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TEORÍA GRAMATICAL IV

Plan (2008)

UNIDAD 2
LECTURA Nº 4

Humberto Mederos Martín


Procedimientos de cohesión en el español actual
Universidad de Santa Cruz de Tenerife, 1988

1
INTRODUCCIÓN
1.1. LA CONTEXTUALIZACIÓN ORACIONAL

La gramática de una lengua, como es sabido, es un sistema de reglas que, al operar sobre el léxico,
genera todas las oraciones de la lengua al tiempo que les asigna una descripción estructural1. La gramática,
así entendida, es un modelo, según se considere, del sistema lingüístico o de la competencia de un hablante-
oyente ideal. Da cuenta, de un modo abstracto, de las regularidades que se observan en los enunciados
aceptables de la lengua en cuestión. Es, en definitiva, un mecanismo que describe y explica la
gramaticalidad2. La unidad básica con que opera la gramática es la oración. Pero la oración, así entendida, es
un constructo teórico. Su vinculación con los enunciados reales de la lengua es con frecuencia bastante
indirecta. Si registramos una muestra de habla de un individuo concreto en una situación determinada,
veremos que incluye una serie de elementos carentes de relevancia gramatical. Por esta razón, se impone la
necesidad de idealizar los datos. En primer lugar, las preferencias concretas se ven afectadas por errores de
actuación, irrelevantes para caracterizar el saber lingüístico. Citemos, entre los errores más frecuentes, los
anacolutos, los lapsus linguae, los ruidos y pausas que denotan vacilación, etc. En segundo lugar, habrá en la
señal física del enunciado rasgos peculiares del hablante debidos a la conformación especial de su aparato
fonador, a su estado de ánimo, etc. Incluso los rasgos de acento y extracción sociocultural podrían
desatenderse si sólo se quiere reflejar la variedad estándar de la lengua. Por lo que respecta a la significación

1
La imagen de la gramática como una fábrica de oraciones deriva de concebir las reglas como operaciones y no como
condiciones que ha de satisfacer una estructura para alcanzar la buena formación. Una obra representativa de la
primera concepción es Aspectos de la teoría de la sintaxis. Se debe a McCawley (I968) la segunda concepción, en la
que ha venido insistiendo (McCawley 1982:7). Han recogido su idea, entre otros lingüistas, Hudson (1976, 1984) y
Gazdar (1982). Para este último autor, las reglas de estructura de frase son condiciones de buena formación sobre
árboles. Se elimina así la derivación, y está de más el ordenar las reglas. Estas, en lugar de ser instrucciones, vienen a
ser como plantillas (McCawley 1982: 182) que se superponen a un nudo y a sus ramificaciones inmediatas y nos
permiten ver si están bien formados. La diferencia entre operaciones y condiciones no parece que sea meramente
terminológica como opinan algunos (Chomsky 1975: 48, Hudson 1976:12), sino que encierra algunas diferencias
sustantivas (Sampson 1979: 368; Gazdar 1982: 137-138). La consideración de las gramáticas como condiciones de
buena formación lleva a tratarlas en el marco de la teoría de grafos y no en la de autómatas (Salkie 1984: 203).
2
Hablar de la gramaticalidad de una oración tiene sentido sólo en relación con un sistema de reglas. Es decir, una
oración es gramatical si está bien formada de acuerdo con las reglas de la gramática (modelo de la competencia
gramatical). Por definición, es la gramática, y no los juicios de los hablantes nativos, la que decide si una determinada
secuencia de palabras constituye o no una oración de la lengua de que se trate. Se suele encontrar con mucha
frecuencia, en escritos de tipo generativo y en otros, expresiones como «juicios de gramaticalidad», «intuiciones sobre
la gramaticalidad». En palabras de Newmeyer (1983: 51), «Un hablante tiene tantas intuiciones sobre la gramaticalidad
de una oración como sobre si la oración John gave Sue the book está formada por una regla léxica o transformacional, o
si el nivel idóneo para formular las condiciones que regulan las relaciones antecedente-anáforo es la estructura de
superficie». El hablante sólo puede emitir juicios sobre la aceptabilidad de los enunciados. No ocurre que los juicios del
hablante obedezcan siempre a su competencia gramatical, pues están sujetos al condicionamiento de otros muchos
factores. Tales juicios o intuiciones son datos con que cuenta el lingüista para controlar sus conjeturas sobre los
principios y las condiciones que regulan la gramaticalidad. El asterisco es la señal usada convencionalmente para
marcar la exclusión de una oración de una determinada gramática. Como la tarea que nos hemos trazado tiene más de
ordenación de datos que de formulación de principios, manejaremos el asterisco como un indicador de que la oración de
que se trate presenta la anomalía que en ese momento comentemos (McCawley 1982: 2). Para marcar la rareza de una
oración usaremos un signo de interrogación de cierre al frente.
del enunciado, aspectos como la referencia, la deixis y el tiempo, por ejemplo, están ligados a la situación de
enunciación. Mencionemos, por último, la presencia en el enunciado de una serie de fenómenos que son el
resultado de la contextualización de las oraciones. Entre estos fenómenos se pueden contar muchos casos de
elipsis, la presencia del artículo o de algún demostrativo, la aparición de numerosas preformas cuya
interpretación sólo es posible acudiendo a la información que proporciona el contexto o la situación, el uso
de ciertos adverbios y conjunciones indicadores de enlace extraoracional, etc. Pues bien, estos fenómenos no
se explican teniendo en cuenta sólo el mero saber lingüístico del que la gramática es la descripción explícita3.
Las oraciones que la gramática define son constructos teóricos sumamente idealizados, pero convenientes
para dar cuenta de la mayor parte de las regularidades fonológicas, léxicas y semánticas de una lengua.
Siguiendo a Lyons (1977: 622 y ss.), hablaremos en este caso de «oraciones del sistema» («system-sentences»),
esto es, de oración en su sentido más abstracto: las oraciones generadas por la gramática. El mismo autor se
sirve del término «oración de texto» («text-sentence») para referirse a la oración en un sentido más concreto,
el que se da, por ejemplo, cuando se dice que determinado parágrafo consta de tres oraciones. La oración de
texto se confunde con un enunciado o con parte de un enunciado. Ante un determinado pasaje conexo de
discurso (texto), que conste de varias oraciones de texto, un hablante nativo no tendrá normalmente
dificultades en segmentarlo en sus oraciones de texto componentes. Las dificultades serán más numerosas
obviamente en un texto hablado que en un texto escrito, en el que se cuenta con las convenciones
ortográficas (Lyons 1977: 623 y ss.). El que un pasaje escrito o hablado pueda dividirse en un número entero
de oraciones de texto depende en parte de la convención que se adopte. En general, habrá que prever la
aparición de expresiones o fórmulas fijas, propias del discurso repetido (Jespersen 1924: 18 y ss.; Lyons 1968:
177-178; Coseriu 1977: 115 y ss.; Zuloaga 1980), actuando como enunciados, y que no nos inclinamos a
considerar oraciones. Entre ellas se encuentran ciertas fórmulas de cortesía y los refranes. No todas las
oraciones de texto se pueden poner en correspondencia palabra por palabra con oraciones del sistema.
Muchas oraciones de texto son gramaticalmente incompletas o presentan formas pronominales cuya
interpretación no es posible dentro de los límites oracionales. Todos estos hechos derivan de la
contextualización de las oraciones en el discurso trabado. Así. por ejemplo, en las cuatro oraciones de texto
de (1) las dos primeras son oraciones completas. Las otras dos carecen de algún elemento oracional. Está
claro que contextualmente nada falta.

