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Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

Facultad de Derecho – Tintal 5B


Derecho administrativo especial
Laura Camila Molina Diaz

LA CLÁUSULA PETRO

Con la proximidad de las elecciones presidenciales se ha puesto en evidencia una estrategia que busca
incluir en los contratos que se vienen suscribiendo, una cláusula en donde los mismos empezarían a
ejecutarse si Gustavo Petro es vencido en las elecciones, o perderían sus efectos si este llega a asumir la
presidencia. Esta condición, que aparentemente empezó a ser llevada a cabo en las elecciones
presidenciales de 2018 ha sido catalogada como “La cláusula Petro”.

En consecuencia, es necesario analizar que figuras jurídicas se encuentran violentadas con la


aplicación de la “Cláusula Petro” en los contratos estatales y en los contratos privados con el objetivo de
sustentar la posible ilegalidad que se refleja en dicha práctica.

Para hacer referencia a contratos, inicialmente, es menester dirigirnos al artículo 1495 del Código
Civil que define el contrato como un acto por el cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no
hacer alguna cosa. Cada parte puede ser de una o de muchas personas.

En lo concerniente a contratos estatales, la ley 80 de 1993, en su artículo 32 define a los mismos


como aquellos actos jurídicos generadores de obligaciones que celebran las entidades a que se refiere
dicho estatuto, previstos en el derecho privado o en disposiciones especiales, o derivados del ejercicio de
la autonomía de la voluntad.

En este punto es importante recordar que dentro de los fines de la contratación estatal (art 3, Ley
80/93) encontramos que los servidores públicos buscan el cumplimiento de los fines estatales, la continua
y eficiente prestación de los servicios públicos y la efectividad de los derechos e intereses de los
administrados que colaboran con ellas en la consecución de dichos fines. Conjuntamente, el artículo 2 de
la Constitución Política establece que son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la
prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución, entre otros.

Teniendo esto claro, es evidente que la administración no puede dejar condicionado el


cumplimiento de los fines antes mencionados, a si un candidato asume o no a la presidencia,
desconociendo el principio de responsabilidad (art 26 Ley 80/93) al dejar de lado los intereses generales
y los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad que se
aluden en el artículo 209 de la Carta Magna, pues los fines esenciales del Estado permanecerán, pero
serán interpretados de manera diversa por los diferentes candidatos que asuman la presidencia en los
años posteriores.

Respecto a los contratos privados, estos se definen como un acuerdo entre dos partes jurídicas o
naturales diferentes, donde mediante un documento registran los datos de la negociación, condiciones y
pago y el tipo de contrato varía según el grado de responsabilidad de cada una de las partes involucradas.
La “Cláusula Petro” también afecta este tipo de contratos por cuanto se vulnera el derecho al
voto, como mecanismo de participación y deber del ciudadano, situación que está desconociendo el
Estado al no garantizar que el voto se ejerza sin ningún tipo de coacción como lo dispone el articulo 258
de la norma superior. Aunque las cláusulas de los contratos deben ser de mutuo acuerdo, no puede
desconocerse, en el caso concreto, la coacción indirecta en la que se ven inmersos ciertos miembros de
la relación contractual desde el momento en que se determina como suceso conveniente la derrota de
un candidato en específico (Gustavo Petro) para poder llevar a cabo la prestación del contrato.

Por último, es relevante citar algunos artículos del Código Penal, v.g., el 388 referente al fraude al
sufragante en donde se establece como conducta punible el maniobrar de manera engañosa con el fin de
que un ciudadano o un extranjero habilitado por la ley, vote por determinado candidato, partido o
corriente política o lo haga en blanco. Aunque se desconocen los motivos de la materialización de la
“Cláusula Petro”, no se puede descartar la intención de evitar los votos a favor de dicho candidato, pues
por lograr la finalidad del contrato, muchas personas desconocerán su derecho al voto e incitarán a otros
a que hagan lo mismo para poder llevar a cabo el objeto del contrato, saciando así sus propios intereses.

Finalmente, el artículo 390 del Código Penal señala el delito de corrupción de sufragante el cual
estipula que el que celebre contrato, condicione su perfección o prórroga, prometa, pague o entregue
dinero, dádiva u ofrezca beneficio particular o en favor de un tercero a un ciudadano o a un extranjero
habilitado por la ley con el propósito de sufragar por un determinado candidato, partido o corriente
política, o para que lo haga en blanco o se abstenga de hacerlo, incurrirá en prisión de cuatro (4) a ocho
(8) años y multa de doscientos (200) a mil (1.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes. Este delito
pone en tela de juicio, si aquello que se pretende hacer ver como una cláusula del contrato pactada con
autonomía de voluntad, realmente busca sufragar por cualquier candidato a excepción de Gustavo Petro,
lo que a simple vista infringe el principio de democracia.

En conclusión, si bien es cierto que el artículo 1532 del Código Civil establece que para poder
obligarse es necesario que las condiciones del contrato sean físicamente posibles, moralmente posibles,
legalmente admisibles, y que no pueden ir en contra del orden público ni de las buenas costumbres, y
que, adicional a ello, el artículo 40 de la Ley 80/93 dispone que los contratos que celebren las entidades
estatales podrán incluir las modalidades, condiciones y, en general, las cláusulas o estipulaciones que las
partes consideren necesarias y convenientes, siempre que no sean contrarias a la Constitución, la ley, el
orden público y a los principios y finalidades de dicha ley y a los de la buena administración, con la
“Cláusula Petro” se hace evidente la intención de hacer legítima una práctica que va en contravía de lo
pactado en las normas constitucionales, civiles y penales del ordenamiento jurídico, buscando así
menoscabar la campaña electoral de un candidato y su posible posicionamiento como Presidente de la
República de los próximos cuatro años.

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