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MANUAL DEL PERITO MÉDICO

FUNDAMENTOS TÉCNICOS Y JURÍDICOS


(EDICIÓN 2002)
M. R. JOUVENCEL

MANUAL DEL PERITO MÉDICO


FUNDAMENTOS TÉCNICOS Y JURÍDICOS
(EDICIÓN 2002)

ERRNVPHGLFRVRUJ
© M. R. Jouvencel, 2002

Reservados todos los derechos.

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ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna
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Ediciones Díaz de Santos, S. A. Juan


Bravo, 3-A. 28006 MADRID España
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legal: M. 50.143-2001

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Impreso en España
«El conocimiento de las matemáticas impone silen-
cio a la imaginación, frena las pasiones, pone vallas a la
actividad creadora,...
Padres: ¡No enseñéis a vuestros hijos matemáticas,
porque ellos serán modestos, prudentes, cobardes, peque-
ños! Las grandes cosas son obra del ingenio libre, del
sentimiento estético, de la pasión indómita.»

(Ricardo MELLA, 1913)


Índice

PRESENTACIÓN. Reflexión crítica y alegato...................................... XIII

1. LA LESIÓN ................................................................................. 1
1.1. Concepto ...................................................................... 1
1.2. Lesión psíquica ........................................................... 2
1.3. Deficiencia, discapacidad, minusvalía......................... 2
1.4. Factores causales .......................................................... 4
1.5. Significado, significante y signo-función ................... 5
1.6. Las lesiones en el Código Penal .................................. 6
1.6.1. Lesiones contra las personas constitutivas de
delitos............................................................... 6
1.6.2. Lesiones contra las personas constitutivas de
faltas ............................................................... 10
2. CAUSA Y CONCAUSAS ................................................................ 15
3. EL NEXO CAUSAL ....................................................................... 23
3.1. Realidad lesional .......................................................... 23
3.2. Suficiencia diagnóstica ............................................... 24
3.3. Cronología sintomática ................................................ 24
3.4. Topografía lesional ..................................................... 27
3.5. El estado anterior ......................................................... 28
3.6. El mecanismo causal .................................................... 28
4. EL ESTADO ANTERIOR ............................................................................ 31
IX
x ÍNDICE

5. CONSOLIDACIÓN Y SECUELA...................................................... 35
6. DAÑO CORPORAL Y PERJUICIO .................................................. 39
7. VALORACIÓN MÉDICA DEL DAÑO VERSUS VALORACIÓN DEL DAÑO. 43
7.1. Hacia un mayor rigor teminológico ............................ 49
7.2. Un título que se presta a confusión: los médicos «es-
pecialistas» U —universitarios— en valoración del
daño corporal ............................................................... 51
8. VALORACIÓN Y CALIFICACIÓN DE LA INCAPACIDAD LABORAL ... 53
9. APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA ......... 59
9.1. El examen médico ...................................................... 59
9.1.1. Duración de la incapacidad temporal .......... 69
9.1.2. Momento de consolidación ............................ 80
9.1.3. Descripción de las secuelas y sus repercusio-
nes: déficit funcional genérico y específico;
dolor y sufrimientos soportados; daño estéti-
co; daño d'agrément; otros daños ................ 83
10. EL SISTEMA DE TASA DE INCAPACIDAD PERMANENTE (T.I.P.).
CRÍTICA A SU UTILIZACIÓN ........................................................ 109
11. DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA ................................................ 113
11.1. El gesto motor .............................................................. 113
11.2. Gesto y movimiento .................................................... 114
11.3. Análisis del gesto motor ............................................. 116
11.3.1. Gestos de la vida ordinaria ........................... 117
11.3.2. Gestos profesionales ..................................... 139
11.3.3. Gesto defensivos, antiálgicos, patológicos ... 142
12. LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 147
12.1. Conceptos generales ................................................... 147
12.2. Metodología para la valoración de la incapacidad para
el trabajo: acercamiento ergonómico........................... 155
12.2.1. Cuestión clínica .............................................. 156
12.2.2. Cuestión laboral ............................................. 157
12.2.3. Cuestión ergonómica...................................... 163
13. LOS BAREMOS DE INCAPACIDAD: ANÁLISIS CRÍTICO ..................... 173
14. LA REPARACIÓN DEL PERJUICIO ........................................................... 183
ÍNDICE XI

15. DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROCE-


SAL ........................................................................................... 189
15.1. Concepto, estructura y redacción ............................... 189
15.1.1. El parte médico ............................................. 194
15.1.2. El oficio ......................................................... 198
15.1.3. La certificación médica ................................. 199
15.1.4. La declaración ............................................... 200
15.1.5. El informe médico ......................................... 201
15.2. Responsabilidad derivada de la emisión de documen-
tos clínicos .................................................................. 229
16. LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA ............................................................... 235
16.1 Concepto de prueba: La prueba pericial (Dictamen de
peritos) ......................................................................... 237
16.2 Concepto de perito ...................................................... 246
16.3 La prueba de informe y el peritaje extrajudicial ......... 249
16.4. Requisitos, deberes, derechos e incompatibilidades ... 250
16.4.1. Requisitos de los peritos ................................ 251
16.4.2. Deberes de los peritos.................................... 256
16.4.3. Derechos de los peritos.................................. 265
16.4.4. Incompatibilidades......................................... 267
16.5. Recusación, tachas y deber de abstención del perito .. 269
16.6 La figura del testigo perito. Examen del art. 370.4 de
la LEC .......................................................................... 272
16.7 Responsabilidad de los peritos ................................... 277
16.8. Peculiaridades de la prueba pericial en la jurisdicción
civil, penal y laboral: régimen jurídico ....................... 282
16.8.1. Prueba pericial en el Proceso Civil: régimen
jurídico .......................................................... 283
16.8.2. Prueba pericial en el Proceso Penal: régimen
jurídico .......................................................... 292
16.8.3. Prueba pericial en el Proceso laboral: régi-
men jurídico ................................................... 297
16.9. Elaboración mental del método probatorio ................ 303
16.10. La actuación procesal del perito.................................. 309
16.11. La formación del médico en la práctica pericial ........ 314
16.12. El principio de especialidad: crítica y crisis de la me-
dicina forense .............................................................. 322
16.13. Apreciación del dictamen pericial por el juzgador ..... 343
Presentación
Reflexión crítica y alegato

Han pasado diez años desde la aparición del primer Manual del perito
médico (1991). Se han producido desde entonces cambios legislativos,
evolución en el terreno conceptual, con alcance en el ámbito que preside
este título, lo bastante como para pensar en una nueva edición, siempre
pretendiendo llegar al lector con un enfoque útil, práctico y clarificador.
Siendo la cuestión fáctica el hilo conductor que sirve para fundamen-
tar en derecho, se comprende la importancia que el dictamen de peritos
tiene en los casos que demandan la intervención de la justicia. Los defen-
sores de las partes, y los que han de juzgar, precisan ilustrarse en campos
concretos, como en las causas de índole médica, cuando su debate se
lleva al foro (medicina forense). Y el médico, en calidad de perito, asi-
mismo deberá conocer aspectos jurídicos inherentes a esa condición, sin
embargo, tal conocimiento quedará confinado en el cauce de su gobierno
y deliberación interna, limitando su informe a los extremos técnicos se-
ñalados; nunca hará apreciaciones en derecho, ni otras extravagancias, ex-
travíos de algún que otro audaz erudito. La cuestión no es de naturaleza le-
gal, ni «médico-legal» —tentación híbrida, anquilosada en el «cuasi»—,
es, sencillamente, médica. Adviértase del mismo modo, que la actividad
de perito no constituye una profesión; es, por el contrario, un cargo, una
situación singular —por motivos de circunstancia y oportunidad— que
dada su fungibilidad se consume cumplida la misión encomendada.
Es un libro escrito desde la trinchera, observando el horizonte du-
rante años, siendo testigo del desánimo profesional, de la decepción de
abogados, del sufrimiento ajeno. En su vertiente crítica, no es éste un li-
bro amable, no podía serlo, si se ha de incidir en un análisis serio, sin-
XIII
XIV MANUAL DEL PERITO MÉDICO

cero y sereno del ejercicio de la actividad médico pericial en España, al


involucrar sectores institucionales, académicos, responsables personales,
«personalismos», simpatías o intereses de grupos de presión económica.
Y todo bajo el común denominador de mucho poder, escasa autoridad.
La docilidad que la administración impone a sus servidores, con
una maquinaria agarrotada, un «establishment» ampliamente instalado en
la comodidad, una justicia distraída, una enseñanza universitaria escan-
dalosamente endogámica e inclinada al nepotismo, miseria en definitiva,
«chusquerismo» profesional creciente, constituye, todo ello, un clima
poco propicio para forjar reformas radicales, imprescindibles, por otra
parte, para permitir una praxis que descienda a la raíz de las necesidades.
Al contrario, se esteriliza al que trabaja con iniciativa, es blasfemo
quien disiente, incendiario quien piensa, locura el elogio a la diferencia.
Se silencia el ingenio. Más soldados, menos poetas. Los «no alinea-
dos», los rebeldes, al limbo iconoclasta; quizá se rediman cuando cobren
conciencia de su fracaso. Pero —resulta imprescindible la conjunción ad-
versativa— aburren tantos triunfadores, repugnan en la embriaguez de su
éxito, abandonados a su sueño en luz de otoño; su discurso es para nada
original; siempre espeso, repetitivo y rancio. Infecundo.
En lo que atañe a la Medicina Forense oficial —la de todos los
días—junto al deplorable desapego entre la teoría y la práctica (*), el eco
de su crítica ha tenido gran resonancia en países de nuestra misma plata-
forma continental, con opiniones devastadoras, dolorosas para los que to-
davía conservan la sensibilidad de un sentimiento patriótico. Algunos
no comprenden que «una autopsia es una cirugía mayor». No es tolerable
ligereza ni frivolidad cuando se sabe que la apreciación técnica del mé-
dico forense puede ser decisiva, llega a serlo, en la resolución judicial;
cuando la verdad formal eclipsa, ignora, o simplemente se despreocupa de

* El Decreto 1497/99, de 24-09 (BOE, 25-09-99), que regula un procedimiento ex-


cepcional para el título de médico especialista, en lo que ahora interesa, hace posible que
los médicos forenses obtengan el título de especialista en medicina legal y forense, su-
peradas las pruebas establecidas. No obstante, esto en nada resuelve la cuestión de fondo;
es a lo sumo un maquillaje, algo transitorio, una pérdida de tiempo, que impide una so-
lución que cada vez se hace más inaplazable. La llamada «especialidad medicina legal y
forense», al estar viciada por un trasnochado planteamiento enciclopedista del ejercicio
médico, resulta caduca, socialmente inservible en el ámbito pericial. En consecuencia, la
misma especialidad es incapaz de llenar los cometidos que ha de desempeñar una medi-
cina forense acorde con los tiempos. Por otra parte, cabe sospechar, que dentro de la ba-
talla intestina por el «control del muerto», la comunión con lo que se sustancia en el De-
creto aludido, supondrá un triunfo desde la perspectiva del feudalismo docente, hace
años anhelado; un auténtico abrazo del oso» para el Cuerpo de Médicos Forenses, para el
Ministerio de Justicia.
PRESENTACIÓN XV

la verdad sustantiva; cuando, en fin, un ejercicio obsoleto tiene amparo le-


gal, en su caso la indulgencia, para justificar actuaciones que constituyen
un riesgo, empañan o llegan a enturbiar la credibilidad en la Justicia.
Respecto al ámbito privado, la sombra de las entidades aseguradoras
ha de ser sometida igualmente a un riguroso examen, a un control estre
cho. Entidades que se nutren, y alimentan, de facultativos engañosa
mente titulados «especialistas», en concubinato con algunas Facultades
de Medicina, con el colaboracionismo y las ocurrencias de un talento
«borderline», sus imitadores y acólitos. Centros que, con el abono servil
de mandaderos e intrépidos docentes universitarios, promocionan la
colección y almacenamiento de títulos («papeles»), masters, congresos,
demás linajes y otros eventos científicos, primando la apariencia: mucho
curriculum, poco estudio y menos oficio. Todo maqueta. «Ciencia ba
sura empresarial ...... La buena ciencia es aquella que produce los re
sultados apetecidos, independientemente de su calidad científica. El
oportunismo de la industria en ese punto es ilimitado» (E. S. HERMÁN,
1999). La actividad pericial médica está muy penetrada por sociedades
cuyo único norte es el provecho del capital, la cuenta de resultados,
glotonería avariciosa insaciable, que trastorna la razón, tanto que resul
tan inquietantes para una práctica aséptica, sosegada e independiente,
para el desarrollo de líneas de investigación. Colectivos de las diferentes
áreas del ejercicio médico, colegios oficiales, comunidades científicas de
especialistas con capacitación profesional de ámbito estatal, han de re
clamar su protagonismo, mayor interés por la lesionologia y peritología
forenses.
Una ciencia que en su práctica responde a una estructura y organi-
zación que permanece fondeada en principios de amplia inspiración en el
siglo xix, que dormita, insulta la inteligencia; ya no es ni puede seguir
llamándose ciencia. La Pálida y su séquito nunca han suscitado especial
entusiasmo entre los gestores de la cosa pública, quizá por su menguada
altura. Pero la atención que un país presta a la Medicina Forense es un
exponente de madurez social, un índice de civismo. Se merece, es pre-
ciso, un debate parlamentario.
Otrosí: dígase esto en voz alta, sin ambages ni cobardías más allá de
los corrillos de los eternos descontentos, asfixiados en una infelicidad
que se fragua en la prudencia de su titubeo, conspirando con intrigas so-
lapadas; dígase también una vez más queriendo superar escritos y ma-
nifiestos de consumo interno, intentando, pues, responder a la ciudadanía
con espíritu de servicio.

EL AUTOR
1
La lesión

1.1. CONCEPTO

El término de lesión es muy expresivo, muy «globalizador», tanto en


su vertiente clínica como en el alcance jurídico que se le quiera dar, con
importantes connotaciones y matices en uno y otro terreno.
Con carácter general, por lesión se entiende «daño o detrimento cor-
poral causado por una herida, golpe o enfermedad»; y, en una segunda
acepción, cualquier daño, perjuicio o detrimento», en un restringido
sentido médico, como lesión se define el «daño o alteración morbosa, or-
gánica o funcional, de los tejidos».
Acudiendo a una interpretación amplia, en una experiencia biológica,
lesión es cualquier alteración somática o psíquica, que, de una u otra for-
ma, perturbe, amenace o inquiete la salud de quien la sufre, o, simple-
mente, limite o menoscabe la integridad personal del afectado, ya en lo
orgánico ya en lo funcional.
En consecuencia, se ha de entender que, en primer lugar, lesión no es
sólo golpe, herida o detrimento corporal, limitado a una mera modifica-
ción anatómica, se haya o no producido una solución de continuidad.
Esta denominación pretende ir más lejos, proyectándose con una ampli-
tud suficiente, abarcando cuanto menoscabe en lo orgánico o en lo fun-
cional al individuo, sin tener por qué identificarse con la enfermedad o
falta de salud. En tal marco, basta con que se haya operado cualquier
merma en la integridad de la biología individual, en su experiencia vital,
con independencia de que pueda tener una repercusión práctica en uno o
varios campos de la actividad humana.
2 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

1.2. LESIÓN PSÍQUICA

En particular interesa también considerar la lesión psíquica, de la que


ESBEC1, reconduciéndola como daño, apunta:

— el concepto de daño psíquico es relativamente reciente. Se puede


definir como «la consecuencia traumática de un acontecimiento
que es vivenciado como un ataque que desbordas la tolerancia
del sujeto, que se instaura a nivel inconsciente por su grado de in-
tensidad y la incapacidad del sujeto de responder a él, por la
desorganización de sus mecanismos defensivos, derivando en
trastornos de características patológicas, que se mantienen por un
tiempo indeterminado, que pueden o no ser remisibles;
— el daño psíquico se da a nivel inconsciente; la desestructuración
de la personalidad conduce a trastornos mentales (de conducta);
— el daño moral, por el contrario, está más relacionado con una ac-
titud consciente del sujeto e implica una percepción personal
más de perjuicio que de sufrimiento; la relatividad e imprecisión
del concepto daño moral, su acientificismo, imposibilitan una
cuantificación empírica;
— el daño psíquico debe ser pensado desde una visión estructural y
dinámica. Y si nos remitimos al concepto dinámico, podemos se-
ñalar que se caracteriza por un aflujo de excitaciones excesivo,
en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de con-
trolar y elaborar dichas excitaciones (LAPLANCHE y PONTALIS);
— desde una perspectiva homeostática, el daño psíquico se entiende
como una excitación que sobrepasa los límites de la tolerancia.

1.3. DEFICIENCIA, DISCAPACIDAD Y MINUSVALÍA

Existen otras expresiones, términos relacionados y emparentados


con el de lesión, que a veces se utilizan como sinónimos, que se vienen
utilizando en inglés y en español, «si bien no existe una identidad»
(PUIG DE LA BELLACASA) 2, pudiendo señalar las que siguen, pero sólo a
1
ESBEC, E., Tratamiento psicolegal de las discapacidades psíquicas postraumáticas.
Aspectos generales. Revista Española del Daño Corporal, núm. 5. Ediciones Díaz de San
tos, Madrid, 1997.
2
En comentarios que dedica el autor a la Clasificación Internacional de Deficiencias,
Discapacidades y Minusvalías (OMS), en Boletín de estudios y documentación de servi-
cios sociales, núm. 8/1981, editado por el INSERSO, Madrid.
LA LESIÓN 3

efectos prácticos, con las reservas que se dan a entender, y buscando que
los términos sean «gramaticalmente manejables»:

DEFICIENCIA DISCAPACIDAD MINUSVALÍA

(IMPAIRMENT) (DISABILITY) (HANDICAP)

Menoscabo Discapacidad Invalidez


Limitación Incapacidad Minusvalidez
Impedimento Inhabilidad
Lesión Impedimento

Partiendo de que en la enfermedad hay que tener en cuenta:

ETIOLOGÍA → PATOLOGÍA → MANIFESTACIÓN

la O.M.S., bajo el epígrafe las consecuencias de la enfermedad, consi-


dera, en un esquema que resulta muy operativo, las siguientes situa-
ciones:

ENFERMEDAD
o TRASTORNO → DEFICIENCIA → DISCAPACIDAD MINUSVALÍA
(situación (exteriorizada) (objetivada) (socializada)
intrínseca)

DEFICIENCIA DISCAPACIDAD MINUSVALÍA


de lenguaje órgano de para hablar de orientación
la audición órgano de para escuchar
la visión para ver

músculo-esquelética para arreglarse de independencia


para alimentarse física, de movi-
deambulación lidad

psicológica de la conducta de integración social


4 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Matizando todavía más, HERNÁNDEZ GÓMEZ3 plantea las siguientes


distinciones terminológicas:

— DETRIMENTO (impairment): alteraciones del substrato estruc-


tural o «menoscabo» o «defecto», «deterioro», definiendo estas
voces como «la alteración surgida en el substrato estructural de al
menos uno de los componentes que integran la personalidad hu-
mana»;
— DESVENTAJA (handicap): «limitación», situación subjetiva
que limita al que presenta un detrimento (alteraciones o mer-
mas de la aptitud personalística global»);
— DISCAPACIDAD (disability): repercusiones del detrimento en
cuanto a la actividad funcional inespecífica (alteraciones de la ca-
pacidad personalística o condición funcional de la persona);
— DEFICIENCIA (deficiency): se remite a la limitación que supo-
ne aplicar la funcionalidad alterada a una tara concreta; cuando lo
funcional se convierte en selectivo, la deficiencia deriva de facio
—hacer—, indicando una falta de eficiencia;
— MINUSVALÍA (invalidity): consecuencia legal (en el porcenta-
je establecido).

En síntesis, «detrimento en la estructura, discapacidad en la fun-


ción, deficiencia en la acción y minusvalía en la ley», recordando el au-
tor citado que «malas traducciones del inglés y peores fundamentos
conceptuales han pretendido crear un caos lingüístico contra el que es
preciso luchar».

1.4. FACTORES CAUSALES

En su origen, y para su producción, cabe distinguir medios materia-


les y morales (JASO). Los primeros pueden ser físicos, químicos, bioló-
gicos o mecánicos, actuando externa o internamente, incluyendo en esta
última situación el esfuerzo físico con ocasión del trabajo o aplicado en
otro empleo. Igualmente, y con respecto a los segundos, una conducta
contraria a la moral es susceptible de lesionar («abusando de la creduli-
3
HERNÁNDEZ GÓMEZ, Minusport, núm. 104, Madrid 1992, y de su estudio previo sobre
la Clasificación y Valoración de las alteraciones de la personalidad. Para mayor do-
cumentación, se puede consultar La Incapacidad para el trabajo, pp. 31 y 32. RODRÍGUEZ
JOUVENCEL, J. M. Bosch-editor, S.A., Barcelona, 1993.
LA LESIÓN 5

dad o flaqueza de espíritu de otros», según precisaba el art. 421 del an-
tiguo Código Penal, Ley 44/71).
Todos estos mecanismos, a su vez, son capaces de incidir directa o
indirectamente, con o sin un efecto sinérgico, condicionando o favore-
ciendo la aparición del daño; tiene enorme interés llegado el momento de
dilucidar la relación causal, teniendo además presente que este daño, al
menos en toda proporción, no siempre se manifiesta de forma inmediata,
sino que a veces aparece sólo a medio o largo plazo. Así sucede, por
ejemplo, en la actualización de ciertas contingencias profesionales (en-
fermedades profesionales, enfermedades del trabajo patologías por hi-
persolicitación, etc.). Tratándose de accidentes de tráfico, «en el aspecto
médico-forense, se debe de considerar los problemas de imputabilidad
que plantea una secuela tardía o una muerte que se demora en el tiempo,
después del accidente: ciertas fracturas o lesiones internas permanecen
sin diagnosticar durante horas, o los días que siguen al tratamiento de un
politraumatizado de accidente de tráfico» (MERCIER, LAMBERT, CÓRTZ,
WRRINGER, DESMAREZ). Igualmente, atención especial merecen las le-
siones derivadas por traumatismos de cráneo, cuyas manifestaciones
patológicas pueden surgir a medio o muy largo plazo4.

1.5. SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE Y SIGNO-FUNCIÓN

De cualquier modo, la lesión, a partir de un orden clínico inicial, ha


de ser sometida a un proceso interpretativo, en un «iter» de etapas su-
cesivas, proponiendo las siguientes fases5, a saber:

a) la lesión en su vertiente iconográfica o significante, esto es; la


apreciación de una estructura dañada en cuanto objeto en su for-
ma física o mental;
b) la lesión en su vertiente iconológica o significado, representación
psíquica que se hace el explorador en tanto entiende o intuye
«algo» que conecta con la repercusión funcional del daño física-
mente contemplado;
4
M. R. JOUVENCEL, Biocinemática del Accidente de Tráfico, pp. 1, 2, 178 y 248. Edi-
ciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 1999. También puede consultarse Revista Españo-
la del Daño Corporal, núm. 4, Editorial. Ediciones Díaz de Santos, S.A. Madrid, 1996.
5
Redacción a partir de la idea tomada de los conceptos de la estructura lingüística co-
municativa (ROLAND BARTRES, ref. diccionario enciclopédico ESPASA, suplemento 1971-72)
y aplicándolos el autor por analogía a la cuestión que ahora se trata. En un sentido más amplio,
también se puede consultar La Incapacidad para el trabajo, pp. 111 y ss., o.c.
6 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

c) la lesión como signo-función, en la manera que ese daño ya no


queda detenido en la etapa anterior (puramente imaginativa, es-
peculativa), sino que se configura como un proceso global en el
que el significante y el significado se han de apreciar en una
confluencia que trasladada a la práctica se reconduce a determi-
nadas exigencias funcionales (ya sean laborales, actividades do-
mésticas, deportivas, etc.

1.6. LAS LESIONES EN EL CÓDIGO PENAL

Las lesiones pueden merecer atención desde los distintos campos en


que la administración proyecta su actividad. Penalmente, lesión es «cual-
quier daño inferido en el cuerpo o en la salud de una persona, que no le
causa la muerte ni que haya sido dirigido a causarla» (CARRARA). El de-
lito de lesiones constituye un atentado contra la integridad personal,
movido por una animus laedendi, pero sin que tal conducta antijurídica
persiga un propósito de matar, animus necandi, pues si así fuera se tra-
taría un homicidio en grado de tentativa o frustración.
Tradicionalmente, antes de las reformas emprendidas en el Código
Penal (a partir de la Ley Orgánica 3/1983, de 21 de junio), en la práctica
forense, se clasificaban como: lesiones graves, menos graves y leves; or-
den establecido bajo un criterio cronológico, que dependía de la duración
de la enfermedad, incapacidad o de la misma asistencia facultativa (más
de 30 días —graves—, más de 15 —menos graves— y menos de 15 —
leves—). Tal criterio, a pesar de haber desaparecido en la actualidad del
cuerpo legal aludido, merece la pena ser tenida en cuenta, pues es útil en
algunos casos para el médico a efectos pronósticos, aunque sólo sea a tí-
tulo meramente orientativo.
El actual criterio de clasificación de las lesiones, modifica el anterior y
se fija en la intencionalidad y en los medios empleados para inferir el daño.
Las lesiones, penalmente, pueden ser calificadas como delitos o faltas.

1.6.1. Lesiones contra las personas constitutivas de delitos

De acuerdo con la actual redacción del Código Penal (Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Libro II —Delitos y sus Penas—), con-
viene en especial referirse a los preceptos siguientes6:
6
Tomando notas y comentarios resumidos del Código Penal editado por COLEX,
1998, del que son autores LUZÓN CUESTA, TORRES-DULCE LIFANTE, GÓMEZ GUILLAMON,
LA LESIÓN 7

Art. 147: 1. «el que, por cualquier medio o procedimiento, causara


a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física
o mental, será castigado como reo del delito de lesiones con la pena de
prisión de seis meses a tres años, siempre que la lesión requiera objeti-
vamente para su sanidad, además de una primera asistencia facultativa,
tratamiento médico o quirúrgico. La simple vigilancia o seguimiento fa-
cultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento médico».
2. No obstante, el hecho descrito en el apartado anterior será casti-
gado con la pena de arresto de siete o veinticuatro fines de semana o
multa de tres a doce meses, cuando sea de menor gravedad, atendidos el
medio empleado y el resultado producido.
En atención a lo que dispone este artículo, el tratamiento médico o
quirúrgico constituye el factor fundamental para configurar este tipo
penal, pues dice: «siempre que la lesión requiera objetivamente para su
sanidad, además de una primera asistencia facultativa, tratamiento mé-
dico o quirúrgico, la simple vigilancia o seguimiento facultativo del
curso de la lesión no se considerará tratamiento médico».
Este precepto, repite el texto del antiguo Código Penal, en su art.
420, aunque añade una precisión con respecto al concepto de tratamiento
médico: la simple vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la
lesión no se considerará como tratamiento médico. Tampoco se consi-
derará tratamiento la primera asistencia, aunque consista en prescribir
una intervención quirúrgica, inmediata o mediata. La distinción entre
tratamiento y vigilancia o seguimiento médicos no es fácil de establecer.
Según la sentencia del T.S. 787-97 (de 3-6), debe considerarse trata-
miento aquel en el que se haya recurrido a medicamentos necesarios para
controlar un determinado proceso posterior a una herida, siempre que el
paciente pueda sufrir efectos secundarios que importan un riesgo o una
perturbación no irrelevante para su salud.
Por asistencia facultativa, según la Circular 2/90, de la Fiscalía Ge-
neral del Estado, se entiende:

— el término de asistencia no debe vincularse al de asistencia in-


mediata;
— califica la primera asistencia con las notas de su necesidad de ser
prestada por titular habilitado legalmente (médico, practicante,
ATS, etc.);
— en cuanto al tratamiento médico, la Circular exige que sea dis-

MOYNA MÉNGUEZ, ORTIZ ÚRCULO. Para mayor información es aconsejable que el lector se
remita a dicho texto.
8 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tinto y ulterior a la primera asistencia, necesario, con finalidad


curativa, prescrito por un titulado en medicina;
— y con respecto al tratamiento quirúrgico sea de cirugía mayor o
menor, incluso si ha sido presentado por un titulado de grado
medio.

Fuera de los supuestos de pura y simple prevención u observación,


toda lesión que requiera una intervención activa, médica o quirúrgica,
será ya tratamiento (S. T.S., 6-2-93 y 1.260/95, de 14-6).
Interesa destacar que para la computación de la duración de las le-
siones del art. 420 (hoy 147) se ha de tener en cuenta el período durante el
cual el lesionado está fuera de su estado normal por necesidad de asis-
tencia facultativa, o lo que es lo mismo por estar en período clínico,
diagnóstico, de convalecencia o reposo, tiempo que la salud quebrantada
por el acto lesivo punible, necesita para restablecerse aún cuando duran-
te ese lapso el enfermo o lesionado no hubiese estado impedido para sus
ocupaciones. En este sentido inciden las SS. de 2 y 27-3-85 y 9-12-88 (S.
13-7-90).
Art. 148: «las lesiones del apartado 1 del artículo anterior podrán ser
castigadas con la pena de prisión de dos a cinco años, atendiendo al re-
sultado causado o riesgo producido:
1.° Si en la agresión se hubieran utilizado armas, instrumentos, ob-
jetos, medios, métodos o formas concretamente peligrosas para la vida o
salud física o psíquica del lesionado.
2.° Si hubiera mediado ensañamiento.
3.° Si la víctima fuera menor de doce años o incapaz».
Art. 149: «el que causara a otro, por cualquier medio o procedi-
miento, la pérdida o inutilidad de un órgano, miembro principal o de un
sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad, una grave
enfermedad somática o psíquica, será castigado con la pena de seis a
doce años».
Art. 150: El que causare a otro la pérdida o inutilidad de un órgano
o miembro principal o la deformidad, será castigado con la pena de pri-
sión de tres a seis años.
(La jurisprudencia ha entendido por deformidad «toda irregularidad
física, visible y permanente; alteración corporal externa, anormalidad fí-
sica que suponga desfiguración o fealdad ostensible a simple vista»,
SS. 19-9-83, 14-5-88 y 23-1-90). Es importante aclarar que, en este
contexto, su apreciación es normalmente competencia de la Sala de
instancia, que durante el juicio puede apreciar in situ las lesiones pro-
ducidas, así como sus repercusiones estéticas y funcionales, si bien ello
LA LESIÓN 9

supone un juicio de valor susceptible de revisión en casación (SS. 20-3-


84 y 17-9-90).
Art. 151: La provocación, la conspiración y la proposición para co-
meter los delitos previstos en los artículos precedentes de este Título, se-
rán castigadas con la pena inferior en uno o dos grados a la del delito co-
rrespondiente.
Art. 152.1: El que por imprudencia grave causare alguna de las le-
siones previstas en los artículos anteriores será castigado:
1.° Con la pena de arresto de siete a veinticuatro fines de semana si
se tratase de las lesiones del artículo 147.1.
2.° Con la pena de prisión de uno a tres años si se tratare de lesiones
del artículo 149.
3.° Con la pena de prisión de seis meses a dos años si se tratase de
las lesiones del artículo 150.
Art. 152.2: Cuando los hechos referidos en este artículos se hayan
cometido utilizando un vehículo a motor, un ciclomotor o una arma de
fuego, se impondrá asimismo, y respectivamente, la pena de privación
del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores o del derecho a
la tenencia y porte de armas por término de uno a tres años.
Art. 152.3: Cuando las lesiones fueran cometidas por imprudencia
profesional se impondrá asimismo la pena de inhabilitación especial
para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo por un período de uno a
cuatro años.
Art. 153: El que habitualmente ejerza violencia física sobre su cón-
yuge o persona a la que se halle ligado de forma estable por análoga re-
lación de afectividad o sobre los hijos propios o del cónyuge o convi-
vente, pupilos, ascendientes o incapaces que con él convivan o que se
hallen sujetos a la potestad, tutela, cúratela o guarda de hecho de uno u
otro, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años, sin
perjuicio de las penas que pudieran corresponder por el resultado que, en
cada caso, se causare.
Art. 154: Quienes riñeren entre sí, acometiéndose tumultuariamen-
te, y utilizando medios o instrumentos que pongan en peligro la vida o la
integridad de las personas, serán castigados por su participación de la
riña con la pena de prisión de seis meses a un año o multa superior a dos
y hasta doce meses.
Art. 155: En los delitos de lesiones, si ha mediado el consentimien-
to de forma válida, libre, espontáneamente y expresamente emitido del
ofendido, se impondrá la pena inferior en uno o dos grados.
No será válido el consentimiento otorgado por un menor de edad o
un incapaz.
10 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Art. 156: No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, el con-


sentimiento válida, libre, consciente y expresamente emitido exime de
responsabilidad penal en los supuestos de trasplante de órganos efec-
tuado con arreglo a lo dispuesto en la Ley; esterilizaciones y cirugía tran-
sexual realizada por facultativo; salvo que el consentimiento se haya ob-
tenido viciadamente, o mediante precio o recompensa, o el otorgante sea
menor de edad o incapaz; en cuyo caso no será válido el prestado por és-
tos ni por sus representantes legales.
Sin embargo, no será punible la esterilización de personas incapaci-
tada que adolezca de grave deficiencia psíquica cuando aquélla, tomán-
dose como criterio rector el de mayor interés del incapaz, haya sido au-
torizada por el juez, bien en el mismo procedimiento de incapacitación,
bien en un expediente de jurisdicción voluntaria, tramitado con poste-
rioridad al mismo, a petición del representante legal del incapaz, oído el
dictamen de dos especialistas, el Ministerio Fiscal y previa exploración
del incapaz.

Otros delitos de lesiones regulados en el Código Penal:

— delitos contra el feto (art. 157 y 158);


— aborto (art. 144 a 146);
— delitos relativos a la manipulación genética (arts. 159 a 162, am-
bos inclusive);
— inducción al suicidio, eutanasia, etc. (art. 143);
— torturas y otros delitos contra la integridad moral (arts. 173 a 177);
— delitos contra la salud pública (arts. 359 a 378).

1.6.2. Lesiones contra las personas constitutivas de faltas

El Libro III, Título I, del Código Penal, regula este tipo de faltas, es-
tableciendo:

Art. 617.1: El que, por cualquier modo o procedimiento causare a


otro una lesión no definida como delito en este Código, será castigado
con la pena de arresto de tres a seis fines de semana o multa de uno o dos
meses.
Art. 617.2: El que golpeare o maltratase de obra a otro sin causarle
lesión será castigado con la pena de arresto de uno a tres fines de sema-
na o multa de diez a treinta días.
Este artículo tiene concordancias con el art. 147 (delito), 153 (vio-
LA LESIÓN 11

lencias) y 157 (delito de lesiones al feto). El apartado primero tiene ca-


rácter residual del delito de lesiones, alcanzando el apartado 2 a los casos
de golpeamiento sin lesiones propiamente dichas (maltrato de obra).
De esta forma, «el criterio para la falta básica (art. 617) es el de cajón
de sastre: toda lesión no tipificada como delito se convierte automáti-
camente en falta».
Art. 621.1: Los que por imprudencia grave causaren alguna de las
lesiones previstas en el apartado 2 del artículo 147, serán castigados
con la pena de multa de uno a dos meses.
Art. 621.2: Los que por imprudencia leve causaren la muerte de otra
persona, serán castigados con la pena de multa de uno a dos meses.
Art. 621.3: Los que por imprudencia leve causaren lesión constitu-
tiva de delito, serán castigados con la pena de multa de quince a treinta
días.
Art. 621.4: Si el hecho se cometiera con vehículo a motor o ciclo-
motor, podrá imponerse además, respectivamente, la privación de dere-
cho a conducir por tiempo de tres meses a un año.
Art. 621.5: Si el hecho se cometiera con arma podrá imponerse,
además, la privación de derecho a la tenencia y porte de armas por
tiempo de tres meses a un año.
Art. 621.6: Las infracciones penadas en este artículo sólo serán per-
seguidas mediante denuncia de la persona agraviada o de su represen-
tante legal.

En sentido general, el médico ha de tener presente que ante una le-


sión, junto a las exigencias propias de su hacer habitual —esto es, en la
faceta netamente clínica: diagnóstico, tratamiento, observación, control
evolutivo, etc.— en algunos casos podrá ser solicitado, ya por el propio
paciente o por determinados terceros, para que informe de sus actuacio-
nes, evalúe en el campo que le es propio la entidad nosológica apreciada
e incluso perite, si es requerido para ello.
Anótese igualmente, que en el cumplimiento del deber de informa-
ción que le corresponde al médico, éste se ha de limitar a la descripción
de los hechos con la mayor claridad, mas nunca hacer consideraciones de
naturaleza jurídica sobre determinados aspectos relacionados con tales
hechos (así, establecer discusiones, en su contemplación legal, de lo
que se entiende por «asistencia facultativa», «tratamiento médico qui-
rúrgico», etc.). En atención a la importante función del médico para el
esclarecimiento de los hechos, el facultativo cierto que ha de conocer
materias de hecho y de derecho, sabiéndolas entrelazar adecuadamente
en su registro mental, pero sin el error de invadir el terreno que corres-
12 MANUAL DEL PERITO MEDICO

ponde a otros; de ahí que cualquier observación del clínico haya de ser
estrictamente médica, a modo de consideraciones médicas, pero nunca
legales.
Recuérdese también que el Informe de Alta viene regulado en la
Orden del Ministerio de Sanidad de 6-9-84 (BOE 14-9-84) y se define
[art. 3.4.e)] como «un resumen de la historia clínica y exploración física
del paciente».
El Decreto 45/1988 de 17 de marzo (B.O. del País Vasco)7 al que se
alude por su indudable interés, respecto a la «Hoja de Informe Clínico de
Alta» establece que:

«Es el documento que contiene la información del episodio asisten-


cial.»

«Deberá realizarse cuando se produzca un ingreso hospitalario, así


como al final de cada episodio atendido en régimen ambulatorio, siempre
y cuando el paciente no disponga de un informe previo en el servicio por
el mismo proceso.
En el momento del alta, dicho documento será entregado en mano al
paciente o representante legal del mismo. En aquellos casos en que, por
falta de datos, no puede realizarse de forma inmediata la entrega de In-
forme Clínico de Alta con un diagnóstico definitivo, éste deberá ser re-
mitido por correo al domicilio habitual del paciente entregándole, en tan-
to, un informe de alta provisional.
En el supuesto de fallecimiento del paciente, el Informe Clínico de
alta será remitido a los familiares o allegados más próximos.
En todo caso, y siempre que el paciente fuere dado de alta para ser
trasladado a otro hospital, el Informe Clínico de Alta deberá necesaria-
mente acompañar al paciente para su presentación en el centro de destino.
El Informe Clínico de Alta se presentará mecanografiado o manus-
crito con letra y contenido inteligible.
Deberá cumplir los requisitos mínimos establecidos en la Orden del
Ministerio de Sanidad y Consumo de 6 de septiembre de 1984 por la que
se establece la obligatoriedad de elaboración del informe de alta para pa-
cientes atendidos en Establecimientos Sanitarios (BOE de 14 de sep-
tiembre).»
7
Decreto 45/1998, de 17 de marzo, por el que se establece el contenido y se regula la
valoración, conservación y expurgo de los documentos de registro de actividades clínicas
de los servicios de urgencias de los hospitales y de las historias clínicas hospitalarias. Ref.
GARCÍA HERNÁNDEZ, T., Manual del médico para evitar demandas judiciales, pp. 107 y
ss. Editorial La Ley-Actualidad, S.A., Madrid, 1999.
LA LESIÓN 13

Los requisitos mínimos que debe cumplir el Informe Clínico de Alta,


según la Orden Ministerial de 6 de septiembre de 1984 (a secundar en
todo el territorio del Estado), obligan a hacer constar: fecha de admisión
y de alta; motivo del alta (curación, mejoría, alta voluntaria, falleci-
miento, traslado a otro centro para su diagnóstico o tratamiento); resu-
men de las pruebas diagnósticas practicadas; resumen de la actividad
asistencial dada al paciente, con los resultados de las pruebas comple-
mentarias más significativas para su seguimiento y evolución); diag-
nóstico principal; otros posibles diagnósticos, si se estima procedente;
tratamiento que ha de seguir el paciente.
2
Causa y concausas

La existencia de una lesión demanda casi inmediatamente, tanto en la


esfera netamente médica como muchas veces en su alcance jurídico, la
búsqueda de los elementos que la propiciaron, el factor o factores cau-
sales y concausales, en su caso, susceptibles de dañar, tanto que se pue-
da establecer una relación entre la lesión y el hecho dañoso.
Genéricamente, causa es el origen, principio o fundamento de algo;
todo lo que explica de alguna manera la existencia o el cambio de otra
cosa; la causa es, pues, correlativa al efecto. Se llama causalidad a la re-
lación entre el efecto y la causa. Ante todo fenómeno que tiene causa se
dice que existe principio de casualidad.
En el ámbito jurídico, la teoría de la equivalencia (VON BURI, tam-
bién llamada teoría de la conditio sine qua non), ilustra a algunas legis-
laciones que no tienen una regulación específica, según la cual se con-
sideran integrantes de la causa todas las condiciones que cooperan a la
producción del resultado, no llegándose al mismo sin su intervención;
quien es causa de la causa, es causa del mal causado. Frente a esta teoría
se coloca otra de tipo contrapuesto, llamada teoría de la adecuación
(VON BAR y VON KRIES), para la cual la causa hay que buscarla tan
sólo en aquello que venga apropiado para producir el resultado. Esta úl-
tima teoría procura establecer matices, tanto que colaciona otros ele-
mentos, llamados concausas, capaces de tener influencia en la determi-
nación del hecho.
De esta forma, si la causa se presenta como un factor necesario y su-
ficiente para determinación del hecho, la concausa concurre como ne-
cesaria pero carece de suficiencia. Esto indica que producida una lesión,
16 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

en la dinámica de la configuración del daño definitivo, otros factores


pueden participar e influir, porque, como consecuencia de esta pertur-
bación (la lesión por sí misma), se puede ver agravado por un estado
anormal preexistente, simultáneo o sobrevenido, pero, que de cualquier
modo, unos en unión de los otros, son capaces de formar causa «con»
aquellos que en principio desencadenaron la lesión.
Por su grado de certeza en la relación causa-efecto, la doctrina ita-
liana, indica HERNÁINZ MÁRQUEZ1, las separó en verdaderas y de dudo-
sa consideración; las de la lesión y las de la incapacidad; «la primera
distinción alude a la influencia patente o cierta, supuesta o dudosa, que
hayan podido acarrear en la producción del efecto, separando la segunda
distinción a aquellas que, respectivamente, puedan ejercer su eficiencia
en el proceso lesivo o en la incapacidad laboral».
Sin embargo, mucho más útil parece la siguiente clasificación, que,
propuesta por el mismo HERNÁINZ MÁRQUEZ, distingue las concausas se-
gún el momento de su aparición, que las define y expone como se indi-
ca a continuación: a) concausas anteriores; b) concausas simultáneas;
c) concausas posteriores.

a) Concausas anteriores: son las que existen al tiempo de ocurrir la


lesión, y que han contribuido a su desarrollo y a las consecuencias
de la misma.
Las concausas anteriores —también llamadas por otros au-
tores preexistentes2— pueden coincidir con el estado anterior
(siempre que éste tenga participación en la génesis del daño),
que SIMONIN3 define como «un factor mórbido preexistente, re-
presentado por antecedentes patológicos, por las predisposicio-
nes individuales, por las taras constitucionales o adquiridas, por
los trastorno de naturaleza estática o de carácter evolutivo»;
añádase a esto que «todo individuo presenta un estado anterior,
ya se trate de una lisiadura, de fragilidad en relación con la
1
HERNÁINZ MÁRQUEZ, M. Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, p.
95. Edita Revista de Derecho Privado, Madrid, 1945. Para un «estudio más detallado», el
autor se remite a: DE CUPIS, La concausa del diritto degli infortuni e iprincipi del diritti
comune, Roma, 1934; PEZANNI, La concausa di invalidita, Riv. Critica, 1928, p. 231;
CARNELUTTI, Infortuni sul lavoro, Roma, 1913, vol. I, 169 y ss.; PELLIGRINI, Elementí di
infortunistica, Cedam, Padova, 1936, p. 258.
2
BASILE, A., DEFILIPPIS NOVOA, E., GONZÁLEZ, O., Medicina Legal del Trabajo y Se-
guridad Social, p. 259. Editorial Abaco de Rodolfo Depalma, Buenos Aires, 1983. Tales
concausas se contraponen, como más abajo se recoge, a las «sobrevinientes», en el orden
de la terminología que usan estos autores.
3
SIMONIN, C, Medicina Legal y Judicial, p. 287. Editorial JIMS, Barcelona, 1982.
CAUSA Y CONCAUSAS 17

constitución, edad, las condiciones de vida e, incluso, una pre-


disposición»4.
b) Concausas simultáneas: las que se precipitan junto a las que de
por sí dan lugar al hecho traumático.
c) Concausas posteriores —o sobrevinientes—, que tienen lugar
después de la materialización del infortunio.

Por otra parte, según otros autores5, cabe distinguir entre concausas
emergentes y concausas convergentes siendo las primeras «las que
tienen responsabilidad jurídica, porque se identifican con efecto» y, por
el contrario, las segundas no la tienen, «por cuanto no es posible cargar
al agente causal con los estados morbosos del estado anterior o poste-
rior del accidentado y porque no mantienen los postulados de causa
efecto»6.
La cuestión de la concausalidad puede tener su importancia, tal
como en tiempos pasados, y más todavía cuando es una puerta que se in-
tenta abrir, forzar, para eludir o aminorar responsabilidades, al plantear-
se el dilema de si han de tener en cuenta tan sólo los efectos dañosos pro-
vocados por una determinada causa o si se ha de considerar el resultado
de una forma global, al haberse materializado un perjuicio a causa de la
participación de complicaciones surgidas ya a partir de una predisposi-
ción anterior o por otros elementos concurrentes, con sus respectivos al-
cances en las distintas esferas en que la administración de justicia de-
senvuelve su actividad.
Algunos autores estiman que «el problema —y en atención a sus ob-
servaciones jurisprudenciales— queda reconducido hacia la existencia de
circunstancias que corten la relación de causalidad»7, como puede ser
4
ROUSSEAU, C, Elements de traumatologie Médico-legales a l'usage des specialistes
de I'indemnisation, p. 43. Editorial Mapire, Madrid, 1976.
5
DEDOMECCI, P. H., La Concausa en Accidentes de Trabajo, Revista de Medicina Le-
gal y Jurisprudencia Médica, Rosario Argentina, 1-6-43, núm. 1 y 2, p. 43 (según cita to-
mada de la obra Incapacidades Laborativas, p. 72, RUBISTEIN, S. J., Editorial Abaco
Rodolfo Depalma, Buenos Aires (Argentina), 1980.
6
Puede esto conectarse con un supuesto mencionado por CUNEO, al tratarse de «una
enfermedad muy grave en la que ciertas complicaciones o la muerte sobrevienen con fre-
cuencia y aún habitualmente en circunstancias y momentos ajenos al trabajo. La respon-
sabilidad del accidente es nula o mínima», (texto entrecomillado que citan GARCÍA TOR-
NEL CARRAS, L., y SÁNCHEZ BORDONA, J. M., en Valoración de las Incapacidades en los
Accidentes de Trabajo, p. 10. Editorial Paz Montalvo, Madrid, 1953.
7
FERNÁNDEZ DEL HIERRO, J. M., Responsabilidad Civil Médico-Sanitaria, p. 49.
Editorial Aranzadi, Pamplona, 1983. Se remite el autor a una observación de CARBONIER
—dirigida a la jurisprudencia francesa, pero «perfectamente aplicable a la española» al
opinar que «la jurisprudencia tiene una clara propensión a confundir la culpa con la re-
18 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

«el caso fortuito y la fuerza mayor», «la culpa de la propia víctima o la


intervención de un tercero».
En el terreno laboral, son interesantes las anotaciones hechas por DE
8
LA ROSA , al hablar del «riesgo preconstituido», en cuanto al tratamiento
dado a las «reducciones anatómicas y funcionales» anteriores a la afilia-
ción del trabajador al seguro, aunque, también apunta, «es una discusión
que hoy carece de la virulencia de otros momentos históricos donde la Se-
guridad Social tenía sus raíces más hundidas en las técnicas de los segu-
ros privados» (...). Respecto a la enfermedad común, al autor citado
aporta numerosa bibliografía, destacando entre ella las interpretaciones de
los autores italianos, pues marcan una línea especialmente interesante
bajo la distinción y deslinde de situaciones establecidas por BATINI y
MERCATI. El primero de ellos, BATINI9, hace este planteamiento:

a) Riesgo preconstituido absoluto o incapacidad permanente abso-


luta para atender a un trabajo provechoso.
b) Riesgo preconstituido relativo, esto es, que aún rebasando el um-
bral de la capacidad establecida, perfecciona la relación asegura
dora.

En el primer caso, dice MERCATI10, el riesgo preconstituido absoluto


debe quedar excluido del derecho a pensión; en el segundo, si el riesgo
preconstituido relativo se reconoce sin agravación no debe tampoco dar
lugar a esa prestación, puesto que no se ha verificado la pérdida del mar-
gen tutelado; pero, en cambio, sí tal riesgo preconstituido relativo se ha
agravado durante la relación con entidad aseguradora, debe dar el derecho
a la prestación cuando se reconozca la pérdida del margen tutelado.
Siguiendo en el campo de los infortunios laborales, la jurisprudencia
argentina ha materializado en sus resoluciones la teoría de la indiferen-
cia de la concausa; tal teoría se formula aseverando que «impide cual-
quier tipo de discriminación entre lesiones producidas por enfermedad de
que se trate y los factores agregados involuntariamente, preexistentes o
sobrevinientes, y parece derivación lógica de ello que el empleador

lación de causalidad», indicando a título de ejemplo las sentencias de 30 de junio de


1954, Ar. 1.998, y de 30 de mayo de 1969, Ar. 2.930.
8
ÁLVAREZ DE LA ROSA, J. M., Invalidez Permanente y Seguridad Social, p. 194. Edi-
torial Civitas, S.A., Madrid, 1982.
9
BATINI, E., Problemi médico legali dell'invalidita pensionabile, en Prev. Soc,
núm. 5,1968, p. 1.220, según cita DE LA ROSA.
10
MERCATI, A., // rischo preconstituito: un problema de risolvere, Prev. Soc. núm. 3,
1974, p. 721, según DE LA ROSA.
CAUSA Y CONCAUSAS 19

debe asumir la obligación de responder por la totalidad de las conse-


cuencias de aquella minusvalía pese a la incidencia —cierta o posi-
ble— de otras causales en su provocación, a partir del supuesto, no
cuestionado, de que aquel trabajo como concurrente, desencadenante o
acelerante del proceso incapacitante del actor»11.
Reforzando lo anterior, RUBISTEIN12 aclara que «esta teoría considera
que no obstante que el trabajador pudiera tener predisposición física o
psíquica para contraer determinadas afecciones, los diversos factores
que se generan en el trabajo —ambientales, físicos, mecánicos, quími-
cos, de radiación, nucleares, etc.— incluyendo los accidentes y las en-
fermedades profesionales, pueden servir para poner de manifiesto una se-
cuela importante, ya que la predisposición se mantuvo oculta e ignorada,
y el factor generativo fue determinante de la agravación o de la aparición
del estado patológico, que se hallaba latente».
De igual manera, dice SAN MARTÍN 13, «si aquél trabaja normalmente,
es lícito entonces considerar que al infortunio del trabajo debe atri-
buírsele en su totalidad la incapacidad resultante, aunque exista previa-
mente una predisposición morbosa o un estado de enfermedad latente,
aplicando la doctrina de la indiferencia de la concausa».
Respecto a la protección dispensada por la legislación social espa-
ñola, tanto la doctrina científica como la jurisprudencia han sido bastante
concluyentes, y, en general, se entiende que llegado el momento en que
sobrevenga la contingencia de que se trate, se ha de estar a la apreciación
conjunta y actual de las lesiones, en orden a determinar si se alcanza, o
no, una resultante capaz de significar una reducción de la capacidad la-
boral susceptible de estimarse frente a la existente con anterioridad al he-
cho o hechos que configuran el estado sujeto a discusión.
Aún en el caso de alteraciones de naturaleza congénita, no se exclu-
ye el posterior reconocimiento a la prestación a que hubiera lugar, siem-
pre y cuando se haya observado agravación a partir del estado primitivo,
pues se razona que si el beneficiario en un principio podía desempeñar
las tareas propias de su actividad —a pesar de esas mermas físicas ante-

11
CSLN, 13-5-86, SMITH, R., C/ Marriot, C.I.S.A., Doctrina Laboral, I., Errepar, 618
(cita tomada a su vez de DEFILIPPIES NOVOA, E., y SAGASTUME, M., en Tratado de Trau-
matología Médico-Legal, p. 94. Editorial Abaco de Rodolfo de Palma, Buenos Aires (Ar-
gentina), 1988.
12
RUBISTEIN, S. J., Las Incapacidades Laborativas, p. 74. Editorial Abaco de Rodol-
fo de Palma, Buenos Aires (Argentina), 1988.
13
SAN MARTÍN, H., La indiferencia de la concausa en medicina legal del trabajo, Re-
vista Argentina de Medicina Forense del Trabajo, Buenos Aires, 3-952, p. 48 (citado por
RUBISTEIN, O.C, p. 72).
20 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

riores— es innegable que, bien por enfermedad, accidente o por la propia


involución fisiológica que acompaña a todo ser humano, se puede abocar
a un nuevo estado, con pérdida de funciones y capacidades, que lo ha-
gan, llegado el momento, inútil para el ejercicio de su profesión habitual
o de cualquier otra.
Pero en todo caso, las alteraciones derivadas de un estado anterior, ya
sean congénitas o adquiridas, no impiden la calificación de un estado de
incapacidad y el reconocimiento de las prestaciones aparejadas, siempre
y cuando junto a los déficit habidos se pruebe y analice la importancia
que los nuevos déficit representan para el ejercicio de la actividad pro-
fesional, así como las modificaciones que han ocasionado en la capaci-
dad funcional que tenía antes del hecho dañoso (SS. TCT 4-2-77; 23, 27
y 30-6-78, La Ley, 1982, 4, 701).
En el caso de accidente de trabajo, la Ley General de la Seguridad
Social (L.G.S.S.), art. 114-/), se pronuncia con toda claridad, pues afirma
que tendrán la consideración de accidente «las enfermedades o defectos
padecidos con anterioridad por el trabajador, que se agraven como con-
secuencia de la lesión constitutiva del accidente», lo que es asimismo re-
cogido por numerosas sentencias, al entender que «las enfermedades o
defectos fisiológicos preexistentes, derivados o no del propio trabajo, que
el accidente agrava, agudiza, desencadena o saca de un estado latente,
haciéndose operantes a causa del accidente» (S. TS.-6.a, 17, 12, 76,
Ar. 5.554), son accidentes de trabajo con todas las consecuencias que de
ello se deriven.
RODRÍGUEZ SANTOS14 hace la distinción entre: a) agravación de una
enfermedad o lesión anterior como consecuencia del accidente, pero
que el trabajador ya padecía; b) que del resultado del accidente la pri-
mera lesión adquiera mayor gravedad. Pero en uno u otro caso el traba-
jador tendrás derecho a las prestaciones que se deriven de la califica-
ción del «conjunto de las dolencias o del resultado final que la
valoración conjunta de dichas dolencias tenga».
En la práctica resulta muchas veces muy difícil para el clínico emitir
un juicio para determinar si se ha producido una agravación a partir de
un estado anterior, más todavía cuando la realidad de tal estado no se ha
materializado ni consta en antecedentes o documento clínico alguno, al
menos orientativo, siendo los únicos datos manejables los que aporta el
paciente en su relato histórico15. De todos modos, la repercusión legal de
14
RODRÍGUEZ SANTOS, B, Comentarios a la Ley de la Seguridad Social, Tomo III
(Accidentes de Trabajo), p. 105. Editorial Lex Nova, Valladolid, 1983.
15
Este problema ocurre con relativa frecuencia en litigios contra la Seguridad Social,
en especial, cuando el reclamante presenta una solicitud de prestación por incapacidad
CAUSA Y CONCAUSAS 21

las distintas concausas concurrentes, a considerar para emitir la corres-


pondiente resolución, es una cuestión que se sale de la órbita médica, por
ser de extricta competencia jurídica.

permanente al poco tiempo de tener cubierto su período de carencia para poder acogerse
a este tipo de cobertura. Por otra parte, la Mutualidad Aseguradora carece de los datos
propios de un reconocimiento clínico previo o reconocimiento de «entrada»; de ahí la falta
de antecedentes médicos en estos casos. No obstante, es innegable que a partir de un or-
ganismo mermado, el paso del tiempo condiciona una menor resistencia y mayor acele-
ración de los procesos de envejecimiento espontáneo que hay que esperar en toda persona,
aún en buen estado de salud; esto explica que el menoscabo inicial existente se precipite
hacia una incapacidad prematura, y, a su vez, directamente proporcional —en cuanto a su
aparición en el tiempo y gravedad de las lesiones observadas— a la rudeza de la tareas de-
sempeñadas. De cualquier modo, el daño actual en consideración al momento en que haya
en cada caso que retrotraerse es labor que entraña muchas veces enormes dificultades, y,
en cuanto a los aludidos procesos contra la Seguridad Social, de gran utilidad sería contar
con los referidos reconocimientos de «entrada» y otras medidas preventivas de control y
seguimiento periódico de los trabajadores.
3
El nexo causal

La imputabilidad de unas lesiones o secuelas a unos hechos en oca-


siones no admite duda. No obstante, otras veces, tal relación no está tan
clara, siendo preciso su discusión, para lo cual se propone seguir un ra-
zonamiento, de acuerdo con los siguientes criterios1:

3.1. Realidad lesional.


3.2. Suficiencia diagnóstica.
3.3. Cronología sintomática.
3.4. Topografía lesional.
3.5. Estado anterior.
3.6. Mecanismo causal.

3.1. REALIDAD LESIONAL

Viene determinada por el factor traumático, accidente, enfermedad,


etc., de cuya producción o existencia se tienen referencias ciertas. Ejem-
1
MULLER y CORDONER establece los siguientes criterios de causalidad: 1) etiológico, o
realidad traumática y naturaleza de la misma; 2) criterio topográfico; 3) criterio cuantita-
tivo: relación de intensidad del traumatismo con la intensidad o gravedad del daño produ-
cido; 4) criterio cronológico: tiempo transcurrido entre el traumatismo y la aparición de los
problemas; 5) criterio de continuidad sintomática: presencia de síntomas puente desde que
se produjo el traumatismo hasta las secuelas; 6) estado anterior: integridad anterior al he-
cho traumático; 7) exclusión: eliminación de las circunstancias de estudio como elemento
causal. (Según ref. de CRIADO DEL RÍO, M. T., en: Evaluación del estado anterior en la va-
loración del daño corporal, Mapire Medicina, vol. 3, núm. 2, Madrid, 1992.
24 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

plo, el accidente de trabajo, en la persona del lesionado en cuestión, aca-


ecido el día 00-00-00.

3.2. SUFICIENCIA DIAGNOSTICA

Supone que las exploraciones clínicas practicadas, incluyendo las


pruebas instrumentales imprescindibles, son suficientes como para des-
cribir la lesión y su alcance.
Este aspecto es de gran importancia. A veces en el informe de sani-
dad del médico forense las secuelas de la víctima de un accidente, o de la
contingencia de que se trate, se describen de forma incompleta; ocurre
esto, sencillamente, porque no se han realizado las pruebas diagnósticas
imprescindibles, tanto para admitir como para descartar la existencia
de un determinado proceso.
Un orgullo profesional mal entendido lleva a alguno de estos foren-
ses a mantener, con terquedad, una actitud obtusa, de negación, lo que a
su vez se comunica al juez que corresponda; hay que advertir que la me-
dicina forense que se practica en España goza todavía de una excesiva
credibilidad por parte de ciertos jueces, que en ocasiones parecen sentir
más atención por «quién» dice que por el «qué» se dice.
Lo correcto es que cualquier juicio diagnóstico ha de responder a un
«íter» objetivo ligado a elementos y datos de naturaleza exploratoria y
técnica en conexión con el caso problema, interesando en particular los
de tipo instrumental. Cierto que el examen médico inmediato tiene un
valor indiscutible en una primera aproximación al lesionado, y a cual-
quier paciente en general, pero sus limitaciones son manifiestas, y hay
que plegarse necesariamente, con humildad, a otras servidumbres2.

3.3. CRONOLOGÍA SINTOMÁTICA

Tanto porque las manifestaciones del lesionado guarden correspon-


dencia desde la realidad dañosa, el accidente o hecho traumático en ge-
neral, o bien porque aparecen de forma inmediata, o diferida en el tiem-
po, por la existencia de un lapso de silencio orgánico.
Cuestión de particular preocupación constituyen las secuelas tardías,
y su interpretación clínica y también jurídica, mereciendo especial con-
2
JOUVENCEL, M. R., Crítica y Crisis de la Medicina Forense. Artículo de opinión pu-
blicado en la Revista Española del Daño Corporal (REDC), núm. 4, pp. 9 a 11. Ediciones
Díaz de Santos, S.A. Véase también REDC núm. 2, Editorial, 1995.
EL NEXO CAUSAL 25

sideración los Traumatismos cráneo-encefálicos (T.C.E.). Y con relación


a estos últimos, se estima de interés reproducir cuanto sigue:

El problema de las secuelas tardías y su interpretación jurídica.


Especial referencia a los T.C.E.3

Si bien el término de secuela es discutible conceptualmente en tanto


que se entienda como daño permanente, marcando un estado residual y
definitivo, o como estabilización del trastorno, es innegable, por otra par-
te, que por exigencias del tráfico jurídico resulta útil, aunque también es
cuestionable.
No ha de llevar esto, sin embargo, a actuar con ligereza de juicio,
hasta el extremo de proceder al alta del lesionado sin que se den unos re-
quisitos mínimos tanto para la observación del daño materialmente cau-
sado, como para que se vean cumplidos unos plazos prudenciales para
apreciar la evolución del proceso. Y si el hecho de entender que la se-
cuela se ha establecido plantea muchas veces dificultades con carácter
general, especial atención merecen determinados hechos dañosos cuan-
do vienen a interesar ciertas estructuras de la economía humana, alcan-
zando particular relevancia los traumatismos craneanos o craneoencefá-
licos (T.C.E.).
En general, cualquier traumatismo de cráneo que pudiera en princi-
pio parecer leve, aún sin pérdida de conciencia, puede traer, no obstante,
graves consecuencias para el lesionado. De ahí que, ante la incertidum-
bre del pronóstico, se haya de marcar un seguimiento muy estrecho en
estos casos, con una observación rigurosa desde el momento y a partir
del hecho traumático, para después traer a colación cuantas pruebas y
medios exploratorios se consideren imprescindibles, repitiendo los exá-
menes cuantas veces sea necesario. Existen protocolos de seguimiento,
donde se fijan plazos mínimos de observación, siendo deseable que
sean apreciados por los médicos. Pero aún así, se sabe que ciertas ex-
ploraciones pueden mostrar a menudo resultados normales, como la re-
petición de electroencefalogramas, existiendo, al mismo tiempo, ano-
malías neurológicas.
Pero si lo anterior no está exento de dificultades, el problema cobra
mayor complejidad, tornándose más complicado, cuando se ha de abor-
dar la vertiente de las secuelas tardías de tales lesiones craneanas, esto
es: aquellas manifestaciones patológicas que surgen al cabo del tiempo,
3
Revista Española del Daño Corporal, Editorial, núm. 4, Ediciones Díaz de Santos,
S.A., Madrid, 1996.
26 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tras un aparente silencio orgánico, a veces después de varios años del he-
cho traumático inicial, brotando incluso de forma inesperada para el
propio lesionado, pues hasta ese momento, subjetivamente, se creía ple-
namente recuperado.
Entre las manifestaciones de tan desfavorable evolución se cuenta
crisis convulsivas, epilepsia post-traumática, complicaciones vasculares
y otras alteraciones, sin olvidar la hidrocefalia (en sus diversas formas,
siendo la más temible la hidrocefalia normopresiva, por su carácter so-
lapado, que puede abocar, por sus consecuencias, a un cuadro de de-
mencia, después de una evolución lenta e insidiosa, manifestándose mu-
chos años después).
Mas lo dicho hasta el momento no pretende, ni mucho menos, entrar
en un análisis de la cuestión clínica en los términos que se merece;
quiere únicamente servir de preámbulo para llamar la atención sobre su
tratamiento jurídico. Y es que ante tales secuelas diferidas, a veces muy
retardadas, no parece que la víctima goce de la adecuada protección.
El problema tiene especial incidencia en los casos de accidente de
circulación, tal que en el juicio de faltas que se puede derivar del mismo
(o juicio verbal, en el caso que se hubiera producido la reserva de ac-
ciones correspondientes, bien por sobreseimiento de la causa penal, o por
la causa que fuera), una vez dictada la sentencia (que resuelva sobre las
indemnizaciones que correspondan al lesionado en ese momento), ya no
cabe ningún tipo de reserva, pues la acción se ha ejercitado con carácter
definitivo.
Cierto que la estimación de los elementos fácticos, en su recibi-
miento a prueba, ha de recaer sobre «hechos probados» y no en meras
probabilidades (a veces formuladas como «daños potenciales»); pero
también es cierto que en no pocos casos, ya agotada la acción, esos da-
ños razonados como potenciales se realizan de forma expresa, sin que
pueda ya la víctima, por la prescripción de los plazos para accionar, re-
clamar ningún tipo de indemnización. Claro que más de uno puede pro-
poner como solución temporal conveniente, la interrupción de la pres-
cripción, a la vista del informe de sanidad, pero tal recurso en modo
alguno resulta operativo, en especial cuando hay también aspectos in-
mediatos sobre los que el juez o tribunal competente se ha de pronunciar,
con el fin de que se vean satisfechas, al menos momentáneamente, las
justas peticiones de la víctima.
Es por ello que quizá, como cuestión de lege ferenda, convenga
plantear la oportunidad de dar traslado de este problema al legislador, en
la conveniencia de arbitrar un tratamiento especial en estas y parecidas
situaciones, luego de un detenido estudio.
EL NEXO CAUSAL 27

Como una de las posibles soluciones, se sugiere buscar un cierto pa-


ralelismo con los hechos contemplados en el Código Civil ante even-
tuales vicios de la construcción (dado que a veces se demoran en el
tiempo en su aparición, contemplándose un plazo de diez años para de-
mandar al responsable); también se puede pretender una aproximación a
la vía establecida para las contingencias profesionales (enfermedad pro-
fesional —sin sujeción a plazo, hasta la edad de la jubilación— y acci-
dente de trabajo— cinco años, según la LEGSS 20/6/94), que entiende
que el consaecuor se da, siempre que se pruebe, tanto de forma inme-
diata como mediata (después de la vinculación laboral).
Frente a lo propuesto, puede argumentarse igualmente que los plazos
de prescripción previstos por las leyes en general, en este caso de ámbito
civil, vienen dados para evitar la inseguridad jurídica. Y sin duda tal in-
vocación es válida, si bien habrá que matizarla, pues es evidente que la
ley en aras de la seguridad jurídica en algún punto tiene que cortar la po-
sibilidad de ejercitar la acción, pero sin posiciones extrapoladas, que, da-
das las circunstancias, arrojen a la víctima a una situación de gran falta de
medios para defenderse, o, en el mejor de los casos, la colocan en una po-
sición de gran precariedad jurídica, muy difícilmente revisable en la
práctica (aún colacionando ciertas orientaciones jurisprudenciales), sin ol-
vidar tampoco que tal amparo jurídico, es decir, el ámbito jurídico de la
prescripción, está pensado para todos, extensible a cualquier justiciable.

3.4. TOPOGRAFÍA LESIONAL

Queriendo indicar que la ubicación de la lesión justifica las conse-


cuencias dañosas, no sólo en el aspecto iconográfico sino también en lo
que a la función interesa (recuérdese, la lesión como significante, signi-
ficado y signo-función).
Dado que la lesión ha de ser conocida en su repercusión funcional, y
no sólo en su aspecto estático (o daño estrictamente orgánico), hay que
tener presente «la localización de la lesión como tal daño orgánico no
equivale a la localización de la función. La lesión bajo estas matizacio-
nes altera —o puede alterar— componentes de un sistema funcional»
(PEÑA CASANOVA) 4.
4
PEÑA CASANOVA, J., La exploración neurofisiológica. Inducción y principios gene-
rales, p. 5. Editorial MCR, S.A., Barcelona, 1987, citando a LHERMITTE, cuando dice que
«todo comportamiento debe ser comprendido en términos de supresión, de deterioro y de
liberación de actividades nerviosas fisiológicas» (LHERMITTE, F., PEÑA, J., BARRAQUER,
Ll., Neuropsicología, p. 9, Toray, Barcelona, 1983).
28 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

3.5. EL ESTADO ANTERIOR

Se desarrolla en epígrafe 4.

3.6. EL MECANISMO CAUSAL

Que trata de reconstruir la patogénesis lesional, basándose en una


orientación razonada. Si la patogénesis es la forma en que obra una
causa morbosa sobre el organismo, mecanismo y causa no han de ser
confundidos en su significado, pues se les quiere imprimir matices dife-
rentes, aunque de cualquier modo es necesario remitirse a la causa.
Por mecanismo se ha de entender el modo y orden en que actúa la
causa responsable del hecho traumático, la manera en que incide, se
proyecta y desarrolla sobre el organismo. En tal forma, el mecanismo tie-
ne un carácter marcadamente activo, y se pone en marcha una vez que la
causa se presenta5. El mecanismo, de este modo, adquiere un carácter
animador de la causa.
En otra apreciación, ROCHE 6 alude al término mecanismo lesional,
que define como «la causa mecánica de la lesión de un órgano específi-
co»; «permite relacionar la naturaleza y la dirección de la fuerza aplica-
da a la estructura y a las características mecánicas de los órganos lesio-
nados».
Con carácter general, se pueden considerar, de acuerdo con SÁNCHEZ
SERRANO7 tres mecanismos patogénicos:

a) Mecanismos directos: se proyectan desde el exterior, incidiendo


sobre el organismo, de forma única o múltiple, pudiendo provocar
lesiones diversas: heridas, contusiones, fracturas, aplastamien-
tos, etc.
b) Mecanismos indirectos: casi exclusivos de los traumatismos en
carretera; son independientes del impacto contusivo, estando de-
terminados por los procesos cinéticos de aceleración y decelera-

5
Para mayor información se puede consultar Biocinemática del Accidente de Tráfico:
Introducción al análisis cinemático de las lesiones por hechos de la circulación. Utilidad
para la reconstrucción del accidente de tráfico en la determinación del nexo causal de le-
siones y secuelas, o.c, pp. 77 y ss.; pp. 173 y ss.
6
ROCHE, I., Lesiones abdominales. Revue des mécanismes et la tolerance au choc.
INRETS (Francia). Informe LBSU, núm. 9.707, agosto, 1997.
7
SÁNCHEZ SERRANO, S., «Lesiones que aparecen en los accidentes de tráfico». JANO,
26 de marzo - 6 de abril de 1985.
EL NEXO CAUSAL 29

ción brusca, que modifican los pesos de los componentes orgáni-


cos, provocando proyecciones internas de las visceras, que tien-
den entonces hacia su desgarro y estallido.
c) Mecanismos mixtos: combinación de los dos anteriores; las gam-
mas lesiónales son de gran riqueza en relación a los mecanismos
variados de estas causas agresivas.
4
El estado anterior

La construcción del nexo causal obliga a examinar la trascendencia


de los antecedentes clínicos, y una vez comprobados en modo alguno se
han de considerar como una cuestión aparte o relegar a un segundo pla-
no, sino que, contrariamente, se ha de indagar en su verdadero alcance en
la configuración del estado residual que se somete a consulta, trayendo a
colación aquellos déficit anteriores que tengan una decidida influencia en
este orden.
Del examen de los antecedentes, confrontados con la realidad actual
del lesionado, se podrá concluir sobre la inexistencia o presencia de un
estado anterior anormal, que, a su vez, en concurrencia con el hecho da-
ñoso, o no hubiese influido en las secuelas examinadas, o, por el con-
trario, bien modificándose en su situación primitiva (desde una forma
larvada o manifiesta —por precipitación, aceleración o incremento de la
nosología inicial, o resurgimiento—), bien incluso sin experimentar
evolución en su descripción singular, conforma, no obstante, en unión de
las causas sobrevenidas, un estado nuevo, distinto a aquel anterior, en
una apreciación global de las mermas experimentadas por la víctima.
La discusión en torno al estado del lesionado previo al accidente y su
proyección en las secuelas habrá de formularse en estrecha consideración
de los criterios anteriores y ultimada la reconstrucción de accidente,
pudiendo establecer, finalmente, las siguientes posibilidades:

a) Estado anterior patológico inexistente o no apreciado: no se han


observado antecedentes clínicos de interés que se pudieran poner
en relación con las secuelas derivadas del hecho dañoso, tanto que
32 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

el lesionado «siempre fue sano» hasta el momento en que se pro-


dujo la intervención de aquél.
b) Estado anterior patológico, existente, no agravado e irrelevante
en la configuración del estado residual derivado del accidente.
c) Estado anterior patológico existente, no agravado, pero rele-
vante, ya que concurre con las secuelas del hecho dañoso, confi-
gurando una situación distinta y más severa que en la estimación
aisladas de ambos procesos (estado anterior, por una parte, y se
cuelas del hecho traumático, por otra). El estado anterior, en su
apreciación singular no ha experimentado cambios; no obstante
tal apreciación en confluencia con las causas sobrevenidas —y en
concreto con las secuelas que en sentido estricto conectan con el
hecho dañoso— configuran una situación distinta y más severa,
explicable por un mecanismo de potenciación e interdependencias
mutuas.
Aclárese que frente a las lesiones o secuelas coexistentes (o
concurrentes, esto es, las que no se agravan entre sí) hay que
traer a colación las lesiones o secuelas acumulativas que mani-
fiestan sus consecuencias funcionales por una acción sinérgica
desfavorable, o efecto multiplicativo en decrimento; ejemplo, le-
sión previa de tobillo, a la que ahora se añade una limitación en la
rodilla de la misma extremidad; esta nueva situación incide de
forma negativa impidiendo, o limitando, la puesta en marcha de
mecanismos de compensación; por ejemplo, en la marcha, la de-
ficiencia del tobillo se puede compensar requiriendo un mayor
concurso de la rodilla, cuando éste es posible. Las secuelas, pues,
tomarán un carácter acumulativo cuando afectan al mismo miem-
bro, órgano, sistema funcional o a diferentes sistemas con efectos
mutuos» (MARANZANA), de tal forma que la merma funcional
resultante sobrepasa una mera suma aritmética. Este es un as-
pecto, de merma funcional, escasamente contemplado en el sis-
tema de valoración de daños y perjuicios causados a las personas
en accidentes de circulación, del anexo a la Ley 30/95 (de 8 de
noviembre), pues, por el contrario, el decremento funcional lo en-
tiende con carácter concurrente, salvo muy contadas excepciones
(vista, oído, por ejemplo).
Muchas veces el mecanismo acumulativo de las secuelas es
muy sencillo de comprender, como es el caso de la pérdida de un
ojo —que algunos baremos evalúan entre un 25% a un 35%—
frente a la pérdida de visión de ambos ojos, obteniendo en este
caso un déficit visual del 100%, cifra que está muy por encima de
EL ESTADO ANTERIOR 33

la suma independiente del menoscabo estimable en cada ojo.


Otras veces, en cambio, es preciso la aplicación de conocimientos
biomecánicos para entender el carácter acumulativo del que se
está hablando; así una lesión dorsolumbar se puede ver agravada si
juntamente se da un trastorno respiratorio, en especial cuando se
hayan de realizar determinadas tareas de esfuerzo1.
d) Estado patológico existente, agravado y, obviamente, relevante.

1
La Incapacidad para el trabajo, p. 70, M. R. JOUVENCEL, J. M. Bosch editor, S.A.,
Barcelona, 1993. La consideración del tronco «como estructura hinchable», reñere I. A.
KAPANDJI, «interviene para suavizar la presión obre el disco lumbosacra y el raquis lum-
bar inferior... La intervención de esta estructura hinchable reduce de manera notable la
compresión longitudinal a nivel de los discos: en el D12-L1 decrece en un 50% y en el
disco lumbosacro el 30%...».
5
Consolidación y secuela

Toda lesión sigue un curso propio y variable aún bajo la influencia


de los mismos y los más adecuados cuidados y medios terapéuticos,
curso en el que no se puede desconocer la importancia que tiene la ca-
pacidad de respuesta individual, a su vez condicionada por múltiples fac-
tores, tanto exógenos como endógenos, pero finalmente se produce un
desenlace, bien por curación —recobrando la salud, en cuanto que la víc-
tima vuelva a alcanzar el mismo estado que poseía con anterioridad a su-
frir el hecho traumático—, o bien —al margen de los casos que deter-
minan la muerte— que la que era la lesión primitiva deje, en su
evolución, un estado residual y definitivo, esto es, marcado por la per-
manencia, denominado secuela.
En otras palabras, la secuela supone un estado último que en su ciclo
evolutivo logra alcanzar una lesión, tanto que, a partir de ese momento,
ya no es previsible en ciencia que se experimenten más cambios o trans-
formaciones en el estado anatómico funcional observado, siendo ya inú-
til cualquier terapéutica pretendiendo mejoría.
Llegado este momento, cuando la lesión en su desarrollo no admite
ya otros cambios ni modificaciones, se dice que se ha producido la con-
solidación —o fase de estabilización— que sólo será equivalente a cu-
ración, en la forma ya aludida: cuando la víctima se vea reintegrada a su
estado anteriorl; en los demás casos habrá que entender que la consoli-

1
No obstante, hay que advertir también que aun descartando que se vayan a producir
secuelas, consolidación no siempre se identifica con curación, en especial en el campo de
la traumatología; así, con razón señalan algunos autores que «una fractura puede estar

35
36 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

dación se acompaña de un estado residual. Interprétese como quiera, mas


lo cierto es que la consolidación marca la frontera entre un proceso ac-
tivo, que venía caracterizado por su evolutividad hasta ese momento, y
un proceso que ha devenido crónico, donde está ausente tal evolución, y
en el que son inoperantes los recursos médicos, incluyendo los de tipo
rehabilitador, en cuanto a conseguir una curación o mejoría.
De esta manera, la consolidación viene delimitada por dos factores
clínicos2:

a) estabilización de los trastornos, o detenimiento de la evolución


aguda;
b) fin de la terapéutica activa curativa.

Consolidación y secuela enlazan con el criterio de menoscabo per-


manente dado por los expertos de la A.M.A.3, que lo definen como
«una anormalidad anatómica o disminución funcional que permanece
después de una rehabilitación llevada al máximo y cuya anormalidad o
disminución funcional considera el médico como estable o no progresi-
va, en el momento de hacer la evaluación».
El momento en que puede hablar de consolidación tiene gran im-
portancia, entre otros motivos, porque a partir de entonces permite hacer
una valoración clínica definitiva de las consecuencias provocadas por el
estado nosológico determinado por la lesión, así como, si en su caso re-
sultase, hacer un juicio clínico de la incapacidad permanente.
A pesar de que se habla de «fecha de consolidación», en realidad en
numerosas ocasiones la estabilización del proceso no se produce por cri-
sis, sino que se hace lentamente (y con posibles remisiones espontáneas),
tanto que «la mejoría de un estado de secuelas se extiende no sólo a lo
largo de meses, sino de años; además, a menudo un sujeto tiene necesi-
dad de cuidados para tratar un estado de secuelas (antiálgicos, reeduca-

consolidada y el miembro no haber recuperado sus funciones» (SALVAT, J., MUÑE, C. y


MUÑOZ, R., Valoración Médico-Legal del daño corporal por fracturas, p. 21, editado por
el Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid, 1982), si bien en estos casos es cierto que
la lesión no puede quedar circunscrita al foco de fractura in situ, y en consecuencia la con-
solidación ha de proyectarse no sólo ahí, sino teniendo en cuenta las derivaciones e im-
plicaciones funcionales que el hecho traumático ha provocado en la víctima.
2
DALIGAND, L., LORIFERME, D., REYNAUD, C. A., ROCHE L., Uevaluation du dom-
mage corporel, p. 52, Masson, París, 1988.
3
Asociación Médica Americana (A.M.A.,), Comité para la evaluación del menosca
bo físico y mental (1956), Guías para la evaluación del menoscabo permanente, publi
cado por la Revista Española de Subnormalidad, Invalidez y Epilepsia, número extraor
dinario, p. 19, Madrid, 1971.
CONSOLIDACIÓN Y SECUELA 37

ción, curas termales, psicoterapia, etc.)4. Por ello, atendiendo a esta


aclaración, será más adecuado hablar de período de consolidación, en lu-
gar de fecha.
En los gráficos que siguen (según BROUSSEAU y ROUSSEAU) 5 se
quiere hacer comprender que la consolidación no tiene lugar de forma
brusca, tanto que el paso de una situación de déficit funcional del 100%
(I.T.T. —incapacidad total temporal—, según la sistemática francesa) a
un estado de limitación parcial (I.P.P.) transcurre en un período más o
menos prolongado, pero que en cualquier caso tal tránsito no corres-
ponde a una fecha, en día y hora determinada.

Junto a esto hay que pensar que la consolidación depende de muchos


factores, ya externos o internos, ya anteriores o sobrevenidos; de ahí la
dificultad de fijar, aun para la misma lesión o de características seme-
jantes, una fecha estándar de aceptación general para luego aplicarse a
los casos particulares. Una vez más el acto médico reclama su indivi-
dualización 6.
Al lado de la consolidación médica, siempre atenta a las leyes de la
biología y a las posibilidades que brinda el progreso científico, conviene
referirse a la consolidación jurídica (RICART, 1897)7, que puede o no co-
rresponderse con la anterior, puesto que viene marcada por plazos de ín-
dole administrativo o jurídico-procesal, que si bien muchas veces estará
en desacuerdo con la anterior, se han de comprender, por otra parte, las
4
DALIGNAD, L., y otros, o.c, p. 52.
5
BROUSSEAU, S. y ROUSSEAU, C., La reparation du dommage corporel, p. 48. Editión
Securitas, París, 1983.
6
Hecha esta aclaración,con criterios orientativos, de gran utilidad en el campo de los
traumatismos es la obra de BARSOTTI, J., y DUJARDIN, Ch., Guía Práctica de Traumato
logía, Masson, S.A., Barcelona, 1988.
7
Según cita de BASILE y otros, o.c, p. 276 (remitiéndose la jurisprudencia argentina).
38 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

razones de operatividad en terreno práctico que exigen los negocios hu-


manos. Un ejemplo de ello es la regulación de la Incapacidad Temporal
(I.T.) en la Ley General de la Seguridad Social (doce meses prorroga-
bles), tanto que superado el término previsto por la norma el paciente ha
de causar nuevo estado.
6
Daño corporal y perjuicio

Producida la lesión lleva aparejado consigo perturbaciones de muy


diversa naturaleza, objetivas, subjetivas, pero que, en definitiva, recon-
ducen a un daño y a un perjuicio, ya con carácter transitorio, ya defini-
tivo. La lesión, con la amplitud conceptual a la que se aludía al principio
de esta exposición, y ahora en sus consecuencias ha de ser proyectada,
por una parte, como daño, y, por otra, como perjuicio.
En sentido amplio, el término daño se refiere a todo tipo de mal ma-
terial o moral; más concretamente, al detrimento o menoscabo que por la
acción de otro se recibe en la persona o en los bienes. No obstante, «no
hay un concepto legal de daño, es mediante su adjetivación como van
apareciendo, progresivamente, las distintas clases de daños, y, entre
otras, los daños corporales»l.
En un planteamiento general, no hay que confundir perjuicio y daño,
en tanto que el daño es la pérdida que se produce sobre lo que ya se tie-
ne; en cambio el perjuicio es la ganancia que se deja de obtener por una
causa cualquiera2. El perjuicio, pues, es uno de los efectos o conse-
cuencias, que el daño acarrea.
GÓMEZ DE LIAÑO 3 recuerda que daño y perjuicio constituyen con-
ceptos principales en la función tutelar y reparadora del Derecho. Ambas
voces se relacionan para completarse, puesto que todo daño provoca

1
VICENTE DOMINGO, E., LOS daños corporales: tipología y valoración, p. 47. J. M.
Bosch-Editor, S.A., Barcelona, 1994.
2
Diccionario Espasa-Calpe.
3
GÓMEZ DE LIAÑO, F., Diccionario Jurídico. Salamanca, 1979.
40 MANUAL DEL PERITO MEDICO

un perjuicio, y todo perjuicio proviene de un daño. En sentido jurídico,


se considera daño el mal que se causa a una persona o cosa; y por per-
juicio, la pérdida de utilidad o de ganancia, cierta y positiva, que ha de-
jado de obtenerse. Igualmente, el perjuicio supone «la ganancia lícita que
deja de obtenerse, o de deméritos o gastos que se ocasionan por acto u
omisión de otro, y que éste debe de indemnizar, a más del daño o detri-
mento material causado por modo directo» (RAE —diccionario de Real
Academia de España—)4.
En el terreno de la lesionología y peritología forense, con el término
daño se puede entender la traducción de los efectos de la lesión, en su
acción de dañar. Con la expresión hecho dañoso se pretende englobar
«todo hecho que es causa del daño corporal sufrido»5, advirtiéndose que
daño y perjuicio no indican la misma cosa, y aunque en el lenguaje co-
loquial a veces «se emplean como sinónimos», en realidad «no tienen el
mismo sentido», pues «se puede decir que un daño ocasiona un perjuicio,
pero no a la inversa»6.
(Tampoco hay que confundir el hecho dañoso con el concepto de si-
niestro, desde una interpretación jurídico-técnica. Así GARRIGUES7 ad-
vierte que «decir que siniestro consiste en el hecho dañoso es decir una
verdad a medias, porque se precisa que el hecho dañoso engendre res-
ponsabilidad civil para su autor. La simple causación de un daño no será
un siniestro en sentido técnico, sino que sólo el primer acto de un iter ju-
rídico que termina con el efectivo resarcimiento de daño; ... paralela-
mente, sin siniestro no puede haber reclamación fundada; ... el siniestro...
está integrado por varias fases que se extienden desde el hecho dañoso
hasta la declaración judicial o reconocimiento privado de la responsabi-
lidad, ya que sólo hay un siniestro cuando se afirma la obligación de re-
parar el daño».)
Dentro de los daños personales cabe situar, pues, el daño corporal,
que es «el que afecta a la integridad física y psíquica», en tanto que el
daño es moral «en los casos en que recaiga en la esfera puramente espi-
4
Diccionario Básico Jurídico, Editorial Comares, Granada, 1985.
5
Resolución 75-7 del Comité de Ministros del Consejo de Europa, relativa a la Re-
paración de los daños en casos de lesiones corporales y de fallecimiento (adoptada por el
Comité del 14 de marzo de 1975).
6
Textos entrecomillados citados por LE ROY, MAX, en L' Evaluation du prejudice
corporel, p. 7. Editions Litec, París, 1989. El autor se remite a su vez a . et L. MAZEUD et
ANDRÉ TUNC, Traite théorique de la responsabilité delictuelle et contractuelle, 6.a edic,
1.1., núm. 208.
7
GARRIGUES, Contrato de Seguro Terrestre, p. 372, que a su vez recoge REGLERO
CAMPOS, F. L., en: Accidentes de Circulación: Responsabilidad Civil y Seguro, p. 331.
Editado por Centro de Estudios de Seguro, S.A., Madrid, 1990.
DAÑO CORPORAL Y PERJUICIO 41

ritual». «Tradicionalmente se han confundido las consecuencias del


daño corporal con los daños morales propiamente dichos.» Sin embargo,
siguiendo el criterio del bien jurídico del lesionado «hay que distinguir-
los de forma nítida, porque los daños morales son los que afectan al pa-
trimonio espiritual del individuo, mientras que los daños corporales, en
rigor, son lesiones de la integridad física (externa o interna) o psíquica de
la persona»8.
El perjuicio que ocasiona un daño, en este caso corporal, se puede
deslindar en dos grandes grupos: a) Patrimonial o económico, y b) Ex-
trapatrimonial o moral.
El primero de ellos, patrimonial, permite elaborar una estimación ob-
jetiva en cuanto es posible materializarlo en consideración al principio
del «daño emergente-lucro cesante». Así en este capítulo se puede con-
siderar: gastos médicos y paramédicos (asistencia sanitarias, hospitali-
zación, farmacia, prótesis antes y después de la consolidación, transpor-
te, reeducación funcional y rehabilitación en general, y cuantas medidas
complementarias especiales fueran precisas), posible ayuda de una ter-
cera persona, repercusión profesional sobre la capacidad de ganancia
(con referencia a las ganancias que se han dejado de obtener) y en las
rentas derivadas del trabajo (incapacidad temporal y, en su caso, inca-
pacidad permanente).
Por su parte, el perjuicio extrapatrimonial alcanzará las consecuen-
cias del hecho dañoso que, en principio, no sean acomodables en el
apartado anterior, como son el perjuicio estético (salvo excepciones, en
que es netamente patrimonial), el perjuicio a" agrément, el dolor y los su-
frimientos soportados, y, cuando haya lugar, otros perjuicios (juvenil,
obstétrico, sexual) y todos cuantos pudieran ser invocados en cada caso
particular.
Otros autores9, basándose en una respuesta cronológica, distinguen
entre:

1) perjuicios temporales (incapacidad temporal, quantum dolo-


ris);

8
VICENTE DOMINGO, E., LOS daños corporales: tipología y valoración, pp. 50 y 51. J.
M. Bosch-editor, S.A., Barcelona, 1994. La autora también aclara que «para nosotros, el
que denominamos daño personal, queda claro que tiene un sentido más amplio que el de
daño corporal. Por el contrario, O'CALLAGHAN MUÑOZ llama daño personal a los que afec-
tan contra la vida y la integridad de las personas».
9
ARCADIO, F., La reparation médico-legales des paraplegiques, pp. 51a 53. Journée
Lyonaise de «reparation du domage corporel». Lyon, Hópital Henry Gabriélle, 16 de ene-
ro de 1974. Masson, París, 1975.
42 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

2) perjuicios permanentes (incapacidad permanente, perjuicio esté-


tico, perjuicio d'agrément);
3) perjuicios complementarios:
a) durante el período temporal;
b) durante el período que sigue a la fecha de consolidación, y, a
su vez:
— cuidados de mantenimiento y gastos de instrumental;
— problemas derivados de las complicaciones y vigilancia
del lesionado;
— problemas planteados por el entorno, el habitat, la reedu-
cación, etc.

Siguiendo también un criterio cronológico, ALARCÓN 10, y refirién-


dose as los accidentes de circulación, ordena los siguientes conceptos:

1) fase preexistente (al accidente);


2) fase post-accidente: gastos médicos, paramédicos; incapacidad
temporal; daño moral;
3) fase post-consolidación: gastos médicos, gastos futuros; incapa-
cidad permanente; daño moral.

10
ALARCÓN, J., Revista de Derecho de la Circulación, 5/89.
7
Valoración médica del daño versus
valoración del daño

La estimación médica del daño corporal, al amparo de la Ley


30/1995, de 8 de noviembre, y en atención al baremo del Anexo a la
misma —sistema para la valoración de los daños y perjuicios causados a
las personas en accidentes de circulación— ha de ser precisada en su al-
cance y límites, con el fin de que el facultativo médico, en el ejercicio de
sus funciones, no se tome competencias que no le son propias.
Tanto es así que el médico, en materia de daño corporal se ha de li-
mitar a dar una valoración desde su perspectiva de los hechos clínicos,
pero nunca calificar el daño y mucho menos el perjuicio; por lo tanto no
ha de «puntuar», pues esto supone introducirse e incidir directamente en
criterios determinantes de la indemnización.
La labor pericial del médico, según escribe CASAS ESTÉBEZ (1994)1,
se ha de preocupar por que se vean cumplidos los siguientes extremos:

«El informe ha de ser suficientemente descriptivo. Ha de de-


terminar, no sólo cuál sea la lesión o lesiones, sino que también ha
de expresar cuáles han sido sus consecuencias: duración de las le-
siones o tiempo de curación, y tiempo de incapacidad; secuelas re-
1
CASAS ESTÉBEZ, J., Valoración de la Vida e integridad física, en Ruiz VADILLO (co-
ordinador). La Responsabilidad civil derivada del delito: daño, lucro, perjuicio y valo-
ración del daño corporal. Cuadernos de Derecho Judicial, XVIII, Consejo General del
Poder Judicial, Madrid, 1994, pp. 139 y ss., según cita de FERNÁNDEZ ENTRALGO, J., en:
Apuntes sobre la valoración y resarcimiento del daño corporal. La Reforma del sistema re-
arcitorio en la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, en: Revista Española del Daño Corporal,
vol. II, núm. 3, Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 1996.
44 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

sultantes y en caso de incapacidad, precisando si esta es para todo


trabajo, sólo para el habitual o para toda actividad, y si dicha in-
capacidad es debida as la naturaleza de las lesiones o a otros fac-
tores de riesgo existentes en el lesionado.»
«Las secuelas requieren no sólo su descripción, sino también
la indicación del método seguido para su valoración; debiendo de-
terminar junto a la cuantificación de la limitación, la incidencia de
la misma en la función del miembro u órgano afectado. Es decir, si
se señala una limitación en la flexión de una articulación, además
de su grado, han de precisarse las consecuencias funcionales de
esa limitación, indicando, v.gr., si la limitación de la flexión im-
pide o no la función de agarrar.»
«Han de quedar suficientemente determinadas —descriptiva-
mente, sin que se exija al médico informante una calificación,
que es eminentemente jurídica— las posibles limitaciones "esté-
ticas", "psíquicas", "morales", "sexuales", y "extracorpóreas",
todas ellas indemnizables, precisando su alcance.»

Por su parte, el juez, en el papel que le es propio, ha de aplicarse con


esfuerzo y dedicación al estudio en este campo, para alcanzar la ade-
cuada preparación; pues el juez, sigue diciendo CASAS ESTÉVEZ, «debe
contrastar si el tiempo de curación o de incapacidad estás o no dentro de
las medidas establecidas, y las desviaciones aceptables. Es decir, debe
comparar lo consignado en los informes médicos, con los tiempos me-
dios de curación de cada lesión, para personas normales con tratamiento
correcto; y constatar si hay coincidencia, indagando en su caso las cir-
cunstancias que produjeron la anormal prolongación...»2.