(1) ¿Has resuelto el acertijo? Yo ya lo hice. María no pudo. Tampoco Juan.

Hay que distinguir entre la completud o completitud contextual y la gramatical (Lyons 1968: 174 y ss.).
La última es una característica de las oraciones del sistema, que puede faltar en las oraciones de texto. Sólo
de estas últimas tiene sentido decir que están conectadas o que se presuponen de algún modo.
En suma, las unidades de texto, los segmentos oracionales o de otro tipo ñeque puede trozarse un
fragmento de discurso, son susceptibles de clasificarse atendiendo a dos dimensiones (Waterhouse 1963;
Haas 1975: 533, n.1): (a) independencia o dependencia del contexto (verbal o no verbal) y (b) completad o
incompletad gramatical. Las unidades independientes y completas son oraciones de texto que reflejan
fielmente oraciones del sistema. Las independientes incompletas son expresiones del discurso repetido. De
interés para nuestro estudio son las dependientes del discurso, sean completas, como (2a, b, c, d), o
incompletas, como 2e, f, g, h).

(2) a. Por tanto, no lo aceptaremos.


b. Se lo dije varias veces.
c. Pero nunca lo supo.
d. Sin embargo, Juan no vino.
e. Muy bien, por supuesto.
f. Él sí.
g. Pero no todavía.
h. Sin embargo, aquél no.

3
La gramática es la descripción de la competencia gramatical, esto es, del saber que abarca todos los aspectos de
forma y significado y su relación. La competencia pragmática abarca el saber relativo a las intenciones y los fines del
hablar (Chomsky 1980: 59). [… ]
El objetivo del presente trabajo no es otro que el de analizar los procedimientos de que dispone el
español para contextualizar oraciones del sistema.

