Está en la página 1de 6

1

Introducción:

Presentamos un breve resumen del clásico libro de J. W. Goethe, para introducirnos


luego en la comparación del contrato descrito en el Fausto con el derecho civil actual.
No siendo en absoluto intención del autor tratar un tema jurídico, esta obra nos permite
descubrir -una vez más- que los contratos, el orden jurídico todo y la justicia (que en
definitiva es el supremo valor que se salvaguarda), están presentes en la vida cotidiana
de los hombres.

Johann W. von Goethe (1749-1832):

Este escritor y científico alemán, es reconocido como una de las principales figuras
de la literatura alemana y el máximo exponente del romanticismo del siglo XVIII. Su
obra ejerció gran influencia sobre los escritores y los movimientos literarios de su época.
Fausto, obra maestra de la literatura universal, ocupó la larga vida de Goethe, la escribió
en dos etapas: la primera publicada en 1808, y la segunda en 1832. No es sólo una
reelaboración de la leyenda del erudito mago medieval Johann Faust, sino una alegoría
de la vida humana en todas sus ramificaciones. En las dos partes de su complejo y
grandioso Fausto se encuentra el último mito que fue capaz de engendrar la cultura
europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed omnímoda de saber pueden, sin
embargo, engendrar la miseria moral y espiritual.

Resumen de la obra:

Esta obra se divide en dos partes que tienen muy pocas cosas en común, por eso es
necesario trabajarlas por separado pero sin perder de vista a los dos personajes
centrales de la obra, que le dan unidad al libro: el doctor Fausto y Mefistófeles.

Primera parte:

La obra empieza con una escena en el cielo, en la que Dios y Mefistófeles (el Diablo)
hacen una apuesta, la cual consiste en que Mefistófeles saque del buen camino al
doctor Fausto, cosa que Dios no cree posible. Haciéndose pasar por un inofensivo
perro, Mefistófeles se acerca a Fausto, hablan sobre los placeres de la vida y llegan a
2

realizar un pacto: Fausto acepta dar su alma al diablo, si este es capaz de


proporcionarle los más intensos placeres de la vida humana, y se estipula que al llegar
el placer a la intensidad en la cual Fausto no pueda soportarlo y decida detenerse y vivir
ese momento eternamente, podrá morir.

Fausto conoce a Margarita y se enamora inmediatamente. Le pide a Mefistófeles


ayuda para conquistarla pero éste le responde negativamente ya que la joven es una
persona libre de pecado, y él no tiene ningún poder sobre ella. Fausto envía a
Mefistófeles en busca de un cofre lleno de alhajas y espectaculares joyas para regalarle
a su amada, y poder así abonar el terreno para un futuro. Margarita, al encontrar el
cofre lleno de joyas, queda profundamente extrañada y agradecida, se lo cuenta a su
madre, quien ve algo de impío en este extraño suceso. Decide ceder las joyas a la
iglesia, ya que de seguro algo de diabólico tenia que haber en ellas. Este suceso no
desanima a Fausto, y decide repetir la misma estrategia, pero esta vez con un cofre
mucho más rico en joyas y piedras preciosas que le consiguió Mefistófeles. Margarita,
sorprendida, se lo cuenta a su amiga Marta, la cual le recomienda que no se lo diga a su
madre, ya que seguramente se repetirá la historia del cofre anterior. Entonces llega
Mefistófeles y a base de engaños consigue un encuentro clandestino entre Margarita y
Fausto. En este encuentro Fausto declara su amor a la muchacha y ésta le
corresponde, aunque con el mayor sentimiento de culpa.

