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Cómo defenderse sin abogado

Meterse en juicio es un trago del que más vale abstenerse si no es


imprescindible, pues consume tiempo, paciencia y dinero. Pero a veces no
queda más remedio que pleitear. Si lo hace asistido por un abogado, sólo tiene
que pagar y dejarse llevar. Pero puede que prefiera defenderse a sí mismo y
ahorrarse la minuta ¿Sabe en qué casos está permitido? ¿Sabe qué tiene que
hacer y dónde? Se lo aclaramos para que no se sienta perdido en el
enrevesado mundo judicial.

Según indica una encuesta realizada entre nuestros socios, un 70% de quienes
han prescindido de abogado y procurador en un juicio, no repetirían la
autodefensa.

Parte de la decepción puede deberse a que se suele estar mal informado sobre
los pasos que toca dar. Por eso, vamos a hacer el recorrido completo de quien
se ve envuelto en un problema susceptible de resolverse en un juicio sin
asistencia profesional, algo que sólo es posible:

– Cuando se trata de un asunto civil en el que se plantea una reclamación de


hasta 900 euros, por la vía del juicio verbal (éste también acoge las
reclamaciones de entre 901 y 3.000 euros, pero para ellas sí se precisa
asistencia profesional).

– Cuando se reclama una deuda vencida y acreditada de hasta 30.000 euros


por la vía del procedimiento monitorio (las comunidades de propietarios
pueden servirse de esta vía para reclamar deudas a los vecinos morosos).

– Cuando se trata de un proceso laboral, llevado en primera instancia al


Juzgado de lo Social.

– Cuando se trata de un juicio de faltas por infracciones penales leves: por


ejemplo, una discusión que se salda con amenazas y lesiones leves.

– Cuando se realizan ciertos trámites como, por ejemplo, acudir a un acto de jurisdicción voluntaria en el
que se negocie una cantidad no superior a los 2.404,05 euros (por ejemplo, la partición judicial de una
herencia de dicha cuantía).

Antes de pleitear

Trate de resolver el problema con la persona o entidad implicada.

Algunas entidades cuentan con sus propios mecanismos de reclamación. Por


ejemplo, si su problema tiene que ver con algún servicio financiero, apele al
Defensor del Cliente de la entidad y, si no obtiene resultado, al Comisionado
para la Defensa del Cliente de Entidades Financieras (antes, Servicio de
Reclamaciones del Banco de España).

Si se trata de un problema de consumo, quizás la otra parte se preste a


someterse a un arbitraje ante las Juntas Arbitrales de Consumo, cuyos laudos
son de obligado cumplimiento. Es un procedimiento rápido y gratuito (sólo
tendrá que costear las pruebas que desee aportar y no se realicen de oficio).

Si tiene un seguro de asistencia jurídica y reclamación de daños, acuda a él


para que tomen las riendas del asunto.

Si no avanza por ninguna de las vías mencionadas, acuda al Servicio de


Orientación Jurídica del Colegio de Abogados de su localidad para que le
informen sobre la posibilidad de acogerse a la justicia gratuita y, quizás, sobre
el tipo de procedimiento que le conviene, cuál es el juzgado competente...
(recuerde: la asistencia gratuita de abogado y procurador no procede en casos
como los tratados aquí, porque no es obligatoria su intervención).

En algunos asuntos laborales, los sindicatos pueden servir de ayuda.

En cualquier caso, le conviene ir reuniendo toda la documentación que


sustenta sus pretensiones.

La última posibilidad de esquivar el juicio es iniciar un acto de conciliación. Se


trata de un intento de resolver el problema ante el juez, pero no dará
resultado si el demandado se abstiene de acudir (algo muy probable si las
tentativas anteriores no han surtido efecto). Presente ante el Juez de Paz o
ante el Juez de Primera Instancia una “papeleta de conciliación”, con sus
datos, los del demandado y los motivos que le empujan a presentarla.