1.2. EL CONCEPTO DE COHESIÓN

[…]
Beaugrande y Dressler (1981) ven en la cohesión el primero de los siete principios o normas que ha de
satisfacer todo texto, entendido como un acontecimiento comunicativo. La cohesión tiene que ver con la
manera como se conectan los componentes del «texto superficial», es decir, las palabras que se oyen o ven.
La cohesión se lleva a cabo mediante formas y convenciones gramaticales. Todo aquello que contribuya a
marcar las relaciones entre los componentes superficiales cae dentro de la noción de cohesión. Las secuencias
cortas se organizan de acuerdo con las estructuras sintácticas de unidades como la frase, la cláusula y la
oración. Para las secuencias mayores, la lengua dispone de procedimientos que permiten volver a usar,
modificar o reducir estructuras y patrones: la recurrencia, repetición de elementos o esquemas; la recurrencia
parcial, poliptoton (llegar – llegada); el paralelismo, repetición de la misma estructura con distintos
componentes; la paráfrasis, repetición del mismo contenido mediante expresión distinta; las preformas,
remplazamientos de elementos portadores de contenido por formas breves de escaso contenido; la elipsis,
repetición de una estructura y de su contenido pero omitiendo alguna expresión; la junción, el tiempo y el
aspecto, marcas superficiales de relaciones entre acontecimientos o situaciones que se dan en el mundo
textual; la perspectiva oracional funcional, configuración de la estructura de acuerdo con las categorías de lo
nuevo y lo viejo; y la entonación en los textos orales, que también puede marcar las categorías anteriores
(Beaugrande y Dressler 1981: 49).
Estos dos lingüistas sustentan una noción de cohesión más amplia que la de Halliday-Hasan (1976) y
difieren en e! enfoque. Mientras que Halliday-Hasan (de aquí en adelante HH) adoptan el típico enfoque del
lingüista, en el que se clasifican los recursos y se enuncian los principios que los regulan, de una forma que
podríamos llamar «estática». Beaugrande y Dressler adoptan un enfoque «dinámico» («procedural
approach»). En este enfoque se pretende salvar el vado que tradicionalmente se ha establecido entre las
reglas de la gramática y los procedimientos que realmente usan los hablantes para emitir y entender textos6.
Las reglas se ven como procedimientos de que se vale el usuario para alcanzar un objetivo. En este tipo de
enfoque se saca el máximo partido de las aportaciones de los psicolingüistas.
Difieren todos los usos mencionados de! que al término atribuye Halliday (1964 a, b) y que aplicará
Hasan (1968), y luego ambos conjuntamente (HH 1976). En HH la cohesión es una relación semántica que se
establece entre elementos de un texto y constituye uno de los factores que tiene en cuenta el hablante
enfrentado con una sucesión de oraciones para decidir si se trata de un texto o de una colección accidental.
Entre los procedimientos están todas las variedades de la anáfora y la reiteración léxica. El término designa,
en la práctica, relaciones extraoracionales.
El término «cohesión», en sentido hallidayano, mantiene una leve ambigüedad. Puede referirse a una
potencialidad del sistema lingüístico, a un conjunto de recursos por los que se traban las oraciones en un
texto, o puede referirse al conjunto de las relaciones cohesivas que se dan en un fragmento particular de la
lengua. Para referirse a un caso de cohesión se usa el término «lazo», imagen conforme con la antigua visión
del discurso como una secuencia de ataduras («sýndesmoi»). Un lazo es una relación que se establece entre
dos términos presentes en el texto. Todo texto puede analizarse atendiendo al número y naturaleza de sus
lazos. Las características cohesivas que muestre un texto pueden tener interés para su consideración
estilística y genérica. Los distintos tipos de lazos pueden verse en los siguientes ejemplos:

(3) a. ¿Me puedes prestar mil pesetas? Mañana te las doy.


b. No te molestes en decirle que pinte la puerta. No piensa hacerlo.
c. ¿Por qué no la acompañas? −No sé si podré.

6
Un intento dentro del generativismo heterodoxo, por construir una gramática cuyas reglas se identifiquen con las
estrategias de producción y de recepción, principalmente de esta ultima, es la gramática cognoscitiva de Lakoff y
Thompson (1975a. 1975b). Una exposición de estas ideas con aplicación al español puede verse en Sánchez de Zavala
(1978). La distinción entre conocimiento procesual («procedural») y declarativo es frecuente entre psicólogos
cognoscivistas, como indica Hudson (1984: 2).
d. Descansaron un cuarto de hora. Luego siguieron corriendo.
e. El taxi que nos trajo se averió en el trayecto. El automóvil era muy viejo.