2
Algunos autores estiman que en la práctica existe una insuficiente preocupación por
las cuestiones de hecho. Así MUÑOZ SABATE, L., —Técnica probatoria, pp. 17, 18 y 19.
Editorial Praxis, S.A., Barcelona, 1983— y bajo el epígrafe El desprecio de los hechos
propone la siguiente reflexión: «hasta el presente la ciencia del derecho ha dedicado su
atención preferentemente as los conceptos, olvidándose muy a menudo de los hechos,
cuyo estudio sigue relegado a un segundo término». El autor trae a colación las opiniones
de destacadas figuras de la doctrina, así: «necesitamos jueces factistas más que juristas»
(SENTÍS MELERO); atinadamente opinaba CARNELUTTI cuando escribió «una curiosidad de la
ciencia del derecho es que todos los juristas hablan continuamente del hecho jurídico,
pero ni uno sólo se preocupa de explicar al lado del adjetivo jurídico el sustantivo hecho
que lo sostiene. El hecho en sí mismo es una especie de isla misteriosa en el reino del de-
recho. Y agrega MUÑOZ SABATE: «hay que hacer un esfuerzo para superar ese senti-
miento de vulgaridad del hecho», a la vez que cree que «la LEC aporta suficientes me-
canismos para poder ser utilizada según las actuales necesidades, si bien para ello hay que
hacerlo con la suficiente valentía».
VALORACIÓN MÉDICA DEL DAÑO VERSUS VALORACIÓN DEL DAÑO 45

A lo anterior, FERNÁNDEZ ENTRALGO 3 agrega:


«Obviamente, porque el instructor y el órgano sentenciador no
son expertos en medicina, estas eventuales desviaciones de la
normalidad habrán de ser puestas de relieve con la adecuada ex-
plicación científica complementaria por el perito informante.»
«Con todo este material, el órgano jurisdiccional asignará la
puntuación correspondiente, dentro de los márgenes fijados en
las tablas del sistema configurado en el Anexo de 1995.»
«No se olvide que, como advierte RODRÍGUEZ JOUVENCEL
(1996) éste no es un baremo para uso médico, sino una tabla que
recoge lesiones y secuelas clínicas con el fin de que en atención al
informe técnico (médico, en este caso) el juzgador, así como los
defensores de las partes en litigio, sepan dónde ubicarlas o apro-
ximarlas en conexión con el Anexo que contempla la Ley. Es, por
lo tanto, improcedente que el médico aluda a valores de puntua-
ción (a veces con la aquiescencia de algunos jueces y fiscales, to-
lerando una situación que les viene holgada), pues, al hacerlo así
se está entrometiendo en labores que no le atañen, invadiendo el
terreno de la estricta calificación jurídica...»
Algunos han querido entender que «el establecimiento de la puntua-
ción por parte del médico es sólo una propuesta auxiliar de valoración
que formula al juez para que él decida. Se trata de una propuesta, al igual
que acontece con cualquier dictamen pericial. Nada más y nada menos
que una importante propuesta de carácter científico y práctico. El perito
propone y el juez dispone»4.
Pero lo transcrito en párrafo anterior ha de ser rebatido: de un lado es
obvio que el dictamen pericial en modo alguno vincula al juez, por lo
que el argumento en tal sentido sobra. Por otra parte, y ésta es la cues-
tión, el dictamen pericial se ha de circunscribir al terreno profesional es-
pecífico para el que se reclama; el perito, en este caso, ha de ilustrar so-
bre aquellos hecho en los que posee conocimientos de naturaleza
científica; nada más.
3
FERNÁNDEZ ENTRALGO, J., en: Apuntes sobre la valoración y resarcimiento del
daño corporal. La Reforma del sistema resarcitorio en la Ley 30/1995, de 8 de noviembre,
en: Revista Española del Daño Corporal, vol. II, núm. 3, Ediciones Díaz de Santos,
S.A., Madrid, 1996.
4
GÓRIZ QUEVEDO, J., citando a MEDINA CRESPO, M. (que remite a la Jornada Europea
de Valoración del Daño Personal, noviembre 97), en Responsabilidad en Accidentes de
Circulación, en Jornadas celebradas en el Colegio de Abogados de Salamanca, en cola-
boración con el Foro Jurídico Pelayo, Salamanca, 22 de octubre de 1999.
46 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

En sus propuestas y conclusiones, en ningún momento se podrá salir


de los cauces concretos sobre los que ha de versar su dictamen: exposi-
ción y discusión; proponer y concluir, pero siempre en materia de he-
chos.
La aludida «propuesta auxiliar», siendo correcta, sin duda sería im-
portante; más aún: de gran trascendencia, pero desborda la parcela de los
hechos, invadiendo terreno jurídico, hasta el punto que planteada en
forma impertinente puede venir a añadir elementos que por sus excesos
pudieran perturbar el tan necesario sosiego del juzgador para emitir sus
resoluciones.
Su carácter práctico es muy discutible; en el terreno médico, en
modo alguno tiene un carácter científico: «todos los baremos son falsa-
mente exactos, falsamente científicos» (VAN DER PLAS)5. Lo científico,
en lo que al facultativo atañe, se remite al diagnóstico correcto de la le-
sión o secuela, su estado evolutivo y grado de afectación (leve, modera-
do, severo, etc.) junto a su descripción en la forma en que repercute fun-
cionalmente (en lo genérico, en lo específico).
La tasa barémica, que ha sido fuente de estudio y preocupación en la
doctrina jurídica francesa, «es un elemento de apreciación incierto, con la
ilusión de exactitud matemática», señala el magistrado BARROT 6, y aña-
de: es evidente que la tutela médica en el caso de aceptar el porcentaje fi-
jado —la puntuación— se hace notar de forma muy ostensible en cuan-
to repercute de forma automática en el montante de la indemnización a
percibir (cuestión netamente jurídica y no clínica). De ahí, la importan-
cia y necesidad del arbitrio judicial.
La necesidad del arbitrio judicial es insustituible para contemplar la
singularidad del hecho en la proyección personal; tal singularidad en
modo alguno es predecible. La propia definición del término baremo
(«tabla de cuentas ajustadas») repugna cualquier criterio de flexibilidad
y es por ello incompatible con la naturaleza humana, la cual, igualmen-
te, en la riqueza de sus matices, no se amolda ni se explica, ni tampoco
puede ser entendida, bajo el férreo rigor cartesiano7.

5
Citado por DE LA VILLA GIL, L., y DESDENTADO BONETE, A., Manual de la Seguri-
dad Social, p. 503. Editorial Aranzadi, Pamplona, 1979.
6
BARROT, ROBERT, Le dommage corporel et sa compensation, p. 311. Editions Litec,
París, 1988.
7
Este párrafo y los dos siguientes proceden de anotaciones tomadas del artículo de
opinión titulado Algunos comentarios al anexo del sistema para la valoración de los da-
ños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación (Ley 30/95), M. R.
Jouvencel; publicado en Revista Española del Daño Corporal, vol., núm. 2. Ediciones
Díaz de Santos, S.A., Madrid, 1995.
VALORACIÓN MÉDICA DEL DAÑO VERSUS VALORACIÓN DEL DAÑO 47

El arbitrio judicial no es otra cosa que «la facultad conferida al


juez para resolver supuestos y situaciones no reguladas por la Ley, o que
encontrándose reguladas son oscuras e insuficientes». De aquí nace la tu-
tela judicial efectiva, y de ahí también que sea el propio interés social lo
que demandas ese libre arbitrio judicial, el cual, a toda costa, por encima
de cualquier interés, debe ser preservado y protegido, y, en modo alguno,
puede ser coartado. No se olvide que es la justicia, junto con los jueces y
tribunales encargados de su administración, el último reducto que tiene el
ciudadano, los ciudadanos, para resolver pacíficamente sus conflictos.
No se puede desnaturalizar la importante función a la que está lla-
mado el juez hasta el extremo de querer convertirlo en una máquina cal-
culadora que obedezca los resultados de un programa informático pre-
viamente elaborado sobre el acatamiento de los dictados de apreciaciones
médicas (además, carentes de valor científico), con la impresión de que
la «valoración del daño» pasa a convertirse en la medicalización del
perjuicio. La justicia ha de coronar otras cimas, otras aspiraciones que la
sociedad espera siempre de ella.
Por ello, tales propuestas, insistiendo en ello, han de estar en armonía
con el estricto desempeño profesional de cada uno de los llamados a in-
tervenir procesalmente, guardando el debido respeto y distancia. Man-
tener lo contrario es decantarse abiertamente por la «medicalización» en
el resarcimiento de los daños y perjuicios infligidos a las víctimas de este
tipo de contingencias, infiltrándose en un campo más especulativo que
técnico-científico; tal especulación es posible, pero ya dentro del regate
dialéctico de los defensores de las partes, junto a la audacia que han de
imprimir al desempeño de su oficio, haciendo propuestas de tanteo al
contrario. Pero en cualquier caso, tales propuestas se han de formular en
el momento procesal oportuno, en correspondencia con el ejercicio pro-
fesional, los abogados de las partes y, en su caso, el Ministerio Fiscal.
Otra cosa es que algunos médicos (por ejemplo, los dependientes,
asalariados o al servicio de entidades aseguradoras), a título de «nota in-
terna» hagan una estimación en puntos, muchas veces por las dificulta-
des que algunos letrados tienen para reconocer ciertos cuadros lesiónales
y llevarlo al baremo.
Ahora bien, tales «estimaciones» médicas, suponen una desviación
de la estricta actuación del facultativo, y, desde luego, nunca deben fi-
gurar en un informe pericial. No han faltado críticas a esta forma de pro-
ceder, pudiéndose llegar a pensar que la generalización de esta práctica
pretende favorecer la cronicidad de conductas viciosas que con el tiem-
po se van dando por buenas, en la pretensión de que algunos médicos to-
men un protagonismo excesivo (de auténticos «negociadores» en el es-
48 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tablecimiento del monto indemnizatorio), que obviamente no les co-


rresponde, buscando, por sectores interesados, marginar profesional-
mente a los letrados y defensores de las víctimas por hechos de la circu-
lación.
Obsérvese asimismo que con respecto a tabla de secuelas contem-
pladas en la Ley 30/1995, la función del médico ha de ser, en primer
término, descriptiva, no interpretativa, enumerando cada una de ellas;
esto es, sin subsumir de entrada una categoría lesional en otra, al
margen de que después, una vez cumplido con ese extremo, quiera ha-
cer ese médico las consideraciones técnicas que crea oportunas, como
queriendo incluir algo como parte de un conjunto más amplio. En tal or-
den, tratándose de secuelas cervicales, por ejemplo, el médico infor-
mante, caso de ser así, describirá como secuelas: «cervicalgia con irri-
tación braquial»; «hernia discal sin operar, con sintomatología»;
«agravación de artrosis previa al traumatismo». Plasmado esto, si así lo
cree, el facultativo podrá explicar que «el origen del dolor cervical
(cervicalgia) se debe a la hernia discal o/y a la artrosis cervical agrava-
da, etc.». Y en atención a esa descripción técnica («descripción de la se-
cuela», como textualmente dice la tabla de la Ley 30/95 en su encabe-
zamiento), junto a las explicaciones que, en párrafo aparte, el
informante estime procedente añadir, el juez resolverá la situación fác-
tica, atendiendo a las circunstancias particulares del caso; la configura-
ción de esas «circunstancias particulares» se nutre, sin duda, entre otros
aspectos, de lo que los facultativos médicos hubieran podido exponer en
su momento.
Se comprende, además, que si la puntuación la hace el médico el
margen de apreciación judicial se reducirá drásticamente (SANTOS BRIZ,
1995)8. La necesidad del arbitrio judicial es insustituible para contemplar
la singularidad del hecho en su proyección personal.
Pero lo cierto es la tendencia a «puntuar» constituye una práctica
errónea que sigue todavía muy arraigada, que algunos desarrollan bajo el
excéntrico epígrafe de «consideraciones médico-legales», y, además,
es lo que se enseña en algunas escuelas universitarias a los alevines de
magister en Valoración del Daño Corporal. Y es que las malas costum-
bres tardan tiempo en perderse. El autor deplora ser reiterativo, pero hay
8
SANTOS BRIZ, J., La indemnización de los daños personales y el Baremo de la
nueva Ley de Seguros, en la Ley, XVI, 1995, pp. 3923 y ss., según cita de FERNÁNDEZ
ENTRALGO, J., en: Apuntes sobre la valoración y resarcimiento del daño corporal. La
Reforma del sistema rearcitorio en la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, en: Revista Es-
pañola del Daño Corporal, vol. II, núm. 3. Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid,
1996.
VALORACIÓN MÉDICA DEL DAÑO VERSUS VALORACIÓN DEL DAÑO 49

lectores que en determinadas circunstancias se empecinan en mostrarse


torpes.

7.1. HACIA UN MAYOR RIGOR TERMINOLÓGICO

Aún más; si se ha de perseguir un avance en el rigor en el uso de los


conceptos, lo que no es otra cosa que caminar con la idea que mueve el
motor del progreso, la propia expresión valoración del daño corporal,
referida a los médicos que hubieran de cumplir tal cometido, resulta
sumamente aberrante, y, bajo esta misma óptica toma tintes de dispara-
te, de esperpento, cuando se alude a los médicos «especialistas» en va-
loración del daño corporal.
Dejando a un lado la utilización impropia del título de «especialista»
por los que así se denominan en Valoración del daño corporal (objeto de
tratamiento más adelante), la valoración médica del daño no es lo mismo
que la valoración del daño, ya que en realidad, cualquier actuación en
este ámbito profesional (el del médico) se ha de limitar a establecer un
juicio diagnóstico de las lesiones y secuelas, y las consecuencias fun-
cionales de las mismas, ya con carácter general (déficit funcional gené-
rico —ejemplo, para los gestos ordinarios de la vida diaria—) y para el
desempeño de actividades concretas (déficit funcional específico, así
para el ejercicio de determinada actividad y oficio, dentro del binomio o
relación lesión-tarea).
Parece que esto último guardas cierta distancia, por ser muy diferente,
con la tarea de «valorar el daño», en este caso corporal. Y es que si real-
mente se repara, de una forma ortodoxa, en el significado del término va-
lorar y, en consecuencia, en el de valoración se comprenderá enseguida.
De manera que valorar es «señalar el precio del algo»; «justipre-
ciar»; y, por lo tanto, valoración indica «señalamiento del valor o justi-
precio de una cosa»; «ponerle precio». Y, bajo estos presupuestos, la pe-
ritación médica ha de describir el daño, pero no hacer una valoración del
mismo, junto con las consideraciones médicas (que no médico-legales;
no hay que hacer el ridículo) que estime oportunas.
De cualquier modo, antes de proceder a valorar algo, habrá que de-
terminar su sustantividad, los términos y límites de su existencia real. O
lo que es lo mismo, antes de valorar un daño, tendrá que ser descrito y
definido: tratándose de un «daño corporal», en una experiencia clínica, lo
que se pretende, en estos casos, es identificar la alteración patológica o
entidad morbosa, ya en su categoría de lesión o de secuela, y su proyec-
ción funcional (genérica o específica, como ya se ha aludido), y esto no
50 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

es más ni menos que alcanzar un diagnóstico, un juicio diagnóstico,


genuina actividad médica.
Tal diagnóstico, sin duda, muchas veces lo podrá hacer un médico
con conocimientos generales y que actúe con una normal diligencia, y
más aún hoy día, dado los que los enormes avances tecnológicos apli-
cados a los diversos exámenes instrumentales facilitan mucho tal diag-
nosis, pues en otro tiempo se precisaba de un juicio médico bajo una ela-
boración mental mucho más estrecha, con una ponderación profunda de
los síntomas del paciente, y de los signos clínicos hallados tras su dete-
nida exploración física inmediata, y, además, adjuntando la experiencia
de auténticos especialistas.
Piénsese, por ejemplo, en una lumbociática cuya causa está en una
hernia discal lumbar con compromiso radicular; esta patología, hoy día,
merced a las técnicas de imagen y neurofisiológicas, después de un in-
terrogatorio bien dirigido y una adecuada exploración física, puede cual-
quier médico general diagnosticar la absoluta certeza.
Por tanto, hasta aquí nada justifica la intervención de unos titulados
de forma engañosa, con pretensiones de exclusividad, con garantía de la
solvencia de su dictamen pericial. Por el contrario, ese mismo médico
general, y diligente, gozará muchas veces de mayor credibilidad que
otros que están vinculados de forma habitual en una relación de depen-
dencia laboral continuada (formalizada legalmente o de hecho), en la
práctica irrenunciable ante un hecho puntual, en clara dependencia de los
administradores de intereses de quienes han de responder económica-
mente de importante indemnizaciones.
En estos casos, no obstante, y, entre otros también, cuando se trata
del esclarecimiento de los hechos y de conocer la verdad pericial en el
curso de una litis, se precisará el concurso de uno varios especialistas con
capacitación profesional adecuada (médico especialista en traumatología,
neurocirugía, psiquiatría, radiología, etc.). Llegada esta exigencia, se
escapa a cualquier planteamiento enciclopedista del saber médico, co-
mún denominador del atraso en el que subsiste todavía en la actualidad
la medicina forense oficial española (la de todos los días) y otros suce-
dáneos como los pretendidamente llamados médicos «especialistas» en
valoración del daño corporal.
Pero en cualquier caso, trayendo a colación de nuevo el matiz se-
mántico, invocando el verdadero significado lingüístico de las palabras
en sus combinaciones, hay que establecer la diferencia entre la expresión
valoración médica del daño corporal y la valoración del daño corporal.
Entonces no habrá lugar para la duda: el facultativo médico tiene que te-
ner muy presente que no ha de sucumbir ante tentaciones tan «feni-
VALORACIÓN MÉDICA DEL DAÑO VERSUS VALORACIÓN DEL DAÑO 51

cias» como la de actuar en calidad de «tasador» del daño, pues no es otra


cosa que ponerle un precio, ocupación que, además de fomentar malos
hábitos, es inadmisible en el desempeño de su oficio, en cualquiera de
sus formas. Y es que la figura del «médico-tasador» no existe en nuestro
país, a menos que en el futuro las leyes del gobierno dispongan otra cosa.
He ahí el disparate y también ahí el esperpento.

7.2. UN TITULO QUE SE PRESTA A CONFUSIÓN:


LOS MÉDICOS «ESPECIALISTAS» U —
UNIVERSITARIOS— EN VALORACIÓN DEL
DAÑO CORPORAL

Ver epígrafe 16.12.


8
Valoración y calificación de la
incapacidad laboral

La incapacidad para el trabajo y la invalidez, en los términos pre-


vistos en la Ley General de la Seguridad Social (L.G.S.S.), son concep-
tos de naturaleza jurídica, aunque íntimamente ligados a cuestiones de
hecho —entre otras, un estado orgánico expresivo de un trastorno o
una patología—, que han de ser estimados por quien tenga conocimien-
to y facultad para ello, para que de esta forma produzcan las conse-
cuencias legales que el ordenamiento en vigor les reserva1.
La apreciación de la incapacidad para el trabajo conoce distintos
aspectos, indispensables para que finalmente se resuelva por los cauces
adecuados la cuestión de fondo. Con cierta frecuencia se alude a los tér-
minos de valoración y calificación de forma indistinta intentando des-
cribir y plasmar estas situaciones incapacitantes.
Sin embargo, con el fin de evitar confusión, se considera conve-
niente proponer un mayor rigor en el uso de la terminología, en atención
a los límites que se indicarán para las palabras aludidas, tanto que han de
ser entendidas como conceptos, aunque complementarios, con proyec-
ciones diferentes.
El camino que ha de llevar a la calificación de la incapacidad como
problema jurídico es laborioso. Llegar a esta resolución final, ya en vía
administrativa, ya en la jurisdiccional, requiere que antes se tomen en
consideración una serie de premisas que hagan posible la construcción
del silogismo. Son elementos anteriores, debidamente estimados, los

1
Anotaciones tomadas, y en párrafos siguientes, de la Incapacidad para el traba-
jo, o.c.

53
54 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

que responden a la idea que se quiere dar de valoración2. La valoración


recae en aspectos singulares previos a la calificación; así, por ejemplo, el
juez, en un análisis singular, valorará la prueba, y el clínico, en el ámbi-
to que le es propio, hará una valoración de las consecuencias de las le-
siones en su proyección laboral.
En un tiempo la apreciación de la incapacidad permanente para el
trabajo se atenía únicamente a los resultados del examen fisiológico, tanto
que el grado de incapacidad operaba de manera exclusiva sobre criterios
médicos. En la idea de caminar hacia una mayor justicia social, la
jurisprudencia y la doctrina jurídica de distintos países hubieron de ad-
mitir que para la determinación de la incapacidad influyen un conjunto
de factores, que han de apreciarse globalmente, siendo el daño fisioló-
gico uno más entre ellos.
La resolución del órgano administrativo o jurisdiccional sobre un es-
tado de incapacidad para el trabajo precisa un análisis de cada uno de los
factores que forman ese conjunto, cuyas apreciaciones parciales (valo-
raciones) se verán posteriormente integradas en un juicio que supone la
calificación de tal estado. De esta forma, se quiere decir que el juicio clí-
nico que se emita respecto a un estado nosológico susceptible de produ-
cir una merma de la capacidad para el trabajo significa valorar las con-
secuencias funcionales de determinado trastorno, lesión o enfermedad,
pero con unas peculiaridades muy concretas, esto es: bajo el enfoque de
la medicina laboral.
En consecuencia, la valoración—dentro del ámbito médico—opera
apreciando el alcance clínico de determinado menoscabo funcional y or-
gánico en su repercusión sobre la capacidad laboral del lesionado. Va-
lorar, pues, en este marco clínico, se ha de interpretar como un criterio
médico, como un juicio clínico, mientras que calificar supone una ac-
tuación jurídico-administrativa, judicial en su caso, y que por lo tanto ha
de desenvolverse por otros cauces3.
2
Por su parte, CASADO CARRASCO, L. es de la opinión de que «el término valoración
supone un criterio y una finalidad eminentemente rehabilitadora, mientras que calificación
hace referencia a la determinación de carencias o pérdidas anatómicas o funcionales con
criterios y finalidades fundamentalmente indemnizatorias», en: Nuevos sistemas de va-
loración de incapacidades, publicado en el Boletín de Estudios y Documentación de Ser-
vicios Sociales, núm. 7/1981, publicado por el INSERSO —Ministerio de Trabajo y Se-
guridad Social—, Madrid.
3
Los ejemplos que se podrían traer a colación para deslindar el alcance de estos tér-
minos podrían ser innumerables y en relación a distintos factores. Considérese, como
muestra, el caso de un enfermo de lepra, el cual desde el punto de vista clínico, esto, des-
de la óptica de esa valoración médica (relación lesión-tarea, en el terreno de la medicina
del trabajo) reúne una capacidad plena; no obstante, no se puede desconocer que ciertas
VALORACIÓN Y CALIFICACIÓN DE LA INCAPACIDAD LABORAL 55

Mas una mala comprensión entre las fronteras que se quieren indicar
al distinguir entre calificación y valoración explica que en no pocas
ocasiones el médico se exprese documentalmente de forma incorrecta; y
así, cuando escribe que «el paciente XXX tiene una incapacidad perma-
nente para el trabajo», esto, así plasmado, constituye un gran desacierto,
pues parece dar a entender que el facultativo pretende invadir el terreno
de la calificación jurídica del problema, cosa que obviamente no le in-
cumbe. Y lo cierto es que esta clase de pronunciamientos en ocasiones
llegan a provocar cierta incomodidad en el juzgador, en especial en
aquellos que preservan con celo aquello que entienden que es propio de
sus competencias, pues de alguna forma han sido allanadas.
Lo correcto, por el contrario, es decir, también a modo de orienta-
ción, que «el paciente XXX, dentro de una relación lesión-tarea, médi-
camente, no es apto para el desarrollo de las actividades fundamentales
propias de su oficio habitual». Cierto que se da a entender lo mismo, no
obstante, cuando se alude a la expresión incapacidad permanente total
(absoluta, o gran invalidez, en su caso) se está calificando jurídicamen-
te una situación de hecho, lo que no corresponde al médico, pues éste se
ha de limitar a describir los hechos (juicio diagnóstico) y a apreciar, tam-
bién médicamente, sus consecuencias funcionales, y así, entre otras, su
repercusión laboral, pero siempre expresándose correctamente.
(Otra cosa es, sin embargo, el marco actual en el que ha de desen-
volverse la descripción de los hechos en lo que compete a la Medicina
del Trabajo, puesto que el médico, dentro de la estricta valoración, no ha
de limitarse ni quedar constreñido a un mero diagnóstico encorsetado en
una clásica y tradicional descripción clínica; en la manera en que OR-
MAECHEA en su tiempo (1934) daba a entender, justificándolo en que
«como el médico ignora las exigencias del trabajo del obrero, es mani-
fiesto que carece de conocimientos para establecer la relación entre uno
y otro factor, de la que es resultante el juicio de incapacidad»; tal tesis,
en las actualidad, es insostenible, pues precisamente en este aspecto el
análisis del binomio lesión-tarea entra de lleno en uno de los aspectos
más genuinos del ejercicio de la Medicina del Trabajo, aunque tal disci-
plina en la época en que hay que situar al referido autor disfrutaba de es-
casísimo desarrollo y menor consideración todavía).

enfermedades todavía provocan un rechazo en la comunidad (por ignorancia, desconoci-


miento, etc.), con sus correspondientes consecuencias en el mercado de trabajo. Y este es
un problema real que no se puede desconocer, pero que se escapa a la función del clínico
y es el órgano calificador quien ha de sopesar. Hasta es posible que el conocido en su me-
dio como «el leproso», fruto de la marginación social, tenga incluso escaso éxito en la
venta de ataúdes.
56 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Quizá el antecedente remoto de esta práctica viciosa haya que bus-


carlo en una interpretación extensiva del art. 27 del reglamento de acci-
dentes de trabajo de 1922 4, que imponía al médico la obligación, entre
otras, de librar certificado de curación, «calificando la incapacidad re-
sultante». Ante esto pronto reaccionó la jurisprudencia, y como prueba
de ello lo son algunas sentencias de entonces: «la declaración de inca-
pacidad compete al juez y no a los facultativos que asisten al juicio»
(S. T.S., 10-3-27); todavía queda esto más potente en esta resolución ju-
dicial: «es cuestión jurídica que se sale fuera de la órbita del informe pe-
ricial» (S. T.S., 3-10-31), a la que puede añadirse esta otra, por cuanto:
«en ningún momento pueden estimarse los dictámenes facultativos como
constitutivos de una declaración específica de la clase de incapacidad re-
sultante» (S. T.S., 19-12-32).
En la actualidad, no obstante, la confusión sigue imperando, lo que
ha motivado una reiterada doctrina del antiguo tribunal Central de Tra-
bajo (T.C.T.) y abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo (T.S.).
Para ello basta con leer algunas sentencias, como las que a continuación
se indican: T.S., 6.a, 23-6-74 (Ar. 3.153); T.S., 6.a, 1-3-78 (Ar. 828); T.S.,
6.a, 17-1-80 (Ar. 293); T.S., 6.a, 24-4-80 (Ar. 1.669), todas ellas citadas
por ÁLVAREZ DE LA ROSA 5; tal jurisprudencia, se ha venido manteniendo
siempre constante en este aspecto hasta los días actuales, siendo ya una
tradicional postura del derecho español. En definitiva, se ha de recalcar
que la calificación de la incapacidad que pudiera afectar a un trabajador
escapa a las atribuciones médicas, pues no es esta su misión, por no ser
función propia de los peritos hacer calificaciones jurídicas.
Por último, ya para que la cuestión quede bien aclarada, muy ilus-
trativa es la siguiente sentencia, entendiendo que «los dictámenes peri-
ciales emitidos por los facultativos médicos, en los que se debata la si-
tuación de invalidez de un trabajador, a consecuencia de una enfermedad
común o accidente, tienen finalidad de ser, detallar y describir las alte-
raciones orgánicas con sus secuelas que aquél presenta, a fin de que el

4
Al menos así lo explica GARCÍA ORMAECHEA, R., en La incapacidad permanente, p.
8, publicación del Instituto Nacional de Previsión (I.N.P.), Madrid, 1934. Las sentencias
que siguen son citadas por el mismo G. Ormaechea, o.c, pp. 9 y 10. De la misma forma,
en el antiguo Reglamento de Accidentes de Trabajo, Decreto 22 de junio de 1956 (BOE
15 de julio), en su art. 27, refiriéndose a los médicos que asistían a los accidentados, dice
textualmente que «están obligados a librar certificaciones» en una serie de supuestos,
como en el caso del apartado 5 del artículo antes citado, lo que e recoge así: «cuando el
alta sea como incapacidad permanente, la descripción y calificación que, a su juicio, me
rezca».
5
ÁLVAREZ DE LA ROSA, O.C, p. 220.
VALORACIÓN Y CALIFICACIÓN DE LA INCAPACIDAD LABORAL 57

órgano jurisdiccional competente para resolver la procedencia o impro-


cedencia de la pretensión, y en su caso el grado de incapacidad en que se
halle, conozca y valore los elementos fácticos necesarios para llegar a la
conclusión adecuada en relación con el problema debatido, sin que sea
función de los peritos emitir opiniones o deducir consecuencias de índole
jurídica en relación con la aptitud laboral del reconocimiento, por tras-
pasar con ello la esencia peculiar específica del informe médico, el
constatar con sus conocimientos científicos y no ser competencia de
quien los emite el formular calificaciones de carácter jurídico que, como
antes se dijo, carecen de valor»; y sigue aclarando esta misma sentencia:
«la no inclusión en la declaración de hechos probados tales manifesta-
ciones no es atribuible ni imputable a error de hecho del magistrado sen-
tenciador, por ser irrelevante su inclusión, ya sería agregar como su-
puesto de hecho un concepto jurídico» (S. T.S., 6. a , 17-11-78,
R. 4.1101).
9
Aproximación a un protocolo de
actuación médica

Producidas unas lesiones, sus consecuencias en el campo de la salud


o en la integridad personal reclaman una intervención experta, exigiendo
un examen minucioso del proceso clínico, procediendo con auténtico ri-
gor, recabando los antecedentes necesarios, estudiando la evolución
hasta su último momento, para así poder llegar a un juicio diagnóstico de
la situación, matizándolo, si es preciso, en las consideraciones médicas
pertinentes, concluyendo con una valoración de las repercusiones defi-
nitivas del «hecho dañoso», dentro de los límites en que la actuación téc-
nica ha de desenvolverse. Y esta última anotación no es, en absoluto,
ociosa, en atención a lo señalado en el epígrafe anterior.
En líneas generales, el médico ha de comenzar por el examen clínico,
para llegar al juicio diagnóstico, pudiendo seguir con la elaboración del
informe, y, en su caso, la prueba pericial.

9.1. EL EXAMEN MÉDICO


Se remite al examen de la lesión, o lesiones, y su repercusión fun-
cional, poniendo especial énfasis en las consecuencias fisiológicas y fi-
siopatológicas que el proceso tiene, esto es, primando la descripción de
las limitaciones funcionales frente a los aspectos anatómicos o pertur-
baciones estructurales.
En armonía con las opiniones de DREYFUS y OLIVIER1, «este capítu-
1
DREYFUS, P. et OLIVIER, P., en: L' expertise judiciaire et les mesurs d'instruction en
traumatologie, p. 9, Encyclopédie Medico-Chirurgicale, 15910 A, 4-4-90. Editions Tech-
niques, París.

59
60 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

lo deberá comportar todos los resultados del balance clínico, que debe
ser minucioso, completo, descriptivo y a la vez figurando todos los ele-
mentos positivos del examen como los negativos»; y añaden: «en efecto,
las constataciones detalladas no son solamente útiles para informar al
juez de los elementos constitutivos del daño funcional residual eventual,
sino que sirven de base irremplazable para toda discusión ulterior, par-
ticularmente en agravación, que sea de nuevo cometido del experto autor
del informe inicial o tratándose de uno de sus colegas».
En alusión a lo anteriormente anotado, el concepto global de la lesión
como daño a la integridad biológica en todas su extensión, habrá, pues,
de ser delimitado en su vertiente estática —o daño estrictamente orgá-
nico— y dinámica —en su alcance propiamente funcional—, habiendo
de tener presente que «la localización de la lesión —como tal daño or-
gánico— no equivale a la localización de la función. La lesión, bajo es-
tas matizaciones, altera, o puede alterar, componentes de un sistema
funcional» (PEÑA CASANOVA) 2; por otra parte, la estimación de una al-
teración patológica in situ difícilmente permitirá conocer el juego de los
mecanismos de interacción, amortiguación, compensaciones y suplencias
que se han de poner en marcha como respuesta al desequilibrio desen-
cadenado por las modificaciones esturcturales primitivas.
Siendo así, la función ha de primar ante todo, «la fisiología tiene más
importancia que la anatomía»3; atinadamente señaló LETAMENDI, hay
que repetirlo, que «forma y función es todo función». El comporta-
miento dinámico de todo ser vivo, como afirmación de su existencia (re-
producción, nutrición, relación), define biológicamente la actividad de un
sistema orgánico expresión de un todo o función (capacidad de un órga-
no o sistema de acuerdo con su cometido o condición natural), aspecto
este último que es susceptible, a su vez, de dividirse en niveles parciales
o actos. Insistiendo en este orden, se han de considerar, en su caso, la
existencia de un estado anterior concausas y otros elementos), el carácter
acumulativo, o no, de las alteraciones observadas, y, cuantos aspectos
contribuyan de forma decisiva en la configuración del daño, y, en defi-
nitiva, a su balance funcional4.

2
PEÑA CASANOVA, J., La exploración neuropsicológica. Introducción y principios ge-
nerales, p. 5. Editorial MCR, S.A., Barcelona, 1987, citando a LHERMITTE, cuando dice
que «todo comportamiento patológico debe ser comprendido en términos de supresión, de
deterioro y de liberación de actividades nerviosas fisiológicas» (en: Neuropsicología, p. 9,
LHERMITTE, F., PEÑA CASANOVA, J., ARRAQUER, Ll. Editorial Toray, Barcelona, 1983).
3
GARCÍA TORNEL CARROS, L. y SÁNCHEZ BORDONA, J. M., O.C, p. 29.
4
Un elemento importante a tener en cuenta en este balance es, muchas veces, la edad,
no ya, por supuesto, como un dato que pudiera causar una impresión subjetiva, sino
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 61

El protocolo de la exploración ha de ser minucioso, completo y su-


ficientemente amplio como para que reúna las garantías necesarias con el
fin de que su cometido se vea cumplido, recurriendo a cuantos medios de
prueba médica y exploraciones se precisen; nada puede justificar que se
escatime el proporcionar medios exploratorios que en cada caso se hagan
necesarios; en la práctica, por ejemplo, no es infrecuente comprobar
que en el caso de una lumbalgia crónica, con resultado mediante examen
radiológico simple, se esconda una, o varias, hernias discales, lo cual
puede ponerse en evidencia recurriendo a técnicas de diagnóstico más re-
solutivas, y no cruentas, como el TAC, y, más todavía, con la resonancia
nuclear magnética (RNM), así como el estudio de la afectación del te-
rritorio radicular correspondiente (electroneuromiografía de extremida-
des), su repercusión en el rendimiento muscular, mediante el recurso a
pruebas dinámicas de análisis (prueba de esfuerzo lumbar, análisis de los
espectros de frecuencia de la señal, mediante electromiografía de super-
ficie). Por otra parte, existen protocolos médicos de actuación profesio-
nal, elaborados por grupos profesionales o sociedades científicas que son
de gran ayuda para una actuación correcta.
En síntesis, la cuestión se ha de centrar en:

a) anamnesis, que ha de ser cuidadosa y esmerada, conduciendo el


relato histórico del paciente en un sentido auténticamente inda-
gatorio, profundizando en el significado aparente y real de la
sintomatología referida5;

como factor biológico de limitación; es una realidad indiscutible que conforme transcurren
los años, a partir de un determinado momento, la capacidad física comienza a declinar, lo
que resta, igualmente, capacidad de reacción ante determinados eventos. Una misma le-
sión, descrita estructuralmente, puede tener consecuencias distintas según la edad de la
víctima; por ejemplo, en condiciones normales, el nucleus pulposus de la charnela lum-
bosacra fija su límite de ruptura en torno a los 800 kilos antes de los 40 años, y a partir de
tal edad la carga de ruptura va disminuyendo, fijándose en los 450 kilos en sujetos de edad
avanzada (KAPANDJI, J. A., o.c, p. 112). Por otra parte, algunos autores han considerado
la posibilidad de que en determinados casos se produzca el «síndrome de senilidad pre-
matura post-traumática» (LIPPENS), descrito en «personas de más de cincuenta años que se
han desenvuelto satisfactoriamente hasta ese momento en una actividad laboral, pero que
a raíz de un accidente, en ocasiones banal, decaen rápidamente después del siniestro; el
herido queda asténico, incapaz de esfuerzo, exhibiendo un precario estado de salud, visi-
blemente envejecido. Suele asistirse a una aceleración de la caquexia senil»; según fuen-
te de BORTOLUZZI, A., o.c, p. 778.
5
Sobre la importancia de un buen interrogatorio y de una detenida exploración física
inmediata nunca se insistirá demasiado. En no pocas ocasiones el paciente describe sín-
tomas que sin una consideración detenida pueden llevar al médico a no pensar en la ne-
cesidad de arbitrar las pruebas complementarias que de otro modo sin duda solicitaría. Re-
62 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

b) exploración física;
c) exploración complementaria: instrumental y arbitrando, en su
caso, el recurso a la consulta de otros especialistas, técnicas y ex-
ploraciones que en cualquier caso se habrán de consultar de
acuerdo con los principios de necesidad y economía.

párese por un momento, y a título de ejemplo, en el caso de la persona que manifiesta pre-
sentar dolor en la región costal anterior izquierdas, interpretando, ese médico, tal mani-
festación como un fenómeno irradiado a partir de un proceso irritativo dorsal (existente o
no). A esto añádase que en el curso del trámite administrativo que pone en marcha el ex-
pediente de incapacidad (de acuerdo con lo dispuesto en la Ley General de Seguridad So-
cial Española) el interesado alega que padece dolencias vertebrales junto a tales síntomas.
Desestimada la pretensión de incapacidad en la vía mencionada —administrativa—, el
mismo interesado sustancia el recurso correspondiente ante la jurisdicción competente, al
tiempo que solicita la actuación de un perito médico a instancia de parte, alegando, ya en
la demanda, que además de sus lesiones vertebrales padece también un ángor por lesión
coronaria, pues en realidad el perito médico al que hubo de recurrir la parte demandante,
después de un examen cuidadoso, llega a la conclusión de que tal «algia costal» en reali-
dad no tiene su origen en una lesión vertebral, sino que es expresión de una enfermedad
cardiovascular, lo que en exámenes médicos anteriores no fue detectado, pero no por causa
imputable al paciente —pues si bien se mostró colaborador en todo momento, descri-
biendo sus síntomas, desconoce sin embargo la ciencia médica y también desconocía hasta
ese momento el verdadero alcance de esas manifestaciones dolorosas, patológicas. En
este ejemplo, la doctrina jurídica de «hechos nuevos» (esto es, someter a decisión judicial
un elemento diferente al alegado en la etapa administrativa) muy probablemente sería in-
vocada por la parte demandada. No obstante, más de uno también entenderá que los
postulados de esa misma doctrina son en este caso discutibles, ya que el «hecho» (dolor en
el área costal izquierdas, en el precordio, en definitiva), sí que fue alegado en tiempo y
forma, lo que ha sucedido, en cambio, es que la falta de rigor en la exploración técnica no
aclaró de forma suficiente o adecuada su origen. El argumento cobra todavía más impor-
tancia si cuando el interesado inició el trámite de incapacidad lo hizo por sí mismo, y lo
llevó a cabo sencillamente cumplimentando el impreso que la Seguridad Social pone a su
disposición, describiendo por su cuenta, en el apartado correspondiente, las enfermedades
y lesiones que padece. Y en la descripción hecha por el propio solicitante no se le podrá
exigir ir más allá de una mera referencia sintomática, careciendo de coherencia el pre-
tender que hubiera ahondado en el carácter etiológico de sus manifestaciones patológicas.
Este último aspecto ha de ser rellenado, con diligencia, por el facultativo del equipo de va-
loración de incapacidades, reparando en el relato histórico del interesado en cuanto a los
síntomas que dice presentar, tomando tales síntomas con criterio de lista abierta, ha-
biendo de ser el mismo facultativo de valoración de incapacidades quien ha de completar
lo que en principio parece ser una mera referencia a un estado sujetivo que el declarante
entiende y experimenta, como una merma de salud que le lleva a una disminución de su
capacidad de trabajo. Y es que también en realidad, lo que se somete a estima, ya al ór-
gano administrativo, ya al jurisdiccional, en una interpretación extensiva de la cuestión de
fondo, no es la lesión concreta en sí misma, sino si el solicitante tiene o no tiene capaci-
dad de trabajo, remitida tal capacidad a unos límites enmarcados por los datos sintomá-
ticos que, como elemento de partida, alega el solicitante.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 63

La metódica exploratoria que se menciona, que por supuesto exclu-


ye los inútiles chequeos médicos6 (y otras parafernalias y liturgias de
poca ortodoxia), se ha de centrar y orientar sobre la lesión y sus posibles
proyecciones sobre la economía humana, averiguando, hasta sus últimas
consecuencias, cómo incide sobre la capacidad general del individuo.
Respecto a las exploraciones complementarias, conviene recordar
que se han de justificar en un sentido auténticamente operativo, descar-
tando aquellas inútiles o innecesarias, sobre todo cuando no se han ago-
tado las posibilidades diagnósticas con medios más sencillos. En parti-
cular, la exploración instrumental (entendida como conjunto de técnicas
y procedimientos que han de contribuir al esclarecimiento de la patología
que en cada caso se esté cuestionando) ha de llevarse a cabo teniendo en
cuenta no sólo lo que se acaba de indicar, sino que también se vean cum-
plidos los extremos que a continuación se concretan:

a) elección de la exploración adecuada al fin perseguido (exclu-


yendo lo superfluo);
b) utilización de la técnica y método de trabajo apropiados;
c) descripción rigurosa y objetiva de los hallazgos clínicos;
d) interpretación certera de los signos observados;
e) que, en su caso, el juicio clínico propuesto por el explorador —ya
de seguridad, ya de probabilidad, ya de sugerencia— sea concor-
dante con las premisas anteriores.

En el caso de la medicina de trabajo, para los exámenes comple-


mentarios concernientes al aparato locomotor y sistema neurológico,
A. LE TINIER y M. PUJOL7 establecen los siguientes principios generales,
respondiendo a cuatro circunstancias diferentes:
6
Los chequeos médicos y exámenes de corte parecido hoy día están francamente des-
prestigiados, considerándose hasta absurdos, pues, en todo caso, carecen de profundidad.
Ya hace unos años, en Canadá, los expertos en Salud, se pronunciaron de forma tajante, al
decir: «recomendamos que se abandone el chequeo anual que se ha venido practicando de
forma ritual durante decenios en América del Norte; no afina lo suficiente como método
de detección particular en adultos, resultando ineficaz e incluso a veces peligroso. Por su
parte el Fórurn Mundial de la Salud, en 1981, corroboraba lo anterior, al poder añadir:
«los consideramos una pérdida de tiempo, dinero y trabajo; nada justifica que se siga pre-
conizando este tipo de reconocimientos completos para la mayor parte de los adultos a
partir de los 18 años de edad». Al hilo de la cuestión, también convendría que las autori-
dades sanitarias españolas reflexionasen sobre la forma y manera en que se llevan a
cabo los reconocimientos médicos de los trabajadores, vinculados a empresas en las que
existen determinados riesgos profesionales.
7
A. LE TINIER y M. PUJOL, en: XXI Journées Nationales de Medicine du Travail, p.
61, Masson, París, 1987.
64 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

a) contribuir al diagnóstico de una enfermedad profesional con el al-


cance neurológico o locomotor, antes de la decisión de actitud
(entendida como juicio médico);
b) apreciar las secuelas y permitir determinar la vuelta al trabajo
después de un accidente o de una enfermedad profesional;
c) buscar el alcance neurológico o lomocotor ante las contraintes
(carga externa) del puesto de trabajo, con el fin de mantener la ap-
titud;
d) verificar si una patología crónica del aparato locomotor o neuro-
lógico es compatible con el mantenimiento del puesto de trabajo.

En concreto, el examen del aparato músculo-esquelético no ha de


quedar, ni mucho menos, abandonado ni descansar únicamente en el es-
tudio radiológico simple, dando a entender éste como el agotamiento de
las pruebas complementarias, al mismo tiempo que la práctica de una
mera radiografía puede pretender en más de un caso mostrarse como jus-
tificante de «una conciencia tranquila», que parece no comprender los lí-
mites de tal medio exploratorio; y pudiendo también ser expresión de
una conducta médica descuidada, negligente, práctica abocada al error
diagnóstico. La exploración radiografía simple es necesaria, útil en una
primera aproximación, pero que ha de conocer sus límites; muchas veces
proporciona escasos datos, convirtiéndose entonces en un examen de exi-
guos resultados, en especial cuando es preciso determinar si hay lesiones
en las «partes blandas» de la anatomía, por ejemplo esquelética (así, en
casos de esguince de rodilla, esguince cervical, etc.). No obstante, a pe-
sar de estas limitaciones, en general, para el estudio de la imagen, el exa-
men radiológico simple es por donde hay que comenzar, de utilidad
imprescindible en muchos casos. Además, hay que advertirlo, es muy
importante que haga la lectura de las placas radiográficas un radiólogo, o
médico especialista en el campo específico; adviértase la temeridad in-
terpretativa de las imágenes por quienes carecen de la adecuada prepa-
ración (limitándose muchos de éstos a hacerle el «ascensor» a la placa),
lo que así supone pérdida de tiempo, dinero y una exploración inútil, po-
niendo, además, en riesgo la salud del paciente, junto a las implicaciones
legales que pudieran derivarse. Incluso, por ejemplo, la patología del dis-
co intervertebral, dadas sus dificultades, hace recomendable que su in-
terpretación se lleve a cabo por especialistas prácticos en el campo de la
neurorradiología.
Sin embargo, para la práctica de las exploraciones radiológicas, se ha
de tener en cuenta las medidas, preventivas, dictadas por el Real Decre-
to 815/2001, de 13 de julio, Ministerio de Sanidad y Consumo (BOE 14-
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 65

07-01) sobre justificación de uso de radiaciones ionizantes para la pro-


tección radiológica de las personas con ocasión de exposiciones médicas
y para la protección de la salud de los riesgos derivados de su uso.
Tratándose de exposiciones médicas, se ha de considerar:

a) exposición de pacientes para su diagnóstico o tratamiento;


b) exposición de trabajadores en la vigilancia de su salud;
c) exposición de personas en programas de cribado sanitarios;
d) exposición de personas sanas o pacientes que participan en pro-
gramas de investigación;
e) exposición de personas como parte de procedimientos médico le-
gales.

Las exploraciones en este campo han de venir justificadas: «se pres-


tará especial atención a la justificación cuando no haya beneficio directo
para la salud de la persona que se somete a la exposición médica y es-
pecialmente para las exposiciones por razones médico-legales», tanto
que «quedan prohibidas las exposiciones médicas que no puedan justi-
ficarse».
Claro que estas exigencias legales han de ceder en casos de urgencia,
concepto que no ha de quedar restringido a los casos de urgencia vital.
Pretendiendo metas más ambiciosas, a la vez que actuales, el concepto
de urgencia médica ha de desenvolverse, resumidamente, en una triple
dimensión; a) urgencia de vida («quo ad vitam»); b) urgencia de órgano
(«quo ad organum»); urgencia de función («quo ad functionem») *.
El balance muscular, frecuentemente olvidado, así como su correla-
tivo estudio neurológico, toma un carácter esencial en muchos casos e in-
cluso prioritario (lo que es extensible a las medidas preventivas). En la
actualidad existen en el mercado equipos y medios instrumentales (rela-
tivamente económicos) que proporcionan datos muy significativos sobre
la actividad bioeléctrica muscular, destacando el interés de la electro-
miografía y la electromiocartografía (RIDEAU), ilustrando de forma muy
valiosa sobre la carga de trabajo (cuestión crucial en la medicina del tra-
bajo, por otra parte tratada con frivolidad), pudiendo hacer registros
prolongados, respondiendo a las exigencias de verdaderos estudios de
campo, tests de fatiga muscular (problema poco estudiado y de peor
comprensión en la práctica), comparación de la respuesta individual
ante la carga externa que impone diversos requerimientos, etc., pudien-

* M. R. JOUVENCEL, Concepto Médico-legal de asistencia de urgencia (I). Profesión


Médica, n.° 1574, 15-02-1985.
66 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

do a todo ello darle un tratamiento informático con el adecuado soporte


instrumental*.
Igualmente, hay que pensar que si por un lado los hallazgos clínicos
que indican la existencia de una pérdida de función no siempre se pue-
den expresar de forma exacta, por otra parte, esa misma pérdida de fun-
ción no pocas veces se va a presentar únicamente bajo el influjo de par-
ticulares exigencias y condiciones, esto es: sólo bajo aquellas que sean
suficientes para provocar un desequilibrio órgano-funcional capaz de tra-
ducirse en una apreciación patológica por parte del explorador. Quiere
esto decir que en ocasiones los exámenes clínicos en reposo serán insu-
ficientes e irrelevantes, ya que su valor se limita para los casos de alte-
raciones patológicas ya muy estructuradas (ejemplo: un electrocardio-
grama —e.c.g.— realizado en reposo8, siendo necesario recurrir a otros

* DE LUCA, ROY y otros centros de investigación neuromuscular de la Universidad de


Boston (EEUU), mediante electromiografía de superficie —EMGS—, discriminaron pa-
cientes con dolor crónico de espalda frente a sujetos normales, mediante el análisis del es-
pectro de frecuencias, a través de pruebas de carga lumbar. Ref. KASMAN, G. S., CRAM, J.,
WOLF, S. L., en: Clinical Aplications in Surface Electromyography, p. 322, Aspen Pu-
blication, Maryland (EEUU), 1998. En este orden, también puede consultarse Análisis del
espectro de frecuencias tras el test isométrico de Sórensen. Aplicación en la valoración
funcional, M. R. JOUVENCEL, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid. Fa-
cultad de Medicina. Departamento de Rehabilitación. Asimismo, en el examen músculo-
esquelético es muy útil, al menos en principio, la TERMOGRAFÍA de placa, práctica in-
cruenta, fácil realización, carente de riesgo, sin coste económico. Los interesados pueden
consultar: Nuevas técnicas diagnósticas y terapéuticas en patología del aparato loco-
motor (TermografÍa, pp. 1-137), obra muy didáctica. Fundación Mapire. Temas de Me-
dicina, Madrid, 1986.
8
«Un e.c.g. normal, practicado de forma sistemática no tendrá ningún interés y no
permite ningún despistaje, salvo, en general, en anomalías de las que ya se resiente, pu-
diendo hacer un infarto diez minutos después de ese e.c.g. normal. En cambio el e.c.g. de
esfuerzo permite apreciar posibles adaptaciones del corazón, sobre todo en caso de insu-
ficiencia coronaria; no obstante tal examen, que puede ser peligroso, no debe ser practi-
cado más que en medio hospitalario» (Les Risques du travail, p. 209, bajo la dirección de
CASSOU, B., HUEZ, D., MOUSSEL, M. L., SPITZZER, A., TOURANCHER, A., editions La De-
couverte, París, 1985. Respecto a los riesgos que conllevan los esfuerzos cardíacos, cier-
tamente exigen que se tomen las debidas precauciones, tanto que para su práctica ha de
preceder siempre una rigurosa anamnesis y un examen cardiorrespiratorio, incluyendo un
análisis detenido de las modificaciones electrocardiográficas que pudieran aparecer en re-
poso; en general no se aconsejan para sujetos mayores de 60 años y siempre ante la
existencia de procesos cardiorrespiratorios en actividad o descompensados (COMBA EZ-
QUERRA); además, en todo caso, tales pruebas, como se ha dicho, se han de llevar a cabo
en centros preparados para hacer frente a las emergencias o accidentes que pudieran so-
brevenir. En cuanto a los riesgos aludidos, M. H. ELLESTAD indica: «revisadas, en 1977.
1.375 centros, 444.396 con bicicleta y 25.592 pruebas de Máster durante el año anterior,
como complicaciones se comunicaron 3,5 infartos, 48 arritmias importantes y 0,5 muer-
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 67

procedimientos de análisis clínico (prueba de esfuerzo, test de provoca-


ción, estudios telemétricos, hólter cardíaco, hólter muscular, estudios de
campo, etc.).
Por eso, cuando el clínico practica un examen permaneciendo el su-
jeto en condiciones de reposo, los resultados, caso de «normalidad», se
han de interpretar con suma reserva, ya que ese examen en su alcance
siempre será limitado, habiéndose de circunscribir a las circunstancias en
que fue hecho, no descartando en absoluto patologías o alteraciones
que bien pudieran permanecer encubiertas y que sólo se manifiestan
ante determinados requerimientos. Por ejemplo, una capacidad respira-
toria puede permanecer normal frente a un trabajo de poca demanda
energética (así, 50 vatios), sin embargo, puede que no ocurra lo mismo
cuando ese desarrollo se sitúa en torno a los 100-200 vatios (que es lo
que suele demandar una actividad de trabajo, entendida como «nor-
mal»).
En general, en situaciones de reposo, concretándose ahora para la
función cardiorespiratoria (pero haciéndolo también extensible para
otros sistemas), se aprecian deficiencias más o menos groseras, cuyo
diagnóstico es relativamente fácil, siempre y cuando se proceda con un
mínimo rigor médico, con diligencia, en suma. No se puede decir lo mis-
mo, en cambio, cuando el estado nosológico sólo abandona su latencia
ante determinados umbrales de excitación.
A propósito de ello, COMBA EZQUERRA 9, refiriéndose al aparato res-
piratorio, puntualiza lo siguiente:

— «las exploraciones en reposo, ya por métodos espirográfi-


cos, gasométricos o cualquier otro tipo de exploración, permiten
exclusivamente explorar la función respiratoria en condiciones
bien diferentes a las presentadas durante la realización de la vida
diaria;

tes por 100.000; SCHERER y KALTENBACH publicaron 1.065.923 pruebas, la mayoría en bi-
cicleta ergométrica, realizadas en regiones europeas de habla alemana; las pruebas prac-
ticadas a 335.638 "deportistas" no produjeron ni mortalidad ni morbilidad, mientras que
entre 712.285 pacientes coronarios se produjeron 17 muertes y 96 complicaciones graves,
sobre todo por fíbrilación ventricular. Así pues, la ergometría con bicicleta produjo apro-
ximadamente dos muertes por cada 100.000 casos» (ELLESTAD, MYRVIN, H., Pruebas de
esfuerzo, base y aplicación clínica, p. 118. Ediciones Consulta, S.A., Barcelona, 1981).
9
COMBA EZQUERRA, G., La ergometría en la valoración de la incapacidad laboral.
Instituto Nacional de Medicina, Seguridad e Higiene, documento núm. 393. Notas y Do-
cumentos sobre prevención de riesgos profesionales, núm. 54, septiembre/1971. Minis-
terio de Trabajo, Madrid, 1971 (de la misma procedencia autor se ha consultado el docu-
mento núm. 72, —INMST— al que también se hace referencia).
68 MANUAL DEL PERITO MEDICO

»— incluso aquellas pruebas que precisan de la realización de


movimientos respiratorios forzados (volumen espiratorio máximo
segundo —VEMS—, ventilación máxima) solamente necesitan un
esfuerzo estático dependiente del trabajo de los músculos respira-
torios, no representando, en modo alguno, el trabajo global que el
sujeto puede realizar durante su normal actividad10;
»— las exploraciones en reposo no permiten evidenciar de-
terminadas alteraciones funcionales, solamente presentes durante
el ejercicio físico, especialmente alteraciones de la circulación
alveolo-capilar, efectos «espacio-muerto», shunt veno-arteriales y
modificaciones de la difusión alveolo-capilar;
»— el examen en reposo, al no ser una prueba sintética, no
informa sobre la repercusión cardiovascular, neuromuscular o
metabólica que el proceso ocasiona».

Con lo que se acaba de anotar no se pretende otra cosa que dejar bue-
na constancia de que llegado el momento de emitir un juicio diagnóstico
toda prudencia es poca, muy especialmente cuando el responsable mé-
dico haya de informar clínicamente respecto a lesiones que, evacuado el
trámite que corresponda y ante el órgano competente, pudieran justificar
un estado de incapacidad para el trabajo, debiendo pensar el médico
que obrar con ligereza o precipitación es conducta que puede acarrear
graves perjuicios al interesado y ser origen de una resolución injusta. El
tiempo y la experiencia obligan a admitir, humildemente, que excluir una
patología siempre es difícil.
10
Al efecto añade COMBA EZQUERRA: «noes raro encontrar sujetos con exámenes espi-
rográficos normales y con manifiesta inadaptación ante sobrecargas moderadas, tales como
andar más o menos rápidamente o realizar ejercicios físicos poco intensos». No se olvide
tampoco que a efectos de considerar el menoscabo de la función ventilatoria, la prueba que
tiene valor es la que e hace sin usar broncodilatadores (trazando tres curvas, tomando para la
evaluación la de mejores resultados). De igual modo, conviene recordar que ante un examen
espirometnco normal o ligeramente disminuido y tratándose de un paciente con disnea, en
absoluto se puede excluir patología, pues si bien se puede pensar que no existen alteraciones
ventilatorias, en cambio, no se podrá decir lo mismo respecto a la existencia, o no, de tras-
tornos de difusión (a nivel de la membrana alveolocapilar) o de la perfusión (para el sumi-
nistro de sangre desde la membrana). Tal duda se podrá resolver con el recurso a pruebas de
más calado y de tipo específico. Por su parte, O. WILLIAN y W. GUGELL, en su artículo sobre
las pruebas de la función pulmonar, dan especial importancia a las observaciones en condi-
ciones de ejercicio, diciendo: el principio de la ingeniería de la prueba bajo carga puede ser
informativo en los pacientes con enfermedades pulmonares, sobre todo cuando las observa-
ciones en reposo son normales o inespecíficas. Las observaciones realizadas en reposo
pueden ser un reflejo muy pobre de la gravedad del deterioro para el ejercicio y de los me-
canismos de limitación del esfuerzo, (ref.: Tiempos Médicos, núm.408, febrero 1990).
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 69

Una vez realizado el examen médico, colacionando cuantos exámenes


instrumentales y demás exploraciones complementarias se estimen nece-
sarias para el estudio del caso clínico en concreto, es cuando se reunirán
las condiciones para emitir el correspondiente juicio diagnóstico.
Junto a ello, los principales aspectos que han de ocupar la atención
médica se exponen y describen brevemente a continuación11, de acuerdo
con el siguiente orden sistemático:

1) Duración de la Incapacidad Temporal (I.T.).


2) Momento de consolidación.
3) Descripción de las secuelas y repercusiones:
3a) apreciación del déficit funcional genérico, del déficit fun-
cional específico, y, en su caso, de la repercusión laboral
(«incapacidad» laboral, dentro de los cauces de la estricta
valoración médica;
3b) estimación del dolor y de los sufrimientos soportados;
3c) daño estético;
3d) daño d'agrément;
3e) otros daños susceptibles de valoración médica.

9.1.1. Duración de la Incapacidad Temporal,


con carácter general (I.T.)

Este tipo de incapacidad (I.T.) determina una supresión de activida-


des de modo transitorio, que teóricamente finaliza en el momento de la
consolidación lesional; esto es, comprende el período delimitado entre el
momento de aparición del hecho dañoso hasta que alcanza su estado de-
finitivo por la estabilización de los trastornos, alcanzando, pues, el ca-
rácter de secuela.
Junto a esta incapacidad temporal, que tiene un carácter genérico
(que viene a conectar, en sentido amplio, con las limitaciones para el
desempeño de las actividades de la vida diaria —gestos de la vida or-
dinaria), hay que considerar la incapacidad temporal profesional, la
cual no siempre coincide con la anterior, con el momento de consoli-
dación, teniendo aquí un papel determinante el análisis del binomio
lesión-tarea.
11
La sistemática que se propone está inspirada en diversos textos de la bibliografía
francesa, algunos de ellos ya citados a lo largo de esta exposición, y, para este caso, en es-
pecial LE ROY, M. DALIGAND y otros, ROUSSEAU, CREUSOT, etc.
70 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

De este modo, la incapacidad temporal puede tener repercusiones ge-


nerales —incapacidad temporal genérica— o tener sólo una incidencia
para el desempeño de actividades concretas, llamando a esta incapacidad
temporal específica, dentro de la que hay que incluir la incapacidad labo-
ral transitoria (I.L.T.) que definía el artículo 126 de la Ley General de la
Seguridad Social (LGSS), de 1974, y que ahora, de acuerdo con la reforma
llevaba a cabo por la Ley 42/94 se llama también incapacidad temporal
(I.T., en este caso específica, y según el artículo 128 LGSS, Ley 42/94).
(Así pues, la I.T. —incapacidad temporal— en el ámbito de la Se-
guridad Social —art. 128 LGSS— es una incapacidad ligada al trabajo,
esto es, supone una situación de incapacidad laboral transitoria, que en
realidad era su anterior denominación —I.L.T.—, al mismo tiempo que
indicaba muy bien su alcance y significado. La nueva I.T. del art. 128
LGSS en nada difiere conceptualmente de la antigua I.L.T.; pero ad-
viértase que la terminología también es importante: «el nombre que da-
mos a las cosas se relaciona íntimamente con nuestro modo de afrontar-
las, sobre todo cuando lo nombrado repercute sobre nuestra felicidad e
infelicidad cotidiana y en la forma de organizar lo social y abordar las
igualdades o desigualdades entre los humanos» (O.M.S., 1990). Y jugar
con los términos puede llevar a cometer disparates).
Acudiendo a la terminología francesa (CREUSEOT, CRAQUEZ, ROUS-
SEAU , entre otros), cabe distinguir entre incapacidad temporal total
—I.T.T.— e incapacidad temporal parcial —I.T.P.—. La primera de
ellas (I.T.T.) supone que el lesionado, durante su período de incapaci-
dad, no puede realizar ningún tipo de actividad, tanto que el «el lesio-
nado está absolutamente dependiente» (CREUSEOT), lo cual incluye el
período de hospitalización, aunque también la I.T.T. puede darse de
forma extrahospitalaria, pues la misma no se define en cuanto a la
ubicación del lesionado, sino teniendo en cuenta sus limitaciones, cui-
dados y atenciones que en general precise el paciente.
La I.T.P., en cambio, supone que el lesionado ya es competente
para realizar ciertas actividades, bien porque ha recuperado algunas de
sus capacidades a partir de un estado previo de I.T.T., o sencillamente
porque las mismas no fueron afectadas con ocasión de las lesiones su-
fridas. Quiere esto decir que la I.T.P. no tiene necesariamente que derivar
de un estado previo de I.T.T.
Así pues, en la configuración de la I.T. (incapacidad temporal, ge-
nérica) cabe distinguir los siguientes elementos:

a) tiempo durante el cual el lesionado precisa materialmente la in-


tervención y la asistencia directa del personal sanitario, con o
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 71

sin hospitalización, o simplemente de terceros, estando compro-


metida su independencia: el lesionado es absolutamente depen-
diente. Situación de I.T.T.;
b) el lesionado ha de estar sometido a tratamiento, vigilancia o mera
observación clínica, pero en cualquier caso con un desarrollo re
lativo de sus capacidades y funciones: I.T.P.;
c) las lesiones padecidas determinan una interrupción laboral tran-
sitoria (tomando un carácter marcadamente económico), por lo
tanto esto traduce una incapacidad temporal específica, en este
casi de protección laboral: I.T. específica (o I.T. del art. 128
LGSS, Ley 421/94, antigua I.L.T.).

En relación con la Incapacidad Temporal, recuerda CASAS ESTÉBEZ 12


que «el juez, por su parte, debe contrastar si el tiempo de curación o in-
capacidad está o no dentro de las medidas establecidas y las desviacio-
nes aceptables. Es decir, debe comparar lo consignado en los informes
médicos, con los tiempos medios de curación de cada lesión, para las
personas normales con tratamiento correcto; y constatar si hay coinci-
dencia, indagando en su caso las circunstancias que produjeron la anor-
mal prolongación...». A esto añade FERNÁNDEZ ENTRALGO: «Obviamen-
te, porque el instructor y el órgano sentenciador no son expertos en
medicina, estas eventuales desviaciones de la normalidad habrán de ser
puestas de relieve, con la adecuada explicación científica complementa-
ria» 13.
A continuación se exponen unas tablas orientativas de los períodos
de interrupción laboral derivados de traumatismos, según las estima-
ciones de BARSOTTI y DUJADIN.

12
CASAS ESTÉBEZ, J., Valoración de la vida e integridad física (1), en Ruiz VADILLO
(coordinador). La Responsabilidad civil derivada del delito: daño, lucro, perjuicio y va-
loración del daño corporal. Cuadernos de Derecho Judicial, XVIII, Consejo General del
Poder Judicial, Madrid, 1994, pp. 139 y ss., según cita de FERNÁNDEZ ENTRALGO, J., en:
Apuntes sobre la valoración y resarcimiento del daño corporal. La Reforma del sistema re-
arcitorio en la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, en: Revista Española del Daño Corporal,
Vol. II, núm. 3. Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 1996.
13
FERNÁNDEZ ENTRALGO, J., en Apuntes sobre la valoración y resarcimiento del
daño corporal, o.c.
72 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

GUÍA ORIENTATIVA SOBRE LOS PERÍODOS


DE INTERRUPCIÓN LABORAL (I.L.T.) SEGÚN LA
NATURALEZA DE LOS TRAUMATISMOS
(BARSOTTI-DUJARDIN) *

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

1. Traumatismos del Raquis

T. Raquis cervical superior (Cl, C2) 5a6


T. Raquis cervical inferior 4a6
Síndrome cervicocefálico hasta 8 a 10
T. Raquis dorsolumbar
— en fractura benigna mínimo 3
— Boehler o fractura operada sin trastornos
neurológicos 4a6
— fracturas con trastornos neurológicos indeterminado

2. Traumatismos del MIEMBRO SUPERIOR

Luxaciones esteraoclaviculares
— forma benigna 3a4
— forma grave 8 a 10
Fractura de clavícula (trabajador que deba
efectuar esfuerzos físicos) 2 **

* BARSOTTI, J. y DUJARDIN, C: Guía práctica traumatológica, Masson, S.A., Barcelona,


1988.
Nota del Autor: estas tablas han sido elaboradas a partir de las indicaciones que figuran en
la obra citada, incluyendo los autores mencionados al final de la descripción de cada fractura o
traumatismo unos valores correspondientes a la «interrupción laboral» que ellos estiman que se
produce como consecuencia del hecho patológico.
** «Ningún deporte antes de los 3 meses.»
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 73

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

Luxaciones acromioclaviculares 6 a 10
Fracturas de omóplato 6a8
Luxaciones escapulohumerales
— luxación simple 4
— luxación recidivante * 1 a 1/2
— con fractura asociada 10 a 12
— con parálisis del circunflejo indeterminado
Fracturas de la extremidad superior del húmero
(trabajador manual) 10 a 12
Fracturas de la diáfisis humeral 3a4
Fracturas extremidad inferior húmero 3a4
Luxaciones del codo (trabajador manual) 6a8
Fracturas del olécranon (trabajador manual
según las necesidades de flexión completa) 2a3
Fractura de coronoides (trabajador manual 3a8
Fracturas de la cabeza radial
(trabajador manual) 6a8

Los autores aconsejan intervención.


74 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

Fracturas diafisarias del cubito y radio (trabajo


manual) 4a6
Fracturas de la extremidad inferior del radio
(trabajador manual) 6a8
— en caso de traumatismo complejo 8 a 12
Fracturas del escafoides carpiano (trabajador
manual) 3a4
Fractura de los huesos del carpo (exceptuado
escafoides) 1a2
Luxaciones perilunares del carpo (trabajador
manual) 3
Lesiones ligamentosas intercarpianas
(trabajador manual)
— esguince benigno 2
— esguince grave 3
Fracturas de la base del primer metacarpiano
(trabajador manual) 2
Fractura de los metacarpianos (II a V; trabajador
manual) 4a6
Fracturas de las falanges (trabajador manual) 1a2*

* «Período máximo —traumatismo complejos—; debe tenerse en cuenta que la reincor-


poración al trabajo forma parte del plan terapéutico.»
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 75

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

Heridas de la mano y de los dedos muy variable


Lesiones traumáticas de los tendones extensores
de la mano 2 a 10*
Lesiones traumáticas de los tendones flexores
de los dedos 2a3
Traumatismos musculares y tendinosos
del miembro superior (exceptuando la mano)
— ruptura del bíceps 2a3
— ruptura de los tendones bíceps 2a3
— ruptura del extensor largo del pulgar 1
— ruptura de la cofia 2a3
Traumatismos vasculares del miembro superior indeterminado
Traumatismos nerviosos del miembro superior
— en caso de lesión periférica variable **
— en lesiones del plexo . variable ***

* «La reincorporación al trabajo facilita la recuperación funcional.»


** «Como mínimo hasta la recuperación de la sensibilidad.»
*** «En función del estado de la mano y de la recuperación del codo; por lo general es ne-
cesaria una readaptación profesional.»
76 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

3. Traumatismos del MIEMBRO INFERIOR

— luxación simple 4a5*


— fractura-luxación 4
Fracturas del cotilo. Fracturas-luxación
de la cadera
— luxación aislada 1
— fractura simple 4
— fractura compleja 6 a 12
Fracturas de Pelvis. Disyunciones Púbicas
(trabajador manual) ** mínimo 1 a 1,5
Fracturas transcervicales del fémur 4 a 5 ***
Fracturas del macizo trocantéreo 4a5
Fracturas de la diáfisis femoral 4a9
Fracturas de la extremidad inferior del fémur 6a8
Luxaciones de rodilla mínimo 3 a 4

* Con el fin de adaptar las cifras al cuadro que se sigue se hace la indicación referidas, si
bien los autores señalan en concreto 30 días, y para la fractura luxación 120 días.
** «Sin un plazo físico dado el abanico lesional; consolidación fracturaría: una media de 90
días.»
*** «En el paciente joven.»
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 77

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

Luxaciones traumáticas extemas de la rótula


(trabajador manual) 2*
Esguinces de rodilla
— esguince benigno 2 **
— esguince grave 2 ***
Fracturas de las espinas de la tibia — ***
Lesiones traumáticas de los meniscos — ***
Fracturas de rótula
— casos simples 3
— casos complejos 68
Fracturas de los platillos tibiales 4a6
Fracturas de la tibia 5
— por término medio, pero pudiendo oscilar,
en determinados casos 3 a 18
Fracturas del tobillo (trabajador manual 4a5
— casos de fractura compleja 6a7
Esguinces de tobillo
— esguince benigno —, ****
— esguince gravedad media —, ****
— esguince grave —, ****

* «De hecho puede ser más precoz con una rodillera, siempre y cuando no precisen efec-
tuar la flexión de la rodilla.»
** Las cifras anotadas las refieren los autores para «la reintegración a la actividad depor-
tiva», sin remitirse en este caso a la interrupción laboral, no obstante las cifras pueden orientar
teniendo en cuenta la rudeza del trabajo a reemprender, a la vez que los autores estiman que «es
esencial dos meses como mínimo de rehabilitación propioceptiva y en piscina».
*** Sin precisar. En las fracturas de espinas de tibia anotan que hay que «proseguir la re-
habilitación hasta la recuperación máxima (generalmente precisan tres meses). A menudo
persiste un déficit de flexión de 10o»; en las lesiones traumáticas de los meniscos, será variable,
pues indican que en la rehabilitación «es variable su necesidad y duración» (B-D).
**** No cuantifican el tiempo de «interrupción laboral», pero anotan que en el «esguince
benigno el tiempo de inmovilización es de 6 a 8 días (siendo el de reintegración a la actividad
deportiva de 10 a 15 días); en el esguince de mediana gravedad, inmovilización 3 a 4 semanas
(y 2 meses para la reintegración a la práctica deportiva); en el esguince grave (no operado, en-
yesado, ligamentoplastia) 6 semanas de inmovilización (y tres meses en cuanto a la actividad
deportiva)».
78 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

Fracturas de calcáneo (trabajador manual) 6 a 12


Fracturas de Astrágalo 4a5
— en casos de necrosis hasta 12 a 18
Luxaciones subastragalinas 3
— lesiones simples 6 a 12
Luxaciones del antepié
— formas parciales y poco desplazadas —, *
— formas completas —, *
Fracturas del escafoides (trabajador manual) 3a4
Fracturas de los metatarsianos y de las falanges
(trabajador manual)
— un dedo 1 a 1 1/2
— lesiones múltiples
Traumatismos musculares y tendinosos de los miembros inferiores (actividad
profesional física o deportiva)
— simple distensión 1a2

* No mencionan el tiempo de interrupción laboral, pero informan que la inmovi-


lización ha de ser «en las formas parciales y poco desplazadas de 5 a 6 semanas»; y
«de 8 a 12 semanas en las formas completas»; y en cuanto a la rehabilitación ha de ser
«muy progresiva, y teniendo en cuenta las frecuentes algodistrofias, de 20 a 30
sesiones».
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 79

I.L.T.
Naturaleza del Traumatismo (Semanas) (Meses)

— ruptura muscular parcial 3a4


— ruptura muscular total 2a3
— ruptura tendinosa total 3
Traumatismos vasculares del miembro inferior indeterminado
Traumatismos nerviosos del miembro inferior muy larga *

* Los autores, según su experiencia, hacen la siguiente anotación: «en 42 enfermos segui-
dos por una parálisis del ciático poplíteo exterior: un tercio se ha reintegrado a los dos años, un
tercio después de tres años y un tercio son inválidos o readaptados. De hecho, una sección to-
tal no reparada tiene determinado su pronóstico a los seis meses. Una denervación parcial pue-
de evolucionar entre los 18 y 24 meses, según el nivel de afectación».
80 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

9.1.2. Momento de consolidación

A pesar de lo ya anotado en páginas anteriores, la consolidación


enlazada con el concepto de secuela —entendida ésta como daño estable,
ajeno a toda evolución, tanto en un sentido de mejoría como de agrava-
miento— supone una configuración más teórica que real, pretendiendo
en muchos casos discurrir por cauces de un discutible, y hasta interesado,
pragmatismo de dudosa verdad.
Hecha esta aclaración, con las reservas que conlleva, hay que admi-
tir que muchas veces por las necesidades que impone el tráfico jurídico,
en términos generales, la consolidación queda establecida cuando, fijado
un estado residual, el seguimiento médico no prevé que se operen, en
principio, cambios sustanciales en el estado del individuo.
Es un error identificar, volviendo a lo ya apuntado, la consolidación
con el momento de la reanudación de la actividad laboral habitual,
tanto que una puede ser independiente de la otra, hasta el punto de que
la estabilización del daño observado a veces ocurre tiempo después de
que la víctima haya reemprendido su trabajo 14, al margen de que esa
persona siga necesitando determinados cuidados o atenciones médicas.
Obviamente, consolidación y alta laboral pueden también ser coinci-
dentes.
Sobre los plazos medios de consolidación de diferentes lesiones
traumáticas, con carácter meramente orientativo se transcribe a conti-
nuación la siguiente tabla15:

1. CRÁNEO

— Traumatismo craneano simple, con o sin pérdida de con


ciencia, sin fractura ni repercusión neurológica ............. 2 meses
— Traumatismo craneano con fractura de cráneo................ 6 meses
— Traumatismo craneano con fractura de cráneo y trastor
nos neurológicos .............................................................. 12 meses
— Fractura abierta de cráneo ............................................... 15 meses
— Hematoma intracraneano................................................. 15 meses

14
CREUSOT, G., Dommage corporel et expertise medicales, p. 98. Masson, París,
1998.
15
ARBUS, L., ROUGE, D., Le role deu medecin traitant dans les expertises, pp. 193 a
195. Editions ESKA, París, 1995.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 81

2. CARA

— Fractura de nariz, con o sin intervención ........................ 2 meses


— Fractura de maxilar inferior o superior ........................... 6 meses
— Heridas oculares simples ................................................ 3 meses
— Heridas oculares con lesión retiniana.............................. 8 meses
— Trastornos auditivos por fractura o estallido .................. 6 meses
— Estenosis traqueal con disfonía, disnea .......................... 12 meses

3. RAQUIS

— Traumatismo cervical simple ......................................... 2 meses


— Traumatismo cervical con fractura o luxación................ 8 meses
— Traumatismo dorso-lumbar simple ................................. 2 meses
— Traumatismo dorso-lumbar con signos neurológicos ...... 8 meses
— Fractura de sacro o cóccix .............................................. 6 meses

4. TÓRAX

— Fractura simple de costillas ............................................ 2 meses


— Fractura de costillas con lesión pleuropulmonar............. 6 meses
— Fractura costal complicada con lesión pulmonar ........... 7 meses
— Trastornos cardíacos........................................................ 8 meses
— Luxación externo o acromioclavicular ........................... 3 meses

5. ABDOMEN

— Esplenectomía.................................................................. 8 meses
— Nefrectomía o resección parcial ..................................... 8 meses

6. PIEL

— Quemaduras, cicatrices.................................................... 10 meses

7. MIEMBRO SUPERIOR

a) Hombro
— fractura simple de clavícula ...................................... 3 meses
— fractura de omoplato ................................................. 4 meses
82 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

— periartritis escapulohumeral ..................................... 8 meses


— fractura de húmero ..................................................... 6 meses
— lesión tendinosa o muscular ..................................... 6 meses
— lesión vascular (arteria, vena)..................................... 4 meses
— lesión neurológica de plexo o tronco nervioso.......... 24 meses
b) Codo
— luxación o fractura ..................................................... 6 meses
c) Antebrazo
— fractura de cubito o de radio ...................................... 4 meses
d) Muñeca
— fractura de epífisis radial o cubital ........................... 3 meses
— fractura de huesos del carpo + ligamentos ............... 12 meses
e) Mano
— fractura de metacarpiano o falange ........................... 3 meses
— lesión tendinosa ........................................................ 3 meses
f) Amputación con preparativos ........................................... 18 meses

8. MIEMBRO INFERIOR

a) Cadera
— luxación fractura de cotilo ......................................... 6 meses
— fractura de cuello o de trocánter................................ 6 meses
b) Fémur
— fractura diafisaria ....................................................... 6 meses
— Fractura de metáfisis o epífisis inferior ..................... 8 meses
c) Rodilla
— fractura de rótula ....................................................... 3 meses
— fractura de meseta tibial ............................................ 6 meses
— esguince (ligamentos y/o meniscos) .......................... 7 meses
d) Pierna
— fractura de tibia .......................................................... 5 meses
— fractura de peroné ...................................................... 3 meses
— parálisis de ciático poplíteo externo o interno.......... 24 meses
e) Tobillo
— esguince simple ......................................................... 1 mes
— fractura unimaleolar .................................................. 3 meses
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 83

— fractura bimaleolar ................................................... 6 meses


— fractura de astrágalo o de calcáneo ........................... 7 meses
f) Pie
— fractura del tarso y/o de los metatarsianos ............... 4 meses
— fractura de los dedos ................................................. 3 meses
g) Amputación con preparativos ......................................... 12 meses

9.1.3. Descripción de las secuelas y sus repercusiones

Las secuelas, en la forma ya definida han de ser valoradas en su ma-


terialización orgánica y, además, poniendo especial énfasis en el estudio
e indagación de su verdadero alcance funcional, primero desde el campo
de la fisiología en general, en su expresión fisiopatológica, y, a conti-
nuación, examinando cada caso particular en su auténtica dimensión y
proyecciones concretas.
«Las secuelas requieren no sólo su descripción, sino también la in-
dicación del método seguido para su valoración; debiendo determinarse
junto a la cuantificación de la limitación, la incidencia de la misma en la
función del miembro u órgano afectado. Es decir, si señala una limita-
ción de la flexión de una articulación, además de su grado, han de pre-
cisarse las consecuencias funcionales de la limitación, indicando v. gr., si
la limitación de la flexión de la mano impide o no la función de agarrar»
(CASAS ESTÉBEZ)16. Y añade el autor: «han de quedar suficientemente
determinadas (descriptivamente, sin que se exija al médico informante
una calificación que es eminentemente jurídica) las posibles limitaciones
«psíquicas», «morales», «estéticas», «sexuales» y «extracorpóreas», to-
das ellas indemnizables, precisando su alcance.
Todo ser vivo en general, y también el ser humano en particular, se
ve obligado a desarrollar continuamente un comportamiento eminente-
mente dinámico (de reproducción, de nutrición, de relación), manera
de afirmar su conflicto existencial, merced a la expresión de un todo que
responde a una idea básica que es la función: capacidad de un órgano o

16
CASAS ESTÉBEZ, J., Valoración de la vida e integridad física (l),en RUIZ VADI-
LLO (coordinador). La Responsabilidad civil derivada del delito: daño, lucro, perjuicio
y valoración del daño corporal. Cuadernos de Derecho Judicial, XVIII, Consejo General
del Poder Judicial, Madrid, 1994, pp. 139 y ss., según cita de FERNÁNDEZ ENTRALGO, J.,
en: Apuntes sobre la valoración y resarcimiento del daño corporal. La Reforma del siste-
ma resarcitorio en la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, en: Revista Española del Daño
Corporal, Vol. I, núm. 3. Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 1996.
84 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

sistema de acuerdo con su condición natural. La función a su vez, es sus-


ceptible de dividirse en otros niveles parciales o actos, lo que al mismo
tiempo plantea, entre otras cosas, el estudio de la economía de los gestos
y movimientos. Ejemplo: ante una lesión radiocarpiana, habrá que con-
siderar que en atención al estudio cinético de los treinta y cinco gestos de
la vidas cotidiana, siguiendo el resultado de las investigaciones de AR-
CADIO, MOULAY y CHAUVING, la inclinación cubital entre 30° y 45° se
precisa para cuatro de ellos: lavarse las manos, ponerse los calcetines,
cortar el pan y escribir.
En consecuencia, el concepto global de lesión, expuesto en un prin-
cipio, y como una merma de la integridad biológica en toda su extensión,
habrá de ser contemplado tanto en lo estático —daño orgánico propia-
mente tal— como en lo dinámico —esto es, en la perturbación como fac-
tor de función—. Tanto es así que «todo comportamiento patológico
debe ser comprendido en términos de supresión, de deterioro y de libe-
ración de actividades nerviosas fisiológicas» (LHERMITTE)17, previa-
mente teniendo en cuenta, además, como ya se advirtió, que la «locali-
zación de la lesión —como daño orgánico— no equivale a la
localización de la función. La lesión —en el sentido que se acaba de ma-
tizar— altera o puede alterar componentes de un sistema funcional»
(PEÑA CASANOVA)18. Con razón afirmó LETAMENDI que «forma y fun-
ción es todo función».
De las anotaciones hechas en el párrafo anterior, se concluye que la
exploración médica, si realmente pretende llegar a un diagnóstico fiable,
no puede detenerse en el examen focal, en donde a primera vista parece
estar localizado el daño. Así, una lesión en la rodilla (con sus manifes-
taciones dolorosas) requiere el examen de toda la extremidad, su simé-
trica, caderas y columna dorsal y lumbar (y en especial en dolores irra-
diados o referidos, las raíces nerviosas L3, L4 y L5).
En la descripción de secuelas, la importancia de acudir a los exáme-
nes complementarios es obvia para el médico. Además, junto al valor de
los mismos como fuente material de conocimiento que permite llegar a la
cuestión de fondo, interesa de igual manera tener presente su alcance for-
mal dentro del contenido mínimo que ha de reunir un protocolo de estu-
dio en un paciente cuando las observaciones del clínico se han de plas-
mar por escrito, para luego ser llevadas como pieza de convicción a
17
Citado por PEÑA CASANOVA, J., en La exploración neuropsicológica. Introducción
y principios generales, p. 5. Editorial MCR, S.A., Barcelona, 1987, que a su vez e remi-
te a Neuropsicología, p. IX (LHERMrrrE, F., PEÑA, J., BARRAQUER, LL.), Toray, Barcelona,
1987.
18
O.c, p. 5.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 85

efectos probatorios. Tanto es así que muchas veces un proceso nosoló-


gico intuido por el médico (en su forma más tradicional de ejercicio)
poco o nada se va a ver modificado con la petición de terminadas prue-
bas complementarias; y así, un facultativo avezado será capaz en no
pocas ocasiones de detectar con facilidad un déficit ventilatorio pulmo-
nar e instaurar a continuación la terapéutica oportuna; sin embargo,
cuando esa misma patología haya de ser trasladada documentalmente
con fines periciales, lo procedente es que se procure corroborar con
otras exploraciones, en especial de naturaleza instrumental (en lo posi-
ble), que en definitiva vendrán a avalar como elementos de garantía la
subjetividad diagnóstica del informante. De este modo, las apreciaciones
técnicas se ofrecen no sólo en los términos de «el qué», sino que posi-
bilitan también entender «el cómo» y el «porqué», con lo cual los argu-
mentos traídos a colación cobrarán una mayor efectividad en su receptor;
no hacerlo predispone a que se genere un espíritu de rechazo, derivado
de una exposición poco clarificadora de los hechos.
De acuerdo con lo anotado, se exponen los siguientes apartados:

3a) apreciación del déficit funcional genérico, del déficit funcional


específico, y, en su caso, de la repercusión laboral;
3b) estimación del dolor y los sufrimientos soportados;
3c) daño estético; 3d) daño d'agrément; 3e) otros daños
susceptibles de valoración médica.

3a) Apreciación del déficit funcional genérico, del déficit funcional


específico, y, en su caso, de la repercusión laboral
(«incapacidad» laboral, dentro de los cauces de una estricta
valoración médica)

En este subepígrafe se puede estimar que:

— las secuelas definitivas se identifican con un trastorno o defi-


ciencia que si bien es permanente, no alcanza sin embargo un dé-
ficit funcional apreciable, ni una situación de incapacidad ni ge-
nérica ni específica;
— las secuelas, lesiones enjuiciadas clínicamente con carácter de
permanencia, se proyectan de forma negativa en el ejercicio pro-
fesional de la víctima, en cuanto a la que era habitual con ante-
rioridad al hecho dañoso, ya de forma parcial, ya de forma total
86 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

(impidiéndole el desempeño de las actividades fundamentales


de esa profesión específica);
— las secuelas y mermas orgánicas descritas no sólo se han de en-
marcar en la situación anterior, sin que, además, no permiten al
lesionado el desempeño de cualquier actividad u oficio, dentro
del mercado de trabajo;
— la víctima presenta un menoscabo funcional y orgánico de tipo
permanente, el cual, en una apreciación genérica global, al mar-
gen de las connotaciones que se mencionan en párrafos anterio-
res, le han precipitado a un estado personal que es incompatible,
pone serios inconvenientes, o al menos dificulta un proyecto de
vida «normal» (dentro del valor medio de unos parámetros so-
ciales, culturales y económicos, enunciados temporalmente y
espacialmente).

(Considérese que, aún dentro de esta referencia temporo-espacial, el


término de «normal» ha de ser interpretado con cautela, matizando su al-
cance. Si en muchas ocasiones, en un ambiente coloquial, lo «normal» se
quiere hacer sinónimo de «habitual», en especial en atención a su fre-
cuencia, en el dominio biológico se impone mayor rigor. Y así, la hi-
pertensión arterial, la arterieesclerosis y otras noxas orgánicas, a partir de
determinadas edades de los sujetos, suelen ser procesos habituales, em-
parentados con el envejecimiento, no obstante, en absoluto esto ha de lle-
var a concluir que se trata de algo normal, a pesar de su carácter más o
menos común en un orden estadístico, puesto que, por otra parte, ello
pone en evidencia el deterioro de un estado y funciones normales, con
independencia de que obedezcan, en su génesis, a los cambios impuestos
por un proceso evolutivo lento y paulatino o por una precipitación trau-
mática brusca. O también como resultado de la combinación de las dos
posibilidades anteriores, potenciándose entre sí y conformando, sin du-
das, un resultado dañoso).
Conviene anotar que aún cuando el término incapacidad con fre-
cuencia es invocado por el médico —muchas veces por comodidad dis-
cursiva—, su uso, por otra parte, deberá desenvolverse dentro de un
marco de estricta prudencia, dado el enorme alcance jurídico que la pa-
labra en cuestión tiene, siendo conveniente por ello que cuando se recu-
rra a expresiones que la contengan, se matice oportunamente que se
hace desde una atención clínica, pues de lo contrario podría dar lugar a
algunos errores de interpretación.
Téngase de igual forma presente que, junto a lo dicho en el anterior
párrafo, en realidad en el dominio clínico, y concretamente en el de la fi-
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 87

siología, lo adecuado será exponer los distintos déficit funcionales exa-


minados, en sus diferentes proyecciones y requerimientos, en la manera
de que de modo patente queden expresadas las limitaciones padecidas
por la víctima del hecho dañoso, las cuales también, y al propio tiempo,
permitirán conocer en el mismo sujeto, el potencial biológico restante. A
tales efectos, se harán las observaciones procedentes en cada caso, con-
signando, por ejemplo, si las reducciones funcionales descritas han de ser
entendidas en mera coexistencia (lesiones coexistentes) o por el contra-
rio actúan con carácter acumulativo (lesiones acumulativas).
Cuando las secuelas y demás lesiones permanentes tengan repercu-
sión laboral en forma de incapacidad, la valoración clínica ha de ser en-
tendida bajo el análisis de la relación dada por binomio lesión-tarea,
atendiendo a criterios de la medicina laboral y ergonómicos (en síntesis,
adaptación del hombre al trabajo y del trabajo al hombre). (Este aspecto
se desarrolla de forma más detallada en el epígrafe 12.)

3b) Estimación del dolor y los sufrimientos soportados

Es cuestión ésta difícil, tanto que el dolor es una experiencia emi-


nentemente subjetiva, vivida como una sensación desagradable, que in-
tranquiliza, y que a veces llega a mortificar en forma extrema al pacien-
te, dicho todo ello sin pensar que, en definitiva, es un mecanismo de
defensa del organismo, pues advierte que se está produciendo un dese-
quilibrio.
Aun cuando las consideraciones correspondientes a este apartado
suelen incidir especialmente en la fase previa a la consolidación, la des-
cripción clínica del dolor (tratándolo de evaluar) —cuando se ha de
materializar en un informe— se suele hacer después, retrotrayéndose, en
la manera de lo posible, a su momento de producción. No obstante, se
sobreentiende, cuando el dolor toma carácter de cronicidad, su evalua-
ción ha de ser incluida como un elemento más del menoscabo perma-
nente, y por lo tanto su estimación es post-consolidación, a modo de se-
cuela.
Esto llama a conocer el quantum doloris, que atañe a «los sufri-
mientos físicos y morales soportados por la víctima»19, teniendo gran
importancia en su configuración los factores intensidad y tiempo dura-
ción del dolor—, siendo todo esto lo que a la parte competente le per-
mitirá fijar el pretium doloris.
19
SIMONIN, o.c, p. 283.
88 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Como se acaba de indicar, las dificultades con las que se tropiezan


son grandes, pues los fundamentos objetivos que se pudieran invocar
quedan, en general, muy relativizados; y esto se complica más si se
piensa en los casos de simulación; aunque también es cierto que deter-
minadas técnicas exploratorias, como la termografía, o, en su caso, la
electromiografía de superficie, pueden ser de valiosa ayuda en determi-
nadas situaciones. De cualquier modo, la experiencia del clínico es de un
valor indudable, junto al hecho de que no se puede desconocer que
existe una serie de entidades nosológicas que se acompañan, sin lugar a
dudas, de auténtico dolor.
Junto a tales reservas, se puede tomar en consideración, por su ca-
rácter práctico, una escala para la «medición» del dolor, como la que los
autores franceses tradicionalmente han venido empleando, la cual oscila
entre «0» y «7», adjetivándola así:

«0» = nulo «4» = medianos


«1» = muy ligeros «5» = bastante importantes
«2» = ligeros «6» = importantes
«3» = moderados «7» = muy importantes

Para los casos de sufrimientos derivados de traumatismos, según su


naturaleza, y con carácter general, THIERRY y NICOURT 20 han propuesto
una clasificación de gran interés práctico, y que a continuación ase
transcribe textualmente:

20
Tomada de la obra de LE ROY, O.C, que remite a Gaz. Pal. 1981, doctr., p. 480.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 89
90 MANUAL DEL PERITO MÉDICO
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 91

Tratando de buscar una mayor objetividad, Y. ATAL, A. ROGIER y


C. ROUSSEAU21 propusieron una escala de acuerdo con el cuadro que a
continuación ase reproduce, recapitulativo de una serie de estudios es-
tadísticos, que se relacionan con cuatro factores primordiales para la
estimación de los sufrimientos soportados, a saber:

1. Duración de las lesiones.


2. Tiempo de hospitalización.
3. Duración de la incapacidad para el trabajo.
4. Días de kinesiterapia (o número de sesiones a las que fue some-
tido el lesionado).
21
Y. ATAL, A. ROGIER y C. ROUSSEAU, Revue Frangaise du Domage Corporel, núm.
2,1990. J. B. Balliére, editeur, París, 1990.
92 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Para su aplicación práctica, los autores plantean el ejemplo siguien-


te (operativo a partir de la tabla adjunta):

— Fractura compleja ........................................ 1,2


— Hospitalización ............................................ 0,7
— 50 sesiones kinesiterapia ............................. 0,8
— Incapacidad laboral de 6 meses ................... 1,4
Total .................................................. 4,1

Se observa también que la cifra ha de ser afinada en cada caso


particular, en atención a los «datos del interrogatorio, dolores post-con-
solidación y demás datos propios de los criterios habituales».
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 93

3c) Daño estético

Se define como «un atentado contra la persona, afeando a la vícti-


ma» 22.
Sin duda, la materialización de un cambio de esta clase, muy espe-
cialmente cuando se expresa en la fisonomía, con gran impronta psico-
lógica en muchos casos, genera un comportamiento reactivo deprimente.
Por eso, la anterior definición se completa entendiendo que el perjuicio
estético es el «conjunto de sufrimientos experimentados por la víctima a
continuación de una desgracia física»23.
Para su apreciación e han de manejar numerosos factores, y de gran
interés resulta conocer el estado anterior, o «coeficiente estético anterior»
(SIMONIN) 24, así como la edad de la víctima, sexo (pero sin hacer de esto
un elemento esencial que pudiera tener un carácter netamente discrimi-
nador), proyectos en marcha, etc.
Por otra arte, junto a otras consideraciones, desde un punto de vista
laboral, si la alteración estética toma una verdadera repercusión profe-
sional, en la forma que vedas o limita el ejercicio de la actividad habitual
de la víctima, el daño, además de su consideración extrapatrimonial,
ha de estimarse como un auténtico menoscabo funcional frente a exi-
gencias laborales específicas, cerrando, definitivamente las expectativas
de trabajo en ámbitos concretos. De cualquier modo, será de gran utili-
dad incorporar al informe varias fotografías, para que el juez o tribunal
puedan apreciar las variaciones que ha experimentado la víctima de esta
clase de alteraciones, o, mejor, como luego se comentará, que el propio
juez requiera a su presencia a la víctima para someterla a su reconoci-
miento.
Aunque la alteración estética es en el rostro donde suele hacerse
más ostensible, su apreciación, y subsiguiente reparación, sobrepasa
este ámbito, concerniendo a «toda desgracia física», siguiendo a GUI-
25
DONI , que modifica el atractivo anterior de la víctima o que determina
su fealdad.
En un orden práctico, por su naturaleza, estas alteraciones se pueden
clasificar en dos grandes grupos26:

22
DALIGAND y otros, o.c, p. 69.
23
De la misma procedencia que la anterior.
24
SIMONIN, O.C, p. 296.
25
GUIDONI, MONIQUE V., Le préjudice esthétique, thése, París-I, según cita de LE
ROY, O.C, p. 79.
26
DALING y otros, o.c, p. 69.
94 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

a) cicatrices, cuya descripción ha de ser rigurosa y exhaustiva: lo-


calización, forma y tamaño, relieve, textura, coloración, repercu-
siones en el lugar del asentamiento;
b) modificaciones morfológicas, o pérdida de sustancia de un órga-
no o de una estructura anatómica (diente, oreja, ojo), con o sin re-
percusión funcional (aclarando cuanto se estime conveniente).

