano? Puede ser comprendida la continuidad
institucional, prácticamente inalterada, que se mantuvo desde 1830 a 1891. Situación
bastante atípica, especialmente en comparación con otros gobiernos de la región. Aun
ahí, hubo algunos episodios violentos que podrían poner en entredicho la idea del orden
republicano, como lo fueron las guerras civiles de 1851 y 1859, pero, en general, la
institucionalidad establecida desde un inicio por los gobiernos conservadores se mantuvo
muy estable y robustecida por todo el periodo.
En definitiva, lo más destacable del orden republicano es que sirvió para asentar las
bases de la República, preparando el terreno para el proceso de liberación política, tal
como lo pronosticó en su momento Diego Portales.
Con respecto a cómo se inserta Chile en la economía mundial hay que destacar, en
primer lugar, que el país se ha caracterizado por mantener una economía hacia la
comercialización exterior.
La Independencia significó la apertura comercial del país y su inserción en la economía
capitalista. Este proceso benefició particularmente a Valparaíso, que, a partir de 1830, se
convirtió en la puerta comercial del Pacífico, debido a que los barcos mercantes que
debían atravesar el Estrecho de Magallanes, encontraban en este puerto el lugar más
seguro para almacenar y redistribuir sus mercancías. De igual forma, la estabilidad
política del país presentaba condiciones favorables que facilitaron la instalación y
actividad comercial de los extranjeros.
Atraídos por estos factores, se asentaron cientos de extranjeros alemanes, franceses,
italianos y, principalmente, ingleses, quienes se dedicaron al comercio de importación y
exportación, ya sea de forma independiente o como representantes de casas mercantiles
extranjeras, desplazando rápidamente a los mercaderes nacionales. En breve tiempo,
Valparaíso se convirtió en unos de los puertos comerciales más importantes del
continente. Esta situación se mantuvo hasta principios del siglo XX, cuando comenzaron
a manifestarse síntomas de estancamiento que señalaron el comienzo de la decadencia
del puerto. Entre las causas de este fenómeno, encontramos la consolidación de
Santiago como nuevo centro de las actividades comerciales e industriales que impulsaron
el traslado de empresas a la capital, y, a nivel logístico, el impacto más importante fue la
apertura del Canal de Panamá en 1914, que modificó por completo las rutas marítimas.
Esto nos lleva al tercer gran tema de la clase, la configuración del territorio, ya que ambos
ciclos económicos estuvieron en concordancia con exigencias de territorio, como fue la
ocupación de la Araucanía ante la demanda de nuevas tierras destinadas a la inmigración
y la agricultura; o la anexión de Antofagasta, Arica y Tarapacá producto de las disputas
en torno al salitre.
Por ello, sobre la ocupación de la Araucanía cabe resaltar dos aspectos principales. En
primer lugar, que desde la independencia se discutió y aprobó la incorporación de los
Mapuches a la nación, reconociéndolos como cualquier otro chileno. Esta situación trajo
consigo el problema de las tierras, ya que en un primer momento fueron incontables las
ventas de terrenos a precios que no guardaban ninguna relación con la realidad del
mercado. A partir de ello, recién en 1853, se terminó la libertad contractual de los
indígenas para la venta de sus tierras, y estas antes debían ser revisadas por las
autoridades competentes. Aun así, en la práctica, las ventas irregulares se siguieron
efectuando en perjuicio de los indígenas. Estas ventas irregulares pueden considerarse
dentro de los primeros antecedentes del conflicto mapuche.
En segundo lugar a destacar, el proceso de ocupación, denominado "pacificación de la
Araucanía", estuvo caracterizado por la ocupación militar del territorio al sur del rio Bio-
bío, con el objetivo de que el fisco se apropiara de las tierras indígenas y así incentivar el
proceso de colonización del sur del país.
