Está en la página 1de 3

El estudio del concepto de inteligencia podría ser dividido en varias etapas: los estudios legos,

preludio de estudios psicométricos, estudios psicométricos, jerarquización, pluralización,


contextualización y distribución. En esta última etapa, comprendida desde la década de los
ochenta del siglo XX, la inteligencia ha estado ligada a dos suposiciones clásicas: posee una
capacidad general única y puede medirse a través de instrumentos estandarizados. Sin embargo,
el concepto de inteligencia experimentó un cambio cuando Howard Gardner, a través de su obra
Estructuras de la mente (1983), expresó que el ser humano posee varias inteligencias, que se
pueden dar en mayor o menor medida, dependiendo de cada uno. Concretamente, se dan siete
tipos de inteligencias múltiples en el ser humano: inteligencia lingüística, inteligencia lógico-
matemática, inteligencia musical, inteligencia kinestésica-corporal, inteligencia espacial,
inteligencia interpersonal e inteligencia intrapersonal. Éstas dos últimas, fueron objeto de estudio
de Salovey y Mayer, en 1990, quiénes estructuraron y dieron forma a lo que hoy en día se conoce
como inteligencia emocional.
A raíz de este suceso, Goleman, en 1995, presentó su bestseller en inteligencia emocional,
sugiriendo que este tipo de inteligencia resulta ser más determinante que la inteligencia
cognitiva, en cuanto a alcanzar éxito en la vida se refiere, especialmente en el ámbito laboral y
de relaciones personales. Describe que la inteligencia emocional posee aptitudes
complementarias, pero diferentes, de la inteligencia académica, la cual presenta habilidades
puramente cognitivas, medidas a través del cociente intelectual (Goleman, 1996). Sin embargo,
recalca que estos dos tipos de inteligencia expresan actividad en el cerebro, cada una en una
parte diferente del mismo.

La inteligencia académica o lo que se conoce como el propio “intelecto” únicamente hace


funcionar la neocorteza, las capas de la parte superior. Por su parte, la inteligencia emocional se
hace cargo de los centros emocionales, situados en una parte más inferior, denominada
subcorteza, trabajando a la par con los intelectuales. Ante este paradigma, se podrían diferenciar
dos clases de inteligencia: la racional y la emocional, manifestando que “el intelecto” no puede
operar de manera óptima sin la inteligencia emocional, tratando de encontrar un equilibrio entre
ambas. Por tanto, el ser humano requiere de ambas inteligencias, siendo la inteligencia
emocional un tipo de inteligencia no condicionada genéticamente, lo que le permite al ser
humano poder desarrollarla y aprender de ella, independientemente de la edad, existiendo la
posibilidad de estar abierta a ella, aprendiendo y fomentando la creatividad hacia ella en
diferentes ámbitos de la vida, como pueden ser la familia, las relaciones personales y el trabajo
(Casas, 2003).
Actualmente, los investigadores Martin D. y Boeck K. destacan que el cociente intelectual del
ser humano representa cerca de un 20% en el rendimiento, mientras el 80% restante dependerá
de múltiples factores, entre los cuales se encuentran los relacionados con la inteligencia
emocional.  (Casas, 2003).

Gerardo Casas señala los factores que radican en la inteligencia emocional:

- Reconocimiento de las propias emociones. Ser capaz de reconocer y tener conocimiento


sobre si mismos nos dará mayor control a la hora de canalizar y gestionar nuestras
propias emociones.

- Tener conocimientos sobre como manejar las propias emociones. Saber guiar nuestras
respuestas conductuales dadas como resultado de una reacción emocional nos dará mayor
autocontrol.

- Utilizar el potencial existente, con el fin de ganar un mayor autoconocimiento y


confianza consigo mismo, que permitirá con perseverancia disfrutar de las emociones y
aprender a tolerarlas, controlarlas y gestionarlas.

- Empatía. Las emociones ayudan al ser humano a ser capaz de ponerse en el lugar de los
demás, escucharlos y comprenderlos.

- Cultivar relaciones sociales. La capacidad de crear y mantener relaciones con las demás
personas del entorno.

Por tanto, la inteligencia emocional se puede y se debe considerar como una inteligencia
diferente a los demás tipos de inteligencia anteriormente mencionados. Hay que dar importancia,
al desarrollo de esta inteligencia en el ser humano desde edades tempranas, pues el
reconocimiento y control de las emociones nos hará seres conscientes y capaces de afrontar
mejor los sucesos a lo largo de la vida. La inteligencia emocional, es un campo fundamental para
el ser humano. Sin embargo, no debemos enfocarnos en ella como única inteligencia, pues la
inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional deben complementarse para alcanzar el
equilibrio entre ambas.

No obstante, cabe destacar la importancia de la inteligencia emocional en múltiples campos,


tanto físicos como sociales. Según la revista “Temas para la Educación” (Federación de
Enseñanza de CCOO, 2011) la inteligencia emocional mantiene diferentes vínculos en otros
organismos que afectan (positiva o negativamente), por ejemplo; con el sistema inmunológico, o
en instituciones como su vinculo con la educación.

También podría gustarte