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JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-

1842)
BOSQUEJO DE SU VIDA Y DE SU
OBRA
Su corta vida fue revoltosa y anárquica. Estudió con Alberto Lista, notable poeta
neoclásico y conocido liberal, en el Colegio de San Mateo, centro especializado en la
enseñanza de Humanidades y Ciencias. Presenció la ejecución de Riego en 1823 y
fundó con otros liberales, Ventura de la Vega y Patricio de la Escosura, una sociedad
secreta para combatir el absolutismo (la Sociedad de los Numantinos). Denunciados,
los miembros fueron encarcelados en 1825; Espronceda fue recluido por tres meses en
el convento de San Francisco de Guadalajara. En 1827, con tan solo 19 años, se marcha
voluntariamente en exilio a Portugal para unirse a otros liberales españoles. Parece ser
que allí conoció y se enamoró de Teresa Mancha. Los dos vuelven a juntarse en
Londres, donde se había trasladado Espronceda en septiembre de 1827, tras ser
expulsado de Portugal donde los liberales españoles no eran bien vistos. Aquí entablan
una relación amorosa, pero Teresa al final termina casándose con otro hombre, un
comerciante español emigrado a Londres, Gregorio del Bayo. A raíz de la desilusión
amorosa e impulsado por motivos políticos, Espronceda en marzo 1829 se va a Bélgica
y a Francia, donde participa en la Revolución de julio de 1830. Vive por algún tiempo
con Teresa en París, que entretanto se había separado del marido, y los dos vuelven a
Madrid en 1833, acogiéndose a un decreto de amnistía.
Espronceda se involucra en la vida literaria de la capital: se dedica a la actividad periodística,
siendo uno de los principales redactores de la revista “El Siglo” y colaboradores de la revista “El
Artista” que difunde los ideales estéticos románticos en España (allí publica la famosa poesía
satírica anti-neoclásica “El pastor clasiquino”, 1835). La pareja tiene una hija en 1834, Blanca, pero
Teresa lo abandona en 1836, cansada de las largas ausencias y quizás de la conducta mujeriega de
su pareja. Morirá sola y pobre algunos años después (1839). A partir de ese momento, Espronceda
se dedica por completo a la carrera política y diplomática, coronada por su elección a diputado en
las Cortes en 1842, durante la dictadura de Espartero. A punto de casarse con Bernarda de
Beruete, muere en Madrid a los 34 años de edad de una afección de las vías respiratorias. Sus
ideales políticos guardan analogía con los de Larra, y derivan de las ideas de Saint-Simon y Fourier,
teorizadores del socialismo utópico: hay que acabar con los falsos privilegios de la aristocracia y de
los potentados económicos, no hay más mérito que el talento, deben desaparecer las clases
sociales y emanciparse los oprimidos; toda Europa debe participar en la alta empresa de convertir
en realidad los principios declarados por la Revolución Francesa (Ver el artículo: “Libertad,
igualdad, fraternidad” en la revista “El Español”, enero de 1836). Como Larra, pide paso a gente
nueva en la administración del estado: “Un siglo de renovación pertenece sin duda de derecho a la
juventud”. Es muy crítico contra el gobierno Mendizábal y su política económica: tanto la
desamortización de los bienes eclesiásticos como las especulaciones bursátiles no han asegurado
el bienestar del país, sino que han aumentado prioritariamente la riqueza de las clases pudientes.
(ver el folleto “El ministerio Mendizábal” del 1836, reproducido en la “Biblioteca Virtual
Cervantes”).
.