De esta forma la ocupación de la Araucanía y la colonización en el sur del país buscó
aumentar la superficie sujeta a soberanía chilena a través de la fundación de nuevos
poblados (Puerto Montt, 1853; Llanquihue, Puerto Octay y Puerto Varas, 1854) y, al
mismo tiempo, se buscaba desarrollar la producción económica gracias a la presencia de
inmigrantes instruidos y poseedores de capitales (con ellos la aparición de cervecerías,
madereras, molinos y tejedurías).
Por otra parte, desde la perspectiva indígena, con este proceso no sólo perdieron sus
tierras ancestrales y fueron conducidos a reducciones, sino que también los sedentarizó,
forzándolos a cambiar su economía (de ganadera a agrícola) y su cultura a través de la
escolaridad y el proceso de evangelización.
Otro territorio estratégico era la isla de Rapa Nui, en cuya incorporación al territorio
nacional destaca la gestión del capitán de la Armada Policarpo Toro quien, en 1880,
ocupa la isla y obtiene la venta de esta para el Estado por parte de empresarios
franceses que mantenían un régimen de plantación y semi-esclavitud de los Rapanui.
En 1888 se decreta la anexión oficial al territorio chileno, pero a partir de 1895 el gobierno
chileno concesiona la administración de la isla a empresarios británicos quienes la
convierten en una hacienda ovejera. En 1916 la isla es incorporada a la jurisdicción del
Estado chileno, anexándose al departamento de Valparaíso, y, recién hacia 1966, los
Rapanui obtienen su ciudadanía chilena.
El cambio de siglo coincidía con el primer centenario de la República, y ello era motivo de
celebración, aunque los intelectuales de la época realizaron un diagnóstico que, en
muchas ocasiones, concluían que el país se encontraba ad portas de una crisis social y
moral.
En este sentido hay que referirse a los cambios que tuvo la sociedad a comienzos del
siglo XX, donde la oligarquía, las capas medias y los sectores populares experimentaron
de manera muy distintas la bonanza salitrera y el desarrollo económico del país.
El poder político, social y económico era concentrado por la oligarquía, y durante el
periodo parlamentario pudo actuar a sus anchas. Gracias al considerable aumento de
ingresos por la bonanza salitrera, la tradicionalidad austeridad de la aristocracia en el
siglo XIX fue reemplazada por el lujo y la elegancia, una intensa vida social y la
opulencia. Expresión de esto fue la construcción de palacios y mansiones de estilo
europeo en el centro de Santiago, que hasta el día de hoy puede observarse en algunas
residencias que se han logrado conservar, como lo es el palacio Cousiño. Chile se
comenzó a transformar en un país de contrastes, donde la elite política y social estaba
constituida por un sector muy reducido.
Las capas medias, por su parte, siempre heterogéneas (compuestas por militares,
burócratas, empleados públicos y privados, pequeños comerciantes, técnicos, profesores,
intelectuales y artistas) en un inicio se vieron arrastrados e intentaron imitar el nuevo
estilo de vida oligárquico, pero hacia 1920 comienzan a tomar mayor relevancia al
incorporarse al quehacer político. En este sentido destaca las incorporaciones de las
capas medias al Partido Radical y al Partido Nacional, los cuales van a ir canalizando sus
intereses y demandas. Así, va tomando forma la clase media, convirtiéndose en la
principal amenaza a la hegemonía de la oligarquía. Después de todo, son las capas
medias de donde depende el funcionamiento del comercio y todo el aparato social del
país.
Finalmente, los sectores populares, más del 57% de la población total del país según el
censo de 1907, experimentaron el lado más duro de la expansión comercial. La
denominada "cuestión social". Concepto que nació para explicar las consecuencias de la
migración desde el campo hacia los centros urbanos, pero que luego se expandió a
englobar todas las problemáticas y condiciones precarias que mantenían los sectores
más vulnerables del país.
Si bien entre el periodo de 1880 a 1920 Chile tuvo un desempeño económico sin
precedente gracias a los ingresos por exportaciones, tan solo a dos décadas el país se
sumergió en una crisis social nunca antes vista.