En (3a) se establece un lazo cohesivo entre el pronombre átono las y mil pesetas. Están conectados
formalmente por la concordancia de género y número. La presencia de las o de cualquier otro de los
llamados «pronombres» personales de tercera persona en un texto es como una señal para que el receptor
recupere en «otro lugar» −texto o situación− la información necesaria para interpretarlo correctamente. Sólo
si tal información la proporciona el texto, estamos ante un lazo cohesivo, es decir, ante un caso de cohesión.
En (3b) hallamos también una relación anafórica entre hacerlo, que actúa de término anafórico, y el
lexema pintar junto con su complemento. Sólo si disponemos de información textual, podremos descifrar
correctamente la expresión hacerlo.
El siguiente ejemplo difiere ligeramente de los dos anteriores porque uno de los términos es el segmento
Ø. Estamos ante un caso considerado tradicionalmente de elipsis. Para poder interpretar la respuesta es
preciso recuperar información proporcionada anteriormente. En este caso concreto se ha de recuperar la
información transmitida por el lexema acompañar y su complemento. La elipsis es también un caso de la
anáfora: aquél en que el término anafórico es nulo.
Podemos, pues, agrupar los lazos cohesivos que se dan en los tres primeros ejemplos bajo la
denominación de «anáfora». En ella podemos distinguir, por un lado, la anáfora de proforma o proformal,
que se da en (3a, b), y, por otro lado, la anáfora nula o elipsis. Esta clasificación viene a coincidir con la de
Bloomfield (1933: cap. XV), aunque no lo seguiremos en su división de la anáfora proformal en «definida»
(«definite») y «anafórica simple» («simple anaphoric») (Bloomfield 1933: 252). Esta distinción reaparece en
otros autores, con ligeras variaciones, como es el caso de HH, que distinguen entre la «referencia» y la
«sustitución». Como veremos más adelante tal distinción no está exenta de dificultades.
En (3d) estamos ante un caso de «conexión». El adverbio luego actúa como conector de dos oraciones. La
proposición8 expresada por la segunda oración ha de entenderse en relación con la expresada por la oración
precedente. Están en juego en la conexión proposiciones enteras y no elementos aislados. La relación
semántica marcada por luego en (3d) es una relación temporal: el orden secuencial del decurso refleja
icónicamente el orden cronológico de los acontecimientos.
Por último, en (3e) nos enfrentamos con un ejemplo en el que junto a un lazo anafórico, puesto de
manifiesto por el uso del artículo definido, se da un lazo cohesivo de carácter léxico entre «taxi» y
«automóvil». Ambas piezas léxicas están relacionadas por hiperonimia: uno de los términos implica al otro,
pero no lo contrario. Así, tenemos que taxi implica automóvil, pero no lo contrario. Son muy frecuentes en la
anáfora de la frase nominal definida los casos de «reiteración» léxica, es decir, la presencia de lexemas
nucleares de significado afín.

1.3. EL CARÁCTER SEMÁNTICO DE LA COHESIÓN

Las relaciones cohesivas que pueden darse en un discurso se diferencian tajantemente de las relaciones
fónicas, sean segmentales o suprasegmentales, que pueden estar presentes en ese mismo discurso. Es en este
sentido negativo en el que decimos que la cohesión es una relación semántica: afecta básicamente a la
interpretación del texto. Una secuencia X (incluida la secuencia 0) está enlazada cohesivamente con una
secuencia Y si en la interpretación de X interviene la interpretación de Y. Para dotar de significado a X hemos
de tener en cuenta Y. En este sentido decimos que «X presupone X presupone Y» (HH 1976: 4). No es fácil ir
más allá de una definición casi intuitiva de la cohesión. Los fenómenos que recubre muestran numerosas
propiedades individuales. De todas las especies de la cohesión es, sin duda, la anafórica la que puede