Además, apuntan ARBOUS y ROUGE 27, tratándose de cicatrices —y


alteraciones asimilables— es importante tener en cuenta la distancia
desde las que son perceptibles (así, a menos de 50 centímetros, a un me-
tro, etc.). También hay que tener en cuenta otras alteraciones, por ejem-
plo: las que perturban la elegancia del paso, la claudicación a la marcha
post-traumática, secuelas que sin duda perjudican la imagen estética del
lesionado.
Es importante saber también que la alteración estética puede aparecer
como consecuencia no de los motivos que antes se han clasificado (ci-
catrices, modificaciones morfológicas), sino por disfunción nerviosa,
que impide mantener la adecuada activación del tono muscular, lo que, a
su vez, cobra gran relieve en el rostro, con alteraciones de la mímica, de
los gestos («viveza» del gesto) y de la expresión en general, con o sin
asimetrías en los perfiles de la cara.
Pero aún más, en una interpretación extensiva (al margen de las po-
siciones jurídicas), el médico tampoco desconoce que ciertas altera-
ciones hormonales, secundarias, entre otras causas, debidas a ciertos tra-
tamientos, pueden manifestarse objetivamente y de forma negativa en el
semblante del paciente («cara de luna», «rostro abotargado», hirsutismo,
etc.); incluso también en cuadros psíquicos cronificados imprimen un
«aire depresivo», «expresión de tristeza»; igualmente, en su caso, bajo
la influencia directa de diversas patologías (renales, cardíacas, hepáti-
cas, etc.), secundarios a los efectos medicamentosos (cuando se han de
tomar de por vida o prolongadamente, así, en determinados procesos ar-
tríticos). Todas estas situaciones, sin duda, contribuyen en variable
proporción a desfavorecer la imagen y la apariencia personal, lo cual
junto a otras consecuencias que se pudieran tener en cuenta dentro de
una relación causal, habrá que valorar, si es que tales estados agresivos
se han hecho permanentes, cuando en el afectado se observe y constate
que «ya no es el que era», pudiendo contrastar su realidad actual con el
referido «coeficiente estético anterior». Asimismo, cuando con seguri-

27
ARBOUS, L., y ROUGE, D., Le role du medecin traitant dans les expertises. Editions
ESKA, París, 1995.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 95

dad, tal cambio se va cristalizar, por la necesidad de tomar de por vida


una determinada medicación, tanto que entre su efectos secundarios
habrá que incluir la repercusión estética del fármaco, a modo de daño
futuro (realidad cierta, que aún sin sujección a plazo determinado, ne-
cesariamente ha de suceder, a diferencia del daño potencial, ligado a la
posibilidad).

Doble vía idemnizatoria y otras estimaciones

Cuando la alteración estética tenga también repercusión en la activi-


dad laboral de la víctima, se puede considerar que el perjuicio estético ha
de ser desdoblado en dos partidas:

a) Por un lado en su aspecto netamente extrapatrimonial, dado el


daño moral que a la víctima ocasiona en su vida social y de rela-
ción, aspecto éste, por otra parte, común denominador en toda
persona; y, en su caso.
b) En su alcance profesional, en el que en caso se estime, dentro del
binomio o relación lesión-tarea.

De este modo, el perjuicio estético es siempre indemnizable en cuan-


to a su repercusión en la esfera extrapatrimonial y, además, en atención
a las circunstancias laborales de la víctima (esto es, cuando la ateración
estética existente determine un menoscabo funcional para el ejercicio de
determinada tarea).
Cabe incluso plantear invocar un perjuicio familiar en la manera que
alguno o algunos de los componentes del núcleo de convivencia pudiera
considerarse alcanzado por las consecuencias del daño, cuestión, esta
ultima, que no carece en absoluto de atractivo jurídico para su estudio y
discusión; «algunas legislaciones admiten actualmente la reparación del
daño extrapatrimonial sufrido por una tercera persona en razón del al-
cance a la integridad física de la víctima» (Principio n° 13, Resol. 75-7,
Comité de Ministros Consejo de Europa, relativa a la reparación de los
perjuicios en caso de lesiones corporales y de fallecimiento).
La materialización de un daño estético determinado puede, llegado el
caso, ejemplo, incidir en el desarrollo psíquico y maduración del niño
«problema», sí; pero además en el de su hermano, inquietando, amena-
zando o llegando a alterar seriamente el clima familiar, la estabilidad
emocional de la vida de relación, el perfeccionamiento de los lazos
afectivos.
96 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Igualmente, el Tribunal de Casación francés estima que «el perjuicio


estético debe ser indemnizado incluso si la víctima permanece en estado
de coma hasta su fallecimiento (Cass. 2.a civ., 10-12-1986; Bull civ. II,
n.° 188, p. 126 etsupra n.° 140)» (LE ROY)28.
Atendiendo pues siempre a la singularidad el hecho, podrían verse
tales enfoques particularizados en determinadas resoluciones, en un
sano y valiente entendimiento de la función de juzgar, en armonía con el
principio de la tutela judicial efectiva, del libre arbitrio judicial que no es
otra cosa que la facultad conferida al juez para resolver supuestos y si-
tuaciones no reguladas por la ley.

Un necesario protagonismo judicial

La función del médico en estos casos se ha de limitar a describir las


alteraciones que tienen una repercusión estética, a la «descripción de la
secuela» (como anota el baremo de la Ley 30/95): cicatrices, deforma-
ciones localizadas, relieves cutáneos; en otros, en la forma antedicha, el
clínico ha de explicar el mecanismo de esa alteración estética: repercu-
ción que, ejemplo, determinados agentes o patologías —fármacos o
procesos nosológicos— tienen en el deterioro de la imagen y afeamien-
to en general del paciente. Para estos casos, pues —discusión de la im-
putabilidad— no se trata tanto de que el perito se adentre «el qué», sino
que explique el «cómo» y el «porqué».
Por el contrario, la apreciación plástica del daño («el que») y sus
consecuencias (perjuicios) cae dentro del ámbito jurídico y judicial: de-
finición, grado, repercusión social, laboral, familiar...
En la discusión de la función del médico en la estimación de este
daño estético, el citado LE ROY 29 estima:

— «para su apreciación, los tribunales se ilustran con frecuencia


con las calificaciones dadas por los médicos-peritos (perjuicio
estético ligero, moderado, etc. importante) e incluso no exigen
que los peritos adjunten las fotografías a su informe. Esto, según
nosotros, es un grave error, pues el problema que ase plantea a
los magistrados no es de orden médico, sino estético, y estos mis-
mos no pueden delegar sus funciones»;
28
LE ROY, MAX, L'evaluation dupréjudice corporel, pp. 77-79. Editions LITEC, Pa-
rís, 1998.
29
LE ROY, O.C. MAX, U évaluation du préjudicae corporel, pp. 77-79. Editions LI-
TEC, París, 1998.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 97

— «en lugar de encomendar la misión al perito, para calificar el per-


juicio estético, los magistrados deberían solicitar la presencia
en la audiencia de la víctima, esta simple presencia no es más
que una comparecencia personal incluida dentro de las formali-
dades de la instrucción del procedimiento civil».

Y es que éste parece el razonamiento correcto. Apreciar los daños es-


téticos que pudiera presentar la víctima de unas determinadas secuelas es
cuestión para lo que no se precisan especiales conocimientos técnicos, re-
sultando, por lo tanto, impertinente e inútil la intervención del perito mé-
dico. «Lo bonito» o «lo feo» es un hecho notorio, y como tal no necesita
prueba pericial, entrando de lleno, en cambio, dentro de la competencia ju-
dicial, del reconocimiento judicial, para el esclarecimiento de los hechos,
examinando por sí mismo a la persona. De esta forma, la secuela estética,
junto a su proyección social —y laboral en su caso— así como la califi-
cación del mismo daño, escapa a la actuación del médico, del perito en ca-
lidad de tal, pues entran ya dentro de las funciones intransferibles del
juzgador, habiendo de tomar el protagonismo que le corresponde.
En realidad la función del médico, en estos casos, se ha de limitar a
describir las alteraciones que tienen una repercusión estética (cicatrices,
deformaciones localizadas, relieves cutáneos), sin más, descripciones que
obrando en autos, ciertamente, servirán de gran ayuda en el momento del
reconocimiento judicial. En otros casos, cuando se discuta el origen del
daño estético apreciado, su nexo de causalidad, en la manera que las par-
tes nieguen o afirmen su imputabilidad al hecho traumático traído a la li-
tis, la misión del facultativo consistirá en explicar el mecanismo por el
que se produce esa alteración estética. Así, v. gr., la repercusión que de-
terminados agentes o patologías —fármacos, procesos nosológicos,
etc.— tienen en el deterioro de la imagen y afeamiento en general de la
víctima, en la forma antedicha. Para estos casos —discusión de la im-
putabilidad— no se trata tanto de definir «el qué», sino de explicar el
«cómo» y «el porqué».
En resumen, en acuerdo con lo apuntado, la valoración del daño es-
tético, en cuanto a su manifestación externa como hecho notorio como
tal no necesita prueba, junto con su proyección social, y otras que pu-
dieran contemplarse, así como la calificación del mismo daño, escapa a
la actuación del médico-perito en calidad de tal, pues entran ya dentro de
las funciones intransferibles del juzgador, habiendo de tomar el prota-
gonismo que le corresponde. Es el mismo juzgador, y no otro, en un es-
fuerzo laborioso, quien se ha de ocupar y resolver la posición que la víc-
tima ha de ocupar en el rankin de feos.
98 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

3d) Daño d'agrément

Ha sido la dificultad de encontrar en castellano el término adecuado


que bien pudiera plasmar el significado y alcance del daño referido el
motivo por el cual se ha creído conveniente mantenerlo en su idioma de
origen; no obstante, en cierto modo puede conectarse con los términos
«ocio», «distracción», «recreo», «placer», con interdependencias mutuas,
y, en síntesis, también de algún modo, con la idea de «calidad de vida.
Su definición se ha visto sometida a una continua evolución: «durante lar-
go tiempo fue considerado como el resultado de la privación de satisfacciones
de tipo deportivo, artístico, social y mundano, de lo cual el interesado debía
aportar una justificación. El alcance a las actividades de la vida corriente y or-
dinaria era indemnizado bajo el título de incapacidad permanente»30.
A esto los mismos autores citados, añaden: «después de algunos
años, y sobre todo después de 1973, se define como la privación de las
actividades de placer de la vida y de distracción reservadas a un hombre
normal; es la disminución de los placeres de la vida, causada particular-
mente por la imposibilidad o la dificultad de dedicarse a ciertas activi-
dades normales de diversión».
A pesar de esta última definición, y para no incurrir en contradic-
ciones con la ya anotada al principio, se quiere señalar que la voz «pla-
cer», formulada en castellano y en singular, da la impresión de transmi-
tir una idea demasiado tosca, incapaz de traspasar las fronteras del mero
goce, excluyendo y sin tomar en consideración otras satisfacciones, si-
quiera relativas, pero que «el vivir» puede proporcionar y que además el
individuo precisa para su realización continua como persona. Piénsese,
además, que los términos agrément y plaisir obran en el idioma francés
con distinto matiz, no siendo verdaderos sinónimos, estando el primero
de ellos más próximo al contexto señalado.
La capacidad de evaluación del médico en este terreno es muy res-
tringida, y ha de limitarse a la descripción de las secuelas y sus conse-
cuencias funcionales, con independencia de que en su actuación pericial
pueda ser preguntado sobre determinados extremos.

3e) Otros daños susceptibles de estimación médica

Buscando respuesta para las situaciones singulares que hayan de re-


solver en cada caso, se podrá invocar el daño «juvenil», «sexual» y, en
30
DALIGAND y otros, o.c, p. 71.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 99

su caso, «obstétrico», con la estimación en la instancia correspondiente


de sus correlativos perjuicios.
Define LE ROY 31 el perjuicio juvenil como «aquella incapacidad
que afecta a un niño, impidiéndole escoger ciertos oficios que exigen una
rigurosa integridad corporal y que, por otra parte, le priva de un total
acoplamiento de su actividad corporal y especialmente para el ejercicio
de ciertos deportes».
Tratándose del daño corporal que alcanza al joven adolescente, o a
un niño, consideración especial ha de merecer la repercusión profesional
en el futuro, cuando todavía se desconocen las inclinaciones laborales de
la víctima, pero que, presentando los daños y secuelas a que hubiera
dado lugar el hecho traumático, sin duda ciertas expectativas le quedarán
cerradas al que las sufre.
En estos casos, indican DREYFUS y OLIVIER32, «se trata de ilustrar al
magistrado acerca de la imposibilidad en la cual se encuentra, o no, el
lesionado, de ejercer una actividad lucrativa. Si una actividad es posi-
ble, el médico no puede prever las condiciones futuras del ejercicio pro-
fesional, estando en la imposibilidad, en líneas generales de establecer,
una lista exhaustiva de profesiones eventuales compatibles con el hán-
dicap fisiológico constatado; les es más cómodo, por el contrario, in-
dicar los gestos profesionales que el déficit funcional residual del he-
rido hace imposibles», añadiendo a los citados la conveniencia de
solicitar la consulta a un especialista en orientación profesional o en
medicina del trabajo.
Con relación al daño y perjuicio sexual, se ha de tener en cuenta «la
edad (inversamente proporcional a los años cumplidos), estado matri-
monial y situación familiar»33. En cuanto al perjuicio obstétrico se de-
berá tener presente si se trata de una mujer embarazada o, por el contra-
rio, que no está en estado de gravidez34, sin olvidar que cuando se
hayan producido lesiones en la pelvis el examen ha de ser riguroso, en
especial en todo aquello que en su momento pudiera afectar a la mecá-
nica y al trabajo de parto en general.

31
LE ROY, O.C, p. 81 (remitiéndose a Cf. París 17, 19, marzo, 1959, 2, 149). No obs-
tante, indica el mismo LEROY, «sin negar la existencia de este perjuicio, se debe conside-
rar que no es más que un aspecto del perjuicio d'agrément y de la incapacidad permanente
parcial».
32
DREYFUS, M. OLIVIER, P., O.C, p. 5 (15910A10,4,4,09).
33
DALIGAND y otros, o.c, p. 76.
34
DALIGAND y otros, o.c, pp. 77 y 78.
100 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Algunos autores, como LE GUEUT y MARÍN 35, hablan, dentro del


capítulo de perjuicios anexos susceptibles de tener su origen en un acci-
dente, además del perjuicio estético y del de agrément, de la disminución
del potencial vital, que se podría llegar a producir «en los accidentes gra-
ves, en los que el traumatismo tenga gran repercusión sobre la salud ge-
neral y la longevidad», tenga o no necesidad la víctima de la ayuda de
una tercera persona *.

35
LE GUEUT, JEAN y MARÍN, ANDRÉ, en: Expertise Médico-Judiciaire, p. 83, Masson, y
C, Editeurs, París, 1963.
* Para la consignación documental de las apreciaciones clínicas constatadas y res-
pecto a la prueba pericial médica, véanse los epígrafes correspondientes.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 101

APÉNDICE 1

Ficha protocolaria en caso de accidente de tráfico *

De forma resumida, y para una consulta rápida y ágil, se puede tra-


bajar, en ámbito médico, con la ficha protocolaria que se propone, con
carácter abierto: susceptible, obviamente, de ser corregida en sus defec-
tos, así como mejorada en cuanto se estime oportuno.
Tal ficha interesa en tanto que su operatividad alcance a explicar la
patogénesis de las lesiones y para los daños personales en general, no en
los materiales, por lo que ambos supuestos no han de ser confundidos; no
obstante, todos los aspectos materiales que sirvan para cumplir el pro-
pósito formulado han de ser tenidos en cuenta y por ello han de ser to-
mados en su importancia y aprovechados.

BIOCINEMATICA DEL ACCIDENTE DE TRABAJO


FICHA PROTOCOLARIA PARA LA RECONSTRUCCIÓN

Datos generales

Nombre y apellidos:

Hora de admisión:

Hombre/mujer/mujer embarazada:

Relación peso/talla/edad:

Complexión/obesidad:

Antecedentes:

Número de años permiso de conducir (conductor):

------------------------------------------------------------------------------------------

* Para mayor información puede consultarse Biocionemática del accidente de tráfi-


co: Introducción al análisis cinemático de las lesiones por hechos de la circulación. Uti-
lidad para la reconstrucción del accidente de tráfico en la determinación del nexo causal
de lesiones y secuelas. Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 2000.
102 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Desarrollo de accidente y elementos afínes

Fecha y hora del accidente:


Lugar, identificación del accidente (choque
frontal, vuelco, atropello):
Personas y vehículos inplicados (características,
peso —compatibilidad, incompatibilidad—,
geometría, etc.):
Condiciones del tráfico (fluido, escaso, etc.):
Descripción de la vía y condicione climatológicas;
luminosidad:
Velocidad de circulación estimada:
Trayectoria; situación del vehículo antes del accidente, en el momento
del impacto (croquis y medidas) y en el post-impacto; obstáculos en-
contrados, maniobras de urgencia (frenado, desviación lateral, etc.):
Tipo de impacto/impactos:
Daños apreciados en el vehículo (zonas de intrusión, estructuras internas
deformadas o/y desplazadas:
Condiciones del habitáculo (grande, pequeño, mediano):
Declaraciones de los implicados y testigos:
Otras observaciones: estado de los neumáticos, líquidos vertidos junto al
automóvil accidentado, elementos mecánicos, explosiones, etc.:
------------------------------------------------------------------------------------

Lesiones apreciadas en la víctima

Número:
Distribución y tipo de lesiones:
índice de severidad:
Fallecimiento: inmediato; <3 h; <24 h; <72 h, <6 d; >6 d:
---------------------------------------------------------------------------------------
APROXIMACIÓN AUN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 103

Cinemática del lesionado y datos relacionados

Punto de partida (plaza ocupada en el vehículo): Postura pre-

impacto:

Elementos de retención y seguridad (cinturón, apoyacabezas,


airbag —núm.—, casco, etc.):

Desplazamiento del conductor/ocupantes (global, segmen-


tario, reacciones motóricas, posibles gestos defensivos, eyección);
cadenas cinemáticas (cerradas, abiertas, abiertas invertidas):

Coordenadas de situación (en caso de atropello: norte... —sur...; este...—


oeste...):

Resistencias internas (huellas, vestigios en el habitáculo, signos externos,


proyección entre los ocupantes, etc.), y «contactos» en general:

Posición de la víctima post-impacto:

Efectos estimados de la absorción de la energía cinética a raíz del im-


pacto:

Tiempo de reacción previsible:

Factores de agravación: efecto fatiga (tiempo de permanencia en el ve-


hículo —interrumpidas con pausas, ininterrumpida), medicamen-
tos, drogas, enfermedades, procesos latentes, etc.:

Condiciones de evacuación (tiempo de espera; terrestre —cualificada, no


cualificada—, aérea, etc.):
--------------------------------------------------------------------------------------
104 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Explicación razonada de la patogénesis de las lesiones

Otros elementos explicativos:

--------------------------------------------------------------------------------------

Lugar, fecha y firma


APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 105

APÉNDICE 2

Valoración funcional de la Cervicalgia

VERMON, H. (1996) * propone que la estimación del índice de inca-


pacidad por el dolor del cuello se haga de acuerdo a las siguientes orien-
taciones:

• una escala de 0 a 5;
• diez secciones, para que el paciente responda al cuestionario que se
indica, el cual proporcionará al médico información sobre el grado
de afectación del paciente por su dolor de cuello, con una contes-
tación, sólo una, para cada sección;
• la evaluación final se hará encuadrando el resultado obtenido, tan-
to que:
0-4 ..................................................... no incapacidad
5-14 .................................................... incapacidad ligera
15-24 .................................................... incapacidad moderada
25-34 .................................................... incapacidad severa
35-50 .................................................... incapacidad completa

CUESTIONARIO (para el paciente)

Sección 1.—Intensidad del dolor

(Valoración de 0 a 5)
— no tengo dolor en este monento;
— el dolor es muy ligero en este momento;
— el dolor es moderado;
— el dolor es severo;
— el dolor es enormemente severo.

Sección 2.—Cuidado personal

— puedo cuidarme normalmente sin causarme un dolor añadido;


— puedo cuidarme normalmente (regularmente) pero me causa un
dolor añadido;

* Según referencia de MELTON, M, O.C.


106 MANUAL DEL PERITO MEDICO

— mi cuidado personal me causa dolor y lo hago más lentamente;


— necesito alguna vez ayuda para mi cuidado personal;
— necesito ayuda en la mayoría de los casos para mi cuidado per-
sonal;
— no me puedo vestir. Me lavo con dificultad. He de permanecer en
la cama.

Sección 3.—Levantamiento de cargas

— puedo levantar pesos tanto como quiera sin que ello me provoque
dolor añadido en el cuello;
— puedo levantar pesos pesados, pero ello me produce un dolor
añadido;
— el dolor me previene de levantar pesos pesados del suelo, pero
me puedo arreglar si están convenientemente colocados, por
ejemplo sobre una mesa;
— puedo levantar pesos, pero muy ligeros;
— no puedo levantar ni transportar nada en absoluto.

Sección 4.—Lectura

— puedo leer tanto como quiera sin dolor en el cuello;


— puedo leer tanto como quiera con un ligero dolor en el cuello;
— puedo leer tanto como quiera con un dolor moderado en el cuello;
— no puedo leer tanto como quiera a causa de un dolor moderado
en mi cuello;
— no puedo leer a causa de un dolor fuerte en mi cuello;
— no puedo leer en absoluto.

Sección 5.—Dolor de cabeza

— no tengo dolor de cabeza;


— tengo dolores de cabeza ligeros que se presentan infrecuente
mente;
— tengo dolores de cabeza moderados que se presentan infrecuen-
temente;
— tengo dolores de cabeza moderados frecuentemente;
— tengo severos dolores de cabeza frecuentemente;
— tengo dolor de cabeza casi todo el tiempo.
APROXIMACIÓN A UN PROTOCOLO DE ACTUACIÓN MÉDICA 107

Sección 6.—Concentración

— puedo concentrarme cuando quiero, sin dificultad;


— puedo concentrarme cuando quiero, con ligera dificultad;
— tengo una considerable dificultad en concentrarme cuando yo
quiero;
— tengo mucha dificultad en concentrarme cuando yo quiero;
— tengo gran dificultad para concentrarme cuando quiero;

Sección 7.—Trabajo

— puedo trabajar cuanto quiero;


— puedo sólo hacer mi trabajo habitual, pero no más;
— puedo hacer la mayoría de mi trabajo habitual, pero no más;
— no puedo hacer mi trabajo habitual;
— apenas puedo hacer algún trabajo;
— no puedo hacer ningún trabajo.

Sección 8.—Conducción

— puedo conducir mi automóvil sin ningún dolor en el cuello;


— puedo conducir mi automóvil tanto tiempo como quiero con un
ligero dolor en mi cuello;
— puedo conducir mi automóvil tanto tiempo como quiero con un
dolor moderado en el cuello;
— no puedo conducir mi automóvil tanto tiempo como yo quiero a
causa de un dolor moderado en mi cuello;
— puedo difícilmente conducir a causa de un dolor severo en mi
cuello;
— no puedo conducir en absoluto.

Sección 9.—Dormir (sueño)

— no tengo problemas para dormir;


— mi sueño está ligeramente alterado, desvelándome menos de una
hora;
— mi sueño está medianamente alterado (desvelándome 1-2 horas);
— mi sueño está moderadamente alterado (desvelándome 2-3 horas);
— mi sueño está severamente alterado (desvelándome 3-5 horas);
— mi sueño está completamente alterado (desvelándome 5-7 horas);
108 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Sección 10.—Ocio

— soy capaz de realizar todas mis actividades de recreo sin dolor en


el cuello;
— soy capaz de realizar todas mis actividades de recreo con mi
dolor en el cuello;
— soy capaz de realizar la mayoría, pero no todas, mis habituales
actividades de recreo, a causa de mi dolor en el cuello;
— soy capaz de realizar algunas de mis habituales actividades de
ocio a causa de mi dolor en el cuello;
— no puedo hacer ninguna actividad de recreo.
10
El sistema de Tasa de Incapacidad
Permanente (T.I.P.):
crítica a su utilización

Ante la existencia de secuelas, se han propuesto distintas formas


para su estimación, siendo una de ellas el sistema T.I.P. (tasa de incapa-
cidad permanente)l. Consiste en que un «experto» proponga un porcen-
taje de déficit funcional permanente, bien por un procedimiento intuitivo,
en consideración a sus observaciones —tasa intuitiva— o bien orien-
tándose a partir de un baremo —tasa barémica.
Tal tasa puede ser tomada por el juez, en atención a su independencia
para resolver, «ya como una verdad incontestable, o ya, por el contrario,
como un simple elemento de información, sometido en todo caso a la
crítica», según señala BARROT2; y añade el autor que tal tasa de Incapa-
cidad Permanente (I.P.) «es un elemento de apreciación incierta, con la
ilusión de exactitud matemática», y es evidente que la tutela médica, en
el caso de aceptar el juzgador el porcentaje fijado, se hace notar defor-
ma muy ostensible, propiciando la pereza del juzgador, en cuanto re-
percute deforma automática en el montante de la indemnización a per-
cibir (cuestión netamente jurídica y no clínica).
De ahí que, desde hace años, un importante sector de la doctrina
francesa haya formulado críticas al sistema T.I.P. para la cuantificación
del daño corporal, mostrándose incluso hostil al mismo, tanto que H.
1
En España el anexo de la Ley 30/1995, referido al sistema para la valoración de da-
ños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación es un ñel reflejo del
sistema T.I.P.
2
BARROT, ROBERT, Le dommage corporel et sa compensation, p. 311. Editions Litec,
París, 1988. Los textos entrecomillados que siguen en este párrafo son del mismo autor
(o.c.,p. 111).

109
110 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

MARGEAT estima que la tasa de incapacidad se convierte en una especie


de lenguaje vehiculario entre el médico y el juez, lenguaje ciertamente
muy inteligible, pero presentando el defecto capital de expresar mal la
realidad; del mismo sentir participan J. LE GUET y L. ROCHE, sin olvidar
tampoco que el profesor ESMEIN ya en 1956 incidía en el carácter teóri-
co de la tasa de incapacidad3.
El magistrado BARROT, basándose tanto en fundamentos teóricos
como prácticos, hace unas reflexiones que de forma breve a continuación
se exponen:

«el sistema T.I.P. presenta múltiples defectos, siendo el más


grave que el organismo humano y su funcionamiento no es men-
surable; no es una mercancía que se pueda medir y pesar»;
«una unidad de medida supone que el objeto medido es ho-
mogéneo: un centímetro tiene la misma naturaleza en cualquier lu-
gar que sea considerado; unas secuelas ligeras (por ejemplo, re-
ducción unilateral y poco acusada de la visión) frente a una
tetraplejia constituyen categorías cuya diferencia en el grado de li-
mitación apreciada, sino en su naturaleza. En consecuencia, el
«punto» no tiene la misma significación en la zona correspon-
diente al 10% que al 80%, o dicho de otra manera: 80% no signi-
fica ocho veces 10%;
«la tasa significa permanencia de las secuelas, lo que teóri-
camente permite resolver el problema del daño futuro, lo que es
radicalmente falso; la realidad es muy distinta, pues las secue-
las, con el transcurso del tiempo, o bien se agravan o ase redu-
cen poco a poco (ya por los efectos naturales de adaptación y
compensación del organismo o por el propio progreso técni-
co)»;
«los haremos definen muy vagamente las secuelas y preconi-
zan «horquillas» con frecuencia demasiado amplias, tanto que
los baremos carecen de verdadero rigor científico y sus tasas son
simplemente puntos de referencia aproximativos»;
«los baremos no tienen en cuenta, o de forma muy insufi-
ciente, la capacidad real restante. Las fórmulas matemáticas
que han preconizado algunos autores, como GABRIELLI, para
determinar la capacidad pueden conducir a resultados absurdos
(tal como han demostrado, con ejemplos, A. LANDRT y M. LE
ROY)»;
3
Según cita de BARROT, O.C, pp. 318 y 319.
EL SISTEMA DE TASA DE INCAPACIDAD PERMANENTE 111

«en resumen, la "tasa" es un útil peligroso, que no se puede


poner en todas las manos. Y con mayor razón, cuando la natura-
leza de las secuelas es especialmente refractaria a una cuantifica-
ción» 4.

4
Se remite BARROT al Congreso Internacional de Medicina Legal de Estrasburgo,
1986: «La cuantificación de las secuelas eneuropsíquicas, y también La preuve du dom-
mage corporel, ed. Masson (1985), p. 100, donde se cita un caso de secuelas de naturaleza
neurológica, para las cuales un experto propuso un 100%, otro 0% y un tercero 50%.
Otros expertos han tenido el coraje de escribir que «la patología descrita (neurológica) no
se presta al establecimiento de una tasa de una incapacidad funcional», sin embargo —
añade BARROT— es una sana reacción excepcional.
11
Déficit funcional y secuela

Atendiendo a lo expuesto, el sistema T.I.P. se muestra francamente


insatisfactorio, tanto que el recurso a las referencias barémicas no puede
convertirse en un sistema dominante en la materia, de ahí que abogando
por «un sistema realista» BARROT considere que lo que en realidad tiene
importancia es establecer el auténtico déficit funcional resultante del
estado dañoso, lo que obviamente no puede olvidar «una apreciación
personal del médico experto, excluyendo toda fijación contratada más o
menos automatizada con o sin baremo, lo que corresponde a las aspira-
ciones legítimas de las víctimas de accidentes a las que el médico tiene
que comprometerse»1.

11.1. EL GESTO MOTOR 2

Para la mejor comprensión de este aparato, especial interés tiene


referirse al gesto motor, en la forma en que supone la canalización de
procesos motores de los miembros, o de cualquier otra parte del cuerpo,
capaz de expresar externamente el movimiento.
En la valoración médica de lesiones y secuelas, en realidad uno de
los aspectos fundamentales que le interesan al juez, para poder acercar-
se a una correcta calificación jurídica del elemento táctico, es la reper-
1
NICOURT, B., La preuve du dommage corporel, pp. 132 y 133. Editions Masson, Pa-
rís, 1985.
2
El Gesto Motor, M. R. JOUVENCEL, Revista Española del Daño Corporal, núm. 3,
1996, pp. 57-60. Ediciones Díaz de Santos, Madrid.
114 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

cusión funcional del daño médicamente observado, esto es: su alcance en


la práctica (de ahí la falta de rigor de la «tasa barémica»), tanto con ca-
rácter genérico, como para la realización de actividades concretas o es-
pecíficas.
A tal fin se ha de aplicar el perito médico, indicando la repercusión
de las lesiones médicas, entre otros, sobre actos esenciales de la vida co-
tidiana, tal como lo adviritó ROCHE, hace ya bastantes años3.
Además de los gestos de la vida cotidiana, entrando ya en requeri-
mientos específicos, interesan en especial el gesto profesional, cuyo es-
tudio exige un enfoque ergonómico, al ser un movimiento dirigido para
lograr un fin concreto, dentro del marco operativo del proceso de trabajo.

11.2. GESTO Y MOVIMIENTO

El gesto constituye un vehículo del lenguaje corporal, siendo un


mecanismo de comunicación frente a terceros ajeno a la palabra. De este
modo el «gesto» supone la canalización de procesos motores de los
miembros (gesto motor), o cualquier parte del cuerpo, capaz de expresar
externamente el movimiento. También se puede decir, según apunte de
HERNÁNDEZ GÓMEZ, que el gesto es «una acción motora segmentaria y
coordinada; un signo del alfabeto motórico, que conforma un modo es-
pecial de lenguaje: el lenguaje gestual».
Ahora bien, junto a las señales dinámicas (dentro de las cuales se ca-
talogarían los gestos) tampoco hay que olvidar otras de tipo estático,
como son la complexión, el aspecto físico y, más en concreto, los dis-
tintos tipos constitucionales, pues también canalizan un mensaje, pu-
diéndose incluir en el lenguaje corporal.
Los gestos, siguiendo a NATHALIE PACOUT 4, pueden ser innatos o ad-
quiridos; los adquiridos se pueden dar por mimetismo o aprendizaje. En
cualquier caso constituyen un mecanismo de comunicación pudiendo dar
a entender confianza, agresividad, aceptación, interés, preocupación,
concentración, reflexión, etc., con sus respectivas vertientes negativas.
Pueden interesar a la postura en general, a las extremidades (superiores o
inferiores), a la cabeza, a la cara, predicándose con o sin medios acce-
sorios; en otro orden, añade PACOUT, se puede distinguir entre gestos
simbólicos, gestos calculados, gestos de autoprotección, con o sin re-
ferencias profesionales.
3
ROCHE, L., REYNAUD, Ch., L' apreciation du dommage corporel dans le cadre du
droit commun, Masson, París, 1960.
4
PACOUT, N., Le langage des gestes, Marabut, Alleur (Bélgica), 1991.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 115

Dentro del lenguaje corporal, KLEINPAUL 5 clasifica los gestos en


tres categorías: a) comunicación sin intención de comunicar y sin cam-
bio de ideas; b) comunicación con intención de comunicar y sin cambio
de ideas; c) comunicación con intención de comunicar y con cambio de
ideas.
Pero, para este caso, interesa destacar aquellos gestos ligados a la ac-
ción humana, orientados conscientemente a la consecución de un deter-
minado fin, persiguiendo perfeccionar una función. Al gesto, con finali-
dad operativa, ase le ha de exigir eficacia y economía.
En general, los movimientos determinan gestos y la concatenación de
éstos se puede concretar, a su vez, en actos. Diversas actividades, gené-
ricas o específicas, involucran gran cantidad de gestos, susceptibles de
ser descompuestos en unidades más elementales.
De tal modo, el gesto arranca de un elemento básico, cual es el mo-
vimiento (que, en general, supone cambio continuo de posiciones del
cuerpo en el tiempo y en el espacio, bajo la influencia del sistema ner-
vioso). Es pues una forma de movimiento (pequeños movimientos, mi-
cromovimientos), el elemento embrionario en que se engendra el gesto,
pudiendo germinar hasta su manifestación en acto, culminando en la fun-
ción. El movimiento surge del mero «efecto de mover», mientras que el
gesto, si bien es movimiento, ha de implicarse con un carácter signifi-
cativo; el acto se identifica con el «efecto de hacer», en general; final-
mente, la función es una «acción especial», propia de un órgano o apa-
rato, en este caso, del ser vivo.
Entrando en matizaciones, quizá cabría distinguir entre «gesto-ins-
tantánea» y «gesto-secuencia», de tal manera que lo primero sería la
apreciación «congeladas», que hace suponer que arranca de una cadena
de movimientos previos, y que, al mismo tiempo, permite deducir que tal
representación plástica, «instantánea», reúne los requisitos para, a partir
de ese momento proyectarse en una acción determinada; por el contrario,
el «gesto-secuencia» se concibe con un dinamismo evidente, bajo la
observación sucesiva de un movimiento tras otro, también buscando la
acción y la función. De este modo el «gesto-instantánea» especula sobre
un dinamismo en un antes y un después, mientras que el «gesto-secuen-
cia» es ya la manifestación de representaciones aisladas que, enlazadas
entre sí cobran un dinamismo real (y no meramente intuitivo).
El movimiento humano responde a muy variadas posibilidades, con
gran riqueza de matices, obedeciendo a un complejo organizativo que re-
5
Según cita de LE BOUCH, J., en Vers un Sciende du mouvement. Les editions ESF,
París, 1987.
116 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

side en el cerebro (tanto a nivel cortical como subcortical), con múltiples


interconexiones e interdependencias; el movimiento mecánico de los
seres vivos adopta particularidades que responden a su constitución bio-
lógica y que en el hombre tal actividad motora se puede agrupar en
«sistemas de movimientos» (DONSKOI Y ZATSIORSKI) 6.
Al movimiento humano muchas veces se alude con el nombre de
«destrezas motoras, que, a su vez, pueden ser, groseras y sutiles. En las
primeras intervienen grandes músculos, y se relacionan con la actividad
postural y de transporte; las destrezas motoras sutiles son de índole ma-
nipuladora e implican movimientos menos activos, pero con mayor pre-
cisión y cualidad sensitiva. Sin embargo, la mayoría de destrezas sutiles
tienen lugar en el marco genérico de las destrezas groseras de postura y
transporte. Al mismo tiempo, éstas incluyen ciertos componentes sutiles.
Por consiguiente, las destrezas motoras forman un espectro continuo
donde los extremos son los movimientos groseros y sutiles, respectiva-
mente» 7.
El gesto motor se fundamenta en cadenas cinéticas, cuyo soporte fí-
sico esencial está constituido, de una parte, por huesos y articulaciones,
y, de otra, por tendones y músculos. La acción motriz gobernada por el
sistema nervioso provoca la excitación y la contracción de las fibras
musculares. El conjunto músculo-esquelético ha de trabajar en armonía,
con flexibilidad, para que se consiga la adecuada coordinación músculo-
articular. Además de la integridad de la estructura nerviosa que gobier-
nan la motricidad y la sensibilidad, en su influencia sobre el aparato
músculo-esquelético, tampoco hay que olvidar el papel de los envoltorios
tisulares (fascias) de las partes comprometidas, puesto que para su adap-
tación ante un requerimiento gestual han de tener un alto grado de flui-
dez y flexibilidad8.

11.3. ANÁLISIS DEL GESTO MOTOR

En torno al gesto se abren enormes posibilidades de estudio, siendo


FRANgois SULGER 9 quien ha ideado el término gestología, o ciencia de
6
DONSKOI, D. y ZATSIORJI, C, Biomecánica de los ejercicios físicos. Editorial Rá-
duga, Moscú, 1987.
7
BARROR HAROLD, M., y BROWN JANIE, P., Hombre y movimiento. Ediciones Doyma,
Barcelona, 1992.
8
A este respecto es interesante consultar la obra de PATRICK GERMAIN, Economie du
geste, fascias et mouvement, París, 1989.
9
Citado por N. PACOUT, O.C.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 117

estudio y análisis del gesto, proponiendo dos métodos de investigación:


a) observación abierta (o de carácter general); b) observación cerrada
(buscando índices específicos, pretendiendo confirmar o negar la hipó-
tesis de partida).
El gesto, dentro de los cauces que desea seguir esta exposición, ha de
ser observado con detenimiento, en la pretensión de llenar una inquietud
científica, lo que requiere educar la mirada y seguir unas pautas para su
estudio, intentando, con todo ello, acercarse a una interpretación co-
rrecta.
Con carácter general, K. HAINUT 10 establece un método de análisis
del gesto motor, en cuatro fases:
«1. Examen global o descripción del movimiento: escindir el movi-
miento complejo con sus distintas partes.
»2. Estudio funcional, haciendo referencia a las cadenas óseas, las
articulares y a la actividad muscular.
»3. Análisis mecánico de los elementos puestos en juego: estudio
mecánico y trayectoria descrita.
»4. Discusión de los resultados y conclusiones.»
Pretendiendo ser operativos, el análisis del gesto se hará no de forma
aislada, sino desembocando en el acto y en la función en que se ha de in-
volucrar. Bajo este criterio, se proponen dos grandes grupos de estudio,
a saber:

— Gestos de la vida ordinaria, distinguiendo, a su vez, dos sub-


grupos, atendiendo a la actividad en que se implica el gesto mo-
tor, esto es, según tenga un carácter grosero o sutil.
— Gestos profesionales (que pueden requerir movimientos grandes,
medianos o pequeños; y dentro de éstos, hay que aludir a los mi-
cromovimientos, de tanta transcendencia en la patología de la
«hipersolicitación»).
— Gestos antiálgicos, defensivos, patológicos.

11.3.1. Gestos de la vida ordinaria

La repercusión de las lesiones y secuelas para el desenvolvimiento de


los «actos esenciales de la vida», del hacer cotidiano, ha de ser uno de
los aspectos sobre los que el perito médico se ha de pronunciar.
10
HAINUT, K., Introducción a la biomecánica. Ediciones Jims, Barcelona, 1975.
118 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Su enumeración ha sido recogida por varios autores, así AZNAR LÓ-


PEZ 11(remitiéndose a la ley suiza de 19 de junio de 1959, sobre la regu-
lación básica del seguro federal de invalidez) considera con carácter
particular los «actos ordinarios de la vida» los siguientes:

— vestirse y desvestirse;
— levantarse, sentarse y acostarse;
— lavarse, peinarse, afeitarse y bañarse;
— ir a los aseos y desplazarse (tanto en el hogar como en el exte-
rior);
— comer;
— establecer contactos con el entorno.

BEGUÉ-SIMON12, buscando nuevas y más realistas formas de valorar


las consecuencias de las lesiones y secuelas, distingue y estudia tras
grandes apartados: 1) lesional; 2) funcional; 3) situacional.

1) Estudio lesional del daño: supone su evaluación propiamente


dicha, esto es, conocer e identificar la lesión como tal, lo que re-
quiere un diagnóstico clínico riguroso, arbitrando cuantos medios
exploratorio se hagan necesarios (pudiendo seguir la pauta ex
puesta con anterioridad).
2) Análisis de la función: comporta, según BEGUÉ-SIMON, los si-
guientes aspectos:
a) Posturas y desplazamientos
1. Sentado.
2. De pie.
3. Marcha.
4. Carrera.
5. Paso de la posición acostado a la de sentado.
6. Paso de la posición sentado a la de pie.
b) Manipulación-prensión (mano derecha/mano izquierda)
1. Posición de presa.
2. Presa.
3. Soltar la presa.

11
AZNAR LÓPEZ, M., Sistemas dinámicos y estáticos de protección de la invalidez, IN-
SERSO, Boletín de Estudios y Documentos, Monografía núm. 12, Madrid, 1986.
12
BEGUÉ-SIMON, A. M., De la evaluation du prejudice a I' evaluation du handicap,
pp. 114 a 118. Masson, París, 1986.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 119

c) Adaptación al esfuerzo
d) Control urinario
e) Control de las materias fecales
f) Función sexual
g) Eficiencia intelectual
1. Curso del pensamiento en su ritmo.
2. Juicio.
3. Memoria a corto plazo.
4. Memoria a largo plazo.
5. Orientación temporal.
6. Orientación espacial.
h) Comportamiento
i) Aceptación
j) Agresividad
k) Huida
1) Necesidad de cuidados
m) 5/n necesidad de cuidados
n) Ingestión regular de medicamentos
o) Necesidad de llevar aparato ortopédico
p) Necesidad de reeducación pluri-semanal
q) Estancias regulares en el hospital
r) Cuidados intensos cotidianos (asistencia respiratoria, por
ejemplo)
s) Masticación
t) Deglución
u) Olfacción
v) Otras funciones
Cada una de estas situaciones las evalúa BEGUÉ-SIMON de acuerdo
con una escala que contiene cinco grados, a saber:
1. Posible o normal.
2. Molesto o lento.
3. Necesidad de una ayuda técnica.
4. Necesidad de ayuda por una persona.
5. Imposible.
Para cada uno de estos grados sugiere, respectivamente, una capaci-
dad de 100%, 50%, 25% y 0%. (Es evidente que el autor no se pudo re-
sistir a la tentación cuantificadora, que en cualquier caso ha de ser in-
terpretada con suma reserva).
120 MANUAL DEL PERITO MEDICO

3) Daño en su proyección situacional: se remite a la contemplación


de los «actos esenciales de la vida cotidiana» y a «otras situacio-
nes de la vida».

Entre los primeros (actos de la vidas cotidiana) anota «diez actos


esenciales de la vida diaria de la vidas del individuo», como son:

1. Meterse en cama.
2. Vestirse.
3. Prepararse la comida.
4. Asearse, lavarse, peinarse, afeitarse.
5. IralW.C.
6. Comer y beber.
7. Desplazarse en su alojamiento.
8. Entrar y salir de su alojamiento.
9. Hacer la limpieza y fregar los platos.
10. Poder comunicarse con el exterior en caso de peligro.

Para la evaluación de la capacidad del individuo para consumar


cada uno de estos actos se propone la escala (de 1 a 5) ya referida.
HAROLD M. BARROW y J. P. BROWN 13 distinguen entre destrezas en
general (posturas, movimientos para la realización de procesos vitales) y
destrezas especializadas, constituidas a partir de patrones básicos, cuya
interacción da lugar a patrones más complejos, dispuestos por una cro-
nología secuencial desencadenada por un dispositivo temporizador que
es inherente al sistema nervioso. GARDNER14 considera que la gama total
de habilidades humanas está constituida por un número limitado de pa-
trones —quizá no más de 200—, aunque su integración puede dar lugar
a un conjunto casi infinito de combinaciones.
De sumo interés, cuando sean de aplicación, son los resultados de las
investigaciones realizadas por ARCADIO, MOULAY y CHAUVING 15, co-
rrespondientes a un estudio cinético global del sistema articular en cuan-

13
O.c.
14
GARDNER, según cita de los autores.
15
ARCADIO, F., MOULAY, A. y CHAUVING, P., Gestes de la vie quotidienne, Masson,
París, 1973. Para uso personal, los valores angulares correspondientes a cada uno de estos
gestos fueron tratados informáticamente (M. R. JOUVENCEL, LOGICPYME, 1992), per-
mitiendo de esta forma obtener una idea del hándicap funcional que se produce en caso de
una determinada limitación del arco de movimiento articular, un punto de referencia, en-
tendiendo tal hándicap de forma «bruta», esto es, al margen de los posibles mecanismos
de suplencia y compensaciones que puedan entrar en acción.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 121

to a los movimientos y límites angulares requeridos para el desempeño


eficaz de diferentes «gestos de la vida cotidiana», lo que culminó con la
publicación en 1973 de una obra de alto provecho. Los referidos autores
analizaron 35 de esos gestos, que en el índice de su obra aparecen agru-
pados en la siguiente forma:

A) Levantarse
1. Salir de la cama.
2. Ponerse las zapatillas.
B) Asearse en general
3. Lavarse las manos.
4. Lavarse los dientes.
5. Lavarse la cara.
6. Lavarse los pies.
7. Afeitarse.
8. Peinarse.
9. Cortarse las uñas de los pies.
C) Vestirse
10. Ponerse los calcetines.
11. Ponerse el calzoncillo/braga.
12. Ponerse la camisa.
13. Ponerse los gemelos en las mangas de la camisa.
14. Ponerse la corbata.
15. Ponerse el pantalón.
16. Ponerse el cinturón.
17. Ponerse el jersey.
18. Ponerse el sujetador.
D) Comer
19. Servirse del cuchillo y del tenedor.
20. Servirse de una cuchara.
21. Beber.
22. Cortar el pan.
E) Conducir un automóvil
23. Poner la llave de contacto, manejo de los mandos del table-
ro de abordo.
24. Manejo del volante.
25. Utilización del cambio de velocidades.
26. Pedales del acelerador, embrague y freno.
122 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

F) Gestos diversos
27. Levantarse de una silla.
28. Escribir.
29. Subir los peldaños de una escalera.
30. Abrir y cerrar una ventana.
31. Limpiar y ponerse las gafas.
32. Sacar el reloj de la muñeca, darle cuerda y ponerlo en hora.
33. Sonarse.
34. Abrir una puerta.
35. Telefonear.

Sigue ahora la reproducción, de la obra citada (ARCADIO, F., MOU-


LAY, A. y CHAUVING, P., Gestes de la vie quotidienne), de cuadros indi-
cativos de los límites articulares de los movimientos que bajo cada uno
de ellos se mencionan.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 123

Tabla 11.1. Salir de la cama

LÍMITES ARTICULARES DEL MOVIMIENTO

(según ARCADIO, MOULAY y CHAUVING)


124 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Tabla 11.2. Lavarse las manos

LÍMITES ARTICULARES DEL MOVIMIENTO


(según ARCADIO, MOULAY y CHAUVING)
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 125

Tabla 11.3. Ponerse el pantalón

LÍMITES ARTICULARES DEL MOVIMIENTO


(según ARCADIO, MOULAY y CHAUVING)
126 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Tabla 11.4. Utilización del cuchillo y del tenedor

LÍMITES ARTICULARES DEL MOVIMIENTO


(según ARCADIO, MOULAY y CHAUVING)

N.T.: Significado de las abreviaturas: F2, F3: segunda y tercera falange, respectivamente.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 127

11.5. Manejo del volante del automóvil

LÍMITES ARTICULARES DEL MOVIMIENTO

(según ARCADIO, MOULAY y CHAUVING)


128 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Tabla 11.6. Escribir

LÍMITES ARTICULARES DEL MOVIMIENTO


(según ARCADIO, MOULAY y CHAUVING)

N.T.: Significado de las abreviaturas: Abd.: abdución; Add.: adución; Ant.: antepulsión;
Ret.: retropulsión; R. E.: rotación externa; R. I.: rotación interna; Pro.: Pronación; Sup.: supi-
nación; F. Palmar: flexión palmar; F. D.: flexión dorsal; I. C: inclinación cubital; I. R.: incli-
nación radial; Flex. Et: flexo-extensión.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 129

Aun cuando en las tablas expuestas los límites de movimiento ano-


tados operan sobre desplazamientos angulares, no se ha de desconocer
que el estudio y exploración articular en el ámbito de la cinesiología no
puede quedar detenido únicamente en los clásicos parámetros gonio-
métricos, pues tanto en su vertiente biomecánica como patomecánica,
en muchos casos, será necesario colacionar otros elementos de esti-
mación. Cuando así sea, el balance funcional de la aptitud articular ha
de ser abordado siguiendo un método de valoración cinesiológico, el
propuesto por HERNÁNDEZ GÓMEZ 16, que analiza, e integra después,
tres factores:

1. Factor muscular: posibilidades motrices del sujeto, clasificación


de LOVETT.
2. Factor cinético: permeabilidad articular.
3. Factor angular: aptitud dinámica sobre el fulcro articular.

Por otra parte, ARCADIO, MOULAY y CHAUVING son referencias bási-


cas que se han de tomar, en principio, con carácter orientativo, pues a
partir de una situación singular se impone a continuación examinar tam-
bién las posibilidades de actuación de los mecanismos de compensación
que darían lugar a una reducción del déficit observado inicialmente;
por el contrario, en la concurrencia de varias lesiones, igualmente es
obligado analizar si las mismas se han de interpretar meramente como
coexistentes, o, en cambio, si de esa concurrencia de lesiones se sigue un
efecto acumulativo, por una acción sinérgica negativa o decremento
multiplicativo del déficit funcional, tanto que no hay que olvidar el
principio, anotado por HERNÁNDEZ CORVO17, de que toda fuerza o carga
aplicada sobre un cuerpo hay que analizarla bajo los aspectos de inci-
dencia, asimilación, distribución y traslación.
Pero aun en lo que respecta al aspecto articular, interesa destacar la
noción de «ángulo útil», estimando, según Ch. ROCHE 18, que no es ne-
cesario que una articulación conserve la total amplitud de sus movi-
mientos para que su función sea calificada como buena, en tanto que un

16
HERNÁNDEZ GÓMEZ, R., Temas de biomecánica y patomecánica; la exposición
del método se hace concretamente en las pp. 375 a 380, sin embargo conviene antes con-
sultar algunos conceptos básicos en las páginas anteriores, pues es una obra de gran in-
terés. Editada por el INSERSO, Madrid, 1987.
17
HERNÁNDEZ CORVO, R., Morfología funcional deportiva, p. 85. Editorial Paidotri-
vo, S.A., Barcelona, 1989.
18
ROCHE, Ch., RIGAUD, A., Exploración funcional y kinesiterapia articulares, Toray-
Masson.
130 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

déficit de algunos grados en el sector útil de movilidad puede constituir


una verdadera limitación.
Partiendo de esta idea, el autor que se acaba de citar elaboró los co-
eficientes funcionales de movilidad (CFM) que se basan en atribuir a los
diferentes ángulos de movilidad valores de utilidad que variarán según la
situación de estos ángulos, en relación, a los ángulos útiles y también a
las actitudes de función; los coeficientes más elevados son atribuidos a
las porciones del sector más favorable a la función. A partir de estos con-
ceptos elementales, ROCHE elaboró una tabla con tales coeficientes, tra-
tando de evaluar cuál es la parte más importante de cada movimiento.
En general, en todas las articulaciones, los primeros 15° de flexión, a
partir de la posición 0o, tiene un valor funcional superior a los 15° si-
guientes. Por ejemplo, en la flexión dorsal del tobillo a la limitación de
movimiento entre 0-20° se le atribuye un coeficiente de 2, mientras que
en la limitación de 20° en adelante, el coeficiente de movilidad es de 0,5
(y así en el caso de la deambulación, analizando las fases de la marcha,
lo apuntado por ROCHE concuerda en la manera que para caminar se re-
quieren, en la articulación tibiotarsiana, 15° de flexión dorsal, además de
30° de flexión plantar). Según ROCHE, será suficiente multiplicar el án-
gulo de movilidad por sus coeficientes para obtener el CFM (represen-
tando 100 el coeficiente ideal y máximo para una articulación). Con
este método de trabajo, ROCHE quiere aproximarnos a la tesis de la «co-
tización» del arco de movimiento, en sus distintos valores angulares,
para cada articulación (ver Figura 11.1).
Ahora bien, el planteamiento de ROCHE ha de ser tomado con la
prudencia de su carácter general, por lo que para determinados gestos, ya
de la vida diaria, y todavía más los de tipo profesional, es preciso hacer
un análisis específico. Por ejemplo, para escribir, la articulación de la
muñeca se ha de disponer en una flexión dorsal entre 30°-40°, mientras
que en las tablas de ROCHE a la flexión dorsal de la muñeca se le da un
coeficiente de 0,9 entre 0-30° y baja a 0,5 entre 30-80°.
El fracaso o desventajas para satisfacer ciertas necesidades de la
persona también podrán conectarse con los «roles de supervivencia»,
cuando las circunstancias se correspondan con los criterios establecidos
por la O.M.S.19, denominando este organismo internacional de esta for-
ma a las seis dimensiones clave de la experiencia con las que se espera
demostrar la competencia de un individuo. Sin agotar en modo alguno

19
Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías
(O.M.S., 1980), p. 58. Editada por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid,
1983.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 131

Coeficiente funcional de movilidad (CFM). (Según Ch. ROCHER.)

Figura 11.1. Cotización del arco de movimiento en sus distintos valores an-
gulares, para cada articulación (ROCHE)
132 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

las posibilidades de desventaja —aunque intentando cubrir las principa-


les— dichos roles se enumeran así:

1. Orientación: capacidad del sujeto para orientarse en su entorno.


2. Independencia física: capacidad del sujeto para llevar habitual-
mente una existencia independiente efectiva.
3. Movilidad: capacidad del individuo para desplazarse de forma efi-
caz en su entorno.
4. Ocupacional: capacidad del individuo para emplear su tiempo en
la forma acostumbrada, teniendo en cuenta su sexo, edad y cul-
tura.
5. Integración social: capacidad del individuo para participar y
mantener relaciones sociales usuales.
6. Autosuficiencia económica: capacidad para mantener la actividad
y la independencia socioeconómica.

Para la evaluación de los movimientos y gestos más «groseros» se


puede acudir a diversas tablas o escalas20, como son, entre otras:
Escala de MAHONYE y BARTHEL (Mayland, 1959), posteriormente
modificada por el New England Rehabilitation Hospital (1978), donde se
asigna una puntuación a cada actividad, según el grado de dependencia
del lesionado (véase Tabla 11.7.).
índice de KATZ (1963), que consta de seis ítems: baño, vestido, uso
del retrete, movilización, continencia y alimentación (véase Tabla 11.8).
Sin embargo, tales medios de valoración no tienen la suficiente pre-
cisión y sensibilidad para apreciar pequeños cambios, y en tal sentido
fueron criticados. Es por ello que para actividades especialmente sutiles,
el gesto requiere un estudio e interpretación de la actividad muscular y
articular pormenorizado, lo que no puede ser objeto de una consideración
superficial (que a veces se pretende plasmar únicamente con resultados
goniométricos de tal o cual articulación, junto a estimaciones subjetivas
de la fuerza). Se requiere, por el contrario, desglosar los movimientos en
micromovimientos, como luego se comentará.
Particular interés tienen los gestos que comprometen a las extremi-
dades superiores, y con carácter particular ambas manos. De forma muy
resumida, la mano ha de reunir tres propiedades esenciales: habilidad,
fuerza y sensibilidad; sin olvidar tampoco el valor estético que la mano
tiene (incluyendo el ámbito profesional, lo que habrá que evaluar en de-

20
Citados por SALGADO, A. y ALARCÓN, M.a T., en: Valoración del paciente anciano,
Masson, Barcelona, 1993.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 133

terminados casos). Ya estáticamente es importante observar la llamada


posición de función de la mano, que ha de partir de la disposición del an-
tebrazo en un estado intermedio entre la pronación y la supinación, de
ahí que se haya de disponer de una flexión dorsal de 20° sobre la muñe-
ca y una desviación cubital de 10°, estando el pulgar en semioposición y
ligera flexión, posición ideal para la inmovilización de la extremidad, ya
que con ello se consigue una máxima relajación de los músculos y de los
ligamentos.
(Para hacer un examen clínico y rápido de la mano, se pueden reali-
zar las siguientes pruebas: a) test de MOSBERG, que estudia la integridad
de la mano; b) prueba de NEY, para apreciar la inervación motora; c) ma-
niobra de BUNNELL, que incide sobre el estado articular y tendinoso.)
La mano, entendida como útil, puede funcionar como cuatro herra-
mientas: pinza, aro, gancho y puño —como percutor— (si bien HER-
NÁNDEZ GÓMEZ ha descrito más de treinta). En el estudio de la utilidad
motora global de la mano, conviene recordar: a) pinzas polidigitales:
pinza pulgar índice término-terminal: se utiliza para agarrar objetos
muy pequeños; pinza pulgaríndice-pulpejopulgar: permite la retención
de objetos pequeños; pinza pulpejopulpar tridigital (asocia el pulgar, ín-
dice y medio, a través de los pulpejos), permite desarrollar mayor po-
tencia y sobre todo una mayor estabilidad que la pinza bidigital, cuando
lo precisa el calibre del objeto; pinza subterminolateral (opone el pul-
pejo del pulgar en su parte proximal contra la cara lateral de la segunda
falange del índice, flexionado y sujeto por los demás dedos), normal-
mente más débil que la tridigital, pero especialmente estable por el
contraapoyo digital; permite ejercer una potente rotación como la que se
aplica al usar una llave; b) «presas esféricas: se utilizan para levantar
objetos de contornos redondeados; los cuatro dedos y el pulgar se dis-
ponen en flexión ejerciendo una función equivalente; se estudian soli-
citando al individuo que levante un objeto redondeado (cenicero, placa
de cristal, etc.); presas cilindricas (constituyen el grasp o puño), con-
formando las presas de fuerza más habituales: un elevado número de
herramientas y de controles de máquinas precisan su intervención. Uti-
lizan a la vez el pulgar y los dedos flexionados, rodeando el objeto; el
calibre del objeto que puede sujetarse depende de la capacidad de cierre
de los dedos; se estudian observando la retención de objetos de calibre
decreciente»21.

21
Notas tomadas de TUBIANA, R., y THOMINE, J. M., Manual de la mano, Masson,
Barcelona, 1992. Para mayor información, es interesante consultar la obra de I. A. KA-
PANDJI, Cuadernos de fisiología articular, Masson, Barcelona, 1987.
134 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Tabla 11.7. Escala de evaluación de los movimientos y gestos


más «groseros» según el grado de dependencia del lesionado

(MAHONEY y BARTHEL, 1959, con modificaciones del New England


Rehabilitation Hospital, 1978)
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 135

Tabla 11.7. (Continuación)


136 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Tabla 11.8. Índice para la evaluación de los movimientos y


gestos más «groseros», de KATZ (1965)
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 137

Tabla 11.8. (Continuación)

Igualmente, adviértase, que la seguridad de la acción de la mano re-


quiere, entre otras, contar con la importante misión estabilizadora de la
muñeca, en especial a costa del aparato flexor dorsal22, indispensable
para el manejo de diversas herramientas.
Por otra parte, junto a la capacidad de agarre de la mano, a veces no
se piensa en la capacidad y limitación para soltar, como puede suceder
en los casos de rigidez articular, retracciones cicatriciales, parálisis es-
pástica, descoordinación (síndrome hipertónico, ej.: Párkinson, y otras le-
siones neurológicas).
En el proceso gestual, el sistema cinestésico (con sus receptores si-
tuados en músculos y tendones, transmitiendo información al cerebro,
sin olvidar el papel de la sensibilidad propioceptiva) tiene gran impor-
22
HERNÁNDEZ GÓMEZ, Temas de patomecánica y biomecánica, INSERSO, Madrid,
1987.
138 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tancia, dándose un proceso complejo, obediente a un mecanismo de re-


troalimentación. Sirva como ejemplo la lista de 11 factores elaborados
por FLEISSHMAN (1965)23, en que intervienen muchos tipos de habilida-
des, éstas son:

1. Precisión de control: este factor es común para las tareas que re-
quieren ajustes musculares controlados y finos, primordialmen-
te cuando intervienen grupos musculares grandes.
2. Coordinación multiextrentidades: es la habilidad para coordinar
el movimiento de un número de extremidades al mismo tiempo.
3. Orientación de la respuesta: habilidad que se encuentra gene-
ralmente en las tareas que implican direcciones discriminatorias
rápidas y movimientos de orientación.
4. Tiempo de reacción: representa la velocidad con que un indivi-
duo es capaz de responder al estímulo, cuando éste aparece.
5. Velocidad de movimiento en los brazos:es similar al tiempo de
reacción, pero representa la velocidad con que un individuo
puede hacer movimientos de los brazos amplios y discretos
cuando se requiere precisión.
6. Control del ritmo: implica ajustes motores anticipatorios conti-
nuos relativos a los cambios de velocidad y dirección de un ob-
jeto a un blanco en continuo movimiento.
7. Destreza manual: Incluye movimientos del brazo y de la mano
hábiles y bien dirigidos e implica manipular objetos bastante
grandes en condiciones de velocidad.
8. Destreza de los dedos: habilidad para hacer manipulaciones
para controlar objetos muy pequeños, usando los dedos.
9. Estabilidad brazo-mano: es la habilidad para hacer movimientos
de posición del brazo y la mano; el rango crítico, como su nom-
bre lo indica, es la estabilidad con que efectúa tales movimien-
tos.
10. Velocidad dedo-muñeca: habilidad que también podría llamarse
de «golpeteo» y se relaciona con la habilidad para mover la
muñeca y los dedos rápidamente y al tiempo, de acuerdo con un
estímulo externo.
11. Atinar: estas habilidad tiene como rasgos críticos la velocidad y
la precisión de ubicación.

23
FLEISHMAN, citado por OBORNE, D., en: Ergonomía en acción, Trillas, México,
1990.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 139

11.3.2. Gestos profesionales

Interesa citar, aunque sólo sea con carácter histórico e ilustrativo, a


GILBRETH (1868-1924) quien valiéndose de la incipiente cinematografía
filmó movimientos propios de diferentes tareas y actividades laborales, y
registrando sus observaciones por medio de un ciclógrafo y cronocicló-
grafo, llegó a la conclusión de que cualquier operación, por compleja que
fuese, resultaba de la combinación repetida de 17 micromovimientos bá-
sicos, o microelementos cinéticos, que denominó therbligs, ideando,
también, para su contabilización, el wink o microelemento cronológico
(equivalente a un dosmilavo de minuto), lo que, a su vez, puede ser lle-
vado a un gráfico, anagrama de GILBRETH (O gráficos gilbrethianos),
que no es otra cosa que su representación escrita. De este modo, el autor
que se cita estableció un código consistente en recoger «actos elemen-
tales» atribuyendo a cada uno de ellos un signo convencional: para GIL-
BRETH toda «acción» (o «movimiento complejo») responde a una suce-
sión de «elementos de acción», cuyo número no es infinito, sino que se
reduce a 17.

Figura 11.2. Representación simbólica de los therbligs de GILBRETH.


(Referencia. Enciclopedia Espasa-Calpe, op. cit, suplemento 1957-1958,
p. 1118).

Cuando el caso lo requiera, como sucede en muchas secuelas con re-


percusión profesional, además de lo indicado en párrafos anteriores, ha-
brá que ahondar en su estudio y repercusiones recurriendo a métodos er-
gonómicos24 que sean, cuando menos, orientativos.

24
Para ampliar los conceptos referidos, véase Ergonomía básica, M. R. JOUVEN-
CEL. Ediciones Díaz de Santos, Madrid, 1994.
140 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Así, el análisis ergonómico elemental, propuesto por Bois, al refe-


rirse a la actividad gestual ligadas a la ejecución de un trabajo, conside-
ra las siguientes fases:
a) aprovisionamiento;
b) realización de las operaciones principales y habituales;
c) realización de las operaciones preparatorias o complementarias;
d evacuación; respecto a cada una de ellas establece una tabla de
evaluación con valores que oscilan entre 1 y 5 (que se corres-
ponden con las siguientes apreciaciones: 5. Muy penoso. 4. Pe-
noso; 3. Normal; 2. Ligero; 1. Muy ligero).
Pero es más, tratándose igualmente del gesto profesional, habrá tam-
bién que considerar la repetitividad y monotonía del ciclo de trabajo, te-
niendo en cuenta su duración, y otras connotaciones, configurando el
rango del gesto dentro de los niveles de exigencia de la función-trabajo.
(Por rango se quiere dar a entender el número de orden que hay que atri-
buirle a la función cuestionada, en este caso de íntima relación con el
gesto profesional, dentro de la jerarquía de requerimientos exigibles
para el desarrollo de la actividad).
Insistiendo en lo anterior, pero concretando mucho más, esto obliga
a conocer la carga de trabajo externa (contrainte) e interna (astreinte),
así como si el gesto-función ha de ser entendido como un elemento
neutro (que no merece consideración) o absorbente. En este último caso
habrá que determinar el nivel de exigencia del gesto motor (dentro del
binomio función-trabajo), considerando los factores de configuración
atribuibles a una unidad operativa básica, que se han de determinar en
cada caso problema (según el tipo de tarea a realizar), pero con carácter
meramente orientativo se indican ahora los siguientes: a) factores preli-
minares: alternancia, importancia, especificidad, duración, frecuencia,
nivel que ocupa en la neutralización de riesgos); b) competencias selec-
tivas: fuerza y energía, resistencia, estabilidad, habilidad, destreza (otros,
a introducir según el caso problema).
De cualquier modo, en cualquier gesto, pero muy especialmente en los
de tipo profesional, se ha de procurar un equilibrio con el esquema pro-
puesto por CAZAMAN, tanto que se han de conjugar los siguientes aspectos:
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 141

Con ello se pretende el mínimo desaprovechamiento energético,


para la producción de trabajo, esto es: que el grado de entropía —grado
de desorden del sistema de trabajo— seas lo más reducido posible, en
respuesta a una de las metas que se ha de fijar la ergonomía, en tanto que
«el operario no libere un cantidad de energía que no pueda recuperar»
(HERRERAS y BOTET). Para valorar el grado de adecuación del compor-
tamiento (gesto, acto, función) se propone como unidad de adecuación el
ergon (oscilando entre dd: < 62—adecuación mala— > 92—adecuación
óptima—).
Pero si se ha de ser realista, habrá que ponerse de acuerdo en que no
basta el análisis de tal o cual gesto motor de forma aislada, en una ac-
tuación singular; es preciso todavía avanzar más, sobre todo si se piensa
en el amplio campo de la patología de la hipersolicitación. Hay que in-
tentar introducirse en el análisis de diversas estructuras orgánicas (fas-
cias, músculos, tendones, nervios periféricos, articulaciones), sometidos
a un trabajo continuo y constante ante las demandas del requerimiento
gestual, sin olvidar tampoco su influencia en la determinación de la
carga psíquica (pues en cualquier caso tal requerimiento gestual exige un
control superior que, a su vez, es susceptible de fatiga).
No hay que olvidar que a medida que aumenta el grado de especia-
lización en los distintos sectores productivos, los requerimientos fun-
cionales imponen una mayor integridad e intervención de las estructuras
llamadas a interaccionar en el proceso de trabajo; en este orden se ex-
traen fácilmente dos consecuencias: a) la ejecución eficiente de la tareas
se particulariza a nivel de un sistema o grupo de sistemas, cuya unidad
de acción se ha de ejecutar con un alto grado de coordinación, percep-
ción y escrupulosidad; b) tal grado de competencia provoca un aumento
de la intensidad del ritmo de trabajo, primero local, luego general, ha-
ciendo posible la pronta aparición de la fatiga y del estrés); y en caso de
haber resultado con daños irreversibles, aún sin revestir gran entidad en
su estimación de la lesión aisladamente, dada la intensidad y el rendi-
miento que se demanda en esa tarea determinada, la carga de trabajo im-
puesta tomara un carácter patológico, surgiendo la incompetencia con la
subsiguiente incapacidad profesional. Quiere esto decir, y a modo de re-
sumen, que en términos de competencia y eficiencia, a medida que au-
mentan las exigencias, por el requerimiento funcional específico del
trabajo en cuestión, la integridad de la estructura anatómica en que se ve
involucrado el gesto profesional ha de ser mayor. Un ejemplo de ello lo
constituye el trabajo prolongado en los terminales de ordenador, en don-
de el operador ha de desempeñar un proceso de trabajo en un espacio li-
mitado, a la vez que intenso y con movimientos —a veces micro-
142 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

vimientos— muy repetidos en la jornada laboral, lo que puede crear un


deterioro y desgaste precoz de las estructuras anatómicas interesadas, si
no se toman las medidas de prevención adecuadas. Igualmente hay que
recordar el carácter acumulativo que ciertas lesiones pueden tener, cuan-
do afectan a un mismo miembro, órgano, sistema funcional o a diferen-
tes sistemas con efectos mutuos, de tal manera que la merma funcional
resultante sobrepasa la mera suma aritmética, tanto que estas lesiones
acumulativas vienen a provocar un sinergismo desfavorable —un efecto
multiplicativo en decremento—.

11.3.3. Gestos defensivos, antiálgicos, patológicos

Tanto los gestos de la vida diaria, como los gestos profesionales (y,
por extensión, cualquier gesto específico) pueden desarrollarse tanto
por los cauces de la normalidad como con un carácter patológico, y entre
ambos extremos hay toda una serie de variantes y posibilidades que en
más de una ocasión habrá que reparar en ellas, pues aun sin llegar a al-
canzar los parámetros de la anormalidad, ciertos vicios de actitud han de
ser considerados, en la manera que a medio-largo plazo supongan el de-
sencadenante de una patología.
Dentro de este grupo, mención especial merece el gesto antiálgico,
como expresión defensiva, que debidamente observado puede ayudar a
una mejor interpretación de una clínica determinada. En ocasiones el do-
lor es capaz de poner en marcha mecanismos de compensación y su-
plencias en la actividad de un determinado grupo músculo-articular, fe-
nómenos vicariantes, y otro tipo de respuestas, que pretenden aliviar y
descargar a esa parte de la economía humana dañada. Sería muy extenso
entrar en el análisis de tales procesos reactivos, tanto que han de ser con-
siderados particularmente, caso por caso, y de ahí sacar conclusiones, y,
cuando sea posible, introducir los oportunos mecanismos de corrección
pensando en prevenir el daño.
En ocasiones el gesto es meramente defensivo, sin alcanzar todavía
el eslabón del dolor, sino que únicamente quiere ser una voz de alerta de
la naturaleza, la cual, ante determinadas situaciones, trata de avisar de
una determinada actitud no es correcta, queriendo incluso prevenir daños
futuros.
Enlazando con lo anterior, hay un hecho de común observación: es
el caso del niño, el cual, por imperativos culturales, se le obliga a sen-
tarse formando un ángulo recto, esto es, en una silla convencional;
pues bien, frente a esa imposición de una sociedad cada vez más se-
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 143

dentaria (pero que adopta pautas de conducta nocivas) el niño pronto se


rebela, aunque sólo ocasionalmente, inclinando el asiento hacia ade-
lante (sobre las patas delanteras). Analizando este gesto, se puede de-
ducir que el niño, cuyo organismo conserva toda la nobleza que le es
propia, está buscando conservar —recuperar— la lordosis fisiológica
lumbar que se le intenta expropiar (indispensable para una sedesta-
ción higiénica y un correcto alineamiento del sinusoide vertebrado), al
tiempo que es una reacción preventiva de futuras lesiones de espalda.
Ese mismo niño, quizá alguna vez reprendido por rebelde, intenta, en
definitiva, defenderse ante una disciplina postural equivocada, im-
puesta por sus mayores (que confunden esa higiene postural con exi-
gencias geométricas, de apariencia, en donde «recto», «derecho» y
términos equivalentes, no permanecen ajenos a ideas y complejos atá-
bicos, que impregnan todavía diversos sectores sociales), y que está
violentando su organismo.

(Ref. A. C. MANDAL. L'Homme Assis, Instituí Pragmat, París, 1989.)


144 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

(Dentro de los gestos defensivos, como reacción psicológica, son de


interés las observaciones y análisis de R. SOMMER 25 en la defensa del
«espacio personal», quien se apercibió que la persona marca con fre-
cuencia un «espacio inviolable» [JACOBS], tanto que cuando se ve ame-
nazado, o ya existe una manifiesta intrusión sobre el área que se le atri-
buye, genera en el individuo una serie de reacciones de tipo defensivo,
que se traducen en un lenguaje corporal, pudiendo ser sus primeras se-
ñales, por ejemplo, «un balanceo en la silla, mover las piernas, un gol-
peteo», cuando no opta por ir a otra parte. Igualmente, SOMMER, remi-
tiéndole a NANCY RUSSO en el campo de la investigación espacial,
describe, para estos casos, la aparición de «gestos defensivos, cambios de
posición, intentos de cambiar de lugar». En definitiva, todo esto expresa
un estado, al menos, de incomodidad, que puede generar situaciones
estresantes en el trabajo, y, siendo así, el individuo intenta defender su
espacio personal recurriendo a «señales, gestos, posturas», en busca de
su propia ubicación. Otras veces, sin embargo, ante un «ego-expuesto»
[HALL] lo que se produce es una rigidez en la postura, y una falta general
de movimientos, actitud también de tipo defensivo, ante la invasión de lo
que el sujeto estima como su área personal. Todo esto es fácil de obser-
var en la vida diaria, así, por ejemplo, el lector puede experimentar este
fenómeno por así mismo, basta con «provocar» un poco al funcionario
que ya no tiene el parapeto de la ventanilla, y verá cómo en gran núme-
ro de casos ese servidor público reacciona de manera semejante a la des-
crita, y es que el actor intenta lanzar un mensaje, que SOMMER expresa
muy bien en esta frase: «usted está demasiado cerca. Su presencia me
molesta».)
Junto a las anteriores anotaciones, muchas de ellas anecdóticas, pero
siempre buscando un fondo científico, finalmente, también conviene
saber que en la actualidad se dispone de sistemas computarizados (soft-
ware multi-signal) combinando el estudio de la actividad muscular (in-
cluyendo en análisis espectral de la fatiga, mediante electromiografía de
superficie (EMGS) con el desplazamiento angular de una articulación
(ampliable en la determinación del momento de fuerza) con sistema
zoom que permiten tratar y observar la señal musculoarticular coordina-
da en tiempo real, correspondiente a centésimas o milésimas de segundo,
así como estudios de campo mediante HÓLTER (permitiendo la observa-
ción de operario, en condiciones reales de ejecución de su trabajo du-
rante horas), pudiéndose combinar todo ello con filmación en vídeo que
se trata en el mismo software, lo que parece que puede prestar en ade-
25
Según referencia de JULIUS FAST, El lenguaje corporal, Kairos, Barcelona, 1971.
DÉFICIT FUNCIONAL Y SECUELA 145

lante una valiosa ayuda para el conocimiento e investigación de algunas


de las potenciales limitaciones que pudieran surgir en el gesto motor a
raíz de una determinada secuela, y de este modo desempeñar con mayor
fiabilidad la función pericial.
12
La incapacidad para el trabajo en
su apreciación médica

El déficit funcional genérico puede tornarse en específico cuando


toma una proyección concreta, como en el caso de su repercusión labo-
ral. Ahora bien la apreciación de esta incapacidad laboral por parte del
médico ha de desenvolverse dentro de los cauces propios de su actuación
profesional, sin invadir terrenos que no le competen.

12.1. CONCEPTOS GENERALES 1

La incapacidad para el trabajo: la incapacidad laboral reclama una


atención concreta, tanto que su planteamiento y análisis ha de discurrir
por unos determinados cauces, no necesariamente ligados a conceptos
como la deficiencia órgano-funcional, la discapacidad o la minusvalía, en
su concepción genérica (puntualizando esto último). La singularidad
del problema bajo ninguna justificación puede llevar al error de ser con-
fundido o diluido recurriendo a ejercicios de abstracción.
Hablar de incapacidad, aspecto negativo, obliga a detenerse en lo que
es y significa la capacidad, la cual a su vez puede desplegarse en múlti-
ples facetas de la vida diaria: familiar, social, etc., así como en su apli-
cación al trabajo.
De esta forma, la relatividad del concepto de capacidad, entendida ya
como «aptitud o suficiencia para hacer algo» —y lo mismo se puede

1
Notas tomadas de la obra La incapacidad para el trabajo, M. R. JOUVENCEL, J. B.
Bosch editor, Barcelona, 1993.
148 MANUAL DEL PERITO MEDICO

decir en sentido contrario, cuando nos hemos de referir a la incapacidad—


ahora ha de ser superado olvidando su pluralidad de proyección, buscan-
do, en cambio, una aplicación singular, por lo cual habrá que añadirle
«para qué» o «frente a qué», si no se quiere caer en la inconcreción.
Entrando en matices, conviene distinguir del propio significado de
aptitud, cuando sólo se quiere dar a entender una mera «disposición de
hacer», del de capacidad, cuando esto último se remite a «consumar la
acción» y, finalmente, idoneidad, o estado idóneo, en la medidas en
que fruto de las facultades adquiridas y de la experiencia permite «eje-
cutar la tarea con comodidad». Entre ambos extremos se puede situar la
competencia o pericia (encontrando su traducción en la expresión fran-
cesa savoirfaire o en el término inglés de skill). Tales connotaciones han
de ser consideradas en sus aspectos negativos cuando se tenga que va-
lorar un estado de incapacidad.
Estas exigencias elementales pueden verse perturbadas, incluso anu-
ladas, por motivos de incompetencia, generados por situaciones de in-
capacidad secundaria a causas patológicas, dando lugar a una disminu-
ción funcional, ya de forma transitoria —temporal—, ya de forma
permanente, teniendo un interés particular cuando afecta al trabajo.
El estudio de la capacidad e incapacidad para el trabajo ineludible-
mente remite, fundamentalmente, a una cuestión de salud, lo que ense-
guida nos hace recordar la definición propuesta por la OMS en 1945
(«estado de completo bienestar, físico, psíquico y social, etc.») paradig-
ma que hoy resulta agresivo y frustrante para muchas personas cuando se
han de detener ante tal espejo. Tal definición, además de vaga y ambi-
ciosa, constituye un error de principio que arroja serios inconvenientes
para la puesta en marcha de una nueva estrategia, que cada vez se hace
más inaplazable.
La concepción de «bienestar», entendida de forma equivocada, am-
pliamente divulgada por un organismo que goza de gran autoridad in-
ternacional, ha tomado ya casi el valor de un dogma, verdadero «becerro
de oro» de nuestros días, poderosa fuerzas cuya inercia no permite que se
opere un cambio de aptitud tanto individual como colectiva. Las socie-
dades demasiado satisfechas, bajo determinados parámetros, inevitable-
mente generan un hechizo maléfico y sofocante que en su apatía termina
por imponer un clima que propicia la autodestrucción individual.
Operativamente la Salud ha de ser comprendida en términos que la
hagan asimilable a la realidad de la vida, conjugándose aquí energía,
equilibrio y resistencia. Con esto se quiere dar a entender que la Salud se
puede comprender como la energía que permite resolver las situaciones
de conflicto (y el conflicto conecta con el antagonismo ante situaciones
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 149

personales difíciles, la lucha por la vida, etc.). Pretendiendo eficiencia, la


salud, ya entendida como energía, ha de conocer su aplicación al tra-
bajo.
La Capacidad de Trabajo: en un esquema muy simple, clásicamen-
te se viene admitiendo que capacidad e incapacidad son estados que se
oponen al mismo tiempo que se complementan, de tal modo que esta-
bleciendo una relación sobre cien, se puede indicar que:

CAPACIDAD [C] + INCAPACIDAD [I] = 100

de donde, cuando [C] tiende a 100, [I] lo hace a 0, y viceversa, con todas
las situaciones intermedias que se pueden presentar, con la correspon-
diente variación que los factores señalados experimenten en cada caso
particular.
Pero sin añadir otra cosa, tal esquema no es más que un marco tosco
desprovisto de contenido y que, buscando respuesta, ha de ser comple-
tado señalando aspectos concretos.
En sentido general, la capacidad del individuo se remite a su condi-
ción biológica, la cual a su vez es susceptible de ser descompuesta en as-
pectos parciales2, como son:

1. La condición orgánica, o capacidad natural del individuo en re-


lación a su resistencia general y al medio.
2. La condición anatómica, que se refiere a la talla, peso, enverga-
dura, características musculares, panículo adiposo, malformacio-
nes, etc.
3. La condición fisiológica, o funcionamiento del organismo en sus
adaptaciones a los diferentes medios y exigencias, y sus repercu-
siones en los distintos órganos de la economía humana (respira-
torio, cardiovascular, locomotor, etc.).
4. La condición motora, o capacidad para producir movimiento in-
dagando la aptitud, el equilibrio, la potencia, fuerza, etc.).
5. La condición nerviosa o psicosensorial, que comprende entre
otros aspectos, velocidad de reacción, coordinación de movi-
mientos, automatismos, pruebas psicológicas, mentales, intelec-
tuales, psicométricas, etc.
6. Habilidades y destrezas, en general y en particular.

2
Según materia expuesta por el profesor LEGIDO ARCE, en la Escuela de Medicina del
Trabajo, Facultad de Medicina, Universidad Complutense, Madrid (curso académico
1981-82).
150 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

La capacidad para el trabajo ha sido definida por varios autores.


BONNET 3, huyendo de planteamientos extensivos, resume la capacidad
laboral como «la aptitud para desempeñar de forma eficiente una deter-
minada tarea».
Obsérvese que el autor, remitiendo obviamente al terreno laboral, in-
voca una capacidad aplicada a exigencias concretas, que habrá que co-
nectarla con un oficio o profesión específicos, pues señala, acertada-
mente, «una determinada tarea».
Otras definiciones se reconducen explícitamente a la relación «esta-
do de salud» con «la capacidad de producción», al ser el primero fuerza
determinante de la segunda, con lo cual la capacidad de trabajo así esti-
mada no hace otra cosa que enlazar con un concepto más amplio que es
el de salud, pero en un contexto específico, en el que ha de ser aplicado:
el mundo del trabajo.
La capacidad de trabajo igualmente ha de ser referidas al desempeño
de una «actividad normal»; y ésta es la que desarrolla un operario cons-
ciente de su responsabilidad, con un esfuerzo constante y razonable,
sin excesiva fatiga física ni mental)4.
En atención a lo dicho, se propone afirmar que la capacidad de tra-
bajo supone la posibilidad de que la energía, el equilibrio y la resistencia
individual se apliquen eficientemente a la ejecución de una tarea, re-
conducida como actividad —actividad normal— respondiendo a un per-
fil profesional.
El carácter profesional apuntado hace referencia a la actividad desa-
rrollada de acuerdo con una dedicación, un horario, y sometiéndose a un
ritmo de trabajo capaz de dar un rendimiento y una productividad acep-
tables.
Capacidad de ganancia: en síntesis, la capacidad de ganancia supo-
ne la posibilidad de rentabilizar productivamente la capacidad de traba-
jo, en consonancia con los parámetros propios de un determinado mer-
cado laboral; esto es, que la capacidad de trabajo se compagine con lo
que COPELAND 5 denomina una «actividad remunerada sustancial», que
equivale a hacer un trabajo físico o mental por el que se retribuya al tra-
bajador, o que éste pueda aprovecharse de él.
3
BONNET, E. F. P., Medicina Legal (2.a edición), López Libreros, Buenos Aires (Ar-
gentina), 1981. Como se verá más adelante, el concepto de tarea habrá de precisarse.
4
Definición de la Ordenanza Laboral O.M. de 7 de febrero de 1972 (BOE 26-2), sec-
tor textil.
5
COPELAND, L., Economía y Minusvalía, p. 60. Editado por el Gabinete Técnico del
Instituto Nacional de los Servicios Sociales (INSERSO). Servicio de Publicaciones del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Madrid, 1982.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 151

Representa el potencial económico del trabajador, aspecto que se sale


del quehacer médico, pues plantea una cuestión económico-social que
por su esencia ha de ser trasladada a la esfera jurídica.
La Incapacidad: escalonamiento del concepto: producida una se-
cuela —ya por enfermedad o traumatismo —puede dar lugar a un me-
noscabo en la persona, que puede encuadrarse en uno o varios de los si-
guientes apartados:

a) enfermedad o proceso crónico;


b) incapacidad física permanente (dentro del contexto de la salud);
c) incapacidad profesional (genérica o específica);
d) las dos situaciones anteriores a la vez;
e) trastornos o deficiencias permanentes, pero sin poder ser incluidas
en ninguno de los apartados anteriores.

Con facilidad se comprende que no hay por qué hacer equiparables


los términos de enfermedad e incapacidad profesional.
Un daño a la salud, potencialmente, puede involucrarse en tres si-
tuaciones:

a) incapacidad física;
b) incapacidad profesional;
c) incapacidad de ganancia.

Con esto se quiere indicar que el concepto de incapacidad se ha de


exponer de forma escalonada, pudiendo, en síntesis, establecer la si-
guiente secuencia:

LESIONAL → PROFESIONAL → GANANCIAL

El aspecto lesional, es susceptible, aunque no siempre, de dar lugar a


una incapacidad física, pero, en cualquier caso, la lesión, aun genérica-
mente no incapacitante, puede tener repercusiones profesionales. Y en
este último caso el daño físico provocará una incapacidad de ganancia,
por su repercusión económica.
La incapacidad física surge como consecuencia de un estado no-
sológico —adquirido o congénito— físico o mental, afectando a al-
guna parte del organismo, con repercusiones más o menos amplias, en
detrimento de las mismas. Su evolución no entra a considerar as-
pectos profesionales ni económicos, sino que únicamente se centra en
la integridad del sujeto y en su capacidad funcional genérica, «ha-
152 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

ciendo abstracción de su capacidad de trabajo o ganancia» (AZNAR


LÓPEZ) 6.
Tal incapacidad física puede, o no, dar lugar a una incapacidad pro-
fesional, con lo que se desea señalar que a partir de una incapacidad or-
gánica o de un mero trastorno funcional, serán las características de esa
alteración en íntima relación con el trabajo que se realice lo que permita
pronunciarse sobre una determinada incapacidad en sentido técnico.
Tratándose del resultado que en cada caso particular arroja la con-
junción de los factores daño orgánico-funcional y trabajo (y más si se
singulariza para la tarea y la actividad) se pueden hacer las siguientes
formulaciones:

Primera: No existe paralelismo entre la intensidad de una lesión


responsable de una merma órgano-funcional y su posible repercusión la-
boral.
Segunda: No toda incapacidad órgano-funcional se remite necesa-
riamente a una incapacidad profesional.
Ejemplo: La pérdida de una pierna es sin dudas una importante in-
capacidad física, un menoscabo importante en una consideración general,
y más todavía tomando como referencia lo que comúnmente se entiende
como «hombre normal»; sin embargo, no se puede establecer la misma
equivalencia si tal limitación física ha de ser estudiada en quien desa-
rrolla una actividad laboral en sedestación, ya que es innegable que
puede desempeñar las funciones laborales propias de un excelente me-
canógrafo o ser el máximo responsable de un gran complejo industrial.
Tercera: Una pequeña merma funcional, aun genéricamente no in-
capacitante —y hasta sin significación— puede, sin embargo, incidir
como incapacidad profesional específica.

Así, el paradigma clásico es el del violinista que presenta una an-


quilosis de la articulación interfalángica distal del quinto dedo de la
mano izquierda, alteración importante para la práctica del virtuoso de ese
instrumento, no obstante, fuera de tal contexto no tiene significación para
el desenvolvimiento de los gestos motores de la vida ordinaria.
Hay que señalar que los llamados «handicaps menores» pueden ser
fuente de una importante inadaptación laboral, muy en relación con las
exigencias de la tarea, por lo cual no deben ser, ni mucho menos, infra-

6
AZNAR LÓPEZ, M., Sistemas dinámicos y estáticos de protección de la invalidez: los
casos suizo y español, p. 32, publicado en el Boletín de Estudios y Documentos Sociales,
Monografía núm. 12. Editado por el INSERSO, diciembre 1982.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 153

valorados, habiendo de figurar, por el contrario, como una preocupación


constante por parte del médico del trabajo.
Además, a medida que aumenta el grado de especialización en los
distintos sectores productivos, los requerimientos funcionales imponen
mayor integridad de las estructuras singulares de la economía humana
llamadas a interaccionar con el proceso de trabajo. De aquí se extraen
dos consecuencias:

a) Cuando la ejecución eficiente de la tarea se particulariza para


un sistema o grupo de sistemas órgano-funcionales, de forma es-
pecializada, su unidad de acción se ha de ejecutar de forma coor-
dinada con un alto grado de perfección y escrupulosidad.
b) Tal grado de competencia provoca un aumento de la intensidad y
del ritmo de trabajo, primero local, luego general, haciendo posi-
ble la aparición de fatiga y estrés, que pueden traspasar fácil-
mente los límites fisiológicos.

En daños irreversibles, aún sin revestir gran entidad de lesión —se-


cuela— estimada aisladamente, dada la intensidad y el rendimiento que
demanda la tarea determinada, la carga de trabajo impuesta tomará un
carácter patológico, surgiendo la incompetencia con la subsiguiente in-
capacidad profesional.
En resumen, en términos de competencia y eficiencia, a medida que
aumenta el requerimiento funcional, la integridad de la estructura, re-
querida laboralmente, ha de ser mayor. Por eso interesa el estudio de la
incapacidad desde la perspectiva ergonómica (adecuación del hombre al
trabajo y del trabajo al hombre).
La incapacidad de ganancia: representa la repercusión individual de
la incapacidad para el trabajo en el mercado laboral.
AZNAR LÓPEZ7 la conjuga en la concurrencia de tres elementos:

a) médico: daño a la salud física o mental;


b) económico: el daño ha de tener una consecuencia económica
concreta;
c) causal: la disminución de la capacidad de ganancia debe ser cau-
sada por un daño a la salud.

Su concepto y valoración se sitúa fuera del ámbito médico, tomando


una dimensión netamente jurídico-social.
7
AZNAR LÓPEZ, M, O.C, p. 23.
154 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

La invalidez permanente prevista en la Ley General de la Segu-


ridad Social (LGSS): la invalidez permanente se define como aquella
situación del trabajador en la que después de haber estado sometido al
tratamiento prescrito y de haber sido dado de alta médicamente, pre-
senta reducciones anatómicas o funcionales graves, susceptibles de
determinación objetiva y pre visiblemente definitivas, que disminuyan
o anulen la capacidad laboral. No obstará a tal calificación la posibi-
lidad de recuperación de la capacidad laboral del inválido, si dicha
posibilidad se estima médicamente como incierta o a largo plazo
(art. 134, texto refundido GGSS, R.D. Leg. 1/1994, de 20-6-94, BOE
29-6-94).
La invalidez que regula la Ley General de Seguridad Social (LGSS)
se clasifica de acuerdo a un criterio gradualista (art. 137 LGSS), así:

a) Incapacidad Permanente Parcial, para la profesión habitual: la


que, sin alcanzar el grado de total, ocasiona al trabajador una
disminución no inferior al 33% en su rendimiento normal para di-
cha profesión, sin impedirle la realización de las tareas funda-
mentales de la misma.
Se entenderá por profesión habitual:
— en caso de enfermedad común o profesional, aquella a la
que el trabajador dedicaba su actividad fundamentalmen-
te durante el período de tiempo anterior a la iniciación de
la incapacidad (contado tal tiempo en la forma que re-
glamentariamente se establece en la Ley);
— en caso de accidente (sea o no de trabajo), la profesión
desempeñada normalmente por el trabajador al tiempo
de sufrir dicho accidente.
b) Incapacidad Permanente Total: para la profesión habitual, la
que inhabilita al trabajador para la realización de todas o las fun-
damentales tareas de dicha profesión, siempre que pueda dedi-
carse a otra distinta.
c) Incapacidad Permanente Absoluta: la que inhabilita por com-
pleto al trabajador para toda profesión u oficio.
d) La Gran Invalidez: la situación del trabajador afecto de incapa-
cidad permanente y que, por consecuencia de pérdidas anatómi-
cas o funcionales, necesite la asistencia de otra persona para rea-
lizar los actos más esenciales de la vida, tales como vestirse,
desplazarse, comer o análogos.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 155

La gran invalidez hoy está considerada como una figura autónoma,


tanto que esta situación no tiene necesariamente que ir aparejada a una
incapacidad absoluta, de acuerdo con la disposición final quinta de la
Ley de Integración de Minusválidos, ley 13/82, de 7 de abril (Sentencia
25-6-86, Sala 6.a, Tribunal Supremo). Más aún, posiciones de progreso
postulan, como cuestión de lege ferenda, que la gran invalidez se venga a
considerar como una auténtica protección de la dependencia, ante una si-
tuación de hecho sobrevenida, con la posibilidad de que el amparo de esta
protección se puede solicitar más allá de la edad de jubilación8.