El juicio verbal

Para iniciar el procedimiento debe redactar un escrito (puede recurrir a los


formularios que se distribuyen en los Juzgados) en el que consten sus datos y
los del demandado, la cantidad que usted reclama (incluidos intereses y
costas) y sus razones, la fecha y la firma. Si lo desea, puede también aludir a
los preceptos legales y a la jurisprudencia que convenga a su caso (es decir, a
las sentencias de otros casos similares al suyo que dieron la razón al
demandante).

A su rescrito debe adjuntar las pruebas originales que justifiquen su demanda:


contratos, facturas, informes periciales... o fotos, grabaciones, vídeos...

Haga de la demanda y de los documentos tantas copias como demandados


existan, y una más que será sellada por el juzgado y devuelta (consérvela).
Para saber en qué juzgado presentar los papeles, lo mejor es que se asesore
previamente pues, aunque normalmente será el Juzgado de Primera Instancia
de la localidad en la que se encuentre el domicilio del demandado, hay algunas
excepciones (por ejemplo, el juzgado competente para resolver el impago de
rentas de alquiler es el de la localidad en la que resida el inquilino moroso).

En los cinco días siguientes a la presentación de la demanda, el tribunal


decidirá si la admite a trámite (puede rechazarla porque tenga defectos
formales).

Si se admite la demanda, el tribunal se ocupará de hacérselo saber al


demandado y citará a las partes para que acudan al juicio, que ha de
celebrarse después de que pasen diez días hábiles y antes de que pasen
veinte.

La vista sólo puede suspenderse o aplazarse si las dos partes se ponen de


acuerdo para solicitarlo y dan una razón que el tribunal juzgue suficiente, o
cuando una de las partes justifique que le es absolutamente imposible
comparecer.

Cuando por fin se celebre la vista, cada una de las partes expondrá sus
razonamientos ante el juez y el demandado podrá presentar sus pruebas.

De entre todas las pruebas aportadas al proceso, el Juez decidirá cuáles admite
y cuáles no (si no está de acuerdo con su criterio, tendrá que formular una
protesta).

Aunque es un caso raro, puede ocurrir que finalmente el demandante no se


presente al juicio: se entenderá que no quiere continuar con el proceso y
directamente se le impondrá el pago de las costas (y si el demandado la pide,
una indemnización).

Si el que se ausenta es el demandado, será declarado “en rebeldía” y se


continuará el juicio sin él.

Tras la celebración del juicio, el juez dictará sentencia en un plazo máximo de


diez días. La sentencia puede dar la razón a cualquiera de las partes, ya sea
total o parcialmente. Lo normal es que se carguen las costas a quien pierda el
juicio; aún así, dado que en los juicios de que hablamos la asistencia
profesional es optativa, el vencido sólo tendrá que correr con los honorarios del
abogado y el procurador del ganador si éste reside en un lugar distinto a aquel
en el que se ha celebrado el juicio (además, el pago correspondiente al
abogado tendrá por límite una cifra igual a un tercio de la cantidad que se
reclamaba). Si el juez da parte de razón a ambos litigantes, cada uno pagará
las costas que haya originado personalmente y la mitad de las comunes.
También puede que el juez imponga las costas a una de las partes por litigar
“con temeridad” (dejando patente que se sabe carente de razón).

Si no está satisfecho con la sentencia, puede presentar un “recurso de


apelación” en el plazo de cinco días desde el siguiente a la notificación: indique
por escrito la sentencia que pretende recurrir y por qué. Si su petición se
admite a trámite, tendrá veinte días hábiles de plazo para formular el recurso
(si no actúa, la primera sentencia se hará firme y la cuestión quedará
definitivamente zanjada). En el nuevo escrito podrá explicar con más detalle
sus razonamientos, pedir que se realicen las pruebas que entienda oportunas y
no fueran admitidas originalmente, etc. Todo esto será puesto en conocimiento
de la otra parte, que dispondrá de diez días para hacer alegaciones e
impugnar, a su vez, los aspectos de la sentencia que tampoco le hayan
satisfecho (en tal caso, también a usted tendrá diez días para alegar).

El Juzgado de Primera Instancia remitirá toda la documentación a la Audiencia


Provincial, que revisará el caso y tomará su decisión.