Debido al auge económico, no solo el norte salitrero, sino que la capital y los grandes
centros urbanos comenzaron a recibir grandes contingentes de obreros que llegaban a
buscar una mejor calidad de la vida.
Estos movimientos migratorios provocaron una urbanización no planificada, acompañada
de una creciente segregación urbana, la cual estuvo caracterizada por condiciones de
hacinamiento e insalubridad, además de altas tasas de mortalidad infantil. Las ciudades
simplemente carecían de la infraestructura necesaria para recibir tan alto flujo de
inmigrantes.
La Cuestión Social se convirtió en un problema de primer orden, instalando el debate en
el mundo político, social, religioso y académico en una infinidad de temas: Jornadas
laborales de hasta 14 horas diarias, inestabilidad laboral, ausencia de contratos y
previsión social, trabajo infantil, falta de vivienda y servicios básicos, acceso a la
educación y salud, conflictos laborales entre obreros y patrones. Todo ello acompañado
de las primeras grandes huelgas y protestas sociales.
Desde la perspectiva política, tras la victoria en la Guerra Civil de 1891, como dijimos, la
oligarquía logra establecer un sistema político afín a sus intereses: El Parlamentarismo.
Con ello se abandona el modelo presidencialista, donde el Ejecutivo tenía un mayor
protagonismo con respecto al poder Legislativo.
Se debe destacar que no hubo cambio en la Constitución, se mantuvo la de 1833, pero se
le agregaron mecanismos para fortalecer al Congreso. De esta forma, la importancia del
presidente pasó a segundo plano, pues el verdadero poder de la república recaía en el
Congreso. Así, los parlamentarios eran capaces de derribar los gabinetes ministeriales,
presionar a los gobiernos retardando leyes o extender interminablemente los debates al
interior del Congreso, entorpeciendo el quehacer de todo gobierno.
Por ello, se puede considerar que la república parlamentaria fue un periodo inerte, donde
se hizo caso omiso a las demandas sociales, se hizo todo por mantener el status quo
beneficiando a la oligarquía y en el cual amigos y parientes utilizaban su tiempo de ocio
en el Congreso, sin interés alguno de resolver las crisis sociales que se desarrollaban en
el país.
De hecho, recién hacia 1920 la actitud del Estado comenzó a cambiar, esto gracias a las
presiones sociales y políticas que comenzaron a ejercer las capas medias al incorporarse
a nuevos partidos políticos, al surgimiento de movimientos obreros y proletariados
afiliándose a partidos políticos o sindicatos.
Ante la preparación de un golpe de Estado por parte de los militares, los integrantes del
Congreso Nacional hicieron su último intento por salvarse. Los parlamentarios aprobaron
expeditamente las leyes sociales que se demandaban, entra las que destacaba: jornada
laboral de ocho horas, supresión del trabajo infantil, reglamentación del contrato colectivo,
la ley de accidentes del trabajo y seguro obrero, legalización de los sindicatos, la ley de
cooperativas y la creación de los tribunales de conciliación y arbitraje laboral; todas
pospuestas anteriormente por ambas cámaras legislativas.
Aun así, el actuar del Comité Militar recién formado no se frenó, y, de hecho, solicitaron a
Alessandri que disolviera el Congreso. Alessandri, por su parte, se negó y prefirió
autoexiliarse a Europa, ante lo cual una junta militar presidida por Luis Altamirano tomó el
poder y disolvió el Congreso.
A diferencia de lo que se pudiese creer, la nueva junta militar no representaba la unidad
de las fuerzas armadas, de hecho, un grupo de oficiales jóvenes liderados por el coronel
Carlos Ibáñez de Campo realizaron un nuevo golpe de Estado, esta vez demandando el
retorno de Alessandri y la creación de una nueva Constitución. En marzo de 1925 vuelve
Alessandri y retoma el poder, mientras que Ibáñez asume como ministro de Guerra y se
convierte "el hombre fuerte" del gobierno. Tras el retorno de Alessandri, se elabora una
nueva constitución, la que acabaría con la hegemonía del Congreso y volverían las
atribuciones fuertes del Ejecutivo.