12.2. METODOLOGÍA PARA LA VALORACIÓN DE


LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO:
ACERCAMIENTO ERGONÓMICO9

Dejando a un lado los «baremos», cuya falta de seriedad y rigor


científico los hace impropios para estimar problema tan complejo, la
valoración de la incapacidad laboral ha de buscar planteamientos de
mayor rigor científico, en conexión con el título que preside este epí-
grafe.
Valorar las mermas funcionales que experimenta un individuo y su
repercusión sobre su anterior capacidad de trabajo no es cuestión fácil,
tanto más si se piensa que hasta el momento no se ha encontrado ningún
medio satisfactorio adecuado para ello, quizá, entre otras cosas, porque
en este momento partir de normas prefijadas conlleva implícito cometer
incalculables errores.
La complejidad de la cuestión, siempre difícil y comprometida, ex-
plica las prudencia de este título: acercamiento ergonómico. Hay que
pensar también que estructurado un proceso nosológico, intentar definir
matemáticamente «cuánto» trabajo puede realizar el paciente o lesio-
nado a partir del momento en que se instala la secuela (capacidad tra-
ducida en rendimiento) frente a «cuánto» se ve imposibilitado (incapa-
cidad o decremento operativo en su proyección laboral) puede carecer
de sentido práctico y realista en ocasiones, pues existen actividades
profesionales muy concretas —en particular en las que se demanda un
alto u óptimo grado de integridad de la función— que se han de some-

8
AZNAR LÓPEZ, M., Revista Española del Daño Corporal, núm. 4, pp. 13 a 16. Edi-
ciones Díaz de Santos, Madrid, 1996.
9
Este aspecto se puede ver más ampliamente tratado consultando La incapacidad
para el trabajo, o.c, J. M. Bosch editor, S.A., Barcelona, 1993.
156 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

ter a la ley del «todo o nada», ajena, por lo tanto, a delimitaciones sec-
toriales.
Lo que ahora se expone no pretende ser, ni mucho menos, un méto-
do en sentido estricto, sino algo más modesto, esto es: una propuesta
avanzando en la idea de sugerir una pauta de actuación, una orientación,
que, partiendo de un razonamiento general, pueda aplicarse en situacio-
nes particulares.
Los conocimientos vertidos aportan conceptos y resortes necesa-
rios, de tipo general, pero la cuestión concreta se ha de amoldar y mol-
dear a la realidad del hombre, lo que sin duda, ya frente al caso proble-
ma, obligará a desplegar buena dosis de imaginación, esfuerzo,
observación y espíritu intuitivo, y todo ello con el denominador del
sentido común.
Las líneas generales de este enfoque discurren por tres cauces, que se
han de relacionar íntimamente, y han de ser llenados por otras tantas
cuestiones: clínica, laboral y ergonómica.

a) Cuestión clínica:
— estudio de la función perturbada;

b) Cuestión Laboral:
— en general: identificación del puesto de trabajo: tarea, activi-
dad, unidad operativa básica: el gesto motor;
— en concreto: rango de la función perturbada, niveles de exi-
gencias (función trabajo).

c) Cuestión ergonómica:
— niveles de respuesta (lesión-actividad).

12.2.1. Cuestión clínica

Se remite al examen de la lesión y su repercusión funcional en quien


la sufre, esto es, poniendo especial énfasis en las consecuencias fisiopa-
tológicas, primando este aspecto frente a meras descripciones anatómicas
o perturbaciones estructurales, precisándose un diagnóstico clínico y
funcional. Obliga esto a seguir un protocolo de exploración minucioso,
completo, suficientemente amplio para que reúna las garantías necesarias
a fin de que su cometido se vea cumplido, recurriendo a cuantos medios
de prueba médica se precisen.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 157

Los exámenes médicos han de contribuir a llenar cuatro cometidos


fundamentales10:

1. Diagnóstico del proceso;


2. Alcance del proceso ante la influencia de la carga externa del tra-
bajo.
3. Apreciar si la lesión (secuela, etc.) permitirá la vuelta al trabajo.
4. Establecer si el daño observado es compatible con el manteni-
miento del puesto de trabajo.

Además hay que recordar, una vez más, que:

— existen situaciones, con frecuencia, en las que los hallazgos clí-


nicos con observaciones aisladas o en condiciones de reposo no
expresan adecuadamente la pérdida o alteración de la función, o,
más sencillamente, no la expresan;
— es más, la perturbación funcional en no pocos casos se va a pre-
sentar únicamente bajo el influjo de particulares exigencias, de
situaciones de provocación, capaces de poner en marcha un de-
sequilibrio a un determinado nivel, órgano —función o siste-
ma—, momento en el cual se puede traducir en algo observable
por el explorador;
— obliga esto a remitirse a las pruebas bajo carga y a los estudios en
condiciones de campo, por cuanto se dan patologías o altera-
ciones que bien pueden permanecer encubiertas y que única-
mente se van a mostrar ante determinados requerimientos, tanto
que el estado patológico sólo abandona su latencia ante determi-
nados umbrales de excitación. Por ello la prudencia del médico
ante tal posibilidad se ha de ver reforzada.

12.2.2. Cuestión laboral

Se centra en la investigación del puesto de trabajo, pudiendo distin-


guir aspectos generales y otros de naturaleza concreta, más directamen-
te relacionados con el caso problema que se haya de analizar.
a) Con carácter general habrá que considerar una serie de factores
que permiten identificar el puesto de trabajo, tanto en su aspecto técnico
como humano.
10
Tomando por analogía el razonamiento expuesto por LE TINIER, A. y PUJOL, M., en
Journées Nationales de Medicine du Travail, p. 61, Masson, París, 1987.
158 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Conviene al efecto recordar las siguientes definiciones11:

— sistema de trabajo: está constituido por el hombre y los medios de


trabajo, actuando en conjunto en el proceso de trabajo, en el es-
pacio y en el entorno, según las condiciones de la tarea a ejecutar;
— la tarea: viene fijada por el objetivo del sistema de trabajo;
— medios de trabajo: útiles, máquinas, vehículos, instrumentos,
mobiliario, instalaciones y otros materiales del sistema de trabajo;
— proceso de trabajo: sucesión en el tiempo y en el espacio de la ac-
ción conjugada del hombre, de los medios de trabajo, de los ma-
teriales, de la energía y de la información en el sistema de trabajo;
— espacio de trabajo: el asignado a una o varias personas en el sis-
tema de trabajo, para efectuar la tarea;
— entorno de trabajo: conjunto de elementos físicos, químicos,
biológicos, sociales, culturales que rodean al hombre en su en-
torno de trabajo;
— carga externa (contrainte): conjunto de condiciones exteriores y
de exigencias que en el sistema de trabajo son susceptibles de per-
turbar las funciones fisiológicas o/y psicológicas del hombre;
— carga interna (astreinte): efecto de contrainte sobre el hombre
en función de sus características y actitudes individuales;
— fatiga de trabajo: efectos locales o generales, no patológicos,
completamente reversibles después de una recuperación adecua-
da, después de una astreinte.

Cuando una estructura del organismo se somete a un trabajo, el


efecto de la contrainte sobre la astreinte ha de variar según las caracte-
rísticas individuales, tanto que si la carga externa es la variable inde-
pendiente, la carga interna, astreinte, es la variable dependiente.
En relación con esto, es de gran interés volver a recordar las preci-
siones de MONOD, LILLE y col.12, en tanto que:

1. La carga externa se puede describir con gran precisión, en tanto


que la carga interna sólo imperfectamente. Incluso hay ciertos sig-
nos de la carga interna que quedarán escondidos y no se revelarán
más que a largo plazo;
11
Norma belga NBX 10-001, Principios ergonómicos de la concepción de sistemas
de trabajo, Comisariado General de la Promoción del Trabajo (30-4-81). Véase también,
Ergonomía básica, M. R. JOUVENCEL. Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 1994.
12
MONOD, H., LILLE, F. (con la colaboración de GONTIER, F., MALLIOM, J. M., y As-
CHALLER, P.), en informe sobre L' evaluation de la charge de travail, presentado en las
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 159

2. Aun en el caso de su descripción, la carga interna no está siempre


en relación proporcional con la carga externa. Ciertos signos de la
carga interna no tienen especificidad. Ninguno de ellos repre-
senta totalmente la carga interna;
3. La determinación de la carga interna no prejuzga el nivel de acep-
tación de la misma (un organismo puede estar sobrecargado, apre-
ciándose subjetivamente dicha carga de forma muy variable).
4. Ciertos signos de la astreinte son de difícil acceso y otros de
muy difícil interpretación.
En cualquier caso la tarea ha de ser preocupación principal del mé-
dico del trabajo. FERRARI FORCADA la definió como «el estudio y la
descripción detallada de las exigencias físicas y operaciones involucradas
en cada actividad profesional, estableciendo las actitudes que debe asu-
mir, los movimientos que debe realizar, la fuerza aproximadas que re-
quiere, la velocidad y precisión de movimientos y, eventualmente, la
agudeza de determinados sentidos».
Pero esto no basta, en tanto que la tarea entendida como trabajo
prescrito ha de ser particularizada en cada caso, lo que así constituye lo
que se denomina actividad, o trabajo que en realidad efectúa el operario
considerado en su individualidad.
La amplitud de estas variables en su proyección dentro del sistema y
proceso de trabajo,y en concreto para la ejecución de la tarea, ahora en-
tendida como actividad, hacen necesario buscar una concepción esque-
mática, remitiéndose a una construcción que denominaremos Unidad
Operativa Básica (UOB), que se puede describir como el conjunto de
movimientos, gestos y actos, y sus requerimientos psicorgánicos, que, en-
trelazados y coordinados entre sí, en las distintas fases y ciclos laborales,
en conexión y condicionados por el entorno, espacio y medios de trabajo,
forman una secuencia que bien por sí misma (UOB simple, o singular) o
bien en unión con otras (UOB plural, o compleja —ya por integración de
varias simples, ya por la adición de varias diferentes entre sí) sirve para
definir esquemáticamente la tarea reconducida como actividad.
b) En concreto: rango de la función perturbada, niveles de exi-
gencia (función-trabajo).
Tratándose de evaluar una eventual incapacidad para el trabajo, y to-
davía más en procesos aislados, el estudio de la UOB ha de ser selectivo,
XIII Jomadas Nacionales de Medicina del Trabajo (Tours, 2-5 de octubre de 1974). Pu-
blicado en Archives des Maladies Professionnelles de Medicine du Travail et de Seguri-
té Sociale, tomo 37).
160 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tanto que habrá que desgajar del proceso de trabajo (remitiéndose a la


UOB) la función perturbada.
En la interacción biología humana-trabajo interesa conocer en primer
lugar el rango que ocupa la función afectada (bien sea, dicho a título de
ejemplo, la visión, el sentido del equilibrio, etc.) atendiendo a las exi-
gencias normales, ajenas a un estado patológico. Y por rango se quiere
dar a entender el número de orden que hay que atribuirle a la función
cuestionada dentro de una jerarquía de requerimientos para el desa-
rrollo de la actividad; esto es, la trascendencia de la función dentro del
proceso de trabajo.
Obliga esto a un conocimiento previo de la carga de trabajo particu-
larizada para aquellos factores en el que el binomio función-trabajo se
cuestione. De tal forma, el rango de la función habrá de configurarse
para cada supuesto o caso problema (al margen de cualquier estado pa-
tológico, hay que insistir en ello) teniendo en cuenta, por un lado, la fun-
ción y, por otro, los requerimientos laborales que involucran a tal fun-
ción, en el desempeño de la tarea.
A título indicativo, y como lista abierta, se propone analizar los fac-
tores que ahora se mencionan, unos, primero, con carácter preliminar, y
otros, después, como competencias selectivas.
En sentido preliminar13:

1. alternancia (A);
2. importancia (I);
3. especificidad (E);
4. duración (D);
5. frecuencia (F);
6. seguridad (S).

Respecto a las competencias selectivas, vendrán dadas según el caso


particular planteado, de ahí que no puedan responder a un modelo con-
cebido con antelación, tanto que habrá que atenerse a cada caso particular.
A su vez, los referidos factores preliminares (así como las compe-
tencias selectivas) han de ponerse en relación con unos niveles de exi-
gencias, para lo cual se establecen una serie de preguntas con su escala
respectiva.
13
Las notas referidas a los códigos de alternancia, importancia, especificidad, dura-
ción y frecuencia, han sido tomadas del Método A.E.T.,para el análisis ergonómico del
puesto de trabajo, aunque adaptado para este desarrollo. Véase Método per I'análisis er-
gonomica deiposti di lavoro (AET). Edición italiana, a cargo de A. GRIEGO, G. AZZARO-
LLI, L. CHIECHI, G. FLETRIN, y A. LAMA. Editorial Franco Angelli, Milano (Italia), 1987.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 161

1. Alternancia (A)

A este respecto cabe preguntarse si la función estudiadas está pre-


sente en el trabajo; en caso negativo ya no se plantea seguir adelante;
igualmente se hará en el caso que pueda ser sustituida por otra.
Pero si la función perturbada está presente en el trabajo (y no puede
ser sustituida por otra) se continúa con el estudio del resto de los factores
preliminares.

2. Importancia (I)

Se remite a la incidencia en cuanto a la utilidad que tiene la función


para el desarrollo del trabajo, de acuerdo con la siguiente escala:

0 - no se aplica;
1 - no importante (irrelevante, inútil);
2 - poco importante (raramente se aplica);
3 - importancia moderada;
4 - importancia notable;
5 - indispensable.

3. Especificidad (E)

¿Es específica la función? Se responde con la siguiente escala:

0 - ninguna;
1 - muy baja;
2 - baja;
3 - media;
4 - alta;
5 - muy alta.

4. Duración (D)

¿Se requiere mucho o poco tiempo?

0 - no se aplica (o muy esporádicamente);


1 - hasta una décima parte de la jornada laboral (o menos de 1 hora);
2 - hasta 1/3 de la jornada laboral (menos de 3 horas);
3 - hasta 2/3 de la jornada laboral (menos de 5,30 horas);
162 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

4 - hasta 9/10 de la jornada laboral (más de 7 horas);


5 - durante toda la jornada laboral.

5. Frecuencia (F)

¿La función perturbada se demanda con mucha o poca frecuencia?

0 - no se aplica;
1 - frecuencia mínima (una vez cada dos horas);
2 - frecuencia limitada (una vez cada hora);
3 - frecuencia media (una vez cada media hora);
4 - frecuencia alta (una vez cada cuarto de hora);
5 - frecuencia muy alta (varias veces en un cuarto de hora).

6. Seguridad (S)

¿La neutralización de los riesgos laborales, en atención la función es-


tudiada, requiere especiales medidas de seguridad?

0 - no se aplica;
1 - muy escasa;
2 - escasa;
3 - moderada;
4 - alta;
5 - muy alta.

De semejante manera, también de forma indicativa, podrán ser eva-


luadas las competencias selectivas (a distinguir dentro de la función ne-
cesaria para el desarrollo de la actividad), utilizando una escala de 0 a 5,
con independencia de que se haya de traer a colación en cada momento
las modificaciones que fuera necesario introducir (según se trate de una
función articular, neuromuscular, psicosensorial, respiratoria, etc.).
En tal orden se puede considerar:

— la función en el marco de la globalidad del individuo, atendien-


do a la edad, sexo, aspectos biométricos, actitud general, grado
de instrucción y cultura, etc.;
— la función en dependencia a la naturaleza del trabajo y exigen-
cias de la tarea, y sus competencias, tanto que venga condicio-
nada por:
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 163

1. Clase de trabajo (esencialmente intelectual, manual, etc.).


2. Grado de actividad mental —función mental—, precisando as-
pectos —competencias selectivas— como niveles de memoria
—evocativa, temporoespacial, visual— atención, concentración,
control emocional, imaginación, sensibilidad estética, rapidez de
lectura, capacidad crítica y de observación, resistencia a la su-
gestión, etc.
3. Actividad física: fuerza, energía, velocidad de ejecución, rit-
mo, resistencia, coordinación, habilidades y destrezas (así, ha-
bilidades físicas, en la forma descrita por FLEISSMAN: estabilidad
brazo-mano, destreza en los dedos, velocidad dedo- muñeca,
etc.).
5. Técnica de ejecución: simple, compleja.
6. Modos de ejecución: bipedestación, sedestación, deambulación,
formas combinadas.
7. Postura: cómoda, forzada, incómoda (teniendo en cuenta a su
vez las exigencias sobre las extremidades superiores, inferiores, el
raquis).
8. Entorno laboral: término, acústico, iluminación, altitud, presión,
vibraciones, aceleraciones, presencia de tóxicos y contaminantes
ambientales, etc.

12.2.3. Cuestión ergonómica

— Niveles de respuesta (lesión-actividad).

Dado el carácter marcadamente profesional de la incapacidad que se


está estudiando, es obvio que ha de condicionarse en todo momento al
tipo de trabajo que hubiera de realizar el operario.
En realidad la «gestión» ergonómica del problema ya ha dado co-
mienzo en el apartado anterior (enunciado como cuestión laboral), pues
ergonomía y trabajo son algo indisoluble, aunque bajo los términos de
unas exigencias de adecuación al sistema proceso de trabajo (en íntima
relación con la tarea) y al margen de la existencia de cualquier menos-
cabo psicorgánico.
Por el contrario, ahora lo que se pretende es analizar en la forma de
lo posible la eventual inadecuación ante el caso problema (en concreto,
las repercusiones que el hecho clínico pueden acarrear al trabajo).
Tanto es así que se pudo haber acudido a otro planteamiento, de
acuerdo con esta distribución:
164 MANUAL DEL PERITO MEDICO

1. Cuestión clínica.
2. Cuestión laboral, adecuación/inadecuación ergonómica:
a) como adecuación al proceso de trabajo (estudio de la rela-
ción función-trabajo);
b) como inadecuación al proceso de trabajo (análisis del binomio
lesión-tarea, «patoergonomía».

No obstante, la inclinación hacia el esquema de trabajo expuesto


inicialmente se quiere justificar en el especial énfasis con que se ha de
aplicar al «hacer ergonómico» en este campo, incidiendo de forma di-
recta en el fondo que preside este desarrollo (la incapacidad para el tra-
bajo), en materia de hechos.
En último término, son los desajustes que pueden surgir de la re-
lación lesión-tarea (patoergonomía, si se permite la introducción y
uso del término) los que han de remitir necesariamente a un disturbio
del sistema-proceso de trabajo, cuyo estudio y valoración han de dis-
currir indefectiblemente por el cauce que responde a este último epí-
grafe.
Hay situaciones en que la falta de acomodación al trabajo es evidente
y notoria, en especial cuando se trata de menoscabos psico-orgánicos
mayores, por lo que huelga un análisis profundo. Es por el contrario en
las situaciones de los obstáculos menores o en las que no se observa una
severidad que llame la atención, las que han de ser fuente de especial
preocupación por parte del médico que ha de dictaminar en este campo.
De esta forma, como cuestión ergonómica para el problema que se
viene hablando se ha de entender el comportamiento en particular del su-
jeto (en la realidad y trascendencia de su lesión) frente a la carga externa
que impone el trabajo que en concreto venía realizando (u otros que pu-
diera realizar).
Esto es, la capacidad de respuesta ante el efecto biológico de esa
carga externa implica, lo que lleva a establecer el binomio lesión-tarea o
más acertadamente lesión-actividad. En un orden práctico y funcional,
habrá que averiguar el resultado de la incidencia de ambos factores en su
actuación conjunta, cosa que lleva a desembocar en el nivel de carga in-
terna (astreinte), resultante de tal interacción.
Conviene, dentro de este contexto, recordar el esquema propuesto
por CazAMiEN14:

14
CAZAMIAN, P., Legons d'Ergonomie Industrielle, p. 15. Editions Cujas, París,
1974.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 165

La nueva situación determinada por este binomio lesión-tarea obliga


a pensar, al menos en principio, en una disfunción del sistema de traba-
jo, determinando que cierta parte de la energía que potencialmente podría
disponer la máquina humana no se pueda transformar en trabajo, debido
precisamente al grado de desorden (o entropía) que la confluencia lesión-
tarea introduce en el sistema-proceso de trabajo.
Tal entropía aumentará en atención la carga externa y a la severidad
del menoscabo funcional. Lo dicho se puede representar tal como sigue:

En resumen, esto quiere decir que la lesión, a partir de un orden clí-


nico inicial, ha de ser sometida a un proceso interpretativo, a un «iter» de
etapas sucesivas (según lo apuntado al comienzo de este libro, con ca-
rácter general, pero pretendiendo una aplicación particular), con el fin de
que siguiendo tal camino se posibilite un acercamiento al binomio le-
sión-tarea. En la línea cabe recordar:

— la lesión en su vertiente iconográfica o significante, esto es: la


apreciación del daño en cuanto traduce su forma física o mate-
rial;
— la lesión en su vertiente iconológica o de significado, o repre-
sentación mental que ase hace el explorador en tanto intuye algo
que conecta, especulando, con la repercusión funcional del daño
inicialmente observado;
166 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

— la lesión como signo-función, en la manera en que la interpreta-


ción de ese daño ya no queda detenida en la etapa anterior (pu-
ramente imaginativa) sino que ahora se configura como un pro-
ceso global en el que el significante y significado se han de
apreciar, y justificar, en su confluencia en la práctica, que ahora
se reconduce a las exigencias y respuestas ante requerimientos
laborales concretos.

Conocido el nivel de respuestas en la interacción lesión-tarea, y pre-


viamente los niveles de exigencia (función-trabajo que se han estableci-
do al configurar el rango de la función) todo ello podrá ser llevado al dia-
grama, que permitirá establecer el grado de adecuación, de una forma
gráfica y con carácter orientativo.
Junto a lo señalado, adviértase que hay casos en los que la incapaci-
dad laboral viene dada no porque establecida la relación lesión-tarea, la
ejecución del trabajo, sustantivamente examinada, no pueda llevarse a
cabo, sino porque el legislador ha adoptado un criterio eminente preven-
cionista, tanto que ante la existencia de determinadas lesiones se debe
plantear la inaptitud del operario que las padece para ese determinado tra-
bajo. Así, la hipoacusia profesional en un chapista del sector del auto-
móvil, por ejemplo, no impide que materialmente este trabajador de-
sempeñe su actividad, incluso de forma muy eficaz; no obstante son
criterios de índole prevencionista los que han llevado a que en la norma se
contemple la posibilidad de que ese mismo operario, cumplidos determi-
nados requisitos, sea apartado definitivamente de su puesto de trabajol5.

Conclusiones

Ultimado este análisis se podrá terminar con el siguiente razona-


miento:

— respuesta satisfactoria: acomodación, adaptación, capacidad la-


boral;
— respuesta tolerable siempre y cuando sea admisible que en la in-
teracción lesión-tarea opere bajo algunas restricciones, aunque
sin afectar a sus aspectos fundamentales para su desarrollo;
15
De interés resulta consultar la Orden Ministerio de Trabajo 15-12-65 (BOE 17-1-
66), en la parte correspondiente a las Enfermedades causantes de Sordera Profesional; es-
pecial interés tiene el apartado IV y el V: normas para el diagnóstico y para la calificación
de la incapacidad, respectivamente.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 167

respuesta tolerable, pero habiendo de introducir modificaciones


mayores y limitaciones para el desarrollo de la tarea, afectando
ya aspectos fundamentales de la misma;
respuesta no tolerable ni corregible, provisionalmente, pero hay
perspectivas de mejoría, a medio-largo plazo, mediante la terapia
adecuada (incluyendo medidas rehabilitadoras, reeducativas, etc.);
respuesta no tolerable ni corregible, con carácter de irrevisibili-
dad y permanencia: inadaptación, incapacidad laboral, dentro
de una relación lesión-tarea, para la profesión habitual, grupo de
profesiones o para todo tipo de trabajo en sentido profesional. No
es posible el rescate laboral del trabajador mediante tratamiento
médico alguno (ya conservador, ya quirúrgico).

Caso práctico

«Lesionado en accidente de trabajo, XXX, de 37 años, mecánico del


automóvil. Hace dos años sufre lesiones en mano derecha, quedándole
como secuelas: fijación en extensión del pulgar, y amputación del se-
gundo dedo.»
Al efecto se sigue el correspondiente trámite de incapacidad laboral
permanente.
Siguiendo el razonamiento propuesto anteriormente, cabe hacer el si-
guiente planteamiento *:

1. Cuestión clínica

Examinado el lesionado XXX, de 37 años, se resume el siguiente jui-


cio diagnóstico:

— Secuelas traumáticas en mano derecha, que han determinado:


• Fijación en extensión del pulgar mano derecha: ausencia de
movimiento tanto a nivel de la articulación metacarpo-falán-
gica como de la interfalángica.
• Amputación traumática del segundo dedo mano derecha.

* Se presenta un caso sencillo, muy simplificado, donde la incapacidad laboral es evi-


dente, por lo que no precisaría especiales razonamientos para estimación médica de tal in-
capacidad (aunque en la práctica forense, a veces, se topa con mentes muy obstusas); no
obstante, de cualquier modo, se expone ahora con la finalidad de ofrecer una mejor
comprensión del planteamiento propuesto y anteriormente desarrollado.
168 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Con carácter general, tales secuelas determinan las siguientes con-


secuencias funcionales

a) Imposibilidad de realizar la pinza pulgar dedo índice, pulgar


dedo medio, pinza termino-terminal; se utiliza para agarrar obje-
tos muy pequeños.
b) Imposibilidad de realizar la pinza tridigital: pulgar, índice y me-
dio, a través de los pulpejos; permite desarrollar mayor potencia y
sobre todo mayor estabilidad que la pinza bidigital.
c) Imposibilidad de realizar presas esféricas: las presas esféricas
requieren el concurso de todos los dedos; se utilizan para coger,
levantar y manipular objetos redondos, y los de forma asimilable.
Así pues, requieren la participación de todos los dedos, dispuestos
en flexión, en forma de campana, con el fin de describir un con-
junto de arcos que permitan la retención y estabilización de ob-
jetos; además, son el segundo (amputado, en este caso) y tercer
dedos los más potentes para constituir la «campana» de cierre en
forma de presa.
d) Imposibilidad de realizar presas cilindricas, que son las presas
más habituales para el manejo de innumerables utensilios, herra-
mientas y de controles de máquinas que demandan su interven-
ción. Utilizan a la vez el pulgar y los dedos flexionados, rodean-
do el objeto; el calibre del utensilio que puede sujetarse depende
de la capacidad de cierre de los dedos.

2. Cuestión laboral

En este apartado, al margen de cualquier patología, se ha de tener en


consideración:

a) La tarea: mecánico del automóvil (que es lo que conforma el sis-


tema-proceso de trabajo.
b) Medios de trabajo: se han de destacar en particular las siguientes
herramientas y útiles de trabajo:
— llaves fijas y llaves inglesas, de distintos pesos y tamaños;
— martillos, variando igualmente en peso y tamaño;
— taladros y martillos neumáticos, rebarbadora;
— soplete, pinzas de soldadura;
— gatos móviles, hidráulicos, fijos;
— otros útiles de trabajo.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 169

c) Espacio y entorno de trabajo: en local cerrado, garaje-taller, sin


especiales datos a resaltar.
d) Carga externa de trabajo: se canaliza fundamentalmente a través
de las extremidades superiores, con importante repercusión en el
raquis y extremidades inferiores.

En atención al caso objeto de discusión (pero ahora, de momento, al


margen de cualquier estado patológico), habrá que determinar:

— la Unidad Operativa Básica (U.O.B.);


— función segregada de la U.O.B.: la función que hay que segregar,
o desgajar de la U.O.B., en este caso;
— rango de la función segregada.

En consecuencia, la Unidad Operativa Básica (U.O.B.) ha de remi-


tirse esencialmente a un trabajo psicofísico, espacial, de pequeñas, me-
dianas y grandes dimensiones, variable, perceptorreaccional. Requiere
buena salud corporal, buena visión, habilidad psicomotriz, etc., fuerza y
precisión en los movimientos de las extremidades superiores, excelente
estado articular y muscular de brazos, hombros, codos, muñecas y ma-
nos; normal percepción, imaginación, memoria e inteligencia espaciales.
Función segregada de la U.O.B.: actividad manipulativa, involu-
crando especialmente al conjunto motor muñeca-mano, de la extremidad
superior derecha (siendo la extremidad rectora, en este caso) tal que per-
mita el manejo de los útiles de trabajo con eficiencia y seguridad.
Para la configuración del rango de la función segregada se invocan
los siguientes factores, en la manera que se quieren analizar los niveles
de exigencias para el ejercicio en condiciones normales de la actividad (o
factores función-trabajo).

a') Factores con carácter preliminar:

Alternancia (A): la función (actividad manipulativa del conjunto


motor muñeca-mano derecha) no es alternativa; para la ejecución del tra-
bajo de mecánico, no es sustituible la mano derecha por la izquierda; se
precisan ambas extremidades para dicha tarea.
Importancia (I): la integridad del conjunto motor muñeca-mano,
junto con la actividad manipulativa resulta indispensable para el ejercicio
de la actividad de mecánico. Por lo tanto su valoración es de 5/5.
Especificidad (E): no tiene.
170 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Duración (D): la actividad manipulativa se requiere toda la jornada


laboral. Valoración 5/5.
Frecuencia (F): muy alta: muchísimas veces en un cuarto de hora:
5/5.
Seguridad (S): para la neutralización de los riesgos inherentes al
trabajo de mecánico, la integridad de la función motora del conjunto mu-
ñeca-mano se requiere en una proporción alta. Valoración 4/5.

b') Factores correspondientes a las competencias selectivas

Fuerza y energía en las extremidades superiores, en concreto en la


extremidad superior derecha, para empuñar, agarrar y dirigir las herra-
mientas. Valor estimado: 4/5.
Velocidad de acción: 4/5.
Coordinación de movimientos (pudiendo colacionar otros subfac-
tores: suavidad, elasticidad, sustentación): 4/5.
Resistencia, para desempeñar de forma continuada y repetitiva la ac-
tividad: 5/5.
Habilidad y destreza en las manos, para el desarrollo de la actividad
con soltura: 5/5.
Capacidad de reacción ante el peligro: 4/5.

3. Cuestión ergonómica («patoergonómica»)

En este apartado, considerando, por una parte, las secuelas descritas


en el apartado 1 (cuestión clínica) y, por otra, los requerimientos físicos
propios del trabajo de mecánico, en la forma expuesta en el apartado 2
(cuestión laboral), se analizarán los mismos factores anteriormente exa-
minados en el apartado 2, pero evaluando en esta ocasión los niveles de
respuesta del lesionado, estableciendo una relación LESIÓN-TAREA.
Esto es, hay que preguntarse en qué manera el lesionado, con las se-
cuelas descritas en el apartado 1 (cuestión clínica) y atendiendo a las exi-
gencias del apartado 2 (cuestión laboral), es capaz de responder:

a) Niveles de exigencia

Alternancia (A): No (no hay posibilidad de alternancia).


Importancia (I): Valoración respuesta: 1/5. Especificidad
(E): no se valora.
LA INCAPACIDAD PARA EL TRABAJO EN SU APRECIACIÓN MÉDICA 171

Duración (D): Valoración 1/5.


Frecuencia (F): Valoración 1/5.
Seguridad (S): Valoración 1-2/5.

b') Factores correspondientes a las competencias selectivas

Fuerza y energía: 1/5.


Velocidad de acción: 1-2/(5.
Coordinación de movimientos: 1/5.
Resistencia: 1/5.
Habilidad y destreza: 1/5.
Capacidad de reacción ante el peligro 1-2/5.

Conclusión

El accidentado XXX, de 37 años, mecánico del automóvil, presenta


secuelas que determinan un menoscabo funcional y orgánico que valo-
rado clínicamente, dentro de una relación LESIÓN-TAREA no le per-
miten el desarrollo de las actividades fundamentales propias de su oficio.
Tampoco se estima posible el rescate laboral del lesionado, mediante
tratamiento médico alguno (ya conservador, ya quirúrgico).
Por todo ello, la limitación descrita —en esta misma apreciación
médica— es de índole permanente, dado el estado clínico y cronicidad
del proceso.
El análisis anterior se puede interpretar en un diagrama, con lo que se
obtiene una representación gráfica de los resultados, donde queda plas-
mado que la inadecuación del lesionado para dar respuesta a las exigen-
cias de la tarea es evidente.
172 MANUAL DEL PERITO MEDICO
13
Los haremos de incapacidad:
análisis crítico

Este medio de «valoración» toma especial auge a finales del si-


glo xix, y a partir de la promulgación de la ley alemana sobre accidentes
de trabajo, impulsada bajo el mandato del canciller VON BISMARCK
(1883), obteniendo rápidamente una buena acogida en diversos países,
suponiendo, en general y en su tiempo, un notable avance por cuanto se
veían superadas las limitaciones inherentes al derecho aplicado hasta en-
tonces, al verse sustituido por una legislación específica ante la actuali-
zación de este tipo de contingencias.
Sin embargo, conociendo el verdadero alcance que las distintas cien-
cias en que se sustenta la Ergonomía, se comprende inmediatamente el
enorme desatino que constituye apreciar la incapacidad laboral valién-
dose de baremos, tablas o guías que prefijan la incapacidad a título ge-
nérico, los cuales si han sido muy criticados para entender el déficit
funcional en general, carecen en absoluto de valor en el terreno ahora in-
dicado. Es más, de igual forma se puede decir lo mismo para la incapa-
cidad en general, toda vez cuando dichos baremos carecen de base cien-
tífica alguna.
Todavía, desafortunadamente, persisten e insisten algunos en tan
viciosa práctica, y, lo que es peor, induciendo o seduciendo a otros para
ceder a la tentación de dar por bueno tan inapropiado «método» de tra-
bajo. Estas palabras, que sin duda pretenden ser tajantes, están avaladas
por argumentos que se apoyan en el rigor de la ciencia y no en meras es-
peculaciones u otros intereses.
El término baremo proviene del francés bar eme —a su vez en honor
a quien lo introdujo, D. F. BÁRREME— y en su primera acepción signi-
173
174 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

fica «un cuadro o tabla de cuentas ajustadas». La propia definición, es


evidente, repugna cualquier criterio de flexibilidad, actitud ya desde un
principio incompatible con la naturaleza humana, la cual, por otra parte,
en la riqueza de sus matices, no se amolda, ni se explica, ni tampoco
puede ser entendida bajo el férreo y limitado rigor cartesiano.
Todos los haremos de invalidez «contienen evaluaciones o grados de
los efectos patológicos, anatómicos o funcionales, de accidentes o en-
fermedades, expresados en porcentajes de la capacidad teórica de un su-
jeto y eficiencias normales»1. La solución propuesta por el baremo es
siempre apriorística, considerando la lesión únicamente con vocación ge-
nérica, sin relacionarla en concreto con tal o cual aspecto de la actividad
humana, proponiendo tantos por ciento de incapacidad que no se acom-
pañan de la indicación «para qué», «frente a qué», esto es: sin traer a co-
lación el factor o factores que la cifra, que aprecia una supuesta incapa-
cidad, debería referirse.
Su número es enorme; casi cada autor ha intentado confeccionar su
baremo propio (muchos de ellos llevados por la vanidad), señal inequí-
voca de que ninguno es bueno ni útil para cumplir el fin que en principio
parece que debiera perseguir. Además, la falta de objetividad de tales
guías es fácilmente observable —cuando no han sido copiadas unas de
otras, con pequeñas diferencias—, pues para una misma lesión las cifras
dadas se alejan notablemente unas de otras, en detrimento de la deseable
unidad de criterios. Por ejemplo: «la pérdida del pulgar derecho supone un
grado de invalidez que oscila de unos países a otros en atención a las ta-
blas manejadas, así del 25% en Bélgica, Francia o Luxemburgo, 20% en
Holanda y en la República Alemana y 29% en Italia»2, siendo todavía ma-
yores las diferencias que se indican más adelante, según recoge GEERTS.
Tratándose de la incapacidad profesional, nadie puede poner en
duda que su estimación es un problema delicado, complejo, laborioso,
exigiendo preparación y estudio permanentes. MARANZANA recuerda
que «ningún baremo puede cubrir todas las lesiones posibles, por lo
que sigue habiendo ocasión de que el perito aplique la discreción de su
juicio. En tales casos el perito ha de tratar de apreciar con exactitud el
daño anatómico y funcional, a fin de que, a la luz de la experiencia
precedente, pueda integrarlo en el porcentaje de la capacidad teórica
total de trabajo del individuo sano»3.
1
MARANZANA, P. (Italia), Enciclopedia de Medicina, Higiene y Seguridad en el
Trabajo, vol. I, p. 795, O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo). Edición Española,
1975. También puede verse en edición posterior (1989).
2
MARANZANA, O.C, p. 795.
3
MARANZANA, O.C, p. 795.
LOS BAREMOS DE INCAPACIDAD: ANÁLISIS CRÍTICO 175

Ya en 1904, el 23 de abril, se presentó ante el Instituto Español de


Reformas Sociales una moción obrera en relación con el proyecto de
Ley, que habría de ser sometido a aprobación con posterioridad, y:
«Tratándose de incapacidades profesionales es imposible su determina-
ción a priori. La variedad de profesiones y oficios es obstáculo casi in-
superable para formar de antemano un cuadro no ya completo, pero ni si-
quiera aproximado al número extraordinario de ocupaciones manuales,
cada una de las cuales exige una calificación distinta. Además, sería
imposible precisar por adelantado dónde empezaría la incapacidad ab-
soluta profesional y dónde la relativa, conceptos que sólo pueden for-
marse examinando cada caso concreto y a la vista de los necesarios ele-
mentos de juicio»; (la ponencia fue aprobada por unanimidad en la
sesión celebrada el 11 de mayo de 1907)4.
Hace más de cincuenta años, G. ORMAECHEA5 se ocupó de este pro-
blema, revelando gran claridad de juicio en su tratamiento tal como se
podrá apreciar en algunos de los textos que ahora se exponen, comen-
zando por aludir a uno que recogía el propio B.I.T. (Oficina Interna-
cional del Trabajo), seguido de comentarios propios:

«El baremo ideal debería ser un verdadero diccionario que


abarcase todas las profesiones, indicando para cada una de ellas el
grado de incapacidad correspondiente en cada caso, teniendo en
cuenta además la edad, las aptitudes particulares del individuo, tra-
bajo de una amplitud y de una minucia extraordinarias si se con-
sidera la especialización creciente de los oficios industriales. Ac-
tualmente sólo hay un baremo que, aunque muy simplificado,
responde a esta orientación: el del Estado de California (EE.UU.
de América), el cual tiene en cuenta la naturaleza y la gravedad de
la lesión (267 categorías de daños corporales), de la profesión
(52 grupos profesionales) y la edad de la víctima (31 categorías,
de quince a setenta y cinco años) y ofrece un número de combi-
naciones que excede de los doce millones» (B.I.T.).
«El sistema de haremos plantea la siguiente alternativa: si el
baremo es amplio y detallista, propende a lo imposible: catalogar
todas las incapacidades permanentes resultantes de cada una de las
lesiones posibles en relación a cada oficio o trabajo especial que el
obrero ha de realizar; la dificultad de elegir entre millones de

4
Según texto citado por G. ORMAECHEA, R., La incapacidad permanente por acci-
dente de trabajo, p. 18. Editado por el Instituto Español de Previsión, Madrid, 1934.
5
G. ORMAECHEA, O.C.
176 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

combinaciones habría de originar numerosas contiendas judiciales.


Si el baremo se simplifica, reduciéndolo a la expresión de coefi-
cientes por lesiones, no se conseguiría el fin propuesto de rela-
cionar la lesión y el oficio; prevalecerá la incapacidad física sobre
la profesional, y seguirá la injusticia que el sistema pretende re-
mediar: calificar la incapacidad por la lesión prescindiendo de la
profesión.»

Y continúa G. ORMAECHEA:

«la solución del problema nunca puede ser apriorística. Para apre-
ciar la incapacidad y sus grados hay que conocer los factores le-
sión y oficio que determinan, y siendo imposible predeterminar
casuísticamente las infinitas combinaciones de esos elementos, lo
único hacedero, lógico y justo es examinarlo una vez que exista en
la realidad. El hecho no se prejuzga mediante supuestos proba-
bles, sino que se aprecia una vez producido».

Con posterioridad otros autores han dado su opinión, viniendo a co-


rroborar los planteamientos anteriores:

«La determinación de la lesión indemnizable con la aplicación


más o menos flexible de haremos, con gran peligro de abstracción,
permite graduar al máximo las incapacidades, si bien la crítica
contra el sistema de haremos —por imposibilidad de medir los
efectos reales de la incapacidad— es cada vez más acusada: "es
como buscar la cuadratura del círculo" (VIAENE); todos los bare-
mos son falsamente exactos, falsamente científicos y reposan en
un objetivismo médico absolutamente superado» (VAN DER PLAS
—citado por PEREDA—)6.
«La aplicación de haremos en los que aparezcan estereotipadas
y valoradas todas las posibles disminuciones de capacidad, aún su-
poniendo que recojan todos los supuestos clínicos incapacitantes,
difícilmente podrá tener en cuenta los datos precisos para valorar
la incapacidad. Los haremos en general son un medio tosco para
llegar a una valoración individualizada de la incapacidad perma-
nente, y los países que los han utilizado —Italia y Francia, éste
con carácter puramente indicativo— limitaron su aplicación a su-

6
DE LA VILLA CIL, L. y DESDENTADO BONETE, A., Manual de la Seguridad Social, p.
503. Editorial Aranzadi, Pamplona, 1979.
LOS BAREMOS DE INCAPACIDAD: ANÁLISIS CRÍTICO 177

puestos de accidente de trabajo (con criterio indemnizatorio) y no


los emplean para los supuestos de enfermedad, pues tales sistemas
no concuerdan con una concepción de la Seguridad Social que
aprecia la capacidad residual de trabajo y las posibilidades de
empleo para proteger las situaciones concretas de necesidad que
no son susceptibles de baremización»7.

En cuanto a las Tablas de Evaluación del Menoscabo Permanente de


la Asociación Médica Americana —tablas A.M.A.—8, y que en ocasio-
nes, sorprendentemente, se invocan por algunos en materia de Incapaci-
dad Permanente protegible al amparo de la Ley Española de Seguridad
Social, en absoluto son apropiadas para tratar este problema, por varias
razones: en primer lugar al decir que: «son únicamente un entramado
para cuantificar las consecuencias de la enfermedad a nivel de órgano o
función, pero no sirven para entender la objetivización del problema
experimentado por la persona global, ni para evaluar la socialización del
mismo. Tampoco ha habido otra pretensión al elaborarlas» (PuiG DE LA
BELLACASA) 9. En segundo lugar hay que considerar también, según
HERNÁNDEZ GÓMEZ 10 que «el fallo fundamental de las tablas A.M.A. es
carecer de sistema. El método para obtener las cifras ha sido el simple
acuerdo de cada grupo de expertos. De este modo fueron publicándose,
7
ÁLVAREZ DE MIRANDA y TORRES, J. M., en Cuestiones en torno a la Calificación de
la Incapacidad Permanente, ponencia presentada dentro de las Jornadas Técnicas sobre
Incapacidad Permanente (Madrid, diciembre, 1983), publicado por el I.N.S.S., Madrid,
984. Obsérvese que si bien el final del párrafo transcrito entra de lleno en el problema de
la calificación jurídica de la incapacidad, no obstante el razonamiento es igualmente vá-
lido y extensible para la valoración clínica de la misma cuestión.
8
Publicadas por eljournal de esta asociación (A.M.A.) entre 1958 Y 1970, recogidas,
por primera vez, por la Revista Española de Subnormalidad, Invalidez y Epilepsia, nú-
mero extraordinario, Madrid, 1970.
9
PUIG DE LA BELLACASA, R., Boletín de estudios y documentación, núm. 8, publicado
por el INSERSO, Madrid, 1981.
10
HERNÁNDEZ GÓMEZ, R., Temas de Biomecánica y Patomecánica, p. 373. Editado
por el INSERSO, Madrid, 1987. Se debe añadir a esto que algunos han criticado la técnica
exploratoria que para el sistema articular se propone en tales guías, basada en la movilidad
activa, que «hoy día se considera abandonada», dada la poca fiabilidad que arroja esta
práctica (SASTRE MARTÍN, J. M., en Revista Española de Medicina Legal, p. 110, enero-ju-
nio, 1980, Madrid). Refiriéndose a las cifras, estos autores formulan una serie de reparos
en cuanto a los porcentajes de pérdida que figuran en estas tablas. Sin embargo, en una ex-
ploración completa, deberá observarse tanto la movilidad pasiva (en trazo negro, si se ilus-
tra con esquema) como la activa (trazo rojo). Ahora bien.cuando el facultativo acoja el
método de trabajo propuesto por HERNÁNDEZ GÓMEZ, entonces el parámetro goniométri-
co se cuantificará tomando sólo la respuesta activa del paciente sobre el fulcro articular,
mientras que el parámetro cinético vendrá dado pasivamente.
178 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

en diferentes fechas, los trece fascículos o guías que integran la obra. En


enfoque de cada situación nunca se hizo buscando posibles situaciones
de minusvalía, sino siguiendo las normas estereotipadas de la patología
clásica: sistema cardiovascular, sistema nervioso central, nervios peri-
féricos, extremidades y espalda, sistema hematopoyético, etc.».
No deja, pues, de ser bochornoso que algunos pretendan seguir apli-
cando las referidas tablas A.M.A., en cualquiera de los contextos en
los que la crítica anterior los ha relacionado; estos mismos más que
evaluar un daño parece que lo están causando efectivamente.
Añádase a lo anterior que en 1986, en el propio país de origen de las
guías A.M.A., en el «Journal of Ocupational Medicine» —del mes de
octubre— aparecía el comentario que a continuación se reproduce: «la
determinación de la capacidad para el trabajo se funda tradiconalmente
en el paradigma clásico lesiones-anatomía-fisiología, se puede predecir
la importancia de la enfermedad y especialmente sus consecuencias en el
campo laboral. Este principio es la base que guía el seguro de invalidez
de la seguridad social —SSDI— y las primeras tentativas para el esta-
blecimiento de listas de enfermedades que dan lugar al programa Wor-
kers compensation. Sin embargo la fiabilidad y el valor de este principio
dejan mucho que desear»11.
Pese a lo dicho, es cierto que las legislaciones de algunos países in-
cluyen para evaluar la incapacidad el sistema de baremos, y a esto dice
la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.): «dicha medida ha
sido criticada por el hecho de que tan grave e importante decisión esté
basada en fórmulas preestablecidas que en la práctica resultan inade-
cuadas» 12.
Los baremos, basados únicamente en criterios fisiológicos y no
profesionales, han supuesto en no pocos casos el instrumento en que al-
gunas administraciones públicas han escondido su vocación marca-
damente represiva, muchas veces frente a los más desheredados, va-
liéndose de órganos autoritarios en una actitud tantas veces
condicionada por componentes de desafortunado matiz económico y
«político», y que, sin embargo, ante las justas reclamaciones que se les
plantean hacen valer, al mismo tiempo que queriéndose hipócritamen-
te disculpar, al amparo de alguna disposición legal, en una mala, per-
11
Boletín Bibliográfico de la Prevención, núm. 3, 1987. Editado por el Instituto
Nacional de Medicina y Seguridad del Trabajo (que a su vez se remite a la cita Criteria
for screening workers for establisman of disability —criterios para el despistaje y la de-
terminación de la incapacidad en el trabajo—, N. M. Journal of Ocupational Medicine,
octubre 1986, vol. 2, núm. 10, pp. 94-945, 21 ref.).
12
MARANZANA, o.c., p. 796.
LOS BAREMOS DE INCAPACIDAD: ANÁLISIS CRÍTICO 179

versa y viciosa forma entender la ley y su aplicación para el ejercicio


de la justicia.
Por otra parte, actualizado un riesgo que derive en lesiones y sus co-
rrespondientes secuelas, no pocas entidades aseguradoras privadas se re-
miten con frecuencia a determinadas tablas y haremos en donde están
prefijados los porcentajes del menoscabo físico resultante, y lo hacen en
beneficio propio, sin otra consideración, pues tales tablas operan en la
práctica de forma restrictiva.
Repárese en el siguiente texto, de por sí bastante elocuente, y que no
necesita más comentarios: «a fin de facilitar la tarea a las autoridades que
fijan el grado de incapacidad, de evitarles tener que investigar en cada
caso particular, las profesiones que quedan abiertas al inválido, y a de-
terminar, después de un examen individual el rendimiento y los salarios
probables en dichas profesiones, se ha tratado a menudo de establecer
baremos conteniendo listas de invalidez y, para cada una, el grado de in-
capacidad que normalmente produce»13.
La poca seriedad y rigor científico con que se han elaborado los ba-
remos queda bien patente en las anotaciones de A. GEERTS 14, que resu-
men bastante bien lo que se ha venido exponiendo, y que a continuación
se transcriben: «ningún baremo reposa en un estudio científico»; «en di-
ferentes países, el baremo ha sido constituido por grupos de médicos es-
pecialistas que generalmente han colacionado los baremos de otros paí-
ses, añadiendo algunos artículos para los casos no previstos, aumentando
o disminuyendo ciertos valores según su opinión personal»; «general-
mente, la pérdida de una función importante (inteligencia, vista, la lo-
comoción por amputación de las dos piernas, la imposibilidad de todo
trabajo manual por la amputación de las dos manos) vale un 100% de in-
capacidad permanente. Las pérdidas parciales se escalonan un poco ar-
bitrariamente, pero como a menudo las cifras han sido copiadas de un
país a otro, las cifras pueden encontrarse de forma idéntica en numerosos
baremos nacionales, aunque a veces las divergencias son notables: la
pérdida de un ojo, según el país, puede evaluarse entre el 18% y el
65%; la sordera, entre el 33,5% y el 100%»; «salvo excepción, los bare-
mos no contienen más que lesiones, no encontrando indicaciones con
respecto a la profesión, y muy raramente en cuanto a la edad del pa-
ciente»; y para finalizar afirma GEERTS: «todo hombre, pues, debe pasar

13
BASILE, A., DEHLIPPIS NOVOA, E. y GONZÁLEZ, O., en Medicina Legal del Trabajo
y Seguridad Social, p. 281. Editorial Abaco de Rodolfo Depalma, Buenos Aires (Argen-
tina), 1983.
14
GEERTS, A., o.c, p. 81.
180 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

por el mismo molde y no se le tiene en cuenta el valor real de sus lesio-


nes».
En la Ley de la Seguridad Social Española, en su recta aplicación, el
baremo está relegado a un muy segundo plano, tanto que sólo es aplica-
ble una vez que queda excluida toda repercusión funcional (véase art.
150 LGSS); quiere esto decir que sólo puede pensarse en aplicar el ba-
remo una vez que la relación lesión-trabajo (ecuación LESIÓN-TA-
REA) haya sido examinada, y de tal examen se desprenda que las se-
cuelas existentes no afectan al desempeño de la actividad laboral en los
términos que la ley considera para la incapacidad permanente. El baremo
tan sólo estima económicamente unas lesiones desconectadas del trabajo
—y en los casos previstos—, tanto que las limitaciones que recogen el
repetido baremo tienen un carácter eminentemente dinámico y flexible
en su adecuada interpretación en el momento de pretender aplicarlo al
caso en concreto. Cualquier otra pretensión supone modificar el cauce de
la valoración clínica de la incapacidad para el trabajo, así como el crite-
rio de la calificación jurídica de la misma en acatamiento del ordena-
miento jurídico español.
En esta misma línea de pensamiento se encuentra la jurisprudencia
patria surgida a raíz del antiguo Reglamento de Accidentes de Trabajo
(Decreto de 22 de junio de 1956, B.O.E. del 15 de julio) —hoy día fuera
de vigencia, si bien se sigue conservando con carácter orientativo—; tal
jurisprudencia,cuando se remite al citado reglamento, advierte reite-
radamente que las lesiones que se enumeran en el mismo han de rela-
cionarse con el trabajo de la persona que las presenta, «estableciendo la
relación causal entre la lesión, sus consecuencias invalidantes y el trabajo
profesional».
Queda patente que tratándose de incapacidades laborales, y en el
terreno de la valoración de la limitación funcional resultante de unas de-
terminadas secuelas, los diferentes baremos que se han pretendido apli-
car son inoperantes, pues «todas las formas de incapacidad son infinita-
mente variables; se ha intentado codificarlas, evaluarlas en grados, es
decir, expresar la pérdida en tanto por ciento con relación al valor total,
perfecto, que presenta el individuo normal, esto es, el individuo medio,
de donde nacen los baremos. Éstos no son más que escalas arbitrarias es-
timando la incapacidad física o mental»15.
Cierto que casi todos los baremos de incapacidades suelen decir en
su preámbulo que las cifras que se exponen tan sólo tienen un valor me-

15
RENNIER, J., Evaluation d'incapacites de travail et invalidites, p. 9. Editions Fon-
teny Medical Books, S.A., Louvaine (Belgique), 1977.
LOS BAREMOS DE INCAPACIDAD: ANÁLISIS CRÍTICO 181

ramente orientativo, con lo que ya de entrada vienen a reconocer su


propia limitación; y así son frecuentes formulaciones como la que sigue:
«el presente baremo debe ser, siguiendo la intención formal del legisla-
dor, un baremo indicativo». Más también es cierto que, luego, en su apli-
cación práctica, el baremo opera con verdadero rigor taxativo, en espe-
cial por parte de aquellos que de alguna manera se vinculan con ese
interés, sin hacer ningún tipo de concesiones, siendo incluso manipulado,
desvirtuando su auténtica orientación. Sin embargo, ni siquiera consi-
derados como sugerencia los baremos son de utilidad, pues un estado de
incapacidad física puede repercutir de muy diversas maneras cuando la
limitación funcional apreciada haya de proyectarse en un trabajo con-
creto y en las demás actividades de la vida cotidiana.
Igualmente hay que hacer alusión a los baremos que se contienen en
algunas pólizas de accidentes, seguros privados (en general, en rela-
ción la Ley 50/1980, de 8 de octubre, art. 38), cuya aplicación práctica
muchas veces resulta muy difícil o imposible, pues si por una parte
ofrecen una escueta lista en la que se fijan determinados porcentajes, es-
tos mismos, por otra parte, están limitado a situaciones extremas, catas-
tróficas, muy propias de una época arcaica de la medicina y sus posibi-
lidades diagnósticas. Así, pérdida anatómica de un brazo, pierna, ojo, etc.
o, también, una extrema incapacidad funcional (sordera completa, ce-
guera completa). De esta manera, de admitir un baremo, para este tipo de
contratos de seguro, las situaciones previstas deberían ser muchas más,
como una lista que contemplarse mayor número de situaciones patoló-
gicas y secuelas, en atención a la evolución tecnológica de la medicina.
Los modernos medios instrumentales de diagnóstico permiten la defini-
ción de situaciones clínicas muy alejadas de las previstas en tales bare-
mos, muchos más sutiles, pero que en cualquier caso constituyen secue-
las. No hacerlo así, convierten en ilusoria posibilidad de que el
perjudicado pueda muchas veces hacer efectivo su derecho a indemni-
zación, pues ni siquiera cabe una hipotética analogía, o como en los
casos en que los gastos del procedimiento pertinente frenan la reclama-
ción. De ello debería tomar nota la Dirección General de Seguros, en de-
fensa del ciudadano.
Repárese que en la medida en que la preparación del médico en
este terreno es más deficitaria, la capacidad de persuasión de la letra im-
presa de un baremo es mayor (y más aún si se le ha elevado a rango le-
gal), de ahí que la lógica y el raciocinio de aquél no se atreva a despertar
rebelándose contra lo que sin duda es la fuente que alimenta innumera-
bles injusticias. En todo caso, quien pretenda encuadrar un determinado
déficit órgano-funcional valiéndose de una tasa «barémica», lo primero
182 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

que ha de cuestionarse, si pretende actuar con coherencia, es si la cifra


invocada es capaz de responder de forma fidedigna a la realidad parti-
cular objeto de estudio. Otra cosa es pura arbitrariedad, con todo lo que
conlleva.
La valoración clínica de la incapacidad para el trabajo no puede ser
entendidas más que bajo el análisis del binomio LESIÓN-TAREA, aten-
diendo a los criterios de la medicina laboral y clínico-ergonómicos, te-
niendo que recordar que los estudios en reposo son muchas veces de es-
caso valor, sólo útiles para probar una patología muy estructurada,
habiendo, pues, de acudir a pruebas dinámicas, tests experimentales de
esfuerzo, controles telemétricos, etc.
Tan sólo quien pretenda desconocer estas premisas, eludiendo difi-
cultades y compromisos leales a su ejercicio profesional, no tendrá el
menor reparo en acogerse y parapetarse en «técnicas» de valoración
chapucera, buscando simplificar la cuestión hasta el extremo de resol-
verla con la anhelada fórmula pero también peligrosa, que responda a la
«medicina matemática» 16, que de por sí está llena de contradicciones,
desconfianzas y abusos, todo ello muy propio de quienes sólo pueden ser
calificados de innobles discípulos del maestro HIPÓCRATES. Supone esto
también ligereza de juicio, ingenuidad revestida de ignorancia, dentro de
la más cínica negación de la ergonomía en la esencia de su concepto
científico, marginando de forma absoluta la medicina del trabajo, con lo
que se atenta contra la persona en un claro desconocimiento del hombre
y sus circunstancias.

16
Según expresión tomada de GARCÍA TORNEL CARROS, L. y SÁNCHEZ BORDONA, J.
M., en: Valoración de Incapacidades en los Accidentes de trabajo, p. 65. Editorial Paz
Montalvo, Madrid, 1951.
14
La reparación del perjuicio

Bajo esta denominación se quiere englobar el conjunto de activida-


des y acciones encaminadas a corregir las consecuencias del hecho da-
ñoso, en la idea de que la víctima se vea repuesta —en la medida de lo
que sea posible y sea justo— en la situación que disfrutaba antes de pro-
ducirse el desequilibrio ocasionado, reconociéndosele los beneficios
previstos y las compensaciones a que hubiera lugar en correspondencia
con los menoscabos que experimentó la víctima, los sufrimientos so-
portados, así como en cuantas perturbaciones y daños —pasados, pre-
sentes y futuros— fuera pertinente. La reparación del perjuicio es cues-
tión eminentemente jurídica, y, por lo tanto, no incumbe al médico
hacer pronunciamiento alguno al respecto.
Si el perjuicio entraña detrimento o pérdida y el mal efectivamente
causado se ha de reparar, «el daño constituye la esencia de la responsa-
bilidad civil» (MAZEAUD y TUNG)1, tal que en el ámbito de la doctrina
del daño emergente y el lucro cesante, «la indemnización de daños y
perjuicios comprende no sólo el valor de la pérdida que haya sufrido,
sino la ganancia que haya dejado de obtener el acreedor» (art. 1.106 Có-
digo Civil), lo cual, indica LLAMAS POMBO 2 «cobra en la actualidad
mayor trascendencia por imperativo de las corrientes de objetivación de
la responsabilidad, tomando un carácter determinante el daño y el per-
juicio objetivamente considerado, asistiéndose a un fenómeno de unifi-

1
Citado por LLAMAS POMBO, E., La responsabilidad civil del médico, p. 231. Edito-
rial Trivium, S.A., Madrid, 1988.
2
LLAMAS POMBO, O.C, p. 19, 20 y 231.
184 MANUAL DEL PERITO MEDICO

cación en el campo civil de las vías delictual y cuasi-delictual, al ser cada


vez más difusa la frontera entre ambas, no tratándose tanto de sancionar
cuanto de reparar o compensar».
Siguiendo esta pauta, se pretende un restablecimiento global, preco-
nizado por el principio de reparación integral3, lo que muchas veces po-
drá alcanzarse por medio de un acuerdo entre las partes implicadas (re-
paración amistosa), pero en el caso de no llegar al mismo la cuestión ha
de ser trasladada y discutida en otras instancias, como lo son los órganos
y tribunales competentes. Son estos mismos los que han de apreciar y
CALIFICAR los elementos fácticos imputables, resultando como pro-
bados, y, en consideración al ordenamiento aplicable, se llegue de este
modo a una RESOLUCIÓN en la cual se determine el resarcimiento de
daños y perjuicios sometidos a debate.
La reparación económica de daño, pues, se plantea como alternativa
ante la imposibilidad de retornar las cosas al estado anterior en que
tuvo lugar el hecho dañoso —imposibilidad de reparación in natura—
tomando en cuenta en este resarcimiento económico, además, no sólo
aquel daño en sentido estricto, sino también los prejuicios que de él se
hubieran derivado.
A nadie se le ocultan las dificultades que esta labor comporta, dado
el conflicto en que los jueces y tribunales se encuentran cuando les llega
el momento de tener que resolver, buscando exigirse a sí mismos unos
criterios uniformes y básicos que les sirvan como elementos de referen-
cia. Y de ello deja buen testimonio el magistrado LE ROY 4, cuando al re-
ferirse a la reparación del daño corporal, dice:

3
Principio que figura en la Resolución 75-7 del Comité de Ministros del Consejo de
Europa (adoptada el 14-3-75). En la misma, en el punto D) —comentario— se indica: «se
sobreentiende que los principios se aplican igualmente cuando el deber de reparar el
perjuicio resulta de una responsabilidad llamada objetiva, que no supone ninguna falta por
parte de la persona responsable».
4
Véase también Informe de la Comisión BELLET, en LE ROY, O.C, pp. 226 a 230
(igualmente puede consultarse en la edición núm. 14 —Litec, 1998—, pp. 227 a 230). En
esta misma línea interesa el trabajo Daños corporales: Concepto y Bases determinantes
para la fijación del «quantum» indemnizatorio, ALARCÓN, J., en Revista de Derecho de la
Circulación, 5/85, Madrid (recogiendo textos del V Congreso de Derecho de la Circu-
lación —Madrid, 21 y 22 de junio de 1989); entre otros muchos aspectos, el autor re-
cuerda «LA NECESIDAD DE DESCOMPONER LAS PARTIDAS DE INDEMNIZA
CIÓN EN LOS CONCEPTOS REPARABLES (S. T.S., penal, 7-10-85);«el deseo del
legislador de que los perjuicios sean indemnizados de forma total, tanto en el orden ma-
terial como moral; (...) y del modo más ajustado posible al poder adquisitivo de la moneda
(s. T.S., PENAL, 22-282).
LA REPARACIÓN DEL PERJUICIO 185

«La jurisprudencia francesa ha dado durante largo tiempo una


reprochable impresión de incertidumbre y se podía constara, hace
unos veinte años, que a igual situación (edad, tasa de incapacidad,
profesión, etc.) la cuantía de las indemnizaciones variaba según las
salas de apelación de 1 a 2,4» (y cita La Vie Frangaise, núm.
1.192, de 29 de marzo de 1968, p. 1).

Y añade LE ROY: «la situación ha mejorado, pero la evaluación del


perjuicio todavía sigue siendo muy subjetiva»; «este fenómeno no es
propio de Francia y es suficiente para convencerse de ello aportar las
conclusiones de un informe presentado por el profesor LIENARD, de la
universidad de Louvain, a raíz del sexto coloquio internacional que
tuvo lugar en Zurich en 1971». En consonancia con lo anterior, el cita-
do profesor se refería a «la extrema diversidad», «más aún, a la confu-
sión y a la anarquía misma de las soluciones en presencia no sólo de las
tomas de posición divergentes de las jurisprudencias nacionales, sino in-
cluso en el interior de cada una de ellas aisladamente consideradas, en la
manera de juzgar de tal tribunal, incluso de tal magistrado individual-
mente».
Los textos que se acaban de transcribir imponen una honda reflexión,
incitando a trabajar en la elaboración de unos deseables criterios de in-
formación, orientativos, y en la pretensión de caminar hacia una deseable
armonización de los diferentes ordenamientos que integran la Comuni-
dad Europea. En este sentido, los Principios de la Resolución 75-7 del
Comité de Ministros del Consejo de Europa (adoptada en reunión de 14
de marzo de 1974) constituye un marco de referencia, si bien carece de
carácter vinculante5.
Los mismos tribunales franceses consideran la posibilidad de utilizar
para la determinación de la indemnización que le corresponda a la vícti-
ma el sistema de cálculo del «punto de incapacidad», «en uso de su po-
der soberano de apreciación» (Tribunal de Casación francés)6.
Tal «punto» resulta de dividir la suma a abonar entre el tanto por
ciento de incapacidad permanente estimada, tal que:

Suma Abonada
Punto de Incapacidad =
Tasa de Incapacidad Permanente

5
LE ROY, Max, o.c, pp. 1 y 2.
6
LE ROY, Max, o.c, p. 69, remitiéndose a Cas. 12, dec. 1958, Bull. civ. IV, núm.
1.358, p. 1044.
186 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

De esta forma, el «punto» permite conocer la indemnización para el


caso concreto, pues de la fórmula anterior resulta:

Suma abonada = Tasa de Incapacidad x Punto de Incapacidad

La incapacidad permanente (I.P.) fue definida por DEROBERT como


«la reducción del potencial físico, psicosensorial o intelectual, resul-
tante de un atentado a la integridad corporal del individuo»7, y para su
apreciación se ha de partir del supuesto que han consolidado en forma de
secuelas las lesiones que la han determinado.
El valor del «punto» está en relación inversa a la edad del lesionado
—creciendo en forma especial en los niños y adolescentes— en propor-
ción directa al porcentaje que se señale como tasa de incapacidad per-
manente (T.I.P., según la terminología francesa). De ahí la importancia
que tiene la determinación de tal tasa en la aplicación de este sistema
(sistema T.I.P.), el cual, por otra parte, como ya se anotó, ha sido objeto
de múltiples críticas.
Otro métodos se han propuesto para el cálculo del prejuicio econó-
mico resultante de la Incapacidad Permanente, que CROQUEZ 8 describe
así:

— El método matemático: consiste en evaluar el perjuicio teniendo


en cuenta que la disminución de las ganancias de la víctima es
proporcional al porcentaje de incapacidad establecido por medio
de un experto.
— El método «in concreto»: consiste en hacer un estudio puntual de
la situación de la víctima y evaluar sus recursos antes y después
del accidente.

Los factores que intervienen en la determinación del montante in-


demnizatorio son, según el mismo CROQUEZ9, establecidos en un núme-
ro de cinco:

1. La apreciación de los tribunales, lo que, dada la libertad de la


misma, no puede escapar a que se constaten evidentes disparates
de criterio de unos a otros.

7
Revue Genérale de Assurances Terrestres, julio-octubre, 1963, p. 395. París.
8
CROQUEZ, G., Guide practique des estimations de préjudices corporeles, p. 18.
Editions Securitas, París, 1981.
9
CROQUEZ, O.C, pp. 19 a 22.
LA REPARACIÓN DEL PERJUICIO 187

Tabla 14.1. Déficit funcional permanente


Valor medio de la Incapacidad *

* Abanico establecido por la jurisprudencia francesa, sala de apelación 1995 (índice de


los precios al consumo 111,5). (Ref. LE ROY, O.C, p. 87, edición 1998).
188 MANUAL DEL PERITO MEDICO

2. El sexo, observando en general que las mujeres suelen tener un


trato más favorable, si se atiende a las sumas abonadas.
3. La tasa de I.P., y la naturaleza de las lesiones.
4. La edad.
5. La situación de la víctima, pudiendo distinguir en este apartado
las que tienen profesión determinada frente a quienes se conside-
ran «sin profesión», u otras situaciones: la de jubilado, el ama de
casa, el estudiante, etc.

El método que goza de mayor difusión es el del «punto» (que de al-


guna forma tiene su reflejo en España en el Anexo de la Ley 30/95, de 8
de noviembre), dado su carácter práctico, y en el que influyen, en pro-
porción directa o inversa, los factores indicados anteriormente. De todos
modos —y aún contando con la libertad de apreciación del juez— LE
ROY entiende que dicho sistema del «punto» no es más que un modo in-
directo y subsidiario, que no debe ser empleado más que cuando hay un
perjuicio patrimonial caracterizado.
Los valores de «punto de incapacidad» vienen dados por la siguiente
tabla en que se incluye el perjuicio fisiológico y el económico. Para fijar
la cantidad a abonar se tiene en cuenta el índice de precios al consumo
mensual y anual.
15
Documentos clínicos
de especial interés
jurídico-procesal

15.1. CONCEPTO, ESTRUCTURA Y REDACCIÓN

El médico, en numerosas ocasiones y por razones de oficio, está


obligado a dejar constancia por escrito del resultado de sus actuaciones.
Cuando así sea, procurará conjugar estilo y concreción, reflejando con
claridad lo principal frente a lo secundario o accesorio, evitando dar
muestras de divagación, inseguridad o duda, pues todo ello no favorece
en nada tal cometido.
LLAMAS POMBO 1 se refiere al deber de certificación como al «con-
junto de situaciones en las que el médico está obligado a emitir docu-
mentos acreditativos de la realidad de ciertas situaciones, que tienen
como contrapartida el derecho del paciente consagrado en la Ley Gene-
ral de Sanidad (art. 10.8)»; y el referido artículo de la Ley General de Sa-
nidad (LGS), que consagra tal deber de certificación del médico acredi-
tativo del estado de salud del paciente, se ve desarrollado por el Real
Decreto 63/1995, de 20 de enero, que remite a la obligación de que al in-
teresado, y de forma gratuita, se le informe documentalmente acerca
del parte de baja, parte de confirmación, parte de alta (y otros informes
relacionados con la incapacidad laboral, etc.) y otros documentos expe-
didos por el Registro Civil (certificado de nacimiento, defunción).
El Código de Deontología Médica (10 de septiembre de 1999), en su
artículo 11 contempla que «es derecho del paciente obtener certificado

1
LLAMAS POMBO, O.C, p. 58. También es útil consultar la obra La intimidad y el se-
creto médico, SÁNCHEZ CARAZO, Ediciones Díaz de Santos, Madrid, 2000.

189
190 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

médico o informe realizado por el médico que le ha atendido, relativo a


su estado de salud o enfermedad, o sobre la asistencia prestada. Su con-
tenido será auténtico y veraz y será entregado únicamente al paciente o a
la persona autorizada; el apartado 2 del mismo artículo, indica: «el mé-
dico certificará sólo a petición del paciente, de su representante legal-
mente autorizado o por imperativo legal. Especificará qué datos y ob-
servaciones ha hecho por sí mismo y cuáles ha conocido por referencia.
Si del contenido del dictamen pudiera derivarse algún perjuicio para el
paciente, el médico deberá advertírselo».
De cualquier modo, el médico se ha de plegar al deber de informa-
ción, en la manera que ha de acatar las normas que amparan el derecho
que tiene el paciente a ser informado. El Convenio de Oviedo, también
llamado Convenio Europeo de Bioética, o Convenio relativo a los dere-
chos humanos y la biomedicina, (firmado en Oviedo —de ahí su nom-
bre— el 4 de abril de 1977), ratificado por España el 1 de septiembre de
1999, ha entrado a formar parte del ordenamiento patrio a partir del 1 de
enero del 2000, y establece que: «Toda persona tiene derecho a conocer
toda información obtenida respecto a su salud. No obstante, deberá res-
petarse la voluntad de una persona a no ser informada» (art. 10.2 CO).
Concepto de documento: con carácter general, documento es el es-
crito que ilustra acerca de algún hecho. Las notas que legalmente han
servido para definirlo son:
a) ser escrito;
b) poder ser atribuido a una persona;
c) estar destinado a entrar en el tráfico jurídico;
d) ser adecuado a la producción a efectos jurídicos.
Los documentos pueden ser públicos o privados.
Los documentos públicos «son los autorizados por un notario o un
empleado público competente, con las solemnidades requeridas por la
Ley» (art. 1.216 del Código Civil). La regulación de los documentos pú-
blicos como medio de prueba se encuentra reglado en la Ley de Enjui-
ciamiento Civil, en los artículos 317 a 323; y así, entre otros, se consi-
deran documentos públicos a efectos de prueba en el proceso «los
expedidos por funcionarios públicos legalmente facultados para dar fe en
lo que se refiere al ejercicio de sus funciones» (art. 317.5). Por lo tanto,
«el quid iuris del documento público reside en su autorización y solem-
nidadformal2

2
CASAS BARQUERO, E., El delito de falsedad en documento privado, p. 239. Editorial
Bosch, Barcelona, 1984.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 191

Los documentos privados se definen en sentido negativo con relación


a los anteriores; es decir, documentos privados son aquellos que no son
públicos. La Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC), artículo 324, define el
documento privado por exclusión, diciendo: «se consideran documentos
privados, a efectos de prueba en el proceso, aquellos que no se hallen en
ninguno de los casos del art. 317».
En cuanto a la fuerza probatoria de los documentos privados, el
art. 326.1 de la LEC dispone que «los documentos privados harán prue-
ba plena, en los términos del artículo 319, cuando su autenticidad no se
vea impugnada por la parte a quien perjudiquen».
Pero la noción tradicional de documento, tal como la entendían los
redactores de la anterior Ley de Enjuiciamiento Civil: «un objeto de
papel o materia semejante al que se incorpora un pensamiento humano
mediante signos gráficos de escritura3 ha de ser superado, debido al
desarrollo técnico en diversos campos.
De otro modo, en una interpretación extensiva, pero de gran interés
práctico, en otro tiempo se dijo que documento, o al menos instrumento
con valor documental, es todo aquello que sirva para ilustrar acerca de
algo; por ejemplo, una radiografía, cinta de vídeo, etc. La Ley de Enjui-
ciamiento Civil acoge como medios de prueba los instrumentos que
permiten recoger y reproducir no sólo palabras, sonidos e imágenes,
sino aquellos otros que sirven para el archivo de datos y cifras y ope-
raciones matemáticas, siendo éste uno de los aspectos novedosos de la
nueva LEC (art. 299). Conviene detenerse en el análisis de ciertos as-
pectos de estos «nuevos» instrumentos de prueba, entre otras cosas, por
la progresiva importancia que, sin duda, van a conocer en el tiempo
dentro de la dinámica procedimental.
Siendo así, esta prueba documental guarda semejanzas, aunque tam-
bién diferencias, con los documentos entendidos de forma tradicional, lo
que ORMAZÁBAL SÁNCHEZ4 concreta así:
— Semejanzas:
• «se trata de soportes con capacidad representativa e incluso,
con mucha frecuencia, que contienen signos de escritura que
resultan fácilmente trasladables de un lugar a otro;
3
GÓMEZ ORBANEJA, Derecho Civil, 8.a edición, p. 339, Madrid, 1979; DE LA OLIVA,
Derecho procesal civil, tomo II, pp. 358 y ss., Madrid, 1997, según referencia de ORMA-
ZÁBAL SÁNCHEZ, en La Prueba documental y los medios e instrumentos para reproducir
imágenes o sonidos o archivar y conocer datos, p. 18. La Ley-Actualidad, S.A., Madrid,
2000.
4
ORMAZÁBAL SÁNCHEZ, O.C. pp. 176 a 178.
192 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

• »al igual que los documentos en sentido tradicional, muchos de


estos medios e instrumentos pueden plantear el problema re-
lativo a la determinación de su autenticidad. Es lo que sucede
cuando el instrumento o medio contiene signos o representa
ciones, escritas o de otro tipo. En estos casos se planteará el
problema de determinar la autenticidad, en el sentido de es-
clarecer si el autor aparente de los signos coincide con el autor
real;
• »la especial contundencia probatoria del documento tradicio-
nal, que lo convierte en una prueba muy segura y que aconse-
ja su puesta en conocimiento del demandado desde el inicio
del proceso, constituye una característica igualmente predica-
ble de los medios e instrumentos que nos ocupan, de forma
que idéntica es también, en el caso de estos últimos, la conve-
niencia de requerir al adversario para que, desde el principio,
pueda manifestarse sobre su autenticidad o, en general, de
ofrecer la información necesaria para preparar su estrategia
procesal;
• »las normas de la LEC relativas a la exhibición documental de
los litigantes y terceros, resultan pacíficamente trasladables a
estos medios e instrumentos (arts. 329 a 334).»
— Diferencias:
• «su contenido no es directamente legible o cognoscible sino
que precisa la intermediación de ciertas actividades o proce-
deres cuyo desarrollo puede precisar conocimientos técnicos o
científicos especializados;
• »estos soportes no pueden adecuarse exactamente y en todos
los casos a las reglas de la LEC relativas al procedimiento
para la práctica de la prueba documental. El art. 268 de la
LEC, que dispone la presentación del original de los docu-
mentos, junto con los escritos de demanda y contestación, pa-
rece presuponer el tradicional documento en soporte de papel.
La aportación de un archivo informático en un disquete acom-
pañando a dichos escritos carecería en muchos casos de la fi-
nalidad perseguida en la LEC para los documentos de papel, o
más bien, resultaría frecuentemente innecesaria, puesto que
el adecuado examen del medio o instrumento y la verificación
o cotejo con el mismo de una eventual copia entregada a la
contraparte puede requerir el auxilio de peritos o expertos, y
por ende, realizarse en un acto al que concurran las partes,
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 193

dichos peritos y el juzgador. En tales casos no será practicable


ni conveniente, por atendibles razones de seguridad, la con-
servación, por ejemplo, de un archivo informático en la secre-
taría del juzgado con el objeto de permitir al adversario pro-
cesal proceder en cualquier momento a su visualización o
audición y a la comparación con la copia que eventualmente
hubiese sido proporcionada por el proponente de la prueba;
• »es cuando menos dudoso que la misma noción de documento
original, (...) pudiese trasladarse, sin más, a estos instrumentos.
El original de un documento constituye un objeto corpóreo y
perdurable del que pueden obtenerse copias, el valor de las
cuales depende de la comprobación con aquél. Por el contrario,
aunque estos medios o soportes se consideran documentos
electrónicos difícilmente cabría hablar de original y copias, si
no, en todo caso, del documento electrónico inicialmente pro-
ducido y sus copias;
• »los medios o procedimientos para determinar la autenticidad
de la información contenida en estos soportes son, al menos en
parte, diferentes a los que cabe emplear para comprobar la
autenticidad de un documento (...). Sería preciso utilizar prue-
bas de carácter pericial bien diferentes al cotejo de letras.
• »algunos medios contienen imágenes o sonidos no consistentes
en palabras. En estos supuestos cabe distinguir entre autenti-
cidad y veracidad, como sucede en los documentos. Concreta-
mente, no se planteará el problema de la autenticidad, en el
sentido de la correspondencia entre autor aparente y autor real,
sino el de la exactitud o coincidencia de dichas imágenes con
la realidad; es decir: la determinación de si las imágenes o
sonidos filmados o grabados tuvieron lugar en realidad. La
prueba de estos medios, pues, se aproxima a la prueba me-
diante reconocimiento judicial.»

En relación con las cuestiones que se vienen tratando, el médico


habrá de someterse a diversas formas de actuación escrita, unas veces
con las autoridades y organismos oficiales, otras con los particulares. De
cualquier modo habrá de tener conocimiento de lo que son y representan
los documentos que a continuación se nombran, desde su esfera profe-
sional y analizan. Anótese también que la expresión documentos médico-
legales, tal como se contiene en algunos programas de las Facultades de
Medicina, es poco ortodoxa, siendo hasta incorrecta, pues parece dar a
entender que pretenden participar de un carácter marcadamente híbrido.
194 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Por el contrario, se entiende que los documentos han de responder a la


índole de la propia sustantividad que los justifica en su origen, a su na-
turaleza; en este caso se trata de un documento técnico, relacionado
con la práctica sanitaria y sus obligaciones, habiendo de limitarse su au-
tor, únicamente, a describir situaciones de hecho, nunca de derecho,
con independencia de que en su momento puedan tener proyección; o ser
invocado ante determinadas instancias, como las jurídico-procesales.
En los apartados que siguen se van a considerar los siguientes docu-
mentos: el parte médico, el oficio, la certificación médica, el informe clí-
nico, la declaración.

15.1.1. El parte médico

El parte es un escrito, ordinariamente breve, mediante el cual se da


aviso de un acontecimiento o noticia urgente.
En términos generales, «dar parte» supone notificar, dar cuenta de lo
que ha sucedido y, por extensión, se entiende también que significa
«dar aviso a la autoridad».
Para estos casos, el parte es la comunicación más sencilla, mediante
la cual quien la emite manifiesta su intervención. En los casos previstos
por el art. 355 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr), el faculta-
tivo está obligado a cursar el parte o partes correspondientes: «los mé-
dicos que asistieren al herido estarán obligados a dar parte de su estado y
adelantos en los períodos que se les señalen e inmediatamente que ocu-
rra cualquier novedad que merezca ser puesta en conocimiento del juez
instructor». El anterior hay que ponerlo en correspondencia con el art.
262 de la LECr: «los que por razón de sus cargos, profesiones u oficios
tuvieran noticia de algún delito público estarán obligados a denunciarlo
inmediatamente al Ministerio Fiscal, al tribunal competente, al juez de
instrucción y, en su defecto, al municipal o al funcionario de policía más
próximo, si se tratase de un delito flagrante».
En la primera asistencia, dentro de estos supuestos, el médico ha de
dar traslado al juez del oportuno parte de lesiones, que constituye un ins-
trumento por medio del cual el facultativo anuncia a la autoridad judicial
una situación de hecho dentro de las circunstancias en que se produjo,
dentro del ámbito que le es propio, pero sin formular prejuicios fuera del
mismo; se ha de procurar, pues, aclarar la etiología de las lesiones ob-
servadas en su caso: accidente de tráfico, de trabajo, agresión, intoxica-
ción, etc. Tal comunicado es de obligado cumplimiento cuando se den
los supuestos previstos en la Ley y se hará a la mayor brevedad.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 195

El parte médico es un acto de colaboración con la justicia o para au-


xiliar al juez, siendo «un acto procesal de iniciación, caracterizándose
por tres términos: a) de impulso; b) de desarrollo; c) de instrucción»5.
Al inicial parte de lesiones siguen, o pueden seguir si después se con-
tinúa la atención o control del lesionado, otros partes, como son:

— partes de estado, a través de los cuales va dando conocimiento de


que el lesionado va evolucionando normalmente;
— partes de adelanto, cuando los estime necesarios, por cuanto se
refieren a las incidencias que se pudieran presentar por agrava-
ción o complicaciones surgidas;
— partes de comparecencia, semejantes a los anteriores, pero que
en lugar de sustanciarse por escrito se hace verbalmente ante el
juzgado; se entiende, pues, que este parte es como el de adelanto
pero canalizado oralmente;
— parte de sanidad, el que recoge el estado del lesionado al ser
dado de alta (días de incapacidad, curación, secuelas, etc.); en
caso de muerte se ha de instruir la declaración de autopsia.
De la misma manera, en los casos de accidente de trabajo, el médico
librará el parte de asistencia sanitaria (el atender por primera vez al le-
sionado), el parte de baja y, llegado el momento, el parte de alta, todo
ello con sus respectivas copias (por cuadriplicado, dándole dos copias al
trabajador, habiendo de entregar éste una de ellas a la empresa), pu-
diendo ser tomados, en su momento, tanto con carácter meramente ad-
ministrativo como procesal. Tratándose de contingencias laborales —ac-
cidente de trabajo, enfermedades profesionales— el parte médico de
baja será extendido por el facultativo el día que preste la asistencia,
siendo remitido a la inspección de los servicios sanitarios de la Seguridad
Social (en el plazo de tres días, contados a partir del siguiente en el
que tuvo lugar la asistencia)6.
En la redacción de este documento, así como en los demás, se han
de observar unos requisitos de forma, además de los inherentes al fon-
do, por cuanto la exposición de los hechos se hará de forma ordenada,
clara y precisa, al margen de la posibilidad de ajustarse a los modelos
oficiales propios para cada situación (tal como existen en algunos cen-
5
BARREDA GARCÍA, A., Medicina Legal: Temas procesales, p. 113. Editorial Mon-
tecorvo, S.A., Madrid, 1978.
6
Puede consultarse Orden de 19 de junio de 1997 (BOE del 24), por la que se desa-
rrolla el Real Decreto de 18 de abril, que modifica determinados aspectos de la gestión y
control de la prestación económica de la Seguridad Social por Incapacidad Temporal.
196 MANUAL DEL PERITO MEDICO

tros sanitarios, de la red asistencial del estado, parte judicial de lesio-


nes, etc.).
La estructura del parte7 consta de tres cuerpos: preámbulo, hecho
participativo y fórmula final. En la manera de lo posible, en lo que se re-
fiere al pronóstico, se evitará esa práctica tan generalizada de calificarlo
de «reservado», siendo preferible acogerse a la antigua fórmula de
«leve», «menos grave» y «grave»8, con independencia, pudiendo ad-
vertirlo, de que surjan complicaciones que en principio no se pudieron
prever, y de las cuales se puede dar cuenta en la forma ya aludida ante-
riormente. Adviértase que esta calificación legal ha desaparecido a raíz
de la reforma del Código Penal operada en 1989; no obstante, en la
práctica se sigue empleando, pues, en todo caso, facilita la comunicación
entre el facultativo y la autoridad judicial, permitiéndole a esta última
formarse un concepto más ajustado de la entidad y alcance del daño des-
crito médicamente.
El parte normalmente es escrito, aunque no hay impedimento legal
para «dar parte» de forma verbal. Concretando su estructura, se indica
que en el preámbulo se anotan los datos de identificación del facultativo
actuante, a los que ha de seguir el hecho participado y demás circuns-
tancias de carácter fáctico, procurando que su relato discurra de forma
abreviada, clara y sencilla; como también sencilla será la fórmula final,
firmada y rubricada.
Clásicamente se decía que se había de confeccionar en tamaño cuar-
tilla (esta costumbre actualmente a cedido a otras formas de presenta-
ción, como el folio, DIN-A4, etc.) dejando un margen por arriba y otro
por el izquierdo, escribiendo en sentido apaisado, poniendo al pie del do-
cumento la autoridad a quien se dirige.

Ejemplo:

El que suscribe, médico del servicio de urgencia................ ,


participa a V.S. que en el día de la fecha ha prestado atención mé-
dica a XXX, de 34 años, domiciliado en ................... , por presen-
tar herida incisocontusa en la cara, a nivel de su reborde orbitrario
derecho, siendo su pronóstico leve, manifestando el lesionado
que tal daño le fue producido en el día de hoy al resultar golpeado

7
Respecto a la formalidad que debe presidir este documento, y de los demás que se
mencionan, se han tomado notas siguiendo las indicaciones dadas en su día por BARA-
HONA HOLGADO, I., en: Lecciones de Medicina Legal, pp. 209 y ss., Salamanca, 1908.
8
Redactado a partir de nota tomada de BARREDA GARCÍA, A., o.c, p. 39.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 197

por unos desconocidos en el establecimiento cafetería sito en la


C/......................... , de esta plaza, a las dos de la madrugada.
Lo que comunico a V.S. a los efectos pertinentes.
En ................ , a 1 de enero del 2000
(Firma y rúbrica) Sr.
Juez de Instrucción.

Un ejemplo de modelo de parte judicial, empleado en algunos esta-


blecimientos sanitarios de la red pública, es el siguiente:

PARTE JUDICIAL

A las.. horas del día .............ha sido asistido en esta insti-


tución D...........................................D.N.I ..............., que ma
nifiesta es natural de ..................provincia de.............. ............
de años, de estado..........., profesión ..................... domiciliado
en............... calle .......................... , n.°..........piso........... y tras
el reconocimiento práctico se le apreció....................................
..................................................................................................
..................................................................................................
..................................................................................................
..................................................................................................
..................................................................................................
..................................................................................................
..................................................................................................
lo que se considera de pronóstico ...........salvo complicaciones.

Según manifestaciones el suceso ocurrió en ..................y la


causa de las lesiones sufridas fue (*)...................................
...........................................................................................................
.................................................... .....................................................

Lo que participo a Vd., para su conocimiento y a los efectos


judiciales procedentes.
(Firma y rúbrica del médico)
* Accidente causal, de trabajo, tráfico, agresión, intoxicación, aborto sospe-
choso, etc.
198 MANUAL DEL PERITO MEDICO

15.1.2. El oficio

El oficio es un documento que sirve, en estos casos, para ponerse en


correspondencia con la autoridad, ya informándole de ciertos hechos, ya
contestándole a otro antes recibido. Se ha calificado como la «carta ofi-
cial» 9, revistiendo un carácter «más serio y digno» que el simple parte,
por lo que algunos, en su día, propugnaron la sustitución de éste por
aquél10; sin embargo, hay que tener en cuenta que mientras el parte se
proyecta en dirección con sentido único, el oficio está previsto para que
se desenvuelva en doble sentido, de ahí, que buscando matizaciones, am-
bos documentos no sean equiparables.
Consta, también, de tres partes: preámbulo, cuestión que lo motiva y
fórmula final. Se escribe (se decía) en una cuartilla, pero en el sentido del
eje menor (a diferencia del parte), dejando el margen superior y el de la
izquierda, pudiendo llevar esta parte izquierda, en la primera plana, un
sello o membrete del médico (o institución sanitaria) que lo envía. El
nombre y título de la autoridad a quien se dirige el oficio se escribirá en
la parte inferior de la página donde termina el documento 11 (aunque tam-
bién se puede anotar en el encabezamiento, antes del preámbulo, en
abreviatura el tratamiento de la persona correspondiente: «limo. Sr.», o
«Excmo. Sr.»).

Ejemplo:

El infraescrito, médico titular de..................encargado por el


Sr. Juez de Instrucción de ....................de la asistencia del lesio-
nado XXX, pone en conocimiento que al hacer en la mañana de
hoy el citado herido la visita de costumbre le encontré presa de un
delirio violentísimo del cual no me daba explicación, e interrogué
a la familia, y se me manifestó que entre las dos y tres de la ma-
ñana y en un momento de descuido de los encargados de vigilarlo,
se arrancó de un tirón el herido el vendaje, produciéndose acto se-
9
GISBERT CALABUIG, Medicina Legal y Forense, p. 19. Editorial Saber, Valencia,
1958.
10
BARAHONA HOLGADO, O.C, p. 211.
1
BARAHONA HOLGADO, O.C, p. 212. El autor que seguimos de cerca, y que tan mi-
nuciosamente describe los aspectos que ahora interesan, todavía ilustra en la forma tra-
dicional de doblar el oficio, diciendo: «para remitir un oficio, se dobla a lo largo de la par-
te media de modo que la primera página escrita queda hacia adentro y una vez doblado en
esta forma se vuelve a plegar por la mitad paralelamente a los bordes más cortos, entre-
gándolo en persona o enviándolo metido en un sobre hecho con medio pliego de papel
blanco».
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 199

guido una intensa hemorragia, la cual cohibió el barbero M., a


quien avisaron, aplicándole a la herida hollín de la chimenea y
colocándole un vendaje compresivo12.

Lo que comunico a V.S. para su conocimiento y demás efectos.

Dios guarde a V.S. muchos años.

M, ........a .......de.................de 19 ....

(Firma y rúbrica)

Sr. Juez de Instrucción de ...........

15.1.3. La certificación médica

Certificar equivale a aseverar la verdad de un hecho, por lo que la


certificación constituye un documento por el cual su autor deja testimo-
nio escrito de la certeza de un suceso del que tiene constancia, afirman-
do o negando. Ahondando en el rigor jurídico afirmar, con carácter ge-
neral, que «el médico certifica» puede interpretarse como poco
apropiado, en tanto en cuanto sólo puede certificar el funcionario públi-
co habilitado para ello.
Pero al margen de la anterior puntualización, en su estructura, el
certificado consta de tres partes: preámbulo, parte expositiva y fórmula
final. En la actualidad, en la práctica, se usan con mucha frecuencia los
modelos impresos por los Colegios Oficiales de Médicos, modelos que
responden a diferentes fines: estado de salud, vacunación, lesiones, de-
función, etc. Se ha de observar que mientras el parte y el oficio van di-
rigidos a la autoridad, el documento que ahora se estudia atañe a rela-
ciones directas con los particulares o sus representantes legales, y así en
la fórmula final se suele contener la expresión, por ejemplo, «a instancia
del interesado» o «a petición de parte interesada», con lo cual se mani-
fiesta que el facultativo actúa a requerimiento expreso de los dichos
particulares, pero sin ir dirigido a nadie en concreto.
El médico, cuando le sea solicitado, está obligado a proporcionar al
paciente información escrita, tal como se ha indicado al principio de esta
12
Según de BARAHONA HOLGADO, O.C, p. 213: tan curioso texto, para la época actual,
merece ser incluido.
200 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

exposición. Y en la manera que le afecte al médico el Código de Deon-


tología correspondiente (10-9-99), en su art. 11 establece: «es derecho
del paciente obtener un certificado médico o informe realizado por el
médico que le ha atendido relativo a su estado de salud o enfermedad o
sobre la asistencia prestada...».

15.1.4. La declaración

Acción o efecto de declarar; manifestación, comunicación, explica-


ción; deposición jurada de los testigos o peritos en causas criminales o en
pleitos civiles. MATA 13 la definió como «la deposición oral o escrita que
el médico presta bajo juramento, sea en las causas criminales, sea en las
civiles, sea en los demás casos prevenidos por las leyes y reglamentos
cuando el médico actúa como perito o como testigo»; en el primer caso
(médico actuante como perito) se trata de un informe pericial.
De cualquier modo, tiene carácter de documento, puesto que ha de
quedar plasmada por escrito, con la solemnidad que marca la ley, con la
promesa o juramento previo de decir la verdad, incurriendo en la res-
ponsabilidad a que hubiera lugar caso de no hacerlo así.
Su estructura consta de cinco partes:

Preámbulo del secretario judicial («En la ciudad de ..............., a


...., com.parecieron ante el Sr. Juez y ante mí, al objeto de emitir dic-
tamen pericial.............. ).
Preámbulo del médico (en el que figurará la autoridad que ha orde-
nado prestar declaración y su finalidad, fecha y hora en que fueron re-
cogidos los datos y los incidentes que hubieran sobrevenido).
Exposición de los hechos (de forma breve y clara, sin extralimitarse).

Terminada esta parte, el funcionario podrá escribir:

En vista de los datos formulados se deducen las siguientes conclu-


siones (que irán numeradas, procediendo de forma análoga al informe).
Fórmula final (que extenderá el Sr. Secretario, por ejemplo: Que es
cuanto dice bajo juramento, y leída que le ha sido, se afirma y ratifica,
firmándolo y rubricándolo, de lo que yo, Secretario, doy fe).

13
En palabras de BARAHONA HOLGADO, O.C, p. 217.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 201

15.1.5. El informe médico

El informe, también llamado dictamen, es «aquel documento en el


que de forma razonable y razonada se exponen con claridad y concisión
la opinión personal de hechos científicos» (PIGA) 14.
Pueden ser de tres clases15, así:

a) Informe simple: en el que se hace constar el estudio realizado so-


bre un sujeto vivo o muerto y sobre objetos;
b) Informe de consulta: cuando la autoridad judicial se encuentra
con dictámenes contradictorios y recaba información a un tercer
perito, a quien se le remiten los informes emitidos y cuantas
pruebas y exploraciones precise, informando sobre dicho asunto;
c) Informe de tasación de honorarios: cuando a un médico le niega
el cliente la percepción de honorarios y después de haber apelado
a la avenencia insiste en su negativa, interviene en el asunto el
juez, solicitando asesoramiento del perito médico para que estudie
detalladamente la minuta del compañero. En estos casos la auto-
ridad judicial podrá recabar asesoramiento al Colegio de Médicos,
que designará una ponencia para el estudio del caso.