Cuando la sentencia sea firme, puede que el condenado abone las cantidades
que se le han impuesto, en cuyo caso el asunto quedará resuelto. Pero, si no
paga en los veinte días siguientes a que se le notifique la sentencia, el ganador
debe solicitar al Juzgado que la dictó que la “ejecute”. ¿Cómo? Presente un
escrito en el que indique sus datos, el número del procedimiento, su deseo de
que se ejecute la sentencia y de que el Juzgado averigüe los bienes de que
dispone el condenado para afrontar el pago de la deuda. Si el juzgado acepta
la solicitud, se lo comunicará al condenado, que aún puede oponerse a la
ejecución si demuestra, por ejemplo, que acordó con la otra parte, en
documento público, una vía alternativa de resolver el pago. En caso contrario,
el juzgado pondrá en marcha los trámites (embargos, subastas...) con los que
satisfacer las cantidades adeudadas.

El proceso monitorio

La tramitación del proceso monitorio es simple y parecida a la del juicio verbal.


Se inicia presentando ante el Juez de Primera Instancia de la localidad en la
que el deudor resida (o pueda ser hallado por el tribunal), un escrito en el que
se resuman los hechos y al que se adjunten los documentos que prueban la
existencia de la deuda: valen los documentos de cualquier tipo que tengan la
impronta del deudor (firma, sello...) y aquellos que, aunque hayan sido
emitidos por el acreedor, sean del tipo que habitualmente prueba la existencia
de créditos o deudas (facturas, albaranes de entrega, certificaciones, etc.).

El juez estudiará la demanda y si la encuentra justificada, le dará veinte días al


deudor para que pague o para que se oponga por escrito a la reclamación:
– Si el deudor no se opone a la demanda, el juez despachará la ejecución.

– Si el deudor se opone dentro del plazo, el asunto pasará a resolverse en un


juicio que será verbal cuando la cantidad en juego no supere los 3.000 euros
(el tribunal convocará la vista inmediatamente) o de otro tipo, si la cifra es
mayor (el demandante tendrá que interponer la demanda correspondiente en
el plazo de un mes). En todo caso, siempre que se discutan más de 900 euros,
los litigantes tendrán que proveerse de abogado y procurador.

Por cierto: si el demandante desiste de seguir adelante (y la reclamación


superaba los 3.000 euros), se le cargarán las costas y el caso será sobreseído.

El proceso laboral

Antes de iniciar un proceso laboral, hay que informarse muy bien,


especialmente acerca de los plazos de los que dispone el demandante para
cada paso del proceso (funcionan de forma más compleja de lo que pudiera
pensarse). Además, suele ser obligatorio que se produzca un acto de
conciliación (la papeleta de solicitud de dicho acto debe ser clara y detallada,
pues no podrán alegarse más adelante hechos distintos a los relatados). Puede
que antes incluso de que este acto dé sus frutos, haya que presentar una
demanda en el Juzgado de lo Social, en la que aparezcan los datos del
demandante, los hechos que suscitan la demanda y otras cuestiones (por
ejemplo, la categoría profesional, antigüedad en la empresa...). Después
vendrá el acto de conciliación judicial y, si persiste la desavenencia, el juicio (si
se planteara recurso, sería obligatorio proveerse de abogado).

Así se cuentan los plazos

Los plazos establecidos por la ley entre los diferentes momentos clave de un
juicio (citación de las partes, notificación de la sentencia, planteamiento de un
recurso...) se cuentan en días hábiles y empiezan a correr el día siguiente a
aquel en que se notifican dichos actos, terminando cuando expira el día de
vencimiento del plazo. Eso sí, cuando se otorga un plazo para para presentar
un escrito, se tolera su presentación hasta las tres de la tarde del día siguiente
al del vencimiento del plazo señalado.

Se consideran inhábiles los sábados y los domingos, el 24 y el 31 de diciembre,


los días de fiesta nacional y los festivos autonómicos o municipales que afecten
a cada juzgado concreto.

En todos los casos se trata de plazos improrrogables, que sólo pueden


interrumpirse por causas de fuerza mayor.

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