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Tribunal: Tribunal Colegiado de Responsabilidad Civil Extracontractual Nro. 4 de Santa Fe.

Fecha: 19/05/1992

Partes: Bertoia, Mario R. J. c. Federico, Tomaso.

En la demanda el actor dijo que facilito su lancha en perfecto estado de funcionamiento al


demandado porque este deseaba adquirirla en operación a concretar; y al regresar de probarla,
había roto hélice, pistón, etc. Por lo que Federico, disponiéndose a repararla, la llevo al taller de
Recce, y cuando supo lo que aquello salía, no regreso ni respondió las intimaciones de cobro que le
cursara. Demandó por resarcimiento de daños materiales ocasionados por culpa del accionado.

La parte demandada dijo que su parte quiso verificar el estado y funcionamiento de la lancha y salió
a probarla. Tras marchar diez minutos la lancha se planto, se detuvo y tuvo que ser remolcada hasta
la orilla. Manifestó que al iniciar la marcha la hélice ya estaba “marcada” ignorando el motivo. Negó
su culpa, afirmando que la rotura obedeció a vicio anterior propio de la cosa no imputable a su parte,
o a caso fortuito. Dijo haber ofrecido pagar la mitad del costo de los arreglos.

Opinión del Tribunal:

Tras repasar la evolución doctrinaria sobre la responsabilidad contractual consignamos y adherimos


a que existe un tercer genus de responsabilidad “cuando, a raíz de la comisión de un acto ilícito, por
lo general culposo, sucedido en el curso de las tratativas previas a un contrato, del que deriva un
daño al otro precontratante, surge la obligación de resarcir el daño causado.

El periodo en que puede darse se extiende a partir de las meras tratativas, o las preliminares desde
antes mismo que los precontratantes se pongan en contacto para negociar – incluso previo a la
emisión de la oferta, inexistente ella o antes de su formación - , hasta el cierre de las negociaciones
cuando se dan por terminadas con el logro del acuerdo de voluntades o el fracaso de aquellas.

Aquel lapso –iter contractus, o de negociaciones previas, aunque durante las mismas las
manifestaciones de la voluntad no tuvieren poder vinculante, como es del caso- supone la
concurrencia de actos jurídicos lícitos gobernados por el principio de buena fe. Y derivado de aquel
principio, es el deber genérico de los precontratantes de observar conductas diligentes que implican
el deber y la obligación –de ambos sujetos- de conservar y custodiar los bienes que entre ellos
hubieren desplazado con motivo de las tratativas previas.

Traducido este deber de obrar con diligencia en abstenerse de realizar actos antifuncionales,
entendiéndose por tales: a) los que no son idóneos para avanzar eventualmente en las
negociaciones; y b) los que, al mismo tiempo, son susceptibles de producir un perjuicio al otro
precontratante.
A falta de legislación específica sobre la responsabilidad precontractual, corresponde aplicar
supletoriamente los principios generales de la responsabilidad extracontractual –que nace de la
infracción del deber de no causar un daño a otro- y sus normas (art. 1109 y conc. Cód. Civil).

Los sujetos activos y pasivos de la relación de responsabilidad no pueden ser otros que los
precontratantes, roles que las partes ratificaron durante el proceso.

Hay constancias de que la lancha recibía atención mecánica de mantenimiento incluso hasta un mes
y medio antes.

López advirtió a Federico “mira que la hélice esta golpeada, maltratada una paleta”. No obstante el
demandado omitió: a) verificar inmediatamente de que se trataba o revisar la entidad del problema;
b) abstenerse de poner en marcha su pretendida prueba, evitando ulterioridades. El accionando
igualmente salió solo a probar la lancha exponiéndose y asumiendo el peligro y riesgo de la rotura
ocurrida.

Federico fue agente causante de perjuicios en un bien del actor. Tales consecuencias dañosas o
perjudiciales derivaron de descuidar el mencionado deber de diligencia evitando actos
antifuncionales.

El demandado no puede escudarse en el caso fortuito porque es imposible imaginar que el


demandado pidiendo un bien de semejante naturaleza y valor para probar y comprar si no lo
suponemos conocedor del manejo incluso del ámbito –acuoso- en que naturalmente debía
desplazarse. Por ende, descártese la posibilidad de que un eventual obstáculo bajo la superficie del
agua le fuera imprevisible.

El demandado mismo se sintió culpable responsable y se ofreció a pagar la mitad del arreglo.

Cuantificados los daños Bertoia merece a hoy $5.537.

Hace lugar a la demnada en todo, y en consecuencia se condena a Tomaso Federico, a abonarle a


Mario Bertoia, dentro de diez días, la suma de $5.537. se imponen las costas a la demandada, que
perdió el juicio.

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