La estructura clásica de informe se ordena en cinco partes16:

1. Preámbulo
2. Exposición de los hechos (en relación con la persona u objetos
remitidos).
3. Valoración de los hechos apreciados, o razonamiento sobre los
mismos.
4. Conclusiones.
5. Fórmula final.

SIMONIN 17, por su parte, en relación con las lesiones sigue también
semejante orden, distinguiendo: preámbulo, antecedentes, estado actual
del herido, discusión y conclusiones. LE GUEUT y MARÍN 18 establecen:
14
Ref. ARMANDO BARREDA, O.C, p. 115.
15
BASTERO BEOUIRISTÁIN y PÉREZ ARGILES, en Lecciones de Medicina Legal y Toxi-
cología, impartidas en la Facultad de Medicina de Zaragoza, curso 1972-1973.
16
BARAHONA HOLGADO, O.C, p. 226.
17
SIMONIN, O.C, p. 312.
18
LE GUEUT, J., MARÍN, A., Expertise Médico-Judiciaire, (Aspects Juridiques et re-
alisation pratique), pp. 39 a 43, Masson et Cié., Editeurs, París, 1963.
202 MANUAL DEL PERITO MEDICO

preámbulo, exposición de los hechos, constatación del examen, discusión


y conclusiones, añadiendo «las piezas y documentos que han utilizado
para emitir su opinión (radiografías, exámenes especializados, etc.)»
Respecto a la forma de escribirse, tradicionalmente se recomendaba
que se hiciese en papel común blanco, «doblando los pliegos a lo largo
del tercio izquierdo, el cual debe quedar en blanco en toda su extensión
y en todas sus páginas, excepto al principio del documento, en cuya
parte superior se puede poner la palabra informe»19. Otros indican que la
palabra «informe» se ponga debajo del preámbulo, con letras mayúscu-
las y en medio de la primera página20.
Para la fórmula final, GISBERT CALABUIG 21 menciona la siguiente:
«Lo cual es cuanto se puede manifestar en cumplimiento de la labor en-
comendada», fórmula especialmente indicadas cuando el informante
sea requerido a instancia de la autoridad judicial. Seguirá la fecha, firma
y rúbrica.
El informe se remitirá foliado y grapado a quien lo solicitó (siendo
una forma de cortesía —cuando no fuera exigible— facilitar una o dos
copias), adjuntando un oficio si va dirigido a la autoridad, o, de no ser
así, con una carta a los efectos oportunos, pudiendo entregarse directa-
mente a quien convenga. El informante conservará siempre copia del do-
cumento que entrega, en cualquiera de sus formas.
Algunos autores se han preocupado de desarrollar formularios para
facilitar la tarea de redacción del informe, y que, de cualquier modo,
dada la trascendencia que estos documentos pueden tener en el tráfico ju-
rídico, siempre se extenderán con máximo esmero, cuidando el fondo,
obviamente, pero también la forma, buscando armonizar la esencia con
la presencia (en la idea de evitar un informe «informe»). Conviene que
se escriba a máquina —es poco aconsejable presentar manuscritos—,
con tinta negra, a dos espacios interlineales, disponiendo en párrafos se-
parados, con rigor y pulcritud, evitando tachaduras y enmiendas; aquello
que se crea de especial importancia se resaltará con determinados ca-
racteres tipográfico (pero sin caer en el exceso, a veces propiciado por el
uso inadecuado, hasta imprudente y molesto, de las múltiples posibili-
dades tipográficas que ofrecen modernos tratamientos de texto por or-
denador).
Partiendo de la estructura indicada (en cinco partes: preámbulo, ex-
posición de los textos, etc.) el informe, en realidad, ha de conectar con la

19
BARAHONA HOLGADO, o.a, p. 227
20
BASTERO BEGUIRISTÁIN y PÉREZ ARGILES, O.C.
21
GISBERT CALABUIC, O.C, p. 24.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 203

sistemática de la historia clínica bien hecha, aún estando presente que su


proyección haya de ser otra, por lo que se habrá de cuidar ciertos mati-
ces. Pero en todo caso, el informe ha de ser completo, constatando los
hechos de forma objetiva, recurriendo a los medios de exploración que
se hagan necesarios de acuerdo con los adelantos propios y actuales de la
ciencia médica, y que sean útiles para dar respuesta a las formulaciones
expresas que se hayan de cumplir con el desempeño de la misión enco-
mendada.
En la exposición se ha de reflejar con nitidez lo que son síntomas,
frente a los signos clínicos y demás datos de interés clínico. Así, en la se-
miotecnia médica cabe distinguir: síntoma, o manifestación subjetiva;
signo, lo que tiene traducción objetiva, bien a través de la exploración in-
mediata o por la de tipo instrumental; síndrome, conjunto de síntomas y
signos que suelen aparecer juntos, determinando su entidad nosológica.
MARQUÉS 22, junto al signo matiza la diferencia entre la prueba —o ma-
nifestación objetiva que percibe el médico en el acto exploratorio como
anormalidad fisiológica— maniobra —conjunto de manejos, movi-
mientos, posiciones que el explorador realiza de forma intencionada y
repetida para comprobar una respuesta especial conocida.
Se procurará no abusar de los «tecnicismos», acudiendo a las de-
nominaciones científicas con la indispensable prudencia, y sin caer
en la pedantería. Cuando se utilicen siglas, póngase a continuación
(entre paréntesis, guiones, etc.) su significado; así: P.E.H. (Periartritis
Escapulohumeral); ... en la MCF derecha II dedo (articulación Meta-
carpo-Falángica del II dedo de la mano derecha). Cuídese igualmente
el significado y alcance de los términos empleados y expresiones en
general; no se diga, por ejemplo, que «a la extensión cervical activa se
aprecia dolor», pues lo correcto es apuntar que, en relación a ese acto
exploratorio, «el paciente acusa dolor». Cuando el facultativo actuante
no haya sido capaz de descubrir anomalías, tanto en la exploración
inmediata como instrumental, especifíquese tal entender con caute-
las, ya que si, por una parte, excluir una patología siempre es difícil,
por otra, negarla sin más puede ser harto comprometido —y más to-
davía calificar a alguien de «simulador»— tanto que en lugar de sentar
que «no existen alteraciones», es más sensato expresar que en atención
a los exámenes realizados por el informante «no se han observado al-
teraciones» 23.
22
MARQUÉS, J., El dolor lumbar, p. 19. Editorial JIMS, S.A., Barcelona, 1988.
23
La cuestión de la simulación y el fraude por parte de los lesionados y pacientes es
un debate muy antiguo, pero que quizá toma especial auge en los últimos tiempos dado el
crecimiento en la suscripción de seguros privados. La misma cuestión es casi siempre pe-
204 MANUAL DEL PERITO MEDICO

En definitiva, se buscará orden, claridad y precisión, y, en la medi-


da de lo posible, brevedad —exigencia que no siempre es fácil de cum-

liaguda, a veces difícil de resolver. Cierto que las compañías aseguradoras remiten con
frecuencia comunicados, que aparecen en la prensa nacional, referidos al engaño del
que dicen ser objeto. Así, el Instituto Atlántico del Seguro (INADE, 1999) indica que
«quince de cada cien accidentes presentan algún tipo de comportamiento fraudulento (...)
que las compañías aseguradoras no siempre son capaces de detectar». Tales afirmaciones,
cuando toman un carácter repetitivo, prodigadas en exceso en diversos medios de comu-
nicación, sin duda preparan un clima social que alimenta la sospecha más allá de un límite
razonable, y que, también, puede incidir de forma negativa en resoluciones que interesan
a víctimas de accidentes que han resultado auténticamente dañadas y perjudicadas. Por
otra parte, la veracidad de un posible hecho fraudulento, requiere una invocación mane-
jada con extrema prudencia; singularizando, pues la palabra «fraude» es muy gruesa, con
trascendencia en el ámbito criminal, más todavía cuando, como dicen, «no siempre son
capaces de detectar». Mas no es menos cierto, aunque para nada se prodigue, que perso-
nas víctimas de accidentes se han sentido hondamente defraudadas, hasta abandonadas,
por el trato recibido por algunas entidades aseguradoras, con una atención médica repro-
chable: sin la observación de unos protocolos mínimos de actuación y seguimiento de los
lesionados; ausencia de exploraciones instrumentales básicas; terapias «rehabilitadoras»
a partir de diagnósticos incompletos —y, por lo tanto, capaces de añadir nuevos daños a
la lesión inicial; altas precipitadas. Obsérvese como a veces todas prudencia puede ser
poca; así, en el manido síndrome por latigazo cervical fuentes bibliográficas de solvencia
indican que «cuando el automóvil se desplaza a una velocidad lenta de 7 millas por hora
(11,2 km) se originan lesiones tisulares severas» (SCHUTT, C. H., DOHAND, E. C, Neck
injuries to women in auto accident, JAMA, 206:2689-92, 1968, citados por CAILLET); el
problema de las lesiones a baja velocidad, más recientemente es analizado por MELTON,
Low Velocity wiplash Biomechanics, USA, 2000, poniendo de manifiesto lesiones ya a 5
millas por hora (8 km/h). En ocasiones lastima la sensibilidad ajena el lenguaje que algún
facultativo se atreve a utilizar, irrespetuoso para el doliente género humano. Quizá tenga
esto su origen en una fijación obsesiva, en un delirio persecutorio del aludido fraude, con
el riesgo incluso de no prestar la suficiente atención y diligencia a la cuestión esencial ob-
jeto de su estima: el correcto diagnóstico del enfermo. «Debe resarcirse de todo el daño
causado, pero sólo el causado», ha escrito algún facultativo situado en la órbita «médico-
legista», de los médicos «tasadores», aseveración ésta que parece desconocer que para
nada el médico debe entrometerse en el monto indemnizatorio, además de atentar el rigor
deontóloco. Obviamente el médico no es un detective; está claro que nadie el puede
exigir, ni aceptar, que se ocupe en funciones ajenas a su oficio. Al hilo de esta discusión,
resulta preocupante que se den situaciones como la que ahora se relata: en un Congreso
Nacional del Daño Corporal (1999), dentro de las ponencias y comunicaciones presenta-
das, una de ellas, sobre la Hernia Discal, incluía en uno de sus epígrafes el siguiente en-
cabezamiento: El resultado final: hernia discal versus «El premio de la lotería». Este re-
gistro, da la impresión de que los organizadores de tal congregación de galenos y
simpatizantes estuvieron poco atentos al decoro y la ética para la ocasión. Quizá también
todo esto puede ser fruto de un adoctrinamiento bien extraño a la dignidad hipocrática, im-
pulsado desde sectores interesados, satisfechos con la asistencia de polichinelas y otros tí-
teres, de los que van al encuentro de los siervos ideológicos de esta una nueva cultura, de
este nuevo «orden mundial», tan peligroso para el mantenimiento de la imprescindible ho-
meostasis social. ¡Monstruos!
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 205

plir, en especial cuando se trata de describir la compleja realidad del


hombre enfermo— pensando siempre en facilitar la lectura y una rápi-
da comprensión del contenido, sobre todo si tal informe puede ser re-
querido en estrados como pieza documental. Igualmente, en los casos en
los que exposición de las observaciones técnicas no se requiera de for-
ma escrita, sino que se deponga de forma oral, se procederá con la
misma cautela.
Entrando ya en concreto en la forma de redactar el informe que se
analiza en este apartado, se anota cuanto sigue:

En el PREÁMBULO, se comenzará haciendo mención al nombre y


apellidos del clínico actuante, grado de titulación (especialista, doctor,
etc.), dirección, lugar de ejercicio profesional, número de colegiado (en
su caso), y calidad en la que actúa (a instancia de parte —señalando los
datos de identificación de esta parte— o, en su caso, «requerido por la
autoridad judicial», citando el oficio correspondiente. A continuación, se
pude añadir: «después de haber estudiado la cuestión planteada —o que
se le somete a consulta— emite». Comenzando otro párrafo, se sitúa el
«INFORME» (INFORME CLÍNICO), o «DICTAMEN» (en especial
cuando se trate del dictamen de peritos) en la parte central de la página
(con letras mayúsculas, como se hace ver. También en este preámbulo,
cuando se haya de estar a lo dispuesto en el art. 335 de la LEC (Ley de
Enjuiciamiento Civil), apartado 2, el perito ha de manifestar que «pro-
mete —o jura— decir la verdad, que ha actuado y, en su caso, actuará
con la mayor objetividad posible, tomando en consideración tanto lo que
pueda favorecer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a cual-
quiera de las partes, y que conoce las sanciones penales en las que podría
incurrir si incumpliese su deber como perito».
En otro epígrafe, con título general de «RESUMEN DE LA HIS-
TORIA CLÍNICA Y EXPLORACIONES REALIZADAS» *, y en apar-
tados independientes, se consignará:

1. «ANTECEDENTES»: familiares, personales, sin olvidar tam-


poco los profesionales, de especial importancia cuando se plantean pro-
blemas de incapacidad laboral; al efecto se preguntará por los empleos
anteriores y actividades desempeñadas —historia clínica laboral— lo que
tiene todavía más interés en los casos de enfermedades profesionales, de
evolución tantas veces lenta e insidiosa, apareciendo en ocasiones al

* Si se puede prescindir de este epígrafe, pasando directamente a los que siguen, nu-
merándolos, como luego se expondrá en uno de los modelos que se proponen.
206 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

cabo de años de haber abandonado el puesto de trabajo responsable


etiológicamente, tal como puede suceder con la silicosis.
Escríbase, después, en otro apartado:

2. «PROCESO ACTUAL», en el que se incluirá, en párrafos se-


parados, cuanto sigue:
a) Relato histórico del paciente (lesionado, etc.).
b) Anamnesis por sistemas y aparatos (ap. cardiovascular, ap. res-
piratorio, locomotor, etc.).

Algunos autores proponen, con el fin de no alargar excesivamente el


informe, que a lo intrascendente se apliquen las siglas indicativas de S.P.
(sin particularidades). Sin embargo, otros han estimado que «en la ex-
posición de los hechos es preciso anotar nosólo los que se juzguen de
significación, sino también aquellos de importancia escasa según la opi-
nión del perito»24.

c) Exploración física (o exploración clínica inmediata, o, simple-


mente, exploración clínica).
d) Exámenes complementarios (o exploración complementaria).
d-1) Exploración instrumental: indicando si la ha realizado per-
sonalmente quien informa o corresponde a datos recogi-
dos —e interpretados— por terceros.
d-2) Exámenes clínicos solicitados a otros especialistas.

Respecto a los exámenes aludidos en este apartado, han de venir jus-


tificados en un sentido auténticamente operativo, de modo que se han de
descartar exploraciones inútiles o innecesarias, sobre todo cuando no se
han agotado las posibilidades diagnósticas con medios más sencillos,
queriendo aquí incluir una exhaustiva anamnesis en profundo y paciente
diálogo con la persona examinada. En particular la exploración ins-
trumental —entendida como conjunto de técnicas y procedimientos que
han de contribuir al esclarecimiento de la patología que en cada caso se
esté cuestionando ha de llevarse a cabo ya no sólo teniendo en cuenta lo
que se viene a indicar, sino además asegurándose de que se vean cum-
plidos los extremos que a continuación se concretan:

— elección de la exploración adecuada al fin perseguido, exclu-


yendo lo superfluo;
24
(BARAHONA HOLGADO, O.C, p. 219.)
DOCUMENTOS CÜNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 207

— utilización de la técnicas y método de trabajo apropiados;


— descripción rigurosa de los hallazgos clínicos;
— interpretación certera de los signos observados;
— en su caso, el juicio clínico propuesto por el explorador —ya de
seguridad, probabilidad o ya de sugerencia— ha de ser concor-
dante con las premisas anteriores.

Llegado a este momento, se ha cumplido con la parte expositiva


del informe, que comprende la descripción de los hechos y la relación de
las operaciones realizadas. Ultimado esto, se pasará a la valoración de
los hechos, lo que también puede anotarse bajo el título:

3. «JUICIO CLÍNICO Y CONSIDERACIONES», observando las


siguientes indicaciones:

— se plasmará con claridad, procurando resaltar en la primera ora-


ción y en el comienzo del párrafo lo más trascendente, incidien-
do en la alteración orgánica y, en especial, en la repercusión
funcional que define la entidad patológica correspondiente;
— se evitarán etiquetas diagnósticas alusivas a nombres de sus au-
tores o descubridores; así no se dirá «enfermedad de Bechte-
rew-Pierre-Marie-Strümpell», sino «espondilartritis anquilosan-
te»; de la misma forma, tampoco se aludirá a «síndrome de
Wolkman», sino, en su caso, a una «retracción isquémica de los
músculos flexores de los dedos —mano en garra—, etc., todo
ello pensando siempre en facilitar la comprensión del receptor, o
receptores, del informe;
— tampoco deben utilizarse para denominar estructuras anatómi-
cas, especies morbosas, entidades patológicas, prácticas explo-
ratorias, etc., el lenguaje de las siglas, pues si son frecuentes y
útiles en el entrecruce de comunicados médicos, en estos casos,
por razones obvias, dificultan o impiden su entendimiento, y por
respeto y consideración a quienes interesa el informe deben
evitarse. En cualquier caso, especifíquese a continuación su sig-
nificado; así IM (infarto miocardio); RNM (resonancia nuclear
magnética).

Repárese que el informante, en su apreciación técnica, además de ser


objetivo, se ha de preocupar de que la realidad que haya observado sea
transferida mediante un mecanismo eficaz de comunicación, poniéndose
en el lugar de quien no tiene una preparación específica en la materia co-
208 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

rrespondiente; de ahí que al «mensaje» se le haya de imprimir la ade-


cuada «plasticidad» (forma) para ser capaz de impactar eficazmente en el
núcleo de interés del receptor, motivando su juicio de convicción, para lo
cual, no hay duda, un lenguaje cuidado tiene no poca importancia25.
Ha de pensarse igualmente que el juicio diagnóstico que se pudiera
contener en una historia clínica en sentido estricto, esto es, para que
conste en los archivos médicos correspondientes, por lo general discurre
obedeciendo a un nivel de lenguaje muchas veces excesivamente rígido,
marcado por el «encorsetamiento» técnico, con una terminología poco
operativa cuando tal juicio ha de ser canalizado para entrar en el tráfico
jurídico.
A partir de idéntica realidad clínica, esto es, sin desvirtuar en modo
alguno la entidad patológica constatada, el juicio médico que se haga
muy posiblemente experimentará notables variaciones de apreciación en
el registro mental de determinados terceros —no doctos en la mate-
ria— según en su redacción en el papel se plasme de una u otra manera.
Incluso, hace esto pensar que averiguado «el qué» se planteará más de un
lector, acto seguido, «el cómo» ha de manifestar lo anterior en un senti-
do auténticamente operativo.
El siguiente ejemplo quizá sea ilustrativo, a la vez que ayudará al
mismo lector a extraer sus propias conclusiones. Así tratándose de una
espondilolistesis acusada por lisis del istmo interapofisario de L5, pre-
sumiblemente el término «espondilolistesis», y hasta el de «lisis», no va-
yan a ser interpretados en su verdadero alcance de significado por aque-
llos terceros. Ese mismo juicio diagnóstico (espondilolistesis acusada...)
se puede exponer de varias formas, alcanzando niveles de impacto gra-
duales, progresivamente crecientes, a medida que se perfecciona la es-
tructura lingüística de la expresión utilizada, tanto que se ha de pretender
alcanzar la idónea para concentrar la atención del receptor, y, por consi-
guiente, facilitar la mejor comprensión y labor de análisis, esto es: el tra-
bajo interpretativo del que, en definitiva, ha de juzgar.
En este ejemplo, será conveniente hacer una serie de puntualizacio-
nes en el curso expositivo del texto, ya de entrada, pudiendo escribirse
como sigue:
25
Con carácter ilustrativo, recomendamos por su utilidad leer la obra Estructura de la
noticia periodística, FONTCUBERTA, M., A.T.E., Barcelona, 1981. Por otra parte en el te-
rreno de la expresión lingüística, igualmente será conveniente reparar en el alcance de al-
gunos conceptos básicos, así: código: conjunto de símbolos y signos y reglas para com-
binarlos; mensaje: actualización del código; información: conjunto de rasgos
—producidos o percibidos— que repercuten en el medio en que se desenvuelven; comu-
nicación: acto de trasmitir información.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 209

«Acusado desplazamiento anterior del cuerpo vertebral lumbar L5


(espondilolistesis) por rotura (lisis) * del istmo interapofisario de la vér-
tebra correspondiente (L5).»

Y esto con independencia de las aclaraciones que, luego, en el apar-


tado de las consideraciones, se estimen oportunas; entre otras, por ejem-
plo, convendría resaltar el grado de desplazamiento de listesis verte-
bral (3/3), el compromiso radicular que se pudo haber generado a nivel
de la charnela lumbosacra, importancia biomecánica del raquioma L5-
S1, repercusiones ergonómicas, etc.
Pero todavía incluso fuera mejor colocar el término «rotura» al co-
mienzo de la frase, y sustituir la denominación de «acusado» por el de
«severo», así:

«Rotura del istmo interapofisario de la quinta vértebra lumbar (L5)


que se acompaña de severo desplazamiento anterior (espondilolistesis)
del cuerpo vertebral L5.»

Incluso, para una mayor comprensión del receptor, muchas veces re-
sulta de utilidad adjuntar un esquema o dibujo, como cuando se descri-
ben limitaciones articulares en sus respectivos arcos de movimiento
(opinando que tal tipo de ilustraciones se presenten de forma separada
del cuerpo del propio informe, a modo de anexos, de lo que se dejará
constancia al final del informe, en forma de una «nota» ulterior).
También se presta la ocasión para hacer un comentario cuando se
usan, en la estimación de una alteración patológica, denominaciones
como «moderada», «severa», etc., sobre todo si tales valoraciones res-
ponden a criterios subjetivos de apreciación, sin estar contrastados con
una escala de severidad tal que hubiera servido de elemento de referencia
para la emisión de tal criterio, lo cual, por otra parte, sirve para que se de-
sate en más de una ocasión una verdadera batalla de calificativos entre las
partes encontradas en la litis, lo que viene todavía a dificultar más el es-
clarecimiento de los hechos en la ya de por sí complicada jerga médica.
Cuando sea posible y pertinente, los valores numéricos facilitan mu-
cho mejor la comprensión de una determinada limitación funcional que
los habituales términos «leve», «moderado», etc., ya que, como se ha di-
cho, estos últimos se mueven muchas veces en concepciones personales
que propician la ambigüedad y la imprecisión. Es evidente que lograr tal
cuantificación no suele ser fácil en la mayoría de las veces, sin embargo

* Aunque ya sabe el clínico que no toda lisis se sigue necesariamente de listesis.


210 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

hay procesos, como la angina de esfuerzo, cuya clasificación funcional


viene completada en diferentes escalones, obedeciendo a criterios mé-
dicos fiables y admitidos internacionalmente; otras veces, determinadas
escuelas científicas han elaborado, en el curso de sus investigaciones so-
bre una patología concreta, sus propias propuestas. Siendo así, si la es-
cala utilizada oscila entre 1 y 4 v.gr., la severidad apreciada en la entidad
patológica de que se trate se puede hacer constar por medio de un que-
brado, tanto que el valor máximo de severidad se disponga en el deno-
minador mientras que en el numerador se hará referencia a la limitación
observada en el paciente o lesionado; así 2/4. Son igualmente muy ex-
presivos la utilización de porcentajes, por ejemplo: pérdida de la flexión
palmar de la muñeca derecha en un 35%, indicando en casos como este
grados perdidos, grados conservados, todo esto con referencia a la tota-
lidad del movimiento.
Téngase en cuenta, por una parte, como ya se indicó, que muchas ve-
ces la pérdida porcentual no es lo suficientemente expresiva para deter-
minar la repercusión funcional, teniendo que recurrir a un análisis más
pormenorizado, como es en el caso de las limitaciones músculo-esque-
léticas que conectan con los gestos ordinarios de la vida, y todavía más si
se trata de gestos profesionales, tanto que el daño ha de ser considerado
tanto en un contexto genérico —limitación global de la persona— como
específico —limitación concreta frente a determinados requerimientos.
Por otra parte, hay que advertirlo, dejando a un lado el riesgo que en-
traña la «medicina matemática», ciertas estimaciones médicas, sin más,
pueden a veces ser mal interpretadas, ya que no siempre el grado evolu-
tivo de la lesión se corresponde con la realidad, gravedad o trascenden-
cia del daño, así, decir: miocardiopatía dilatada en fase inicial, no debe
llevar esto a erróneas consideraciones, siendo en casos como este fun-
damental la explicación del facultativo informante en la descripción y
verdadera trascendencia del proceso nosológico en cuestión; explicación
y trascendencia que en modo alguno puede quedar detenida en una mera
discusión especulativa entre los abogados de las partes enfrentadas,
como sucede con cierta frecuencia, al entrometerse en la apreciación de
cuestiones muy técnicas que, obviamente, desconocen, escuchándose a
veces en las salas de los juzgados verdaderos disparates de tanto osado;
en estos casos, el atento seguimiento de la vista por parte del juez puede
muy bien impedir que se lleguen a estos extremos.
En cualquier caso, la mayor o menor severidad de una lesión o se-
cuela, cualquiera que vaya a ser su alcance o proyección, sólo puede in-
ferirse una vez que se ha contado con un cuidadoso estudio clínico, con
una detallada descripción y evaluación de los síntomas, signos y demás
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 211

datos de interés patológico. Es decir, a partir de un riguroso proceder ex-


ploratorio, ya que, lo anterior, constituye el material, a modo de premisas
menores, imprescindible para avalar y construir el silogismo pensando en
alcanzar la premisa mayor o juicio diagnóstico. Olvidar tan elementales
presupuestos acusa una conducta profesional reprobable por su ligereza,
la cual, a su vez, es causa muchas veces de serios daños e importantes
perjuicios a las personas.
Llegado su turno, se harán las «CONSIDERACIONES» que opor-
tunamente se estimen en ciencia, esto es, siempre desde la esfera clíni-
ca 26, en párrafos separados, pudiéndose referir, entre otras, y cuando
fuera procedente, a cuanto sigue:

— momento de consolidación; tiempo de incapacidad que ha deter-


minado el proceso;
— relación causa-efecto; remisión a posibles concausas, estado an-
terior;
— carácter con que obra el diagnóstico: definitivo, provisional, etc.
Discusión con posibles diagnósticos diferenciales;
— comentario sobre el valor de las pruebas instrumentales realiza-
das, pudiendo indicar la conveniencia de practicar otras de mayor
calado, o su necesidad, si el diagnóstico no fuera firme;
— evolución previsible: pronóstico de vida, de órgano, de función;
daños futuros, daños potenciales27;

26
En tal sentido hay que criticar la expresión consideraciones médico-legales, por
otra parte de uso tradicional en los que también impropiamente se autodenominan médi-
cos «legistas», y, además, es lo que se suele enseñar en las facultades de medicina, en las
llamadas, hasta el momento, cátedras de medicina legal. Si se razona, enseguida se pien-
sa que el médico, en el ejercicio de su oficio —en cualquier caso— no puede hacer con-
sideraciones legales, y desde luego, en modo alguno, invocar ningún precepto del orde-
namiento jurídico en la formalización de sus escritos en un orden pericial. Es más, la
expresión aludida, «médico-legal» puede hacer pensar a algunos que el clínico se propo-
ne apreciar en derecho; desde la experiencia, tales alusiones en algún momento son ca-
paces de crear un clima de cierta incomodidad, malestar o indisposición en el juzgador,
pues bien pudiera entender que con tales usos lingüísticos el médico informante está aso-
mando un intento de entrometimiento, en especial por parte de aquellos que defienden
muy celosamente, en cumplimiento con su deber, lo que es de su exclusiva competencia.
27
Conviene matizar la diferencia entre daños futuros y potenciales; los primeros son
aquellos que con seguridad, en el curso evolutivo del proceso, se han de presentar, aunque
no se puedan concretar en el tiempo, sin estar sujetos a plazo; en cambio los daños po-
tenciales entran dentro del terreno de la posibilidad, por lo tanto no tienen que producir-
se necesariamente. Así, un daño futuro, es la aceleración de los procesos involutivos en la
articulación de una persona joven que ha sido previamente dañada, precipitándola a un
proceso artrósico-degenerativo precoz, dicho esto con carácter general; la sobrecarga de
212 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

— necesidad de utilización de prótesis, reeducación especial, ayuda


de una tercera persona, medios especiales de transporte, acondi-
cionamiento/modificación estructural de la vivienda, elimina-
ción de barreras arquitectónicas28.
— repercusión laboral: incapacidad temporal o permanente, expli-
cando la relación lesión-tarea, dentro del contexto de la medicina
del trabajo;
— referencia, en su caso, al quantum doloris, daño a"agrément (ca-
lidad de vida, etc.), daño sexual, juvenil, estético (siempre en el
extricto cauce que le corresponde a la intervención médica).

4. «CONCLUSIONES». El informe terminará con este apartado,


síntesis de lo actuado, resolviendo de forma muy escueta, observando
concreción, orden y congruencia,, cuando se hubiera solicitado, se con-
testará a las cuestiones (extremos, en su caso) específicamente plantea-
das. Para una mayor claridad, conviene que vayan numeradas, en párra-
fos independientes, pudiendo versar sobre:

Primera: alteraciones órgano-funcionales apreciadas.


Segunda: carácter estable del proceso (momento de consolidación),
O NO.
Tercera: queda demostrada, o no, la relación causa-efecto.
Cuarta: repercusiones laborales: propuesta de valoración clínica de
la incapacidad, relación lesión-tarea.
Quinta: quantum doloris.
Sexta: daño d'agrément, daño sexual, juvenil.
Séptimo: daño estético.
Octava y sucesivas, resolviendo en lo que fuera procedente en cada
caso.
En las conclusiones se procurará afirmar o negar con rotundidad,
pues concluir significa determinar y resolver sobre lo que se ha tratado o
examinado, por lo que se evitarán posiciones ambiguas, que induzcan a
la vacilación y que, en definitiva, lejos de aclarar e instruir, contribuyan
la articulación simétrica cuando la otra rodilla ha quedado con graves secuelas; daño po-
tencial sería, también como ejemplo, la posibilidad de que a partir de un Traumatismo
Cráneo Encefálico se presenten a medio largo plazo epilepsia post-traumática, compli-
caciones convulsivas, etc.
28
Puede consultarse el artículo Adaptación de la vivienda para la eliminación de las
barreras arquitectónicas que afecta a las personas con minusvalía, BUSTAMENTE, A.
(arquitecto), en: Revista Española del Daño Corporal, núm. 1, pp. 63 y ss. Ediciones Díaz
de Santos, S.A., Madrid, 1995.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURIDICO-PROFESIONAL 213

a sembrar la confusión, desnaturalizando la función que ha de perseguir


el técnico.
No quiere esto decir que se realicen afirmaciones arriesgadas, atre-
vidas y sin fundamento científico, sino todo lo contrario. De ahí surge la
necesidad de que el examen se practique con todo rigor, y habiendo sur-
gido la duda, bien por la necesidad de recurrir a pruebas de mayor pro-
fundidad, bien por los límites del conocimiento médico de cada época o
por las razones que se den en cada momento, de ello se dejará la debida
constancia y reflexión en el capítulo de las consideraciones.
Mas, asimilada esta postura, el informante rehuirá de su vocabulario
términos como «probable», «posible», «sugestivo de», «no necesaria-
mente», etc., pues tales usos, instalados tantas veces en la duda que
busca la comodidad, además de denotar muchas otras veces incompe-
tencia por parte de su autor, crean un clima de incertidumbre que difi-
culta todavía más el esclarecimiento de los hechos, haciendo incómodo
el trabajo de la parte que ha de resolver judicialmente, obstruyendo in-
cluso la correcta aplicación de la justicia.
Terminadas las conclusiones, el informe será fechado, firmado y
rubricado bajo la fórmula final.
No obstante, en ocasiones se debe añadir una «NOTA», por ejemplo:
para enumerar los diversos documentos clínicos aportados (entre otros,
los referidos a las exploraciones complementarias, instrumentales, etc.),
así como copias de textos con información científica que pudiera haber-
se considerado de utilidad para fundamentar el juicio médico emitido
(con su correspondiente reseña bibliográfica). Tratándose de explora-
ciones en la medida de lo posible se adjuntarán los originales (o si no su
copia), indicando la fecha de la exploración, nombre del especialista que
ha practicado el examen, número de páginas de su informe. Todas estas
medidas, llevadas a cabo de forma meticulosa, contribuyen a dar la ma-
yor transparencia en la actuación del informante.
De igual modo, después de las conclusiones, se podrá agregar algu-
na anotación —aunque utilizando tal posibilidad con moderación—
bien porque, finalizado y releído el informe, sería conveniente aclarar al-
gún aspecto que pudiera parecer oscuro, o para incluir un escrito de
ampliación al informe inicial, o para dejar también constancia de infor-
mes o exploraciones adicionales que se hubieran recibido con posterio-
ridad, y que bien pudieran venir a abundar más el juicio médico emitido
con anterioridad. Al fin de todo esto se rubricará de nuevo con la co-
rrespondiente fecha.
En cuanto a la manera en la que se han de redactar los informes clí-
nicos en los términos aludidos, la ley no impone que se siga una deter-
214 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

minada. No obstante, por las razones en las que se ha venido insistiendo,


el facultativo ha de procurar exigirse, en estos casos, unos determinados
requisitos de forma, una disciplina, siguiendo un orden en la exposición,
dejando amplios márgenes en la parte superior de la primera página, y
también en la izquierda, de esta primera y sucesivas, siendo ello, por otra
parte, una demostración de respeto que, además, redundará sin duda en
la deseable claridad y eficacia.
Sin embargo, hay que señalar, antes de seguir adelante, que el infor-
me médico clásico en cinco partes —como se ha expuesto— ha sido ob-
jeto de un examen crítico, en atención a su valor operativo en la práctica,
por parte del magistrado francés BARROT29, entre otras razones, por las
que ahora en forma resumida se anotan:

a) pretenden responder a cualquier tipo de misión, con indepen-


dencia de cuál hubiera sido la encomendada;
b) entraña repeticiones inútiles;
c) el reparto de los elementos es incoherente: se encuentran entre-
mezclados en una misma parte los hechos establecidos junto con
los fenómenos discutibles, las constataciones personales del perito
y las emanadas de otras personas;
d) incita al jurista a la pereza, pues en lugar de tomar conocimien-
to de la integridad del informe, se contenta con leer las conclu-
siones, lo que no le permite ni comprender ni controlar las in-
vestigaciones y el itinerario intelectual del perito.
Frente a la estructura clásica del informe médico, que según lo ex-
puesto se ofrece genérica, predeterminada, lenta y «pesada», BARROT
propone que se observe especial énfasis en responder punto por punto,
esto es, en forma concreta, a los aspectos señalados en la misión que al
perito se le haya encomendado. En tal pretensión, el autor citado propo-
ne que el informe se divida en dos partes fundamentales:
A) Búsquedas de las pruebas.
B) Interpretación de las pruebas.

En las páginas que siguen se exponen diferentes tipos de informe clí-


nico; a título meramente orientativo, apuntando ya desde ahora que están
sujetos a crítica y a cualquier iniciativa que sirva para mejorarlos, ade-
más, su desarrollo es obviamente con carácter general, habiendo siempre
29
BARROT, R., Le dommage corporel et sa compensation, pp. 230 y 231. Editions Li-
tec, París, 1988.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 215

de tener en cuenta, entre otras, las observaciones que se han venido ha-
ciendo en páginas precedentes, sin olvidar que cada situación individual
ha de merecer un tratamiento singular.

Modelo 1: Informe tradicional

El que subscribe, Xxx, médico, especialista en ............ , con


ejercicio profesional en ................... , domicilio ..............., cole-
giado núm ......., requerido a instancia de Zzz*, después de haber
estudiado la cuestión que se le somete a consulta, manifestando
que promete decir la verdad, que ha actuado, y, en su caso, actua-
rá con la mayor objetividad posible, tomando en consideración
tanto lo que puede favorecer como lo que sea susceptible de cau-
sar perjuicio a cualquiera de las partes, y que conoce las sanciones
penales en las que podría incurrir si incumple su deber como pe-
rito»**, emite:

INFORME MEDICO ***

1. Antecedentes

a) Familiares****.
b) Personales.
c) Profesionales.

* Cuando sea a través de la Autoridad Judicial, cítese la que corresponda y el oficio


que se le hubiera remitido al facultativo. En el caso de los particulares, se consignarán sus
datos, pudiendo añadir a continuación, v. gr., «a efectos de valorar clínicamente su capa-
cidad de trabajo, en atención a las lesiones y secuelas que dice padecer», o simplemente,
«a efectos de valor clínicamente las lesiones que presenta». Ya tratándose de accidentes de
tráfico, el preámbulo puede ser escrito así: «... requerido a instancia de Zzz, en atención a
las lesiones y secuelas que presenta, derivadas de accidente de tráfico (hechos de la cir-
culación de 00-00-00) después de haber estudiado la cuestión que se le somete a consul-
ta, emite: ...».
** El texto entrecomillado se corresponde con lo que ha de manifestar el perito al
emitir su dictamen, conforme disposición del art. 335.2 de la LEC.
*** En lugar de INFORME MÉDICO puede igualmente utilizarse los términos co-
rrespondientes a DICTAMEN MÉDICO.
**** Según criterios, lo que carezca de interés en relación al asunto que se está
examinando se puede omitir, o también invocar su enunciado, para a continuación escri-
bir S.I. o S.P. (sin interés, sin particularidades).
216 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

2. Proceso actual

a) Relato histórico del paciente (lesionado).


b) Interrogatorio por sistemas y aparatos.
c) Exploración física.
d) Exámenes complementarios:
d-1) Exploración instrumental.
d-2) Exámenes solicitados a otros especialistas.

3. Juicio clínico y consideraciones

Examinado el paciente Zzz, en atención a los exámenes realizados,


se estima el siguiente juicio médico:

Cabe hacer las siguientes consideraciones clínicas:

Observaciones *

* Se incluirá este apartado en los casos en los que se quiera matizar o puntualizar al-
gún aspecto que no hubiera quedado suficientemente detallado con anterioridad. Por
ejemplo, «respecto a la consideración correspondiente al párrafo tercero, es útil también
indicar que ...».
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 217

4. Conclusiones *

Primera:
Segunda:
Tercera:

Ultima:

Y esto es cuanto legalmente puede informar en ciencia, lo cual tras-


lada a los fines pertinentes.

En................ , a ...... de 2000

Fdo.: Xxx (y rúbrica)

NOTA.—En la elaboración de este informe se estiman los documen-


tos de interés clínico que se adjuntan y que a continuación se detallan:

a) examen radiológico simple, de fecha 00-00-00 solicitado al es-


pecialista Jjj, constando en hoja única;
b) exploración e informe cardiológico, de 00-00-00 del especialista
Hhh, que figura en dos hojas;
c) fotocopia de un texto clínico, cuya referencia bibliográfica figura
en la primera plana del mismo, constando de dos hojas.

Misma fecha anterior (y rúbrica) **

* Tratándose de informes específicos en materia de incapacidad laboral, incapacidad


permanente para el trabajo, temporal, etc., (lo que debe venir presidido por un preámbu-
lo- congruente con tal misión) este último epígrafe se puede sustituir por el de Propuesta
de valoración clínica de la incapacidad, pudiendo figurar a continuación, y a modo de
conclusión única, «el paciente Zzz presenta lesiones que valoradas clínicamente —dentro
de una relación lesión-tarea— no le permiten el desarrollo de las actividades propias de su
oficio. Y tal limitación —en esta misma apreciación médica— es de índole permanente,
dado que el proceso nosológico descrito, estado evolutivo actual y su irreversibilidad».
Igualmente se puede señalar que «el paciente, en atención al proceso descrito, en criterio
médico, tampoco es rescatable laboralmente, mediante tratamiento alguno, ya médico-
conservador, ya quirúrgico». En estos casos, de incapacidad laboral, conviene incidir de
modo especial, en el capítulo de las consideraciones, en los aspectos clínico-ergonómicos.
** Si el informe ha de ser remitido a la autoridad judicial se hará al pie del escrito la
correspondiente anotación: v. gr.: «limo. Sr. Juez del Juzgado de ...».
218 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Modelo 2 **

El que subscribe, Xxx, médico, especialista en ............., con


ejercicio profesional en ....................., domicilio............... , cole-
giado núm....... , requerido a instancia de Zzz, después de haber es-
tudiado la cuestión que se le somete a consulta, emite:

INFORME MEDICO

I. DATOS DE LA PERSONA EXAMINADA, EXPLORACIONES Y


PRUEBAS PRACTICADAS

A) Filiación (Nombre y apellidos, D.N.I., lugar y fecha de naci-


miento, domicilio, actividad laboral, etc.).
B) Antecedentes (familiares, personales, profesionales, etc.).
C) Proceso que motiva el examen:
a) relato histórico del lesionado (de los hechos y de sus conse-
cuencias;
b) referencia a los documentos clínicos aportados (con inclu-
sión de una copia de aquellos que puedan ser considerados
esenciales: informes de hospitalización, partes de baja labo-
ral, y todo cuanto contribuya a esclarecer la naturaleza y
gravedad de las lesiones en discusión. Tales documentos
conviene que vayan numerados);
c) balance actual (síntomas, signos y datos de la exploración
inmediata; informes complementarios y especializados a par-
tir de ese momento).

II. INTERPRETACIÓN DE LOS DATOS OBSERVADOS Y PRUE-


BAS CLÍNICAS

A) Nexo de causalidad (con explicación detallada de lo que se es-


time conveniente o si se prevé su discusión).
B) Duración del tiempo de interrupción de la actividad del lesio-
nado, o su «ralentización» (teniendo en cuenta su estado, las le-
siónales iniciales y su evolución); la fecha de consolidación
** Siguiendo las pautas de BARROT, O.C, pp. 231 y 232, con algunas modificaciones.
Repárese en que este tipo de informe «excluye formalmente una conclusión o resumen».
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 219

sólo será consignada cuando de forma expresa se hubiera soli-


citado, teniendo en cuenta que la misma ha de interpretarse con
suma reserva.
C) Déficit funcional:
— estudio y descripción de actos, gestos y movimientos que se
han hecho imposibles o difíciles, comprendiendo su inci-
dencia en la vida familiar, social y en las actividades de
ocio y de expansión personal;
— mención de las posibilidades de mejoría espontánea o por
procedimientos terapéuticos;
— tasa de déficit funcional propuesto (en caso de utilizar algún
baremo, como pauta orientativa, indíquese de cuál se trata);
— incidencia de las secuelas en la vida profesional (dentro de la
estricta relación lesión-tarea, haciendo las consideraciones
clínico-ergonómicas que se estimen adecuadas al caso, en el
contexto de la medicina de trabajo, indicando si el lesionado
puede o no puede continuar en el normal ejercicio de su ac-
tividad laboral).
D) Pérdida de autonomía: en caso afirmativo, precisar su natura-
leza, duración del tiempo de la ayuda de la asistencia, necesidad
de alojamiento de aparatos, de vehículo adaptado, etc.
E) Importancia de los sufrimientos aportados y de la alteraciones
estéticas.
F) Observaciones.

Fecha, firma y rúbrica)

Modelo 3: cuando al facultativo se le comunica a medio de cédula de


citación, por ejemplo, su nombramiento como perito, y una vez produ-
cida la aceptación y juramento del cargo, y con conocimiento de los ex-
tremos sobre los que ha de versar el informe, puede éste ser redactado tal
como sigue:

Xxx Yyy, doctor en medicina, especialista en ........................ ,


con ejercicio profesional en ..............., colegiado núm ......., en vir-
tud de lo acordado por el Juzgado de Primera Instancia núm.
de la capital del reino, para que actúe en calidad de perito en
atención a las lesiones y secuelas sufridas por doña Jj Zzz, por he-
220 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

chos de circulación (atropello en la vía pública, el día 00-00-00),


dentro del procedimiento Juicio Verbal 000/000, estudiadas las
cuestiones que se plantean, manifestando que promete decir la
verdad, que ha actuado, y, en su caso, actuará con la mayor obje-
tividad posible, tomando en consideración tanto lo que puede fa-
vorecer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a cual-
quiera de las partes, y que conoce las sanciones penales en las que
podría incurrir si incumple su deber como perito, informe sobre
los siguientes extremos *:

Primero: secuelas que sufre doña Jjj Zzz a consecuencia del atrope-
llo por vehículo automóvil sufrido el día 00-00-000.

Respuesta: síndrome post-conmocional prolongado en el tiempo

Segundo: posibles agravamientos que puedan aparecer como conse-


cuencia de las lesiones sufridas en el citado atropello.

Respuesta: .......................................

Tercero: ...................

Respuesta: ........................................

Y esto es cuanto legalmente puede informar en ciencia, de lo que


dará traslado en el momento oportuno.

En Madrid, a ......, de .......................

(Fdo.: Xxx Yyy)

* Con el nombre de extremos (extremos de hecho) se conocen las preguntas que se le


plantean al perito; la otra, parte, dentro del plazo establecido por la ley, puede pedir la am-
pliación a otros extremos. Una vez que se presenta en Informe Pericial, en el acto de prue-
ba, se podrán plantear al perito otras preguntas, que se denominan aclaraciones, las que
las partes estimen pertinentes. Distinto nombre reciben las cuestiones que se formulan al
testigo, pues llamándose simplemente, preguntas, aquellas que hace la parte proponente,
y repreguntas las que plantea la parte contraria.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 221

No es necesario, aunque si conveniente, que el perito escriba en su


informe el contenido de la cuestión planteada en cada extremo, pudien-
do pasar directamente a la respuesta, de este modo:

Xxx Yyy, doctor en medicina, especialista en........................,


con ejercicio profesional en ...............................................
....................................................................................................
....................................................................................................
. .......................................................................................................

contesta a los extremos que se le formulan informando:

Al primero: síndrome post-conmocional.........................

Al segundo:.........................

Modelo 4: en otras ocasiones la misión encargada al perito es muy


concreta, por ejemplo: establecer la imputabilidad, el nexo de causalidad
de unas determinadas lesiones o secuelas con determinados hechos,
muy frecuente en el caso de las reclamaciones por derivadas de hechos
de la circulación30. Siendo así, el informe puede exponerse tal como a
continuación se propone:

Xxx Yyy, doctor en medicina, especialista en ......................... ,


como ejercicio profesional en ...................., colegiado núm ....... ,
en virtud de lo acordado por el Juzgado de Primera Instancia
núm....... , de Madrid, para que actúe en calidad de perito en aten
ción a las lesiones y secuelas sufridas por doña Jj Zzz, por hechos
de la circulación, día 00-00-00), dentro del procedimiento ......... ,
examinada la cuestión que se le plantea, emite:

30
En relación con este aspecto, puede consultarse con mayor amplitud Biocinemática
del Accidente de Tráfico (Introducción al análisis cinemático de las lesiones por hechos de
la circulación. Utilidad para la reconstrucción del accidente de tráfico en la determinación
del nexo causal de lesiones y secuelas). Ediciones Díaz de Santos, S.A., Madrid, 2000. El
ejemplo que ahora se cita es muy sencillo, elaborado a partir de una situación hipotética,
siendo el nexo causal evidente, por lo que no precisaría mayor esfuerzo interpretativo. No
obstante, por una parte, no se quiere traer a colación un caso más complejo, pensando en
aquellos que todavía no estén introducidos en la biocinemática a la que se alude; por otra
parte, y en relación con la justificación anterior, se ofrece este sencillo ejemplo con la fi-
nalidad de facilitar al lector una mayor comprensión de la dinámica propuesta.
222 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

INFORME 1.

Documentos examinados por su interés médico

Documento clínico (DC) núm. 1: Historia clínica, Servicio de Ur-


gencias, Hospital HHH, de fecha 00-00-00.
DC núm. 2: Informe del Servicio de Radiología, fecha 00-00-00.
DC núm. 3: Informe del Servicio de Neurología, 00-00-00.

2. Antecedentes y hechos de interés médico

El día 00-00-00, Jjj Zzz, según su relato histórico, resulta lesionado a


raíz de hechos de la circulación, cuando circulaba en vehículo automóvil,
marca y modelo... , sentado en la parte delantera, al lado del con-
ductor ..................
Producido el accidente, el lesionado es evacuado al Hospital HHH, y
se le examina en el Servicio de Urgencia de dicho hospital, resultando,
tal como consta en la Historia Clínica (DC núm. 1), que presentaba las
siguientes lesiones: «............................................................................... »

3. Balance actual

Al lesionado Jjj Zzz se le examina en esta consulta por vez primera


el día 00-00-00, esto es, a los cuatro meses del referido accidente, y con
posterioridad, para la realización de las exploraciones que se han esti-
mado necesarias.
Del resumen de lo actuado, resulta:

— Síntomas: ........................
— Exploración física: .......................
— Exploración instrumental y especializada:......................

4. Juicio diagnóstico

— Síndrome cervicobraquial cronificado (subluxación. C5-C6; afec-


tación radicular C5 derecha, intensidad 2/3).
— Rotura ligamento lateral interno rodilla izquierda (sin operar).
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 223

— Fractura de la extremidad inferior del radio de la muñeca dere-


cha, consolidada con la formación de callo vicioso.
— Cicatriz de 4 cm, trazado irregular, en región palmar mano iz-
quierda.
Observaciones:............................

5. Cuestión planteada

Determinar si existe nexo de causalidad entre las lesiones descritas


en el epígrafe anterior (juicio diagnóstico) y los hechos de la circulación
en los que se vio implicado Jjj Zzz, a raíz del accidente de tráfico de fe-
cha 0-00-00.
Con al finalidad se analizan los siguientes criterios de causalidad*:
a) realidad traumática;
b) suficiencia diagnóstica;
c) cronología sintomática;
d) topografía lesional;
e) estado anterior;
f) mecanismo lesional.
a) Realidad traumática: con fecha 00-00-00, siendo las 4 PM, Jjj
Zzz, varón de 22 años, relación peso/talla 170/78, estudiante, sin
patología previa, cuando llevaba 30 minutos de viaje, sufre acci-
dente de tráfico, circulando en vehículo automóvil (tipo ......., de
1.200 kilos de peso), en vía recta, estando el piso mojado, por llu-
via reciente.
b) Suficiencias diagnóstica: las exploraciones clínicas realizadas
han sido suficientes como para describir las lesiones y su al-
cance, incluyendo las pruebas instrumentales imprescindibles
(radiología simple, examen radiológico funcional, resonancia
magnética —rnm—, electromiografía de extremidades).
* También se puede observar que este modelo de informe, con algunas modificacio-
nes podrá ser utilizado para discutir la imputabilidad de determinados hechos (conductas,
etc.) y lesiones y secuelas, como por ejemplo cuando se trate de casos de un error médico
en una actuación profesional. Cuando la cuestión planteada es analizar si hubo error
diagnóstico u otro tipo de error en una actuación facultativa, los criterios de causalidad
pueden establecerse de acuerdo con la siguiente metódica (que supone una ligera varia-
ción de la anterior): a) realidad lesional; b) topografía del daño; c) cronología sintomáti-
ca; d) naturaleza del proceso (tipo de proceso, origen, causa); e) suficiencia diagnóstica;
f) suficiencia terapéutica; g) estado anterior; h) mecanismo causal (patogénesis).
224 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

c) Cronología sintomática: los síntomas y signos escritos en el le-


sionado guardan relación con los hechos del tráfico acaecidos el
día 00-00-00,...
d) Topografía lesional: la ubicación de las lesiones justifican las
consecuencias dañosas, no sólo en el aspecto iconográfico sino
también en lo que al menoscabo funcional interesa,...
e) Estado anterior: sin patología previa; por otro lado, los resultados
electromiográficos iniciales establecieron el carácter reciente de la
afectación radicular en relación con el trauma cervical descrito.
f) Mecanismo lesional: se trata de adentrarse en la biocinética del
accidente de tráfico, esto es, en la geometría del movimiento del
cuerpo con ocasión del accidente sufrido por el lesionado. Al
efecto conviene considerar los siguientes aspectos:

— Pre-impacto, punto y posición de partida de la persona lesio-


nada: sentada, en la parte delantera del vehículo, en asiento si-
métrico al del conductor, con normal alineamiento del sinu-
soide vertebrado. Elementos mecánicos de retención: cinturón
de seguridad, apoyacabezas; no airbag.
— Desarrollo del accidente e impacto: en tramo recto, piso mo-
jado (lluvia reciente) de forma súbita cruzó la vía un perro; en
la idea de no atropellado, el conductor realiza una maniobra
de emergencia, intentando eludir al animal, desviando el ve-
hículo hacia la derecha, al mismo tiempo que accionaba el pe-
dal de freno, momento en el cual pierde el control del vehí-
culo, saliéndose de la vía, hacia su derecha, para terminar
finalmente impactando contra un muro, que alcanza al vehí-
culo en su parte frontolateral derecha (accidente de manio-
brabilidad; choque «offset»). El lesionado se mantuvo cons-
ciente, percatándose del peligro en la fase del preimpacto,
conservando su capacidad de respuesta para poner en marcha
una reacción defensiva ante el inminente impacto, activando,
en suma, en la medida de lo posible, su mecanismo fisiológi
co de retención, gestos motores de defensa, etc.).
— Daños apreciados en el vehículo: 1) externos: deformación
en la parte delantera y lateral derecha, con amplias zonas de
intrusión, alcanzando la rueda del mismo lado, si bien en
ésta no se han apreciado signos externos propios del impacto;
rotura del parabrisas; 2) internos: deformación considerable
de las estructuras del salpicadero; presencia de algunos trozos
de cristal del parabrisas; manchas de sangre tanto a nivel del
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 225

salpicadero como en el asiento que ocupaba la víctima. No se


han apreciado signos que pudieran indicar desplazamiento
de los anclajes del asiento.
— Lesiones apreciadas en la víctima: se han descrito lesiones en
cinco regiones anatómicas, que se describen a continuación
junto a su índice de severidad:
• cambios sutiles en el alineamiento del segmento cervical, a
nivel C5-C6, con afectación radicular C5 derecha; severidad
3/6;
• herida inciso contusa en región palmar mano izquierda;
1/6;
• contusión mano derecha; 1/6;
• fractura extremo radical muñeca derecha; 2/6;
• rotura ligamento lateral interno rodilla izquierda; 2/6.
— Reacción defensiva de la víctima: extensión de extremidades
superiores buscando apoyo inmediato en la parte anterior del
interior del vehículo; las extremidades inferiores, en el mo-
mento del impacto, estaban dispuestas en extensión incom-
pleta, con apoyo directo de los pies en el suelo del vehículo,
con las piernas ligeramente desviadas hacia afuera (en valgo),
con concomitancia con una leve rotación interna de ambas ca-
deras; contracción brusca de los músculos del cuello. El tiem-
po de reacción se estima inferior a un segundo.
— Post-impacto: después del choque, la víctima permanece sen-
tada, ligeramente reclinada hacia atrás, sobre el respaldo del
asiento, experimenta una ligera conmoción, que supera tras
breves instantes.
— Evacuación: abandono del vehículo por sí mismo, sin llegar a
precisar ayuda externa. Traslado del lugar del accidente por per-
sonal cualificado en vehículo ambulancia, con un tiempo de de
mora que se estima en 20 minutos, en dirección al centro hospi-
talario (distante 15 km). Se dispusieron elementos de
inmovilización a nivel del cuello, ambas muñecas y rodilla iz-
quierda. No se presumen lesiones sobreañadidas durante la eva-
luación del lesionado.

En atención a todo ello, siguiendo una orientación razonada, la pa-


togénesis lesiona! se interpreta como sigue:

— la víctima, previendo la inminencia del choque, se dispone en


posición de defensa, colacionando los gestos motores de los que
226 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

dispone, lo que supone el desplazamiento segmentario que intere-


sa a las extremidades superiores e inferiores; al mismo tiempo im-
prime una considerable tensión muscular en la región del cuello;
— las lesiones de la mano izquierda (herida inciso-contusa), de la
mano derecha (contusión) y la fractura de la muñeca derecha, se
producen como consecuencia del apoyo directo de las manos
sobre el borde anterior del vehículo; se estima una cadena ciné-
tica abierta invertida (CCAI)31, que involucra a la extremidad
superior derecha, culminando con la fractura radial descrita;
— la rotura del ligamento lateral interno de la rodilla izquierda se ex
plica por la acción de la embestida que se canaliza por las extremi-
dades inferiores, incidiendo especialmente en una extremidad dis-
puesta en ligero valgo (permitiendo así comprender un incremento
de la tensión elongadora que se ha producido en dicho ligamento;
— la subluxación del cuello, C5-C6, se produce como consecuencia
del impacto frontal descrito, que imprime una aceleración al
segmento cervical (desplazamiento en anteflexión), seguida de
una deceleración, en retroflexión (efecto rebote). No obstante, en
este caso, los mecanismos orgánicos de retención (en especial los
dependientes del aparato muscular) parece que han entrado en
competencia con el insulto traumático, responsable de la sutil su-
bluxación vertebral descrita, al mismo tiempo que durante tal re-
31
El concepto de cadena cinética abierta invertida (CCAI), ideado por HERNÁNDEZ,
R., tiene un enorme interés para explicarse biocinemáticamente la patogénesis lesional;
para mayor información véase Biocinemática del Accidente de tráfico, o.c, pp. 51 a 53.
También se quiere aprovechar la ocasión para recomendar con carácter especial la
obra de MELTON, M. R., The Complete Guide to Whiplash, Body-Mind Publications,
1998, USA. Dicha obra estudia, en sus diferentes capítulos, posibles complicaciones del
llamado síndrome de la contusión vertebral, «latigazo», y su especial relación con los ac-
cidentes de automóvil. Y así, se refiere desde el simple dolor del cuello, a las siguientes
complicaciones: síndrome del estrecho superior del tórax; cefalea; fibromialgia; síndrome
ATM (articulación temporamaxilar); lumbalgia post-traumática; síndrome del Túnel Car-
piano; síndrome vertiginoso; temblor; alteraciones visuales; alteraciones del sueño; tras-
tornos olfatorio. Dicha obra es conveniente completarla con la lectura de otra no menos
interesante, cual es Low Velocity Whiplash Biomechanics, dada la importancia que, clí-
nicamente —y más aún en el terreno de la accidentología—, hay que concederle a las le-
siones que se pueden producir por impactos a baja velocidad; así, en determinados casos,
impactos a 5 mph (8 km/hora) son susceptibles de provocar efectos traumáticos de con-
sideración. Finalmente, conviene también indicar que en relación con los choques fron-
tales se han observado, asociadas o no a procesos cervicales, lesiones del nervio cubital
(en general, simétricas y bilaterales), por un mecanismo de elongación a nivel del codo, en
especial en conductores «novatos», dada la manera en que agarran el volante (abrazán-
dolo), adoptando un gesto motor en el preimpacto que explica el mecanismo lesivo (HE-
REDERO, J. L., JOUVENCEL, M. R.).
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 227

acción experimenta el daño radicular referido (que, por otra par-


te, la electromiografía constata como reciente).

6. Conclusiones

ÚNICA: sobre la cuestión planteada se concluye que existe nexo


de causalidad pleno y directo entre los hechos de la circulación de fecha
0-00-00 y las lesiones sufridas por Jjj Zzz con ocasión del referido acci-
dente.

En ............. , a.........de ........................

(Fdo.)

También conviene mencionar la Orden de 16 de septiembre de 1997,


por la que se aprueba el Protocolo que han de utilizar los Médicos Fo-
renses en el reconocimiento de los detenidos (BOE núm. 231, 26-9-
97). De conformidad con ello, se dispone:

Primero: los médicos forenses al realizar su función de asistencia y


vigilancia a los detenidos, utilizarán el protocolo que el anexo a esta or-
den incorpora.
Segundo: el protocolo forense de reconocimiento de detenidos será
cumplimentado en sus cuatro apartados, con arreglo a las siguientes di-
rectrices:

1. Datos identifícateos: están destinados a dejar clara constancia de


la identidad de la persona detenida objeto de reconocimiento mé-
dico, del lugar, fecha y hora donde se lleva a cabo dicho recono-
cimiento; y del juzgado y causa seguida contra la persona privada
de libertad, así como del médico forense que efectúa el reconoci-
miento.
2. Historia clínica: destinada a recoger la información referente a
antecedentes médicos familiares y personales del detenido, hábi-
tos tóxicos y tratamientos especiales seguidos por la persona de-
tenida en el momento de la detención32.
32
En su caso habrá que tomar en consideración las Normas para la preparación y re-
misión de muestras al Instituto de Toxicología, con el objeto de su análisis (Ministerio de
Justicia, Orden de 8 de noviembre de 1996, BOE núm. 398, de 23 de diciembre de
1996).
228 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

3. Resultado del reconocimiento: en este apartado se recogerá el


resultado del reconocimiento médico y, en su caso, del trata-
miento prescrito o la petición de pruebas médicas complementa-
rias que el forense considere oportuno realizar, incluida la orden
de ingreso hospitalario.
4. Hoja de evolución: será utilizada cada vez que proceda a un nue-
vo reconocimiento del detenido. De esta forma, la primera vez
que se reconozca a un detenido se utilizará el protocolo general y
en cada nuevo examen médico se rellenarán las hojas de evolu-
ción (una por cada nuevo reconocimiento).

Tercero: los datos contenidos en el protocolo tendrán carácter con-


fidencial. La revelación de hecho o datos conocidos en el ejercicio de di-
cha función y la violación del secreto profesional serán sancionadas, de
conformidad con lo dispuesto en el Reglamento Orgánico del Cuerpo
Nacional de Médicos Forenses33.

Por otra parte, respecto al Informe de Sanidad que emite el médico


forense en sus actuaciones, es conveniente que cumpla unos requisitos
mínimos (lo que no sucede en la práctica) que sirvan para motivarlo téc-
nicamente y justificar las secuelas (las presentes, discutibles y posibles
ausencias). En especial, tal Informe de Sanidad, debería reflejar siempre
y como mínimo, un resumen de las pruebas diagnósticas practicadas: ex-
ploración física, exploración instrumental y cuantas otras pruebas ins-
trumentales se hayan realizado. No es correcto médicamente indicar, sin
más, en el capítulo de secuelas «cervicalgia con irritación braquial»,
cuando al lesionado, después de manifestar la cronicidad de tal cuadro
sintomático (a veces ¡durante meses!), no se le ha practicado una explo-
ración instrumental mínima (estudio radiológico funcional, resonancia
magnética, TAC en su caso, electromiografía, etc.
La «cervicalgia», por ejemplo, no es un diagnóstico, es un marco sin-
tomático que es preciso, en una buena praxis, llenar de contenido. La
práctica de la medicina forense, en cuanto al diagnóstico, no tiene porque
ser distinta de otros tipos de actuación clínica. Y cuando, por los motivos
que fuere (que los hay) no pueda cumplirse con tal rigor, el médico fo-
rense, en respeto al orden de su responsabilidad profesional, vendrá
obligado a hacerlo constar por medio de la oportuna diligencia. No ha-
cerlo así fomenta la desesperanza y la indefensión de muchos perjudi-
cados.
33
Aprobado por el Real Decreto 296/1996, de 23 de febrero.
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURÍDICO-PROFESIONAL 229

Con el fin de llenar de contenido esta propuesta, puede ser útil ins-
pirarse en la Orden Ministerial de 06,09,84, que trata de los requisitos
mínimos que debe cumplir el Informe de Alta (lo que es habitualmente
acatado por los hospitales en todo el Estado Español).
Finalmente, dada la importancia que últimamente está adquiriendo la
cuestión, se expone un modelo de Consentimiento, atendiendo a las ac-
tuaciones médicas, y conexas, en la relación con lesionados, ya sea a ins-
tancia del propio paciente, de la compañía aseguradora u otros terceros.
En relación con ello téngase presente los artículos 197, 198 y 199 del
Código Penal, tanto que el simple acceso a la documentación médica del
interesado sin su consentimiento o autorización puede constituir delito
grave, estando prevista una pena de dos o más años de prisión, todo ello
en atención a las circunstancias de cada caso.

D/D.a..................................................................... con D.N.I. núm................. , volun-


tariamente CONSIENTE en ser examinado y explorado médicamente
por el facultativo D. XXX YYY ZZZ, colegiado núm ........ , en .............. ,
provincia de................ , y AUTORIZA al mismo facultativo para que in-
forme del resultado de dicho examen y exploración, y en su caso de las
lesiones sufridas en el día ..................(por hechos de la circulación/ac-
cidente de trabajo/accidente causal, etc.) a su Abogado, D........................ ,
a la Compañía de Seguros ............................., dentro del marco de la Ley
30/1995, de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de los Segu-
ros Privados y normativa concordante, así como, en su caso, ante los Tri-
bunales de la Administración de Justicia.
Recibe en este acto copia el interesado del presente documento.

En................. a.......... de ................... de

(Fdo.)

15.2. RESPONSABILIDAD DERIVADA DE LA EMISIÓN


DE DOCUMENTOS CLÍNICOS

Admitido que los facultativos han de informar documentalmente en


los casos que proceda, tal información no está desprovista de responsa-
bilidad.
Dejando a un lado las cuestiones que se pudieran plantear en el ám-
bito administrativo, hay que poner especial acento en las que una actua-
ción desacertada es capaz de generar judicialmente en especial en la
vía penal y, en su caso, también civilmente.
230 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

FERNÁNDEZ DEL HIERRO 34 distingue tres hipótesis:

a) certificado (o informe) con diagnóstico equivocado;


b) certificado en que se falte a la verdad en cuanto a la apreciación
de los hechos y circunstancias objetivas de la enfermedad, aun
cuando no intencionadamente;
c) falsedad cometida en certificado (de forma consciente).

a) Certificado (o informe) con diagnóstico equivocado: cuando se


haya producido error en el diagnóstico y ello venga recogido en el do-
cumento clínico, no le será exigida responsabilidad al médico siempre y
cuando en la elaboración de tal diagnóstico (que resultó equivocado)
haya obrado de acuerdo con su legis artis, pues habrá que pensar que no
es el fin del médico la extensión del certificado, sino que este surge
como consecuencia de una actuación pretérita, esto es, de la apreciación
de unos síntomas (de carácter subjetivo) y de unos signos; y que de
unos y otros le han servido para establecer su juicio clínico y, hay que in-
sistir en ello, si hubiera observado la diligencia debida. La obligación del
médico, en general, no es de resultados, sino de medios, tanto que el mé-
dico ha de actuar con debida diligencia en correspondencia a los deberes
inherentes al ejercicio de su oficio.
En más de una ocasión, los tribunales tienen declarado que «la me-
dicina no es una ciencia exacta», ya que está sujeta a una constelación de
factores que, en muchas ocasiones, pueden ser de difícil, cuando no im-
posible, estimación.
A título ilustrativo de lo que antecede, considérese la siguiente sen-
tencia: «las actuaciones más trascendentes del médico están representa-
das por el diagnóstico y la terapéutica,..., el enjuiciamiento de tales ac-
tividades presenta ya de plano enormes dificultades dado que la medicina
no es una ciencia exacta... Estas consideraciones llevan a las siguientes
conclusiones: a) corroboración de la sala en su criterio de que en los ca-
sos de culpa, contractual de un médico, e incluso de culpa extracontrac-
tual, las extensiones objetivas de la culpa presunta deben rechazarse
por su incompatibilidad con la esencia del ejercicio de la medicina,
cuya actividad en otro caso se paralizaría» (St. de 2-5-78, Audiencia Te-
rritorial de Valladolid)35.

34
FERNÁNDEZ DEL HIERRO, J. M., Responsabilidad Civil Médico Sanitaria, pp. 81
y 82.
35
Citada por FERNÁNDEZ DEL HIERRO, O.C, pp. 242 y 243. Conviene señalar también
que «un buen número de sentencias se han ocupado de la distinción entre culpa profe-
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURIDICO-PROFESIONAL 231

Las últimas palabras de la anterior resolución judicial denotan pro-


fundidad de juicio, al mismo tiempo que vienen a recordar la necesidad
de que el médico goce de la imprescindible libertad en el desempeño de
su profesión, pues llegado un control fuera de lo propio, podría resultar
no beneficioso para el mismo bien jurídico que se intenta proteger.
No obstante, junto a lo expuesto, tampoco se pueden desconocer
los criterios y tendencias que cada vez abogan más por darle una mayor
proyección a la llamada responsabilidad objetiva. Cierto, por otra parte,
que muchas veces el ejercicio profesional de la medicina se encuentra
sometido a presiones derivadas de niveles crecientes de responsabilidad.
Ha de llevar esto a buscar la deseable eficiencia, dentro de un equilibrio
razonable entre medios diagnósticos y fines propuestos; de lo contrario,
en no pocas veces, el médico se va a sentir agobiado e incómodo, reper-
cutiendo tal ambiente de forma negativa en su trabajo, propiciando su
ofuscación. Y todo esto, aunque responda a una interpretación general,
ha de ser observado dentro del problema del ámbito que ahora se trata,
procurando observar un protocolo mínimo de actuación.
b) Certificado en que se falte a la verdad en cuanto a la aprecia-
ción de los hechos y circunstancias objetivas de la enfermedad, aun
cuando no intencionadamente: el documento clínico es portador de
errores, no ya en cuanto al diagnóstico (situación descrita en el apartado
anterior), sino en cuanto a la «narración de los hechos y circunstancias
de la enfermedad», pero con la importante salvedad de que tal hacer está
desprovisto de intencionalidad, aunque, por otra parte, hay & faltado la
diligencia debida en la determinación de los elementos objetivos del pro-
ceso nosológico que se trate.
En este caso es posible invocar el nacimiento de una responsabilidad
civil, bien por parte del paciente perjudicado o su representante legal, o
bien por cualquier tercero al que de alguna manera alcance el perjuicio.
No se trata de cuestionarse si el error se ha generado por el manejo de
factores y circunstancias de tipo incierto, dudoso o aleatorio que pueden
intervenir en la elaboración del diagnóstico, y que precisamente por
esas circunstancias, por la necesidad de contar, al menos en ocasiones,

sional y culpa del profesional (sobre esta última en especial se destaca la de 21 de junio
de 1994 —RA 2.918—), debiendo concluirse que la segunda, la culpa del profesional,
constituiría una imprudencia de mayor o menor gravedad, la cual, sin embargo, nunca tie-
ne para el T.S. la consideración de impericia o negligencia profesional...». (COBOS GÓMEZ
DE LINARES, M. A., El problema de las lagunas "conscientes" y la jurisprudencia «creati-
va» a través de un ejemplo: la distinción entre la culpa profesional y la culpa del profe-
sional, en: Revista del Derecho del Poder Judicial, pp. 113 y ss., junio 1990. Edita Con-
sejo General del Poder Judicial. Madrid).
232 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

con lo imprevisible, justifica que se tolere el error, no conllevando, por


ello responsabilidad. Se trata, ahora, por el contrario, de error, sí, pero en
la apreciación de hechos y circunstancias «objetivables», por lo que
esta conducta equivocada, aún sin haber mediado intencionalidad, y su
posterior traslado documental, dará lugar a la responsabilidad civil co-
rrespondiente, si se acciona amparándose en el principio general de que
«cada cual responde de sus propios actos» y en conexión con el art.
1.902 del Código Civil.
c) Falsedad cometida en certificado (deforma consciente): se trata
ahora de un error médico, plasmado documentalmente de forma deli-
beradas y consciente; se trata pues de la emisión de un certificado o in-
forme falso, de un caso de falsedad documental, delito tipificado en el
Código Penal (LO 10/1995, de 23 de noviembre, título XVIII —delitos
de falsedades—). Además, la responsabilidad criminal lleva aparejadas
la de índole civil a que hubiera lugar.
Se debe aclarar que el término falsedad es de amplio significado y
que, en general, equivale a «apariencia contraria a la verdad», por lo que
así entendido da entrada, a otro tipo de delitos, como el falso testimonio
o la estafa, pero que no tienen que ver con el mencionado en el título
XVIII.
De la misma forma, se debe tener en consideración que doctrinal-
mente se distingue entre falsificación y falsedad. La falsificación indica
la existencia de un objeto verdadero que se altera por varios procedi-
mientos, suponiendo una intervención material, que atenta contra la fe
pública —al igual que la falsedad— pero que va contra «la genuidad»
(término que indica identidad o correspondencia entre lo aparente y lo
real, de un documento u objeto, y pro otra parte indica integridad mate-
rial de ese signo). La falsificación, entendida como tal, no es cosa que
ahora venga a interesar aquí; sí, en cambio, la falsedad.
Si la falsedad, con carácter general, se corresponde con la alteración
de la realidad de las cosas, indica también una intervención intelectual,
como la afirmación de un hecho o la ejecución de un acto en el que no se
expresa la verdad. Atenta la falsedad, pues, contra la veracidad, signifi-
cando esta última correspondencia entre el documento, objeto o signo
con la realidad que materializa.
Por ello, resumiendo, el error documental recogido en informe o
certificado médico, de una forma consciente y voluntaria, constituye
un delito de falsedad documental, delito contra la veracidad y, reunidos
los requisitos que la norma contempla, es penado por la ley.
El actual Código Penal (CP), en su art. 390, regula con carácter bá-
sico las falsedades documentales, tratando de la falsificación de docu-
DOCUMENTOS CLÍNICOS DE ESPECIAL INTERÉS JURIDICO-PROFESIONAL 233

mentos públicos, oficiales y mercantiles (y de los despachos transmitidos


por servicios de telecomunicación), al decir:

390.1. Será castigado con las penas de prisión ... la autoridad o fun-
cionario público que en el ejercicio de sus funciones cometa falsedad:

1.° Alterando un documento en alguno de sus elementos o requisi-


tos de carácter esencial.
2.° Simulando un documento en todo o en parte, de manera que in-
duzca a error sobre su autenticidad.
3.° Suponiendo en un acto la intervención de personas que no lo
han tenido, atribuyendo a las que han intervenido en él declaraciones o
manifestaciones diferentes a las que se hubieran hecho.
4.° Faltando a la verdad en la narración de los hechos.

Respecto a la falsificación de documentos privados, el art. 395 esta-


blece: «que para perjudicar a otro, cometiere en documento alguna fal-
sedad prevista en los tres primeros números del apartado 1 del art. 390
será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años».
Además de las exigencias objetivas, la presencia de elementos sub-
jetivos, y el conocimiento de los mismos («faltando a la verdad en la na-
rración de los hechos»; «para perjudicar a otro») pueden dificultar la
aplicación de este tipo penal, «siendo imprescindible que de las premisas
de facto de la sentencia de instancia resulte plenamente probado que han
concurrido ambos elementos» (S. de 25-11-64).
Bajo este epígrafe de la falsificación de certificados, el Código Penal
dispone:

Art. 397. El que librare certificado falso será castigado con la


pena de multa de tres a doce meses.

Este artículo tiene mayor amplitud punitiva que el 311 del anterior Có-
digo Penal (que se remitía a librar certificado falso de enfermedad o lesión
con el fin de eximir a una persona de algún servicio público); además, el
artículo actual se refiere a «certificados» sin limitación de contenido.
Cuando el mismo certificado es expedido por facultativo funcionario,
será de aplicación el artículo siguiente (art. 398 del CP), sin necesidad de
remontarse al delito básico tipificado en el art. 390 del CP; tal art. 398
del CP indica que «la autoridad o funcionario público que librare certi-
ficación falsa será castigado con la pena de suspensión de seis meses a
dos años».
234 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Recurriendo al derecho comparado, según cita FERNÁNDEZ DEL HIE-


36
RRO , algunas legislaciones, como el Código Penal francés, castiga de
forma efectiva y directa al que emite un certificado falso, tanto que
«todo médico, cirujano, dentista o comadrona que, en el ejercicio de sus
funciones, y para favorecer a alguien, certifique falsamente o disimule la
existencia de enfermedad o incapacidad o un estado de embarazo, o
proporcione indicaciones falsas sobre el origen de una enfermedad o in-
capacidad o en el caso de fallecimiento» incurrirá en responsabilidad cri-
minal.
En cualquier caso, aun contando con las lagunas de la ley y las difi-
cultades para su aplicación en ciertos casos, la emisión de certificados
médicos y de informes clínicos se ha de hacer, en general, observando el
máximo rigor, obviamente por muchas razones, y, entre ellas, por las
consecuencias que podrían deparar a quien se comporte con ligereza,
pese a las dificultades que se han apuntado, pues llegado el momento se
pueden plantear las responsabilidades correspondientes. Y, en este orden,
especial cuidado merecen lo que algunos llaman «certificados de com-
placencia», pues materializar documentalmente un hecho clínico que
no se ajusta a la realidad es una expresión de mala práctica médica, lo
que puede dar lugar al nacimiento de las acciones pertinentes.

36
FERNÁNDEZ DEL HIERRO, O.C, p. 822.
16
La prueba pericial médica

Más de una vez podrá el médico ser requerido para que emita su opi-
nión en calidad de tal y a efectos probatorios ante la administración de
justicia en relación con el procedimiento que se siga, bien por designa-
ción oficial (directamente por el juez o también por el juez, pero a ins-
tancia de las partes), o bien porque expresamente las partes se lo hacen
saber y solicitan al facultativo.
No es esta misión fácil. Dar un juicio de valor, con auténtico rigor
científico, presenta las dificultades propias del hacer clínico que se dan
sobre la persona sometida a examen, pero que además, en estos casos
concretos, se van a ver acrecentadas por motivos obvios: en un estado
mórbido es posible encontrar signos clínicos (sinónimo de objetividad),
mas también hay que tener en cuenta los síntomas, lo cual supone dar en-
trada a la subjetividad del paciente, pero que, en estos casos, podrá ser
motivo de recelo en más de una ocasión.
Sin embargo, por otra parte, es incuestionable que síntomas y sig-
nos, imbricados los unos con los otros, estableciendo las oportunas re-
laciones, considerándolos con prudencia y ecuanimidad, han de ser ne-
cesariamente tenidos en cuenta si se ha de actuar con el rigor antes
aludido, única manera de penetrar en la realidad del hombre que pade-
ce, que sufre.
Es más, en no pocas ocasiones los elementos objetivos para construir
un juicio diagnóstico podrán ser más bien escasos, de difícil interpreta-
ción, o incluso ausentes. Piénsese, a título de ejemplo, en ciertos proce-
sos psiquiátricos, en especial en aquellos en que para lograr una aproxi-
mación diagnóstica el diálogo médico-enfermo es tan esencial que es el
236 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

único soporte para determinar la enfermedad, donde la precariedad de


conocimientos de la fisioquímica cerebral viene a provocar todavía más
dificultades, tanto que de nada o muy poco van a servir los medios ins-
trumentales de exploración'.
Pero aún utilizando medios instrumentales, cuando sean operativos,
y tratando de ahondar en el verdadero alcance de los resultados que
pueden arrojar en cada caso, cabe distinguir entre lo que es un diagnós-
tico de certeza junto a otros que sólo conllevan mayor o menor seguridad
o incluso que constituyen meras sugerencias clínicas. Este plantea-
miento aparece delimitado con nitidez en el caso del examen electro-
cardiográfico, pudiendo distinguir tres niveles de diagnóstico: «altera-
ciones del ritmo y de la conducción: diagnóstico de seguridad;
crecimientos ventriculares: diagnóstico de probabilidad; noxas propia-
mente dichas: diagnóstico de sugerencia»2.
Verdad, por otra parte, que el ejemplo que se invoca, y haciéndolo
extensible a otras situaciones, y ahora si se quiere al ámbito pericial,
tratándose el electrocardiograma de un medio instrumental de explo-
ración que proporciona datos objetivos, la sugerencia y la probabilidad
podrán alcanzar fiabilidad plena o casi plena si se aunan otros exáme-
nes, pues si aisladamente las pruebas clínicas no consiguen la sufi-
ciencia deseable, su conjunto podrá alcanzar un alto porcentaje de ve-
racidad. Y esto, además, hay que tomarlo en consideración en un orden
pragmático, indispensable, por otra parte, para que las diversas rela-
ciones humanas se vean conciliadas, y, entre ellas, cómo no, las jurí-
dicas. Por su lado, el médico cuando realice las veces de perito, y el
clínico en general, ha de buscar siempre el esclarecimiento de los he-
chos, tanto que la sugerencia o probabilidad sólo han de constituir fases
intermedias que han de servir para llenar esa pretensión de alcanzar el
diagnóstico certero*.
1
Sobre las «particularidades de la pericia psiquiátrica», de gran interés son las notas
del doctor ROPERT, La preube en psychiatrie, París, 1983, tomadas por BARROT, O.C, p.
178; insistiendo en una visión global del paciente: «la necesidad de comprender la per-
sonalidad y la psicología del enfermo a través de la historia entera de su vida.., siendo in-
dispensable recoger los datos anamenésicos completos,... siendo conveniente establecer
un curriculum vitae tan cuidadoso y detallado como completo ...».
2
ALCOCER DÍAZ-BARREIRO, L., GONZÁLEZ CAAMAÑO, A., El electrocardiograma, p.
2. Nueva Editorial Interamericana, S.A., Méjico, 1980.
* Respecto a los antecedentes históricos de la pericia, ya viene regulada en las Siete
Partidas, y así, entre otros aspectos señala «...E otrosí, si fuese pleyto, en razón de algu-
na muger, que dizen, que es corrompida; o de muher que dezian, que fincaua preñadade su
marido, ...». Posteriormente contenida en la Ley I de la Novísima Recopilación. El pro-
yecto de Código Civil de 1821 no contempla regulación alguna de la prueba pericial.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 237

16.1. CONCEPTO DE PRUEBA: LA PRUEBA PERICIAL


(DICTAMEN DE PERITOS)

Prueba es la «demostración de la verdad de una afirmación, de la


existencia de una cosa o de la realidad de un hecho»3. En general, cuan-
do se invoca el término prueba, no se refiere tan sólo a la esfera jurídica,
pues es evidente que son muchos los campos de la actividad humana en
que se puede proyectar, entre otros, en el propio ejercicio médico, y así
se habla de «pruebas médicas» (lo que es extensible a los exámenes
instrumentales, complementarios, etc.). En el terreno médico, la perita-
ción se aplicará en el reconocimiento y estudio de cosas y personas (vi-
vas o muertas).
La trascendencia de la prueba en el terreno del derecho es enorme,
puesto que la aplicación de las normas jurídicas ha de partir, cuando se
somete a juicio un caso, de unas premisas, de unas situaciones de hecho,
entre otras, que el legislador previamente ha establecido como requisitos
para la producción de unos efectos. Cuando los hechos no vienen en el
proceso como aceptados habrá que probarlos, en especial frente a aque-
llas partes a quienes pudieran perjudicar. O probare o soccombere. Tan-
to es así que la prueba se convierte en una actividad esencial en el pro-
ceso. Sin embargo, a pesar de la importancia señalada, algunos autores
han estimado que existe una insuficiente preocupación por las situacio-
nes de hecho. Así, MUÑOZ SABATÉ4 hace la siguiente reflexión: «hasta el
presente la ciencia del derecho ha dedicado preferentemente su atención
a los conceptos, olvidándose muy a menudo de los hechos, cuyo estudio
sigue relegado a un segundo término». El autor que se cita trae a cola-
ción las opiniones de destacadas figuras de la doctrina jurídica, como
SENTÍS MELERO, cuando dice: «necesitamos jueces factistas más que ju-
ristas»; o CARNELLUTTI, al apuntar: «una curiosidad de la ciencia del de-

El proyecto de Código Civil de 1836 si incluye el medio probatorio (arts. 2146 y 2158 a
2163). Contrariamiente el Proyecto de Código de 1851 omite cualquier referencia. La Ley
de Enjuiciamiento Civil de 1855 se refería a la prueba pericial en su art. 303, comprensi-
vo de trece reglas que recibían el nombre de «juicio de peritos»; tal denominación se cam-
bia en la LEC de 1881 por la de dictamen de peritos. El Código Civil de 1889 únicamente
se refiere al medio probatorio en los arts. 1215 y 1242. La regulación de la pericia queda
modificada por la LEC 1/2000. Los arts. 1215 y 1242 del Código Civil son derogados por
la disposición derogatoria 2.a 1.". Su nuevo marco legislativo se haya previsto en la nue-
va LEC (LEC 2000) en los arts. 335 a 348 (Ref. LORENZO DE MEMBIELA, J. B., La Ley, n.°
5299, 02,05,01, Madrid).
3
GÓMEZ DE LIAÑO, F., Diccionario Jurídico, Salamanca, 1980.
4
MUÑOZ SABATÉ, L., Técnica Probatoria, pp. 17, 18 y 19, bajo el epígrafe «El des
precio de los hechos». Editorial Praxis, S.A., Barcelona, 1983.
238 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

recho es la de que todos los juristas hablan continuamente del hecho ju-
rídico, pero ni uno sólo se preocupa de explicar al lado del adjetivo ju-
rídico el sustantivo hecho que lo sostiene. El hecho en sí mismo es una
especie de isla misteriosa en el reino del derecho». Y sigue diciendo MU-
ÑOZ SABATÉ: hay que hacer un esfuerzo para superar ese sentimiento de
vulgaridad del hecho a la vez que «la LEC aporta suficientes mecanis-
mos para poder ser utilizada según las actuales necesidades, si bien para
ello hay que hacerlo con la suficiente valentía».
El objeto de la prueba lo constituyen «esencialmente los hechos de
que nacen sus efectos; pueden ser objeto de prueba las reglas o máxi-
mas de experiencia, es decir: los principios de experiencia en general,
como las de una ciencia, arte o especialidad determinada»5. La prueba
pericial, matiza GÓMEZ DE LIAÑO 6 «no es un instrumento probatorio
que verifique hechos, sino que sirve para explicar al juez los hechos
que conocemos; son ese cristal de aumento a que se refería EISNER, a
través del cual el juzgador ve algo que no ve por sus propios ojos, y de
ahí que sea vital para su operancia la confianza que pueda proporcionar
el perito».
Cabe distinguir entre prueba y demostración; así CLIMENT DU-
7
RANT , aludiendo a MANS PUIGARNAU, apunta: «se prueban los he-
chos y se demuestran las tesis»; más adelante dice: «la prueba tiene
por objeto comprobar la verdad o falsedad de una proposición con-
creta o fáctica, y la demostración tiene por objeto determinar la va-
lidez o no validez de una proposición abstracta o general, también
llamada tesis, que, a su vez, puede ser teórica (teorema) o práctica
(problema).
Según el Tribunal Supremo, «para el resarcimiento de los daños es
necesaria la prueba de ellos de forma categórica, sin que sean suficientes
meras hipótesis o probabilidades. Los perjuicios reales y efectivos han de
ser acreditados con precisión, de modo que sólo debe ser resarcido el
perjuicio con el equivalente del mismo, para lo que es imprescindible
concretar su entidad real» (S. T.S. de 29-9-86)8.

5
TOMÁS TÍO, J. M, VIVES ROMANI, A., HOYOS VIEJOBUENO, J., y NOGUEIRA DE LA
LUNA, L., en: La función pericial de los arquitectos al Servicio de la Administración de
Justicia, p. 24. Editado por el Consejo General del Poder Judicial, número especial VII,
Madrid, 1989.
6
GÓMEZ DE LIAÑO, F., Abogacía y Proceso, p. 150. Oviedo, 1989.
7
CLIMENT DURANT, C, en La prueba Penal, pp. 58, 59 y 60, editado por Tirant lo
Blanch, Valencia, 1999, citando a MANS PUIGARNAU, J. M. (Lógica para juristas, p.
194, Editorial Bosch, Barcelona, 1987).
8
Según cita de LLAMAS POMBO, O.C, p. 231.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 239

En las acciones civiles, a diferencia de lo que ocurre en el campo pe-


nal, no se impone una investigación de oficio, siendo las partes las que
necesariamente se han de ocupar de este trámite, si en realidad quieren
hacer valer su pretensión, rigiendo el principio de justicia rogada: los tri-
bunales civiles decidirán los asuntos en virtud de las aportaciones de he-
chos, pruebas y pretensiones de las partes, excepto cuando la ley dis-
ponga otra cosa en casos especiales (art. 216 de la LEC). No obstante se
ha insistido en la necesidad de una mayor iniciativa probatoria por parte
de los jueces civiles, en lo que insisten los partidarios de una doctrina
procesal moderna9.
La palabra prueba puede revestir en el dominio procesal un triple
sentido:
a) la misma actividad de probar;
b) el medio concreto de la prueba;
c) el éxito alcanzado con el medio que se utilizó.
Procesalmente hay un momento que se llama fase de prueba, cuya fi-
nalidad es provocar en el juez el convencimiento respecto a determina-
dos hechos, siendo tal el objeto de la prueba en su orientación más clá-
sica y tradicional, esto es: «la prueba de hechos»10. Los hechos notorios
no necesitan prueba: «no será necesario probar los hechos que gocen de
notoriedad absoluta y general» (art. 281.4 de la LEC).
Carga de la prueba: sin duda, tener que probar ocasiona molestias y
trastornos de todo tipo. Por eso se llama carga de la prueba a la obliga-
ción de probar lo que se alega, que, en general, corresponde a la parte
que afirma, en virtud del principio actori incumbit onus probandi, si bien
en determinados casos, como en la actualización de los riesgos profe-
sionales, se actúa bajo el principio de «inversión de la carga de la prue-
ba». De cualquier modo, la cuestión de la carga de la prueba no se pue-
9
DEVIS, La iniciativa probatoria del juez civil en el proceso contemporáneo, Rev.
Iber. Der. Proc, núm. 638 y ss., cita de FONT SERRA, en la Prueba de peritos en el pro-
ceso civil español, pp. VII y VIII de la introducción. Editorial Hispano Europea, Barce-
lona, 1975. Véase también CLIMENT DURANT, C, en La prueba penal, o.c, pp. 1189 y ss.,
«La unificación de los procesos civil y penal».
10
FONT SERRA, O.C, p. VIII. No obstante, quizá convenga entrar en matizaciones, en
tanto que, según MANS PUIGARNAU, «lógicamente no puede hablarse de la prueba directa de
hechos, pues ello supondría abrir una vía de agua por la que penetraría la realidad fáctica en
la cámara del puro pensamiento formal»; y añade: «los hechos o fenómenos, que en cuan-
to tales no pueden ser directamente objeto de la lógica, al ser importados al campo de la ló-
gica, se revisten del ropaje de «proposiciones fácticas», las cuales ya pueden ser objeto de
argumento», según nota de CLIMENT DURANT, C, en: La prueba penal, o.c, p. 58, citando
a MANS PUIGARNAU, J. M. (Lógica para juristas, p. 194. Editorial Bosch, Barcelona, 1987).
240 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

de resolver en términos generales, y así ya lo indicó la sentencia de la


Sala Primera del Tribunal Supremo, de 30 de noviembre de 1982 (tal
como cita GÓMEZ DE LIAÑO), al entender que «las reglas de la carga de la
prueba no son absolutas, porque hay que ponerlas en conexión con los
supuestos concretos de cada caso y sobre todo por la facultad que asiste
al juzgador en orden al examen y a la valoración de las pruebas practi-
cadas a instancia de cada parte, y la mayor o menor dificultad para su re-
alización». Y al efecto será conveniente tener en cuenta en algunos casos
que en ocasiones el actor se verá obligado a acudir al recurso de las
presunciones de hecho, por carecer de medios materiales o por la propia
naturaleza del hecho o acto, aún cuando en general la doctrina, reacia a
aceptar abiertamente su aplicación (CABANILLAS MÚGICA, YZQUIERDO),
exige la prueba de un indicio suficiente (en este sentido ATAZ LÓPEZ); a
favor de su aplicación, DÍAZ REGAÑÓN y CARRASCO PEREDA. Según al-
gunos autores (PANTALEÓN), puede incluso ser admisible la inversión de
la carga de la probatoria en aras de garantizar la igualdad de armas en el
proceso, por la naturaleza opaca de la actividad llevada a cabo que difi-
culta, si no imposibilita, que el perjudicado o paciente pueda conocer y
demostrar la relación entre el acto y el daño» ".
La LEC, en su nueva redacción, art. 217.2, dispone que «corres-
ponde al actor y al demandado reconvienente la carga de probar la cer-
teza de los hechos de los que ordinariamente se desprenda, según las nor-
mas jurídicas a ellos aplicables, el efecto jurídico correspondiente a las
pretensiones de la demanda y de la reconvención»; el apartado 3 del mis-
mo artículo atribuye la carga de probar al demandado, en general, para
hechos impeditivos, o para los que extingan o enerven la eficacia jurídi-
ca de lo alegado como cierto por parte contraria.
En cualquier caso, en el apartado 6, del referido art. 217, se estable-
ce que «para la aplicación de lo dispuesto en los apartados anteriores de
este artículo el tribunal deberá tener presente la disponibilidad y facilidad
probatoria que corresponda a cada una de las partes del litigio», lo que
parece que deja fuera una interpretación literal del principio general
que obliga a probar a quien afirma, no a quien niega.
Clasificación de la prueba: la prueba se ha clasificado aludiendo a
diferentes criterios: plena, semiplena o principio de prueba; directa, in-
directa 12; pero interesa ahora en especial distinguir entre: a) prueba do-

11
VILALT, E., y MÉNDEZ, R., Responsabilidad Médica, pp. 13 y 14. Editorial Bosch,
S.A., 1999. Barcelona.
12
Véase PRIETO CASTRO, L., Derecho Procesal Civil, vol. 1.", pp. 113 y ss. Editorial
Tecnos, S.A., Madrid.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 241

cumental; y b) prueba personal, la cual, a su vez engloba la prueba de


peritos (entendiendo como tal, a su vez, persona física o bien jurídica,
art. 340.2 de la LEC). En conexión con ello, el art. 299 de la Ley de En-
juiciamiento Civil (LEC) establece que los medios de prueba de que po-
drá hacer uso enjuicio son: interrogatorio de las partes; documentos pú-
blicos; documentos privados; dictamen de peritos; reconocimiento
judicial; interrogatorio de testigos. También se admitirán los medios de
reproducción de la palabra, el sonido, la imagen, así como los instru-
mentos que permitan archivar y conocer y reproducir las palabras, datos,
cifras y operaciones matemáticas llevadas a cabo con fines contables o
de otra clase, relevantes en el proceso. Igualmente, (art. 299.3 de la
LEC) «cuando por cualquier otro medio de prueba no expresamente
previsto en los apartados anteriores de este artículo pudiera obtenerse
certeza sobre hechos relevantes, el tribunal, a instancia de parte, lo ad-
mitirá como prueba, adoptando las medidas que en cada caso resulten
necesarias». Se observa que la LEC, acertadamente, no enumera las
presunciones como medio de prueba, pues «las presunciones no son un
medio de prueba, sino un método de prueba»13.
La prueba pericial es una prueba personal, que GÓMEZ ORBANEJA 14,
entre otros, ha definido como «aquella que se realiza para aportar al
proceso las máximas de experiencia que el juez no posee o puede no po-
seer y para facilitar la percepción y la apreciación de los hechos concre-
tos objeto del debate. De esta forma, la actividad del perito, indica CLI-
15
MENT DURANT puede tener por objeto alguno de los siguientes:

«a) o bien consiste en la abstracta exposición de alguna de las re-


glas del particular conocimiento especializado del perito, expresando
—en cita de STEIN— la premisa mayor en forma abstracta, sin relacio-
narla con el caso presente;
»b) o bien comprende la labor previa de percibir los hechos u ob-
jetos sobre los que recae la pericia y se extiende a la emisión de las con-
clusiones correspondientes, tras la aplicación de las correspondientes re-
glas técnicas a esos mismos hechos u objetos, siendo esto lo que suele
ocurrir en la mayoría de las ocasiones. La actividad del perito —advierte
STEIN— se anticipa a la subsunción del juez, de modo que el dictamen
pericial aparece en forma de conclusión acabada.»
13
FONT SERRA, E., El dictamen de peritos y el reconocimiento judicial en el proceso
civil, p. 16. La Ley-actualidad, S.A., Madrid, 2000.
14
GÓMEZ ORBANEJA, E., Derecho Procesal Penal, p. 354, Madrid, 1975.
15
CLIMENT DURANT, C, Sobre el valor de la prueba pericial, en Revista General de
Derecho, núm. 547, p. 2135, Madrid, 1990.
242 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Otras definiciones de prueba pericial son16:

«Un medio de prueba personal, que viene ofrecidas no por una de


las partes, sino por un tercero ajeno al proceso que ha tenido acceso a
la realidad de los hechos no de un modo extraprocesal sino procesal, en
virtud de un encargo procesal que recibe al efecto» (GUASP).
«Un medio de prueba personal que se integra por dos elementos:

a) la declaración de una persona con fines probatorios, esto es:


de convencer al juez de la existencia o inexistencia de un dato procesal
fáctico;
b) esa persona es un tercero: el perito que interviene cuando, para
conocer o apreciar los hechos, es necesario o conveniente disponer de
unos conocimientos científicos, artísticos o prácticos» (Ríos SALME-
RÓN).