8
El uso del término «proposición» […] ha adquirido carta de naturaleza en gramática y semántica (Lyons 1977: cap. 6)
para designar aproximadamente lo mismo que significado oracional. Un manual escolar (Hurford y Heasley 1983:19) da
la siguiente definición: «Una proposición es aquella parte del significado del enunciado de una oración declarativa que
describe algún estado de cosas». En la teoría semántica de las condiciones de verdad es una noción básica (Kempson
1977: 36). El término «proposición» se usa a veces entre gramáticos españoles para referirse a una oración
constituyente de otra oración. Para evitar confusiones y normalizar la terminología española con la más consolidada en
lingüística, usaremos en este caso el término «cláusula», que aparece en expresiones como «cláusula absoluta» o
«cláusula relativa» (Fernández 1971: 341, n. 2. 342). Para un uso más específico del término, consúltese (Rojo 1978).
exhibirse como prototipo. En la conexión, por ejemplo, la oración en que aparece el conector no necesita de la
oración con que enlaza para interpretar ninguno de sus constituyentes. Es más bien toda la oración la que
cobra un nuevo sentido al integrarse en un marco más amplio: ser miembro de una enumeración, ser una
consecuencia, una recapitulación, una explicación, etc. Quedan fuera de la cohesión aquellas relaciones
basadas exclusivamente en la forma, como pueden ser paralelismos sintácticos, similicadencias, metro, rima,
isotopías de expresión (Martínez 1975: 435 y ss.), etc. Al hablar de la cohesión como de una relación
semántica, entendemos la semántica en un sentido amplio, que no supone un deslinde nítido con la
pragmática11. Los recursos cohesivos pueden ser fonológicos, gramaticales y léxicos. Es indudable que por
medio de determinados esquemas tonales pueden expresarse ciertos contrastes semánticos entre oraciones,
aunque hemos de reconocer una amplia laguna en el conocimiento de este problema. En nuestro estudio no
entraremos en la descripción de los recursos fonológicos de la cohesión, pero quede constancia de su interés,
que no pasó inadvertido al fonetista y gramático Gili Gaya, pionero de los estudios cohesivos del español:
«Pero dejando a un lado las circunstancias emotivas, claro es que las cadencias de análogo intervalo, o las
agrupaciones repetidas de un mismo tipo de entonación entre oraciones distintas, pueden señalar una
relación de semejanza o de contraste entre ellas, aunque no lleven otro signo gramatical que exprese dicha
relación» (1961: 330). Y más adelante añade: «Tanto dentro de la oración como fuera de ella, la marcha de las
curvas de entonación es el signo más constante de las relaciones sintácticas» (1961: 331).
La anáfora se lleva a cabo mediante procedimientos típicamente gramaticales: uso de preformas, de
concordancias de género y número, ausencia de ciertos elementos indispensables para la integridad
gramatical, como ocurre en la elipsis. La conexión hace uso de conjunciones, de locuciones conjuntivas, de
adverbios simples o compuestos y de expresiones de función adverbial. Es un tipo de cohesión que está a
caballo entre la gramática y el léxico.

1.4. LAS RELACIONES EXTRA E INTRAORACIONALES

[…]
Es indudable que las relaciones estructurales que se establecen entre los constituyentes de la oración
contribuyen eficazmente a su unidad. En este sentido podemos decir que los constituyentes oracionales
están trabados cohesivamente, empleando el término «cohesión» en el sentido de Haas. HH usan el término
en este sentido cuando afirman que «Todas las unidades gramaticales −oraciones, cláusulas, grupos,
palabras− son internamente ‘cohesivas’ por el mero hecho de estar estructuradas» (HH 1976: 7).
Aunque muchos mensajes están constituidos por una sola oración, lo normal es que consten de varias.
Las relaciones que aparecen entre las oraciones de la secuencia que forma el discurso no pueden explicarse
en términos de dependencias ni de estructura de constituyentes. Siguiendo la sugerencia de HH (1976: 77),
usaremos el término «cohesión» para referirnos especialmente a estas relaciones no estructurales que se dan
entre oraciones. No obstante, al ser las relaciones cohesivas independientes de la estructura, pueden darse
dentro de los límites oracionales. En este caso pasan más inadvertidas, ya que su papel en la trabazón
oracional queda debilitado por la fuerza cohesiva de la estructura gramatical (HH 1976: 8).
En ciertos casos la oración adquiere relevancia especial para la cohesión. Si dentro de una oración se
reitera una entidad, la segunda mención puede estar regulada por ciertos principios. Por ejemplo, no
podemos decir (5a) sino (5b), suponiendo que nos refiramos al mismo niño:

(5) a. Vi al niño y dije al niño que yo tenía la pelota del niño.


b. Vi al niño y le dije que yo tenía su pelota.

Sucede esto, sobre todo, cuando el término anafórico es un pronombre. La cohesión que se expresa
mediante otras preformas y la elipsis es insensible, en gran medida, a la estructura oracional. La conexión,

11
Tal como hace Lyons (1977, 1981a, 1981b). Los generativistas chomskyanos establecen un cierto paralelismo entre
las dicotomías semántica pragmática, oración enunciado y competencia actuación. Se suele entender la pragmática, en
términos generales, como «el estudio del significado en relación con las situaciones de habla» (Leech 1983: 6). Una
amplia discusión sobre los límites de la pragmática puede verse en Levinson (1983: cap. 1).
por su parte, adopta formas especiales cuando se desenvuelve dentro de una oración. Véase el diferente
modo de expresar la misma conexión:

(6) a. Estás resfriado. Es preferible, por tanto, que te quedes en casa.


b. Como estás resfriado, es preferible que te quedes en casa.

En (b) la conexión es estructural y en (a) no lo es. En ambos casos la relación semántica es la misma.
En suma, la cohesión es un conjunto de relaciones semánticas, que, cuando se dan en una estructura
oracional, pueden verse sujetas a ciertas restricciones. Como las reglas que gobiernan la cohesión
intraoracional son en gran medida conocidas, nos fijaremos, sobre todo, en las relaciones de cohesión que se
dan entre oraciones, pues sin el soporte de la estructura quedarán más al descubierto los mecanismos
cohesivos. Además, en el análisis de la cohesión de un texto, lo peculiar son las relaciones cohesivas
extraoracionales (HH 1976: 9). No se piense, sin embargo, que la cohesión es un fenómeno supraoracional. Es
simplemente una relación semántica a la que le son indiferentes los límites oracionales.
1.5. EL DOMINIO DE LAS RELACIONES COHESIVAS

Podemos tomar como modelo de relación cohesiva la que aparece en el ejemplo (7), donde el elemento
presupuesto se encuentra en la oración inmediata anterior:

(7) ¿Cogiste el paraguas? −Lo tengo en la mano.