Luego de varios encuentros, Margarita expresa a Fausto su inconformidad con


Mefistófeles, ya que lo encuentra maligno y perjudicial. Unas noches después, Fausto y
Mefistófeles tienen una riña con Valentín, hermano de Margarita, y lo hieren de muerte.
Valentín, con sus ultimas fuerzas, maldice a su hermana y le augura un mal futuro. La
joven comienza a ser atormentada por un espíritu maligno le hace ver lo pecadora que
fue. Mientras Fausto y Mefistófeles van a la noche de brujas, Margarita es llevada a
prisión. Al regresar , Fausto descubre que Margarita será ejecutada la mañana siguiente
por su culpa. Intenta escapar con ella pero la joven se niega debido a la presencia de
Mefistófeles, quien le resulta insoportable. Fausto se aleja (prefiriendo mantener su
pacto con el demonio), dejando a Margarita librada a su suerte.
3

Segunda parte:

La segunda parte se desarrolla en un ambiente medieval, lleno de elementos


fantásticos y mitológicos. Aquí Goethe hace aparecer en escena a personajes de
Homero.

Empiezan Fausto y Mefistófeles engañando a un torpe y joven emperador


haciéndose pasar por brujo y bufón respectivamente. El imperio se atraviesa una crisis
económica y los protagonistas proponen una eficaz solución. Es así como el emperador
acoge a Fausto y a Mefistófeles en el seno del imperio. El gobernante, a modo de
exigencia, pide a Fausto que le traiga a Elena, belleza entre bellezas, y a Paris,
mitológico héroe. Con la ayuda del demonio, Fausto logra traer a Elena, quien está
huyendo de Menelao.

Luego del lujoso recibimiento, la escena cambia a los profundos bosques. Llega
Forkyas al palacio de Fausto y le comunica que Menelao esta próximo a su palacio, y
que viene en pie de guerra. Tras confusos sucesos, desaparece Elena y Fausto es
elevado a la región etérea. Cae de la nube y se encuentra con Mefistófeles en lo alto de
una montaña. Al escuchar los tambores y la música de guerra, buscan a tres feroces
guerreros que les ayuden en su campaña contra el enemigo, y bajan a ponerse a
ordenes del emperador. Se desata la feroz batalla, Mefistófeles usa toda su magia para
derrotar al enemigo y con esto se ganan –nuevamente- el favor del gobernante.

El emperador cede a Fausto un extenso feudo en las costas del imperio como señal
de gratitud. El arzobispo advierte al monarca que se está metiendo con el mismísimo
demonio y le pide que le otorgue todos los impuestos y regalías de dicho feudo a la
iglesia. A pesar de la oposición, Fausto lleva a cabo su sueño de ganarle terreno al mar
en su territorio. Así, sabio y poderoso, Fausto completa su felicidad plena. Se lo
comunica a Mefistófeles y muere, pero en su muerte se arrepiente. Mefistófeles es
engañado por niños y ángeles, así se le escapa el alma de Fausto, quedando
inconcluso el pacto que habían celebrado.
4

Análisis jurídico de la obra

Desde una perspectiva jurídica, podemos apreciar en la obra dos acuerdos de


voluntades principales, entre otros tantos convenios de importancia secundaria. La
naturaleza “fantástica” de los personajes que los llevan a cabo hace que no haya una
única solución sujeta a derecho posible, puesto que la perspectiva que tomemos puede
modificar sustancialmente lo que entendamos como justo y equitativo. A los efectos de
optar por una diremos que dichos personajes son sujetos plenamente capaces de hecho
y de derecho.

El primero de los acuerdos es llevado a cavo ni bien comienza la obra (Prólogo en el


Cielo) entre El Señor (manifestación del Todopoderoso) y Mefistófeles (una suerte de
enviado del diablo, o la misma representación de él). Este último propone “apostar” al
primero que podrá llevar al camino de la perdición al confundido Fausto. El Señor
acepta el reto en estos términos: “Bien, lo dejo a tu disposición. Aparta a esa alma de su
fuente originaria (Divina) y, si puedes aferrarla por tu camino, llévala abajo, junto a ti.
Pero te avergonzará reconocer que un hombre bueno, incluso extraviado en la
oscuridad, es consciente del buen camino.”