«La información que proporcionan personas con conocimientos cien-


tíficos, artísticos o prácticos sobre principios de su ciencia, arte o prác-
tica, en relación con hechos o circunstancias fácticas de influencia en el
proceso...» (DE LA OLIVA).
«Un medio de concreto de prueba —art. 299.1-4.° de la LEC— en
virtud del cual una persona con conocimientos especializados (científi-
cos, artísticos, técnicos o prácticos), que el juez no tiene, pero ajena al
proceso, los aporta para que el mismo órgano jurisdiccional pueda valo-
rar mejor los hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir
certeza sobre ellos» (GÓMEZ COLOMER).

Utilidad, pertinencia y licitud de la prueba: la prueba pericial sólo se


ha de emplear en los casos en que, por la cuestión debatida, sea perti-
nente, además lícita y útil, siendo éstos los criterios que el art. 283 de la
LEC estima para dar entrada a la actividad probatoria, así:

16
Recogidas por LORENZO DE MENBIELA, J. B., La nueva prueba de peritos en la Ley de
Procedimiento Laboral, pp. 15 y 16, Dijusa Editorial, Madrid, 2000, citando a los si-
guientes autores y obras: GUASP DELGADO, Derecho Procesal Civil, 1.1. (actualizado por
ARAGONESES ALONSO), Civitas, Madrid, 1998, p. 353; Ríos SALMERÓN, Pruebas de
confesión, testimonio y pericia. Otros medios. Cuadernos de Derecho Judicial, Consejo
General del Poder Judicial, 1997, 23, s.p.; DE LA OLIVA SANTOS, Derecho Procesal Civil,
t. II, 4.a edición (con FERNÁNDEZ DELGADO), Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid,
1996, p. 376; GÓMEZ COLOMER, El nuevo proceso civil (Ley 1/2000), (con MONTERO
AROCA, MONTÓN REDONDO, BARONA VILAR), Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, p. 318.
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 243

Art. 283.1. Criterio de la pertinencia: no debe admitirse ninguna


prueba que, por no guardar relación con lo que sea objeto del proceso,
haya de considerarse impertinente.
Art. 282.2. Criterio de la utilidad: tampoco deben admitirse, por
inútiles, aquellas pruebas que según las reglas y criterios razonables y se-
guros, en ningún caso puedan contribuir al esclarecimiento de los hechos.
Art. 283.3. Licitud: nunca se admitirá como prueba cualquier ac-
tividad prohibida por la ley.
Fase de recibimiento a prueba: el art. 335 de la LEC, al referirse al ob-
jeto y finalidad del dictamen de peritos17, en su apartado 1, indica: «cuando
sean necesarios conocimientos científicos, artísticos o prácticos para valorar
hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir certeza sobre
ellos, las partes podrán aportar al proceso el dictamen de peritos que
posean conocimientos correspondientes o solicitar, en los casos previstos
por la Ley, que se emita dictamen por perito designado por el Tribunal».
Hay, pues, en la dinámica del proceso, un momento que se llama
fase de recibimiento a prueba, durante la cual se proponen y admiten las
pruebas de las que se han de valer en su momento las partes conten-
dientes en la litis. Pero, según lo estudiado anteriormente, el recibi-
miento a prueba debe limitarse a los casos concretos en que sea oportu-
no este trámite procesal, habiendo de quedar descartado en aquellos
casos en que de forma manifiesta denote un carácter superfluo: «las
pruebas han de referirse a los hechos alegados por las partes respecto a
los cuales no haya mediado conformidad, han de ser influyentes en la de-
cisión y han de proponerse de manera concreta y clara para que los Tri-
bunales puedan juzgar su utilidad» (S. T.S. de 26-12-1910).
CLIMENT DURANT I8 ha distinguido dos grandes grupos relacionados
con la actividad pericial, según el momento en que se practique:
a) pericia extraprocesal: practicadas particularmente antes del na-
cimiento del proceso. No es una verdadera prueba pericial al no
sujetarse a las normas procedimentales que regulan la verdadera
prueba pericial; incluso se entiende como tal la practicada en un
proceso distinto y que posteriormente se incorpora a otro proceso
a instancia de alguna de las partes contendientes en éste;
17
Observa FONT SERRA que en la nueva LEC (2000) «no acostumbran a aparecer las
expresiones prueba pericial, prueba de peritos o prueba por peritos, sino las de dictamen
de peritos, dictámenes elaborados por peritos, dictamen pericial, informe pericial, etc.,
FONT SERRA, E., El dictamen de peritos y el reconocimiento judicial en el proceso civil,
p. 28. La Ley-actualidad, S.A., Madrid, 2000.
18
CLIMENT DURANT, C, Sobre el valor de la prueba pericial, en: Revista General de
Derecho, o.c, 1990, pp. 2141 y ss.
244 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

b) pericia procesal, que a su vez se subdivide en:


b-1) sumarial: en el ámbito penal, practicada durante la fase de
instrucción, por decisión del juez instructor: en principio
no tiene el carácter de verdadera prueba pericial —VIADAS
LÓPEZ-PUIGCERVER— porque no se produce con la necesaria
bilateralidad —es ordenada de oficio por el juez—19;
b-2) pericial propiamente dicha o prueba pericial: practicada a
instancia de parte en el seno del proceso civil, administrati-
vo o social, o bien durante la fase de juicio oral dentro del
proceso penal.
FONT SERRA20 consideró distintos supuestos en la prueba pericial, y,
entre otros, los siguientes:
1) Supuestos de la prueba de peritos (implican diferencias acci-
dentales de procedimiento):
a) supuesto ordinario (o prueba pericial regulada con carácter
general);
— peritos individuales;
b) supuestos especiales;
— intérprete;
— colegiado.
2) Según la pericia tenga lugar en el juicio o fuera de él:
— pericia judicial;
— pericia extrajudicial *.
* «La practicada fuera del proceso, a veces con ocasión de un proceso distinto,
en interés e instancia de utilizarla con fines probatorios en el proceso.»
3) Según que el ordenamiento imponga o no la prueba pericial:
a) prueba pericial obligatoria;
19
Esta falta de bilateralidad —sigue diciendo CLIMENT DURANT— remitiéndose a
VIADA LÓPEZ-PUIGCERVER— «puede llevar a la consecuencia de considerar las pericias su-
mariales como meros actos de investigación judicial», no obstante, aclara que «aún cuan-
do la pericial sumarial no tiene por sí sola la condición de verdadera prueba, puede al-
canzar ulteriormente tal condición si le es debidamente incorporado el elemento de
bilateralidad. Con lo que puede decirse que la pericia sumarial tiene en su seno el germen
o principio de prueba a desarrollar convenientemente durante el juicio oral —aplicando el
principio de bilateralidad—». Es precisamente este principio el que permite dar audiencia
a la parte contraria, dándole la oportunidad de formular contradicción.
20
FONT SERRA, O.C, p. 21, 1974, La prueba de peritos.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 245

b) prueba pericial potestativa *.


* En general la pericial es siempre discrecional en el proceso civil, siendo
obligatoria en los casos en los que hay que recurrir a intérprete.
4) Según la libertad de apreciación del juez:
a) prueba vinculante;
b) prueba pericial de apreciación libre *.
* El principio general en el ordenamiento español es el de la libre apreciación
de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica.
En otro orden, los autores franceses BROUSSEAU y ROUSSEAU 21 refi-
riéndose a la práctica de la pericia médica en su país, resumen en el si-
guiente cuadro las diferentes modalidades de la misma, tal como a con-
tinuación se indica:

B ROUSSEAU y R OUSSEAU , O . C , p. 19.


246 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

16.2. CONCEPTO DE PERITO

Conceptualmente, se entiende perito «la persona que posee conoci-


mientos científicos, artísticos o prácticos y que, a través de la denomi-
nada prueba pericial ilustra a los tribunales con los conocimientos pro-
pios, para la existencia de mayores elementos de juicio, informando
bajo juramento»22. GUASP dice que perito es «aquella persona que, sin
ser parte, emite, con finalidad de provocar convicción judicial en su
determinado sentido, declaraciones que habían adquirido ya, en el mo-
mento de su captación, índole procesal.
Ilustrando lo anterior, GÓMEZ ORBANEJA y HERCE QUEMADA 23 se-
ñalan: «la declaración del perito, peritaje, es el medio de prueba consis-
tente en la declaración de conocimientos que emite una persona que no
es parte en el proceso, tercero, acerca de los hechos conocidos dentro del
proceso, y con finalidad probatoria, siendo para ello necesario determi-
nados conocimientos científicos o prácticos.
Del perito se ha dicho que es «un auxiliar del juez» o «colaborador
de los tribunales»; no obstante, esta teoría en opinión de algunos trata-
distas, como SILVA MELERO24, «no parece muy fecunda ni precisa y so-
bre todo carece de efectos prácticos, si se piensa que el juez es libre en la
valoración de la prueba, pues de otro modo el dictamen pericial sería ya
una sentencia»; en orden a estos razonamientos, el autor citado añade:
«se ha distinguido entre perito auxiliar de la parte y perito auxiliar del
juez, suscitándose la cuestión de si el perito lo es en sentido técnico pro-
cesal, con la consecuencia de distinguir dos clases de pericia: una, de la
parte, y, otra, judicial, llegándose a decir que el elegido por la parte es
más bien un abogado técnico».
Otras definiciones de perito son25:

«el perito es la persona que posee conocimientos especializados so-


bre alguna materia y al cual se acude en busca de dictamen cuando para
apreciar o conocer los hechos o alguno de influencia en el pleito sean ne-
cesarios o convenientes sus conocimientos científicos, artísticos o prác-
ticos» (PRIETO CASTRO);

22
GÓMEZ DE LlAÑO, F., O.C.
23
Lecciones de Derecho Procesal.
24
SILVA MELERO, V., La prueba procesal, tomo I, Teoría General. Edita Revista del
Derecho, Madrid, 1973.
25
Recogidas por LORENZO DE MENBIELA, J. B., La nueva prueba de peritos en la Ley
de Procedimiento Laboral, pp. 16 y 17. Dijusa Editorial, Madrid, 2000.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 247

«el perito es una persona que posee unos conocimientos especiali-


zados, que son necesarios para la resolución del caso planteado en el
pleito, y que es llamada al proceso para que aporte al mismo tales cono-
cimientos técnicos, científicos, artísticos o prácticos, en definitiva, má-
ximas de experiencia que escapan de la cultura común de las gentes»
(MARTÍNEZ GARCÍA);
«son peritos aquellas personas que con conocimientos especializados
(científicos, artísticos o prácticos), llamados al proceso para aportar má-
ximas de experiencia que el juez no posee o puede no poseer y para fa-
cilitar la percepción y la apreciación de los hechos concretos objeto de
debate» (GÓMEZ ORBANEJA);
«perito es una persona ajena al proceso, que posee unos conoci-
mientos técnicos especializados, tenga título profesional o no, y que los
vierte en el mismo tras haberlos aplicado para estudiar los hechos u
otros elementos objeto de la prueba» (GÓMEZ COLOMER); de aquí, el
autor extrae las siguientes notas:

a) el perito puede ser una persona bien física, bien jurídica (art.
340.2 de la LEC);
b) el perito no ha presenciado los hecho o no es traído al proceso por
esta circunstancia, sino que es buscado por poseer conocimientos
técnicos especializados, no importando la forma en la que ha
conseguido esos conocimientos, rechazándose la posesión de tí-
tulo oficial como requisito condicionante de la práctica de la
prueba (art. 340.1 de la LEC).

Del perito FONT SERRA26 indica:

«el perito es la persona entendida, el individuo competente o idóneo


por poseer unos determinados conocimientos, aptitudes y habilidades;
«la profesión u oficio viene a ser, habitualmente, determinante de la
pericia, de modo que se acostumbra a caracterizar al perito por su rela-
ción con alguna profesión u oficio. Sin embargo, es difícil confeccionar
un catálogo de personas expertas o peritas, en razón a los conocimientos
profesionales que se les suponen, dada que cada día son más las espe-
cializaciones en el ámbito profesional. Por ello, de un modo general, se
acostumbra a afirmar que los conocimientos de una persona perita o
experta pueden versar:

26
FONT SERRA, E., El dictamen de peritos y el reconocimiento judicial en el proceso
civil, p. 25 y 26. La Ley-actualidad, S.A., Madrid, 2000.
248 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

»1.º Sobre las ciencias: conjunto de conocimientos ciertos de las


cosas por sus principios y causas. El concepto de ciencia es muy amplio,
ya que incluye desde las ciencias exactas, fisicoquímicas y naturales,
hasta las llamadas ciencias humanas o sociales, como la psicología, an-
tropología, sociología, filosofía, etc.
»2.° Sobre el arte: saberes sobre los medios que tienen por objeto
expresar belleza.
»3.° Sobre la técnica y la práctica: conocimientos que llevan con-
sigo la habilidad para usar los procedimientos o recursos de los que se
sirve la ciencia o el arte. Cuando para llegar al conocimiento de la habi-
lidad ha sido necesario el estudio de procedimientos o recursos de que se
sirve la ciencia o el arte a tales conocimientos se le denomina técnicos;
en cambio cuando estos conocimientos son fruto de una simple repeti-
ción de actos, que no han precisado de estudios especiales, son estricta-
mente prácticos».

Los peritos pueden ser titulados o no titulados. En este orden la


LEC en su art. 340 remitiéndose a las condiciones de los peritos, dice:
art. 340.1: «los peritos deberán poseer título oficial que corresponda a la
materia objeto de su dictamen y a la naturaleza de éste. Si se trata de ma-
terias que no estén comprendidas en títulos profesionales oficiales, ha-
brán de ser nombrados entre personas entendidas en aquellas materias».
De forma semejante el art. 457 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
(LECr) distingue entre peritos titulares y no titulares; son peritos titula-
res los que tienen título oficial de una ciencia o arte cuyo ejercicio está
reglamentado por la Administración; son peritos no titulares los que, ca-
reciendo de título oficial, tienen sin embargo, conocimientos o práctica
especiales en alguna ciencia o arte.
El perito, en su actuación, lo que aporta son máximas de experiencia,
que en general el juez no posee, de otra forma explicable dada la limita-
ción del conocimiento de todo ser humano, y más si de conocimientos
técnicos, científicos, etc., se trata. Y aún en el caso que el juzgador pu-
diera tener esos conocimientos específicos, puede ser conveniente traer a
juicio la opinión de quienes sean prácticos en los mismos, con indepen-
dencia de la libertad de apreciación de aquél.
Anota FONT SERRA 27, al referirse a la actividad de los peritos —la pe-
ricial— que «se busca siempre resultados, desechándose, por lo general,
las vertientes teóricas. Lo que importa son los resultados prácticos. Es
27
FONT SERRA, E., El dictamen de peritos y el reconocimiento judicial en el proceso
civil, p. 27. La Ley-actualidad, S.A., Madrid, 2000.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 249

más, a una pericia de naturaleza teórica se le acostumbra a valorar siem-


pre que pueda ser aplicada a la realidad. En este sentido incluso, se pue-
de afirmar que la pericia es una actividad fundamentalmente práctica».
Además de los peritos individuales, el art. 340.2 de la LEC contempla
la posibilidad, con fines periciales, de la actuación colegiada o cor-
porativa (academia, colegio profesional o corporación que corresponda),
al establecer el referido artículo que «podrá asimismo solicitarse dicta-
men de academias e instituciones culturales y científicas que se ocupen
de las materias correspondientes al objeto de la pericia. También podrán
emitir dictamen sobre cuestiones específicas las personas jurídicas le-
galmente habilitadas para ello». No obstante, tal actuación colegiada, ad-
mitida «para la generalidad de la doctrina española., como auténtica
prueba pericial»28, según la LEC, es entendida por GUASP29 como prueba
documental, pues aduce que lo que obra aquí como prueba no es el
perito, «sino el informe que de él se obtiene».

16.3. LA PRUEBA DE INFORME


Y EL PERITAJE EXTRAJUDICIAL

Conviene traer a colación la denominada prueba de informe que


ALMAGRO 30 definiría en su momento como «aquel medio probatorio de
imprecisa naturaleza jurídica, que consiste fundamentalmente en la apor-
tación por escrito al proceso, previa petición de las partes en el período
ordinario de la proposición de prueba, de un juicio formulado por fun-
cionario o representante de una oficina pública o de una institución pri-
vada, respectivamente, en relación con determinados datos obrantes en
los archivos de la referida persona jurídica sobre determinadas cuestiones
de hecho, que son objeto de prueba en el pleito y que se emiten en virtud
de mandamiento judicial a aquella dirigido».
FONT SERRA (1974) entendió que se trataba de un medio de prueba
semejante a la peritación, y «someten, al igual que el dictamen pericial,
a contradicción de las partes, que pueden solicitar aclaraciones y for-
mular objeciones»31.
Tal prueba de informes puede además ponerse en relación con la pe-
ricial académica que se recoge en el art. 340.2 y 340.3 de la LEC: «Po-
28
FONT SERRA, O.C, p. 22 (1974, La prueba de peritos), remitiéndose a PRIETO-CAS-
TRO, GÓMEZ ORBANEJA y HERCE, SILVA MELERO, ALMAGRO.
29
Según indica FONT SERRA, O.C. (1974), p. 22.
30
Según cita de FONT SERRA, O.C. (1974), p. 121.
31
FONT SERRA, O.C, p. 22 (1974) La prueba de peritos.
250 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

drán asimismo solicitarse dictámenes de academias e instituciones cul-


turales y científicas que se ocupen del estudio de las materias corres-
pondientes al objeto de la pericia. También podrán emitir dictamen sobre
cuestiones específicas las personas jurídicas legalmente habilitadas para
ello» (340.2); «en los casos del apartado anterior, la institución a la que se
encargue el dictamen expresará en la mayor brevedad qué persona o
personas se encargarán directamente de prepararlo, a las que se exigirá el
juramento o promesa previsto en el apartado segundo del art. 335».
La redacción de este último difiere del antiguo art. 661 de la LEC de
1881, pues ya no se exige el carácter oficial a esas instituciones, sino
que es suficiente con que las mismas estén versadas («se ocupen del es-
tudio») en la materia objeto de la pericia.
Interesa ahora también referirse a los llamados informes periciales
extrajudiciales, cuya elaboración fue anterior a la fase judicial de prueba,
y dado que su materialización tiene carácter extraprocesal, han sido
fuente de discusión doctrinal, en tanto que sí habían de responder por su
carácter meramente documental, o, por el contrario, podrían alcanzar na-
turaleza pericial. El autor antes citado estima que «la nueva LEC otorga
naturaleza de prueba pericial a los llamados dictámenes periciales ex-
trajudiciales, obtenidos fuera del proceso, facultando a las partes para
que los aporten con sus escritos de alegaciones e, incluso, permitiéndo-
les aportarlos posteriormente —aunque siempre con anterioridad al jui-
cio o vista— cuando la necesidad de aportarlos surja de actuaciones
procesales posteriores»32.
El art. 336 de la LEC, en su apartado 1, determina que: los dictámenes
de que los litigantes dispongan, elaborados por peritos por ellos designa-
dos..., habrán de aportarlos con la demanda o con la contestación..., sin
perjuicio de lo dispuesto en el art. 337 (aportación posterior de dictáme-
nes, cuando ello no se pueda hacer con la demanda o con la contestación).
«Podrán, asimismo, acompañarse al dictamen los documentos que se es-
timen adecuados para su más acertada valoración» (art. 336.2).

16.4. REQUISITOS, DEBERES, DERECHOS


E INCOMPATIBILIDADES

El ejercicio de la función pericial ha de someterse a unas exigencias


personales que, brevemente, ahora se refieren:

32
FONT SERRA, E., El dictamen de peritos y el reconocimiento judicial en el proceso
civil, p. 122. La Ley-actualidad, S.A., Madrid, 2000.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 251

16.4.1. Requisitos de los peritos

Los que hayan de actuar en calidad de peritos, además de ser desea-


ble que sean acreedores de una reconocida solvencia profesional, ética y
moral, han de estar en posesión del título en la ciencia o arte en la que se
haya de encuadrar la materia sobre la que ha de versar su dictamen,
caso de que su profesión venga reglamentada por las Leyes. Así, la
LEC, art. 340, en su párrafo primero, al referirse a lasa condiciones de
los peritos, dispone: los peritos deberán poseer el título oficial que co-
rrespondas a la materia objeto del dictamen y ala naturaleza de éste; y
dice a continuación: «si se trata de materias que no estén comprendidas
en títulos profesionales oficiales, habrán de ser nombrados entre perso-
nas entendidas en aquellas materias». De esta forma el recurso a titula-
dos no oficiales toma un carácter excepcional, esto es, «si se trata de ma-
terias que no estén comprendidas en títulos profesionales oficiales».
Se observa que este art. 340.1 de la nueva LEC exige textualmente
que el título sea oficial («los peritos deberán poseer título oficial), en tanto
que la anterior Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC 1881), en su art. 615
únicamente establecía la exigencia de título, omitiendo el término de ofi-
cial, «los peritos deberán tener título de tales en la ciencia...», si bien a
continuación se remitía a la reglamentación de la profesión del perito por
las leyes o por el Gobierno. Y son títulos oficiales con validez en todo el
territorio nacional los que, a propuesta del Consejo de Universidades
sean establecidos con tal carácter por el Gobierno mediante Real De-
creto (art. 28.1 de la Ley de Reforma Universitaria).
En lo que al ejercicio médico se refiere, interesa saber que «la pro-
fesión (de médico) es una y sólo una, siendo las especialidades varia-
ciones de esa única profesión...; en general cualquier médico (sea o no
especialista) puede atender cualquier enfermedad a cualquier enfermo,
incluso sobre aspectos de especialidad ajena, ya que el título de espe-
cialista sólo es necesario «para ejercer la profesión con ese carácter» (art.
1 del Real Decreto 127/1984, de 11 de marzo), es decir: no para ejercer
la profesión (en cualquier ámbito), sino para ejercerla como especialis-
ta» (SS del T.S., Sala Contencioso-administrativa, de 9-3-95, 10-3-95,
14-3-95 y 16-6-9533.
Tal criterio jurisprudencial, siempre sujeto a interpretaciones, en
este caso se refiere al ámbito de ejercicio de la profesión de médico
con carácter general.

33
Citadas por DE LORENZO y MARTÍNEZ-PEREDA, en Los médicos y el nuevo código
penal, p. 75. Editores Médicos, S.A., Madrid, 1997.
252 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

No se puede desconocer tampoco que la actuación pericial va ligada


al desempeño de una misión concreta, caracterizada por su fungibilidad,
proponiéndose las siguientes observaciones:
— la pertinencia y utilidad de la pericia lleva a pretender que quien
haya de emitir un dictamen pericial lo haga buscando condicio-
nes de idoneidad; «el inexcusable y significativo título es lo que
condiciona la idoneidad de dicho perito» (S. T.S. de 5-5-98, RJ
1998, 4264)34;
— el perito es aquel que ha de intervenir «cuando son necesarios co-
nocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos» (art. 335
de la LEC); en el caso de los médicos tales conocimientos se
pueden encuadrar como científicos y técnicos, trasladados al do-
minio de la práctica, lo que remite a unos «conocimientos espe-
cializados» 35;
— las condiciones de los peritos han de corresponderse con una ti-
tulación administrativa, de tal modo que, tratándose de materias
comprendidas en títulos profesionales oficiales, «los peritos de-
berán poseer el título oficial que corresponda a la materia objeto
del dictamen y a la naturaleza de éste» (art. 340.1 de la LEC);
— «el juez se valdrá de peritos titulares con preferencia a los que no
tuvieran título» (art. 458 de la LECr);
— la prueba pericial se planta como una cuestión de conocimiento
de llamar al proceso a quien puede aportar máximas de expe-
riencia, a quien de forma sustantiva pueda ilustrar sobre cues-
tiones de hecho objeto de debate, para lo que es obvio que se pre-
cisa una adecuada capacitación profesional;
— tratándose de tal capacitación profesional, es precisamente el
médico especialista quien reúne las condiciones de idoneidad
en el terreno de la disciplina que le es propio, acreditado me-
diante un título oficial, con efectos académicos plenos, que cons-
tituye un aval de garantía que habilita para ese ejercicio profe-
sional en todo el territorio del Estado36 en cualquiera de sus
34
Citada por LORENZO MEMBIELA, o.a, p. 24.
35
«Conocimientos especializados», tal como anota CLIMENT DURANT, bajo el epígrafe
general Características de los peritos, La prueba penal, o.c (1999), p. 478.
36
En relación con ello, véase Real Decreto 1946/1987, de 6 de noviembre, art. 1.°, en
desarrollo del art. 28 de la Ley Orgánica de Reforma Universitaria —23-8-83, BOE 1-9-
83—, al indicar que «son títulos oficiales con validez en todo el territorio nacional los que,
a propuesta del Consejo de Universidades, sean establecidos con tal carácter por el Go-
bierno mediante Real Decreto. Estos títulos surtirán efectos académicos plenos y habili-
tarán para el ejercicio profesional, de acuerdo con la norma vigente».
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 253

formas, pretendiendo que se vea cumplido el principio de segu-


ridad jurídica.

Sin duda, en lo que interesa a la capacitación profesional del médico,


el legislador siempre ha estado atento a la evolución de la ciencia mé-
dica, y ha sido especialmente sensible a las necesidades sociales, tanto
que el mismo legislador ha entendido que la cualificación científica ha
de verse reflejadas en los instrumentos jurídicos adecuados, en este caso
en las leyes académicas del Estado, regulando una titulación adminis-
trativa que garantiza la posesión de determinados conocimientos. Posi-
blemente sea en la medicina, como en ningún otro campo, donde la re-
gulación legal del ejercicio especializado cobra un particular desarrollo,
y si en 1955 se promulgó la primera Ley de Especialidades Médicas, la
evolución legislativa en este campo ha sido enorme. Y ello evidente-
mente ha de verse reflejado en el campo pericial, y más aún, cuando por
la singularidad de la materia del dictamen se requiera, sin duda, una es-
pecífica y especial capacitación profesional.
No obstante, no ha de llevar esto a extremar las exigencias, a pensar
que toda actuación médico-pericial ha de remitirse a un especialista en
relación a la rama que le sea propia; sin duda, un número apreciable de
situaciones podrá resolverlas un médico general, aunque no se titule
especialista, lo que no impide, además, que pueda tener conocimientos
especializados, que le hagan sentirse con competencia suficiente para ese
encargo siempre y cuanto actúe con una normal diligencia, y más hoy
día, dado que los enormes avances tecnológicos aplicados en los diversos
exámenes instrumentales facilitan mucho la diagnosis, pues en otro
tiempo se precisaba un juicio médico obtenido bajo una elaboración
mental mucho más estrecha, con una ponderación profunda de los sín-
tomas del paciente, y de los signos clínicos hallados tras su detenida ex-
ploración física inmediata, y, además, adjuntando la experiencia de au-
ténticos especialistas.
No hay que olvidar ante una determinada lesión, secuela o del daño
corporal de que se trate, la función del médico es la de identificar la al-
teración patológica o entidad morbosa, ya en su categoría de lesión o se-
cuela y s proyección funcional (genérica o específica), cuando se le
plantee; y esto no es más ni menos que alcanzar un diagnóstico, un juicio
diagnóstico, genuina actividad médica.
Piénsese, por ejemplo, en una lumbociática, cuya causa está en una
hernia discal lumbar, con compromiso radicular. Esta patología, a tenor
de lo dicho, merced a las técnicas avanzadas de imagen (resonancia
magnética, TAC, etc.) y neurofisiológicas, después de un interrogatorio
254 MANUAL DEL PERITO MEDICO

al paciente bien dirigido y una adecuada exploración física, puede ser


diagnosticada por cualquier médico general con absoluta certeza.
Esto quiere decir que el recurso al especialista ha de ser establecido
de forma ponderada, examinando con cuidado el asunto en sus diversos
aspectos, de esta forma no cabe duda de que también en muchas ocasio-
nes, para el esclarecimiento de los hechos y conocer la verdad en el
curso de la litis, se precisará de uno o varios especialistas (evidentemente
con título oficial, no de aquellos que de forma engañosa así se denomi-
nan). En conexión con ello, la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr)
establece la diferencia entre doctores y licenciados, de tal modo que se
recurre a estos últimos cuando no se pudiese disponer de los primeros; y
así la referida Ley, dice: «Las operaciones de análisis químico que exija
la sustanciación de los procesos criminales se practicarán por Doctores
en Medicina, en Farmacia, en Ciencias Fisicoquímicas o Ingenieros que
se hayan dedicado a la especialidad química. Si no hubiera Doctores en
aquellas Ciencias, podrán ser nombrados Licenciados que tengan co-
nocimientos y prácticas suficientes para hacer dichas operaciones» (art.
356 de la LECr).
Llegada esta exigencia, se escapa a cualquier enfoque enciclope-
dista del saber médico, común denominador en el que subsiste en la ac-
tualidad la medicina forense oficial española (la de todos los días) y otros
sucedáneos como los impropiamente llamados «especialistas» en valo-
ración del daño corporal.
De cualquier modo, de la simple lectura del art. 340.1 de la LEC se
desprende que quienes carezcan de título oficial sobre la materia objeto
del dictamen no reúnen las condiciones que la ley exige para actuar
como peritos.
En el caso de los llamados «títulos propios», que cada universidad
puede impartir en uso de su autonomía (por ejemplo: «máster», «magis-
ter» en valoración del daño corporal, y otras denominaciones semejantes)
hay que advertir que si bien son títulos universitarios, en tanto que los
expide la Universidad de origen, carecen de valor oficial, en tanto que la
legislación actual dispone: «... de conformidad con lo dispuesto en el art.
28 de la Ley de Reforma Universitaria..., quienes superen dichas ense-
ñanzas, podrán obtener de la Universidad el correspondiente título o
diploma que carecerá de valor oficial...» (art. 17, Real Decreto 185/1985,
de 23 de enero).
Cierto que la práctica demuestra que el peritaje médico forense ofi-
cial, en sus diversas formas de proyección, viene lastrado en su desen-
volvimiento por un oxidado enciclopedismo, favorecido, por una parte,
por la pertinaz sequía de imaginación de los sucesivos responsables del
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 255

Ministerio de Justicia patrio, alimentado su inmovilismo por criterios


«economicistas», favoreciendo todo ello que el problema de la medicina
forense española permanezca, después de muchos años, todavía sin re-
solver, a la vez que tal cuestión forense no despierta el interés de las rei-
vindicaciones ciudadanas..., los partidos políticos y otros luchadores
públicos, lo que no deja de ser también síntoma de insensibilidad, un sig-
no, en definitiva, de inmadurez social.
Tampoco son ajenas a esta situación no pocas cátedras de medicina
legal, de las facultades de medicina, que han prodigado otros tipos de en-
señanza y sucedáneos, que en su concubinato con las entidades asegu-
radoras, han venido contribuyendo a frustrar un desarrollo de otro plan-
teamiento de la medicina forense, ciertamente discutible, según
opiniones, pero que en cualquier caso su desarrollo inicial, con las mo-
dificaciones de rumbo que fueran necesarias, hubiera servido de punto de
partida, de detonante para romper el aludido inmovilismo.
Las sociedades científicas de las diferentes áreas en que se proyecta
la actividad médica, han de mostrar un mayor interés, involucrándose
más, por la medicina pericial y forense, reclamando para sí el protago-
nismo que en realidad les corresponde y pertenece, no permitiendo in-
vasiones por parte de quienes carecen de la adecuada preparación. Esos
mismos especialistas, en las diversas ramas en las que se divide la cien-
cia médica, han de considerar igualmente las distintas implicaciones y
proyecciones legales que tiene su ejercicio profesional, su oficio, y, en-
tre ellas, las de naturaleza pericial. Una medicina forense moderna, en
consonancia con las exigencias y necesidades actuales, y a la altura del
actual desarrollo científico no puede desentenderse de esta realidad,
manteniéndose permanentemente al margen de la misma.
Respecto a la exigencia de que el médico al actuar como perito ha de
estar inscrito en su respectivo colegio profesional, y dado de alta en la
correspondiente licencia fiscal, en cuanto al desempeño concreto de la
misión pericial concreta, se estima que actualmente tales requisitos no
son necesarios.
Y así, FONT SERRA 37 entiende que «si bien es cierto que los peritos
designados por el tribunal tengan título oficial, lo que no exige, en cam-
bio, la nueva LEC —como tampoco exigía la anterior— es que los peritos
designados por el tribunal sean profesionales colegiados», y se remite a
la S. de 4-5-98 (Actualidad civil 902/1998) destacando: «...que de dicho
informe pericial... tampoco debe desmerecer por la circunstancia de que
dicho perito, al tiempo de emitir su dictamen se encontrara suspendido
37
FONT SERRA, O.C, El dictamen de peritos, ...(2000), pp. 83 y 84.
256 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

por el colegio profesional al que pertenece por razón de expediente...; el


motivo no triunfa ya que, pese a esa suspensión que pesaba en la cole-
giación del perito interviniente, ello debe ceder ante no sólo las circuns-
tancias que la Sala tuvo en cuenta para considerarlo como persona ade-
cuada para emitir el informe pericial... lo verdaderamente relevante es que
la cualidad o la idoneidad o la apreciación de la persona para intervenir
...»; también cita la sentencia AP de Madrid (30-1-95), cuando dice: «...
no puede ni debe olvidarse que tanto el art. 610 de la LEC, como el art.
1.242 del CC, en relación con el art. 615 de la LEC de la primera, sólo
exigen la titulación oficial precisa que acreditan sus especiales conoci-
mientos científicos, artísticos o prácticos, según la rama del saber a que se
circunscriba su pericia, mas no el requisito añadido de su colegiación, que
si bien puede ser exigible para el desempeño de su profesión en otras ac-
tividades privadas o administrativas, en modo alguno es requerida para su
intervención en un procedimiento judicial como perito, donde no se pre-
cisa el visado del colegio» (Rev. Gen. Der., 1995, p. 3778).
Con respecto al pago de contribución profesional, en este caso se en-
tiende que estar al corriente de pago del Impuesto de Actividades Eco-
nómicas (I.A.E., antigua licencia fiscal), tampoco es un requisito nece-
sario para el desempeño de la misión pericial —contemplado en el art.
616 de la LEC 188138— ya que la nueva LEC no se refiere a ello. «Ni
las personas con título oficial, ni las entendidas en la materia, precisan
residir en el partido judicial, ni pagar contribución alguna, para ser de-
signadas peritos por parte del tribunal, ya que estos requisitos exigidos
por la LEC 1881, ya carecían de razón de ser en los tiempos actuales»39.

16.4.2. Deberes de los peritos


Objetividad e imparcialidad: el deber fundamental del perito es actuar
con absoluta honradez, imparcialidad e independencia, bondades estas in-
compatibles en «alineamiento» con los intereses de determinados grupos
o entidades económicas; ha de jurar o prometer, hecho el nombramiento,
que desempeñará bien y fielmente su misión, en los términos señalados
por la Ley; y así el art. 335.2 de la LEC establece: «al emitir el dictamen,
38
Si bien tal exigencia «no era determinante para la doctrina judicial que el impago
de la citada contribución truncara la eficacia del medio probatorio», LORENZO MEMBIELA,
o.c, p. 32.
39
FONT SERRA, O.C, El dictamen de peritos... (2000), pp. 83 y 84; añade el autor:
«respecto a estos requisitos, la jurisprudencia ya venía entendiendo que carecían de
transcendencia. Cfr. SS. de 18 de noviembre de 1964 (RAJ 1964/5105) y 10 julio 1990
(RAJ 1990/5793)».
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 257

todo perito deberá manifestar, bajo juramento o promesa de decir la ver-


dad, que ha actuado y, en su caso, actuará con la mayor objetividad posi-
ble, tomando en consideración tanto lo que pueda favorecer como lo
que sea susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las partes, y que
conoce las sanciones penales en las que podría incurrir si incumpliese su
deber como perito». El art. 459 del CP (Código Penal) contempla penas
para los peritos que faltaren a la verdad en su dictamen maliciosamente.
Dado que el perito se convierte en un valioso «colaborador» del
juez (al margen de las discusiones doctrinales en cuanto a la exactitud
del término entrecomillado), se comprende que aquel ha de tener bien
presente el alcance de su cometido, tanto que ha de aplicar toda su cien-
cia y conciencia en el momento de exponer su criterio científico. Si de
una parte es cierto que el juzgador es soberano para llegar a las conclu-
siones que tenga por convenientes en cada caso, tampoco es menos
cierto que el que ha de administrar justicia se entrega, o mejor, vive con-
fiado, con el dictamen del experto.
La pericia, afirma MELENEC40, «implica confianza y colaboración re-
cíproca entre el juez y el experto»; más aún, sigue opinando el citado: «la
soberanía del juez es, en la mayoría de los casos, más teórica que real».
Conviene, sin embargo, puntualizar que tal afirmación ha de ser mati-
zada, de manera que sólo parece válida en tanto que aquel que es llama-
do para sentenciar otorga esa confianza de una forma libre y totalmente
voluntaria, dada la garantía que el técnico le puede merecer en el mo-
mento de emitir su dictamen.
Por eso, y nada más que por eso, el juez permite de algún modo al
experto momentáneamente entrar en un terreno que indiscutiblemente le
pertenece, es de su imperium, aún sin desconocer que «la libertad de
apreciación del juez está en razón inversa a los progresos de la cien-
cia» 41, pero tal anotación ha de ser entendida en cuanto al debate de de-
liberación interna al que el propio juez se somete en el fuero de su con-
ciencia, como paso previo para formar sus elementos de convicción.
Por todo ello, asumiendo opinión ajena, se puede afirmar que «quien
como experto acude a asesorar a la Administración de Justicia, debe ha-
cerlo con plenitud de conocimientos y experiencias, bajo el principio de
lealtad, que es algo más que la simple obligación de decir la verdad, lo
que, sin duda, es ya mucho»42.

40
MELENNEC, L., Traite de Droit Medícale, tomo 7, p. 42. Maloine, S.A., Editeur, Pa-
rís, 1981.
41
SILVA MELERO, o.a, p. 288, remitiéndose a STEIN.
42
Ruiz VADILLO, Revista de Derecho de la Circulación, 1/85, p. 3.
258 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Obligación de comparecer: el perito está obligado a comparecer


cuando hubiera sido emplazado por juez o tribunal en la forma preveni-
da por la Ley, lo que se le notificará por correo certificado o telegrama
con acuse de recibo, o por cualquier otro medio semejante que permita
dejar constancia fehaciente de haberse recibido la notificación. Al efec-
to se refiere el art. 159.1 de la LEC, aseverando: «las comunicaciones
que deban hacerse a testigos, peritos y otras personas que, sin ser parte
en el juicio, deban intervenir en él, se remitirán a sus destinatarios con
arreglo a lo dispuesto en el apartado 1 del art. 160. La remisión se hará al
domicilio que designará la parte interesada, pudiendo realizarse, en su
caso, las averiguaciones a que se refiere el art. 156». El art. 160 trata de
las comunicaciones por correo, telegrama u otros medios semejantes, el
art. 156 versa sobre las averiguaciones del tribunal sobre el domicilio.
Caso de que el perito no cumpla con esta obligación de comparecer,
le parará el perjuicio a que hubiera lugar en derecho, y si por no haber
comparecido fuera necesario una segunda citación, se le prevendrá de
que, si no comparece ni alega justa causa que se lo impida, se procederá
contra él por desobediencia a la Autoridad. Y así, el art. 292 de la LEC,
dice:

292.1. Los testigos y peritos citados tendrán el deber de compare-


cer en el juicio o vista que finalmente se hubiese señalado. La infracción
de este deber se sancionará, previa audiencia por cinco días, con multa
de treinta a cien mil pesetas.
292.2. Al tiempo de imponer la multa a que se refiere el apartado
anterior, el tribunal requerirá mediante providencia al multado para que
comparezca cuando se le cite de nuevo, bajo el apercibimiento de pro-
ceder contra él por desobediencia a la Autoridad.

Además hay que pensar que la incomparecencia del perito en el


proceso, ocasiona un grave quebrando para el funcionamiento normal de
la justicia, que puede dar lugar a la suspensión del juicio; en tanto que el
art. 292.3 de la LEC entiende que «cuando, sin mediar previa excusa, un
testigo o perito no compareciere al juicio o vista, el tribunal oyendo a las
partes que hubieren comparecido, decidirá mediante providencia, si la
audiencia ha de suspenderse o debe continuar».
Por su parte, el art. 420 de la LECr (Ley de Enjuiciamiento Criminal)
se ocupa de la incomparecencia, entre otros,de los peritos, de tal forma
que quien sin estar impedido no concurriera al primer llamamiento ju-
dicial, ... o se resistiese a declarar lo que supiese acerca de los hechos so-
bre los que fuera preguntado, incurrirá en multa, y si persistiese en su re-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 259

sistencia será conducido en el primer caso a la presencia del Juez Ins-


tructor por los dependientes de la Autoridad, y procesado por denegación
de auxilio que respecto de peritos y testigos define el Código Penal, y en
el segundo caso será también procesado por desobediencia grave a la
Autoridad.
Deber de emitir un informe útil y clarificador: el perito tiene el deber
de ilustrar un informe de forma útil y clarificadora, como destaca SÁEZ
JIMÉNEZ43, puesto que su dictamen «no es la simple expresión de un punto
de vista, sino un razonamiento, es decir la expresión lógica y explicada
de un criterio», dentro de su ámbito profesional.
La LECr, art. 478, establece que el informe pericial comprenderá, si
fuere posible:
1.° Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo en el
estado en que se halle.
2.° Relación detallada de todas las operaciones practicadas por los
peritos y de su resultado.
3.° Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peri-
tos, conforme a los principios y reglas de su ciencia o arte.
En relación con ello, tampoco hay que olvidar que el art. 460 del CP
(Código Penal) tiene previsto castigo para los peritos que «sin faltar
sustancialmente a la verdad, la altere con reticencias, inexactitudes o da-
tos relevantes que le fueran conocidos».
Deber de respeto a las normas deontológicas: el facultativo que
haya de actuar en calidad de perito tampoco debe olvidar que se debe a
unas reglas de ejercicio que se correspondan con lo preceptuado en el
Código de Deontología Médica, aún al margen de su efectivo alcance 44,
habiendo de ser respetadas en satisfacción de exigencias de índole moral.
Pretendiendo acatar tal orden, el facultativo inmerso en funciones peri-
ciales habrá de informar bajo un criterio presidido por la plena libertad
de juicio, al margen de cuestiones personales, siempre con rigor, pru-
dencia y objetividad.
43
SÁEZ JIMÉNEZ, J., Enjuiciamiento Criminal, p. 32, citado por Ruiz VADILLO, E., en
Derecho Médico, vol. I, p. 317. Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1986.
44
LLAMAS POMBO, E., La responsabilidad civil del médico, p. 49. Editorial Trivium,
S.A., Madrid, 1989. Apunta el autor que tal Código «no tiene la consideración de Ley al
no haberse promulgado oficialmente», no obstante, como ha indicado FERNÁNDEZ DEL
HIERRO, podría tomar la condición de norma jurídica por la vía de la costumbre, en los tér-
minos del art. 1 del Código Civil (tal comentario está en relación con el Código de De-
ontología del año 1979, actualmente sustituido por el de 10 de septiembre de 1999, pero
en cualquier caso el argumento también puede ser traído ahora a colación).
260 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Siendo así, se comprende que la relación médico-paciente en tales


circunstancias toma un carácter especial, lo que obliga a que en primer
lugar el propio médico explique a la persona sujeta a examen cuál es la
finalidad en este caso de su misión, naciéndole conocer las particulari-
dades de la misma y las condiciones en que se tiene que llevar a cabo.
Igualmente conviene recabar el consentimiento del paciente o lesionado
en cuestión.
El actual Código Deontológico, en su art. 41.3, establece que la ac-
tuación como perito es incompatible con la asistencia médica al mismo
paciente. No obstante, el alcance de tal entender habrá de ser matizado
en cada caso particular, pensando en la adecuación a la realidad del trá-
fico jurídico, pues de otra manera, a la vista de la contundencia del texto
que ahora sirve de comentario e interpretado en un marco rígido,
puede ser fuente de dificultades casi insalvables en la práctica, por lo que
cabe su discusión.
Secreto profesional: con carácter general, el médico, en relación
con su ejercicio profesional, ha de guardar secreto en todo lo que hubie-
ra conocido a través del mismo, lo que, por otra parte, es un derecho del
paciente con el fin de que su intimidad se vea protegida. No obstante
tampoco se puede desconocer el carácter evolutivo que está tomando
este aspecto vinculado a la actividad médica, lo que, en opinión de al-
gunos, lleva a su relativización; más aún cuando se emprenden acciones
en materia de indemnización45, a la vez que es una razón incuestionable
que «el secreto profesional está instituido en interés de los enfermos y no
de los médicos»46. En este sentido es muy orientativa la dirección que se
marca al estimar que «constituye violación de secreto profesional toda
revelación que no es necesaria para la defensa»47.
En cualquier caso, ha que tener muy en cuenta la regulación del
Código Penal, tanto que en su art. 199.2 recoge que «el profesional
que, con incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva, divulgue
los secretos de otra persona, será castigado con la pena de prisión de uno
a cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación espe-
cial para dicha profesión por tiempo de dos a seis años».
Al margen de los comentarios que puede merecer este precepto, es-
timando algunos que «la penalidad en su conjunto parece excesiva»,
45
BROUSSEAU, S., FRAY, G., MARCHAND, C, ROUSSEAU, C, La preuve du dommage
corporel, p. 16. Editions Seguritas, París, 1981.
46
BROUSSEAU, S., FRAY, G., O.C, remitiéndose al art. 11 del Código de Deontología
Médica francés (Journal Official, 30-6-1979).
47
Cour d'apell de Lyon (Francia), 15 de julio de 1926. Gazette du Palais, 1925-1940,
498, citada por MELENEC, O.C, p. 55.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 261

mostrándose los mismos temerosos de que «el secreto profesional desde


el punto de vista penal se trueque en el campo médico en algo esper-
péntico»48, de lo que no hay duda es de que el texto del 192.2 del CP se
corresponde a una regulación actual de índole penal, por lo que la in-
tención de su letra ha de ser tenidas muy en cuenta. Por eso, no es en ab-
soluto superfluo entender que también en las actuaciones periciales sea
aconsejable obtener del paciente su consentimiento, entre otros aspectos,
para prevenir en su momento el nacimiento de determinadas acciones le-
gales que pudieran comprometer innecesariamente al médico-perito ac-
tuante.
Hay que tener presente el Convenio de Oviedo, instrumento jurídico
de rango internacional, Convenio para la protección de los Derechos
Humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones
de la biología y de la medicina, ratificado por España el 1 de septiembre
de 1999, de aplicación a partir del 1 de enero del 2000. Dicho convenio
establece, en el capítulo relativo a la Vida Privada y Derecho a la In-
formación, que «toda persona tendrá derecho a que se respete su vida
privada cuando se trate de informaciones relativas a su salud»
(art. 10.1); también hay que tener presente que «toda persona tendrá
derecho a conocer toda información obtenidas respecto a su salud. No
obstante, deberá respetarse la voluntad de una persona a no ser infor-
mada» (art. 10.2).
En el orden deontológico, el art. 14 del actual Código de Deontología
Médica entiende que «el secreto médico es inherente al ejercicio de la
profesión» y «obliga a todos los médicos cualquiera que sea la modali-
dad de su ejercicio». Sin embargo, dice el art. 16, del referido Código,
que «con discreción, exclusivamente ante quien tenga que hacerlo, en sus
justos y restringidos límites y, si lo estimara necesario, solicitando el ase-
soramiento del Colegio, el médico podrá revelar el secreto en los si-
guientes casos: a) Por imperativo legal (...). b) Cuando el paciente lo au-
torice (...)».
Continuando en el plano deontológico, EDMOND LOCASRT 49 propone
para el examen pericial que se ajuste a una serie de reglas generales; és-
tas, por su indudable interés, van a ser trasladadas a este texto, aunque
introduciendo algunas modificaciones sobre su redacción original, pues
se considera útil su asimilación. Y así:

48
DE LORENZO y MARTÍNEZ-PEREDA, en Los médicos y el nuevo Código Penal, o.c,
pp. 36 y 39.
49
LOCART, E., Manual de Técnica policiaca, 4.a edición, pp. 421 a 423. José Monte-
so, Editor, Barcelona, 1963.
262 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

1.a No aceptar peritajes sino en aquello en que se sea realmente


competente*.
2.a Que el peritaje sea factible, tanto que se ha de advertir cuando
se susciten cuestiones sin solución, ya en los aspectos singulares de la
pericia, ya en su conjunto.
3.a Que las distintas piezas de convicción que se aporten permitan
la discusión del problema y el contraperitaje, procurando el técnico
que en su informe, y en su actuación general, haya una total transpa-
rencia.
4.a Si surge alguna dificultad, solicítese el concurso de algún es-
pecialista, ya de forma amistosa, ya, en su caso, oficialmente, por me-
diación del juez50.
5.a En caso de desacuerdo con otro u otros peritos, expliqúese en
términos mensurados las razones de disconformidad, huyendo de ironí-
as, ni suponiendo mala fe o parcialidad en el contradictor.
6.a Rehúsese el conocimiento de los autos en tanto no se haya
dado fin al examen técnico, para que el perito no se vea sugestionado por
consideraciones morales51.
7.a Aparte de su actividad técnica, el perito no se ha de mezclar en
nada que a la manera de llevar el asunto ataña, ni se inmiscuirá en otros
aspectos ajenos a su función.
* Ha de estudiarse, también, detenidamente, la viabilidad técnica que la cuestión plan-
tea. Además, olvidar los principios elementales dentro de lo que debe ser una actuación ri-
gurosa llevará al técnico a una pérdida de credibilidad, funesta para futuras actuaciones
periciales, a resultar «quemado». Incluso a algunos, sin mayores reparos, especialmente si
se encuentra con inexpertos, desconocedores de ciertas astucias, no les importa llegar a
«reventar al caballo», en tanto les resulte útil. No se puede desconocer que la propia ac-
tividad pericial, especialmente de demarcaciones judiciales de ámbito limitado, no están
exentas de un riesgo de desgaste, por lo que el perito ha de someter a un estrecho control
y análisis de la pertinencia y utilidad de su intervención.
50
La petición de informes especializados no contribuye a «devaluar la capacidad pro-
fesional del informante» —como opinan algunos— sino todo lo contrario, ya que con tal
conducta se está demostrando, por una parte, prudencia, y, por otra, un «buen hacer mé-
dico», que indica que se conoce el verdadero alcance y profundidad del problema some-
tido a estudio. En conexión con ello, es interesante tomar nota de la siguiente sentencia,
recogida por la jurisprudencia argentina, pues dice: «la circunstancia de que el perito haya
utilizado los servicios de un experto para la realización de trabajos materiales necesarios,
para efectuar su examen y producir su dictamen, no resta eficacia ni valor a su informe, ni
autoriza la suposición con que se pretende desmerecerlo» («PATRIOLI, BRUNO, C/ Mez-
zardi, ANTONIO, y otro», Cám. Com. Sala B, 19-10-66. «E.D.», t. 17, p. 256; según cita de
RAVINOVICH DE LANDAU, SILVIA, G., en la Prueba de Peritos, p. 84. Editorial Depalma,
Buenos Aires (Argentina), 1988.
51
«El perito debe permaneer dentro de los límites de su juicio técnico, y es por esto
por lo que se ha llegado a propugnar que no debe conocer el proceso, por peligro de las
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 263

8.a Actúese con discreción en cuestiones que hubieran tenido re-


sonancia pública, evitando hacer declaraciones a los medios de comuni-
cación en tanto no haya resolución firme.
9.a Resístase a cualquier tipo de presión, no queriendo dar a cono-
cer otra cosa que el aspecto estrictamente técnico para el que fuera pro-
puesto.
10.a No se acepte ningún presente de las partes interesadas.
11.a Siempre que sea posible, adjúntense al informe ilustraciones,
fotografías, referencias bibliográficas y cuantas piezas e instrumentos
puedan contribuir a informar e instruir con claridad tanto al juez como a
las partes, y al mismo contraperito.
12.a Las conclusiones obtenidas no han de sobrepasar los límites
que las posibilidades de la ciencia permitan.
13.a En los peritajes privados extrémense estas cautelas, proce-
diendo con el máximo rigor y severidad, advirtiendo que la actuación a
instancia de parte en modo alguno puede hacer sentirse parte al perito.

Deber de discreción y sigilo52: con carácter general rige el principio


de que las actuaciones judiciales han de ser públicas, con las excepciones
que las leyes de procedimiento vengan a establecer para cada caso par-
ticular. Siendo así, el secreto se ha de arbitrar de forma limitada. No obs-
tante esto no ha de ser obstáculo para que a todos los llamados a inter-
venir se les imponga, o mejor decir se impongan, un deber de sigilo.
Juzgar es de por sí oficio nada fácil; en ocasiones, circunstancias so-
brevenidas añaden más dificultades. Quebrantar ciertos límites enrarece
el clima de soledad creativa y de sosiego que precisa quien haya de
emitir sentencia atendiendo al resultado de actuaciones precedentes.
Aún cuando los jueces y tribunales han de dictaminar de acuerdo con su
convicción, tampoco se puede desconocer la posibilidad de un efecto dis-
torsionante fruto de una determinada presión social.
Cuando venga vinculado con la justicia merece un especial respeto y
una singular ponderación. Hay ocasiones para creer que el desarrollo de
algunas actuaciones judiciales sirve para que se organicen paralelamente
espectáculos de masas, bajo el rótulo de «información», aunque no falten
quienes opinen que estén más bien pensados para calmar la ansiedad y
el hastío de gentes ociosas y embrutecidas, o como medio para com-

conclusiones basadas en la certeza moral frente a las conclusiones técnicas» (SILVA ME-
LERO, o.c, p. 200).
52
El texto que sigue corresponde a la transcripción íntegra del Editorial aparecido en
la Revista Española del Daño Corporal, núm. 5, primer semestre de 1997. Ediciones Díaz
de Santos, S.A., Madrid, 1997.
264 MANUAL DEL PERITO MEDICO

placerles momentáneamente, en la pretensión de que la insoportable


cronicidad de su aburrimiento se haga más llevadera.
Un comportamiento serio y elegante requiere discreción. Si tal de-
coro es deseable como común denominador en diferentes ámbitos so-
ciales, con especial rigor se ha de atender en ciertos supuestos, cual es el
caso de justicia, alcanzando a cuantos con la misma se relacionan, in-
cluyendo, como es obvio, a los médicos que por razón de su oficio acu-
den ante los tribunales.
En concreto, siendo el perito persona que por sus especiales conoci-
mientos es llamado a un proceso judicial con la finalidad de informar so-
bre hechos relacionados con su especial saber o experiencia, cabe esta-
blecer un deber de reserva o confidencialidad con determinados
ambientes, sabiendo dosificar sus manifestaciones, sin desvíos que tras-
pasen la frontera donde la sensatez y el tacto están ausentes.
Claro que los jueces apreciarán la prueba en su sana crítica, de una
forma aséptica, disposición que se crecerá estrechamente ligada al grado
de preparación técnica de aquellos, marginando con decisión cuanto
pudiera viciar la parcialidad lo rigurosamente pericial y de sus signifi-
cantes de protagonismo; pero tampoco a nadie se le escapa que ciertas
exhibiciones crean una atmósfera desfavorable, más cuando la opinión
pública vive de antemano conmocionada y aturdida, por sucesos que han
causado honda y general consternación.
De cualquier modo, no hay duda de que en el caso de los peritos es
por razón de su cargo por lo que tienen conocimiento de determinados
hechos y circunstancias que se han de traer al proceso, y por lo tanto pa-
rece razonable que sólo en el ejercicio de tal cargo deben manifestarse;
fuera de ahí cabe interpretarse con una extralimitación, cuando la causa
abierta está sub judice, al menos. Y todavía más impertinentes son las
formulaciones en público sobre determinados hechos, carentes de la su-
ficiente entidad científica.
Es aventurado, asimismo criticable, revelar públicamente tales as-
pectos fácticos, pendientes de enjuiciar, más todavía si tales manifesta-
ciones se canalizan hacia una audiencia parcialmente informada, fácil-
mente impresionable, tremendamente manipulable, a la que se le
proporciona un bagaje de escasa consistencia, arrojando una resultante
que aboca incluso al riesgo de que algunos se formen una opinión nega-
tiva de la justicia, en atención a las premisas y prejuicios que se habían
construido.
Sería conveniente articular alguna fórmula moderada para atemperar
a personajes impetuosos, protagonistas de todo y para todo, en los que
parece que late una clara vocación conjugable con «mamá, yo quiero ser
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 265

artista». Aunque la ley no lo prevenga, el perito ha de someterse a una


disciplina de recogimiento, de impermeabilidad, tendiendo en lo posible
al anonimato fuera de cuanto sea el desempeño de su cargo. Una inter-
pretación positiva, creadora y constructiva de las normas deontológicas,
junto a un juicioso sentido común, hace aconsejable marcarse ciertas dis-
tancias. Tampoco hay que olvidar que una conducta descuidada en este
ámbito, propasándose, puede dar lugar en algún caso a una reclamación
por quien se sienta perjudicado u ofendido, por ejemplo por daño moral,
lesión de la intimidad, entablando la acción debida.
El perito, en una deseable actitud de recato, que además sin duda le
ennoblece, ha de cultivar el aislamiento; conveniencia que puede, de al-
guna forma, relacionarse, por ejemplo, con la incomunicación dispuesta
por la Ley del Tribunal del Jurado, tendente, en definitiva, a que el bien
jurídico protegible no padezca ni se vea inquietado.
Es oportuno recordar para la ocasión las reglas generales de conducta
pericial, como, entre otras: «actúese con discreción en cuestiones que hu-
bieran tenido —estén teniendo— resonancia pública, evitando hacer
declaraciones a los medios de comunicación, al menos, en tanto no haya
una resolución firme»; «resístase a cualquier tipo de presión, no que-
riendo dar a conocer otra cosa que el aspecto estrictamente técnico para
el que fuera propuesto». Y en determinados casos, esa misma conducta
es conveniente que se haga extensible a los juicios ya cerrados, al menos
a modo de un mandamiento en conciencia.
De cualquier modo, la prudencia, la mesura, el respeto al propio
tribunal, y, en su caso, a la intimidad, hace conveniente observar esa ac-
titud de silencio cauteloso, facilitando la información en su momento, en
armonía con criterios de oportunidad. Los propios medios de comuni-
cación deben igualmente cooperar y participar de esta inquietud, siendo
sensibles a este compromiso de responsabilidad, entendida ya como una
necesidad de higiene social.

16.4.3. Derechos de los peritos

Objeto del encargo y medios para cumplirlo: si por una parte el pe-
rito en el ejercicio de su cargo ha de entender cuál es el objeto y los lí-
mites de su misión, y ceñirse a ella; por otra parte, indudablemente, tie-
ne el derecho de ser informado del objeto de su informe, en tanto que «el
juez manifestará de forma clara y determinante a los peritos el objeto de
su informe» (art. 475 de la LECr), al mismo tiempo que también «el juez
facilitará a los peritos los medios materiales necesarios para practicar la
266 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

diligencia que les encomiende, reclamándolos de la administración pú-


blica o dirigiendo a la autoridad correspondiente un aviso previo si exis-
tiesen preparados para tal objeto, salvo lo dispuesto especialmente en el
art. 362» (art. 485 de la LECr).
El art. 362 de la LECr, en su párrafo segundo, dispone: «cuando por
falta de peritos, laboratorios o reactivos no es posible practicar el análi-
sis en la circunscripción de la Audiencia de lo Criminal se practicarán en
la capital de la provincia, y en último extremo en la del reino».
Percepción de honorarios: tiene derecho el perito a la percepción de
honorarios correspondientes a su actuación y en los términos que vengan
estipulados por las normas aplicables. Al efecto conviene considerar
los siguientes artículos:

Art. 241 de la LEC, referido al pago de las costas y gastos del pro-
ceso (estableciendo la salvedad según lo dispuesto en la Ley de Asis-
tencia Jurídica Gratuita) en su apartado 4, se remite a los «derechos de
peritos y demás abonos que tengan que realizarse a personas que hayan
intervenido en el proceso».
Art. 342.3 de la LEC: «El perito designado podrá solicitar, en los tres
días siguientes a su nombramiento, la provisión de fondos que considere
necesaria, que será a cuenta de la liquidación final. El tribunal, me-
diante providencia, decidirá sobre la provisión solicitada y ordenará a la
parte o partes que hubiesen propuesto la prueba pericial y no tuviesen de-
recho a la asistencia jurídica gratuita, que procedan a abonar la cantidad
fijada en la Cuenta de Depósitos y Consignaciones del Tribunal, en el
plazo de cinco días.
»Transcurrido dicho plazo, si no se hubiese depositado la cantidad
establecidas, el perito quedará eximido de emitir dictamen, sin que pue-
das procederse a una nueva designación.
»Cuando el perito hubiese sido designado de común acuerdo, y uno
de los litigantes no realizare la parte de consignación que le corresponde,
se ofrecerá al otro litigante la posibilidad de completar la cantidad que
faltare, indicando en tal caso los puntos sobre los que deba pronunciarse
el dictamen, o de recuperar la cantidad depositada, en cuyo caso se apli-
cará lo dispuesto en el párrafo anterior.»

Hay que advertir que los honorarios del perito han de ser siempre
independientes de cualquier resultado, aspecto sobre el que hay que
insistir, en especial en las actuaciones a instancia de parte, siendo inclu-
so recomendable que, junto a lo que la Ley dispone, para evitar cualquier
mala interpretación, que se le haga saber que la liquidación de emolu-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 267

mentos tenga lugar con anterioridad a la resolución judicial. En este as-


pecto el perito ha de ser tajante; cualquier pacto de «ir a la parte» supo-
ne una grave corruptela, rompiendo con las más elementales normas
de ética profesional, incurriendo en uno de los motivos de tacha de los
peritos, o de recusación en su caso53. Cuando la tarifa que exija el perito
se estime desproporcionada e indebida, por quien haya de satisfacerla, tal
disconformidad podrá ser planteada siguiendo el cauce del oportuno
procedimiento de impugnación.
Así, cuando los honorarios fueran estimados como excesivos, podrán
ser impugnados en la forma prevista por la Ley (arts. 245 y 246 de la
LEC), pudiéndose pedir «dictamen al colegio, asociación o corporación
profesional a la que pertenezca» el perito (art. 246.2 de la LEC).
La Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr, art. 465, establece que
«los que presten informe como peritos en virtud de orden judicial ten-
drán derecho a reclamar honorarios e indemnizaciones que sean justos, si
no tuvieran, en concepto de tales peritos, retribución fija satisfecha por el
Estado, por la Provincia o por el Municipio». También hay que recordar
el art. 362 de la LECr, párrafo primero, en cuanto que «los profesionales
mencionados» (habiendo de remitirse a los artículos precedentes, ope-
raciones de análisis químico que exija la sustentación de procesos cri-
minales, practicados por doctores en Medicina, en Farmacia, etc.) «no
podrán reclamar otros honorarios que los anteriormente fijados por virtud
de ese servicio».

16.4.4. Incompatibilidades

En lo que se refiere al peritaje privado, ha de tenerse en cuenta la


Ley de Incompatibilidades (Ley 53/1984) y su desarrollo (Real Decreto
30-4-85, BOE, 4-5-85). La Ley, en su art. 11.2 se pronuncia de forma
general y tal vocación se perfila más en el art. 12-a), considerando la ac-
tividad .privada con la pública en la forma que señala, con carácter actual
y hasta retroactivo («en los asuntos que esté interviniendo, haya inter-
venido en los dos últimos años»), incluyendo en especial en esta in-
compatibilidad a las actividades prestadas a personas a quienes estén
obligados a atender en el desempeño de puesto público, estando ello pen-

53
Como se indicará más adelante, y a diferencia de la anterior LEC (1881), el art. 343
de la actual LEC (2000) dispone que los peritos nombrados por las partes sólo podrán ser
objeto de tacha, no pudiendo ser recusados; sólo los peritos nombrados judicialmente po-
drán ser objeto de recusación.
268 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

sado para los casos en que se pueda comprometer la imparcialidad o


independencia del personal que serrata, así como impedir o menoscabar
el estricto cumplimiento de los deberes que les fueran propios o perju-
dicar los intereses generales.
Por otro lado, la misma Ley, en su art. 15, dispone que «el personal a
que se refiere esta ley no podrá invocar o hacer uso de su condición pú-
blica para el ejercicio de la actividad mercantil, industrial o profesional»,
de lo que el médico perito ha de tomar nota cuando comparezca priva-
damente allí donde sea requerido.
El Reglamento de la Ley (Real Decreto 598/1985) todavía es más ex-
plícito, pues dice que «no será posible el reconocimiento de compatibili-
dad con actividades privadas, incluidas las de carácter profesional, cuyo
contenido se relacione directamente con asuntos sometidos a informe, de-
cisión, ayuda financiera o control del departamento, organismo, ente o
empresas públicas a los que esté adscrito o preste servicio» (art. 9).
Remitiéndose al art. 11.2 del mismo Reglamento, acuerdas que «el
personal que realice cualquier clase de funciones en la administración,
como el ejercicio de la profesión de procurador o cualquier actividad que
pueda requerir su presencia en los tribunales durante el horario de tra-
bajo» es incompatible, lo cual está claro y no admite ningún tipo de dis-
cusión, pues se basa en el principio de no ubicuidad de las personas.
Al hablar de la «relación o servicio», tanto la Ley como el Regla-
mento se expresan de forma semejante, de modo que no podrá recono-
cerse la compatibilidad para el desempeño de actividades privadas al
«personal que realice funciones de informe, gestión o resolución en
cualquier departamento, organismo, entidad o empresas públicas, cual-
quiera que sea la persona y la naturaleza de la retribución.
De los médicos forenses, la Ley que les contempla (Ley Orgánica del
Poder Judicial —LOPJ—, Título IV), indica expresamente que «además
de lo establecido en la legislación sobre incompatibilidades del personal
al servicio de las Administraciones Públicas, será, en todo caso, incom-
patible con la función de médico de empresa o de entidades asegura-
doras, con cargos públicos electos y no podrán desarrollar actividades
que menoscaben el ejercicio de sus funciones» (art. 497.3, de la LOPJ);
y, recalcando lo anterior, de forma más explícita, también se establece
que «los médicos forenses se abstendrán de intervenir como particulares
en los casos que pudieran tener relación con sus funciones» (art. 498.3)

54
Puede verse también el Real Decreto 296/1996, de 23 de febrero, que aprueba el
Reglamento Orgánico del Cuerpo Nacional de los Médicos Forenses, y que ha sido mo-
dificado por el Real Decreto 1619/1997, de 24 de octubre.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 269

En los litigios contra la Seguridad Social, lo cierto es que el INSA-


LUD (y sus correspondientes en los distintos territorios autonómicos de
España) no suelen ver «con buenos ojos» que los médicos que tienen
empleados testimonien y actúen como peritos ante los Juzgados, esen-
cialmente de lo Social, cuando son reclamados por la parte privada que
ha promovido la acción al no estar de acuerdo con la manera de resolver
los equipos de evaluación de incapacidades; al margen de las amenazas
verbales que pudieran haberse dado, ese organismo ha llegado a cursar a
los facultativos circulares en los que se les comunicaba la «prohibición
de actuar en litigios contra la Seguridad Social»55.
En estas circunstancias, lo que ha de tener en cuenta el médico que
venga desempeñando su actividad habitual en un organismo dependiente
del sector público es que cuando haya de personarse ante los Tribu-
nales, y a instancia de parte, necesitará la correspondiente autorización
de su superior jerárquico, del que tenga potestad para permitirle ausen-
tarse del trabajo; esta autorización procederá y difícilmente podrá ser ne-
gada cuando la Autoridad Judicial hubiese solicitado la comparecencia
del médico a medio de Cédula de Citación, tanto que si ese médico, sin
alegar justa causa, deja de acudir al llamamiento judicial le parará el per-
juicio a que hubiera lugar en derecho; otro tanto se puede decir cuando el
médico venga a ser llamado en calidad testigoperito56, pues con ello se
pretende salvaguardar el interés social basado en la obligación de coo-
perar con la administración de justicia.
El Código de Deontología Médica (10-9-99), cuando se refiere a
los médicos peritos y funcionales, entiende que «los médicos funciona-
rios y los que actúen en calidad de peritos deberán también acomodar sus
actividades a las exigencias de este Código) (art. 41.1); «la actuación
como peritos o médicos inspectores es incompatible con la asistencia
médica al mismo paciente», aunque esto no ha de ser obstáculo alguno
para que el médico pueda comparecer en calidad de testigo-técnico,
más aún cuando es imperativo legal.

16.5. RECUSACIÓN, TACHAS Y DEBER DE ABSTENCIÓN


DE LOS PERITOS

La imparcialidad del perito ha sido motivo de preocupación desde


distintos sectores interesados, y de forma especial interesó al legislador.

55
Publicado en el El Médico, 26-l/noviembre/84.
56
Figura que se contempla en la nueva LEC, al amparo del art. 370.
270 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Pretendiendo que la actuación pericial se desarrolle con las suficientes


garantías, al margen de la libre apreciación del juez, la Ley regula de for-
ma minuciosa la recusación y tacha del perito o peritos que hubieran de
intervenir en el procedimiento de que se trate. La correspondiente co-
municación, para impedir la actuación del perito, sólo podrán ejercitarla
quienes sean parte legítima en el asunto en cuestión.
Como recusación se entiende el acto de las partes intervinientes en un
proceso —civil o penal— encaminado a apartar de la causa, en este caso, al
perito objeto de dicha actuación. Y por tacha, el motivo legal por el cual se
ha de desestimar la declaración, impugnar la prueba —del perito, en este
caso— por su presunta parcialidad y por concurrencia de causas estableci-
das en la Ley. La recusación tiene un carácter más grave que la tacha.
De la recusación se ocupa la LEC en los artículo 124 a 127, y, entre
otros aspectos, establece:

Ámbito de recusación de los peritos: «sólo los peritos designados por


el tribunal mediante sorteo podrán ser recusados», lo que es aplicable
tanto a los peritos titulares como suplentes (art. 124.1 de la LEC); de esta
forma, los peritos designados por las partes no están en el ámbito de la
recusación, siendo sólo posible que sean objeto de tacha.
Son causas de recusación de los peritos, art. 124.3 de la LEC, las si-
guientes:

1 .a Haber dado anteriormente sobre el mismo asunto dictamen con-


trario a la parte recusante, ya sea dentro o fuera del proceso.
2.a Haber prestado servicios como tal perito al litigante contrario o
ser dependiente del mismo.
3.a Tener participación en sociedad, establecimiento o empresa que
sea parte del proceso.

Junto a lo anterior hay que colacionar también como causas de re-


cusación de los peritos las que se establecen en los artículos 219 y 220
de la LOPJ —Ley Orgánica del Poder Judicial—, tal como alude el art.
124.3 de la LEC, siendo las siguientes:

1.a Vínculo matrimonial o situación de hecho asimilable y el pa-


rentesco por consanguinidad o afinidad dentro del cuarto grado
con las partes.
2.a Vínculo matrimonial o situación de hecho asimilable y el pa-
rentesco por consanguinidad o afinidad dentro del segundo gra-
do con el letrado o el procurador de cualquiera de las partes.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 271

3.a Ser o haber sido defensor judicial o integrante de los organis-


mos tutelares de cualquiera de las partes, o haber estado bajo el
cuidado o tutela de alguna de éstas.
4.a Haber sido denunciado, querellado o acusado por alguna de
las partes como responsable de algún delito o falta, siempre
que, en su caso, no archivada la denuncia o admitidas la quere-
lla, se hubiera seguido o se estuviese siguiendo causa criminal
contra el denunciado o querellado.
5.a Haber sido defensor o representante de alguna de las partes,
emitido dictamen sobre el proceso como letrado, o intervenido
en él como fiscal o testigo, o haber emitido dictamen pericial
sobre la cuestión litigiosa u otra similar.
6.a Ser o haber sido denunciante, querellante o acusador de cual-
quiera de las partes.
7.a Tener pleito pendiente con alguna de las partes.
8.a Amistad íntima o enemistad manifiesta por cualquiera de las
partes o con sus abogados.
9.a Tener interés directo o indirecto en el proceso o en otro seme-
jante.
10.a Haber resuelto el pleito en anterior instancia.
11.a Ser una de las partes subordinado del abstenido o recusado.
12.a Haber ocupado el juez o el magistrado cargo público con oca-
sión del cual haya podido formar criterio, en detrimento de la
debida imparcialidad, sobre el objeto del proceso, o sobre las
partes, sus representantes y asesores.
13.a En los procesos en que sea parte la Administración Pública u
otras personas jurídicas, encontrarse el juez o el magistrado, el
funcionario del tribunal, el miembro del ministerio fiscal o el
perito en alguna de las circunstancias mencionadas en las cau-
sas 1.a 8.a y 1 Ia de este artículo, con relación a la autoridad o
funcionario que hubiese dictado en acto a que se refiera el pro-
ceso o informado respecto del mismo, o con relación a las per-
sonas físicas que, actuando al servicio de la Administración
Pública o de la persona jurídica de que se trate hubieran reali-
zado el hecho por razón del cual se sigue el proceso.

Los arts. 125, 126 y 127 de la LEC se ocupan, respectivamente, de la


forma de proponer la recusación de los peritos, admisión del escrito de
recusación y sustanciación y decisión del incidente de recusación.
Estas mismas causas, las que se acaban de señalar, y que correspon-
den a los arts. 219 y 229 de la LOPJ (Ley Orgánica del Poder Judicial)
272 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

también dan lugar a la abstención del perito, posibilidad que se con-


templa en los arts. 99, 100 y 105 de la LEC, cuando dice: «la abstención
y, en su caso, recusación de los indicados, (en el art. 99.1 de la LEC —
entre ellos los peritos—) sólo procederá cuando concurran algunas de las
causas señaladas en la LOPJ para la abstención y recusación de Jueces y
Magistrados (art. 99.2 de la LEC); el art. 100 de la LEC se refiere al de-
ber de abstención de los peritos, entre otros, cuando concurren algunas
que señala la Ley (art. 100.2 de la LEC): «el perito designado por el juez,
sección o sala que conozca el asunto deberá abstenerse si concurren al-
gunas de las causas legalmente previstas. La abstención podrá ser oral,
o escrita, siempre que esté debidamente justificada» (art. 105.1 de la
LEC)57.
Las tachas de los peritos están contempladas en el art. 343 de la
LEC, cuando concurra en ellos alguna de las siguientes circunstancias:

1.° Ser cónyuge o pariente por consanguinidad o afinidad, dentro del


cuarto grado civil de una de las partes o de sus abogados o pro-
curadores.
2.° Tener interés directo o indirecto en el asunto o en otro semejan-
te.
3.° Estar o haber estado en situación de dependencia o de comuni-
dad o contraposición de intereses con alguna de las partes o con
sus abogados o procuradores.
4.° Amistad íntima o enemistad con cualquiera de las partes o sus
procuradores o abogados.
5.° Cualquier otra circunstancia, debidamente acreditada, que les
haga desmerecer en el concepto profesional.

16.6. LA FIGURA DEL TESTIGO-PERITO.


EXAMEN DEL ART. 370.4 DE LA LEC

La LEC, en su art. 370.4, da entrada al denominado testigo-perito, al


decir que «cuando el testigo posea conocimientos científicos, técnicos,
artísticos o prácticos sobre la materia a que se refieran los hechos del in-
terrogatorio, el tribunal admitirá las manifestaciones que en virtud de di-
chos conocimientos agregue el testigo a sus respuestas». Y sigue di-

57
Sobre el análisis jurisprudencia de la abstención del perito, puede consultarse La
nueva prueba de peritos en la Ley de Procedimiento Laboral, LORENZO MEMBIELA, O.C,
pp. 105 a 114.
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 273

tiendo en el párrafo siguiente: «en cuanto a dichas manifestaciones las


partes podrán hacer notar al tribunal la concurrencia de cualquiera de las
circunstancias de tacha relacionadas en el art. 343 de la LEC».
De esta forma, en estos casos, el testigo, en el curso de su declara-
ción, podrá añadir estimaciones en virtud de sus particulares conoci-
mientos en una determinada materia, ciencia o arte, en tanto que se
preceptúa que «el tribunal admitirá las manifestaciones que en virtud
de dichos conocimientos agregue el testigo». Esta figura es una ex-
presión de la amplitud que puede tomar la prueba pericial, si se desea
desplegar su concepto a partir de su noción nuclear, si realmente hay
voluntad de imprimirle un carácter eminentemente práctico, capaz de
conectar con el interés social y la vocación de servicio de la justicia a
la ciudadanía.
En cualquier caso, antes de seguir adelante, y para lograr una mejor
comprensión de lo que ha de seguir, conviene recordar las relaciones y
diferencias entre peritos y testigos58:

«1.a Los testigos son casuales, mientras que los peritos se designan
por las partes y el juez.
»2.a Los testigos informar sobre hechos anteriores a la causa, y los
peritos formulan apreciaciones posteriores a la iniciación del procedi-
miento.
»3.a Los testigos relatan hechos, los peritos formulan apreciacio-
nes;
»4.a Si los testigos disienten, al menos uno de ellos es insincero o
mendaz; en cambio entre los peritos cabe discrepancia de carácter teóri-
co o experimental, aún procediendo con lealtad;
»5.a Concorde y seria la prueba testifical, y no contradicha por
otros elementos de probanza, los testigos determinan al juez; por el
contrario, aún unánimes diversos peritos acerca de un mismo hecho, el
juez puede desentenderse de su dictamen.
»6.a Los testigos no pueden modificar los hechos; los peritos pue-
den someter a personas, cosas, a experimentos y cambios, para apreciar
su estado, propiedades y reacciones.»

La figura del testigo-perito del art. 370.4 de la LEC (2000) es de na-


turaleza compleja, ya reconocida en el derecho alemán, con anterioridad,
si bien no venía contemplada en la anterior LEC (1881). No obstante a

58
CABANELLAS, G., Diccionario del Derecho Usual, Editorial Santillana, Madrid,
1963.
274 MANUAL DEL PERITO MEDICO

ella aludían diversos autores de la doctrina científica, entendiendo que en


la práctica operaba con carácter de perito extrajudicial, de modo que este
testigo era traído al proceso, en interés y a instancia de cualquiera de las
partes, con fines probatorios, en una declaración provocada.
En su momento (con anterioridad a la LEC 2000) se afirmó de esta
figura que:

«se confunden el conocimiento del hecho anterior al proceso y


las observaciones, apreciaciones técnicas reflejadas sobre aqué-
llos» (TOMAS TÍO, VIVES ROMANI) 59;
«en el derecho angloamericano el perito parece englobado en
el concepto de testimonio, sin que exista una distinción conceptual
entre ambos» (SILVA MELERO) 60;
«es aquel testigo que, por medio de su declaración, a través del
procedimiento de prueba testifical, emite un dictamen pericial»
(FONTSERRA)61.

Un ejemplo, en un análisis teórico, con carácter ilustrativo, muestra


el campo de esta nueva regulación, así como la importancia que tiene
deslindar bien lo que se ha de entender como testifical y, por otra parte,
como pericial, aunque en la prácticas, ya con anterioridad a la nueva
LEC, tal técnica testifical ya se venía realizando.
Un médico, cuando estaba detenido en la acera, es testigo de los si-
guientes hechos:

a) es testigo de cómo un peatón es atropellado en un paso de cebra


por un automóvil, cuando el semáforo alumbraba con luz verde;
b) es testigo también de la siguiente secuencia biocinemática, esto
es, la geometría del movimiento del cuerpo a raíz del automovi-
lístico: el peatón es brutalmente impactado en su hemicuerpo iz-
quierdo, alcanzado por la defensa del vehículo en la parte lateral
de la pierna izquierda, lanzado por el aire; finalmente, cae y se
precipita al suelo,...;
c) el médico tratando de auxiliar a la víctima, se aproxima al herido,
quien le refiere dolor intenso en la rodilla izquierda, con imposi-
bilidad de flexionar la pierna; también dolor, aunque en menor

59
TOMÁS TÍO, J. M, VIVES ROMANI, A., o.c, p. 27.
60
SILVA MELERO, O.C, p. 282. Con respecto a la solución alemana, este autor apunta
que ello no quiere decir que haya trazado una línea divisoria entre el testigo y el perito.
61
FONTSERRA, o.c, p. 121.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 275

medida, en rodilla derecha; el mismo médico igualmente observa


que el lesionado presenta un gran hematoma en la región de la ro-
dilla izquierda; un discreto hematoma en la cara externa de la ro-
dilla derecha;
d) el médico, hasta el momento testigo de unos hechos, ahora se dis-
pone a mostrarse como tal, a ejercer su oficio, piensa en seguida
que la víctima de ese atropello ha sufrido un traumatismo severo
en la rodilla izquierdas, y, además, también muy posiblemente ro-
tura del ligamento lateral extremo de la rodilla derecha. Dado el
estado del herido entiende que procede su inmediato traslado a un
centro hospitalario, requiriendo los medios de transporte adecua-
dos a la gravedad que se presume en este caso.

Al cabo del tiempo, el lesionado es dado de alta; el correspondiente


informe hospitalario que se le entrega (Informe de Alta), entre otros as-
pectos, señala, en el apartado referido al estudio radiológico (resonancia
magnética de ambas rodillas), que se ha observado: rodilla izquierda:
fractura de fémur y rotura de ligamentos rodilla izquierda (...); rodilla
derecha: desgarro del ligamento lateral externo (LLE), (...).
Iniciado el trámite para la reclamación por los daño y perjuicios, la
compañía aseguradora, responsable de asumir la indemnización por las
lesiones de la víctima, niega el nexo de causal a la totalidad del cuadro
lesional descrito, pues entiende que, «después de un riguroso examen por
su equipo de médicos especialistas en Valoración del Daño Corporal»,
han llegado a la siguiente «conclusión: si bien puede admitirse que las le-
siones descritas en la rodilla izquierda son atribuibles al accidente, en
modo alguno las descritas para la rodilla derecha, pues se consideran an-
teriores al accidente». Además, para hacerlo más difícil, el médico fo-
rense se adhiere a esta interpretación.
Está claro que lo descrito en los apartados anteriores a), b), c) y d)
constituyen hechos a), b), c) y suposiciones d) —en concreto de carácter
técnico, dentro del campo de la accidentología clínica— pero en todo
caso anteriores a la iniciación del procedimiento correspondiente a la
causa abierta en el juzgado por lesiones personales por hechos de la
circulación (atropello).
Ya en marcha el procedimiento, interesa a la parte que el médico alu-
dido comparezca en la causa que se vio obligado a emprender, y que sea
interrogado de acuerdo a lo que dispone el art. 370.4 de la LEC, esto es:
en calidad de testigo-perito. De esta forma, atendiendo a la declaración
que se preste, cabe distinguir, al menos en la construcción teórica de esta
figura, lo siguiente:
276 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

1. Aspecto testifical: hechos; la versión de un ciudadano, que pre-


senció el accidente, que dice y declara cuanto vio en el momento
en que la víctima, que cruzaba un paso de peatones, es atropella-
da por un vehículo automóvil. Su testimonio, su declaración
como tal testigo, se ha de remitir a los contenidos descritos en los
apartados a), b) y c), ni más ni menos.
2. Aspecto pericial: apreciaciones técnicas del testigo en atención a
sus particulares conocimientos y preparación: dado que el ciuda-
dano que presenció los hechos, el desarrollo del accidente, ca-
sualmente resultó ser médico, interesa que a su declaración como
testigo «añada» también otras manifestaciones en virtud de sus
peculiares conocimientos técnicos y científicos.

A partir de este momento, cuanto diga quien presenció el accidente,


no se tomará como testifical, sino como pericial, pues que ya no se trata
de relatar los hechos (que ya han quedado suficientemente delimitados en
la declaración que se corresponde con los contenidos a), b) y c). Se trata,
por el contrario, de que ese testigo, en atención a su particular preparación
y conocimientos específicos, ilustre a la Sala, tanto que junto a lo ya di-
cho, a partir de este momento, aporte otras manifestaciones, en virtud de
sus conocimientos; en concreto, que, sobre el caso de autos, responda al
siguiente extremo: es posible o no, que en atención a la forma en que se
produjo el accidente (hechos: y consta que así fue, ya que sobre los mis-
mos hechos coinciden el resto de los testigos), además de las lesiones pro-
ducidas en la rodilla izquierda, también imputar al accidente el desgarro
del ligamento lateral externo (LLE) de la rodilla derecha62.
Repárese en que, todavía en el momento en que ese médico, testigo
del accidente, se acerca a la víctima con intención de auxiliarla, si bien
aún cuando la relación a partir de ese instante puede ser tomada con una
dimensión profesional (relación médico-herido), no hay duda de que
cuando la víctima le refiere a quien se le acerca que acusa dolor intenso
en la rodilla izquierda, también derecha...; así como la mera observación

62
En no pocas ocasiones, resulta difícil que algunos comprendan este mecanismo le-
sional: la afectación del ligamento lateral externo de la extremidad contralateral, en casos
de atropello, como el del ejemplo, se explica por un mecanismo de elongación del mismo,
por otra parte bien conocido en el terreno de la accidentología clínica. Al efecto resulta
muy ilustrativa la siguiente anotación: «si un peatón está en pie y sufre un traumatismo en
su pierna por el lado derecho, a raíz de un atropello, posiblemente presente las siguientes
lesiones: fractura de fémur y tibia, y rotura de ligamentos laterales de la otra pierna (la iz-
quierda) (Ref. GUILLEN GARCÍA, P., Lesiones ostearticulares en accidente de circulación,
Mapfre Seguridad, núm. 9, primer trimestre. Madrid, 1983).
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 277

del aspecto externo de las rodillas (hematomas, etc.), tales hechos están
basados en un mero acto de comunicación verbal y de percepción visual.
Ese médico, en una primera fase, incorpora dichos datos en su registro
mental en calidad de testigo, testigo de unos hechos, dentro del escenario
del accidente, fruto de la asimilación que le permite la capacidad senso-
rial de los órganos de los sentidos (en este caso oído y vista), como
cualquier otra persona, al margen de su preparación, pasando dichas
percepciones a formar parte de su caudal memorístico. Otra cosa es la
utilidad, y el alcance interpretativo que en su momento el que fuera en-
tonces testigo puedas darle en atención a su especial preparación; esto es,
ya no como testigo, sino como médico, y, si se brindas la ocasión, por
motivos de circunstancia y oportunidad, como perito.
Por eso mismo, cuando ha de dar respuesta al extremo planteado,
acorde con la cuestión pericial que se somete a su opinión, por una parte,
ha de buscar en su recuerdo aquellos hechos, rescatando al presente lo en-
tonces acaecido, trayendo a colación el escenario del accidente, la se-
cuencia biocinemática presenciada con ocasión del atropello (por él y
otros testigos) los síntomas que le comunicó el herido, junto con los sig-
nos externos apreciados en ambas rodillas (hematomas, etc.), aspectos és-
tos que en todo caso corresponden a una actividad evocativa, pero toda-
vía sin formular juicios sobre los mismos hechos; por otra, acto seguido,
ya presentes los hechos, ha de aplicar la lógica propia de su ciencia, con el
fin de resolver la cuestión pericial que se le ha planteado, en un proceso
mental de integración e interacción dinámica de aquellos hechos, activi-
dad ésta netamente interpretativa, que va más allá de un proceso mera-
mente evocativo, pues pretende el análisis de un resultado, su posibilidad,
aplicando la inteligencia propia de su saber médico; buscando la forma de
resolver una situación que se le ofrece como nueva, basándose en sus ex-
periencias profesionales, en la praxis que es consustancial a su oficio, uti-
lizando el pensamiento como medio, ora por inducción, ora por deduc-
ción: esto es, un proceso de elaboración intelectual, operando sobre el
silogismo, buscando las premisas menores, sometiendo a crítica a cada
una de ellas, con el fin de que todo ello sirva para llegar a una conclusión,
acorde con la cuestión pericial que se somete al estimar técnico, y sirva,
en definitiva, para la clarificación de los hechos.