Otros casos se apartan del modelo porque (a) el elemento presupuesto se halla en una oración que no
precede de inmediato a aquella en que se encuentra el presuponente; porque (b) el elemento presupuesto
sigue al presuponente; o porque (c) el elemento presuponente no aparece en el texto.
Lo que se presupone puede encontrarse en la oración inmediata precedente o en oraciones más alejadas.
En el siguiente ejemplo, él alude a Joseph Cartaphilus y los (pronombre) a volúmenes.

(8) En Londres, a principios del mes de junio de 1929, el anticuario Joseph Cartaphilus, de Esmirna, ofreció a
la princesa de Lucinge los seis volúmenes en cuarto menor (1715-1720) de la Ilíada de Pope. La princesa
los adquirió; al recibirlos, cambió unas palabras con él (B1. 7).

Lo que se presupone puede ser un largo pasaje precedente. En el ejemplo (9) esto del último párrafo hace
referencia a casi todo el párrafo:

(9) −No, no, déjame de nueces, yo no entiendo una palabra de nueces, ni falta que me hace. ¡Si fuese mi tía
Amparo, la viuda de don Apolinar, aquel de quien ya te hablé, que tenía seis dedos en cada mano! ¡Esa sí
que sabía de nueces! En su pueblo, cada vez que un enfermo tenía afección a la nuez, el médico la iba a
visitar y le decía: «Óigame, doña Amparo, ¿querría usted acompañarme mañana por la mañana a casa de
la Antonia, la del Miguel Lobito, la que vive en el camino del cementerio? La pobre parece que tiene una
afección en la nuez.» Y mi tía Amparo no se negaba nunca: «¡Pues no faltaría más, González! ¡Pues no
faltaría más, Gutiérrez! ¡Pues no faltaría más! Para todo lo que sea una caridad ya sabe usted que puede
contar conmigo. ¡Pues no faltaría más!» El médico del pueblo de mi tía Amparo solía llamarse don
Simeón González. Como su papá era de Vich y su mamá de Salceda, el médico del pueblo de mi tía
Amparo, cuando era más joven y más presumido se llamaba Simeón González-Vich y Gutiérrez Salceda,
pero después, con el paso de los años, se le fueron quitando los humos y se hizo más sencillo.
Cirilo se cortó de repente, igual que si le hubieran pegado un tiro con postas en mitad de la nuez.
−¡La verdad es que no sé para qué diablos te cuento yo a ti todo esto!
−¡A lo mejor ni lo vas a entender! (Ce. 43-44)

Suelen ser frecuentes las «cadenas cohesivas», es decir, las secuencias de elementos que mantienen
cohesión y que refieren al mismo elemento inicial. En el ejemplo (8) se entrecruzan dos cadenas:
(i) (ii)
La princesa Volúmenes
Oración 1ª La princesa Volúmenes
Oración 2ª La princesa los
Oración 3ª cambió los

Cuando la cohesión es del tipo de la conexión y adopta expresiones como por otra parte, en tal caso, la
presuposición puede implicar un pasaje más largo que una oración. En la cohesión mediante frase nominal
definida, a su vez, el presuponente puede saltar por encima de varias oraciones para conectar con el
elemento presupuesto. Obsérvese la cadena cohesiva que provoca la reiteración no contigua de la expresión
mi tía Amparo en el ejemplo (9).
En la anáfora de proforma puede ocurrir que el término anafórico preceda a su antecedente. Tal sucede
en (10), donde esta alude a la oración siguiente:

(10) Pues la solución es esta. Yo me caso con la señora Rinaldi y nos vamos a América. (Pío Baroja. La
Ciudad de la Niebla, p. 110. Ejemplo tomado de Alcina-Blecua 1975).

Por último, puede suceder que la presuposición se satisfaga acudiendo, no al texto, sino a algo exterior a
él: la situación. En (11):

(11) ¿Compraste tú las manzanas?

es posible que las se refiera a unas manzanas previamente mencionadas, con lo que estaríamos ante un caso
de anáfora, o puede referirse a unas manzanas que están a la vista del hablante, y también percibe el oyente.
En este último caso, es el contexto de situación el que permite satisfacer la presuposición latente en las.
Cuando esto ocurre ya no estamos ante un lazo cohesivo: no hay relación entre términos del texto. Este tipo
de relación directa con la situación, aunque carece de fuerza cohesiva, es un factor que contribuye a la
conformación de los textos y tiene especial importancia en el análisis de ciertos segmentos como el artículo
definido (HH 1976: 18).