En los términos de nuestro Código Civil, no estamos en realidad ante una apuesta
pura (artículo 2553) sino combinada con un Contrato de Juego del artículo 2052. En las
primeras, las partes que son de una opinión contraria sobre cierta materia convienen
que aquélla cuya opinión resulte fundada, recibirá de la otra una suma de dinero u otro
objeto determinado. Pero no hay -en las apuestas puras- una participación personal de
las partes, sino hechos o circunstancias ajenas a ellas. En la obra ambas partes
participarán en competencia con sus poderes y habilidades, lo que es propio de los
Contratos de Juego. Además, consideraríamos que se regirá por las normas especiales
propias de los juegos regulados por el Estado (de Derecho Administrativo) ya que una
de las partes reviste dicha calidad.

El segundo de los contratos es celebrado entre Mefistófeles y el propio Fausto: la


figura diabólica le proporcionará ilimitados conocimientos, poderes y toda clase de
placeres terrenales que le pida, a cambio de que se comprometa a darle su alma a él
5

cuando fallezca. Fausto da su consentimiento firmando con su propia sangre a pedido


de Mefistófeles. De ahí en más Fausto deja aflorar sus deseos para que el demonio se
los provea: “quiero apresar con mi espíritu lo más elevado y lo más sumido en la
profundidad”.

La naturaleza de este pacto, alianza o convenio -como los personajes


alternativamente lo llaman- es la de un Contrato de Permuta. Conforme al Código Civil:
“El contrato de trueque o permutación tendrá lugar, cuando uno de los contratantes se
obligue a transferir a otro la propiedad de una cosa (en nuestro caso, Fausto se obliga a
dar su alma), con tal que éste le de la propiedad de otra cosa. (Mefistófeles le otorga los
poderes ilimitados). Consideramos, para ello, que el alma y los poderes son “cosas”. De
lo contrario, su inmaterialidad nos llevaría a formular que se trata de una Cesión de
Derechos (cesión-permuta) la cual aplica también las mismas normas de la permuta que
le sean atinentes.

Surge aquí la posibilidad de un eventual ataque al objeto de este contrato en cuanto


a que sea ilícito, contrario a las buenas costumbres, o prohibido por la ley (Art. 953 del
C.C.). Pero tengamos en cuenta para ese supuesto lo expresado por El Señor en
ocasión del juego-apuesta: “Mientras él viva sobre la tierra, no te será prohibido
intentarlo (el alejarlo de la senda Divina) (...) Podrás actuar con toda libertad”. Resta
entender entonces que el contrato no será nulo por falta de objeto. Igual argumento es
válido si siendo una cesión-permuta se entendiera el “alma” como un derecho no cesible
conforme a los artículos 1445 y ss. del Código.

La vida de Fausto tras su encuentro con el demonio discurre por diversos escenarios
hasta que siente haber alcanzado la plenitud anhelada, momento en que cae al suelo,
fulminado. Mefistófeles junto con otros demonios se preparan para aprehender el alma
antes que esta intente ganar el cielo. Pero todos ellos son burlados por los Ángeles que
rescatan el alma de Fausto gracias al amor y al arrepentimiento de éste durante su vida.
El demonio, enardecido, se siente “estafado”: “Todo nos va mal. Costumbres
tradicionales, antiguo derecho, ya no se puede confiar en nada.”
6

A decir verdad, la resolución de la obra es distinta de acuerdo a cada uno de los


autores que escribieron versiones del Fausto. Unos propiciaron el final fatídico y
aleccionador, propio de la tragedia: el alma de Fausto, al morir, se encamina a la
condena eterna en el infierno. Otros -quizás a manera de un “acto del príncipe”- lo
salvan en el instante último de conocer las tinieblas. Goethe, en un final tan confuso
como “irreal”, se adhiere a los que optaron por redimir el alma del profuso doctor. Quizás
porque no era el objeto del primer contrato la suerte final del espíritu de Fausto. O acaso
lo que permutó este último con Mefistófeles no era de “su propiedad”. Lo cierto es que
decidir si el final es arreglado a derecho queda al criterio de que cada uno -como jueces-
dictaminemos si a las partes resultaron tratadas con justicia y equidad.

.-.-.-.-.

También podría gustarte