16.7. RESPONSABILIDADES DE LOS PERITOS

Además de lo ya anotado con referencia a las responsabilidades de


los facultativos derivadas de la emisión de documentos clínicos, que, en
278 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

su caso, y con carácter general, habrá que tener en cuenta, por otra parte,
conviene señalar que el médico, al actuar en calidad de perito, ha de su-
jetarse a la responsabilidad concreta en que hubiera incurrido al desem-
peñar aquella función, tal que, en un principio, podrá ser invocada desde
la esfera Civil, Penal y Disciplinaria, así como viendo la posibilidad de
aplicación efectiva de las normas de carácter deontológico.
En el ámbito civil, «no está regulada especialmente en la Ley la
responsabilidad de los peritos»62, aunque tampoco existe obstáculo al-
guno para que tal responsabilidad pueda exigirse fundamentándola en los
daños y perjuicios que se hubieran derivado de un dictamen en el que,
aun no habiendo intencionalidad, fue erróneo, en atención al precepto ci-
vil que obliga a la reparación del daño causado a otro. De ahí la impor-
tancia de que en la elaboración del informe se actúe con diligencia, se re-
curra a cuantos medios exploratorios sean necesarios, al menos dentro de
lo que es la práctica médica habitual propia de cada tiempo, y que en
todo caso, en el capítulo de las consideraciones, caso de que alguna o al-
gunas de esas exploraciones no se hubieran practicado, por los motivos
que fuere, se haga la oportuna anotación con las aclaraciones y razona-
mientos que proceda para cada caso en particular.
Por su parte, SANZ TOMÉ 63 refiere que la responsabilidad pericial civil
es de tipo extracontractual y tendrá su base en el art. 1.902 y si-
guientes del Código Civil, y, a su vez, se remite al autor a GUASP, en la
manera que entiende que «la relación entre el perito y los sujetos proce-
sales no pertenece al derecho privado, sino al público: calificación que
tiene gran interés en la determinación del régimen jurídico a que dicha
relación se halla sometida».
El mismo SANZ TOMÉ considera que los cinco requisitos expuestos
por GULLÓN, como constituyentes de responsabilidad civil por culpa
aquiliana o extracontractual, son plenamente aplicable a los supuestos de
responsabilidad civil del perito, y así:
1. Acción u omisión de éste.
2. Esta acción u omisión ha de ser ilícita.
3. Intervenir la culpa o negligencia o el llamado dolo civil.
4. Haberse producido un resultado dañoso o un tercero, concreta-
mente a una de las partes o a ambas.
5. Entre el daño causado y la acción u omisión del perito ha de
existir un nexo causal, una relación de causa efecto.
62
TOMÁS TÍO y VIVES ROMANI, O.C, p. 38.
63
SANZ TOMÉ, F., La prueba en el proceso laboral, tomo I, pp. 366 y 367. Editorial
Lex Nova, S.A., Valladolid, 1990.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 279

En cuanto al momento para emprender la acción pertinente, parece


que la reclamación no podrá formularse mientras el proceso en que se
emitió el informe pericial, y en relación con la intervención del perito
en concreto, no hay terminado en una sentencia firme, fundada preci-
samente en el dictamen inexacto o en la omisión de dictamen, mo-
mento en que se producirá el perjuicio para quien pretenda su repara-
ción64.
En su consideración penal, hay que empezar recordando el art. 463
del Código Penal, bajo el epígrafe genérico que trata de la obstrucción a
la justicia y la deslealtad profesional, tanto que «el citado en legal forma,
dejare voluntariamente de comparecer, sin justa causa, ante un juzgado o
tribunal en proceso criminal, con reo en prisión, provocando la suspen-
sión del juicio oral, será castigado con pena...», lo que afecta al perito
que voluntariamente no comparezca ante un tribunal, cuando hubiese
sido oportunamente citado, lo que conecta con el art. 463 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal (LECr), pues entiende que «el perito que sin
alegar excusa fundada deje de acudir al llamamiento del juez o se niegue
a prestar informe, incurrirá en las responsabilidades señaladas para los
testigos en el art. 420»; y el art. 420 de la LECr dice: «el que sin estar
impedido no concurriese al primer llamamiento judicial, excepto las
personas mencionadas en el art. 412, o se resistiese a declarar, a no estar
comprendido en las exenciones de los artículos anteriores, incurrirá en la
multa de 5.000 a 25.000 pesetas, y si persistiese en su resistencia será
conducido a la presencia del juez instructor por los dependientes de la
Autoridad, y procesado por el delito de denegación de auxilio que res-
pecto de peritos y testigos define el Código Penal, y en el segundo caso
será también procesado por el de desobediencia grave a la Autoridad».
El art. 556 del Código Penal, castiga a los que «se resistiesen a la auto-
ridad o sus agentes, o los desobedecieren gravemente, en el ejercicio de
sus funciones».
Igualmente, hay que remitirse al Código Penal en los casos en que
los peritos declaren falsamente en juicio, de forma que «las penas de
los artículos precedentes se impondrán en su mitad superior a los pe-
ritos e intérpretes que faltaren a la verdad maliciosamente en su dicta-
men o traducción, los cuales serán, además, castigados con la pena de
inhabilitación especial para su profesión o oficio, empleo o cargo pú-
blico, por tiempo de seis a doce años» (art. 459 del CP); en el caso de
cohecho, cuando la falsa de declaración del perito fuera hecha me-
diante cohecho, la pena se verá agravada, en concordancia con lo pre-
64
TOMÁS Tío y VIVES ROMANI, O.C, p. 38.
280 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

visto en art. 442 del mismo CP: «lo dispuesto en los artículos prece-
dentes será también aplicable a los jurados, arbitros, peritos, o cuales-
quiera personas que participen en el ejercicio de la función pública».
(Los artículos precedentes, a partir de 419 del CP, figuran bajo el epí-
grafe del Cohecho.)
También está previsto pena para el perito que aún sin faltar a la
verdad la altere, tanto que el art. 460 del CP establece que: «Cuando el
testigo, perito o intérprete, sin faltar sustancialmente a la verdad, la altere
con reticencias, inexactitudes o silenciando hechos o datos relevantes
que le fueran conocidos, será castigado con la pena de multa de seis a
doce meses y, en su caso, de suspensión de empleo o cargo público, pro-
fesión u oficio, de seis meses a tres años.»
En cualquier caso, todo perito —como ya se ha indicado anterior-
mente— al emitir el dictamen, deberá manifestar bajo juramento o pro-
mesa, decir la verdad, que ha actuado y, en su caso, actuará con la mayor
objetividad posible, tomando en consideración tanto lo que pueda favo-
recer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las
partes, y que conoce las sanciones penales en las que podría incurrir si
incumpliera su deber como perito.
En cuanto a la responsabilidad disciplinaria deriva del hecho de
que el perito en su cometido ha de someterse a la autoridad judicial y en
caso de «desacato»65 incurrirá en la responsabilidad prevista en las leyes,
si bien el término de desacato en la actualidad ha de ser tomado con ca-
rácter general, como una falta de respeto a una persona, que en este
caso se podrá ver trasladado a la autoridad judicial. Además de la obli-
gación de comparecer, de cualquier modo el perito, en su actuación,
viene obligado a guardar la disciplina y el respeto propio del lugar fren-
te a terceros.
Por su parte, la Ley Orgánica del Poder Judicial (6/1985, de 1 de ju-
lio) establece que «corresponde al Presidente el Tribunal o al Juez man-
tener el orden en la Sala, a cuyo efecto acordará lo que procede» (art.
190); «a los efectos de lo dispuesto en el artículo anterior, los que per-
turbaren la vista de algún proceso, causa u otro acto judicial, dando se-

65
Se ha de tener en cuenta que el delito de desacato, tal como lo recogía el antiguo
240 del CP —conforme a la Ley 44/1971— en la actualidad no existe, a pesar de que úl-
timamente, en el año en curso, en relación con determinados incidentes que se han pro-
ducido entre un detenido y un juez (noviembre/2000) desde algunos sectores se ha plan-
teado la necesidad de volver a instaurar este tipo penal. En tal sentido, el referido 240 del
CP establecía que «cometen desacato los que, hallándose un ministro o una autoridad en
el ejercicio de sus funciones o con ocasión de ellas, los calumniaren, injuriaren o amena-
zasen de hecho o de palabra o en escrito que les dirijan».
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 281

nales ostensibles de aprobación o desaprobación, faltando al respeto y


consideración a los jueces, tribunales, ministerio fiscal, abogados, pro-
curadores y secretarios judiciales, sean amonestados en el acto por el
Juez o Presidente y expulsados de la Sala si no obedecieren a la primera,
sin perjuicio de la responsabilidad penal en que incurran» (art. 191); «los
que se resistiesen a cumplir la orden de expulsión serán, además, san-
cionados con multa, cuyo máximo será la cuantía de la multa más ele-
vada prevista en el Código Penal como pena correspondiente a las faltas»
(art. 192); «con la misma multa serán sancionados los testigos, peritos o
cualquier otro que, como parte o representándola, faltaren en las vistas y
actos judiciales de palabra, obra o por escrito a la consideración, respeto
y obediencia debidos a los Tribunales, cuando sus actos no constituyan
delito» (art. 193).
También habrá que traer a colación, en su caso, el citado art. 556 del
CP, a los que «se resistiesen a la autoridad o a sus agentes, o los deso-
bedecieren gravemente, en el ejercicio de sus funciones».
Llegado al campo de la responsabilidad deontológica, ATAZ LÓPEZ66
alude a una «vigencia indirecta» del código oportuno, «mediante las
actuaciones de las Comisiones Deontológicas que poseen potestad para
sancionar al médico, incluso con la expulsión del Colegio, lo que, dada,
la obligatoriedad de la colegiación, no es otra cosa que una pena de in-
habilitación especial del art. 27 del CP, sin el correspondiente procedi-
miento penal previo, y por tanto, una potestad de muy dudosa constitu-
cionalidad», pues ello atentaría contra el principio de «protección judicial
de los derechos» (tutela judicial efectiva) en la manera que el art. 24.1 de
la suprema norma dispone que toda persona tiene derecho a obtener la
tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos
legítimos. De esta manera la responsabilidad a la que se alude tiene, des-
de un plano operativo, para quien se confiese devoto del más frío prag-
matismo, un alcance más teórico que real, al margen del carácter ver-
gonzante que otros le pudieran atribuir67.

66
Citado por LLAMAS POMBO, O.C, p. 49.
67
Por otra parte, como ya se indicó en la parte dedicada a los requisitos de los peri-
tos, en la actualidad, para actuar en calidad de tal, no es preciso que el perito al tiempo de
emitir su dictamen esté dado de alta en el colegio profesional correspondiente (ni tam-
poco es preciso que pague la contribución correspondiente al impuesto de actividades
económicas), tanto que dicho dictamen podrá surtir igualmente efecto aunque el perito,
en el momento en que lo emite, estuviere suspendido por el colegio profesional al que
pertenece.
282 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

16.8. PECULIARIDADES DE LA PRUEBA PERICIAL


EN LA JURISDICCIÓN CIVIL, PENAL Y LABORAL:
RÉGIMEN JURÍDICO

La prueba de peritos podrá ser requerida ante los muy diversos cam-
pos en que la administración despliega su actividad y por diferentes
motivos. LE GUEUT y MARÍN 68 analizan varios ámbitos de la función pe-
ricial del médico, que en líneas generales pueden encontrar acomodo en
el ordenamiento español, exponiéndolos en los siguientes capítulos:

a) Pericia en materia penal: 1) apreciación de las consecuencias


médicas de los golpes y heridas; 2) determinación de la capacidad
en el momento de la detención; 3) determinación de la causa de la
muerte; 4) pericial toxicológica; 5) examen de la personalidad.
b) Pericia en materia civil: 1) evaluación del daño corporal; 2) es
tudio de la filiación (análisis de la paternidad); 3) expedición de
certificados en expedientes de adopción.
c) Pericia ante la jurisdicción administrativa y tribunales de pen-
siones: 1) tribunales administrativos; 2) para el reconocimiento de
pensiones militares.
d) Pericia en el marco de la Seguridad Social: 1) ante los organis-
mos técnicos; 2) ante los organismos judiciales.

En realidad al perito, para el ejercicio de su función, para nada le ha


de importar sí la causa para la que fue requerido corresponde a uno u
otro procedimiento, pues, de lo que se ha de preocupar es atender a los
extremos técnicos que se le hubieran planteado (extremos de hecho); otra
cosa es que para su gobierno o deliberación interna sea conveniente
que tenga unos mínimos conocimientos jurídicos, concimientos, no obs-
tante, que nunca han de verse reflejados en su dictamen pericial en la
manera que viniera a hacer apreciaciones en derecho, y otras imperti-
nencias.
La pericia realizadas en cualquier orden jurisdiccional, en términos
generales, «no tiene especiales diferencias, según la doctrina más pres-
tigiosa, salvo peculiaridades accidentales69, que es lo que a continuación
se pretende indicar.

68
LE GUEUT, J., y MARÍN, A., o.c, pp. 133 y 134.
69
CLIMENT DURANT, O.C. (1990), p. 2134, remitiéndose a FONT SERRA, O.C. (1974), p.
19 y a VIADA LÓPEZ-PUIGVERT, C, en: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales,
1951, p. 50. Más recientemente, CLIMENT DURANT se refiere a «la conveniencia de adop-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 283

16.8.1. Prueba pericial en el Proceso Civil: régimen jurídico

El proceso civil tiene por fin «la defensa y conservación del orden
jurídico privado»70, siendo «un fin inmediato, en el que se incluye la
protección del derecho y de los intereses del individuo, es decir, en fin
mediato»71.
En primer término, con respecto a la anterior Ley de Enjuiciamiento
Civil (LEC 1881), conviene reparar un momento en la exposición de mo-
tivos de la actual (LEC 2000), en la manera que el legislador indica:
— «con las excepciones obligadas respecto a los procesos civiles en
que ha de satisfacerse un interés público, esta Ley se inclina co-
herentemente por entender que el dictamen de peritos como me-
dio de prueba en el marco de un proceso, en el que salvo las ex-
cepciones aludidas, no se impone y se responsabiliza al tribunal
de la investigación y comprobación de la veracidad de los hechos-
relevantes en que se fundamentan las pretensiones de tutela for
mulada por las partes, sino que es sobre éstas sobre las que recae
la carga de alegar y probar».
No obstante, hay que tener presente que el carácter general de la prue-
ba de las obligaciones, ha sido derogado por la actual LEC 2000, en la ma-
nera que lo disponía los arts. 1.214 y 1.215 del Código Civil. En concreto,
el art. 1.214 establecía que «incumbe la prueba de las obligaciones al
que reclama su cumplimiento, y la de su extinción al que se opone».
Igualmente han sido derogados en la misma LEC 2000 los arts.
1.242 y 1.243 del CC, referentes a las pruebas de peritos.
— «se introducen los dictámenes de peritos designados por las
partes y se reserva la designación por el tribunal de perito para
los casos en que así le sea solicitado por las partes o resulte es-
trictamente necesario».
Es importante anotar que en la actual LEC no está regulada la insa-
culación de peritos (antiguo art. 616 de la LEC: designación en suerte,
que en ocasiones podía resultar muy aventurada).

tar un criterio preponderantemente funcional» en la ida de buscar una unificación proce-


sal, con el fin de que se camine hacia una unificación del proceso civil y penal, un proceso
mixto, con contenido civil y penal. CLIMENT DURANT, C, La prueba penal, p. 1228-1231.
Tirant lo Blanch, Valencia, 1999.
70
PRIETO CASTRO y FERRÁNDIZ, Derecho Procesal Civil, vol. 1.°, o.c, p. 22.
71
PRIETO CASTRO y FERRÁNDIZ, Derecho Procesal Civil, vol. 1.°, o.c, p. 22.
284 MANUAL DEL PERITO MEDICO

— «la práctica de la prueba pericial adquiere también una simpli-


cidad muy distinta de la complicación procedimental a que con-
ducía la regulación de la Ley de 1881»;
— «se excluye la recusación de los perito cuyo dictamen aporten las
partes, que sólo podrán ser objeto de tacha»;
— «a todos los peritos se exige juramento o promesa de actuación
máximamente objetiva e imparcial»;
— «se contienen disposiciones de esta Ley conducentes a someter
sus dictámenes a explicación, aclaración y complemento con
plena contradicción»;
— «la actividad pericial, cuya regulación decimonónica reflejaba el
no resuelto dilema acerca de su naturaleza —si medio de prueba
o complemento o auxilio del juzgador— responde ahora plena-
mente a los principios generales que deben regir la actividad
probatoria, adquiriendo sentido su libre valoración»;
— «la Ley, al entender la enorme diversidad de operaciones y ma-
nifestaciones que entraña modernamente la pericia, se aparta de-
cididamente de la regulación de 1881 para reconocer sin casuís-
mo la diversidad y amplitud de este medio de prueba, con
atención a su frecuente carácter instrumental respecto a otros
medios de prueba».

Gran parte de los aspectos propios de la prueba pericial en el ámbito


civil ya ha sido referido a lo largo de esta exposición con carácter gene-
ral, no obstante es útil recordar, ahora de forma más concreta, puntuali-
zando sobre cuanto sigue, de acuerdo con lo que se recoge e interesa en
los arts. 335 y siguientes (LEC, Capítulo VI, Sección 5.a: Del dictamen
de peritos), y así:

Art. 335. Objeto y finalidad de la prueba de peritos. Juramento o


promesa de actuar con objetividad.

1. Cuando sean necesarios conocimientos científicos, artísticos o


prácticos para valorar hechos o circunstancias relevantes en el asunto o
adquirir certeza sobre ellos, las partes podrán aportar al proceso el dic-
tamen de peritos que posean conocimientos correspondientes o solicitar,
en los casos previstos en esta Ley, que se emita dictamen por perito de
signado por el tribunal.
2. Al emitir dictamen, todo perito deberá manifestar, bajo jura-
mento o promesa de decir la verdad, que ha actuado y en su caso actua-
rá con la mayor objetividad posible, tomando en consideración tanto lo
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 285

que puedas favorecer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a


las partes, y que conoce las sanciones penales en las que podría incurrir
si incumpliere su deber como perito.
Art. 336. Aportación con la demanda y la contestación de dictá-
menes elaborados por peritos designados por las partes.
1. Los dictámenes de que los litigantes dispongan, elaborados por
peritos por ellos designados, y que estimen necesarios o convenientes
para la defensa de sus derechos, habrán de aportarlos con la demanda o
con la contestación, si ésta hubiere de realizarse en forma escrita, sin per-
juicio de lo dispuesto en el art. 337 de la presente Ley.
2. Los dictámenes se formularán por escrito, acompañados, en su
caso, de los demás documentos, instrumentos o materiales adecuados
para exponer el parecer del perito sobre lo que haya sido objeto de la
pericia. Si no fuese posible o conveniente aportar estos materiales e
instrumentos, el escrito del dictamen contendrá sobre ellos las indica-
ciones suficientes.
Podrán asimismo, acompañar al dictamen los documentos que esti-
men adecuados para su más acertada valoración.
3. Se entenderá que al demandante le es posible aportar con la de
mandas dictámenes escritos elaborados por perito por él designado, si
no justifica cumplidamente que la defensa de su derecho no ha permiti-
do demorar la interposición de aquélla hasta la obtención del dicta-
men.
4. En los juicios con contestación a la demanda por escrito, el de-
mandado que no pueda aportar dictámenes escritos con aquella contes-
tación a la demanda deberá justificar la imposibilidad de pedirlos y ob-
tenerlos dentro del plazo para contestar.
Art. 337. Anuncio de dictámenes cuando no se puedan aportar con
la demandas o con la contestación. Aportación posterior.
1. Si no les fuese posible a las partes aportar dictámenes elaborados
por peritos por ellos designados junto con la demanda o contestación, ex-
presarán en una u otra los dictámenes de que, en su caso, pretendan va-
lerse, que habrán de aportar, para su traslado a la parte contraria, en
cuanto dispongan de ellos, y en todo caso, antes de iniciarse la audiencia
previa al juicio ordinario o antes de la vista verbal.
2. Aportados los dictámenes conforme a lo dispuesto en el aparta-
do anterior, las partes habrán de manifestar si desean que los peritos au-
tores de los dictámenes comparezcan en el juicio regulado en los arts.
431 y siguientes de esta Ley o, en caso, en la vista del juicio verbal, ex-
286 MANUAL DEL PERITO MEDICO

presando si deberán exponer o explicar el dictamen o responder a pre-


guntas, objeciones o propuestas de rectificación o intervenir de cualquier
otra forma útil para entender y valorar el dictamen en relación con el ob-
jeto del pleito.
Art. 338. Aportación de dictámenes en función de actuaciones
procesales posteriores a la demanda.
1. Lo dispuesto en el artículo anterior no será de aplicación a los
dictámenes cuya necesidad o utilidad se ponga de manifiesto a causa de
alegaciones del demandado en la contestación a la demanda o de alega-
ciones o pretensiones complementarias admitidas en la audiencia, a tenor
del art. 426 de esta Ley *.
2. Los dictámenes cuya necesidad o utilidad venga suscitada por la
contestación a la demanda o por lo alegado y pretendido en la audiencia
previa al juicio se aportarán por las partes para su traslado a las contra-
rias con al menos cinco días de antelación a la celebración del juicio o de
la vista, en los juicios verbales, manifestando las partes al tribunal si con-
sideran necesario que concurran a dicho juicio o vista los peritos autores
de los dictámenes, con expresión de lo que se señala en el apartado 2 del
art. 337.
El tribunal podría acordar también en este caso la presencia de los
peritos en el juicio o en la vista en los términos señalados en el apartado
2 del artículo anterior.

Art. 339. Solicitud de designación de peritos por el tribunal y re-


solución judicial sobre dicha solicitud. Designación de peritos por el tri-
bunal, sin instancia de parte **.

1. Si cualquiera de las partes fuese titular del derecho de asistencia


jurídica gratuita, no tendrá que aportar con la demanda o la contestación
el dictamen pericial, sino simplemente anunciarlo, a los efectos de que
se proceda a la designación judicial del perito, conforme a lo que se es-
tablece en la Ley de Asistencia Jurídica Sanitaria.
2. El demandante o demandado, aunque no se halle en el caso an-
terior, también podrá solicitar en sus respectivos escritos iniciales que se
proceda a la designación judicial de perito, si entiende conveniente o ne-

* Art. 426. Alegaciones complementarias y aclaratorias. Pretensiones comple-


mentarias. Hechos acaecidos o conocidos con posterioridad a la demanda y contestación.
Presentación de documentos sobre estos extremos.
** La LEC 2000 establece dos modalidades de dictamen pericial: a) por peritos de-
signados por las partes; b) por peritos designados por el tribunal.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 287

cesario para sus intereses la emisión de informe pericial. En tal caso, el


tribunal procederá a la designación, siempre que considere pertinente y
útil el dictamen pericial solicitado. Dicho dictamen será a costa de quien
lo haya pedido, sin perjuicio de lo que pudiera acordarse en materia de
costas.
Salvo que se refiera a alegaciones o pretensiones no contenidas en la
demanda, no se podrá solicitar, con posterioridad a la demanda o a la
contestación, informe pericial elaborado por perito designado judicial-
mente.
La designación judicial de perito deberá realizarse en el plazo de cin-
co días desde la presentación de la contestación a la demanda, con inde-
pendencia de quien haya solicitado dicha designación. Cuando ambas
partes la hubiesen solicitado inicialmente, el tribunal podrá designar, si
aquéllas se muestran conformes, un único perito que emita el informe so-
licitado. En tal caso el abono de honorarios del perito corresponderá re-
alizarlo a ambos litigantes por partes iguales, sin perjuicio de lo que pu-
diera acordarse en materia de costas.
3. En el juicio ordinario, si, a consecuencia de las alegaciones o
pretensiones complementarias permitidas en la audiencia, las partes so-
licitasen, conforme previene el art. 427, la designación por el tribunal de
un perito que dictamine, lo acordará éste así, siempre que considere
pertinente y útil el dictamen, y ambas partes se muestren conformes en el
objeto de la pericia y en aceptar el dictamen del perito que el tribunal
nombre.
Lo mismo podrá hacer el tribunal cuando se trate de juicio verbal y
las partes solicitasen designación de perito, con los requisitos del párra-
fo anterior.
4. En los casos señalados en los dos apartados anteriores, si las par-
tes que solicitasen la designación de un perito por el tribunal estuviesen
además de acuerdo en que el dictamen sea emitido por una determinada
persona o entidad, así lo acordará el tribunal. Si no hubiese acuerdo de
las partes, el perito será designado por el procedimiento establecido en el
art. 341.
5. El tribunal de oficio podrá designar perito cuando la pericia
sea pertinente en procesos sobre declaración o impugnación de la filia-
ción, paternidad y maternidad, sobre la capacidad o en procesos ma-
trimoniales.
6. El tribunal no designará más que un perito titular por cada
cuestión o conjunto de cuestiones que haya de ser objeto de pericia y
que no requieran, por diversidad de materia, el parecer de expertos
distintos.
288 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Art. 340. Condiciones de los peritos.

1. Los peritos deberán poseer el título oficial que corresponda a la


materia objeto del dictamen y a la naturaleza de éste. Si se tratare de ma-
terias que no estén comprendidas en títulos profesionales oficiales, ha-
brán de ser nombrados entre personas entendidas en aquellas materias.
2. Podrá asimismo solicitarse dictamen de academia e instituciones
culturales y científicas que se ocupen del estudio de las materias corres-
pondientes al objeto de la pericia. También podrán emitir dictamen sobre
cuestiones específicas las personas jurídicas legalmente habilitadas para
ello.
3. En los casos del apartado anterior, la institución a la que se en-
cargue el dictamen expresará a la mayor brevedad qué persona o perso-
nas se encargarán directamente de prepararlo, a las que se exigirá el ju-
ramento o promesas previsto en el apartado 2 del art. 335.

Art. 341. Procedimiento para la designación judicial de perito.

1. En el mes de enero de cada año se interesará de los distintos co-


legios profesionales o en su defecto, de entidades análogas, así como de
las academias e instituciones culturales y científicas a que se refiere el
apartado 2 del artículo anterior, el envío de una lista de colegiados o aso-
ciados dispuestos a actuar como peritos. La primera designación de
cada lista se efectuará por sorteo realizado en presencia de secretario ju-
dicial, y a partir de ella se efectuarán las siguientes designaciones por or-
den correlativo.
2. Cuando haya de designarse perito a persona sin título oficial,
práctica o entendida en la materia, previa citación de las partes, se realizará
la designación por el procedimiento establecido en el apartado anterior,
usándose para ello una lista de personas que cada año se solicitará de
sindicatos, asociaciones y entidades apropiadas, y que deberá estar inte-
grada por al menos cinco de aquellas personas. Si, por razón de la singu-
laridad de la materia del dictamen, únicamente se dispusiera del nombre
de una persona entendida o práctica, se recabará de las partes su con-
sentimiento y sólo si todas lo otorgan se designará perito a esapersona.

Art. 342. Llamamiento al perito designado, aceptación y nom-


bramiento. Provisión de fondos.

1. En el plazo de cinco días desde la designación, se comunicará


ésta al perito titular, requiriéndole para que, dentro de otros cinco días,
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 289

manifieste si acepta el cargo. En caso afirmativo, se efectuará el nom-


bramiento y el perito hará, en la forma en que se disponga, la manifes-
tación bajo juramento o promesa que ordena el apartado 2 del art. 335.
2. Si el perito designado adujere justa causa que le impidiere la
aceptación y el tribunal la considerase suficiente, será sustituido por el si-
guiente de la lista, y así sucesivamente, hasta que se pudiere efectuar el
nombramiento.
3. El perito designado podrá solicitar, en los tres días siguientes a
su nombramiento, la provisión de fondos que considere necesaria, que
será a cuenta de la liquidación final. El tribunal, mediante providencia,
decidirá sobre la provisión solicitada y ordenará a la parte o partes que
hubiesen propuesto la prueba pericial y no tuviesen derecho a la asis-
tencia jurídica gratuita, que procedan a abonar la cantidad fijada en la
Cuenta de Depósitos y Consignaciones del Tribunal, en el plazo de cin-
co días.
Transcurrido dicho plazo, si no hubiese depositado la cantidad es-
tablecida, el perito quedará eximido de emitir el dictamen, sin que pue-
da proceder se a una nueva designación.
Cuando el perito designado lo hubiese sido de común acuerdo, y uno
de los litigantes no realizare la parte de la consignación que le corres-
pondiere, se ofrecerá al otro litigante la posibilidad de completar la can-
tidad que faltare, indicando en tal caso los puntos sobre los que deba pro-
nunciarse el dictamen, o de recuperar la cantidad depositada, en cuyo
caso será de aplicación lo dispuesto en el párrafo anterior.

Art. 343. Tachas de peritos. Tiempo y forma de las tachas.

1. Sólo podrán ser objeto de recusación los peritos designados


judicialmente.
En cambio, los peritos no recusables podrán ser objeto de tacha
cuando concurra en ellos alguna de las siguientes circunstancias:

1.° Ser cónyuge o pariente por consanguinidad o afinidad, dentro del


cuarto grado civil de una de las partes o de sus abogados o pro-
curadores.
2.° Tener interés directo o indirecto en el asunto o en otro semejante.
3.° Estar o haber estado en situación de dependencia o de comuni-
dad o contraposición de intereses con alguna de las partes o con
sus abogados o procuradores.
4.° Amistad íntima o enemistad con cualquiera de las partes o sus
procuradores o abogados.
290 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

5.° Cualquier otra circunstancia, debidamente acreditada, que les


haga desmerecer en el concepto profesional.
2. Las tachas no podrán formularse después del juicio o de la vista,
en los juicios verbales. Si se trata de un juicio ordinario, las tachas de los
peritos autores de dictámenes aportados con demanda o contestación se
propondrán en la audiencia previa al juicio.
Al formular tachas de peritos, se podrá proponer la prueba condu-
cente o jutificarlas, excepto la testifical.

Art. 344. Contradicción y valoración de la tacha. Sanción en caso


de tacha temeraria o desleal.
1. Cualquier parte interesada podrá dirigirse al tribunal, a fin de ne-
gar o contradecir la tacha, aportando los documentos que considere per-
tinentes al efecto. Si la tacha menoscabara la consideración profesional o
personal del perito, podrá éste solicitar del tribunal que, al término del
proceso, declare, mediante providencia, que la tacha carece de funda-
mento.
2. Sin más trámites, el tribunal tendrá en cuenta la tacha y su
eventual negación o contradicción en el momento de valorar la prue-
ba, formulando, en su caso, mediante providencia, la declaración de
falta de fundamento de la tacha prevista en el apartado anterior. Si
apreciara temeridad o deslealtad procesal en la tacha, a causa de su
motivación o del tiempo en que se formulara, podrá imponer a la par-
te responsable, con previa audiencia, una multa de diez a veinte mil
pesetas.

Art. 345. Operaciones periciales y posible intervención de las


partes en ellas.
1. Cuando la emisión del dictamen requiera algún reconocimiento
de lugares, objetos o personas o la realización de operaciones análogas,
las partes y sus defensores podrán presenciar uno y otras, si con ello no
se impide la labor del perito y se puede garantizar el acierto e imparcia-
lidad del dictamen.
2. Si alguna de las partes solicitare estar presente en las opera-
ciones periciales del apartado anterior, el tribunal decidirá lo que pro-
ceda y, en caso de admitir esa presencia, ordenará al perito que dé avi-
so directamente a las partes, con antelación de al menos cuarenta y
ocho horas, del día, hora y lugar en que aquellas operaciones se lleva-
rán a cabo.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 291

Art. 346. Emisión y ratificación del dictamen por el perito que el


tribunal designe.

1. El perito que el tribunal designe emitirá por escrito su dictamen,


que hará llegar al tribunal en el plazo que se le haya señalado. De dicho
dictamen se dará traslado a las partes por si se considera necesario que
el perito concurra al juicio o a la vista a los efectos de que aporte las
aclaraciones o explicaciones que sean oportunas. El tribunal podrá acor-
dar, en todo caso, mediante providencia, que considera necesaria la pre-
sencia del perito en el juicio o la vista para comprender y valorar mejor
el dictamen realizado.

Art. 347. Posible actuación de los peritos en el juicio o en la vista.

1. Los peritos tendrán en el juicio o en la vista la intervención so-


licitada por las partes que el tribunal admita.
El tribunal sólo denegará las solicitudes de intervención que, por su
finalidad y contenido, hayan de estimarse impertinentes o inútiles. En
especial, las partes y sus defensores podrán pedir:
1.° Exposición completa del dictamen, cuando esa exposición re-
quiera la realización de otras operaciones, complementarias del
escrito aportado, mediante el empleo de los documentos, mate-
riales y otros elementos a que se refiere el apartado 2 del art. 336.
2.° Explicación del dictamen o de alguno o algunos de sus puntos,
cuyo significado no se encuentre suficientemente expresivo a
los efectos de la prueba.
3.° Respuestas a preguntas y objeciones, sobre método, premisas,
conclusiones y otros aspectos del dictamen.
4.° Respuesta a solicitudes de ampliación del dictamen a otros pun-
tos conexos, por si pudiera llevarse a cabo en el mismo acto y a
efectos, en cualquier caso, de conocer la opinión del perito sobre
la posibilidad y utilidad de la ampliación, así como el plazo ne-
cesario para llevarla a cabo.
5.° Crítica del dictamen que se trate por el perito de la parte contraria.
6.° Formulación de las tachas que pudieran afectar al perito.

2. El tribunal podrá también formular preguntas a los peritos y re-


querir de ellos explicaciones sobre lo que sea objeto del dictamen apor-
tado, pero sin poder acordar, de oficio, que se amplíe, salvo que se trate
de peritos designados de oficio conforme a lo dispuesto en el apartado 5
del art. 339.
292 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Art. 348. Valoración del dictamen pericial.


El tribunal valorará los dictámenes periciales según las reglas de la
sana crítica.

16.8.2. Prueba Pericial en el Proceso Penal: régimen jurídico

Respecto al proceso penal, hay que decir que tiene este connotaciones
que lo alejan del anterior, por cuanto supone «un conjunto de actuaciones
tendentes a averiguar la perpetración del delito, la participación de los de-
lincuentes, su responsabilidad e imponerles la penalidad señalada»72, lo que
también afecta a cuanto interesa al procedimiento probatorio en general.
Del informe pericial, la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr) in-
teresa remitirse, en cuanto a su régimen jurídico, a los arts. 456 a 485, al
establecer cuanto sigue:
Art. 456. El juez acordará el informe pericial cuando, para conocer
o apreciar algún hecho o circunstancia importante en el sumario, fuesen
necesarios o convenientes conocimientos científicos o artísticos.
Art. 457. Los peritos pueden ser titulares o no titulares:
Son peritos titulares los que tienen título oficial, de una ciencia o arte
cuyo ejercicio esté reglamentado por la Administración.
Son peritos no titulares los que, careciendo de título oficial, tienen, sin
embargo, conocimientos o práctica especiales en alguna ciencia o arte.
Art. 458. El juez se valdrá de peritos titulares con preferencia a los
que no tuviesen título.
Art. 459. Todo reconocimiento pericial se hará por dos peritos *.
Se exceptúa el caso en que no hubiese más de uno en el lugar y no
fuere posible esperar la llegada de otro sin graves inconvenientes para el
curso del sumario.
Art. 460. El nombramiento se hará saber a los peritos por medio de
oficio, que les será entregado por alguacil o portero del Juzgado, con las
formalidades prevenidas para la citación de los testigos, reemplazándo-
se la cédula original, por los efectos del art. 175 **, por un atestado
que extenderá el alguacil o portero el encargo de la entrega.
72
GÓMEZ DE LIAÑO, Diccionario Jurídico, o.c.
* La exigencia del legislador de que «todo reconocimiento pericial se hará por dos pe-
ritos» responde a la idea de que en el procedimiento penal la posibilidad de dar entrada a
una opinión contradictoria tiene especial importancia.
** El art. 175 de la LECr: «Las citaciones y emplazamientos se practicarán en la for-
ma establecida para las notificaciones con las siguientes diferencias:
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 293

Art. 461. Si la urgencia del caso lo exige, podrá hacerse el llama-


miento verbalmente de orden del juez, haciéndolo constar así en autos;
pero extendiendo siempre el atestado prevenido en el artículo anterior el
encargo de cumplimiento de la orden de llamamiento.
Art. 462. Nadie podrá negarse a acudir al llamamiento del juez
para desempeñar un servicio pericial, si no estuviese legítimamente
impedido.
En este caso deberá ponerlo en conocimiento del juez en el acto de
recibir el nombramiento para que se provea lo que haya lugar.
Art. 463. El perito que sin alegar justa causa deje de acudir a un
llamamiento del juez o se niegue a prestar el informe incurrirá en las res-
ponsabilidades señaladas para los testigos en el art. 420 *.
Art. 464. No podrán prestar informe pericial acerca del delito,
cualquiera que sea la persona ofendida, los que según el art. 416 ** no
están obligados a declarar como testigos.
El perito que, hallándose en alguno de los casos de dicho artículo,
preste el informe sin poner antes esta circunstancia en conocimiento
La cédula de citación contendrá:
1." Expresión del juez o tribunal que hubiere dictado la resolución, de la fecha de
ésta y de la causa en que haya recaído.
2.° Los nombres y apellidos de los que debieran ser citados y las señas de sus habi-
taciones; y si éstas fueran ignoradas, cualesquiera otras circunstancias por las que pueda
descubrirse el lugar en que se hallaren.
3.° El objeto de la citación.
4.° El lugar, día y hora en que haya de concurrir el citado.
5.° La obligación si la hubiere, de concurrir al primer llamamiento, bajo la multa de
5.000 a 25.000 pesetas; o si fuese ya el segundo el que se hiciere, la de concurrir bajo
apercibimiento de ser procesado como reo de delito de denegación de auxilio respecto de
peritos y testigos.
La cédula de emplazamiento contendrá los requisitos 1.°, 2.º y 3.° anteriormente cita-
dos para la de citación y, además, los siguientes:
1.° El término dentro del cual ha de comparecer el emplazado.
2." El lugar en que haya de comparecer y el juez o tribunal ante quien deba hacerlo.
3.° La prevención de que, si no compareciere, le pararán los perjuicios a que hubiera
lugar en derecho.
* Art. 420 de la LECr: «El que sin estar impedido no concurriera al primer llama-
miento judicial (...) incurrirá en la multa de 5.000 a 25.000 pesetas, y si persistiese en su
resistencia será conducido en el primer caso a la presencia del juez instructor por los de-
pendientes de la Autoridad, y procesado por delito de denegación de auxilio que respecto
a los peritos y testigos define el Código Penal, y en el segundo caso será también pro-
cesado por el de desobediencia grave a la Autoridad.
** Art. 416 de la LECr. «Están dispensados de la obligación de declarar: 1.º Los pa-
rientes del procesado en línea directa ascendente o descendente, su cónyuge, sus herma-
nos consanguíneos o uterinos hasta el segundo grado civil, así como los parientes natu-
rales a que se refiere el núm. 3 del art. 261 (...).»
294 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

del juez que le hubiere nombrado, incurrirá en multa de 25 a 250 pesetas,


a no ser que el hecho diera lugar a responsabilidad criminal.
Art. 465. Los que presten informe como peritos en virtud de
orden judicial tendrán derecho a reclamar honorarios e indemnización
que sean justos, si no tuvieran, en concepto de tales peritos, retribución
fija satisfecha pro el Estado, por provincia o por el municipio.
Art. 466. Hecho del nombramiento de peritos, se notificará inme-
diatamente al acto particular, si lo hubiere, como al procesado, si estu-
viere a disposición de juez o se encontrare en el mismo lugar de la ins-
trucción, o a su representante si lo tuviere.
Art. 467. Si el reconocimiento e informe periciales pudieran tener
lugar de nuevo en el juicio oral, los peritos nombrados no podrán ser re-
cusados por las partes.
Si no pudiere reproducirse en el juicio oral, habrá lugar a la recusación.
Art. 468. Son causa de recusación de los peritos:

1.° El parentesco de consanguinidad o de afinidad dentro del cuarto


grado con el querellante o con el reo.
2.° El interés directo o indirecto en la causa o en otra semejante. 3.°
La amistad íntima o la enemistad manifiesta.

Art. 469. El actor o procesado que intente recusar al perito o pe-


ritos nombrados por el juez deberá hacerlo por escrito antes de empezar
la diligencia pericial, expresando la causa de la recusación y la prueba
testifical que ofrezca, y acompañando la documental o designando el lu-
gar en que esta se halle si no la tuviere a su disposición.
Para la presentación de este escrito no estará obligado a valerse de
procurador.
Art. 470. El juez, sin levantar mano, examinará los documentos
que produzca el recusante y oirá los testigos que presente en el acto, re-
solviendo lo que estime justo respecto de la recusación.
Si hubiere lugar a ella, suspenderá el acto pericial por el tiempo es-
trictamente necesario para nombrar el perito que haya de sustituir al re-
cusado, hacérselo saber, y constituirse el nombrado en el lugar corres-
pondiente.
Si no lo admitiere, se procederá como si no hubiese usado la facultad
de recusar.
Cuando el recusante no produjese los documentos, pero designase el
archivo o lugar en que se encuentren, el juez instructor los reclamará y
examinará una vez recibidos sin detener por eso el curso de las actua-
ciones; y si de ellos resultase justificada la recusación, anulará el informe
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 295

pericial que se hubiese dado, mandando que se practique de nuevo esta


diligencia.
Art. 471. En el caso del párrafo segundo del art. 467, el querellante
tendrá derecho a nombrar a su costa un perito que intervenga en el acto
pericial.
El mismo derecho tendrá el procesado.
Si los querellantes o los procesados fuesen varios, se pondrán res-
pectivamente de acuerdo entre sí para hacer el nombramiento.
Estos peritos deberán ser titulares, a no ser que no los hubiere de esta
clase en el partido o demarcación, en cuyo caso podrán ser nombrados
sin título.
Si la práctica de la diligencia pericial no admitiere espera, se proce-
derá como las circunstancias lo permitan para que el actor y el procesa-
do puedan intervenir en ella.
Art. 472. Si las partes hicieren uso de la facultad que se les con-
cede en el artículo anterior, manifestarán al juez el nombre del perito y
ofrecerán al hacer esta manifestación los comprobantes de tener la cua-
lidad de tal perito la persona designada.
En ningún caso podrán hacer uso de dicha facultad después de em-
pezada la operación de reconocimiento.
Art. 473. El juez resolverá sobre la admisión de dichos peritos en
la forma determinada en el art. 470 para las recusaciones.
Art. 474. Antes de darse principio el acto pericial, todos los peri-
tos, así los nombrados por el juez como los que hubieren sido nombrados
por las partes, prestarán juramento, conforme al art. 343, de proceder
bien y fielmente en sus operaciones y de no proponerse otro fin más que
el de descubrir y declarar la verdad.
Art. 475. El juez manifestará clara y determinantemente a los pe-
ritos el objeto de su informe.
Art. 476. Al acto pericial podrán concurrir, en el caso del párrafo
segundo del art. 467, el querellante, si lo hubiere, con su representación,
y el procesado con la suya, aún cuando estuviere preso; en cuyo caso
adoptará el juez las precauciones oportunas.
Art. 477. El acto pericial será presidido por el juez instructor o, en
virtud su delegación, por el juez municipal. Podrá también delegar, en el
caso del art. 353 * en un funcionario de policía judicial.
* Art. 353 de la LECr. «Las autopsias se harán en un local público que en cada pue-
blo o partido tendrá destinado la Administración para el objeto y para depósito de cadá-
veres. Podrá, sin embargo, el Juez de Instrucción disponer, cuando lo considere conve-
niente, que la operación se practique en otro lugar o en el domicilio del difunto, si su
familia se lo pidiere, y esto no perjudicare el éxito del sumario.
296 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Art. 478. El informe pericial comprenderá, si fuere posible:

1.° Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo en el


estado en que se halle.
El secretario extenderá esta descripción, dictándola los peritos y
suscribiéndola todos los concurrentes.
2.° Relación detallada de todas las operaciones practicadas por los
peritos y de su resultado, extendida y autorizada en la misma forma
que en la anterior.
3.° Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peri-
tos, conforme a las reglas de su ciencia o arte.

Art. 479. Si los peritos tuvieran necesidad de destruir o alterar


los objetos que analicen, deberán conservarse, a ser posible, parte de
ellos en poder del juez, para que, en caso necesario, pueda hacerse nue-
vo análisis.
Art. 480. Las partes que asistieren a las operaciones o reconoci-
miento podrán someter a los peritos las observaciones que estimen con-
venientes, haciéndose constar todas en la diligencia.
Art. 481. Hecho el reconocimiento, podrán los peritos, si lo pidie-
ren, retirarse por el tiempo absolutamente preciso al sitio que el juez les
señale para deliberar y redactar las conclusiones.
Art. 482. SÍ los peritos necesitaren descanso, el juez o el funcio-
nario que le represente podrá concederles para ello el tiempo necesario.
También podrá suspender la diligencia hasta otra hora u otro día,
cuando lo exigiere su naturaleza.
En este caso, el juez o quien lo represente adoptará las precaucio-
nes convenientes para evitar cualquier alteración en la diligencia peri-
cial.
Art. 483. El juez podrá, por su propia iniciativa o por reclamación
de las partes presentes o de sus defensores, hacer a los peritos, cuando
produzcan sus conclusiones, las preguntas que estime pertinentes y pe-
dirles las aclaraciones necesarias.
Las contestaciones de los peritos se consideran como parte de su in-
forme.
Art. 484. Si los peritos estuvieren discordes y su número fuere par,
nombrará otro el juez.

»Si el Juez de Instrucción no quiere asistir a la operación anatómica, delegará en un


funcionario de Policía Judicial, dando fe de su asistencia, así como de lo que en aquella
ocurriere, el Secretario de la causa.»
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 297

Con intervención del nuevamente nombrado, se repetirán, si fuere


posible, las operaciones que hubiesen practicado aquéllos, y se ejecuta-
rán las demás que parecieren oportunas.
Si no fuere posible la repetición de las operaciones ni la práctica de
otras nuevas, la intervención del perito últimamente nombrado se limi-
tará a deliberar con los demás, con vista de las diligencias de reconoci-
miento practicadas, y a formular luego con quien estuviere conforme, o
separadamente si no lo estuviere con ninguno sus conclusiones motiva-
das.
Art. 485. El juez facilitará a los peritos los medios materiales ne-
cesarios para practicar la diligencia que les encomiende, reclamándolos
de la Administración Pública o dirigiendo a la autoridad correspondiente
un aviso previo si existieren preparados para tal objeto, salvo lo dis-
puesto especialmente en el art. 362 *.

16.8.3. Prueba pericial en el Proceso Laboral: régimen jurídico

El procedimiento laboral concierne a una rama jurídica muy con-


creta, que «regula el conjunto de las relaciones surgidas del contrato de
trabajo y de la actividad profesional y subordinada, como fenómeno
económico social»73, no olvidando tampoco que «la complejidad del or-
denamiento, particularmente de la legislación de Seguridad Social, es
también un factor de litigiosidad a tener en cuenta»74.
La actuación del médico en esta jurisdicción cobra enorme interés,
tanto que su actuación viene con frecuencia a ilustrar al juzgador sobre la
calificación de unas lesiones que se presumen o discuten como incapa-
citantes, en consideración al marco jurídico de la Ley de Seguridad So-
cial, ya derive el hecho causante de contingencias comunes, ya por la ac-
tualización de determinados riesgos profesionales (enfermedad
profesional, accidente de trabajo). Una vez más, hay que recordar que la
misión del experto es la de la valoración clínica de las lesiones o secue-

* Art. 362 de la LECr. «Los profesores mencionados no podrán exigir honorarios que
(...) ni exigir que el juez o el tribunal les facilite medios materiales de laboratorio o re-
activos, ni tampoco auxiliares subalternos para llenar su cometido.
»Cuando por falta de peritos, laboratorios o reactivos no es posible practicar el análisis
en la circunscripción de la Audiencia de lo Criminal se practicará en la capital de la
provincia y en último extremo en la del Reino.» Ver también art. 505 de la LOPJ, en re-
lación al Instituto de Toxicología.
73
GÓMEZ DE LIAÑO, O.C, p. 177.
74
MARTIN VAL VERDE, A., Ley de Procedimiento Laboral: texto refundido y práctica
forense. Prólogo. Editorial Nueva Biblioteca, 1998, Madrid.
298 MANUAL DEL PERITO MEDICO

las personales, y su consecuencia, desde la perspectiva de la medicina de


trabajo, en la ejecución laboral correspondiente, esto es: dentro del marco
propio del binomio lesión-tarea, dando respuesta a las exigencias bio-
mecánicas y ergonómicas propias de cada situación personal, pero sin
formular en las conclusiones (conclusiones médicas) aspectos que in-
vaden el terreno de la calificación jurídica.
En el proceso laboral se estará a las disposiciones desarrolladas en la
ley de procedimiento correspondiente, Ley de Procedimiento Laboral
(LPL)75. En consecuencia, «las partes se podrán valer de cuantos medios
de prueba se encuentren regulados en la Ley», siendo deseo expreso de
legislador regular los medios de prueba con criterios de adaptación a este
tipo de proceso, eliminando formalismo y procurando la máxima efica-
cia (tal como se expresaba la Ley de Bases L.P.L., Ley 7/1989, de 12 de
abril).
Entre los medios de prueba admitidos, el art. 90 de la LPL se re-
fiere, en su primer párrafo, a la admisión de «los medios mecánicos de
reproducción de la palabra, imagen y sonido», lo que pericialmente
puede tener enorme interés llegado el momento; aunque, sigue dicien-
do el mismo art. 90 de la LPL, no podrán ser utilizados tales medios si
«se hubieran obtenido, directa o indirectamente, mediante procedi-
miento que suponga la violación de derechos fundamentales o liberta-
des públicas».
Dado que el proceso laboral permite gran flexibilidad, las partes no
se ven limitadas a llevar la iniciativa del procedimiento probatorio, ob-
viamente teniendo en cuenta siempre la pertinencia y la utilidad de la
prueba o pruebas de las que las partes intenten valerse. «Se admitirán las
pruebas que se formulen y puedan practicarse en el acto, respecto a los
hechos sobre los que no hubiera conformidad» (art. 87 de la LPL); ade-
más, «podrán admitirse también aquellas que requieran la traslación del
juez o tribunal fuera del local de la audiencia, si se estimasen necesarias»
(art. 87 de la LPL). Asimismo, «podrán solicitar, al menos con tres días
de antelación a la fecha del juicio, aquellas pruebas que, habiendo de
practicarse en el mismo, requieran diligencias de citación o requeri-
miento» (art. 90.2 de la LPL); las pruebas a practicar en el acto de juicio
pueden también solicitarse en la propia demanda. La pertinencia de las
pruebas —y de las preguntas— que puedan formular las partes se resol-
verá por el juez o tribunal (art. 87.2 de la LPL).

75
Real Decreto 2/195, de 7 de abril, por el que se aprueba el Texto refundido de la
Ley de Procedimiento Laboral, BOE núm. 86, de 11 de abril de 1995; corrección de erro-
res en BOE de 26 de mayo de 1995.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 299

Respecto a la prueba pericial propiamente dicha, los litigantes pue-


den nombrar a su costa los peritos para que intervengan en el juicio oral.
Por su parte, «el órgano judicial, de oficio o a petición de parte, podrá re-
querir la intervención de un médico forense, en los casos en que sea ne-
cesario su informe» (art. 93 de la LPL).
Pero aún sin esperar el día señalado, las partes también podrán soli-
citar, y dentro de las medidas precautorias que regula la LPL, la prácti-
ca anticipada de prueba, para lo que es suficiente que «no haya certeza
de participación voluntaria» (S. T.S. de 19-6-93)76; en concreto el art. 78
de la LPD dispone: «Si las partes solicitasen la práctica anticipada de
pruebas que no puedan ser realizadas en el acto del juicio o cuya reali-
zación presente graves dificultades en dicho momento, el juez o tribunal
decidirá lo pertinente para su práctica en los términos previstos por la
norma que regula el medio de prueba correspondiente. Contra la resolu-
ción denegatoria no cabrá recurso alguno, sin perjuicio del que, por este
motivo, pueda interponerse en su día contra la sentencia».
Ya en el curso de la vista, los peritos han de responder dando las
oportunas explicaciones y aclaraciones, sobre los extremos que se les
planteen, tanto si provienen de las partes como del propio magistrado,
buscando el esclarecimiento de los hechos: «El órgano judicial podrá ha-
cer, tanto a las partes como a los peritos y testigos, las preguntas que es-
time necesarias, para el esclarecimiento de los hechos. Los litigantes y
los defensores podrán ejercer el mismo derecho» (art. 87.3 de la LPL),
pero teniendo en cuenta que la pertinencia de la pregunta será resuelta
por el juez (art. 87.2 de la LPL). Asimismo, si lo estima conveniente, el
juez podrá oír dictamen de una o varias personas expertas en la cuestión
objeto del pleito, en el momento del acto del juicio, o terminado éste,
para mejor proveer (art. 95 de la LPL), lo que se ha denominado como
«la prueba de asesores» (cuyo origen legal hay que buscarlo en el De-
creto de 13 de mayo de 1938), siendo su naturaleza fuente de discusión
doctrinal, y hasta su utilidad; no obstante, respecto a esto último, «la uti-
lidad destacada por ALONSO OLEA respecto a esta prueba de asesores ra-
dica en la posibilidad de deponer sobre usos y costumbre laborales que
no se encuentran afectos por el principio iura novit curia y sobre todo
para ilustrar al iudex sobre la declaración de toxicidad o peligrosidad de
trabajos»77.
76
Citada por MARTÍN VAL VERDE, A., Ley de Procedimiento Laboral, o.c.
77
Según recoge LORENZO DE MEMBIELA, La prueba de peritos en la Ley de Procedi-
miento Laboral, o.c, p. 198, remitiéndose a ALONSO OLEA y MIÑANBRES PUIG, Derecho
Procesal del Trabajo, 8.a edición, Civitas, Madrid, 1995, p. 183. Respecto a la expresión
iura novit curia debemos señalar que el juzgador tiene plena autonomía en la aplicación
300 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Por otra parte, la «documental» tiene especial alcance en esta ju-


risdicción, pues, y a diferencia del valor que se le venía atribuyendo
en el proceso civil, «los dictámenes ratificados en el acto de juicio
oral poseen el carácter de pericia» (S. T.S.-6.a, de 30-9-85, y muchas
más78.
Respecto a la prueba pericial en el ámbito administrativo, viene
regulada en la LPA (Ley de Procedimiento Administrativo) 30/92
(11/92), interesando en especial los artículos 60 y 61.
Artículo 60. 1. Solamente se podrá pedir el recibimiento del
proceso a prueba por medio de otros en los escritos de demanda y con-
testación y en los de alegaciones complementarias. En dichos escritos
deberán expresarse en forma ordenada los puntos de hecho sobre los que
haya de versar la prueba.
2. Si de la contestación a la demanda resultaran nuevos hechos
de trascendencia para la resolución del pleito el recurrente podrá pedir el
recibimiento a prueba dentro de los tres días siguientes a aquel en que se

del derecho, pudiendo fundarse tanto en los preceptos invocados por las partes como en
los no consignados, siempre que se refieran a cuestiones planteadas en el pleito.
78
Conviene también comentar respecto a los informes médicos que integran el ex-
pediente administrativo, y del que se dará traslado al juzgado correspondiente para ser
incorporado a los autos dentro del plazo marcado por la Ley, que «no son prueba pericia
ni documental, sino afirmaciones de hecho» (S. T.S. 6.a, citada por FERNÁNDEZ MARCOS,
L., en La prueba pericial médica en el Derecho Laboral, Revista Española de Derecho
del Trabajo, n.° 10, 1982, Editorial Civitas, Madrid). También hay que señalar que en la
actualidad dichos informes del expediente administrativo han dejado de gozar de la pre-
sunción de certeza que en un tiempo se les atribuía, al quedar sin efecto el apartado 3.°
del antiguo art. 120 de la LPL, precepto «oscuro» y de difícil comprensión. Ahora
bien, tales «afirmaciones de hecho», en el valor que les atribuye la sentencia citada por
FERNÁNDEZ Marcos, pueden tomar carácter pericial si se da cumplimiento a lo que tenía
previsto el art. 5.° del Real Decreto 1.081/1984 (BOE de 7 de junio) por el que se mo-
dificaron algunos aspectos normativos en materia de invalidez permanente, y en con-
creto a que «a requerimiento de los directores provinciales del Instituto Nacional de la
Seguridad Social, el jefe de la Unidad de Valoración Médica de Incapacidades designará
el facultativo o facultativos que deban asistir a los representantes de dicho instituto para
las correspondientes pruebas periciales ante la jurisdicción laboral». Por otra parte,
«por lo que respecta a los llamados certificados médicos, en el sentido más comúnmente
apreciado de este término, encontramos antiguas sentencias calificándolos de pericial
(T.S., S. 3-3-1904 y S. 27-7-1911). De todos modos a pesar de que tales certificados re-
sultan muy eficaces cuando se les usa para un acreditamiento deben, en cambio, de va-
lorarse con mayor rigor si son empleados como prueba, ya que sus autores carecen de
las cualidades atribuidas a los informes periciales. Deberán por tanto ser adverados en
autos con la posibilidad de contrainterrogatorio; en este supuesto es obvio que las pre-
guntas podrán contener extremos critológicos de carácter técnico, pues de lo contrario
sería primar a la parte a quien favorece el dictamen» (MUÑOZ SAEATÉ, Técnica proba-
toria, o.c, pp. 367 y 368).
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 301

haya dado traslado de la misma, sin perjuicio de que pueda hacer uso de
su derecho a aportar documentos conformes a lo dispuesto en el artículo
56.4.
3. Se recibirá el proceso a prueba cuando exista disconformidad en
los hechos y éstos fueran de trascendencia, a juicio del órgano jurisdic-
cional, para la resolución del pleito. Si el objeto del recurso fuera una
sanción administrativa o disciplinaria, el proceso se recibirá siempre a
prueba cuando exista disconformidad en los hechos.
4. La prueba se desarrollará con arreglo a las normas generales es-
tablecidas para el proceso civil, si bien el plazo será de quince días para
proponer y treinta para practicar. No obstante, se podrán aportar al pro-
ceso las pruebas practicadas fuera de este plazo por causas no imputables
a la parte que las propuso.
5. Las Salas podrán delegar en uno de sus Magistrados o en un Juz-
gado de lo Contencioso-administrativo la práctica de todas o algunas de
las diligencias probatorias y el representante en autos de la Administra-
ción podrá a su vez delegar en un funcionario público de la misma la fa-
cultad de intervenir en la práctica de pruebas.
6. En el acto de emisión de la prueba pericial el Juez otorgará a pe-
tición de cualquiera de las partes un plazo no superior a tres días para
que las partes puedan solicitar aclaraciones al dictamen emitido.
Artículo 61. 1. El Juez o Tribunal podrá acordar de oficio el re-
cibimiento a prueba y disponer la práctica de cuantas estime pertinentes
para la más acertada decisión del asunto.
2. Finalizado el período de prueba y hasta que el pleito sea decla-
rado concluso para sentencia el órgano jurisdiccional podrá también
acordar la práctica de cualquier diligencia de prueba que estimase nece-
saria.
3. Las partes tendrán intervención en las pruebas que se practiquen
al amparo de lo previsto en los dos apartados anteriores.
4. Si el Juez o Tribunal hiciere uso de su facultad de acordar de
oficio la práctica de una prueba y las partes carecieran de oportunidad
para alegar sobre ello en la vista o en el escrito de conclusiones, el re-
sultado de la prueba se pondrá de manifiesto a las partes, las cuales po-
drán en el plazo de tres días alegar cuanto estimen conveniente acerca de
su alcance e importancia.
5. El Juez podrá acordar de oficio, previa audiencia a las partes, o
bien a instancia de las mismas la extensión de los efectos de las pruebas
periciales a los procedimientos conexos. A los efectos de la aplicación
de las normas sobre costas procesales en relación al coste de estas
pruebas se entenderá que son partes todos los intervinientes en los
302 MANUAL DEL PERITO MEDICO

procesos sobre los cuales se haya acordado la extensión de sus efectos,


prorrateándose su coste entre los obligados en dichos procesos al pago
de las costas.
Finalmente se quiere hacer mención a la posibilidad de actuación pe-
ricial del médico, de forma extraprocesal, en los casos previstos por la
Ley del Contrato de Seguro (Ley 50/1980, de 8 del 10).
El art, 38 de la misma Ley dispone que si una de las partes no hu-
biese hecho designación de perito, estará obligada a realizarla en los
ocho días siguientes a la fecha en que sea requerida por la que hubiera
designado el suyo; de no hacerlo en este último plazo se entenderá que
acepta el dictamen que emita el perito de la otra parte quedando vincu-
lado al mismo.
Para el nombramiento del perito por una de las partes, caso de que no
se pusieran de acuerdo, tanto que cada parte opte por la posibilidad de
designar a un perito, ha de constar por escrito la aceptación de éstos, pu-
diéndole dar a firmar al médico un documento como el propuesto a
continuación.

XXX, lesionado con ocasión de hechos de la circulación, a los


efectos previstos en el art. 38 de la Ley 50/1980, de 8 de octubre,
sobre Contrato de Seguro, no estando conforme con la valoración
realizada por el perito médico designado por la Compañía Ase-
guradora, hace constar por el presente documento que designa
como perito del siniestro con referencia ..............., al facultativo
doctor YYY..................
El perito médico designado, abajo firmante, acepta expresa-
mente el nombramiento y promete cumplir fielmente sus obliga-
ciones.
En señal de conformidad, perito y asegurado firman el pre-
sente documento.

En ..............., a.......de...........................

(Fdo.—YYY.) (Fdo.—XXX.)

Ya nombrados los peritos de cada una de las partes, en caso de que


lleguen a un acuerdo, se reflejará en un acta conjunta, en las que harán
constar las causas del siniestro, la valoración de los daños y el conjunto
de circunstancias que influyan en la determinación de la indemniza-
ción, dependiendo del seguro que se trate.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 303

Cuando no haya acuerdo entre los peritos, ambas partes designarán


un tercer perito de conformidad; y de no existir ésta, la designación se
hará por el juez de Primera Instancia, en acto de jurisdicción voluntaria
y por los trámites previstos en la Ley de Enjuiciamiento Civil.

16.9. ELABORACIÓN MENTAL DEL MÉTODO


PROBATORIO

Siendo la pericia un medio de prueba personal con capacidad de


proporcionar al juzgador máximas de experiencia que le sirvan para
formar sus propios elementos de convicción, se comprende que cuando
se ha de dar respuesta dentro de este contexto a ciertas cuestiones de he-
cho, las que se hubieran fijado a raíz del litigio, quien haya de hacerlo se
ha de imponer un método de trabajo serio y eficiente.
Las principales cualidades intelectuales que ha de reunir un buen pe-
rito, según GORPHE 79,se pueden resumir en «agudez de observación
—que se desarrolla con el ejercicio— y el espíritu de orden, método y
precisión».
En el informe pericial cabe distinguir, según estudia CLIMENT DU-
80
RANT dos aspectos:

a) uno, de carácter fáctico;


b) otro, de carácter técnico.

El primero de ellos (también denominado perceptivo) está formado


por uno o varios datos o elementos: cosas, objetos, hechos o sucesos. Los
anteriores son percibidos directamente por el perito y viene a constituir el
soporte material del informe técnico, tanto que examinados y apreciados
aquellos por el experto le permitirán elaborar una opinión técnica que,
en definitiva, expresa el contenido de un pensamiento, «documentada
por escrito»81. Planteada la refutación del informe pericial, puede al-
canzar a ambos aspectos o a uno sólo de ellos.
79
Citado por CABANELLAS, G., Diccionario de Derecho Usual, o.c.
80
CLIMENT DURANT, O.C. (1990), p. 2130.
81
Matiza CLIMENT DURANT que «desde un punto de vista ordinario el dictamen peri-
cial emitido por escrito es un documento, pero, si se emplean estrictos términos técnicos
procesales, un dictamen pericial escrito no es más que la documentación de una prueba
personal, o bien, una prueba personal documentada y, por tanto, no es propiamente un do-
cumento. Se remite el autor a la doctrina jurisprudencial, SS. 21-5-88 (Rep. Ar. 3.827, se-
ñor GARCÍA MIGUEL); 2-11-88 (Ar. 8.956, señor MONER MUÑOZ) y 18-1-89 (Ar. 47, señor
PUERTA LUIS), todas del T.S., aludidas en p. 2169, o.c. (1990).
304 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Por método se entiende «el orden que observamos para evitar el


error y encontrar la verdad» (BALMES). En este caso, el método ha de ir
encaminado a coordinar la exposición del pensamiento científico y téc-
nico del experto, a partir de la «formación de conceptos e ideas, de jui-
cios y raciocinios»82, concretados sobre la materia en la que verse su
práctica. En esta operación cabe distinguir83:

a) concepción, o acto más elemental de los procesos intelectuales,


por medio del cual se presentan las cosas en la mente;
b) juicio, acto mediante el cual el hombre discierne el acuerdo o de-
sacuerdo, identidad o diversidad entre dos conceptos;
c) razonamiento, acto por el cual el intelecto discierne el acuerdo o
desacuerdo entre dos conceptos comparándolos entre ambos y
una tercera idea, el silogismo.

Por su parte, CLIMENT DURANT 84, cuando se refiere a los elementos


de la pericia, en relación con la Ley de Enjuiciamiento Criminal, cita,
por una parte, el acto pericial: reconocimiento, operaciones, conclu-
siones, y, por otra parte, informe pericial. Al efecto dice:

— El reconocimiento o percepción del objeto a peritar consiste en


«la descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo, en
el estado o el modo en que se halle» (art. 478 de la LECr).
— Las operaciones técnicas o el análisis a realizar por el o los pe-
ritos son todas aquellas actividades especializadas, propias de la
profesión, ciencia, arte o práctica del perito o peritos actuantes,
que permiten hacer unas apreciaciones o valoraciones específi-
cas, que ayudan al juzgador en su labor enjuiciadora.
— La deliberación y la redacción de las conclusiones es la conse-
cuencia final de todo lo anterior, y supone una exposición racio-
nal e inteligible de los resultados derivados de los análisis y
operaciones realizadas por los peritos conforme a los principios y
reglas de su ciencia o arte.
— El informe pericial no es otra cosa que la formalización por es-
crito de todo lo anterior.

82
El texto entrecomillado es la definición que da de pensamiento W. A. KELY, en Psi-
cología de la Educación, Tomo I, Psicopedagogía fundamental y didáctica, p. 132 a 137.
Ediciones Morata, S.A., Madrid, 1967.
83
W. A. KELY, en: Psicología de la Educación, o.c.
84
CLIMENT DURANT, O.C, La prueba penal (1999), p. 465.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 305

Las funciones lógicas más sencillas en una investigación científica


consisten siempre en el análisis (disociación de algo complejo en sus
partes) o bien en la síntesis (combinación de hechos simples e indivi-
duales en un todo). Análisis y síntesis intervienen, a su vez, en la elabo-
ración de formas de investigación más complejas, como son la abstrac-
ción y la determinación, respectivamente, a las que se llega mediante un
método inductivo (que conduce de lo particular a lo general, valiéndose
del análisis) y deductivo (que recorre esa dirección pero en sentido in-
verso, es decir: de lo abstracto a lo concreto, de lo universal a lo parti-
cular, recurriendo a un proceso de síntesis), también respectivamente.
Tanto SILVA MELERO 85 como FONT SERRA 86 resumen el camino de la
actividad probatoria distinguiendo las siguientes facetas:

— «observación, constatación y valoración que confluyen en un re


sultado que es el acto procesal de la declaración» (SILVA);
o también:
— «percepción, desducción o inducción y declaración técnica o
dictamen pericial» (FONT SERRA).
Pretendiendo dar una respuesta a lo anterior, el perito en el ejer-
cicio de su cometido ha de aplicar su esfuerzo a lo largo de tres mo-
mentos:
a) fase de preparación;
b) fase de interpretación;
c) fase de resultado.
En la fase preparatoria se ha de procurar una información sobre
los hechos que sean de interés, pero sin quedar agotados en una mera
percepción de los mismos, sino imprimiendo en sus observaciones un
verdadero espíritu indagatorio, comprobando cuantos factores pueden
parecer en un principio, más o menos ciertos, descartando aquellos que
no tengan garantía de firmeza. En el campo médico —en síntesis— la
determinación de los síntomas y de los signos87, distinguiendo lo esen-
cial de lo secundario, lo patognomónico de lo general, estableciendo ana-
logías y diferencias, es lo que permitirá, llegado el momento, decidir so-
bre el juicio diagnóstico que al explorador le merece la lesión, el
85
SILVA MELERO, O.C, pp. 276 y 277.
86
FONT SERRA, O.C. (1974), pp. 14 y 15.
87
Sobre el concepto de síntomas, signos, etc. se habla en la p. 201.
306 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

proceso, objeto de sus estudios.


LAÍN ENTRALGO 88, al referirse a la inferencia diagnóstica tradicional
—«conocimiento objetivante de la realidad del enfermo y en la explica-
ción científico-natural de lo que objetivamente ve y oye el clínico»— or-
dena cuatro tiempos:

a) constatación del dato;


b) selección del dato;
c) inducción clínica;
d) individualización del juicio diagnóstico.

En la anteriormente denominada fase preparatoria parece que inte-


resan los dos primeros tiempos propuestos por LAÍN, que el mismo defi-
ne y considera de la forma que a continuación se recoge:
«Constatación del dato es el acto con el que el médico da por obje-
tivamente cierta la existencia de hechos clínicos, síntomas y signos,
que de modo fiable le permitan juzgar acerca del estado de salud de la
persona explorada. Es una formalización prediagnóstica que la explora-
ción suministra.»
Es obvio que tal constatación del dato ha de partir de una observa-
ción previa que permita percibirlo, esto es; observación-percepción, a la
que seguirá la comprobación.
La constatación del dato ha de operar dando respuesta a una serie de
cuestiones que permitan alcanzar el mayor grado de convencimiento
sobre el cual uno u otro síntoma o signo clínico, esto es: que permita «lo-
grar la máxima certidumbre acerca de la realidad y la objetividad de los
datos obtenidos» (LAÍN), y que el propio autor dispone en la necesidad de
resolver cinco problemas:
«1) realidad del dato: ¿es así o parece?;
»2) intensidad: ¿es posible su mensuración?; y, ¿tal mensuración es
subjetiva o es objetiva?;
»3) denominación técnica del dato: ¿es unívoca la relación entre la
alteración morbosa y el nombre con que se le designa?;
»4) modalidad del dato: ¿es lícita su reducción al esquema de res-
puesta positiva o respuesta negativa, sin consideración de grados inter-
medios?; y, por otra parte, ¿pertenece al grupo de los duros —los que
pueden ser objetivamente y exactamente enunciados: peso, temperatura,
etc.—, al de los blandos, de carácter más bien subjetivo —muchos de los
88
LAÍN ENTRALGO, P., Antropología médica, pp. 386 a 389, Salvat Editores, S.A.,
Barcelona, 1984.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 307

obtenidos por anamnesis y todos los enunciados con un «me parece»—, o


al de los relativamente duros —como el electrocardiograma y muchos de
los procedentes de laboratorio?;
»5) fiabilidad del dato: si es mensurativo, ¿hay en la medida pre-
cisión y garantía suficientes?; sea o no mensurativo, ¿predomina en él la
especificidad (sólo se presenta en una enfermedad, aunque no en todos
los casos en ella) o la sensibilidad: (el dato es sensible respecto a la al-
teración que revela, pero puede presentarse en varias enfermedades)?89.»

Ligado a la constatación de los datos clínicos, se sitúa el proceso de


selección de los mismos. El aludido LAÍN propone que éste se lleve a
cabo acudiendo a cuatro vías:

«1) siguiendo un mecanismo lógico: mezclando el saber con la ex-


periencia, el ingenio y el talento que subyacen en un buen "ojo clínico";
»2) atendiendo a su contenido concreto: seleccionando el dato
principal para el paciente;
»3) estimando la frecuencia del dato, en relación con la del proce-
so en que se ha pensado, razonando así: "en el curso de tal proceso tal
desorden aparece en tal tanto por cien de casos";
»4) contrastando su posibilidad frente a la imposibilidad en una de-
terminada hipótesis diagnóstica.»

Resueltas las cuestiones previas, descartados los datos que en el


proceso de selección hayan dado muestras de insuficiencia; incorporados
los demás, se pasará a \&fase de interpretación, comenzando por un ra-
zonamiento de inducción clínica (tercer tiempo propuesto por LAÍN),
ascendiendo de lo particular a lo general en busca de una noción uni-
versal (abstracción), que el mismo autor formula con el siguiente ejem-
plo: «este síntoma particular de este cuadro clínico pertenece a la noción
universal que es tal especie morbosa».
Alcanzando este nivel, intervendrá la discusión, planteándose posi-

89
Los factores de sensibilidad (Se) y especificidad (Sp) han sido relacionados me-
diante la fórmula que define el índice de Youden (J), de modo tal que J = Se + Sp, pu-
diendo variar tal índice entre (+1) y (-1); cuando J resulta menor o igual a 0, las cualida-
des nosológicas aludidas carecen de eficacia diagnóstica. La misma fórmula puede ser
desarrollada teniendo en cuenta las tasas de error con respecto a la unidad, lo cual se ex-
presa, tal como sigue: J = (1 - x) + (1 - y) = 1 - (x + y). De otra parte, los parámetros de
sensibilidad y especificidad pueden ser analizados en un diagrama mediante las curvas de
Roe—receiver operating characteristic curves—. (Ref.: GRENIER, B., Decisión Médica-
le, pp. 33 y 46. Masson, París, 1990).
308 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

bles diagnósticos diferenciales o «método de cotejo entre las distintas es-


pecies morbosas a que puede pertenecer el síntoma-piloto y el cuadro clí-
nico que presenta el paciente, hasta encontrar la que de modo más com-
pleto y exacto se ajuste a él» (LAÍN).
Configurada esa imagen universal, establecido el proceso nosológi-
co en tales términos, habrá que proyectarlo sobre la realidad del yo cir-
cunstancial que define cada persona, lo cual, a su vez, no es otra cosa
que exigirse un razonamiento deductivo que permite transportar lo abs-
tracto a lo concreto (determinación), sin otra pretensión que individua-
lizar el juicio diagnóstico (cuarto tiempo propuesto por LAÍN), O «refe-
rencia de la especie morbosa diagnóstica a la persona enferma», con la
valoración médica correspondiente.
De esta forma el perito realiza en primer lugar un acercamiento a de-
terminados fenómenos (fase preparatoria), pretendiendo su conocimien-
to y existencia real, basándose en su observación y constatación, pero sin
otra inquietud que la de imprimir un carácter de certeza a sus percep-
ciones (perito percipiendi). Será después, cuando recurra a diversas for-
mas de razonamiento (fase interpretativa), para explicar el valor y el al-
cance de los datos reunidos dentro del contexto de su hipótesis de
trabajo, proceso intelectivo que le conducirá a apreciar, estimando un
juicio diagnóstico individual (perito deduciendi).
Toda esta actuación concluye con la fase de resultado, «en la que
confluyen observación, constatación y valoración» (SILVA MELERO) que
culmina con el dictamen pericial emitido por el técnico, plasmado en el
acto procesal de la declaración.

Elaboración mental del método probatorio *

I. FASE PREPARATORIA: PERITO PERCIBIENDI


A) OBSERVACIÓN DEL DATO
B) CONSTATACIÓN DEL DATO
1. Realidad.
2. Intensidad.
3. Denominación técnica.
4. Modalidad:
a) respuesta positiva, negativa, grados intermedios;
b) blando, duro, relativamente duro.
* Esquema elaborado a partir de las notas tomadas de los estudios que se citan en los
textos precedentes.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 309

5. Fiabilidad:
a) mensurativo, no mensurativo;
b) especificidad, selectividad.
C) SELECCIÓN DEL DATO
a) lógica;
b) contenido;
c) frecuencia;
d) posibilidad-imposibilidad.

II. FASE DE INTERPRETACIÓN: PERITO DEDUCENDI


A) INDUCCIÓN CLÍNICA: ABSTRACCIÓN
B) INDIVIDUALIZACIÓN DIAGNÓSTICA: DETERMINA
CIÓN

III. FASE DE RESULTADO


DICTAMEN PERICIAL: DECLARACIÓN

16.10. LA ACTUACIÓN PROCESAL DEL PERITO MÉDICO

El ejercicio de la función pericial ante la administración de justicia


constituye un acto de gran transcendencia, incluido dentro de la actividad
procesal, perteneciendo en concreto a los actos de prueba, por lo que ha
de llevarse a término pensando en facilitar el trabajo lógico-jurídico
que ha de realizar el juez. Y, desde luego, tal función pericial, en este
caso en lo que al clínico interesa, no es ni mucho menos dar una lección
de medicina. De ahí que sea una cuestión primordial que el médico lla-
mado a tal misión comprenda cuál es su cometido en esas circunstancias,
tanto que asimile y entienda la verdadera dimensión de ese encargo
cuando haya de comparecer en estrados.
Propuesta y admitida la prueba, observados los plazos legales, llegará
la fecha y hora en la que el técnico ha de actuar. Y deberá hacerlo de
acuerdo con las funciones propias de su cargo, sometiéndose a las for-
malidades prescritas en las leyes90.
El art. 347 de la LEC—posible actuación de los peritos en el juicio
o vista— dispone (347.1), entre otros aspectos, que las partes y sus de-
90
Véase, en este aspecto, con mayor amplitud, el desarrollo que figura bajo el epí-
grafe Peculiaridades de la prueba pericial en la jurisdicción civil, penal y laboral: régi-
men jurídico.
310 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

fensores podrán pedir:


1.° Exposición completa del dictamen, cuando esa exposición re-
quiera la realización de otras operaciones complementarias del escrito
aportado mediante el empleo de los documentos, materiales y otros ele-
mentos a que se refiere el apartado 2 del art. 336.
2.° Explicación del dictamen o de alguno o algunos de sus puntos,
cuyo significado no se considere suficientemente expresivo a los efectos
de la prueba.
3.° Respuesta a preguntas y objeciones, sobre método, premisas,
conclusiones y otros aspectos del dictamen.
4.° Respuestas a solicitudes de ampliación del dictamen a otros co-
nexos, por si pudiera llevarse a cabo en el mismo acto y a efectos, en
cualquier caso, de conocer la opinión sobre la posibilidad y utilidad de
ampliación, así como del p.lazo necesario para llevarla a cabo.
5.° Crítica del dictamen de que se trate por el perito de la parte
contraria.

Asimismo, «el tribunal podrá también formular preguntas a los pe-


ritos y requerir de ellos explicaciones sobre lo que sea objeto del dicta-
men aportado, pero sin poder acordar, de oficio, que se amplíe, salvo que
se trate de peritos designados de oficio conforme a lo dispuesto en el
apartado 5 del art. 339» (art. 347.2 de la LEC.
La LECr, por su parte, establece que «el juez podrá por su propia ini-
ciativa o por reclamación de las partes presentes o de sus defensores, ha-
cer a los peritos, cuando emitan sus conclusiones, las preguntas que es-
time pertinentes y pedirles las aclaraciones necesarias. Las
contestaciones de los peritos se considerarán como parte de su informe»
(art. 483 de la LECR).
También la LPL (Ley de Procedimiento Laboral) dice que «el órga-
no judicial podrá hacer, tanto a las partes como a los peritos y testigos,
las preguntas que estime necesarias para el esclarecimiento de los he-
chos. Los litigantes y los defensores podrán ejercitar el mismo derecho»
(art. 87.3 de la LPL).
El motivo del epígrafe que encabeza estos párrafos no es otro que el
deseo de hacer algunas puntualizaciones, matizando ciertos aspectos,
cuando el perito haya de manifestarse verbalmente para dar respuesta a
las diferentes cuestiones que le fueran formuladas. Con tal intención se
hacen las siguientes anotaciones:

— Se personará con puntualidad el día señalado para comparecer.


— Entrará el perito en la Sala una vez y tan pronto como sea lia-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 311

mado (y no antes).
— Ya en la Sala, permanecerá en pie, salvo que se le indicara otra
cosa. Subirá a estrados sólo si fuera invitado para ello, mante-
niéndose, en cualquier caso, a una prudente distancia de los com-
ponentes del Tribunal.
— Guardará en todo momento la disciplina propia del lugar, aca-
tando de inmediato cualquier observación que le hiciere el pre-
sidente de la Sala.
— No hará uso de la palabra más que cuando le fuere solicitado, lle-
gado el turno procesal correspondiente, evitando cualquier inter-
vención fuera de estas circunstancias.
— Será comedido en gestos y modales, pues también el perito ha de
cuidar su lenguaje corporal.
— Procurará expresarse con claridad y precisión, utilizando un len-
guaje accesible a la audiencia.
— Cuando tuviera que recurrir a términos técnicos en el curso de
sus explicaciones, utilizará los indispensables, trayendo a cola-
ción, si fuere necesario, y para mejor entendimiento de las partes
menos doctas en la materia, algún ejemplo ilustrativo, incluso va-
liéndose de los medios auxiliares de demostración91.
— Cuando haya de dirigirse al juez lo hará utilizando la fórmula de
tratamiento adecuada.
— Evitará el clínico denotar afectación y pedantería en su discurso
utilizando términos legales impropios de su condición92.
— No se saldrá de los cauces propios de la materia objeto de su pe-
ricia, observando objetividad e imparcialidad.
— Nunca hará apreciaciones en derecho.
— Llegado el turno de las aclaraciones, contestará en tono pausado
y con prudencia, aunque también con aplomo y firmeza.
— Se mostrará respetuoso en sus críticas frente a las formulaciones
peritológicas de terceros, evitando, igualmente, la ironía, la des-
calificación y juicios peyorativos.
— Si el perito notase que en las preguntas hay interrogaciones re-

91
Así, conforme dispone la LEC, art. 299, al referirse a los medios de prueba, «me-
dios de reproducción de la palabra, el sonido, la imagen, etc.».
92
El perito médico que comparece en calidad de médico (no de otra cosa) no debe
utilizar términos que son impropios de su hacer profesional, como «actor», «demandante»,
«demandado», «accionante», etc. Lo correcto es que cuando quiera aludir a la persona que
ha sido objeto de su dictamen pericial se exprese diciendo el «paciente», el «enfermo», el
«lesionado».
312 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tóricas e indirectas, formas perifrásticas y demás circunloquios,


solicite, siempre educadamente, que se le formulen de nuevo, de
modo más explícito93.
— Si ante una oregunta, «pretendiera el letrado que fuese contesta-
da con un SÍ o un NO, sencillamente, insistirá el facultativo en
explicarla y logrará siempre el apoyo del tribunal; jamás eludirá
la cuestión»94.

Ha de tener presente el perito que podrá encontrarse con letrados que


aun dándose perfecta cuenta de sus menores conocimientos técnicos
para entrar en la discusión fáctica que se pudiera suscitar, son, en cam-
bio, muy conscientes de su mayor capacidad dialéctica. Es por ello que,
en ese regate, —combinando el espíritu intuitivo y la audacia que por ra-
zones de oficio el abogado ha de demostrar en más de una ocasión— el
defensor de la parte a quien perjudique el informe es posible que busque
los puntos más vulnerables del dictamen pericial, aun trayendo a cola-
ción aspectos de segundo orden, incluso de escasa importancia, preten-
diendo quizá desconcertar, aturdir y hasta arrinconar en el debate al fa-
cultativo llamado a declarar, confundiéndolo y enredándolo con
argumentos capciosos.
Este tipo de contingencias y otras que guardan relación, exigen del
perito preparación, flexibilidad de juicio y agilidad mental en combina-
ción con la necesaria capacidad de improvisación para rebatir, desde su
terreno, los argumentos que a modo de contraprueba las partes discor-
dantes en la litis pudieran esgrimir, lo cual, sin duda, tomará mayor bri-
llantez si el facultativo ha sabido prever e intuir con la debida antelación,
estudiando, en un análisis sereno, posibles diagnósticos diferenciales.
El técnico, pues, ha de estar preparado para estas eventualidades, sa-

93
Dentro del Capítulo VI (de los medios de prueba), la LEC dispone en el art. 302.1
que «las preguntas del interrogatorio se formularán oralmente en sentido afirmativo y con
la debida claridad y precisión».
94
Texto entrecomillado según BARREDA GARCÍA, O.C, p. 37. Véanse también las di
ferencias entre testigo y perito. Ha de recordar el perito que, llegado el turno procesal co
rrespondiente, estará obligado a dar cuantas explicaciones soliciten las partes; no hacerlo
así violenta y supone desviación en sus deberes profesionales, pues las aclaraciones que le
fueran formuladas «forman parte del dictamen pericial y constituyen con él una unidad; el
estudio y apreciación del dictamen por el juez y las partes debe comprender las explica
ciones y adiciones, tomándolas juntamente con la redacción original, como un solo cuer
po; de otra manera no podría saberse cuál es el concepto definitivo y completo de los pe
ritos». («Ruiz, FRANKLIN, E., C/ Prati Vásquez Iglesias, S.A.», SC Bs AS., 20-9-77,
«E.D.», t. 78, pp. 362-364, según cita de RABINOVICH DE ÑANDAU, SILVIA, G., O.C,
p. 107).
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 313

biendo enfrentarse as las mismas, siendo capaz de dominar en todo mo-


mento la situación, pero siempre dentro de un marco de moderación, uti-
lizando el tono correcto, la mesura, la ponderación95.

— Si en el curso del acto se le diese traslado al perito de algún do-


cumento, en la posibilidad de que a continuación se pronuncie de
alguna manera sobre el mismo, examínelo con meticulosidad,
siendo aconsejable que lo lea y relea detenidamente (pues una
sola lectura, con frecuencia, no basta, sobre todo teniendo en
consideración la poca familiaridad que muchos médicos tienen
con «los papeles»).
— Terminada su actuación, el perito no abandonará la Sala sin antes
haber obtenido el permiso del juez, y en su caso solicitándolo con
la excusa correspondiente. De cualquier modo esperará a firmar
el acta, guardando el turno previsto en el procedimiento.

Se debe también considerar que, obrando dictámenes facultativos


contradictorios, el juez puede adoptar las medidas que crea más conve-
nientes con la finalidad de esclarecer la verdad de los hechos. BARREDA
GARCÍA, refiriéndose a los partes de lesiones, ante la divergencia de cri-
terios, plantea la posibilidad de «contrastar los diversos partes y hasta
carear los facultativos que los han suscrito». Y es que si bien la figura de
careo tal como se recoge en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, arts. 451
a 455, por una parte, y la modalidad de interrogatorio que se contempla
en la LEC, por otra, para nada se menciona a los peritos, no hay obstá-
culo para que ante las contradicciones técnicas aludidas, el juez pueda
reunir en un mismo acto a sus autores para que, en su presencia, con-
fronten e intercambien entre sí las razones y argumentos en que han

95
Piénsese que las «salidas de tono», a veces buscadas a propósito, estimuladas por
terceros, con el fin de desestabilizar al perito, incluso para ver si se le «calienta la boca»
no hacen otra cosa que desmerecer la actuación pericial; de ahí que se insista en una ac-
tuación presidida por la prudencia, en donde impere, en todo momento, las buenas ma-
neras, pues es tal proceder, y no otro, la mejor arma para hacer frente a cualquier ataque
verbal. Por otra parte, también es cierto que a algunos médicos, poco habituados al juego
dialéctico del foro, les cuesta asimilarlo —más todavía cuando están poco entrenados en
el ejercicio de humildad que requiere asumir la crítica ajena— reaccionando, con fre-
cuencia, con sorpresa, ante la actuación del abogado, comentando a la salida de la vista:
«¡pero mira que me ha dicho, ..!» No es la primera vez que una amistad se ha visto en-
sombrecida a raíz de una actuación de un letrado en el ejercicio de su oficio, debido a un
interrogatorio «duro» a un facultativo (que no tiene por qué ser incorrecto) nombrado a
instancia de la contraparte. La práctica y experiencia en el foro van desterrando poco a
poco las reacciones viscerales.
314 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

creído fundar su criterio científico. En el curso del acto, al margen de su


denominación en un sentido procesal estricto96, el juez tendrá la opor-
tunidad de ilustrarse y, en su sana crítica, considerar quién de los con-
frontados mantiene con mayor firmeza sus posiciones, contrastando sus
opiniones técnicas.
Tampoco ha de descuidar el perito en su comparecencia su aspecto
personal, su atuendo en general, procurando observar rigor y seriedad en
la vestimenta, al que, como una consideración más de respeto, venga a
corresponderse y esté en consonancia con la solemnidad del acto a que
ha de acudir, evitando de cualquier modo producir una mala imagen97.

16.11. LA FORMACIÓN DEL MEDICO


EN LA PRÁCTICA PERICIAL

Por lo estudiado hasta el momento, se comprende con facilidad que


la actuación del médico ante los tribunales, y de los peritos en general,
no está exenta de dificultades. Es indudable, pues, que para su desarrollo
se ha de partir de unos conocimientos sólidamente construidos, no sólo
cuidando el fondo con la mayor meticulosidad, sino que también hay que
ambicionar poner gran atención y esmero en la forma, aunque, ésta, en
absoluto, ha de distraer la cuestión de fondo. Considerándolo así, rápi-
damente se descubre el interés que tiene para el informante el conoci-
miento de la dinámica procesal, ya que en ella se ve envuelto y obligado
a participar.
El citado BARREDA GARCÍA 98 indicó en su momento, hace más de
veinte años, la escasísima importancia que en las facultades de medicina
se le presta al «legal», lo que contrasta con el carácter multidisciplinario
que necesariamente ha de asistir a lo largo de la formación del futuro
96
Procesalmente, se entiende por careo «la fórmula de indagación, utilizada a veces
en la instrucción penal, que consiste en la declaración conjunta y enfrentada de dos per-
sonas que mantienen versiones distintas respecto de unos hechos; se realiza bajo la pre-
sencia y con la intervención judicial y de lo actuado se levanta la correspondiente acta».
(Ref.: Diccionario Básico Jurídico, Editorial Comares, 1985). La actual LEC, en el art.
373, contempla el careo entre testigos y entre éstos y las partes.
97
No se trata tampoco de que el perito muestre como un figurín, pero sí de que en
este aspecto se atenga a unas exigencias mínimas. En una ocasión, era verano, un facul-
tativo llamado a deponer ante la Sala de vistas del Juzgado, se presentó con el atuendo
propio de la época estival, mas inadecuado para aquel acto (camisa abierta, sandalias,...);
ello no fue del agrado del juez, el cual, no obstante, se limitó simplemente a comentar:
«¡hace calor!».
98
BARREDA GARCÍA, Medina Legal (1978), o.c, p. 111.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 315

médico, por muchos motivos; de ahí, entre otros, que tal formación no
debe dejarse exclusivamente a cargo de docentes médicos, entre otras co-
sas, por la enorme importancia y proyección social que conoce la ocu-
pación médica; por otra parte, esto propicia, hace germinar, la ignorancia
y la inquietud, actualmente creciente, de muchos profesionales de la
medicina.
La cuestión se ve agravada si se repara en que los «temas» del im-
propiamente llamado «derecho médico» " viene siendo impartido en
muchos centros oficiales por facultativos que, de forma ridicula, se au-
tocalifican de «médicos-legistas», adscritos al departamento de «Toxi-
cología y Legislación Sanitaria» —materias que, por otro lado, guardan
muy distante parentesco—, sin una adecuada preparación jurídica, sien-
do a lo sumo meros «voceadores» de algunos preceptos extraídos de dis-
tintos cuerpos legales, con el grave riesgo de que los expongan de una
forma inconexa y vulgar, sembrando la confusión y el desconcierto entre
el alumnado. El interés de los docentes médicos por asomarse al terreno
jurídico es loable, pero ya pierde tal bondad cuando incurren en la ten-
tación de levitar. Piénsese por un momento en que si el sentido clínico
—que permite conocer el alcance de tal o cual síntoma o signo clínico—
se adquiere a través del estudio de la disciplina correspondiente —y en
tal orden el propio médico es conocedor del daño que es capaz de oca-
sionar una divulgación sanitaria mal orientada— otro tanto hay que de-
cir respecto al sentido jurídico, en relación con el problema que ahora se
comenta, el cual ha de ser orientado por quien tiene conocimiento para
ello.
El siguiente texto, de una reciente publicación de autores «médico-
legistas» (2000) corrobora lo dicho en párrafo anterior, pues, como pa-
rece, el Sr. Médico Forense ha de ejercer también el oficio de censor, en
la manera que filtre las cuestiones de hecho al juzgador, tanto que indi-
cará a éste «los datos que son necesarios para la instrucción del proceso
judicial». No obstante, propuesta de audacia tan alegre que parece una
usurpación de las funciones del juez, difícilmente puede triunfar en de-

99
Tal denominación parece inadecuada —desde luego en absoluto ortodoxa, poco
académica— pues tal «derecho» carece de sustantividad propia dentro de la ciencia jurí-
dica; además, a más de uno le dará la impresión de que viene impregnada de un «rancio
tufo de casta». Igualmente discutible es la remisión «derecho sanitario», pues si bien es
una realidad que los que por razones de profesión y oficio están vinculados a la actividad
sanitaria les afectan aspectos jurídicos que conocen una regulación específica, ésta se pro-
yecta en aspectos de naturaleza muy diversa: civil, penal, laboral, administrativa, y otros,
que difícilmente pueden recibir un tratamiento unitario, riguroso y científico, bajo el
común denominador del aludido «derecho sanitario».
316 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

recho. Y así dicen:


«En nuestra opinión, la metodología que se debiera seguir cuando la
autoridad judicial solicita la historia clínica es que sea el médico forense
el que examine la misma, recogiendo aquél los datos que sean necesarios
para la instrucción del proceso judicial, ya que es la persona que, en
definitiva, va a realizar los correspondientes informes médico-legales
en base a los cuales la autoridad judicial va a basar el procedimiento. Por
tanto, si tenemos en cuenta lo reseñado, no sería necesario que se inclu-
yera la historia clínica en el expediente, sino únicamente los puntos que
el médico forense considere necesarios para contestar a los que la auto-
ridad judicial solicita...»

Todo esto revela una situación de intrusismo profesional que si bien


no es delito, puesto que las propias leyes que tutelan la enseñanza uni-
versitaria vienen amparando, debe, no obstante, ser subsanadas con la
mayor brevedad. Y está claro que el estudio de la pericia médica en su
terreno jurídico-procesal propiamente dicho se sale de la competencia y
desborda los conocimientos que el clínico como tal pudiera tener, cual-
quiera que sea su especialidad. Además, y frente a ello, se deduce la con-
veniencia, cuando no la necesidad, de una instrucción previa en los as-
pectos formales que se han de observar en este campo, en la aspiración
de quien sea llamado a decir y actuar en estrados, junto a hacerlo con ri-
gor y objetividad, denote seguridad y preparación. Todo ello, con toda
certeza, redundará positivamente al imprimirle mayor eficiencia a la
función pericial 10°. Pero, adviértase igualmente, que tal instrucción pre-
via no justifica, en absoluto, por no precisarla, cursos de formación pro-
longada (máster, magister, etc.), bastando con una formación breve. El
resto, se aprende con la práctica. Quizá fuera de gran interés la creación
de Escuelas de práctica pericial, en las diferentes Facultades de Dere-
cho, repartidas en todo el territorio del Estado, dependientes de los de-
partamentos de Derecho Procesal, con el fin de instruir a los interesados,
a diferentes profesionales, entre otros a los médicos, impartiendo cursos
breves para su formación en el terreno pericial, obviamente en lo que en
sus aspectos jurídicos incumbe. Otro tanto, a nivel provincial, podrían
100
Por su parte, J. ALARCÓN, refiriéndose a la Valoración del daño corporal, advierte:
«el tribunal necesita elementos de información que deben ser suministrados por un médico
especialista en valoración del daño corporal, quien no sólo debe ser un buen técnico en su
especialidad, sino además, tener cierta formación jurídica. La evaluación de los daños es
pues un problema jurídico (...) que plantea un reto atractivo a todos los profesionales
médicos» (Ref. ALARCÓN, J., Revista del Derecho de la Circulación, núm. 5/89, Madrid,
citado a su vez por HERNÁNDEZ CUETO: La Valoración del Daño Corporal, Revista
Española de Seguros, núm. 57, enero/marzo 1989).
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 317

hacer los Colegios de Abogados. Como se adelantó, la forma, en abso-


luto, ha de distraer la cuestión de fondo, esto es: el aspecto técnico objeto
de la misión pericial encomendada en cada caso particular: ante todo, la
función del perito es dictaminar sobre aquella materia en la que es en-
tendido. Por eso, también ante todo, el médico, cuando haga las veces de
perito, ha de tener conocimientos suficientes sobre la materia que versa
su dictamen: ha de saber medicina, tanto que quien acude a un tribunal
en calidad de experto ha de reunir ante todo las condiciones que garan-
ticen su capacidad profesional, preparación, experiencia, en suma, do-
minar la materia objeto de su dictamen.
Con todo, no se pretende hacer pensar que la labor pericial del
médico, en general, haya de concebirse y restringirse a una especia-
lidad más; esto es, si se entiende por especialidad el trabajo desarro-
llado por quien posee una preparación singular en una rama concreta
de la medicina —especialista— con conocimientos muy precisos.
Esto no es así porque tal orientación desembocaría en una pretensión
imposible, dado el amplio campo del saber clínico, inabarcable por
una sola persona, cuyo desarrollo conoce cotas crecientes 101. Por el
contrario, la función pericial, que se caracteriza por su fungibilidad —
pues su encargo se consume con el cumplimiento de la misión enco-
mendada—, ha de darse como una tarea capaz de responder a la
cuestión que en cada caso se llegue a plantear, habiéndose de con-
formar con ser una práctica, en la idea de que tal concepción indica
«experiencia o destreza en una cosa», que indudablemente se perfec-
ciona con el ejercicio.
Lo que determina que alguien llegue a ser perito no es su estimación
predeterminada como tal, sino un devenir, esto es: una actuación futura
prevista desde posiciones marcadas por motivos de circunstancia y
oportunidad, de pertinencia y utilidad, así; la reclamación del experto
por una de las partes contendientes en el proceso, ligado todo ello a la
confianza que a terceros le inspiran las cualidades y preparación del téc-
nico en la correspondiente disciplina, especialista o con conocimientos
especializados —sustantivamente— aun sin ser un auténtico especialista
en el sentido del término; confianza, asimismo, que busca una concien-
cia que se funde en un espíritu de convicción, de certidumbre, que sólo
puede descansar en la libertad de elección de los proponentes, tanto que
cualquier médico, si es requerido para ello, cumpliendo los requisitos en
atención a la naturaleza del encargo, podrá actuar como perito.
101
En relación con este problema, véase el epígrafe siguiente: 16.12. El principio de
especialidad: crítica y crisis de la medicina forense.
318 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Apéndice 1

Ha de aludirse también la disposición adicional 5.a de la Ley 30/95


(08-11-95, Ley de Ordenación del Seguro Privado), con el comentario
que sigue, en cuento dispone:

«1. Son peritos de seguros quienes dictaminan sobre las causas


del siniestro, la valoración de los daños y las demás circunstancias que
influyen en la determinación de la indemnización derivada de un con-
trato de seguro [...] Su régimen jurídico que podrá determinarse regla-
mentariamente, se ajustará a las siguientes reglas:

a) Los peritos de seguros [...] deberán estar en posesión de la titula-


ción en la materia a que pertenezca el punto sobre el que han de
hacer su dictamen, si se trata de profesiones reguladas, y de co-
nocimiento suficiente de la técnica de la pericia aseguradora y de
la legislación sobre el contrato de seguro al objeto del desempeño
de sus funciones con el alcance que podrá establecerse regla-
mentariamente.
b) Para asegurar el nivel de preparación adecuado al que hace
referencia el punto anterior, las organizaciones más representa-
tivas de las entidades aseguradoras y de los peritos de seguros
[...] adoptaran conjuntamente las medidades necesarias. A tal
fin, conjuntamente, los citados órganos de representación esta-
blecerán las líneas generales y los requisitos básicos que ha-
brán de cumplir los programas de formación de los referidos
profesionales y los medios a emplear para su ejecución.
c) La Dirección General de Seguros fomentará la adecuada prepa-
ración técnica y la cualificación profesional de los peritos de se-
guros...».