1.6 LA COHESIÓN Y LA ESTRUCTURA DEL DISCURSO

Algunas corrientes de la lingüística, como la tagmémica, conscientes de las limitaciones de una


lingüística restringida al espacio oracional, se han atrevido a postular unidades superiores a la oración, como
el parágrafo (Longacre: 1979). Las oraciones, según esta propuesta, que bosquejamos a grandes trazos,
vendrían a ser constituyentes de tal unidad y se supone que desempeñarían, dentro de ese marco más
amplio, determinadas funciones. Como puede observarse, el modelo en el que se han basado estos lingüistas
es el oracional: tanto los componentes como sus relaciones mutuas serían análogos a los de la oración17. «El
mismo esquema puede utilizarse para la descripción de cualquier nivel, y lo que varían son las estructuras
características de cada uno de ellos» (Bernárdez 1982: 208). Este paralelismo entre la oración y supuestas
unidades superiores está en conflicto con la idea sustentada por otros cultivadores de la «lingüística del
texto», para los que el paso de la oración al texto es de naturaleza distinta del paso de la frase a la oración
(Bernárdez 1982: 37-38). Según estos autores, la «gramaticalidad» de un texto no queda garantizada por la
mera gramaticalidad de las oraciones componentes. Intervienen, además, condiciones semánticas y
pragmáticas. En cualquier caso, las relaciones cohesivas son independientes de las posibles relaciones

17
Un representante de la gramática del texto, que la concibe como una teoría lingüística del texto, con la pretensión de
suplantar a una lingüística oracional es T. van Dijk. Este autor aspira a que la teoría decida si una secuencia de
oraciones es gramatical o no: «Vamos a exigir a una gramática adecuada que prediga qué combinaciones (pares,
triples…, n-tuplos) de oraciones son gramaticales y cuáles son menos gramaticales o completamente no gramaticales»
(1972: 41). Propone el siguiente ejemplo: «La anciana fue enterrada en su pueblo natal. Se está muriendo de
neumonía» (1972: 82). Nos dice el autor que «no es gramatical predicar algo de un individuo cuya inexistencia se ha
afirmado». Es evidente que esa supuesta regla no cabe en ninguna teoría del discurso. La no gramaticalidad que se le
asigna no es sino un reflejo de la extrañeza producida por contravenir unas creencias muy básicas sobre el mundo.
estructurales en hipotéticas unidades supraoracionales. El concepto de cohesión no implica ni presupone
admitir ningún tipo de organización estructural del discurso. La cohesión, como ya hemos indicado, hace
referencia al conjunto de medios de que dispone el sistema de la lengua para conectar semánticamente algo
que aparece en una oración con algo que normalmente le ha precedido. La cohesión proporciona una
trabazón entre oraciones, pero en ningún caso garantiza por sí sola la «coherencia» de un texto. A esta se
llega por otras vías: mediante esa capacidad tan bien repartida entre los seres humanos por la que sin cesar
conjeturan las intenciones, los propósitos, los planes que pueden alentar el más simple acto.
Advirtamos también que aunque usamos con frecuencia el término «texto» y su sinónimo «discurso», lo
hacemos en el sentido más usual en los escritos lingüísticos. No suponemos que todo texto haya de tener
unidad, en el sentido de estar dotado de «cierre». Esta propiedad puede caracterizar a ciertos textos, pero no
puede considerarse esencial. Una conversación informal carece normalmente de tal propiedad. Para el
análisis de la cohesión no nos es necesario adentramos en el espinoso problema de la caracterización del
concepto de texto (Bernárdez 1982: cap. 3). Más que preguntarnos, enfrentados con una muestra de habla, si
constituye «un texto», bastará con que nos preguntemos si constituye «texto» (Lyons 1977: 631). Semejante
pregunta, al tiempo que reconoce que las sucesivas oraciones de texto están trabadas de algún modo, ni
implica ni presupone que lo que se describe como texto está integrado en una unidad superior. El sentido en
que nos basta entender el término «texto» es el de mero registro verbal de un comportamiento lingüístico.
Recordemos, por último, que nuestra comprensión de un mensaje lingüístico no descansa sólo en la
información aportada por las palabras, las estructuras oracionales y los patrones cohesivos, sino también en
otra serie de conocimientos sobre el uso contextualmente apropiado de las oraciones del sistema (Lyons
1977: 573 y ss.; Brown y Yule 1983: cap. 2). Como dice Coseriu (1977: 219), «los textos no se elaboran sólo con
medios lingüísticos, sino también −y en medida diversa según los casos− con la ayuda de medios
extralingüísticos». Chomsky (1980) reconoce junto a la «competencia gramática!» −el conocimiento de la
forma y e! significado− la «competencia pragmática» −el conocimiento de las condiciones y del modo de uso
adecuado de una oración en determinadas condiciones sociales. Valiéndose de la metáfora de la lengua
como un instrumento, nos dice: «La gramática de la lengua caracteriza el instrumento, determinando las
propiedades físicas y semánticas de toda oración. La gramática expresa así la competencia gramatical. Un
sistema de reglas y principios que constituya la competencia pragmática ha de especificar la manera de usar
el instrumento para que produzca el efecto deseado» (Chomsky 1980: 224). Pero el conocimiento lingüístico
no queda restringido al nivel oracional. Hay, además, principios que rigen la estructura del discurso: «El
conocimiento lingüístico va más allá, por supuesto, del nivel de la oración. Podemos construir y entender
discursos de toda suerte, y no cabe duda de que hay principios que rigen la estructura del discurso»
(Chomsky 1980: 225). Se ha propuesto también el término de «competencia comunicativa» (Hymes 1971)
para recubrir todos aquellos conocimientos y capacidades que intervienen en el comportamiento
comunicativo efectivo. La propuesta no es meramente terminológica, sino que para algunos lingüistas, entre
ellos el propio Hymes, parece .implicar un reemplazo de la noción de competencia en sentido chomskyano
{Newmeyer 1983: 38). El enfoque «modular», sustentado actualmente por el generativismo, permite explicar
adecuadamente la complejidad aparente de los fenómenos lingüísticos superficiales, sin por ello negar la
existencia de una competencia gramatical. No sólo la gramática, sino otros sistemas cognoscitivos que
operan en el lenguaje son módulos autónomos (Newmeyer 1983: 2 y ss.), que tienen sus propios principios
de funcionamiento. La complejidad puede derivarse, entonces, de la interacción de algunos de estos
módulos. Un ejemplo muy trivial sería el siguiente: la conocida oración Colorless green ideas sleep furiously
estaría bien formada por lo que atañe a la gramática y a los mecanismos perceptivos (no hay dificultad en
entenderla), pero de acuerdo con las normas del conocimiento del mundo, sería un sinsentido (Lightfoot
1982: 42 y ss.) El propio Chomsky (1981: cap. 1), por otra parte, considera que la estructura interna de la
gramática obedece también a un tipo de organización en módulos autónomos.