A pesar del éxito obtenido, las divisiones y desconfianzas entre Alessandri y los militares
se fueron agudizando, hasta culminar con la renuncia del presidente frente a las
presiones del coronel Carlos Ibáñez del Campo, caudillo de los militares que terminó
asumiendo la presidencia entre 1927 y 1931, período en cual Alessandri se exilió
nuevamente en Europa.
La Depresión de 1929 puso en jaque a la economía del país, ya que fue la que puso la
lápida a la industria salitrera, aunque no se debió solo a ella.
Por ello debo destacar que el fin del ciclo del salitre responde a dos tipos de factores.
Factores Externos: la gran depresión, las fluctuaciones del mercado desde inicios
del siglo XX, y restricciones geográficas para su traslado lo que condujo a los
países europeos hacia el mercado del salitre artificial.
Factores Internos: políticas monopólicas por parte de los exportadores y atraso
técnico en el proceso de explotación mineral por parte de las industrias.
En definitiva, si el ciclo del salitre se extendió hasta más allá 1914, fue solo gracias a que
la Primera Guerra Mundial prolongo y enmascaró su crisis final.
Volviendo a la arena política, tras la crisis económica de 1929 Ibáñez termina por
renunciar ante la crisis social que se había desencadenado, pero con su renuncia no se
restauró automáticamente la estabilidad política del país, puesto que a su salida se
tradujo un vacío de poder y una seguidilla de gobiernos, lo que se ha denominado como
un segundo periodo de anarquía en la historiografía chilena, siendo el gobierno más
destacado la denominada República Socialista.
Este gobierno se convierte en un hecho curioso, ya que solo se mantuvo en el poder por
101 días.
El 4 de junio de 1932, el abogado Eugenio Matte, el coronel Marmaduque Grove, sus
adeptos, y partidarios de Ibáñez se atrincheraron en la base aérea de El Bosque y
exigieron la renuncia del actual presidente Juan Esteban Montero.
Al caer la noche, una Junta de Gobierno formada por el general Arturo Puga, Eugenio
Matte Hurtado y Carlos Dávila ingresó a La Moneda y proclamaron la "República
Socialista de Chile".
Esta República Socialista ni siquiera lograba unir a la izquierda en Chile. De hecho, no
contaban con el apoyo del Partido Comunista ni de la totalidad de los sindicatos obreros,
rechazando el movimiento revolucionario por considerarlo militarista. Y esta situación
también se reflejaba en las divisiones incluso al interior del mismo gobierno, donde los
sectores ibañistas, liderados por Carlos Dávila, rechazaron la radicalización del
movimiento socialista que impulsaban Grove y Matte, procediendo a expulsarlos del
gobierno y exiliarlos a Isla de Pascua el 16 de junio de 1932.
Con el apoyo del Ejército, Carlos Dávila, se autoproclamó presidente Provisional de la
"República Socialista de Chile", declarando un estado de sitio, introdujo la censura a la
prensa y con fuertes medidas económicas estatistas buscó revertir la crisis económica y
social. Sin embargo, ante la falta de apoyo civil y militar se produjo la caída de Carlos
Dávila el 13 de septiembre de 1932. De inmediato asumió el mando del país el general
Bartolomé Blanche quien tuvo que renunciar luego de la sublevación de quienes pedían
un gobierno civil. Luego de su renuncia asumió Abraham Oyanedel, Presidente de la
Corte Suprema, quien llamó a elecciones presidenciales y parlamentarias. Esto
significaba el fin de la utópica "República Socialista de Chile".
Finalmente, si se ha de destacar logros de este breve gobierno, sería la creación del
Ministerio del Trabajo, del Ministerio de Salubridad Pública y la institucionalidad que en un
futuro sería el Banco del Estado, además de un indulto general a todos los condenados
por delitos políticos y sociales durante las manifestaciones de 1931.
Con ello acaba el contenido del módulo de hoy, y en la próxima sesión retomaremos
desde aquí.