Algunas lecturas e interpretaciones reflexivas de la disposición trans-


crita pueden hacer pensar que el contenido de la misma aboga por una
pretensión impertinente, en una clara ingerencia en competencias y atri-
buciones ajenas, en especial frente a las titulaciones que contempla en
los diversos planes de estudios tutelados por el Ministerio de Educación,
de validez en todo y para todo el Estado, a la vez que la condición de pe-
rito la adquiere cualquiera que tenga reconocido su capacitación dentro
de una determinada práctica profesional (médico, ingeniero, etc.), y, en
su caso especializada, como ya se viene repitiendo, por motivos de cir-
cunstancia y oportunidad, esto es, su nombramiento para cumplir una
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 319

misión específica, terminada la cual tal condición de perito se consume


(fungibilidad pericial).
Y será todavía más inadecuada en la manera que pretenda estimular
la creación de una maraña de titulaciones, en el intento de que el ejerci-
cio de la actividad pericial se vea conalizado, por esos «nuevos profe-
sionales», con vocación de monopolio, diseñados a medida, con un pro-
tagonismo descarado de las patronales aseguradoras: la actividad pericial
ha de ejercerse desde la más absoluta independencia, ajena a cualquier
tipo de injerencias, motivos o circunstancias que de alguna manera pu-
dieran condicionar, perturbar, amenazar, o inquietar la autonomía y la
asepsia del dictamen de peritos.
Resulta difícil pensar otra cosa, salvo que únicamente se persigan ac-
tuaciones para consumo y asesoramiento interno de las mismas entidades,
ante un texto legal diseñado en estos términos: «las organizaciones más re-
presentativas de las entidades aseguradoras y de los peritos de seguros...
adoptarán conjuntamente las medidas necesarias. A tal fin, conjuntamente,
los citados órganos de representación establecerán las líneas generales y
los requisitos básicos que habrán de cumplir los programas deformación
de los referidos profesionales y los medios a emplear para su ejecución».
Viene esto, al mismo tiempo, a crear confusión y deconcierto en
medios insuficientemente informados, más aún cuando la situación abo-
na el colaboracionismo servil de intrépidos docentes universitarios, de lo
que es un ejemplo el diploma engañoso de los que se titulan médicos
«especialistas» universitarios en valoración del daño corporal.
En un razonamiento por analogía, salvadas las diferencias, lo anterior
mueve a recordar las denuncias de E. S. HERMÁN (1999, Z Magazine),
cuando alude a la «ciencia basura empresarial»: «...la buena ciencia es
aquella que produce los resultados apetecidos, independiente de su cali-
dad científica. El oportunismo de la industria en este punto es ilimitado».

Apéndice 2

Los problemas y cuestiones de carácter legal que afectan al personal


sanitario, en general, es obvio, no se circunscriben al campo pericial,
sino a las múltiples y variadas formas del ejercicio profesional, tomando,
en ocasiones, especial agudeza en el medio hospitalario, e incluso en ma-
yor medida si se piensa que puede ser considerado como «una pequeña
ciudad» en donde viven y conviven, temporalmente, personas en una si-
tuación peculiar. Es por ello que a continuación se reproduce el si-
guiente artículo, escrito hace años:
320 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

La asistencia letrada al enfermo: ¿hacia un Servicio Jurídico Hos-


pitalario? *

«Las relaciones humanas, hoy como ayer, han de estar presididas por
el respeto a unas reglas de convivencia y a la norma jurídica, debiendo
ser tal respeto un valor constante por encima de otros, dependientes de
factores de tipo aleatorio.
Habitualmente esta norma permanece en el trasfondo de la vida co-
tidiana; no obstante, ocasiones no faltan, ciertas conductas son reflejo de
un desacato consciente a aquélla; otras, aun habiéndose producido esa
misma transgresión, no ha obedecido a un acto voluntario; y en otras,
también, el sujeto desconocedor de sus derechos u obligaciones, o ambas
cosas a la vez, se muestra titubeante, pues su actitud, nacida de la caute-
la, no puede ser otra.
Casos habrá en que los efectos de su falta de información, además de
inhibición, vengan a deparar inquietud y desasosiego e incluso perjuicios
que luego se han de lamentar, pues aforismo bien conocido es el que sen-
tencia ignorantia iuris neminem excusat, y más hoy día, cuando los que
amparándose en una pretendida defensa del interés colectivo perdonan
cada vez menos los errores individuales, llegando incluso a pedir que se
aplique la Ley de forma implacable.
La pérdidas de la salud origina un desequilibrio sobre el que inciden,
además de la entidad nosológica concreta, otros elementos coadyuvantes.
Y entre ellos los que afectan a las relaciones jurídicas que obligan o in-
teresan a las personas y que continúan estando presentes aun cuando el
sujeto es víctima de la enfermedad, incluso pueden aflorar con más fuer-
za, dado el estado emocional que condiciona un estado patológico, plan-
teándose entonces interrogantes, alimentando dudas, generando en defi-
nitiva estrés, lo que en nada favorece la curación del que está siendo
objeto de tratamiento. Considerada esta realidad dándole traslado al am-
biente hospitalario, puede tomar mayores dimensiones, dado el régimen

* M. R. JOUVENCEL, La asistencia letrada al enfermo: ¿Hacia un Servicio Jurídico


Hospitalario? Publicado en Profesión Médica, núm. 1.600, 15-5-86. La realidad es que a
los médicos hospitalarios con relativa frecuencia se les plantean problemas de índole le-
gal, no disponiendo de otro recurso que la consulta telefónica con el médico forense de
guardia. No obstante, este tipo de asuntos, de naturaleza jurídica, han de ser evacuados re-
quiriendo a un profesional del derecho, de ahí la utilidad, la necesidad, de sustanciar tal
propuesta. Y desde luego, la necesidad, de sustanciar tal propuesta. Y desde luego los lla-
mados Servicios de Medicina Legal, creados en algún hospital de la capital del reino, al
frente de los cuales figuran los llamados «médicos legistas» (médicos, en definitiva;
pero para nada juristas ni legistas, hay que insistir en ello) no son, ni mucho menos, los
adecuados ni los competentes para resolver con las garantías propias de actuación profe-
sional responsable este tipo de problemas, aunque sí, llegado el momento, de sustanciarse
esta propuesta, esos mismos médicos podrían ser reclamados para auxiliar al titular de
este servicio jurídico hospitalario.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 321

de "enclaustramiento" en que ha de permanecer, a veces por tiempo in-


determinado, el que se ha visto obligado a ingresar en un centro sanitario.
Si así resulta, la sugerencia que figura en el encabezamiento de este
escrito bien pudiera prestar utilidad creándose una nueva figura: un Ser-
vicio Jurídico Hospitalario, de carácter consultivo, contribuiría a disipar
en no pocos casos la incertidumbre, al resolver preguntas que, sobre las
cuestiones que le fueran propias, se plantea el enfermo, lo que ya en sí,
qué duda cabe, es una terapéutica positiva.
Aspectos que podrían ser de su incumbencia, aunque sólo citándolos
a título meramente indicativo, son los siguientes: los propios de la situa-
ción de incapacidad laboral y sus posibles ulteriores consecuencias (le-
siones permanentes, secuelas no invalidantes, etc.); disposiciones testa-
mentarias; donaciones, cesiones; problemas relacionados con el traslado
de la propiedad; apoderamientos; relaciones paterno-filiales; tutela; for-
malización de documentos; relaciones con el propio hospital e informa-
ción general en cuanto a la situación jurídica nacida o condicionada por
el hecho de la enfermedad y del medio en que el paciente ha de vivir.
Por otra parte en este mismo orden, al facultativo que desempeña su
labor en el hospital, se le presentan situaciones en relación con su trato
con el paciente, que en más de una ocasión le harán echar de menos el
asesoramiento profesional adecuado, éstas pueden ser: redacción de in-
formes y documentos clínicos; formalización detallada del consenti-
miento operatorio; actitud que ha de tomar en casos de lesiones en las
que se sospecha que ha existido una agresión previa; conducta legal que
debe seguir en el caso de aborto, restos abortivos, restos humanos, tras-
plantes, esterilización, fecundación in vitro, estudios de investigación y
de experimentación en seres humanos (y animales); secreto médico y su
custodia; delimitación de lo jurídico y de lo ético; sin olvidar tampoco
que habrá casos en los que se impone tomar una rápida decisión y que
aún así pudiera tener consecuencias negativas para su responsable por lo
que mejor actuará contando previamente con la debida información.
Además, el titular de ese hipotético Servicio Jurídico Hospitalario
podría ser el instrumento adecuado para dirimir, conciliando y arbitrando,
en los conflictos surgidos en la relación médico-enfermo y en general en
los enmarcados dentro del amplio contexto de la malpractice, que de otra
manera es posible que buscasen directamente la vía de los Tribunales de
Justicia. Sería siempre esta medida conveniente, tanto para el propio in-
terés de las partes llamadas a responder como por economía procesal.
De este modo, la función asistencial que propicia la organización
hospitalaria se vería completada en un aspecto más, informando y ase-
sorando en todo aquello que pueda redundar en beneficio de su destina-
tario. Y más todavía si se pretende hacer una medicina social, con un tra-
tamiento social, dentro de una asistencia integral en la que el hospital e ha
de proponer como última meta la reincorporación del paciente curado a
su entorno, con todas las garantías que pueda proporcionarle.
322 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Si así ha de ser, no sería aventurado decir que la idea lanzada pudie-


ra prosperar, en especial conectando con un proyecto de renovación hos-
pitalaria, reflejo de las necesidades de nuestro tiempo.

16.12. EL PRINCIPIO DE ESPECIALIDAD:


CRÍTICA Y CRISIS DE LA MEDICINA FORENSE

Para el hombre, originariamente polvo y barro, llegará un día en el


que ha de emprender la marcha hacia lo ignoto. Ya cadáver, será des-
cendido a la paz sepulcral, para que, una vez allí, termine por fundirse y
confundirse con aquella tierra a partir de la que fue creado, pues, pese a
todo, no ha conseguido, no lo conseguirá nunca, liberarse de la sentencia,
«su» sentencia, que lo aboca inexorablemente a su estado material pri-
mitivo.

Sociedad e individuos, en su inmensa mayoría, siempre han preten-


dido vivir alejados de cuanto se relaciona con su fin último. Quizá esto
explique que la medicina forense (MF) por el tipo de prácticas con que
de forma especial se le vincula, no haya tenido una demanda social mí-
nimamente significativa, ni tampoco sea «cuestión política» que venga a
interesar; sin duda es un cartel de escasa rentabilidad, pensando en esa
mayoría que en cada esfuerzo electoral hay que convencer y cautivar,
hasta arrastrarla a las urnas, pues eso «no va con ellos», o se les antoja
incierto y distante. Pero, se equivocan.
Lo habitual es que en la jurisdicción criminal sean los médicos fo-
renses quienes asesoren a los jueces en el terreno clínico, pues estos fa-
cultativos están adscritos permanentemente a los tribunales, y en especial
a los juzgados de Instrucción como colaboradores del juzgador102.
El art. 344 de la LECr se refiere a ellos señalando que «con el nom-
bre de médico forense habrá en cada juzgado de instrucción un faculta-
tivo encargado de auxiliar a la administración de justicia en todos los ca-
sos y actuaciones en que sea necesaria o conveniente la intervención y
servicio de su profesión en cualquier punto de la demarcación judicial».
Se trata de un cuerpo administrativo que se encuentra al servicio de la
Administración de Justicia (art. 497, Ley Orgánica del Poder Judicial).

102
Sobre los médicos forenses, puede verse R.D. 296/1996, de 23-2-96, por el que se
aprueba el Reglamento Orgánico de Médicos Forenses (BOE 1-3-96). Los comentarios
que siguen pueden verse también parcialmente en la Revista Española del Daño Corporal
(REDC), núm. 4, 1996, Crítica y Crisis de la Medicina Forense, M. R. JOUVENCEL. Edi-
ciones Díaz de Santos, Madrid.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 323

Los médicos forenses podrán ser requeridos no sólo ante la jurisdic-


ción penal sino también podrán ser llamados en otras jurisdicciones,
como son la civil y la laboral, dada su calidad de funcionarios, dando
respuesta a lo que se entiende de la lectura de lo preceptuado por la ley,
tanto que el Cuerpo Nacional de Médicos Forenses «queda en lo sucesi-
vo organizado en la forma que la presente Le establece y constituirán en
la forma que la presente Ley establece y constituirán un Cuerpo de Fun-
cionarios para auxiliar en las funciones asesoras y periciales a todos
los tribunales y organismos en orden penal, civil y laboral», aunque en la
práctica no es muy corriente que sean reclamados en estas dos últimas.
El valor de dictamen del médico forense —al tener un carácter de in-
forme pericial— no es otro que aquel que su receptor le quiera atribuir, de
acuerdo con lo que dispone el art. 348 de la LEC (valoración del dictamen
pericial según las reglas de la sana crítica del juzgador). Y junto a esto
también es posible pensar que el juzgador ha de interrogarse por el valor
de aquel en el supuesto de la posible contradicción del dictamen forense
con el de otros facultativos traídos a autos, sobre todo cuando emiten su
opinión como auténticos especialistas en una rama concreta de la medi-
cina; a la vez que el Cuerpo de Médicos Forenses es un cuerpo sin espe-
cialización al Servicio de la Administración de Justicia, al que se accede
por medio de una oposición, y sin más requisito, hasta el momento, que el
de estar en posesión del título de licenciado (graduado) en medicina.
A nadie se le oculta las exigencias de especialización que el creciente
avance de los conocimientos médicos impone a medida que transcurre el
tiempo; lo que en modo alguno puede ser ajeno a la medicina que se
practica en el foro, esto es, el lugar donde los tribunales oyen y deter-
minan las causas, aunque sólo sea en acatamiento al principio de segu-
ridad jurídica.
La medicina forense (MF), prescindiendo de otras denominaciones,
hoy poco apropiadas («jurisprudencia médica», ALBERTI, 1725; «medi-
cina política», MARC, 1830) ha sido definida por algunos como «aque-
lla parte de la medicina legal que tiene aplicación al derecho en un mo-
mento histórico» 103, con lo cual, de una forma tácita, se está indicando
que necesariamente esta forma de ejercicio profesional se ha de plegar al
progreso técnico. El propio presidente de la Asociación Española de
Médicos Forenses, dando muestras de sentido común, admitía en 1985,
en una revista de difusión médica104, la necesidad de potenciar el cono-

103
Apuntes de Medicina Legal, Tomo I, p. 6 (no consta autor o autores). Depósito Le-
gal M-36-982-1980. Madrid, 1980.
104
Consulta, núm. 286, 10/16-6-85.
324 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

cimiento especializado de estos facultativos cuando se presentan pro-


blemas en los que se requieren conocimientos concretos.
Haciendo una revisión en el tiempo, se observa que surge oficial-
mente la Medicina Forense con el ánimo de que el juzgador se viera au-
xiliado técnicamente en aquellos asuntos en los que para resolver fueran
precisos «unos determinados conocimientos clínico y biológicos», cre-
ándose en España el Cuerpo Médico Forense de Madrid por Decreto de
13 de mayo de 1862.
La Medicina Forense, en su tradicional y genuino significado, esto
es, atendiendo a la que practican los facultativos funcionarios adscritos al
Cuerpo correspondiente, quiso en su origen responder a la voluntad del
legislador de llenar un cometido de utilidad social, dotando a la admi-
nistración de nuevos resortes en aras de lograr una mayor seguridad ju-
rídica. Tal era la justificación, y así ha de seguir siéndolo, pero sin des-
conocer que su primitivo campo de actuación hoy se ve desbordado, por
el enorme desarrollo que ha venido experimentando la ciencia médica
desde hace ya bastantes años, tanto en amplitud como en profundidad.
No hay pues contradicción en asegurar que el médico forense en un
número nada despreciable de situaciones ha de verse imposibilitado
para resolver casos en los que «son precisos unos determinados conoci-
mientos clínicos y biológicos», esto es, especializados en un sector con-
creto de la medicina, y que se salen de su pericia. Si «los jueces deciden
según se les informa» (escribió AMBROISE PARE, en el siglo XVI), la
cuestión que surgirá en cada caso, sobre todo a la altura de los tiempos
que corren, es quién ha de informar para que el bien jurídico que hay
que proteger no se vea perjudicado. Esto, a su vez, hará reflexionar sobre
un nuevo replanteamiento de la medicina forense española, pues, tanto
por su estructura organizativa —cuyo origen data de hace 140 años—
como por su capacidad operativa, se ha quedado anclada en un trasno-
chado enciclopedismo, doctrina ésta que, por otra parte, y en su mo-
mento, se caracterizó por una defensa de la razón105.

105
El profesor CRIADO, catedrático y antiguo patólogo forense en Puerto Rico, al ser
preguntado sobre las diferencias entre la Medicina Forense que se realiza en España y la
que él ha llevado a cabo en Estados Unidos y Puerto Rico, respondía muy críticamente,
diciendo: «Sí, hay una diferencia notable, (...) personalmente, y los americanos en gene-
ral, criticamos bastante el sistema médico-forense español. No se puede pretender que un
hombre abarque en su conocimiento tal cantidad de especialidades. Es mucho mejor
distribuir, crear especialidades y que el forense se dedique exclusivamente a lo que es bre-
gar con los muertos. Es decir, las investigaciones de paternidad han de estar en manos de
hematólogos especializados; las investigaciones psiquiátricas legales las deben hacer
también los especialistas; lo mismo ocurre con los casos de violación... Nosotros somos
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 325

Tampoco esto quiere decir que el facultativo haya de estar constre-


ñido en sus actuaciones por una norma positiva a que esté o no en pose-
sión del título oficial de especialista en una determinada disciplina mé-
dica, entre otras razones, porque daría esto lugar a conflictos de
competencia que obstruirían la necesaria dinámica pericial en un orden
práctico, tanto más si se piensa que ante un determinado caso pueden
confluir varias especialidades, y dentro de cada especialidad es posible
distinguir, a su vez, otras superespecialidades, y, a medida que transcu-
rren los tiempos, cada vez con mayor frecuencia.
Se quiere dar a entender también que la limitación sobre la aptitud o
falta de capacidad para informar ante un determinado caso se la ha de
imponer el propio facultativo, a partir de un proceso de deliberación in-
terna, evacuando el trámite correspondiente cuando su propia sensatez y
prudencia, guiado por la evidencia, descubran que su preparación y co-
nocimientos tropiezan con notables escollos y dificultades. A tal evi-
dencia es a lo que parecía referirse el presidente de la Asociación de Mé-
dicos Forenses en la forma en que se reveló anteriormente, lo cual viene
a su vez a corroborarse a tenor de lo destacado en el XVIII Congreso de
la Asociación Española de Neurosiquiatría (Madrid, febrero-1990), cuan-
do A. ROIG manifestó «la falta de información y agilización de la justi-
cia, la escasa formación pericial de forense» 106. Por su parte, RODRÍ-
GUEZ- VIGIL y GARCÍA-GONZÁLEZ (Sociedad Española de Neurosiquiatría)
opinaron que «la estructura y organización de la medicina forense im-
ponen limitaciones notorias para poder realizar peritajes psiquiátricos
complejos»107. Estas críticas son extensibles a varios campos de la me-
dicina forense, y aún en la valoración de ciertas pruebas de tipo instru-
mental, de apoyo al diagnóstico (electrocardiografía, radiología, exá-
menes neurofisiológicos —emg, eeg, potenciales evocados—) técnicas
que en numerosas ocasiones plantean serios problemas de interpretación,
sólo al alcance del especialista. Igualmente hay que cuestionarse en
profundidad la forma actual en que se lleva a cabo la valoración médica
de la Incapacidad Laboral Permanente en la Seguridad Social. Y, desde
luego, prestando sólo atención a la manida «imparcialidad» (obviamen-
te condición necesaria, pero no suficiente para avalar el dictamen peri-
cial), hay que desterrar la idea, el prejuicio, de que «perito pagado, perito

patólogos forenses y en primer lugar hemos de ser anatomopatólogos» (publicado en Tri-


buna Médica, pág. 6, 22 de junio de 1990). Sobre la distinción autopsia clínica versus au-
topsia judicial, puede verse Revista Española del Daño Corporal, núm. 6, 1998, Entre-
vista, p. 7.
106
Consulta, núm. 473, 26-3 a 1-4-1990.
107
Publicado en diario El País,p. 15 del suplemento «Temas de Nuestra Época»
326 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

comprado», entre otras cosas porque ello supone poner en tela de juicio
la actual regulación legal de la actividad pericial, por ejemplo tal como
se dispone en la actual LEC (2000). Del mismo modo, algunos han de-
fendido la persistencia de un sistema, basándose en la experiencia acu-
mulada durante años en un hacer rutinario, práctica que si no se acom-
paña de otras cosas (como la dedicación al estudio y a la preparación
constantes —cosas distintas a la acumulación de «papeles», «máster» y
«magister», muchos de ellos de dudosa utilidad)108— convierte a tan ex-
perimentados practicantes en especialistas en hacerlo mal.
Se ha de reparar también que, precisamente en atención al tipo de
misión que el perito haya de cumplir, el recurso a un especialista deter-
minado ha de ponderarse una vez que la realidad de los hechos haya sido
juiciosamente «diseccionada». Quizá el siguiente ejemplo ayude a com-
prender el sentido de estas palabras: el caso de la actuación profesional
de un médico en un servicio de urgencia: paciente con proceso de las ca-
racterísticas de un dolor lumbar..., aunque posteriormente se descubre
que en realidad se trataba de un aneurisma de aorta inferior; se plantea la
cuestión en el orden de exigirle responsabilidad al facultativo, en la
manera que su actuación es objeto de enjuiciamiento ante una cuestio-
nable diligencia profesional. Pues bien en este caso, la idoneidad del pe-
rito no vendrá determinada por aquel o aquellos que tengan especiales
conocimientos sobre entidad nosológica sospechado y, por otra parte, so-
bre la enfermedad en realidad sufrida por el paciente de referencia
(como pudieran ser especialistas en reumatología/traumatología..., an-
giología, cirugía vascular), sino que, en aras de la buscada idoneidad, lo
adecuado es solicitar dictamen pericial a aquellos prácticos en atención a
las condiciones de circunstancia y oportunidad en las que habitualmen-
te viene obligado a desenvolverse un médico de urgencia, tanto que
éste es el que podrá ilustrar sobre los criterios y pautas profesionales co-
rrectas a seguir ante una situación como la aludida en este ejemplo.
Más recientemente, F. de AGUIRRE, magistrado de la Audiencia Na-
cional, en octubre del año 2000, puso de manifiesto: «son necesarios los
especialistas para desentrañar el caso clínico y la actuación médica; no
queremos médicos forenses para estudiar los asuntos que nos llegan» 109.
108
«Máster» y «magister» —«maestro», en atención a aquello que el sustantivo ca-
lifica—, debería invocarse con más seriedad, toda vez que son autoridades académicas las
responsables en facilitar tales titulaciones, forma también de combatir la denostada «ti-
tulitis».
109
Diario Médico, 11-12-00, p. 12. Según el mismo diario, «esta afirmación tan ta-
jante fue contestada por la decana de la Facultad de Medicina de Zaragoza, profesora de
Medicina Legal y Toxicología, y Forense, que sostuvo: «para valorar el grado de dili-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 327

Es preciso referirse también a la Orden Ministerial de 9 de septiem-


bre de 1988 (sobre acceso a las especialidades del apartado 2 del anexo
del Real Decreto 127/1984, de 11 de enero, BOE 12 y 13 de enero de
1988), que a pesar de que en la actualidad está derogada (por orden 27-
6-1989 —BOE 28-6-89), ha sido, y continúa siendo para algunos, una
referencia importante, que expresa una forma de entender la medicina fo-
rense, y la medicina en su conjunto, una forma de pensar, inspirando
igualmente la formación oficial de dicha especialidad. De ahí el interés
de traerla a colación, analizándola.
Tal orden, pues, regulaba la especialidad de Medicina Legal y Fo-
rense, lo cual, sin duda en un principio, parece interesante en la mane-
ra que pudiese contribuir a profundizar en este campo. No obstante, por
más que estos estudios se hayan elevado al rango de especialidad ofi-
cialmente, no se puede desconocer las limitaciones que forzosamente se
han de imponer: por una parte, la llamada Medicina Legal y Forense,
carece de sustantividad propia per se dentro de la división troncal de la
ciencia médica; por otra parte, y ahondando en la tesis anterior, el
contenido de la mencionada especialidad no es sino un entramado de
materias que sí, en cambio, conocen un desarrollo específico, consti-
tuyendo muchas de ellas verdaderas especializaciones; así en su pro-
grama de estudios se remiten a tantas materias como: Tanatología, Pa-
tología General, Medicina Laboral, Toxicología, Sexología, Pediatría,
Psiquiatría, Criminalística, Deontología Médica, Derecho Médico. Y
tanto, también que pretender dominar todas ellas a estas alturas no
puede llevar a otra cosa que a dar muestras de una arrogancia esper-
péntica.

gencia del médico está el forense, experto en Medicina Legal, que tiene una visión de con-
junto; la labor del forense, del experto en Medicina Legal y del especialista se comple-
mentan». En cualquier caso, parece que tales manifestaciones abren una vía de agua en el
sistema médico forense español. Por otra parte, se piensa que el «valorar el grado de di-
ligencia del médico» no es atribución médica, sino una competencia de índole jurídica. El
grado de diligencia, íntimamente unido a la responsabilidad, fue objeto de un exquisito
tratamiento en su graduación en el derecho del Digesto (recompilación del Corpus iuris
civilis de Justiniano, 533, síntesis de los escritos importantes de los juristas romanos). Pero
el perito médico, de cualquier modo, se ha de circunscribir a los hechos, mas nunca
hará apreciaciones en derecho. En tal orden, cuando se trate de examinar un determinado
nexo causal, por ejemplo entre un resultado dañoso y una determinada conducta profe-
sional, sus conclusiones se han de plantear en cuanto a la imputabilidad del resultado a la
conducta objeto de la litis, profesionalmente adecuada o correcta objetivamente debido,
según el cuidado que se requiera en atención a los conocimientos científicos en un deter-
minado momento histórico). Si el facultativo obró o no con diligencia, es cuestión que re-
solverá el juzgador una vez que sean despejados, pericialmente, entre otros, los aspectos
referidos en el contenido del texto del punto precedente.
328 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Y es que al referirse la citada norma a las materias aludidas, la misma


orden ministerial ha intercalado el término legal (v. gr..: Medicina «Le-
gal» Psiquiátrica) a pesar de ese afán en legalizarse, lo dicho no queda en
absoluto desvirtuado, pues en realidad el calificativo que en el paréntesis
se ha entrecomillado ha de interpretarse en el sentido de que se está re-
mitiendo a una cuestión de ubicación, de proyección de determinados co-
nocimientos, esto es, el foro, ya que en realidad el médico forense, cuan-
do sea requerido por la autoridad judicial, se ha de limitar a pronunciarse
sobre el supuesto fáctico que se le plantea, y es obvio que cuanta mayor
preparación haya adquirido en su campo (especializándose o no previa-
mente) mejor; sin embargo para nada podrá opinar en el aspecto legal,
puesto que es el hecho y no el derecho lo que atañe al facultativo.
El legislador, en la citada orden ministerial, en el cuarto epígrafe del
texto relativo a la Medicina Legal y Forense, bajo el título «Posibles áre-
as de capacitación específicas», ya advirtiendo las limitaciones que tal
formación especializada conlleva, consciente de la enorme amplitud de
esos estudios, a pesar de denominarlos especializados, contempla «que
sea aconsejable una capacitación específica en alguna de las áreas indi-
cadas, lo que hará más precisa y adecuada la verdad pericial», consi-
derando entre otras, la Medicina Legal Psiquiátrica, la Histopatología Fo-
rense. De esta manera parece que el propio legislador, preocupado por la
seguridad jurídica —para que se haga «más precisa y adecuada la verdad
pericial»— se da perfecta cuenta de las limitaciones que en la práctica
van a tener esos especialistas en Medicina Legal y Forense. Lo cierto es
que, y el tiempo lo va demostrando, reparando en el avance de la ciencia
médica, cada vez es más difícil que tales especialistas en Medicina Legal
Forense encuentren acomodo y ubicación en la práctica médica profe-
sional, pues parecen inadecuados con respeto y para el respeto a las
verdaderas demandas y necesidades de la sociedad actual, más aún den-
tro del nuevo marco continental *.

* A modo de anécdota, cabe referir cuanto sigue: no hace mucho tiempo, en un juz-
gado de la región castellana, se planteó una causa relacionada con el posible abandono de
una gasa en la cavidad abdominal de un enfermo en el curso de su intervención. La parte
que se estimaba perjudicada propuso como perito a un especialista en radiología, con el
fin de que fueran examinadas las correspondientes imágenes radiológicas; la entidad
aseguradora, en cambio, estimó que era preferible valerse para la ocasión de un catedrá-
tico de medicina legal. La discusión técnica se centró en que si lo que aparecía radioló-
gicamente era en realidad un hilo de gasa (hilo correspondiente al marcador radiopaco que
llevan las gasas de uso quirúrgico para su localización), posición mantenida por el espe-
cialista en radiología; o, por el contrario, se trataba, simplemente, de un hilo de sutura,
como afirmó, en el curso de la litis, el catedrático. El tiempo dio la razón al especialista en
radiología, el paciente fue intervenido, y la gasa que permanecía en su abdomen pudo fi-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 329

Se comprende, por otra parte, la frustración de quienes han seguido


vocacionalmente esos estudios, desesperanza a la que también han con-
tribuido otras circunstancias de distinta índole, propiciadas algunas de
ellas, paradójicamente, desde las Facultades de Medicina, por algunas
cátedras de Medicina Legal —como ha sido fomentar los engañosos tí-
tulos de «especialista» en valoración del daño corporal, como más ade-
lante se comentará 110, actitudes que han partido en un principio de gestos
individuales, propios de una inteligencia bordeline, adquiriendo des-
pués, también de forma inexplicable, un mimetismo contagioso.
MUÑOZ SABATE 111, ya hace años, bajo el título ¿Crisis de la Medici-
na Forense?, expuso algunas opiniones que no dejan de ser preocupan-
tes, que ahora, pro su interés, se van a transcribir parcialmente:
«El núm. 44 de la Neue Juristische Wochenschrift de octubre de 1970
contiene un denunciante trabajo de HANS GERHARD DENNEMARK, Con-
sejero de Sanidad de Berlín, titulado ¿El dictamen forense, una crisis de
confianza? Aunque ya hace tiempo que lo leí y a la luz de mi experiencia

nalmente ser extraída. Este comentario viene a colación porque no se explica muy bien
cuál era la función pericial que la compañía aseguradora pretendía que desempeñase el ca-
tedrático de medicina legal; al margen de su nivel como funcionario de la universidad,
está claro que no cumple los requisitos académicos ad hoc, que su preparación en el te-
rreno de la radiología, hay que al menos suponerlo, tiene que ser muy inferior a la de un
especialista, a un entendido y práctico en la materia, toda vez que la actividad pericial se
ha de remitir a profesionales prácticos en el terreno, no a meros depositarios o suminis-
tradores de conocimientos teóricos; que, en definitiva, el mismo catedrático, sin otro
oficio que el de serlo, carece de la capacitación profesional adecuada; y tal capacitación
profesional es la que justifica, junto a la naturaleza de la cuestión planteada, la pertinen-
cia y la utilidad de la intervención pericial, intervención que, a su vez, ha de buscar que el
informante reúna unas mínimas condicione de idoneidad, que, obviamente no se daban en
el asunto de autos, más aún tratarse de cuestión tan delicada. ¿Qué hace un chico como tú
en un sitio como éste? Por otra parte, también es significativo que especialistas extranje-
ros hayan considerado que «el sistema actual en España es fundamentalmente defectuoso,
en que los departamentos de enseñanza académica están divorciados del trabajo médico-
legal de rutina» (B. COHÉN). De cualquier modo, no hay que confundir a quien desempeña
como única actividad la docencia con un experto en la materia, si tal docencia está ligada
al desarrollo teórico de una disciplina con la finalidad de cumplir una misión de
comunicación pedagógica en el ámbito académico.
110
GONZÁLEZ PRIETO, E., «La Reforma de la Medicina Forense», Revista Española
del Daño Corporal, núm. 1, p. 5 a 7. Ediciones Díaz de Santos, Madrid, 1995. También-
del mismo autor, GONZÁLEZ PRIETO, Controversia sobre la Valoración del Daño Corpo-
ral, Revista Española del Daño Corporal, núm. 2, p. 5 y ss. Estos dos artículos, entre otros
factores, parece que ponen de manifiesto, a través del autor citado, la profunda decepción
y amargura de estos especialistas en Medicina Legal y Forense, con una sensación de
abandono por parte de algunas autoridades académicas.
111
MUÑOZ SABATÉ, Estudios de Práctica Forense, o.c, p. 142 a 148.
330 MANUAL DEL PERITO MEDICO

en el foro español debo declarar que comparto muchos de sus puntos de


vista (...)• DENNEMARK, con todo hablar desde un país sumamente orga-
nizado y tecnificado como Alemania, no se anda con chiquitas: Por ra-
zones que el propio autor no comprende, la Medicina Legal sigue siendo
un sueño, pues es la única rama de la medicina que se ha quedado re-
posando sobre las formas de pensar de principios de siglo y que consi-
dera hoy, equivocadamente, que un solo médico puede dominar todas las
ramas de la medicina. Es el mismo médico quien emite dictámenes psi-
quiátricos, decide si un testigo miente o dice la verdad, hace autopsias y
contribuye con ellas a confirmar una teoría de asesinato, hace exámenes
ginecológicos, estima el grado de embriaguez del culpable, muchas veces
sin haber visto siquiera al paciente, emite dictámenes sobre herencias bio-
lógicas y decide al mismo tiempo si el paciente, por trastornos de la cir-
culación, puede o no asistir a la vista del pleito, haciendo un electrocar-
diograma y valorándolo él mismo. La opinión que para DENNEMARK le
merece la actividad de los médicos forenses, «diletantismo organizado;
labor de chapuceros», corre pareja con la que le merece a este respecto la
actitud de los jueces: «Resulta francamente curioso —dice— ver hasta
qué punto poseen esos forenses de ocupaciones tan diversas la confianza
de los jueces.» Naturalmente el resultado tan sólo puede ser abrir la
puerta a errores y equivocaciones. No cabe duda —añade— de que estas
circunstancias pueden acarrear fallos en la justicia si ésta se basa en la
completa confianza que recibe el forense por parte de la Corte,.»

Por su parte, M UÑOZ S ABATÉ agrega:

«No voy a decir ahora que toda la culpa, ni siquiera una parte im-
portante de ella sea de los médicos forenses, cuando realmente es el
propio sistema quien la propicia. Sólo deseo poner de manifiesto mi cre-
encia de que muchos dictámenes sobre accidentes de tráfico que se em-
plean en el proceso constituyen una auténtica caricatura que habrá de
incidir luego sobre la prueba contribuyendo a un error judicial, que a
veces no tiene mucha importancia y otras en cambio puede acarrear la-
mentables consecuencias.

Por lo hasta ahora dicho, parece inoportuna la pretensión que se re-


coge en la repetida orden ministerial, por cuanto a los peritajes que pu-
dieran realizar los médicos no integrados en el Cuerpo Nacional de Mé-
dicos Forenses (párrafo cuarto del segundo epígrafe bajo el título general
Medicina Legal y Forense) «les sea exigida la posesión del Título de Es-
pecialista de Medicina Legal y Forense, como garantía de su adecuada
competencia y pericia para asumir tal función» Pero la adecuada com-
petencia para asumir la función pericial, lleva a pensar que tiene que ir
ligada a la capacitación profesional propia de cada especialidad, de
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 331

acuerdo con la cuestión de la misión que se requiera del perito, en espe-


cial cuando lo que se requieren son máximas de experiencia dentro de un
campo concreto del saber médico, saber que ha de estar en consonancia
con los adelantos científicos propios de cada época. La cuestión de fon-
do para el perito, en su examen sustantivo, no es índole «médico-legal»
sino estrictamente médica.
Junto a las razones de carácter intrínseco que se han venido expo-
niendo, tal formulación, por una parte, viene dada por una disposición de
muy bajo rango jerárquico, que no puede tener acogida dentro del orde-
namiento jurídico y procedimental que define y regula la función peri-
cial; además, en relación con lo anterior, las partes son muy libres de tra-
er a juicio el dictamen especializado, requiriendo, por una simple
cuestión de estrategia y de armas procesales, a quien estimen mejor
preparados dentro de un área concreta. Lo contrario no es otra cosa que
poner en peligro la libertad de defensa de esas partes, al negarles medios
para su actuación en el proceso.
Por otra parte, recordando aquello que se indicó al referirse a los re-
quisitos de los peritos (ver epígrafe 16.4.1) resulta, incidiendo en este as-
pecto que (*):
Los que hayan de actuar en calidad de peritos han de estar en pose-
sión del título en la ciencia o arte en la que se haya de encuadrar la ma-
teria sobre la que ha de versar su dictamen, caso de que su profesión ven-
ga reglamentada por las Leyes. Así, la LEC, art. 340, en su párrafo
primero, al referirse a las condiciones de los peritos, dispone: «los peritos
deberán poseer el título oficial que corresponda a la materia objeto del
dictamen y ala naturaleza de éste»; y dice a continuación: «si se trata de
materias que no estén comprendidas en títulos profesionales oficiales, ha-
brán de ser nombrados entre personas entendidas en aquellas materias»,
De esta forma el recurso titulado no oficial toma un carácter excepcional,
esto es, «si se trata de materias que no estén comprendidas en títulos pro-
fesionales oficiales».
Se observa que este art. 340.1 de la nueva LEC exige textualmente
que el título sea oficial («los peritos deberán poseer título oficial, en
tanto que la anterior Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC 1881), en su
art. 615 únicamente establecía la exigencia de título, omitiendo el térmi-
no de oficial, «los peritos deberán tener título de tales en la ciencia», si
bien a continuación se remitía a la reglamentación de la profesión del pe-
rito por las leyes o por el Gobierno. Y se añadía que «son títulos oficiales
con validez en todo el territorio nacional los que se añadía que a pro-

(*) Tal contenido se repite de nuevo, con el fin de hacer más cómodo la lectura, evi-
tando tener que volver a las páginas anteriores.
332 MANUAL DEL PERITO MEDICO

puesta del Consejo de Universidades sean establecidos con tal carácter


por el Gobierno mediante Real Decreto» (art. 28.1 de la Ley de Reforma
Universitaria).
En lo que al ejercicio médico se refiere, interesa saber que «la profe-
sión (de médico) es una y sólo una, siendo las especialidades variaciones
de esa única profesión; (...) en general cualquier médico (sea o no espe-
cialista) puede atender cualquier enfermedad a cualquier enfermo, incluso
sobre aspectos de especialidad ajena, ya que el título de especialista sólo es
necesario «para ejercer la profesión con ese carácter» (art. 1 Real Decreto
127/1984, de 11 de marzo), es decir, no para ejercer la profesión (en cual-
quier ámbito), sino para ejercerla como especialista» (SS. T.S., Sala Con-
tencioso-administrativa, de 9-3-95, 10-3-95, 14-3-95 y 16-6-95112.
Tal criterio jurisprudencial, siempre sujeto a interpretaciones, en
este caso se refiere al ámbito de ejercicio de la profesión de médico con
carácter general.
No se puede desconocer tampoco que la actuación pericial va ligada
al desempeño de una misión concreta, caracterizada por su fungibili-
dad, proponiéndose las siguientes observaciones:

— la pertinencia y utilidad de la pericia lleva a pretender que quien


haya de emitir un dictamen pericial lo haga buscando condicio-
nes de idoneidad; «el inexcusable y significativo título, es lo
que condiciona la idoneidad de dicho perito» (SS. T.S. de 4-5-98,
RJ 1998, 4274) 113;
— el perito es aquel que ha de intervenir «cuando son necesarios co-
nocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos» (art. 335
de la LEC); en el caso de los médicos tales conocimientos se
pueden encuadrar como científicos y técnicos, trasladados al do-
minio de la práctica, lo que remite a unos «conocimientos espe-
cializados»114;
— las condiciones de los peritos han de corresponderse con una ti-
tulación administrativa, de tal modo que, tratándose de materias
comprendidas en títulos profesionales oficiales, «los peritos de-
berán poseer el título oficial que corresponda a la materia objeto
del dictamen y a la naturaleza de éste» (art. 340-1 de la LEC);
— «el juez se valdrá de peritos titulares con preferencia a los que no
tuvieran título» (art. 458 de la LECr);
— la prueba pericial se plantea como una cuestión de conocimiento,
de llamar al proceso a quien puede aportar máximas de expe-

112
Citadas por DE LORENZO y MARTÍNEZ-PEREDA, en Los médicos y el nuevo código
penal, p. 75, o.c.
113
Citada por LORENZO MEMBIELA, O.C, p. 24.
114
Conocimientos especializados», tal como anota CLIMENT DURANT, bajo el epígra
fe general «Características de los peritos», La prueba penal, o.c. (1999), p. 478.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 333

rienda, a quien de forma sustantiva pueda ilustrar sobre cues-


tiones de hecho objeto de debate, para lo que es obvio que se pre-
cisa una adecuada capacitación profesional;
— tratándose de tal capacitación profesional, es precisamente el
médico especialista quien reúne las condiciones de idoneidad
en el terreno de la disciplina que le es propio, acreditado me-
diante un título oficial, con efectos académicos plenos, que cons-
tituye un aval de garantía que habilita para ese ejercicio profe-
sional en todo el territorio del Estado 115, en cualquiera de sus
formas pretendiendo que se vea cumplido el principio de seguri-
dad jurídica.

Sin duda, en lo que interesa a la capacitación profesional del médico, el


legislador siempre ha estado atento a la evolución de la ciencia médica, y ha
sido especialmente sensible a las necesidades sociales, tanto que el mismo le-
gislador ha entendido que la cualificación científica ha de verse reflejada en
los instrumentos jurídicos adecuados, en este caso en las leyes académicas
del Estado, regulando una titulación administrativa que garantiza la posesión
de determinados conocimientos. Posiblemente sea en la medicina, como en
ningún otro campo, donde la regulación legal del ejercicio especializado co-
bra un particular desarrollo, y si en 1955 se promulgó la primera Ley de Es-
pecialidades Médicas, la evolución legislativa en este campo ha sido enorme.
Y ello evidentemente ha de verse reflejado en el campo pericial, y más
aún, cuando por la singularidad de la materia del dictamen se requiera, sin
duda, una específica y especial capacitación profesional.
No obstante, no ha de llevar esto a extremar las exigencias, a pensar
que toda actuación médico-pericial ha de remitirse a un especialista en re-
lación a la rama que le sea propia; sin duda, gran número de situaciones
podrá resolverlas un médico general, aunque no se titule especialista —lo
que no impide, además, que pueda tener conocimientos especializados,
que le hagan sentirse con competencia bastante para ese encargo— siem-
pre y cuando actúe con una normal diligencia, y más hoy día, dado que los
enormes avances tecnológicos aplicados en los diversos exámenes ins-
trumentales facilitan mucho la diagnosis, pues en otro tiempo se precisa-
ba de un juicio médico bajo una elaboración mental mucho más estrecha,
con una ponderación profunda de los síntomas del paciente, y de los sig-
nos clínicos hallados tras su detenida exploración física inmediata, y,
además, adjuntando la experiencia de auténticos especialistas.
115
En relación con ello véase el Real Decreto 1946/87, de 6 de noviembre, art. 1.°, en
desarrollo del art. 28 de la Ley Orgánica de Reforma Universitaria —23-8-83, BOE 1-9-
83— al indicar que «son títulos oficiales con validez en todo el territorio nacional los que
a propuesta del Consejo de Universidades sean establecidos con tal carácter por el Go-
bierno mediante Real Decreto. Estos títulos surtirán efectos académicos plenos y habili-
tarán para el ejercicio profesional, de acuerdo con la norma vigente».
334 MANUAL DEL PERITO MEDICO

No hay que olvidar que ante una determinada lesión, secuela o del
daño corporal de que se trate, la función del médico es la de identificar la
alteración patológica o entidad morbosa, ya en su categoría de lesión o
secuela, y su proyección funcional (genérica o específica), cuando e le
plantee, y esto no es más ni menos que alcanzar un diagnóstico, un juicio
diagnóstico, genuina actividad médica.
Piénsese, por ejemplo, en una lumbociática, cuya causa está en una
hernia discal lumbar, con compromiso radicular. Esta patología, a tenor
de lo dicho, merced a las técnicas avanzadas de imagen (resonancia
magnética, TAC, etc.) y neurofisiológicas, después de un interrogatorio al
paciente bien dirigido, y una adecuada exploración física, puede cual-
quier médico general diagnosticar con absoluta certeza.
Esto quiere decir que el recurso al especialista ha de ser establecido
de forma ponderada, examinando con cuidado el asunto en sus diversos
aspectos. De esta forma no cabe duda que también en muchas ocasiones,
para el esclarecimiento de los hechos y conocer la verdad en el curso de la
litis, se precisará de uno o varios especialistas (evidentemente con título
oficial, no de aquellos que de forma engañosa así se denominan). En co-
nexión con ello, la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr) establece la
diferencia entre doctores y licenciados,de tal modo que se recurre a estos
últimos cuando no se pudiese disponer de los primeros; y así la referida
Ley, dice: «Las operaciones de análisis químico que exija la sustanciación
de los procesos criminales se practicarán por Doctores en Medicina, en
Farmacia, en Ciencias Fisicoquímicas o Ingenieros que se hayan dedica-
do a la especialidad química. Si no hubiera Doctores en aquellas Cien-
cias, podrán ser nombrados Licenciados que tengan conocimientos y
prácticas suficientes para hacer dichas operaciones» (art. 356 de la LECr).
Llegada esta exigencia, se escapa a cualquier enfoque globalista del
saber médico, común denominador en el que subsiste en la actualidad y
la medicina forense oficial española (la de todos los días) y otros suce-
dáneos como los impropiamente llamados «especialistas» en valoración
del daño corporal. De cualquier modo, la Medicina Forense Oficial ha de
desenvolverse en un marco de máximas garantías, a la altura del desa-
rrollo científico actual.
De la simple lectura del art. 340.1 de la LEC se desprende que quie-
nes carezcan de título oficial sobre la materia objeto del dictamen no re-
únen las condiciones que la Ley exige para actuar como peritos.
Cierto que la práctica demuestra que el peritaje médico forense oficial,
en sus diversas formas de proyección, viene lastrado en su desenvolvi-
miento por un oxidado hábito rutinario, favorecido por la pertinaz sequía
de imaginación de los sucesivos responsables del Ministerio de Justicia pa-
trio, alimentado su inmovilismo por criterios «economicistas», y otros
intereses, impidiendo todo ello que el problema de la medicina forense es-
pañola permanezca, después de muchos años, todavía sin resolver, a la vez
que tal cuestión forense no despierta el interés de las reivindicaciones
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 335

ciudadanas, los partidos políticos y otros luchadores públicos, lo que no


deja de ser también un síntoma de insensibilidad, un signo, en definitiva,
de inmadurez social, impropio de un país con vocación europeísta.
Las sociedades científicas de las diferentes áreas en que se proyecta
la actividad médica han de mostrar un mayor interés, involucrándose
más, por la medicina pericial y forense, reclamando para sí el protago-
nismo que en realidad les corresponde y pertenece, no permitiendo in-
vasiones por parte de quienes carecen de la adecuada preparación. Esos
mismos especialistas, en las diversas ramas en las que se divide la ciencia
médica, han de considerar igualmente las distintas implicaciones y pro-
yecciones legales que tiene su ejercicio profesional, su oficio, y, entre
ellas, las de naturaleza pericial. Una Medicina forense moderna, en con-
sonancia con las exigencias y necesidades actuales, y a la altura del actual
desarrollo científico no puede desentenderse de esta realidad, mante-
niéndose permanentemente al margen de la misma.

En otro orden, opiniones nacionales y extranjeras, dan a entender


que el dictamen forense está sometido a una crisis de confianza. De una
parte, una gran mayoría de los propios médicos forenses españoles se
sienten insatisfechos con las condiciones en que han de realizar su tra-
bajo, denunciando en algunos casos «graves carencias»; la falta de me-
dios materiales para el reconocimiento diario de lesionados, al margen
de los problemas de formación y capacitación profesional, son reivin-
dicaciones planteadas con frecuencia. En consecuencia, dictámenes
médicos emitidos sin estar avalados por exámenes instrumentales im-
prescindibles, sin estudios complementarios, y en definitiva sin contar
con las premisas mínimas y necesarias para elaborar la conclusión
diagnóstica.
Añádase a esto problemas de formación especializada para la emi-
sión de determinados dictámenes, el desempeño de plazas interinas atri-
buidas a médicos sin preparación ni experiencia (médicos no forenses,
sino que están haciendo las veces de forenses) desavenencias internas e
intestinas, rivalidades e intereses que luchan por el monopolio y «control
del muerto», falta de entendimiento entre los Ministerios de Justicia y
Educación, docentes alejados de la práctica científica e investigadora,
cursos, «máster» que se imparten en todo el país —en calidad de «títulos
propios» de cada universidad y otros estamentos, que si bien carecen de
valor oficial en atención a las normas de formación especializada que ri-
gen en el Estado, vienen todavía a sembrar mayor confusión—, y un lar-
go etcétera que conformar una realidad conocida más allá de nuestras
fronteras, que ha hecho que algunos dibujasen una imagen bochornosa
de la MF española, contribuyendo a mermar el prestigio que en otro
336 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

tiempo tuvo, empañando el esfuerzo y grandeza de quienes en verdad se


entregaron, y de los que todavía lo siguen haciendo, a una honrada labor
científica. La desidia de unos, el desinterés de otros, ha conformado un
clima en el que se ve abortada de principio la acción de cualquier cata-
lizador aglutinante que intente corregir la situación.
No se oculte tampoco que extremadamente preocupantes, y hasta de-
vastadoras, son las opiniones de los especialistas extranjeros, de países
como EE UU, Finlandia, Alemania, Gran Bretaña, sobre la práctica fo-
rense española: «es una situación sumamente insatisfactoria que la ma-
yoría de las autopsias forenses sean realizadas por no patólogos —no es-
pecialistas—»; «el sistema actual en España es fundamentalmente
defectuoso, en que los departamentos de enseñanza académica están di-
vorciados del trabajo médico-legal de rutina»; «autopsias pobres, algu-
nas incluso fraudulentas, informes de autopsias imprecisos y con falta de
experiencia»; «incidencia extremadamente elevada de certificados in-
correctos referentes a cadáveres procedentes de España». Los resultados
de los finlandeses, doctor Pintilla y doctor Pekka Saukko, presentados en
la Academia Británica de Medicina Forense, sobre cadáveres proceden-
tes de España puede leerse: «eran muy desalentadores y una vergüenza
para la profesión médico-legal»; «una Europa unificada les das a los eu-
ropeos el derecho de una administración de salud pública armonizada y
estandarizada, incluyendo certificación adecuada y correcta de defun-
ción» (B. COHÉN, 1992).
(También han sido objeto de atención hechos acaecidos en el terri-
torio nacional, dados a conocer por diversos medios informativos, que si
bien han de ser contemplados con prudencia, deben llevar a la reflexión
y a su examen. Especial eco tuvo el caso MAXWEL; esta persona apareció
muerta en las aguas de las Palmas de Gran Canaria en extrañas circuns-
tancias, noviembre/1991, y después de practicada una primera autopsia
en España fue reautopsiado en Tel Aviv por tres patólogos israelíes y dos
ingleses, cuyos resultados e imágenes grabadas en vídeo arrojaban serias
sospechas de que tal suceso fuese algo más que una muerte natural,
dando lugar a toda clase de comentarios en la prensa europea, como en el
París-Mach de 16 de enero de 1992.)
Frente a esto, la MF goza todavía de una excesiva credibilidad por
parte de ciertos jueces, que parecen sentir más atención por «quién»
dice, que por el «qué» e dice; esto es, en lugar de atender a la calidad de
la pericia, contemplada asépticamente, libre de prejuicios, se antepone la
manida independencia del funcionario, como si esto fuese el único aval
para emitir un juicio médico, en tanto que la pericia privada se coloca,
con harta frecuencia, bajo sospecha.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 337

La MF española (la de todos los días, se insiste en ello, esto es, la


que está a disposición habitualmente del justiciable) no ha conocido,
hasta la fecha, medidas de planificación afectivas que impulsen su
adecuado desarrollo, como otras formas de actividad médica, influ-
yendo en su credibilidad científica —salvo en aspectos muy concre-
tos— lo cual es todavía más sorprendente si se piensa en el enorme des-
pliegue experimentado en las especialidades médicas; de este modo, la
MF no ha evolucionado, al quedar anclada en criterios propios de hace
dos siglos.
En estas condiciones, a la sociedad tampoco se le puede proporcionar
amparo ni protección para la correcta pacificación de los conflictos, lo
que a su vez viene a colmar la desesperanza de muchos profesionales de
la abogacía, que han de asistir impotentes a la indefensión de sus patro-
cinados, propiciando un clima de resignación y mansedumbre, esperan-
do que su gentil señoría otorgue gracia y caudal. Y todo ello con gran re-
gocijo de los tiburones financieros.
La objetividad y el dinamismo, que debe ser común denominador a
cualquier actividad profesional, no se puede lograr si el contexto en
que se desenvuelve no se adapta a las condiciones y a los avances cien-
tíficos propios de cada momento histórico. Cierto que el examen médico
inmediato tiene un valor indiscutible en una primera aproximación al pa-
ciente o lesionado, pero sus limitaciones son manifiestas, y hay que
plegarse, necesariamente, con humildad, a otras servidumbres.
Y es que no se puede pretender que la MF tenga que debatirse la ma-
yor parte de las veces, valiéndose, únicamente, de los síntomas y signos
clínicos proporcionados por esa exploración inmediata, y, en ocasio-
nes, algo más (esperando con ansia, desde el juzgado, que llegue algo
más). La adulteración del pensamiento y figura de Marañón por mo-
mentáneos y jactanciosos protagonistas deja una triste simiente, de efec-
to contagioso: los «marañoncitos», los del «ojo clínico», toda una «plé-
yade», henchidos de arrogancia, fondeados en sus pozos de ciencia,
asfixiantes y asfixiados, gentes sin expectativas, que sintiéndose cómo-
dos en su establishment ven con desconfianza cuanto pueda perturbar esa
descansada y egoísta quietud; los mismos que no dudan en cegar toda luz
allí donde alumbra una idea; y los mismos, una vez más, que de forma
inmisericorde, amortajaron e hicieron sepultar a los «poetas muertos».
Tímidas reformas se han intentado con el fin de mejorar las presta-
ciones de la MF (así OM 9-9-88), regulando la especialidad de la Medi-
cina Legal y Forense, pero que en realidad, y ante la dispersión con
que se proyecta tal pretendida especialidad (Tanatología, Patología Ge-
neral, Medicina Laboral, Toxicologia, Pediatría, Psiquiatría, etc.) como
338 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

ya se ha dicho, más que un avance parece abundar, todavía, en el aludi-


do enciclopedismo —que hoy constituye una miseria de miras— aunque
ahora maquillado, en la pretensión de mantener y perdurar el estado
actual de cosas. Claro que la práctica forense tiene connotaciones espe-
ciales, y algunas muy especiales, tanto que se ha de proyectar partiendo
de una base sólidamente edificada. De esta forma, no vale el camino pro-
puesto por dicha Orden Ministerial, que parece que busca la senda fácil
como refiere el profesor CRIADO, el patólogo forense ha de ser, previa-
mente, especialista en anatomía patológica, y, después, completar sus es-
tudios para el ejercicio forense; otro tanto se ha de decir del Psiquiatra
Forense, etc.
Tal opinión está en concordancia con los criterios de formación que
se siguen fuera de nuestras fronteras: «en otros países los patólogos fo-
renses se forman primero en patología general y luego se especializan
más en patología forense. En Gran Bretaña, no se les permite a los no pa-
tólogos realizar autopsias médico-legales y los patólogos (el equivalente
a los especialistas) aunque sean histoatólogos o patólogos forenses,
tienen un programa de formación de cinco años, incluyendo exámenes
difíciles en la capacitación práctica y teórica. Existe una formación si-
milar en muchos otros países, como Alemania, Escandinavia y los Países
del Este, de manera que resulta extraordinario que en España «los mé-
dicos forenses» puedan efectuar toda clase de trabajo médico-legal vital,
con poca formación y un examen teórico superficial» (B. COHÉN).
Es evidente que es un camino equivocado que la cosa pública se ges-
tione sin otra ocurrencia que la guía de criterios «economicistas»; pero
de la misma forma es verdad que se han de operar inevitables recortes
presupuestarios en diferentes ámbitos de Administración Pública en
congruencia con una dirección responsable del Estado, alcanzando al
gasto allí donde la inversión carece de utilidad pública, o al menos con
un nuevo replanteamiento cuando es discutible.
Cabe que se plantee, y hasta se programe, que lo que ha sido hasta
ahora patrimonio tradicional de la MF ha de ser expropiado —pensando
en criterios de utilidad pública— redistribuyendo sus áreas de actuación
(propiciando un flujo inverso al de la OM 9-9-88), en consonancia con la
altura y el desarrollo actual alcanzado por el saber médico, en sus dis-
tintas especialidades (patología forense, psiquiatría, ginecología, etc.), in-
teresando a los facultativos correspondientes, auténticos especialistas, a
colaborar con la justicia, cuando la ocasión se presente.
En esta misma línea, igualmente se discute la conveniencia y opor-
tunidad, ante determinados casos, de arbitrar «turnos de oficio» cuando
la intervención médica (ya en primera actuación, o sucesivos controles y
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 339

seguimiento) sea necesarias, o meramente aconsejable, para la correcta


administración de la justicia, buscando el máximo aprovechamiento de
los medios del sistema nacional de salud, evitando duplicidad de recur-
sos, su mal o insuficiente aprovechamiento, en sintonía con la tendencia
a evitar todo innecesario despilfarro económico.
La evolución del pueblo español observada en los últimos años es un
proceso ya imparable, que camina al encuentro de nuevos y cada vez me-
jores horizontes, fruto de la maduración de una conciencia cívica, segura de
sus derechos. El contexto institucional que ha de amparar tal proceso no
puede quedar detenido en un marco genérico de buenos deseos; se requiere,
por el contrario, una definición de contenidos, que se ha de manifestar en as-
pectos sustantivos. Tal cuestión de principio ha de conformar una acción efi-
caz de gobierno, traducible en realidades, múltiples y singulares, en apre-
ciaciones directamente tangibles por los ciudadanos, para satisfacer las
diferentes demandas y necesidades (justicia, trabajo, educación, salud, etc.).
Entre tales contenidos, verdaderos pilares del Estado, la acción de la
justicia ha de ser un fiel reflejo; y, a su vez, en lo que a la misma intere-
sa, la MF, aún en su pequeña contribución, ha de ser desempeñada de
forma noble y honrosa, y no puede mantenerse al margen, con el fin de
que el bien jurídico protegible en cada caso no padezca o se vea inquie-
tado. La cuestión crece en su importancia tanto más si se repara en que,
de un lado, «los jueces deciden según se les informa» (A. PARE), y de
otro, ahondando en su gravedad, por el aludido exceso de confianza
que algunos jueces parecen depositar en el sistema forense actual.
Por ello, la MF, extensible al ámbito de la pericia médica, en una in-
terpretación amplia y de corriente liberal (sin que ello escandalice a na-
die, ha de considerar su actuación más allá del, hasta ahora, marco «ofi-
cialista», esto es, dando respuesta a cualquier demanda que se plantee
por cuestiones de ubicación (el foro, lugar donde se plantean y debaten
las causas), y por motivos de oportunidad: servicio a la justicia.
Ni es «cenicienta», ni es secundaria. Por ello, el dictamen forense ha
de reposar en criterios de objetividad y suficiencia diagnóstica, entre
otras cosas, por la repercusión que en tantas ocasiones tiene, en cuanto
conecta y puede afectar a la resolución judicial, comprometiendo, tantas
veces, aspectos ligados a la intimidad, libertad y dignidad de las perso-
nas, valores tan estimables como la propia salud corporal del individuo.
De cualquier modo, la MF, constituye una necesidad social, aunque to-
davía no bien apreciada por muchos ciudadanos —quizá por la inmadu-
rez o falta de información de algunos— cuyas prestaciones y garantías
han de estar, al menos, a la misma altura que cualquier otra forma de ac-
tividad médica. Se merece un debate parlamentario.
340 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

Un título que se presta a confusión:


los médicos «especialistas» U —universitarios—
en valoración del daño corporal

Con el fin de someter a examen y control a los lesionados por hechos


de la circulación, las compañías aseguradoras proponen con frecuencia
que sean médicos que habitualmente trabajan para ellas, los que hagan el
seguimiento de aquéllos.
El lesionado, sin embargo, no está obligado a someterse a dicho
control; tiene el pleno derecho de ser examinado por un médico compe-
tente, especialista si se requiere, y, en este último caso, legalmente ca-
pacitado para ejercer como tal; en ningún caso ha de sentirse en la obli-
gación de tolerar, o soportar, una situación incómoda o molesta más
allá del límite razonable.
Surgen, con frecuencia, problemas de incompatibilidad personal,
que hacen inviable esa relación médico-lesionado. Ante cualquier tipo de
problema o discrepancia que se presente es el abogado quien ha de
orientar a su cliente.
Muchos de estos médicos, se titulan como «especialistas U —uni-
versitarios— en valoración del daño corporal». Al respecto conviene re-
alizar algunas consideraciones.
En realidad, tales médicos, «especialistas U» carecen de especialidad
alguna, siendo la mayoría de ellos meros licenciados en medicina aña-
diendo a su curriculum profesional el aludido diploma.
El art. 11 de la Ley Orgánica de Reforma Universitaria, en su apar-
tado 3, indica que las universidades, en uso de su autonomía, podrán im-
partir enseñanzas conducentes a la obtención de otros títulos y diplomas.
Es lo que se llaman «títulos propios», que cada universidad, en uso de
esa autonomía, puede otorgar. Hay que poner esto en conexión con el
Real Decreto 185/1985, de 23 de enero, pues en su artículo 17 establece:
«de conformidad con lo dispuesto en el art. 28 de la Ley de Reforma
Universitaria, las Universidades, a través de sus correspondientes cen-
tros, podrán impartir enseñanzas para titulados universitarios sobre los
campos propios de la carrera de procedencia o de carácter intercurricular
y especialmente orientadas a la aplicación profesional de dichos saberes.
Quienes superen estas enseñanzas, podrán obtener de la universidad el
correspondiente título o diploma que carecerá de valor oficial en tanto el
Gobierno no establezca lo contrario».
Esta dualidad de títulos, que no semejanza, la recoge el preámbulo
del Real Decreto 1496/1987, de 6 de noviembre, cuando dice: «ante la
dualidad de títulos que resultan, a los que se añaden los expedidos por
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 341

otras instituciones o centros de enseñanza superior, es indispensable


efectuar una clara distinción general entre títulos universitarios que
tienen carácter oficial y validez en todo el territorio nacional y los res-
tantes diplomas expedidos por universidades públicas en uso de su au-
tonomía o por instituciones o centros en los que no concurren los efectos
académicos y territoriales específicos de los títulos oficiales».
Con ello, en el citado Real Decreto, «se pretende garantizar el prin-
cipio de seguridad jurídica, eliminando cualquier confusión sobre el ca-
rácter de los títulos y evitando el eventual nacimiento de expectativas en
los estudiantes, y clarificar la actuación a seguir por los órganos com-
petentes de la Administración educativa» (todo ello está en concordancia
con el art. 11 de la Ley Orgánica de Reforma Universitaria, de 23 de
agosto de 1983 —BOE 1-9-83—, Real Decreto 127/1984, de 11 de
enero, por el que se regula la formación especializada y la obtención del
título de médico especialista —BOE 31-1-84 y el Real Decreto
185/1985, de 23 de enero, art. 17).
Este esa el caso de los llamados «especialistas U en valoración del
daño corporal». Algunos de estos licenciados en medicina, seducidos con
el recurso de un atajo, ya con su título de «especialistas U» en valoración
del daño corporal, volviendo a la realidad, podrían sentirse engañados
cuando al retirar su título, en su reverso, se encuentren con una inscrip-
ción que indica que: el presente título no es equiparable, en modo algu-
no, al título de médico especialista establecido 127/1984, de 11 de enero.
Diligencia por la que se hace constar que los títulos propios de la UCM
—Universidad Complutense— no otorgan competencias profesionales
específicas y que en ningún caso equivalen a los títulos homologados por
el Consejo de Universidades, que poseen validez en todo el Estado Es-
pañol. En armonía con ello, el Tribunal Superior de Galicia (T.S. G.),
Sala de lo Social, en sentencia de 3-3-00, estimó que la especialidad de
valoración del daño corporal no consta entre las reconocidas en el
Anexo del Real Decreto 127/1984, de 11 de enero.
Ya en la convocatoria que hizo la Universidad Complutense para las
nuevas titulaciones, con enseñanzas a impartir en la Facultad de Medi-
cina durante el curso 1989-1990, hecha pública en diversos medios in-
formativos (entre otros en El País de 17-9-89) se advertía: «establecido
en el art. 28.3 de la Ley de Reforma Universitaria, en uso de su autono-
mía, podrá impartir enseñanzas conducentes a la obtención de otros Tí-
tulos y Diplomas, han sido aprobados por la Junta de Gobierno de esta
Universidad, en sus sesiones 13 de julio de 1988 y 13 de julio de 1989,
las siguientes nuevas titulaciones propias de esta Universidad, sin ca-
rácter oficial» (entre las que se incluyen el Diploma Universitario en
342 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

«Valoración del Daño Corporal»; añádase también, e interprétese como


quiera, que ello viene a coincidir con la Resolución de 1 de junio de
1989, de la Dirección General de Seguros, que daba contenido al Bare-
mo aplicable en los casos de daños corporales).
Entonces, la oferta de estas «nuevas titulaciones» dio origen a va-
rias protestas por los médicos especialistas en período de formación
(vía MIR, la única posible actualmente en este país), y de los mismos
especialistas (esto es, de los que en el rigor de la norma aplicable se
pueden considerar en tal calidad y usar esa denominación) pues el
uso del término «especialista», de una forma tan gratuita, con tanta li-
gereza, viene a sembrar la confusión e incertidumbre en medios poco
informados.
Concretamente, este problema ha dado lugar al enfrentamiento de los
Especialistas en Medicina Legal y Forense (en los cuales sí que concu-
rren los requisitos legales para titularse como auténticos especialistas), en
el seno de algunas Cátedras de Medicina Legal, pues realmente se han
sentido engañados por las mismas cátedras, que, en lugar de cuidar y de-
fender lo propio, han permitido y fomentado que se prodigue un diploma
que, aún de muy inferior rango, va en detrimento y perjuicio de la Es-
pecialidad en Medicina Legal y Forense (al margen de cuestiones de sus-
tantividad sobre la misma, en la forma en que ya fue objeto de discu-
sión).
Tampoco son ajenas a esta situación no pocas Cátedras de Medicina
Legal, de las facultades de medicina, que han prodigado otros tipo de en-
señanza y sucedáneos, que en su concubinato con las entidades asegu-
radoras han venido contribuyendo a frustrar abortando el desarrollo de
otro planteamiento de la medicina forense, ciertamente discutible, según
opiniones, pero que en cualquier caso su consideración inicial, con las
modificaciones de rumbo que fueran necesarias (para algunos radicales)
hubiera servido de punto de partida, de detonante para romper el aludido
inmovilismo.
En la perfidia que da protección al oscurantismo, se ha generado el
próspero negocio de los «máster» y de los «magister», alimentado por
las compañías aseguradoras, engendrándose un producto espurio.
Y es que en realidad en la promoción de esos «especialistas U» pa-
rece que mucho han tenido que ver las propias aseguradoras, con el fin
de establecer alguna forma de monopolio de la actividad pericial médica.
Esta nueva «masa laboral» («especialistas U») tiene unas perspectivas de
trabajo, y en consecuencia de autonomía, muy limitada, prácticamente
inexistente, salvo su empleo, y dependencia económica, de una o varias
entidades aseguradoras, propiciando su docilidad, circunstancias éstas di-
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 343

fíciles de conciliar con la necesaria seguridad jurídica que la práctica pe-


ricial exige.
Siendo así, sin duda parece que tales «especialistas U han venido a
constituir un artificio de utilidad dentro del sistema indemnizatorio que
se contempla actualmente (Ley 30/1995, de 8 de noviembre), asumido
por la SEAIDA, «hábilmente subvencionadas por las entidades asegu-
radoras» (TIRADO SUÁREZ, 1995), que en su día desplegaron una publi-
cidad poco usual para convencer a la generalidad de las ventajas del sis-
tema, con su correspondiente baremo (y su cuadernillo, exponente de la
ignorancia médica, el recurso del tonto, del indocumentado). Un sistema
inquietante (y, a la vez, ¡tan quieto que está!): «medicalización» del
daño y del perjuicio, «orillamiento» del abogado, «ninguneo» del juez. Y
es que la codicia desconoce el norte.

16.13. APRECIACIÓN DEL DICTAMEN PERICIAL


POR EL JUZGADOR

Antes de entrar a fondo en esta cuestión, conviene antes distinguir


dos conceptos, citando a CLIMENT DURANT 116, pues «aunque cercanos
son bien distintos: el de valoración de una prueba y el de valoración de
la misma».
«La valorabilidad es el necesario paso previo que hay que dar para
entrar en la valoración, porque sólo puede ser valoradas —positiva o ne-
gativamente— aquella prueba que reúne los requisitos precisos para
ello. Por lo tanto, la valorabilidad es la aptitud de una prueba para ser
valorada en uno u otro sentido. Y sólo son susceptibles de valoración
aquellas pruebas que han sido realizadas con sujeción al ordenamiento ju-
rídico.»

Y añade:

«La valorabilidad de una prueba se centra en su determinación de si


ha sido producida de un modo jurídicamente correcto; y la valoración se
centra en la determinación del valor real que debe otorgarse a esa prueba
en el marco del litigio que e produce.»
116
CLIMENT DURANT, O.C. (1990), p. 2154. Señala el autor que la distinción es recogida
incidentalmente en la S. T.S. 14-4-89, señor GARCÍA ANCOS, diciendo que «una cosa es la
prueba objetivamente considerada, y otra muy distinta el juicio de valor o apreciación
de ella que haga el Tribunal de Instancia», «lo que estaría muy en línea con la diferencia
examinada» —añade CLIMENT DURANT.
344 MANUAL DEL PERITO MEDICO

Es aforismo clásico que dictum exportorum nunquam transit in rem


iudicatam (el dicho de los peritos nunca pasa a autoridad de cosa juzga-
da), testimonio reiteradamente recogido por la jurisprudencia del Tribu-
nal Supremo, desde hace mucho tiempo (así, SS. T.S. de 27-4 y 14-12-
87, 13-6-89 y 8-2-1911)117.
Frente al sistema de prueba tasada, que vincula al tribunal al dicta-
men emitido por el perito, está el sistema de libre valoración de la prue-
ba, teniendo en este caso el tribunal plena capacidad de apreciar la prue-
ba en la forma que crea más conveniente, siendo tradicional en el sistema
procesal español que los jueces y tribunales, conforme a esa libertad de
apreciación, estimen la prueba de acuerdo con las reglas de la sana crí-
tica, que no son otras que las del raciocinio lógico.
No obstante, determinar el alcance del significado de las reglas de la
sana crítica no es cuestión fácil, pues «no constan en precepto legal al-
guno que puedan invocarse como infringido en casación» (SS. T.S. de
14-10-91 y 4-5-79). Más que nada «son criterios normativos, no jurídi-
cos, que sirven al hombre normal en una actividad prudente y objetiva
para emitir juicios de valor acerca de una hipótesis de carácter eminen-
temente científica, artística o práctica, para lo que se requieren conoci-
mientos especiales» (S. T.S. de 12-6-69)118.
La formulación legal del art. 632 de la anterior LEC, en cuanto decía
«los jueces y tribunales apreciarán la prueba según las reglas de la
sana crítica», que en la actualidad ha sido sustituido por el art 348 de la
LEC 2000 («El tribunal valorará los dictámenes periciales según las
reglas de la sana crítica), ha sido motivo de críticas, pues opiniones no
han faltado que estimaron que «la redacción del mismo parece dar a en-
tender que el perito suministra prueba, cuando en rigor no es así, pues en
realidad la misión del perito es proporcionar elementos para conocer y
apreciar los hecho y también, indudablemente, para valorar pruebas y
máximas de experiencia»119.
De igual forma, tanto se trate de uno o más dictámenes periciales, in-
cluido, cuando exista, el informe del señor médico forense, fueran o no
contradictorios, será de aplicación tal libertad de estimación de la prue-
ba, en la manera que preceptúa actualmente el art. 348 de la LEC, tanto
117
MANS PUIGARNAU, J. M., LOS Principios Generales del Derecho, p. 69. Bosch,
Casa Editorial, S.A., Barcelona, 1979.
118
Sentencias que citan, así como la anterior, PRIETO COBOS, V., y PRIETO DE PEDRO,
J., Ejercicio de las Acciones Civiles, Tomo I, vol. II, p. 71 y 772. Editorial Aranzadi,
Pamplona, 1983.
119
ALMAGRO NOSETE, D., PRIETO-CASTRO y FERNÁNDEZ, L., Derecho Procesal I, p.
246, Universidad Nacional a Distancia, Madrid, 1977.
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 345

que el juez se podrá inclinar por aquel dictamen que, de acuerdo con su
personal convicción, el merezca mayores garantías y credibilidad.
A pesar de esta realidad procesal, que el dictamen pericial en modo
alguno vincula al juez en su resolución, regla constante tanto en la doc-
trina y jurisprudencia tanto tradicional como moderna, la cuestión ha de
ser matizada conforme a las opiniones que ahora se van a exponer:

— Las sentencias serán siempre motivadas (art. 120.3 de la Consti-


tución Española); «los autos y sentencias serán siempre motiva-
dos y contendrán, en párrafos separados y numerados, los ante-
cedentes de hecho y los fundamentos de derecho en los que se
basa la subsiguiente parte dispositiva o fallo» (art. 208.2 de la
LEC). «La obligación de motivar es, en la mayor parte de los or-
denamientos modernos120, un elemento definitario de la función
judicial.» «La motivación ausente o contradictoria no garantiza en
ningún momento que el tribunal no haya incurrido en la arbitra-
riedad proscrita por el art. 9.°3 de la CE. (Constitución Española),
ni que tampoco sirva para avalar la legalidad de lo decidido121.
— «Frente a un dictamen pericial que el juez estima erróneo, no
puede este último imponer su propia opinión, sic voló sic iubeo
—así lo quiero, así lo mando— sino que debe forzosamente ar-
gumentarla» (MUÑOZ SABATE) 122; añade el autor: «y sin embargo
todos sabemos que en la praxis forense constituye uno de los de-
beres más negligidos, y acaso uno de los defectos de más difícil
desarraigo»123, abordando la cuestión de la La Crisis de la moti-
vación de las resoluciones judiciales (...), que desalienta a pro-
fesionales y justiciables e impide que el progreso del derecho

120
IGARTUA SALAVERRIA, J., Valoración de ¡aprueba, motivación y control en el pro-
ceso penal, p. 171 (remitiéndose a W. J. GANSHOF VAN DER MEERSCH, La motivación des
jugements, General Reports to the lOth International Congres of Comparative Laww, Bu-
dapest, 1981, pp. 769-830). Editorial Tirant Lo Blanc, Valencia, 1995.
121
IGARTUA SALAVERRIA. O.C, p. 171. Y añade el autor, (pp. 215 y 216),con carácter
concluyente: «Si el pueblo es el titular de la soberanía, el ejercicio del poder judicial (las
sentencias) deben legitimarse mediante una justificación racional (motivación) suscepti-
ble de ser comprendidas y valorada críticamente por la ciudadanía»; «sólo una motivación
de esta hechura es la condición para el control democrático sobre la administración de la
justicia».
122
MUÑOZ SABATÉ, L., Estudios de Práctica Procesal, p. 122, bajo el título ¿Hasta
qué punto el juez no queda vinculado por el dictamen pericial? Librería Bosch., Barce-
lona, 1987.
123
MUÑOZ SABATÉ, L., Estudios de Práctica Procesal, p. 313; 124 y 125; 317 y
318.
346 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

pueda enriquecerse con nuevas y constantes aportaciones», «fe-


nómeno que cada día se ve mas acentuado en el foro»; a su vez
propone, lege ferenda, «introducir alguna forma de control ju-
risdiccional sobre la falta o la insuficiencia de motivación, como
ya existe en algunos ordenamientos», pues, entre otros aspectos,
la motivación «comporta una función democratizadora y peda-
gógica, despliega una función de seguridad jurídica e integrado-
ra del pensamiento, es un acto de cortesía, de inteligencia y un
rasgo de personalidad».
— «En el ámbito de la doctrina científica el principio de la libre va-
loración de la prueba recibe severos calificativos, identificán-
dolo como corruptela judicial que atenta contra la tutela judicial
efectiva» 124.

SILVA MELERO 125, recogiendo las preocupaciones del maestro CA-


RRARA,indica que «en un principio opinaba que el juzgador debe con-
servar el derecho de apreciar y valorar las pruebas del perito»; es verdad,
sin embargo, que rectificó su pensamiento, postulando una reforma ra-
dical de la pericia y propugnando una especie de jurado supletorio,
compuesto de hombres de ciencia, a los cuales se les concediese exclu-
sivamente la facultad de pronunciar un veredicto sobre algunos proble-
mas, especialmente en orden a la responsabilidad del inculpado en el
proceso penal», esto puede ser tomado en cuenta para su aplicación en
otras jurisdicciones, muy especialmente si se repara y reflexiona sobre el
alcance del criterio de STEIN, citado por el mismo SILVA MELERO 126: «la
libertad de apreciación del juez está en razón inversa a los progresos de
la ciencia». Pero para FONT SERRA I27 «sostener la imposibilidad de que
el tribunal valore los dictámenes periciales emitidos en el proceso, care-
ce, a nuestro entender, de fundamentos sólidos. Aunque un dictamen
pueda tener enorme complejidad, sus razonamientos podrán ser siempre
124
CORTÉS DOMÍNGUEZ, La Constitución Española y los Principios rectores del pro-
ceso civil, en Principios constitucionales en el proceso civil, Cuadernos de Derecho Ju-
dicial, Consejo del Poder Judicial, 1992, 22, s.p. (pero 137 y 155); referencia tomada de
LORENZO DE MEMBIELA, O.C, p. 223.
125
SILVA MELERO, O.C, p. 288.
126
SILVA MELERO, O.C, p. 288, remitiéndose a MANZINI, ZIMERINI, WÜNTTEBERG —re-
cogiendo modernas tendencias y conclusiones criminológicas de las reuniones de Fri-
burgo, octubre, 1960.
127
FONT SERRA, O.C, El dictamen de peritos (edición 2000), pp. 184 a 186. Se remi-
te también a DE MIGUEL y ALONSO, cuando afirma: «en realidad nada impide que el tri-
bunal valore el contenido de dictámenes periciales, aunque carezca de conocimientos es-
pecíficos para emitirlos» (en Rev. Iber. Der. Proc, 1972, p. 81).
LA PRUEBA PERICIAL MEDICA 347

objeto de valoración por el tribunal, sin que deba sujetarse al mismo. En


este sentido se ha venido manifestando nuestra jurisprudencia:; S. de 2-
10-97 (Actualidad Civil 22/1998); S. de 10-2-94 (Ac. Civil 604/1994); S.
de 28-1-98 (Ac. Civil 466/1998), S. de 2-10-97 (Ac. Civil 22/1998).
Junto a estos planteamientos propuestos y opiniones, lo cierto es
que hay que pensar que el efecto que el dictamen pericial provocará en el
juzgador, llegado el momento de formar su propio juicio de convic-
ción, estará estrechamente ligado a la categoría científica que intuya
del mismo. Y es que la facultad de libre apreciación de la prueba que
tiene el juzgador no debe ser confundida con la posibilidad de una esti-
mación arbitraria128.
El criterio valorativo del juzgador se ha de desenvolver siguiendo los
cauces de la lógica y de la deducción racional, tanto que conviene re-
cordar que «el juez puede no saber de la materia objeto del conoci-
miento judicial, pero suele tener sentido común. Lo que importa, por tan-
to, más que las conclusiones en sí mismas son los razonamientos, la
concatenación lógica y la fuerza convincente de los argumentos anuda-
dos en la exposición razonada»129. La congruencia que pueda demostrar
el técnico en el curso de su actuación pericial resulta esencial en la
apreciación y eficacia del dictamen, tanto que «el cambio de opiniones
del perito es motivo suficiente para que el juez pierdas confianza en su
competencia y por tanto niegue mérito probatorio a su dictamen» 130.
FONT SERRA 131, aplicando las reglas de la sana crítica para la valora-
ción de la prueba de peritos, estima que el tribunal ha de examinar las si-
guientes cuestiones a modo de factores de ponderación:
«1.° Los razonamientos que contengan los dictámenes, y los que se
hayan vertido en el acto del juicio o vista en el interrogatorio de los pe-
ritos, pudiendo no aceptar el resultado de un dictamen o aceptarlo, o in-
cluso aceptar el resultado de un dictamen por estar mejor fundamentado
que otro. S. de 10-2-94 (Actualidad Civil 604/1994); S. de 27-2-93 (Ac.
Civil 687/1993).»
«2.° Deberá, también, tener en cuenta el tribunal las conclusiones
conformes y mayoritarias que resulten, tanto de los dictámenes emitidos
128
«Siendo evidente que el juez no puede incurrir en la arbitrariedad, por lo que debe
motivar su decisión cuando ésta resulte contraria al dictamen pericial, máxime cuando se
decida por una de las alternativas de las varias que haya —sobre todo si es minoritaria—»
(SAP Cordona, 14-1-99, Ac. Civil, 366/1999, citada por FONT SERRA, O.C, p. 194).
1291
TOMÁS TÍO y otros, o.c, p. 35.
130
ECKHART, CARLOS, L, S.C. Salta, Sala II, 3-6-75, «B.S.J.», t. 1, 975, XVI, p. 134;
sentencia de la jurisprudencia argentina; ref.: RABINOVICH DE LANDAU, S., O.C, p. 107.
131
FONT SERRA, O.C. (edición 2000), pp. 191 a 196.
348 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

por peritos designados por las partes, como de los dictámenes emitidos
por peritos designados por el tribunal, motivando su decisión cuando no
esté de acuerdo con las conclusiones mayoritarias de los dictámenes. S.
de 4-12-89 (Ac. Civil 290/1990); SAP Córdoba de 14-1-99 (Ac. Civil
336/1999).»
«3.° Examen de las operaciones periciales que se hayan llevado a
cabo por los peritos que hayan intervenido en el proceso, los medios ins-
trumentales empleados y los datos en los que sustenten su dictamen. S.
de 28-1-95 (Ac. Civil 376/1995); S. de 2-2-89 (Ac. Civil 499/1989).»
«4.° La competencia profesional de los peritos que los hayan emi-
tido, así como las circunstancias que hagan presumir su objetividad, lo
que puede llevar, en el sistema de la nueva LEC, a que se dé más crédi-
to a los dictámenes de los peritos nombrados por el tribunal que los
aportados por las partes. S. de 31-4-97 (RAJ 1997/2.542); S. de 24-2-93
(Ac. Civil 671/1993).»

Por otra parte, continúa comentando FONT SERRA 132, en la valoración


de la prueba por medio del dictamen de peritos, se vulneran las reglas de
la sana crítica en las siguientes circunstancias:

«1.° Cuando no consta en la sentencia valoración alguna en torno al


dictamen pericial. S. de 17-6-96 (Ac. Civil 734/1996); S. de 8-2-89
(Ac. Civil 518/1989); S. de 1-3-95 (RAJ 1995/1855).»
«2.° Cuando se prescinde del contenido del dictamen, omitiendo
datos, alterándolo, deduciendo del mismo conclusiones distintas, valo-
rándolo incoherentemente, etc. S. de 20-5-96 (Ac. Civil 639/1996); S. de
13-11-95 (Ac. Civil 112/1996).»
«3.° Cuando, sin haberse producido el proceso de dictámenes con-
tradictorios, el tribunal en base a los mismos, llega a conclusiones dis-
tintas de las de los dictámenes. S. de 7-1-91 (Ac. Civil 303/1991).»
«4.° Cuando los razonamientos en torno a los dictámenes atenían
contra la lógica y la racionalidad. S. de 11-4-98 (Ac. Civil 715/1998); S.
de 9-3-98 (Ac. Civil 619/1998); S. de 2-10-1997 (Ac. Civil 22/1998); o
sean arbitrarios, incoherentes y contradictorios. S. de 13-6-95 (Ac. Ci-
vil 1.061/1995); S. de 28-4-93 (Ac. Civil 920/1993); o lleven al absurdo.
S. de 15-6-88 (Ac. Civil 918/1988); S. de 17-2-86 (Ac. Civil 443/1986);
S. de 31-3-97 (Ac. Civil 694/1997); SAP Toledo de 20-4-98 (Ac. Civil
1998/440.

132
FONT SERRA, O.C. (edición 2000), pp. 196 a 198.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 349

Por otra parte, el uso recto de la razón junto con la obligación de que
las resoluciones judiciales vengan debidamente motivadas, es asimis-
mo fuente de preocupación social, pudiendo encontrar reflejo de ello en
publicaciones no estrictamente jurídicas. Así, DE LA CUADRA 133 aborda la
cuestión de la salud mental de los jueces.
De esta forma, dado que los razonamientos del juez, en este caso en
torno a los dictámenes periciales, han de discurrir por el camino de la ló-
gica y la racionalidad, no habiendo de ser, por lo tanto, arbitrarios, in-
coherentes y contradictorios, o que lleven al absurdo, conviene detenerse
en comprender las condiciones y aptitudes que requieren el trabajo del
juez, la difícil tarea de juzgar, a título meramente ilustrativo, desde la
perspectiva del análisis de la adecuación ergonómica o estudio de la
relación de aptitud e interdependencia del hombre con el trabajo —que
hay que reconducir a tarea y más aún a la actividad y del trabajo, así en-
tendido con el hombre.
MIRA y LÓPEZ 134 se refirió al trabajo del juez como un «trabajo pre-
dominantemente psíquico, abstracto, verbal, variable, percepcional; re-
quiere: capacidad de observación, ordenación y comprensión de "se-
cuencias" psicosociales y psicoindividuales (por tal calificativo se
designa a la serie de interrelaciones dinámicas que se establecen entre el
individuo y el grupo); buena memoria de datos verbales (artículos lega-
les); capacidad de juicio lógico y ético superiores al promedio; resisten-
cia a los agentes sugestivos y coactivos (firmeza de carácter y honesti-
dad)».
Viene así a plantearse la cuestión de la capacidad humana aplicada
al trabajo, tanto que, existen patrones de condicionamiento individual,
«de definición del YO», en una visión psicológica, que reposan en la bio-
logía del sujeto —al margen de los factores individuales, culturales, de

133
DE LA CUADRA. B., Diario El País, 11-8-99, p. 9. Refiere el autor, entre otras mu-
chas apreciaciones, que: «una revisión periódica de los jueces y magistrados —desde cri-
terios específicos para la función de enjuiciar— puede detectar la existencia de anoma-
lías»; «nuestros jueces, para serlo, no son siquiera sometidos a un mínimo de test
psicológico»; «las exigentes pruebas memorísticas que tienen que superar los opositores
a judicatura no tienen el contrapunto de alguna indagación sobre la salud mental de esos
juristas». «Sin embargo, tales mediciones de salud mental no son tan anómalas. Sin sa-
limos de la Unión Europea, en Portugal hay psicólogos en el tribunal de oposiciones; en
Francia, los opositores conviven con psicólogos en la Escuela Judicial; en Grecia, existen
pruebas psicológicas para la selección de los jueces. El modelo holandés es más exigen-
te y eficaz, desde las primeras pruebas psicológicas a las que se someten los aproxima
damente mil jóvenes abogados que aspiran cada año a ocupar alguna de las 50 nuevas pla-
zas judiciales. Tras los filtros sucesivos, varias docenas de candidatos a juez tienen que
afrontar diez pruebas de habilidad mental, que evalúan el razonamiento verbal, la com-
prensión lingüística, el razonamiento lógico y sistemático y el razonamiento espacial.»
134
MIRA y LÓPEZ, Manual de Orientación Profesional. Editorial Kapelutsz, S.A.,
Buenos Aires, 1965.
350 MANUAL DEL PERITO MÉDICO

aprendizaje, sociales y otros de naturaleza adquirida— que son determi-


nantes, o en gran manera determinantes, para el ejercicio de una activi-
dad, de un trabajo. Entrando en matices, conviene distinguir el propio sig-
nificado de actitud, cuando se quiere dar as entender una mera
«disposición» para hacer, del de capacidad, en cuanto se remite a con-
sumar la acción, y, finalmente, idoneidad, o estado idóneo, en la medida
que, fruto de las facultades adquiridas y de la experiencia, permite la eje-
cución con comodidad; entre ambos extremos se puede situar la «com-
petencia», «pericia» (savoirfaire, skill).
Exige, en consecuencia, además de específicos y especiales conoci-
mientos —y en general fuentes de información e instrucciones relevantes
para el desempeño del puesto— una buena adecuación de otros procesos
cognitivos, como capacidad de análisis, capacidad de síntesis, actividades
de percepción, de estimación, memoria, creatividad, inteligencia en aten-
ción a las necesidades del puesto; también equilibrio de ánimo, espíritu
reflexivo, sensibilidad, delicadeza, y otras cualidades personales, como la
experiencia (para algunos experiencia vital, una «mayoría de edad»,
única forma de poder proyectar útilmente los conocimientos teóricos en
la práctica, al servicio de la sociedad).
No se puede desconocer, pues, que la función de juzgar, que, por
mandato legal, ordena valorar los dictámenes periciales de acuerdo con
las reglas de la sana crítica, requiere, como condición imprescindible, un
raciocinio lógico, una razón coherente capaz de pensar y discurrir, para el
desarrollo de sus funciones de enjuiciamiento y solución de problemas, a
través de la justicia (último reducto del que dispone el ciudadano para re-
solver pacíficamente sus conflictos). Por lo tanto, en la interacción bio-
logía humana-trabajo, la razón ocupa un rango superior; y se entiende
por rango «el número de orden que hay que atribuirle a la función cues-
tionada dentro de la jerarquía de requerimientos exigibles para el desa-
rrollo de la actividad».

C LIMENT D URANT 135 distingue dos grandes aspectos que han de ser
examinados por el juzgador:

«a) Aspectos subjetivos, referidos a la personalidad del perito: su


personalidad, sus relaciones con las partes, si está dotado de suficiente
astucia o falta de ingenuidad y del necesario poder de crítica o de valo-
ración, si pertenece a alguna escuela y sus posiciones científicas son o
han sido oscilantes, si tiene normal capacidad de percepción, si presenta
alguna deficiencia en su capacidad de raciocinio, cuál es su verdadero ni-
vel de conocimientos, etc.
135
CLIMENT DURANT, O.C. (1990), p. 2.155, remitiéndose a CAFFERATA ÑORES, J. L., La
prueba en el proceso penal, pp. 81 y 82.
LA PRUEBA PERICIAL MÉDICA 351

b) Aspectos objetivos, referidos al dictamen mismo: cuál es el mé-


todo científico empleado, qué grado de desarrollo ha alcanzado la cien-
cia, arte o técnica utilizadas; si las conclusiones son indecisas o categó-
ricas; qué calidad tienen los fundamentos o motivaciones expuestas en el
dictamen, etc.).»

En este orden, el grado de fiabilidad que puede merecer un dictamen


pericial vendrá muy ligado a los elementos y datos que el perito hubiera
seleccionado para emitir su opinión técnica —cantidad, calidad— puesto
que «un notorio déficit de éstos perjudicará la valoración de la prueba»
136
, tanto que se ha de tener presente que «la escasez de elementos con
los que el perito hubo de contar para emitir su dictamen induce a dudar
de su resultado» (S. T.S. de 26-10-59).
Cierto, pues, tratándose de un dictamen pericial médico, que el exa-
men clínico en que se pretenda sustentar tal dictamen técnico no puede
partir de una pobreza de medios exploratorios, habiendo de estar, por el
contrario, a la altura del desarrollo científico propio de cada momento.
Con esta orientación, es innegable que en la actualidad, cada vez más, los
adelantos que brinda el progreso ofrecen útiles e instrumentos para el
examen clínico que requeridos oportunamente y manejados por personal
competente —queriendo poner especial énfasis en la interpretación de los
datos— son capaces de proporcionar elementos e información muy esti-
mables, a veces imprescindibles, contribuyendo a avalar de forma decisi-
va el juicio médico. Asimismo, un perito entendido y capaz, fiable y
honrado, inspirará siempre consideración y estima allí donde sea requeri-
do, a la vez que tan deseable equilibrio de cualidades habrán de infundir al
letrado un singular coraje y fuerza moral en la defensa de su patrocinado.
No obstante, para una correcta apreciación de la prueba, el juez ha de
implicarse activamente en este ejercicio, tanto que esa facultad legal
de apreciación por parte del juzgador no puede quedarse reducida a es-
timarla o no estimarla, sin más argumento ni motivación. Por el contra-
rio, ha de dar muestras de esforzarse en entender y comprender el plan-
teamiento técnico aducido, lo cual, a su vez, será un reflejo de su altura
y nivel profesional, teniendo además, como tiene, medios procesales
para ello. Tal actitud requiere, sin duda, una entrega laboriosa y notable,
un esfuerzo intelectual aplicado al ejercicio de tan importante función,
soberana e independiente, sí, pero al mismo tiempo, íntimamente vin-
culada a un compromiso consciente y responsable.

136
MUÑOZ SABATÉ, Técnica probatoria, o.c, p. 36. La sentencia que sigue también ha
sido tomada del mismo autor.

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