Cultivó los principales géneros de su tiempo: el poema épico (El Pelayo), del que solo quedan algunos fragmentos, la
novela histórica (Sancho Saldaña, 1834) el teatro histórico (Blanca de Borbón, en 1870, que no llegó a estrenarse),
pero fue sobre todo gran poeta lírico. Dentro de su trayectoria poética se pueden distinguir tres etapas evolutivas: 1)
Neoclasicismo (1822-1830); 2) Neoclasicismo y Romanticismo (1830-1834); 3) Romanticismo (1834-1842). Recoge su
poesía en un volumen de 1840 (Poesías) donde se alternan poesías juveniles de corte neoclásico con poesías
románticas de la plena madurez. Juntos a ellas están sus obras más ambiciosas, los poemas largos de tipo narrativo:
El estudiante de Salamanca (1840) y El diablo mundo (1840-1841). El segundo, que quedó inacabado, querría ser un
ambicioso poema lírico, filosófico y social, una especie de epopeya de la vida humana, protagonizada por un
personaje, llamado simbólicamente Adán, que se enfrenta con las deformidades del mundo y descubre la gran
“injusticia” de la muerte. En el conjunto de su producción poética se puede rastrear un hilo argumental principal que
entrelaza todos los textos, o mejor dicho un tema fundamental del que irradian distintos subtemas relacionados
entre sí: el fastidio universal, la pérdida de la pureza y de las ilusiones juveniles, el desengaño vital y la amargura de la
edad madura, la fugacidad de los bienes mundanos, la búsqueda frenética de nuevas sensaciones, el rápido
desvanecimiento de deseos, esperanzas e ilusiones, que se han de marchitar en seguida como una flor deshojada y
ajada por el viento, o quedar destrozadas como las hojas caídas de un árbol, la radical maldad del orden establecido y
los ataques que se lanzan contra ese orden como muestra de rebelión satánica y de solidaridad con los marginados,
que renuncian a integrarse al sistema, la exaltación de la libertad por encima de cualquier norma moral establecida,
etc. etc. Los temas cívicos y políticos también son importantes y recurrentes en su producción poética (lucha contra
los tiranos y glorificación de los patriotas caídos en el campo de batalla, amor a la patria).
3. Trama del El estudiante de Salamanca:
• Ambientación: Salamanca en un tiempo vago e impreciso, probablemente en
el siglo XVII. Don Félix de Montemar, un estudiante arrogante, irreverente y
cínico, ha seducido a la pura e inocente Elvira de Pastrana para abandonarla
después. La joven muere de dolor perdonando al ingrato. Su hermano Diego,
que estaba en Flandes, regresa para vengarla, encuentra a Montemar en una
timba, apostando el retrato de su hermana, y lo reta. El seductor mata a
Diego. Volviendo Montemar a la mesa de juego, encuentra en la calle una
misteriosa mujer, vestida de blanco, quiere saber su nombre pero la dama le
responde con un suspiro y huye. Félix la persigue a lo largo de una ciudad
fantasmal y surreal hasta encontrar el cortejo fúnebre de Diego y el suyo
propio. En su loca carrera en pos de la dama misteriosa, llega hasta una
estancia plagada de espectros, que danzan macabros y quieren amedrentarle:
bajo el velo de la mujer de blanco descubre una calavera y, antes de que
pueda reaccionar, recibe un abrazo mortal de la misma Muerte.
4. El poema largo El estudiante de Salamanca tiene ecos de leyendas
donjuanescas pero el tema principal es otro, o bien, más profundo. ¿Qué
sentido tiene la muerte? Para Espronceda la muerte es el misterioso e
incomprensible castigo a una vida vivida plenamente; en cierto modo
Espronceda concibe el poema como una protesta contra el peso agobiante
de la religión que se prevale del miedo humano a la muerte para reprimir y
castigar los instintos más vitales del individuo. La muerte del sujeto
romántico, aunque desilusionado, es una muerte en rebeldía, en oposición
a la norma moral-religiosa, porque no se somete piadosamente a su destino
fatal e irreversible, como el hombre barroco, ni renuncia a disfrutar de la
vida. Agobiado por su finitud y por el hastío de vivir, el sujeto romántico de
ningún modo puede alcanzar la felicidad, pero el fracaso es la prueba de
una superioridad espritual de nuevo cuño, que se manifiesta en la voluntad
y en la actuación de impulso, sin ningún freno, en la trasgresión de las leyes
y en la pretensión sacrílega de descifrar el misterio de la existencia, o sea de
enfrentarse al mismo Dios.
El estudiante de Salamanca se llama Don Félix de Montemar, su nombre es una cifra lingüística muy
sugerente, que apunta a una significación del poema más trascendente que la simple burla donjuanesca.
Como interpreta Ricardo Navas Ruiz:

“Espronceda ha escogido un tipo donjuanesco, porque don Juan representa la vitalidad misma, el
hombre que juega sus días con intensidad plena a la aventura, al goce de vivir. Y quiere hacer ver que,
incluso así, la vida es pura fantasía, nada. La vaporosa figura que don Félix encuentra una noche por las
calles de Salamanca, y tras la que corre locamente, simboliza este vivir humano: tras los hermosos velos,
un esqueleto, la muerte con la que el hombre se desposa al fin, por más que luche por vencerla. He aquí
la lección romántica y barroca de la mentira de la vida”

(R. Navas Ruiz, El romanticismo español, 4ª ed. renovada, Madrid, Cátedra, 1990, p. 241).
5. El diablo mundo se compone de una introducción y seis cantos, han quedado algunos fragmentos del canto VII; se
publicó por entregas en los periódicos y la calidad artística de la obra quedó resentida con este procedimiento. Sin
embargo el plan de la obra es ambicioso centrándose en la relaboración romántica de los topoi bíblicos de las
tentaciones diabólicas al hombre y de la vanitas mundi. La quimera tras la que corre la humanidad es el afán de amor,
riqueza, gloria, sabiduría, pero todo es engaño y mentira. La experencia vital se parece a un infinito movimiento circular
donde se alternan ilusión y desilusión. El título alude a la radical maldad del mundo, siguiendo las ideas de Rousseau y
de Voltaire; Espronceda llegó a desarrollar el primer aspecto, el del amor, dejando apenas iniciado el segundo, al
insinuar el ansia de lujo de Adán y su encuentro con la condesa, que le habría brindado la ocasión para entrar en un
mundo de riquezas y poder. El poema, a nivel temático, enlaza con otros textos románticos: el Faust de Goethe y el
Prometeo de Shelley. En la “Introducción” al poema se asiste a la glorificación del diablo, que por una parte nos
descubre la naturaleza ambigua e inasible de Dios, culpándole de ser indiferente al destino desgraciado de la
humanidad, y por otra justifica su existencia como emanación del propio corazón del hombre. Destaca en el poema el
Canto II o el “Canto a Teresa”, una de las más sentidas elegías de toda la literatura española: el poeta evoca a la
juventud perdida, amasada de ansias de libertad y de amor infinitos, a las que Teresa, con su amor y hermosura, dio
realidad. Pero al degradarse, al revelar su condición humana, Teresa acabó para siempre con las ensoñaciones del
amante y le sumió en la más negra desesperación. Pese a sus muchos defectos estilísticos, la obra abre la poesía
española a problemas filosóficos modernos, dejando abiertas unas cuestiones desafiantes para las generaciones de
líricos posteriores como Unamuno, Lorca, Alberti y muchos más. ¿Quién es Dios? ¿Quién es el diablo? ¿Qué significa el
Mal? ¿Qué sentido tiene la muerte?
6. Espronceda no es un autor enteramente original, pesan sobre él influjos claros de los autores europeos (Byron sobre todo)
pero aún luce más su talento cuando imita: sus modelos parecen desvaídos ante el ímpetu de su arte y del temperamento que
la informa. Los modelos europeos están aclimatados en España y en contacto con la vida y la tradición española cobran nueva
vida. Volvemos a encontrar la eterna dialéctica entre imitación y creación, entre lo universal y lo particular, entre lo nacional y
lo humano. Por eso el cosmopolitismo literario romántico es distinto del de los neoclásicos porque otorga importancia a uno
solo de los polos opuestos (el segundo). Sería conveniente emprender el estudio de Espronceda dentro del ámbito de la
literatura universal y comparada, “ciencia literaria”, que nos permite abandonar los viejos prejuicios chovinistas y
nacionalistas, para adoptar una perspectiva supranacional, democrática y respetuosa de cada cultura europea (o extra-
europea), que por razones económicas y/o políticas se insiste en despreciar o subestimar. En cierto modo, en el siglo XIX,
España no formaba parte de los sedicentes “grandes” países europeos que dictaban las leyes en el ámbito cultural occidental y
oriental. Su situación guarda algún parecido con la marginalización sufrida por los inmensos continentes colonizados por los
europeos (América, Asia, África) como consecuencia del eurocentrismo, expresión de totalitarismo cultural. La literatura
comparada surge precisamente en la época romántica. El ensayo de Madame de Stäel De l’Allemagne (1810) y la obra de
Sismonde de Sismondi La littérature du Midi de l’Europe (1813) constituyen estudios precursores de la moderna literatura
comparada; asimismo a Goethe se le debe la noción de Weltliteratur (literatura universal). Conviene recordar que en época
romántica hay un sinfín de traducciones que son el auxilio indispensable, hasta en días de hoy, de esta disciplina. El
comparatismo se propone formar hombres libres, abiertos al mundo y sensibles a la “pobreza” de los países humildes o
marginados, y a la vista de todo lo expuesto anteriormente, me parece una aproximación critica muy apropiada para apreciar
el alcance de la creación esproncediana proyectada en el contexto europeo.
Hay que vencer la pereza de espíritu y ser curiosos para ser un bueno comparatista, afirma Étiemble, que cita
la significativa conclusión del manual de Cl. Pichois y A.M. Rousseau, La littérature comparée, Paris, 1967.

