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PANORAMA CRÍTICO DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL (3)

• La poesía romántica: formas, temas y autores


• El drama romántico: temas, obras, autores principales.
Representación y texto-espectáculo. Otros géneros teatrales.
• La narrativa romántica: novela histórica, novela social, novela
sentimental.
• La prosa costumbrista.
1) La poesía romántica: formas, temas y autores.
Autores principales: Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, José de Espronceda, José Zorrilla, Juan Arolas,
Nicomedes Pastor Díaz, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Catalina Coronado. Post-romanticismo: Gustavo
Adolfo Bécquer. La lirica romántica vive primero en las revistas, luego, en 1840 y 1841 se publican los tomos
de poesía de los principales poetas románticos antes citados.
Sus temas y sentimientos característicos son los del alma romántica (el hastío de vivir, desaliento, melancolía,
rebeldía, etc. etc.); el amor, con sus ilusiones y desencantos, ocupa un lugar central. Es una poesía
fuertemente personal, marcada por el exhibicionismo, la exageración, y por el énfasis declamatorio; el
intimismo delicado, tierno, del sentimiento murmurado apenas será típico de los post-románticos. Una
modalidad importante de la poesía romántica fue la descriptiva, con temas legendarios, históricos y exóticos:
por un lado está el poema largo, de corte épico, por otro el poema breve, al que se denomina romance,
leyenda, cuento. Obras destacadas de la poesía narrativa-descriptiva son: El moro expósito y los Romances
históricos del Duque de Rivas; las leyendas en verso de Zorrilla, basadas en tradiciones folklóricas, donde se
mezclan historia y fantasía (Cantos del Trovador); los poemas narrativos de Espronceda, de tipo simbólico-
filosófico (El estudiante de Salamanca y el Diablo Mundo). Se cultivó también el género festivo-satírico
(Martínez Villergas). En la versificación es típica la polimetría: los cambios de metro se deben a cambios
emocionales dentro del poema. Se experimentan nuevas formas, sin sujetarse a las establecidas por la
tradición, como la octavilla aguda, popularizada por Espronceda, y se rehabilitan formas tradicionales, como
el viejo romance.
2) El drama romántico: temas, obras, autores principales.
Los temas predilectos: legendarios, caballerescos, aventureros o de historia nacional. Tiene como
protagonista un personaje marcado por un destino extraño, singular y misterioso; abundan las escenas
nocturnas y sepulcrales, desafíos, suicidios y homicidios; muestras de gallardía y cinismo. Es un teatro
“desarreglado” como lo fue el teatro del Siglo de Oro; se rechazan las tres unidades (tiempo, lugar y acción),
en muchas obras se mezclan lo trágico y lo cómico, verso y prosa; el drama está dividido en cinco actos y
aspira a conmover y a emocionar. Consecuentemente, se suele plantear un conflicto sentimental, que
desemboca en la muerte trágica de los amantes, y se da más importancia al dinamismo de las acciones que al
análisis de la psicología de los personajes; el monólogo y el gesto grandioso del actor cobran nueva fuerza
como medio de expresión del alma atormentada del protagonista. La puesta en escena/el montaje de la pieza
utiliza tramoyas, música, decorado, efectos luminotécnicos para realizar un espectáculo
grandioso/impactante. El primer drama romántico se debe a Francisco Martínez de la Rosa (La Conjuración de
Venecia del 1834) pero el estreno en Madrid de Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del cordobés Ángel de
Saavedra, Duque de Rivas, marca el triunfo del género en la escena. Otros autores y obras importantes son:
Antonio García Gutiérrez con El trovador (1836) y Juan Eugenio Hartzenbusch con la obra famosísima Los
amantes de Teruel (1837); con José Zorrilla acaba el periodo de pleno auge del drama romántico: Don Juan
Tenorio (1844), la obra más popular del Romanticismo español, y Traidor, inconfeso y mártir (1849). Leer la
trama de Don Álvaro o la fuerza del sino.
ARGUMENTO DE DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO

Don Álvaro, indiano rico y misterioso llegado a Sevilla, se enamora de una noble, Leonor. El
padre de ésta, el Marqués de Calatrava, se opone a la boda por considerar al pretendiente
como un aventurero advenedizo. Los enamorados planean la fuga para contraer matrimonio.
El padre, advertido, los sorprende y Álvaro mata casualmente al marqués, al dispararse por
accidente la pistola arrojada al suelo por el indiano que no quiere pelear contra el padre de
Leonor. Leonor se refugia como penitente en las cercanías del Convento de los Ángeles
mientras don Álvaro, creyéndola muerta, se marcha a Italia y se convierte en valiente capitán
del ejército español empeñado en la guerra de Sucesión austríaca. Allí lo descubre don Carlos,
hermano mayor de Leonor, a quien el indiano había salvado la vida. En el duelo inevitable,
Álvaro mata a Carlos. Álvaro, en cumplimiento de una promesa por haber quedado vivo, se
refugia en el Convento de los Ángeles donde profesa como fraile franciscano. De su paz y de su
fama de santo le viene a sacar después de cuatro años, el otro hermano de Leonor, Alfonso,
quien le reta, humillándole con una bofetada. En el duelo cae mortalmente herido Alfonso,
quien en su agonía aún consigue matar a Leonor, quien había acudido a sus gritos de auxilio,
por creerla erróneamente cómplice de su antiguo amante bajo el disfraz religioso. Don Álvaro,
horrorizado por tanta sangre y desgracia, se suicida arrojándose desde lo alto de un risco,
invocando la ira del infierno mientras los frailes, consternados, cantan el miserere.
3) Otros géneros teatrales.
En el artículo de Larra “Una primera representación” se nos da un apretado resumen de lo que un
espectador español podía ver en 1835. En los teatros, se seguían representando las obras del Siglo de
Oro, en versión original o en refundición; del siglo XVIII sobrevivieron el melodrama, la comedia y la
tragedia, más concretamente floreció una comedia de temas burgueses contemporáneos, en la línea de
Leandro Fernández de Moratín, cultivada por Manuel Bretón de los Herreros (Todo es farsa en este
mundo, 1835) y Ventura de la Vega. En estas comedias se da cabida a la sátira antirromántica, tanto a
ridiculización de la persona del romántico como al conflicto generacional entre los padres clásicos y
sesudos, plácidos y laboriosos burgueses, y los jóvenes hijos romantiquizados, sensibles y
revolucionarios. El mismo conflicto se puede entablar entre marido y mujer. Se representaron los dramas
románticos de Víctor Hugo y Alexander Dumas, en traducción, y comedias ligeras (el vaudeville)
igualmente basadas en las traducciones de autores franceses, sobre todo de Eugène Scribe. No faltó
tampoco la comedia de magia, cuya obra cumbre fue La pata de cabra (1829) del empresario teatral Juan
Grimaldi, a quien se debe el estreno de los mayores dramas románticos.
4) La narrativa romántica: novela histórica, novela social, novela sentimental.
El modelo de la novela histórica creado por Walter Scott dejó profunda huella en España. Sostenido en las
muchas traducciones de sus obras, el género alcanzó pleno auge con las imitaciones por parte de los
escritores españoles, entre los cuales se cuentan: Ramón López y Soler (Los bandos de Castilla o El Caballero
del cisne de 1830), Telesforo Trueba y Cossío, Francisco Navarro Villoslada y Enrique Gil y Carrasco, autor de
la obra más destacada del género: El señor de Bembibre (1844), ambientada en el Bierzo medieval.

A imitación de las obras de Balzac, Dumas, Sand y sobre todo Sue, se desarrolla la novela social, o
folletinesca, cuyo único cultivador fue Wenceslao Ayguals de Izco, periodista e impresor-librero. Su novela
más conocida es María o la hija de un jornalero (1845). Con él se popularizó la novela en folletín o por
entregas, cuyos rasgos característicos son: extensión del texto breve, impuesta por las condiciones de venta
en el periódico o para satisfacer los plazos de suscripción; estilo desabrido y descuidado, debido a la prisa de
escribir, acentuación de lo melodramático para conmover a los lectores, descripción tópica y somera de los
personajes, psicología elemental, exagerada patéticamente, temas sexuales y obreristas, constante
intervención del autor para dirigirse al público, uso de láminas y grabados para subrayar los momentos de la
intriga de mayor intensidad dramática. Géneros de menor éxito fueron la novela sentimental, moral y
educativa, de terror y anticlerical.
5) La prosa costumbrista.
La prosa costumbrista cuenta con dos géneros principales: el cuadro de costumbres, que se edita en las revistas, y
la novela de costumbres, cultivada por Fernán Caballero. El cuadro costumbrista es una descripción pintoresca de
modos de vivir, escenas, ambientes, tipos y oficios populares, monumentos, paisajes de una región, de una
provincia, de una ciudad. Los cultivadores del género son Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), “El curioso
parlante”, que centra su interés en Madrid (Escenas matritenses 1842) y Serafín Estébanez Calderón (1799-1867),
“El Solitario”, autor de las Escenas andaluzas (1846). Algunos artículos periodísticos de Larra se pueden considerar
artículos de costumbres (p. ej. El castellano viejo o La diligencia). El costumbrismo, creado en Francia, triunfó en
España porque contaba con claros antecedentes barrocos (Cervantes, la novela picaresca, obritas moralizantes con
matices costumbristas) y también porque tiene un espíritu patriótico. Los costumbristas quieren resaltar lo
autóctono, representar a España como es, contraponiendo su verdadera y fiel imagen a la imagen distorsionada
difundida por los extranjeros. Secundariamente, se quería testimoniar el cambio producido en la sociedad
presente, contradictoria y dividida entre usos modernos y extranjerizantes y una rancia tradición castiza. La
posición ideológica de los escritores modifica esencialmente la reflexión de la realidad: los escritores más
conservadores como Mesonero añoran el pasado, adoptan una actitud nostálgica, mientras que los progresistas
veían el cambio con esperanza. El “Semanario pintoresco español”, revista fundada por Mesonero, de larga
duración (1836-1857), es la gran revista del costumbrismo, a la que colaboraron las mejores plumas de la época; se
halla además profusa y hermosamente ilustrada. Con su observación directa y “objetiva” de lo cotidiano, el
costumbrismo contribuyó al desarrollo de la novela realista en la segunda mitad del siglo XIX (ver cuadros y dibujos
costumbristas).

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