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Introducción:
Este escritor y científico alemán, es reconocido como una de las principales figuras
de la literatura alemana y el máximo exponente del romanticismo del siglo XVIII. Su
obra ejerció gran influencia sobre los escritores y los movimientos literarios de su época.
Fausto, obra maestra de la literatura universal, ocupó la larga vida de Goethe, la escribió
en dos etapas: la primera publicada en 1808, y la segunda en 1832. No es sólo una
reelaboración de la leyenda del erudito mago medieval Johann Faust, sino una alegoría
de la vida humana en todas sus ramificaciones. En las dos partes de su complejo y
grandioso Fausto se encuentra el último mito que fue capaz de engendrar la cultura
europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed omnímoda de saber pueden, sin
embargo, engendrar la miseria moral y espiritual.
Resumen de la obra:
Esta obra se divide en dos partes que tienen muy pocas cosas en común, por eso es
necesario trabajarlas por separado pero sin perder de vista a los dos personajes
centrales de la obra, que le dan unidad al libro: el doctor Fausto y Mefistófeles.
Primera parte:
La obra empieza con una escena en el cielo, en la que Dios y Mefistófeles (el Diablo)
hacen una apuesta, la cual consiste en que Mefistófeles saque del buen camino al
doctor Fausto, cosa que Dios no cree posible. Haciéndose pasar por un inofensivo
perro, Mefistófeles se acerca a Fausto, hablan sobre los placeres de la vida y llegan a
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Segunda parte:
Luego del lujoso recibimiento, la escena cambia a los profundos bosques. Llega
Forkyas al palacio de Fausto y le comunica que Menelao esta próximo a su palacio, y
que viene en pie de guerra. Tras confusos sucesos, desaparece Elena y Fausto es
elevado a la región etérea. Cae de la nube y se encuentra con Mefistófeles en lo alto de
una montaña. Al escuchar los tambores y la música de guerra, buscan a tres feroces
guerreros que les ayuden en su campaña contra el enemigo, y bajan a ponerse a
ordenes del emperador. Se desata la feroz batalla, Mefistófeles usa toda su magia para
derrotar al enemigo y con esto se ganan –nuevamente- el favor del gobernante.
El emperador cede a Fausto un extenso feudo en las costas del imperio como señal
de gratitud. El arzobispo advierte al monarca que se está metiendo con el mismísimo
demonio y le pide que le otorgue todos los impuestos y regalías de dicho feudo a la
iglesia. A pesar de la oposición, Fausto lleva a cabo su sueño de ganarle terreno al mar
en su territorio. Así, sabio y poderoso, Fausto completa su felicidad plena. Se lo
comunica a Mefistófeles y muere, pero en su muerte se arrepiente. Mefistófeles es
engañado por niños y ángeles, así se le escapa el alma de Fausto, quedando
inconcluso el pacto que habían celebrado.
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En los términos de nuestro Código Civil, no estamos en realidad ante una apuesta
pura (artículo 2553) sino combinada con un Contrato de Juego del artículo 2052. En las
primeras, las partes que son de una opinión contraria sobre cierta materia convienen
que aquélla cuya opinión resulte fundada, recibirá de la otra una suma de dinero u otro
objeto determinado. Pero no hay -en las apuestas puras- una participación personal de
las partes, sino hechos o circunstancias ajenas a ellas. En la obra ambas partes
participarán en competencia con sus poderes y habilidades, lo que es propio de los
Contratos de Juego. Además, consideraríamos que se regirá por las normas especiales
propias de los juegos regulados por el Estado (de Derecho Administrativo) ya que una
de las partes reviste dicha calidad.
La vida de Fausto tras su encuentro con el demonio discurre por diversos escenarios
hasta que siente haber alcanzado la plenitud anhelada, momento en que cae al suelo,
fulminado. Mefistófeles junto con otros demonios se preparan para aprehender el alma
antes que esta intente ganar el cielo. Pero todos ellos son burlados por los Ángeles que
rescatan el alma de Fausto gracias al amor y al arrepentimiento de éste durante su vida.
El demonio, enardecido, se siente “estafado”: “Todo nos va mal. Costumbres
tradicionales, antiguo derecho, ya no se puede confiar en nada.”
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