“Primo hermano de la UNESCO y del Consejo Cultural de Europa, nuestro comparatista [por supuesto se
trata del comparatista ideal] rara vez se ha mantenido al margen de los sueños de solidaridad política y
cultural que nos atormentan, y con motivo, desde ciento cincuenta anos. Irónicamente relacionada con el
ideal análogo de los deportistas, la literatura comparada, noble o ingenua, sincera o calculada, sigue
siendo, por su carta moral implícita, el antídoto bienvenido del bizantinismo estrecho, de la morgue
académica, del espíritu de campanario y del chovinismo intelectual. Todavía se puede ampliar. Como el
diplomático, el comparatista experimenta ese desengaño sereno, esa curiosidad tolerante, esa ternura
crítica respecto a todo lo que no es él, sin ninguna distinción, sentimientos todos que confieren los viajes,
aunque sea en el interior de una biblioteca, el comercio con el universo y el amor por los hombres tanto
como por los libros”
(Étiemble, Literatura comparada, en J. M. Díez Borque (coord.), Métodos de estudio de la obra literaria, Madrid, Taurus,
1985, p. 301)
Bibliografía su J. de Espronceda:
J. Casalduero, Espronceda, Madrid, Gredos, 1961.
P. Salinas, Espronceda. La rebelión contra la realidad, en ID, Ensayos de literatura hispánica: del “Cantar de
mío Cid” a García Lorca, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 259-267.
A. Martinengo, Polimorfismo nel “Diablo mundo” de Espronceda, Torino, Bottega d’Erasmo, 1962.
B.W. Wardropper, «Espronceda’s Canto a Teresa and the Spanish elegiac tradition», Bulletin of Hispanic
Studies, XL, 1963, pp. 89-100.
D. Ynduráin, Análisis formal de la poesía de Espronceda, prólogo de Rafael Lapesa, Madrid, Taurus, 1971.
G. Carnero, Espronceda, Madrid, Júcar, 1974.
R. Navas Ruiz, El romanticismo español, 4ª ed. renovada, Madrid, Cátedra, 1990, cap. X, pp. 222-247.
D. Martínez Torrón, La sombra de Espronceda, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1999.
A. Carotenuto, La forza del male: senso e valore del mito di Faust, Milano, Bompiani, 2004.
Relación de los temas esproncedianos con el arte pictórico:
Antonio Pereda, El sueño del caballero (1650)
Salvador Dalí, La tentaciones de San Antonio en el desierto (1946) .

Antonio Pereda, El sueño del caballero (1650)


Salvador Dalí, La tentaciones de San Antonio en el desierto (1946)
E. Delacroix, Il 28 luglio: la Libertà
guida il popolo (1831)

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