1.7. PRECISIONES FINALES

En este estudio aparecen reunidos ciertos fenómenos que en las gramáticas suelen estar dispersos.
Algunos han sido estudiados ampliamente sin necesidad de suponer marcos mayores que la oración. Desde
la perspectiva adoptada se verá su funcionamiento en el discurso, aunque muy bien pudiera ocurrir que no
se apreciaran diferencias con descripciones del mismo fenómeno en los límites oracionales. De todos modos,
no se pueden juzgar de antemano los resultados. Las cuestiones que se desarrollarán las esbozó
clarividentemente Gili Gaya en el capítulo XXIV de su Curso Superior de Sintaxis Española (México, 1942;
renovada en la 2ª edición, Barcelona, 1948, y en la 8ª, 1961). Con este trabajo se pretende contribuir al
desarrollo de ese capítulo final de toda gramática oracional de consulta: «Los enlaces extraoracionales».
Desde la perspectiva de la «gramática del texto», los fenómenos que nos ocuparán son considerados
«superficiales» (Lozano et al. 1982: 22-23) en oposición a otros fenómenos más abstractos y abarcadores, que
caracterizan el texto globalmente. Es, en términos del enfoque de Dijk (1977: cap. 5), el nivel de organización
de las «macroestructuras», donde son relevantes nociones como «tópico de conversación», «tópico de
discurso», etc. Estamos más próximos al dominio de una «gramática de las secuencias oracionales» (Isenberg
1974; Fillmore 1974: 4; Dressler 1978: 67) que al de una gramática integral del texto. Muy certeramente señala
Coseriu 1977b: 254) que el estudio de este tipo de cuestiones (el enlace entre las oraciones, la anáfora, la
anticipación, la enumeración, etc.) se denomina «análisis transfrástico», y en él se estudia el texto no como
plano del lenguaje en general, sino como planto de la estructura gramatical de las lenguas. Este análisis se
enmarca en la lingüística de las lenguas, y no en el de la lingüística del texto.
Siendo el objetivo de este estudio los recursos de la lengua para trabar secuencias oracionales, la base
documental procederá, sobre todo, de textos que reflejen de modo ejemplar las características sistemáticas
del medio escrito, por ser el que despliega al máximo la capacidad cohesiva del sistema. Un cometido
lógicamente secundario sería el de caracterizar textos representativos de cada medio (hablado, escrito) en
función de la utilización regular de tales procedimientos. Como el objetivo trazado es más genérico, las
fuentes de datos no están restringidas: cualquier lazo cohesivo que se dé en un texto es una muestra de un
patrón cohesivo del sistema.

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